Educación y Pedagogía
Paternidad
1.- DEFINICIÓN DE FAMILIA Y DE MATRIMONIO
Para poder situar al hombre casado con hijos, primero empezaré por definir la familia y el matrimonio. Alvira, R. (1.998) explica esencialmente que los elementos configuradores de la familia son principalmente tres: la intimidad, la educación y la economía. Si ellos se dan hay familia. Generalmente esto se puede conseguir a través del modelo básico de ella: la familia conyugal. La importancia del matrimonio está en que, cuando es armonioso, forma, de modo natural e inmediato, una unidad familiar. Y ello precisamente porque en un verdadero matrimonio están presentes los elementos de amor incondicionado y de deseo de compartir, que son básicos, para la construcción de la familia. Además, la naturaleza ayuda aquí de mil maneras. El carácter creador del alma es, sobre todo, una pieza clave. Otra pieza es la presencia de lo masculino y lo femenino, con el enriquecimiento que eso supone, al unirse las características de uno y de otro sexo.
El matrimonio, la pareja, el encuentro entre ambos sexos ha sido siempre objeto de codicia y crítica, de pruebas del desencanto y de esperanzas renovadas. Todos aspiran a encontrar al otro, a amar y ser amado pero, hasta fechas no muy lejanas, sólo de manera excepcional el amor formaba parte de un contrato. El matrimonio tenía unas funciones precisas y descansaba sobre unos roles tradicionales asignados a ambos sexos. Asimismo, en la actualidad, en la medida que los roles y envites son aceptados, el sistema sigue siendo viable, a pesar de los conflictos.
Uno de los elementos esenciales (a veces inconsciente) de la vida en pareja es el hecho de no estar solo frente a las adversidades de la vida, de que el otro te ampare. (Mimoun Sylvain y Chaussin Elisabeth 2.000)
2.- ASPECTOS SOBRE LA PATERNIDAD EN LOS HOMBRES CASADOS
Una vez definida la familia y el matrimonio, resaltaré algunos aspectos sobre la paternidad en los hombres casados con hijos. Uno de los grandes problemas del hombre: es el miedo a no ser más que el semental de la madre, puesto que el hombre es padre por mediación de una mujer. La incertidumbre de ser el autor de su progenie plantea problemas psicológicos, sociológicos y jurídicos.
Esta incertidumbre es la que, en todo el mundo, ha impuesto el matrimonio como garante de la legitimidad del niño.
En el derecho español, tras la reforma operada por la Ley 11/1.981 en materia de filiación, patria potestad y régimen económico del matrimonio, ya no se distinguen entre hijos legítimos y naturales (ilegítimos). A su vez, la filiación por naturaleza puede ser matrimonial y no matrimonial. Se denomina filiación matrimonial cuando el padre y la madre están casados entre sí. Por lo tanto, en la legislación española la filiación matrimonial y no matrimonial, así como la adoptiva, tiene los mismos efectos, hijos y padres tienen idénticos derechos y obligaciones.
El matrimonio no legitima, como en el pasado a los hijos, sino que otorga una presunción de paternidad que admite prueba en contrario. Los hijos nacidos después de la celebración del matrimonio, y antes de los trescientos días siguientes a su disolución o a la separación legal o de hecho de los cónyuges, se presumen del marido.
Esta presunción es “iuris tantum” y puede el marido impugnar la paternidad en el plazo de un año contado desde la inscripción de la filiación en el Registro Civil. Si el marido ignora el nacimiento, este plazo no correrá.
La filiación no matrimonial se determina legalmente mediante: el reconocimiento ante el Encargado del Registro Civil; en testamento o en otro documento público; por resolución y por sentencia firme. Respecto a la madre, se determina cuando se haga constar la filiación materna en la inscripción del nacimiento dentro del plazo y de acuerdo con lo dispuesto en la Ley del Registro Civil.
En cualquier caso la filiación puede ser impugnada, si es matrimonial por el padre, la madre o por el hijo y si no es matrimonial sólo por el hijo.
La mujer puede impugnar la maternidad cuando justifique la suposición de parto o no ser cierta la identidad del hijo.
