Religión y Creencias


Matrimonio


Un proyecto de vida:

El matrimonio

Introducción

La opción fundamental es una decisión de gran densidad que abarca totalmente a la persona, le da sentido y orientación a toda su vida. Por ello, brota de lo más íntimo y profundo de cada persona, del corazón, como núcleo de la personalidad, y condiciona todos los actos y decisiones que se toman en la vida.

Cada persona tienen una opción en la vida, para unos puede ser el casarse, el tener hijos, para otros ser bueno con los demás, ser religioso/a, misionero/a, estudiar, cumplir los mandamientos de Jesús, conseguir dinero, ser sacerdote,...

En general, la opción fundamental del cristiano consiste en vivir orientado hacia Dios y se expresa mediante el seguimiento a Jesús, y teniendo amor a Dios y a los demás.

El matrimonio

Introducción

¿Qué implica existencialmente (como conciencia) el hecho de que una mujer y un hombre quieran que su matrimonio sea bendecido por Cristo y se convierta por tanto en un sacramento?

Implica que la unidad de sus personas se entienda y viva en función del Reino de Dios y por tanto de la gloria de Cristo.

Lo que el amor revela

1.El encuentro

Ya la experiencia nos dice cómo la existencia de cada hombre está profundamente condicionada por una trama necesaria de relaciones: el lenguaje, el gesto, la tensión de la inteligencia y de la voluntad, la sensibilidad, el gusto por la actividad, la urgencia del trabajo o de la necesidad: todo nos une a relaciones inevitables, sin las cuales la vida sería imposible.

Pero llamamos encuentros sólo a algunas de estas relaciones. Aquellas que nos hacen tomar conciencia de nosotros mismos, que nos permiten existir como personas.

Un verdadero encuentro nos permite entonces reconocer el precio de nuestra existencia personal, el valor.

Una vida humana será, ante todo, aquella en la que los encuentros necesarios sucedan todos de un modo justo y en el momento adecuado: encuentro con la pareja de los propios padres, encuentro con el maestro, encuentro con la persona que será para cada uno tan determinante que sólo a ella le dirá el mismo nombre de “amor”, casi como nombre propio.

Este encuentro amoroso determinante que unirá la existencia de dos personas (enlace) se desmenuzará después en una serie innumerable de encuentros entre ellos en los cuales el yo aprenderá siempre más de sí mismo, precisamente a medida que se va abriendo más a acoger al otro.

Los encuentros, por tanto, señalan y revelan nuestra existencia, pero estos se reclaman uno a otro, y un encuentro exige siempre otro todavía más profundo y verdadero.

Esta es, en el fondo, la huella de sí que Dios ha dejado en la creación.

2. El enamoramiento

Al principio, el encuentro sucede como enamoramiento, y está es una experiencia que debe ser valorada atentamente

El lenguaje reflexivo utilizado en la expresión (“me he enamorado de ti”) nos advierte de un posible riesgo escondido: el riesgo de un encuentro ofrecido pero todavía podría estar incompleto.


En todo encuentro verdadero, de hecho, se da un “yo” que aprende su valor en la medida en que se encuentra un “tú” que lo acoge; pero no se debe olvidar que también el “tú” es a su vez un “yo” que necesita ser acogido de la misma forma y para el mismo destino.

Por tanto, el encuentro no debe nunca convertirse, para nadie, en una simple ocasión de contemplarse de un modo narcisista, casi convirtiendo al otro en un espejo de sí mismo. Este es precisamente el riesgo de todo enamoramiento.

Amar significa ofrecerse al otro, donarse abriendo al otro la propia intimidad, aceptando “perderse por el otro”: el misterio de un “yo” de hecho se revela frente a otro “yo”, pero sólo en el momento en que los dos aceptan totalmente convertirse en un “tu”.

La desilusionante historia de muchos enamorados es que llegan al culmen de su vida amorosa con la primera emoción, se convierte después en un lento deteriorarse de la atracción inicial, una progresiva erosión: un fuego que se creía podría arder durante mucho tiempo, pero se desvela como una pasión pasajera.

A menudo no es sólo el hecho de terminar, sino que se produce una desilusión, un rencor, una sensación rabiosa de haberse o haber sido engañados.

