Literatura
Miguel Delibes
VIDA Y OBRAS:
Vallisoletano de nacimiento (1920), marcó la evolución de la literatura española desde la guerra hasta nuestros días. Estudió Comercio y Derecho, ejerciendo de periodista al mismo tiempo, campo dentro del cual llegó a ser director en el «El Norte de Castilla».
Su “presentación en sociedad” se produjo con la obra La sombra del ciprés es alargada, de 1948, con la cual obtuvo el Premio Nadal. Tras esta novela existencialista, su obra se decantó por la narrativa descriptiva, especialmente del mundo de gentes humildes y ambientes rurales, rasgos apreciados en Aún es de día, El camino y La partida.
Otra característica de Delibes es su postura ecologista y de amor a la naturaleza, como quedó reflejada en Diario de un cazador. Seguidamente escribió otras dos obras (Siestas con viento sur, La hoja roja), antes de su obra maestra, Las ratas, concebida en 1962. En ella se narra la dureza de la vida en un pueblo castellano, mísero y pobre, y la vida de un peculiar chiquillo que vive junto a su tío, dedicado a la caza de ratas. Con gran maestría realza la crudeza de la realidad y el retrato de sociedad de aquellos años, además de recoger con riqueza el habla de los campesinos castellanos.
Más adelante, a dicha obra la siguieron Viejas historias de Castilla la Vieja, y Cinco horas con Mario, obra a la cual pertenece el fragmento analizado. Aparece inicialmente como novela en 1966, siendo representada en teatro en el año 1979. Integrando las innovaciones técnicas aparecidas poco tiempo antes, Delibes escribe un monodiálogo en el cual una mujer aparece reprochando a su marido muerto la incomunicación existente entre ambos durante su vida. La protagonista representa a una mujer tradicional perteneciente a la burguesía provinciana frente a su marido recién fallecido, un catedrático de instituto de mentalidad progresista. Resulta una obra interesante porque en realidad se trata de un valioso documento de posguerra, en el cual quedan reflejados la mentalidad y la manera de pensar de la gente de aquella época, al estilo más puramente realista.
Continuando su labor como testigo de excepción en la posguerra, en sus siguientes obras realiza una reflexión más global de la sociedad española, sobre todo en Parábola del náufrago, La mortaja y Las guerras de nuestros antepasados.
Años más tarde, ya en 1981, y al igual que en sus anteriores novelas, con prosa cuidada y elegante y retratando la realidad del mundo y la sociedad con todo detalle, escribe Los santos inocentes, denunciando la miseria y la injusticia. Finalmente, recibe el Premio Cervantes en 1993 como colofón a una carrera de escritor que todavía no ha finalizado.
Dentro de sus obras de ecologismo humanista destaca “El Camino”, de la que vamos a hablar a continuación:
Su argumento trata de lo siguiente:
Daniel, “el mochuelo”, que ese es su apodo vive en un pueblo lleno de montañas. Sus padres son los queseros del pueblo, y sus dos mejores amigos son: Roque “el Moñigo” y Germán “el Tiñoso”, siempre van juntos y disfrutan los tres de sus chiquilladas y trastadas.
“El Tiñoso”, sabe mucho de pájaros y de ahí viene su nombre, porque dicen que las calvas que tiene en la cabeza se las produjeron estos.
“El Moñigo” que es el más fuerte del grupo, es el único que se atreve a pegar a los músicos que van al pueblo cuando hay romería. Y como Daniel es el más tímido y callado se siente muy a gusto con ellos. Así transcurre la vida en el pueblo.
Las más cotillas del pueblo son “las Guindillas”, las llaman así porque están coloradas como cerezas y son delgadas como una escoba.
Un día, “el Tiñoso”, le robó una lupa a su padre, a ellos les gustó mucho y observaban todo a través de ella. Como se aburrían fueron a la tienda de las guindillas a comprar galletas, éstas les ofrecieron las de la caja roja que eran más caras que las del escaparate, pero encima de éstas estaba el gato. Los chiquillos como no tenían mucho dinero compraron las del escaparate. Pero se pararon a pensar que sucedería si enfocasen a través del cristal con la lupa al gato. Entonces a los cinco minutos el gato soltó un maullido y “las guindillas” les echaron una buena bronca.
En el pueblo, había gente que prosperaba, algunos se iban a la ciudad y otros a las Américas como el Indiano. Éste se fue de joven y regresó al pueblo rico, con una mujer rubia que hablaba inglés y una hija de once años muy guapa, de la cual los tres chicos estaban enamorados.
En verano iban a bañarse a la poza del inglés y a comprar sidra por medio real.
Daniel, cuando se paraba a pensar que se tenía que ir a la ciudad a estudiar, se entristecía mucho al saber que había dejado atrás a su gran amigo “el Tiñoso”. Éste murió un día matando culebras (tontas de agua era como las llamaban ellos) cuando fue a tirar una piedra a una y se cayó para atrás y sé desnucó.
