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Las Médulas (León)
Datos Generales
¿Qué son Las Médulas?
Entre las numerosas y espectaculares huellas que ha dejado la minería romana a lo largo de la geografía peninsular, Las Médulas ocupa un lugar de primer orden. Es un hito tradicional en la historiografía minera como ejemplo, tanto de la tecnología romana, como de la transformación del territorio y sus habitantes.
Esta montaña, minada por muchas partes, ofrece un aspecto fantástico por los profundos desgarrones y barrancos de barro rojizo que se han ido formando por el sucesivo hundimiento de las galerías subterráneas y la acción de las aguas invernizas, que la cruzan en direcciones tortuosas. Está vestida de castaños y matas de roble.
Su extraordinaria elevación y los infinitos montones de cantos negruzcos y musgosos que se extienden a su pie, residuo de las inmensas excavaciones romanas, causan una emoción misteriosa.
Lo que ahora queda es el vestigio de lo que durante los dos primeros siglos de nuestra era fue una mina de oro explotada por los romanos.
El paso del tiempo ha ido convirtiendo el lugar en un paraje cargado no sólo de historia sino también de leyenda.
¿Cómo se explotaron?
Dirección técnica de los trabajos.—
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Presencia del ejército
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Medios técnicos
Desde el último tercio del siglo I d.C. en la Península Ibérica sólo quedaba una legión, la Legio VII Gémina, estacionada en León, y diferentes unidades auxiliares de diversa entidad. Ya no se trata de un ejército de ocupación, sino de un ejército permanente, cuyas tareas no responden ya a necesidades de sometimiento. Así, la presencia de soldados en las áreas mineras del Noroeste es una constante; esta presencia tiene que ver, sin duda, con la vigilancia de las poblaciones locales, pero también desempeñaron un importante papel técnico en el desarrollo de la actividad minera: El trazado de los canales, las tareas de prospección, etc.
Tácito (año 12-20) menciona el uso de soldados como técnicos en las minas de Germania, y añade que lo mismo sucedía en otras provincias.
Ya hace años que Domergue recaba la importancia del ejército en las explotaciones mineras, cuyo papel era, no sólo de pacificador de la gran cantidad de mineros, esclavos o libres, sino de ingenieros.
Extracción de agua.—
Para conducir el agua lo primero que hay que hacer es nivelar el terreno. Esto se lleva a cabo con las dioptras, con niveles de agua, o con el corobate; pero más exactamente se ejecuta con éste, porque las dioptras y niveles engañan. El corobate es una regla larga hasta veinte pies (corobate o chorobates es voz griega,
compuesta de chora, que significa país o región; y de bater o báteo, que es andar o caminar, o que anda y camina; como si dijese, un nivel que anda el campo o región que se nivela): tiene a los extremos sus piernas exactamente iguales, y unidas con ella a ángulos rectos. Entre la regla y las referidas piernas van unos travesaños unidos a ellas por los cabos, los cuales tendrán señaladas líneas perfectamente á plomo, y desde la regla colgará un perpendículo á cada parte, los cuales, si colocado el instrumento, besan igualmente las líneas descritas, indicarán que está a nivel.
Pero si el viento no dejara posar las perpendículas sobre las líneas, entonces se llenará de agua una canalita que tendrá la regla en la parte superior, de cinco pies, un dedo de ancho, un dedo y medio de ancho, y si llega igualmente a los bordes de la canal, se sabrá que está a nivel. Con este corobate, se hará la nivelación, y se sabrá el declivio.
El chorobates estaba formado por una regla de veinte pies de largo (casi 6 m.) con patas, dotada de plomada y nivel de agua para su nivelación y que actuaría como un nivel actual, permitiendo una mayor precisión que otros aparatos topográficos, como la dioptra o nivel de pínulas, para trazar las visuales, ya que sus dos puntos de mira se hallaban más distantes.
Los sistemas de explotación.—
Las montañas son minadas a lo largo de una gran extensión mediante galerías hechas a la luz de las lámparas. Su misma duración sirve para medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día. Este tipo de explotación se denomina “arrugia” y de improviso se producen grietas y hacen perecer a los trabajadores y por ello se dejan numerosas bóvedas para sostener las montañas.
En efecto, existe una tierra de cierto tipo de arcilla mezclada con guijarro, la llaman “gandadia” (o 'gangadia'), casi inexpugnable. Se la ataca con cuñas de hierro y con los mismos mazos de 50 Kg. Pero nada es más duro que las ganas de conseguir el tan preciado oro.
Acabado el trabajo de preparación, se derriban los apeos de las bóvedas desde los más alejados; se anuncia el derrumbe y el vigía colocado en la cima de la montaña es el único que se da cuenta de él. En consecuencia da órdenes con gritos y con gestos para poner en aviso a la mano de obra y a la vez, él mismo baja rápidamente.
