Literatura


La Regenta; Leopoldo Alas, Clarín


  • Caracterización del movimiento Realista y Naturalista.

  • En la segunda mitad del siglo XIX se produce un crecimiento demográfico urbano, avance en la industrialización, intensificación del comercio y progreso técnico acompañado de la consolidación del poder de la burguesía conservadora, defendiendo sus posiciones frente al creciente proletariado. Aparecen gobiernos autoritarios conservadores con intereses coloniales. Se rechaza el idealismo, el interés por la realidad, los problemas sociales y el desarrollo de ciencias experimentales mientras que el Positivismo vive su mayor auge, siendo la experiencia el punto de partido del saber y rechazando la especulación, proponiendo la investigación de hechos observables y medibles. Aparece con ello la filosofía Marxista (el hombre debe transofrmar el mundo a través del “praxis”, de la lucha por abolir la sociedad burguesa).

    Se considera al Realismo evolución del Romanticismo, cuyo idealismo y subjetivismo va dejando paso a un análisis detenido y crítio de la realidad objetivamente. Se interesa por la naturaleza, lo local y costumbrista y elimina los excesos imaginativos, sentimentales y legendarios. El público aburguesado rechaza esta fantasía y se olvidan los géneros más altisonantes y subjetivos (drama romántico y poesía literaria). Para el mejor entendimiento, las obras son sencillas e incluirán: fidelidad en la pintura de ambientes y costumbres de todas las clases sociales y de los caracteres (temperamentos y motivaciones), con todo tipo de rasgos o cualidades para crear retratos inolvidables; análisis de la sociedad burguesa para reforma o cambio de la sociedad; el autor intenta mantener un punto de vista objetivo manteniéndose ausente a la narración y se elimina la retórica grandilocuente. Este movimiento se consolida en España a partir de la revolución de 1868, tomando como modelos a Dickens, Tolstoi, Cervantes, etc. Se distinguen dos tendencias: en la primera de ellas, más conservadora y tradicionalista que impondrá límites al realismo, rechanzando lo desagradable e idealizándolo (sin crítica), encontramos a Pedro Antonio de Alarcón con El sombrero de tres picos (1874) o El escándalo (1875), Juan Valera con Pepita Jiménez y José María de Pereda con De tal palo tal astilla y en la segunda, progresista que llevará más lejos el enfoque realista con finalidad reformista, a Benito Pérez Galdós con La fontana de Oro y Leopoldo Alas, “Clarín”, con La Regenta.

    El Naturalismo surge como una prolongación del Realismo, que poco a poco fue distanciándose al adquierir un carácter más filosófico y científico. Se trata de una concepción del hombre y un método para el análisis y trascripción de su comportamiento, influido por el materialismo (el hombre es un organismo), el determinismo (la herencia biológica y el ambiente social) y el experimentalismo (el novelista experimenta con sus personajes). Sus temas y ambientes proceden de la sociedad más degradada, extrema, deformada (tarados, alcohólicos, sicópatas), cuyas tendencias naturales están agravadas por ese carácter determinista. Utiliza además los mismos recursos expresivos del Realismo, sin evitar ningún aspecto por sórdido, desagradable o mísero que resulte. Su cientifismo es algo convencional y desagradable. Destacan en esta tendencia literaria Emilia Pardo Bazán con Los pazos de Ulloa, Vicente Blasco Ibáñez con La barraca y Armando Palacio Valdés con Marta y María.

    La poesía de este movimento surge al abandonar la retórica romántica, despegaándose de lo narrativo y legendario. Ensayan formas breves, renuevan el lenguaje y estilo y tratan temas como política, sentimientos, filosofía, vida cotidiana, etc. Encontramos como lírico posromántico a Ramón de Campoamor con Doloras (1846). El teatro realista, llamado alta comedia, toma las precoupaciones, personajes y ambietnación de la realidad cotidiana analizandolos psicológicamente. Destaca Manuel Tamayo y Baus con Locura de amor (1855).

  • Breve reseña biográfica y de la producción literaria de Clarín.

  • 'La Regenta; Leopoldo Alas, Clarín'
    Leopoldo Alas, conocido por el seudónimo de <<Clarín>>, nació en Zamora en 1852 y murió en Oviedo. Forma con Pérez Galdós la pareja de grandes novelistas españoles del siglo XIX. Su labor de novelista, cuentsita y periodista son formidables. Vivió en León y en Guadalajara durante la infancia, debido al cargo de Gobernador Civil que su padre desempeñó en esas ciudades; sin embargo, su persona y su obra están entrañablemente asociadas con Asturias, y aún más concretamente con la ciudad de Oviedo, a donde se trasladó en 1865, y donde estudió el bachillerato. Pasó en Madrid casi siete años, de 1871 a 1878, estudiando la carrera de Derecho, en la que se doctoró. En 1883 regresó a Asturias para ocupar en la Universidad la cátedra de Derecho Romano. Cinco años después obtuvo la de Derecho Natural.

         

    Los años madrileños fueron provechosos en cuanto que comenzó a escribir artículos periodísticos, tanto de pensamiento filosófico y religioso, como políticos y literarios. Esta faceta de Clarín, dedicado a explorar las cuestiones sociopolíticas de su época, ha sido olvidada durante mucho tiempo. Aparte del interés en las cuestiones del día, debe recordarse que Clarín estudió en una Universidad donde los maestros más estimulantes eran los seguidores del filósofo alemán Karl Krause. La gran aportación de estos hombres, especialmente de Francisco Giner de los Ríos, fue reformar la filosofía y la enseñanza en la España del último tercio del siglo pasado. El krausismo influyó en Clarín porque avivó en él una innata inclinación idealista, orientando su vida intelectual hacia la búsqueda de un sentido espiritual y metafísico de la existencia. Clarín fue el heredero de Mariano José de Larra, en cuanto que buscaba, como el escritor romántico, un sentido racional a la vida. Ambos preceden a los modernistas en la preocupación por las formas y en el culto de la belleza.