Él se va a estudiar a la ciudad para hacerse un hombre de provecho (es lo que le decía su padre) como el hijo del boticario o el alcalde. Aunque lo que él quería verdaderamente era ser como su padre, el quesero o un herrero, pero hay que seguir el camino.
ASPECTOS FORMALES:
La narración es en tercera persona. El autor utiliza la forma de pensar de un niño para describir el pueblo.
Podemos encontrar palabras del mismo campo semántico como: Tordo, cuclillo, gorrión, etc. Todos ellos utilizados por Germán, el Tiñoso, para referirse a los pájaros.
También hay palabras en latín: “Kirie, eleison. Christie, eleison. Kirie eleison. Pater noster qui es in coelis,” utilizadas en la misa en el funeral del Tiñoso.
Dichos populares “chico, como pasa el tiempo”; “no somos nadie”.
Se usa el dialecto de habla en Santander, en palabras como Mariuca-uca, terruca, ventanuco.
Aparecen términos de la época, referentes a la guerra civil Española, por ejemplo cuando se empieza a hablar de la cicatriz de Roque, el Moñigo, y de la forma en que se la hizo cuando cayo una bomba.
La estructura interna se desarrolla en dos partes:
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El plan actual: que es la última noche que pasa Daniel, el Mochuelo.
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El plan evocado: los recuerdos que se producen a lo largo de la historia, sin un orden cronológico concreto.
La estructura externa se desarrolla en tres partes:
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Introducción: capitulo I, es la noche antes de que Daniel vaya a la ciudad.
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Contenido: capitulo II - XX, es donde se cuentan los sucesos del pueblo.
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Conclusión: último capitulo.
ANÁLISIS DE PERSONAJES:
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Daniel, el Mochuelo: es el personaje principal y en torno a él y a su pueblo se desarrolla la acción. Daniel quiere a su pueblo y a su gente, y no entiende por que por las ganas de progreso de su padre, tenga que dejar todo aquello.
Sus dos mejores amigos son Germán, el Tiñoso; y Roque, el Moñigo. Cuando Roque le explica el verdadero origen de la vida, éste siente una espontánea vergüenza y un repentino afecto a su madre.
Daniel, estaba enamorado de Mica, la hija del Indiano, pero cuando ésta, encontró novio, pensó que no valía la pena porque dentro de unos años se haría fea y a cambio de su belleza tendría unos cuantos hijos. En cambio, por la hija de Quino, el manco, Uca-uca, desarrolla un gran afecto contradictorio porque al principio la calificaba de pesada.
El Moñigo aunque es uno de los mejores amigos de Daniel, a veces se burla de él y Daniel se ve obligado a hacer duras pruebas para demostrar su valentía y hombría. Aún así Daniel se encuentra a gusto junto al Moñigo, por tener éste una fortaleza física.
El Mochuelo siente una gran pena cuando se muere su amigo el Tiñoso, aunque no se atreve a expresarlo por miedo a las burlas de Roque.
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Roque el Moñigo.
Es el más fuerte de la pandilla, y suele presumir de ello, le gusta que los demás le consideren como él más duro.
No le gusta llorar, ni expresar ningún sentimiento delante de los demás.
Le encanta pelear y utiliza a sus amigos para hacer una pelea.
Roque admiraba a Quino, el manco, hasta que se enteró que lloró toda la noche cuando murió su mujer, ya que Roque no era partidario de que los hombres llorasen.
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Germán, el Tiñoso.
Es el más débil de los tres. Él se considera inferior a sus dos amigos. Pero en cambio, tiene un gran conocimiento de los pájaros.
Roque solía utilizarle para armar pelea, debido a su constitución débil.
El Tiñoso, acabó muriéndose por darse con una piedra en la cabeza.
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Salvador, el Quesero (el padre de Daniel)
El padre que al principio se mostraba cercano a Daniel cuando éste era pequeño, se va distanciando de él cuando crece porque pensaba que Daniel ya no lo necesita.
El quesero ahorra dinero para mandar a Daniel a la ciudad, para que progrese y no sea un pobre quesero como él.
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Lola, la Guindilla mayor.
Es una mujer que tiene curiosidad por saber que es lo que pasa en el pueblo, pero no quiere que nadie se meta con ella o con su familia. Suele criticar a la gente del pueblo y meterse en sus asuntos. Tiene un excesivo afán religioso.
Al final, se acaba casando con Quino, el manco.
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Quino, el manco.
Es el dueño de la taberna, suele invitar y regalar lo poco que tiene, lo que le esta llevando a la ruina.
Se casó con Mariuca (que tenía tuberculosis). Al principio se acerco a ella por ser delgada pero luego se acaba enamorando de ésta con la que tuvo una hija que se llamo como su madre. Mariuca no soportó el parto y se murió.
Quino se suele juntar más con los niños que con los adultos por que les tiene más aprecio.