La montaña, resquebrajada, se derrumba por si misma a lo lejos, con un estruendo ensordecedor difícil de imaginar, así como con un increíble desplazamiento de aire. Pero ni aun así se ha conseguido el oro, ni se sabe si existe una vez han realizado la excavación,...
Las tierras que en el anterior sistema (el de los pozos o minería convencional) se evacuan con gran trabajo para que no ocupen los pozos, en éste (el de la ruina montium o arrugia) son transportadas por el agua. El oro obtenido mediante la arrugia no se funde sino que es oro al instante.
Algunos dicen que se producían 20.000 libras cada año por este sistema en Asturias, Gallaecia y Lusitania, pero la mayoría lo produce Asturias y que en ninguna otra parte se mantiene esta fertilidad por tantos siglos.
Los trabajadores.—
Hasta hace poco se creía que los trabajadores que extraían el oro de Las Médulas eran esclavos pero recientemente algunos expertos defienden que el hecho de que existieran asentamientos de población con un mayor nivel económico por estar habitados por el personal administrativo y técnico, en absoluto justifica que pueda considerarse a los habitantes de los otros asentamientos, con mayores influjos indígenas, como mano de obra esclava.
Algunas personas aseguran que había unas 10.000 personas trabajando en la explotación pero otros elevan la cifra hasta 60.000.
Lo que sí se ha encontrado es una carta contractual en la que se establecen los pagos, derecho y deberes de los contratados:
“En el consulado de Macrino y Celso (164 d.C.), trece días antes de las calendas de Junio. Lo escribí yo, Flavio Secundino, a petición de Memio, hijo de Asclepio, porque afirmó que no sabe escribir. Dijo que había alquilado sus jornadas de trabajo (operae) a Aurelio Adjutor, para una explotación aurífera, desde el día de la fecha hasta los próximos idus de noviembre, en 70 denarios y la comida. Deberá recibir el salario fraccionado en varios plazos. Deberá realizar jornadas de trabajo completas, sin deducciones por enfermedad, en favor del contratista (conductor) antes mencionado (es decir, Aurelio Adjutor). Si contra la voluntad del contratista, interrumpe su trabajo o abandona la explotación, se le descontará del salario cinco sestercios por cada día. Si las corrientes de agua impidieran trabajar, la jornada se considerará válida. Si transcurrido el plazo, el contratista se retrasara en el pago, estará sujeto a la misma penalización, salvo que la explotación se haya interrumpido tres días.
Firmado en Imenoso Mayor”
¿Por qué se explotaron?
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Para asegurar las fronteras
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Para explotar las riquezas minerales
Cuando Roma acometió de forma definitiva la conquista del norte y del noroeste hispanos, hacía ya dos siglos que se había iniciado el control de la Península Ibérica. Hacia los años centrales del siglo I a.C. el cuadrante noroccidental era la única zona que quedaba sin dominar, después de las llamadas guerras lusitanas y de las celtibéricas. Estos conflictos, desde el último tercio del siglo II a.C. habían puesto ya en contacto a los romanos con los pueblos septentrionales: los autores antiguos los consideraban como un enemigo agresivo, violento, que personificaba todas las características de la barbarie desde el punto de vista romano, y justificaba el largo y difícil período de conquista.
Entre los años 29 y 19 a.C. fue cuando tuvo lugar la actividad de conquista más importante en los territorios cántabros y astures. Entre estas fechas (posiblemente hacia los años 26 y 25 a.C.) debieron de desarrollarse algunos de los episodios descritos por los autores antiguos (el ataque a la costa cántabra, la toma del Mons
Medullius y de Lancia). Sin embargo, la prolongación de las guerras hasta al menos el 19 a.C., y aún la situación inestable hasta el cambio de era, sugieren un costoso proceso de control real de la zona. Parece lógico pensar que en este período fue cuando El Bierzo, paso necesario hacia Galicia, cayó en manos de los romanos.
Sin embargo, la conquista del noroeste, y, por tanto, de El Bierzo, no puede ser explicada como una serie de batallas locales, que terminaron con el sometimiento de la zona, sino que debe de ser entendida en el marco global del Imperio: por una parte, supuso un momento esencial en la política de fronteras del emperador Augusto, empeñado en agrandar y dar coherencia territorial al Imperio, sin lagunas sin civilizar en su interior. Pero además, no podemos ignorar el interés despertado por el descubrimiento de las riquezas minerales de la región y sobre todo del oro. Aunque es seguro que las comunidades prerromanas astures y galaicas no explotaron los yacimientos de oro a gran escala, ni de una forma regular, tampoco cabe ninguna duda acerca de la obtención del metal mediante el bateo. Incluso como trabajo estacional o limitado a ciertos segmentos de la población, esta actividad permitió el desarrollo de una orfebrería relativamente rica, en especial en las zonas costeras y en áreas concretas del interior del norte de Portugal, Galicia y Asturias. A partir de estos indicios, los romanos debieron de interesarse por este recurso, y empezaron a realizar prospecciones sistemáticas, de forma que, en la primera década del siglo I d.C., en la región de Astorga, ya se habían puesto en marcha algunas grandes explotaciones.