         

    Para entender a Clarín en cuanto a lo literario, conviene recordar que el interés intelectual, crítico, de origen krausista, da un sentido especial a sus obras; a ello se suman otros elementos de la filosofía de la época, en especial de la corriente positivista, del realismo y del naturalismo. Si el krausismo marcó el horizonte ético e intelectual del escritor, la corriente positivista del realismo y el naturalismo le proporcionó una manera de poner entre paréntesis ciertas parcelas del mundo y de examinar, valiéndose del microscopio naturalista, al ser humano de su tiempo. Las mencionadas corrientes filosófico-literarias le sirvieron de instrumento para la creación literaria, instrumento que, con la excepción de Galdós, supo utilizar en nuestra lengua mejor que nadie. El tono moralista de Alas aparece reforzado por su desengaño ante la sociedad de su época. Intentaba en sus escritos elevar el tono del discurso nacional sobre aspectos que afectaban a España y a sus habitantes. Sus artículos periodísticos y su crítica en general llamaron la atención sobre la problemática del país; sus extraordinarias novelas dramatizaron la situación de una nación cuya vida política y social vivía momentos contradictorios de apatía y confusión.

        

    No olvidemos que Clarín vivió tres acontecimientos dramáticos de la historia española: la revolución liberal de 1868, la Restauración y la pérdida de las últimas colonias, en 1898. Sus escritos se caracterizan por una punzante ironía, que se ensañó en cuantos escritores de mal gusto cayeron en sus manos, aunque también supo ensalzar los méritos de quienes lo merecían.

         

    La mejor crítica de Clarín se encuentra en Solos de Clarín (1881), La literatura en 1881 (1882; en colaboración con Armando Palacio Valdés), Sermón perdido (1885), Folletos literarios (1886-91), Nueva campaña (1887), Mezclilla (1888), Ensayos y revistas (1892), Palique (1893), y Siglo pasado (1901). Varios investigadores han recogido la obra periodística del autor: Preludios de Clarín (1875-1880) (Jean-François Botrel, 1972), Obra olvidada, artículos de crítica (1882-1901) (Antonio Ramos-Gascón, 1973) y Clarín político, tomos I y II.

    La agresividad crítica de Clarín y el cortante filo de sus opiniones estéticas contrastan con la cautela con que aborda su labor creadora. Comenzó escribiendo cuentos cortos, en los que reflejó lo que el mundo y sus gentes ofrecían de interesante. La primera entrega fue Pipá (1879), novela corta influenciada por el naturalismo, que presenta en germen personajes que aparecerán en La Regenta (1884-85). La Revista de Asturias publicó en 1880, entre abril y junio, tres capítulos de Speraindeo, primer intento de novela, que nunca llegó a terminar.

         Cuestión interesante sería determinar de dónde le viene la ambición y el impulso de escribir una novela como La Regenta. Quizá el de mayor significación le fue dado por el naturalismo, por ejemplo, al considerar La desheredada (1881), indicó las posibilidades que ofrecía, por la concepción de la novela naturalista y sus técnicas. Por otro lado, el tema de la época iba perfilándose y se repetía en formas parecidas, con variaciones formales en las diferentes novelas del momento. El tema del adulterio, central en La Regenta, se rastrea en Madame Bovary, de Flaubert, O primo Basilio, de Eça de Queiroz, Ana Karenina, de Tolstoï, y La conquete de Plassans, de Zola, la obra que más se asemeja a la de Alas, aunque se le suele dar prioridad a Madame Bovary. Fenómeno digno de mención es el auge de la novela durante la década de los ochenta, con la aparición de una docena de obras relevantes de Galdós, Pardo Bazán, Ortega Munilla, Palacio Valdés y Pereda. La Regenta es el resultado de una conjunción: la suma de la novela autoconsciente más naturalismo (visión «moderna» de la realidad, que permitía ver en profundidad), más las circunstancias propicias (el público quería novelas), más el interés del autor por lo ético (krausismo) y el deseo del artista de ser oído en toda España. Todo ello dio lugar a la invención de un mundo ficticio y de un escenario cuyo referente es la ciudad de Oviedo (en la novela, Vetusta).

    Muchos y muy buenos cuentos y novelas cortas escribió Alas: El Señor y lo demás son cuentos (1892), Doña Berta, Cuervo y Superchería (los tres de 1892) y Cuentos morales (1896) son, posiblemente, los relatos más notables de la literatura española de su tiempo. Intentó, sin éxito, triunfar en el teatro; el estreno de Teresa (1895) fue un fracaso.

  • Resumen y estructuración de la novela. Análisis y valoración.

  • La Regenta se extiende a lo largo de treinta capítulos. Para ello, divide Clarín su obra en dos partes, idénticas en número, pero disferentes en su contenido narrativo, dado que los quince primeros abarcan tres días de duración, frente a los otros quince, que reflejan tres años. Esta aparente desproporción es, por otra parte, uno de los muchos parecidos existentes entre la novela de Clarín y la Madame Bovay de Flaubert (1857), donde también encontramos tiempos de una narración acelerada hacia el final, frente a tiempos más estancados, que se enriquecen con descripciones de personajes, ambientes y recuerdos, en el inicio de su desarrollo. Son igualmente similares las dos protagonistas, ambas soñadoras románticas, insatisfechas con sus vidas, que buscan una vía de escape a través de la infidelidad; coincide también en ambas obras la elección de un ambiente parecido: una ciudad de provincia, caldo de cultivo de ciertos comportamientos sociales, objeto de crítica en las dos novelas; es simbolismo a los objetos cotidianos. Se equiparan, del mismo modo, en la importancia dada a la infancia, a la educación y a la literatura, que en esta obra se concentra en la influencia de santa Teresa en la protagonista y en el paralelismo de la representación del Don Juan Tenorio con la escena de la seducción en el capítulo XVI.

