Literatura
Los pueblos; José Martínez Ruiz, Azorín
LOS
PUEBLOS
Azorín
AUTOR
“Absolutamente nada. Nada que se salga del carril cotidiano. La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿ Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado? Trabajemos día tras día ¿Dónde está nuestro Leteo? En el afán diario. O acaso, a través de la obra hacemos ese dolor más delicado. ¡ Cincuenta años escribiendo... Desde los tres quinquenios con la pluma en la mano. Ímpetu, fervor, perseverancia, entusiasmo... Ha pasado mucho tiempo y los años cargan sobre mis hombros... Todo lo que asciende, desciende... Cuando podemos ya esperar, habiendo visto correr tanto tiempo lo ciframos en la obra cumplida".
Esta es la síntesis de la vida de Azorín, escrita por él mismo en su obra "El Escritor" (1942), en la que se hace notoria la tristeza, se ve reflejada la vida de hombre de letras más que de acción, que se quedó un poco rezagado a su tiempo, como en otra época, ajena a la violencia que en estos tiempos ha empujado a tantos intelectuales a la acción.
José Martínez Ruiz nació en Monóvar del campo, Alicante, el 8 de junio de 1873, en el Nº 9 de la calle de la Cárcel, que después, se llamó de San Andrés, para terminar llamándose Azorín. Sus padres fuero Isidro Martínez Soriano, un prestigioso abogado dado a los libros y a los estudios humanistas, y Luisa Ruiz, que pertenecía a una antigua familia de propietarios agrícolas metódicos y previsores. Su madre llevaba con escrupuloso cuidado un libro de notas al que llamaba "el libro verde de la familia, en que apuntaba hasta el más mínimo detalle de la vida hogareña. Gracias a ese libro hoy conocemos los pormenores de la infancia de Azorín. Estudió el bachillerato en el Colegio de los Padres Escolapios de Yecla y empezó Derecho en la Universidad de Valencia, pero pronto sus miras se volvieron hacia la literatura. Y allí, en Valencia fue donde escribió sus primeras crónicas, que fueron publicadas en diversos diarios como "El Pueblo", del influyente agitador de izquierdas Blasco Ibáñez o "El Mercader valenciano", en ésta época aún no se le conocía como Azorín y firmaba todas sus obras bajo el pseudónimo de Ahriman, el dios persa de la destrucción.
Martínez Ruiz era un lector empedernido que se apropiaba de todos los libros que llegaban a la redacción de "El Mercader valenciano". Entre ellos, apareció un día, una edición madrileña de "Las Flores del Mal", de Charles Baudelaire, que, según confesó después, fue el libro que más influyó sobre su sensibilidad literaria y cuya lectura lo dejó completamente absorto".
Por aquel tiempo visitó Valencia el gran actor Vico. Sus representaciones teatrales impresionaron de tal forma a Azorín, que este, se vio con la necesidad de traducir "La Intrusa", de Maeterlinck. Poco después, en el teatro de Valencia, el gran trágico italiano Novelli representó "Hamlet"; y Ricardo Calvo, "La de San Quintín". Ante aquellos espectáculos teatrales, Azorín sintió que se desvanecía su vocación jurídica y, culpando a Valencia del abandono de sus estudios de Derecho, se trasladó a Granada, con la intención de proseguir allí con su licenciatura.
Pero allí tampoco prosperaron mucho sus estudios de Derecho. En noviembre de 1896, Azorín, llega a Madrid, donde se une a Baroja y a Maeztu en “El País”. Allí publicara Charivari, un informe diario sobre el lado oscuro de la vida literaria y periodística de Madrid, salpicado de chismes y comentarios personales sobre los escritores contemporáneos. Éste fue retirado rápidamente por las autoridades. En sus páginas relata muy pintorescamente su llegada a la Capital:
"25 de noviembre de 1896.-Llego a la Corte y Villa, o viceversa, a Madrid, que, como dice Calderón:
. . es el centro
y es la esfera de toda la lindura
José Martínez Ruiz ingresó en el periodismo madrileño. Cuando tenía veintitrés años. Aún no había nacido Azorín en el mundo literario.
El 11 de enero de 1897, recibió el espaldarazo de la consagración. El célebre Leopoldo Alas, Clarín, publicó en "La Saeta" de Barcelona un artículo titulado "Palique", que fue muy comentado y que decía así:
"De Martínez Ruiz habría mucho que hablar, y hablaré en otra ocasión. Por hoy vaya esto, en resumen: Martínez Ruiz es un anarquista literario; sus doctrinas son terribles; pero él es un mozo listo, listo de veras. Entre las pocas cosas que respeta está el Castellano: escribe con corrección y facilidad, y eso de "Charivari" es un capricho que no crea el lector que anuncia una colección de galicismos. Lo que siento en el alma es que, siendo Martínez Ruiz amante del idioma y de los clásicos, como él ha declarado, diga los horrores que dice de Pereda y de Balart. Pero no me asustan estas ideas. He visto el retrato de Martínez Ruiz; es casi un niño. Además, él mismo confiesa que padece de los nervios... Pasará el sarampión, que acaso es salud, y quedará un escritor original, independiente y mucho más avisado que esos Nominativos que andan por ahí parodiando a Menéndez y Pelayo. Sin embargo, yo no me he atrevido a escribir un prólogo para su libro "Pasión", próximo a publicarse. González Serrano lo va a escribir. Veremos cómo sale mi querido maestro del compromiso de presentar a un hombre que estampa las enormidades morales, sociológicas, religiosas, etc., que se le ocurren a Martínez Ruiz. Hoy por hoy, este refractario es un autor vitando, dicho sea con toda formalidad. ¡ Pero se ve tan claramente que es un corazón de oro y una inteligencia clara, noble !-Le falta el equilibrio... y huir de las malas compañías. ¡ Esos bohemios recalentados son nauseabundos!, créame usted, simpático joven. No se junte usted con la gente nueva; busque a la novísima”. A raíz de esta publicación, surgió entre ambos escritores una gran amistad.
Y llegó el año 1898, por el cual se designó a la célebre generación formada por Unamuno, Antonio Machado y Valle Inclán, "maestros del mejor estilo literario de España" según Azorín. Bergamín, y por Benavente, en el teatro, Baroja en la novela y por Cristóbal de Castro, Manuel Bueno, Ortega y Gasset, Maeztu, Alberti y Azorín en el ensayo. La Generación del 98. Fue el propio Azorín el que empezó a acuñar este termino, para designar al conjunto de autores y amigos contemporáneos a él, que escribían sobre la grandeza de España, sus problemas y las soluciones. Todos siguen unas pautas, por decirlo de algún modo, pero cada uno un poco a su manera. Todos aman a España, y toman sus problemas como propios buscaran las soluciones en la grandeza de España, en su esencia, en los pueblos castellanos, en los tesoros que esconden las tradiciones. Todos acudirán para inspirarse al espíritu de España, a su esencia, y allí encontrar los ideales de que defienden frente a las corrientes naturalistas y realistas en la literatura de su tiempo. Buscan en el pasado glorioso que tuvo España y en sus pueblos quizás como futuro.
En 1899 publicó su primera obra definitiva, despojada del carácter de actualidad que habían tenido sus producciones anteriores: "Alma castellana", es una tragicomedia, que fue muy elogiada por Menéndez y Pelayo, pero que, debido a su dificultad de montaje, no pudo ser representada.
En 1900 Azorín escribe:
"1900... Un gran resplandor; una claridad fría e indeterminada, como de grandes e invisibles focos eléctricos. Todo se ve blanco y claro, a un lado, y a la otra parte todo está en la penumbra. Nuestros pasos, sin querer, van hacia esa región luminosa, y sentimos que, al mismo tiempo, nos desprendemos de algo que queremos y que nos causa dolor -vago dolor -dejar".
En diciembre de 1901, Azorín, Baroja y Ramiro de Maeztu lanzaron una circular en que abogaban por una nueva política.
"Hay en la atmósfera moral de este período en que vivimos -decían- un fermento tan enérgico de descontento, que dogmas, utopías, fórmulas metafísicas, todo lo que no tiene base positiva y exacta, aunque nazca lozano y fuerte, lo digiere el ambiente con una rapidez inverosímil".
En "La tragicomedia del amor", aparece condensado el ideario de Azorín, a comienzos del siglo. El prólogo fue escrito por Baroja.
"El Diario de un Enfermo", apareció en 1901, señala la incorporación de Azorín a la redacción de "El Globo", que se singularizaba entonces por la violencia de un liberalismo castizo que arremetía en los días de Semana Santa contra el mal gusto de los sermones, y en donde también colaboraba Pío Baroja.
En 1903, Troyano fundó el diario "España", que señaló una época en el desenvolvimiento del periodismo español y en cuyas columnas apareció, por primera vez, el seudónimo de Azorín, conque firmó igualmente "La Voluntad" de 1902 y su novela "Antonio Azorín" de 1903 en que el autor mira en perspectiva su propia existencia.
