Antropología


Noche de Muertos


La celebración del Día de Muertos, mezcla de una devoción mística
donde se conjuga lo religioso y lo pagano, el miedo y la burla.
A la muerte se le hacen canciones, la ridiculizamos
en caricaturas y "calaveras", y nos la comemos
en dulce o pan.

Noche de Muertos

Pátzcuaro, Michoacán

ORIGEN

Antes de la ocupación española de estas tierras, la región lacustre estaba habitada por un importante grupo étnico y lingüistico muy diferente a los habitantes de Mesoamérica. En lengua mexica eran llamados "Michoaques" y a la tierra por ellos poblaban "Michoacán", lugar de lagos. Al llegar los europeos, los habitantes de Michoacán fueron llamados por aquéllos, "Purépechas", nombre que se ha continuado hasta nuestros días. Tras una serie de constantes conquistas, dominaron todo el territorio michoacano y sostuvieron guerras con los vecinos, aún con los bravos Aztecas a quienes siempre lograron rechazar. Al conquistar Hernán Cortés la ciudad de México-Tenochtitlán, los señores de Michoacán decidieron rendirse en paz ante el capitán español, lo que benefició a los michoacanos, pues de ello resultó que el trato fuera diferente al que estaban recibiendo de los Aztecas. Empero, Nuño de Guzmán, presidente de la primera Audiencia, sin tomar en cuenta la actitud pacífica de los purépechas, emprendió contra ellos una guerra cruel y despiadada, despoblando los populosos lugares habitados que tenía el reino purépecha. La Segunda Audiencia envió al oidor Vasco de Quiroga, quien por la persuasión y el auxilio de los evangelizadores franciscanos, logró pacificar a los atemorizados purepéchas y más tarde, al ser nombrado obispo, el primero de esta diócesis, emprendió a fondo la conquista espiritual de la región, combatiendo a la vez los frecuentes abusos de los encomenderos españoles y de otros colonizadores. De esta conquista espiritual resultó un rico sincretismo religioso, siendo una de sus muestras, la famosa ceremonia de la Noche de Muertos, en donde el concepto indígena de la muerte juega parejamente con las ideas cristianas del más allá.

