Deporte, Educación Física, Juegos y Animación


Psicología del deporte


INTRODUCCIÓN

El deporte constituye uno de los fenómenos culturales más representativos de nuestro siglo. Su arraigo en la sociedad contemporánea es tal que podemos contemplarlo en su faceta formativa, lúdica, técnica, profesional e incluso política.

La práctica deportiva se incrementa de forma paulatina en las sociedades avanzadas, convirtiéndose en ejemplo de bienestar. La cantidad y variedad de los deportes crece vertiginosamente, lo que conlleva también un incremento del número de técnicos y profesionales dedicados a su enseñanza y a la obtención de mejores rendimientos.

La Psicología del Deporte es una disciplina joven, pues se suele aceptar su reconocimiento por parte de la comunidad científica en 1965, en el 1º Congreso Mundial de Psicología del Deporte, celebrado en Roma.

Sin embargo, ya se hablaba de Psicología del Deporte en los estudios de Wundt en Leipzig. Así pues, los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, se encadenaban los estudios de laboratorio, sobre todo en Estados Unidos.

En Europa, los primeros psicólogos del deporte se formaron en Leipzig y en Berlín, publicando varias obras sobre la actividad física y el deporte. En la Unión Soviética se crearon departamentos de Psicología, siendo Rudik y Puni los principales artífices. Sus líneas de investigación se centraron en tres ramas: motivaciones de los atletas, concepto de poder mental de los deportistas y tensiones precompetitivas.

En cuanto a Estados Unidos, Griffith es considerado como el primer psicólogo del deporte. Sus líneas de investigación se basaron en los factores psicológicos implicados en algunos deportes, como el baloncesto o el fútbol americano. En estos deportes, trató de analizar las habilidades motrices, el aprendizaje y la personalidad.

1.- DESARROLLO HISTÓRICO

1.1.- En Estados Unidos:

Las principales investigaciones llevadas a cabo se marcaban en el desarrollo motor, sobre todo en las Fuerza Aéreas y en las Facultades de Educación Física. Importantes fueron, en la década de lo años 40, Fleishman y Henry. También se realizaron estudios sistemáticos para estudiar el efecto del estrés en el rendimiento deportivo.

Con deportistas y técnicos se empezó a intervenir a principios de los 60, desde los trabajos realizados por Ogilvie y Tutko, que se iniciaron el en estudio de la personalidad de los deportistas de élite, para predecir sus futuras actuaciones deportivas y solucionar los problemas cínicos que pudieran presentar.

1.2.- En la Unión Soviética:

Al igual que en los países del este de Europa, en la Unión Soviética se desarrollaron los trabajos orientados a la preparación del deportista de élite, del deportista de competición.

Entre los años 40 y 60 los contenidos se centran en los rasgos de personalidad de los deportistas y sus cualidades. Es decir, se busca el nivel de activación óptimo en el deportista para que obtenga el máximo rendimiento. Como vemos, se añade la ciencia de la fisiología en estudios soviéticos, mientras que en EE.UU. no aparecía.

En Alemania se construyó uno de los centros más importantes de Psicología del Deporte: el Instituto de Cultura Física de Leipzig. El estudio en este país se centró tanto en el aprendizaje motor (procesos), en la activación fisiológica-competición, como en la evaluación de los deportistas mediante el método de la observación (ver anexo I). En Checoslovaquia destacamos a Miroslav Vanek y a Iván Macak.

1.3.- En Europa Occidental:

Los estudios que se realizaron, muy a diferencia de en EE.UU. y en la Unión Soviética, fueron aislados y principalmente teóricos, es decir, el desarrollo en Europa Occidental se caracteriza, a diferencia de las demás, por un desarrollo lento. En Italia los estudios de Antonelli se centraban en la evaluación de la personalidad del deportista y el tratamiento clínico de sus patologías. En Francia, aparecieron estudios sobre evaluaciones médico-psicológicas y aspectos de motivación.

1.4.- La Psicología del Deporte desde 1980:

Señalamos esta fecha porque floreció una fuerte demanda de conocimientos psicológicos aplicados al deporte por parte de profesionales de la Educación Física y de los deportistas de alta competición. Así pues, Martens asentó las principales bases sobre un enfoque teórico, uniendo tanto las investigaciones de campo como las de laboratorio, para ofrecer así unos mejores resultados.

En este período comenzó el debate sobre quién estaba capacitado para ser llamado psicólogo del deporte, así como quién estaba capacitado para ello y qué funciones debía desempeñar. Comienza entonces a desaparecer la idea del terapeuta clínico por un enfoque educativo y preventivo.

1.5.- La Psicología del Deporte en España:

Esta disciplina ha tenido un desarrollo corto en cuanto a período de tiempo, siendo sus comienzos a principios de los años 60. Además, las primeras investigaciones llevadas a cabo en el campo de la Psicología del Deporte provinieron de otros especialistas como psiquiatras, pedagogos o médicos. Estos primeros estudios abarcaban campos de tiempo de reacción, percepción, concentración,… lo que hoy se denomina como los procesos psicológicos básicos. De indudable importancia en el inicio de esta disciplina en España es la aportación de Jose Mª Cagigal, fundador del Instituto Nacional de Educación Física de Madrid.

Sin embargo, poco a poco se suceden las apariciones españolas en eventos internacionales, lo que realza la concepción del psicólogo del deporte en nuestro país. Se produce entonces una importante unión de los profesionales del deporte para llevar a cabo las investigaciones de la Psicología del Deporte tanto en laboratorios como en trabajos de campo.

Tal es el caso de esta nueva apertura hacia el exterior que Madrid fue designada para el II Congreso Mundial de Psicología Deportiva (1973), por lo que nuestros investigadores tuvieron un mayor reconocimiento internacional (Roig, Blanco, Mayoral). Pese a esta nueva “apertura”, los estudios de educación física no resultaron ser abundantes, por lo que esta expansión no fue tan positiva.

Al inicio de la década de los años 80 se produce un pequeño vacío en la Psicología del Deporte en nuestro país, pues había poca participación españolas en trabajos de investigación. Será a partir de 1984, con el Coloquio Internacional de Psicología del Deporte, cuando se produzca un pequeño resurgir en las investigaciones españolas.

1.6.- La Psicología del Deporte en Murcia:

Podríamos decir que a partir de la década de los 90 se producen los cimientos de nuestra psicología murciana: aparece el I Doctorado de Psicología del Deporte, se publican artículos en una revista científica y se participa en el IV Congreso Nacional de Psicología de la Actividad Física y el Deporte.

Una de las principales causas que ha hecho posible esta expansión en poco tiempo ha sido la unión en las investigaciones de los especialistas en la materia, formalizándose sus propuestas en Seminarios y convenios importantes. Además, en 1999 se organizó en Murcia el VII Congreso Nacional de Psicología de la Actividad Física y el Deporte.

También es importante la inclusión en el programa de Educación Física de esta especialidad, así como en Psicología más tarde.

En cuanto a aspectos de investigación en la Región de Murcia, este ha sido un campo muy trabajado desde investigadores jóvenes, que han participado en numerosos congresos y revistas especializadas. De hecho, Murcia ha sido la Comunidad Autónoma que más trabajos ha presentado en los últimos dos congresos nacionales.

2.- MOTIVACIÓN EN EL DEPORTE

La psicología de la motivación trata de averiguar cómo afecta la motivación en la realización del deporte: motivación óptima, por qué elegimos un deporte u otro, por qué a algunas personas no les gusta el deporte,.. En definitiva, esta rama de la Psicología del Deporte trata de ofrecer respuesta a dos preguntas básicas: por qué y para qué unos sujetos se interesan en unas tareas u otras.

Tan importante resulta ser la motivación para la consecución de ejercicios deportivos que se puede llegar a pensar que cuando un sujeto no rinde lo que esperamos de él pudiera ser a causas motivacionales en vez de capacidades o limitaciones del propio sujeto.

Podríamos nombrar las principales teorías de la motivación: motivación de logro (Atkinson, 1964), motivación intrínseca-extrínseca (Ryan, 1985), atribución (Heider, 1958) o de la autoeficacia (Bandura, 1986).

2.1.- Motivación extrínseca-intrínseca:

Cualquier tipo de conducta o comportamiento puede estar motivado, bien de forma intrínseca bien de forma extrínseca. Las conductas motivadas de forma intrínseca son aquéllas que realiza una persona con el fin de divertirse, de pasarlo bien, para sentirse bien consigo mismo. En cambio, las extrínsecas son aquellas conductas que realiza un sujeto si recibe recompensas desde el exterior, sobre todo cuando estos comportamientos resultan ser exitosos y gratificantes.