La primera orientación de "España" duró poco, por lo que Azorín y Maeztu se embarcaron en una revista semanal, "Alma Española", en la que Azorín publicó una célebre embestida contra los viejos", titulada "Somos iconoclastas": "Viejos y jóvenes -decía- son habitantes de distintos planetas. Nosotros conocemos muy bien las obras de nuestros antecesores; pero ¿ cuántos son lo viejos que han entrado en una librería a comprar un libro nuestro? No conocen nuestras obras ni aun nuestros hombres. La Academia Española, asamblea de viejos, que dispone de medios económicos, ¿ cuántas ediciones ha hecho de obras de principiantes? ¿ Qué alientos y confortaciones hemos recibido de ella? Digámoslo con franqueza: sólo a un maestro: Ortega Munilla (padre de Ortega y Gasset) le debe estar agradecida la juventud presente, porque él ha sido el que ha sacado de la obscuridad a nuestros hombres".
Los elementos autobiográficos en su obra llegarán a su culminación en 1904 con Las confesiones de un pequeño filósofo.
En 1905 ingresó en la redacción de "El Imparcial" para el cual realizó, coincidiendo con el tercer centenario del Quijote, un recorrido por los pueblos de la Mancha, de donde saldrán unos artículos bellos y sosegados, como encontró Azorín los propios pueblos. De regreso de Castilla, tuvo que ir a Andalucía para realizar otros artículos sobre la crisis agraria en la región que crearon verdadera conmoción por la trágica elocuencia de sus artículos. Todos los artículos sobre Castilla fueron recopilados por él mismo y publicados en Los Pueblos en 1905, posteriormente en nuevas ediciones añadiría los artículos de la Andalucía trágica. No permaneció mucho tiempo en "El Imparcial", pronto se trasladó al "ABC.", en cuyas páginas creó un nuevo género literario en España: la "Crónica parlamentaria", que, redactada por él, adquirió una gran trascendencia.
En 1908 contrajo matrimonio con Julia Guinda Urzanqui, cuya personalidad se puede apreciar en uno de los personajes de su novela "El Licenciado Vidriera".
En 1917, Azorín fue designado subsecretario de Instrucción Pública. Una mañana se encontró sobre su mesa una orden real en la que se le ordenaba que declarase vacante la cátedra del jefe socialista Julián Besteiro. Azorín leyó consternado el decreto, cogió la carta y, sin pensar en más, se la guardó en el bolsillo y se la llevó a su casa. Nadie le preguntó nunca por la orden real, y Besteiro no se enteró nunca de lo que Azorín había hecho por él.
Este rasgo del escritor, lo destaca, Ramón Gómez de la Serna, que escribió un libro sobre Azorín, dice:
"Azorín cumple con su deber como nadie, porque, además, es el único que, al mismo tiempo que lo cumple, siente el sarcasmo del deber. Azorín piensa antes de dictaminar. Encuentra el sentido de cada cosa, y se lo enseña como un poliedro a los viejos profesionales que en su vida habían visto heroicidad así".
En 1924, Azorín fue elegido, por unanimidad, miembro de la Real Academia Española. Su estancia en ella fue breve: dejó de asistir, cuando le negaron la entrada a Gabriel Miró.
A partir de 1926, se dedicó de preferencia a la creación teatral. Estrenó ese año "Old Spain"; en 1927, "Brandy, mucho brandy"; en 1928, "El Clamor" y "La Comedia del Arte". En 1929, Rosario Pino estrenó en Santander su "Doctor Death, de 3 a 5".
A propósito de estos títulos, Ramón Gómez de la Serna preguntó irónicamente: "¿ Por qué esa afición a titular en inglés sus comedias?". A lo que él mismo respondió: "Porque es así como Shakespeare titulaba todas sus obras teatrales".
En 1931, Azorín publicó "Pueblo". Novela de los que trabajan y sufren", que no es una novela en el sentido usual de la palabra, sino una obra compuesta de cuarenta y dos cuadros diferentes, consistentes casi todos ellos en descripciones de objetos familiares y en anotaciones de las ideas e imágenes que estos objetos evocan en el espíritu. El libro comienza con un preámbulo sobre el mundo, que tiene algo de cinematógrafo y de pesadilla; luego explica el despertar de la conciencia humana y concluye con un sueño del autor, sueño angustiado en el que una llama simboliza la inteligencia que amenaza con consumir el depósito que es la masa popular. Podría decirse que "Pueblo" es una serie de temas en prosa consagrada al dolor de los hombres.
Al estallar la Guerra Civil española, en julio de 1936, Azorín se va a Francia y fija su residencia en París, como muchos otros compañeros de andanzas. Allí escribe "Españoles en París" de 1939, un relato sobre su propia existencia y la de los refugiados españoles. Al terminar la guerra, decidió, igual que Baroja, regresar a su patria. Su actitud, como la de sus colegas, que lo imitaron, fue censurada por aquellos que prefirieron continuar en él destierro.
En 1940 la Junta Política de la Falange, da ordenes para que nadie publique nada escrito por él. Aunque sigue realizando cuentos para la prensa y se dedica a escribir sus memorias. En noviembre de 1941 reanuda su colaboración en “ABC” y publica sus dos libros de memorias Valencia y Madrid.
En los años sucesivos seguirá escribiendo en prensa escrita. En el 42 publica su novela El escritor y en 1943 El enfermo. En el 45 y el 46 publica sus últimos tomos de memorias, París y Memorias inmemoriales.
En estos años diversas personas, sin la supervisión de Azorín recopilan sus artículos de prensa en las llamadas Obras Pretéritas. Tiempos y cosas 1944, Veraneo sentimental 1944, Palabras al viento 1944, Leyendo a los poetas 1945, La farándula 1945...
Hasta que el propio Azorín recopila sus artículos y los publica en cuatro tomos: Con permiso de los cervantistas 1948, Con bandera de Francia 1950, La cabeza de Castilla 1950 y El pasado de 1955. Hacia finales de 1950, comienza a asistir asiduamente al cine, en sesiones de programa doble; de ahí publica sus dos libros sobre cine, El cine y el momento 1953 y El efímero cine de 1955. A partir de 1952 sus colaboraciones periodísticas se reducen de una manera importante. En 1958 la Fundación March le concede el premio de literatura. Entre el 59 y el 60 publica sus últimos libros, de textos inéditos: Agenda, Postdata y Ejercicios de castellano.
El último artículo que escribió para un periódico se publico en “ABC” el 4 de febrero de 1965, llevaba un año sin que apareciese su firma en la prensa. Dos años más tarde, en 1967, murió en su casa de Madrid a los noventa y tres años.
EL RESUMEN:
Azorín no cuenta nada especial. Este minucioso observador describe todo lo que ve: pueblos abandonados, ciudades, amigos e incluso desconocidos. Pero el lector tiene que permanecer atento porque detrás de cada boceto, de cada descripción, el autor desliza sutilmente una reflexión.
Los Pueblos es el libro de las pequeñas cosas que se convierten en las grandes delicias de la vida. Para Azorín, un gran placer consiste, por ejemplo, en tocar una mano femenina, comer en la fonda de una estación, sentarse sobre una cesta o mirar los pies de una mujer.
La obra se compone de 37 artículos. Voy a resumir brevemente cada uno de ellos. Los artículos que están en negrita, los comentaré en clase.
La decadencia:
Azorín se encuentra con pueblos que están abandonados. Se pregunta cuál es la causa de la decadencia de estos lugares. La respuesta se remonta al descubrimiento de las Indias. Los hombres empezaron a buscar fortuna en las colonias. Más adelante, la industria crece y con ella las ciudades. Los agricultores dejan el campo porque hay más trabajo en las fabricas de la ciudad. El paisaje que descubre es desolador, pueblos “antes espléndidos, ahora abatidos”.
Impresiones parlamentarias:
En estos tres artículos, el escritor realiza unas crónicas escépticas en las que cuenta su experiencia en el parlamento. En la última, el autor subraya que los políticos “ no hacen nada y sin embargo son respetados y aplaudidos”. Esto es una visión muy pesimista y critica sobre la política española.
La casa, la calle y el camino:
En este artículo, el autor intenta explicar la revolución literaria, religiosa, moral pero sobre todo científica de la que está siendo testigo. Ve el progreso como un fenómeno positivo (nos enumera por ejemplo las múltiples ventajas del automóvil) pero cuenta también como algunos( entre ellos, Unamuno) no aceptan este cambio brusco y repentino.
Leopardi:
Nos encontramos aquí con un fragmento de la obra de este escritor. Se trata de un resumido recorrido en la historia del género humano. En pocas líneas, el autor nos explica que los hombres al descubrir la Verdad dejaron de estimar sus vidas y cómo los dioses para calmarlos enviaron el amor al mundo, pero se trata de un amor imperfecto y rara vez verdadero.