Con la nueva legislación se puede decidir por los progenitores el orden de transmisión de los apellidos. Esto es, cuando la filiación está determinada por ambas líneas, el padre y la madre de común acuerdo podrán decidir el orden de transmisión de su respectivo primer apellido, antes de la inscripción registral. Si no se ejercita este derecho, se transmite el primer apellido del padre y después el primer apellido de la madre. El orden de apellidos inscrito por el mayor de los hijos regirá en las inscripciones de nacimientos posteriores de sus hermanos del mismo vínculo. Los hijos, cuando alcanzan la mayoría de edad, pueden solicitar la alteración del orden de los apellidos.
En nuestros días, el 90% de los hijos naturales son reconocidos por ambos progenitores (frente al 18% en los años 50): existe, por tanto, un fuerte aumento del reconocimiento de la paternidad. Otro indicio que viene a avalar que la paternidad es una cuestión muy importante para los hombres.
Esta incertidumbre ligada a la paternidad conlleva, sin duda alguna, efectos psicológicos que no deben ser despreciados. A buen seguro, dicen estas autoras, que la mayoría de los hombres deciden “creer” a sus mujeres y con ello se quedan tranquilos. Algunos, ante el anuncio de un embarazo, expresan esta duda diciendo que “no se lo pueden creer”. La incredulidad caracteriza el estado del futuro padre. Sólo el parecido físico del niño con su padre puede afirmar una herencia, pero nada más aleatorio que el parecido físico, dirán los intranquilos. (Mimoun Sylvain y Chaussin Elisabeth 2.000)
3.- DESEO O NO DESEO DE TENER HIJOS EN LA PAREJA
El deseo de tener un hijo se apoya en el deseo amoroso de dos personas que se han escogido. El hijo crea al padre, pero éste no debe olvidar que él es también un hombre frente a una mujer que ama. Entonces dicen, que lo que crea el hijo es, el encuentro de deseos de un hombre y una mujer, pero si uno u otro no desea, esto puede resultar muy embarazoso. El problema es que el no deseo no es siempre consciente y que hace intervenir un número considerable de factores...
Parece que el deseo de tener un hijo en el hombre esté más ligado a la representación social, mientras que en la mujer correspondería, más bien, a una necesidad íntima.
4.- HOMBRES CON TEMOR A TENER UN HIJO
La paternidad es un gran reto, que puede causar problemas a algunos hombres: como por ejemplo aversión por las mujeres embarazadas.. miedo al parto o franca repugnancia ante los recién nacidos y llegan a declarar que les sería imposible hacer el amor si lo consideraran como algo que no fuera estéril. El miedo al hijo se puede expresar (de manera más o menos consciente) a través de toda índole de actos frustrados o de síntomas. Evitarán, por ejemplo, todo acto sexual que “corriera el peligro” de resultar fecundo los días de ovulación; rechazo que llegado al caso, será racionalizado por medio de coartadas varias como “había demasiada gente en casa”. La resistencia puede expresarse a través de dificultades sexuales: por ejemplo, la erección puede ser repentinamente reprimida cuando una mujer decide e informa a su pareja que deje de utilizar todo método anticonceptivo para tener un hijo. El miedo al hijo puede provocar una infecundidad psicosomática, ya sea pasajera o definitiva.
5.-LA ALEGRIA DE LOS HOMBRES AL SABERSE QUE VAN SER PADRES
Pero también ante la idea de ser padres, si algunos hombres se ponen nerviosos, muchos más, se sienten emocionados o locos de alegría.
Es indiscutible que las nuevas practicas hacen al hombre más solidario con la madre, más partícipe y más rápidamente implicado con este niño “fabricado en la otra parte”.
La mayoría de los hombres no se sienten realmente padres hasta la llegada del hijo y, en ese momento, se encuentran en igualdad de condiciones con las mujeres: la primera mirada, el primer beso, la primera vez que dicen su nombre... la fascinación es la misma. El cambio de costumbres ha contribuido a este contacto inmediato. Antes, con frecuencia se podía oír decir a padres: “un niño solo me interesa cuando empieza a hablar; antes no es más que un tubo digestivo”. Hoy esto es cada vez menos frecuente, y el cambio se debe a que se a dado al padre la posibilidad de participar plenamente. Hoy, los nuevos padres comienzan a maravillarse ante el menor cambio y aprendizaje del recién nacido. Autorizados a hacer arrumacos, descubren un tipo de relación con el bebé y, por tanto con el hijo. Esta relación no solo pasa por la palabra, sino también por el lenguaje corporal, por una sensualidad tierna a menudo reprimida anteriormente.