Después se casó con la guindilla mayor para solventar su deuda económica, pero cuando ésta pegó a su hija, Uca-uca, se dio cuenta del error que había cometido.
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Don José, el cura.
Es el cura del pueblo, una de las personas más inteligentes del pueblo, que suele aconsejar a la gente.
Es el único que se da cuenta cuando el Mochuelo mete un tordo el la tumba del Tiñoso.
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Uca-uca.
Es la hija de quino, tiene mucho afecto por Daniel.
No quería que su padre se casara con la Guindilla, y se escapó, revolucionado a todo el pueblo.
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Paco, el Herrero
Es el padre de Moñigo, es el más fuerte del pueblo y es odiado por eso y su adicción a la bebida, pero en definitiva, es un buen hombre ya que llevó la figura de la Virgen, que pesaba 300 kilogramos por todo el pueblo sin que nadie se lo pidiera.
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Sara, la hermana de Roque
Al igual que su familia tiene una gran fortaleza física.
Odia a su hermano porque su madre se murió al dar a luz.
Al final acaba casada con don Moisés, el Peón
ASPECTOS CRÍTICOS:
Hace una crítica al excesivo afán religioso de la época, poniéndolo en situaciones ridículas, como cuando doña Irene, se acuesta con un hombre y su hermana la Guindilla mayor dice a don José, el cura, “A mi hermana le ha hecho caer el ardor de la sangre. Es la que ha pecado. Y mi sangre es la misma que la de ella. Yo podría hacer otro tanto. Padre, Padre, me acuso de ello. De todo corazón, horriblemente contristada, me arrepiento de ello”. O cuando se quema el proyector de cine por ser un objeto de pecado.
Critica la manía de la gente en meterse en las cosas de los demás, representada en la figura de la Guindilla.
También critica la costumbre que tienen los adultos de echar la culpa a los niños cuando alguien no la tiene y no darse de los suyos propios.
OPINIÓN PERSONAL
El autor utiliza el punto de vista de un niño para narrar la historia, aunque en ningún momento resulte infantil. A partir del pensamiento del niño hace una buena crítica a las personas del pueblo. La obra, muy realista, no sigue un orden cronológico concreto, sino que primero expone los nombres y luego los significados, como si el lector supiera ya de lo que se está hablando.
La obra tiene un léxico muy extenso, a la vez de campo semántico, por lo que no podemos encontrar expresiones científicas, rurales.
En su temática relacionada con la vida de las clases medias, encontramos la obra “Cinco horas con Mario” entre otras muchas.
Vamos a analizar un fragmento:
“Querer no sé lo que querrán, lo que sí te puedo decir es que deberían tener más respeto y un poquito más de consideración, que hasta el mismo Mario, tú lo estás viendo, y de sobra sé que es muy joven, pero una vez que se tuerce, ¿puedes decirme quién le endereza? Los malos ejemplos, cariño, que no me canso de repetírtelo, y no es que vaya a decir ahora que Mario sea un caso perdido, ni mucho menos, que a su manera es cariñoso, pero no me digas cómo se pone cada vez que habla, si se le salen los ojos de las órbitas, con las «patrioterías» y los «Fariseísmos», que el día que le oí defender el Estado laico casi me desmayo, Mario, palabra, que hasta ahí podíamos llegar. Desde luego, la Universidad no les prueba a estos chicos, desengáñate, les meten muchas ideas raras allí, por mucho que digáis, que mamá, que en paz descanse, ponía el dedo en la llaga, «la instrucción, en el Colegio; la educación, en casa», que a mamá, no es porque yo lo diga, no se le iba una. Pero tú les das demasiadas alas a los niños, Mario, y con los niños hay que ser inflexibles, que aunque de momento les duela, a la larga lo agradecen. Mira, Mario, veintidós años y todo el día de Dios leyendo o pensando, y leer y pensar es malo, cariño, convéncete, y sus amigos, ídem del lienzo, que me dan miedo, la verdad. No nos engañemos, Mario, pero la mayor parte de los chicos son hoy medio rojos, que yo no sé lo que les pasa, tienen la cabeza loca, llena de ideas estrambóticas sobre la libertad y el diálogo y esas cosas de que hablan ellos. ¡Dios mío, hace unos años, acuérdate! Ahora no le hables a un muchacho de la guerra, Mario, ya sé que la guerra es horrible, cariño, pero al fin y al cabo es oficio de valientes, que de los españoles dirán que hemos sido guerreros, pero no nos ha ido tan mal me parece a mí, que no hay país en el mundo que nos llegue a los talones, ya le oyes a papá, «máquinas», no; pero valores espirituales y decencia para exportar”.
El fragmento tratado forma parte de una novela de carácter histórico y descriptivo, “Cinco horas con Mario”, en la cual el autor, mediante un monodiálogo describe la situación existente en la juventud de la España de posguerra. Se trata de una novela sin argumento, el cual se va formando a medida que la obra avanza.