La novia de Cervantes:
Un pequeño burgués, decide un día bajarse del tren y probar la vida de filósofo. Llega a un pueblo que se llama Esquivas y visita la casa de la antigua novia de Cervantes.
La Filosofía de Baroja:
Nos encontramos aquí con el retrato de este autor. Azorín lo describe como un ser pesimista que ve a los hombres como seres agresivos que sólo reconocen como jefe al más fuerte. Azorín recoge una cita de Baroja que dice ”La humanidad está condenada a la barbarie eterna y a una perdurable e irremediable desesperanza”.
Desdichas y malandanzas de “ Azorín” en Levante
Un señor cautivado por las descripciones que Azorín hace de Levante decide un día visitar estas tierras. Pero se encuentra que la tranquilidad levantina que él conocía por los libros es irreal. Todo son ruidos. Al final, el hombre aconseja a los lectores no ir a Levante y afirma que es mejor quedarse en Madrid, en un apartamento de la calle Montera.
La tradición:
El señor Vázquez de Mella es designado para intervenir en un debate sobre el Concordato. Recibe la visita de un joven que desea ingresar en su partido. Este joven es un gran defensor de las castizas tradiciones.
En Loyola - En Urberuaga:
Azorín nos describe en estos artículos los dos pueblos. Describe las calles, el campo y el monasterio de Loyola. En Urberuaga, el lector se encuentra con una casa de enfermos y descubre a mujeres con la tez romántica y mortecina.
Siluetas de Urberuaga- Siluetas de Zaldívar:
Estos dos artículos se centran en describir personajes. El novelista nos habla de María que tiene la belleza de las mujeres bilbaínas; de Canduela un burgués que parece un hombre corriente; de María, la perfecta esposa; de Merceditas, la cubanita alta y majestuosa que canta.
En San Quintín- Una tarde con Galdós:
Tenemos en este apartado, el transcurso de una tarde pasada con el novelista en Santander. No hacen nada especial hablan de literatura, de toros, de sellos, visitan la huerta.
El pez y el reloj:
El autor “ divaga sobre la eternidad, sobre el tiempo, sobre el origen de la vida, sobre las causas finales”. Se sienta varias veces a contemplar experimentar, pensar. Pero continuamente le están molestando, por eso decide pasear por la playa. De repente, un pescador coge un pez y el reloj de Azorín se lanza al agua. El novelista está perplejo las cosas se han cambiado de lugar y suspira ” no es esto algo así como cuando ponemos nuestras ilusiones en un ideal y luego la realidad triste nos lleva por distintos caminos!”. Esta triste paradoja está dedicada al humorista Luis Gabaldón.
Una ciudad:
¿Cómo conocer Santander? Azorín nos aconseja buscar la hora propicia y andar, andar, andar sin rumbo fijo ni plano. Estudiar lo que nos rodea sobre todo las personas, cada una es un mundo aparte.
Un recuerdo, Clarín:
El autor se encuentra en una casa de un pueblo. En ella encuentra un armario y dentro de él, un libro. Se trata de un escrito de Clarín que lleva años conviviendo con espejo roto, viejos periódicos. Una vez rescatado el libro empieza a leerlo.
Sarrió- la muerte de un amigo Sarrió:
Azorín va en busca de un viejo amigo suyo. Cuando lo encuentra se da cuenta de que está enfermo y casi muerto. Ha perdido las ganas de vivir, los años que han pasado y los disgustos que ha tenido que sufrir le han convertido en un anciano.
Lo castizo:
El autor hace un breve repaso a las diferentes prohibiciones que han existido en España con Felipe IV , Felipe V, Carlos IV . Uno de estos monarcas absolutos no permitía por ejemplo bailar en el campo. Azorín justifica con esto la desaparición de la monarquía absoluta.
Una elegía:
“Las cosas bellas debían ser eternas”, Julia ha muerto. El autor acaba de volver a un pueblo y el herrero le comunica esta terrible noticia. El novelista se hunde en la melancolía.
El buen juez:
Esta es la historia de cómo un libro puede cambiar la historia de la humanidad.
Por primera vez, después de leerlo un juez se encuentra capacitado para ejercer La Justicia.
La fiesta:
Joaquín ya mayor y ciego regresa a su pueblo. No le reconoce casi nadie, él pregunta por los olmos, las cigarras. Se siente muy identificado con estas últimas porque” nosotros los poetas somos como las cigarras; si las calamidades y desgracias de la vida nos dejan, cantamos sin parar, luego viene el invierno es decir la vejez y morimos olvidados, desvalidos.”
Un transnochador:
Aquí el autor nos cuenta la historia de un hombre que no duerme por las noches. Se entretiene mientras todo el pueblo duerme, haciendo globos de periódico o empapelando la biblioteca del Casino.
Epilogo en 1960:
Unos hombres encuentran un libro que ha sido traducido por Azorín. Pero ellos no saben muy bien quién fue ese hombre. Empiezan a discutir unos dicen que escribió novelas, otros que poesía y unos terceros se callan porque ni les suena el nombre.
El ideal de Montaigne:
El autor presenta a Alejandro. Este hombre se parecía a Montaigne, el pensador francés. Vivió mucho sin tristezas ni dolores, no tenía hijos y poseía el dinero suficiente para viajar.
Una opinión de Wells:
El novelista habla de un libro que se llama Anticipations. En él, su autor, Wells analiza la democracia. Habla de su origen que sitúa en el siglo XVIII y de la “ gran masa gris y heterogénea” que lo forma. Vaticina también el final de la democracia aplastada por el progreso.
Los toros:
Azorín acompaña a una familia mientras se prepara para acudir a los toros.
Un hidalgo- El arte nacional:
El novelista describe a un hombre muy típico de España. Se trata de una persona que vive de las apariencias. Que incluso muriéndose de hambre continua siendo un galán.
La Velada:
Este artículo describe una conversación junto al fuego en una casa. Cuando esta se termina, la pareja invitada regresa a su casa.
Los árboles y el agua:
El autor lamenta el desdén y poco interés que tienen los españoles hacía cosas tan fundamentales como los árboles y el agua. Asegura que esto va ha contribuir a la desertización del país.
El misterio de las cosas:
El autor nos cuenta emocionado como paseando por la calle ha escuchado a dos mujeres que le nombraban. Se dispone a seguir a aquellas damas, cambia con ellas una mirada de complicidad y observa como se pierden en la multitud.
Confesión de un autor:
Azorín se encuentra en su estudio. Hace un breve repaso a todo lo que ha escrito. Se acuerda de esas muchachas que ha conocido, de esos pueblos que ha visitado... Escribe que el hombre de hoy en día solo se sorprende de lo exótico, complicado y concluye que tenemos que aprender a observar el detalle más simple, el que pase más desapercibido para inmortalizarlo en el tiempo.
TEMAS DE LOS PUEBLOS
Los Pueblos de Azorín está compuesto por una serie de artículos que tratan distintos aspectos de la vida social en los pueblos del norte y el centro de España. Al igual que las historias son diferentes también lo son los temas que trata, pero todos ellos tienen en común el interés por las gentes y los ambientes de España. Gracias a las descripciones tan detalladas que nos da de los personajes con los que se encuentra y de los pueblos que visita podemos acercarnos fácilmente a una época de España con unas características muy especiales.
El tema que más destaca al principio de la obra es el paso del tiempo. En los artículos referentes a su amigo Sarrió, podemos observar este paso en el propio personaje, para ello habla de cómo vestía antes, como se comportaba de una manera jovial, como ambos paseaban por los campos en otoño con sus hijas,... también se nota en la casa donde vive, hace una descripción detallada de la casa cuando sus hijas eran pequeñas, y de cómo el paso del tiempo no ha perdonado tampoco esta casa. Habla de la decrepitud del hombre, de su amigo.
“Todo pasa; los seres queridos desaparecen de nuestro lado; una estela de amor y de melancolía queda en nuestro espíritu”.
Este paso del tiempo y la decrepitud de su amigo termina con la muerte de éste.
Otro tema que destaca en estos primeros artículos es la amistad. La descripción que hace de su amigo Sarrió, se acuerda de él de una manera con un tono muy melancólico.
El tema común a todos podría ser los paisajes. Las descripciones de los distintos pueblos son muy detalladas mediante el uso de gran variedad de adjetivos. Hace un repaso por las calles de los pueblos donde se encuentra, de sus plazas, sus calles, de los alrededores, de los campos...
En este repaso por la geografía de España llama la atención la diferencia entre los pueblos del norte, como Urberuaga o Loyola con su balneario y el Monasterio respectivamente, en el que se puede apreciar el bienestar y la frondosidad de sus tierras, y los pueblos de Andalucía donde el ambiente cambia ya que desaparece ese bienestar y aparece la hambruna.
Así mismo recupera personajes históricos como aparece en uno de sus artículos, en el que aparece la figura del hidalgo de Lázaro de Tormes.
