Psicología


Parapsicología


ÍNDICE

Dentro de la parapsicología se incluyen muchas ciencias ocultas. Hay muchas diferentes, pero tienen un punto en común. Todas ellas son inexplicables desde el punto de vista de la ciencia racional. Entre ellas encontramos :

La clarividencia :

Telestesia.

Clarividencia objetiva o doble vista.

Clarividencia viajera.

Clarividencia a distancia.

La lectura del aura.

La clariaudiencia.

La precognición.

La telepatía.

La predicción del futuro : 

El Tarot.

La oniromancia.

Otros métodos adivinatorios.

LA CLARIVIDENCIA.

Este fenómeno tiene muchas maneras de nombrarlo : videncia, lucidez, clarividencia, metagnimia (más allá de la conciencia), telestesia (sensación lejana), criptestesia (sensibilidad escondida), pero todas se refieren a la percepción extrasensorial, independiente de las mías de los sentidos y de eventuales comunicaciones telepáticas, de objetos guardados en cuerpos opacos o de hechos objetivos de los cuales nadie, salvo el paragnosta, tiene ningún conocimiento.

El término clarividencia significa “visión clara”, y si bien no es totalmente exacto, se continúa usando a pesar de todas las denominaciones alternativas que se han propuesto por distintos estudiosos del fenómeno.

No es fácil clasificar los fenómenos que se incluyen dentro de la clarividencia, las afinidades y diferencias a veces son sólo aparentes. Como todos los hechos paranormales, éstos se presentan a menudo en forma híbrida, unidos a fenómenos telepáticos o precognitivos. Para dar una distinción formal, la clarividencia se divide en dos grupos de fenómenos diferentes :

- conocimiento paranormal de objetos escondidos ;

- conocimiento paranormal de objetos lejanos.

En cuanto al primer grupo, se habla de modo más específico de :

- criptoscopia, cuando el sensitivo lee libros cerrados, reconoce objetos guardados en cajas cerradas o cubiertos por cuerpos opacos ;

- autoscopia, o visión de los propios órganos internos ;

- eteroscopia, o visión de los órganos internos de los demás con posibilidad de diagnóstico clarividente ;

- inversión de sensibilidad es el caso de un sentido sustituido por otro ; generalmente es la vista reemplazada en la mayoría de los casos por el tacto. El sujeto que posee esta facultad logra, por ejemplo, leer un escrito sin servirse de los ojos, utilizando, en cambio, la yema de los dedos.

En relación con la clarividencia a distancia, se la divide generalmente en :

TELESTESIA

El sujeto, en estado de sueño, vigilia o de trance liviano, percibe un hecho o un objeto lejano como imagen que, de improviso, ocupa su campo visual, con posibilidad de diagnosticar enfermedades a distancia.

CLARIVIDENCIA OBJETIVA O DOBLE VISTA

Se trata de la facultad de percibir en estado de vigilia seres incorpóreos, escenas o imágenes del más allá. Se trata de un fenómeno que escapa a todo control y que la ciencia ignora, atribuyéndolo a fantasías alucinatorias de mentes enfermas. Son muchos, de todas formas, los que afirman haber percibido en el momento de la muerte de una persona, una especie de nube, de forma más o menos corpórea, saliendo del cuerpo del muerto y alejarse de él. Otros declaran poder ver imágenes de difuntos, santos, demonios, gnomos o hadas. También la aparición de figuras místicas como la Virgen de Lourdes o de Medjugore, hace referencia a este tipo de fenómenos.

CLARIVIDENCIA VIAJERA

Se trata de un fenómeno más difícil de explicar y de aceptar, puesto que presupone conocimientos o principios extraños a la mentalidad común. Se habla de clarividencia viajera en el caso del sujeto que, en estado de sueño o trance, tiene la impresión de realizar una verdadera excursión a lugares lejanos que luego llega a describir detalladamente. Se acostumbra a llamar a este fenómeno, de manera más o menos arbitraria, experiencia extracorpórea, proyección astral y bilocación.

Mientras que en la clarividencia común, o telestesia, parece ser el hecho percibido el que se acerca al sujeto, en la clarividencia viajera es el sensitivo quien, a través de la extroflexión de un sentido o del interior del cuerpo astral, alcanza el hecho o el objeto, de modo que lo percibe directamente.

La diferencia reside en el hecho de que el sensitivo no se mueve objetivamente del asiento en que yace adormecido o en estado de ligero trance. Una posible explicación puede darse a partir de los dictados de la teosofía, según la cual el ser humano está constituido de un alma y un cuerpo contenidos el uno en el otro de modo semejante a esas graciosas muñecas rusas de madera pintada, llamadas matrioske. Nuestro cuerpo material, el que habitualmente llamamos cuerpo físico y que perece con la muerte, constituye en realidad sólo el envoltorio externo, envuelto por un segundo cuerpo formado por átomos más livianos, llamado etérico, contenido a su vez por el cuerpo astral, aún más leve y circundado por el cuerpo mental, el más sutil de los cuatro. Ninguno de estos cuerpos, ligados a la materia , es inmortal. Esta cualidad es propia del alma, la llama divina que los ilumina ; pero antes de disolverse definitivamente, éstos permanecerían durante un tiempo más o menos largo en estado vibratorio en otra dimensión, lo cual explicaría la posibilidad de comunicarse con los difuntos.

El cuerpo astral, ligado al cuerpo físico mediante una especie de cinta, llamada el cordón de plata, tendría la facultad, mediante técnicas especiales, en estado de trance o en el sueño, de salir del cuerpo físico, de alejarse velozmente a gran distancia, pues ya no está sujeto a las leyes físicas de la materia, y de retornar luego rápidamente al cuerpo físico, al cual está ligado hasta la muerte.

En los casos de clarividencia viajera, en consecuencia, sería el cuerpo astral, después de haber dejado el cuerpo físico, por voluntad propia o por sugerencia de un experimentador, el que viajaría en el espacio y reportaría los detalles de lo que le circunda. Los cuerpos sutiles constituirían, en resumen, especies de dobles del cuerpo físico, dotados de facultades extrañas a éste : alejarse velozmente en el espacio, atravesar la materia, alcanzar dimensiones distintas a las nuestras de las cuales traer informaciones y consejos. En tales situaciones, se tendría también la visión simultánea de todas las caras de un objeto y de su interior, en una relación de total identificación entre el que observa y la cosa observada.

