La palabra se define como un sonido o conjunto de sonidos articulados que expresan una idea. Estas ideas dan lugar a pensamientos, frases, gestos y actitudes utilizados a diario por toda persona. Pero, no toda idea puede ser expresada libremente por todo el mundo. Las niñas, las señoritas, las señoras casadas, las profesionales y cualquier otra persona catalogada como femenina, están en el prototipo restringido del vocabulario soez o como lo describe Luisa Valenzuela, el proferir la verdad.
Criticamos los tiempos antiguos en los cuales la mujer no importaba para nada más que procrear. Ella no podía hablar ni expresar su opinión. Mientras, los hombres tenían derecho para decir y hacer el bien; de la misma manera podían cometer blasfemia y actuar de manera indecente como una regla no escrita. Poco a poco la historia ha cambiado a través del tiempo. Pero, las mujeres siguen sufriendo su expresión ceñida.
El lavar la boca con jabón cuando una niña dice una mala palabra ya no se practica, pero todavía está visto como de mal gusto. El castigo no es tan cruel físicamente, mas sigue siéndolo emocionalmente. Se les ha enseñado que una dama debe utilizar la lengua de la mejor manera para ser vista como alguien ejemplar para la sociedad.
Si estas niñas han utilizado ese lenguaje para expresar su verdad significa que de algún lugar lo aprendieron. Sus madres ya han sido educadas para no usar ese lenguaje. Sin embargo el uso de las malas palabras sigue circulando en la boca de los hombres. Los mismos que critican tanto a las mujeres cuando su vocabulario no es el más educado, son los mismos que están aportando a la enseñanza de éste.
Los hombres temen a la mujer al mismo tiempo que la disfrutan. La han mantenido bajo un control adecuado para su conveniencia. “Tarde o temprano las ideas se rebelan, revientan sus camisas de fuerza y se vuelven contra quienes intentaron burlarse de ellas.”, dijo Isabel Allende en su ensayo La magia de las palabras refiriéndose a la virtud del lenguaje sobre las tiranías. También, Luisa Valenzuela expresó en La mala palabra “y del dicho al hecho, de la palabra hablada a la palabra escrita: un sólo paso.” Vemos unos pasos de libertad de expresión. Las ideas ilícitas para una parte de la sociedad siguen creciendo hasta el punto en que estallan y empiezan a expandirse. Lo hablado en murmullos no tarda mucho a que llegue al pensamiento de un escritor que desea publicar la verdad.
También existía y sigue existiendo el control de la opinión pública. No solamente en las dictaduras protegiendo su reputación, sino, los hombres también cuidan su fama en el arte de escribir. En el pasado, las mujeres no tenían el derecho a escribir. Ésas que lo hacían, utilizaban el nombre de un hombre para poder tener éxito en su carrera. Tampoco esto logró detener a la mujer para expresar su punto de vista sobre la realidad.
Durante décadas la mujer ha estado luchando por la igualdad social con el hombre. Ella ha luchado para poder tener el derecho a decir, escribir, gesticular y tomar la actitud que cualquier ser humano necesita para ciertas situaciones. El vocabulario soez es sólo una de las ideas utilizadas para igualar sus derechos con el hombre. Se sigue viendo el discrimen contra el uso de las malas palabras en la mujer, pero esto no la ha detenido hasta el momento. En la actualidad las mujeres se expresan con las palabrotas en su vida diaria y en la escritura. En ellas está el decidir si las utilizan como libertad de expresión o rebeldía y malacrianza.
Las palabras soeces son utilizadas constantemente al sentir alegría, orgullo, enojo, dolor. En un sitio formal, las damas tienden a demostrar su educación y potencial que poseen para llevar a cabo una conversación decente. Por otro lado, al encontrarse en un ambiente más relajado, actúan como quieren sin importar la impresión que causan ante otros. Esto causa una confusión en qué tipo de persona en realidad son. Si tienen la capacidad de comunicarse bien sin el uso de palabras groseras, ¿por qué tienen que usarlas en cualquier otro sitio que no demande ese respeto?
La mujer ha logrado cambiar y mejorar su vida a través del tiempo y seguirá luchando contra las discriminaciones sociales. A lo mejor el usar las palabras soeces demuestra lo que ella necesita comunicar a los que escuchan. Esa igualdad que tanto anhelan se les concede al expresar la verdad de esa manera. Pero, debemos recordar el no abusar de las malas palabras y tratar al máximo buscar otra manera de expresarnos, para entonces dar ejemplo de buena persona respetable y educada. Así demostramos no solamente igualdad, si no superioridad al poder expresar la verdad con un vocabulario más educado del que nos ceñía de su libre expresión.