En otro de los artículos que se sitúa en un pueblo llamado Esquivias, habla de cómo es el pueblo y de la fortaleza de sus gentes y esto lo relaciona con cómo fue en la época de Cervantes, “Esquivias es un pueblo de tradición servil y guerrera”. Se remonta en la historia hasta Felipe II.
Pero todo estos aspectos cambian en los artículos de La Andalucía trágica. En ellos comienza en un viaje desde el centro hacia Andalucía. Cuando llega empieza a conocer la realidad que allí se está viviendo y que no tiene nada que ver a la que él ha estado viviendo en el norte.
Se encuentra allí con una situación de pobreza, de hambruna y de enfermedad. El tema principal de estos artículos es esa pobreza, la difícil situación por la que atraviesan los campesinos y los labriegos que no tienen suficiente para comer. Esta difícil situación crea un enfrentamiento entre los campesinos y los señores.
El primer pueblo que visita es Lebrija y en el se reúne con los campesinos en el casino, un lugar que está presente también en otros pueblos, aunque en este caso en el no se encuentra con los señores porque estos debido al odio que han suscitado entre los labriegos no se atreven a salir de casa.
También en Lebrija se encuentra con la enfermedad. Hace unas visitas con un amigo suyo que es médico llamado Don Luis, y ve que la gente está muy delgada, con tuberculosis y la mayoría muy debilitados, debido a lo cual tampoco tienen la suficiente fuerza para trabajar en el campo.
En esta reunión Azorín se interesa por la situación y dialoga con ellos acerca de los salarios, de los campos. Allí se da cuenta de que España no está bien y comienza a mostrar su pesimismo.
En el artículo titulado Los toros, Azorín nos presenta la preparación para ir a una tarde de Toros. Con Juanita, el personaje femenino, podemos hacernos una idea de cómo las mujeres iban vestidas, y de la mano de su amigo Don Tomás vemos como habla una persona adinerada que se compra su ropa en Madrid, lo que le distingue de la gente del pueblo.
En definitiva en los pueblos, Azorín nos presenta dos Españas distintas, por un lado la del norte y el centro en las cuales la vida es buena y la del sur donde las cosas están bastante mal y la situación es de hambre y enfermedad. Todo esto lo presenta mediante las conversaciones que ha tenido con los lugareños.
Los personajes
Es tarea complicada el poder clasificar los distintos personajes que protagonizan la obra de Azorín, pero es preciso establecer un orden de clasificación para resaltar las figuras fundamentales que componen la obra.
En primer lugar es necesario citar al propio autor, que es el elemento común en los 18 ensayos que componen Los pueblos. Azorín aparece desde el principio, bien como amigo de los personajes de los que habla, como testigo de la belleza de la naturaleza, o como narrador de los elementos y detalles que describe minuciosamente y de la hermosura de los paisajes que admira en las diferentes provincias españolas que cita en la obra (provincias levantinas, castellanas y cántabras). Azorín se dirige en ocasiones al lector, como si fuera un discípulo o amigo al que desea contagiar la sensación fantástica que siente al unirse a la naturaleza de los lugares que describe. Un ejemplo es el ensayo en el que habla de la catedral de Santander, en el que Azorín adelanta las sensaciones que tendrá e lector al ver la iglesia.
Azorín es miembro de la Generación del 98, y por tanto sus temas van a relacionarse con España, su naturaleza es el alma de la obra. Inevitablemente los paisajes, la luz, las costumbres, las casas, las gentes, las calles o los ruidos se convierten en personajes principales de las obra. Azorín es un maestro en las descripciones de los paisajes y sus elementos, sin embargo no suele detenerse en la psicología de los personajes, mas bien traza las líneas de la personalidad de éstos a través de los ambientes en los que viven. He seleccionado a algunos personajes:
Sarrió: Personaje que corresponde al ensayo número dos. El tema es el paso del tiempo en la persona, el abandono de uno mismo y la desaparición de todo aquello que constituía el ambiente de su época. Azorín regresa al pueblo en el que parece haber vivido su niñez y adolescencia y acude a la casa de un antiguo amigo que parece hace tiempo que no ve. Sarrió es un hombre enfermo y solitario, que ha perdido a sus tres hijas, dos de ellas casadas y la tercera muerta. Azorín describe la casa de su amigo como un hogar abandonado, un ambiente sosegado. Sarrió está enfermo y el autor va a visitarle. Sarrió encarna el paso del tiempo, el olvido, el recuerdo del pasado y la amistad. Azorín califica a su amigo de “hombre ilustre”, y le duele comprobar el estado que padece su antiguo compañero. Aparecen en este ensayo temas como la nostalgia y el dolor. Con un lenguaje delicado narra la vista que hace a su amigo y el momento en el que recibe la notificación de su muerte. Sarrió muere y Azorín dice: “una estela de amor y melancolía queda en nuestro espíritu”.
El hidalgo: El tema de este ensayo son las raíces de España. Este es el personaje que más me ha gustado porque creo que es en el que mejor queda plasmado el espíritu de la generación del 98. Se trata de un personaje que vive en una casa grande de piedra, sin tapices, ni mesas, ni sillas, ni cazuelas, ni tenedores. Parece por la descripción que el hogar es frío, abandonado, mísero. Todo transcurre una mañana cuando el hidalgo se levanta, se viste y coge su espada. La espada será el emblema que va a representar al pueblo español; Azorín describe la espada como el “alma de la raza”, “el valor, la entereza, la dignidad, la audacia y el sufrimiento silencioso”. El autor plantea “qué sería del hidalgo sin esa espada”. Esto lleva al lector a plantearse que el hidalgo vive en una mísera, una casa vacía, pero tiene la espada, y con ella puede vivir tranquilo y feliz. Por esto deduzco que intenta trasmitir el siguiente mensaje: decadencia de España a finales del siglo XIX, pero el alma de España y de los españoles permanece digna, audaz y valiente.
El trasnochador: (Don Juan). Un personaje curioso. Azorín lo describe como un ser extraño e interesante. El diálogo que llevan a cabo Azorín y su compañero nos desvela el ritmo de vida que lleva el trasnochador, que dice no dormir porque no puede acostarse sin ver la luz del día. Azorín comparte una de esas noches con él. Entre las actividades que realizan juntos esa noche, la visita al casino, un largo paseo por las calles y una cena en la casa de Don Juan. Al final Azorín se despide de su amigo, sale a la calle y mira al Oriente, que “ se tiñe de carmín, de nácar y de oro”. Ya ha amanecido.
Alejandro: Azorín habla con un médico forense. Éste le cuenta la historia de un hombre jovial llamado Alejandro que murió de apoplejía una noche en el casino. Este personaje es descrito como una persona alegre, conocido en Madrid porque invitaba a la gente en los cafés. Persona rica a la que gustaba comer bien y mucho. Cuenta el forense a Azorín que murió en el casino después de la cena y de una copa de ron. Alejandro charló y bailó con sus amigos hasta que se quedó dormido en una mesa. El médico asegura a Azorín que le aserró el cráneo a Alejandro y encontró una chispita de cerebro. Llegan a la conclusión de que para ver alegre la vida será necesario no tener sesos.
Canduela: Canduela está sentado en la mesa y Azorín lo describe como una persona vulgar, que viste normal, que guarda silencio, que parece un “pobre hombre”. Sin embargo, Canduela habla para dar detalles de su vida cotidiana, sin apariencias ni intención de impresionar, y desvela sutilmente que es un rico hijo de banquero. Azorín lo admira y define como una persona “excepcional” que lo es todo y tiene el arte exquisito de no parecer nada”. Canduela es un hombre madrileño de casta, fino, flexible, cortés, intuitivo e ingenioso.
Cervantes: Azorín cita en dos ocasiones a Cervantes, manifestando su admiración por él. Todo comienza cuando Azorín coge el tren, parece que viaja sin destino, cuando aterriza en Esquivias (Toledo), donde está la casa en la que vivió el ilustre escritor Cervantes. El lenguaje que emplea para referirse a los detalles que componen el hogar manifiestan la gran admiración que siente por él. Conoce a la novia de Cervantes en una sala de la casa. Ella le lleva una bandeja con pastas provincianas y una copa de vino. Azorín dice sentirse “insignificante” ante la joven lindísima y gentil que tiene ante sus ojos.
ESTRUCTURA DE LOS PUEBLOS
Los Pueblos es el primer volumen de artículos recogidos por su autor ordenados y tocándolos sólo en algún que otro cambio de título. Se trata de una selección que tiene un denominador común que viene indicado en el mismo título. Azorín prescindió, cuando se puso a la tarea de espigar sus colaboraciones periodísticas, de aquellas que tuvieran relación con los asuntos políticos y parlamentarios, urbanos y literarios, y se avino a elegir para la primera edición aquellos otros artículos que tuvieran como fondo, salvo alguna excepción que mencionaremos, espacios o personajes pueblerinos, ámbitos que transcurrieran en provincias o personajes que estuvieran relacionados con alguna filiación apartadiza o lugareña.