El mundo astral no conoce formas ni dimensiones, todo en él es un vértigo de sutiles vibraciones, donde los pensamientos y sentimientos son perceptibles a los sentidos y donde la memoria del universo, el pasado, el presente y el futuro del mundo está a disposición de que acceda a él.

La sensibilidad se extraceba, los sentidos se agudizan. Las personas que han experimentado la salida consciente a lo astral refieren siempre haber tenido sensaciones muy vívidas : colores brillantes, distintos, luces y transparencias inusuales, ruidos y sonidos desconocidos para el oído físico. Parece que también los niños dotados en los primeros años de vida de sentidos sutiles, ponen en juego con facilidad las facultades sensoriales astrales destinadas a disolverse con el crecimiento, pero que son las responsables de tantos fenómenos extraperceptivos de la edad infantil.

En el adulto, la forma más difundida de clarividencia es la espontánea, limitada para la mayoría al mundo onírico, pero a veces manifiesta bajo la forma de intuiciones o alucinaciones durante la vigilia.

Es bastante frecuente también el caso de sensitivos que no presentan de modo espontáneo ninguna capacidad de clarividencia, pero que al ser oportunamente estimulados mediante los llamados apoyos, bolas de cristal o borra de café, péndulos de radioestesia o naipes de juego, desarrollan y refuerzan sus facultades escondidas. El paragnosta necesita, en este caso, de una ayuda para hacer que eso se dispare, para entrar en ese especial estado de conciencia que es responsable de la visión clarividente.

También la clarividencia, al igual que la telepatía, ha sido explicada de diversas formas, si bien aún no ha sido posible su verificación científica.

Para algunos, como ya hemos dicho, a cada órgano físico le correspondería uno astral (y la extraña sensibilidad que permanece después de la amputación de algún miembro así lo confirma). El cuerpo astral, al funcionar de un modo espiritual, sería por lo tanto capaz de trascender las barreras del espacio y del tiempo, poniéndose en condiciones de percibir imágenes extrañas al ambiente que le circunda.

La teoría de la influencia espiritista, en cambio, afirma que la clarividencia sería posible no gracias a los medios del sujeto, sino mediante la intervención de un ser desencarnado que, como tal, ha accedido a dimensiones prohibidas para el vidente. Esta entidad, después de haber sido testigo de escenas lejanas, las imprimiría telepáticamente en la mente del sensitivo.

La teoría del tubo astral sostiene que el individuo dotado de estas facultades se construye una especie de catalejo de materia astral, capaz de observar el espacio.

La teoría de la forma-pensamiento indica, en cambio, que nuestra mente, siempre capaz de crear formas-pensamientos para su propia utilización, envía estas creaciones lejos, haciéndolas funcionar como otros tantos alter-egos a través de cuyos sentidos puede percibir.

Otra hipótesis, por último, sostiene la existencia de una energía definida con varios términos pero un única sustancia ; ésta envuelve el universo de un modo permeable, y permitiría continuas comunicaciones entre el hombre y el Todo.

La experiencia del desdoblamiento, base de la clarividencia viajera, es mucho menos infrecuente de lo podría creerse y no tan aterradora.

Cuando el individuo muere, aseguran los teósofos, en el doloroso instante de la separación, que hasta el último momento se intenta retrasar, el alma y el cuerpo (o los cuerpos) astral parten juntos en una dirección extracorpórea dejando el envoltorio externo, ahora privado del aliento y del calor vital, para el llanto y las lamentaciones de los que quedan en la tierra.

Una vez liberado de la angustia de ese obligado y temido pasaje, el cuerpo astral va hacia la luz, hacia los lugares que su propio pensamiento y la fe que siguió en vida le han preparado para él.

Sin embargo, la muerte no representa más que el último de una serie de viajes y separaciones, la definitiva. En efecto, puede suceder que , en determinadas situaciones de la existencia, como un estado de coma, la narcosis, el trance e incluso el sueño, esta experiencia haya sido vivida y removida. Conocer la técnica de “salir del cuerpo”, además de “enseñar a morir”, da al practicante una serie infinita de posibilidades de acción y conocimiento. Entre una salida astral y la muerte hay una única y sustancial diferencia : de la muerte no se regresa jamás o, si se retorna, se lo hace en otro tiempo y en otro cuerpo, en una posterior reencarnación. De un paseo fuera del cuerpo, en cambio, se retorna siempre, vueltos al propio envoltorio por el cordón de plata, un a especie de elástico sutil que une el cuerpo físico al cuerpo astral y que se rompe sólo en el momento de la muerte.

Aquellos que han salido del estado de coma y han regresado a la vida, conservan de él un vago recuerdo. Cuentan que se han podido mover libremente pero que no han logrado comunicarse con los demás sino telepáticamente :

“Veía mi cuerpo inmóvil, algunos metros más abajo ; vía a los médicos y a mis familiares alrededor de mí, y no tenía posibilidades de reconfortarlos.”.

Suele haber una luz que los atrae inexplicablemente hacia el otro lado, pero confiesan que han deseado con fuerza regresar a este mundo y lo han logrado.

En efecto, el secreto para volver a entrar en el cuerpo físico desde un estado de coma o un “viaje” es el quererlo intensamente.

Hay un modo consciente de salir del cuerpo controlado por la mente, que está siempre presente de un modo inconsciente : se trata de un fenómeno de desdoblamiento, de una salida, para la cual se dan innumerables sugerencias como autocontrol, dominio mental, y una buena capacidad de visualización son los ingredientes esenciales para hacer un viaje que no tiene lugar únicamente en la fantasía.

LA CLARIVIDENCIA A DISTANCIA

No debe confundirse con la clarividencia viajera en la que el sensitivo llega o tiene la sensación de llegar a un lugar lejano con su cuerpo sutil.

