Literatura
Literatura y psicología
EXISTENCIALISMO
Se denomina Existencialismo a la corriente filosófica que se desarrolló en Europa entre las dos guerras mundiales -situación cultural y política de crisis- y por ello en cierto sentido es expresión de la desorientación y desarraigo, producidos por los cambios en la cultura, valores y principios que caracterizaron esa sociedad durante una época histórica determinada. Pero, la filosofía existencialista, se halla arraigada en la tradición filosófica, sobre todo en el pensamiento de la modernidad y en el modo en que este planteó sus problemas fundamentales.
A su vez, se puede señalar que unas de las filosofías mas controvertidas y de mayor difusión en le siglo XX es el existencialismo. Estas corrientes tienen sus inicios después de la primera guerra mundial, cuyas resonancias al igual que las de la segunda guerra mundial- son verdaderamente críticas.
La filosofía existencial, o existencialismo, se interesa en reflexionar sobre el sentido de la existencia y de la muerte, por encima de cuestiones abstractas que supuestamente encubren los conflictos del hombre. La preferencia por estas temáticas hace del existencialismo una filosofía de interés para todos.
Jean Paul Sartre ha sido considerado como el padre del existencialismo ateo. Es quien hace de la negación de Dios la esencia misma de su sistema. Dentro de la literatura actual, Sartre es de los más leídos, a la vez que ha sido uno de los autores que más ha influido gracias a su estilo genial, quien junta la lógica del razonamiento filosófico. Traspasa las fronteras francesas y ejerce parcialmente una influencia preponderante, incluso en Alemania, fuera de los círculos de especialistas, se considera como maestro por excelencia del existencialismo ateo de este tiempo.
En cierto aspecto, el existencialismo se nos presenta como un camino de salvación. Esta doctrina nació dentro de una crisis histórica. Las dos guerras mundiales habían dejado millones y millones de muertos. Alemania responsable de las guerras, había sido derrotada. La gente vivía en una situación difícil, hubo un pesimismo grande en Europa. El existencialismo es y tiene una posición polémica contra la razón, parte de algo concreto.
El existencialismo desemboca como doctrina, en una moral atea porque la negación de Dios creará una ética. Si Dios no existe, todo está permitido, puesto que no hay valores previos al faltar la conciencia infinitamente perfecta que lo que piense y obligue a ellos. Como aporte a la filosofía contemporánea deja decenas de escritos que de una forma u otra han influenciado grandemente en las diversas concepciones, sobre Dios, el hombre y el mundo, que las personas puedan tener.
Individualismo moral
La mayoría de los filósofos desde Platón han mantenido que el bien ético más elevado es el mismo para todos: en la medida en que uno se acerca de la perfección moral, se parece a los demás individuos perfectos en el plano moral. El filósofo danés del siglo XIX Sören Kierkegaard, el primer escritor que se calificó de existencialista, reaccionó contra esta tradición al insistir en que el bien más elevado para el individuo es encontrar su propia y única vocación. Como escribió en su diario: "Tengo que encontrar una verdad que sea verdadera para mí… la idea por la que pueda vivir o morir". Otros escritores existencialistas se han hecho eco de la creencia de Kierkegaard de que uno ha de elegir el camino propio sin la ayuda de modelos universales, objetivos. En contra de la idea tradicional de que la elección moral implica un juicio objetivo sobre el bien y el mal, los existencialistas han afirmado que no se puede encontrar ninguna base objetiva, racional, para defender las decisiones morales. El filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche sostuvo que el individuo tiene que decidir qué situaciones deben ser consideradas como situaciones morales.
Subjetividad
Todos los existencialistas han seguido a Kierkegaard al resaltar la importancia de la acción individual apasionada al decidir sobre la moral y la verdad. Han insistido, por tanto, en que la experiencia personal y actuar según las convicciones propias son factores esenciales para llegar a la verdad. Así, la comprensión de una situación por parte de alguien que está comprometido en esa situación es más alta que la del observador indiferente, objetivo. Este énfasis puesto en la perspectiva del agente individual ha hecho que los existencialistas sean suspicaces respecto al razonamiento sistemático.
