Historia


Nacionalismo balcánico y religión


DIOS

Y

SU

COMUNIDAD.

Algo que ocurrió en los Balcanes.

ÍNDICE.

Capítulo I. De los antepasados.

- En contra de Walker Connor... (parte I); etnonacionalismo o inventonacionalismo.

- Entre el Imperio Otomano, Austria - Hungría, Rusia,....

Capítulo II. De cómo nace el Estado - nación a partir del nacionalismo.

( “Todos para uno... ” ),

- En contra de Walker Connor... (parte II); la toma de “consciente conciencia”.

- Unificación.

Capítulo III. De cómo los nacionalismos destruyen el Estado - Nación.

( “ .... ¿uno contra todos?” ).

- En contra de Walker Connor... (parte III); “lealtad patriótica” vs “lealtad nacional”.

- Independencia.

Capítulo IV. Dios y su comunidad.

- Qué ha sido y qué es el nacionalismo; reflexión primera sobre “los muros”.

- Reflexión obligada sobre “los muros”.

< Supongamos que un día, después de una guerra nuclear, un historiador intergaláctico aterriza en un planeta muerto con el propósito de investigar la lejana y pequeña catástrofe que han registrado los sensores de su galaxia. El historiador o la historiadora - ... - consulta las bibliotecas y los archivos terrestres que se han conservado, toda vez que la tecnología del armamento nuclear avanzado se ha pensado para destruir a las personas en lugar de las propiedades.

Nuestro observador, después de estudiar un poco, sacará la conclusión de que los dos últimos siglos de la historia humana del planeta Tierra son incomprensibles si no se entiende un poco el término “nación” y el vocabulario que de él se deriva. >

E. J. Hobsbawm.

El objeto de este trabajo no es el de dar una definición de los términos nación y nacionalismo (cuestión harto compleja, por otro lado), aunque debamos mostrar el entendimiento de los mismos, como Eric J. Hobsbawm señalaba en la introducción a su obra Naciones y Nacionalismo desde 1780 en la que explica - sobradamente - la imposibilidad de definirlos de forma concreta (texto que ha influido, sustancialmente, sobre las tesis mantenidas en este trabajo). Y, no sólo se refiere a la cuestión semántica de los términos, sino también al hecho práctico de éstos: la relevancia de la Nación y de los nacionalismos en la Historia Contemporánea Universal y, sólo en ella.

Empero, aun habiendo fijado la importancia de lo que “Nación es y se deriva” en dos siglos atrás, se encontrarán infinidad de acepciones en este período de tiempo. Éste es un gran problema que debemos intentar que quede solventado desde el principio; vamos a entender "nacionalismo" como el movimiento cuya única aspiración es constituir como Nación a un grupo humano (tiene pretensiones de poder); y, la Nación, como el grupo humano que, tras una toma de conciencia y, durante el tiempo en que ésta se produzca, se diferencia del resto de grupos humanos (esa toma de conciencia comienza a darse luego de haberse constituido el Estado Moderno).

En el desarrollo de las ideas va a predominar un carácter generalista (porque se entiende que las generalidades son las que expresan la realidad) y, se intentará que no sea reduccionista, ofreciendo - en algunos casos- "la complejidad" * ("viendo que hay una realidad parcial inalcanzable").

Por ello, el objeto del trabajo debe enmarcarse en cada momento histórico, para ofrecernos la oportunidad de desarrollar una hipótesis de futuro.

Además, la cuestión a tratar no es la Nación en sí, es, sin embargo, “el por qué” y “el cómo” el nacionalismo la origina y la destruye.

Helo aquí nuestro fin: demostrar que cada nacionalismo que formó su comunidad es el “Padre” de los nacionalismos que, en la actualidad, destruyen la suya, y que el único método de aquel era el mismo de éstos: crear un sentimiento de unidad en una sociedad donde no existe tal unificación cultural o que la/as que hay no es/son la/as que se preconiza/n, bien sea a través de la lengua, la religión y el folklore o éstas -y algunas más- al mismo tiempo.

Por ejemplo, sabemos que “democracia” significa que el poder reside en “el pueblo” o, mejor dicho, que los ciudadanos van a elegir a un grupo de individuos, los cuales, previamente, han unificado una serie de principios o han adoptado una ideología que les permita una línea específica de gobierno cuya finalidad derive en el “bien común” (como “causa final” del Estado), ya sea por principio o por interés propio. Podríamos decir que cada cual vota a quien encuentra más próximo a sus ideales de gobierno (fuera de los factores que influyan a la hora de emitir su voto), conociendo o ignorando teoría política porque ello no implica que no pueda comparar con otras etapas históricas. Éstas se han podido vivir o se han ido aprendiendo en la formación educacional (ya sea de forma institucionalizada o no). Si se han vivido, no cabe duda que el individuo hará una analogía “correcta” que le lleve a tomar una decisión sobre su voto tan respetable como cualquier otra. Sin embargo, también puede ser que, por alguna razón, el sujeto

* Morin, E., Introducción al pensamiento complejo.

se interese por la base ideológica e histórica que subyace en el programa de un /unos partido/s o que haya quedado imbuido por el mensaje electoral (resumen de esa base) de alguno de éstos.

Y, es ahora, cuando nos topamos con el problema de los nacionalismos que, no es el de crear un sentimiento de unidad donde no lo hay (todo tipo de política intenta agrupar - aunque, éste, lo haga de forma directamente excluyente-), sino el de mostrar en su mensaje una serie de características de una parte de la historia que o bien no han existido o bien se han transformado.

De esta manera, no queda otra opción que la de enfocar la crítica hacia la “política de atracción o de captación” (electoralismo en democracia), en la que subyace una mentira - o una falta de verdad- antropológica con la que es relativamente fácil captar la atención del individuo y, hacia los efectos de ésta, es decir, a ese particularismo que genera tensiones entre los grupos humanos.

