Biografía


Madre Teresa de Calcuta


Madre
Teresa de Calcuta

Con los más pobres de todos


Se fue la Madre Teresa de Calcuta. Y se fue luchando contra su propia muerte y contra su viejo corazón cansado de latir y de ver y socorrer tanto dolor, miseria y sufrimiento. Pero el legado de esta misionera, que intentó convertir el infierno de Calcuta en una casa con calor de hogar, permanecerá en la conciencia de la Humanidad como un aldabonazo de solidaridad y amor hacia los más desfavorecidos, los últimos: aquéllos que no cuentan.

La Madre Teresa llevaba varios años, aquejada de crecientes problemas de salud, contemplando la posibilidad de jubilarse. Una y otra vez retrasó la fecha de su retiro, pero finalmente en marzo de este año abandonó su puesto a la cabeza de las Misioneras de la Caridad, la congregación por ella fundada hace casi medio siglo.

Su rostro sembrado y surcado de profundas arrugas, su aspecto menudo y frágil eternamente enfundado en su sarí blanco con franjas azules ha quedado grabado para siempre en la retina, en el subconsciente, en los corazones de millones de personas en todo el mundo.

Inés Goinxha Bejaxhiu nació hace 87 años en una familia burguesa de origen albanés de la ciudad, entonces turca (y hoy capital de la nueva República de Macedonia), de Skopje. Desde niña a los 12 años sintió la llamada de la vocación religiosa y de misión, "para ir a propagar el mensaje de amor de Cristo" y, siendo aún una adolescente, a los 18, ingresó en Dublín, en la congregación de Loreto, más conocida en todo el mundo con el nombre de las Damas Irlandesas.

Al poco tiempo de estar en la orden, fue enviada a la India, para dar clases en uno de los mejores colegios de Calcuta, el St. Marys High School, al que, sin embargo, llegaba un fuerte olor de la miseria de los barrios de chabolas de Calcuta, la ciudad a cuyo nombre quedará para siempre ligado el de la religiosa.

Dejar el convento


Ese hedor de Calcuta tortura la conciencia de la joven monja, que tras cumplir con sus obligaciones de directora del colegio, recorre las chabolas ayudando en lo que puede. Pero a la vuelta a la comodidad de su colegio, su conciencia sigue turbada y angustiada. Por eso, en 1946 la Madre con sus 36 años recién cumplidos, toma la decisión de dejar su congregación y dedicarse por completo a los más pobres de los pobres.

"Tengo que dejar el convento y ayudar a los pobres viviendo entre ellos. Oigo la llamada a abandonarlo todo y seguir a Cristo en las chabolas, a fin de servirle entre los más pobres de los pobres. Es su voluntad y debo cumplirla", escribe en aquella época.

La hermana Inés debe obtener el permiso del arzobispo católico de Calcuta, Ferdinand Periers, para poder abandonar las Irlandesas. El obispo no era ningún entusiasta de la monja. Según recuerda la agencia France-Presse, se le atribuyen estas palabras: "Conozco a esa mujer. Es una novicia que no sabría ni siquiera encender correctamente un cirio en una capilla".

Pero a principios de 1948, con el apoyo de su superiora y del propio Papa, que tenían mejor opinión de ella que el arzobispo, es autorizada a abandonar su orden. Y la hermana Inés cambia el hábito de las hermanas de Loreto por el sarí blanco con ribetes azules de las mujeres pobres, y también cambia su nombre en honor de Santa Teresa de Jesús. Se dedicará a socorrer a los hambrientos, a visitar a los enfermos y a acompañar a los moribundos abandonados en las calles. Pronto se le unieron unas cuantas jóvenes, que también querían luchar contra tanta pobreza que les gritaba desde cada esquina y en cada recodo de la misérrima Calcuta.

En 1950, la monja del sarí fundó una nueva congregación religiosa con el nombre de Misioneras de la Caridad. Era una congregación especial, como su fundadora. Por ejemplo, la nueva congregación añade a los clásicos votos de pobreza, castidad y obediencia, el de entregar su vida exclusivamente a los más pobres y no aceptar recompensa material por su trabajo.

¿Por dónde empezar? Por los más débiles e indefensos. Lo primero que hacen las hermanas de la Caridad es recoger a los recién nacidos abandonados en las calles, en los vertederos o en las cunetas.