Una gran diferencia entre ambas, en cuanto a la duración se refiere, es que la motivación de tipo intrínseca es más duradera que la extrínseca, debido a lo siguiente: mientras que la motivación intrínseca está regulada por auto-recompensas, en la extrínseca las recompensas deben ir variando cuando se van cumpliendo los objetivos. Además, si un deportista de élite no consigue los objetivos propuestos abandona con más rapidez la práctica del deporte de competición que otra persona que realice ejercicio para sentirse bien y llevar una vida saludable y sana.

No obstante, y a pesar de ello, estos dos tipos de motivación deben complementarse, junto a una aplicación correcta de las recompensas para que los deportistas no dejen la actividad de forma repentina. Así, se deben ir introduciendo las recompensas de forma paulatina, haciendo de ellas un medio de disfrute de propios logros personales y satisfactorios, no un fin en sí mismas.

2.2.- Motivación y Rendimiento:

Si este aspecto de la motivación en la práctica del deporte es muy importante, más aún es saber en qué grado se debe intensificar a cada individuo para que logre los objetivos planteados de inicio, es decir, averiguar cuál es el nivel óptimo motivacional a partir del cual se produce un descenso del nivel en la práctica deportiva.

Fueron Yerkes y Dodson, en la teoría activación-rendimiento (1908), los que expusieron que este nivel se alcanzaba en función del tipo de actividad a realizar. Así, estos dos autores expusieron que en tareas de difícil ejecución este nivel óptimo se alcanzaría antes que en tareas sencillas. Este aspecto está íntimamente relacionado con el nivel de activación del sujeto, de tal forma que un nivel de activación medio es el más adecuado para lograr una mayor motivación y, por consiguiente, una disminución en la dificultad de la tarea. Si un deportista posee un nivel de activación bajo, o muy alto, no realizará la práctica en las mejores condiciones de rendimiento.

Sin embargo, no sólo la motivación es el factor clave del éxito o fracaso de los deportistas, sino que éstos de acuerdo con Heider (1958) atribuyen sus resultados tanto positivos como negativos a otros factores, como son la dificultad de la tarea, la suerte (ambas de control externo), la habilidad y el esfuerzo (ambos de control interno). De este modo, las dos primeras son más difíciles de controlar y sujetas a una mayor variación y menor control, y los dos segundos más estables y controlables por el sujeto. Pero, incluso las cuestiones internas que se controlan mejor aún poseen ciertos rasgos que varían,

También podemos mencionar otro tipo de factores que hacen favorable o no la práctica de un deporte en una persona, como el entrenador, deficiente o no.

Lo que sí podemos asegurar es que los logros atribuidos a factores internos son más positivos y duraderos para el sujeto, mientras que si se deben a causas externas no perdurarán tanto en el tiempo.

2.3.- Motivación y autoeficacia:

La autoeficacia está muy relacionada con la confianza que posee uno en sí mismo para lograr superar una actividad física, basándose en sus propias cualidades y habilidades.

La teoría de Bandura (1977) asegura que unos altos niveles de autoeficacia muestran un mayor empeño en lograr una actividad exitosa. Es importante que para que ocurra esto, los fracasos del deportista se atribuyan a un esfuerzo deficiente, y no a una falta de habilidad.

2.4.- Los estilos motivacionales individuales:

No sólo los deportistas usan estrategias y/o métodos para lograr un objetivo deportivo, sino que cualquier persona posee sus propias técnicas para llevar a cabo la consecución de una activación. Si agrupamos los principales, obtendremos cuatro estilos no excluyentes:

El estilo negativo aparece cuando una persona se motiva pensando en las consecuencias negativas que obtendrá si no realiza bien una determinada actividad. Dictador si es el propio sujeto el cual se da órdenes a sí mismo con voz desagradable, por lo que cuesta mucho ponerse a realizar la actividad deseada o se hace con desagrado. El estilo imagina haciéndolo también resulta desagradable en la mayoría de los casos, pues se piensa en el desarrollo de la actividad de forma desapacible, viéndose el ejercicio pesado. En el último estilo, denominado abrumador, los sujetos suelen posponer la actividad, pues se ve como algo muy complejo y difícil de alcanzar. Lo que debe hacerse en este último estilo motivacional es desmenuzar la tarea para que el deportista la realice paso a paso y así obtengas pequeños beneficios de forma más continua.

2.5.- La Motivación en el deporte infantil y juvenil:

A través de la práctica deportiva en estas edades, y sobre todo en la escuela, los niños no sólo consiguen efectos gratificantes por divertirse, sino que también favorece la integración en el ámbito del grupo de iguales, tan importante en estas edades para la toma de decisiones. Además, en nuestro tiempo hace que en estas actividades se puedan integrar otro tipo de alumnos como los discapacitados o los inmigrantes.

Las principales causas por las que un niño en esta edad se inicia en la práctica deportiva son: pasarlo bien, estar con los amigos y experimentar emociones gratificantes; por otro lado, también incluimos en un menor grado tener éxito y lograr una buena condición física.

En cambio, las razones por las que un niño no se aventura en estas actividades son: tener otras cosas que hacer, no pasarlo bien, el gusto por otras actividades, es aburrido o no le gusta el entrenador. Es decir, que las decisiones por las cuales un joven practica o no deporte van orientadas a aspectos de disfrute, competencia y obtención de resultados, siendo la primera de ellas la principal causa en los primeros años y las otras dos se desarrollan a continuación con más fuerza.

Por tanto, la cuestión que nos surge ahora es: ¿por qué a los niños les interesan la obtención de resultados (competición) frente a la obtención de una práctica gratificante? Si un alumno busca solamente el disfrute de la actividad es porque quiere superarse a sí mismo, para comprobar que es capaz de conseguir una meta. Sin embargo, si los niños están más interesados en los resultados y en la competición es porque están comparándose con el resto de compañeros, a los cuales quiere superarles. Lo que debemos lograr es que los niños practiquen deporte para satisfacerse a sí mismos, sobre todo en los primeros años.

Hasta ahora sólo nos hemos centrado en los propios deportistas como los causantes de su propia motivación (junto con el entrenador), pero un papel muy importante lo poseen los propios padres de los niños. Si los padres presionan demasiado a sus hijos para el logro de un buen rendimiento, puede ser que el niño se agobie y llegue a dejar de practicar deporte. No debemos olvidar que también en este contexto deportivo, no sólo en la escuela, los padres son los que crean el clima apropiado o no para el desarrollo de actividades deportivas, de tal manera que prime metas de diversión y aprendizaje o metas de rendimiento y resultados. Por ello, y es evidente, se debe hacer hincapié en que los niños que se inicien en la práctica deportiva sea porque disfruten con ello y se relacionen con sus compañeros.

Para que tanto niños como cualquier persona que se adentre en la práctica deportiva lo haga de forma correcta y eficaz, es necesario saber administrar las metas u objetivos de forma correcta. Como hemos comentado anteriormente, es más sencillo desmenuzar la actividad que representarla de forma genérica, pues los alumnos irán poco a poco obteniendo metas conseguidas que les motivarán más para que practiquen actividad física con frecuencia. Estas metas tienen que tener una dificultad considerable, que se piense “creo que soy capaz de hacerlo bien”, pues si son demasiado sencillas o demasiado complejas el niño no prestará la atención suficiente o no estará motivado. Las pautas que vayamos dando debemos formularlas en frases afirmativas y no en negativas, de tal manera que el niño memoriza más y mejor lo que puede hacer que lo que no puede hacer. Los objetivos que planteemos deben ser conocidos por los practicantes y orientados hacia el disfrute de la actividad, no hacia el logro de resultados de competición.

Es importante que el entrenador o profesor a cargo de los deportistas vayan felicitando o recompensando de algún modo el logro de los objetivos, recordando a menudo lo que el alumno ha sido capaz de lograr para motivarlo.

En definitiva, lo que se trata es que los deportistas se centren en el esfuerzo, el trabajo en equipo y la relación con los compañeros, principalmente en edades tempranas.

3.- EL REFORZAMIENTO POSITIVO

Ya hemos comentado en el capítulo anterior lo importante que resulta para la motivación de un deportista el reforzamiento de una actividad bien realizada. En este tercer apartado vamos a ir un poco más lejos, pues podemos afirmar que un deportista orienta su actividad en función de estos reforzamientos, es decir, si va a lograr con ella recompensas positivas-apetitivas o negativas-aversivas (Skinner, 1938).

