Política y Administración Pública
Nacional sindicalismo
EL NACIONAL SINDICALISMO
La realidad inmediata es el Sindicato, por ser la clave y raíz de la vida humana, en el carácter y hechos económicos.
El Sindicato es la única entidad que puede enfrentarse con las exigencias de la producción y el consumo.
El Sindicato, debe ser apolítico, porque política es la palabra Capitalista, nosotros somos Anticapitalistas.
El Sindicato no pactará nunca con un Estado capitalista, es más, sería un Estado frente a otro Estado, sin relaciones diplomáticas inclusive.
El Sindicato, dará la batalla al Estado cualquiera que sea su política.
Nuestras ideas, nos permiten una incautación total y absoluta del País.
Formaremos cuadros de combate, hasta conseguir la victoria del proletariado.
Una vez dueños del poder, no surgirán dificultades, pues queda asegurada la producción y por tanto la Economía.
No existe tiranía en el Sindicato, por lo tanto asegura su vigor, sus funciones no son coactivas, perteneciendo su acción a la Organización Económica.
El mero hecho de pasar la frontera un trabajador, queda de manera inmediata incorporado al Sindicato, pues de no ser así no tendría garantía su supervivencia, de ésta manera queda incorporado a la Producción.
No entrar en el Sindicato el hombre no tiene valor, en el sentido económico, dentro de la Sociedad, pues en lo demás el hombre es libre, portador de valores eternos.
El hombre es libre dentro del Sindicato, pues si ponemos Estado nos encontraríamos en un sistema Fascista.
El anarco-sindicalismo español, resulta invencible a los Gobiernos que se ponen a espaldas del pueblo.
El pueblo español, es invencible a los Gobiernos que se ponen a espaldas del pueblo.
El pueblo español, es mendigo y aristócrata.
El socialista, es el obrero que persigue ser señorito.
El comunista, es el señorito que se empeña en ser obrero.
El Sindicato y la pistola, son las fuerzas del trabajador.
El Estado Nacionalsindicalista, se propone resolver el problema social, basándose en intervenciones reguladoras de la Economía privada.
Ni por ascendencia familiar, ni por su formación académica ni por su titulación profesional, ni por sus impulsos, ni por sus usos y sus hábitos personales y sociales, ni por temperamento, parecía destinado José Antonio a representar la exigencia y el origen motor de un sindicalismo que vertebrara a los hombres del trabajo.
José Antonio venció la batalla de la vida frente a sí mismo, luchado contra lo más cercano de sus inclinaciones íntimas.
Hasta se puede escribir que su pensamiento se ejercitaba en la esgrima intelectual, para que lo auténtico no cediera ante lo espontáneo.
Se dejó arrastrar por los clamores de la época, quebrando los cristales de las torres de marfil en las que su temperamento y su plenitud espiritual, encontraban placidez y sosiego y no deja de ser pertinente que esta entrega a empeños de generación, sometidos los impulsos y la renuncia de sus satisfacciones. La declara José Antonio, en el acto del sindicato de los estudiantes el 21 -1 -1935.
En José Antonio es una obsesión esta lucha entre la urgencia moral del debe -ser instada por descomposición de la Patria y por la inminente invasión de los bárbaros y la natural inclinación al goce espiritual de los refinamientos intelectuales.
La clara y terminantemente determinación de integrar a todos los hombres de España en un sindicalismo nacional, superador de castas y clases, demuestra que en la lucha terca entre la convivencia.
José Antonio, asiduo lector de Ortega, sufrió el asedio impresionante de su prosa, y acabó por ser invadido por el tropel de sus ideas.
La rebelión de las masas de 1930, realiza el prodigio literario de levantar a asunto intelectual, filosófico y religioso, el tema social y político.
Ortega declara este hecho como el más formidable de su tiempo. A José Antonio, le hierve en la imaginación política la anatomía intelectual en que Ortega ubica el hecho.
Las masas ejercitan hoy un repertorio vital, que coincide en gran parte, con el que antes parecía reservado exclusivamente a las minorías, y segundo al propio las masas se han hecho rebeldes, frente a las minorías y las suplantan.
José Antonio acepta con absoluta seriedad, la indicación de que el todo el mal del presente y porvenir, tienen en el ascenso general del nivel histórico del pueblo y las masas su causa y raíz.
La conversión al sindicalismo de la rebelión de las masas representa la interpretación inteligente de José Antonio, frente al populismo y en guerra abierta frente al socialismo -comunismo.
Así se comprende el alcance realista de su nacional -sindicalismo en el que se salen los valores espirituales, sin menoscabo[Author ID0: at ] de la sindicación de todos los hombres que intervienen en el proceso de la producción.
Un sindicalismo, que no cifre su empeño en forcejeos reivindicativos de reducida eficacia alternante, sino que comporte una transformación de la estructura empresarial de la organización socio -económica.
José Antonio no es un doctrinario del sindicalismo, el sindicalismo no es tampoco una ideología para él.
Sólo mediante una participación orgánica, de trabajadores y empresarios organizados por ramas de la producción que dispongan de una completa información de la situación económica de las empresas y de los incrementos medios de la productividad, que se logran por hora de trabajo de la previsible evolución de los precios y de las variaciones de la demanda de mercado, además de otros datos imprescindibles, se puede practicar una justa distribución de la renta que logre el mayor incremento posible de los salarios sin aumentar el paro.
El porcentaje de renta ahorrada está estrechamente vinculado a la distribución, que se hace de la misma entre el Trabajo, Estado y Capital. Para conseguir el pleno empleo, de los factores de la producción es indispensable lograr que se ahorre anualmente un elevado porcentaje de la renta conseguida, que tiene que ser distinto para cada nivel de productividad nacional.
Una participación del trabajo en la renta nacional, que exceda de los incrementos netos de productividad, genera inevitablemente paro así como un aumento del coste del crédito, porque el ahorro nacional disponible, resulta insuficiente para lograr el incremento de la productividad que corresponde a la subida de salarios.
El desempleo no se elimina reduciendo las horas anuales de trabajo, con ello se consigue disminuir la renta nacional y en consecuencia el ahorro y crear mayores dificultades para que las empresas aumenten los puestos de trabajo.
El Nacionalsindicalismo, con sus centrales obreras entienden que: incrementar al máximo posible la masa salarial, que percibe el conjunto de los trabajadores, debe ser considerado el objetivo más preferente de cualquier otro que se pueda lograr a nivel de clase o individual.
Por elevado que sea el porcentaje de paro que sufra cualquier nación el pleno empleo se consigue tan pronto como se restablezca la justa distribución de la renta nacional, que corresponde a su nivel de productividad.
El porcentaje de renta ahorrada está estrechamente vinculado al grave error de creer que se puede valorar con objetividad la exacta aportación del trabajo y el capital a la renta que se consigue, para después distribuirla con justicia, mediante el recuento de votos, que obtienen en las elecciones generales los partidos políticos, que teóricamente les defienden.
El Estado Nacionalsindicalista, permitirá toda iniciativa privada compatible con los intereses colectivos, protegiéndolos así como estimulándolos las más beneficiosas.
El Estado, que está totalmente al servicio de la Patria así como al servicio del hombre, frente a la iniciativa privada, por tanto, ha de ser punto de apoyo y de estimarlo, para su desarrollo siempre que esta iniciativa, no vaya reflejada en una actividad contraria al supremo interés de la Patria.
En un Estado democrático -liberal, la iniciativa privada se desenvuelve según sus fuerzas, carece de apoyo y tiene plena libertad para desarrollarse, tanto si favorece a la Patria, como si perjudica sus intereses.
Su estilo de enfrentarse con el problema, pone de manifiesto que ha descendido a la entraña de la tierra, el fenómeno social, por inhibición o por estudio y se enfrenta a él sin deformar su naturaleza, ni las peculiaridades que ofrece en su origen y en su desarrollo histórico, social y político.
Los que se desentienden del pensamiento de José Antonio, a la hora de instrumentar el sindicalismo, alegando la usura de ideas en su obra escrita, no demuestran discernimiento, ya que el sindicalismo es una realidad dinámica progresista y circunstancial, definida por sus fines y por sus metas, de carácter humano y social, y por la rigidez de unas fórmulas que el sindicalismo acepta como precarias en función del fin irrenunciable.
El sindicalismo, es hoy un fenómeno de orden moral y no sólo laboral, social y político.
Por muchos esfuerzos que realice la historia, no encontrará una fecha de nacimiento por el sindicalismo.
La industria provoca la aparición del fenómeno sindical, pero el fenómeno provocado por la revolución industrial, no presenta caracteres que permitan configurarse como una realidad del orden social, económico y político[Author ID0: at ].
El fenómeno sindical aparece con la revolución industrial. La peculiaridad del fenómeno sindical aparece desdibujada en las plumas, de quienes pretenden arborizarla en el tronco de los gremios y las corporaciones.
El sindicalismo, es más un estallido de la conciencia que el resultado de una evolución en el proceso económico. Cierto que en cada nación el fenómeno sindical, reviste singularidades indígenas y discriminatorias cronológicas, pero estas singularidades y esta desigualdad de origen están en función de la atmósfera humana, y de las presiones sociales.
No deja de ser curioso que el vocablo, aceptado para designar el fenómeno sea de bautismo culturista intelectual y clásico, de ascendencia griega sin que la virtud etnológica de la palabra elegida de agazaparse el posible salto hacia la realidad que había que señalar.
La ontogenia del sindicalismo, es la conciencia humana y personal de un sector social, que en un momento luminoso y dolorido de su evolución se percata de su condición infrahumana de asalariado.
Autognosis de una forma de esclavitud, no sólo ante los hombres sino ante sí misma.
No de odio, sino de insufrible indignidad personal y social, los brotes de indignación, son debidos a la desconsideración ajena ante la dignidad mancillada.
Si se olvida o desconoce el fenómeno de la explosión sindicalista, se desvirtúa la naturaleza de la manifestación de origen, y lo que es más grave, se mantiene el equívoco de su proceso histórico y se justifica la tesis marxista, de la lucha de clases y la evolución fatal del sindicalismo hacia el social -comunismo.
La violencia no es una nota esencial en el despertar de la conciencia, del asalariado, sino una actitud provocada por contraste frente a la inconsciencia humana, del capitalismo industrial de Carlos Marx, que no acepta otra actividad sindicalista que la que derive hacia la estatología.
De hecho el triunfo obrerista del soviet. Señala la desaparición del sindicalismo en Rusia y la politización del sindicalismo anglosajón, desencaja al sindicalismo de sus goces[Author ID0: at ], reduciéndole a pieza electoral de recambio bipartidista.
El sindicalismo nunca ha tenido una teoría definida, ya que ha sido siempre un movimiento de fines concretos en circunstancias determinadas, pero su desarrollo y es su obediencia a exigencia de la justicia.
También es exacto que pese al carácter profesional, e industrial del sindicato no han sido los profesionales, o los industriales afiliados los únicos beneficiarios por la acción sindical, sino toda la sociedad ya que el sindicato es un movimiento revolucionario contra toda una sociedad teledirigida, por el individualismo de los privilegiados.
El sindicato tiene un origen incierto, pero su cometido es claro, sus raíces múltiples apuntan hacia un árbol único. Por lo demás la fuente de donde brota, no es única ni al fluir de su corriente constante, ni son siempre limpias sus aguas, y sobre todo no han sido puros sus afluentes.
El sindicalismo ofrece un singular espectáculo de ingenuidades, violencia, credulidades y aislamientos, por su carácter originario reivindicativo y por su evolución histórica, hacia la participación no implique abdicaciones, de lo que constituye su razón de ser.
Todo el mundo conoce los sindicatos, pero ignora lo que es.
El sindicalismo se mantiene en un principio en los límites de unas reivindicaciones legítimas.
La legalidad capitalista, al catalizar las aspiraciones sindicalistas acrecienta el sentimiento de clase social, en los asalariados activa las defensas de clase.
La clase obrera de la sociedad maquinista, no tarda en alargar el alcance del aforismo de que la unión hace la fuerza.
La ley hace la fuerza. . . . . y la ley.
En rigor el sindicalismo como movimiento asociativo de clase, no es una consecuencia lógica de su nacimiento, sino una exigencia táctica de su desarrollo inaceptado.
No hay pues, exageración sino comprobación fehaciente, al escribir que el marxismo no es otra cosa en su vertiente económica, que el penúltimo capítulo de la intransigencia capitalista y de la indolencia liberal.
La legalidad capitalista y liberal, frente a la legitimidad del movimiento asociativo obrero, aplica con suficiencia y claridad entre sindicalismo y poder público favorece la clandestinidad, aviva la imaginación de los asociados, suscita la aparición de líderes, provoca situaciones conflictivas en el ámbito laboral y político y reafirma el sindicalismo como fuente en oposición abierta.
La virulencia de los contratos origina rupturas en el seno del sindicato diferencia las tácticas, multiplica las estrategias, pero el eje del movimiento sindical sigue siendo el de la legitimidad efectiva frente a la legalidad poderosa, pero gradualmente impotente.
No es esta coyuntura propicia para detenernos en las vicisitudes de una lucha, en la que el Estado dimite de su misión esencial, ciego para el proceso irreversible del Imperio de las masas, miope [Author ID0: at ]en la percepción de las consecuencias diversas y se coaliga[Author ID0: at ] con fuerzas políticas vendiendo a sus hombres, en el mercado de la oposición, política con olvido de la teología sindical, baste a la ocasión subrayar, que en España en los años que discurren entre el 14 de Abril de 1931 y el 20 de Noviembre de 1936, el adueñamiento de las masas constituye el fenómeno más importante de la vida económica, religiosa, política y social de los españoles y que todas las fuerzas políticas recobran su poder, o se sumergen en el ostracismo por el valimiento o por el abandono de Las masas obreras.
La gran tragedia para el sindicalismo, se inicia al ceder a la tentación política, y al dejarse arrastrar por la turbulencia del extremismo socialista arropado por los pies, ineficaces y reaccionarias motivaciones de las asociaciones confesionales.
El sindicalismo auténtico, no sólo no consigue institucionalizarse sino que se debate entre el sueño romántico humanista y retórico y la desesperación agria y cruenta del resentimiento de clase.
De poco sirven las ideas si desaparece el ideal, pero un ideal traicionado por ideas y por hechos, que ni se esclarecen ni le acercan, exasperan hasta la desesperación a los hombres que viven en sus manos un régimen como el capitalismo, que puede permitirse el lujo cruel de prescindir de las manos del obrero o de canjearlas por metal.
El sindicalismo, no entró en la II República Española ni compresión ni cauce. Excitando sin mesura por el partido socialista español, hasta hacer olvidar a los obreros una verdad, la de que para ser ellos menos pobres, tenían que ayudar hacer una España más rica se vio a la fuerza de rendirse ante las exigencias políticas de los partidos a los que favoreció en 1936.
No es de extrañar que, es una reacción despiadada, el sindicalismo degenera en anarquismo social, que es el resultado de sus principios contradictorios.
La II República Española fue la gran estafa para el sindicalismo, no se ha meditado lo suficiente en la importancia decisiva, que tuvo este engaño en la provocación de la catástrofe.
Acostumbrada la monarquía de Sagunto a repartirse el poder, entre los grupos privilegiados, con olvido de los representantes de las nuevas clases desinteresadas, las nuevas clases por encontrar una leal colaboración en el gobierno de Primo de Rivera, menospreciado el interés nacional, en la pugna de los partidos republicanos. España trato entristecidas por ruta a la deriva, a los siete meses de la proclamación de la República, se encontraba una de las más importantes y urgentes. La de favorecer la autonomía sin[Author ID0: at ]dical [Author ID0: at ]en el ámbito de los intereses económicos y sociales, integrando su fuerza en las ambiciones nacionales y responsabilizando al sindicalismo, en la reconstrucción de la Patria en vez de politizarlo al sindicalismo, con fines de turbia política antinacional o con temor ante el poder que emana de un socialismo laboral.
José Antonio fue el hombre que aceptó la situación de derecho del esfuerzo para ajustar esta situación, denunciándola y desenmascarándola en todos los terrenos.
José Antonio, no encara el problema sindical como un estudio teórico sino que acepta el fenómeno y advierte su gravedad histórica. Por muy escasa que supongamos su erudición[Author ID0: at ] no podemos disminuir su experiencia vivida.
El impacto de la Revolución Rusa, la creación del Ministerio Español de Trabajo en 1920, la usurpación de la Confederación Nacional de Trabajo durante la Dictadura, su bolchevización previsible consumada en 1934, el programa, los estatutos y las reservas morales del partido sindicalista de Ángel Pestaña, la aportación jonsista[Author ID0: at ], el imperativo de conciencia de ser fiel a la comunidad española en sus miembros más sufridos y entrañables anteponiendo esta fidelidad al oportunismo político parlamentario se conjugaron en el pensamiento Joseantoniano.
Determinaron su decisión de cifrar en el sindicalismo la suprema razón social y humana de su movimiento político.
El Nacionalsindicalismo asume todas las exigencias del sindicalismo revolucionario, propugna la transformación de la empresa, acelera el dinamismo de la sociedad, compromete a los obreros en el gobierno, planifica la economía nacional y fundamenta la evolución socio -económica en la libertad y dignidad de la persona humana como valor intangible, subordinando a este concepto supremo la interpretación de la realidad socio -económica y de la variedad cambiante de las fórmulas de sindicación.
Si no temiera introducir en el léxico metalizado del sindicalismo el vocablo alógeno diría que José Antonio nos ha legado la metafísica próspera del sindicalismo humanista.
En esta cuestión como en tantas otras, José Antonio sigue siendo un inédito mal plagiado.
Los sindicatos, no son unas asociaciones de origen discrecional paralelas a la organización del Estado y extrarradiadas de la misión que lo compete.
Cuando los sindicatos se organizan o funcionan marginados de la dinámica integral del Estado, los sindicatos se sienten obligados a ser anarquistas por ley de vida.
Esta especie de anarquismo que caracteriza al sindicalismo histórico no es una nota esencial de su programa fundacional, ni una aspiración recóndita sino la respuesta obligada frente a un Estado que no acepta o no comprende la naturaleza del proceso natural y acelerado e incontenible en el mundo laboral y de los hombres que lo pueblan.
Cuando el Estado se resiste a la transformación operada por la revelación de una nueva conciencia en las masas trabajadoras y se empeña en mantener su autoridad en el poder económico del ejército, de la iglesia y de los intelectuales agnósticos o se formaliza en un liberalismo demócrata de lánguida vigencia ineficaz, o se abroquela[Author ID0: at ] en una Dictadura Pontifical Armada, o se despeña en una irresponsabilidad.
El mal es previsible: la dictadura sobre el proletariado anónimo personalizado en el partido.
José Antonio refuerza el Estado confiándolo, en exclusiva, unas misiones esenciales. La fortaleza de su autoridad y el prestigio invulnerable de su postura soberana no se acrecientan por absorción estadista de funciones o misiones, sino por el inexcusable cumplimiento de las que le son esenciales.
Entre las misiones que el Estado no tiene porque cumplir, por sí mismo, se encuentra la regulación completa de la economía completa nacional. Lo que sucede es que la regulación de la economía no es atribuible a poderes intermedios con finalidad política, sino a entidades tradicionales que son las que vivifican la carne y el alma de sus miembros.
Los sindicatos no serán ya (José Antonio) arquitecturas parasitarias, sino integridades verticales de cuantos cooperan a realizar cada rama de la producción.
No se trata de que el Estado descargue en los sindicatos la responsabilidad efectiva del desarrollo económico, exigiéndoles el compromiso de asegurar el orden económico, salvando el interés general y realizando el bien común material.
Por que una cosa es que el Estado tenga como fin primario lograr el bienestar material para todos los ciudadanos, como fundamento el más firme la paz y otra muy desigual que este fin tenga que regularlo por sí mismo, por vía restrictiva gubernamental.
La entrega a los sindicatos de la regulación completa de muchos aspectos económicos, que es la frase exacta de José Antonio, supone una concepción del sindicalismo con capacidad para cumplir el cometido y una idea del Estado, que consienta sin desmerecer en su naturaleza esta delegación.
El sindicato viene a constituir una de las bases auténticas de la organización del Estado.
José Antonio, concibe a los sindicatos como integridades verticales de cuantos cooperan a cada rama de producción, la expresión se repite. Los sindicatos pasan a ser órganos directos del Estado, es decir, no son órganos del Parlamento o de los partidos políticos.
El Parlamento y los partidos políticos no pueden interponerse en la organización de los sindicatos, so pena de someter lo natural a lo artificioso.
Al estatificar al sindicalismo, lo socializa ya que su concepción del Estado es de naturaleza y estructura social, desvinculado en sus misiones esenciales.
En el pensamiento de José Antonio, no es un sindicalismo de Estado o de Estado[Author ID0: at ], sino que es el Estado sin abdicar su soberanía, el subalternado a los fines de un sindicalismo concebido como estructura básica de la comunidad laboral.
José Antonio no rechaza la tesis de Sorel: "Todo el porvenir del socialismo reside en el desarrollo autónomo de los sindicatos obreros".
Siempre que ese porvenir suponga la transformación recíproca del socialismo en sindicalismo.
Es innegable que durante más de 30 años, los españoles hemos sido capaces de alcanzar sin generar paro, ni quiebras masivas de empresas, los más altos incrementos de renta por persona de nuestra historia, gracias a la eficaz participación en el poder, y sobre todo, en la distribución de la renta de los representantes de los sindicatos nacionales que constituían una organización que encuadraba a las fuerzas que participaban en la economía española.