Con la frase: “Máquinas no”; resume perfectamente el sentir de la sociedad tradicional española de posguerra. Las ideas progresistas impartidas en las Universidades no lograban penetrar en los férreos ideales nacionalistas, y los adelantos tecnológicos existentes en otros lugares en la misma época no estaban disponibles tras el desastre y la miseria en que nos sumió la guerra. Pero eso sí, la España tradicional se sentía orgullosa de su decencia y espiritualidad y presumía de ello ante el mundo, tal vez en un intento de olvidar las vitales necesidades en aquellos tiempos.
El texto está dividido en tres partes:
1ª parte:
L(1-13): “Querer no sé lo que querrán (...)
que hasta ahí podíamos llegar” (...)
En esta parte Delibes realiza una presentación del hijo mayor de la pareja, Mario. Con todo detalle narra cómo poco a poco, desde joven, va alejándose de las ideas nacionalistas hacia una postura más progresista, que es la que de alguna manera le imparten en la Universidad. Por ello, su madre, una mujer tradicional de la burguesía provinciana, explica a su marido su temor ante un cambio irreversible. En este punto queda claro el enfrentamiento de mundos, y el cambio profundo que la sociedad empezaba a experimentar lentamente.
2ª parte:
L(13-24): (...) “Desde luego, la Universidad no les prueba
(...) que me dan miedo, la verdad” (...)
Dentro de esta parte se especifica que el foco de difusión del “problema” era la Universidad, en la cual inculcaban a sus alumnos ideas como la libertad y el diálogo, y les enseñaban a pensar, algo que no era muy aceptado por determinados sectores de la sociedad de aquella época (más concretamente, por el sector tradicional). Dentro de esta parte podría incluirse la ya famosa frase “la letra con sangre entra”, con una clara alusión a los métodos educativos en aquellos tiempos.
3ª parte:
L(24-36): (...) “No nos engañemos, Mario (...)
valores espirituales y decencia para exportar”
Y, finalmente, se relaciona todo lo dicho anteriormente con el fenómeno de la guerra. Según la protagonista todo desemboca en un cambio de bando, a favor de los “rojos” o republicanos, ahora que la guerra está ya lejana y los jóvenes prefieren no pensar en ella. También defiende que la guerra ha sido útil, que teóricamente ha logrado que los españoles sean considerados unos valientes por matarse entre ellos, además de resaltar el “orgullo español”. La última frase resume todo el texto: según la mentalidad del momento, en el país cualquier innovación ya sea de tipo psicológica o moral no tenía cabida, y las tecnológicas desgraciadamente no se encontraban disponibles. Pero eso sí, los españoles se presumían decentes y con nobles valores espirituales, lo cual supuestamente les situaba en la cima del mundo.
El ritmo presente, al tratarse en su totalidad de un diálogo, es bastante dinámico, a pesar de la gran abundancia de signos de puntuación. Pero esto es hasta cierto punto bastante normal, pues al hablar se introducen multitud de pequeñas pausas para no aburrir al oyente, y que sirven también para cambiar el tono de voz.
Todo el texto tiene una función conativa, al tratarse de un monólogo expresado en forma de diálogo, y adquiere una especial relevancia el receptor del mensaje -su marido-, al cual le reprocha su actitud demasiado flexible y progresista con respecto a sus hijos.
Pero en este escrito también aparecen funciones representativas y tal vez en algún punto expresivas, porque en realidad en el monodiálogo se concentran la descripción de la juventud y su mentalidad, y los diferentes estados de ánimo de la protagonista según avanza el fragmento (tranquila al principio, irritada y severa en la segunda parte y orgullosa al final). Por lo tanto, el texto no se puede tratar únicamente desde un punto de vista, sino teniendo en cuenta las diferentes variantes.
En el fragmento se encuentra una interrogativa retórica: “¿puedes decirme quién le endereza?”, Que se trata de una pregunta para la cual el marido, Mario, ya tendría la respuesta junto con la cuestión, al ser algo que su esposa le preguntaba a menudo según dice el texto. También aparece una oración exclamativa “¡Dios mío, hace unos años, acuérdate!”, Que viene a recordar lo que sucedía anteriormente cuando alguien se inclinaba hacia el lado “rojo”, un cambio que según la protagonista en ese momento sucedía con mucha frecuencia entre la juventud.
Asimismo es importante el detalle que aparece en el fragmento: tú les das demasiadas alas a los niños. Resulta curioso observar que la protagonista habla a su marido muerto como si aún estuviese vivo.
En este caso hace uso de varios imperativos, con los cuales intenta hacer ver a su marido que estaba equivocado con respecto a la ideología con la que estaba educando a sus hijos, algo que no pudo decirle en vida porque entre ellos existía una gran incomunicación. De esta forma, aprovecha este fúnebre momento para reprocharle su progresismo, el cual ha inculcado en sus hijos, y que es algo con lo que ella no está de acuerdo.