Lo que ocurre es que la mayoría de las conductas van precedidas de unas situaciones ya aparecidas con anterioridad que nos ayudan a saber la dificultad o facilidad de la actividad. Es decir, si un deportista de élite suele fallar los lanzamientos desde el punto de penalti en los entrenamientos será probable que no lo haga en un partido oficial, pues la experiencia le dice que no va a lograr el fin deseado. La conducta que el entrenador deberá cambiar es que se inicie en estos lanzamientos durante los entrenamientos o cuando el equipo vaya ganando, por ejemplo, para poco a poco ir cogiendo confianza y que se vea capaz de conseguirlo. Ahora bien, el proceso no acaba aquí; si el jugador lograse la meta el entrenador debería reconocerlo o recompensarlo más que a otro que no le cueste tanto conseguirlo. Si no lo consigue, es importante que no se le recrimine la acción como si siempre lo hiciera mal, sino que puede mejorarlo.

3.1.- Principios para el refuerzo:

Ya sabemos lo importante que resulta el reconocimiento o la recompensa cuando un deportista supera un obstáculo, pero no puede reforzarse todas las conductas que el deportista realice, no siquiera las que realice bien.

En este sentido debemos reforzar siempre de forma positiva, no aversiva, las conductas que tengan que ver con las destrezas de los deportistas, no las debidas a la suerte o a factores externos del propio sujeto. Por ello, los reforzadores deben ser varios y numerosos, atendiendo a las diferentes habilidades de los deportistas, para que no se cansen de obtener siempre los mismos beneficios, sino que sean cada vez gratificantes.

Si una persona realiza progresivamente una activad bien, debemos reforzarla de forma gradual, es decir, con mayor frecuencia al inicio de la práctica deportiva y con menor cada vez que vaya cogiendo habilidad.

Si hemos comentado que es mejor reforzar las conductas positivamente que con castigos es porque el castigo debe usarse con sumo cuidado. Si esto ocurre puede el deportista sentirse que ha fracasado o, peor aún que no sirve. No obstante, se debe castigar la conducta mal realizada, no al deportista que no la ha logrado. También debemos hacerlo cuando ha finalizado la actividad, no durante la ejecución del deporte, e imponer el mismo castigo a todos los infractores (Weinberg y Gould, 1996).

Tampoco es conveniente, siguiendo a Jara (1996) castigar en momentos de gran fatiga, ya sea física o mental, pues es posible que el deportista ya no sea capaz de dar más de sí y necesite finalizar la actividad cuanto antes.

3.2.- Programas de reforzamiento:

Ya sabemos cuándo no debemos utilizar el castigo a los deportistas, y que los refuerzos deben ser mayoritariamente positivos y numerosos en frecuencia. Ahora bien, existen dos diferentes programas reforzadores, atendiendo al número de veces que aparece la conducta a reforzar (de razón) o atendiendo a la primera vez que aparece la conducta, tras un determinado tiempo:

• Los Programas de razón se basan en el número de veces que aparece la conducta a reforzar, y se dividen en dos ramas: razón fija y razón variable. Si la conducta se refuerza cada vez que aparece se denomina de razón fija, mientras que si se refuerza de forma gradual, es decir, al inicio de aparecer, luego a las dos veces, a la quinta vez que aparece, estamos hablando de programas de razón variable.

• Los Programas de intervalo se caracterizan porque el refuerzo se aplica la primera vez que aparece la conducta tras un tiempo determinado. Será fijo si el reforzamiento aparece siempre en el mismo intervalo de tiempo, mientras que será de intervalo variable, si va cambiando este intervalo en función de las necesidades de reforzar la conducta que presente el deportista

Cuando el deportista recibe uno de estos refuerzos, recibe también una información sobre cómo ha realizado la acción: el feedback. Si un atleta recorre los 50 metros lisos de menos a más velocidad es porque los tiempos que se van tomando al inicio, a la mitad de la prueba y al final no son iguales, es decir, que deberá mejorar la salida para otra vez. De este modo, es conveniente que el feedback, al igual que con el refuerzo, se administre lo más rápido posible, dando señales de cómo se puede mejorar la actividad.

Este feedback podrá ser positivo o negativo, pero nos inclinamos siempre por los efectos positivos en el deportista.

Resultaría interesante que las conductas de los deportistas quedaran registradas, para así poder analizarlas desde varias perspectivas o en un momento de no entrenamiento activo: tiempos, número de saques directos, grabaciones, diferentes puntos de vista (ayudante de entrenador). No sólo se intenta cambiar una conducta mientras se aprende, sino que también se puede hacer referencia a ella en otro momento del entrenamiento como refuerzo de haber logrado algo positivo.

3.3.- Efectos emocionales:

Está claro que el estudio de refuerzos y castigos provoca en el deportista un aumento o un descenso de la motivación. En general, el refuerzo produce efectos positivos en el sujeto y el castigo negativos.

No obstante, no todos los sujetos responderán de la misma manera ante un refuerzo o castigo que otros, por lo que el entrenador-profesor deberá conocer bien a sus alumnos para fomentar o disminuir la conducta en su justa medida. Lo que queremos decir para concluir este capítulo, es que se debe tener cuidado con los refuerzos y castigos para que los deportistas no asocien un comportamiento con un refuerzo positivo o negativo, pues podría alterar el estado emocional del sujeto de forma inapropiada.

4.- EL NIVEL DE ACTIVACIÓN O AROUSAL

En este capítulo intentaremos poner de manifiesto la relación existente entre la ejecución de la tarea en cuanto exitosa y el nivel de activación que posee el deportista. Se trata de la unión del sujetos entre el cuerpo y la mente, el estado natural del sujeto, que varía desde el estado de sueño profundo hasta el de mayor excitación. Si seguimos los ritmos biológicos o circadianos de nuestro cuerpo, es importante saber que los momentos de mayor activación abarcan las horas de la tarde, sobre las seis y hasta las diez aproximadamente, puesto que a las primeras horas del día y a las últimas el estado de ánimo suele ser bajo.

El nivel de activación o arousal, también denominado estado de alerta o vigilancia, se manifiesta en nuestro organismo en tres grados: sensaciones corporales (tensión muscular, respiración, latidos del corazón), actividad cognitiva (pensamientos, recuerdos, imágenes) y sensaciones conductuales (gesticulación, aceleración verbal). No obstante, estas manifestaciones no se presentan en el deportista de forma aislada, sino conjuntamente y se sobreponen unas a otras.

Sin embargo, no sólo depende el arousal de los ritmos circadianos, sino que depende de otras variables psicológicas como la motivación, la ansiedad, la concentración o la unión del grupo. En función del origen del aumento o disminución de la activación podemos hablar de activación positiva o negativa:

  • La activación positiva está marcada por la ausencia de miedo a perder o a equivocarse, pues no se darán consecuencias negativas.

  • La activación negativa es causada por el miedo al fracaso y a sus consecuencias, sobre todo si nos encontramos ante otras personas que nos evalúan o ante una competición.

Este segundo tipo de activación aumenta el nivel arousal con mayor facilidad que la activación positiva, pues el deportista está más concentrado y motivado ante un problema en apariencia más complicado.

Hasta ahora nos hemos centrado en la motivación o en el estado de activación de forma individual, pero si atendemos al arousal de un grupo hablamos entonces de activación colectiva.

Lo asombroso de este estado colectivo es que todos sus miembros reaccionan de la misma manera ante un problema o ante una situación de éxito, es decir, que aparece un contagio compartido dentro del propio grupo. Además, también se activan de forma conjunta por factores externos a ellos, como ocurre cuando el entrenador les comenta las jugadas en el descanso o cuando los aficionados les animan. No obstante, no todos los deportistas reaccionan de la misma manera ante estos ánimos externos, por lo que para algunos pueden motivarle de forma positiva a otros lo hace de forma negativa.

4.1.- ¿Cómo se produce el arousal?

Las estructuras cerebrales que controlan la activación del sujeto se sitúan en el sistema límbico, centro emocional, y en concreto en el hipocampo, amígdala y septum. Según la teoría del arousal, el sistema reticular, que es activado por los ritmos biológicos o por factores externos, es el que activa este sistema límbico, el cual libera corticotropina, poniendo en alerta el sistema simpático (SNS). Así es como se prepara el cuerpo y la mente para una situación de emergencia, que será más o menos rápida en función de la demanda de la actividad a desarrollar.

A nivel fisiológico, esta activación se manifiesta, por ejemplo, en la frecuencia cardiaca, presión sanguínea, frecuencia respiratoria, sudoración, temperatura o dilatación pupilar. A nivel neuroendocrino las respuestas son los siguientes cambios: catecolaminas, hormona del crecimiento o cortisol.

Una vez que conocemos cómo se produce esta activación o arousal, veremos a continuación diferentes teorías sobre cómo afecta este estado y le ejecución deportiva.