Temor y angustia
Kierkegaard mantenía que es crucial para el espíritu reconocer que uno tiene miedo no sólo de objetos específicos sino también un sentimiento de aprehensión general, que llamó temor. Lo interpretó como la forma que tenía Dios de pedir a cada individuo un compromiso para adoptar un tipo de vida personal válido. La palabra angustia posee un papel decisivo similar en el trabajo del filósofo alemán del siglo XX Martin Heidegger; la angustia lleva a la confrontación del individuo con la nada y con la imposibilidad de encontrar una justificación última para la elección que la persona tiene que hacer. En la filosofía de Sartre, la palabra náusea se utiliza para el reconocimiento que realiza el individuo de la contingencia del universo, y la palabra angustia para el reconocimiento de la libertad total de elección a la que hace frente el hombre en cada momento.
Kierkegaard
Kierkegaard, considerado como el fundador del existencialismo moderno, reaccionó contra el idealismo absoluto sistemático del filósofo alemán del siglo XIX Georg Wilhelm Friedrich Hegel, que afirmó haber encontrado un entendimiento racional total de la humanidad y de la historia. Kierkegaard, por el contrario, resaltó la ambigüedad y lo absurdo de la situación humana. La respuesta individual a esta situación tiene que ser vivir una existencia comprometida por completo, y este compromiso sólo puede ser entendido por el individuo que lo asume. El individuo, por lo tanto, tiene que estar siempre dispuesto para desafiar las normas de la sociedad en nombre de la mayor autoridad de un tipo de vida auténtica en el orden personal. Kierkegaard abogó por un "cambio de fe" en el modo de vida cristiano que, aunque incomprensible y lleno de riesgos, era el único compromiso que, según creía, podía salvar al individuo de la desesperación.
Nietzsche
Nietzsche, que no conocía el trabajo de Kierkegaard, transformó el pensamiento existencialista posterior a través de su crítica de las tradicionales suposiciones metafísicas y morales, y su adopción del pesimismo trágico y de la voluntad individual afirmadora de la vida que la opone a la conformidad moral de la mayoría. En oposición a Kierkegaard, cuyo ataque a la moral convencional le llevó a defender un cristianismo radical e independiente, Nietzsche proclamó la "muerte de Dios" y rechazó toda la tradición moral judeocristiana en favor de los heroicos ideales paganos.
Heidegger
Heidegger, al igual que Pascal y Kierkegaard, reaccionó en contra del intento de fundamentar la filosofía sobre una base conclusiva racionalista, en este caso la fenomenología del filósofo alemán del siglo XX Edmund Husserl. Heidegger afirmó que la humanidad se encuentra en un mundo incomprensible e indiferente.
Ontología fenomenológica.
Por ontología fenomenológica debe entenderse una teoría del ser que se fundamenta en ciertos principios fenomenológicos como el de la intencionalidad y el de la descripción reflexiva. Dice Wahl que Sartre establece su ontología fenomenológica sobre cuatros mitos: lo “en-sí”, la “para-sí”, la nada y el ser. De ellos, los dos últimos son los menos míticos precisamente porque, en El ser y la nada, ni hay nada ni hay ser. El rigor lógico con que Sartre ha ensamblado su sistema ha sido atacado, a pesar de lo cual intenta fundamentar su ontología en la experiencia. Parte del análisis de su propia conciencia, lo que le permite hacer una distinción básica de su ontología: la del “en-sí”, que identifica al ente, y el “ser-para-sí”, con la nada.
Sartre: El filósofo
Jean Paul Sartre es considerado el padre del existencialismo y principal y más genuino participante. Admirado como el gran filósofo de la segunda mitad del siglo XX y también por sus obras literarias, en especial por su teatro. Sartre fue ante todo un hombre público, se mantuvo siempre en la brecha tomando posición ante los avatares políticos contemporáneos y teorizó el compromiso del intelectual con el mundo y la realidad. Contribuyó al desarrollo y difusión del existencialismo con todos los medios a su alcance: obras filosóficas, ensayos, novelas, narraciones, obras teatrales, manifestaciones callejeras, etc.
Sartre es el último representante de una de las tradiciones existencialistas. Podríamos definir el existencialismo como una filosofía que reacciona contra la filosofía de las ideas y la filosofía de las cosas. La cuestión fundamental que tratará, no es tanto la existencia en toda su extensión sino la existencia del hombre, tema hasta entonces desconocido en provecho de las filosofías del mundo y del espíritu. No obstante, el existencialismo está respaldado por una larga serie de antepasados. Es el llamamiento de Sócrates “conócete a ti mismo” es el mensaje de los estoicos llamando al dominio sobre uno mismo, al enfrentamiento del destino.