Los sindicatos españoles se inician en España a partir de 1936 promovidos por un reducido número de camaradas que estaban vinculados al ideario político de la Falange Nacional Sindicalista.
La creación del Servicio Nacional del Trigo, en 1937, aprobado por todos los sindicatos agrícolas de la España Nacional, constituyó el primer ensayo que se anticipaba a la futura Organización Sindical.
A partir de 1943 los representantes en las cortes españolas los Sindicatos sumaban más de un tercio del conjunto de los procuradores, aportando la más genuina y positiva de la Democracia Orgánica al Movimiento Nacional.
Sin embargo, algunos de nuestros hombres que ocupaban el poder en los decisivos años de transición demostraron que estaban vacíos de profundas convicciones y de sólida experiencia política, ya que impulsados por razones de difícil justificación, contribuyeron a destruir sin valorar el servicio que había prestado a España la Institución que les había servido de plataforma política, despreciando los consejos de quienes en esos meses decisivos defendíamos una evolución política y trascendental.
Consumada ya la ruina política y económica de España, quienes estamos vinculados a esta ideología política, tenemos el deber de reivindicar para ese vértice ideológico.
El mundo debe saber que nuestros fundadores -José Antonio, Ramiro y Onésimo -honraron a España alumbrando la última y definitiva política capaz de ofrecer a la humanidad, las soluciones que acaban con la incultura, el hambre y el colonialismo, gracias a un desarrollo racional y acelerado, que beneficie a los pueblos y a las clases más necesitadas.
El Nacional -Sindicalismo, no pretende difundir su doctrina haciendo demagógicas contra la lucha de clases ni utilizar como pilares exclusivos de nuestra propaganda la defensa de los valores del espíritu y la unidad nacional, aunque los riesgos de que ambos puedan ser conmovidos nuestros más nobles sentimientos??? /[Author ID0: at ] Aunque los riesgos de ambos puedan conmover nuestros más nobles sentimientos.
También se podría designar con el nombre de Democracia Mixta, lo primero porque alcanzar la justa distribución de la renta entre los factores de la producción y el Estado debe ser el objetivo primordial para lograr una pacífica convivencia a nivel nacional.
Designarlo con el nombre de Democracia Mixta puede resultar apropiado entre la Democracia inorgánica y orgánica, sin embargo ese nombre adolece de contenido, ya que no implica que ha de estar localizado en la vanguardia de la línea democrática.
Antes de justificar el nombre definitivo de ese vértice esencial de las ideologías dedicamos un breve espacio, a determinar las afinidades ideológicas del Nacional -Sindicalismo.
Las conclusiones que se obtienen de este análisis para determinar el orden de afinidades crecientes del Nacional -Sindicalismo son las siguientes:
1-El Nacional -Sindicalismo es la ideología situada en el vértice diametralmente opuesto a la monarquía absoluta y por ello, es la que se encuentra más alejada.
2. -La Democracia Liberal es después de la monarquía absoluta la ideología más distanciada del Nacional -Sindicalismo, ya que la separa la más larga diagonal de todos los planos, que es la democracia inorgánica.
3. -El fascismo está alejado del Nacional -Sindicalismo por la diagonal del plano del trabajo aunque trazada en un plano paralelo.
4. -La distancia entre el comunismo y el Nacional -Sindicalismo se mide por la diagonal del plano del capital, aunque trazada también sobre un plano paralelo.
5. -A la Democracia Conservadora la separa del Nacional -Sindicalismo el eje que mide la aportación del trabajo a la renta que como hemos dicho es el de mayor dimensión de los tres.
6. -Al socialismo democrático solo le separa del Nacional -Sindicalismo el eje que mide la aportación del capital a la renta obtenida por el trabajador.
7. -La ideología más próxima al Nacional -Sindicalismo es la Dictadura Justicialista, ya que la arista que mide su distancia es la más pequeña, pues es la renta conseguida anualmente por el trabajador. A nosotros nos moviliza la profunda y absoluta convicción de que el vértice o estrella polar, que corresponde a nuestra política en el desarrollo económico, nos ha permitido demostrar científicamente gracias a la economía política espacial, que la dinámica y justa distribución de la renta que defendemos entre Trabajo, Estado y Capital, para cada nivel de productividad, nos permite conseguir con precisión objetivos inalcanzables para cualquier ideología política, que contemple los problemas económicos y sociales desde el plano del Trabajo y Capital.
También constituyen un grave error que se puede valorar con objetividad la exacta aportación del trabajo y el capital a la renta conseguida, para después distribuirla con justicia mediante el recuento el recuento de votos, que obtiene en las elecciones generales, los partidos políticos que teóricamente les defienden.
Sólo mediante una participación orgánica, de trabajadores y empresarios organizado por ramas de la producción que disponga de una completa información, de la situación económica de las empresas, de los incrementos medios de la productividad, que se logran por hora de trabajo, de la previsible evolución de los precios y de las variaciones de la demanda del mercado, además de otros datos imprescindibles, se puede practicar una justa distribución de las rentas que logren el mayor incremento posible de los salarios sin aumentar el paro.
El Nacional Sindicalismo, no pretende difundir su doctrina, haciendo demagógicas, contra la lucha de clases, ni utilizar como pilares y la voz de nuestra propaganda, la defensa de los valores espirituales y la unidad nacional, aunque los riesgos de que ambos conmuevan nuestros más nobles sentimientos.
La más importante conquista del Nacionalismo -Sindicalismo con su doctrina ha logrado alcanzar mediante la economía espacial, que nos sirve de soporte científico, son las siguientes:
1º) El porcentaje de rentas ahorradas está estrechamente vinculada a la distribución que se hace de la misma entre el trabajo y estado capital
2º) Para conseguir el pleno empleo, de los factores de la producción es indispensables lograr que se ahorre anual mente un elevado porcentaje de las rentas conseguidas, que tiene que ser distinto para cada nivel de productividad nacional.
3º) Una participación del trabajo en la renta nacional que exceda de los incrementos netos de productividad, genera inevitablemente paro. Así como un aumento de costes del crédito, por que el ahorro nacional disponible resulta insuficiente para lograr el incremento de productividad que corresponde a la subida de salarios.
4º) El desempleo no se elimina reduciendo las horas anuales, de trabajo con ello sólo se consigue disminuir la renta nacional y en consecuencia el ahorro y crear mayores dificultades para que las Empresas aumenten los puestos de trabajo.
5º) Los diligentes de las centrales obreras Nacionales -Sindicalistas entienden que incrementar al máximo posible las masas salariales, que perciben el conjunto de los trabajadores, deben ser considerado el objetivo más preferente de cualquier otro que se puede lograr a nivel de clase o individuo.
6º) Por elevado que sea el porcentaje de paro que sufre cualquier nación el pleno empleo se consigue tan pronto como se restablezca la justa distribución de las rentas nacionales, que corresponde a su nivel de productividad.
7º) La ideología política que hace posible y potencia los derechos humanos, desde el plano de la democracia orgánica, sin sentirse vinculada a los intereses de clase es la que puede garantizar la paz social la convivencia civilizada y la más alta costa de desarrollo económico.
Un retirado desequilibrio entre la renta producida y la consumida, como durante años se viene haciendo en España, aumentando nuestra deuda exterior, tiene que conducirnos a situaciones de inestabilidad política aunque la practiquen gobiernos respaldados por un mayoritario voto.
En base a esta síntesis de conquistas doctrinales logradas por nuestra ideología política, lo Nacional Sindicalista esperemos recuperen la confianza del pueblo español, precisamente por que aceptamos el compromiso de conseguir durante el plazo de un mandato electoral, los objetivos siguientes:
1º) Elaborar con el mayor rigor científico programas de desarrollo económico -social dentro de un régimen de libertad de mercado que permitan alcanzar el máximo incremento posible de renta por persona.
2º) Lograr para todos los trabajadores de cualquier nación el pleno empleo y el más alto crecimiento anual de la masa salarial.
3º) Asegurar la supervivencia de las Empresas que sean capaces de soportar una dura y leal competencia, una adecuada presión fiscal una elevación de salarios basada en el incremento de los precios y en la mejora lograda de la productividad.
4º) Reducir el coste del crédito, hasta situarlo medio punto por debajo de la rentabilidad media de las Empresas.
5º) Ajustar la presión fiscal al nivel de desarrollo de cada nación y distribuir la aportación de las rentas de capital y trabajo al presupuesto, de acuerdo con sus variables participación en la renta nacional.
6º) Superar la crisis económica que sufra cualquier nación de característica similares a las de España, en un plazo que no excedería de cuatro años.
7) Reorganizar la economía española por ramas de la producción asignando la representación en dichas entidades a las centrales sindicales obreras y a las federaciones patronales, que libremente elijan los trabajadores y empresarios, a fin de que ambas partes contribuyan a programar el desarrollo económico nacional y a distribuir en justicia la renta conseguida.
Frente a esta clara y rigurosa doctrina política, del Nacional -Sindicalismo, fortalecida por la posición geométrica que le corresponden en las coordenadas del desarrollo económico, y su lógico esquema institucional, que le ofrece posibilidades de valorar con rigor científico las aportaciones del capital y el trabajo para crear la renta nacional.
¿Dónde podríamos localizar a la mayoría de los partidos políticos y coaliciones electorales españolas que han surgido de la reforma política? La respuesta es sencilla, en la más etérea inconcrección, por en su mayoría no saben medir la dimensión de las crisis, ni adoptar las decisiones precisas, para superarlas, ya que las decisiones que deberían adoptar podrían ser concordantes con su propia ideología política.
Entristece comprobar la excepcional y decisiva influencia que sobre el pueblo español ha ejercido la imagen de los líderes políticos difundida por la televisión. Entristece pensar que ha tenido que pasar años de reiterados fracasos para que la mayoría de los electores tomen conciencia de que el impacto inicial que lograron algunos políticos, no concuerde ni con el deseo del contenido ideológico de los partidos a quien representaban ni con su insuficiente formación cultural.
La gravedad de la crisis en España está inmersa, sin comparación las más graves de las cuentas sufren cualquier nación de Occidente de Europa nos obliga a todas si aspiramos a eludir los graves riesgos que nos amenazan, debemos tratar de enriquecer la formación política de los españoles.
NACIONAL SINDICALISMO
Y
LIBERTAD
El hombre tiene que ser libre. Pero no existe la libertad sino dentro de un orden.
Consideramos al hombre como portador de valores eternos, como envoltura corporal de un alma que es capaz de salvase o condenarse.
La estimación de la libertad, es una estimación por el hombre.
Lo radical no es concepto de libertad, en abstracto, sino el hombre en concreto, ya que su libertad no es una propiedad con la que se relaciona el hombre, sino una nota esencial de hombre en sí mismo.
Quien comience por desentrañar al hombre de su destinación eterna reduciéndoles a anécdotas existenciales o a productos físicos, no respeta la libertad profunda, por muy amplio que sea el repertorio de libertades que le concedan.
De lo que se trata que el hombre no sólo viva en libertad sino de que viva su libertad. Para lograrlo ha de mantener su soberanía los principios fundamentales.
La libertad de hombre precisa del amparo de un sistema que permita su ejercicio, sin que quede la libertad, que siempre será parcial, por razón de la variabilidad de los principios que aplica n en función de la mayoría que los decreta.
El sistema no puede sustituir ni absorber a la libertad, sino que hay que defender la posibilidad de su ejercicio, sin alterar su esencia.
Vivir sin verdad y sin libertad significa vivir en la mayor tristeza in una desolación sin límites, en ausencia y vacío. Sabido es que para vivir en libertad se requiere vivir ordenadamente.
El hombre es la unidad fundamental, portador de valores eternos, el hombre es la unidad y no solamente es libre, sino que tiene ser libre. Esta fortaleza de libertad que aqueja el hombre, como un gozo, es la que reclama un orden, dentro del cual la libertad se ejerza y se potencie.
La dialéctica ensayada entre la libertad y el orden, sistema o Estado es sencillamente impresionante, sobre todas las cosas, el hombre, y en el hombre su libertad.
Ahora bien, si el orden económico en que desarrolla el hombre su vida no le ofrece garantías para el ejercicio de su libertad, de nada sirven las exaltaciones verbales.
Cuando es el orden económico el que adquiere el poder determinante y dominador de las relaciones sociales o humanas, el hombre necesita un amparo y una defensa, que sólo puede ofrecérsela el Estado con capacidad para imponerse a los intereses económicos desbocados.
A un Estado, dotado de esta capacidad, es fuerte y autoritario, frente a la oligarquía económica, pero no frente al hombre o su libertad.
Fuerte para poder servir a la unidad de destinos de los hombres o su libertad, a los hombres que integran un pueblo, como unidad del destino universal. Solo así la libertad de todos y de cada uno de los que forman un pueblo encuentra la garantía de la libertad.
La tiranía no es sólo una condición del Estado que desprecia la libertad individual o colectiva, sino que también es tiránico el Estado que al inhibirse de su misión y del cumplimiento de su destino, consiente el desprecio de la libertad individual entregando maniatada a los poderes económicos.
La justificación interior del Estado se encuentra en decisión de defensa de la libertad de los hombres todos, en igualdad inequívoca tomando como base la decisión espiritualista del ser humano. La tiranía se comete cuando se favorece la humillación del hombre y el uso imposible de su libertad real.
No deja de ser curioso el hecho comportable de que España, los estados que se han desentendido de ésta concepción espiritualista del hombre, han concluido siempre en la tiranía por muy liberales que fueran sus programas.
La libertad del hombre es, un valor eterno e intangible. Estos valores no son atributos de la libertad en sí misma, sino del hombre, que es al que en rigor personaliza la libertad.
Por eso, si la nación de la que forma parte un hombre no es una nación libre, ese hombre no puede ser de veras libre.
Si el hombre en un uso indebido de su libertad, menoscaba la libertad de la Patria, o debilita la unión o la fortaleza necesaria para que sea libertad se ejerza, está arruinando los prepuestos requeridos para el ejercicio de la libertad personal dentro de la Patria en que vive.
Atentar contra el destino de una Patria, como España, aflojar los lazos de su unidad, o envenenar el discurso de su historia, es vituperable en nombre de la Patria, pero también en nombre de la libertad, si esa Patria es España como destino de unidad en defensa de la libertad individual.
En los puntos iniciales, expresión aforística del Ideario insistente en la explicación del hombre como conjunto de un cuerpo y un alma es decir, como capaz de un destino eterno, como portador de valores eternos.
La libertad individualista, concebida como expresión insolidaria de cada uno, puede ser correcta, siempre que no tirotee o bombardee los fundamentos de la convivencia pública, en la que se salva la libertad de todos y de cada uno.
La organización política es la que cimienta, por naturaleza, realizar el cometido de salvaguardar la libertad, y sólo la consigue si se respetan los fundamentos en que se cimienta su estabilidad: la jerarquía y el orden.
José Antonio, que proclama y defiende la libertad profunda del hombre denuncia la libertad incondicionada. La denuncia podía ser interpretada como contrafigura de la libertad profunda y radical, sino se precisan con cuidado las condiciones de la libertad.
Las condiciones de la libertad no son circunstanciales a la libertad misma, sino que son exigidas por la propia condición humana y por la sociabilidad inmanente.
La perfecciones de la libertad goza de las prerrogativas del hombre, y no pueden canonizarse extrañándolas de la persona en la que residen.
José Antonio, con agudeza crítica, califica a la libertad de valor relativo e instrumental. La calificación merecería reparos si la instrumentación de la libertad sirviera a valores de rango inferior al de las verdades supremas o al de las personas humanas.
Pero José Antonio lo que pretende con la declaración es no convertir al hombre en siervo ante la verdad y el bien.
La libertad es un valor respetable, porque permite al hombre dirigirse al bien, y es repudiable (no la libertad, sino su ejercicio) cuando se constituyen en una virtud independiente del hombre, y de su destino.
La idolatría de la libertad acaba por falsificar al hombre, dejándole al arbitrio de quien las administran por razones económicas o políticas circunstanciales y relativas.
El problema de la libertad fue atendido en un curso de formación para dirigentes en 1935 en Marzo.
Tomando pie a la frase desdeñosa de Lenin “libertad”. ¿ Para qué? Se afirma con visión penetrante que, en afecto, la libertad no es lo más importante sino que lo decisivo es el hombre, la realidad del hombre libre, el hombre como portador de valores eternos.
El hombre adquiere conciencia de su libertad cuando peligra la posible acción de su ejercicio.
Mientras el hombre vive dentro de sus libertades, como en el aire el pájaro la libertad no es una realidad problemática. Tan pronto evoluciona sobre la naturaleza en que está inserto y se configura el orden político, el hombre se percata que su libertad no es una manifestación natural, sino la expresión de un valor moral viviente en esa realidad sociológica que es el Estado.
El Estado no es un producto artificioso de la naturaleza, o una evolución causal del proceso interpersonal, sino una constitución racional de la sociedad organizada.
El reino de la axiología y de la norma en el que se asienta el Estado y al que sirve, impone al hombre un recto uso de su libertad en reciprocidad comunitaria, que lejos de amortiguar su ejercicio lo canaliza y sublima.
El Estado viene a ser como una creación de la libertad responsable, un fruto de la libertad humana, frente a la libertad natural.
Por eso, al Estado no le está permitido desentenderse del hombre libre sino favorecer, proteger y armonizar a los hombres en el ejercicio de sus libertades.
Y al hombre le está vedado desentenderse del Estado o pugnar por desintegrarlo, ya que, de suyo y por sí, el Estado armoniza a los seres humanos, fecundando su vida y las entidades naturales de convivencia dentro de la armonía de las estructuras básicas en las que descansan una recta concepción del Estado.
El Estado, se alza así como el servidor ejemplar de las libertades auténticas del hombre, y como su garantía y promotor.
Coordinador de los múltiples destinos particulares, que los hombres realizan por tener un oficio, por formar una familia, por pertenecer a un Municipio, por agruparse en un Sindicato.
Cuando comienza a perpetrase el atentado estatal a la libertad es al suponerle una figura artificiosa o al constituirle desde unas bases que no son las naturales y orgánicas, sino desde unos grupos de intereses individualistas, sociales, económicos o políticos partidistas o encontrados.
El Estado como servicio y misión, representa la disciplina, la armonía y la norma, para el recto y valioso ejercicio de la libertad.
José Antonio arranca de la idea de libertad, como valor profundo, eterno e infatigable del hombre para descalificar al liberalismo, a la democracia y por supuesto, a los totalitarios. José Antonio monta sus argumentos contra el liberalismo, el capitalismo y el totalitarismo desde la libertad como valor insuprimible.
La libertad nativa del hombre, aherrojada por la sociedad, representa uno de los ataques más arteros contra la libertad humana.
Si la sociedad es una dimensión, esencial del hombre, la libertad personal es una libertad en sociedad.
Si la sociedad es, de suyo e históricamente, perversión y encadenamiento, la recuperación social de la libertad resulta imposible.
Una proclamación individualista del hombre frente a la sociedad, termina en una constitución artificiosa de la sociedad en la que el hombre queda aprisionado.
La libertad entera del hombre le impone la libre aceptación de la sociedad como desarrollo esencial de su ser.
A esta aceptación la llama José Antonio, con excesiva generosidad y sin demasiadas preocupaciones verbales renuncia a una parte de la libertad. La verdad es que no se da tal renuncia sino -y éste es el sentido de la frase en el contexto -reconquista de la libertad en situación.
Lo demás, el primitivo melancólico y nostálgico, el amor galante a una libertad bucólica, es puro ensayo literario.
La libertad real en todas sus dimensiones será la que emane de los depositarios de la confianza pactada, quedando los hombres en absoluta indefensión ante sus valores más íntimos y esenciales.
No se han percatado los teóricos de la sociedad de que el totalitarismo es la postrera consecuencia del liberalismo, y de su hija, la democracia.
En el fondo, las masas conscientes de que la sociedad y el Estado son soberanos e independientes de los hombres que los integran, acaban a la larga por exigir la subordinación de los fines supremos al desarrollo instintivo de sus apetencias incontroladas.
El liberalismo y la democracia no sólo desencadenan el instinto de las masas, sino que matan a la libertad.
Las masas no matizan y si la única libertad posible la renuncian en una voluntad independiente, la independencia que se atribuye esa voluntad soberana, no puede pudrir aunque lo pretenda las razones germinales de la persona humana y el árbol frondoso de sus manifestaciones ingénitas y sociales.
Al analizar con cuidado los textos en que José Antonio expone su concepción de libertad, se aprecia la dosis de malevolencia suministrada por quienes le atribuían contaminaciones totalitarias.
Su ataque al socialismo soviético no lo fundamenta en el nuevo orden económico que pudiera implantar, eso no le asustaba, lo que le produce irritación es la sustitución de la libertad individual, por la justicia férrea de un Estado que no sólo regula nuestro trabajo, sino que regula también nuestro descanso, y para que no quepa duda alguna, insisto en retirar la concepción occidental y cristiana de los valores esenciales frente a la destrucción y clausura decretada por la revolución socialista de izquierdas y ante la tolerancia de la democracia formalista de la época.
Queda pues claro que en José Antonio la libertad es un valor a cuyo esclarecimiento y defensa han de supeditarse otros valores, que el Estado ha de gozar de todas las prerrogativas necesarias y suficientes para que la libertad personal y profunda se manifieste en las libertades reales tanto en el ámbito social como en el político.
La libertad, en el orden real, no es un don gracioso, sino una conquista y una concepción de Estado en la que por definición, por constitución o por ausencia de misión, las libertades resultan impracticables, no es una concepción democrática, sino una claudicación demagógica.
