Literatura


Ovidio




Este trabajo esta dedicado al poeta del siglo de oro latino Plubio Ovidio Nasón partiendo de la vida de éste y los factores de la misma, que condicionaron su extensa producción literaria, así como las etapas que se distinguen en la misma, etapas que arrancan con una fase juvenil en la que el poeta trabajó el metro elegíaco con gran habilidad y en la que se distinguen los principios que determinaran su obra posterior, principios apreciables en sus Amores claro precedente del Arte de amar y su menos importante Gigantomaquia que denota una predilección por el mito tanto griego como latino que culmina en una de sus obras cumbres, así como la más célebre; las Metamorfosis.

Tanto el Arte de Amar como las Metamorfosis son frutos de una etapa más tardía que desembocará en una última, que se desarrolla durante el exilio en la isla de Tomis, donde la calidad de su producción experimenta cierta decadencia favorecida probablemente por el destierro de Roma.

En general, Ovidio consiguió dominar con maestría la poesía amatoria y dar un brillante salto ala lírica didáctica para brillar en las páginas de la literatura romana con sus Metamorfosis y recuperar toda la tradición mitológica griega y latina en una auténtica enciclopedia escrita con el más depurado estilo.

Su talento narrativo, ingenio, inteligencia y alegría le han asegurado una enorme popularidad, desde su época a la actualidad.

Ovidio
Ovidio

Ovidio nace en el año 43 a. de C., hacía un año que Julio César había sido asesinado a manos de los optimates" y en ese mismo año el gran Cicerón caía también víctima de una venganza política.

Era una época de transición de un período republicano plagado de guerras civiles a uno monárquico-imperial de mayor estabilidad. Los propios republicanos se auto suicidaron, cansados de tanta violencia, y prefirieron terminar con su régimen de libertad encomendando a Octaviano, “el augusto”, la instauración de una paz deseada por todos.

Pero los planes del nuevo César iban más allá de la reforma militar, administrativa o económica, por lo que alcanzaban el plano moral o espiritual. Toda la antigua tradición debía acomodarse al inicio de una segunda “edad de oro”, y el vehículo más idóneo para este auténtico cambio en el que los viejos valores pudieran adaptarse, no tenían por que ser despreciados, era la literatura.

Los primeros tres siglos de la República (V, IV y III a. C.) se caracterizaron por los continuos enfrentamientos entre patricios (que defendían sus privilegios) y los plebeyos (que lograron alcanzar poco a poco el derecho de ciudadanía pleno). Se llegó a un statu quo entre los dos bandos. El sector más enriquecido de la plebe logró integrarse en el nuevo orden senatorial (nobilitas) o bien se desmarcó de unos y otros formando el orden ecuestre (caballeros). Pero nuevos factores interrumpieron este equilibrio: la clase media desapareció, arruinada por sus mismas victorias. Las guerras exigían grandes contingentes de tropas. Los campesinos no podían atender sus tierras mientras estaban en el frente y se arruinaron, afluyeron a Roma donde se vendían a sí mismos. El sistema político se corrompió totalmente. Tiberio y Cayo trataron reconstruir el campesinado medio recuperando el ager publicus" . La oligarquía reaccionó con violencia y, perdida la batalla legal, no dudó en asesinar a ambos tribunos de la plebe.

La reforma del cónsul Mario, que admitía en el ejército a cualquier clase social, empeoró la situación ya que los desposeídos eran más fieles a sus generales que a un Estado que en nada los había beneficiado.

El enfrentamiento entre el pueblo y la oligarquía se recrudeció. Y se entra en un período de guerras civiles que se desarrollaran en tres fases.

En la última fase en el enfrentamiento entre Octavio y Marco Antonio: los optimates" reaccionaron con el asesinato de César pero ya no era posible la marcha atrás y sus representantes fueron derrotados. Quedaron tres hombres de César que intentaron el segundo triunvirato con Octavio, Marco Antonio y Lépido. Muerto este último los otros dos se enfrentaron por el poder personal. Tras otra guerra civil Octavio (hijo adoptivo de César) quedó como único dueño del imperio. Roma estaba exhausta y la república había muerto.

Aparentemente nada cambió, siguieron existiendo el Senado y las magistraturas pero estas pasaron a ser controladas por él. Guardando las apariencias Octavio desarrolló un sistema paralelo de gobierno que le otorgaba el poder real. Sus sucesores heredaron estos poderes gracias a la lex de imperio.

Al basarse el sistema en un mando único y fuerte, carente de cualquier tipo de control el carácter del emperador fue determinante para la buena marcha del gobierno. Además de que su sistema administrativo era bastante eficaz.

Octavio muere el 19 de agosto 14 d.C., tres años antes que Ovidio. Lo sucederá su hijastro y yerno Tiberio.

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El Clasicismo en la era de Augusto

El clasicismo, cuya prosa había llegado ya a un alto nivel, alcanzaría ahora, en su vertiente poética, su mejor momento, espoleado por el formalismo, pero sobre todo, por el patronazgo del príncipe o emperador. Mecenas, el gran amigo de Octavio, dio nombre al altruismo de cualquier persona de elevada alcurnia política o financiera como protector de los artistas y de las artes. Virgilio* y Horacio* participan del sistema y llevan la poesía como instrumento al servicio del emperador, para mayor gloria de su majestad y de la patria.

El Clasicismo de la era de Augusto consigue la obra de arte perfecta y tiene conciencia de ello. Conoce la belleza como armonía. Dentro de este clasicismo se hacen esfuerzos y se lucha por el justo medio. Roma se torna en eje del pensamiento. No ve más como problema inquietante la cuestión de la imitación de lo griego. Lo romano encuentra aquí su forma.

El clasicismo de la era de Augusto comienza en el año 31 a. de C., tras la batalla de Accio", y los mayores representantes espirituales de este tiempo padecieron el acontecimiento del caos y la superación inmediata. Por esto la gran fiesta del orden puede ser para ellos un anhelo siempre nuevo e inagotable.

Ovidio


Ovidio

La mejor biografía del poeta nos la ofrece él mismo, de manera dispersa y sobre todo en sus Tristias, de forma exquisita y llena de detalles. Gracias a esta fuente sabemos que nació en Sulmona, a unos 150 Km de Roma, un 20 de marzo del 43 a. de C., en el seno de una familia acomodada.

Era una época de transición de un período republicano plagado de guerras civiles a uno monárquico imperial de mayor estabilidad. Los propios republicanos se auto suicidaron, cansados de tanta violencia, y prefirieron terminar con su régimen de libertad encomendando a Octaviano “el augusto” la instauración de una paz deseada por todos.

Ovidio constituye una excepción al sistema. Niño aun se trasladó a Roma a realizar sus estudios que perfeccionó en Grecia, a donde iba todo el que deseaba recibir una educación esmerada que le permitiera realizar, en su caso, una carrera política como deseaba su padre. Corre el año 31 a. de C., año de la decisiva batalla de Actium, por la que Octavio vence a Marco Antonio y queda como único dueño de los destinos del imperio. Ovidio viste la toga viril a la vez que el Senado romano, concede a Octavio el título de Augusto.