Definición Sartreana del Existencialismo
Ciertamente tiene razón Sartre en su observación cuando dice que la palabra “existencialismo” se ha puesto en relación hoy con tan diversos hechos, que ya no dice nada, “rien de tout”. Sin embargo, en sus propios escritos se encuentran no pocas y exactas respuestas, que no plantean duda alguna sobre qué entiende el mismo por “existencialismo”. Esas respuestas no son fáciles, ciertamente, de reducir a un denominador común, pero se encuentran entre sí en una clara relación y la una interpreta a la otra y lo hace comprensible.
Tres “definiciones” de existencialismo.
Primera: “El existencialismo no es otra cosa que el intento de sacar todas las consecuencias de una posición unitariamente atea”. Ateísmo: ése es de hecho el punto de partida de Sartre, que él presupone sin aducir la más mínima argumentación.
Segunda: “No hay naturaleza humana...El hombre no es otra cosa que lo que él mismo hace de sí. Ese es el primer principio del existencialismo”. Continuamente mantiene Sartre esta posición: “Es un hecho que...no hay naturaleza humana alguna en la que pudiera apoyarme”.
Tercera: “La filosofía existencialista es, sobre todo, una filosofía que afirma: la existencia precede a la esencia”. Sartre, es cierto, diferencia “dos clases de existencialistas”: los cristianos y los ateos, pero ambos, dice tienen una cosa en común: la convicción de que la existencia precede a la esencia. Aunque sea ésta una afirmación muy problemática por lo que hace a los “existencialistas cristianos”, entre los que él cita a Gabriel Marcel y Karl Jaspers, no cabe duda alguna sobre qué quiere afirmar él aquí.
El Ser y la Nada
En El Ser y la Nada, Sartre afirma que lo que existe es lo que aparece, lo que se manifiesta, por lo que la apariencia es la esencia misma, lo objetivo de cuanto existe. Tras esta identificación, la tarea de la filosofía es describir la apariencia, construir una ontología. A juicio de Sartre, este convencimiento de que “la apariencia, en cuanto fenómeno del ser, revela al ser tal como es”, constituye uno de los mayores progresos del pensamiento moderno.
En desgloso de la ontología sartreana existen tres grandes aspectos: Ser, conciencia y hacer. De estos se nutre y se desarrolla la parte coyuntural de la filosofía sartreana: el ser-en-sí y el para-sí. El ser-en sí es lo que es y nada más, algo opaco, incognoscible en sí mismo, sin sentido, puesto que carece de toda relación hombre-mundo. Pero este ser-en sí no es todo el ser. Frente a él está el ser-para-sí, lo que no es nada, la nada, algo totalmente transparente, con sentido, puesto que es pura relación hombre-mundo.
Este ser-para-sí surge como resultado de la aniquilación de lo real producida por la conciencia. En este sentido Sartre lo llama lo que no es, la nada.
La conciencia es el ser por el que la nada viene al mundo. Distanciándose del ser-en sí, el ser-para-sí confiere a aquél una finalidad, convirtiéndolo en algo útil. Es decir, los objetos del mundo exteriores, seres-en sí, están ahí independientemente de que un sujeto los vea; en este sentido carecen de valor. Solamente cuando alguien, ser-para-sí, los ve y se los apropia, adquieren un valor.
El hombre es el para-si y, al estar radicalmente separado de lo en-sí, no tiene ser, esencia o naturaleza; es pura libertad, no tiene fin ni está determinado, se descubre existiendo, teniendo que decidir lo que ha de ser por sí mismo: realizarse como proyecto.
La libertad humana, pues, es el fundamento de todos los valores y es radical, no hay nada fuera de ella que pueda guiarla. El hombre está “condenado a ser libre”, no puede tener otra norma de conducta que su voluntad.
Cuando recurre a otro tipo de normas actúa de “mala fe”. De ahí la responsabilidad como “modo de ser”y la angustia ante la carencia de normas válidas para todos y la necesidad de crearse sus propias normas. De ahí también el compromiso, ya que en mis decisiones no solamente me veo afectado yo por ellas, sino que es todo el género humano el que se ve afectado una vez que decido desde la libertad de la especie humana.