Lo que ya sabemos es que si estamos más activados tenemos más capacidad de retener información y de ejecutar acciones correctamente, pero hasta un cierto punto donde una excitación dificulta nuestras acciones. Veamos ahora cuáles son los estados óptimos para realizar deporte:

• La Teoría del impulso, modificada por Spence y Spence (1966) afirma que la ejecución es una función que multiplica el hábito por el impulso (P=HxD), de tal modo que si nuestro nivel de activación es mayor y en ocasiones anteriores hemos realizado la actividad con éxito, tendremos muchas posibilidades de realizar muy bien la tarea.

No obstante, no consideramos válida esta teoría, pues si el sujeto está muy excitado cometerá más errores de los habituales, por lo que a mayor activación, aunque siempre realicemos bien una tarea, no se produce una mejora en el resultado final.

• La Hipótesis de la U invertida, de Yerkes y Dodson (1908) salva este primer obstáculo de la excitación. Argumentan que si aumenta el arousal lo hará de forma gradual la ejecución, aunque, a diferencia de la teoría anterior, hasta un cierto punto desde el cual la ejecución empeora por un exceso de activación o excitación (sobreactivación).

A pesar que esta teoría es más completa que la anterior también presenta sus limitaciones, sobre todo en dos aspectos. Primero, en el tipo de tarea, pues si para un velocista es aconsejable tener un nivel de activación medio-alto, para un golfista lo óptimo sería tenerlo medio-bajo. Y, segundo, este nivel óptimo de activación no es el mismo si hablamos de hombres o mujeres.

• El Modelo de la catástrofe de Hardy (1990) respeta la U invertida del modelo anterior, aunque siempre que el deportista no este muy activado, pues en vez de que descienda el rendimiento de forma gradual lo hace de forma drástica. Además, el nivel óptimo de rendimiento no se sitúa en un grado medio de activación, sino en un estado de arousal más alto que en la hipótesis de Yerkes y Dodson.

• La Teoría del Cambio de Kerr (1985) varía un poco los estados de la interpretación de esta curva en forma de U invertida, pues asegura que la activación dependerá de la propia interpretación que el deportista haga. De este modo, una activación elevada podrá ser tanto beneficiosa como perjudicial, según el sujeto descifre si se trata de una provechosa excitación o de una peligrosa ansiedad. Al igual ocurre con la baja activación: favorable si se interpreta como relajación o negativa si se expresa como aburrimiento

Lo que sí parece claro, es que todas estas teorías son variables de la presentada por Yerkes y Dodson, y que el nivel óptimo de activación varía en cada deportista en función de variables como la edad, el sexo o el tipo de actividad a desarrollar.

4.2.- Evaluación del nivel de activación:

Cuando el deportista es consciente de lo positivo que resulta lograr un cierto nivel de activación para su mejor rendimiento, es importante entonces que conozcan cómo se realiza una evaluación. Para llevar a cabo una buena evaluación se deben tener en cuenta los factores: estímulos antecedentes, la forma en que se manifiesta esta activación en los diferentes mecanismos (fisiológico, cognitivo y conductual) y la relación existente entre los niveles de activación y el rendimiento del deportista, pues como hemos indicado anteriormente varían en función del sujeto que realice la acción.

En cuanto a la activación colectiva, debemos tener los mismos agentes en cuenta, a diferencia de poder aplicarlos al grupo en cuestión.

Pero, ¿cómo se lleva a cabo este análisis del nivel de activación?

Para ello podemos utilizar diferentes métodos: mediante los análisis o sensaciones de cómo se siente en cada momento el propio deportista (análisis retrospectivo, auto-evaluación), mediante la observación de otra persona en función de cómo el sujeto está realizando la acción (psicólogo), por razón del biofeedback, es decir, por aparatos que midan las respuestas fisiológicas (telemetría, electromiografía) o mediante la entrevista, para completar la información.

4.3.- Preparación psicológica:

La cuestión que nos atañe ahora que ya sabemos cómo afecta la activación en el rendimiento del deportista y cómo podemos evaluarla es cómo podemos ayudarlo para que alcance con éxito el nivel óptimo de arousal. Por ello, el deportista debe ser capaz de aumentar, disminuir o mantener en cada momento su mejor nivel de activación en función del momento:

• Para aumentar la activación debemos incrementar la activación en campos fisiológicos y cognitivos. A nivel fisiológico el sujeto favorecerá su estado de activación si es capaz de controlar la respiración y, en última instancia, el pulso cardíaco (a los militares se les entrenaba para ello). A nivel cognitivo, se le puede mostrar mediante estímulos visuales qué es lo que tiene que hacer (vídeos) o mediante música (la música estridente facilita este estado de activación).

• Para disminuir la activación también hacemos una doble vertiente fisiológica y cognitiva. A cotas fisiológicas actuamos también por el control de la respiración (bajad del pulso), relajación muscular o yoga. A nivel cognitivo tenemos en cuenta la música (clásica por ejemplo), visualización, palabras clave.

Adquirir la habilidad de regular su propio estado de activación será vital para el deportista, pues de lo contrario estará merced a muy diferentes variables que no podrá controlar y por lo tanto del estado óptimo para la ejecución. Es labor no sólo de psicólogos conseguir este estado, sino también del entrenador y los propios deportistas, para conseguir el máximo rendimiento en habilidades técnicas, tácticas, físicas y psicológicas.

5.- PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN

Cuando hablamos de intervención psicológicas son sólo nos estamos refiriendo a programas que actúan en contexto de alto rendimiento, sino que son aplicables a grupos de iguales o a niños y ancianos.

Si el psicólogo actúa en deportes de rendimiento y alta competición lo que deberá hacer es evaluar y fomentar las actitudes expuestas al final del capítulo anterior (fisiológicas y cognitivas) para que los deportistas consigan un buen nivel de activación o motivación. En deportes de base o de iniciación los programas están dirigidos tanto a los niños, para que logren un fácil aprendizaje, como para el asesoramiento los padres. Y en casos de ocio y salud, se trata de ver la práctica deportiva como ejercicios saludables y de aprovechamiento del tiempo libre (beneficios para el organismo).

5.1.- Consideraciones previas:

Los aspectos que el profesional psicólogo del deporte debe tener en cuenta antes de llevar a cabo una buena intervención son: qué se debe evaluar, cómo hacerlo (planificación), la intervención en sí y la evaluación del trabajo realizado.

También se debe tener en cuenta parámetros generales antes de poner en marcha y evaluar un programa de intervención:

• Los resultados deportivos, positivos o negativos, no dependen únicamente de la conducta del deportista.

• En el rendimiento no sólo responden variables psicológicas, sino también el estado de forma o las habilidades técnicas y tácticas.

• La intervención psicológica debe modificar la conducta errada del deportista, no su propia forma de ser.

Ahora bien, si se produce una mejora en el rendimiento de la persona, ¿cómo sabemos si retrata de una correcta intervención psicológica o debido a otros factores? Para ello el deportista y el entrenador deben controlar el resto de variables que intervienen y favorecen una mejora en los resultados propuestos (Buceta, 1995): concentración, motivación, presión,… Realizaremos las comprobaciones antes y después de poner en marcha el programa de intervención y así compararemos los resultados. No obstante, estudios como los realizados por Williams (1991) o Greenspan y Feltz (1989) ponen de manifiesto que las técnicas reintervención sí potencian el rendimiento de los deportistas.

5.2.- La intervención psicológica:

Cuando decimos que vamos a emplear un programa de intervención psicológica a deportistas (deporte de base, de alto rendimiento o de ocio y salud) nos estamos refiriendo a que vamos a utilizar una metodología para conseguir unos objetivos propuestos en función del tipo de mejora que queramos conseguir.

El profesional debe tener en cuenta para ello que no todos los sujetos poseen las mismas características personales, que se debe hacer con la unión del entrenador y del deportista y fomentando siempre la unión y el desarrollo en un entorno común en el cual el sujeto se sienta cómodo.

La intervención psicológica va encaminada a una mejora en tres ámbitos: rendimiento, salud física y mental y mejora de los aprendizajes:

5.2.1.- Deporte de élite: Los programas en este caso van encaminados a mantener y aumentar el rendimiento del deportista, sin perder de vista la mejora de la salud y el bienestar.

Lo primero es establecer unos objetivos, contando con ello no sólo con el psicólogo y el deportista sino también con la opinión del entrenador; a continuación iremos dividiendo la tarea para alcanzar el fin deseado por partes y no desmotivar al deportista y, por último, evaluaremos la situación lograda una vez finalizado el periodo del programa de intervención, para comprobar si se han conseguido o no los objetivos planteados de inicio (Nieto y Olmedilla, 2001). La evaluación nos permite comprobar so los métodos son los correctos y dónde debemos hacer hincapié en un próximo programa. Para ello, podemos utilizar cuestionarios, entrevistas, hojas de registro, vídeos, observación directa (anexo I).