Se presupone sencillo atraer la observación del sujeto porque entendemos que, antropológicamente, hay una tendencia a sentir añoranza por los antepasados familiares (se hayan conocido o no). En este sentido, Miroslav Hroch, explica que una de las “cuestiones irremplazables” que participan en el vínculo nacional es la <memoria de algún pasado común >. Esto es evocar, de forma manifiesta, al sentimiento de parentesco como un factor decisivo en la construcción nacional. Que si bien no supone un engaño a priori, sí que se convierte en una mentira cuando es utilizado en el mensaje político. Es decir, el vínculo nacional mantiene un sentimiento de parentesco y ello es una realidad. Pero, en su origen, se ha usado para que ese sentir exista.

Claramente; los vínculos sentimentales no pueden dar origen al nacionalismo porque éste surge tras el Estado y, un vínculo psicológico de una comunidad nacida con anterioridad, se debería mantener si ella sigue existiendo. Estos vínculos, son los que asientan y desarrollan; los nacionalismos se originan porque se inventan y se trasmiten para un fin político- económico- social posterior al Estado Moderno. La exposición del vínculo sentimental como causa de causas supondría dar legitimidad al nacionalismo que se reconocería como infinito en el tiempo.

En lo que concierne a los efectos de la “acción teórica nacional”, éstos serán apuntalados en el último capítulo y significarán todo el sentido crítico que lo realizado adquiere y pretende transmitir.

Pero, si no expusiésemos un caso concreto, el trabajo sería una simple crítica rebatible. Y, como lo pretendido es advertir del peligro de los nacionalismos deduciendo a dónde nos llevarán sus políticas triunfantes, se ha elegido un país que sufrió “lo nacional” durante todo este siglo (y, cuyas antiguas provincias aún están en conflicto): Yugoslavia.

El ejemplo de lo acaecido en los Balcanes nos ofrecerá una sensacional base sobre la que podremos guiarnos por el “mapa particular” que diseñarán los nacionalismos

Capítulo I. De los antepasados.

La “razón nacional” - como anteriormente dijimos - reside en los vínculos afectivos de una “comunidad” con su predecesora. Y, posiblemente, lo más absurdo de la “familia nacional” sea este sentimiento.

Si el sentido de la “añoranza” es por cuestión territorial, porque muy pocas comunidades - de las que hoy existen - se han mantenido en el mismo territorio de origen (en el caso de que nacieran todos sus miembros fundadores “de la mano”).

Si viene por la tradición, porque ésta o es muy concreta o suele sobrepasar el concepto de frontera; o hay un folclore bien delimitado, por lo que se hablaría de localidad o de región o hay una costumbre tan extendida, que se saldría de los límites del concepto de nación.

Si la justificación es la religión, porque una misma creencia se “adapta” a una serie de tradiciones diferentes (que pueden ser dispares dentro del Estado- nación o semejantes a otras que estén fuera de él) y porque si se corresponde con el Estado se puede incurrir en intolerancia (como la de cualquier Estado teocrático) o en injusticia (como la adquisición de un territorio por justificaciones religiosas).

Es decir, una comunidad no puede explicar que ha tenido un distinguido pasado con respecto a otra y que éste ha sido conservado por su colectivo porque, en su origen, ella misma es heterogénea. (Entendiendo siempre que esa comunidad se auto - defina como una Nación).

De hecho, el paso del feudalismo al Estado centralista es análogo a la fusión de las autonomías del Estado liberal y el democrático en el sentido territorial, societal y de poder pero, siempre, porque parte de una forma interesada.

Dejando en suspenso ese interés unificador, vayamos más atrás en el tiempo y veamos en el Imperio Romano de occidente d.C. una diversificación cultural en los numerosos pueblos que habitaban territorios diferentes -dentro de la extensión imperial -. Imaginemos por tanto, que cada “pueblo ocupado” mantenía una lengua a parte del Latín, que conservaba una religión fuera de la mitología romana y que sus costumbres no tenían relación alguna con las que mantenía la Roma imperial en sus tres últimos siglos de “hegemonía”.

Bien, pues si así fuere, esa “cultura particular” - tanto como si hubiese sido generalizada- habría desaparecido con el feudalismo, la cual -seguidamente- habría mutado con el absolutismo y, más tarde, ese resultado cultural se descompondría con el liberalismo, etc..

Cualquiera advertiría en esta secuencia la reducción al espacio europeo empero, podríamos tomar como ejemplo, la ruptura tras la colonización europea, el cambio posterior con el intervencionismo estadounidense y la alteración consiguiente tras la semi - emancipación de los pueblos de Latinoamérica o, cualquier tipo de modificación en otro lugar, luego que se haya producido la desconexión con la forma política anterior. Éste también es susceptible de ocurrir a través de un cambio anterior en la conducta grupal ya que, no se está afirmando que la cultura “se rompa” después de una transformación político - territorial, sino que ese cambio modifique o suplante algún aspecto religioso, tradicional o lingüístico que, dado de una manera sucesiva, puede acabar finalmente con la totalidad de las características.

En definitiva, no hay antepasados nacionales yéndonos más atrás del Estado Moderno; no hay predecesores culturales porque los grupos humanos son parte del cambio social, cada uno de esos grupos puede mudarse culturalmente o bien crearse características iguales o diferentes a las de otros en un desarrollo y/o evolución similar en la política.

La política, es una invención del hombre que, estructurada de una forma concreta, funciona sobre una sociedad que la ha aceptado o se le ha impuesto, de tal manera que el cambio político ha de afectar, en la medida en que éste se dé, sobre cualquier comunidad en la que ha ocurrido, lo haya ocasionado o que ésta hubiera observado.

- En contra de Walker Connor... (parte I); etnonacionalismo o inventonacionalismo.

Si hay algo que llevamos aprendido es que el fundamento del término "nacionalismo" es una acción. Por tanto, el empleo de "etnonacionalismo" nos podrá conducir a error en una serie de razones que se deducen tras la lectura del hombre que acuñó este término.