Esta aceptación de la libertad absoluta es lo que Sartre entiende por autenticidad. El hombre nunca puede dejar de ser para-sí, nunca puede convertirse en en-sí. A este análisis de la conciencia humana “que opera con cosas”, Sartre añade la inclusión del otro en mí”, la ínter subjetividad. Esta aparece como una interrelación entre diversos proyectos y pone de manifiesto las diversas objetivaciones que resultan de la pluralidad de formas que tienen los sujetos de relacionarse entre sí.
EL ABSURDO
La Literatura del Absurdo da muestra de la filosofía llamada también del Absurdo de la cual Beckett es uno de los máximos representantes. Aunque más bien a Beckett se le relaciona con el Teatro del Absurdo donde la tragedia y la comedia chocan en una ilustración triste de la condición humana y la absurdidad de la existencia. El dramaturgo del absurdo viene a ser un investigador para el cual el orden, la libertad, la justicia, la "psicología" y el lenguaje no son más que una serie de sucesivas aproximaciones a una realidad ambigua y decepcionante. El dramaturgo del absurdo desmantelará el viejo universo cartesiano y su manifestación escénica.
Unas veces sus personajes nacerán dotados de un estado civil, una familia y una profesión, y terminarán por ir perdiendo, de una manera progresiva, todas las características del ser humano. Otras, las menos, los personajes del absurdo se nos aparecerán como extrañas criaturas, a medio camino entre el insecto y el fantasma. Esslin ha propuesto una lista de las viejas tradiciones teatrales utilizadas por los dramaturgos del absurdo para expresar, mediante una inteligente combinación de las mismas, los problemas y las inquietudes del mundo contemporáneo.
Albert Camus
Albert Camus fue un novelista, dramaturgo, y a la vez un sólido pensador ensayista, que fue capaz de no ceder a las tentaciones de los extremismos. Camus se caracteriza por un estilo vigoroso y conciso. En sus obras refleja con claridad la filosofía del absurdo, la sensación de alienación y desencanto junto a la afirmación de las cualidades positivas de la dignidad y la fraternidad humana.
El extranjero, junto al ensayo en que se basa, El mito de Sísifo (1942), revelan la influencia del existencialismo en su pensamiento. En esa obra aparece lo absurdo como tema central en cada página. El gran problema que Camus plantea a lo largo de la obra es el suicidio. “En dos oportunidades, idea de suicidio. La segunda vez, siempre mirando al mar, siento una horrible ardor en las sienes. Creo que ahora comprendo cómo uno se mata (...) Las aguas están apenas iluminadas en la superficie, pero se siente su oscuridad profunda. El mar es así y por ello lo amo. Llamado a la vida e invitación a la muerte.”
El mito de Sísifo cerró el ciclo más bien lírico de la libertad natural y la ausencia de compromiso.
La Peste con El hombre rebelde abrirán una etapa de superación del absurdo y un mayor compromiso político y moral.
Camus no trata de hacer filosofía o metafísica, en su obra mito del Sísifo (lo absurdo y el suicidio) declara que en su descripción de un mal del espíritu en estado puro no se mezcla por el momento ninguna metafísica, ninguna creencia.
El único problema serio filosófico verdaderamente serio es el SUICIDIO.
Dice que “hay un divorcio entre el hombre y su vida”, que produce el sentimiento de lo absurdo y que lleva a considerar el suicidio como única salida a esa situación.
Camus lo niega, el suicidio no es ninguna solución porque con él se suprime toda posibilidad de cambio, el mundo permanece.
Para que el mundo adquiera sentido, es necesario dárselo. Por eso el hombre busca dar un sentido a la vida, no obstante la llamada del hombre choca con un silencio no razonable del mundo. De ahí lo absurdo y la tentación al suicidio.
La reacción ante la completa alienación del hombre es la aceptación de esta situación y el impulso de salir de ellos sorteando dos peligros:
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Auto aniquilación: Es la propia destrucción por intentar conseguir un todo y no conformarse con partes).
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Mera creencia
Toda ambición de alcanzar un absoluto termina en la injusticia, la busca de algo fuera del propio alcance puede tener orígenes buenos, pero se negará a sí mismo, se niega a la vida y corre hacia la destrucción. La rebelión rechaza así, las ganas de participar de las luchas y el destino comunes.
Hay una solución: la rebelión heroica y orgullosa, valiente y solitaria protesta contra la realidad irracional que nos oprime. El hombre que se rebela es el único hombre libre.
Camus a la vez rechaza dos soluciones:
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El suicidio: eliminando la propia consciencia.