Cuando escribe Los Pueblos el artista se ha serenado, ha renunciado a sus viejos ideales ácratas y practica un tipo de crónica mucho más evocativa y melancólica. Algunos artículos pueden tener lectura narrativa y pueden ser leídos como auténticos cuento s o relatos. Así lo que podemos encontrar en el texto misceláneo que hoy manejamos son estampas de viaje, reflexiones sobre la sociedad nacional, leves cuadros costumbristas, angustias íntimas, revalorización de la literatura española, etc.
Otro eje, que como veremos al analizar la estructura, unifica su ordenación interna es el motivo del viaje, común a otros componentes de la generación del 98.
ESTRUCTURA EXTERNA
Introducción crítica de la obra por José María Valverde.
Noticia bibliográfica donde están anotadas las ediciones más importantes de Los Pueblos.
Bibliografía selecta donde aparecen algunos trabajos de interés sobre la obra azoriniana anterior a 1905.
Nota previa donde se aclara que el presente volumen consta de artículos que formaron la primera edición de Los Pueblos, entreverados con otros también publicados por Azorín en el diario España, en 1904 -dispuestos todos ellos en su orden cronológico-, más los artículos de la Andalucía Trágica, aparecidos en El Imparcial en 1905 y añadidos por Azorín a la edición de 1914 en Los Pueblos, más finalmente, los dos artículos Romero en el Romeral publicados también en El Imparcial a continuación de la serie La Andalucía Trágica y con los que Azorín acabó su colaboración con este diario.
Por tanto, la edición presenta dos imágenes de España:
Visión detallista de los pueblos de España, con un tono dulce.
Trágica visión de la Andalucía Trágica
ESTRUCTURA INTERNA
La primera edición de Los pueblos incluía todos los artículos publicados en el diario España (1904) -un centenar y medio en 1904 y los tres primeros meses de 1905- además del grupo de reportajes La Andalucía Trágica publicados como ya he dicho en El Imparcial (abril 1905) e incorporados a Los Pueblos en 1914.
En esta edición la disposición de los artículos sigue una ordenación cronológica, siguiendo el periódico, a costa de alterar el orden de las piezas de Los Pueblos para poder así insertar otros artículos no seleccionados por Azorín, dejando ver cómo éste iba saltando de un tema a otro y cambiando de tono y humor día tras día.
Su estructura interna recoge toda la labor periodística del autor durante la época del 1904, quizá la época de más rica y serena creatividad en toda la vida de Azorín. Es en Los Pueblos donde José Martínez Ruiz firma por primera vez y para siempre "Azorín", un salvoconducto para poder contar las sesiones parlamentarias poniéndolas en suave ridículo. De su labor de cronista parlamentario Azorín no seleccionó nada para Los Pueblos aunque posteriormente fuesen incluidas. Es el caso de los artículos Impresiones Parlamentarias (I y II) que nos dan un tono escéptico con el que Azorín se asomó al Parlamento -por ejemplo, haciendo una agria caricatura y escribiendo mal el nombre del que sería luego su jefe político-. En estos artículos Azorín se muestra crítico e incluso lanza a los políticos el calificativo de "traidores de la patria":
" (…) No puedo ser nada; soy un ser desdichado que ya no tiene idea de lo que le rodea ni siente curiosidad oír la vida de sus conciudadanos, ¡seré político!(…)"
Es a partir de marzo de 1904 cuando el lector español pudo empezar a percibir claramente que los artículos que publicaba Azorín cuando no había sesión parlamentaria eran un mundo aparte de nivel más elevado que esas crónicas. Así La Casa, la calle y el camino son irónicas declaraciones de frivolidad intelectual. Azorín se muestra melancólico del pasado frente a la civilización futura que sería la actual. Posteriormente, Azorín necesita apoyaturas históricas y culturales como es el caso del artículo Leopardi donde con un aire trascendente cuenta la historia del género humano. Enseguida, una pareja de artículos que parece homenaje literario resulta ser un reportaje actual y personal: La novia de Cervantes. En éste recuerda su viaje destino a Madrid; es una estructura cronológica en la que relata el día ordenadamente y de manera muy íntima. Otros artículos también rinden homenajes a escritores recientes como es el caso de La Filosofía de Pío Baroja.
Por otro lado, Azorín inventa luego un personaje británico - el Dr. Dekker- para cuatro artículos de crítica de costumbres nacionales. En el caso de La Tradición el autor argumenta el tema de la idiosincrasia española e introduce el diálogo. De ahí, más seriamente, pasa a considerar la sensibilidad crítica de su tiempo. A continuación, como crónica personal casi cómica vienen Las Desdichas y malandanzas de Azorín en levante sobre los estruendos domésticos.
El Grande Hombre en el pueblo, este artículo originariamente era una desanimada reflexión sobre cómo antologizar discursos y artículos, pero al recogerse en este libro, un oportuno cambio del párrafo final evitó esa paradoja y se convirtió en un homenaje a Emilio Castelar. Empieza entonces el "veraneo" de Azorín y comenzó a escribir reportajes sobre distintos sitios: balnearios tradicionales o playas elegantes del norte, llenos de personajes azorianos. En medio de estos paseos por Santander está una visita a Galdós.
Desde entonces hasta que se vuelve a abrir el congreso es cuando encontramos el período más interesante y variado: aquí se encuentra el bello artículo en memoria de Clarín, Sarrió - sobre la enfermedad del personaje de Antonio Azorín- y Lo Castizo.
Luego ya en el viaje de vuelta a Madrid, una de las mejores creaciones de Azorín es El Buen Juez el comentario de un libro se transforma en un relato de fina invención. Después tenemos otras dos obras maestras que también se reúnen en Los Pueblos: La Fama Póstuma, Un Trasnochador. Un gran contraste de tono hay en el siguiente artículo político y filosófico Una Opinión de Wells en el que tenemos al Azorín progresista. Tras eso, una vuelta sobre la trillada cuestión del matrimonio Las Ideas de Montaigne, seguida de otra característica pieza: Los Toros.
Se vuelve a abrir entonces la temporada parlamentaria y algún artículo de crítica social. Aquí se recogen Un Hidalgo y La Velada. Destacan dos piezas con carácter de auto referencia y casi auto homenaje; El Misterio de las Cosas: Dos desconocidas -sobre dos bellas damas que, por la calle, nombran al propio Azorín y sus crónicas en España- y La Muerte de Sarrió, complemento del Sarrió en que habíamos visto enfermo a éste.
El 6 de febrero Azorín publica Confesión de un Autor sobre la aparición de Los Pueblos (en marzo pasa a El Imparcial).
Como corresponsal destaca "La Andalucía Trágica". En ese mes de marzo, El Imparcial dedicaba persistente atención al problema del hambre en los campos andaluces. En estos cinco artículos (que se incorporaron a Los Pueblos en la edición del Renacimiento: "En Sevilla", "En Lebrija", "Los obreros de Lebrija", "Los sostenes de la Patria", "Arcos y su Filósofo") Azorín describe la trágica situación con un estilo agitado. Antes de volver de su trabajo como cronista Azorín cometió una travesura periodística: se le ocurrió visitar con ánimo de crónica al famoso político Romero Robledo, por entonces presidente del Congreso, a quien Azorín había atacado en sus crónicas parlamentarias. En esta visita Azorín recoge de su boca un comentario despectivo sobre el jefe de gobierno, Fernández Villaverde. El artículo se publicó y al otro día El Imparcial reproduce un telegrama de Romero Robledo desmintiendo lo dicho por Azorín. La situación se agrava con un segundo artículo en el que Azorín describe de modo imaginario como se reiría Robledo al redactar su escrito de desmentida. Pero lo importante es que estos dos artículos sirven de contrapunto, casi cómico, a los de la Andalucía trágica.
AZORÍN: LENGUAJE Y ESTILO
Azorín tiene numerosas novelas, pero también escribió miles de artículos a lo largo de su vida. Artículos que aparecieron en los periódicos más destacados de finales del siglo XIX( El País, El Imparcial, El Progreso, Madrid Cómico, El Globo...). Más tarde, su pluma encontrará acomodo en las publicaciones conservadoras. A partir de 1905, recala en ABC, que pasará a ser, ya hasta el momento de su muerte, el periódico de referencia del escritor.
Por lo tanto, Azorín, al escribir artículos periodísticos y colaborar con numerosos periódicos, marcó las notas esenciales del estilo del escritor: la sencillez, la claridad y la precisión.
Su intento fue crear un lenguaje llano, en el que las vaguedades sonoras de los escritores del siglo XIX dejasen paso a una mayor intimidad y exactitud. Por ello, ha llegado a poseer un estilo bellísimo, caracterizado por su fluidez y su transparencia en sus escritos.