El Bierzo Prerromano
Las comunidades anteriores a la presencia romana en El Bierzo, y en la Zona Arqueológica de Las Médulas, eran asentamientos castreños, y por lo tanto su núcleo de población era el castro, como El Castrelín de San Juan de Paluezas. Como en este caso, los antiguos pobladores de El Bierzo eligieron cerros o espolones aislados desde cuya parte alta se puede dominar visualmente todo su entorno más inmediato. Esas alturas elegidas como emplazamientos presentan siempre unas condiciones topográficas fácilmente acondicionables, de forma que no resulte muy costosa la tarea de excavar los tesos y levantar las murallas que son comunes en estos castros. Así se logra un recinto cerrado, delimitado y protegido en cuyo interior es fácil construir las viviendas, almacenes, graneros...
Nunca son castros muy grandes -su superficie oscila entre una y dos hectáreas- y albergan a grupos poco extensos, en torno al centenar de personas, y a sus animales domésticos. En ocasiones, como es precisamente el caso de El Castrelín, un primer recinto se hacía pronto pequeño para el grupo; se construía entonces un segundo recinto hacia donde se trasladaban algunas de las labores de carácter secundario, como la estabulación de ganado o la fundición de hierro.
Desde ese reducto de acceso relativamente difícil y con buenas condiciones de habitabilidad (como son una óptima insolación o la proximidad a una fuente de agua), se podían dominar visualmente las tierras que dedicaban al cultivo, en las que se basaba su subsistencia. Esos terrenos en las vegas de los ríos o arroyos no sólo eran necesarios en su economía de base agropecuaria sino que constituían un factor importante a la hora de elegir el emplazamiento del castro.
Las Rutas
Ruta de Las Médulas
Partiendo de Ponferrada por la carretera de Orense, la ruta cruza las vegas hortelanas de Priaranza del Bierzo, adentrándose en las escarpaduras de Santalla del Bierzo y Borrenes, en cuyas inmediaciones se localiza el castillo de Cornatel, para llegar finalmente a Carucedo (obligada visita a su lago, avistamiento de avifauna acuática) y, desde aquí, desviarse hacia el pueblo de Las Médulas para iniciar la penetración en el yacimiento minero propiamente dicho. El último tramo, entre el pueblo y el monumento natural, debe recorrerse a pie. En este último pueden visitarse especialmente las cuevas de La Encantada y La Cuevona, pudiéndose efectuar paseos laterales por vallinas donde crecen castaños centenarios o por escarpaduras que lo permiten.
Todo el conjunto forma un fondo de saco sin más salida que una senda ascendente (100 metros de desnivel) que parte de las inmediaciones de la Fuente de la Tía Bibiana hasta enlazar con el alto camino de Orellán.
En todo el paraje está prohibida la acampada y hacer fuego.
El recorrido total es de 23 Km
Ruta de Las Medulillas
Desde el pueblo de Orellán (castro prerromano) parte una pista practicable en coche hasta el Mirador de Orellán, donde ha de abandonarse el vehículo para proseguir el paseo a pie o en bici de montaña bordeando el monte Placias (1025 metros) hasta el Campo de Braña, con instalaciones de merendero, para descender suavemente desde aquí por la alta ladera del monte (a la derecha del camino hay sendas para acceder a un antiguo embalse de las presas romanas y, especialmente, a las excavaciones de Las Medulillas en las Cuevas de Reirigo o la Cueva de la Chaira de más de 250 metros de larga). El camino lleva a la bifurcación de Las Preides, desde donde se gira a la derecha para tomar el camino descendente hacia el pueblo de Las Médulas. A partir de este punto, se penetra en el yacimiento de la misma forma que en la ruta anterior, utilizando el camino descrito desde la Fuente de la Tía Bibiana para retornar a la pista de Orellán.
Este recorrido es de unos 5 Km que se tardan en recorrer unas 3 horas de aproximadamente.
Las Médulas, Patrimonio
de la Humanidad
En 1988 se inició un proyecto de investigación sobre la Zona Arqueológica de Las Médulas (ZAM) patrocinado por la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León, coordinado desde el Centro de Estudios Históricos del CSIC y codirigido por arqueólogos del Ministerio de Cultura y de la Universidad de Valladolid, y en el que han colaborado ya una veintena de investigadores. Los trabajos realizados en la última fase enlazan con una investigación más amplia que, ya desde hace años, se está llevando a cabo en el occidente leonés y cuya finalidad última es el conocimiento de las transformaciones económicas y sociales producidas en la zona en el período del contacto del mundo romano con las culturas indígenas.