La clarividencia a distancia es inversa a ese proceso paranormal por el cual es paragnosta, que también permanece consciente de su lugar, llega a alcanzar perceptivamente un lugar lejano como si lo pudiera localizar a través de un imaginario catalejo, o como si el lugar deseado se acercara a él.

LA LECTURA DEL AURA

En torno a cada ser viviente existe una aureola luminosa, un aura que, en condiciones particulares, puede ser percibida. Muchos sensitivos sostienes que saben leer a través de una inusual forma de clarividencia el aura de los seres humanos determinando a partir del color que presenta, las enfermedades, el estado emocional y el grado de evolución.

En 1860, el barón Von Reichenbach publicó una obra sobre este tema, fundando su propia teoría en las emanaciones percibidas por algunos sensitivos en torno a un imán o a las bolas de cristal, cuya aura aparece de modo evidente.

En 1911, se descubrió un simple dispositivo que, gracias a una sustancia química llamada dicianina, permitía observar las emanaciones de las que Von Reichenbach había hablado muchos años atrás. Este filtro permitiría que nuestros ojos captasen ondas luminosas artificiales no perceptibles naturalmente. Pronto se hicieron famosas las fotografías del aura obtenidas por medio de una máquina especial patentada por dos célebres científicos rusos, los esposos Kirlian.

Hasta aquí la ciencia. Pero ya desde hace siglos se hablaba del aura y se la leía. Entre los poderes de los sabios egipcios e hindúes figuraba también éste. El aura está dividida en varias capas de átomos, cada vez más delgadas, tres de las cuales pueden distinguirse con bastante claridad. La primera, llamada sosías etérico, consiste en una línea oscura que bordea todo el cuerpo ; más allá de ésta se extienden el aura interna y el aura externa, las cuales pueden asumir diversas tonalidades según el estado físico y emotivo del sujeto.

Se dice que el aura roja indica apetencia, cólera ; naranja, alegría vitalidad ; amarilla, intelecto ; dorada, o bien blanca, espiritualidad ; si se transforma en verdoso, envidia ; verde, calma y simpatía ; verde grisáceo, engaño, astucia ; azul, serenidad, estudio ; carmesí, amor ; violeta, religiosidad ; grisácea, depresión, miedo, enfermedad ; negra, odio, maldad.

CLARIAUDIENCIA

Paralela a la clarividencia, la clariaudiencia es una forma de percepción extrasensorial auditiva que se expresa con idéntica modalidad a la facultad anteriormente descrita y conduce a las mismas hipótesis. En un fenómeno muy antiguo por el cual el sensitivo oye voces que le dan órdenes, consejos, informaciones. A menudo se ha presentado en la vida de los místicos y los santos, esta voz misteriosa siempre ha sido la causante de la ruptura con el mundo o del cambio de dirección espiritual.

Esforzándose por percibir un sonido a través de la mente, hay que imaginar la voz de un amigo. Servirse de la técnica del catalejo astral para alcanzar lugares lejanos y captar todos sus ruidos. Una manera de notarlo es acercando a cada oído una concha de mar. El rumor sordo que se capta se debe al aire contenido en la cavidad curva. Pero hay quienes, además del conocido murmullo, afirman que oyen verdaderas voces, palabras susurradas, frases que pueden ser mensajes telepáticos, avisos de peligro, comunicaciones con el más allá.

LA PRECOGNICIÓN

Estamos acostumbrados, en nuestra limitación humana, a considerar el pasado detrás de nosotros y el futuro delante. Pero el tiempo no es nada y nosotros no somos nada frente al tiempo.

Ayer, hoy y mañana representan categorías exclusivamente humanas : en la otra dimensión no existen los relojes.

Se puede escribir un acontecimiento transcurrido en el pasado viviéndolo como presente nos aparece el futuro en el acto precognitivo. Precognición es, por lo tanto, la percepción extrasensorial proyectada en el tiempo, complementaria al fenómeno de la retrocognición, o bien la facultad de conocer los sucesos antes de su actuación en la realidad o , en el caso de lugares o personas, antes de percibirlas directamente con los sentidos físicos. Aparece en este punto un debate sutil y aparentemente insoluble, llevado gustosamente a escena por el encarnizado escéptico, que tiende a confundir la adivinación con la sugestión creadora del suceso. Es cierto que al saber, con anterioridad, que uno está predestinado a una determinada vivencia, desencadene oscuros mecanismos, por lo que el acontecimiento predicho acaba, necesariamente, por realizarse. Es corriente el hecho de que una muchacha, con un feliz noviazgo, vaya a ver a un adivino y oiga predecir que el novio la dejará. Asustada por la predicción, intenta por todos los medios arreglar la cosa, pero inexplicablemente acaba por comportarse en forma tal que provoca la ruptura. La precognición, sin embargo, no se puede liquidar de una forma tan simple.

Innegablemente, el pensamiento encierra en sí un poder maravilloso y su repetición lo centuplica. Crea y destruye, atrae y rechaza, puede inducir a la enfermedad (y lo confirma la medicina psicosomática), puede matar, pero al mismo tiempo puede aportar la salud, la fortuna, el amor. Todo esto no prueba que no se hayan de atender las precogniciones, no explica la previsión de casos que no se relacionan con el sujeto y de los que, misteriosamente, llega a su conocimiento, ni son de su inmediata esfera efectiva, sino de personas extrañas o, incluso, desconocidas.

Algunas veces, entre el fenómeno precognitivo y la verificación del hecho transcurren meses, incluso años, pero con mayor frecuencia el intervalo es corto : algunos minutos, pocas horas, un día. Un tiempo demasiado exiguo para que una simple sugestión mental pueda manifestar sus propios efectos.

Otra crítica a la precognición nos viene de la psicología del comportamiento, que ve en ella la síntesis de los microsíntomas, los pequeños espías del futuro, de los que se obtendrían, por lógica deducción, los auspicios para el mañana.