DESCRIPCIÓN

El ambiente de Janitzio y de los demás poblados en la víspera del día de muertos es de gran fiesta, hasta que empieza el lúgubre tañer de las campanas, al conjuro mágico de los sonoros bronces, las almas de ultratumba se presentan y los vivos se congregan ante los despojos mortales de los desaparecidos. Negras siluetas van apareciendo por doquier. Llenas de amor, van llegando almas piadosas con las ofrendas, cortan flores, llevan dulces, consagran alimentos como: panes, dulces, frutos, etc. Con ellas se erigen un altar sobre la tumba y se sientan resignadas y llorosas a contemplar las llamas de los cirios y hacer oraciones por los muertos. A intervalos se arrodillan ante la cruz que indefectiblemente preside el rito, y quedan pensativos como evocando a los difuntos añorando su presencia. Janitzio es una de las bellas islas del lago de Pátzcuaro, impresiona por la forma y belleza de sus construcciones donde sobresalen las blancas paredes con techos de teja roja, diseminadas en forma disímbola por la Isla. Tiene además, un nombre y celebridad debidamente conquistado por la celebración de "Noche de Muertos", el día 1 al 2 de noviembre, aunque las celebraciones son las mismas en toda la región lacustre, se le han otorgado a esta Isla por antonomasia. Y refieren que en esta noche, surge la sombra de Mintzita corazón, hija del Rey Tzintzicha, y la de Itzihuapa, hijo de Taré y Príncipe heredero de Janitzio. Locamente enamorados, no pudieron desposarse por la inesperada llegada de los conquistadores. Preso ya el Rey padre de Mintzita, por Nuño de Guzmán quiso la princesa rescatarlo ofreciéndole el tesoro fabuloso que se encontraba bajo las aguas, entre Janitzio y Pacanda. Y cuando el esforzado Itzihuapa se apresaba a extraerlo, se vio atrapado por veinte sombras de los remeros que lo escondieron bajo las aguas y que fueron sumergidos con él. Itzahuapa quedó convertido en el vigésimo primer guardián de tan fantástica riqueza. pero en la noche del día de muertos despiertan todos los guardianes del tesoro, al lúgubre tañer de los bronces de Janitzio, y suben la empinada cuesta de la isla. Los dos Príncipes, Mintzita e Itzihuapa se dirigen al panteón para recibir la ofrenda de los vivos a las luces plateadas de la luna, los dos espectros se musitan palabras cariñosas y, a las llamas inciertas de los cirios, se ocultan de las miradas indiscretas. En Janitzio las flores son inspiración y gozo que se cantan en las pirekuas como Tzitziki Canela (Flor de Canela). Tzitziki Changunga (flor de Changunga), son cantos en los que se compara a la mujer con las flores por su delicadeza, finura y exquisitez. Nadie interrumpe sus coloquios amorosos! Mientras tanto las estrellas fulguran interesantemente en las aventuras, las campanas tocan desesperadamente y el lago gime como una alma en pena... en sus intrincadas calles asoman balcones y soportes de viejas maderas, sobre las que cuelgan redes. Aproximadamente a la mitad de su ascenso, se encuentra su iglesia pintoresca como todo en el pueblo, en cuya parte posterior se encuentra el cementerio en donde se realiza la singular e impresionante ANIMECHA KEJTZITAKUA, toda la vida de la Isla vibra en torno a esa ceremonia; en ella hay un ambiente de tristeza y de alegría discreta. Hacia las 12 de la noche del 1o. de noviembre la mujeres y los niños se desplazan con solemnidad, localizan los lugares de reposo de sus seres queridos, ponen hermosas servilletas bordadas sobre las tumbas y depositan ahí los manjares que en vida fueron del agrado de sus distintos difuntos, colocan ofrendas florales enmarcadas por las luces de numerosas velas, y así transcurre la noche entre alabanzas, rezos y cantos de las mujeres y niños, mientras los hombres de lejos, en las afueras del cementerio, observan atentos todo lo que sucede en el interior del panteón. Una campana colocada en el arco de la entrada del panteón, suena discretamente toda la noche, llamando a las ánimas a que se presenten a la gran ceremonia. En toda la Isla hacen eco los cantos purépechas de dulce y musical cadencia que imploran el descanso de las almas de los ausentes y la felicidad de los que quedan en la tierra. Participar en esta fiesta es cumplir con un deber sagrado para los muertos, que hacen honor a quienes lo practican.

Se recomienda la visita a las ofrendas que se colocan en los panteones, se lleva a cabo un concierto en la Basílica de Nuestra Señora de la Salud de Pátzcuaro y se recomienda asistir a la obra de Teatro Don Juan Tenorio que se realiza en la capilla abierta del Exconvento Franciscano de Tzintzuntzán.

No lleve ni consuma bebidas alcohólicas en los lugares de la celebración ya que esto demerita las ceremonia; para evitar esto existe la vigilancia necesaria. El clima de lo zona es frío, lleve ropa adecuada. Asista a los lugares de la ceremonia después de las 24 horas. Es mejor el espectáculo. Respete los señalamientos de tránsito para el control de vehículos en la zona. Para trasladarse a las islas no viaje en lanchas con sobrecupo Consuma alimentos en lugares que ofrezcan calidad turística e higiene para evitar riesgos de salud. Para información turística adecuada acuda a las casetas de información instaladas. No tire basura ni desperdicios al lago, en panteones o en poblaciones, procurando hacerlo en los depósitos para este fin. Para emergencias existen puestos de rescate estratégicamente colocados.

El lago de Pátzcuaro y su isla Janitzio se ubican a 60 kilómetros de Morelia, capital de estado de Michoacán, que se comunica por dos carreteras una que parte de la federal 15 en Quiroga y otra, moderna de cuatro carriles, por Tiripetío. Morelia se localiza a tres horas del Distrito Federal por la carretera corta de cuatro carriles Atlacomulco-Maravatío-Morelia, se conecta con el centro y las fronteras del país por una vasta red de carreteras que también la unen a los estados de México, Querétaro, Guanajuato y Jalisco. Está integrada a la red de los ferrocarriles. Se comunica por la vía aérea con las ciudades de México, Uruapan, Lázaro Cárdenas, Acapulco, Zihuatanejo, Guadalajara, Monterrey y Tijuana.

RELIGION

SOBRE EL DIA DE MUERTOS

El primero de noviembre es fiesta de todos los santos, es decir de todos los bienaventurados que ya están en el cielo gozando de Dios; como son los ángeles, la Virgen María, los Apóstoles, los niños bautizados y todos los demás santos que vivieron una vida ejemplar.