Poco sabe Ovidio de recientes sangrientas guerras civiles, pronto las musas le descubren su vocación innata hasta hacerle abandonar el Cursus Honorum" del que ya había alcanzado los primeros grados, y ponerse al servicio de la poesía.

Dos circunstancias entristecieron la vida del joven Ovidio: la muerte de su hermano con sólo diecinueve años, del que Ovidio elogió su arraigada vocación oratoria, y la intransigencia de su padre en su empeño por exigir del poeta una total y decidida entrega a la política y el abandono de la poesía. Existe una anécdota en la que Ovidio se compromete ante su padre a no volver a coger la pluma: "juro, juro, pater nunquam componere versus" ( "te lo juro, te lo juro padre que nunca más compondré versos”) pero con la circunstancia de que "quod temptabam scribere, versus erat" ( "lo que intentaba, resultaba verso”).

Se relaciona entonces con el círculo literario de Mesala Corvino; allí conoce a Horacio y a Virgilio y goza de la amistad de Propercio*, el gran cultivador de la elegía. Ovidio comenzó a ser así un poeta del amor, el gran autor de elegías compuestas para una determinada mujer o para un determinado nombre de mujer, moda que según la tradición había introducido en Roma Cornelio Galo* y habían seguido Tibulo* con sus cantos a Delia; Propercio haciendo lo propio con Cintia y Catulo*, con Lesbia. Ovidio dedicará sus cantos a una figura mucho más pálida y de menos fuerza que Delia o Cintia, dirigiendo sus versos a una ( o varias) misteriosa Corina, real o fingida.

Él mismo nos informa de haber cultivado la amistad de los poetas más notables del momento:

"Con frecuencia Macro, que era mayor que yo, me leyó sus versos sobre las aves y sobre las serpientes venenosas. Con frecuencia Propercio, con quien me unía estrecha amistad, me recitaba sus poemas apasionados. Póntico, famoso por sus versos heroicos, y Baso, por sus yambos, fueron cariñosos compañeros de mi vida. También el armonioso Horacio cautivó mis oídos, cuando entonaba al son de la lira ausonia sus finas composiciones. A Virgilio sólo lo vi y el avaro destino no dio ocasión a mi amistad con Tibulo (...)" ("Tristes").


En el año 15 a. de J.C. Ovidio publica sus amores inspirados quizá no tanto en la experiencia personal como en la retórica, ciertos procedimientos memorables de los retores se encuentran a su vez en su poesía, aunque no sea con demasiada frecuencia.

En una corte imperial cada vez más depravada en sus costumbres, sobresale el poeta de Sulmona por su sutileza y perspicacia.

A poco más de cumplir cuarenta años, Ovidio alcanza la madurez de su talento y reafirma su prestigio en la elegía erótica. Este género no sólo se adaptaba a su temperamento y a su ternura, sino que era también la clase de poesía que estaba entonces en mayor florecimiento y puesto que ofrecía el más amplio campo era también donde más se podía trabajar para desarrollar la individualidad del poeta. Sería la redacción del Ars amatoria o Ars amandi, la obra que le daría el espaldarazo.

Después Ovidio seguiría buscando el aplauso redactando obras de carácter etiológico y mitológico, como en su juventud había realizado con su Gigantomaquia, sólo que con una acabada madurez. Así concibió Las Metamorfosis, el título más sobresaliente junto con el Ars amandi y los dos más conocidos.

Ovidio se casó tres veces. El primer matrimonio con una mujer poco digna, que no podía darle hijos, acabó pronto con el divorcio; un segundo enlace con una mujer de buenas costumbres, pero incapaz de una larga convivencia con el poeta terminó también al poco tiempo. Sólo el tercero fue duradero: la esposa, muy joven, perteneciente a la gens Fabia, relacionada con la familia imperial conservó siempre su amor a el poeta, tanto en los días felices como en los infaustos.

El deseo de Augusto por recuperar los antiguos valores de Roma, despierta el interés con que el siglo primero vuelve la mirada hacia un pasado cada vez más remoto y oscuro, actitud que corre paralela a la revitalización de la primitiva religión romana. Ovidio se hará eco de ello y simultaneará con Las Metamorfosis la redacción de los Fastos, en los que plasma con su vena poética aspectos diversos del calendario romano que recorren sin distinción, la ciencia, la historia y la leyenda.

Por su arte refinado en cuantos géneros cultivó, por su sentido de la poesía y de la belleza y por su enorme influjo a través de los siglos, jamás interrumpidos, Ovidio es uno de los más importantes y brillantes poetas de las letras latinas. En sus mocedades cultivó la literatura amorosa siguiendo a los elegíacos y en su madurez convirtió la mitología en una torrencial filigrana poética y luego, desterrado en el mar negro, en el otoño del año 8 d. de J.C. encontrándose, en la isla de Elba, le llegó un edicto de Augusto que lo confinaba a la semibárbara Tomis" (hoy Constanza, en Rumania), en las costas del Ponto Euxino o Mar Negro. Ovidio, en un momento determinado confiesa que lo perdieron dos acusaciones: una basada en un poema y otra en un error (“perdiderint cum me duo crimina, carmen et error”), más explícito es cuando escribe:

“La ira de un príncipe ofendido me ordenó dirigirme a Tomis, situada en la orilla izquierda del mar Euxino. La causa de mi ruina es bien conocida por todos y no tengo que atestiguarla con mis palabras. ¿Por qué no recordar la vileza de unos compañeros y de unos viles servidores?”.

Siguen siendo un enigma las acusaciones que movieron a Augusto a confinar a Ovidio. Se a conjeturado que el poeta pudo haber cometido alguna grave indiscreción referentes a los adúlteros amores de Julia, nieta de Augusto, con Silano, en este sentido Ovidio se retrata a sí mismo en el mito griego de Acteón" ya que sólo había visto demasiado. Ovidio era ya en Roma un ingenioso configurador de la mitología griega. Otra muchas causas se cree que pudieron haber causado el destierro del poeta; haberse visto implicado en intrigas políticas contra el emperador, se cree que había sido captado por una secta neopitagórica de carácter antimperial y republicano; haber herido la susceptibilidad de éste, o, incluso, haberse ganado el odio de Livia, mujer de Augusto y devota de Isis, por haber asistido a los misterios de ésta divinidad, reservado sólo a las mujeres.

Durante su confinamiento Ovidio escribió en metro elegíaco el libro de las Tristes (Tristia) y su colección de Epístolas (Epistulae ex Ponto), el valor literario de estos libros desciende en comparación con la obra anterior. El poeta no se resigna a su destino y no logra dar vida ni emoción a sus monótonas quejas. El desterrado, agobiado por la nostalgia de una vida fácil y de coloquios ingeniosos llegó a aprender la bárbara lengua de los getas, e incluso escribió en ella un poema. Ovidio murió en Tomis, el 17 d. de J.C., tras ser nombrado ciudadano de honor de esta localidad, después de nueve años de destierro sin volver a ver su amada Roma.