Y de los niños a los moribundos, cuando en 1952 la Madre Teresa se encuentra con una joven herida y moribunda, con los pies roídos por las ratas, en una calleja. Para los moribundos, Madre Teresa abre la Nirmal Hridaya o Casa de los Moribundos, en unos cobertizos a pocos metros de un templo dedicado a la diosa Kali, que es la diosa de la muerte para los hindúes.

Los sacerdotes del templo, intrigados por el continuo ir y venir de enfermos y harapientos, se acercan para comprobar qué pasa. Uno de ellos vuelve diciendo: "En el templo de la diosa Kali, he visto a una diosa viva: la Madre Teresa".

Desde la fundación de Nirmal Hridaya, las misioneras de la Caridad han recogido sólo en Calcuta a más de 30.000 personas que se estaban muriendo en las calles. "Han vivido como animales, al menos que mueran como personas", solía decir la Madre Teresa.

Poco a poco, sus casas florecen y se extienden por toda la India: Sishu Bhavan, residencia que acoge permanentemente a cientos de niños, que luego son adoptados (a menudo por matrimonios extranjeros); Shantinagar, la primera leprosería, y luego otras muchas. También se extienden las casas de la congregación por todo el mundo, desde Venezuela (la primera fundación fuera de la India) hasta Estados Unidos donde se ha abierto recientemente un centro para enfermos del sida, Colombia, Perú, Africa o los países del Este. Hoy su imperio está formado por más de 400 centros, repartidos por los cinco continentes, de los que se ocupan unas 3.000 misioneras de todas las nacionalidades.

En plena época de sequía vocacional, las monjas de la Madre Teresa aumentan sin cesar, a pesar de la vida espartana que llevan. Cada hermana sólo tiene tres saris (el que lleva puesto, el que lava y el que se está secando), un par de sandalias, una jofaina y una esterilla de paja. La propia Madre Teresa llevó siempre la misma vida de una absoluta austeridad que sus más jóvenes novicias, en la casa matriz de Lower Circular Road, en el corazón de Calcuta.

El rolls del Papa
Siempre se las ingeniaba para arrancar algún dinero, o mucho dinero, a todos los que podían darlo. Pidió a Juan XXIII, con el descaro que la caracterizaba, que le diese parte de las riquezas del Vaticano para poderlas dedicar a sus pobres. El Papa le regaló entonces su Rolls Royce, y ella organizó una subasta para venderlo, obteniendo varias veces su precio. También logró convencer a los organizadores de la ceremonia del Nobel para que renunciasen a organizar la clásica recepción y le entregasen la suma ahorrada.

Con el paso de los años, aumentan sin cesar sus casas y sus obras. Madre Teresa alcanza renombre mundial y le empiezan a llover los premios y las condecoraciones. La culminación de todos los honores fue el Premio Nobel de la Paz, que le fue otorgado en 1979 cuando ella creía que nunca lo obtendría porque pensaba que el jurado estaba dominado por protestantes, y ella sabía que su concepto muy tradicional de la moral católica no era bien visto en sectores cristianos diversos. En Oslo, la gente salió a recibirla a la calle, en una gigantesca procesión de antorchas. Al recibir el premio sólo dijo: "Personalmente, no lo merezco. Sólo he procurado ser una gota de esperanza en un océano de sufrimiento. Pero si esta gota no existiese, el mar la echaría en falta".

Convertida en una estrella, agasajada por príncipes y banqueros, reyes y gobernantes, Papas y artistas, la Madre Teresa se convierte en el símbolo por excelencia de una santa viva, ante la que se postra el mismísimo Juan Pablo II.

Quizá por eso, surgen las primeras críticas hacia la Madre Teresa y hacia su labor. Sobre todo desde los sectores más progresistas de la Iglesia, que la acusan de dedicarse simplemente a hacer caridad, sin luchar por la implantación de la justicia, y desde ciertos ámbitos de la sociedad inglesa, donde se la acusa de fundamentalista en el ámbito moral y de haber aceptado sin remilgos las ayudas que le ofrecieron personajes poco claros: dictadores como Jean-Claude Duvalier o personajes corruptos como Robert Maxwell. Ella, como siempre, aceptaba todo y desde cualquier lugar para poder aliviar las miserias de los desheredados. Su fundamentalismo cedía ante un enorme sentido práctico que la llevaba a pasar su tiempo negociando con todos: el Ayuntamiento de Calcuta controlado por los comunistas o los más poderosos gobiernos occidentales. Así lograba el caudal de medios necesario para una obra en constante expansión.