Las ofrendas del dos de noviembre, que año con año se celebran, última mente les han llamado "El Culto a los Muertos". Esto es de tradición netamente popular. Esta tradición es variable según la costumbre de cada región, estado o nación, pero todos tienen un común denominador que es recordar a los muertos que fueron familiares o amigos. Les ponen comida: como panes, frutas y hasta bebidas alcohólicas y cigarros, según que hayan gustado de estos vicios. Lo bueno de este recuerdo es que puedan sobrenaturalizarlos; es decir, ofrendar con sentido de oración por el eterno descanso de sus almas que es desde luego lo más razonable y aceptable, menos lo que significan vicios.

Litúrgicamente hablando, o sean según las normas de la Iglesia Católica, el dos de noviembre, es un día señalado por la misma Iglesia para pedir de una manera especial por nuestros difuntos que murieron perdonados en cuanto a la culpa, pero no en cuanto a la pena, con la cual Dios las purifica completamente para que puedan entrar en el cielo; pues sabemos que al cielo nada manchado puede entrar.

La Iglesia Católica como administradora de los méritos infinitos de la pascua de Cristo y de los méritos de todos los santos, hace derroche, de esos tesoros espirituales por medio de indulgencias parciales y plenarias según que se cumplan con ciertos actos piadosos, como requisitos que manda la Iglesia Católica para ganarlas.

Pero lo más fuerte para ayudar a las almas de nuestros difuntos a purgar sus penas, es la Santa Misa aplicable por ellas, pues siempre lleva consigo una indulgencia plenaria.

Acapulco, Gro. Noviembre de 1996


El Día de los Muertos se celebra en México el 2 de noviembre. En este día, las familias mexicanas van a los panteones, visitan las tumbas de sus familiares, las limpian y tal vez pintan las lapidas, ponen flores, especialmente flores de muerto (zempasuchil) y encienden velas.

También en sus casas, las familias mexicanas hacen altares especiales, dedicados a sus familiares muertos. Los altares pueden ser desde muy sencillos a muy elaborados, usualmente llenos de objetos que daban placer a la persona muerta en vida, incluyendo la comida y bebida favorita. Los altares dedicados a las animas de los niños muertos incluyen juguetes, dulces y otras golosinas.

Los altares o "ofrendas" también contiene objetos de figuras de azúcar o "alfenique." Estas objetos pueden ser animalitos como borregos, platos de comida en miniatura (enchiladas de mole), ataúdes, a veces con calacas, y por supuesto, calaveras.
Estas calaveras se hacen con una mezcla de agua hervida, azúcar glasé y limón, vaciado en unos moldes de barro, remojados en agua. Se decoran las calaveras con papel metálico para los ojos y un tipo de betún colorado para el cabello. Se puede escribir nombres en las calaveras, y los niños mexicanos, muchas veces, intercambian estas calaveras con sus amigos.

También hay papel picado en las ofrendas. Esta arte de papel picado en México es una tradición muy antigua. El pueblito de San Salvador Huixcolotla, estado de Puebla, tiene fama por su arte fina de papel picado. Aunque el papel picado se usa como decoración en muchas fiestas mexicanas como bodas y bautizos, también este tipo de decoración con temas del Día de los Muertos es muy popular.

Un libro excelente del Día de los Muertos en México es: The Skeleton at the Feast por Elizabeth Carmichael y Chloe Sayer. Universidad de Tejas, 1991.



LA ICONOGRAFÍA DE la muerte, en casi todas las culturas, está representada por un esqueleto humano. En México aparece así en todas las expresiones artísticas desde la época prehispánica hasta nuestros días. La muerte es un personaje presente en el arte mexicano con una riquísima variedad representativa: diosa, protagonista de cuentos y leyendas o personaje crítico de nuestra sociedad.

El culto a los muertos a través de la historia del hombre ha sido muy importante, pero en México ha desarrollado ciertas características especiales; me refiero a ese sentido solemne, festivo, jocoso y religioso que damos a esta festividad, el dos de noviembre, día de muertos, día de los fieles difuntos: ¿fieles a qué? ¿a la muerte? El día de Todos los Santos es una fiesta singular.