    Su excesiva longitud, la complejidad y los matices, además de la polémica y vociferante recepción crítica (en parte por los muchos enemigos del temido y no pocas veces odiado crítico) del asunto hacen que pierda interés su novela, que no se reeditará hasta 38 años más tarde.

    RESÚMEN:

    Don Fermín de Pas, magistral de Vetusta, suele visitar la catedral y ver, imperiante, la ciudad desde lo más alto de la torre, donde Bismark y Celedonio cumplen sus funciones de campaneros. Ana Ozores, la Regenta, esposa de Don Víctor Quintanar, regente de varias audiencias de Vetusta, empieza a recordar su infancia, lo que ocurrió aquel día con su amigo Germán cuando durmió con él en la barca. A partir de ahí su vida cambió pues eso acabó con su reputación y vive angustiada porque no recuerda qué fue realmente lo que ocurrió. Su amiga Visitación da esperanzas a Don Álvaro Mesía para poder estar con Ana, de quien está enamorado. Ana no da importancia a este hecho ya que considera que mientras sea por parte de él no hay pecado. Ésta es hija predilecta de confesión del magistral, a quien confiesa su extremo sentimiento de soledad ya que no ha conocido el veradero amor puesto que su marido representa para ella no más que la figura paternal. La relación íntima, pero religiosa, entre Fermín y Ana es muy comentada entre los vetustenses.

    En la fiesta del marquesito se reunen varios personajes para comer, entre ellos Mesía, De Pas y Ana. Mesía aquí pierde progatonismo por culpa del magistral, quien consigue llamar la atención de Ana. Mesía cree que Ana no le quiere pero en realidad sí le quiere aunque no quiere aceptarlo y ésta no sabe que el magistral también está enamorado de ella. Después, la noche de Todos los Santos, Ana va al teatro con su marido y Mesía, quien se sienta a su lado. La obra es Don Juan Tenorio y Ana se compara con Doña Inés y a Don Álvaro con Don Juan, por lo que sale encantada de la obra. De Pas, celoso de que estuviese con Mesía, la acusa de ir al teatro el día de Todos los Santos. Ana se siente culpable y Fermín empieza a ejercer una gran influencia sobre ella y promete ser una buena devota. Tal era su devoción que consigue además que su marido lea libros santos. Más tarde, Ana enferma y Mesía aprovecha para mantener una relación íntima con Quintanar, con quien coge mucha confianza y así poder ir a su casa a cualquier hora.

    Mesía, consciente de la rivalidad de Fermín por Ana, toma las riendas y pone en su contra a algunas personas del pueblo. Don Santos, a causa de la bebida, y Sor Teresa, por tuberculosis, mueren pero no obstante, los vetustenses echan la culpa al magistral.

    Se celebra el carnaval y Quintanar pide a Mesías que baile con su mujer y así lo hicieron. Ella, al verse por primera vez abrazada, se desmayó. Fermín, al enterarse de esto (Petra, la doncella de Ana, quien se siente atraída por Fermín y Álvaro, participa en gran medida en contarle a Fermín todo lo que pase en casa de Ana) celoso y enfadado le confiesa su amor a Ana quien responde enfadada que la había engañado si de verdad la amaba. Al día siguiente, arrepentida, le pide perdón y como arrepentimiento participa en la procesión de Semana Santa como nazarena. Ante tal hecho, Quintanar culpa al magistral. Ana se arrepiente de participar como nazarena y cae enferma y el médico la aconseja ir al campo a pasar unos días. Ella y su marido van a la casa perteneciente a los marqueses Vergallas, en “El Vivero”. Allí vivirá Ana los días más felices de su vida. Una noche estando en el campo, Ana y Mesía se quedan solos y Mesía le declara su amor y comienzan una relación a escondidas.

    El día de Navidad, Mesía cena en casa de los Ozores. En una conversación entre Quintar y Mesía, deciden echar de la casa a Petra, quien iría a casa del magistral a ocupar el puesto de Teresina, doncella actual del magistral que abandona su puesto porque se casa.

    El magistral habla con Petra, no para contratar sus servicios sino para que actúe de espía con Ana prometiéndola que ocuparía el puesto de Teresina cuando ésta se fuera. Enterado éste de la infidelidad de Ana, se lo cuenta a Víctor, quien en un ataque de cólera se enfrenta a Mesía en un duelo. Quintanar, sin la intención de matarle, le dispara en la pierna mientras que Mesía le dispara en el pecho y muere. Ana, al enterarse de esto, va a buscar al Magistral para ser confesada pero éste no quiere verla y la deja sola. Tras esto, Ana se desmaya en la Iglesia y Celedonio la besa.

    Cuidadosamente construída a base de un contraste temporal de lentitud seguida de una reciente rapidez, la novela tiene una variedad de ubicaciones espaciales sumamente propicias para servir de telón de fondo, ante todo, a escenas de intimidad tanto de una u otro protagonistas como de ambos juntos. Muchas de ellas (torre de la catedral, por ejemplo), desprenden exotismo. Otros escenarios, al aire libre, tanto dentro como fuera de Vetusta, exaltan a veces sensualidad, y otras veces aspiraciones a alguna espiritualidad.

    La complicada lucha por el poder está reflejada, bajo mi punto de vista, en una serie de cambios radicales en las relaciones entre sus personajes principales, cuyos triángulos amorosos está lejos del tipo tradicional que se asocia con la novela naturalista, produciendo en el lector un cierto desconcierto. Por ejemplo, Ana acabará siéndole infiel no sólo a su marido sino también a su confesor y hermano espiritual; serán rivales dicho sacerdote y un mujeriego, Mesía; se muere de celos no el marido, sino más bien el cura... es decir, una seria continua de líos amorosos.

  • La técnica narrativa. Los juegos de la narración: modalidades y puntos de vista. El tiempo de la narración.