Como consecuencia de todo ello se ha incrementado el indudable y reconocido valor histórico y patrimonial inherente a la mina de Las Médulas, pero una investigación exige la difusión de sus resultados; la proyección social es incuestionable pare que quede justificada como actuación. Así, de acuerdo con la finalidad de nuestro proyecto, pretendemos con estas páginas que los visitantes de la Zona Arqueológica de Las Médulas tengan acceso no sólo al lugar pintoresco y espectacular de la mina, sino a la comprensión - en el espacio y en el tiempo- del proceso histórico que lo hizo posible. La Zona Arqueológica de Las Médulas ha sido concebida como un paisaje cultural.
La Zona Arqueológica de Las Médulas ha sido concebida como un Paisaje Cultural, es decir no se trata de una yuxtaposición de restos arqueológicos de distinta naturaleza y cronología. Los itinerarios y los enlaces propuestos pretenden que el visitante valore la integración de todos ellos como una construcción de una sociedad determinada y dentro de una dinámica histórica. Una serie de procesos y actividades -entre ellas y de forma destacada la minería del oro romana- han sucedido precisamente en ese espacio que adquiere así una particular significación económica, social y ecológica. Las impresionantes labores mineras de Las Médulas no pueden ser entendidas si no se considera su relación con el desarrollo tecnológico, la mano de obra que trabajó en ellas y el esfuerzo organizativo que exigieron.
La Zona Arqueológica de Las Médulas es así un magnifico ejemplo de proceso histórico en el que los elementos naturales y la intervención humana aparecen constantemente entrelazados. Sólo una visión diacrónica permite realmente entender la génesis y evolución del paisaje, en el que son indisociables los cambios en las sociedades que lo han ido generando, las condiciones del medio físico y las relaciones entre ambos. Contamos ya con muchos de los elementos necesarios para comprender este proceso, Conocemos bastantes rasgos de las poblaciones indígenas, anteriores a la explotación de las minas de oro, que vivían en castros amurallados y para las que podemos establecer unas conductas económicas y sociales propias. Como segundo punto de referencia, disponemos de información sobre el proceso de instalación de los romanos en la zona, la ruptura que se aprecia en el desarrollo de esas comunidades campesinas y la reorganización de la zona en función de la explotación del oro. En la Zona Arqueológica de Las Médulas se conservan restos de cada una de las fases de esa nueva actividad económica: las características geológicas de las áreas explotadas, la infraestructura hidráulica, los frentes mineros, los vaciados, la obtención del metal, la evacuación y acumulación de los estériles. La escala, el número de
vestigios y el grado de conservación del conjunto hace de Las Médulas algo excepcional en la minería antigua, que cuenta en general con restos escasos y mal conservados. Las comunidades indígenas son progresivamente integradas en el patrón organizativo romano puesto en marcha para esta explotación. Los castros empiezan a desaparecer como núcleos de población, quedando relegados a funciones de control y mantenimiento de los canales que traen la energía hidráulica para la explotación minera, y son sustituidos por nuevos asentamientos que incorporan estructuras y materiales plenamente romanos y se integran en el complejo sistema en que se convierte la mine y su entorno. Así, unos se dedican a la actividad agraria, explotando las mejores sierras que permiten el abastecimiento de la mano de obra minera, otros proporcionan las materias primas y manufactures necesarias al trabajo que aquella realizaba (herramientas, maderas, etc.). Por último, ligados exclusiva y directamente al trabajo en las minas, encontramos poblados de mineros y núcleos que albergaban al personal cualificado que efectuaba el control técnico de la explotación. La arqueología ya no se detiene en el objeto, en el yacimiento y en su cronología. Ha superado ese marco restringido pare interesarse por las conductas y estructuras sociales de las comunidades del pasado y sus procesos de cambio, que han dejado su huella en la articulación del espacio, generando un territorio, un paisaje. Esa concepción de la investigación arqueológica contribuye a crear una visión del Patrimonio Histórico que va más allá del monumento.
Por decisión del Comité Internacional de la Unesco, tomada el 4 de diciembre de 1997 en Nápoles, acordó incluir a LAS MÉDULAS en el listado de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. |
Bibliografía
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Folletos informativos y guías de viajes
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Visita a Las Médulas (anteriormente)
Plinio el Viejo, Historia Natural, 93, 70-7S
poblado fortificado asentado en una posición topográfica dominante
Nombre dado a las piedras de “murias”.
Las Médulas
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Enviado por: | Laura |
Idioma: | castellano |
País: | España |