Tampoco aquí se trata de un problema de negación total de la previsión sino, más bien, de discriminación de lo previsible de la duda. El hombre que sueña con una enfermedad antes de su manifestación sintomática, no es necesariamente un vidente. La atención, más vigilante durante el sueño en lo que se refiere al yo, puede ser advertida con algún aviso, un trastorno tan leve que pasa inadvertido durante la frenética actividad de la vigilia y haber formulado, sobre esta base, un diagnóstico. La previsión, sin embargo, a veces se refiere a hechos imprevistos, rapidísimos y, por lo tanto, no deducibles a través de microscópicas, pero repetidas señales.

Todos los estudiosos de lo oculto han atribuido gran importancia al problema moral que la precognición lleva consigo. Si, en efecto, el futuro puede ser previsto, significa que éste ya existe y que nuestra vida está enteramente predestinada. Hipótesis ésta difícilmente conciliable con la existencia del libre albedrío y con las responsabilidades morales del hombre. Algunos autores intentan eliminar esta antítesis, teorizando sobre las probabilidades, y no la certeza del futuro. Otros sostienen que el hombre tiende y a la que puede llegar a través de un camino elegido por él, libremente. También la doctrina cristiana admite, en cierto sentido, la predestinación declarando que Dios somete al hombre a ciertas pruebas y hechos, ante los cuales él es libre de reaccionar afrontándolos en la forma que quiera, en una dirección que, es de desear, sea evolutiva.

La precognición se manifiesta en variadas modalidades, distintas para cada persona sensitiva. Pues de tratarse, más comúnmente, de sueños, pero también de visiones percibidas en estado de vigilia, de voces interiores, sensaciones correspondientes a una serie infinita de contenidos, de los hechos más dramáticos, a las cosas más banales.

Pero el reino indiscutible de la precognición lo continúan siendo las artes adivinatorias. Cartas y estrellas, símbolos oníricos y esferas de cristal, constituyen el apoyo, la muleta que sostiene las previsiones, de otra forma incapaces de manifestarse.

Generalmente se distinguen los fenómenos precognitivos en espontáneos y voluntarios propios, la mayor parte de las veces, del sensitivo profesional que prevé, a la solicitud del consultante, apoyándose en tales prácticas. Este tipo de precognición también puede ser efectuado por personas serias, no interesadas en obtener beneficios ; resulta menos seguro que el espontáneo y ligeramente más artificioso. Es sabido que todo lo paranormal rehuye las clasificaciones exactas ; no es raro que un presunto fenómeno precognitivo se revele en realidad solamente un episodio telepático enmascarado. El sensitivo, captado telepáticamente las expectativas del consultante tiende , inconscientemente, a secundarlas o completarlas, interpretando erróneamente visiones aisladas o incompletas. Teniendo en cuenta que el episodio precognitivo tiende a centrarse, con mayor frecuencia, en sucesos aborrecidos o temidos por el género humano, tales como desgracias, enfermedades o muertes, existe toda una amplia problemática que circunda la profesionalidad del sensitivo : ¿Cómo y cuándo decir la verdad ? Se precisa detectar en el consultante un sólido equilibrio, mantenido por la confianza (en Dios, en el universo, en el karma), una firme capacidad para aceptar serenamente las separaciones, la muerte y el dolor, muy rara en la mentalidad occidental.. El anuncio de una desgracia puede hacer más daño que la desgracia en sí ; eso se comprueba con el suicidio de todos aquellos que, ante el temor de una dolencia incurable se dan muerte aun antes de haber comprobado si la dolencia existe. Profecías cuya falsedad ha demostrado el tiempo, han desencadenado en las muchedumbre profundas crisis existenciales, desequilibrios sociales, huidas del mundo. La tarea del sensitivo profesional se ensancha hasta captar lo que el consultante puede soportar, modulando, pero sin cambiar la esencia, una verdad demasiado cruda.

LA TELEPATIA

La palabra, creada en 1882, del griego tele, “lejos”, y pathos, “sensación”, indica la transmisión de procesos psíquicos ( pensamientos, emociones, sensaciones, imágenes) de un individuo a otro sin que medie en el trámite ninguno de los órganos de los sentidos, o sea, el trasvase de conocimientos de una mente a otra.

Este proceso, comparable a una transmisión por medio de la radio, puede tener lugar en forma totalmente espontánea sin que exista en ninguno de los dos sujetos, el agente y el receptor, la intencionalidad consciente de transmitir o de captar el contenido psíquico, o bien puede ser determinado por un acto de voluntad de uno de los dos, generalmente el transmisor.

En este caso, el agente sabe que transmite e intenta hacerlo en la mejor forma posible, concentrando la idea sobre la imagen que quiere hacer llegar hasta el receptor ; éste, por su parte, si está al corriente del experimento, puede favorecerlo con particulares técnicas de relajamiento, aptas para crear el vacío mental. La telepatía espontánea es, sin embargo más fácil de obtener y se pone en evidencia en la vida diaria, sobre todo entre las personas ligadas por una intensa relación afectiva. Es ésta la razón por la que , durante las pruebas, un fenómeno de telepatía voluntaria puede transformarse en espontánea. Si, por ejemplo, el agente distrae, aunque sólo sea mínimamente, la atención del contenido que desea transmitir y es asaltado por cualquier pensamiento o sentimiento imprevisto, será éste, y no ya aquel preestablecido, el que será captado por el receptor. En la telepatía voluntaria, el mensaje parece salir de la zona consciente de la mente ; en la espontánea procede del subconsciente, más dotado de capacidad de transmisión ; es siempre el inconsciente el que recibe el mensaje que sólo en un segundo momento aflora a la conciencia, en forma más o menos completa, como intuición, alucinación o símbolo.

En 1940, dos investigadores ingleses dividieron la telepatía en dos formas, que han llamado gamma y kappa.

La telepatía gamma se definiría como una especie de lectura del pensamiento en la que el receptor recibe una relación cognoscitiva con los centros nervioso del agente ; en otras palabras, sería el propio receptor el que juega un papel activo en el intercambio telepático.

En la telepatía kappa se verificaría, en cambio, el proceso inverso, o sea, sería el agente el que actuaría sobre el receptor, transmitiéndole su propio contenido mental.