  • “La heroíca ciudad dormía la siesta”. Con estas palabras Clarín dota de tal grado de ironía que es una declaración de principios de lo que al lector le aguarda en esta obra. Adopa el juego y lo intensifica al empezar con estas palabras y continuar con “Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del codido y de la olla podrida, [...]”, aclarando el tono sarcástico del inicio. Clarín crea en su novela un pueblo condensado, Vetusta, por el que desfilan ciento cincuenta personajes de los que nos deja ver sus entrañas. El autor añade otros elementos narrativos que claramente no corresponden a este movimiento, el naturalismo: un lenguaje medido, sin grandilocuencias pero exacto, las reflexiones de los personajes (un narrador que los deja hablar directamente a través del estilo indirecto libre o del monólogo interior) y todo ello para exponer un argumento preferentemente sencillo y verosímil.

    Es una obra sumamente personal, cuyo contenido y múltiples perspectivas reflejarán no sólo las experiencias vitales de su autor, sino también su propia actitud frente a ellas: un planeteamiento estético y moral que se extiende desde la ironía mordaz, pasando por un erotismo rayando a veces en la morbosidad, hasta un lirismo estremecedor.

    Escrita en prosa, pero en una prosa sumamente poética que logra transformar en belleza hasta lo más sórdido, reproduciendo así, estilísticamente, el contraste básico del contenido, con su contraposición entre los anhelos y aspiraciones íntimos de los dos solitarios protagonistas. Ana Ozores y Fermín de Pas, y la sociedad mezquina, degenerada y envidiosa que se dedica, con éxito, a conspirar contra ellos para fabricar a una y otro la trampa de su caída. Así la representación crítica por parte del narrador de los integrantes de los tres núcleos sociales de la novela (los de la catedral, del casino y de la casa de los marqueses de Vegallana), con sus correspondientes cambios y juegos de punto de vista, establece un telón de fondo para el retrato de dichos protagonistas así como de unos cuantos personajes a su vez solitarios, como por ejemplo, don Víctor, Frígiles y la madre del Magistral, doña Paula.

    Aunque la novela está escrita en clave naturalista no se adecua plenamente a los cánones de esta corriente. Entre ellos destaca que no respeta la total objetividad, pese a que el autor, un narrador omnisciente que utiliza la técnica de estilo directo, se esfuerza en permanecer oculto pero en ocasiones se dirige directamente al lector. Sin embargo, en todo momento Clarín sabe mantener un efecto de impersonalidad. Se esfuerza también en no estar presente pero se siente su personalidad detrás de cada trazo caricaturesco, de cada sátira sangrienta y de cada grito de rebeldía.

    El tiempo de la narración

    Tras la aparente linealidad cronológica, hay toda una seria de premoniciones, indicios, anticipaciones que perparan un desenlace, que llega tras una serie de quiebros, giros, vueltas atrás, repentinas aceleraciones que envuelven a todos los personajes, dando lugar a auténticas reacciones en cadena que terminan por fundir los conflictos fundamentales que abarca la obra. Predominan los tiempos verbales que pertenecen a la esfera de los pretéritos. El inicio de la novela, se sitúa en un momento dado, pero vuelve hacia atrás para narrar todo lo que ha sucedido con anterioridad. Desde ahí continúa linealmente hasta el final (estructura llamada in media res).

    FASES DEL DESARROLLO

    1º. Lenta preapración y avance (1-15 capítulos)

    • Situación conflictiva de Ana

    • Poder y personalidad del magistral

    • El ambiente social de Vetusta

    • Trama que empieza a establecer la relación entre los personajes

    • Regreso a la infancia de ambos, como proyección de sus grandes individualidades.

    2º Precipitación y culminación de la acción (16-26 capítulos)

    • Tensiones tras la representación del Don Juan y triunfo del Magistral, que arrastra a una vida religiosa formal a Ana.

    • Reacción de Mesía, que conspira contra Fermín.

    • Crisis respectivas en Ana y Fermín, ella loca de deseo y él a punto de confesar su amor.

    • Pérdida de la influencia de Fermín. Revela sus sentimientos y Ana reacciona con asco. El Magistral parece rehacerse, incluso con el retorno de Ana al redil de la vida religiosa.

    3º Desenlace (26-30 capítulos)

    • La acción evoluciona de forma brusca. Ana se siente feliz alejada de Vetusta.

    • Se inicia la inevitable caída en brazos de Mesía.

    • Fermín enloquece en un odio sin límites.

    • Mesía cobra miedo se su aventura amorosa, al tiempo que don Víctor se enfrenta por primera vez y de forma dolorosa a la realidad.

    • Vetusta se horroriza ante la pasión que ella misma ha desatado y precipitado.

    Muchos de los motivos, temas, situaciones y personajes de esta novela se hallan esbozados, preelaborados o plenamente desarrollados en su obra anterior y contemporánea. Es por ejemplo el caso del simbólico nombre de Vetusta, con el que Clarín bautiza a esa ciudad tradicional y envejecida de la Restauración, que protagoniza colectivamente su discurso. También lo es el simbólico rótulo del periódico reaccionario de Vetusta, El Lábaro, referente ficticio de la prensa ultramoderna de la Restauración contra la cual el joven Clarín se declara cada día en guerra abierta.

    Como ya se hablará en el punto 6. Temas, la negatividad histórica se corresponde con la actividad del Clarín que milita en la Unión Republicana y que centra su actividad en el rechazo total a participar en el sistema político y en la denuncia de los casteralistas-posibilistas, que sí lo aceptan, como los más demócratas sin democracia. Siguiendo con el aspecto político, Clarín se nos presenta como un demócrata, repulicano, con simpatías federalistas, radicalmente antiposibilista, anti-restauracionista y anti-clerical. Representa bien las actitudes ideológicas de las clases medias que en 1868 intentaron la revolución democrático-burguesa y que en 1876 fueron marginadas del bloque dominante por la nueva oligarquía financiera y terrateniente, auténtica beneficiaria de la revolución burguesa, tal y como se pactó en España: como un compromiso entre el Antiguo y el Nuevo régimen. Estas clases medias, de carácter inequívocamente republicano, y que viven la frustración de una revolución no consumada, van a sentir amenazado su modelo político y su proyecto de hegemonía social por la cristalización de un proyecto revolucionario alternativo, impulsado por un proletariado progesivamente emancipado de la tutela idológica de la burguesía revolucionaria. Es en este paso que va de la lucha revolucionaria al miedo a la revolución, y que ocupa el último cuarto del siglo XIX y el primero del siglo XX, donde se origina la transformación de la idología política de Clarín, de Galdós y de tantos otros intelectuales del 68. Cuando la revolución propia fracasa y la ajena amenza con dejarlos fuera, la voluntad de lucha ha de sufrir, necesariamente, importantres transformaciones.