Para empezar, (y, tomando un ejemplo similar con el que este autor explica la diferencia entre el sentimiento nacionalista y el patriótico), no hay una correspondencia cuantitativa entre etnias y nacionalismo, es decir, si todos fuesen etnonacionalismos habría muchos más nacionalismos de los que existen en la actualidad.

En el sentido metódico, Connor, explica que tiene mucha más importancia lo que los grupos perciban del nacionalismo que lo que el “autor nacionalista” explique de él (aunque, seguidamente, diga que las obras que ensalzan el espíritu nacional han tenido más relevancia que las que lo refutan), es decir, que no hay implicación de los líderes nacionales en el movimiento nacionalista. Que éste se asienta sobre un vínculo psicológico que es el que crea la unidad. Pero, esto, se da tras la invención.

Es cierto que, cuando hay “unidad cultural” es porque los individuos de ese grupo ya tienen asumido su pertenencia a él en un sentido psico- social (sólo fácil de demostrar en teoría). Pero que, precisamente por esto, para que éste exista, ha de haber una primera toma de conciencia que habrá sido enunciada por alguno /os de aquellos “autores”.

Hay que diferenciar al grupo nacional por su sentimiento y no por su origen y al grupo étnico por su origen y no por su sentimiento. Osea, puede haber etnia y puede no haber nacionalismo, es decir, no haber expresión de las diferencias culturales.

Cuando esas disparidades se expresen habrá nacionalismo étnico que, en muy pocas ocasiones, se corresponde con la realidad multi- cultural; ya sea porque se excluyen a grupos culturalmente semejantes ya sea porque se incluyen grupos culturalmente distintos. Y, siempre, hablando de la cuestión material de la cultura de estos grupos; el < factor psicológico “connoriano” > es efecto de las causas materiales (lengua, religión, folclore y demás) que han sido trasmitidas por aquellos “autores”.

Existe nacionalismo cuando un grupo, que ha tomado conciencia de ser nación, pretende ser garante exclusivo de un territorio. No hay nacionalismo sin pretensión de poder - detente o no un espacio físico para sus conciudadanos -. Cuando hay pretensión de poder, la mayoría de las argumentaciones están en relación con las diferencias étnicas y su objetivo es dar una explicación racional -que no razonable- justificativa del ejercicio de ese poder sobre un territorio (además, la excusa suele tener grandes dosis de etnocentrismo): esto es, el inventonacionalismo -algo similar a los “lazos protonacionales” de Hobsbawm -.

- Entre el Imperio otomano, Austria- Hungría, Rusia,....

< El pecado original de los pueblos balcánicos es de naturaleza geopolítica >.

Winston Churchill.

Frente a Oriente tras Occidente, al Sur del Centro - Este europeo y del Occidente asiático, al Norte de “los padres” del viejo continente se encontraban una serie de pueblos en un territorio llamado Balcanes. Un buen “contador de historias” iniciaría su relato diciendo que “no se sabe muy bien por qué residían allí” pero que, a comienzos del siglo XX, se iba a producir “el principio del fin”. Sin embargo, y acertando en su vaticinio, quedaría como un buen contador de historias sin conocimiento de la Historia puesto que con bastante anterioridad a nuestra actual centuria, los Balcanes eran ya un espacio fronterizo de población heterogénea *.

En los albores del siglo veinte esa población, heterogénea y en el borde de la crisis, se encontraba allí porque los pueblos eslavos (que, en siglos futuros serán los eslovenos, croatas y serbios), entre los siglos IX y X, invadieron los Balcanes y se asentaron creando reinos diferenciados.

Volviendo sobre nuestros pies, estos indoeuropeos establecidos entre los ríos Vístula y Dniester, acabaron por constituir tres grupos según su asentamiento geográfico: orientales, occidentales y meridionales (eslovenos, croatas y serbios). Los occidentales se subdividirán, entre otros, en polacos, checos y eslovacos mientras que los orientales se conformarán como los “primeros rusos” - lejos aún de las monarquías moscovitas del XI-. (Ahora, siguiendo los errores de Hroch y de Connor, deberíamos preguntarnos sobre lo razonable del < sentimiento de parentesco > y de la < vinculación psicológica distintiva del resto > como constructores del nacionalismo). Posteriormente, comenzaron a cobrar interés (por su situación) para la política de los imperios otomano, austro - húngaro y, más tarde, ruso.

* La desintegración de Yugoslavia, Emilio de Diego.

Sobre el undécimo siglo d. C., antes de que se suscitasen rivalidades externas, los pueblos balcánicos -“independientes”- ya habían tenido sus primeras disputas entre cristianos occidentales y ortodoxos orientales. Según el profesor de Diego, éstas vinieron dadas por una serie de diferencias político -administrativas, religiosas y lingüísticas que mantenían una complejidad mayor aún que la aparente.

Pues bien, a pesar de esa enmarañada antítesis, el contraste no es siquiera el embrión y, todavía menos, el desarrollo de las nacionalidades balcánicas de la unificación yugoslava.

Previamente y en el futuro los territorios que, en este instante, ocupan dichos pueblos estarán sujetos a una movilidad trepidante.

En otro sentido, la causa promotora, esencial y -casi- única de la lid es la religión: la rivalidad se forjaba entre eslovenos y croatas (católicos que utilizaban como lengua litúrgica el Latín) por un lado y, serbios y búlgaros (ortodoxos que empleaban el eslavón en sus ritos) por otro.

Se advierte que la religión es el motivo y no la lengua ni la administración, pues los eslovenos se comunicaban en esloveno y mantenían una organización feudal a la que les sometían los pueblos germanos; los croatas y serbios se explicaban en serbo -croata administrándose como reinos; mientras que los búlgaros utilizaban el dialecto búlgaro -macedonio.

Luego, si las disputas tuviesen como núcleo la lengua y la administración, éstas se habrían dado entre cuatro grupos; por un lado los eslovenos, por otro, serbios y croatas (que defenderían una misma lengua y un tipo de administración parecida) y, finalmente, los búlgaros. Así pues, la religión es el fundamento de las primeras discrepancias.