Muerto sexagenario, en el exilio y en el olvido, sólo su poesía le agradeció la lealtad con que se vio servida:


“Esto baste en mi epitafio, que mis libros

mayor gloria me han de procurar, y más dilatada:

ellos, a fe que lo sé, aunque me hirieron,

nombre darán a su autor y larga vida”.



La poesía de Ovidio puede dividirse en sus obras de juventud, sus obras de madurez, y el periodo del exilio en Tomis. Durante su primera época, Ovidio continuó la tradición elegíaca de los poetas Sexto Propercio y Albio Tibulo, a quienes conoció personalmente y admiró.

Ovidio escribió muy diversas obras de diferentes géneros, estilos y temas. Sus obras fueron Amores, Medea", Heroidas, De medicamine faciei", Arte de amar, Remedios del amor, Metamorfosis, Fastos, Tristes y Epístolas.

Nadie ha manejado con tanta perfección como Ovidio el metro elegíaco para la composición de toda su obra poética de este género. Sabe encerrar su pensamiento completo, las más de las veces, dentro de los límites del dístico. Tiene el arte de la distribución simétrica de las palabras logrando una armonía perfecta dentro del ritmo y del movimiento poético.Su lengua es elegante, rica y variada, cargada con frecuencia de imágenes atractivas.

Ovidio, después de Catulo es el poeta elegiaco que se exonera a sí mismo de toda culpa, al afirmar que sus versos nada tienen que ver con su propia vida La sucesión de obras es expresión de la evolución de su mundo espiritual, el desarrollo de la poesía ovidiana se fundamenta en la lógica del objeto.

Ovidio comenzó su actividad literaria con la elegía erótica. Este género no sólo se acomodaba a su temperamento y a su ternura, sino que era también la clase de poesía que estaba entonces en mayor florecimiento, y puesto que ofrecía el más amplio campo, era también donde más se podía trabajar para desarrollar la propia individualidad del poeta. Entre los años 23 al 15 a.C. nace la primera edición de sus Amores. Después trabajó en una segunda edición en tres libros de Elegías.

Las obras de mocedad de Ovidio quedan perfectamente definidas al calificarlas de eróticas, en todos los sentidos, hasta los vulgares. Los Amores son fruto de su frecuentación del gran mundo y de los ambientes literarios y de sus estudios retóricos, y en este compite con Catulo, Tibulo y Propercio. Sus grandes dotes de versificador ya brillan aquí con toda su luz y los dísticos de sus elegías son mejores que los de estos tres poetas. Los sigue también, quizá con cierta intención irónica, al trenzar en muchas de sus elegías una historia sentimental nacida de los amores con una mujer que esconde bajo el pseudónimo de Corina, cuya identidad no se ha podido descifrar porque puede que sea inventada. Corina es mucho más pálida y de menos fuerza que Delia, Némesis o

Cintia. De aquí proviene que, aunque Ovidio haya ampliado el marco del mundo del amor en la poesía, por lo que atañe a su aspecto sensual, con vigor mucho mayor que Propercio, llegando a veces a la cruda franqueza, y acrecentara con genial descaro los motivos de la poesía erótica, el poeta conoce y tiene ante sí las reacciones del hombre común y la psicología del corazón humano.

Una de sus elegías más atractivas y graciosas es aquella (Non ego mendosos) en que explica con picardía que le gustan las mujeres. En la historia de Corina hay páginas inolvidables, como en la que narra la visita que le hizo la muchacha en un día calurosísimo (Aestus erat); en la que maldice el amanecer que separa los enamorados (Iam super oceanum); en la que describe la irritada reacción de ella cuando la virilidad del poeta fracasa (At non formonsa). Desordenadamente incluye en esta obra elegías de temática diversa: parodia a Catulo; llora la muerte de Tibulo (Mennona si mater); hace la famosísima comparación entre Venus y Marte, el amor y la guerra (Militat omnis amans et habet sua castra Cupido: “Milita todo amante y tiene sus campamentos Cupido”). La delicadeza y el sentimentalismo de los elegíacos anteriores se convierten en muchos momentos de este libro en burla libertina y procacidad en bellos versos.

Mas no pude ya contenerme y arranqué de su frente los rizos,

con mis uñas surqué férreo sus nobles mejillas.

Enloquecida estuvo ella ante mí, con pálido rostro y exangüe,

como roca cortada de los montes de Paros;

vi yo sin vida temblar su cuerpo y sus miembros,

como viento que agita las hojas del álamo,

como vibra la caña delgada con el céfiro blando,

o cual riza la onda marina el viento caliente del sur;

y las lágrimas, tiempo ha contenidas, por su cara fluyeron,

como arroyo que mana de montones de nieve.

Entonces empecé yo a sentirme, por vez primera, culpable:

“¡Sangre mía eran las lágrimas suyas!”

¡Tres veces quise a sus plantas caer suplicante:

tres veces ella rechazó mis manos temidas!”

Mas tú no vaciles, ataca al punto con tus uñas mi rostro,

-que tu justa venganza el dolor no menguará-,

y no perdones mi cabello y mis ojos:

¡qué así ayuda la ira a tus débiles manos!

Y porque de mi crimen no queden tan tristes señales,

tus cabellos arregla y ponlos en orden de nuevo

Este es un pasaje traducido literalmente de los Amores.

El hecho de que viva tan dentro de la amada y que pueda identificarse con ella, pierde su valor de seriedad, porque Ovidio remueve su contrición, pero siempre con la mirada puesta en el efecto, y tiene una meta segura, la reconciliación y la posesión. El hecho de que viva por entero dentro de la amada y que pueda identificarse con ella, pierde su valor de seriedad, porque Ovidio quiere producir un efecto. Ovidio domina soberanamente el objeto. Es ya aquí el magíster amoris, el que expresamente lo será más tarde.

Se puede hablar de una psicología del amor o mejor de una psicología de la conquista, se advierte con que ponderación se descubre aquí la reacción del alma humana, sino como se suscita esa reacción y con maestría se la domina.

Con los Amores de Ovidio traza la elegía romana un arco que va de la experiencia a la metafísica, a la aclaración filosófica y, por último, el análisis psicológico.

En los Amores brilla su erudición, junto con la excesiva libertad y falta de sinceridad. En estos llega a un acercamiento con lo helenístico, ya que constituyen un reino objetivo con leyes propias.

Las Heroidas (heroidum epistulae), conjunto en que Ovidio reúne dieciocho ficticias cartas de enamoradas mitológicas, son en realidad unos maravillosos ejercicios retóricos en los que el poeta despliega su fantasía y borda corrientísimas situaciones sentimentales, de hecho reducidas a enumerar los males de la ausencia y los celos por sospechadas infidelidades, puestas en la pluma de Penélope escribiendo a Ulises, Fedra a Hipólito, Dido a Eneas, Helena a Paris, Hero a Leandro, etc., y entre estos seres la epístola Safo a su enamorado Faón, tributo a la poetisa más admirada por los jóvenes escritores romanos.