En el estado actual de los estudios, de todas formas, no se puede decir si este fenómeno esp depende de la acción de uno o de otro de los dos sujetos interesados. Se puede plantear la hipótesis de que las modalidades cambien de acuerdo con las condiciones o los individuos interagentes, o bien que la telepatía sea fruto de una acción recíproca entres los dos.

En la vida diaria, los fenómenos telepáticos, especialmente entre personas ligadas por una intensa relación afectiva, se presentan con mucha frecuencia. La frase dicha simultáneamente ; el pensamiento que aflora en la mente de dos individuos en el mismo instante ; la sensación de saber exactamente quién se halla en el extremo del hilo cuando suena el teléfono, sin que haya existido un previo acuerdo, son todos pequeños ejemplos de telepatía que se dan con frecuencia en la vida de cada uno de nosotros, pero a los que, por ignorancia, se tiende a no otorgar importancia. La telepatía es uno de aquellos fenómenos paranormales que, precisamente por la frecuencia con que se presenta, ha sido estudiado en primer lugar y ampliamente comprobado en el laboratorio. Muchísimas han sido las hipótesis, algunas desechadas por las sucesivas investigaciones, pero se trata siempre de opiniones, de teorías aún inciertas, tal vez inalcanzables para el hombre.

Entre los estudiosos del fenómeno hay quien considera que los contenidos psíquicos son vibraciones electromagnéticas ; otros creen que se trata de partículas atómicas propagables de un cerebro a otro Algunos consideran la telepatía como perteneciente a un mundo extrafísico, fuera del tiempo y del espacio, y dependiente de leyes que sólo a ella son propias y atañen ; la telepatía afloraría tan sólo esporádicamente a la conciencia superando la barrera del subconsciente.

La telepatía, desarrolladísima en los niños pequeños, es un hecho que no atañe exclusivamente al ser humano : experimentos de laboratorio perfectamente comprobados han demostrado que también los animales, e incluso las plantas, son sensibles a las comunicaciones telepáticas ; parece, en efecto, que éstas se encuentran en condiciones de captar, aunque sea indistintamente, situaciones de peligro o desarmonía presentes en el ambiente.

Fenómenos telepáticos son muy comunes en las bandadas de pájaros antes de partir hacia un largo viaje migratorio, y en casi todos los animales que viven en comunidad, capaces de percibir la presencia de un semejante o del enemigo, de comunicarse a distancia y de orientarse en zonas desconocidas.

En el hombre, este extraño fenómeno se presenta, naturalmente, en formas muy distintas y con contenidos varios. Todo puede ser transmitido, desde la simple reacción fisiológica, como la aceleración de los latidos cardíacos, a sensaciones, sentimientos, pensamientos e imágenes.

Se puede percibir un mensaje en forma de intuición, de visión u oírlo pronunciar por personas ausentes. De la misma forma se puede experimentar angustia, desesperación, consuelo o incluso un dolor físico no justificable por las circunstancias. La telepatía no teme las distancias ; aunque formas muy simples de comunicación se manifiestan generalmente entre individuos próximos y son favorecidas por el contacto físico, se han verificado fenómenos telepáticos incluso ultraoceánicos. Es muy conocido el experimento efectuado en el sumergible Nautilus, donde el sensitivo Jonas captó con una puntuación positiva del setenta por ciento los símbolos de las cartas de Zener que le fueron transmitidos desde 2.000 m de distancia. Y eso no es nada si se compara con las experiencias telepáticas de Mitchell desde el Apolo 14 a la Tierra.

Nos comunicamos en estado de vigilia, en hipnosis, en el sueño, con los vivos y con los muertos. Y es de acuerdo con las propias características psicofísicas como se pueden revelar los buenos transmisores y los receptores óptimos, aunque también se puedan efectuar, aunque sea muy raramente, ambos papeles.

LA PREDICCIÓN DEL FUTURO

Adivinar significa predecir la suerte, decir antes, antes de que las cosas sucedan, de que los ojos vean, que los oídos oigan. Se puede afirmar que en este aspecto la Humanidad, desde los tiempos más antiguos, no ha cambiado jamás. La misma inseguridad, el mismo temor y necesidad de saber, la misma inquietante angustia respecto al futuro ; y si hoy la Pitia recibe tras previa cita (y una buena compensación económica), si la Sibila Cumana ha cambiado su antro oscuro por un luminoso apartamento en la zona residencial, esto no representa más que ligeras modificaciones en los hábitos y las costumbres.

Hay quienes posen las dotes de la previsión, quien las simula, quien las pide, quien las paga. Todos los investigadores han atribuido suma importancia al problema moral de la adivinación, discutiendo, contradiciéndose y, por último, volviendo a apoyarse unos en otros.

Sin embargo, pese a las prohibiciones, las penas de muerte, las amenazas de un eterno castigo divino, todos los hombres, religiosos o ateos, han continuado durante el curso de los siglos adivinando, utilizando todos los procedimientos que han hallado en su camino.

A una adivinación institucionalizada, sacerdotal, atenta a las manifestaciones de lo sagrado en el movimiento de las copas de los árboles, en el furor de las vírgenes poseídas, en las vísceras de los animales sacrificados y en el vuelo de los pájaros, en el rayo y en el humo, en las piedras preciosas del Ephod y en la voz de la Esfinge, se van entrecruzando y la van sustituyendo, son el tiempo, las adivinaciones mágicas de tipo popular, tan próximas a las supersticiones, que se amalgaman con ellas. Una adivinación no oficial, siempre viva aunque oculta, practicada en forma privada para huir de la mirada pérfida del inquisidor.

Una adivinación fundada en humildes presencias cotidianas : el aceite y la sal, el pan, el plomo, la harina y la cera ; la aguja, la cebolla, la araña, el gallo. Sistemas simples, casi ingenuos, al alcance popular de la campesina, del labrador, del leñador ; sistemas más complejos, estructurados y fundados en el arquetipo y en el refinado simbolismo de números y estrellas en el refugio del ocultista, del cultivador de lo invisible ; y he aquí las cartas, la lectura de la mano, la geomancia, la bola, técnicas derivadas del pasado construidas sobre analogías y filosofías desconocidas por la mayoría. Adivinar es un dote, un vicio, un sueño, una obsesión común a todos los lugares y a todos los tiempos.