Aunque, también en esta aserción, habremos de hacer una salvedad; se ha de rememorar que en esta época la religión se encuentra inherente a la política, que ésta pretende la expansión territorial y que, cuando se habla de ostentación de espacios físicos, se nos sugiere obtención de recursos que pueden traducirse en beneficio. Por todo ello, habremos de determinar que se trata de una causa política con implicaciones o justificaciones religiosas de carácter “económico” (aunque éste quedara “in mente”).

En verdad, no se quiere expresar una realidad. Lo que se muestra, es el “film” del motivo real luego que acaeciera una explosión (como la que se ha vivido recientemente) tras esas “primeras disputas entre los antepasados”.

Hacia el año 1914, la caída en Occidente del Imperio Otomano tras la “primera crisis de Bosnia” (1908) y la guerra italo- turca (1911-1912) había perfilado la consolidación de naciones tales como la montenegrina, rumana, búlgara, albanesa y serbia.

La “decadencia turca” trajo consigo un conflicto de intereses entre los imperios ruso y austro - húngaro que buscaban los territorios que estas nacionalidades habían adquirido. Rusia tomó influencia en el Este mientras que Austria - Hungría lo hacía en el oeste. Bosnia se había sublevado en 1875, contra el Imperio otomano del que formaba parte, recibiendo ayuda de Serbia y de Rusia. Pero, tres años más tarde, el Congreso de Berlín dejó Bosnia y Herzegovina bajo la soberanía turca - militarmente impedida- y la administración austríaca (además de repartir África entre los Imperios). Esto hizo que en 1908, Austria- Hungría quisiera afrontar la situación de Eslovenia, Croacia, Serbia y Bosnia- Herzegovina. Rusia no se opondría a la anexión de esta última provincia por parte de la Doble Monarquía a cambio que ésta apoyara la revisión del Estatuto de los Estrechos de Bósforo y Dardanelos.

Éstos, se encuentran en un espacio que les confiere una gran importancia comercial y estratégica, custodiando el Mar de Mármara que separa el Mar Negro del Egeo; Jerje I, rey persa, derrotó a los griegos por tener el control de los estrechos y Winston Churchill fracasó por no tenerlo.

Una vez que la anexión de Bosnia y Herzegovina a Austria- Hungría fue un hecho, la revisión del “Estatuto de los estrechos” quedó en suspenso. Esto, pudo poner el punto final a la “paz interimperialista” *.

* Lenin, V. I., Imperialismo, fase superior del capitalismo.

Aun así, de aquí, faltaban seis años y una “chispa” para encender la I Guerra Mundial.

Estar entre los intereses de muchos - y, más si éstos son Imperios- trae sus consecuencias porque la estabilidad de las “pequeñas comunidades” depende de las “grandes”.

La mentalidad imperialista se obcecaba en el territorio y, todas las miradas se centraban en los Balcanes. Éste era el pecado de los pueblos balcánicos y no el de agrupar etnias distintas. Los antitéticos y contrastados eran los imperios que, mientras rivalizaban por territorios ajenos, procuraban mantener el espíritu de sus gentes sobre su “suelo”.

Bien, pues como esa mentalidad no termina tras la I Guerra Mundial, habrá de formarse una “comunidad segura” en la que, efectivamente, se hallará un mestizaje étnico proveniente de antaño. Pero que éste, en ningún momento, se corresponde con su división autonómica.

No se pueden explicar ni la rivalidad (por ejemplo, que Bulgaria luchase contra Serbia y Rumania) ni la Unidad (por ejemplo, la Serbia entre serbios, voivodinos, kosovares y montenegrinos) por causas materiales y, menos todavía, por factores psicológicos. Únicamente, cabe el entendimiento de fines políticos, fielmente ligados a consecuciones económicas sobre estas sociedades.

(Por si hay alguien que no se lo crea, veamos un mapa de una de las características materiales que más identifican a una nación).

Capítulo II. De cómo nace el Estado - nación a partir del nacionalismo.

El “primer” autor nacional no piensa observa, narra lo que ha visto y propone lo contrario. El discurso ofrece una pauta: en el momento que le interese a “una comunidad” aceptarla, la acatará para unirse.

Lo que ha visto, está carente de “justicia social”, por ejemplo, que haya diferencias económicas entre las regiones de un mismo Estado o de éste a otros de los que depende en alguna medida; unos viven de una forma y otros de otra distinta. (Observando a un autor benévolo).

Propone lo contrario, porque lo opuesto a lo injusto es la justicia. Luego, lo justo será que se adopte una forma de vida, una cultura; la “unidad nacional”. Esta Unidad es completamente interesada y, por tanto, artificial en todos los casos, al igual que el “sistema”, que es el promotor de los desequilibrios, es decir, de la falta de justicia social.

Pero, dónde enmarcamos esa Unidad.

La unidad cultural será más uniforme cuanto más posibilidades tenga de distribuirse de una forma proporcionalmente homogénea. Subir el índice de esta probabilidad estará en relación con la cantidad de medios efectivos que se dispongan. Por tanto, a más recursos mayor posibilidad de unidad cultural o, al menos, de reducción de la disgregación. Y, en la mayoría de los casos, el aumento de recursos viene predeterminado por una extensión superior de territorio.

Por ello, el movimiento que solicite la Unidad tendrá pretensiones de poder con respecto al ámbito territorial que, evidentemente, indica un carácter económico.

Así, se hace al individuo partícipe de la construcción del terreno nacional que, curiosamente -en la construcción de los Estado- nación -, se corresponde con el estatal.

En el momento en el que las fronteras, de ese primer Estado- nación, se mantienen más o menos estables, durante varias generaciones, el individuo se identifica con lo que hay dentro de ellas y se contrasta con lo externo - ahora sí- por convicción subconsciente pero, a la espera de una nueva toma de -consciente- conciencia. (Esa reconstrucción identificativa será la que utilicen los nuevos nacionalismos).