CULTO Y CULTIVO DE LA MUERTE

El sentido de la palabra magia, como lo utilizamos aquí, se refiere a los fenómenos que no tienen una explicación científica: facultad de sanar, presagios de desgracias y acontecimientos felices, visión de lo que va a acontecer, ritos y ceremonias de prevención de fuerzas misteriosas que pueblan el universo que nos rodea, cosas del área fuera de lo que la razón, la ciencia y la lógica de los seres humanos puede captar. Podemos decir que es un sistema de poder simbólico religioso que controla la relación entre la sociedad humana y el universo.

En México, la magia es el préstamo de fuerzas de otro mundo (dioses y demonios) para intervenir en el mundo de la experiencia humana, en un momento preciso. Esto para el intelecto contemporáneo está fuera de los límites del conocimiento racional; por tanto, aun cuando no se cree en ello, es considerado como poder sobrenatural maligno. En el fondo, cada religión contiene un sentido mágico, el cual desempeña un papel muy importante para su supervivencia.

En México, como en otros países, el desarrollo de la sociedad es similar: de pueblo nómada pasa a sedentario y en su largo proceso de evolución va creando mitos; éstos a su vez se convierten en doctrina y finalmente en verdades (como artículos de fe). Entre estos mitos y verdades, tenemos leyes que inventan los hombres y designios inmutables de la naturaleza, entre los que debemos destacar "la Muerte considerada como una de las más preciosas leyes de la naturaleza". Según un escritor mexicano: "vivir es madurar para la muerte". Uno de nuestros libros sagrados, El Popol Vuh, señala que, tan pronto como hubo hombres, existió la muerte.

En la época prehispánica, el destino del hombre era la muerte (hoy en día lo sabemos). Teotl es el cosmos. El cosmos es materia y energía. El hombre está compuesto de materia y energía.

El sol es fuente de energía; el hombre cuando muere se integra a la tierra y su energía alimenta al sol. Cuando alguien moría, decían los dolientes: "no llores por él (o por ella), porque él se fue a continuar su carrera cósmica"; si el hombre es parte del cosmos, aquél debe vivir en armonía con éste.

Contrariamente a lo que se cree, que en la época prehispánica el hombre era austero, las innumerables festividades demuestran que su vida transcurría entre una serie de ceremonias festivas, equilibradas con el trabajo y en la contemplación de la naturaleza. Podemos ver esto claramente en el calendario. Si el hombre nace y muere, es lógico que --para una cultura observadora de todos los fenómenos de la naturaleza-- llamara la atención tan importante fenómeno y provocara una mitología, ritos y ceremonias para celebrarlo, pues morir es tan importante como nacer. Vemos, entonces, cómo una de las representaciones de los 20 signos del calendario está dedicada a la muerte. Dos meses de ofrenda a los muertos.

Asomémonos a la escultura prehispánica, en su desnudez emocional, en su potente y misteriosa fuerza, obra integral de una realización espiritual de un arte social y religioso, papel característico e insuperado. Como dice Miguel Covarrubias, es realista y abstracta a la vez. La muerte es una protagonista obsesionante, espectro que vivifica y estimula: Coatlicue, máxima expresión escultórica del mundo precolombino; Diosa de la vida y de la muerte, plena de rara belleza como un monstruo de un país febril e ideal, avasallado de temores religiosos y delicias terrenales.

La calavera de cristal de roca es morfología esotérica donde la dualidad de la belleza abstracta y concreta refleja mil colores de una existencia viva y las sombra de la muerte, ejemplo insuperable de la más extraordinaria técnica de los escultores mexicas. Hablamos de la escultura azteca, no porque no haya otras expresiones en las otras culturas de nuestro país. Se habla de ésta porque es considerada como una síntesis de todas las demás culturas.

Con la conquista de México, los europeos trataron de imponer su cultura; sin embargo, la fuerza de la cultura local integró las nuevas formas de ver la vida. La fusión de estas dos culturas, la violenta indiferencia prehispánica y la visión trascendente cristiana produjeron en el México moderno la peculiar actitud íntima, festiva y obsesiva hacia la muerte.


LA MUERTE EN LA COLONIA

En la Nueva España, las costumbres funerarias hispánicas se adoptaron desde recién terminada la Conquista. Una de las primeras ceremonias fastuosas que se llevó a cabo fue el famoso Túmulo Imperial que con motivo de la muerte de Carlos V se erigió en la iglesia de San José de los Naturales. Francisco Cervantes de Salazar describió el Túmulo en todo detalle y Antonio Espinoza editó el texto en 1560. El catafalco fue levantado para celebrar las exequias de Carlos V y se celebró una misa de difuntos a la que asistieron personalidades de la época.