El método que usemos debe ser lo más flexible posible, es decir, alterable sobre la marcha si observamos que no es el correcto.

5.2.2.- Deporte de base: El programa de intervención psicológica va encauzado a ámbitos personales y académicos de los jóvenes, orientación al profesionalismo, asesoramiento hacia los padres, prevención de lesiones.

Cuando establecemos un programa de este tipo intentamos lograr una mejora de la competencia deportiva y el estado óptimo de salud física y psicológica (diversión).

Si decíamos más arriba que es importante que estos programas, ante la multitud de variables que les afectan, sean flexibles, más aún lo serán en los deportes de iniciación, pues se deben compaginar con estudios y decisiones de los padres.

5.2.3.- Deporte de Salud y Ocio: Ahora apenas nos interesan los resultados, que han ido en progresión descendente desde el deporte de alta competición, pues lo interesante es mantener una saludable calidad de vida.

Nos interesa que los deportistas adquieran un buen hábito de práctica, con facilidad de ejecución, que se diviertan haciendo actividad física y prevenir el abandono prematura de estas actividades, así como el sedentarismo.

5.3.- Problemas de los programas de intervención:

Los principales problemas vendrán derivados del contexto social, pues tendremos muchas dificultades en poner en marcha estos programas si es la sociedad las que no los acepta. A pesar de que en los últimos años se ha ido incrementando en nuestro país los conocimientos de ellos, aún no es considerado por la mayoría de la población.

Además, se sigue relacionando la psicología del deporte con problemas, de deportistas o no, junto a la idea de que sólo es viable en situaciones de alto rendimiento.

También los entrenadores profesionales no conocen estos programas ni son capaces de ponerlos en marcha, es decir, que ya existe un pequeño rechazo desde el interior de los propios deportistas. Lo que ocurre, además de que los profesionales desconozcan estos programas, es que consideran que las ideas psicológicas de los deportistas son innatas, inmutables, y que no se pueden variar (Weinberg y Gould, 1996). Sí es cierto que poseemos ciertas predisposiciones innatas para la facilidad de un aprendizaje o no, pero no es cierto que sean inmutables, sino que se pueden mejorar.

A todas estas cuestiones hay que sumar el desconcierto de los padres y la falta de tiempo para llevar a cabo estos programas, incluso dentro de un mismo club profesional.

Si, además, nos centramos en los deportistas de élite, éstos sí que apenas disponen de tiempo, pues están muy preocupados por los resultados urgentes y la planificación a corto plazo

6.- PRÁCTICA EN IMAGINERÍA

La práctica imaginada o visualización consiste en un conjunto de técnicas que facilitan el aprendizaje y mejoran el rendimiento. Se trata de crear en la mente una experiencia de la actividad física en ausencia de ella (Atienza, 1991). Se le puede denominar también como ensayo mental, pensamiento corporal, técnica encubierta, práctica implícita o práctica conceptual.

Sea cual fuere el calificativo, implica los sentidos olfativo, táctil, auditivo y cinestésico (sensación de la posición del cuerpo en cada momento).

6.1.- Teorías explicativas:

6.1.1.- Teorías fisiológicas:

Según Carpenter (1894) al imaginar un movimiento se produce un impulso neurológico asociado, aunque de menor dimensión que si reproduce el movimiento en realidad.

Fue Jacobson (1932) el que demostró con un registro electromiográfico que al imaginar la realización de un movimiento se producía una mínima activación muscular. Sin embargo, la localización exacta de esta activación muscular no está del todo clara. Smidt (1982) aseguró que esta pequeña activación era fruto de una preparación del organismo a la actividad, de tal modo que se produce así un patrón del movimiento cada vez que el deportista se inicia el la actividad física o se la imagina. Así, si el deportista estuviera en continua imaginación esta transmisión de impulsos nerviosos disminuiría y no sería tan pronunciada cada vez que el deportista va a realizar la acción (Hebb, 1968).

6.1.2.- Teorías Cognitivas:

Basadas en los procesos mentales, argumentan que la organización de las imágenes representadas favorece la ejecución de la tarea. Así, se vuelven los movimientos familiares y automáticos.

Dos han sido las teorías más representativas:

• “Teoría del aprendizaje simbólico”: al imaginar un movimiento se produce un ensayo del mismo a nivel de símbolos, lo que facilita la realización del mismo (Sackett, 1934).

• “Hipótesis simbólico-perceptual”: al iniciar la práctica imaginada se adquiere poco a poco y con la variedad patrones de movimientos, los cuales facilitan la ejecución real (Sage, 1977).

Así, realizando una previa situación de la acción, el deportista podrá suplir defectos en la ejecución sin necesidad de comprobarlos in situ.

6.2.- Aplicaciones de la práctica imaginada:

La imaginería o práctica imaginada (producción de imágenes mentales) se utiliza para desarrollar las destrezas físicas y las estrategias, pero también se usa para mejorar las destrezas psicológicas: controlar emociones, evitar lesiones, establecer metas (Vealey, 1991).

6.2.1.- Destrezas físicas:

Se trata que los deportistas mediante la práctica imaginada logren un doble objetivo: mejorar las habilidades técnicas y mejorar las habilidades tácticas.

Para mejorar las habilidades técnicas, o perfeccionarlas en su caso, nos serviremos de la práctica imaginada como complemento de la práctica en vivo. Para ello los sujetos ya deben servirse de la experiencia, es decir, de haber realizado la práctica o la acción en sí, pues si no los sujetos no serán capaces de tener una representación mental correcta.

Para la mejora de habilidades tácticas se debe tener en cuenta, además del propio deportista, al resto de compañeros (estrategia de equipo). La práctica imaginada es más compleja en habilidades tácticas que en las técnicas, pues se debe tener un mayor concepto de imaginería y asumir que hay más posibilidades de acción-intervención cuando trabajamos como grupo.

6.2.2.- Destrezas psicológicas:

Con el uso de la práctica imaginada el deportista será capaz de poner una mayor atención cuando realice la acción, pues ya ha sido capaz de comprobar en qué momentos debe focalizar la atención para obtener los mejores resultados. Además, podemos controlar los estados emocionales que se darán lugar en la práctica en vivo, pues la imaginería permite una gran flexibilidad a la hora de dar respuestas a posibles estados emocionales.

Cuando el deportista usa la práctica imaginada, además, puede saber en qué debe tener más cuidado y qué es lo que puede distraerle cuando realice la acción, por ello aprenderá a estar atento y controlar todas las variables que le puedan aparecer cuando ejecute la acción, es decir, que con la imaginería el sujeto es capaz no sólo de aumentar la concentración sino también de superar los posibles errores que cometemos (confianza plena).

A través de la imaginería el deportista es capaz de pensar cuál será la mejor acción en cada caso, ya sea positivas o paliar las negativas. Un tipo u otro harán que el deportista imagine y piense cuáles serán las consecuencias de cada acción, lo que hará que se motive más y que se concentre en aspectos específicos cuando realice la acción en vivo. En definitiva, mediante la práctica imaginada el deportista analiza la situación, los posibles problemas y las soluciones más beneficiosas.

6.3.- El rendimiento deportivo:

No cabe duda, pues, que la imaginería es una práctica que mejora la ejecución motora y el rendimiento del deportista (Corbin, 1972). Según investigaciones, las influencias positivas de esta práctica son mayores cuando existen componentes cognitivos que cuando existen elementos motóricos, aunque siempre debemos tener en cuenta que una visualización cognitiva y motora favorecerá positivamente al deportista.

Sin embargo, la visualización no siempre es positiva, sino que está en función del nivel de técnica del individuo. Así, mientras Corbin (1967) asegura que la visualización es mayor cuanta menor experiencia se tiene, Zecker (1982) afirma que incluso podemos perjudicar al deportista con un bajo nivel de eficacia técnica. En lo que sí estamos de acuerdo, es que no todos los sujetos tenemos la misma facilidad para imaginar una situación, por ello como cualquier otra práctica se puede entrenar y mejorar. Diferenciamos dos partes: vivacidad y control. Vivacidad se refiere a la posibilidad de crear imágenes mentales y que éstas se parezcan lo más posibles a la práctica real, en función de tres aspectos: visual, auditiva y cinestésica. El control es el grado de manipulación de la imagen, para aprender los errores y corregirlos, que suele ser mayor en el tiempo que la práctica real.