- En contra de Walker Connor... (parte II); la toma de “consciente conciencia”.

< La esencia de la nación es el vínculo psicológico que une a un pueblo y, en la convicción subconsciente de sus miembros, lo distingue de una forma decisiva del resto de la humanidad >.

Claro que la esencia de la nación reside en un vínculo psicológico, ahora, habrá que ver de dónde procede esa convicción subconsciente.

Tomemos como “autor nacional” a aquellos ideólogos de la Revolución francesa de 1789.

Libertad, igualdad, fraternidad. Hermandad entre franceses, es una máxima revolucionaria que pone de manifiesto una intención de toma de conciencia nacional en aquel reino absolutista que dice < Adieu, Ancien Régime > para formar el primer Estado Moderno liberal o, más bien, nacional en el “viejo continente”. Así, se crea el Estado- nación francés.

Es decir, ya había Estado Moderno, ahora, se le añade la nación. Por tanto, la nación se inventa y se le ofrece al pueblo que puede hacerla suya. De esta manera, a las sucesivas generaciones les vendrá dada su nacionalidad -formar parte con sus hermanos (recordemos la evocación del parentesco) -. Por lo que el invento se transmite y queda latente en esa sociedad.

Ésta se ha diferenciado ya del resto, a través de su modelo político pero, dentro de ella, durante esa toma de conciencia, habrá poblaciones que queden más impregnadas de ese sentimiento o que les interese más conservarlo que a otras. (Esto nos lleva a otra conclusión contrapuesta a los planteamientos de Walker Connor que será analizada en el próximo capítulo).

- Unificación.

La Liga Balcánica (Serbia, Montenegro, Grecia, Rumania y Bulgaria) debe ser entendida como la unión política coyuntural de diferentes autonomías que quieren consolidarse como Estados- naciones.

En la “primera crisis”, los enfrentamientos se dieron contra el Imperio otomano con el fin de obtener territorios para dicha “unión”. Por tanto, no se trató de un “consenso cultural” contra un Imperio que sería encuadrable en otra civilización; no habría una “línea de quiebra cultural” * que hubiera generado el conflicto.

De hecho, la "segunda guerra balcánica" tuvo su sentido en el efecto de la primera, que no fue otro que el acaparamiento territorial de Bulgaria.

Tras la Declaración de Corfú (1917) - enunciada por el gobierno serbio en el exilio- y la nueva "paz interimperialista" ** (sí, aún Imperios), el 1 de diciembre de 1918 nace el Reino de los Serbo- croatas y eslovenos que, al siguiente año, rivalizará por la cuestión territorial de Fimme contra el exacerbado nacionalismo italiano de D´Annunzio (autor que cautivó a las masas de la actual Rijeka).

Sin dejar los problemas, el Reino se ve envuelto en una fuerte polémica que debate el tipo de sistema político. Mientras que los Serbios se aferran a un Estado centralista los croatas se oponen y proponen uno federal. Pero, Alejandro I se convierte en rey e impone un Estado centralizado.

Croacia y Eslovenia habían sido ocupadas por el Imperio austro- húngaro que, una vez derrotado, pierde dichas posesiones tras el "Tratado de Versalles". Éstas han quedado dañadas tras la administración austríaca y la Guerra en modo material.

En este sentido, se encuentran necesitadas (al igual que Macedonia), por lo que formarían parte de un Estado que les reportase estabilidad. Éste, por supuesto, no puede ser Austria ni Hungría que han sido aniquiladas y sujetas a condena internacional.

* Huntington, S., El conflicto entre civilizaciones, próximo campo de batalla.

** Lenin, V. I., Imperialismo, fase superior del capitalismo.

Geopolíticamente, no tiene sentido la adhesión a Italia o a Rusia mientras - y, todo en supuestos- que no convendría, en un aspecto político- económico, entrar a formar parte con Albania.

En efecto, desde un principio, Eslovenia y Croacia participaron en la "primera Yugoslavia" con reticencias; pero, no de origen étnico sino político- administrativo.

Si Serbia se aseguraba el control estatal, optaría a más beneficios y, esto sí, lo sabían tanto eslovenos como croatas.

Ello es el fundamento de los primeros antagonismos del Reino. A éstos les siguió, tan sólo diez años después de la Unificación, otro del que surgió el primer movimiento separatista ubicado en Zagreb (Croacia).

Las diferencias olían a guerra civil pero Alejandro I abolió la Constitución y asumió el gobierno de forma dictatorial, cambiando el nombre del Estado por el de Reino de Yugoslavia ("tierra de los eslavos del sur").

(Recordemos:

1- de procedencia eslava son tanto serbios como croatas y eslovenos.

2- El primer autor nacional no piensa observa, narra lo que ha visto y propone lo contrario. El discurso ofrece una pauta: en el momento que le interese a “una comunidad” aceptarla, la acatará para unirse. (Si no hubiese interesado se habrían formado grandes grupos separatistas).

3- La nación se inventa y se le ofrece al pueblo que puede hacerla suya.

4- Hemos entendido Nación, como el grupo humano que, tras una toma de conciencia y, durante el tiempo en que ésta se produzca, se diferencia del resto de grupos humanos.)

Capítulo III. De cómo los nacionalismos destruyen el Estado - nación.

El “segundo” autor nacional, sí que piensa, porque ya ha aprendido lo que es ser parte integral de la nación y, por tanto, de los beneficios o desventajas que le puede reportar.

En efecto, es un pensamiento puramente utilitario pero, éste, es la base sobre la que se asientan todos los nuevos nacionalismos.

Y, es que ¿ hay varios nacionalismos?.

En cierto modo existen diferencias, pero éstas no se refieren a la esencia del método y su sentido.

El primer nacionalismo, como hemos visto, inicia una toma de conciencia que recae sobre la parte cultural mayoritaria del Estado Moderno, en el que se daban profundos desajustes entre sus "regiones" y la administración. Para evitar la disgregación de los territorios más desfavorecidos o más productivos, se les impone una cultura común que les haga aferrarse a ese Estado, que ya será Estado - nación.