Un grabado anónimo del siglo XVII nos muestra el túmulo de las exequias de Felipe IV, erigido en la catedral de la Ciudad de México en 1666. Con objeto de tener una idea de este espléndido ejemplo del arte barroco, podemos remitirnos a la obra sobre la Catedral Metropolitana de México, de Manuel Toussaint. El zócalo del túmulo tenía ocho pies de altura, cuarenta y cinco por lado. En sus cuatro costados, se abrían escaleras de doce grados y en las caras del zócalo, repartidos 16 lienzos de pintura con diversos emblemas relativos al rey y sus virtudes. Sobre los cuatro resaltos que formaban el basamento, se alzaban cuatro columnas colocadas diagonalmente, de manera que el segundo cuerpo presentaba un plano en forma de cruz. Entre las columnas, lucían estatuas, doce en total, tres en cada ángulo y en el centro. El túmulo descansaba sobre águilas posadas en nopales, en cuya parte inferior se veía la laguna.

Se conocen descripciones de túmulos erigidos en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, para las exequias de personajes distinguidos. Estos monumentos eran construidos por los más famosos arquitectos o pintores, como fue el caso de Miguel Cabrera en el siglo XVIII. Sabemos que este pintor oaxaqueño participó en varios de los más famosos altares fúnebres. De los túmulos que han llegado hasta nuestros días tenemos el que se encuentra en el Museo del Carmen en Toluca (México), uno de la colección del Centro Cultural Banamex y dos recientemente descubiertos en las bodegas de la iglesia de Santa Prisca en Taxco (Guerrero). Esto muestra que, no obstante su duración efímera, su importancia, riqueza y significados político y religioso eran enormes.

Una costumbre popular fue la de mandar hacer un retrato de la persona muerta. De dichos cuadros queda una gran cantidad desde el siglo XVII. El teatro era uno de los atractivos principales con que contaba nuestra ciudad en la época virreinal. He aquí una pieza teatral impresa por Juan Fernández de Escobar, hacia 1541, la comedia de San Francisco de Borja:

"¿De qué sirve que creáis
la pompa que el mundo admira,
si tan fácilmente expira
el trono y la majestad?
sólo la muerte es verdad
que lo demás es mentira"

Sería largo enumerar la cantidad de piezas teatrales durante la Colonia en las que se habla de nuestra amiga, la muerte.


LAS CALAVERAS, DEL DICHO AL HECHO

Con La Portentosa Vida de la Muerte, de Fray Joaquín Bolaños, ilustrada con 18 grabados y publicada por primera vez en 1792, se inicia lo que en el siglo XIX serán las famosas calaveras, una de las expresiones más auténticamente mexicanas. Esta novela es también uno de los aportes más interesantes de México a los primeros intentos de creación de una novelística hispanoamericana. Abre las puertas al tema de la muerte, cuya culminación será la novela cumbre de la literatura mexicana: Pedro Páramo, de Juan Rulfo. En ésta, la muerte es la protagonista, pues son los difuntos los que nos narran su propia historia. Podemos decir que la tierra de los muertos es el reino de Juan Rulfo. Leerlo es como recordar nuestra propia muerte. Gracias al novelista, hemos estado en nuestra muerte, que así pasa a formar parte de nuestra memoria.

Si en el teatro y la novela se han escrito obras maestras alrededor de la muerte, en la poesía el tema alcanza su apogeo desde la época prehispánica. No hay poeta mexicano que no se ocupe de ella: bellos poemas como Muerte sin fin, de José Gorostiza; Nostalgia de la muerte, de Xavier Villaurrutia. Del primero son estos versos:

"Sabe la muerte a tierra
la angustia a hiel
este morirme a gotas
me sabe a miel".

En el segundo se lee bellísimo verso: "sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte". Pero si estos dos libros son sin lugar a dudas lo más representativo de lo que se ha escrito en poesía sobre la muerte, los poemínimos de Efraín Huerta son una delicia:

"Morí
confortado
con todos
los auxilios
Espirisexuales".

"Hoy amanecí
dichosamente
Herido
de
muerte
natural".

"No
me tardo
voy a dar
una vuelta
alrededor
de
mi
muerte".

