Historia
Lucha de clases y movimiento obrero
TEMA 21. LUCHA DE CLASES Y MOVIMIENTO OBRERO.
La Revolución Industrial origina el desarrollo urbano y el nacimiento de la fábrica; ciudades y fábricas serán la base de la toma de conciencia del obrero respecto a su situación social, mostrada porque en la sociedad industrial capitalista primó la inversión sobre el consumo, lo que se traduce en largo jornadas laborales para el trabajador a cambio de bajos salarios. Las condiciones materiales y sociales del proletariado eran extremadamente duras, porque a lo prolongado de su jornada laboral se añadía la insalubridad del lugar de trabajo, falta de seguridad en el mismo, alojamientos lúgubres, alimentación deficiente y explotación de mujeres y niños (→ El trabajo de niños y niñas en talleres, fábricas y minas, donde a menudo realizaban un trabajo excesivo para su edad, perjudicaba gravemente su salud y, además, recibían un salario muy inferior al de los adultos). La escasa intervención del Estado para paliar esa situación hace que los comienzos del movimiento obrero fueran de carácter violento, destruyendo las máquinas.
La reacción contra la injusta situación en que vivían los trabajadores inspiró a una serie de pensadores las primeras críticas teóricas del sistema capitalista, y diversas alternativas para evitar las desigualdades sociales y construir una sociedad justa. A estos reformadores sociales se les conoce como socialistas utópicos, a causa del carácter idealista de las soluciones que preconizaron. Este grupo de hombres dio cuerpo a lo que puede definirse como la fase inicial de la evolución del pensamiento socialista; sus planteamientos no se limitaron a una crítica de la realidad existente sino que se adentraron también en la descripción de un sistema social que ellos pretendían perfecto. Sin embargo, y aunque influyeron notablemente en las ideas de muchos pensadores posteriores, sus teorías han pasado a la historia más por su costado romántico que realista. Fue en Francia donde se desarrolló el socialismo utópico. Destacan, entre otros, el conde de Saint-Simon, que propuso sustituir a la aristocracia de privilegio por una aristocracia de mérito compuesta por hombres preparados. Exigía la reorganización de la sociedad de forma que cada hombre tuviera asegurado el libre desarrollo de sus aptitudes, es decir, una sociedad en la que existiese una auténtica igualdad de oportunidades para todos; Charles Fourier, que planteó unas comunidades ideales llamadas falansterios, donde la propiedad se compartía. Defendió el trabajo libre, el amor libre y la desaparición del matrimonio y la familia; Étienne Cabet, que propugnaba la distribución de la riqueza según las necesidades de cada uno; Pierre-Joseph Proudhom que, si bien en un principio comulgó con las ideas de los socialistas utópicos, luego los criticó por considerar que apelaban al poder del Estado para resolver los problemas sociales; en estas críticas se hallaba el origen del anarquismo; y Louis Blanc, propulsor de los Talleres Nacionales.
En definitiva, los socialistas utópicos prefieren la evolución a la revolución y los medios pacíficos a los violentos. No centran el cambio social en la capacidad revolucionaria del proletariado sino en el convencimiento progresivo y la aceptación por la burguesía de esa necesidad de cambio.
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El nacimiento del sindicalismo
En los inicios del movimiento obrero, la situación era muy desfavorable para los trabajadores. Una legislación de carácter antiobrero prohibía la constitución de asociaciones de trabajadores, pues se consideraban que atentaban contra el principio de libertad en la contratación y en las relaciones laborales. Por tanto, la reivindicación obrera básica en esta etapa inicial fue el reconocimiento legal del derecho de asociación. Para paliar la falta de seguridad social, los trabajadores empezaron a crear sociedades de socorros mutuos, con objeto de hacer frente al paro, las enfermedades y los accidentes laborales.
Fue en Inglaterra donde tomaron forma las primeras organizaciones obreras. En 1825 se derogaron las leyes antiasociativas, lo que permitió el desarrollo de las Trade Unions, que reúnen a una élite de obreros especializados con el fin de obtener mejoras salariales y, mediante una cuota de afiliación, ayudar a sus compañeros en caso de huelga. Los obreros alemanes actúan igual que los ingleses, mientras que los franceses tendrán que esperar el derecho de asociación para poder organizarse, conseguido durante el II Imperio.
También fue en Inglaterra donde tuvo lugar un primer intento de crear un partido político obrero. La decepción de las masas obreras por la insuficiente apertura que supone la Ley electoral de 1832 provoca el nacimiento del movimiento cartista. En torno a la “Carta del Pueblo” de 1838, un documento que formulaba una serie de reivindicaciones básicas, tanto de carácter laboral como político (sufragio universal masculino, democracia política...), se aglutinó este movimiento político, que consiguió la jornada de 10 horas (1847), pero que acabó disolviéndose.
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Ideologías
Las dos ideologías que más influencia ejercieron en la evolución del movimiento obrero fueron el anarquismo y el marxismo.