Una posibilidad regalada al hombre, pero fecundada por la semilla de la duda : “¿Por qué escrutar el mañana ?”

Si, en efecto, el futuro puede ser previsto, significa que éste existe ya que nuestra vida está predeterminada y para nada sirven, en tal caso, el libre albedrío y las responsabilidades morales de los hombres.

O bien, de acuerdo con otros, el futuro no es certeza, sino posibilidad ; es la

meta última que el hombre puede alcanzar siguiendo diversos caminos y que depende de su propia elección.

También la doctrina cristiana admite, en cierto aspecto, la predestinación, declarando que Dios propone al hombre pruebas y hechos ante los que él es libre de reaccionar como mejor le parezca, aunque sea deseable una dirección evolutiva.

Fascinantes son también aquellas teorías según las cuales el alma humana elegiría por sí misma su propio destino, o la que sostiene la del “eterno retorno”, por la que todas las partículas del universo, agotadas todas las posibilidades de combinación, vuelven a combinarse en la forma en que han empezado ; adivinar, escrutar el futuro, equivaldría entonces a un salto en el pasado, dirigido a captar un momento del ciclo precedente, alejado millares de años...

Teorías, concepciones, hipótesis en las que es fácil perderse ; pero el problema de fondo permanece : “ ¿Es útil, es justo conocer el futuro ? Junto a la mayoría de la Humanidad que adivina, ha adivinado y adivinará se puede responder sinceramente “sí”. Sí, porque si al hombre se le ha dado una posibilidad de intervenir en su destino, no debe quedar sin ser empleada. Además, si esta libertado no nos es concedida, gozaremos por lo menos del beneficio de poder prepararnos para las alegrías o los dolores venideros. Serenamente, sin la cobardía que hace esconder la cabeza debajo del ala, el que sabe lo que le espera puede elegir conscientemente reforzar su propia barca a la vista de la tempestad o atender a otras provechosas ocupaciones, porque nada se ha de temer.

De la adivinación nace la esperanza de que, junto a la actitud justa, más en consonancia con la situación, activa o defensiva, granítica o elástica combativa o resignada de acuerdo con las necesidades, el hombre puede estar algo más seguro de sí mismo y ser un poco más feliz.

Sólo quien no tiene confianza en sus propios recursos, en los demás y en la benignidad de las leyes cósmicas, que siempre tienden al equilibrio, siente un ciego terror ante el destino.

Quien, en cambio, adivinando, intenta “levantar el velo”, demuestra, ciertamente, que se preocupa, que tiene miedo, pero se encuentra lejos de la actitud despreciativa de aquel que desafía lo imprevisto ; revela una fuerza interior, cierto valor al enfrentarse con lo que muchos prefieren no conocer : lo ignoto.

Los enemigos más acérrimos de la adivinación se obstinan en negarla, sosteniendo que el que practica una adivinación no lee realmente el futuro, sino que mediante la telepatía la mente del consultante le sugiere lo que quiere que le sea predicho, lo que desea oír. Otros aún más escépticos, mantienen tozudamente un argumento difícil de combatir, pero no por ello atendible. Sostienen que la precognición no es, en absoluto, una percepción visual del porvenir sino, por el contrario, una verdadera “fábrica” del futuro ; o sea, saber, con precedencia, que se está predestinado a un cierto porvenir, desencadenaría oscuros mecanismos que determinan, necesariamente, el que se produzcan los acontecimientos. Este procedimiento psicológico existe, es cierto, y en ocultismo se llama “magia mental”. También es cierto que, con frecuencia, ocurre lo que nos da más miedo. Pero los sucesos, si están correctamente previstos, se verifican automáticamente, independientes del hecho de que el directamente interesado esté en conocimiento y que, por lo tanto, pueda influir en ellos psíquicamente.

Algunas veces, entre la previsión y su concretización transcurren meses, incluso años, pero con mayor frecuencia, el intervalo es breve, demasiado breve para que una simple sugestión, que precisa repeticiones continuas y prolongadas, pueda manifestar sus efectos.

Las diversas prácticas adivinatorias en las que se articula el omincomprensivo fenómeno de la adivinación, utilizan siempre, más o menos, instrumentos, objetos, pero especialmente símbolos, a través de los cuales el individuo llega a los significados primordiales de las cosas. Símbolos, signos, arquetipos que lo llevan dulcemente a aquel estado de conciencia particular, el alfa, en que tiene lugar un golpe, un clic. Entonces una sensitividad, en otros momentos adormecida, basándose en las cartas o las líneas de la mano, en las imágenes oníricas o en los posos del café, prorrumpe y estalla en una precognición que, sin estos apoyos, jamás hubiera tenido lugar.

La adivinación, es su esencia, no es otra cosa que la precognición.

Pero la precognición espontánea, libre de apoyos resulta muy difícil de obtener en estado de vigilia. ¿Por qué por lo tanto, no concederse un tarot, una esfera de cristal, o una botella transparente llena de agua, una de té no lavada o un dibujo de la propia mano ?

Poco puede bastar para que cualquiera pueda transformarse en un inesperado Nostradamus o en una nueva Casandra de la era espacial. Todo es posible en el reino del misterio.

EL TAROT

En los últimos veinte años ha surgido(o mejor dicho, ha resurgido, después de unos doscientos años) un frenesí insólito : la que podríamos llamar “tarotmanía”. Tarots en las revistas, en los quioscos de periódicos, en los estancos...

Definir esotéricamente los tarots no es ciertamente una tarea difícil : son cartas, cartas que llevan imágenes más o menos coloreadas, más o menos artísticas, transmitidas por la tradición o firmadas por buenos maestros del dibujo.