  • La técnica literaria: la descripción de espacios y personajes. Recursos estéticos y valoración. Vinculación con el realismo.

  • La Regenta fue considerada durante mucho tiempo como una de las obras de mayor ortodoxia naturalista del realimo español del siglo XIX. Sin embargo, Leopoldo Alas tampoco fue ortodoxo en este respecto y La Regenta, que es sin duda una novela naturalista, no es, en cambio, plenamente ortodoxa.

    En La Regenta está patente la influencia del medio, de la fisiología, de la educación y de la herencia sobre los personajes. Las enfermedades de Ana Ozores, su personalidad anormal, la caracterizan como un personaje naturalista típico; pero, sin embargo, están descritos los síntomas de la enfermedad de manera imprecisa, en tanto que es propio del naturalismo la descripción minuciosa y descarnada de los mismos. Si las descripciones fisilógicas están claramente atenuadas, lo mismo ocurre con las eróticas. La historia de esta novela es la de un adulterio; a lo largo de toda la obra se nos describe minuciosamente el proceso psicológico que conduce a Ana Ozores a los brazos de Alvaro Mesía. Pero ni una sola escena erótica aparece en el texto salvo por leves insinuaciones que hace el autor dejando al lector reconstruir mentalmente esas situaciones.

    Estas diferencias con el modelo naturalista ortodoxo permiten afirmar que la pertenencia de esta novela a la estética naturalista es una pertenencia crítica, que no asume obedientemente sus postulados sino que los maneja con total libertad.

    Alas nos sienta en una privilegiada primera fila para observar lo que puede considerarse un minucioso retablo de la Restauración española, construído a base de un extraordinario talento narrativo y una capacidad para mostrarnos el fondo y hasta el trasfondo de los muchos y múltiples personajes, entre los cuales son también importantes los lugares, los escenarios. Clarín no sólo describe los espacios al modo naturalista, sino que también les pone valor dramático, los anima hasta el punto de ser capaces de identificarse con los otros personajes, a los que incluso llega a transformar.

    PERSONAJES

    Esta novela es sobre todo una novela psicológica cuyos personajes, tanto principales como secundarios, desnudan su alma no sólo ante el lector sino ante sí mismos. Estos muestran cada uno su particular ideología sin que ningún momento aparezca la ideología del autor (por ejemplo, en temas religiosos). El marco histórico y social está presente porque en otras circunstancias, en otra sociedad, hubieran sido distintos de cómo son. Pero las especificaciones no son necesarias porque los lectores a los que va dirigida la obra son demasiado parecidos a los personajes de la misma.

    Ana revive algunas de las experiencias más íntimas del adolescente Clarín, como ese sentimiento de la Vírgen, que es “una locura de amor religioso”. Se ha comprobado un claro paralelismo entre las crisis religosas y psíquicas de Ana y de Clarín. Si en el capítulo IV Ana se ve sobrecogida de espanto místico en las montañas y recitando sus poesías es porque Alas, que en su adolescencia pasaba las horas a la sombra de un peñasco, mirando al mar y a las nubes con un libro en la mano, se vio también sobrecogido una tarde por una visión mística.

    ESPACIO

    Está situada la acción de La Regenta en una imaginaria ciudad asturiana llamada apropiadamente Vetusta, un extenso mundo geográfico y social captado minuciosamente mediante una mezcla de sátira y lirismo y recreado, sin embargo, desde su recién vuelto ciudadano escritor. Esta novela revolvió las conciencias de muchos ovetenses, que se sintieron reconocidos y, por ello, agredidos por la novela. El obispo Martínez Vigil acusó a Clarín de ser un “salteador de honras ajenas”. Y no es de extrañar que se sintiesen reconocidos ya que algunos críticos, como Ventura Agudiez o G. Sobejano han podido ir desentrañando el urbanismo del Oviedo real en el ficticio de Vetusta, reconociendo barrios, calles, templos, parajes, etc.

    La torre de la catedral, por una parte, y el confesionario, por otra, son la perfecta síntesis del magistral. De igual modo, el claustro, la sacristía o el coro son descritos por Clarín como entre luces y sombras, con el sonido intrigante de sotanas que casi parecen hablar para definirnos un clero no precisamente bien tratado por el autor. El casino, al que el autor personifica cuando dice de él que era un aristócrata, entre otras cosas, alberga la hipócrita sociedad masculina de Vetusta, la de mayor arraigo, donde se señorea don Álvaro Mesía, el rival de don Fermín en su lucha por doña Ana. El despacho y los aposentos del Regente, don Víctor Quintanar, están llenos de polvo y repletos de inventos inútiles, siendo ésta la perfecta metáfora del personaje. Y por encima de todos los lugares y síntesis de personajes, Vetusta. La soñolienta, inhabitalbe y murmuradora Vetusta. Es en sí misma un personaje, uno de los tres principales junto a don Fermín y la propia Ana. Es el ser que ahoga cualquier intento de huir del ambiente vetustense.

    Esta constante identificación del ambiente social con los indiviuos, que incluso llega a coartar su libertad, es un principio tomado del naturalismo, imperante en el último tercio del siglo XIX. A pesar de que en algún momento Clarín critica su exceso de cientefismo, defiende “la necesidad de basarse en la observación de los datos, minuciosa, atenta, sistemáticamente estudiados; y después, en la composición, la experimentación que es la que la da la enseñanza, el resultado, que es la obra de arte [...]”.