Cita de Azorín con respecto a la sencillez del lenguaje:
“La elegancia...es la sencillez”. “Escribamos sencillamente. No seamos afectados... Llegan más adentro en el espíritu, en la sensibilidad, los hechos narrados limpiamente que los enojosos e inexpresivos superlativos”. ”La sencillez, la dificilísima sencillez, es una cuestión de método. Haced lo siguiente y habréis alcanzado de golpe el gran estilo: colocad una cosa después de la otra. Nada más; esto es todo”.
En cuanto al lenguaje: la sintaxis no puede ser más simple; predominan en su prosa las oraciones coordinadas y yuxtapuestas y evita la subordinación.
Utiliza frases muy breves que van sucediéndose sin complicados enlaces y el conjunto produce la sensación de algo elaborado con pulcritud y elegancia.
Con un léxico riquísimo, donde abundan los neologismos y los arcaísmos y que el autor sabe escoger con notable tacto.
La crónica , género que utiliza Azorín en muchos casos, es un género periodístico que posee características propias del reportaje(género informativo), y del artículo(género de opinión). En la crónica se ofrece al lector : la narración de los hechos, que amplía la escueta noticia; la descripción de los detalles ambientales; y las impresiones y opiniones personales del periodista ante los sucesos que narra. Éste muestra los hechos a sus lectores desde su óptica personal.
La crónica tiene, por tanto, Fragmentos narrativos que nos informan del hecho; descriptivos, en los que el periodista aporta los detalles ambientales; y argumentativos, en los que el autor ofrece su opinión personal.
En conclusión, Azorín intenta explicar el conflicto de forma que pueda entenderlo, sin demasiado esfuerzo, un lector medio. Y ahí reside la riqueza en el lenguaje y el estilo del escritor y periodista.
EJEMPLOS DE SU LENGUAJE Y ESTILO:
Azorín se expresa en sus artículos, tanto en primera como en primera y segunda persona del plural, sobretodo e la primera persona, puesto que relata sus propios viajes y experiencias, así como su opinión personal al respecto:
“ Yo ya no sé nada” “Yo he farfullado brillantes crónicas, y llego a sentir ya remisa y anodina la pluma” “Esto es lo que constituye mi tristeza”. Ejemplo en primera persona.
“¿No habéis leído también alguna novela picaresca?” “ Subamos a ver a nuestro amigo”. Ejemplos de la segunda y primera persona del plural, respectivamente.
En cuanto al léxico, el escritor emplea muchos arcaísmos, valencianismos, onomatopeyas...
Valencianismo: “Noguera”, que significa Nogal.
Arcaísmos: “Facedores”, que hace referencia a la antigua “alma castellana”. “Chatones”: clavos de cabeza muy ancha. “Almonas”: tiene dos posibles acepciones, por un lado jabonerías, y por otro, almacenes públicos. “Altabaque”: cesta, caja o bolsa para hacer una colecta. “Peltreros”: los que trabajan el peltre, aleación de cinc, plomo y estaño.
Onomatopeyas: “Unas campanas me despiertan; son tres campanadas: dos hacen un tan tan sonoro y ruidoso, y la tercera, ...”
Utiliza frases cortas y oraciones simples y coordinadas. Evita las subordinaciones:
“Ya en la calle no hay barro, ni los coches nos atropellan, ni los carromatos nos ensordecen, ni los transeúntes nos codean, ni el sol nos tuesta, ni la lluvia nos cala, ni el viento helado, sutil, del Guadarrama nos petrifica”. Ejemplo de una oración coordinada con el nexo “ ni” .
En los artículos que escribe, abundan las descripciones, y por tanto, los adjetivos:
“Y así llegamos a la plaza; una palmera dobla en ella sus ramas inmóviles, brillantes: entre sus troncos surge el follaje oscuro de los naranjos. Y en el centro, sobre un pedestal de granito, un busto de bronce de Nebrija destaca con su cara rapada y sus guedejas. El sol reverbera fulgurante en las blancas paredes...”
“ Madrid se ha transformado radicalmente; las grandes urbes, pletóricas, congestionadas, replegadas sobre sí mismas, han desaparecido”.
En todos sus artículos, emplea oraciones interrogativas, y creo que es un recurso que utiliza por dos motivos: en primer lugar, se sirve de ellas para poder argumentar su opinión e interpretación acerca de un tema; y por otro, las deja en el aire, para que el lector piense y reflexione acerca del tema que trata:
¿ Cómo todas estas ciudades viejas han muerto?...¿Cómo estas mesetas centrales, que fueron antes el asiento de toda la grandeza y fortaleza de España han llegado a la ruina presente? Éste es un ejemplo de preguntas que el autor emplea para argumentar sus ideas sobre lo que menciona en las preguntas; y por otro lado, están las preguntas que utiliza para que el lector reflexione: “¿Comprendéis como las arcaicas ciudades se han expansionado y disgregado en inmensas y saludables ramificaciones?”
Los verbos suelen aparecer en presente, pasado, pretérito perfecto y pretérito pluscuamperfecto, pero lo que llama la atención en Azorín son los imperativos, con el fin de animar a sus lectores, de persuadirles para que hagan un viaje, visiten un pueblo...
“Venid con nosotros; entrad en una de estas vetustas ciudades españolas... Vedlo y recorredlo todo: empapaos del espíritu de la vieja España...Entonces retiraos un momento a vuestra posada, y pensad, con el recogimiento de un creyente, en esta España fuerte de la leyenda”.
Por último, muchos de los artículos de Azorín, introduce el diálogo entre él y otros personajes de los pueblos, o incluso entre los propios personajes . También introduce citas, tanto de políticos, como de otros escritores e intelectuales:
-Benito- le digo yo a mi guía-, ¿dónde para esa fonda?
-¡Ya estamos! -Dice él señalando una casa.
La fonda está en un recodo de la ancha plaza.
-¡A la paz de Dios!- Grito yo cuando pongo los pies en el zaguán.
Nadie contesta. Yo repito con voz más recia:
-¿No hay nadie aquí?
-¡Consolación, Consolación!- se oye gritar allá en una pieza remota...
Crítica literaria de Azorín y de su obra Los Pueblos.
Lo que otros autores han dicho
¿Quién es hoy Azorín en la literatura española? La crítica sigue le considerando uno de los mejores estilistas de la primera mitad del siglo XX, que elaboró una prosa rápida, dinámica, de sencilla apariencia y tono coloquial. Un estilo que parecía especialmente adaptado a la sensibilidad moderna, aunque hoy se prefieran formas de expresión más complejas. Un estilo que, junto con el de Baroja, ha sido uno de los que más han influido en las maneras posteriores de escritura. Se le reconoce también una sensibilidad exquisita para el detalle y el matiz, manifiesta en sus excelentes descripciones de paisajes e interiores, de ambientes en general, y es uno de los mejores intérpretes de los paisajes españoles, en especial de los castellanos. Pero la importancia de los escritos de Azorín sobre la España rural no reside en sus detalladas descripciones, ni en el intento de interpretar a través de ellos el alma de España; sino en el poder de transmitir al lector una visión de España que, incluso para quienes conocen los lugares descritos, contiene elementos de auténtico descubrimiento.
Asimismo se admiran en su obra algunas finas glosas de textos clásicos españoles, que Azorín recupera para el lector. Pero, en cambio, se le considera un crítico arbitrario, caprichoso y sin ningún tipo de rigor subjetivo.
La crítica señala la obsesiva preocupación de Azorín por el Tiempo como núcleo de su pensamiento. Diversos autores como Baroja, Clavería o Rand declaran que no es el paso del tiempo que se lleva nuestras experiencias y sensaciones, ni el misterio del Tiempo, ni la conciencia de vivir en el Tiempo lo que más le atormenta a Azorín. Sino que lo que le obsesiona -al igual que al resto de los miembros de la Generación del 98- es la conciencia de la falta de finalidad: "Vivimos, morimos, nos angustiamos, y tampoco tenemos finalidad alguna".
En primer lugar, nos gustaría destacar un brillante comentario que publicó el filósofo y escritor español, Julián Marías, acerca de la persona y obra de Azorín. Constituye un artículo reflexivo y emocionado de la trayectoria del autor de la Generación del 98, publicado en ABC, el 23 de agosto de 2001.
Azorín en movimiento
Julián Marías.
La lectura de Azorín ha pasado por muy diversas fases que han afectado a su integridad, configuración y contenido. Durante su larguísima vida de 97 años fue leído sobre todo en artículos de periódico, lo que le dio enorme difusión fragmentaria y una gran popularidad, condicionada por esa forma de lectura. Después de su muerte quedaron los numerosos libros, solo parcialmente accesibles, poco conocidos y no por muchos; andando el tiempo, las ediciones empezaron a ser raras, difícilmente encontrables; sobrevino la funesta "descatalogación", que convirtió en rarezas los libros más frecuentados y habituales; aparecieron finalmente los "disuasores" profesionales de su lectura. Esta es la situación actual.