En función de cómo realicemos la práctica imaginada hablamos de perspectiva interna o externa. Una visualización será interna si hacemos una práctica imaginada en la cual somos partícipes, en primera persona (predomina sentido cinestésico). Y será externa si el deportista es el que observa las acciones, en tercera persona (sentido visual). No tenemos muy claro cuál de ellas es la más correcta, aunque sí afirmamos que depende del tipo de tarea que vayamos a realizar, es decir, a mayor nivel de dificultad de la tarea usaremos la práctica interna.

El uso de la práctica imaginada junto a la relajación es aún más eficaz que si la practicamos sola, pues nos aislamos de los problemas que nos afectan y alcanzamos el nivel óptimo de activación y atención para que nos centremos en la tarea a realizar. Lo que no podemos hacer es realizar una práctica imaginada mientras realizamos otra actividad, sino que no sólo debemos estar tranquilos y relajados, además debemos estar en un entorno adecuado para que el aprendizaje sea correcto.

Pero, ¿cuánto tiempo debemos estar usando la práctica imaginada para que sea positiva y eficaz? Es difícil establecer un tiempo estándar, así como el número de las sesiones, pues varían en función del deportista, del tipo de tarea, la destreza física, la influencia o no de factores emocionales. Lo que sí parece claro es que una duración de 5 minutos es la correcta (Atienza, 1991), pues si se superan los 10-15 muchos deportistas tienen dificultades para mantener la atención y la concentración. En cuanto al número de sesiones, se recomienda trabajar con ellas todas las semanas durante al menos 2 meses, en los momentos de mayor efectividad de aprendizaje: antes y después de los entrenos y de la competición y cuando no practiquemos ninguna actividad.

6.4.- Evaluar la capacidad de imaginar:

Si hemos comentado que la visualización dependía del deportista y de la acción a ejecutar en vivo, lo que parece lógico es que los deportistas posean diferentes programas de entrenamiento.

Para medir el grado de realidad de la práctica imaginada se realizan autoinformes por los propios deportistas. En ellos se controlan la vivacidad de las imágenes en una escala (Epstein, 1980), entre el 1 y el 7, por ejemplo. Además, se pueden ir anotando los comentarios verbales del deportista a fin de aproximar la imaginería a la realidad (Rushal, 1979). Así, también se pueden ir registrando la actividad muscular o las ondas cerebrales.

6.5.- Programas de entrenamiento:

Una vez que sabemos que estos programas deben estar confeccionados en función del deportista y de la tarea a realizar, presentamos las tres fases por las que debe pasar cualquier programa de visualización:

• En la fase previa se evalúa la capacidad del individuo tanto de imaginar una situación real como de relajarse.

• En la fase intermedia se entrenan las capacidades propias de la visualización: vivacidad y control.

• Y en la fase final se logra instaurar este programa en el entrenamiento deportivo del sujeto.

Si el deportista no sabe en qué consiste estos tipos de programas será necesario introducirlo en el tema, que conozca qué son y para qué sirve; así se motivará más que si los desconoce por completo. Para evaluar el estado inicial del sujeto y su capacidad de imaginar llevaremos a cabo los autoinformes anteriormente mencionados, así como el desarrollo de la visualización en los tres campos fundamentales: visual, auditivo y cinestésico.

Para entrenar al deportista en el concepto de la relajación, haremos ejercicios de control de la respiración abdominal, unidos a señalizaciones verbales. Las duraciones de estas sesiones serán de unos 20 minutos, en función de la facilidad o dificultad del deportista para relajarse. Para entrenar la habilidad propia de imaginar realizaremos ejercicios de viveza y control de las emociones, para que sean capaces de imaginar la escena deseada, corregir posibles errores y aprender nuevas destrezas.

7.- AUTOCONFIANZA Y DEPORTE

No nos podemos imaginas hasta qué punto la confianza y las expectativas que poseemos en nosotros mismos pueden hacer que la ejecución de una tarea sea o no con éxito. De hecho, una de las variables más importantes ha sido la estrecha relación que poseen la confianza y el éxito deportivo.

No obstante, hay que tener en cuenta que no por tener unas expectativas muy altas obtendremos un mejor rendimiento. Al igual que ocurre con el nivel de arousal de una persona, si nuestra autoconfianza es demasiada elevada nos perjudicará en vez de ayudarnos. Y si es baja difícilmente el deportista se esforzará lo demasiado y rendirá en un estado óptimo. Pero no sólo poseer una autoconfianza óptima hace mejorar el nivel de rendimiento del deportista, sino lo que es aún más importante (si cabe) es que previene lesiones, ansiedad, estrés,… La autoconfianza es, por tanto, la convicción que posee una persona para superar una prueba basándose en sus habilidades (físicas y mentales).

7.1.- Teorías sobre la Autoconfianza:

Dos son las principales teorías que han abordado este tema: la autoeficacia de Bandura y el modelo de confianza de Vealey:

Teoría de la autoeficacia de Bandura (1977):

Para Bandura existe una unión de tres factores básicos que influyen en el rendimiento óptimo del sujeto: factores personales-cognitivos, ambientales y conductuales. De tal modo que los juicios de valor que poseemos sobre nosotros mismo influyen en nuestra ejecución (emociones).

Dos son las expectativas que nos planteamos antes de la acción: eficacia, si poseemos la creencia de superar una prueba, y resultados, si poseemos la creencia que un comportamiento inducirá a un tipo u otro de resultados. Para formarnos nuestras expectativas de si lograremos o no superar una prueba asegura Bandura que 4 son las fuentes posibles; capacidad de ejecución, aprendizaje por observación de otras personas, persuasión verbal y nivel de activación fisiológica.

Propone Bandura su modelo para evaluar la autoconfianza basándose en un microanálisis, es decir, en mediciones de cada tarea y en tres dimensiones: magnitud, fuerza y generalidad. Se le pregunta al deportista si se siente capaz de realizar una tarea y en qué medida (1-100), y a mayor puntuación mayores expectativas poseerán.

Modelo de confianza de Vealey (1986):

Este programa se basa en dos tipos de confianzas: Rasgo y Estado. La Confianza Rasgo es el grado de creencia que normalmente tenemos sobre nuestra habilidad para tener éxito en el deporte, mientras que la Confianza Estado es la confianza que poseemos en un momento particular sobre nuestra habilidad para tener éxito en el deporte. Es decir, como si habláramos de confianza general-específica respectivamente.

El planteamiento de Vealey es sólo aplicable al ámbito deportivo, mientras que el de Bandura surge de la teoría cognitiva.

Para mediar la autoconfianza de un sujeto Vealey propone tres instrumentos: confianza rasgo, confianza estado y orientación competitiva. En los dos primeros se le pregunta al deportista el grado de realización óptima que obtendrá en ámbitos como concentración, consecución de metas, preparación para la competición,… Mientras que en el tercer instrumento se estudia la orientación hacia obtener unos buenos resultados o hacia la victoria.

Otros inventarios importantes fueron el Inventario de Confianza en el Deporte y el Cuestionario de Autoeficacia de Ryckman.

Sea cual fuere el modelo elegido, debemos tener en cuenta una serie de importantes recomendaciones para evaluar la autoeficacia:

  • Además de la mental es importante la autoeficacia física.

  • Incluir ítems para evaluar un posible exceso de confianza.

  • Es importante evaluar la autoeficacia en los entrenos del deportista.

  • Tener en cuenta otros hechos como la presión, el arbitraje, los compañeros de juego,…

7.2.- Optimizar la Autoconfianza:

Si es importante evaluar la autoeficacia, más aún saber potenciarla para conseguir unos rendimientos óptimos.

Para ello, Nieto y cols. (1998) nos ofrecen unas importantes pautas que citaremos a continuación: consiguiendo éxitos y ejecuciones correctas, actuando y pensando con confianza, confiando en los profesionales que nos ayudan (psicólogos, entrenadores, técnicos), visualizando y planificando la práctica-acción, adaptando los resultados a las características de los deportistas, estableciendo claros objetivos que aumenten su complejidad gradualmente, trabajando con los recursos disponibles, ofreciendo feedback de los resultados,…

8.- CONCENTRACIÓN:

DIRECCIÓN DE LA ATENCIÓN

Aunque un deportista esté muy bien preparado física y técnicamente si no está concentrado su rendimiento no será el deseado. La concentración es la habilidad para dirigir y mantener la atención hacia aquellos estímulos determinantes para la acción que se esté realizando. Lo que parece claro es que no será la misma atención en una carrera de 50 metros lisos que en un contraataque de baloncesto, y tampoco será la misma en unos jugadores que en otros. En lo que sí estamos de acuerdo con Hull (1943), es que el aumento del arousal produce un aumento de la capacidad de la atención.