Los sustantivos utilizados son de carácter común, sin el empleo de tecnicismos ni cultismos. De esta manera realza el sentido coloquial del diálogo y su tono familiar.
Cabe destacar la acepción de «máquinas», que en la frase: “Ya le oyes a papá, “maquinas”, no; pero valores espirituales y decencia para exportar”, simboliza todo el conjunto de adelantos tecnológicos que la sociedad de posguerra no podía aprovechar ni disfrutar.
Pero esta frase puede ser objeto de un análisis más profundo. Según la primera interpretación, España, al no poder disponer de los últimos avances en cuestiones tecnológicas e incluso algunos más básicos, se consolaba con la idea de que eran personas con una gran decencia y nobles valores espirituales. Precisamente en la época en que trata la novela se comenzaron a poner en marcha los llamados “planes de desarrollo”, cuyo objetivo era intentar paliar los efectos de la guerra y modernizar el país, favoreciendo la industria (automovilística, fundiciones), el turismo y la circulación de divisas.
Aparece también con bastante frecuencia el sustantivo cariño, como un nombre en aposición. Aparentemente esto debería ser algo normal, puesto que se encuentra en un diálogo hablado y dentro de la conversación de una pareja es habitual su uso. Pero el caso es que se sabe que la mujer de Mario (según se menciona en otro fragmento del resto de la novela), al tener una fría e incomunicada relación, le fue infiel, aunque no físicamente, sino psíquicamente.
En cuanto a los adjetivos, el más importante es “rojos”. Además de ser utilizado en el sentido que representa a los republicanos y a las personas que no compartían las ideas de Franco, es utilizado aquí en sentido peyorativo y de desprecio hacia dichas personas. Aunque se trata de un adjetivo, en España ya casi puede considerarse como un sustantivo más, ya que fue muy utilizado desde la guerra civil hasta la transición, y a aún hoy. Simboliza toda una ideología que fue perseguida y acorralada, en contra de toda libertad de opinión y pensamiento.
Otro adjetivo importante: “tienen la cabeza loca”, pues resalta que si sus hijos no comparten sus mismos ideales y pensamientos no pueden estar cuerdos. En aquellos tiempos, el no compartir la ideología franquista era considerado casi como una herejía, un escándalo.
La variedad de oraciones en el texto, debido al carácter dialogado y al mismo tiempo descriptivo del mismo, está presente en todo el fragmento. Destaca la presencia de algunas frases imperativas de la protagonista que pretenden hacer ver a su marido que estaba equivocado al pretender que sus hijos tuviesen un ideal progresista, como él les enseñaba (desengáñate, convéncete).
CONCLUSIÓN:
En esta obra, predomina la sencillez argumental, el realismo, la ternura, y cierta tendencia a la introspección, ante la cual se refugia en los seres primitivos y la naturaleza. Miguel Delibes, es uno de los autores más importantes dentro de la narrativa Española contemporánea.
Otra obra destacada dentro de su temática de la vida de las clases medias es “El príncipe destronado”:
_Vamos a hablarles del libro de Miguel Delibes "El príncipe destronado". Pero tenemos un problema: ¿Cómo podemos resumir lo que pasa, si en este libro no existe una historia particular? En efecto el cuento dura un solo día. Asistimos a un fragmento de la vida de un niño de cuatro años todavía no cumplidos. Es el quinto de seis hermanos - y aquí está el problema: El sexto, o mejor, la sexta hermana que tiene un año. Todos se ocupan solamente de ella, se han olvidado de nuestro protagonista, Quico.
Quico es un niño que, como todos los niños, tiene una fantasía muy marcada. Su juguete preferido es el camión que a veces puede transformarse en una pistola, un canón o otra arma, pero que en realidad es un tubo estrujado de pasta dentífrica.
Es por mañana cuando empieza el cuento. Quico se despierta y con el grito "¡Me he despertaooooo!" llama toda la atención sobre él. Llega la Vítora, una criada, para poner en orden el cuarto que comparte con sus hermanos. ¡Qué grande es la sorpresa al ver que Quico no se ha hecho pis en la cama!
Todos tienen que saberlo que Quico, el pequeño Quico, ya es un mozo. La primera entregarse del hecho es mamá, pero su entusiasmo no es algo excepcional.
De los cuatro hermanos solamente Juan es mencionado más veces. De los otros no se habla mucho, aparecen solamente dos o tres veces, especialmente al final. A Juan le gusta la lectura. Se sienta en la cocina y empieza a leer. Tampoco Quico puede alborotarlo con sus interminables preguntas. No es que Juan ignore a su hermanito, no, a cada pregunta de Quico le sigue una respuesta, y a menudo es aún detallada. Leyendo, yo tenía la impresión de que Juan ya es muy adulto, la manera de tratar con Quico es sorprendente. Yo no conozco su edad. Según su comportamiento tendría que tener por lo menos dieciséis años, pero me parece que no tiene más de diez ó doce. ristina es su hermana de un año. Todavía no sabe hablar. Sabe decir solamente "atata" o "atito". Dos expresiones que indican la satisfacción de una niña inocente, mas que son suficientes para que Quico comprenda lo que quiera: "Patata" o "poquito" o algo similar.