Las heroidas son cartas de mujeres amadas por los héroes, imaginadas por el mito con demasiada negligencia, que van dirigidas a los infieles amantes, que terminan por abandonarlas a su propia suerte. Se da rienda suelta a los sentimientos más diversos, matizados con finura psicológica, y contando con todos los datos que suministra el mito, por ejemplo la situación de Medea, que acaba de escuchar el canto nupcial de los desposorios de Jasón con Creusa y que intenta suplicarle en el último minuto. Es impresionante esta epístola, pues la terrible heroína era una de las predilectas de Ovidio, que en su juventud escribió una tragedia, ya nombrada anteriormente: Medea.

Las Heroidas interpretan los estados anímicos de los héroes y heroínas. Y la parte del mito, al que hasta ahora no se había recurrido logra aquí su pleno derecho. Estas cartas son en particular, una escuela del corazón humano y nos revelan su múltiple riqueza, cuanto más procuremos ahondar en ellas.

La epopeya y la tragedia griegas son las fuentes esenciales de este curioso libro, conscientemente esencial y arbitrario, pero que hay que valorar de acuerdo con esta intención del autor, que juega con la ternura y con la pasión de seres lejanos y míticos, que se complace en hacer sentir a las heroínas como las matronas romanas de su ambiente y que se lanza a toda suerte de sutilezas, afiligranamientos casuísticos y juegos de ingenio, para alcanzar una belleza que no por lo superficial deja de ser elegante e inteligente, y para hacer, por encima de todo, un profundo análisis del corazón femenino, llevado a cabo por quien tan bien conocía a las mujeres.

En las Heroidas se aleja mucho de ese esfuerzo por lo objetivo, que interpretan los estados anímicos de los héroes y las heroínas, en la obra anterior. Esta obra está muy influenciada por la epopeya y la tragedia griega.

“Romanos: si alguno de vosotros ignora el arte de amar que lea mis versos, que se instruya en ellos, y que ame.

El arte impulsa con las velas y el remo las ligeras naves: el arte guía los veloces carros.

También el arte debe guiar el amor. [...]

El amor es cruel y a menudo experimente su enojo, pero es un niño de corta edad fácil de dirigir. Quirón* con su ira educo al jovenzuelo Aquiles*, domando con la dulzura de la música su carácter salvaje; y aquél que tantas veces hizo temblar a sus enemigos y tantas veces intimido a sus mismos compañeros, dísece que temblaba en presencia de un viejo cargado de años y dócil a la voz de su maestro esperaba el castigo e aquellas manos que tan funestas habían de ser para Héctor.

Quirón fue el maestro de Aquiles, y yo lo seré del Amor; los dos, niños indomables; los dos, hijos de una diosa”...

En el año primero antes de J. C. escribe los dos primeros libros del Ars amatoria, al que luego le añadió un tercer libro, en el año segundo d. C., los Remedia amoris, medicinas contra el amor.

Un joven libertino como Ovidio, sumido en aquella sociedad que tantas veces se ha denominado “la corrompida Roma”, y con un irresistible sentido de lo cómico y de la burla, cuando decidió prescindir de elevar a obras de arte sus ejercicios retóricos y sincerarse aun más en obras basadas en sus experiencia personal, escandalizó a la gente sensata con sus peregrinas y curiosas obras sobre el amor. En los dos primeros libros del Arte de amar (Ars amandi o Ars amatoria), Ovidio “enseña” a los hombres cómo conquistar el amor de las mujeres, y en el tercero da consejos a las mujeres para conservar el amor de los hombres. En esta obra campea la liviandad, en la que el autor se entretiene complacido y sabiendo que complace a sus lectores, y en esto resplandece la originalidad del poeta cuyas fuentes principales son sus experiencias de juerguista romano, que en un momento de buen humor pretende dar una campanada literaria rodeada de infinidad de alusiones a personajes y trances mitológicos, todo esto indica que Ovidio destinaba estos versos a un público culto. Más de una de las escabrosas situaciones que desarrolló en elegías del libro Amores aquí aparecen desprendidas de su valor anecdótico para adquirir la forma de enseñanza y de exposición doctrinal.

La búsqueda , la conquista, la conservación del amor, éste es el objeto del poema, a lo que sigue inmediatamente, en el libro tercero la doctrina considerada desde el punto de vista de la mujer. Aquí se desarrollo una técnica que abarca sólo las relaciones que conducen al éxito, sin preguntar en lo más mínimo su valor y sentido. Por tanto, el mundo se reduce concientemente a un cálculo con la firme esperanza de que todas las mujeres pueden ser conquistadas, Cunctas posse capi. Desde el punto de arranque en torno al cual Ovidio organiza un conjunto de las más finas ironías, pero que para naturalezas más sencillas, como la de Augusto, debió ser motivo de escándalo, se desarrollan una multitud de verdades. Sólo falta una verdad que un cálculo de esta índole excluye: el verdadero amor.

En la dramática culminación del libro segundo (todavía se representa en forma teatral de mimo*) se percibe con que suprema conciencia saca Ovidio su propia psicología de la vida, como una técnica, que hace enseñable el amor y es una técnica que nada quiere aclarar sobre la esencia del hombre y que hasta lo envilece. Lo más importante de la técnica del amor consisteen saber retener el amor, cuando hay un rival enfrente. Medio para ello: hay que soportar al rival sin dejar entrever nada o sin lanzar reproches.

El buen gusto de Ovidio su maravilloso dominio del verso y su locuaz elegancia dan valores a este libro obsceno, rico como documento de una época y que tuvo la fortuna de ser utilizado, sobre todo en la Edad Media como un canon y un almacén de recursos para pintar la pasión amorosa.

…”Aplaude con entusiasmo la danza que ella aplaude. Levántate si ella se levanta, y siéntate si vuelve a sentarse. Y no te importe perder el tiempo siguiendo sus antojos. No debes preocuparte de rizarte el cabello con las tenacillas, ni de alisarte la piel con piedra pómez; deja estos ridículos aliños para los afeminados que aúllan sus cánticos frigios en honor de la diosa Cibeles. La sencillez es la mayor elegancia del hombre viril. Teseo, que nunca se preocupó de su peinado, supo conquistar y hacerse amar por la hija de Minos. Fedra enloqueció por Hipólito, que carecía de elegancia. Y Adonis, que vivía salvajemente, cautivó con su brusquedad el corazón de Venus. Preséntate, aseado, pero no ocultes el fuerte color que a tu piel dio el ejercicio a pleno sol. Que tu toga te envuelva airosa y bien cortada. Sea tu habla suave. Luzcan tus dientes su esmalte; que tus pies vayan calzados justamente; que tus cabellos, mal cortados, no caigan a mechones, ni tu larga barba te erice el rostro; no lleves largas las uñas ni sucias; no asomen los pelos por las ventanillas de tu nariz, y, antes que nada, que tu boca no hieda con el fétido olor del macho cabrío. Los demás detalles de la “toilette” déjalos para la mujer”….


Introducción

Ovidio cultivó el género denominado poesía épico didascálica durante la etapa que ahora nos ocupa; la etapa de madurez, especialmente con dos obras; “Fastos” de la que nos ocuparemos más adelante y en especial, “Las Metamorfosis” que junto con su anterior “Arte de Amar” constituye su obra de mayor envergadura y repercusión en la literatura posterior.