6.- EL ROL DEL HOMBRE DURANTE SIGLOS
Durante siglos, el rol del hombre con relación a sus hijos estaba muy limitado. El acercamiento del padre a su hijo y el descubriendo de esta “nueva paternidad” permite a los hombres de hoy, descubrir poco a poco su corporalidad y, también, expresar a su manera, la parte femenina que llevan dentro, lugar de intimidad que comparten con su bebé.
7.- SER PADRE HOY
La presencia y el rol del padre en la educación tienen una influencia fundamental en la evolución del niño o de la niña. La “función paterna”, cada vez más conocida, ha adquirido carta de naturaleza. Los hombres han tomado consciencia de ello y “ser padres” se ha convertido en un oficio a la vez más importante y más rico que en el pasado. El fenómeno más reciente es que el hombre le da actualmente más valor al hecho de ocuparse de sus hijos a diario (Mimoun Sylvain y Chaussin Elisabeth 2.000).
8.- ANÁLISIS DE LA PATERNIDAD DESDE LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA
Analizando el caso desde la perspectiva de la Psicología Evolutiva en la vida de las personas están los llamados “momentos de transición”, es decir, sucesos que enfrentan a las personas a un cambio de roles. Ante ellos no es raro cambios en las relaciones que se establecen con otros y cambios en el interior de la persona (en la percepción de uno mismo, en la manera de ver y comprender el mundo que le rodea y en ocasiones, en la habilidad para controlar la excitación y tensión emocional que caracterizan a estos momentos). Se trata, por tanto, de momentos en los que a la persona se le pide adaptarse a nuevos papeles y nuevas exigencias, son periodos de cambio potencial, de desequilibrio y de conflicto interno, de ganancias y de pérdidas. Sin embargo, no se trata de situaciones ante las que se pueda predecir a priori un cambio positivo o negativo (Hidalgo V. (1.994).
9.- LA TRANSICIÓN A LA PATERNIDAD
El nacimiento de un hijo es uno de los acontecimientos más significativos en la vida adulta de una persona. Este acontecimiento produce unos cambios en cada una de las personas que lo protagonizan (el padre y la madre) en la mayor parte de las familias, cambios estructurales del hogar, cambios en las relaciones que la familia mantiene con otras personas y en las actividades que se realizan fuera de casa, especialmente, cambios en la relación de pareja.
En lo que atañe a los cambios individuales en las personas, éstos son de distinto tipo. Algunos son de naturaleza muy pasajera, como ciertos hábitos de comida de las mujeres durante el embarazo (antojos, manías, incluso pica; (Aljadir, 1.988) además de costos físicos, como pueden ser los cambios físicos asociados al embarazo y que son los que afectan a la madre al ser ella la que soporta el mismo, pero los psicológicos, son los que afectan tanto a la madre como al padre, y suelen ser restricción de libertad, aumento de preocupación y ansiedad, que en ocasiones puede `producir ciertos desequilibrios psicológicos.
Uno de los aspectos de la paternidad más destacados por los propios padres es la fuerte vinculación afectiva que les une a sus hijos desde el principio, el sentimiento de responsabilidad que experimentan en relación con su cuidado y educación y la satisfacción que les aporta ver cómo el esfuerzo que invierten en ellos encuentra correspondencia en un progreso evolutivo que los propios padres viven los primeros tiempos como “espectacular”.A diferencia de la mayor parte de los apegos que caracterizan la vida adulta (con la pareja, con los amigos, con los propios padres), la relación de apego con el hijo es, como lo fueron con sus padres, asimétrica. En la que se sitúan en la parte superior de la situación. Esto con cierta frecuencia provoca ansiedad y preocupación, y es algo que también se debe aprender a convivir. También la nueva citación provoca ventajas, como pasar a un nuevo estatus de identidad, ya que se pasa de “pareja” a “familia” ante la comunidad.