  • Temas que el autor desarrolla a lo largo del texto. Relación con la época y la ideología del autor.

  • SENSUALIDAD Uno de los temas de mayor importancia de la novela es, sin lugar a dudas, el de la sensualidad que se extiende en múltiples direcciones: sensualidad y amor, sensualidad e iglesia, sensualidad y familia, sensualidad y erotismo, sensualidad y música... Por ejemplo, en el capítulo XXIII, la narración de la Misa del Gallo hace ver una obsesión muy clariniana, la de la gozosa especularidad y ceremoniales de la Iglesia como institución. En el capítulo XVIII Clarín se centra en las devotas vetustenses que acechan con gran excitación la incorporación de Ana a la tribu (siendo el tema de las beatas un problema que había preocupado a Clarín tempranamente).

    A Ana la vemos mística, pero también sensual. Ana sabe que es hermosa, sabe que debe su aceptación en la sociedad vetustense a su hermosura, pero la repugna oír hablar de su cuerpo como una mercancía. Además, Ana siente el paso del tiempo, viendo como se marchita su cuerpo sin haberle concedido satisfacción alguna:

    ...Tenía veintisiete años, la juventud huía; veintisiete años de mujer eran la puerta de la vejez que estaba llamando... y no había gozado una sola vez esas delicias del amor de que hablan todos, que son el asunto de comedias, novelas y hasta de la historia. El amor es lo único que vale la pena vivir, había ella oído y leído muchas veces. Pero, ¿qué amor? ¿Dónde estaba ese amor? Ella no lo conocía. Y recordaba entre avergonzada y furiosa que su luna de miel había sido una excitación inútil, una alarma de los sentidos, un sarcasmo en el fondo; sí, sí ¿para qué ocultárselo a sí misma si a voces se lo estaba diciendo el recuerdo?

    MUJER Un tema curioso es el de la contraposición entre el amor pagano y el amor cristiano, o entre la mujer sensual y la mujer ideal. La condición femenina fue muy reflexionada por Clarín y en esta novela Clarín refleja la discriminación a la que la mujer se ve sometida por el derecho, la represión ideológica en que es educada, la utilización interesada por parte del hombre. Para una joven de clase media, sin dote por lo general, todo su provenir está encerrado en “atrapar” marido. Además Clarín refleja que el adulterio se denomina en el hombre actividad, valor, inteligencia, etc, y en la mujer infidelidad, falsía, astucia. Así que, ya fuera del contexto, Clarín propone poner a la mujer en condicones de ganarse la vida, de ser económicamente libre, independiente. Destaca el tema central de la frustración de Ana como mujer.

    EDUCACIÓN entre los factores determinantes de la conducta humana que el naturalismo emplea para explicar el comportamiento de sus personajes es el de la educación. Encontramos, por un lado, la influencia de la educación sobre el carácter de los personajes, lo que la sitúa dentro del campo del naturalismo; por otro lado, una crítica muy fuerte de la educación clerical. En los capítulos IV y V aparece el relato de la infancia de Ana. Clarín muestra un retrato completo de la proganista basándose en el recuerdo de la vida de ésta. Ana es formada por un modelo de educación que acabará ahogándola. En primer lugar la aventura de la barca de Trébol con su amigo Germán. Una aventura infantil e inocente que acabará convertida por la maldad y perversión de los adultos en un grave pecado que en cierto modo marca toda la vida de Ana Ozores:

    Desde entonces la trataron como un animal precoz. Sin enterarse bien de lo que oía, había entendido que achacaban a culpas de su madre los pecados que la atribuían a ella...

    El sentimiento de culpabilidad que crea el desenlace de la aventura de la barca de Trébol no la abandona en toda la vida. La educación de Ana Ozores se desarrolla en tres períodos: el primero a cargo de un cuidadura cruel y brutal, doña Camila; el segundo a cargo de su propio padre; el último cuando cae en poder de sus tías. La educación que le proporciona Doña Camila a Ana es una educación contra la naturaleza, como ella misma reconoce, basada en la represión de los instintos y dirigida a anular toda espontaneidad y autonomía. Don Carlos, opone una educación neutra que deja que el espíritu de Ana se desarrolle libremente. A la muerte de Don Carlos, Ana cae bajo la tutela de sus dos tías solteronas y beatas: de nuevo la oscuridad y la represión.

    HIPOCRESÍA La Regenta y el Magistral no son sino la expresión de la existencia inauténtica de lo que pudieron haber sido Ana Ozores y Fermín De Pas. Es la sociedad de Vetusta la que los ha convertido en lo que son. Ni Ana es adúltera ni Fermín es corrupto por naturaleza, llegan a serlo empujados por el medio social en el que viven. Pero hay ocasiones en que recuperan su autenticidad, en que vuelven a ser ellos mismos. Así, mientras Ana descansa en el Vivero y vuelve a estar en contacto con la naturaleza, lejos de Vetusta, del Magistral y de Alvaro Mesía, se atemperan sus pasiones y es feliz. Es entonces cuando resurge su antigua vocación y comienza de nuevo a escribir. Se siente libre. También cuando Ana y Fermín se encuentran, convertidos ya en Regenta la una y Magistral el otro, vuelven a florecer en ellos los antiguos anhelos, creen encontrar el uno en el otro una tabla de salvación entre tanta pobreza como les rodea si reelemos los pasajes en los que se nos cuenta la influencia mutua que ejercen el uno en el otro tras su primera entrevista. En una sociedad falsa e hipócrita no hay lugar para la autenticidad de los sentimientos, cada uno debe cumplir su papel de cara al mundo. No hay sitio para la verdad. Por eso, cuando el adulterio de Ana Ozores se resuelve dramáticamente, todos le volverán la espalda.