La etapa de madurez de este escritor precedió a una juvenil en la que se había consolidado como escritor irrepetible de poesía amatoria que cultivo junto al género elegíaco. Posteriormente el escritor buscó el aplauso redactando obras de carácter mitológico y etiológico que tenían un precedente juvenil en su “Gigantomaquia", solo que en esta ocasión Ovidio presenta una acabada madurez que alcanza su máxima expresión en “Las metamorfosis”, obra que comprende más de doscientos cincuenta mitos, escritos en versos hexámetros distribuidos en quince “libros”, partes o capítulos, en los que bajo una apariencia épica aparecen leyendas que tienen como denominador común las transformaciones sufridas por personajes de la mitología grecolatina; dioses, héroes u hombres en animales plantas o astros durante las más o menos intimas o más o menos cordiales relaciones entre ellos. Estas transformaciones aparecen mezcladas con leyendas antiguas recogidas de tradiciones orales y de diversos autores griegos y latinos (epopeya, teatro, poesía didáctica)hasta formar una especie de magna enciclopedia en la que el autor da cabida a su exuberante imaginación con libertad de imágenes y modernización, a veces, de las fábulas.

Contenido

En doscientas cinco narraciones Ovidio refleja casi todo el mundo antiguo de los mitos. Comienza por el Caos y termina por la transformación de Cesar en astro y por la apoteosis de Augusto.

El orden cronológico de los mitos no puede estar menos alterado por la acumulación excesiva de relatos que se entremezclan y contraponen, pero el hilo de su narración tiene un claro comienzo con la descripción del caos primitivo, la creación del mundo y las cuatro edades de la humanidad para terminar con la muerte de Cesar y la gloria de Augusto como emperador.

El variopinto poema quiso ser en muchos sentidos, sino la expresión, sí en el fondo, un poema científico o filosófico, más que un complejo de mitos. No obstante, los principios cosmológicos, enfáticamente afirmados en el comienzo, se hacen pronto extraños a la ejecución poética de una obra a la que alejada de la severidad moral, confió el poeta todo el talento de su técnica y de su carácter.

En realidad Ovidio no sigue sistema filosófico alguno, a pesar parecer los libros primero y decimoquinto ligados a los conceptos de metempsicosis (trasmigración de las almas) de los pitagóricos, así como al continuo cambio. El interés cultural de la obra es más psicológico que filosófico. En la obra de Ovidio se aprecia en general un deseo de cultivar el arte motivado por la inmensa alegría de vivir intentándola acrecentar con el refinamiento que debe aportar la cultura

Ovidio refiere que en el momento de abandonar Roma para el largo camino del destierro arrojó a las llamas el manuscrito de “las metamorfosis” al que le faltaba un último repaso. Este acto constituía un desahogo para su amargura y una posición cautelosa del artista que consideraba imperfecta su propia obra.

Sin embargo, Ovidio conocía la existencia de otras copias en manos de sus amigos y solicitaba que el poema, si era publicado, llevara por lo menos el siguiente epígrafe: “No lo ha publicado el poeta; pero lo tendría perfecto y enmendado si me lo hubieran permitido”.

Características

En las metamorfosis Ovidio deja atrás la utilización de los dísticos elegíacos de su obra anterior elegiaca y erótica y maneja únicamente el hexámetro, que fluye con naturalidad y armonía, de tal manera que nadie a superado su extraordinaria facilidad para la versificación, aunque su inspiración sea menos profunda que la de Virgilio u Horacio.

El corte eminentemente épico que predomina en la pobra responde al deseo de su autor de conseguir un estilo unitario, se entremezclan pronto elementos idílicos, elegiacas, bucólicos y didácticos, como consecuencia de que la variada temática llega a desbordar los propósitos de su autor. Por otra parte, los continuos saltos rodeos detenciones o enlaces de episodios según propia voluntad, a veces indescifrable para nosotros, hace muy difícil establecer a qué corresponde la estructura de las metamorfosis.

La obra, compuesta por este exquisito dominio del verso y la invención, de la exposición y de la legua, Ovidio encadena cronológicamente todas las metamorfosis de la mitología helénica, para terminar con las propias de la península italiana, más o menos relacionadas con el héroe Eneas y sus descendientes. En ellas se mezcla el Ovidio amoroso satírico, altamente sensual del “Arte de Amar”, y un Ovidio aparentemente serio ante las circunstancias, panegirista de Augusto y de su familia. Sin embargo caven dudas en este último punto, ya que al leer la obra nos percatamos de que las menciones directas al emperador son mínimas, así como a la épica oficial virgiliana, es decir, a la Eneida.

Por otra parte Ovidio posee gran capacidad artística para dar originalidad y elevar el argumento trivial de muchos temas mitológicos. Es también un gran creador de lenguaje por su habilidad para expresar en el latín todos los matices de la pasión violenta de sus personajes, hasta quedar convertidos en otros seres.

Es destacable también la plasticidad de sus descripciones poéticas, que evoca la representación pictórica y escultórica de muchos de sus héroes o divinidades, en obras que pudo contemplar en mundo que vivió y visitó.

Pero con frecuencia se le achaca su falta e naturalidad, exceso de retoricismo (ese género que tanto influyó en el autor debido a sus abandonados estudios anteriores), descripción minuciosa de detalles y digresión o repeticiones innecesarias.

Vamos a terminar con unas palabras del pensador ilustrado francés Volta iré, con respecto al Arte de Amar y Las Metamorfosis: “Libros muy inocentes escritos muy decentemente, no se halla en ellos ni una palabra obscena o de mal gusto.”

En la biografía ya habíamos visto que Ovidio había sido confinado a Tomis. Durante su confinamiento a orillas del mar Negro, Ovidio escribió en metro elegíaco el libro de las Tristes (Tristia) y su colección de Epístolas (Epistulae ex Ponto). El valor literario de estos libros desciende en comparación con la obra anterior: están llenos de adulaciones a los poderosos, pretendiendo que le sea levantado el destierro, y de interminables lamentaciones muy sinceras. Ovidio no se resigna a su destino y no logra dar vida ni emoción a sus monótonas quejas; el dolor del poeta no llegó a convertirse en arte. Pero es impresionante el documento humano que ofrecen estos versos de destierro, escritos por un romano acostumbrado a los placeres de la urbe, a la conversación inteligente en los medios más refinados, a los éxitos de una brillantez personal, y que siempre ha mantenido una clara agudeza y un leve humorismo, entristecido ahora en tierra alejada y salvaje, rodeado de seres que viven en estado casi prehistórico.

Los Tristia, igual que las Epistulae ex Ponto son una fuente inapreciable para conocer las condiciones reinantes en las fronteras del imperio (Ovidio aprovecha poéticamente la situación , para contemplar el esplendor del imperium desde sus fronteras).

El contenido de ambas obras puede reducirse a lo mismo: lamento sobre la despedida en Roma de deudos y amigos; descripción del penoso viaje por mar hasta el lugar de su confinamiento; amargura del destierro en tierra hostil y entre gentes incultas y, sobre todo, súplicas en todos los tonos a sus amigos para que intercedan ante Augusto y consigan el perdón para el desgraciado vate.