Sólo él comprende lo que dice Cris y necesita la confirmación de mamá para cada palabra, una confirmación que consiste de una palabra: el sí.
A las doce llega la Domi, otra criada. La Domi es viuda, es por eso que lleva solamente cosas negras. Comparte su dolor con la Vítora, cuyo novio tiene que ir a la mili. Mientras vuelven a casa del colegio también los hermanos, Quico, con la intención de poner gasolina en su triciclo, desparrama agua por todas partes. Cris se hace caca en las bragas. La madre está exhausta, la casa parece un manicomio, demasiado hijos. Llega papá a quien Quico quiere contar las novedades más importantes: Cris se ha hecho caca en las bragas y él no se ha meado en la cama, un hecho que demuestra su superioridad sobre su hermana. Papá va al baño, pero Quico no lo deja en paz porque quiere saber si papá tiene o no tiene pito.
Después de comer, Merche, Pablo y Marcos vuelven al colegio, sale también el padre. Vuelve en la casa la calma de la mañana. Las criadas hacen su trabajo, Cristina duerme, Juan sigue leyendo y Quico por primera vez alcanza a orinar sin la ayuda de alguien. Después juega con Juan: Él es el indio y Juan tiene que matarlo. Pero hacen demasiado ruido, así que Cristina se despierta llorando. Se ha hecho pis en la cama, pero lo que interesa a mamá en este momento son las manchas rojas que se hizo Quico sobre sus pantalones que tenían que ser sangre porque Juan lo había matado. La tía Cuqui lo lava con mucha paciencia y con mucho amor, pero mamá esto no lo quiere. La Domi canta dos canciones a los niños y después llega Femio, soldado y novio de la Vítora. Está allí para despedirse de ella porque tiene que irse a Africa, a la guerra. La Vítora empieza a llorar porque tiene miedo que él la abandone por otra mujer, pero Femio le asegura que en Africa hay solamente mujeres negras, y que de ellas no quiere nada y él la consola con un beso tan intenso, que la fantasía de Quico se despierta otra vez y se interpone diciendo "¡No la muerdas tú!".
Poco después Femio se va y Vítora llora. La Domi deja solos los tres niños para ver lo que tiene. Quico, que se siente responsable para su hermana y ve, que ella no quiere hacer caca, decide ponerle un supositorio en el trasero. Y eso no es todo: Le pinta los párpados con los lápices de los ojos de mamá y con una barra de carmín los labios, labios que ahora parecen llegar hasta las orejas. Mamá dice que la culpa es de la Domi porque no ha tenido bastante cuidado con los niños. Ahora Quico está decidido: Para que mamá no despida a la Domi, él será bueno. Mamá busca un clavo. No lo encuentra y pregunta a Quico si se lo ha tragado. Para que ella no se enfade otra vez, dice que sí, pero en realidad lo ha puesto en el tubo del dentífrico. Sin vacilar mamá va al doctor con él, pero éste no encuentra nada. Vuelven a casa con el fin de que Quico no se mueva demasiado. Pero no ocurre mucho ya que mamá encuentra el tubo, lo abre y la punta se cae en el suelo. Es hora de dormir, pero Quico tiene miedo. Varias veces llama a la Domi o a la Vítora o a mamá hasta que se duerme. Y así termina el libro.
Nuestro resumen ha sido muy simple. La causa es, que también la manera de hablar del narrador es muy sencilla.
La historia tiene lugar, como ya hemos dicho en un solo día. El libro no está dividido en capítulos. Está dividido en horas. Empieza a las 10 de la mañana y termina a las 10 de la tarde. Quizás es falso decir historia. Para mí es la parte de una historia sin principio ni fin.
Y por último, queremos comentar la obra “Mujer de rojo sobre fondo gris”, porque nos ha llamado mucho la atención.
El libro comienza con la visión que permite el paso de cierto tiempo desde los acontecimientos importantes de la vida, ya sean estos felices o tristes, gozosos o dolorosos. Esta es una verdad que aun no ha terminado de comprender Nicolás, el narrador y “papel secundario” en la novela, pero que está comenzando a admitir en su interior, tanto al caer en cuenta del verdadero valor del ser querido que ya no está - su esposa, Ana -, y más por la perspectiva que le da el tiempo transcurrido que por la ausencia misma del ser amado.