8.1.- Teorías de la Atención:

Podríamos definir la atención como el “estar atentos”, pero desde la perspectiva del Procesamiento de la Información se ofrece una dualidad más completa:

1.- Habilidad para cambiar el foco atencional de una actividad a otra.

2.- Cantidad de información que un sujeto puede atender en un momento.

Teoría del estilo atencional:

De acuerdo con Nideffer (1976) dos son las variables que dependen de una buena selección de la información: dirección de la atención y amplitud (cantidad de estímulos abarcables). La dirección puede ser a la vez externa o interna, según esté orientada al entrenamiento o a la competición.

Se trata, pues, de dos fases: primero la asimilación de todas las variables de la atención durante los entrenamientos (dimensión interna), y luego la aplicación en situación real y compleja en la competición (dimensión externa).

Teorías psicofisiológicas:

Para averiguar el grado de atención de un sujeto bajo esta perspectiva se han utilizado como mecanismos el electroencefalograma (EEG), los potenciales de respuestas evocadas y la tasa cardíaca.

Las investigaciones apuntan que el procesamiento de la información reside en los dos hemisferios, por lo que si un deportista es capaz de desarrollar la atención en un solo hemisferios paliará las posibles interferencias para la ejecución de una tarea.

Modelo de Boutcher:

Este autor se basa en una interpretación multidimensional de la atención, teniendo en cuenta factores personales, ambientales, activación,… Es decir, factores tanto internos al sujeto como externos (mayor dificultad para controlar).

8.2.- La atención defectuosa:

Si un proceso intencional es defectuoso puede producir en el deportista lesiones, agotamiento o agarrotamiento muscular.

Si el deportista no focaliza bien la atención puede ignorar información importante, provocando errores en la toma de decisiones y por lo tanto en la ejecución. El estrés, tanto como la baja concentración o activación, provoca cansancio emocional y físico en el sujeto, debido a una alta tensión muscular.

Si el deportista se agobia se produce también un descenso en la atención, dando lugar a cuatro cambios importantes (Nideffer, 1991): estrés, aumento de la tasa cardiorrespiratoria y tensión muscular, desatención de estímulos relevantes, o aparición de fatiga y lesiones.

Para que una focalización de la atención sea la correcta, debemos utilizar dos importantes técnicas: autoinformes (grado de atención en diferentes momentos) y muestro de pensamientos (mediante grabaciones el deportista nos muestra sus pensamientos en tareas de larga duración).

8.3.- Entrenamiento de la Atención:

Una vez que sabemos cómo influye la atención en los resultados de un deportista y cómo se evalúa, nos queda saber cómo podemos conseguir un estado óptimo de concentración-atención que nos dé mayores posibilidades para conseguir nuestras metas. Diferenciamos dos grandes intervenciones: estrategias internas y ambientales:

Estrategias internas:

Comenzaremos entrenando al deportista en habilidades que no requieran apenas atención durante una acción, pues ya son aprendidas: técnica, táctica, control de emociones y del arousal). Así como se recomienda tener un cierto control de la respiración (Gauron, 1984), también será importante conocer técnicas de relajación y el estado de ansiedad o activación para cambiarlo (feedback electrotérmico).

Estrategias ambientales:

Se trata de inculcar diferentes estrategias que funcionen como un todo (multidisciplinariedad), mediante la comunicación con profesionales, planificación,… Las características son: objetivos específicos, eliminar situaciones distractoras, acercarse lo máximo posible a la realidad de la acción, tener en cuenta las características de cada deportista, preguntas de cómo el sujeto cree que realiza la acción, control del nivel de activación, dificultades del sujeto durante la acción.

No obstante, el entrenamiento de la atención debe formar parte del plan de entrenamiento diario, formado entre el entrenador, preparador físico y técnicos, que lo adecuen a las características del grupo.

9.- AGOTAMIENTO EMOCIONAL

Y SOBREENTRENAMIENTO

Entendemos que se produce el sobreentrenamiento cuando las sesiones son demasiado largas e intensas para que los deportistas puedan adaptarse a ellas, por lo que se produce un cansancio excesivo. Como última instancia, tras un cansancio prolongado, se produce el agotamiento emocional.

El agotamiento emocional o burnout se produce por un agotamiento no sólo físico, sino también atencional, en la concentración y por lo tanto en la motivación, por ello se denomina agotamiento emocional más que un simple agotamiento. Feigley (1984) va más lejos y afirma que además de este agotamiento, se producen en el deportista sentimientos de incompetencia, incapacidad, frustración. Así pues señalamos tres características básicas del burnout (Weingberg y Gould, 1996):

1.- Agotamiento físico y emocional.

2.- Agotamiento que causa respuestas negativas hacia los otros.

3.- Baja realización personal, autoestima y depresión, que decrementan el rendimiento final del deportista.

9.1.- Variables del burnout:

¿Cómo se produce el burnout en un deportista? Se trata de varios factores a tener en cuenta: el entrenador posee la capacidad de generar en el deportista emociones positivas y negativas; altas demandas competitivas, que a menudo superan al propio deportista; altas demandas de energía y tiempo, donde se producen más actividad que descanso; monotonía en el entrenamiento, que produce aburrimiento; carencia de refuerzos positivos, que no motivan al deportista; falta de habilidades, pues el sujeto ya se siente incapaz de afrontar las demandas que les propone en entrenador.

También es cierto que cuantas más expectativas y entusiasmo posee un deportista (sobretodo joven) más impacta el burnout en él.

Para evitar que todas estas características del burnout aparezcan se deben de tener en cuenta una serie de consejos (prevención):

• No monopolizar la vida en torno al deporte y a los éxitos, pues no sólo son pasajeros, sino que la práctica deportiva tiene una etapa de decadencia cerca de los 30 años.

• Practicar un programa de entrenamiento con tiempo en el que participen todos los técnicos o participantes del grupo.

• Ofrecer un entorno favorable y apoyo social: compañeros, padres.

• Evitar la monotonía en los entrenamientos y favorecer la creatividad y el trabajo diario.

10.- LA PSICOLOGÍA DEL DEPORTE EN

LAS PRIMERAS EDADES

No hemos parado de comentar a lo largo de este trabajo lo importante que practicar deporte en las primeras edades, sobre todo para sentirse realizado y relacionarse con los demás. E los últimos años se ha visto incrementado la participación de los niños y jóvenes en prácticas deportivas, pero ¿por qué?

No cabe duda que la consecución de los juegos olímpicos como Barcelona `92 han hecho que la población española se dedique más a la realización deportiva aunque sea como factor de ocio. Además otros hechos han favorecido esta práctica masiva:

• Intereses de clubes por las jóvenes promesas.

• Programas de intervención y reinserción social para discapacitados o marginados.

• Valoración juvenil del deporte como práctica divertida y beneficiosa para la salud.

A pesar de ello, el inicio de los jóvenes en prácticas deportivas depende de intereses familiares o de otros profesionales. Lo que sí es cierto es que a través del deporte se producen en el sujeto una serie de beneficios:

- Favorece el desarrollo físico.

- Los niños adquieren hábitos saludables, previniendo el sedentarismo.

- Se desarrollan otros hábitos como higiene, alimentación equilibrada.

- Aceptación de normas, sin trampas.

- Realización del trabajo en equipo y consecución de una meta en común.

- Asumir responsabilidades.

Ahora bien, lo que le interesa al psicólogo del deporte, además de estos aspectos, son otros, como por ejemplo:

  • Las razones por las cuales los jóvenes abandonan el deporte.

  • Efectos de la competición en la salud y desarrollo del deportista juvenil.

  • Estrategias para motivar a los sujetos.

  • Estrategias para desarrollar la autoconfianza.

10.1.- Motivos de participación y abandono en el deporte infantil:

Los principales motivos por los cuales los niños se adentran en la práctica deportiva, tanto a nivel escolar como de ocio, de tipo lúdico y de diversión. También aparecen otras variables estudiadas (Ewing y Seefeldt, 1989), como son: la mejora de las habilidades, estar en forma, realizar ejercicio físico o por el reto de la competición.

Lo que está claro es que mientras los niños (Cruz, 1997) citan como varios motivos los de participar en competiciones, las niñas se deciden más por causas de diversión y mantener relaciones estables. También se ha investigado la relación no sólo en cuanto el sexo, sino también en cuanto a la edad; así, a medida que avanzamos en edad aumentan los intereses de éxitos y competición.