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Anarquismo
A partir de las primeras formulaciones de Proudhom (considerado el padre del anarquismo), los grandes ideólogos anarquistas fueron Kropotkin y, sobre todo, Bakunin. Las teorías anarquistas criticaban el sistema capitalista, postulaban una sociedad sin clases ni opresión, y anteponían la libertad individual (→ Esta defensa del individualismo se compagina con una actitud solidaria y una práctica de la ayuda mutua. Los obreros deberían ser autodidactas que se preocuparan de su formación personal). No aceptaban ningún tipo de Estado, ni siquiera controlado por los trabajadores, como el que propugnaban los marxistas, pues consideraban que el Estado atenta directamente contra la libertad y es en si mismo opresor. Por lo tanto, su objetivo era la destrucción del Estado por los trabajadores, pero no a través de la acción política, sino mediante la huelga general revolucionaria (la acción directa ejercida por sindicatos, asociaciones culturales y cooperativas), que se convirtió en una de las ideas clave del pensamiento anarquista. La influencia del anarquismo en el movimiento obrero fue muy importante, ya que contribuyó al surgimiento del sindicalismo revolucionario y a la adopción de actitudes apolíticas por amplios sectores del proletariado.
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Marxismo
Pocas personas han tenido una influencia tan determinante en la evolución del mundo contemporáneo como Karl Marx. En el “Manifiesto Comunista” (1848) Marx y su amigo y colaborador Friedrich Engels plantearon una visión materialista de la historia, que concibieron como una lucha de clases entre opresores y oprimidos. En su obra fundamental “El capital”, Marx analizó críticamente el sistema capitalista, enunciando el concepto clave de la plusvalía, es decir, la apropiación por el capitalista de los beneficios producidos por el trabajador. Para acabar con la explotación capitalista, el marxismo considera la necesaria conquista del poder político por los trabajadores, que instaurarán la dictadura del proletariado y socializarán la propiedad para avanzar, de esta manera, hacia una nueva sociedad sin clases, explotadores ni explotados: la sociedad comunista. Estas doctrinas tuvieron una amplia difusión entre las sociedades industrializadas y cristalizaron en la constitución de varios partidos socialistas.
La toma de conciencia de los problemas comunes que afligían al proletariado en todas las naciones industriales suscita la necesidad de una organización que encauce la movilización del obrerismo europeo.
El fracaso de la revolución de 1848 supone un retroceso en el movimiento obrero. Pero hacia 1864 el socialismo empieza a ser reconocido por los gobiernos europeos. El entendimiento entre los dirigentes obreros franceses e ingleses llevó a la constitución de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida con el nombre de I Internacional, que se fundó en Londres en 1864, y a la cual se adhirieron representantes obreros de otros países. Marx redacta sus principales documentos y poco a poco comienzan a afiliarse los trabajadores. La I Internacional proclama que la emancipación de los trabajadores debía ser obra de ellos mismos, y representó un paso muy importante en la toma de conciencia de la clase obrera, hasta llegar a considerar que los problemas y objetivos del proletariado eran comunes, pasando por encima de las diversas nacionalidades. Sin embargo, el desarrollo de la I Internacional se vio afectado por las graves disensiones entre los partidarios de la acción política de los trabajadores (Marx) y los partidarios de Bakunin, los bakuninistas, que se oponían a aquélla. La polémica se zanjó con la expulsión de los bakuninistas en el Congreso de La Haya (1872). Esta expulsión, unida al estallido de la guerra franco-prusiana de 1870 y a la represión provocada por los sucesos de la Comuna de París, hirieron de muerte a la I Internacional, que se disolvió en 1876.
Tras el fracaso de la I Internacional los movimientos obreros vuelven a fundamentarse en organizaciones y partidos nacionales. Citemos, por ejemplo, la creación de la Confederación General del Trabajo (CGT) en Francia en 1902 o de la American Federation of Labor (1886) en los EEUU. En Inglaterra se funda el Partido Laborista, como expresión política de las Trade Unions, los poderosos sindicatos británicos. El socialismo, por su parte, cristalizó en partidos políticos autónomos, llamados socialdemócratas, que adquirieron una considerable extensión en toda Europa y desarrollaron una intensa actividad política. Entre ellos destaca el Partido Socialdemócrata alemán (SPD), fundado en el Congreso de Unificación de Gotha (1875).
Finalmente, en 1889 se formó en París la II Internacional, que agrupó los diferentes partidos socialistas. La II Internacional tendrá que dirimir sus enfrentamientos, por una parte, entre anarquistas y socialistas sobre la forma de llevar la lucha de la clase obrera (por medio del sindicalismo o por medio de los partidos socialistas) y, por otra, entre los socialistas que desean la independencia de los sindicatos frente a los partidos políticos. La II Internacional adoptará un compromiso salomónico al pedir a los sindicatos una solución socialista, y a los partidos apoyo para los sindicatos.
Sin embargo, la petición -no escuchada- por parte de la Internacional de no intervención del proletariado mundial en la Primera Guerra Mundial paralizó su funcionamiento, que se vio afectado posteriormente, por la Revolución rusa y por la creación de partidos comunistas, que se agruparon en la III Internacional (1919).
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Enviado por: | Antonia |
Idioma: | castellano |
País: | España |