La continua descripción de la persona amada que realiza es en si misma bella, aumentándose esa belleza gracias a la “miopía” que acompaña al enamoramiento, a esa idealización que sufre el enamorado. Aunque quizás idealización no sea la palabra más precisa posible porque no renuncia a la parte menos positiva de ella, sino que la reviste de un encanto, de una magia que acompaña siempre al ser amado. Esto se observa en afirmaciones y descripciones como las siguientes: “Aligeraba la pesadumbre de vivir”, “tacto para la convivencia”, “originales criterios”, “delicado gusto, sensibilidad”, facultad para una comunicación sincera”, amaba y sabía colocarse en el lugar del otro”, “fe simple, ceñida a lo humano”,...
Cuando estas consideraciones bajan al suelo, al puro polvo, el amor deja paso a la admiración por la capacidad de satisfacer a Nicolás en todos sus sentidos: “Ella era equilibrada, distinta, exactamente el renuevo que mi sangre precisaba”.
También describe la concepción de la belleza y la sensibilidad hacia la misma de la propia Ana, una concepción sutil, practica y al tiempo profunda, de una sencillez y clarividencia absolutas, tanto como la contundencia en las formas en que la demuestra: “Amaba el libro, pero el libro espontáneamente elegido”, “descubría la belleza en las cosas más inanes y aparentemente precarias, y donde no existía era capaz de crearla”, “había en ella una suerte de deslumbramiento infantil ante lo nuevo-bello que rayaba en el fetichismo”.
Esa especial sensibilidad también se mostraba en el conocimiento inmediato, casi mágico, de las personas. No es que descubriera lo oculto que pudiera haber, sino que de un modo simple, natural, sin aprendizaje. Les veía en el interior, no porque mirase ahí, sino porque era la única dimensión de la gente que le interesaba. Además de verles en el interior, ese interior que se reserva a los más íntimos, ella accedía con una facilidad pasmosa: “Veía más allá del común de los mortales. Tenía el ojo enseñado a mirar; nació con esa intuición selectiva. Veía detrás de los ojos, detrás de las palabras, en particular de los míos, tan transparentes.”
A lo anterior se le añade una serie de características que por deseables no son necesariamente infrecuentes, aunque sí en reunión dentro de la misma personalidad: “Declinaba la apariencia de autoridad, pero sabía ejercerla”, “Disponía de unas llaves muy precisas para controlar el pasado y el futuro: sabía disfrutar del presente en toda su intensidad”.
Todas estas descripciones, como ya he dicho, no me sugieren el deslumbramiento del enamorado sino la “tardía” comprensión de la verdadera extensión de las cualidades de Ana, que aunque intuidas durante toda su vida en común adquieren su verdadera dimensión con el paso del tiempo y la perspectiva que esto le confiere a Nicolás. Esas cualidades que la hacían única y que habían atraído a Nicolás desde un principio, que a él le resultaban totalmente excepcionales y le mantenían enamorado, sin llegar en ningún momento a comprender (y quizá sin querer siquiera plantearse) los motivos de ella para estar a su lado. Esas “razones” que animan a la otra persona y que nunca podremos comprender pues son también razones del amor, del corazón, inalcanzables, inescrutables casi para uno mismo, no digamos ya para la persona receptora de ese amor: “Aunque en rigor, quizá fuera su capacidad de sorprender lo que me deslumbró de ella, lo que me mantuvo a lo largo de los años tenazmente enamorado.
Además de las cualidades perceptibles por las personas más cercanas a ella en el día a día, en el trato común y frecuente, Nicolás describe una suerte de fascinación que Ana ejercía sin proponérselo sobre cualquiera en su entorno, deslumbrando a los conversadores en las recepciones, a sus compañeros pintores en las exposiciones, cohibiendo a los doctores y eminencias en las pruebas y análisis preopreratorios, atrayendo a sus hijos junto a ella en los momentos en que tienden a estar más distanciados de la autoridad paterna, creando a todo el mundo que la trataba lo suficiente una dependencia de ella, de su alegría, de su impulso de vida: “Súbitamente, se producía la fascinación colectiva, aquel movimiento de adhesión que despertaba su presencia”.
Ese conocimiento de las personas a la primera percepción que tenía Ana del que hablaba más arriba, se traducía también en una clasificación de ellas del mismo grado de sencillez aunque con importantes raíces en su personalidad: “Juzgaba a las personas con un criterio primario: decentes o indecentes, pero ser catalogado como indecente suponía únicamente que había perdido su confianza. No iba más allá, era incapaz de rencores; menos aun de rencores vitalicios. La aburrían.” La básica bondad que se advierte bajo estas palabras es de un candor, de una inocencia, de una pureza que raya en lo increíble, o en la santidad. Y lo digo así porque cualquiera ha conocido en su vida personas que habría calificado de aburridas, aborrecibles e incluso detestables pero para Ana no parecían posibles dichas personas, como si ella les confiriera sus cualidades excepcionales permitiéndoles así ser mejores personas en su presencia.