En definitiva, el Estado es el servidor de una idea que le trasciende y cuyas raíces no se encuentran en él mismo, sino en la persona humana. Es decir, en una realidad superior integradora de las generaciones pasadas, presentes y futuras, a las que no puede poner precio ni los Estados ni los individuos ni las sociedades.
Las falsas libertades locales sin la unidad de su destino en la historia o las reducen a la esclavitud de otras redes sin gloria, sin esperanza y sin universidad.
Al estrechar el vínculo entre la libertad como valor y al hombre como portavoz del mismo, configura a la persona humana como el ser que se dignifica y se realiza por ella.
La noción de la libertad se esclarece con el valor, y la noción del valor se ilustra con la de libertad.
Frente al dilema libertad -determinismo, de la filosofía clásica y de la moderna, prima la filosofía contemporánea el de existencia -valor pero concebida la existencia como liberta ya que la existencia es aceptada como la “conciencia que cobramos de nuestra libertad”.
Podemos convenir en que la libertad esencial del hombre sea siempre libertad existencial. Esta libertad no es absoluta, como tampoco lo es esencial, lo absoluto es la condición para obrar, y el obrar condiciona el primero por exigencias de la situación.
El hombre se enfrenta con el valor de algo que le es esencial como persona, la libertad que fundamenta a la persona, funda el valor, pues no se concibe que alcance pueda más merecer el valor.
El valor del hombre se presenta como carácter exigente. En los seres y en el deber ser, la exigencia prospera el valor.
Con esta tendencia del hombre hacia algo no constituido, para algo no realizado y solicitado por el deber -ser vinculándolo al fondo de la libertad personal.
La libertad del hombre, como tensión originaria fundamento de la historia en el tiempo.
La libertad se cumple en el valor, y sólo en él permite el ejercicio de la actividad del hombre como libertad.
La libertad que se cumple en el valor, en rigor no acaba de cumplirse nunca, ya que su cumplimiento es sólo inicial, principio de nuevas pretensiones, que enaltecen, avivan y esclarecen la libertad.
El valor no es una propiedad del ser o del deber -ser, dimanaste de su esencia, o una de sus cualidades o imperativos que hayan de ser aprendidos intelectualmente o puedan serlo en reducción estimativa, sino que es como la transparencia infinita del ser de los entes y del deber -ser que atrae a su fondo sin fondo y sin opacidades, al hombre persona.
La atracción sólo se realiza humanamente como respuesta de reciprocidad a la pretensión origen de la conciencia.
El valor se descubre cuando el hombre, sin agotarse, en la sensación en el juicio o en la violencia, realiza las posibilidades de sí mismo realizando las posibilidades de la realidad y del deber -ser. Esta realización es una auténtica encarnación del valor. Por eso, el hombre solamente realiza las posibilidades y se realiza a sí mismo si ejercita la libertad creadora de sus propias ideas, sin que las posibilidades, cualesquiera que sean pongan fin a la libertad al realizarse. Más aún ese ejercicio sólo es posible dentro de un orden.
La libertad aparece así como una actividad incontaminada del espíritu aunque esté acondicionado su ejercicio.
El hecho de estar condicionado su ejercicio no lleva consigo la particularidad de ser el condicionante, sino que excluye esta particularidad.
La libertad libera al hombre de la naturaleza, de la realidad de las cosas de sí mismo y de los mismos valores que encarna, ya que la libertad al realizar un valor crea valores, al encarnar el valor esclarece nuevas exigencias, descubre posibilidades inéditas, ahonda profundidad del deber -ser.
El valor encarnado es fuente del libertad, y sólo es libre el hombre que alimenta su libertad en los valores realizados: la civilización, la historia, la Patria.
La libertad del hombre es una libertad concreta, con la concreción de su condición existencial.
No es que el hombre quede constreñido a su condición existencial sino que desde ella se realiza o si se prefiere se escandaliza.
La vida humana es una realidad extraña de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad radical, en el sentido de que a ella tenemos que referir todas las demás, ya que las demás realidades efectivas o presuntas, tienen de uno u otro modo que aparecer en ella.
La libertad no es infinita, pues la infinitud de la libertad no tiene sentido alguno en rigor intelectual, ni el ejercicio de la libertad permite una correcta significación histórica.
La libertad consiente al hombre el hacerse señor de sí mismo y enseñorearse de todo.
Al hacerse el hombre señor de sí mismo dota de valor a los límites que le circunscriben como ser de la naturaleza y se sobrepone a lo que le circunda, sin resultar parte de nada, sea esto superior o inferior a él.
La libertad personaliza al hombre, que es en último análisis en lo que consiste el valor singular que el ser hombre comporta; Más honda que la racionalidad es la libertad, y más fecunda y rica en manifestaciones que la inteligencia, en la que se enraíza.
La razón y la inteligencia comprenden la realidad, pero la libertad se hace cargo de ella, sin anularla realizando su valor.
El valor de la realidad es siempre un valor en la conciencia, realizable por la libertad y en la libertad.
La relación entre libertad y valor es, pues una correlación fundante en su doble dimensión de realidad y de existencia aunque con diverso significado y distinto alcance.
Una realidad humana desprovista de valor es una realidad deshecha. Es decir, no es una realidad. La realidad no es lo que es mientras es lo que es siéndolo.
El valor como poder transformante de la naturaleza, es el que la permite pasar del ser al ser que puede ser.
La existencia comporta al hombre la libertad, sin que la voluntad del hombre pueda nada contra la determinación.
La voluntad del hombre no es libre, para dejar de ser libre.
La libertad es afirmación del valor del hombre, y está suponiendo la coordinación de todos los valores con el valor de la libertad personal.
Cuando la libertad no realiza los valores, no se realiza como libertad con valores ni se ejerce actividad auténticamente humana.
El hecho inexorable de ser libre, le pone al hombre en trance de tener que hacerse con las riendas de la libertad, de ser dueño de su libertad, de ser libre en la decisión al elegir, para que la libertad no sea servil. En la correlación libertad -valor es el valor el que dota de sentido a la libertad existencia, salvando al hombre de la servidumbre natural.
Tan falso resulta ampararse en la libertad fundamental de la persona humana para reducir la expresión social de la libertad efectiva, como proclamar los derechos de las libertades sociales, sin respeto por la libertad profunda e interior del hombre.
Para ser verdaderamente libre hay que saber liberarse de la libertad anárquica, instintiva o animal. Las condiciones de la libertad son su salvaguardia.
En el uso de las libertades ha de observarse el principio moral de la responsabilidad personal y social. Los hombres de nuestro tiempo, están sometidos a toda clase de presiones y corren el peligro de verse privados de su propio juicio y libertad.
Los problemas de la libertad en el mundo moderno, sólo pueden ser resueltos por el estudio de los límites y de las condiciones que en un campo y en una situación determinada, pueden hacer efectiva y eficaz la posibilidad de elección del hombre. EL
NACIONAL SINDICALISMO
Y
LA JUVENTUD
Si alguna vez me acometió la duda de si los veteranos de la falange llegaran a dirigir a España en cambio no dude nunca de que la regirán los muchachos que han descubierto en la falange su verdadera actitud ante España. (José Antonio)
José Antonio es uno de los pensadores españoles que ha tomado más en serio lo que representa la juventud para dotar de sentido a la vida y para arrastrar la muerte.
La muerte a tiro sucio de un joven ilusionado Matías Montero, fundador del Sindicato Católico de Estudiantes, limpio de alma y claro de estilo que “aspiraba a una muerte española”.
El 9 de Marzo de 1934 el cuerpo y alma de José Antonio se estremecen al comprobar el alcance trágico de su rectoría política, pues al día siguiente decidió el destino de su vida.
El día 10 de Marzo de 1934 se operó en José Antonio un gran cambio en sus ideas en la carne y en el alma de su ser y fue ya para siempre fiel a la juventud, simbolizada en Matías Montero.
No le abandonó nunca la presencia en el recuerdo, actuando en él como una palpitación cruenta, como una lágrima en sus ojos.
La falange debe a Matías Montero, la gracia de la seriedad y el compromiso de su entrega.
Desde ese momento José Antonio ofreció su rostro a la muerte como un deber de conciencia, las frases del epitáceo “Que Dios te de su eterno descanso, y a nosotros nos niegue el descanso hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte”.
“El martirio de Matías Montero no es sólo para nosotros una lección sobre el sentido de la muerte, sino sobre el destino de la vida: Cuando dudemos, cuando desfallezcamos, cuando nos acometa el terror digamos !No¡ esto es grande, es fecundo, sino no le hubiera ofrendado la vida.
La muerte de Matías Montero confió a José Antonio el sacramento militar de la confirmación política.
Dos meses antes del aniversario, en el acto del S. E. U. esta vez en Valladolid propone a Matías Montero como ejemplo de buen universitario y de joven que participa en la tragedia de nuestro pueblo.
Al que nos asesinaron a traición y que cayó muerto con el alma y los ojos llenos de luz de nuestra España de los Reyes Católicos, la España cuyo signo ostentaba nuestro yugo y nuestras flechas. La juventud a nivel de actualidad en España y en Europa y en el mundo, es la que mejor ha percibido los últimos estertores del sistema liberal -capitalista del siglo XIX.
El empeño en detener su desaparición exaspera a la juventud, y la identificación de capitalismo y paternalismo y presta a la rebeldía en las generaciones.
No hay más que dos formas de ser joven: la auténtica, combativa y resuelta alumbramiento de un orden nuevo, y la desfalleciente escurridiza y cauta.
La primera acepta el compromiso con el mundo y con la vida de una manera profunda, completa y responsable, la sonriente y pálida cuelga la flor de sus halos del olmo viejo, en su mitad podrido.
La juventud ha puesto en órbita una facultad dormida en las generaciones anteriores; la imaginación, y la inteligencia transformadora. Los jóvenes a los que asusta la revolución, serán víctimas sin pena ni gloria.
Un nuevo ciclo, una nueva tierra, una sorpresa original se anuncia, y ciego será quien no lo vea.
La juventud se ha encontrado a sí misma y ha recobrado la conciencia de su responsabilidad.
No es ella la culpable de que el mundo cruja, sino que ha asumido el empeño dramático de denunciar la catástrofe y de erigirse juez.
No hay más que dos opciones en el dilema: o el orden nuevo del marxismo o el orden nuevo llamado personalismo social. En los dos, la revolución es el único camino.
La juventud no tiene porque no estar conforme, en gran parte, con la crítica marxista del mundo vencido, y convoca a la juventud a la dura vocación y al sacrificio del orden nuevo desde la primacía de lo espiritual.
Una juventud sumisa a un orden caduco y caducado es una podredumbre artificial, un asteroide resto de un planeta desaparecido.
Estas dos maneras (la marxista y la nuestra) de entender el mundo se reparten el alma de la juventud.
Sobre las tormentas alienta una nueva concepción del mundo, el naufragio lo provocan quienes se cierran en el camarote o se contentan con lamentar el griterío que levanta la tripulación.
Al combatir por igual a unos y a otros con las medidas angustiosas inútiles que les sugiere su inspiración agonizante no detendrá la revolución e irritará a los protagonistas: “o vosotros o nosotros triunfaremos sobre las ruinas de lo que por minutos desaparece”.
Para bien vuestro y nuestro, será nuestra revolución nacional la que prevalezca.
Ningún régimen se sostiene si no se consigue reclutar a su alrededor a la generación joven en cuyo momento nace y para reclutar a una generación joven hay que dar con las palabras justas, hay que dar con la fórmula justa de la expresión del concepto.
Hay que ofrecer el pan de la palabra como una epitafia y no como un salario. Los intelectuales lo saben y no siempre hornean el pan de la palabra en afán de verdades, sino de ambiciones de gloria académica.
La dictadura no operó la transformación revolucionaria de España porque los intelectuales no entendieron al General y los jóvenes se desentendieron de la Empresa.
Los que le quisieron hombres sin gracia ni estilo de juventud no apetecían una revolución a fondo, y los que podían y debían haberla entendido se dedicaron a un esteticismo beligerante, frívola seducción de juventudes.
La juventud, aunque las masas no matice tiene claro el afán, como el poeta y su ambición es legítima. En otras palabras, la revolución a que aspira la juventud es necesaria y sólo ella está en las mejores condiciones para hacerla.
La frustración en el empeño, en la conquista no son achacables a la juventud por serlo, sino a los encantadores de inquietudes o a los viejos mercaderes de ilusiones.
Cuando se habla de los permanente, de lo vivo y de lo muerto, de lo permanente y de lo efímero convendrá que no se mezcle en el asunto el valor de la actitud resuelta y sobreviviente del auténtico empeño.
No en las soluciones concretas y en el apego a fórmulas variables sino en la actitud ante la vida y la muerte, ante la injusticia y ante el dolor, ante la mentira y ante el egoísmo, ante el individualista egoísta es como hay que valorar la política inexorable de la juventud de ayer y de siempre.
Una virtud fundamental en la juventud es la emoción por la justicia social y la repugnancia ante la hipocresía del capitalismo.
La poesía invocada es una gracia de juventud, no un alarde retórico de versificaciones, porque la juventud es por definición y por esencia la poesía que promete.
El mundo necesita un reajuste, que le salve de su ruina moral. Este afán de reajustar el mundo se encuentra en todas las juventudes conscientes de responsabilidad.
Este afán es universal y los jóvenes españoles se suman a esta preocupación. Lo que acontecía a las juventudes españolas era un fenómeno singular, debido a su situación espiritual, política y material de la trasguerra.
España participará en la edificación de las estructuras nacionales a nivel Europeo y mundial, este empeño es obra de juventud. Una juventud segura de sus pisadas, juventud con conciencia de generación, de responsabilidad, de estilo, príncipe de la tragedia, del mundo y no sólo sufridora de la injusticia social y de la desmembración de la Patria.
Las juventudes españolas y las Europeas viven en el desamparo de unas realidades que no responden a los ideales pregonados y perciben con claridad, fuego y rabia que desde lo alto de su vuelo imaginativo todo es pequeñez.
Se precisa el cometido: una España entera y armoniosa, se escogen los protagonistas: la juventud por sí misma; se marginan los falsificadores sin intermediarios, ni administradores.
Se precisa el cometido: una España entera y armoniosa, se escogen los protagonistas: la juventud por sí misma; se marginan los falsificadores sin intermediarios; se excluyen los cautelosos; los jóvenes que ni sienten a España ni la entienden.
En España los partidos de derechas y los de izquierdas coinciden en desencantar a sus juventudes, al desentenderse de la auténtica realidad interior que supone la juventud, como categoría histórica ya la tratar de someterla al juego de sus intereses y de sus rencores de insolencia de su miopía y de su odio a la Patria y religión.
Las derechas y las izquierdas, como partido descoyuntan la unidad de las juventudes, que vieron traicionadas la fe que en un principio habían depositado en los programas.
La juventud, como dimensión histórica y no como coyuntura, cronológica como categoría fundante y no como tránsito de sumisiones, como protagonista y no como comparsa, como esperanza viviente y no como espera paciente y desazonada, que es como se presenta en la hora actual, fue adivinado, anunciado y gritado por José Antonio con una anticipación de lustros y con una lograda elevación de estilo.
Los estallidos de la juventud, que han tenido su estruendo estremecedor en Francia, en Mayo de 1968, eligiendo al país más civilizado como potenciador de la onda expansiva del movimiento mundial, no son ni representan la expresión fiel del ímpetu de las juventudes, sino la rebeldía iconoclasta de quienes no se muestran en propicios a que se siga usando el nombre de Dios en vano, o se utilice el cuño de la Patria.
Para legalizar injusticias y discriminaciones, sean del género que sean.
Más escandaloso resulta el desorden injusto del mundo actual que la justicia desordenada de las juventudes. Por lo menos, si que cabe señalar y, copio fases ajenas, que la sociedad no tiene ningún derecho al “histerismo” ante la rebeldía estudiantil.
Si se analizan y describen los sucesos acaecidos en París, en la facultad de Nanterre, en las de Berlín, en las californianas, en las inglesas, en las de Milán, en las de Turín, en las de México, en la de Moscú, en la de Roma o en la de Madrid, prescindiendo al estudiarlo de la sociedad en que nacen y explotan, se corre el riesgo de disolver la categoría esencial, de honda significación, en un anecdotario de anarquías y desenfreno.
En un mundo como el nuestro, en una sociedad de bienestar material, perdido el sentido de la vida y oscurecida la luz de la norma, y del espíritu, ensombrecido por la hipocresía social, el alto promontorio de un ideal humano, negociada la cruz de Cristo en el mercado de las transacciones, el alma juvenil naturalmente cristiana.
Al no comprar a precio justo al levadura espiritual y política ofrecida por José Antonio, español y cristiano, las democracias parlamentarias y “representativas” de lo viejo han tenido que comer a precios prohibidos el pan negro marxista y cínico.
La juventud arrojada a la intemperie por las tribus acampadas bajo los sombrajos de los partidos se ha visto obligada a montar su propio sistema de soluciones ambiguas y por supuesto, utópicas.
Cierto, que los estudiantes se han vuelto hacia la pura ideología del XIX y combaten las seudoideologías de nuestro siglo, cuyas aspiraciones se miden por el éxito y que son arbitrariamente manejables, tanto por el marxismo soviético como por el fascismo o por el neoliberalismo.
Pero no es menos cierto que la trimembre disyunción no es perfecta y que a las juventudes se les ha ocultado la solución en la que sus aspiraciones se cumplan, comprometiéndose en ellas y con ellas sin menoscabo de la idealidad y sin que sea el marxismo soviético, el fascismo o el neoliberalismo los que manejen el éxito.
José Antonio ha sido secuestrado para los españoles cuando su pensamiento y su estilo podían haberse alzado como bandera y como símbolo de una política de juventud, constructora de un mundo nuevo con fe en sí misma y en su estilo.
La doctrina de la revolución, tal como la prefiguró José Antonio es la doctrina de la juventud consciente y responsable. Los que arguyen que la revolución está pendiente, habrán de reconocer que sólo la juventud podrá cumplirla y los que ante los brotes de rebeldía de las juventudes, bueno será que recapaciten en que es sólo un ensayo medroso y que si no se las ofrece campo para la revolución económica y social bajo la supremacía de lo espiritual y del imperativo de una educación integral, humana se convertirán en órgano del marxismo.
Quien tiene que reformarse no es la juventud, es la sociedad; y sabido es que en una sociedad injusta puede reconocer la injusticia que la corroe pero no es capaz de defenderse a sí misma con brío. Es muy posible que el aparato oficial de las democracias liberales consiga éxitos espectaculares y que la juventud ceda en sus posiciones ante la habilidad política de los poderes públicos.
Si el éxito es interpretado como respuesta favorable a una continuación sociopolítica y no se incorpora la verdad de los anhelos y de las aspiraciones de la juventud rebelde a las nuevas formas de la organización política y de las estructuras de poder, la tregua sólo servirá para una reorganización de las fuerzas y para una exasperación en las actitudes.
Las juventudes tienen una razón oculta en el corazón sobre la que nada pueden las razones parciales de una sociedad de consumo comarcal y de opulencias aparentes.
La desesperación es la cultura del hambre y la barbarie anárquica es la guardia civil de la justicia imperante.
La era interplanetaria exige un orden social a niveles desconocidos por los agrimensores capitalistas y por los allanadores marxistas de la orografía social.
Las juventudes saben lo que quieren (y no sólo lo que no quieren) pero no aciertan a saber como realizar sus ambiciones.
Si la sociedad y los sistemas vigentes abusan de ésta deficiencia operativa e instrumental de la juventud, no conseguirán secar la fuente de las aspiraciones, sino que favorecerán el desbordamiento.
El bien es, de suyo, difusivo y la justicia social reprimida es un artefacto de espoleta retardada que condensa su fuerza para que sin el pensamiento no posee romper como una debastación incontenible.
La única salida consiste en la ordenación nacional y humana inexorable de la nueva sociedad; aceptar el lenguaje original de la juventud, traduciéndolo a formas auténticas de socialidad, sin traicionarlo con sintaxis neocapitalistas.
Si la sociedad “urgente” no responde a las vigencias de la nueva edad, la nueva edad ensayará sus formas enfrentándose violentamente con la sociedad, sin que las apelaciones al orden o a la paz tengan eco ni audiencia en las juventudes.
Identificar el orden con el vigente, si el éste esconde un desorden interior y prolongue una injusticia social humana es una desgraciada invitación a la peor forma de anarquismo, desde unos presupuestos de represión humana.
Las soluciones tibias no ofrecen ni seguridad, ni esperanza para resolver problemas trágicos ni para afrontar de raíz las estructuras de la convivencia social y de la representación política. Reafirma la voluntad de la rebeldía.
Transformar la espontaneidad en reciedumbre consciente y sublimar la emoción juvenil en un servicio que la dignifique.
La juventud no es un fin en sí misma, ni una meta móvil. Es la edad en que los años adquieren significación y renuncia.
Lo que la juventud no consiente, ni espiritual ni biológicamente, es la frustración cotidiana de su conciencia personal. Aunque suene a paradoja es un dogma:
“La juventud necesita creer en algo y a alguien. El sin sentido de su revolución es consecuencia de la filosofía social y política en que se gesta su formación. ”
La juventud conjuga sin contemplaciones el verbo “anonadar”, introducido en el mercado de la vida por intermediarios de la cátedra y de la literatura existencialista.
La juventud se ha apropiado de la vieja máxima de que “la letra con sangre entra” y ésta es la hora en que resulta difícil distinguir si la rampa del lanzamiento de la juventud es la inhabitabilidad moral del mundo en que viven o la finitud radical de la vida humana pregonada como optimismo activista.