Esperanza: sofoca la lucidez de lo absurdo.
ROMANTICISMO EUROPEO
A medida que el mundo ha ido progresando, también ha evolucionado la forma específica que tiene el hombre de interpretarse a sí mismo y al mundo que lo rodea, buscando una respuesta que de sentido a su existencia. El ser humano va concibiendo la literatura de manera diferente según sea el concepto que tenga de la realidad. Esto nos explica el hecho de que a principios del siglo XIX empiece a manifestarse una nueva forma de sensibilidad que se opone al pensamiento racionalista y normativo del neoclasicismo. La razón será destituida por la imaginación, se dará paso a la libertad creativa.
EL ROMANTICISMO.
Para los neoclásicos lo primordial fue la razón. Se admitía que la vida y la sociedad eran imperfectas, pero dentro de ellas el hombre debía alcanzar su perfección moral guiado por la razón. En cambio, la actitud moral y sentimental de los románticos es de insatisfacción ante la vida y el mundo. Se rebelan contra todo y aspiran a algo superior, sin saber siempre qué es. A esta situación e desencanto contribuye la pérdida de la fe en el papel rector de la razón. Adquieren gran importancia la imaginación y la sensibilidad personales. La imaginación permite al romántico evadirse de la realidad y tender hacia un mundo de ensueños, ideal e indeterminado. Un hermoso ideal, generalmente irrealizable. De ahí proviene la disociación entre lo ideal y lo real.
El Romanticismo es un especial estado de alma de hombres jóvenes. Incluso el destino del romanticismo fue no superar la juventud de los románticos. Muchos de ello dejaron de existir tempranamente: Novalis, Shelley, Keats, murieron antes de cumplir los 30 años; Larra y Nerval se suicidaron; Hölderlin se enajenó en el mundo de la locura. Fueron hombres sensibles, capaces de conmoverse ante la naturaleza y el arte. Poseedores de un ardiente y apasionado corazón que vibró con el amor. Guiados por la imaginación y la sensibilidad el lugar de la equilibrada razón, se sintieron impulsados hacia las más nobles causas humanas, por ejemplo el patriotismo, la independencia, la libertad, la justicia.
Los románticos se diferenciaron de los neoclásicos hasta en el aspecto físico: de contextura delgada, barba, flotante cabellera, rostro pálido y ojos lánguidos. Las mujeres se pintaban el rostro para acentuar la palidez de éste y bebían vinagre con el fin de verse demacradas, lívidas y ojerosas. Algunas innovaron en las vestimentas y se vistieron de hombres y fumaron puros, como George Sand. Para ella, padres y maridos representaron una tiranía contra la cual era necesario rebelarse. El deseo de evasión de la realidad, llevó a los románticos a un excesivo individualismo. Cada sujeto se sintió centro del mundo y consideró sus derechos más importantes que los del grupo social.. De este deseo de evasión provino el sentimiento de soledad y la búsqueda de la naturaleza, pues lejos de las ciudades y del contacto con los demás hombres, el yo individual puede manifestarse libremente. Bosque, montaña y mar fueron los escenarios adecuados para el alma del romántico.
EL ROMANTICISMO EN EUROPA.
Fue un movimiento espiritual y artístico que prevaleció en la cultura entre fines del siglo XVIII y finales del XIX. Fue una reacción frente al racionalismo y al clasicismo, filosóficamente supone una nueva valoración de la conciencia, en la que el sentimiento tiene un lugar preponderante: éste inspira una visión trágica de una realidad inalcanzable, una aguda percepción individual de la naturaleza y sobre todo una fuerte pasión por la libertad. La conciencia individual se prolonga en la colectiva por medio del nacionalismo o populismo.
Muchos son los factores necesarios de investigar para configurar el verdadero origen del romanticismo en Europa: reacción europea contra la invasión napoleónica; conciencia patriótica ante la posibilidad de tal invasión: Italia contra Austria, etc. Más que tendencia literaria o artística, el Romanticismo es un concepto de vida distinto que se gestó en Europa dentro de los márgenes del siglo XVIII, más o menos en el año 1835, y que no tuvo más de veinte años de duración.
Inglaterra y Alemania.