Un montón enorme de signos crípticos, diversamente asociados, suficientes para trazar, en sus líneas más esenciales y profundas la historia del mundo que es, en el fondo, la historia de cada hombre. Quizás es éste uno de los motivos, o tal vez el único, por el que los tarots, más allá de la habilidad del cartomántico, más allá de las probabilidades y de la casualidad funcionan. Hablan a través de símbolos muy íntimamente unidos a nosotros, infinitesimales fragmentos de la humanidad : los arquetipos, los grumos de energía en torno al que se construyen las creencias y la personalidad de cada uno, de la familia, de la tribu, del pueblo, de toda la raza.

La cartomancia es una forma de precognición, clarividencia y retrocognición, es decir, un sistema que a través de asociaciones simbólicas llega a revelar y definir el presente el pasado y el futuro del consultante.

Ningún otro elemento se encuentra confiado a las manos del adivino más que estas pocas cartas, un puñado de símbolos con los que él juega, en los que se pierde, en los que establece relaciones e interdependencias.

El mecanismo capaz de hacer aparecer esta capacidad, resulta en este procedimiento adivinatorio, muy complejo. Cierto es que el sensitivo se sirve como un apoyo, un bastón donde puede apoyarse para alcanzar el estado alfa, condición indispensable para que se haga extrínseco el “sexto sentido”.

Pero también es verdad que las conclusiones que obtiene son el fruto de imágenes precisas, razonadas, perfectamente calibradas en su arcano simbolismo, totalmente distintas a lo que puede ser visto en los sueños o en los posos del café. Imágenes que se encuentran en su totalidad, en una continuidad rigurosa y perfecta, así como las cosas, las personas, los animales y las plantas están ordenados en el cosmos como en un armonioso dibujo. De esta forma se teje el fenómeno de videncia sobre una trama de símbolos de arquetipos, estándares, relacionados con las cartas extraídas. Ni siquiera la extracción de las láminas tiene lugar de una forma casual. El consultante las elige debido a una misteriosa atracción, aunque le sean presentadas boca abajo, y a través de esta elección proporciona al adivino los rastros, los puntos clave sobre los que estalla la percepción extrasensorial, la precognición.

Dotadas de un profundo sentido sagrado, conferido por el simbolismo que las impregna, exigen de quien las maneje, seriedad, respeto y confianza. Los oráculos de todos los tiempos siempre han mentido a aquellos que no creen, a los que juegan o se burlan.

Las cartas del tarot se han de consultar serenamente, en un lugar tranquilo, en horas alejadas de las de la comida, después de haberse lavado las manos cuidadosamente, concentrándose profundamente en la pregunta que ha sido hecha. Hacerlo para los demás resulta, con toda seguridad, más fácil ; hecha para uno mismo esta operación exige una gran objetividad y una acusada separación de lo que se ha vivido, que es accesible a muy pocas personas.

Veintidós láminas mayores - arcanos, triunfos o atouts - y cincuenta y seis menores, que en nada difieren de las de la vulgar baraja española, salvo la presencia de la reina, es decir, un figura más entre el caballo y el rey. Cartas de origen desconocido y ya por ello mítico, nacidas, tal vez, en Italia, en Venecia, quizás en Francia, España o Alemania.

Probablemente hijas, en lo que concierne a los arcanos mayores, de los naibi, imágenes didácticas destinadas a instruir a los niños respecto a las condiciones de la vida, las musas, las ciencias, las virtudes y los planetas.

Pero hay quien, como Court de Gobelin, ve en el Tarot un fragmento del gran libro de Toth, una misteriosa herencia de la sabiduría egipcia ; y hay quien, como Eliphas Levi, las considera las ilustraciones del libro de Enoch, herederas del antiguo oráculo hebreo de Urim y Tummim, y las relaciona con los diez Sephirot y las veintidós letras del alfabeto hebreo. Quien, como Vaillant las define como la Biblia de los gitanos y les atribuye un origen bohemio.

Pero desde cualquier ángulo que se observe, el tarot aparece, antes que nada, como un alfabeto, como un lenguaje arcano, una totalidad condensada en pocas y preñadas imágenes. La totalidad del universo y del hado, la figura del arquetipo alcanza la sensibilidad del adivino y el corazón del consultante. Elementos paganos y cristianos, bíblicos y mitológicos.

Hermanas o primas, en lo que se refiere a los arcanos menores, de los dados y de las figuras del ajedrez (con números que van del 1 al 10, más figuras de la Sota, Caballo, Reina y Rey.)

Los arcanos mayores tienen diferente significado cada uno. En total son :

arcano número 1 : El mago.

arcano número 2 : La sacerdotisa.

arcano número 3 : La emperatriz.

arcano número 4 : El emperador.

arcano número 5 : El sumo sacerdote.

arcano número 6 : Los enamorados.

arcano número 7 : El carro.

arcano número 8 : La justicia.

arcano número 9 : El ermitaño.

arcano número 10 : La rueda de la fortuna.

arcano número 11 : La fuerza.

arcano número 12 : El ahorcado.

arcano número 13 : La muerte.

arcano número 14 : La templanza.

arcano número 15 : El diablo.

arcano número 16 : La torre.

arcano número 17 : La estrella.

arcano número 18 : La luna.

arcano número 19 : El sol.

arcano número 20 : El juicio.

arcano número 21 : El mundo.

arcano número 0 : El loco.

Los arcanos menores suman cincuenta y seis, subdivididos en cuatro palos, ya conocidos por su identidad con las corrientes cartas de la baraja española. Es decir : bastos, espadas, oros, copas. Cada palo tiene un significado, y dentro de el palo, los diferentes números, también tienen significado propio.

LA ONIROMANCIA

Imposible no estar de acuerdo con el inventor del psicoanálisis sobre el hecho de que el sueño representa un desahogo del subconsciente, el aflorar de los deseos, sentimientos, hechos y recuerdos que, almacenados y sacados a la luz gracias a cualquier contenido residual, se han vivido durante el día.

En la zona subconsciente de la psique conviven, junto a los restos arqueológicos de la existencia individual, también fragmentos de comunicaciones con el más allá, de percepciones extrasensoriales,de fenómenos de clarividencia o precognitivos.