En el caso de los hombres, conlleva un aumento de los roles instrumentales (aumento de masculinidad), también muchos nuevos padres informan de un aumento de sentimientos “femeninos” tras el nacimientos del bebé, refiriéndose quizá a la ternura que la propia interacción con el bebé provoca (Feldman y Aschenbrenner, 1.983).
Palkovitz y Copes (1.988) precisan más estos cambios al encontrar que la transición a la paternidad incrementa la masculinidad, feminidad y autoestima en el caso de los padres varones. Cowan, Cowan, Haming y Miller (1.992), apoyando los resultados anteriores, que hablan de repercusiones diferentes sobre la identidad de hombres y mujeres, encuentran que en la identidad de los adultos se incluye, con un peso importante, un nuevo componente el de “padre” y “madre”; otros componentes, como el de “trabajador”, se altera sensiblemente sólo en el caso de las mujeres, quedando en los hombres prácticamente sin cambios.
Algunos trabajos han hallado que la autoestima de los padres varones que muestran un alto nivel de implicación en el cuidado de sus hijos desciende. Las razones pueden estar en la dedicación que exige en detrimento de otras actividades, su dificultad (especialmente si, además, se trata de un bebé difícil) y también en el coste que supone adoptar un rol expresivo, alejado del instrumental, típicamente masculino. Estos resultados podrían conducir a ser cautos a la hora de animar a los padres varones a tener un papel más activo en la crianza del bebé. Sin embargo, hay tres razones que deben, aun con todo, animar a la implicación de los hombres:
Desde una perspectiva más amplia de lo que es el desarrollo de la personalidad adulta, esos cambios en la autoestima son transitorios y suelen desembocar poco después en una percepción más rica y diferenciada del propio yo, sobre todo porque a medida que la práctica se vaya asentando,y se desarrollen nuevas habilidades y actitudes, los beneficios de la relación serán muchos y la autoestima tenderá a subir.
Muchas mujeres desean una mayor implicación del marido, con lo cual revierte en una mejor relación de pareja.
La mayor implicación del padre conlleva beneficios psicológicos para el niño.
Resumiendo: los campos negativos en la autoestima serian un estado de desequilibrio momentáneo que merece la pena si se tiene en cuenta los beneficios que aparecerán poco después (Hawkins y Belsky, 1.989)
La paternidad también afecta a los cambios en la tipificación de los roles de género entre el hombre y la mujer ya que se acentúan. Así, por ejemplo, en relación a la actividad profesional, la paternidad afecta a las mujeres y hambres de forma diferente, las mujeres, lo reducen o lo abandonan, mientras que los hombres la incrementan (aumentan su jornada laboral con el propósito de aportar una fuente adicional de dinero a casa).
Pero la acentuación de la tipificación de género tiene otra expresión, que afecta aún más intensamente a sus protagonistas y que se desenvuelve dentro de las paredes de la casa. Lo que se observa en el periodo de transición a la paternidad es que, incluso entre las parejas que antes del nacimiento del bebé tenían un reparto más igualitario de las tareas dentro del hogar, el nacimiento del primer hijo marca un punto de inflexión, casi siempre de no retorno, en el que las mujeres pasan a realizar más actividades consideradas “femeninas”, mientras que los padres se sientes más intensamente apegados a su papel instrumental, de proveedor de recursos. (Cowal y Cowan, 1.987).
La paternidad también produce cambios en las relaciones entre la pareja o el matrimonio. Algunas personas sienten que su pareja les dedica menos tiempo, que el tono de la relación cambia, que las expresiones de afecto positivo decrecen y que los desacuerdos y los conflictos aumentan. (Belsky, Lang y Rovine, 1.985; Belsky, Spanier y Rovine, 1.983).