La facilidad de comunicación que demuestra tener Ana es más patente si cabe en la relación que mantiene con sus hijos y nietos en los momentos en que son más vulnerables: la primera infancia y la adolescencia. Esto ya lo dice Nicolás, de modo que no descubro nada, pero lo que realmente me llamó la atención es la relación que mantiene con su nieta.
Es una relación en parte gozosa y en parte temerosa, pues parece que él amarla demasiado, aunque no vaya a afectar a la pequeña va a ser demasiado duro para Ana en el momento en que muera. Parece que sintiera que si en lo más profundo de su convicción sabe que ese amor que le presta no va a ser ilimitado en el tiempo no tiene derecho a privarle luego de él. Por muy feliz que le hubiera hecho otro tipo de relación con la niña no se permite una más intima y por lo tanto más placentera entre ambas: “La presencia de la niña la hacía feliz; sobrevaloraba el hecho de saberse abuela, lo paladeaba como un caramelo, le producía placer. Gustaba de ejercer de abuela, de proclamarlo.” “La noche que os detuvieron a Leo y a ti tuvo miedo, temió que su devoción la desbordase, que un celo excesivo pudiera perjudicarla. Se esforzaba en controlarse, en no exteriorizar ternura, en dominar sus emociones.”
Una de las reflexiones que más poderosamente me han llamado la atención es la que hace referencia a la mayor tentación del ser humano: la de vivir de nuevo el pasado con lo aprendido desde entonces. Esta debilidad, este anhelo nos ataca a todos y nos posibilita reflexionar sobre las consecuencias de las acciones o las líneas de acción que desarrollamos en la vida: “La imposibilidad de replantearse el pasado y rectificarlo es una de las limitaciones más crueles de la condición humana. La vida sería más llevadera si dispusiéramos de una segunda oportunidad.” Aunque mi visión no es tan amarga (algo lógico dadas las circunstancias de Nicolás) si aprecio cierta racionalidad en la dolorosa afirmación. Ese deseo imposible de cumplir acabaría con gran parte de las miserias de este mundo y de los que lo habitamos.
Es en el momento en que alguien no esta presente cuando por fin caen las cortinas que muchas veces deseamos poner ante nuestros ojos, en que ya no podemos escudarnos en la irreflexión del momento y debemos enfrentarnos con la verdadera valoración que hacemos de nuestras acciones: “En la vida has ido conociendo algunas cosas pero has fallado en lo esencial, es decir, has fracasado. Esa idea te deprime y entonces es cuando buscas apresuradamente un remedio para poder arrostrar con dignidad el futuro.” “Ahora no tendré a nadie a mano cuando me asalte el miedo.”
Si bien es tan humano como cualquier otro vulgar acto de defensa que pudiera tomarse, más descorazonador o más quebrado es el mecanismo que utiliza Nicolás para hacer presente en su vida la carencia que le asalta: “Es claro que son visiones producidas por el alcohol, pero me valen: Ya no puedo vivir sin
esas visiones.”
Igualmente dolorosa es la reacción que sufre Nicolás ante el cadáver de Ana, no pudiendo admitir (era incapaz de ello) aun la realidad que le es impuesta: “Y mientras ellos se despedían yo me frotaba los labios ásperamente, porque, aunque era capaz de concebirla dormida o despierta, riendo o charlando, me resultaba imposible imaginarla sin calor.” “Ella seguía condicionándolo todo”.
De un modo totalmente distinto pero igualmente doliente se expresa para describir la mentira mútuamente aceptada en la que se desarrollan sus últimos tiempos juntos. No es una mentira de consenso, de conveniencia, sino casi desenvuelta, natural, de conveniencia. Es en ese ambienta de intento mutuo de alejar las preocupaciones del otro en el que se disfruta de unos silencios considerados como agradables, recordados después con anhelo y considerados también mas tarde como símbolo del amor que se prestaban: “Ninguno de los dos era sincero pero lo fingíamos y ambos aceptábamos, de antemano, la situación. Pero las más de las veces, callábamos. Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios (...). Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida eran sencillamente la felicidad.” “Yo buscaba en la cabeza temas de conversación que pudieran interesarla, pero me sucedía lo mismo que ante el lienzo en blanco: no se me ocurría nada. A mayor empeño, mayor ofuscación. Se lo expliqué una mañana que, como de costumbre, caminábamos cogidos de la mano: ¿Qué vamos a decirnos? Me siento feliz así, respondió ella.”
BIBLIOGRAFÍA:
Los libros consultados para realizar el trabajo han sido:
Gran enciclopedia Larousse. Editorial Planeta.
Áreas, Consultorio Didáctico: Lengua y Literatura. Editorial Nauta.
Gran Historia Universal: La edad Contemporánea. Editorial Najera.
Atlas de Historia. Editorial Marín.
Enciclopedia GEL Larousse, Tomo 7 “Delibes”
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Enviado por: | Jesús Alberto Cela Franco |
Idioma: | castellano |
País: | España |