Sobre lo que no cabe el olvido es sobre la definición con que los jóvenes se presentan ante el futuro: como unos hombres que todavía no han empezado a dejar de serlo, aunque los cómplices de la resistencia sigan empeñados en decirles que son unos hombres que todavía no han empezado a serlo.
La experiencia de lo vivido no les vale como razón ni como criterio, no viven de residuos ya que no es lo que ha sido lo que desean restaurar, sino que es lo inexperimentado lo que desean instaurar. Tienen en más su exoneración de responsabilidad ante el pasado que su posible irresponsabilidad ante el futuro.
A lo que José Antonio tiende no es a alentarles en lo que digan o hagan, sino a reafirmarles en lo que son y en lo que representan de inevitable.
Por eso todo el empeño de José Antonio se cifra en la necesidad de que se acepte una ética del prevenir en la que instale la política.
Los jóvenes actuales quieren ser los antepasados de sí mismos. Pero ésta pretensión sólo es fecunda si se remonta en la genealogía a una raíz creadora y se extiende a una finalidad trascendente. EL
NACIONAL SINDICALISMO
Y
EL SOCIALISMO
Frente a la economía burguesa individualista se alzó la socialista que atribuía los beneficios de la producción al estado esclavizando al individuo.
Ni una ni otra han resuelto el problema del productor. Contra ella levantamos la Sindicalista, que ni absorbe en el Estado la personalidad individual, ni convierte al trabajador en una pieza deshumanizada del mecanismo de la producción burguesa.
(José Antonio)
Frente al Estado liberal, que vino deparar la esclavitud económica fue justo su nacimiento.
Los obreros tuvieron que defraudarse contra aquel sistema que sólo les daba promesas de derechos pero se cuidaba de proponerles una vida justa.
El socialismo surge para reivindicar al obrero, para mejorar la suerte del proletariado.
El socialismo surgió como una exigencia justa frente a la injusticia social, como una reacción en defensa de los oprimidos por la tiranía económica de los poderosos ofrecida por el liberalismo capitalista.
El socialismo consiste, esencialmente, en la propiedad de los medios fundamentales de la producción, consistencia por esencial, para desautorizada maniobra política.
La socialidad de los factores de producción y el control estatal, característica del socialismo como sistema.
El socialismo interpreta desde una perspectiva social un proceso económico radicalizado por la revolución industrial.
El socialismo ofrecerá, más tarde, como una de las virtudes el capitalismo de Estado.
El socialismo no es de una consideración rigurosa o de progreso económico -social ni para el materialismo, ni para la historia.
El hecho de que los marxistas, hayan especulado sobre la cuestión sin resolverla e incluso agrabándolas perdiendo toda la razón, para que el argumento pierda su valor, su fuerza y su verdad.
El capitalismo dueño de los instrumentos de producción y poseedor de los medios de financiación se convierte en arbitro de la situación y explota a los hombres que intervienen en el negocio.
Los explotadores de un negocio son los que la conciben y financian, son los que intervienen en la producción como trabajadores, tengan el mínimo interes de acceso a la dirección, gestión o participación de la Empresal.
La lucha de clases incubada en el capitalista desintegra el sistema. El marxismo ha captado el fenómeno y ha intervenido en la exarbolación de la lucha de clases, considerándola como el factor determinante de la descomposición.
El socialismo fué justo en su nacimiento y la justificación se la ofreció el capitalismo, al negarse en su reforma estructural y al no aceptar la primacía de unos principios morales y humanos, como fué la transformación.
Suplicó benevolencia en oídos católicos, ante la comparación, pero así como el desentimiento de la iglesia ante ciertos valores humanos y religiosos de algunos reformadores, les ha obligado al cabo de siglos a adoptar una actitud revisionista desconcertante y ambiguos.
El capitalismo al desoir las exigencias fundamentales de orden moral y humano de los trabajadores, se ha derrumbado también como sistema económico hundiéndose las posibles virtudes de organización que pudiera poseer. Las masa no matizan y el marxismo juega con esta mentalidad del pueblo en la lógica irracional de su proceso económico dialéctico.
En la interpretación de Engels, alcanza la categoría de sembrador germinal del marxismo, basándose en algunos principios que, en efecto, se encuentran en el escritor frances, aunque Engels se vea obligado a reconocer que la tendencia burguesa sigue afirmándose en el junto a la tendencia proletaria.
La reforma ardiente y contunaz de la economía liberal y de la organización capitalista, movido por su afán igualatoria.
Cree en la humanidad y confía en la justicia, y a la hermandad de los trabajadores las llaves de la paz, del progreso y de la felicidad.
El Capitalismo se encontró con las exigencias de tener que considerar el trabajo, como algo más profundo que una prestación asalariada y de tener que medir las horas de los trabajadores, con el metro de la producción y de la plus -valía del producto.
La imposición del Estado para que intervenga en la economía y en la reorganización de los estudios sin distinciones clasistas.
La propiedad privada, separa una de otra a las mentes humanas, sirve de causa constante para el resurgimiento de la esclavitud. Dentro de la sociedad es fuente inagotable de engaño y de fraude entre los hombres y provoca la prostitución en las mujeres. . .
Sin embargo, el alcance marxista de estos comentarios queda invalidado si se constrasta con otras en las que se propugna como solución justa de transformación evolutiva dentro del sistema vigente.
José Antonio escribiría cien años más tarde “El liberalismo, económico dijo que todos los hombres estaban en condiciones de trabajar, como quisieran, se había terminado con la esclavitud, ya a los obreros no se les manejaban a palos, pero como los obreros no tenían para comer sino lo que se les diera”.
Como los obreros estaban desatendidos, inermes frente al poder del capitalismo, era el capitalismo el que señalaba las condiciones y los obreros tenían que aceptarlas o resignarse a morir de hambre.
Así se vió como el liberalismo, mientras escribía maravillosas declaraciones de derechos en un papel que apenas leía nadie, entre otras cosas porque el pueblo ni siquiera se les enseñaba a leer.
Mientras el liberalismo escribía estas declaraciones nos hizo asistir al espectáculo más inhumano que se haya presentado nunca.
En las mejores ciudades de Europa, en las capitales de estados, con instituciones liberales más finas se hacinaban seres humanos, hermanos nuestros, en casas informes, negras, rojas horripilantes, aprisionados entre la miseria y la tuberculosis y la anemia de los niños hambrientos, recibiendo de cuando en cuando el sarcasmo de que se les dijera como eran libres y además soberanos.
El socialismo responde a una evolución de la conciencia histórica.
La conciencia política de Europa que despunta en Maquiavelo y adquiere plenitud en el siglo XIX.
En este siglo, el socialismo no es un empeño exclusivo de los ideológos habidos por socialistas sino que es obra de pensadores, de las más diversas tendencias y principios.
La historia del socialismo moderno es la historia del pensamiento europeo y la respuesta de pensadores cristianos, anárquicos, historicistas y tradicionalistas.
Los factores que determinan esta coincidencia son: económicos, políticos, sociales y religiosos, somedios a sus principios.
El socialismo, como aspiración, no es una doctrina. Es un impulso natural y humano, evangélico en unos y agnóstico en los demás, que esconde sus raices en la dialéctica entre personas humanas y socialidad histórica.
Cada pensador actúa desde unos presupuestos y cifra su empeño en unas soluciones, sin que aparezca lo que pudieramos llamar la metafísica del socialismo.
El cristianismo que podría haber sido la fuente y la luz del movimiento socialista, con sólo haber motorizado las ideas del Evangelio en la conciencia social, se vio sorprendido por un filósofo revolucionario de origen judio nacido el 5 de Mayo de 1818 en una ciudad alemana de la orilla derecha del río Mosela.
El socialismo abierto a unas posibilidades cristianas consonantes con la tradición Europea, adoptaba una interpretación anticristiana sometiendo a la teoría determinista los elementos valiosos de la doctrina y de la praxis evangélica.
José Antonio se ha enfrentado con el socialismo comunista en lo que tiene de concepción anticristiana interpretación materialista de la vida y de la historia sentido de represalia, proclamación del dogma de la lucha de clases.
La historia como un juego de resortes económicos, supresión de lo espiritual, desprecio de la religión, negación de la Patria, odio, separación de todo vínculo de hermandad entre los hombres.
La pretensión puede ser honesta en mentes desconocedoras de la dialéctica marxista, pero el revisionismo marxista una superación de sus dogmas canónicos.
El marxismo no delinque ante los epifenómenos de la realidad evolutiva lo que sí puede afirmarse es que las exigencias del socialismo, el ideal socialista, no sólo no ha encontrado en el marxismo su satisfación sino que de suyo el marxismo ha convertido al hombre liberado por el socialismo de la opresión liberal -capitalista.
El socialismo marxista representa la cancelación del socialismo humanista, redentor y personalista que queda subsumido en unas categorías extrañas a las aspiraciones del ideal que lo habían promovido.
Como en estas y análogas cuestiones, la exposición crítica no discurre siempre en corrección lógica con el pensamiento original de sus autores, nos atenemos a los textos marxistas de reconocida ortodoxia y de más alto porte a nivel de actualidad.
El socialismo comunista al que desde este momento llamaremos con justeza marxismo apoya su doctrina en unas categorías que son las que enriquecen el método dialéctico.
El marxismo arranca, como cualquier filosofía, de la percepción sensible de la obra de la observación de la realidad, pero que para el marxismo se realiza sobre la base de la actividad práctica.
Son las que nos permitirán actuar con éxito sobre las fuerzas de la naturaleza. El pensamiento teórico abstrae lo importante, lo esencial y lo necesario, desechando lo contingente.
En la formación de las categorías, fruto del pensamiento teórico, se pone de manifiesto uno de los más importantes pilares de la teoría marxista del conocimiento: la relación orgánica, la unidad entre la actividad cognoscitiva y la actividad práctica del hombre.
Más aún el pensamiento teórico opera como base de la actividad productiva del hombre, en un esfuerzo de asimilación práctica del mundo.
Las categorías no son un mero concepto simple, de muy dudosa interpretación sino conceptos fundamentales de los aspectos más generales y esenciales de la realidad y de los nexos y relaciones de los objetivos. Resulta así que las categorías no sólo sirven a la actividad práctica del hombre, sino que son también condensaciones de la actividad práctica de la humanidad.
Sin las categorías filosóficas, no hay conocimiento científico, ni pensamiento auténtico, ni progreso verdadero.
Queda claro, en la concepción marxista, que el contenido de las categorías expresa el contenido objetivo extraido del mundo real sobre el que revierten.
El mundo que se ofrece a los sentidos, es un mundo cambiante y sólo unas categorías que ofrezcan esa misma condición serán las aptas para reconocerlo, contemplarlo y transformarlo.
Un materialismo metafísico es tan superficial como el idealismo. En ambos sistemas las categorías son concebidas como entidades inmóviles permanentes, incapaces de reflejar la realidad en su esencia dinámica.
El marxismo, derrite las categorías sólidas y al considerarlas como fluidas y cambiantes, dialectiza su carácter, las flexibiliza para que puedan abarcar la realidad en su esencia cambiante, generalizarla y transformarla sin violencia conceptual y sin aprisiorismos.
Los cambios y el desarrollo reales y efectivos e inexorables de la realidad, son los que determinan la fluidez de los conceptos y de las categorías, ya que si nno fuera así el pensamiento y sus leyes no estarían vinculados al ser en su unidad total.
Las categorías de la dialéctica del pensamiento no son otra cosa que la expresión no ética de las categorías de la dialéctica de la realidad y de la verdad objetiva, de aquí su necesidad absoluta para todo pensamiento científico.
Las peculiaridades de las categorías y su dialéctica se explican por su expresión en función de la realidad que reflejan y sobre la que operan.
Los pensamientos marxistas propugnan que todos los grandes descubrimientos científicos han sido posibles gracias al empleo del método dialéctico y que el marxismo ha proclamado el materialismo, basándose en los descubrimientos de las ciencias de la naturaleza.
El marxismo entiende que la materia, la categoría de la materia, contiene todos los rasgos generales propios de cualquiera otra categoría como son los nexos y los vínculos del mundo objetivo y los del pensamiento humano que reflejan y desarrollan.
La categoría de materia expresa el aspecto esencial de la realidad, constituye la fuente del conocimiento y es el punto de partida para la solución de los problemas.
Añádase que con ella se designa la realidad objetiva y si se alza de manera específica como una entidad independiente de la conciencia humana y de toda la humanidad y se refleja en las sensaciones e ideas del hombre.
Con la categoría de materia el marxismo resuelve con rigor científico toda la problemática de la realidad y fecunda su teoría del desarrollo social.
El marxismo interpreta el proceso gnoseológico de la humanidad como un esfuerzo por elevarse desde la materia al pensamiento abstracto y desde este a la práctica, pero desconoce la autonomía de categorías sin base y sustento en la categoría de materia, ya que la materia no sólo pertenece al ser físico, sino también a la realidad entera como naturaleza y sociedad y a nuestro conocimiento.
No exageraba José Antonio al asignar el marxismo una interpretación materialista de la vida y de la historia. Comienza su obra con estas palabras: “El materialismo dialéctico resuelve el problema fundamental de la filosofía, afirmando el carácter secundario de la conciencia en relación con la materia tanto en el sentido ontológico.
Al definir el concepto de conciencia hemos de indicar, ante todo, que la conciencia es la propiedad de la materia, altamente organizada de reflejar la realidad objetiva.
Esa materia altamente organizada es el cerebro humano. Por lo demás, el problema había sido abordado en tonos polémicos por Lenin.
El determinismo de la conciencia desde la materia es un axioma marxista, y no hay forma humana de ascender a una interpretación de la vida, a no ser que se fabrique la noción de espíritu aceptando el vocablo a efectos puramente coloquiales.
El espíritu si se pronuncia en labios marxistas es para potenciar los grados de evolución de la materia en su proceso dialéctico.
La interpretación materialista de la historia no es en el marxismo una concepción subsidiaria, sino un dogma.
A la idea de libertad, que constituye la razón y el fundamento de lo histórico, hasta el punto de que toda la ideología, teología de la historia se resuelve en el estudio de la salvaguardis de la libertad ante la providencia o frente a los hechos, el marxismo define la libertad del hombre, como el reconocimiento de la necesidad objetiva del desarrollo social y de su utilización interesada.
La concepción materialista de la historia, es inseparable de la concepción materialista de la historia, jugaría así el capitalismo para la proclamación del materialismo histórico, el papel que el avance de las ciencias naturales.
Marx y Engels realizaron el salto gigantesco en la historia del pensamiento social con el descubrimiento de la explicación materialista de la historia.
Este sólo decubrimiento era bastante para inmortalizar el nombre de los fundadores del marxismo.
Los principios en que se basa el descubrimiento son reducidos a sintesis, los siguientes:
El desarrollo de la humanidad, obedece a las condiciones de la producción material; la sociedad no es otra cosa que el conjunto de todas las relaciones sociales, políticas y espirituales entre los hombres, establecidas sobre la base de un tipo dado de producción; no existe una sociedad abstracta, sino sociedades determinadas, en determinados niveles de desarrollo de la producción, con formación económica social;
Históricamente el desarrollo de las sociedades atraviesa por etapas primitivas, esclavistas, feudales, capitalistas y socialistas; la sociedad se integra por hombres vinculados por la producción material y sus procesos;
Las personas no se comprenden desde sí mismas, sino desde la sociedad, ya que cada hombre constituye el conjunto de las relaciones dominantes en una sociedad dada: la sociedad está ligada a la naturaleza de la que es una parte, sujeta y dependiente en unidad con ella.
La producción material es la que vincula a la sociedad con la naturaleza; el movimiento obrero es el alma material capaz de reorganizar la sociedad, basándose en las leyes descubiertas y conocidas del desarrollo social.
El hombre en la concepción marxistas es un producto de la naturaleza y una parte de ella, y el tránsito biológico a lo humano lo determina ese factor social llamado trabajo.
Dicho factor lo descubrió Marx. No el espíritu, no la conciencia; el trabajo ha creado al hombre y su conciencia, y es el único que posee un carácter social.
El dogma belicista de la lucha de clases, y la ruptura de los vínculos de hermandad y solidaridad entre los hombres, no son consignas de marxistas exaltados, sino expresión sosegada, implacable elaborada en la frialdad de los gabinetes.
No son sólo las ideas las cargadas de rencor, son también las expresiones, las iracundas, los teóricos y los historiadores marxistas condenan con agresividad y violencia cualquier pretensión en la que se adverta un carácter pacífico, por muy urgente y acelarada que se presente.
Se considera a los evolucionistas como “Transformadores pacíficos de la porquería capitalista” la frase es de Engels. “contrabandistas del capitalismo con bandera pirata de socialismo”.
Frantsov empolémicas con Werner, escribe que cuquier revisionismo el portunista o el evlucionista, contracide al maxismo que por esencia, es activismo revulucionario y para que no quede duda, añade: “El pensamiento social que habia roto con la acción social revolucionaria perdía toda posibilidad de progresar Podis desarrollarse tan sólo si señalaba el camino de la lucha de la clase obrera. No habia otro modo de avanzar todos los demás caminos los conducuan hacia atras, hacia el renacimiento de las vijas teorias del proceso social ya agotados.
En la obras de Lenin la revolución marxista no aparece como un esquema, sino como un fenómeno vivo.
Sus frases son soflamas. Entre las elegidas con frecuencia marxistas por Frantsov selecionamos un texto significativo: La revolución solicialista en Europa que un estallido de la lucha de masas de los deprimidos y descontentos de todo género.
Sectores de la pequeña burguesía y de obreros atrasados participarán inevitablemente en esta lucha, sin esa participación no es posible una lucha de masas, no es poosible ninguna revolución, y de modo igual aportarán al movimiento sus perjuicios, su fantasia, sus debilidades y errores.
Pero objetivamente, atacarán el capital y la vanguardia de la revolución. El proletariado avanzado, que expresará esa verdad objetiva de la luchas multiforme y exteriormente dispersa de la masas, y orientarlas para el poder, apoderarse de los bancos, expropiar a los trust, odiados por todo y llevar a la prectica otras medidas dictatoriales. Arrojando como suma el derrocaminto de la burgesia y la victoria del socialismo, que no se purificara inmediatamente, ni mucho menos, de la escoria pequeño -burguesa.
José Antonio, conocía en versión española, los textos de Lenin, resumidos en discursos y escritos de Largo Caballero, tanto más virulento cuanto que carecia del aparato doctrinario con que aparecen en Marx en Engels o en Lenin.
El socialismo marxista español, habían hecho suya la consigna leninista. La distadura del proletariado, es una lucha crueta bélica y pacifica económica y pedagógica, administrativa y educativa contra las fuerzas y las tradiciones del viejo mundo, con la particularidad de que la consquita con la dictadura del proletariado, señala sólo el comienzo del periodo de transición, en la ortodoxia marxista.
Los filósofos del marxismo, que distiguen tres formas fundamentales de lucha de clases, la económica, la politica y la idiología, consideran que la lucha armada, es imprecidible, si con ella alcanza el proletariado, el poder politico y puede ser midio único y decisivo.
José Antonio, atribuye al marxirmo la negación de la Patria. No hay. En segundo lugar, la Patria para el marxismo en el partido, es decir el regimen que expresa los intereses de los trabajadores, nacionales que elude el vocablo Patria el difinir el patriotismo, dice “ unicamente” como el resultado de la revolución socialista el amor por la patria se funde con la felicidad al nuevo régimen social, al nuevo estado creando por los trabajadores bajo la dirección de las clases obreras y el partido comunista.
Los trabajadores adquieren por primera vez si verdadera Patria, por los de más. La internacional comunista, supone la liveracíón de la Patria y del patriotismo concebido siempre como fase de transición, que es preciso superar.
No niega el comunismo, las peculiaridades de cada pais, pero señala que era carasteristicas son sublimadase un internacionalismo liberador de la servidunbre que supone la tradición en que se apoyan las ideas de la patria. Para el marximo la Patria sera la expresión socialista en un país de la experiencia acomulada por el socialismo mundial, hasta el punto de vista de que la seguridad de las Patrias, está garantizadas por el poder económico militar de loa Unión Soviética como país adelantado y promotor del comunismo mundial.
Los escritores marxistas, aducen como de la defensa de la economía, la soberanía de cada patria por la Unión Soviética, en caso de peligro el empleo seguido po Ungría en 1956.
El comunismo en su curso edificante de una sociedad mundial culminará en la formación de una cultura única para todas toda la humanidad.
Las Parejas, ese día aparecerán como sueños lúgrubes de un infantilismo despreciciable.
Otra de las carasteristicas de José Antonio, percibe en el marximo el cesprecio a la abolición de la religión y de Dios.
Tan cierta es la advertencia de José Antonio, sobre éste punto que lareligión aparece en la teoría marxista supertición de una anticientífica alimentada por el capitalismo.
Dios es un intruso de la dialéctica. Como quiera que la religión, establece una relación de dependenca entre el hombre y Dios, es claro que para el marxismo, que la religión aneja al hombre de sí mismo y de la naturaleza, sometiendola a la nada.
El evangenlio marxista no es ateo en sus raices, es una fisiología imanmentista, en la que eso en lo que eso que si biene llamando Dios, no puede aparecer ni como fundamento ni como producto elaborado.
La intromisión de Dios, en el mundo fué obra del terror. del miedo, del egoismo de la tirania amparada por la superstición en la evolución de la conciencia y la sociedad o con la conciencia de los hombres, obedece a un deliberado propósito de fortalecer, en su nombre situacioes de injusticia o adulterar el proceso de la cincia ahuyentadora de fantasmas, teológicos y liberadora de la esclavitud del hombre. La foorma más rápida y rédida de la anti -tesis, entre el judío y el cristianismo, antítesis religiosa.