En los años del 9 al 12 escribe cinco libros de los Tristias. El año 13 nos ofrece tres libros de Epístolas. En ellos domina por entero la forma epistolar, y los destinatarios son mencionados nominalmente, pues el aumento de su fama contribuyo a que nadie pusiera reparos, como antes, en ser nombrado en un poema ovidiano.

La muerte de Augusto en el año 14 la cantó Ovidio en dos poemas, uno de ellos escrito en la lengua de los getas*. En el año 16 Ovidio redacta el libro cuarto de las Epistulae ex Ponto. Y en el año 18 muere ovidio en el destierro sin volver a ver su querida Roma.

De medicamine faciei:

Obra que escribió Ovidio antes del Ars . Es un poema sobre el cuidado y el embellecimiento del rostro, que recuerda a los poemas helenísticos. Con esta obra comienza Ovidio un proceso de avanzar de la subjetividad romana hacia las formas objetivas, dando su paso más decisivo en la poesía didáctica.

Medea:

Obra que escribió Ovidio al mismo tiempo que trabajaba en la segunda edición de los Amores. La tragedia Medea es signo del sentir de Ovidio tras la búsqueda de horizontes más altos. Los dos versos que se han conservado de ese drama nos permiten conocer que Ovidio presentó una Medea furiosa y su poder como algo perjudicial.

Fastos:

Los Fastos (fasti) fueron escritos del siglo I al VI d. de C. y son, como las metamorfosis, una obra de ambición, donde Ovidio hace una descripción cronológica de fiestas y ritos romanos siguiendo el orden del calendario y están muy cerca de los Aitia de Calímaco*, el gran modelo de la elegía mítica. Si bien las dotes de narrador resplandecen y a lo largo de la obra se mantiene un sutil y fino humorismo, lo valores poéticos decaen, aunque nunca merme el oficio que Ovidio manifestó en todos sus versos.

Los Fastos son calimaqueos" en un sentido esencial . Son más claros y objetivos que las Metamorfosis y en estas últimas se percibe una altura épica muy superior.


La influencia de Ovidio supera a la del mismo Virgilio a través de los siglos y de los diversos países de la cultura occidental, particularmente en la Edad Media influye en la ideología del amor cortés de la poesía cancioneril. Especialmente coincidiendo en un léxico que expresa el sometimiento de la dama y se relaciona con la guerra: la dama como fortaleza; las armas alegóricas del amor; la herida recibida por la dama. Por otro lado, en muchos casos en los cancioneros se percibe una corriente de inocente erotismo, que puede llegar a ser obsceno similar a la de Ovidio; con eufemismos elegantes se alude a las relaciones sexuales.

El periodo artístico y cultural más propicio para la entrada de influencia de Ovidio tanto en la literatura como en resto de las artes es sin duda alguna el Renacimiento y su rotura con los esquemas teocéntricos medievales para introducirse en un nuevo mundo fruto de un profundo cambio en la mentalidad que colocaba de nuevo al hombre en el centro de todas las preocupaciones cobrando una gran importancia los estudios humanísticos, estudia humanitatis, que comprendían gramática retórica, poética, historia, y filosofía, determinando así una reinterpretación de los modelos clásicos griegos y latinos. La imitativo, imitación de los modelos clásicos, se convirtió en practica habitual de la creación. La imitación de los grandes autores se consideró el camino más seguro para la creación y prestigiaba a quién sabia hacerla. Las culturas griega y latina se convirtieron, de este modo, en referencias obligadas. El alumno debía conocer el latín, idioma universal de la literatura de la época; en esta lengua clásica se leían los textos y de estudio y se comunicaban unos intelectuales con otros.

Pero la obra de Ovidio no constituye una inspiración desde el punto de vista de la forma y el contenido como supuso la de Virgilio esencialmente con sus bucólicas y sus geórgicas, o la de Horacio y su Carpe diem, sino sobre todo una fuente inagotable de contenido, de información que los poetas renacentistas con la irrupción en la literatura de los temas mitológicos que complementaban e ilustraban la nueva temática renacentista, extraían de sus obras en especial de Las Metamorfosis, para inundar sus versos con figuras de la mitología grecolatina.

Los poetas del renacimiento extrajeron de Las Metamorfosis de Ovidio historias y personajes a través de los que expresaba su desventura, generalmente amorosa, actualizando motivos y sentimientos o bien para mostrar la incomparable belleza del locus amoenus, lugar idílico, tópico clásico que se remonta a Virgilio y que consiste en exaltar las virtudes de la naturaleza y la vida en el campo, en el que a veces se servían de personajes mitológicos para denotar más esa belleza casi utópica del ámbito natural. La utilización de los mitos recogidos en las metamorfosis se consolidó en la poesía amorosa, siendo Gracilazo de la Vega uno de los primeros poetas de la época en expresar sus sentimientos mediante los mitos redactados por Ovidio, así como el que utilizó este recurso con mayor elegancia y belleza como podeos observar en este soneto ilustrado por una de las más emotivas transformaciones de recogidas en las metamorfosis; la de la ninfa Dafne en árbol al huir de los amores de Apolo*, que aparece concretamente en el libro I:

A Dafne ya los brazos le crecían

y en luengos ramos vueltos se mostraban;

En verdes hojas vi que se tornaban

Los cabellos que el oro oscurecían;

De áspera corteza se cubrían

Los tiernos miembros que bullendo estaban;

Los blancos pies en tierra se hincaban

Y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,

A fuerza de llorar crecer hacía

Este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, Oh mal tamaño,

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!.

Durante el Barroco los temas ovidianos de las metamorfosis siguen teniendo gran presencia en la literatura, en especial en la poesía, sin embargo los temas son abordados según una nueva óptica cargada de pesimismo y decepción, factores que llevan al artista a concebir el arte como una forma de sorprender y conmover y no de armonizar al hombre con la naturaleza, como se había hecho en el renacimiento.

Los barrocos tratan los temas mitológicos con un ton satírico y burlón, sustituyendo toda la seriedad y dramatismo otorgado a estos temas durante la época anterior por un tratamiento que caricaturiza el mito instrumento durante esta etapa literaria de crítica social.

Un claro ejemplo es este soneto de Quevedo que trata el mismo mito que el anterior de Garcilaso:

Bermejazo platero de las cumbres,

a cuya luz se espulga la acanalla,

la ninfa Dafne, que se afufa y calla,

si la quieres gozar, paga y no alumbres.

Si quieres ahorrar de pesadumbres,

ojo del cielo trata de compralla:

en confites gastó Marte la malla

y la espalda en pasteles y en azumbres.

Volvióse en bolsa Júpiter severo;

levantóse las faldas la doncella

por recogerle en lluvia el dinero.

Astucia fue de alguna dueña estrella,

que de estrella sin dueña no lo infiero:

Febo, pues eres el sol, sírvete de ella.

En estos versos además del tratamiento radicalmente distinto al renacentista del mito se puede observar la complicación y exageración de los modelos renacentistas, y el etilo retorcido predominante durante el siglo XVI.

La toma de los mitos recogidos en las metamorfosis ha tenido su continuidad durante toda la historia de la literatura si bien es durante estos dos periodos en los que su influencia es mayor.