Con estos datos de puede deducir que la relación de pareja se resiente y, de hecho, es vivida con insatisfacción por ambas partes. Pero en este proceso hombres y mujeres tienen tiempos diferentes. Aunque durante el primer mes no se observan cambios significativos (es la fase novedad, en la que se viven momentos positivos del cambio y que algunos autores llaman “luna de miel”), son las mujeres quienes poco después, en los primeros seis meses tras el nacimiento del bebé, experimentan un cambio significativo y negativo en su satisfacción con la pareja, algo que no les ocurre todavía ni a los varones ni a los miembros de parejas control, que no conviven la transición a la paternidad. Si embargo, un año después, los hombres también manifiestan este mismo sentimiento, que sigue sin ser significativo en los que permanecen sin hijos (Cowan y Cowan, 1988)
Un estudio longitudinal sobre los matrimonios con hijos o sin hijos, demostró que la transición a la paternidad es un acontecimiento que acelera y acentúa los cambios que tarde o temprano se producen en el matrimonio por la propia dinámica de la relación de pareja, de manera que lo que hace que la transición a la paternidad es acentuar muchos de los cambios a los que la pareja hubiera llegado más adelante en algún momento de su vida en común. Lo que la investigación parece dejar claro es que difícilmente una pareja que viviera una pobre relación antes del nacimiento del hijo la va a mejorar después. Los niños no salvan a los matrimonios, más bien acentúan una tendencia al detrioro ya iniciada (Belsky y Pensky, 1.988; Cowan, Cowan, Heming y Miller, 1.992). Los autores concluyen que a pesar del deterioro de la relación que se produce entre las matrimonios con niños, el nacimiento de un hijo funciona como una variable protectora del mantenimiento de la relación matrimonial, al menos durante los primeros años de crianza.
La transición a la paternidad origina también cambios en las relaciones de la familia con otras personas y/o en las actividades que lleva a cabo fuera del hogar. Los resultados muestran tres tipos fundamentales de cambios:
Los padres y madres suelen experimentar, especialmente en los primeros meses tras el nacimiento del bebé, un importante aumento en el apoyo por parte de su red social más próxima: familiares, vecinos, amigos.
Con frecuencia, la llegada de un hijo sirve también para que conecten con una nueva red social (generalmente personas que tienen niños en edad parecida a la del suyo, con quienes comentan inquietudes, satisfacciones y experiencias comunes).
Este es el cambio menos positivo, y es que decrece la cantidad de tiempo que el matrimonio se implica en actividades de ocio juntos (salir a comer fuera, al cine, etc.) y altera la manera en que invierten su tiempo juntos (generalmente en torno a actividades de la casa y cuidado del bebé). Este último cambio es consecuencia de diversos factores, entre ellos, el que el bebé realmente exige mucha dedicación a los padres, que las parejas jóvenes suelen vivir lejos de sus propios padres, que, como consecuencia, no siempre es fácil encontrar un cuidador sustituto y que, además, la menor disponibilidad de dinero no les permite ir muy lejos de casa.
También se pone de manifiesto que muchos padres de niños que requieren cuidados especiales y una permanente atención tienen problemas con sus parejas y, a menudo, manifiestan que sacar adelante a un niño “especial” ha supuesto un empeoramiento de su matrimonio (Bristol, Gallagher y Schopler, 1.988; Gath, 1.985)
Algunos casos apuntan que el nacimiento de un hijo con problemas puede llevar aparejado el algunos casos un mayor grado de implicación por parte del varón (Parke y Beitel, 1.988)
Un estudio llevado por Hidalgo (1.994), se estudiaron longitudinalmente a 60 matrimonios desde el principio del embarazo de las mujeres hasta el final del primer año de la vida de los bebés. Analizando de forma conjunta los cambios ocurridos a todos los niveles, se obtuvo una tipología de la transición a la paternidad que integra los procesos personales, conyugales y extrafamiliares vividos diferencialmente por distintas personas en su acceso a la paternidad.
La tipología obtenida muestra cuatro formas distintas de afrontar y vivir la nueva paternidad:
La tradicional con poca implicación. (representa el patrón más tradicional en todo lo relativo a la paternidad, caracterizado fundamentalmente por tratarse de hombres con poca implicación con el nuevo rol de padres.)