Tan pronto como el judío y el cristianismo, reconozcan que sus religíones, más que ”diferentes” fases de desarrollo del espíritu humano que ha cambiado en la historia y al hombre.
Carlos Marx, entra en la tecnología, en el proceso directo de la produción, de la vida del hombre, las condiciones de las ideas y de la representaciones espirituales que de ellas se derivan.
El diccionario filosófico ha resumido con frases de Engel y de Lenin la ideas de que Dios y de la religión sostienen el marxisismo y leninismo.
Dios es la imangen fantasma de un ser sobrenatural, todo poderoso, al que se atrubuye la creación y la dirección del mundo.
La religión para el marxismo -leninismo es un fenómeno solcialmente acondicionado historicamente transitorio. por los demás Lenis en sus articulos sobre socialismo y religión, esclarece la esencia de la religión y la posición del partido comunista para abolirla, como la educación cientifica.
El materialismo dialéctico y nibel histórico, implica la imposibilidad radical del vocablo Dios.
Dios es un intruso de las dialécticas como quiera que la religión establece una relación y indempendencia entre el hombre y Dios.
Esclaro que el marximo y que la religón enajena al hombre de sí mismo y de la naturaleza.
Por lo demás, Lenin, en su artículo sobre socialismo y religión esclarece la esencia de la religión y la posición del partido cumunista, para abolirla con el valimiento de la educación científica.
El sistema de Marx, es una tesis comparada, aunque sea cierto que en la misma sencia marxista reside al síntesis de su pensamiento y de la historia.
La aparición de Dios, en el proceso dialectico, cualquier prertensión teista o religiosa en el marxismo es inconcevíbles.
El embrujo de Blanqui es el eslabón que conforma el pensamiento propio antireligioso de Marx. Dios palabra miserable y fatal de todas las desdichas y do todos los crimenes y en otro lugrar guerra a lo sobrenatural es el enimigo.
La religión se nutre de la ignorancia del pueblo, sobre ese algo no hallado, que los hombres encuentran en ese mundo, si són fieles a la dictadura del Marximo, ofrece un testimonio insaciable de su religión militante, agravada con Dios, por todos. Cuando filósofos marxistas aceptan el diálogo, con pensadores cristianos no es sobre la base de una posible revisión, sino con el empeño de comprobar hasta que punto el marxismo, con llevarse cristianos en la lucha enprendida por la total edifición marxista del mundo. El hecho de que el marxismo, funden la posibilidad en cuestiones de hecho, dejen intacta irreligiosidad militante marxista.
Jose Antonio, pertenece a la raza de pensadores y políticos que adoptan ante el marxismo, una resuelta actitud polémica de inrreconciliación intelectual, y política en el tema de Dios, y de la religión. No sólo en la conciencia íntima de su fé personal, la verdad y justicia de sus apreciaciones.
El marxismo, precinden de todas estimación del hombre, como valor espiritual por que el marxismo es el juego de palabras, puede ser tipificado de humanismo, precinden al estimar el valor del hombre, de la categoría del espíritu, por que no el estudio con profundidad del ser humano, que obtiene como resultado la negociación del espiritu, sino que la negaciación viene estudiada por el dialecto marxista, que ponen en jego el marxismo.
El hombre como espiritu encarnado, como individuo racional, como animal de realidades, con la libertad personal y capacidad volutiva de decisión individual.
En el marxismo, porque al llegar el hombre ya ha formulado unos juicios que hacen imposible la presencia en el espíritus.
El método de estudio del marxismo, le incapacita para percibir la espiritualidad del hombre y el descubrimiento de las personas en libertad. El hombre nace libre, y por doquier se encuentra en cuentra encadenado la mano a la idea naturaleza de la que hablamos en otro capítulo, lo cierto es que el marxismo empieza sus idearios con la tesis contradictoria a la del ramático ginebrano: El hombre nace encadenado, y es libre por doquier con sus grilletes.
El humanismo marxista sostiene que el espíritus inmaterial, ”sólo tiene espiritus en la imaginación“. En la concepción marxista el espíritu como realidad independiente de la materia en su ser y en su capacidad de obrar suplanta al hombre individual y real.
La conjución de los dos adjetivos, nos avisa de que lo individual lo es si es real, y lo real si individualiza en el hombre, en el grado que se realiza lo real material en forma de conciencia.
La materia, se marerializa como espíritu en virtud y por obra del desarrollo histórico del que es su productor, y al que debe su naturaleza, de la misma manera que acontece con la conciencia.
Cuando el marxismo, se enfrenta con el materialismo, no lo hace en nombre del espiritualismo, sino en su intento de superar la doctrina supone tanto al materialismo como el espiritualismo. EL espiritu del hombre, recibe su naturaleza, su fundamento y su desarrollo de la contextura social, deacuerdo con el dogma marxista de que todos los conocimientos y toda concienciencia, se deriva de la relación práctica de la vida real. Cuando el hombre actúa en si mismo o para si mismo con el pensamiento o con la conciencia, obra como ser aberrante ya que apostata de la realidad social y subjetiva al espítitu, que se convierte en fetiche.
EL
NACIONAL SINDICALISMO
Y
EL TRABAJO
¿Que es to de Armonizar el Trabajo y el Capital?
El trabajo es una función humana, como es atributo humano, la propiedad. Pero la propiedad no es el capital: EL capital es un instrumento económico y con esntrumento debe ponerse al servicio de la totalidad económica, no del bienestar personal.
DE NADIE
( JOSÉ ANTONIO )
EL NACIONALSINDICALISMO FRENTE AL TRABAJO EL HOMBRE Y LA PATRIA
El trabajo humano, es considerado, como un pricipio normativo regulador del sistema socieconómico.
Es un derecho universal de hombre, pero también es un deber individual y social y constituye una función del orden primordial, a la que ha de subordinarse otras consideraciones políticas, económicas y sociales.
El trabajo es una función humana, no solo porque es el hombre el que lo realiza, si no por que en él y como él se realiza el hombre.
Si el trabajo es una función humana no puede ser valorado únicamente ni preferente siquiera por el producto conseguido por él sino por la presencia del hombre al realizarlo.
En todo trabajo hay un hombre que trabaja, es un hombre el que lo realiza y la consideracón antropológica y finalista del trabajo es la primordial y la determinante de la estación.
El trabajador, si no ha de ser esclavo necesita tener conciencia viva del sentido de su labor.
No parece inhumano retener a un hombre durante treinta años de la posición en un ricón del taller, sin que se le proporcione una visión de las cosas que una noble sgnificación a su faena.
La ética del trabajo, no puede subsumirse en sociología, so pena de colectivizar al hombre irremisiblemente o de tratarlo como un esclavo.
La dignidad del trabajo es un correlato de la dignidad de la persona humana. Lo que es exigencia de la sociedad del hombre es el deber inexclusable de realizarlo.
La máquina si el hombre que la maneja es su apéndice, no solo revaloriza la dignidad del trabajador, sino que la rebaja.
Las concesiones que se otorgan al trabajador, en el sistema capitalista desde la reducción de horas laborales hasta las atenciones culturales no obedecen a una consideración de la función humana del trabajo, sino a las previsiones de un mayor rendimiento.
El trabajo de la maquina merece una consideración por supuesto productiva más elevada que el trabajador.
El trabajo como función humano, no queda reducido a una propiedad dinámica o activa del hombre, sino que alude a una dimensión esencial del ser humano.
El trabajo convierte al hombre en hombre, si supiera hablar así. El hombre es libre de trabajar o no, pero solo con el trabajo y por él, transforma su mundo y su vida en mundo y vida humana, porque con el trabajo, y por él, el hombre crea las condiciones para actualizar sus posibilidades.
La dignidad del trabajo no se especifica por su objeto formal o por el producto elaborado, sino por la dignidad del que lo ejecuta.
Lo que sucede es que el trabajo es algo que realiza el hombre por el mero hecho de ser hombre y para seguir siéndolo.
Debemos de tener en cuenta, la visión del trabajo en tres grupos: trabajo manual, intelectual y espíritual.
-->[Author:MCG]La unidad de los tres órdenes las recaba del servicio que todo hombre se ve obligado a prestar a la sociedad de la que es un miembro natural. Si ahondamos en el tema, observamos que todo trabajo, por ser función humana requiere la intervención del espíritu.
Degradar el trabajo manual porque se realice con las manos esuna aberración. Ni los ojos ven, ni los oídos oyen, ni las manos actuan, sino que él actúa, oye y ve es el hombre, con el valimiento de los ojos manos, y oídos.
El sembrador lleva el alma en sus manos al volotear la semilla y al peón artesano se le agolpa la luz del alma en el esfuerzo y se le rinde la fatiga, y no es infrecuente que al filósofo o al poeta se le canse el cuerpo en la batalla laboral que tiene que pelear con la inspiración.
El trabajador manual piensa con las manos a vesces con más profundidad que como piensa el intelectual puro con su mente; y en la obra realizada con el hierro o con la argamasa se transparenta el alma con más hondan claridad que en un soneto.
El defecto inveterado de identificar el pensamiento con la abstracción mental, o el amor con los suspiros, han disvirtuado la descarga espíritual del hombre que vive de sus manos.
La depreciación del hombre que parece sólo un cuerpo, porque en apariecia solo, es su cuerpo el que trabaja, supone un desconocimiento de la naturaleza del hombre y una falsificación del existir humano personal.
La biología del trabajo es la biologia del hombre, el trabajo mantiene al hombre no solo en forma, sino en existencia. Todos empleamos los músculos todos los días; si no lo hiciéramos, acabaríamos paralíticos.
La ergonomía es la ciencia del existir humano, y no solo la de la relación tensada del hombre con su ambiente. Así se explica como el trabajo no constituye un aspecto particular de la existencia humana, sino que representa una manifestación de la existencia del hombre y el elemento fundamental de covivenca social.
En el mundo moderno, el trabajo ha pasado a ser una categoría sociológica, aliado de la ciencia y de la técnica.
La Clase de trabajo que se realiza, no delata la "categoría" de hombre que se es, sino que responde a las exigencias, a las aptitudes, a la competencia, a la habilidad, al esfuerzo o a las ideas propias del hombre.
El trabajo, nos ha hecho libres de todo (o de casi todo) menos del trabajo, al que estamos sometidos por ley natural, con un sometimiento que no es esclavitud sino liberación de la naturaleza.
El hombre es su trabajo, del que depende no sólo como condición para vivir, sino como origen de su ser.
El trabajo hominiza a la naturaleza material en el seno de lo social. Los instrumentos del trabajo, los que fueren, o los medios de producción son la prolongación del cuerpo del hombre. Al perfeccionarlos se perfecciona, al perderlos se pierden, al carecer de ellos se venden o enajena.
La historia humana no ha sido otra que la historia de propiedad como prolongación del cuerpo de cada hombre en sus utensilios, herramientas o medios de producción.
Es una metáfora bíblica que se lee en el “Capital” y que sirve para la explicación de pensamiento de "Carlos Marx" aunque no tenga otra valor en él que el metáforico.
Las historia marxista de las humanidad es la historia de la concupiscencia de los propietarios esclavistas frente a los desposeidos esclavizados. Es decir, la lucha de clases entre opresores y oprimidos. La desposesión de los obreros, de sus medios de producción, los desarraiga de la naturaleza, de la sociedad y de sí mismos.
Le enajena de su peculiaridad, les coloca a merced de los propietarios privándolos de algo que es su “su alma social“ y no sólo de su arma de trabajo quedando encadenado al desarrollo económico del que resultan las víctimas, a pesar de ser los protaganistas activos.
Se les alimentan para que no mueran, y la remuneración por su trabajo no tiene otro significado ni más valor que el del aceite que tienen las maquínas.
El trabajo motor de la historia, tiene como caballos de fuerza a los hombres del trabajo, que se ven sometidos cada día a un rendaje más humillante y exigente, fortalecido por la plusvalía del trabajo hecho por ellos mismos.
Para nuestro propósito podemos ya resumir, señalando que el trabajo para Marx, no solo es una función humana, sino que el hombre es el resultado social del trabajo, y que la propiedad de los medios de producción no los recaba para el trabajador, como persona, sino para la clase obrera, representada por el partido, que es el único que goza de personalidad.
Es como una vuelta a la naturaleza originaria, en la que el hombre queda subsumido, con alma, cuerpo y libertad, en la sociedad que le absorbe.
Todas las expresiones o frases del marxismo, respecto al trabajo, hay entenderla desde su perspectiva materialista, en la que el hombre es un subproducto de la naturaleza material, y la sociedad el momento en que el trabajo ingresa en la historia como factor y creador determinante.
Aunque la expresión se preste a equívoco, bien se puede decir que el marximo idolatra al trabajo, sobre todas las cosas incluyendo entre ellas al hombre.
El humanismo marxista, del trabajo es un humanismo deshumanizado.
El capitalismo como fenómeno derivado del liberalismo económico, deshumaniza el trabajo del hombre.
Acumulados los títulos de la propiedad privada, centralizados los medios de producción, mecanizados los instrumentos de trabajo, el hombre ya no proyecta su personalidad sobre las cosas, sino que pasa a ser un elemento de producción que, gradualmente a medida que se concentra y se agiganta la sociedad titular de los derechos de propiedad de los medios de producción, pierde categoría, nombre y estimación.
De una parte, el trabajo es el común denominador de hombres y máquinas, de otra, los empresarios subordinan el título de sus derechos a la sociedad anónima como organización jurídica de finalidad productiva.
El capital, elemento básico en la produción racionalizada, al alzarse como medio de sí mismo, es decir, como condición y como fín para su propio desenvolvimento progresivo, se convierte en instrumento de poder, proletarizando a las masas, que no tienen otra manera de sobrevivir que la de someterse a las condiciones que el capitalismo le ofrezca.
El capitalismo no valora el trabajo como función humana, sino que sobrevalora la producción del trabajo como incremento del capital, seducido por el señuelo de que el aumento de producción satisfacerá un mayor número de necesidades.
Establecido el libro de juego de la oferta y la demanda, el capitalismo encuentra la vía expedita para la concentración industrial de la maquinaria, con la consiguiente unilateralidad de las ofertas, tasadas por la empresa productora.
La aglomeración del capital hace imsoportable, en un principio, la competencia; y en un segundo momento, arruina a las otras empresas o las absorbe.
Los trabajadores, al quedar a merded de su infortunio, sin otros instrumentos que sus manos, se entregan como mercancía, como útiles de trabajo a la gran industria, que les alquila y les emplean como apéndices de las máquinas, sin que el trabajo que realizan alcance la categoría de trabajo humano, sino el rango de utensilio mecánicos ajenos, en compensación o en intencionalidad, a los fines de la empresa y a sus resultados.
Con su trabajo maquinan su propia anulación, ya que el ideal de una empresa capitalista se centra en la sustitución progresiva del hombre por la máquina.
El capitalismo, como sistema, se desentiende del hombre, en cuanto hombre, y sufre el agobio de las complicaciones fisiológicas y psicológicas del hombre trabajador, que la máquina no le presenta.
El capitalismo asiste impasible (como ente anónimo que es) a la inevitable autoanulación del trabajador en virtud del trabajo que realiza.
El dulce nombre de desempleo, o desocupación, con que es conocido este fenómeno, no aminora la tragedia humana provocada por el capitalismo financiero. Para el capitalismo de la era industrial y tecnológica la máquina es el superhombre.
En el capitalismo, el trabajo no es aceptado como un dimensión esencial del hombre, que ennoblece, dignifica y perfecciona al que lo ejerce, sino que sólo se atiende en él el producto objectivado, con desprecio hacia la actividad espiritual con que se realiza.
Esta desantención es la que permite al capitalismo radicalizar la distinción entre el hombre que trabaja, del que se considera desligado y extraño, y entre el producto y labor realizada por él, que es lo único que le importa al capitalismo, y lo que exclusivamente valora.
El capitalismo, sean cuales fueren los propósitos iniciales, o la proclamación retórica de los capitalistas, o la esperanzas de un bienestar colectivo, lo cierto es ha producido una conmoción inhumana y ha creado una situación de miseria en los sectores más amplios y numerosos de las comunidades nacionales, incluso en las opulentas.
El capitalismo ha refrendado el vaticinio de Marx y ha motorizado a los obreros hacia el marximo como solución desesperada, en unos; como represalia, en otros, y como alucinación esperanzada, en muchos. En la economía cristiana del trabajo, el hombre aparece como derecho universal y como deber individual y social.
El trabajo no es una recta concepción cristiana, una imposición por el pecado sino una obligación y un deber humano.
Se aprecia desde el primer día humano de la creación que el trabajo constituye en el hombre una ley de vida.
El hombre es constitutivamente trabajador, ya que es el trabajo el que le permite vivir, pervivir y atender a las exigencias de los hijos que no pueden valerse por si mismos ni sobrevivir con los frutos espontáneos de la tierra.
Lo cierto es que, aceptado el trabajo como condición humana, las leyes que lo rigen han de quedar subordinadas a la dignidad personal del que lo ejerce y a la intervención divina del creador. Que es lo que cabalmente lo que el marxismo ni el capitalismo tienen en consideración.
El trabajo del hombre no es una libre determinación renunciable, o una pura exigencia en función individual de las necesidades peculiares, sino que representa una colaboración natural en el desarrollo del mundo en el que el hombre está inserto y del que foma parte como protagonista.
El hombre ha de ordenar, fructificar, desentrañar, recrear y tecnificar las virtudes ocultas de la naturaleza, elaborando sus productos y edificando la ciudad humana al ritmo de sus hallazgos.
El hombre no es una realidad definitiva, silenciosa ante la naturaleza creada, sino un ser histórico, en diágolo de voz y de trabajo con la tierra madre.
La naturaliza es maternal, no sólo porque nos engendra, sino porque nos ofrece como madre a nuestro poder fecundante.
El hombre, ser espíritual, es capaz, y está obligado, a usar de su inteligencia y de sus brazos para despertar del sueño a la semillas y para multiplicar y vivificar gérmenes dormidos. El trabajo es la expresión congenital de esa capacidad y de ese deber.
El hombre comenzó su vida histórica somentiéndose a la naturaleza, como olvido voluntario de su vocación espiritual suprema.
El hombre escuchó la voz de la naturaleza, que le prometía a simple vista una vida sin trabajo y sin muerte, desde ese momento, el hombre hubo de luchar con la naturaleza y consigo mismo para poder susbsistir.
La resistencia de la naturaleza, sobre la que el hombre trabaja, no es natural, sino altificiosa. De una parte, la humanidad no puede pervivir sin el trabajo, y de otra el trabajo puede conducirle a una catástrofe, al producir efectos contradictorios.
El trabajo, expresión humana personal y vículo comunitario se transforma en fatiga y sudor y en rivalidades de odio y de injusticias.
El trabajo adquiere así la categoria de sufrimiento, de infurtinio o de castigo. El trabajo, función humana, revelación de la personalidad y del señorio sobre toda la naturaleza material, se realiza como desgaste humano, como maldición.
El (cuánto penar para luego despues morirse) del poeta puede servir la frase para sentenciar el concepto del trabajo que muchos hombres se ven obligados a realizar.
El trabajo es un recobro de la significación original y de su recuperación cristiana, valorándolo como título de dignidad y de decoro humano personal, y estableciendo una legalidad laboral que permita ese retorno, o por lo menos amortigue la subersión.
Estas pretensiones sólo se logran si al trabajo no se le igualan o armonizan con otras realidades que no sean radicalmente humanas, y si no se le desnaturalizan sometiéndole a otros fines en los que no predomine la satisfación de las primordiales exigencias de la vida humana.
La historia del trabajo es un clara exponente de la desnaturalización a la que se ha visto sometido, y la historia de la civilización pone de manifiesto que el trabajo del homber puede ser utilizado y dirigido a ciencia o ignorancia, hacia una posible anovoulación cruenta de la fecundidad humana en la tierra.
El trabajo como función humana y como resolución productiva de bienes para asegurar la subsistencia de la comunidad, se ha tecnificado.
No sólo ha alcanzado unos métodos que le conviertan en una operación de muy dudosa originalidad humana, sino que el trabajo se ha transformado en una fuerza opresora en la que el hombre queda esclavizado y enajenado. Se han desnaturalizado los frutos del trabajo humano, desviculándolos del fin humano al que, de suyo y por la ley de creación, tiende al trabajo.
El trabajo se ha erigido dominador del hombre, y se ha trastocado la finalidad. En otras palabras, el trabajo se ha convertido en un servicio inmoral. Si el trabajo pasa a ser el corazón de la historia, el hombre termina por ser la bomba de oxígeno sin más atenciones que las precisas. Para que mantegan los valores del ritmo acelerado de la producción. La apoteosis del trabajo se logra a expensas de la deyección del trabajador.
En una organización del trabajo en el que el hombre adquiere la primacía sobre cualquier otra consideración económica y social.
La alteración de arriba a bajo de la organización de la economía para que sea el individuo el eje, la razón y el fundamento de la organización y de la revolución nueva, de forma que cualquier armonía tenga al hombre como clave de interpretación y de fín.
La distinción entre trabajo intelectual y trabajo manual no supone una degradación del trabajo manual, sino el claro predominio de unas facultades sobre otras en el ejercicio de la actividad humana.