Las calaveras que engloban la poesía popular y el grabado son iniciadas por Manuel Manilla y continuadas por el gran José Guadalupe Posada. Si Posada no fue el creador de esta forma de expresión, sí fue el que popularizó dicho tema. Posada lo trata con singular maestría y con gracia sin igual nos introduce en un mundo fantástico en el que sus personajes representan la comedia humana. Posada hace una sátira del mundo político y cultural, de personajes distinguidos. Por medio de dichos grabados, se describe la actuación de éstos, con una crítica mordaz, que se complementa con versos "calaveras" no exentos de humor, humor negro que es --en sí-- un reflejo de lo que sucede en la realidad. Las calaveras, tal y como las inician Manilla y Posada, llegan a nosotros con las variantes lógicas de nuestro desarrollo.

La creación de personajes en la obra de Posada se multiplica, pero de los más populares es sin lugar a dudas la Calavera Catrina, representación festiva del momento en que culmina una etapa del hombre para continuar su carrera cósmica. De la famosa Calavera Catrina se han realizado múltiples obras, empezando por Diego Rivera, quien la recreó en su bello mural Un domingo en La Alameda. Allí aparece la calavera Catrina de cuerpo entero, llevando del brazo a Posadas y de la mano a Diego Rivera niño.

La Catrina de Posada es sólo la cabeza vista de tres cuadros, con un gran sombrero adornado con dos grandes plumas, flores y encajes. La Catrina de Diego viste con traje largo de principios de siglo, con su boa de plumas transformada por el pintor en un Quetzalcóatl; del cuello le cuelgan unos "impertinentes" (anteojos). Es obvio que se trata del mismo personaje del grabador. En la actualidad, podemos apreciar "muertes catrinas" en diferentes materiales, como son: papel maché, papel de china picado, barro, madera, etc. Son pequeñas grandes obras, algunas efímeras, que se utilizan para decorar las ofrendas.

Hoy en día, la influencia de Posada es una presencia tangible en las diversas expresiones artísticas de nuestro pueblo que, como dice Carlos Pellicer, tiene dos obsesiones: la muerte y las flores. Esta metáfora, desde la época prehispánica, simboliza la belleza de la vida y lo efímero de la misma.

"Si me han de matar mañana, que me maten de una vez", dice la canción popular. El mexicano se ríe de la muerte apostando la vida. La vida y la muerte, en resumidas cuentas, son lo mismo: "Si para morir nací", artilugio indisoluble, magia que es parte de nosotros. Es la comunión cotidiana: "el muerto al hoyo y el vivo al pollo", "Cayendo el muerto, soltando el llanto"… simbología que conforma nuestro carácter, que nos hace jugar con la muerte, convertirla en comadre y comérnosla en los exquisitos panes y dulces que sólo por estos días se elaboran.


LOS DESCARNADOS EN LA ARTESANÍA

La poesía y las canciones populares hablan de los significados mexicanos de la muerte, pero la artesanía es quizá donde el tema muestra más nuestro carácter. Se ve la muerte como vocación persistente del hombre: "polvo eres y en polvo te convertirás". Pero antes: el polvo, la tierra, el lodo, el barro. La muerte de barro, barro natural, barro quemado, barro policromado es tema recurrente, nostalgia por nuestra amiga: comadre, calaca, huesuda, miquztli, death, mort. Los artistas anónimos, nuestros artesanos, dan vida al barro, al papel, a la madera, al metal, a la piedra, al dulce; convierten cualquier material en bellas obras, objetos efímeros algunos. El ingenio de nuestros artesanos se ha ido enriqueciendo a través del tiempo. Así como algunas piezas siguen cierta tradición, también van surgiendo nuevos moldes para modelar las diferentes formas que representan a la muerte, como es el caso de Ocumichu, en el estado de Michoacán, donde apenas hace unos treinta años surgió una artesanía fantástica. Por el contrario, en el estado de México y en Guerrero la tradición de esta artesanía se remonta a épocas que se pierden en el tiempo. Algunos objetos son realizados con un sentido marcadamente prehispánico, lo que viene a reafirmar nuestras tradiciones, siempre nuevas: presencia intangible de recuerdos guardados en el cofre de la memoria, herencia que conforma los actos reflejos sujetos a un riguroso encanto de flores que surgen de las manos creadoras de un pueblo, que trasciende las barreras de la imaginación en el acontecer de los tiempos para reafirmarse en un lugar, en un tiempo, en un sitio, en una región: nuestro país.