    Los personajes que circulan a lo largo de la novela son todos falsos consigo mismos, inauténticos: ni Fermín De Pas tiene vocación sacerdotal, ni Alvaro Mesía es tan potente como presume, ni Quintanar es capaz de representar su propia comedia de capa ni espada, ni Trifón Cármenes es poeta. La inautenticidad llega en ocasiones a la caricatura: Santos Barinaga, dedicado toda su vida a la venta de objetos para el culto muere renegando de la religión. Todo es inauténtico, incluso la propia Vetusta que no es sino un Oviedo disfrazado. Sólo dos personajes se salvan de tal ambiente de falsedad, sólo el obispo y Frígilis. Parece como si Clarín hubiese querido poner en ellos dos ejemplos de salud. Frígilis representa el ideal armónico y equilibrado de un hombre que vive en contacto con la naturaleza. Es un personaje sano que da al cuerpo lo que el cuerpo pide. Encuentra la felicidad lejos de Vetusta, en el campo, en el monte. Sin falsedad: no necesita aparentar nada porque la sociedad de Vetusta nada puede ofrecerle, todo lo que necesita está fuera. Sólo él se mezcla con las clases bajas sin un gesto de desagrado. El obispo Camoirán, al que vemos siempre al margen de los acontecimientos vetustenses, dotado de una espiritualidad sincera. Viste pobremente y entrega todo lo que tiene a quien lo necesita, siendo el obispo de los pobres.

    POLÍTICA Clarín refleja un rechazo sin escrúpulos de la Restauración y en esta novela, aún cuando contiene algunas afirmaciones de detalle, es fundamentalmente una radical negación. Ni un solo personaje se salva, y si alguno tiene rasgos positivos, como Frígilis o Camoirán, es precisamente por su automarginación de Vestusta. Neocatólicos, conservadores, liberales, fuerzas que se reparten a los personajes principales y que conciden en jugar dentro del sistema, participación en su labro de corrupción de una sociedad vetustense ya profundamente corrompida de tradición. No hay salidas, ni alternativas, que puedan servir a la colectividad.

    La negatividad global del mundo representado en esta novela es, además, una negatividad histórica, la de una sociedad provinciana representativa de los años inmediatos a la Restauración, en que se consolida como un régimen social en el que la revolución burguesa se ha producido dejando casi intactos los cimentos del antiguo régimen al tiempo que, al generar la industrialización, hace aparecer el amenazante mundo del proletariado.

    LUCHA Es la lucha entre el espíritu y la materia, entre el alma y el cuerpo, que vemos representada en esta novela. El drama que relata la novela no se refiere tanto a la historia de un adulterio y de un cura enamorado como a la lucha dramática entre la carne y el espíritu, entre lo natural y lo convencional.

    En el personaje de Ana Ozores se manifiesta con mayor virulencia esta lucha. La Regenta sufre un doble asedio: el Magistral y Alvaro Mesía disputan por conseguirla. El primero pone cerco a su alma, el segundo a su cuerpo. Ana Ozores debe elegir entre dos pretendientes que representan a la Iglesia y al mundo, al espíritu y a la carne. Así mismo, bajo mi punto de vista y teniendo en cuenta el anticlericalismo de Clarín, quedan reflejados con estos dos personajes el odio hacia la iglesia por ello la lucha entre ellos. Ana se siente dominada por dos fuerzas opuestas, cuya tensión acabará destruyéndola. Sus exigencias espirituales se encuetran dirigidas y manipuladas por el Magistral. Los deseos carnales, por Mesía.

    Ana Ozores no conoce el término medio sino que nos es presentada siempre en la extremosidad de las pasiones. Sólo en un breve período (la convalecencia de Ana en el Vivero) alcanza por un momento la paz y el equilibrio: Fermín De Pas y Alvaro Mesía se encuentran apartados, pero cuando vuelven a irrumpir en escena de nuevo se produce el desgarro. Rechazada por la Igleisa y por el mundo, ha sido doblemente prostituida por una ciudad corrupta: Alvaro Mesía prostituyó su cuerpo; el Magistral, su alma.

    De Pas y Mesía, son el exponente más claro de la inautenticidad (y esto también se hubiese podido introducir en el tema HIPOCRESÍA). Ellos representan la falsedad de los dos extremos: la del espíritu y la de la carne. A Mesía le acaba resultando insoportable su papel de Tenorio, al punto que siente desfallecer sus fuerzas. Pero no menos gravoso es para Fermín De Pas su papel de Magistral. Ciertamente es poderoso, domina a su antojo dentro y fuera de la Iglesia, pero al precio de la renuncia del amor: su poder hace que le odien: es temido, no amado. Debe reprimir los deseos corporales, aparecer en sociedad como un ser puro y ajeno al mundo.

    RELIGIÓN como ya dijimos en el tema de la lucha, la vida de Ana está regida por esta lucha. Ana Ozores es un personaje místico. Su religiosidad se aparta en mucho de lo acostumbrado en las damas de la sociedad vetustense, pura apariencia y disimulo, sin ápice de fe. La religiosidad de la Regenta es profunda, pero tampoco se adecua a la medida que la propia Iglesia desea de ella. Además, en el personaje del obispo Camoirán se pone de manifiesto el carácter del anticlericalismo y a la vez su profunda religiosidad. Lo que Leopoldo Alas reclama es una religiosidad pura como la de Camoirán. La figura del Obispo es la crítica más despiadada de la Iglesia oficial, en la que dominan los ambiciosos con ansias de poder, como el Magistral. La simple presencia de un hombre íntegro constituye un peligro para el clero corrupto (que queda ejemplificado en el miedo que sienten los campaneros ante la presencia del magistral) que se queja de su conducta, ya que les pone a ellos en evidencia.