Sobre la base de unos criterios político - territoriales - administrativos es como se funda el Estado - nación. Y, en este sentido, debe de mantenerlos y mejorarlos - ya en la actualidad - para evitar "sentimientos contrarios".

Para que éstos no surjan, se habrá de reforzar la conciencia del vínculo, pero no con el Estado sino con la nación (no hablamos de patriotismo).

Esto sería un "nuevo nacionalismo" que adquiriría su sentido como tal, en la acción de reforzar el sentimiento de unidad entre las autonomías, regiones o provincias que conforman ese Estado - nación, a causa de una serie de razones - algunas mostradas y otras que explicaremos- por las que sus partes se desvinculan.

Este "nacionalismo estatal" se da a luz precisamente por la desaparición de una o algunas de sus partes. Ésta puede ser, implícita cuando aquella unidad minoritaria mantenga cierta autonomía en lo referente a su "cuestión nacional"; explícita "de hecho" cuando esa comunidad esté en proceso de separación de su Estado o que detente una amplia autonomía con respecto a éste; o "de derecho" cuando esa comunidad se haya separado y configurado como Estado (nación).

El segundo "neo nacionalismo" es, entonces, el que origina el "estatal".

Utiliza el mismo método, pero se concentra más utilitarismo y etnocentrismo, y es lógico porque hay que cambiar la nacionalidad de los individuos.

Esta "acción nacional" se da cuando la autonomía, región o provincia (dependiendo del país) se encuentra en superávit en cualquier ámbito económico con respecto al resto del Estado o en crisis producida por su administración central. Claro que habría que señalar, que ha de tener diferenciación cultural - extendida en el tiempo- de la supuesta unidad. Pero es que peculiaridades culturales de antaño tiene toda demarcación territorial, y si las conservan suponen ya una quiebra de la "unidad" que en la realidad no existe. O sea, que todas las divisiones territoriales - en teoría * - podrían exponer sus discrepancias culturales. Es decir, no hacía falta señalarlo.

En este mismo sentido hay que reconocerle a - nuestro ya conocido- Walker Connor que, en la actualidad, se han dado movimientos nacionalistas que han surgido con un sentido económicamente degradado. Parece ser cierto que han habido movimientos que han triunfado sin necesitar de explicaciones diferenciadoramente económicas. Pero, como "nuestro conocido" - ya sabemos - sólo observa la sociedad que es el objeto (que, en un segundo término - algo devaluado -, decide, o sea, que también se convierte en sujeto ), seguramente, no haya reparado en que existen unas esferas de poder - ansiosas de ampliarlo - que se molestarían en inculcar (y por eso son las que devalúan el poder decisorio de la comunidad) aquellas discrepancias culturales sobre las que su Estado - nación haya permanecido aquiescente.

Sí. Sobre los "nuevos nacionalismos" interactúan numerosos factores pero el componente político es primordial en todos los casos **.

(Por cierto, poder y política en nuestro sistema - y cada vez más- tienen un sentido en su existencia; el económico).

* Aunque, sí es cierto que si no ha habido una toma de conciencia o un autor decisivo que retomar en la "región", sería bastante complicado que existiera nacionalismo por las razones económicas expuestas.

** Hroch, M., La construcción nacional en Europa.

- En contra de Walker Connor... (parte III); “lealtad patriótica” vs “lealtad nacional”.

Siempre entendí "lo patriótico" como una lealtad hacia tu País que provenía por ser éste tu lugar de nacimiento. Y, no digo que todo el mundo tenga que comprenderlo así pero, en algunos casos, hay que dar un entendimiento que emane de lo que cotidianamente se vea y se oiga.

En cualquier caso, el diccionario de la Real Academia Española (1997) da una definición del término “patria” que se corresponde con mi creencia de lo que significaba; “tierra natal a la que se pertenece por vínculos afectivos, históricos o jurídicos”.

El problema de las definiciones es que no atienden a la realidad. Si nos fijamos en qué es una definición veremos que se trata de dar una “explicación clara y exacta de una palabra” a través de otras palabras que necesitarán de otras explicaciones claras y exactas. En efecto, nos adentramos en una lógica circular, la cual sólo salva el entendimiento del hombre, que es subjetivo.

No quiero decir que no debamos dar importancia a los diccionarios porque sin éstos estaríamos perdidos. Lo que pretendo expresar es que hay ocasiones en las que una serie de “palabras llanas” nos van a definir mejor la realidad que una explicación clara y exacta de la palabra en cuestión que intente definirla.

Entonces, ya inmersos en el análisis de “lo que se ve y se oye” -sociológico- , en lo que parece haber consenso es, en que hay un vínculo afectivo con aquello a lo que denominamos “patria”. Pero, lo que parece estar claro es que el entendimiento de este término va a ir íntimamente ligado a la edad del encuestado. Y creo que esto tiene una razón de ser.

Antes de seguir adelante con este razonamiento, he de explicar que el análisis se sienta sobre la base de varias conversaciones con gente de diferente edad, ideología y procedencia y sin ningún método.

Efectivamente, la lealtad nacional es diferente a la patriótica, pero en las dos hay que observar el paso del tiempo.

En este sentido, la lealtad patriótica es aquella que establece un vínculo con el Estado cuyo sistema es cambiante. Esto es, el sistema cambia luego la lealtad cambia, pero no de dirección sino de posesión.

El Estado representa un sistema y éste es el que recibe la lealtad; no la provoca directamente, la detenta en su ciudadanía.

Claro, si yo hablo con un hombre de nacionalidad española, de unos ochenta y cinco años y de izquierdas me dirá que su patria es la España republicana.

Hace poco leí que un profesor había explicado el término “patria” argumentando que ésta < es lo que se mama >. Quizá lo explicó de un modo vulgar y sin matizaciones pero no erróneamente.