En Inglaterra y en Alemania se manifestó simultáneamente, contando la última con tres escuelas: la primera a fines del siglo XVIII es mejor representada por los hermanos Federico y Guillermo Schlegel. La segunda, Brentano y Jones, y la tercera, por Wilhelm, Lessing, Herder, Goethe y Schiller, entre otros. En Inglaterra no hubo escuelas, pero sí diferencias entre el grupo de Wordsworth, Claridge y Southey, y el de Walter Scott, Lord Byron y Shelley.
Francia.
También en Francia se desarrolló en dos períodos: en 1827 representado por Chateaubriand, Lamartine, Vigny y M. Stael, y en 1830, representado por Víctor Hugo, Balzac, Baudelaire, Flaubert, Leconte de Lisle, Alejandro Dumas, etc.
ROMANTICISMO ESPAÑOL
El término romántico proviene desde 1659 cuando lo empleó como adjetivo (romantik) el inglés Enrique More, para señalar libertad en algo. Años más tarde se empieza a aplicar en España, constituyéndose definitivamente entre 1814 a 1818.
En España, el romanticismo alcanza su apogeo con el estreno de Don Álvaro (1835) del Duque de Rivas, fecha en la cual se señala su comienzo. España no opuso resistencia al movimiento romántico, aun cuando el neoclasicismo estaba muy arraigado. Pero las características libertarias, individualistas y de evasión de la relación hacia un mundo de sueños y esas cosas, tenían mucho que ver con la sicología del español, que incluso desde antes ya las venía aplicando: la polimetría dentro de una misma trama, la mezcla de lo cómico y lo trágico y el repudio al rigor clásico (las tres unidades del drama) era un episodio que los españoles ya habían superado.
EL PSICOANALISIS
Sigmund Freud
Las Teorías de Freud
Freud no inventó exactamente el concepto de mente consciente “versus mente inconsciente”, pero desde luego lo hizo popular.
La mente consciente, es todo aquello de lo que nos damos cuenta en un momento particular: las percepciones presentes, memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando trabajamos muy centrados en estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente, algo que hoy llamaríamos “memoria disponible”: se refiere a todo aquello que somos capaces de recordar; aquellos recuerdos que no están disponibles en el momento, pero que somos capaces de traer a la consciencia. Actualmente, nadie tiene problemas con estas dos capas de la mente, aunque Freud sugirió que las mismas constituían solo pequeñas partes de la misma.
La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas cosas que no son accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado allí, tales como nuestros impulsos o instintos, así como otras que no podíamos tolerar en nuestra mente consciente, tales como las emociones asociadas a los traumas.
De acuerdo con Freud, el inconsciente es la fuente de nuestras motivaciones, ya sean simples deseos de comida o sexo, compulsiones neuróticas o los motivos de un artista o científico. Además, tenemos una tendencia a negar o resistir estas motivaciones de su percepción consciente, de manera que solo son observables de forma disfrazada.
El Ello, el Yo y el Superyo
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo, es especial en tanto actúa para sobrevivir y reproducirse y está guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y sexo).
Una parte del cuerpo lo constituye el sistema nervioso, del que una de sus características más prevalentes es la sensibilidad que posee ante las necesidades corporales. En el nacimiento, este sistema es poco más o menos como el de cualquier animal, una “cosa”, o más bien, el Ello. El sistema nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales llamadas pulsiones. Freud también los llamó deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer como proceso primario.
El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede entenderse como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades. Imagínese por ejemplo a un bebé hambriento en plena rabieta. No “sabe” lo que quiere, en un sentido adulto, pero “sabe” que lo quiere… ¡ahora mismo! El bebé, según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello. Y el Ello no es más que la representación psíquica de lo biológico.
Pero, aunque el Ello y la necesidad de comida puedan satisfacerse a través de la imagen de un filete jugoso, al cuerpo no le ocurre lo mismo. A partir de aquí, la necesidad solo se hace más grande y los deseos se mantienen aún más. Usted se habrá percatado de que cuando no ha satisfecho una necesidad, como la de comer por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez más su atención, hasta que llega un momento en que no se puede pensar en otra cosa. Este sería el deseo irrumpiendo en la consciencia.
Menos mal que existe una pequeña porción de la mente a la que nos referimos antes, el consciente, que está agarrado a la realidad a través de los sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era “cosa” se va convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la realidad a través de su consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello ha creado para representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones es llamada proceso secundario.
El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el cual estipula que se “satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto disponible”. Representa la realidad y hasta cierto punto, la razón.