El significado positivo del enamoramiento es que en este , uno se descubre a sí mismo en el atractivo del cuerpo del otro, en el sentido de que la unidad que se intuye por primera vez como posibilidad, aparece casi como una vocación y un destino necesarios. Por esto, no es extraño que el enamoramiento suceda a menudo tan sólo a la vista del cuerpo del otro (en el sentido noble, “genérico”, del término) que atrae cuando aún su yo interior es más que desconocido.

Con frecuencia, uno se enamora sin conocer casi nada del otro. Pero esto sucede porque el enamoramiento es sólo una intuición del bien originario de la unidad: intuición que para ser verificada tiene que convertirse en un trabajo cotidiano, construcción de una vida entera. Es decir, voluntad de bien para los dos. Quererse bien.

3.Quererse

Del enamoramiento nacerá el matrimonio: la historia de dos que voluntariamente se someten juntos a un vínculo que los mantendrá unidos de por vida. Durante ésta , se deberá verificar la intuición de la unidad originaria.

Al final, un matrimonio estará plenamente realizado si acaba en un segundo enamoramiento más pleno.

Así el matrimonio se sitúa ente dos enamoramientos: uno inicial y uno conclusivo, cuando se vuelva a estar sólo (por la muerte del cónyuge) y sin embargo se sentirán todavía indisolublemente unidos a aquél/ aquélla que les ha acompañado en la vida.

El amor revelado en la historia sagrada

1.El mandamiento del amor

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.

Este “mandamiento” puede ser considerado como el corazón de toda la historia humana.

Ha existido sobre la tierra un pueblo que ha recibido de Dios este “mandamiento”, lo ha puesto como centro de toda su cultura y de toda su vida.

Esto no quiere decir que haya sido capaz de observarlo hasta el fondo, pero indudablemente se lo ha tomado en serio.

¿Como se ha dado esta relación privilegiada entre Dios y un pueblo al que se le ha pedido explícitamente el amor?

Cuando Dios decidió elegir un pueblo concreto, para que fuese signo de salvación para todas las gentes, no se dirigió al mejor pueblo que existía sobre la tierra, ni al más civilizado, ni al más moral: eligió sin embargo uno pequeño e insignificante, lleno de todo el peso propio de una humanidad decadente.


Desde el principio de la historia sagrada, la relación entre Dios y los hombres ha estado relacionada con la vida de algunas parejas de esposos que se amaban, pero que tenían necesidad de su gracia para ser fecundos.

Es una especie de símbolo. Pero contiene un certeza: no sólo Abraham, sino también Dios es una especie de padre para ese pueblo que nació gracias a su intervención milagrosa.

2.Reeducación en el amor (revelaciones de los profetas)

A esta tarea se han dedicado los profetas.

Ante todo, han impregnado de afecto la relación entre Dios y el pueblo, que en un primer momento corría el riesgo de ser percibida sólo en términos jurídicos contractuales.

Empezaron entonces a hablar de Dios como un Esposo, y de la humanidad-pueblo como una Esposa.

La humanidad-Esposa, sin embargo, tiene necesidad continua de ser acogida y perdonada.

Gran parte de la historia del Antiguo testamento está bajo el signo de esta tentación: tener un dios que se pueda amar y honrar con toda la carne, que se pueda poseer.

Los profetas han sido llamados a sacar de su experiencia afectiva humana un nuevo modo histórico, encarnado, de comprender el amor de Dios por el pueblo elegido.

3.Amar “como Cristo ha amado”

Amar a Dios y amar al prójimo , dos mandamientos unidos en uno, en el sentido en el que el prójimo es normalmente para el hombre “mediación” para alcanzar a Dios: amando a los hombres amamos a Dios ;es más, Jesús quiere que aprendamos a reconocerlo en el rostro del hermano más pobre, incluso en el rostro del enemigo.

Desde este punto de vista, el cónyuge sobre todo debe convertirse para el otro en una “vía a Dios” :debe, de alguna forma, desvelarse el rostro de Dios.

El sacramento cristiano del matrimonio

1.El amor sacramento

La palabra “sacramento” tiene sus raíces en esta verdad: los dos que se aman, y se eligen y se entregan la vida el uno al otro, saben ya que Dios es amor y que cada uno de sus corazones tiende irresistiblemente hacia el.

Amar sacramentalmente quiere decir, mantener el amor, único y precioso, dentro de la profunda certeza y experiencia de un amor más grande: convertirlo en una especie de continuada “encarnación”.

Celebrar el sacramento del matrimonio sin que contenga al menos lo esencial de esta petición, significaría quedarse trágicamente en la superficie del misterio que se realiza.