La cuestión no es nueva, ya que nos vienen desde los orígenes de la cultura. Lo que si resulta obvio es que nuestro mundo ha univocado la noción del trabajo, cifrando su naturaleza en el carácter productivo pero reconociendo que existen valores y bienes de orden espiritual o intelectual que por su propia naturaleza, son de categoria superior a los bienes materiales o económicos, pero sin que la produción de esos bienes aminoren la dignidad del trabajador manual.
No solo como canta el poeta, y (llegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos) sino que, en su dignidad humana, son iguales en vida y en muerte, los que viven por sus manos y los que viven y los que subsisten por el trabajo del espíritu.
El derecho y el deber del trabajo, propugna una nueva estructura total al repudiar la inhumana armonia entre el capital y el trabajo, defiende la integración en el bando del trabajo de todos los que colaboran en la producción; al reprobar la anarquía en el régimen del trabajo, y los abusos de intereses parciales, patrocina la constitución de una totalidad orgánica formada por todos los que cooperan a la producción.
El trabajo alcanza el más alto título de dignidad civil, por lo que la dignidad y el bienestar del que lo ejerce se alza sobre cualquier otra consideración en la organización del Estado.
El trabajo representa el vínculo del hombre con las cosas y con los demás hombres.
El hombre alcanza su derecho a vivir y a ser respetado como hombre, por gracia de su trabajo, el que le autoriza a ostentar el título de persona en sociedad.
El trabajo es el que asegura, por derecho, la libertad personal del trabajador y el que hace que el trabajador cabal tenga su toque de enamorado cuando las cosas se le rinden a su esfuerzo, llegando a amar su cuerpo, su propia carne sudurosa y al tiempo su herrramienta y la materia que elabora.
Valorar el trabajo, como función humana, por el trabajo, como producto elaborado, es una aberración economicista.
La vida de un hombre no se mide por la política de resultados económicos sino por el esfuerzo, por la gracia y por el empeño, sin olvidar el silencio fecundo y la preparación o estudios previos.
La traducción del trabajo en valores materiales, supone una mente inmoral, o una reducción materialista de la vida del trabajador. Si hay algo que deshumanice al trabajador, es el someter su vida al trabajo, considerado como actividad mecánica valorable en productos.
El trabajo es racional en la medida en que se ejercita desde unos presupuestos científicos, descubriendo la fuerza de la materia, el área de producir de la materia y la naturaleza y la forma de que sea el menor coste, con máximo rendimiento.
En el trabajo, entra la técnica, la ciencia, la filosofía, la tecnología, la poesía y el arte como factores integrantes.
Si el último fin del trabajo es el bienestar y la convivencia humana en paz y progreso de los hombres, nivelar el trabajo por el producto material conseguido, conduce a una degradación de la vida humana.
Sabe que su propio progreso depende de la ciencia y el hombre de ciencia sabe que sus descubrimientos tenen consecuencias radicales para la sociedad y para la humanidad.
La idealización del trabajo productivo despersonaliza a la sociedad y la masifica en vez de elevarla o redimirla.
El trabajo como infraestructura no determina el proceso social, sino que lo acindiciona.
Educar para el trabajo, atribuyendo al trabajo la finalidad educativa y negando otros fines a la ciencia, a la contemplación, al arte, a la vida del espíritu, revela una pretensión embrutecedora y esclavista para usar términos marxistas, en vez de ir a una sociedad laborista con la proclamación de la persona humana, como valor elemental en la organización social.
No es el trabajo, sino el sentimiento del amor y colaboración el que transforma en mundo humano al mundo del trabajo. Ya que esta colaboración es la que permite la liberación de la angustia que aqueja a quienes se ven obligados a trabajar de por vida en trabajos que no tienen ideas ni capacidad.
La naturaleza del trabajo, su dignidad y su carácter individual y social, han sido puestos en actualidad por Pablo VI. Estas orientaciones, confortan la doctrina nacionalsindicalista.
El trabajo ha sido querido y bendecido por Dios. Con el trabajo el hombre coopera con el creador en la perfección de la creación.
Trabajando, el hombre sella a la tierra con el carácter espiritual recibido de Dios.
El hombre dotado de inteligencia por Dios, la ejerce trabajando, siendo a su vez un creador. Al trabajar el hombre humaniza lo que toca y a la vez adquiere tenacidad, ingenio y espíritu de invención.
Como el trabajo se realiza en común, los que lo ejecutan viven en común, se unen las voluntades, se aproximan los espíritus, se funden los corazones, participando de esperanza y alegría.
Al trabajar, los hombres descubren que son hermanos, sin embargo, no todo en el trabajo es progreso y esperanza, ya que si bien es cierto que el trabajo promete alegría, el dinero y el poder no lo es menos que invita a unos al egoismo y a otros a la revuelta.
El trabajo, puede y debe ser cada día más científico y más organizado pero tiene el peligro deshumanizar a quien lo realiza, esclavizándolo invirtiéndo su caracter humano, que sólo se conserva si nace de la inteligencia y libertad del hombre. Pablo VI acude al testimonio de Juan XXIII para reiterar la urgencia de que la dignidad del que trabaja se restituye si participa realmente en la tarea común, en la que se integran todos lo contemporáneos y la generaciones venideras, ya que también nosotros somos deudores de las pasadas.
El trabajo es un deber, personal, pero también social, por lo que los bienes del trabajo no pueden ser utilizados en acrecentar el poder individual o de clases, sino en beneficio de la solidaridad universal.
La avaricia individual, de clase o nacional en la foma más clara de subdesarrollo moral y caen en él las naciones que pretende reservar sus riquezas para su uso exclusivo, olvidando que la economía está al servicio del hombre y hombre son todos, sin que la riqueza o la pobreza les categorice en la escala de la dignidad del trabajo.
La concepción del trabajo, sobrenaturalizado por el Concilio Vaticano II, requiere, para su posible aplicación, esa nueva estructura total de la sociedad.
La producción es actividad del hombre, encaminado a producir alguna actividad.
España, como unidad armónica, procupará bienes ecónomicos con que satisfacer las necesidades de los españoles.
El problema social requiere una urgente solución, liberalismo, socialismo, marxismo, individualismo y colectivismo, fracasaron en un intento de resolverlo.
El liberalismo es el conjunto de pricipios y doctrinas que exagera los derechos de la libertad.
El Liberalismo económico representado por Adan Smith, se funde en tres principios :
1º) Las relaciones ecómomicas se rigen por el principio de la oferta y la demanda.
2º) Las relaciones económicas no admiten que el Estado intervenga en la economía.
3º) Deben desaparecer los impuestos de las Aduanas.
El capitalismo es el mal uso del capital, pues el mal originó la lucha de clases.
Frente al Capitalismo y sus abusos, surgió el marxismo, que con su nacimiento, cayó en sus males que pretendió combatir; el Materialismo la injusticia, la lucha de clases, su fundador fué el judio Carlos Marx que expuso sus ideas en el “Capital” en él sostiene, que el único elemento de la producción es el trabajo y que las cosas valen, según el trabajo que cuestan.
Que el hombre a través de su historia, sólo le mueven intereses materiales; que el Capital se forma por el robo al obrero de su trabajo; que la lucha de clases liberan al obrero de su esclavitud.
En su obras hay un olvido de la parte espiritual del hombre que le hace lleno de odio y rencor.
EL
NACIONALSIDICALISMO
Y
LOS PARTIDOS POLITICOS
Los partidos politicos ignoran la unidad de España por que la miran desde el punto de vista de un interes parcial. . . . Las cosas bellas y claras no se miran asin. . .
sino desde el puunto de vista tatal de patria que al abarcarla en su conjunto corrigen nuestros defectos de visión.
JOSÓ ANTONIO.
Los partidos políticos, no serán un mal necesario, pero sí son un bién, lo que sucede es que en política las consideraciones éticas no gozan de prestigio ni tienen vigencia alguna.
Si acudimos a un diccionario de Teoria de la política o del Estado nos dirá que los partidos políticos son grupos de personas que abrasadas por un ideal político se asocian para realizar unas acciones que le permitan acercase al poder del Estado, conducirlo, controlarlo, representarlo y personificarlo.
Establecida la asociación, tan idealmente nacida y desarrollada, los miembros fundadores redactan un estatuto, la totalidad de los miembros lo aprueban en la asamblea plenaria, quedando plasmados los derechos y deberes de los asociados, anunciando los fines que se persiguen y establecidas las relaciones de los asociados entre sí y con el Consejo, Comité o Junta directiva que una vez proclamada, ejercerá el mando, orientará las actuaciones y representará a la Asociación. ¿Y habrá quien niege la legitimidad y hasta lo conveniencia de que tales partidos existan?, pero la cuestión no es tan inocente ni tan simple o por lo menos son los paridos piliticos los que han complicado el problema y mancillado el problema y tan inocente planteamiento.
La abundante bibliografia sobre los patidos políticos nos hacen entrar en sospecha de que nos encontramos ante una problemática quie merece cierta atención.
Al pretender sistematizarla, la sospecha se transforma en inquietud alarmante. Cada pueblo se ha visto obligado a practicar unos conocimientos y a formular unos diagnósticos sobre la naturaleza y la saluz de los partidos políticos que operan en el país.
Los resultados no son de ordianario satifactorio ni para el Estado ni para los asociados.
En primer lugar el nacimiento de los partidos políticos no obedecen a un imperativo de orden natural.
Se puede llegar desde la cuna al sepulcro, después de haber vivido en un Estado, sin que los partidos políticos hayan hecho sus aparición en decenas ni se haya sentido su necesidad.
El origen de los partidos políticos, como organizaciones de acceso a los poderes del Estado, es reciente.
Los partidos políticos surgen en el siglo XlX como organizaciones o asociaciones que facilitan el ejercicio nada fácil de instaurar del Estado liberal y mantener el democrático.
Concebido el Estado como resultado de la mayoria de las voluntades expresadas en sufragio universal, los partidos políticos se presentaban como una fórmula ideal preparatiria para unir sentimientos aunar voluntades, vincular aspiraciones, economizar energía multiplicando las opiniones individuales a unos conjuntos homogeneos.
Los partidos políticos no nacen como una expresión de la naturaleza social, como exigencia natural o como estructura básicas de convivencia.
No son exigencias vitales, ni obedecen en su formación a una urgencia social, sino que responden en su nacimiento a una economia política de la que está necesitado el Estado Liberal, para las operaciones aritméticas en que descansa su soberanía.
Los partidos políticos como asociaciones en las que se agrupan libremente los ciudadanos, para intervenir en la vida politíca y determinar su rumbo, no parece que puedan ser objeto de suspicacia social, moral o jurídica.
Lo que sí cabe es que la participación de los ciudadanos en las tareas del Estado y en el señalamiento de su rumbo a través de los partidos impogan a los partidos y al Estado tales condicionamientos mutuos, que ni los ciudadanos se reconozcan en la actividad de los partidos como seres racionales y libres, ni el Estado, nacido y decretado los partidos conserve el minimo deseable de independencia, de autoridad y de prestigio para ejecer sus funciones esenciales.
Cuando son los partidos los que condicionan la vida del Estado y su formación gubernamental, no es lícito ni honesto hablar de Estado democrático, sino que resulta obligado calificarle de Estado partitocrático. Lo cual dicho sea con todos los respetos que merezcan los partidos, supone la depravación de la Democracia.
La evolución del pueblo en los partidos, priva a los ciudadanos de sus derechos, deberes y resposabilidades, y subsume en los partidos las entidades naturales, Familia, Municipio, Sindicatos en las que se desarrolla y agrupa la ley de vida y de existencia la sociedad humana.
El partido político, o es una asociación inoperante y ridícula, o entra en el juego electoral y del acceso al Poder, poniendo en circulación y al rojo vivo todo el sistema de ideas, de valores, o de silencio estudiado, que ofrezcan mejores garantías de éxito.
Cuando algunos partidos se someten por ley moral o por confesión religiosa a unos principios en los que inspiran sus estatutos fundacionales y sus normas practicas de actuación, acaban por ser barridos de la escena política o son utilizados por los partidos sin fronteras religiosas o morales positivas.
La ortogénesis de los partidos hay que buscarla en la finalidad: el poder político, el gobierno de la Nación, la configuración del Estado.
La cronología del proceso comienza en el proceso electoral. Por una de esas leyes que rigen en el voluntarismo, no son los hombres los que se congregan con libertad original, para formar los partidos por afinidades congénitas, sino que se sienten forzados al asociacianismo político por imperio de un Estado que si lo requiere o lo determina y reciben la convocatoria a través de unos ciudadanos con decidida voluntad de Imperio.
Los partidos, a efectos electorales, son el resultado de una exigencia funcional y de un precepto legal en una concepción determinada de Estado.
Los que se prestan a la convocatoria aceptan el sistema, los que se niegan, quedan fuera del juego, pero no por eso se les consideran exentos de responsabilidad política y legal.
El Estado que impone el sufragio universal, ejercitado a través de los partidos, actúa en verdad como un estado totalitario en su fase electoral.
Crean una forma nueva de conciencia, la conciencia política, puramente formulista, sin contenido, desvinculada de la conciencia moral, conciencia del electorado político, en la que domina la estrategia y la combinación de resultados.
El Estado partitocrático, al considerar a los partidos como asociaciones con las que se construye y en las que se funda, imponen a los ciudadanos el deber de concurrir a la elección.
Exigiéndole el cumplimiento al derecho que le asiste por la ley natural, pero forzándolos a que sea un parido político el mediador.
Si algunos ciudadanos no aceptan la mención, su voces y sus votos quedan perdidos en el venteo de las papeletas anónimas y favoreciéndo el escrutinio por el sello del secreto, se agregan como sumados alguno de los dos partidos triunfantes.
La no pertenencia a un partido no existe de la votación, pero libera a los partidos de compromiso alguno político con los ciudadanos independientes, discolos del sistema ingobernables e incapaces de gobernar en los juicios de valor políticos emitidos en el Estado democrático de partidos.
Conjugando los resultados del proceso electoral, se reparten los puestos de mando de las naves del Estado y elegir entre ellos al capitán. Capitán que por fidelidad al sistema, no podrá dar ordenes al timonel, ni señalar otro rumbo que el que inscriban en las cartas de navegación los partidos triunfantes, sagazmente interpretados por los partidos de la mayoría después de oir a los de la minoría para que la travesía resulte menos ingrata.
Los arrecifes son esquivados, a golpe de timón aunque la nave se desvíe de la ruta y el tumulto de la marinería es acollado incorporado al jefe de los amotinados a alguna función del gobierno.
El Estado queda a merced de los partidos. En algunos países el juego de los partidos interpretan con toda ironía anglosajona, pero los partidos de otros países, que desconocen el poema, acaban por engolfarse y hundir al Estado y a la Patria.
Los partidos constituyen el parlamento legislativo de la Nación los jefes de los partidos y sus miembros más caracterizados se convierten, por la inseminación artificial de la preselección partidista, en padres de la Patria.
Las leyes emanadas del Parlamento, son leyes pensadas, discutidas proyectadas dictaminadas y aprobadas desde los presupuestos ideológicos y morales del partido mayoritario, o del concubinato ocasional establecido para lograr la mayoría.
Por otra parte el poder de los partidos mayoritarios en el Parlamento depende de la proporción aritmética, para el contubérnio.
Las leyes salidas del hemiciclo no son las honren a la Patria o favorezcan el bien social, de la comunidad ciudadana o sea de derecho y de justicia que fortalecen el poder del partido en el poder al partido que las proyecta, la que aseguran la continuidad, o a la que le asegura una reelección en las elecciones siguientes.
El partido mayoritario es el partido legífero y el que ejerce el poder ejecutivo.
Cuando en España el partido mayoritario, el socialista, cede el 13 de octubre 1931 la voz al jefe del cuarto partido numérico el de izquierda republicana, para que decrete de hecho y de derecho que España ha dejado de ser católica por que no cuenta la suma numérica de creencias, sino el esfuerzo creador de su mente.
La partitocracia llena, en puras teorías fantasmal, los dos requisitos de un Estado democrático: la participación del pueblo en el gobierno del Estado y su control y vigilancia, una vez constituido.
En la Gobernación de un Estado democrático, o no democrático estos requisitos tienen que ser cumplidos.
El sofisma se esconde en la obstinación obtusa con que se pretende esclavizar al Estado, cegando la fuentes de inspiración para alumbrar a otros sistemas de participación, de vigilancia y de control.
La partitocracia, exigencia del Estado liberal, democrático, parlamentario no sirve al Estado, sino que se sirve de él para anular su posible eficacia.
La dinámica interna de los partidos y su desarrollo a alzase con el Estado reduciéndolo a un símbolo formal.
Esta reducción, que puede ser mantenida de una concepción liberal del Estado, conduce a la degradación de los propios partidos que la amparan…
La partitocracia que es el futuro más reciente de la vida parlamentaria en un estado democrático representativo constituye una evolución del principio democrático, o por si el contrario, representa la ultima expresión de un proceso degenerativo.
La participación de los ciudadanos a través de los partidos ¿supone una comunión, siquiera sea representativa de los ciudadanos en las tareas del Estado ? Resultante no participa como sumados en las estadísticas de los partidos, la decisión más importante las toman los representantes de los partidos con desprecio absoluto de las masas de asociados.
La historia de los partidos, de todos, refleja la trashumancia de sus fundadores que se ven forzados a cambiar de partido por razones de índole moral, de ateos que se inscriben en el partido catolico por conveniencias políticas y de catolicas que se afilian a partidos marxistas por motivos económicos.
Si la única vía de acceso para participar y representar a los ciudadanos es la de los partido, nada tiene de extraño que se subleve la conciencia de los hombres libres.
Los ciudadanos libres no acaban de entender cómo se le puede imponer desde un Estado agnóstico por principio, normas morales in morales, leyes contrarias, o favorables a su fé y a su conciencia y los apátridas entiende perfectamente que un Estado de partidos, personificador de un Estado de derecho, constituye un episodio breve en la edificación de Estado comunista.
Un esto de partido, es necesariamente un Estado contradictorio.
No es la síntesis de la comunidad, sino el equilibrio partidista.
Estado queda obligado a utilizar a los miembros de los partidos triunfadores, a ser administrados por ellos, a ser regidos por las riendas conque le sujeten, le aflojen, y o le aprieten.
Tan cierta y veraz es la observación que el Estado ha de hacer esfuerzos supremos siempre baldíos, para ensayar una retórica de independencia, que los partido escuchan y aplauden por que saben que es una fórmula o hipócrita para que la parcialidad del Estado resulte más fluida.
Los partidos políticos, imponen sus hombres de partido, sus criterios de partido, sus intereses de partido, y el Estado se convierte en un servido de los hombres, de los criterios y de los intereses de los partidos que le subyugan.
Los partidos reparten credenciales de capacidad, de idoneidad, de sabiduría, de religiosidad o de ateismo, de audacia o de mesura, de competencia o de eficacia, bajo palabra de honor, honor que les viene concedido por la lealtad a las direcciones del partido o por el reconocimiento de los servicios prestados, aunque estos servicios sean inconfesables.
¿ A quien representan a los elegidos de u Régimen parlamentario de sufragio universal ? Habrá que preguntarse mejor, ¿que es lo que representa ¿ Porque no son personas sino intereses muy concretos, y no de personas sino de grupo.
Al ser estos grupos un artificio político plural, y los intereses que representan no son de interés general, sino los específicos y parciales de grupo.
Resulta así que la política, que es una tentación peligrosa hacia la imparcialidad, se convierte en un consorcio de intereses contrapuestos con los intereses nacionales.
El Estado partitocratico, es tolerado en la práctica por lo que en conciencia le aborrecen, es defendido por los que se benefician, es consentido por lo que le temen y sólo por los que viven el presente con proyección de futuro, y son fieles a la historia.
El Estado partitocrático como una corrupción, como una formula y como un puente elevadizo para el esdes individual, su desenlace abre las puertas del Estado o al comunismo o al personalismo social.
Es el nacionalsindicalismo, en el que las estructuras parlamentarias son las bases naturales de convivencia y los principios y normas morales son los del Cristianismo, descomprometido con su doctrina en todas las actividades individuales, sociales, y políticas.
El veredicto de José Antonio sobre los partidos políticos fue implacable, y tan feroz como justo. Porque los emitió atendiendo no sólo a unos considerandos conceptuales, sino a unos resultados de hechos probados
El acta de nacimiento de los partidos políticos, presenta unas notas marginales que deslegitiman la nobleza de su origen.
Nacen en sustitución de unas verdades, de unas normas y de una fé, sepultadas en un cementerio de sentimentalismos evanescentes.
Los partidos se presenta como portavoces de los ciudadanos, no sólo para instalar un mejor servicio administrativo o una vigjlancia y control del Estado, sino para exigir al Estado que acepte, como norma suprema y criterios de la verdad.
Todo está permitido, en la fase electoral, menos la verdad, que por otra parte, es todavía una promesa en busca de sus autor.
En la propaganda electoral no se cuida la claridad y la verdad sino los resortes del éxito.
El mecanismo de los partidos en el Estado liberal convierten las ideas los valores y las normas en materia doxográfico. Las verdades esenciales y el sentido de la vida pierde la razón metafísica y su orígen divino trascendente.
Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político, su naturaleza es artificiosa, nos desunen de nuestra realidades auténticas, su comportamiento es inmoral, están llenos de inmundicias.
Constituyen un instrumento pernicioso, en el que no se tiene en cuenta ni la libertad profunda del hombre, ni la estimación que merece como portador de valores eternos, ni la dignidad a que es acreedor como envoltura corporal del alma que es capaz de salvarse o condenarse.
Si los partidos pudieran tener capacidad para colocarse ante el total problema del hombre, integrado en su Patria; si pudiera servir para armonizar al hombre, como su destino, diferenciado en el destino universal.