Esto afecta sustancialmente a la visión dominante hoy de Azorín y la hace particularmente inadecuada. No sólo fragmentaria, sino contraria a su sentido; una visión "estática", casi paralítica, sin continuidad. La realidad es estrictamente la contraria: a Azorín hay que verlo en movimiento, como un escritor dominado por la temporalidad, por el cambio, por el dramatismo; lo que puede parecer inmovilidad es otra cosa: el sosiego, la detención, la morosidad en la contemplación. […]
Pero no esto sólo; el tratamiento de la realidad física, sobre todo española, fue igualmente dinámico: las tierras, los paisajes, los pueblos y ciudades, todo está visto temporalmente, atento al paso del tiempo, a su huella, a su fecha. Esto se extiende naturalmente a los personajes del drama histórico: los autores, las figuras estudiadas, evocadas en su momento, en su situación histórica, en su puesto insustituible. Si se reunieran por su orden los autores evocados y estudiados por Azorín, desde el "Poema del Cid" hasta los muchos más jóvenes que Azorín mismo, se tendría la mejor y más penetrante historia de la literatura española. Ese tesoro espera ahí la atención de los estudiosos, cumplida solo en mínima parte. […]
Es asombroso el conocimiento que acumuló Azorín de todo lo que fue real en España durante siglos. […]
Es decir, al contrario de lo que se piensa, de lo que circula como una imagen fijada, inmovilizada de este autor, cuya excepcional riqueza se escapa. Azorín ha resultado ser el gran desconocido. Su riqueza es excepcional; trató de un número inmenso de géneros, autores, figuras históricas, épocas; atendió incomparablemente más que todos sus coetáneos a las diferentes dimensiones de lo real. Todo eso está ahí, disponible, interpretado sagazmente, con increíble amor y comprensión, y con ese elemento que podría ser precioso y sin embargo se ha convertido en un estímulo hacia la falsedad, hacia la interpretación errónea: el sosiego.
Azorín no tenía prisa; parece que contaba con un tiempo ilimitado; se recreaba morosamente en la visión de lo real, en su evocación calmosa, lenta, que no perdía detalle. Justamente para salvar y conservar el movimiento, el cambio, el tiempo que pasa y va quedando. […] La importancia de Azorín dentro de su prodigiosa generación me parece insuperable.
[…] la figura de Azorín es en varios sentidos la más rica y compleja de todo el 98. Frente a su visión abarcadora, de asombrosa riqueza, que no dejó nada fuera, las demás extraordinarias visiones de sus coetáneos parecen inapreciables perspectivas parciales particulares, de preciosa intensidad. Un rasgo esencial de Azorín, condición de esta amplitud única, fue su generosidad ilimitada. Su atención se fijó en todo: paisajes, pueblos, ciudades, fases de la historia de esos pueblos que parecían muertos, llenos de vida soterrada, de los cuales se nutrió su visión y nos permitió poseerlos a los demás; las figuras de la historia, grandes y pequeñas, vistas en su momento preciso, en su perspectiva justa, dando los latidos sin los cuales no entendemos el mundo en que vivieron; la comprensión de las viejas casas abandonadas, llenas de sabor, del sentido de la vida que dejó en ellas su huella. Podemos poseer la historia entera de España tal como aconteció, en su realidad conservada, salvada por la visión aguda, generosa, creadora, que no toleró las muertes sucesivas de los pasos del tiempo.
Veo la obra de Azorín como una enorme posibilidad, […] que no renuncia a ningún aspecto de nuestra realidad de casi dos milenios, de aquello de que estamos hechos, de donde venimos, de lo que somos. En ninguna parte se ha conservado con tanta vivacidad, con tanta fidelidad, lo que la totalidad de España ha sido durante siglos. Azorín no era un hombre genial; quiero decir que no pretendía serlo, ni actuaba como tal. Se limitaba a mirar, a reflejar lo que veía, naturalmente interpretándolo creadoramente, con generosidad que asombra; asombro me produce que escribió un volumen entero sobre la obra de su coetáneo, vecino y amigo Pío Baroja. ¿Quién ha hecho algo semejante? A este tratamiento sometió la realidad casi íntegra de siglos y siglos de España. El resultado es simplemente asombroso. Lo único necesario es poner esa realidad en movimiento y dedicarle una pequeña fracción de la generosidad con que fue contemplada, interpretada, conservada, salvada por Azorín.
Por su parte, Ignacio Arellano, Catedrático de Literatura de la Universidad de Navarra, escribió el 29 de diciembre de 2001, en el Diario de Navarra, otro artículo sobre el genial autor y su obra.
Azorín, la mejor medicina para un espíritu atribulado
"José Martínez Ruiz, Azorín, uno de los más famosos escritores de la llamada generación del 98 que fue considerado un «clásico del idioma», hoy parece haberse ocultado discretamente, alejándose del interés más vivo de ciertos lectores. Y sin embargo este delicado estilista menor puede ofrecer moderados placeres a quien se asome a sus páginas". […]
"Es el poder sedante, sosegador, de sus melancólicas evocaciones lo que mantiene su atractivo. Conviene asomarse un momento a los crepúsculos de Azorín, a sus zaguanes azulados, sus patizuelos empedrados de guijos, con parras retorcidas y los inevitables evónimos pomposos, como el que describe en «La novia de Cervantes». Una solitaria serenidad, algo triste, se desprende de estos ambientes vacíos de grandes pasiones, atentos a las cosas menudas, a las pequeñas frustraciones provincianas, a los finos paisajes castellanos envueltos en la luz azul del mediodía o en la rojiza luz del lubricán. En algunos textos como «La Andalucía trágica» hay una dura denuncia de la injusticia social, de la pobreza y la tuberculosis que diezman a los campesinos, pero el escritor filósofo la asume desde una amargura tranquila, en sus errantes paseos ante el oscuro zaguán (palabra favorita de Azorín) de una casa solariega, a lo largo de una calleja de artesanos, mientras conversa con un talabartero igualmente filósofo, el tío Joaquinito, que reflexiona debajo de sus colgaduras de ataharres, jáquimas y pretales". (Sí, para leer a Azorín hay que tener el diccionario a mano)
"Azorín es un tratamiento terapéutico para el espíritu acongojado, para la inquietud de ánimo".
"Las obras de Azorín, como la Castilla que describe, están llenas de «conventos, callejuelas con mercaderes, jardines encerrados en los palacios, caminos amarillentos y sinuosos, fonditas destartaladas, hidalgos que no hacen nada, clérigos de balandranes verdosos, muchachas que van a pasear a las estaciones» («El mar»), esas jóvenes provincianas (Juanita, Lola, Carmen, Enriqueta, Eulalia) lindas y pálidas, que esperan algún improbable episodio romántico en un salón donde suena un piano con notas lentas y sonoras... ¿Un ejemplo de paisaje azoriniano? El crepúsculo de Esquivias, iluminado con suavidades nacaradas en la llanura inmensa, monótona, gris, silenciosa, llanura melancólica bajo las estrellas fulgurantes... («La novia de Cervantes»). ¿Un pueblo? El de su amigo Sarrió («Sarrió») «pueblecillo sosegado y claro; el sol iluminaba la ancha plaza; unas sombras azules, frescas, caían en un ángulo de los aleros de las casas y bañaban las puertas; la iglesia, con sus dos torres de piedra, torres viejas, torres doradas, se levantaba en el fondo, destacando sobre el cielo limpio, luminoso. Y en el medio, la fuente deja caer sus cuatro caños, con un son rumoroso en la taza labrada». No falta en estos pueblos nunca una calle llena de talleres de aperadores, talabarteros, peltreros, herradores, chicarreros, pelaires, tundidores, perchadores, boteros... que además de ejercitar las tareas propias de su oficio cantan los viejos romances del Cid" […]
"¿Una estancia? Esta de una casita levantina: «La estancia era pequeña: era una salita de estas casas levantinas, construidas de maciza piedra, que parecen cajas sonoras. Las paredes son blancas, estucadas, brillantes; el pavimento, de diminutos mosaicos, frotado y refrotado por la aljofifa, tiene claridades e irisaciones de espejo; el pasamanos de la escalera, de caoba pulimentada, refulge bajo la luz que cae de la alta claraboya y forma en torno a los peldaños un culebreo luminoso»".
"¿Un personaje? Canduela («Siluetas de Zaldívar»): «Canduela viste un traje sencillo, gris, de alpaca; Canduela luce una corbata indefinible, que creéis haber visto mil veces sobre el pecho de un oficial quinto, de un viajante de comercio, de un estudiante de medicina; Canduela come en silencio». Yo preferiría ver a Canduela, quizá, con una capa colorada, y una corbata azul cobalto, y un casco de plata, pero, ¿qué le vamos a hacer?, es un personaje de Azorín, y lleva un traje gris y una corbata indefinible. Pero no nos equivoquemos, nos avisa el escritor: este Canduela, que parece tan gris y tan indefinido, «ha viajado por países extraños». ¿Qué países? Azorín nos los revela con cierto asombro: fue una vez en el rápido de Bruselas a París, y todos los años a Biarritz".