  • Intencionalidad de Clarín con esta obra en lo estéteico y en lo idológico

  • Aunque todo constituya una muestra del naturalismo restaurado, Clarín quiere ofrecer algo más: quería ser el retratista de su época y pintar, como casi una foto, la vida que ocurría ante sus ojos por lo que considerar que el argumento de la novela es un adulterio no es exacto. Alas cuenta un adulterio pero sólo como una excusa para demostar toda su capacidad narrativa y descriptiva y diseccionar con ironía y sarcasmo la época y el espacio: Vetusta, la cual se identifica con su casi natal Oviedo. En ella refleja la hipocresía de la que se habló en el punto anterior y la mediocridad de la sociedad de la Restauración, la tiranía de la moralidad, la discriminación de la mujer o la corrupción del clero reflejando todo ello con palabras de desilusión y amargura.

    Tres constantes: sociedad, cuerpo y espíritu. Tres constantes que están dentro de un determinado contexto espacial así como temporal, con una finalidad que consiste en ayudar al lector a una mayor comprensión de sí mismo, no sólo como individuo sino también como integrante de unas determinadas circunstancias hitórico-sociales.

    Sin embargo, no estamos ante una novela histórica aunque el ambiente de la Restuaración sea el marco preciso en el que se desarrolla la historia de Ana Ozores. Las referencias a los sucesos políticos de esos tres años en los que se desenvuelve el trama brillan por su ausencia puesto que no era esa la intención del autor: el marco histórico-social se dan por sobreentendidos. Adopta, además, una técnica que le aleja de la novela; por eso, la acción se desarrolla en Vetusta y no en Oviedo, aunque éste sea fácil de reconocer.

    La crítica de Alas va contra la incultura de los pretendidamente cultos, a los que despedaza. No soporta a los del casino, sean materialistas o espiritualistas, cconservadores o liberales, que no leen ni saben de lo que hablan.

    Bajo mi punto de vista, queda claramente demostrado que a Clarín le repugna el poder clerical y piensa, aun con mucha amargura, que él pertenece a esa sociedad corrompida y llena de falsedad.

  • Valoración personal

  • Esta obra es una novela escrita en prosa, perteneciente a la época realista (segunda mitad del siglo XIX). Su autor: Leopoldo Alas, conocido como “Clarín”, cuya labor formidable de novelista, cuentista y periodista en las que se ve su agresividad crítica y el cortante filo de sus opiniones estéticas que contrastan con la cautela con que aborda su labor creadora. La Regenta es la suma de la novela autoconsciente más naturalismo (visión «moderna» de la realidad, que permitía ver en profundidad), más las circunstancias propicias (el público quería novelas), más el interés del autor por lo ético (krausismo) y el deseo del artista de ser oído en toda España. Todo ello dio lugar a la invención de un mundo ficticio y de un escenario cuyo referente es la ciudad de Oviedo (en la novela, Vetusta). En ella, Clarín utiliza el tema del adulterio para así extenderse a lo largo de sus 30 capítulos en temas como la sensualidad, reflejado en Ana Ozores que, a pesar de la frialdad que el realismo propone, Clarín consigue transmitir una sensibilidad increíble y esas ansias de amor que siente Ana (por ejemplo, en las escenas en la que la desnudez del personaje se describe como algo divino); la situación de la mujer; la educación, importante y mal hecha; la hipocresía y, cómo no, la constante y permanente de la política en la que el autor enmarca el poder de la Iglesia como una forma de gobierno que marca la vida de las personas, haciéndolas creer y pensar cosas que en realidad no quieren. Hablo de Ana Ozores, la Regenta, en quien cae todo el peso de la acción. Ella, desconsolada y sumida en una profunda soledad, encuentra refugio en la religión a la que llega por medio del magistral. Con estos dos personajes y Mesías, se crea un triángulo amoroso en el que Clarín se esfuerza por mantener a todos los personajes equilibrados, como un malabarista de platos: deja olvidado a un personaje y vuelve a él, a la vez que los otros vuelven a caer. Y así, con los altibajos del amor, el triángulo de estos tres personajes tiene un final que ninguno de nosotros podría imaginar: ninguno de los dos consigue el amor de Ana, uno por su profesión clerical y otro por su obsesión de ser mujeriego. Después de tanto esfuerzo por unirse, cada uno por sus razones decide abandonar el amor de Ana, volviendo ésta a sentirse como al principio de la novela: sola y triste, no siendo de extrañar despues de ser abandonada por lo que podría haber sido su verdadero amor, puesto que con su marido Quintanar no lo había conocido, y habiendo muerto éste por culpa suya en un duelo contra Mesía. Bajo mi punto de vista, el aspecto más relevante es que Clarín refleja con el desenlace de la novela la “realidad más real” que puede existir. El amor, tan emocionante y alentador (incluso enfermizo) que puede aparentar, no siempre tiene un final feliz, reflejo todo ello del realismo al que pertenece la novela. Está situada la acción de La Regenta en una imaginaria ciudad asturiana llamada apropiadamente Vetusta, un extenso mundo geográfico y social captado minuciosamente mediante una mezcla de sátira y lirismo y recreado, sin embargo, desde su recién vuelto ciudadano escritor cuyas descripciones hacen sentirse reflejado a los ovetenses. En este paraje se desarrolla una novela psicológica cuyos personajes, tanto principales como secundarios, desnudan su alma no sólo ante el lector sino ante sí mismos. Estos muestran cada uno su particular ideología sin que ningún momento aparezca la ideología del autor (por ejemplo, en temas religiosos). El marco histórico y social está presente porque en otras circunstancias, en otra sociedad, hubieran sido distintos de cómo son. Pero las especificaciones no son necesarias porque los lectores a los que va dirigida la obra son demasiado parecidos a los personajes de la misma.

    BIBLIOGRAFÍA

    http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/Clarin/index.shtml

    http://www.lahoradeasturias.com/index.php?id_not=0000001221&id_ed=00000019

    http://platea.pntic.mec.es/~macruz/regenta/XIX.html

    Libro de Lengua Castellana y Literatura

    Enciclopedia Larousse

    (Y un libro de La Regenta de la biblioteca que no recuerdo su editorial)




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    Enviado por:Maite
    Idioma: castellano
    País: España

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