Su naturaleza, y el motor de sus actos no les permiten otra cosa en sangrar la unidad de los hombres y de las tierras achacando unos a la religión la causa de la injusticia social, mientras los otros la proclaman despreocupándose de las angustias del pueblo, y de las formas de vida del pueblo.
José Antonio se pregunta quien sostienen a los partidos políticos, Porque sus orígen, su naturaleza, su comportamiento está claro, pero no lo está tanto la explicación de su continuidad y de su poderío.
No le sostiene ciertamente la eficacia sino el entramado y cierta fuerzas ocultas.
A uno, a los extremistas de izquierdas, una conspiración internacional comunista o masónica y, a los otros el gran capital financiero, que se vale del “derechismo “ de algunos partidos, independientes para la transformación radical, de arriba a bajo, que la economía española está necesitando por imperativos moral y por exigencias técnicas
El sistema político que lo constituye actúa como máquina y sosten. La lecha selectiva por la existencia se ha convertido en un espectáculo mortal para el Estado y para los partidos.
El poderío de los partidos es inatacable por el Estado, ya que son ellos los que le otorgan la que el Estado pueda o le dejen tener.
Pretender que el Estado dicipline a los partidos, vigilen su actuación, reduzca se proliferación, controle sus actividades, declaren sus fuentes de financiación, descubran sus alianzas, patriotice sus ideales, nacionalice sus intereses, autentice sus votaciones, dulcifique su vocabulario es una autopía hipócrita e imposible pretensión.
Es el Estado el que habrá de plegar sus requerimientos a los que la dialéctica interna le autoricen.
El Estado liberal democrático es un Estado con inexorable voluntad de partido, u si un Estado se desentendiera de esta voluntad, por querer responder a un ideal y a un espíritu autenticamente democrático, los partidos se lo impedirían, imponiendo la democracia de partido, aunque resulte absurdo, la síntexis de este cuerpo.
El único poder formal, capaz de denunciar los indicios de criminalidad social, que se aprecian en las actividad de los partidos, sería el Poder Judicial. Pero ya se ocupan los partidos de proclamar la autonomía de la Magistratura, seleccionando a hombres, para el libre ejercicio de la autonomía, en la aplicación de unas leyes inspiradas y proclamadas por el régimen del parido.
Los partidos políticos desprecian la naturaleza y el fin de la sociedad y desprecian las condiciones de su normal desenvolvimiento.
Los partidos políticos, no reconocen los derechos elementales que todos los hombres poseen, ni favorecen los deberes morales que a todos los hombres competen.
Es decir que los partidos políticos se enfrentan con la justicia y con la moralidad precisamente en cuanto a partido.
El partido se desentiende de la sociedad como desarrollo humano para reducirla a subordinación parcial de clases, la fuerza de su poder no radica en verdad que les asiste, sino en la fuerza que otorgan las ventajas.
La segunda causa que de origen a la formación de los paridos políticos es la costumbre como fórmula de vida social. Los partidos políticos de las “opiniones “ son partidos conservadores, pero no de la sociedad justa y moral, sino de una sociedad clasista.
Las pasiones del pueblo son la tercera causa que favorecen al origen de los partidos políticos. Es el intento del pueblo como antes a la evolución serena y sosegada de la sociedad.
Por eso en la formación de estos partidos ”populares” se encuentran siempre elementos de violencia que facilitan la irrupción y el arranque pero aceleran el descrédito y la caída.
Por lo demás los partidos así nacidos no cuenta con otro apoyo que el de las audacia intermitente.
No hay en los partidos populares consistencia social, pero lo que su fuerza es puramente destructiva.
La conciencia de Justicia, que puede alumbrar su origen queda oscurecida y ofendida al destruir las condiciones elementales necesarias para que la sociedad las cumpla.
Son ellos mismos los que impiden el mantenimiento de la Justicia y de la moralidad que tal vez en su origen podían alimentar.
No son los deberes los que los mueven, sino la posición a lo derechos ajenos. En un origen por contraposición por desquite.
Lo tenebroso está en despreciar la justicia y la moralidad como razones supremas de reclutamiento de los miembros de la sociedad,
El partido altera a los hombres no sólo de la serenidad de sí mismo sino del servicio de la sociedad.
Los partidos, son la resolución antipersonalista de la sociedad, y a se vez la oscuridad del bien común.
Los partidos políticos triunfan sobre el hombre, venciéndole y sometiendo en la acción a interese contrapuestos
Contando con la realidad social y política de los partidos políticos cabe estudiar las condiciones de solución.
Es evidente que, después del diagnóstico la única solución eficaz es la supresión, honestamente, la mejor solución es su disolución.
Rosmini, no encuentra en ninguno de los dos casos la seguridad para una “ tranquilidad “ en el orden,
Hasta tal punto le inquieta, la deficiencia de cualquier solución que llega a invocar la existencia de una providencia superior, como único recurso para mantener a la sociedad.
El conservas a los primeros partidos en equilibrio, no es favorecer la solución o el progreso social, sino que desangra a la sociedad.
La sociedad asiste a una lucha en la que no es ella la protagonista sino el campo de operaciones cruenta o incruentas, pero siempre crueles.
Los partidos que toleran este equilibrio, ordenan su actividad y su programa para el éxito de turno, nunca para la victoria de la justicia y es irreparable injusticia que se comete a no tener en cuenta a otros partido que aun gozando do no tener gran representación política pueden representar sin embargo, un interés social, tan importante como el de los grandes partidos.
A estos partidos llamados menores se les desatiende en el equilibrio cuando no se le somete a opresión en la equidad social sufren quebranto y alteración.
Los intereses sociales de los partidos menores son desatendidos, y con ello el aspecto social que aspecto social que pueden representar.
Solo se les tienen en cuenta como presa para reforzar el equilibrio de los grandes o para equilibrar la balanza.
Las reflexiones que pretenden nacer de una consideración sencilla y sincera sobre el sistema de equilibrio de los partidos.
Para que este equilibrio sea estable se requiere una fuerza superior a la que obstenta los partidos y distinta de ella.
EL
NACIONAL SINDICALISMO
Y
EL FASCIMO
El fascismo es como una inyección que tuviera la virtud de resucitar que tuviera la virtud de resucitar.
El ahogo demográfico del pueblo Italiano, desatendido por los aliados en los convenios; y en la inseminación del ideario comunista en las divididas clases obreras y en los partidos políticos Italianos, que sólo veían en la revolución Rusa de octubre, el triunfo sobre la opresión económica y política.
Benito Musolini, fervoroso y activo partidario del intervencionismo italiano en 1915 con el reclutamiento de unos facios de acción revolucionaria, organiza en 1919 los “ facios de combate” como partido político bautizado el 23 de Marzo.
El socialismo de Benito Musolini se aristocratiza a fuerza de jugo democráticos, se desliga de su precipitación marxista y empujas a sus seguidores a un acción de choque de signo nacional.
Tuvieron que cubrir un doble frente; el agresivo presentado por lo socialistas o el resistente de la burguesía y de los gobernantes.
La marcha sobre Roma en Octubre de 1922. es un autentico pronunciamiento en el que no si aprecian otras manifestaciones que la obstentación efectiva y concreta desarma políticamente a las organizaciones comunistas.
El Rey acepta la situación creada y en carga a Benito Musolini la formación del gobierno. ( comienza la era fascista ).
Pero conviene que quede claro que el nacimiento del Estado fascista, no brotó del imperativo categórico de los facios de combate, sino de la exigencia ineludible de unas circunstancias políticas a la que puede hacer frente el soberano de Italia, entregando el poder a Benito Musolini.
Con ésta entrega, el Rey salva a Italia de la inminencia marxista.
Se salvaron el país y la corona, sin que la actitud adoptada por el Rey, la casa de Saboya menguaran sus regias prerrogativas, y sin que la reorganización desde el poder de los facios de combaten, como escuadra militantes, atentaran contra la monarquía.
La elaboración progresiva de una teoría fascista, del Estado, data de 1924 la muerte de Santiago Matteotti, secretario del partido socialista indujo a los adversarios del fascismo y a los previsores del porvenir a abandonar el Parlamento, con la esperanza de trasterrar del poder político, al gobierno fascista, confinándole a la insularidad de la oposición minoritaria, y callejera.
La previsión resulto fallida, y el gobierno de la corona y del régimen.
Los atentados contra Musolini, favorecieron el empeño, y la extensión defensiva de la Reina al Rey, al príncipe heredero, demostró el realismo político de los legisladores.
El régimen fascista actuaba al reóforo de los acontecimientos y lograba asentamiento y firmeza monopolística.
Desde 1925, la figura de un Estado nuevo, adquiere gradualmente perfiles, figura, estatura y forma política y jurídica, elaborando una concepción intregral de la vida, del derecho, de la sociedad de la política y del Estado.
El ordenamiento del Estado fascista, por el derecho positivo de sus instituciones, escapa a nuestros propósitos.
Lo que sí resulta imprescindible es señalar las repuestas a la teoría fascista del Estado y su concepción de vida, en cuya fundamentación y prestigio, colaboró uno de los pensadores italianos más penetrantes y europeos: Giovani Gentile.
El fascismo movimiento de lucha, adquiría por obra y gracia de un eminente profesor de filosofía, el rigor intelectual y moral de una concepción de la vida de la sociedad.
El fascismo, al italianizar sus motivaciones, italianizo su razón y sus razones.
De movimiento de acción se transformó en pensamiento de tradición palpitante, en idealidad imperial, alucinado por el augurio de Dante, el mundo no conocerá la paz hasta que el Imperio Romano esté restablecido.
La acción se subordinó al pensamiento, si que el pensamiento se fundara en la esterilidad obediente a la inspiración de Mazzini. El dogma supremo del pensamiento político del fascismo es la absoluta del Estado no implica de suyo una concepción absolutista del Estado o un Esta absoluto.
Lo que se afirma en la supremacía del Estado como estructura en que se consuma la socialidad humana y sus agrupaciones intermedias. Una teoría del Estado comporta una concepción de la vida y de la sociedad. Cuando una teoría del Estado se le compara con un instrumento formulista y deshumanizado.
El fascismo, afirmó su concepción espirítualista de la persona humana declarando como falsa la abstracción individualista de un sujeto autosuficientemente por sí y exigiendo su peculiaridad como miembro de la Patria y de la nación, sujeto a una ley moral que lo trasciende como individuo y como número.
Reafirmó. el compromiso de los hombres que integran la Patria un patrimonio de tradición y de futuro, animándoles a la acción si la lucha, si la lucha se presenta como situación límite de justicia social o de defensa del Estado: confesó la eticidad y la religiosidad del hombre, concibiendo su individualidad como una relación insuprimible con la ley superior, como un ser respectivo para con una voluntad que le trasciende y que se eleva a la dignidad de miembro cociente de una sociedad espiritual.
Enalteció la historia, basándola en que el hombre es lo que es en el grado en que acepta la función en el proceso espiritual al que asiste en el grupo familiar y social, en la Nación y en la Patria
.
Si buscamos fórmulas, que cifren la doctrina y el propósito, cabrián estas dos altenativas: Estatismo personalista o personalismo estatista siempre que el Estado se considere como conciencia y voluntad universal del hombre en su existencia histórica.
El fascismo en su concepción de Estado, se oponía al Estado democrático, al Estado liberal, al Estado socialista de cuño materialistas y al Estado totalitario racista, pero no al personalismo social, siempre que la socialidad de la persona quedará subsumida en un comportamiento dentro del Estado.
El sujeto real de las libertad efectiva no es el individuo, sino el Estado, ya que una liberta individual al margen del Estado o contra él una pura barbarie o retórica liberal.
Lo humano y lo espiritual del hombre se acentúa y adquiere su valor en el Estado: en un Estado que favorece el desarrollo de la espiritualidad del hombre.
Aunque una tentación especulativa conduzca a impostasiar lo absoluto impersonal en el Estado absoluto los cierto es que el Estado fascista no cedió en su tesis a la tentación, y el propio Gentiles, la trasfiguró depués de la luz auroral del cristianismo.
El propósito político de su concepción del Estado amanecer en ésta frase de Musolini, que explica en su dramatismo su pensamiento, con mejores galas que los doctrinarios del Estado.
“O vosotros metéis de lleno en el pueblo en las ciudadela del Estado que él la defenderá. se o se mantendrá fuera, y la asaltará.
La verdad es que la revolución fascista, no es más que un paso adelante en el camino de la realización histórica del derecho natural.
Resulta radicalmente injusto concebir al Estado fascista, como un Estado absoluto y totalitario, legitimado históricamente por la revolución irracional o violenta.
La revolución fascista no fue un derecho de los de más fuerte, y de los más agresivos o de los de más astutos, sino un deber de conciencia histórico, por los de más aguerridos.
La superación del sistema, por evolución de las formas, no depone en contra de su historia, DEL VECCHIO nos asegura que “todas las libertades se encontraban en extremos peligrosos y casi reducidas a la nada cuando el fascismo inició con vengadora lucha su obra salvadora, y sólo pudo hablarse con verdad de Estado de derecho cuando se afirma desde el Estado, la soberanía de la ley, igualdad de los ciudadanos antes ellas.
Donde radica la singularidad del Estado fascista, es en la decidida voluntad de no abandonar al libre albedrío del juego de intereses al estabrecimiento de las relaciones, sino menoscabar la soberanía del Estado: donde surgen el equívoco contra el Estado fascista es en la acusación donde violan el derecho natural de asociación o entorpece el sistema de relaciones jurídicas, amparables siempre por el derecho como uno de sus elementos.
La usurpación posible, desde el Estado de las autonomías fascista de las personas y de los grupos sociales, no han sido más frecuente que el desentendimiento, de los grupos o su enfrentamientos con el Estado, cuando no de subversión.
A José Antonio le ha amarrado a la galera naufragado de fascismo.
Los adversarios, los amigos y algunos entusiastas le ha clavado en el epítero de fascista como un cascarón de proa.
Por su presunto fascismo de su doctrina, la actitud y la figura de José Antonio ha sido agredido y sumergida.
En el nombre proscrito del fascismo, José Antonio y su doctrina son hoy para muchos sangre quemada, cenizas aventadas para el soplo de la democracia, próspero para el imperialismo soviético.
Todos los esfuerzos de tierra a tierra, de pueblo a pueblo de ciudad a ciudad, de hombres a hombres, José Antonio realizó de palabra y de obra para mostrar y demostrar la originalidad española, del nacionalsindicalismo y para desconectar sus pensamientos políticos del totalitarismo absorvente, resvala ante la contumancia de los rencorosos y han sido inexplicablemente olvidado en el sarcófago del miedo y de la timidez por los que tenía el deber sagrado de reanimarlos con previsión de futuro.
Ser fascista es hoy una ignominia, y declararse fascista supone una depravación moral y una provocación criminal.
El termino fascista no es un vocablo por los agentes del marxismo, y secuestrado por la policía Municipal, de los gobiernos del neoliberalismo, demócrata resulta cómodo condenar al nacionalsindicalismo de José Antonio, bajo la acusación de fascista, utilizado en el juicio de formas sintéticas interpreta como un grito salvaje en el código de la circulación.
Encarcelado el vocablo por los agentes del marxismo, y secuestrados por la policía Municipal, de los gobiernos del neoliberalismo, democrático resulta cómodo condenar al nacionalsindicalismo de José Antonio, bojo la acusación de fascista, utilizando en el juicio las formas sintéticas del trascendentalismo, individualista.
Si algún lector se precipita a pensar que la liberación del pensamiento de José Antonio del sistema fascista obedece a un oportunismo, yerra el tiro.
Por lo demás que quede claro en capítulos sucesivos la felicidad de José Antonio ala tradición política española, su memorias de futuro y la misión de su ideario político y de sus actitudes de exigencias y de justicia social y de convivencia pacífica de los españoles a nivel de actualidad en el concierto mundial.
Un pensador y político fascista, es un obsequio doloroso de las fuerzas desintegradoras de la Patria, una gracia calumnosa de los derechas retrógradas y de los reaccionarios insolventes, un ardid marxista.
El fascismo surgió como un movimiento político, suscitado por Benito Musolini, con manifiesta intención pragmatista.
No fue el fruto de una alquimia mental en un laboratorio de abstracción.
No fue tampoco el producto doctrina de un teórico de derecho, del Estado o de la ciencia política.
Su nacimiento no puede ser atendido bajo calificaciones éticas, sino de una exigencia histórica política de situación.
Una participación victoriosa de Italia en la primera guerra mundial frente al imperio Austro húngaro.
La frustración de la victoria y la humillación ante Yugoslavia con la ausencia de Francia e Inglaterra al dictado de Norte América.
El fascismo de José Antonio, fue una posición levantada por Gil Robles, alimentada por Indalecio Prieto y exasperado por los inconolastas del Estado.
En una tarde de Octubre de 1933 entre seis y siete de la tarde. José Antonio se entrevistó con Musolini en el palacio de Venecia en Roma durante treinta minutos.
Al mes justo de la conversación Musolini se preguntaba si podía aplicarse el régimen el régimen a otros países, respondiéndose que el problema se planteaba, en los pueblos donde se estudia y se hace un esfuerzo por comprendernos.
Musolini proclama en audiencia publica de lectores los términos con la entrevista con José Antonio, Dada la crisis del capitalismo, el corporativismo fascista, necesita tres condiciones :
Un partido único, el Estado totalitario y vivir en periodo histórico de altísima tensión ideal.
Lo que sucede que por partido único Musolini entiende “ un partido para que al lado de la disciplina económica, actúe la disciplina política, y existe por encima encontrados intereses, un vínculo que una a todos en una fé común “Por Estado totalitario.
Un Estado que asume, para transformarlas y potenciarlas todas las energías, todos los interese y todas las esperanzas de un pueblo. José Antonio, obtuvo de las conversación la reencarnación de un axioma de ascendencia intelectual española: el hombre es el sistema, y que ningún aparato para gobernar, ningún sistema de peso y balanzas, consejo y asambleas puede remplazar a se imagen del Héroe hecho. Padre que vigila junto a una perenne el afán y el descanso de su pueblo.
Lo demás, la aplicación a la política de un total, universal sentido de la vida la concepción del Estado como instrumentos al servicio de una misión histórica permanente, la visión del trabajo y el capital como pieza integrante del empeño nacional de la producción la voluntad de disciplina y de Imperio, la superación de la discordias de partido en una apretada, fervorosa unanimidad nacional, era preocupaciones e ideales vistos y aprendidos en Roma.
No como singularidades de importación, sino como exigencia constante olvidada en es España.
Primero fué el diario A. B. C. que en sendas colaboraciones de Juan Ignacio Luca de Tena y de Antonio Royo Villanova y con reiteración morbosa, caía en el tópico de falsificar al fascismo, ignorando su ideario y reduciendo su alcance a las tácticas de fuerza, en una simultaneidad sospechosa de fachas, José María Gil Robles, tratando de desacreditar el Movimiento Falangista. dos semanas antes del Discurso Fundacional.
José Antonio acomete la idea y tarea de esclarecer su pensamiento sobre el fascismo exaltado el orígen creador del Movimiento Nacionalsindicalista.
Los juicios asertóricos de José Antonio sobre Mosolini y la incomovilidad y robustez del sistema no constituyen una premisa, para un juicio de valor, sino el augurio lanzado desde la bondad de las Instituciones.
José Antonio, alaba en el fascismo el pensamiento profundo que le informa, y denuncia la falsedad de considerar como distintiva del fascismo las tácticas de fuerza o de violencia, que es si acaso meramente adjetiva, y que puede ser incluso innecesaria en algunos países.
Tan subsidiaria la consideró José Antonio, que el Conde de Romanones se atrevió a decir a la vista de la actuación moderada y cargada de paciencia de los sucesos de San Carlos, en Enero de 1934 que la Falange era un “ fascismo español de guante blanco, y que no creó en él y en el Parlamento dirigiéndose a Indalecio Prieto José Antonio dice que sino se hubiera dedicado no ya usar la violencia, sino ni siquiera a disculparla, si la violencia, no hubiera a buscarnos.
La violencia no es el fascismo una iniciativa, sino una respuesta obligada ante la gravedad agresiva de la injusticia.
Su idea es la unidad, y las ideas no se imponen por la fuerza, José Antonio comulga con el fascismo en su oposición frente al marxismo, con la lucha de clase, y frente al liberalismo, como lucha de partidos y coinciden en afirmar por encima de esa mecánica pugente, la unidad permanente de la Patria.
José Antonio, originaliza el fascismo cuando eleva a los sindicatos de trabajadores a la directa dignidad de órgano de Estado apuntando las ideas ( no expresadas en el fascismo ) de un Estado sindicalista.
El señor Gil Robles, no tiene derecho a buscar de un auditorium poco para imbuirle ideas falsas, desacreditando el empleo de sus talentos y autoridad.
Con lamentable confusión entre el fascismo y el nacionalismo Alemán denuncia al fascismo por anticatólico y por racista, cuando lo cierto es que la mentalidad de José Antonio el nacionalsocialismo alemán es todo lo contrario del movimiento Italiano.
La Falange no es ni puede ser racista. Los movimientos y los estados alemán e italiano no solo son similares sino que son opuestos radical mente entre sí, arranca del palo opuesto: Uno de índole moral de la defensa del fascismo obedece a dos principios: Uno de índole moral y de amor a la verdad y la información veraz, otro a la salvaguardia del nacimiento público y solemne del movimiento nacionalsindicalismo.
Del fascismo no se sabe nada, ni se ha preocupado por saberlo, los objetores actúa contra él como publicitarios políticos de ocasión como demagogos.