"En toda su obra domina la emoción del escritor, una peculiar sensibilidad lírica que apunta de algún modo en su «Confesión de un autor»: «Todo tiene su valor estético y psicológico; los conciertos diminutos de las cosas son tan interesantes para el artista como las grandes síntesis universales. Hay ya una nueva belleza, un nuevo arte en lo pequeño, en los detalles insignificantes, en lo ordinario, en lo prosaico... necesitamos hechos microscópicos que sean reveladores de la vida y que emsamblados armónicamente con simplicidad, con claridad, nos muestren la fuerza misteriosa del universo»".
En un artículo publicado en la Revista de Cultura de Venezuela, José Bergamín, reconoce a Azorín como a uno de los maestros de la literatura española, y comenta:
"Las obras de Azorín están, deben estar en todas las manos de quienes de verdad amen nuestras letras españolas, amen a España". […]
Por otra parte, Azorín fue siempre objeto de una admiración similar de casi todos sus contemporáneos y de entusiastas homenajes. En uno de ellos dijo Ramón Gómez de la Serna: "Festejamos al mayor hombre de pro de la literatura actual, al que supo englobar por primera vez la sensibilidad y el estilo". En otra ocasión semejante, dijo Eugenio d'Ors: " Nosotros nos hemos acostumbrado, a que el pasado literario español llegase, en parte, a nosotros, a través de la recreación que representa la sensibilidad de Azorín".
Y Francisco Gradmontagne escribió: "Es corriente la creencia de que Azorín es el tipo representativo del literato puro. Yo atribuyo a su obra un alcance mucho mayor. Ningún escritor ha tenido en España más imitadores. Su mismo seudónimo -Azorín-, diminutivo de azor, evoca lo alado, lo raudo, veloz y cortante, cualidades esenciales de su prosa magnífica".
Muchos autores han coincidido en señalar que lo esencial del estilo azoriniano es la sencillez, la claridad y la precisión de su lenguaje. El propio Azorín valoró su estilo:
"La elegancia... es la sencillez". "Escribamos sencillamente. No seamos afectados... Llegan más adentro en el espíritu, en la sensibilidad, los hechos narrados limpiamente que los enojosos e inexpresivos superlativos". "La sencillez, la dificilísima sencillez, es una cuestión de método. Haced lo siguiente y habréis alcanzado de golpe el gran estilo: colocad una cosa después de la otra. Nada más; esto es todo".
Por su parte, Ortega dirá de él que es un "sensitivo de la historia", al tratar con tanto lirismo los pueblos, paisajes y personas que encarnan el alma de España; que conservan ese espíritu de lo verdaderamente español frente a la decadencia de las ciudades.
Se ha dicho también que quizá sean sus páginas más logradas aquellas en las que lleva a cabo una personalísima interpretación de nuestros clásicos. Interpretación más que crítica. Sobre esto Azorín opinaba: "¿He hecho yo crítica? No sé, he intentado expresar la impresión que en mí producía una obra de arte". Sin embargo, el crítico Blanco Aguinaga, en su obra Juventud del 98 acusarán a Azorín de trivializar los clásicos añadiéndoles un final feliz.
En cuanto a su persona, Ignacio Arellano continúa diciendo:
"Siempre fue un hombre tímido, despacioso, de voz baja y suave, y de pocas palabras. Correctísimo en su expresión, como dominador del idioma, pero parco y contenido. Como parlamentario, se distinguió en las intervenciones breves y agudas, o en las proposiciones que leía. Muy parco también de gestos y ademanes. Rostro de una invariabilidad que llamaba la atención, sobre todo en un compañero de generación de Unamuno, Valle Inclán y Baroja. Manos finas y delicadas alzadas de tarde en tarde hasta las sienes para posar allí un momento el índice, en un único ademán habitual".
"Antes de la guerra Civil, y en las raras ocasiones en que salía -nunca para ir al café o asistir a las tertulias habituales de los literatos-, iba a pasarse largo rato en las estaciones del metropolitano, viendo desfilar al abigarrado público que toma los trenes. Allí muchos madrileños lo reconocían, con su aire de serenidad extraordinaria, el gesto ausente y las dos manos sobre el bastón que tenía entre las rodillas".
Valoración crítica personal de Los Pueblos.
De la presente obra hemos querido destacar el hecho de que se trata de una recopilación de artículos de muy diversos temas. Esto otorga a la obra, en nuestra opinión, cierto carácter fragmentario -a pesar de que muchos críticos piensan lo contrario-. Para ello, nos hemos basado en la realidad que nos ofrece y describe Azorín. En este sentido, nos encontramos con un repaso a la actualidad política del momento (ej. 3 artículos titulados Impresiones parlamentarias, en las que critica abiertamente a la clase política que impera en su tiempo -que viste desaliñada y no se preocupa por nada ni tiene interés por sus funciones-); o nos cuenta Azorín La historia del género humano, desde la obra de Leopardi: de cómo se creó la Humanidad -incluso nos narra el Diluvio Universal-, y de cuáles son los valores del hombre que lucha por conquistar pero que le llevan por la calle de la amargura al mismo tiempo… Pero rápidamente vuelve a la sociedad de la época y describe los cambios acontecidos que han transformado a las ciudades, o la decadencia de los pueblos debido al éxodo rural. Asimismo, nos lleva Azorín hasta la casa de Galdós o nos recuerda las figuras de sus tan apreciados amigos Baroja y Clarín. Por tanto, lo que nosotros hemos querido señalar, es este vaivén frenético y descontrolado por el que el autor nos conduce y que, ciertamente, a veces nos desconcierta. ¡Eso sí!, siempre con un denominador común: la descripción minuciosa de los ambientes, personajes -grandes o pequeños- (lo que denominó Unamuno como la intrahistoria), los paisajes, e, incluso, los sentimientos que le inspiran esos pueblos solitarios y olvidados de la España rural -que para Azorín encarnarán el alma de España-.
Por tanto, a pesar de esta fragmentación temática, cabe destacar ese hilo conductor que es la descripción y el relato de los pueblos de España, de sus gentes, costumbres, formas de vida y de pensamiento. Y es esto lo que más nos ha gustado. Nos ha gustado porque nos ofrece un fiel reflejo de la sociedad española a principios del siglo XX, con cierto tinte costumbrista. Refleja los tipos humanos: políticos, campesinos, mozuelas provincianas, literatos, comerciantes, etc. Además, Azorín nos lo describe todo con un lenguaje sencillo, llano, directo, cercano a nosotros -pues sus artículos eran dirigidos a los lectores de periódicos- (hecho que nos interesa mucho a nosotros). Asimismo, cabe destacar el rico léxico que utiliza el autor, lleno de arcaísmos, regionalismos, vocablos castizos, o, incluso, de su propia cosecha; así como la presencia de frases cortas que le otorgan cierto ritmo a la lectura que nosotros hemos agradecido.
Por otro lado, también destacamos del estilo periodístico -que tanto nos interesa- la interacción con el lector. En este sentido, Azorín llama nuestra atención con un lenguaje muy directo, con interrogantes -que son dirigidas hacia nosotros- , o nombrándonos (ej.: "no, no, lector. Amigo lector…"); rasgos que nos hacen partícipes y despiertan nuestro interés por seguir con la lectura. Del mismo modo, aparecen en ciertas ocasiones la intriga, los consejos y la ironía, que atraen la atención del lector y hacen más amena la lectura. Así, dos de los artículos que más nos han gustado ha sido: La paradoja del pez y el reloj o Lo castizo, ambos episodios caracterizados por la ironía y con cierta moraleja.
Por último, queremos destacar el valor literario e histórico de estos artículos de Azorín. Gracias a su vasta cultura, nos da a conocer innumerables anécdotas, acontecimientos, personajes políticos y episodios de la Historia de España (así, por ej., hablará de la política de los Reyes Católicos, de las prohibiciones de Carlos IV, de políticos del momento) que han ayudado a conformar la Historia y han contribuido en su esplendor y posterior decadencia. Del mismo modo nos da a conocer a importantísimos protagonistas de nuestra literatura (Cervantes, Galdós, Baroja, Clarín) y resucita las obras clásicas perdidas, en ese intento de recuperar el esplendor de las letras españolas.
En definitiva, se trata de una serie de artículos brillantes que van dejando una honda preocupación por el espíritu, por la fuerza y por el alma de un país que, con el paso del tiempo -muy presente en toda la obra-, ha ido perdiendo su identidad; y por la que el autor -junto con otros compañeros de la Generación del 98- lucha por recuperar.
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Enviado por: | Lucia |
Idioma: | castellano |
País: | España |