Los árboles de la muerte son barro cocido que estructura el mito de este fenómeno inexplicable. En diferentes regiones de nuestro país encontramos diversas variantes, cerámica complicada desde el punto de vista técnico, trabajo paciente, interpretación libre, concepto mágico, reflejo simbólico de nuestra realidad, relieves de colorido sutil que nos envuelven en el misterioso encanto del "país de los descarnados", el más allá, sugerencia vital de la expresión auténtica del mexicano: árboles de la vida, árboles de la muerte, melancolía de un pueblo, de un pueblo ante embates de circunstancias que lo abruman con enigmas subjetivos, panorama desolado de paisajes que contradicen al hombre.


MUERTE DE DULCE, DULCE MUERTE

Los dulces en el día de muertos son fascinantes, sobre todo para los niños. Después de este día, al quitar la ofrenda, ellos son los que aprovechan. En cada región del país, la costumbre es fabricar diversos tipos de dulces, ya sea en forma de calavera, de muertito o de ataúdes con su muertito adentro, aunque también hacen angelitos y animalitos. En la elaboración de estos dulces, se utilizan diferentes ingredientes a cual más de sofisticado, como los de Puebla: calaveras, cajitas de muertos o sepulcros, cuyo ingrediente principal es la almendra, el cacahuate o la pepita de calabaza en una mezcla de azúcar y huevo al estilo del mazapán. Las calaveritas, coronas, cruces y muertitos, de azúcar cristalizado con miel en el centro son de la ciudad de Oaxaca. Los ataúdes, carros con muertes, venados y calaveras de azúcar de pasta blanca (alfeñique) proceden del Estado de México; las calaveras de azúcar natural, calaveras de chocolate, paletas en forma de calaveras, del DF. Todos estos dulces se repiten en las diferentes regiones del país y varían ligeramente los ingredientes que se han mencionado. Lo que difiere mucho es la decoración y el colorido que se les imprimen según el estado o la región. También existen otros tipos de dulces: la cajeta de camote (puré de camote morado), calabaza en tacha (que es como cubierto de calabaza), el dulce de calabaza cocida con algunas frutas como guayaba y caña, el dulce de tejocote y guayaba. Estos dulces varían también según la región, se les puede agregar canela, clavo o anís para darles determinado sabor.

Las ofrendas son altares que se ponen el día último de octubre y se levantan el tres de noviembre. El día primero de noviembre está dedicado a los niños que murieron, a los "angelitos". El día dos se dedica a los muertos adultos: este día regresan los que se fueron y hay que preparar lo que más les gustaba: que una vez al año se harten los muertitos, aunque el resto del año no tengan que comer.


ALTAR DE DIFUNTOS

En la mayor parte del país, estos altares tradicionalmente se ponen en casas particulares en recuerdo de personas fallecidas; en algunos pueblos, en la iglesia se pone una gran ofrenda en la que participan todos los habitantes del lugar. Esta ofrenda es para los difuntitos que no tienen deudos. En la ciudad, en algunas instituciones se ponen ofrendas en homenaje a algún personaje.

Las ofrendas varían según la región, pero en general son similares; solamente se les agrega o se distinguen por la artesanía de cada estado. Las cosas más comunes en todas las ofrendas son: un cuadro de las ánimas del purgatorio, una estampa del santo de la devoción del difuntito, un retrato del o los muertitos que se recuerdan, velas y veladoras, una por cada muertito, además de una vela extra y que pone aparte para el Ánima Sola. El tamaño de la ofrenda varía de acuerdo al lugar y la capacidad económica de las personas.

El altar consiste en una gran mesa con varios niveles arriba, en forma escalonada o en forma de pirámide, todo cubierto con manteles blancos; el altar después se adorna con papel de china de colores (papel picado). La composición casi siempre es simétrica y consta de floreros con flores de cempaxúchil (flor de los muertos) o flores de la región.

El pan no puede faltar en una ofrenda y en cada estado de la república fabrican exquisitos panes, que las más de las veces son en forma de muertitos, coronas y algunas figuras de animales de cada comarca.

Este breve panorama es eso, una pequeña visión de ese extraño y familiar fenómeno. Aunque superficialmente, he tratado de encontrar lo más significativo de esta bella tradición.


PD. No se puede negociar con la muerte, pero sí se puede hacer negocio con ella.






Descargar
Enviado por:A. González
Idioma: castellano
País: México

Te va a interesar