Ovidio

"Acteón, en griego Aktaion. Es un personaje de la mitología griega y latina, hijo de Aristeo y nieto de Cadmo, fue educado por Quirón. Un día en una de sus cacerías sorprendió a Artemisa dándose un baño y esta lo castigó por haberla visto desnuda convirtiéndolo en ciervo. Al convertirlo en ciervo este cazador fue devorado por sus propios perros.

"Ager publicus: tierras confiscadas en las ciudades conquistadas, durante la república.

"Aquiles: Héroe griego cuya ira fue narrada por Homero en la Iliada y que participó en la guerra de Troya donde mató al más valiente troyano Héctor, hijo de Príamo y esposo de Andrómaca, como venganza por haber matado éste a su amigo Patroclo.

"Apolo, hijo de Zeus y Leto y hermano gemelo de Artemisa. Es el dios de la luz o el sol, la medicina, la justicia, la música, del vaticinio, etc. Fue un importante dios olímpico representado como un dios muy hermoso.

"Batalla de Accio: Batalla mediante la cual, Octavio vence a Marco Antonio.

"Calímaco: (siglo III a.C.), poeta y gramático griego, y director de la famosa biblioteca de Alejandría. A través de sus enseñanzas y escritos Calímaco ejerció una gran influencia en los estudiosos y poetas de su época. Se afirma que escribió más de 800 libros.

"Calimaqueo, viene de Calímaco

"Carpe diem: vive el día, palabras finales de un poema de Horacio recuperadas como tópico durante el renacimiento.

"Catulo, Cayo Valerio Catulo (c. 87-c. 54 a.C.), poeta romano, muchas veces considerado el mejor escritor latino de poesía lírica. Entre las obras más famosas de Catulo están sus llamados poemas a Lesbia, que expresan profunda pasión, devoción, desprecio y odio

"Cursus honorum, las Magistraturas romanas constituyen una secuencia que se denominaba Cursus Honorum, o "carrera de los honores", es decir cada uno de ellas forman los escalones de una carrera honorífica.

"Dafne, cuyo nombre significa laurel en griego, es una ninfa amada por Apolo. Perseguida por Apolo huyó hasta que, a punto de ser alcanzada, suplicó a su padre, Peneo, que la transformase. Fue convertida en laurel, la planta predilecta del dios.

"Getas: nativos de la isla de Tomis, junto al mar Negro, donde fue desterrado Ovidio.

"Horacio (65 a.C.-8 a.C.), poeta lírico y satírico romano, autor de obras maestras de la edad de oro de la literatura latina.

"Quirón: Centauro hijo de Saturno, quién para engendrarle se transformo en caballo, y de Filira, ninfa del Tilo cuya flor estuvo muy en uso en la primitiva medicina helénica.

"Locus amoenus: lugar ameno, tópico clásico cuyo origen se remonta a Virgilio.

"Mimo: Es una forma de teatro romano con un carácter desvergonzado de sátira fiera contra todo y contra todos en el que actúan actores y actrices , “mimo” y “mima”, sin máscaras ni vestido especial.

"Optimates: Eran los representantes de la oligarquía que lucharon contra el pueblo (populares) en el período de transición de la República al Imperio.

"Propercio (c. 47-c. 15 a.C.), poeta romano, nacido en Asís. Tras estudiar leyes en Roma se dedicó a escribir elegías, principalmente de amor sensual. La fuente de su inspiración fue su amante Hostia, a la que él llamaba Cintia.

"Virgilio (70-19 a.C.), poeta romano, autor de la Eneida, obra maestra de la literatura latina. La influencia de Virgilio en escritores europeos de épocas posteriores fue enorme.


Martín de Riquer y José María Valverde. Historia de la Literatura universal. Barcelona. Editorial Planeta. 1984. Volumen I (La Literatura antigua en griego y en latín).

Büchner, Karl. Historia de la Literatura Latina. Editorial Labor.

Nueva Enciclopedia Larousse. Barcelona. Editorial Planeta. 1981. Tomo XIV

Ovidio. Metamorfosis. Felipe Payro Carrió y Francesc Ll. Cardona. Editorial Cultura.

Ovidio. Arte de amar.Federico C. Sainz de Robles. Editorial Iberia S. A.

Pierre Grimal. Diccionario mitológico Griego y Latino.

Josefa Sanchis Yacer y Pelegrí Sancho Cremades. Latín I. Mc Graw Hill.

Carlos Arroyo, Perla Berlato y Mabel Mendoza. Lengua Castellana y Literatura. 1º Bach. Oxford Educación

El país semanal. Número 1279. Artículo: Así era el mundo en el año 1.

Enciclopedia Microsoft Encarta 98 y 2000

Internet (www.monografías.com, www.tesalia.com, www.usal.es, www.cayomecenas.com)


MÚSICA CLÁSICA

Gluck escribió operas como Orfeo y Eurídice, Eco y Narciso, Alceste (1767) y Paris y Elena (1770), Ifigenia en Áulide (libreto de Ruullet, 1774) y Armide (1777).

Lully, Lean Baptiste: Entre sus obras cabe citar Perseo (1682), Amadís de Gaula (1684) y Acis y Galatea (1686). Lully falleció el 22 de marzo de 1687 en París. La importancia de Jully reside en las mejoras que impuso. En la ópera francesa abandonó el recitativo de Eco

Fernando Sor: En 1797 estrenó su primera ópera, Telémaco en la isla de Calipso

Stravinski: Algunas obras de este periodo son la ópera-oratorio Edipo rey (1927) con un texto en latín, inspirado en Sófocles, y el melodrama Perséfone (1934), para recitantes, cantantes y orquesta, inspirado en el mito griego, así como el ballet Apolo Musageta (1928, titulada posteriormente Apolo) entre otras obras escritas para el coreógrafo ruso George Balanchine.

Saint-Saëns, Camille: Entre sus obras destacan también los poemas sinfónicos La rueca de Omfalia (1871), Faetón (1873), La juventud de Hércules (1873)

Blow, Jonh: Su única obra dramática, la ópera Venus y Adonis, es una pieza de considerable calidad.

Barber, Samuel: Medea (ballet)

Cherubini, Luigi: Medea (ópera)

Xenakis: Oresteia ¿oritia?(1966), Medea (1967) y Persépolis Perséfone??(1971)

Krenek: la ópera Orpheus y Euridice

Birtwistle, Harrison su fascinación por el drama de la antigua Grecia, sobre todo el mito de Orfeo, se manifiesta en obras de cámara como Entr'actes and Sappho Fragments (1964) y Nenia: The Death of Orpheus (1970), así como en la grandiosa ópera The Mask of Orpheus (1973-1984).

Monteverdi Claudio: La partitura de Orfeo contiene 14 partes orquestales independientes. El público aplaudió esta ópera con gran entusiasmo y su siguiente ópera Arianna (1608), cuya música se ha perdido, excepto el famoso 'Lamento de Ariadna', consolidó la fama de Monteverdi como compositor de óperas.