Uno de esos gobiernos, el de Estados Unidos, la honraba el año pasado de una manera absolutamente excepcional: concediendo la nacionalidad estadounidense a esta religiosa, símbolo de la emigración y de la universalidad durante toda su vida entre la Macedonia turca, Irlanda y la India.

La Madre Teresa no escondía su respeto a los valores más tradicionales de la Iglesia. Un día confesó a un periodista que, de haber vivido en tiempos de Galileo Galilei, habría dado la razón a la Iglesia frente a sus postulados científicos. Estaba frontalmente opuesta a toda forma de contracepción y solía proclamar: "Si no queréis esos bebés, yo si los quiero. Traédmelos a mi".

Los nuevos mitos
A los que la acusaban de utilizar un método demasiado ingenuo para cambiar el mundo y prestar un peligroso servicio a los culpables de la miseria social, Madre Teresa respondía: "A mí no me interesan las estructuras sociales. No tengo tiempo para pensar en grandes programas. Nuestra misión es el hombre individual que nos necesita ahora".

Por eso, después de su muerte, el mito de la monja más célebre del mundo continuará vivo, socorriendo a los pobres, sin denunciar a los ricos. Y es que, como dice el teólogo jesuita francés Paul Valadier,"los tiempos han cambiado y, con ellos, también las figuras carismáticas dominantes: Helder Cámara ha sido sustituido por la Madre Teresa. Uno y otra son figuras excepcionales, pero mientras el primero es un denunciador vigoroso de los responsables de las injusticias, la segunda aparece devorada por el socorro inmediato".

Quizá por eso, hace unos años, la Madre Teresa se convirtió en centro de debate y de polémica en la India sobre la situación de los intocables bautizados en el catolicismo. La Madre Teresa participó en una amplia campaña de oración en favor de los católicos cuya pertenencia a la casta inferior los intocables seguía siendo causa de que se les colocara, en la propia comunidad católica, en una posición tan discriminada que, incluso en misa, se veían obligados a ocupar bancos distintos a los de sus correligionarios de castas superiores.

Con alegría
Pero la Madre Teresa nunca se paró ante las dificultades a la hora de defender a los más desgraciados. Una defensa a ultranza que siempre hizo con alegría. No en vano repetía constantemente a sus hijas que el espíritu de su obra es de "entrega, confianza y alegría". "Queremos que sientan que se les quiere. Si vamos a ellos con una cara triste se sentirán aún más deprimidos", añadía.

Ninguna congregación, ninguna orden ha tenido tanto éxito en la Iglesia durante este siglo como la de la Madre Teresa. Los poderosos de este mundo hacían cola para fotografiarse junto a la frágil religiosa con fama de santidad. Una fama que, quizá, la haga acreedora a ser canonizada en un breve lapso de tiempo.

Su final ha sido difícil, no sólo por sus extremos sufrimientos, sino por una agria polémica que, hace menos de dos semanas, había amargado su último cumpleaños. Sus más próximos afirman que se sentía "muy contrariada" por una película sobre su vida, realizada para la televisión con guión del escritor francés Dominique Lapierre que hoy escribe en EL MUNDO sobre la Madre Teresa, al que la religiosa había otorgado un visto bueno que luego, según afirmó, le retiró.

La Madre Teresa ha muerto en vísperas del funeral y entierro de Lady Diana Spencer en Londres. Estas dos mujeres, que parecían estar en las antípodas en cuanto a cualquier consideración social y personal de la vida y de sus valores, se conocieron hace cinco años en Roma, congeniaron de inmediato porque compartían una devoción muy marcada por la ayuda a los necesitados, y la Madre Teresa nunca cuestionó los motivos de la princesa británica.

Ya el jueves una portavoz de la congregación había anunciado que Madre Teresa no podría, debido a su mala salud, asistir a las honras fúnebres en Londres, a las que había sido invitada. En las horas posteriores al accidente del domingo en París, y antes de conocerse la muerte de la princesa de Gales, se informó de que la religiosa de Calcuta había estado rezando por ella.

(Madre Teresa (Inés Goinxha Bejaxhiu), nacida el 26 de agosto de 1910 e Skopje (Macedonia), falleció el 5 de septiembre de 1997 en Calcuta)




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Enviado por:Dani
Idioma: castellano
País: España

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