El subconsciente individual se encuentra en mutua relación con el subconsciente colectivo, del que toma muchísimos contenidos. El sueño es la puerta a través de la que lo paranormal y la conciencia entran más fácilmente en contacto. Sin hacer de los sueños una manía obsesiva, es conveniente aprender a no ignorarlos, como solemos hacer, por costumbre.

Exactamente lo mismo que revolviendo entre los trastos amontonados en un desván, en algunas ocasiones podemos encontrar un objeto precioso, lo mismo acaece entre el cúmulo de materiales recogidos en un sueño : podemos tropezar con un fenómeno paranormal, un proceso precognitivo.

El sueño es el terreno más rico y más fértil para todo lo paranormal, el contexto donde se desarrolla libre de la rémora de la razón y de las trabas cotidianas.

Pero una acosa es admitir la presencia de lo paranormal en el sueño y otra identificar lo paranormal con los estados oníricos.

Cuando el arcano está bien presente en el sueño, si aflora a la conciencia desde los meandros del subconsciente, en contacto con la realidad universal, debe de ser valorado e interpretado. El subconsciente habla un lenguaje difícil, simbólico y al que es precioso interpretar. Para ello es una buena norma aprender a llevar un diario de los sueños, intentando anotarlo en el momento del despertar, antes de que la mente consciente intervenga para manipularlos, censurarlos, alargar o borrar los contenidos oníricos que le resulten extraños, incómodos.

La parapsicología reconoce los sueños llamados “sueños creativos”, los más frecuentes sueños premonitorios, los sueños “lúcidos” en los que el durmiente sabe que está soñando, y los sueños diagnósticos.

Se trata de escenas oníricas que, en forma más o menos simbólica, proporcionan al durmiente la posibilidad de diagnosticar una patología que todavía no se han puesto en evidencia mediante síntomas. La ciencia oficial niega cualquier paranormalidad a estos sueños que proporcionan solamente la condición de relajamiento ideal en la que el sujeto, ya no coaccionado por los múltiples estímulos del estado de vigilia, puede, finalmente, prestar atención a su enfermedad, mediante las sutiles señales que le envía su cuerpo.

Mensajero del futuro o sabio consejero, forma de comunicación sutil o espía de enfermedades ocultas, el sueño es una parte de nosotros mismos, una gran parte de nuestra vida que hemos de aprender a interpretar para la búsqueda de lo paranormal espontáneo y a utilizar como plataforma, como condición ideal para la potenciación guiada de las facultades extrasensoriales.

La clarividencia onírica representa un sistema validísimo para resolver pequeños y grandes problemas, planteados por la vida cotidiana : encontrar u objeto perdido, diagnosticar el propio estado de salud, conocer mejor a una persona con la que no se logra entrar en relación. Está dotada además de una gran ventaja, respecto a la precognición : su inmediata comprobación. No pasarán semanas, ni mucho menos mese o años.

A veces es difícil darse cuenta de lo arduo que resulta la comunicación interpersonal ; muchas veces, es casi imposible.

Remordimientos, miedos, una imagen que defender y por la que luchar, nos impiden manifestar la parte más auténtica del yo, la más vulnerable, pero también la más preciosa. Y sin embargo, son muchas las ocasiones en las que debemos lamentar esta armadura, esa puerta que no sabemos pero que debemos abrir. Y he aquí que interviene la telepatía, la comunicación sutil que trasciende las palabras, aún tímidas, las frases con frecuencia teñidas de falsedad, que querrían decir otra cosa. Libre del miedo y de las barreras corre sobre un invisible hilo de telégrafo, sobre la vibración armónica de dos personas distintas.

OTROS MÉTODOS ADIVINATORIOS

La adivinación por los posos del café es una práctica antiquísima y desusada, grotesca incluso, pero válida. Valida porque ofrece imágenes confusas, extrañas, estilizadas, trazadas por el dedo del acaso, en las que el sensitivo se apoya para llegar al estado de conciencia más apropiado para permitirle la adivinación.

La típica y ya agotada figura de la maga recubierta de velos que ofrece al cliente un humeante brebaje, no debe llevarnos ala confusión. Conscientes de la función exclusivamente auxiliar de este sistema, no nos extrañe que el futuro elija aparecer en una taza sucia en lugar de en una baraja o en un péndulo.

También una técnica no científica y popular, si está acompañada de una buena sensibilidad y de la capacidad de entrar fácilmente en el estado alpha puede revelarse como excepcional. El procedimiento puede ser sencillísimo. La única verdadera dificultad consiste en dejarse ir.

Muy difundida en Oriente, y muy semejante a la adivinación por medio de los posos del café, es la lectura de los símbolos formados por los residuos de las tazas de te.

La esfera es el emblema del futuro y, al mismo tiempo, un inquietante instrumento lunar, opalescente, hipnótico que con su latiginosa claridad atrae la mirada. El sensitivo, mirándola, abandona poco a poco la atención consciente y se introduce en un estado de ligero torpor que pone en marcha el fenómeno de la videncia. Es una esfera, porque la esfera es un sólido perfecto, la imagen del mundo, la convergencia del espacio y del tiempo, de la inmovilidad y del movimiento. Cristal, porque el cristal es puro y transparente. Es mágica, porque es piedra lunar y, por eso, piedra de videncia, de mediumnida, de sueño. Pero también pueden ser una copa o una botella, posiblemente siempre que de cristal o de vidrio trasparente llena de límpida agua de fuente o el espejo mágico al que frecuentemente se hace referencia en los cuentos, en el que, al empañamiento, SUCEDE LA VISIÓN. La esfera, como una pequeña Luna cristalina, no ama la luz cruda, solar ; el ambiente donde se consulte será, por lo tanto, tranquilo, iluminado con luz difusa, nocturno.

También encontramos la ceromancia, o sea, adivinación por medio de la cera. El encromanacia, o bien la adivinación a través de la tinta. La molibdomancia, que es la adivinación por medio de plomo. La ooscopia, la adivinación mediante la clara de huevo. El método de la Uija también es muy frecuente, junto con la escritura automática, la radioestesia y la rabdomancia, etc.




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Enviado por:MaiTe Abadías Carbajo
Idioma: castellano
País: España

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