La transición en solitario. (clase que ilustra el proceso vivido por algunas mujeres que se implican e identifican con el nuevo papel pero que no cuenta con un gran apoyo por parte de sus cónyuges)
La transición moderadamente satisfactoria. (Se caracteriza por representar, en todos los aspectos, un punto intermedio entre los polos más extremos.)
la transición satisfactoria. (representa la forma más exitosa de afrontar la paternidad: se trata de una y transición compartida con el cónyuge y con un alto grado de implicación y satisfacción con el nuevo rol.)
En conjunto, los resultados de este estudio revelan dos importantes conclusiones:
Por una parte existe una importante coherencia y continuidad para la mayoría de los sujetos durante el proceso a la paternidad.
Y por otra parte, no podemos hablar de una única transición a la paternidad, sino de varias formas de vivir este proceso. La situación previa y, sobre todo, los recursos tanto personales como contextuales de los que dispone cada persona para afrontar la transición a la paternidad se mostraron como factores determinantes del resultado de este proceso.
Los datos anteriores no hacen otra cosa que poner de manifiesto la necesidad de entender la transición a la paternidad dentro de un modelo multicausal y ecológico.
Por ello, no es extraño que los matrimonios cambien y que, además, los cambios afecten a la calidad de la relación. Sin embargo, las diferencias entre unos matrimonios y otros permanecen estables y los niveles previos de ajuste predicen los niveles posteriores. Es decir, las personas y matrimonios que puntuaban alto en satisfacción conyugal antes del parto eran los que seguían teniendo mejor relación con sus parejas una vez nacido en bebé. Es decir, los bebés tienen un impacto importante en las vida de los padres, pero el estado “prebebé” de los padres y de su relación es más importante de cara a sus niveles de adaptación “postbebé”. Estos datos demuestran que, a pesar de los cambios significativos en las puntuaciones medias, los individuos y los matrimonios permanecen en la misma posición frente al grupo en adaptación y problemas antes y después del nacimiento del bebé.
10.- ANÁLISIS DE LA PATERNIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA ANIMAL
Finalmente cuando hablamos de paternidad, deseaba indagar la de cómo en la especie animal se da este patrón, y según Jeffrey Masson (2.000), cuando observamos a otros animales portarse con sus hijos como buenos padres, vemos que lo hacen sin atender a consejos de expertos; sino que hacen lo que les resulta natural. El sentido de la paternidad, ¿aparece de forma natural en los padres humanos? Según este autor, sí, mientras no haya ninguna interferencia y nuestra mente no se vea confundida por perjuicios dañinos, entre ellos la idea errada, muy arraigada en la imaginación popular, de que ningún otro animal es buen padre. Dice que se utiliza esta noción falsa como excusa para explicar la conducta de un padre poco cariñoso o irresponsable. Se asegura que como los hombres son animales, es “natural” que desaparezcan después de las relaciones sexuales. Si bien es verdad que se refiere a los hombres como “leones” o como “osos”, también lo hacemos como “lobos”, y éstos, dice, sí son buenos padres. Por otra parte, sigue comentando que no nos hemos deshecho aún del lastre de aquellos expertos que nos aseguraban que ocuparse de los niños era una tarea femenina asumida por las mujeres de manera natural, no así por los hombres; que en ellas era algo instintivo mientras que en los hombres era, en el mejor de los casos, algo adquirido.
Masson J. (2.000) dice que cada vez que ha hablado con un padre de hijos mayores, se ha lamentado de no haber pasado más tiempo con ellos cuando eran niños. Si hubiera algo que pudieran cambiar.. sería eso. Es cierto, dice, que nadie muere con el deseo de haber trabajado más, pero morimos deseando haber estado más cerca de nuestros hijos. La lejanía, incluso la ausencia total del padre, es aceptada, esperada y hasta recompensada por nuestra civilización, lo cual es contrario a la naturaleza.
Los padres humanos han evolucionado, igual que los demás, para cuidar y alimentar a su pareja y a su prole, para amarlos y protegerlos, para estar a su lado y no abandonarlos. El mero hecho de que hayamos evolucionado para realizar cierta tarea no implica que esa tarea sea necesariamente buena o mala. Sin embargo debemos estar informados de nuestra historia evolutiva. No venimos al mundo sabiendo, podemos aprender por la observación del comportamiento natural en otras especies y preguntarnos por el curso de nuestra evolución. Si decidimos ir en contra de esto, también debemos saber en qué basamos nuestra negativa.