Los tres valores esenciales del sacramento cristiano del matrimonio: indisolubilidad, singularidad y fecundidad.

2.La indisolubilidad

El término significa la imposibilidad de disolver una unión, pero sería equivocado pensar que su fuerza radica nada más que en el valor jurídico de la promesa que se han intercambiado los cónyuges.

Ante este caso la indisolubilidad parecería natural y hasta deseable mientras el amor estuviese vivo y ardiente, pero acabaría por ser un árido e insoportable principio jurídico en el momento en el que el amor menguase y la convivencia se hiciera primero fatigosa y después insoportable.


Desde el punto de vista del Sacramento, sin embargo, “indisolubilidad” significa que el amor de los esposos está dentro de un amor más grande del que, de una vez para siempre, se decide no salir, por ningún motivo: ni siquiera cuando el amor se convirtiese en experiencia de sufrimiento por culpa de los dos o de uno de ellos.

Dios es de hecho, por revelación, aquel que amando, está siempre dispuesto a la misericordia, al perdón, a unir de nuevo esa unión que el hombre trata de deshacer.

Nada podrá jamás desligar al hombre de Dios. Aun cuando uno decidiese abandonar y traicionar a Cristo hasta el último instante de su existencia, hasta el último instante podrá ser -con absoluta certeza- nuevamente acogido y abrazado por El, sólo con tender las manos o la mirada hacia El.

La Iglesia católica no concede jamás un divorcio, ni siquiera cuando uno de los dos cónyuges pueda alegar las motivaciones más razonables.

Si la unión se ha producido, en el acto mismo de la celebración del Sacramento(en la Iglesia), si los dos pidieron a Dios de forma válida unirse, y Dios aceptó su petición, ya no es posible echarse atrás.

Por muy dolorosa y absurda que pueda parecer después esta unión, la certeza de la fe nos dice que , en esta vida, el amor de Dios por la persona (y la respuesta que esta le da ) pasa a través de la persona a la que se ha unido indisolublemente. De esta forma Dios ofrece su amor y así acoge el de los cónyuges.

Esto es verdadero hasta en el caso de que la unión conyugal tuviese que ser testimoniada de forma negativa, por tanto, como puro dolor, como puro reconocimiento de la voluntad de Dios, como “imposibilidad de realizar otra unión”.

A la Iglesia, al exigir la indisolubilidad, no le mueve la crueldad o un sentimiento inhumano, sino la fe.

3.Singularidad y fidelidad

También la singularidad y la fidelidad que los cónyuges se prometen es la afirmación y el deseo de mantener su frágil amor dentro del amor absolutamente verdadero y estable de Dios.

La pregunta es:¿Cómo pueden dos criaturas, por definición y por experiencia cotidiana, limitadas, prometerse fidelidad y mantenerla en el inevitable drama del cambio al que están sujetos?

Se ama siempre un “tú” concreto, con un rostro, un carácter, una estructura personal. Después, el tiempo demuestra la inconstancia de este “tú”: el rostro envejece, el carácter cambia, el tiempo hiere, los acontecimientos inciden en él de manera grave y a veces determinante.

Nace espontáneamente el objetar que todo esto no le sucede solamente al “tú” amado, sino igualmente, al “yo” que ama.

La infidelidad se produce cuando los cónyuges buscan en otro hombre o en otra mujer aquello que estiman que ha cambiado demasiado en su pareja: la belleza, la frescura del cuerpo, la generosidad del carácter o la capacidad de acogida, etc.

La fidelidad tiene que ver directamente con el pecado y con Aquél que nos puede redimir de él.

4.La fecundidad

Sólo si el hombre y la mujer, indisolublemente unidos y fieles, se engendran el uno al otro en esta “primera procreación”, pueden ofrecerse como colaboradores de Dios para “engendrar” una nueva vida.

Contrariamente a lo que se piensa, de hecho, lo que es determinante para engendrar en sentido “integral” a un hijo, no es el amor que le tiene cada padre tomado singularmente, sino el amor de ambos, no sólo en sentido vertical (hacia el niño) sino también horizontal (es decir, entre ellos).


Lo que sucede en la procreación física, sucede también en la procreación “espiritual”:lo que está en el origen del niño es el amor entre el padre y la madre; y sólo si percibe este amor, adquiere seguridad sobre su origen y sobre la positividad de su existencia.