No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener contento al Ello (y finalmente al cuerpo), se encuentra con obstáculos en el mundo externo. En ocasiones se encuentra con objetos que ayudan a conseguir las metas. Pero el Yo capta y guarda celosamente todas estas ayudas y obstáculos, especialmente aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos más importantes del mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de cosas a evitar y estrategias para conseguir es lo que se convertirá en Superyo. Esta instancia no se completa hasta los siete años de edad y en algunas personas nunca se estructurará.
Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia, constituida por la internalización de los castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el cual deriva de las recompensas y modelos positivos presentados al niño. La consciencia y el Ideal del Yo comunican sus requerimientos al Yo con sentimientos como el orgullo, la vergüenza y la culpa.
Es como si en la niñez hubiésemos adquirido un nuevo conjunto de necesidades y de deseos acompañantes, esta vez de naturaleza más social que biológica. Pero, por desgracia, estos nuevos deseos pueden establecer un conflicto con los deseos del Ello. Ya ve, el Superyo representaría la sociedad, y la sociedad pocas veces satisface sus necesidades.
Los Estadios
Es cierto que la capacidad orgásmica está presente desde el nacimiento, pero Freud no solo hablaba de orgasmo. La sexualidad no comprende en exclusiva al coito, sino todas aquellas sensaciones placenteras de la piel. Está claro que hasta el más mojigato de nosotros, incluyendo bebés, niños y adultos, disfrutamos de las experiencias táctiles como los besos, caricias y demás.
Freud observó que en distintas etapas de nuestra vida, diferentes partes de la piel que nos daban mayor placer. Más tarde, los teóricos llamarían a estas áreas zonas erógenas. Vio que los infantes obtenían un gran monto de placer a través de chupar, especialmente del pecho. De hecho, los bebés presentan una gran tendencia a llevarse a la boca todo lo que tienen a su alrededor. Un poco más tarde en la vida, el niño concentra su atención al placer anal de retener y expulsar. Alrededor de los tres o cuatro años, el niño descubre el placer de tocarse sus
genitales. Y solo más tarde, en nuestra madurez sexual, experimentamos un gran placer en nuestras relaciones sexuales. Basándose en estas observaciones, Freud postuló su teoría de los estadios psicosexuales.
La etapa oral se establece desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses. El foco del placer es, por supuesto, la boca. Las actividades favoritas del infante son chupar y morder.
La etapa anal se encuentra entre los 18 meses hasta los tres o cuatro años de edad. El foco del placer es el ano. El goce surge de retener y expulsar.
La etapa fálica va desde los tres o cuatro años hasta los cinco, seis o siete. El foco del placer se centra en los genitales. La masturbación a estas edades es bastante común.
La etapa de latencia dura desde los cinco, seis o siete años de edad hasta la pubertad, más o menos a los 12 años. Durante este período, Freud supuso que la pulsión sexual se suprimía al servicio del aprendizaje. Debo señalar aquí, que aunque la mayoría de los niños de estas edades están bastante ocupados con sus tareas escolares, y por tanto “sexualmente calmados”, cerca de un cuarto de ellos están muy metidos en la masturbación y en jugar “a los médicos”. En los tiempos represivos de la sociedad de Freud, los niños eran más tranquilos en este período del desarrollo, desde luego, que los actuales.
La etapa genital empieza en la pubertad y representa el resurgimiento de la pulsión sexual en la adolescencia, dirigida más específicamente hacia las relaciones sexuales. Freud establecía que tanto la masturbación, el sexo oral, la homosexualidad como muchas otras manifestaciones comportamentales eran inmaduras, cuestiones que actualmente no lo son para nosotros.
Estas etapas constituyen una verdadera teoría de períodos que la mayoría de los freudianos siguen al pie de la letra, tanto en su contenido como en las edades que comprenden.
LENGUA CASTELLANA
FUNDACIÓN SAN MARTÍN.
L.CASTELLNA
10B
BOGOTA D.C
2004.
CONTENIDO
1. EXISTENCIALISMO.
2. EL ABSURDO.
3. ROMANTICISMO EUROPEO.
4. PSICOANALIS
Bibliografía
Libros
Diccionario de la filosofía José Ferrater Mora Alianza editorial.
Prini, Pietro, “Existencialismo”, Editora L. Miracle, Barcelona, España.
Enciclopedia Microsoft Encarta 2004.
Otros medios
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