Dice el autor que con demasiada frecuencia la arrogancia humana ha interferido negativamente en el proyecto natural. Recordemos que hace unas décadas la extirpación de las amígdalas era una práctica habitual. Y muchos médicos dicen que el apéndice es totalmente innecesario, pero otros profesionales de la medicina, como el Dr. Jerry Tsagaratos, dice que contiene tejido linfático que forma parte del sistema inmunológico. Casi nunca nos hemos adelantado a la evolución. (No hemos evolucionado para tener hijos a una edad más tardía, si bien es verdad que los tratamientos contra la esterilidad pueden proporcionar algo muy valioso, no elimina nada de lo que previamente existía). Es seguro que algunas cosas que han perdurado en nosotros son simplemente anacronismos mal adaptados que en su momento tendrían su razón de ser, pero que ya no lo tienen. Algunas cosas son el resultado de impulsos genéticos, es decir, cambios en las frecuencias genéticas producidos al azar. Pero sin referirnos a estos impulsos, sino a comportamientos que han evolucionado a lo largo de los últimos dos millones y medio de años, y que aprendemos a manipular de forma irresponsable.
Somos los únicos mamíferos que damos a luz a un solo hijo que nace desnudo (de ahí que no podamos acicalarlo, aunque sí besarlo). El bebé tiene un crecimiento extremadamente lento, y ese periodo dura más tiempo que ningún otro animal. Los niños necesitan que les demos calor corporal, bienestar, (mediante el tacto y los sonidos tranquilizadores de las palabras), protección (contra otros animales y personas que quieran hacerles daño), alimento, aseo, cobijo, vestido, educación y atención médica. Esta larga lista de atenciones, dice, no debe intimidarnos ya que es el resultado de nuestra evolución.
Hemos evolucionado (es decir, procedemos de un entorno ancestral donde nos fuimos adaptando para hacer ciertas cosas que han tenido un impacto en nuestra biología y en nuestra psique) para compartir la cama con nuestros bebés. Dice que ningún pequeño de ninguna especie de los primates superiores duerme solo, y tampoco está programado para hacerlo. Y se pregunta, ¿Por qué debe considerarse normal que una criatura duerma sola cuando jamás ocurrió así en toda la historia de la raza humana, hasta hace muy poco tiempo? A lo que responde: que hoy hay doctores que adoctrinan a los padres que bajo ningún concepto de debe llevar al niño a la cama de los padre. Pero según Masson, estas normas son poco sensatas, ya que dormir con los padres proporciona sentido de seguridad (por ejemplo nos protege contra el síndrome de muerte súbita infantil), bienestar (los miedos nocturnos son menos frecuentes), alimentación (el bebé podrá mamar durante la noche) y, tal vez lo más importante, memoria del olor y del tacto, que conferirán sentimientos de seguridad para el futuro. Dice que el miedo a la oscuridad es natural y es normal que el niño tema dormir solo. Y que es cierto que ya no somos cazadores durmiendo en un bosque lleno de depredadores, pero que luchamos contra los dos millones de años de evolución en los que venimos intentando, sin ningún provecho, que el niño se adapte a este mundo totalmente nuevo.
Hemos evolucionado para alimentar a nuestros bebés cada vez que tienen hambre. El amamantamiento prolongado, dos años como mínimo, es bueno para el niño y para la madre, (TAMBIÉN PARA EL PADRE, YA QUE LO QUE ES BUENO PARA SUS HIJOS, LO ES TAMBIÉN PARA ÉL), y proporciona sustancias esenciales. La paz y el apego que produce la ingestión de grandes dosis de oxitocina y prolactina de la madre jamás podrán suplantarse.
Hemos evolucionado para responder con rapidez al llanto del bebé. Este no debe llorar mucho; en el pleistoceno hubiera llamado la atención de los depredadores. Llorar quiere decir que algo malo le está sucediendo. Los cachorros de los primates casi nunca lloran, a no ser que les hayan dejado solos, teman ser abandonados o estén heridos. Los niños lloran porque necesitan estar con sus padres.