Un hijo hace a los esposos eternamente padre y madre suyos.

El Nacimiento de Cristo está por tanto ligado al nacimiento de cada hombre: la vida debe servir para descubrir y comprender esta “gracia” presente en cada nacimiento.

5.La comunidad familiar como comunidad eclesial

Haber usado la palabra “sacramento” `para describir el acontecimiento cristiano del matrimonio quiere decir apoyar sobre la pequeña y frágil realidad humana del amor entre dos criaturas una especie de herencia gloriosa demasiado grande: la estructura sacramental completa de la creación y de la redención.

Esto es tan verdadero, que la familia es la única realidad cristiana a la que se le puede atribuir con propiedad el nombre que expresa la unidad completa de sus gentes y las generaciones en torno a Cristo: el nombre “Iglesia”. Cada familia es de hecho, en sí misma, una “iglesia doméstica”.

En la familia-sacramento, sin embargo, la unidad es un don que viene de lo alto, que precede a cualquier esfuerzo humano; es más, lo sostiene y lo exige: sólo hay que reconocer y acoger el don.

La unidad familiar, por tanto, viene de lo alto: “de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” que se vuelca sobre la Iglesia, y por tanto sobre cada núcleo familiar.

La crisis actual de la familia (divorcio, aborto, cohabitación), que por tantos motivos parece caminar a pasos gigantescos hacia su desaparición teórica y práctica, puede ser entendida fácilmente como rebelión al sueño trinitario considerado como mentiroso y decepcionante.

El matrimonio canónico

Sacramento de la Iglesia católica apostólica romana por el que un hombre y una mujer bautizados, se comprometen a vivir unidos con el fin de contribuir al mutuo enriquecimiento personal, así como a la procreación y educación de los hijos.

El sacerdote es el testigo cualificado en nombre de la Iglesia. La condición de sacramento quiere decir que Dios otorga su gracia a través del signo externo, que en este caso es la mutua aceptación del compromiso. Para que resulte válido es indispensable conocer las obligaciones que entraña dicho compromiso y realizarlo en libertad, sin coacción externa o interna, así como carecer de ningún impedimento canónico.

Anulación del matrimonio

El matrimonio es nulo cuando faltan, bien el consentimiento o cuando hay vicio en éste, afecte a la forma o a los presupuestos esenciales para su validez. El régimen de nulidad, ante la vigencia del matrimonio, es de muy escasa aplicación pues la declaración de inexistencia del matrimonio, que por lo general se reclama con el fin de celebrar otro, puede resultar en el aspecto procesal más engorrosa para los litigantes que el divorcio.

La nulidad del matrimonio tiene que ser declarada por el juez y por ello en los sistemas en que se admiten diversas formas de celebración del matrimonio (religiosa y civil) el pronunciamiento suele reservarse a la jurisdicción que se corresponda con el de la forma de celebración. La nulidad civil se puede pedir por cualquier persona que tenga interés directo y legítimo en ella, en los supuestos de falta esencial de forma o presencia de impedimentos, es decir, en aquellos casos en los que el defecto aparece de modo objetivo y desvinculado de la voluntad de los contrayentes; así también cuando la voluntad falta de modo absoluto, como en el caso de la simulación.

Origen del matrimonio


El matrimonio es fundado por Dios, con este acto humano nace una institución confirmada por la ley divina y formada a semejanza de la unión de Cristo con la Iglesia, y se establece por la alianza de los cónyuges.

Finalidad del matrimonio

El matrimonio tiene como finalidad la procreación, educación de los hijos, amor mutuo, ayuda entre ambos, práctica de la hospitalidad, promover la justicia y demás obras buenas al servicio de quienes padecen necesidad.


INDICE

-Introducción

-El matrimonio

Introducción

Lo que el amor revela

1.El encuentro

2.El enamoramiento

3.Quererse

El amor revelado en la historia sagrada

1.El mandamiento del amor

2.Reeducación en el amor (revelaciones de los profetas)

3.Amar “como Cristo ha amado”

El sacramento cristiano del matrimonio

1.El amor sacramento

2.La indisolubilidad

3.Singularidad y fidelidad

4.La fecundidad

5.La comunidad familiar como comunidad eclesial

El matrimonio canónico

Anulación del matrimonio

Origen del matrimonio

Finalidad del matrimonio




Descargar
Enviado por:Matri
Idioma: castellano
País: España

Te va a interesar