Offenbach, Jacques: Las obras de Offenbach más interpretadas hoy son Orfeo en los infiernos (1858) con su famoso cancán, La Périchole (1868) y su ópera lírica Los cuentos de Hoffmann

Loewe, Frederick My Fair Lady sobre el Pigmalion (de George Bernard Shaw, 1956)

Purcell: Dido y Eneas (ópera)

El Ars amandi desarrolla una múltidud de verdades que han podido penetrar en el arte de la vida de tiempos posteriores- la obra de Gracián.

La psicología del Ars amandi que concibe por primera vez en la literatura europea el tipo del “Don Juan”.

Ovidio

- El mito de Acteón está en el libro III, Segundo apartado de las Metamorfosis.

MÚSICA CLÁSICA

Gluck escribió operas como Orfeo y Eurídice, Eco y Narciso, Alceste (1767) y Paris y Elena (1770), Ifigenia en Áulide (libreto de Ruullet, 1774) y Armide (1777).

Lully, Lean Baptiste: Entre sus obras cabe citar Perseo (1682), Amadís de Gaula (1684) y Acis y Galatea (1686). Lully falleció el 22 de marzo de 1687 en París. La importancia de Jully reside en las mejoras que impuso. En la ópera francesa abandonó el recitativo de Eco

Fernando Sor: En 1797 estrenó su primera ópera, Telémaco en la isla de Calipso

Stravinski: Algunas obras de este periodo son la ópera-oratorio Edipo rey (1927) con un texto en latín, inspirado en Sófocles, y el melodrama Perséfone (1934), para recitantes, cantantes y orquesta, inspirado en el mito griego, así como el ballet Apolo Musageta (1928, titulada posteriormente Apolo) entre otras obras escritas para el coreógrafo ruso George Balanchine.

Saint-Saëns, Camille: Entre sus obras destacan también los poemas sinfónicos La rueca de Omfalia (1871), Faetón (1873), La juventud de Hércules (1873)

Blow, Jonh: Su única obra dramática, la ópera Venus y Adonis, es una pieza de considerable calidad.

Barber, Samuel: Medea (ballet)

Cherubini, Luigi: Medea (ópera)

Xenakis: Oresteia ¿oritia?(1966), Medea (1967) y Persépolis Perséfone??(1971)

Krenek: la ópera Orpheus y Euridice

Birtwistle, Harrison su fascinación por el drama de la antigua Grecia, sobre todo el mito de Orfeo, se manifiesta en obras de cámara como Entr'actes and Sappho Fragments (1964) y Nenia: The Death of Orpheus (1970), así como en la grandiosa ópera The Mask of Orpheus (1973-1984).

Monteverdi Claudio: La partitura de Orfeo contiene 14 partes orquestales independientes. El público aplaudió esta ópera con gran entusiasmo y su siguiente ópera Arianna (1608), cuya música se ha perdido, excepto el famoso 'Lamento de Ariadna', consolidó la fama de Monteverdi como compositor de óperas.

Offenbach, Jacques: Las obras de Offenbach más interpretadas hoy son Orfeo en los infiernos (1858) con su famoso cancán, La Périchole (1868) y su ópera lírica Los cuentos de Hoffmann

Loewe, Frederick My Fair Lady sobre el Pigmalion (de George Bernard Shaw, 1956)

Purcell: Dido y Eneas (ópera)

Ya avanzada la República, las Magistraturas romanas constituyen una secuencia que se denominaba Cursus Honorum, es decir cada uno de ellas conforman los escalones de una carrera honorífica. La Magistratura estaba compuesta por: el consulado, la pretura, el Tribunado de la plebe, la cuestura, la edilidad y la censura

El cumplimiento de la "carrera de honores" implicaba como su nombre lo indica, un desempeño sin cobrar sueldo. En algunos casos debían gastar para ejercer los cargos a los que se postulaban. Concedidas por elección y permitiendo ejercer una parte más o menos amplia del poder del Estado, todas las magistraturas son "honores". Pero estos honores son desiguales en dignidad y la ambición empuja a intentar alcanzar los más altos, que cuentan con un menor número de titulares. Por eso, una de las medidas más eficaces tomadas por Sila contra el tribunado fue la de cerrar a quien lo había ejercido el acceso a las otras magistraturas. Al menos tácitamente, más de un Estado y de un régimen han aplicado y aplican todavía la noción del escalonamiento necesario de las funciones públicas, por razón de que la experiencia adquirida en los escalones más bajos puede ser útil en los más altos. En Roma acabó tomando la forma especialmente rigurosa del cursus honorum, o "carrera de los honores", reglamentada con minuciosidad. Durante la segunda guerra púnica, unas circunstancias excepcionales permitieron a Escipión obtener muy joven una posición sin par. Con bastante rapidez, se descubrieron los principios de base: 1- el retroceso, por la obligación previa de consagrar muchos años al servicio del Estado, en particular en el ejército. 2- la cuestura, considerada como punto de partida del cursus.3-obligación de pasar por otras magistraturas, en un orden determinado. Pero, admitidos estos tres principios, hubo vacilaciones y los modernos están lejos de ver claro en las variaciones de detalle. En la práctica parece que se pusieron en el mismo plano, entre la cuestora y la pretura, a los tribunos y ediles. En el siglo II la cuestora podía ser ejercitada a los veintisiete años y el consulado a los treinta y seis, en el primero esas edades respectivas pasaron a veintinueve y a cuarenta y dos años. Por el juego combinado de la ley y de la costumbre aludida, pero se llegó pues a una especie de pirámide en la que el número de los titulares disminuía de uno a otro grado, lo que permitía la selección. El sistema responde a ciertas tendencias innatas del espíritu romano: una necesidad de orden y de jerarquía estable. Pero el hecho de que se juzgara necesario establecerlo legalmente, que se hicieran más pesadas las obligaciones y se retrasase paulatinamente el acceso a las altas magistraturas, refleja sobre todo la decadencia de la disciplina espontánea y el temor a los destinos "excepcionales"; la clase dominante intentaba protegerse contra las carreras fulgurantes.

 

“En el amor no basta atacar; hay que tomar la plaza.” 

 Publio Ovidio

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Índice........................................................................... 1

Introducción................................................................ 2

Cronología................................................................... 3

  • El clasicismo en la era de Augusto........................... 4

Biografía..................................................................... 5

Obras........................................................................... 8

  • Amores................................................................. 8

  • Heroidas............................................................. 10

  • Arte de amar y Remedios de amor........................... 11

  • Las Metamorfosis................................................ 13

  • Poemas del exilio.................................................. 15

  • Otras Obras......................................................... 16

Repercusión de la literatura de Ovidio...................... 17

Glosario..................................................................... 20

Bibliografía............................................................... 22

Ovidio

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Hic ego qui iaceo, tenerum lusor amorum,
ingenio períi Naso poeta meo.
At tibi qui transis nec sit grave, quisquis amasti,
dicere: Nasonis molliter ossa cubent.

Aquí descanso yo, galanteador de tiernos amores
Perdido por la inteligencia, Nasón poeta mío
A ti que pasas, no seas inclemente. Si es que amaste
di: Los huesos de Nasón reposan dulcemente.

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Enviado por:Delia
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