Los teóricos ofrecen sistemas que los políticos aplican en interacción con la sociedad. Al sistema, con el que queden prendados - los individuos de esa sociedad -, les serán “fieles”. Y esto, queda también bajo la soberanía del fundamento económico; si el Estado no es un “buen” * distribuidor no tendrá lealtades en la mayoría de su sociedad.

Nacionalismo o patriotismo tienen entonces vínculos distintos empero, los dos se desarrollan bajo la convicción subconsciente tras la toma de conciencia por un autor, en el primer caso, o por una situación, en el segundo.

Esa convicción subconsciente está - directa o indirectamente- en manos de la política.

En realidad, no estoy totalmente en contra de Connor, sólo prescribo el entendimiento de conceptos que él da por sentados. Esto varía sustancialmente las conclusiones que -éstas sí- rivalizan.

* Normalmente, la justificación para independizarse es que el Estado no cumple sus obligaciones para con la comunidad imaginada **.

** Anderson, B., Teorías del nacionalismo (cap. Viejos imperios, nuevas naciones).

- Independencia.

Cuando se habla de Yugoslavia hoy día, ¿cuántas veces se oye? :

  • ... es que Tito unificó regiones que tenían poblaciones totalmente distintas.

  • ... Tito impuso una dictadura y, por eso, mantuvo paz entre las etnias.

La información es un gran poder, tan grande como para confundir a toda la cantidad de poblaciones que se quiera. Este poder se utiliza en política.

Los actuales ataques -ilegales e ilegítimos- de la OTAN sobre Serbia (cuyo gobierno está atentando contra los derechos fundamentales del hombre) están siendo justificados por la mayor parte de la opinión pública mundial, dando así cierta legitimación para que la situación continúe. Esto es causa directa de la información que las sociedades reciben.

Se ha creado la imagen de un país unido por la fuerza y fragmentado por un poder central dictatorial. De un < “todos para uno” obligado > a un “uno contra todos”.

Ya sabemos que la unificación yugoslava se hizo bajo una monarquía centralista y dictatorial que se mantuvo hasta 1941.

Precisamente, en palabras del profesor de Diego, la unificación centralista serbia y su consecuente intento de serbiatización fueron los grandes fracasos de la monarquía yugoslava. De ellos, el croata Tito aprendió.

Al año siguiente de las elecciones de 1945, en las que el Frente Popular obtuvo el 90,48 % de los votos, se establece una nueva Constitución. Con ella, nace la República Federal de los pueblos de Yugoslavia, al amparo de la Constitución soviética de 1936, por la que los habitantes del nuevo país se “convierten” en ciudadanos.

En el texto se establece una especie de jerarquía que intenta solucionar la “cuestión nacional”. Se asientan así, tres categorías regional / étnicas cuya denominación - supuestamente- dará mayor o menor autonomía:

  • pueblos, que gozarán de libre dialecto y cierta autonomía con respecto a la administración central.

  • Provincias autónomas, cuyas mayorías étnicas podrán imponer aspectos culturales.

  • Minorías no eslavas, que serán reconocidas y, por tanto, respetadas.

  • (Todo ello, atendiendo a la Constitución no a la realidad).

    Como pueblo se consideró a Croacia, Serbia, Eslovenia, Bosnia, Montenegro y Macedonia (incluso en 1968 a los musulmanes de Bosnia).

    Al haber un alto porcentaje de húngaros en Voivodina y una mayoría albanesa en Kosovo, se consideraron a estas dos regiones como provincias autónomas unidas a Serbia.

    El resto, albaneses no residentes en Kosovo, húngaros no residentes en Voivodina, judíos, musulmanes, etc., fueron denominados como minoría no eslava.

    < La Constitución de 1946 trataba de garantizar las condiciones suficientes para armonizar la convivencia de los yugoslavos. Todos los pueblos tendrían los mismos derechos y, no sólo políticos, también culturales > *.

    En efecto, no fue un federalismo real por el hecho necesario que éste requiere: Democracia. Además, en los comienzos del régimen titista hubo persecuciones contra las religiones.

    Estos datos evidencian que se desvirtuaron los preceptos constitucionales si bien no se dio una incoherencia Constitución / realidad tan salvaje como en la URSS.

    Por todo ello, hay que ver que Yugoslavia no fue una “cárcel de pueblos” ** y que su dictadura no se desarrolló estalinianamente.

    * de Diego, E..

    ** Samary, C..

    Se propulsó una “tercera vía” entre capitalismo y estalinismo, aunque ésta no se diera manifiestamente en la realidad.

    En un principio se produjo un fuerte desarrollo industrial (que no se dio como consecuencia directa de la ayuda internacional *) pero, al paso del titismo, se fue generando el derrumbe económico entre las distintas regiones. Para salir de esta situación, se inició un proceso de descentralización (se trasladaron las competencias en materia lingüística a cada una de las autonomías) y de liberalización económica que trajeron consigo la necesidad de una nueva Constitución en 1974.

    A partir de la muerte de Tito, en el año 1980, la tensión entre “representantes étnicos”, gobiernos autonómicos y gobierno central creció de tal manera que también aumentó entre las etnias mayoritarias y, por extensión, con y entre las minoritarias. También, tras el deceso del dictador se aceleró la caída económica del País y, en concreto, de Bosnia - Herzegovina.

    Esta situación culmina en la sublevación, el 28 de febrero de 1991, cuando los serbios del Knin proclaman la separación de su región con respecto a Croacia, y la integración de ésta en Serbia.

    El Estado - nación de la República Federal de los pueblos de Yugoslavia desaparece surgiendo otros nuevos Estados - naciones (cuya unidad nacional - sin incluir a Serbia y provincias autónomas supuestamente alógenas -, seguramente, se siga desmembrando).

    La actual República Federal de Yugoslavia (Serbia, Voivodina, Kosovo y Montenegro) está siendo bombardeada (acción discutiblemente democrática - en cuanto a relaciones internacionales y derecho internacional se refiere- ) por razón que reside en el exterminio étnico que ha proyectado el vehemente Milosevic.

    Recordemos que el dictador serbio no es el primero ni el último y que, en la actualidad, no es el único que lleva a cabo esta “política”.