También ha tenido su espacio en las investigaciones los motivos que incitan en los jóvenes deportistas a abandonar el deporte, sobre todo los aspectos relacionados con el agotamiento emocional que explicábamos en el capítulo anterior: exceso de entrenamiento, ganar a toda costa, falta de tiempo, lesiones, presión de los padres, el ansia de ganar, ... De entre todas las variables influyente en los jóvenes, las que más influencia tienen son los agentes psicosociales; padres, entrenadores y amigos. De a cuerdo con Garcés de Los Fayos (2001), las principales causas de abandono son:

• Falta de apoyo social, sobre todo de padres, entrenadores y profesionales de la educación.

• Desaparición paulatina de los motivos iniciales que incitaron al joven deportista a la práctica.

• Progreso físico y técnico muy lento, lo que conlleva una desmotivación, aburrimiento y desilusión.

• Falta de comunicación, como consecuencia del deterioro de las relaciones entre los que ofrecen apoyo social.

• Demasiada tensión y exigencia en la práctica deportiva (presión) que el niño no es capaz de asimilar.

10.2.- Los principales agentes de socialización:

Los agentes de socialización son aquéllos que ocupan un puesto privilegiado en la vida del deportista joven y en sus influencias. Por ello, analizaremos el papel de padres, entrenadores, árbitros y medios de comunicación.

Los padres:

La visión de los padres es hacer de sus hijos grandes deportistas y profesionales, por lo que la presión que sobre ellos ejercen es a menudo muy fuerte. Por ello, los padres deben preocuparse más por que el niño disfrute y practique deporte que por la competición y el éxito. Además deben mostrar un interés sobre la práctica deportiva de los hijos y de las destrezas que eso conlleva, para motivar al niño cuando el entrenamiento va mejorando sus facultades físicas y psicológicas.

El entrenador:

No cabe duda que es el entrenador el que más se preocupa por los resultados de los jóvenes deportistas, pues es su trabajo. Por ello, como señala Garcés de Los Fayos (2001), antes de preocuparnos por el rendimiento deportivo, el entrenador se debe preocupar por mejorar un clima de acción (estrés, ansiedad, aburrimiento) y por mejorar estrategias de entrenamiento (relación con el grupo de iguales). Y es que la mayoría de profesionales coinciden en que los entrenadores o monitores actúan muy a menudo como verdaderos directores que fomentan las tensiones y los conflictos del niño.

También aparecen a menudo intereses enfrentados con los padres, que buscan el juego del niño y la participación, mientras que los entrenadores el éxito.

En los deportes donde el entrenador se haga cargo de un equipo profesional, deberá cuidar su aspecto emocional, pues si sólo ve los resultados podrá desesperarse y no disfrutar de la práctica deportiva.

Otros agentes:

Los compañeros a veces poseen más influencia en los jóvenes deportistas que los propios padres, sobre todo el grupo de iguales. Un joven practica deporte porque sus compañeros así lo hacen, por ello cuando la recriminación proviene de los propios compañeros en vez del entrenador es más perjudicial para la motivación del niño.

El papel de los medios de comunicación se ve a menuda modificados por intereses privados. A pesar de ello, debería ofrecer una visión imparcial y objetiva y no manipular la información favoreciendo a uno u otro equipo.

En cuanto los árbitros, conocedores del reglamento, deben cumplirlo con total objetividad sin favorecer a ningún tipo de interés. Sería interesante que los árbitros y jueces tuvieran una buena habilidad de comunicación con los jugadores y técnicos.

11.- LA AGRESIÓN

Últimamente se puede comprobar demasiada violencia en la práctica deportiva, aún cuando son los propios profesionales los que la practican. Lo que está claro que tanto ellos como los entrenadores influyen de forma directa en las decisiones que tomen los jóvenes, por lo que si el comportamiento de ellos no es el correcto los niños rápido lo aprenderán y no dudarán en usarlo.

Cuando hablamos del comportamiento correcto nos referimos al respeto de reglas, deportividad, competición sana, autodisciplina,... En general, la transmisión de valores.

Lo que sí debemos destacar es que en los deportes de contacto siempre se favorece la conducta agresiva (Voigt, 1982), frente a aquéllos en los que no aparece este contacto (voleibol). Así, se produce unas mayores sanciones, y por lo tanto de conducta agresiva, en deportes colectivos que individuales, durante la fase final de un partido o torneo que el inicio, en los jugadores profesionales que en los amateurs. Esto se debe a que el trabajo de profesionales está más orientado a la consecución de unos objetivos de resultados más que orientados al disfrute del tiempo libre y de la actividad física.

11.1.- Agresión de los espectadores:

No todos los aficionados de un deporte se comportan de forma agresiva, sólo los que usan el deporte como excusa para ello se denominan hooligan.

En cuanto si el deporte en realidad afecta o no al nivel de agresión podemos decir que sí, pero de forma relativa. Sí afecta cuando pensamos que se ha producido injusticias que no han sido castigadas; pero no afecta normalmente si los infractores han sido castigados. Además, los estudios de Goldstein y Arms (1971) afirman que un estado muy alto de activación conlleva a una facilidad de incremento de la agresión.

Lo que sí parece claro es que la capacidad de frustración y desmoronamiento que facilita la aparición de conductas agresivas y delictivas son más frecuentes en equipos y aficionados perdedores que en los que han ganado el partido o al otro rival.

Las investigaciones de Van der Brug (1983), además, ponente manifiesto que las edades en que aparecían las conductas agresivas giraba entorno a los 16-18 años, y que las familias de estos jóvenes procedían de situaciones económicas deficitarias. Por este motivo, el deporte orientado a conductas delictivas (ámbito penal) deberá tener las siguientes características:

  • Formación del carácter y la personalidad.

  • Educación social del espíritu comunitario.

  • Equilibrio entre instintos sexuales y tensiones psíquicas.

  • Equilibrio entre energías agresivas y excedentes.

11.2.- Líneas de investigación:

Una vez que sabemos qué es lo produce y cómo se manifiesta la conducta agresiva-delictiva en el deporte, veamos qué debemos hacer para reducirla:

• Toda infracción traerá consigo una sanción que será aplicada de inmediato.

• Asegurar el juego limpio desde los propios compañeros que realizan deporte.

• Prohibir el uso de bebidas alcohólicas en eventos deportivos.

• Promover campañas antiviolencia.

• Mejorar el asesoramiento de entrenadores en edad escolar, así como a árbitros en competiciones infantiles.

• Promover campañas de juego limpio desde las primeras etapas de iniciación al deporte.

ANEXO I:

REGISTROS EN LA COMPETICIÓN

Dentro del marco metodológico los procedimientos para obtener información han de partir de la convivencia con los deportistas y entrenadores durante la competición. Tres son los principales procedimientos:

1.- Observación directa:

A pesar de que no cuenta con un gran apoyo por parte de la comunidad de psicólogos, se trata que durante la ejecución de una actividad vayamos anotando acciones como relación social con compañeros y contrincantes, ejecución, reacción afectiva, feedback,... No sólo se registran conductas durante esta ejecución, sino que debemos extrapolar la misión a lugares donde los jóvenes se desenvuelven normalmente.

La observación directa, si se realiza con precisión y rigor, permite conseguir información que no puede obtenerse mediante los tests.

2.- Observación por registro contínuo:

Se trata de usar diferentes métodos de registro de la conducta, como cintas de vídeo o cine, aunque son aún menos utilizadas por los psicólogos, muy a pesar de entrenadores o educadores físicos. Y es que se trata de un método muy lento, aunque con la introducción del ordenador hace que su manipulación sea más sencilla y cómoda.

3.- Observación dirigida:

Nos estamos refiriendo a tests, entrevistas o cuestionarios. Sin embargo, la mayoría de ellos han sido utilizados en ámbitos de alto rendimiento o de competición.

Cualquier persona puede pasar una de estas pruebas, no necesariamente u psicólogo. Lo que sí hay que tener en cuenta es que los resultados obtenidos deben ser acompañados por procedimientos de observación y registros durante el período de competición.

ANEXO II:

FUTURO DE LA PSICOLOGÍA

DEL DEPORTE

No cabe duda que en la medida que se imparta esta rama de la psicología en facultades y centros superiores, aumentará su presencia activa en revistas especializadas, congresos, planes de estudios,...

Los profesionales de la educación física ayudarán al psicólogo a ensanchar su ángulo de visión y participación y a valorar la importancia de la actividad física en el ser humano. El rumbo que tome la psicología del deporte es imprevisible, aunque los psicólogos pueden orientarlo para encauzar su crecimiento de la siguiente manera:

• Fomentar la creación de asociaciones y sociedades que tengan por finalidad la investigación y difusión de la psicología del deporte.

• Impulsar los intercambios científicos y técnicos de los psicólogos entre sí y con el resto de la comunidad científica.

• Promover la especialidad en psicología del deporte y su incorporación a los estudios universitarios.




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Enviado por:Juanjete
Idioma: castellano
País: España

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