A falta de texto en sus programas arremeter contra el fascismo, como recurso oratorio utilizan a la Patria como pavés y el Catolicismo como catapulta.
La verdad que Gil Robles operó en sus tácticas oratorias por su peligrosidad dogmática, cuanto monopolizar personalmente la jefatura de la relación española, palideciendo el prestigio creciente de José Antonio. Es necesario decir que Gil Robles, quiere arrebatar a José Antonio la gracia del magisterio y el estilo, y no encuentra otro camino que personalizar en sí las virtudes, descargando sobre José Antonio la extrangería de la Doctrina.
Pero sucede que la decisión de José Antonio es cabalmente contradictoria con la adoptada por Gil Robles. Gil Robles realiza esfuerzos por acaudillar su rostro, su figura y su estilo.
Gil Robles hubiera aceptado con humildad cristiana sus posibilidades somáticas para el ejercicio político y para la fascinación de las juventudes, no habría jamás a la tentación proposopeya de conductor.
Gil Robles, si consumió en una actitud y un porte de los que José Antonio habría renumerado con gusto y con gozo si Gil Robles, se había preparado para la acción en una escuela de gramática escurridiza, de palideces, de laminado en frío donde la Patria se disuelve en amor de mansedumbre pactada y la política es un producto gaseoso de alquimistas, de laboratorio.
José Antonio tenía, vocación de intelectual, vocación de estudiante, es de las que peor se compagine con la del caudillo. Al adivinado suicidio político de Gil Robles, debe a España la rectoría doctrinal y política de José Antonio, salvando el honor de su padre antes el Parlamento, quizas José Antonio se hubiera entregado de nuevo a su noble oficio de abogado, si hombres como Gil Robles hubieran sabido o hubieran querido ser felices, a la angustiosa llamado del sufrido pueblo Español.
A la esperanza del 14 de Abril, Gil Robles y Manuel Azañas exasperaron el desenlace sangriento de la tragedia, aunque la motivación del instituto fueran de signo contrario.
El acabado retrato de Gil Robles que José Antonio, ofreció el 28 de Marzo de 1935 en arriba, tiene un boceto a las líneas escritas por José Antonio en la Nación el 23 de Octubre de 1933.
Cuando el negocio no está recomendado es la Patria y su futuro al retorcerse el corazón no es un servicio político, sino un trup. literario de consecuencias funestas.
En Italia, en el fascismo buscan la tradición del Imperio romano, no se puede acusar de que una pretensión semejante no fuera “esencialmente tradicional “ sólo una argucia propagandista puede atribuirse que José Antonio al aceptar una misión análoga para España tuviera el propósito de italianizarse.
Lo que José Antonio busca sembrar entre los españoles el anhelo de reencontrar la tradición de España, ya que el fascismo ha descubierto la urgencia frente la marxismo de que cada pueblo revitalice sus valores auténticos,
La actitud de excavación enérgica en sus propias entrañas, los españoles encontramos en España, la inyección podría ser la misma para todos pero cada cual resucitará como fue lo tremendo es que fue que sin la inyección no se resucita ni se pueden encontrar la tradición.
Lo de menos es el nombre a José Antonio no le agradaba el vocablo, ni lo usó nunca para su movimiento.
Dato de singular importancia, si se acuerda que el nombre no hace la casa.
Su desgana por el vocablo está tan claro, que aforó en 1936 en Junio cuando se pretendió conjurar con su fonía actitudes propias o ajenas tildando de fascistas llenos de viento, a los madrugadores de un total litarismo, conspirador por los derechos empavoridas.
José Antonio no sintió respeto alguno por el ropaje ortográfico, aunque sintiera admiración por Musolini y reconocimiento profundo y sincero por la obra y por la severidad del gesto y de la intrepidez del Duce.
Aceptó como innegable la forma y el estilo para reanimar el espíritu y como inaplazable los principios y la urgencia de pregonarlo en una España si fé, sin unidad, sin esperanza, sin alma, y sin futuro, desencuadernada de Europa y hambrienta.
Como no cabe duda de que Gil Robles, le animen estos propósitos, José Antonio se pregunta: pero ¿ porque misterioso motivo se empeña en el decir que está en desacuerdo con nosotros ¿
A Gil Robles, presbítero, laico de diócesis demócrata -cristianas, pontífice dimisionario de la II segunda república Española, le inquietaba la vestimenta con que oficiaba el fascismo por el que José Antonio la aceptaba como ornamento sagrado de ritual Resueltamente no al vocablo fascismo le tiene en manos el epítero lo sufre por gallardía para no dejarse de gobernar por los que le laza las formalidades del fascismo no las consideran necesarias y a veces le resulta impertinentes.
Para José Antonio es circunstancial, ganga o extremos en el fascismo la organización técnica corporativa, las camisas de uno u otro color, los desfiles, las estadísticas,
El fascismo, como promotor de un sentido de Estado, ese sentido de creer que el Estado tiene algo que hacer y algo que crear, que es lo que le caracteriza en esencia y profundidad al movimiento, puede muy bien desligarse de todos los afiliados de todos alifefases, de todos los acertantes y de todas las galuncias en el cual hay unos que me gustan y otros que no me gustan nada.
La desgana por le epítero de fascista respetado a José Antonio constituyó para los políticos sociales -marxista, de la II república española para los reaccionarios monárquicos y para los social -demócratas un fácil y demagógico expediente de intimidación, primero y acusación penal y político.
José Antonio no se amedrantó, denunció la carga de falsedades y de incomprensión que arrastraba las acusaciones, pero no se resposabilizó con el fascismo, como fenómeno de importación, ni prohijó para España motivación alguna que no fuera genuinamente española.
En el fondo trasparente de su alma, y en la expresión iluminada de su prosa, se advierte la melancólica evidencia de la ilicitud del reproche en labios cristianos que se valían del vocablo verbal para turba la conciencia de los católicos y le irritaba al matrimonio marxistas y masones y acción populista contratados con el fin de dejar en horfandaz a lo seguidores del movimiento falangista.
Si se estudia con elemental buena fé el ideario de falange Española de la J. O. N. S. y se adentra en el pensamiento profundo, no se aprecia la más leve contaminación fascista y sobre todo no aparece en él un indicio de lo que el fascismo le acusaban.
La acusación es un sofisma montado como diría los escolásticos en su ignorancia.
Si se recogen el discurso oral y vital, el parlamentario y el periodístico de José Antonio sorprende la reiteración con que el fundador de Falange española se alza sobre los acusadores y reivindica el origen genuino del nacionalismo.
En otros capítulos aparecerán con evidencia esta originalidad recreada en su concepto como teórico del derecho de los política, en las líneas que concluyen este capitulo, nos contentamos con algunas frases de José Antonio, polimiza con el fascismo como sucedáneo preparado por la oposición.
En Diciembre 1934 se esparció por España la noticia de José Antonio acudiría a un congreso Internacional fascista que se proyectaba en el sanatorio Suizo de Montreux a orillas de los lagos de Ginebra.
José Antonio no sólo declinó la invitación por temor a confusiones sino que solicitó de la prensa española, la acreditación publicada de la nota aclaratoria, en que expresamente se afirma resaltando la afirmación en tipos negrita que Falange Española y de las J. O. N. S. no es un movimiento fascista.
La Falange española tiene con el fascismo algunas coincidencias las del valor universal pero José Antonio asegura que sus posibilidades más fecundadas las encuentra en las líneas que perfilan los caracteres peculiares de su movimiento.
No cree que la asistencia y presencia en un congreso internacional de la democracia -cristiana desespañolice a los participantes españoles, basta a la ocasión con rechazar la autoridad de un directorio internacional.
Pero José Antonio, no sólo salía al paso de una maniobra, sino que singularizo su posición doctrinal, en realidad la actitud de José Antonio reforzaba con trazos de mayor energía y claridad la nota publicada ocho meses antes en el diario Luz en la que negaba que Falange española tuviera algo que hacer con la creciente entidad llamada fascismo.
La colaboración en el fascio, periódico nonnato de Marzo 1933, no sólo no presenta la más mínima concesión literaria, o política al fascismo sino que aprovechan sus páginas inédita para asegurar la formación de un Estado gremial sindical, corporativo, conciliador de la producción y el trabajo.
Con seriedad bastante en su estructura y con sus masas, para contener el avance de la propaganda y de los procedimientos disolventes que a nuestra juicio, representa al marxismo, en todas sus formas, según se está.
En carta presenta las más mínima concesión literaria probada en 18 de Junio 1934.
En la carta probada 18 de Junio 1934. José Antonio es más explícito, ” Siento no poder enviarle la fotografía que me pide para su juventud fascista por cuanto al envío pudiera parecer un acto de aprobación.
En el discurso de Villagarcia de Arosa el 17 de Octubre 1935 José Antonio definió con claridad y distinción sus pensamientos en contraste doctrinal y político con el fascismo
El movimiento falangista es netamente español, nacionalista español precisó para ahuyentar cualquier vacilación disgregadora.
El movimiento falangista no tiene otra nota en común con los movimientos fascistas extranjeros que la simultaneidad en el tiempo.
A los que aspiran a la revolución nacionalsindicalista es a transformar en carne viva la expresión: Unidad Nacional frente a la disgregaciones y sindicalismo para el logra de justicia social, y que el pueblo trabajador de España sobre las libertades, es decir, patria, pan y justicia.
La autonomía y la autocracia política proclamada por José Antonio. En Villagarcía ante una inmensa muchedumbre de hombres, en la que prendió un furor transmitidos en favor de generaciones falangistas gallegas, no suponía una novedad o una consideración progresiva.
Con una elegante ironía había aludido el tema en Valladolid en el discurso de 4 Marzo de 1934 recogiendo un argumento de Onésimo Redondo. A Onésimo le dolían las entrañas de su conciencia cristiana, la acusación de catolicismo envuelta en el dicterío de fascista y le escocía en su corazón de castellano la calumnia de imitador de movimiento extranjeros.
Nosotros dijo José Antonio la dar la vuelta sobre nuestra propia autenticidad que encontraremos será la nuestra, no será la de Alemania ni la de Italia.
Llamaremos fascistas o imitadores de fascista en unas ideas pero no es para preocuparse demasiado.
Si logramos desvanecer esa especie, ya se inventarán pues la fuente de la ensídea es inagotable.
Concepto que había adelantado casi a la letra en Cáceres el 4 de Febrero un mes antes y que reitera a los cuatro meses en Callosa de Segura.
El pueblo falangista de Alicante, veinte días después de haber asegurado en el Parlamento, que la simultaneidad del movimiento falangista con el fascismo más le perjudicaba que le favorecía para la compresión de su movimiento.
José Antonio había escrito para el semanario de España Sindicalista de Zaragoza Mayo del 1934 que España no va a imitar a Italia va a buscarse así misma.
Pero la suerte estaba hechada, los fascista hinchados de viento y los madrugadores.
Muerto José Antonio el 20 de Noviembre de 1936 encontraron más rentable la fastistización ¡ horrible vocablo ¡ del movimiento Nacionalsindicalista.
Obligando a las nuevas generaciones a vaticinar sobre la viva coyuntura de la Falange, maltratada y dispersa, si es que se avienen a la meditación bíblica, que para su pueblo vaticinó
EL
NACIONALSINDICALISMO
Y
EL CAPITALISMO
¿ QUE ES ESTO DE ARMONIZAR EL CAPITAL Y EL TRABAJO ?
El trabajo es una función humana, como es un atributo humano la propiedad. Pero la propiedad no es el capital: El capital es un instrumento económico, y como instrumento debe ponerse al servicio de la totalidad económica, no del bienestar personal de nadie. ( José Antonio)
Cuando se habla del capitalismo no se hace alusión de la propiedad privada, estas dos cosas no sólo son distintas que casi se pueden que son contrapuestas.
Precisamente uno de los efectos del Capitalismo, fue el aniquilar casi por entero la propiedad privada en sus formas tradicionales.
Esto está suficientemente claro en el ánimo de todos, pero no está demás que se le dediquen unas palabras de mayor esclarecimiento.
El capitalismo es la transformación más o menos rápida de lo que es él vínculo directo del hombre con sus cosas es un instrumento técnico de ejercer el dominio.
La propiedad antigua, la propiedad artesana, la propiedad del pequeño comerciante, es como una proyección del individuo sobre sus cosas.
En tanto es propietario, en cuanto puede tener esas cosas, usarlas, gozarlas, cambiarlas, casi en estas palabras ha estado viviendo en las leyes romanas, durante el siglos, el concepto de la propiedad, pero a medidas que el capitalismo se perfecciona, y se complica.
Fijáos en que se va alejándose la relación del hombre con sus cosas y se va interponiendo, una serie de instrumentos técnicos de dominar y lo que era esta proyección directa humana, elemental relación entre el hombre y sus cosas, se complica;
Empiezan a introducirse signo que cada vez van sustituyendo mejor a la representación viva del hombre, y cuando llega el capitalismo a su último perfeccionamientos, el verdadero titular de la propiedad antigua ya no es hombre, ya no es un conjunto de hombre sino que es una abstracción representada por trozos de papel.
Así ocurre en lo que se llama sociedad anónima.
La sociedad anónima es la verdadera titular de un acervo de derechos y hasta tal punto se ha deshumanizado, siendo indiferente al titular humano de esos derechos, que es el que se intercambien los derechos de los titulares de las acciones, no varían en nada la organización jurídica, el funcionamiento de la sociedad.
Este gran capital, este capital técnico, este capital, que llega alcanzar dimensiones enormes, sólo no tiene nada que ver, con la propiedad en el sentido elemental y humano, sino que es su enemigo.
Pero eso cuando se ve como por ejemplo, los patrones y los obreros, llegan en lucha encarnizadas, incluso a matarse por las calles o a caer víctimas de un atentado, donde se expresa una crueldad sin arreglo posible, siendo protagonista de una lucha económica, pero una lucha económica en la cual aproximadamente, está los dos en le mismo bando, cualquiera que ocupe el bando de enfrente, contra los patronos y contra los obreros, es el poder del capitalismo financiero.
Pregunto ¿ Cuantas veces habéis tenido que acudir a las grandes Instituciones de crédito, a solicitar un auxilio económico, sabiendo cual será el interés y que ese dinero no es la Institución que lo presta, sino que es de los que se lo tienen confiado, produciendo una gran diferencia en los intereses, por pasar de una mano a otra.
El capital de mano en mano, gravita sobre los obreros incluso peligrando su propia vida.
El capital financiero es el que durante los últimos lustros está recurriendo al fracaso de dos maneras.
Primera desde el punto de vista social, después desde el punto de vista técnico del propio capital.
Desde el punto de vista social, va a resultar que sin querer, voy a estar de acuerdo en más de un punto con la crítica que hizo Marx.
Como ahora en realidad desde que todos nos hemos lanzado a la política tenemos que hablar de él constantemente.
Como hemos tenido que declararnos Marxista o anti Marxistas.
Se presenta a Carlos Marx por alguno como una especie de urdidor de sociedades utópicas incluso en letras de molde hemos visto aquello de “ los sueños utópicos, de Marx.
Si alguien ha habido en el mundo poco soñador este ha sido Marx.
Lo único que hizo fue colocarse al frente de un organización económica Inglesa de las manufacturas de Manchester y deducir que dentro de aquella estructura económica estaba operando una constante que acabarían por destruirla.
Este Carlos Marx ya vaticinó el fracaso social del Capitalismo, vió que íban a pasar por lo menos dos cosas.
Primero la aglomeración del capital tiene que producirla la gran industria.
La pequeña industria apenas operaba más que con ingredientes la mano de obra y la primera materia.
En la época de crisis, cuando el mercado disminuía, estas dos cosas eran fáciles de reducir; se compraba menos material, se disminuía la mano de obra y se equilibraba aproximadamente la producción con la exigencia de mercado; llega la gran industria; pero la gran industria, aparte de ese elemento, que se va a llamar por el propio Marx. Capital variable emplea una gran parte de sus reservas en capital variable, emplean una enorme parte de sus reservas en capital constante, una enorme parte que sobrepuja en el mucho, valor de la primera materia y mano de obra.
Reúne grandes instalaciones de maquinaria, que no es posible reducir.
de manera que la producción compense ésta aglomeración de capital muerto, de capital irreducible, no tiene más remedio la gran industria que producir a un ritmo enorme.
Como produce a fuerza de aumentar la cantidad, llega a producir más barato, invade el terreno de la pequeña producciones, va arruinándolas una detrás de otra y acaba por absorverlas.
Esta ley de aglomeración de capital, la predijo Marx y aunque algunos afirmen que no se ha cumplido, estamos viendo que sí.
Por que Europa y el mundo está llenos de “trust “ de sindicatos de producción enorme, y de otras cosas, como los grandes almacenes de precio único,. que pueden darse el lujo de vender.
Sabiendo que los pequeños no podrán resistir la competencia de unos meses, y que ellos en cambio, compensando unos almacenes con otros, pueden esperar cruzados de brazos, el total aniquilamiento.
Segundo fenómeno social que sobreviene: la proletarización, los artesanos, desplazados de su oficio, los artesanos que eran dueños de sus instrumentos, de producción y que naturalmente, tiene que vender sus instrumentos, porque ya no le sirven para nada: los pequeños productores, los pequeños comercios van siendo aniquilados económicamente, por este avance inmerso, incontenible del gran capital y acaba incorporándose al proletariado.
Marx, lo describe muy bien, cuando dice que estos hombre después de haber vendidos sus casas, sus instrumentos, ya no tienen nada que vender y entonces sedan cuenta que ellos pueden ser una mercancía, de que su propio trabajo y si lanza al mercado a alquilarse por un contrato temporal de esclavitud.
Por eso vemos a grandes masas de aglomeración en las urbes, al rededor de las fábricas, es otro de los sistemas de quiebra social del propio capitalismo.
Todavía tenemos otro, que es desocupación en los primeros tiempos de empleo de las máquinas, que podían hacer el trabajo de vente, cien o cuatrocientos obreros, iban a desplazarlos.
Como se estaba en el tiempo de la fé en el “ progreso indefinido “. Los economistas de entonces sonreían y decían: “ Estos ignorantes obreros, no saben que esto que hará será aumentar la producción desarrollar la economía dar auge a los negocios, habrá sitio para las máquinas y obras para los obreros.
El desplazamiento del hombre por las maquinaria, no tiene compresión, poética que se atribuyó a la máquina en los primeros tiempos, aquella composición que consistía en aliviar a los hombres de unas tareas fáciles y formidable.
“ No las maquinas hará nuestro trabajo, y nos liberarán de nuestra labor “ pues lo que han echo las máquinas no ha sido reducir la jornada de los hombres, sino manteniendo la jornada igual, desplazar a todos los hombres sobrantes.
Ni ha tenido la compensación de implicar un aumento de salario, porque evidentemente, los salarios de los obreros, han aumentado; pero aquí también lo tenemos que decir tal como lo encontramos.
En los Estados Unidos, en la mejor época desde 1922 hasta 1929 ¿En cuanto aumentó el volumen de los salarios pagados a los obreros ? pues aumento en un 5%.
En la misma época, aumentaron los dividendos para el capital aumentaron el 86% pues se deduce que ésta no es una manera de repartir los beneficios obtenidos por la venta de las máquinas.
Era de preveer que el capitalismo, tuviera ésta quiebra social, lo que era menos de preveer era que ésta llorando su situación en términos desesperados.
Por ejemplo la crisis periódica ha sido un fenómeno producido por lograr industrias, y producido precisamente por esa razón, es decir por la aglomeración del capital.
Los gastos irreducibles del primer establecimiento son gastos muertos que en ningún caso se pueden achicar cuando el mercado disminuye.
La superproducción o ritmo violentista acaba por saturar los mercados. Se produce así el subconsumo y el mercado absorbe menos de lo que las fábricas le entregan.
Si se conservan la estructura de las pequeñas economía anterior se achicarían la producción, proporcionalmente a la demás mediante la disminución en adquirir la primera materia y mano de obra; pero como esto no se puede hacer en la gran industria, porque tiene ese ingente capital constante, ese ingente capital muerto.
La gran Industria se arruina, es decir que técnicamente la gran Industria hace frente a la época de crisis, peor que la industria pequeña.
En el periodo heroico del capitalismo liberal, falla también en aquellas arrogancias de sus primeros tiempos, en que se decía:
“ Yo no necesito para nada el auxilio público, es más pido a los poderes públicos que me dejen en paz, que no se metan en mis cosas “
El capitalismo en cuanto vinieron estas crisis acudió a la acción de los servicios públicos, así hemos visto como las instituciones más fuertes se han acogido al plan de ayudas económicas.
Así hemos visto como las instituciones más fuertes, se han acogido a la Benevolonac, de Estado para protecciones arancelarias y así obtener auxilio en el metálico.
El capitalismo tan desdeñoso, tan refractario a una posible socialización de sus ganancias, en cuanto vienen las cosas mal, es lo primero en solicitar una socialización de las pérdidas.
Otras de las ventajas que del libre cambio, de la economía liberal, consistía en estimular la concurrencia, se decía “ Compitiendo en el mercado libre todos los productos, cada vez se irán perfeccionando los productos y cada vez será mejor la situación de aquellos que lo compren.
Pues bien; el gran capitalismo ha eliminado automáticamente la concurrencia al poner la producción en manos de unas cuantas entidades poderosas.
Y vienen los resultados que hemos conocido, la crisis, e. Estado de esa naturaleza, donde la esperanza es el único futuro.
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Enviado por: | La Chaves |
Idioma: | castellano |
País: | España |