    Y, entonces, qué es ahora Yugoslavia sino “algo que ocurrió en los Balcanes”, ¿no fue, acaso, algo inventado?.

    * Samary, C..

    Capítulo IV. Dios y su comunidad.

    < Era entonces toda la tierra de una misma lengua y unos mismos vocablos. Mas en la emigración de aquellos desde Oriente encontraron una vega en el país de Sinar y se establecieron allí. Dijéronse unos a otros:

    “Ea, fabriquemos ladrillos y cozámoslos al fuego”,

    y sirvióles el ladrillo de piedra, y el asfalto de argamasa. Luego dijeron:

    “Ea, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo y nos crearemos un nombre, no sea que nos dispersemos por la haz de toda la tierra”.

    Bajó Yahveh a ver la ciudad y la torre que habían comenzado a construir los hijos del hombre, y exclamó Yahveh:

    “He aquí que forman un solo pueblo y tienen todos una misma lengua, y éste es el comienzo de su actuación; ahora ya no les será impracticable cuanto proyecten hacer. Ea, bajemos y confundamos allí su lengua a fin de que nadie entienda el habla de su compañero”.

    Luego los dispersó Yahveh de allí por la haz de toda la tierra y cesaron de construir la ciudad. [...] >

    Génesis 11, 1-9.

    • Qué ha sido y qué es el nacionalismo; reflexión primera sobre “los muros”.

    Todos los “primeros autores” nacionalistas han ejercido como seres superiores o han sido objeto de glorificación. Por eso el nacionalismo y, por ende, la nación son la síntesis de un Dios o unos dioses con su creación, su comunidad inventada.

    Toda identificación nacional se ha dado de una manera etnocentrista (posiblemente, para que ésta provoque el reconocimiento de aquélla).

    Todos los portadores de un sentimiento nacionalista exacerbado - difícil de medir éste- entienden que, hasta las partículas culturales de su comunidad, existen desde tiempos remotos.

    En el nacimiento del Estado - nación estas características quizá fueran las “menos malas”, además que no se trata que haya una unión tal para que “nada nos sea impracticable” puesto que tampoco hubo “una misma lengua en la haz de toda la tierra”. De lo que nos tendremos que sensibilizar es de que, precisamente, existen “miles de dialectos en la haz de toda la tierra”.

    Pero, por qué ese primer sentimiento nacional no fue tan inmoral como el actual.

    Pues, posiblemente, porque “el parto” se da en Francia para desligarse del totalitarismo monárquico en virtud de un liberalismo que ya irradiaba valores democráticos. Y, esto se trasmite.

    Aunque también, se han de observar dos vertientes negativas de este primer asunto.

    La primera es que la “unidad cultural” es forzada y, por tanto, los grupos minoritarios que no la deseen quedarán “marginados”, al menos, socialmente. Y aunque, en un principio, esa repulsión es mínima, ya que a la mayoría de los “minoritarios” les interesa tal unión, el nacimiento del Estado - nación supone la legitimación de la extensión nacionalista actual.

    En segundo lugar, si bien no se produce una considerable tensión endógena, sí que se da pie a la existencia de la exógena. El establecimiento de una identidad ya supone la diferenciación con otros.

    Es, en los tiempos que ahora corren, cuando el nacionalismo desmembra y después forma; es decir, provoca una tensión endógena que, como vemos, puede llegar al exterior. (Evidentemente, si antes no existía “unidad” no había nada que mutilar).

    En una síntesis de Jacques Julliard, < ... la nación no es una idea peligrosa en sí, pero en el contexto de las perspectivas del mundo de hoy, tras la caída del muro de Berlín, si hay un concepto con el que habría que tener precauciones, es el de Estado - nación, porque es portador de limitaciones y hace de las naciones entidades adversas y no complementarias >.

    Al fin de este párrafo, el autor afirma que el Estado - nación - actualmente- es portador de limitaciones, pues bien, ese era el otro aspecto del sentido crítico de este trabajo: hoy, la definición de nación implica un particularismo que va a generar tensiones de alta magnitud entre los grupos humanos porque construye “muros” entre ellos.

    En aras de la claridad, el nacionalismo, hoy en día, es una febril amenaza utilitarista contra el Estado democrático.

    • Reflexión obligada sobre “los muros”.

    Los Estados democráticos han de proponer y han de actuar democráticamente para el derribo de esos muros y,... no con bombas.

    (A continuación se adjuntan una serie de esquemas que se diseñaron con el fin de no descentrarse del difícil tema del nacionalismo y que se añaden al trabajo para facilitar la comprensión de las conclusiones).

    BIBLIOGRAFÍA.

    - Atlas -Geografía e Historia -, ed. Epadisa.

    - Connor, W., Etnonacionalismo, ed. Trama.

    - de Diego E., La desintegración de Yugoslavia, ed. Actas.

    - Delannoi, G. y Taguieff, P-A., Teorías del nacionalismo (varios autores), ed. Paidós.

    - Enc. Historia Mundial del Siglo XX vols. I, II, III, IV y V (Taylor, A.J.P. y Roberts, J.M. -dir.-), ed. Vergara.

    - Enc. Los Grandes Hechos del Siglo XX vol. II (arts. de Szpunberg, A., Madridejos, M., Bastenier, M.A.), ed. Orbis.

    - Enc. Microsoft Encarta.

    - Fernández, A., Historia del Mundo Contemporáneo, ed. Vicens Vives.

    - Hobsbawm, E.J., Naciones y nacionalismo desde 1780, ed. Crítica.

    - Hroch, M., La construcción nacional en Europa, art. de la revista Viento Sur nº 13 -febrero 1994-.

    - Prensa, La caída del Estado - nación, art. del jueves 11 de octubre de 1990, El País.

    - Samary, C., La fragmentación de Yugoslavia - una visión en perspectiva -, ed. Talasa.




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    Enviado por:Mariano Munno
    Idioma: castellano
    País: España

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