Los padres han evolucionado para quedarse con sus hijos mientras dure su infancia, dieciocho años o más. Quedarse es bueno para el bebé y para la madre, TAMBIÉN PARA EL PADRE, y proporciona las sustancias nutritivas emocionales que dan al niño unos sentimientos de autoestima y autovaloración que en el futuro nunca podrán reemplazarse por ningún logro o premio.
Hemos evolucionado (SOBRE TODO LOS PADRES) para jugar con nuestros hijos a diario. El juego prolongado, dice, varias horas al día, es bueno para el bebé, para EL PADRE, y para la madre (así podrá descansar un rato); proporciona un estímulo esencial. Más importante aún, el juego suministra recuerdos táctiles y sensoriales que dan al niño una sensación de felicidad y alegría que, si no se experimentan en ese momento, ya no podrán compensarse en el futuro con ningún otro tipo de placer físico.
Hemos evolucionado para viajar con nuestros hijos. Somos la única especie que pone trabas a que nuestros hijos puedan acompañarnos a ciertos establecimientos o reuniones. Los primates van con sus crías a todos lados. Asegura que los hombres que llevan al bebé en un cabestrillo dicen que es una experimentación inmensamente gratificante, porque el contacto físico con el niño les da una maravillosa sensación de intimidad.
Hemos evolucionado para permanecer en el entorno natural. Hemos evolucionado en la sabana africana, en un hábitat el aire libre. Nuestro primer error fue marcharnos al norte a climas fríos a los que nuestro cuerpo no estaba adaptado. No es raro, dice, que los niños se aburran cuando no pueden salir de casa. Muestran una preferencia innata por los árboles, las colinas y necesitan caminar y estar en la calle la mayor parte del día. Dice- no hemos evolucionado para usar automóviles; la velocidad impide ver bien el paisaje. Las investigaciones han demostrado que los bebés se encuentran más felices cuando se les transporta a una velocidad de 4 a 6 km/h.-
Acostumbrarnos a nuestro entorno físico fue crucial para la supervivencia y constituye una necesidad innata. Dice que según el etólogo Nicolás Tinbergen, para el aprendizaje exploratorio es preciso criar a nuestros hijos en un medio en el que puedan explorar el mundo natural con interferencias mínimas por parte de los adultos, como no sean las de infundirles ánimo y estimularlos. Cada animal tiene esa oportunidad desde su nacimiento y nuestros hijos no se merecen menos.
Según (Masson J. 2.000), Darwin supo matizar sus observaciones trascendentales reconociendo que el misterio de la bondad se ofrece a nuestros ojos, insondable pero real. Dice que constituye una lección para todos, especialmente para los padres. Y que es frecuente que estos piensen que su deber es enseñar a sus hijos que el mundo es un lugar difícil, lleno de falsedades, crueldades e injusticias. Dice que Darwin creía, igual que él, que aunque la sociedad que conocemos pueda describirse en estos términos, una de las principales funciones del PADRE es proteger a sus hijos de esas mismas barbaries y maldades, inculcándoles lecciones de compasión y de cariño. Dice que podrán lograrlo con el ejemplo de su vida, cuidando a sus hijos y a otros seres indefensos con dedicación y disfrutando del mundo en que hemos evolucionado para compartirlo con otras criaturas iguales a nosotros, aunque encantadoramente diferentes.
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PALKOVITZ, R. Y COPES, M. (1.988). Changes in attitudes, beliefs ans expectations associated with the transition to parenthood. En R. Palkovitz y M.B. Sussman (Eds.). Trnsitions to prenthood. Londres: The Haworth Press.
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Los comentarios de Tibergen pueden encontrarse en su exposición de 1.972 “Functional ethology and the human sciences”, en The Animal in its World: Laboratory Experiments and General Papers (Cambridge, Massachussets: Harvard University Press, 1972)
Se cita a Darwin en la obra de George Hohn Romanes, Mental Evolution in Animal, con un ensayo póstumo de Charles Darwin sobre el instinto (Nueva York: S Appleton & Co., 1.900)
Sexualidad, Biología y Educación “Paternidad: Hombre casado con hijos”
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Enviado por: | Karlos Beitia |
Idioma: | castellano |
País: | España |