Sociología y Trabajo Social


La policía de las familias; Jacques Donzelot


“...Sitúan a la familia en la obligación de tener que retener y vigilar a sus hijos si no quiere ser ella misma objeto de una vigilancia y de una disciplinarización.”(p.87)

En el libro La policía de las familias”, Jacques Donzelot hace un repaso en la formación e historia del campo llamado de “lo social”, desde los siglos XVIII y XIX. En este repaso, concede especial importancia al Tribunal de Menores, considerado como “lo social por excelencia”(p.233), a las relaciones establecidas entre los ámbitos público y privado, y a una institución como es la familia, sobre la cual inciden múltiples aspectos de lo social, base sobre la que se asienta el libro.

Comienza haciendo una aclaración referente al título del libro, ya que la acepción de “policía” de la que se habla en el libro es mucho más amplia que la actual, englobando todos los métodos de desarrollo de la calidad de la población y del poder de la nación.

El capítulo segundo se centra en la educación de los hijos y una crítica a la domesticidad y las nodrizas, por su trato e incompetencia, considerado como perjudicial. Afirma que el pensamiento social y médico de la época, el siglo XVIII, se centra en la crítica a los domésticos, por lo que se han de fomentar unas nuevas condiciones de educación de los hijos para conservarlos. Esta revalorización de las tareas educativas se basa en dos puntos: uno orientado hacia la difusión de la medicina doméstica, sustrayendo a los hijos de burgueses de la mala influencia de los domésticos; y otro, encaminado a controlar la reproducción de los pobres, y el coste social de ésta.

Esto supone una importante alianza entre medicina y familia, concretamente con la madre, como figura de gran utilidad educativa; alianza que a su vez resta importancia a la autoridad paterna. De esta forma, la mujer se sitúa en una posición de madre, educadora, y auxiliar de médico, punto sobre el que se apoyan las corrientes feministas del siglo XIX.

Los defectos que se le achacan a la educación en el ámbito privado se trasladan también al público, dada la rigidez y rigor de los sistemas de educación pública, el amontonamiento, etc. Se señala la importancia de la génesis de las primeras asociaciones de padres de alumnos en el siglo XIX, y con esto, el inicio de la educación mixta familiar y escolar.

Al hablar de la educación pública, se toca el tema de qué hacer con aquellos individuos considerados los “indeseables de la familia”(p.28); y se citan medidas como su concentración en hospitales generales, conventos, y hospicios, como formas de observar y controlar las conductas de los individuos.

A continuación, se describe el nacimiento de las ayudas familiares en el siglo XX, haciendo una descripción de la utilización del torno. La última etapa por la que pasó este instrumento fue la de organizar la admisión por medio de un servicio abierto, como forma de disminuir los abandonos, pero también para posibilitar la investigación administrativa para la concesión de las ayudas antes citadas.

También con referencia al tema de la asistencia; se habla de las asociaciones filantrópicas y religiosas, que se ocupaban de ayudar a las clases pobres, en su educación, y en la restauración de la vida familiar, como la forma principal y más económica de asistencia. Estas asociaciones filantrópicas, junto con el feminismo emancipador, luchaban contra los prostíbulos y la policía de costumbres, así como el tipo de enseñanza que recibían las mujeres.

Por lo que respecta al tratamiento de la infancia en la familia, se habla de dos casos. En el primero, nombrado como “libertad protegida”, la familia burguesa utiliza los aportes de la psicopedagogía para el desarrollo del niño, y controlándolo a través de una “discreta vigilancia”. En el segundo caso, el modelo pedagógico se apunta como “libertad vigilada”; en él el problema es el exceso de libertad, por lo que se tratará de hacer al niño ceñirse a los espacios de mayor vigilancia, como son la escuela y el hogar.

El siguiente capítulo se centra más en la familia propiamente dicha, en temas como la autoridad paterna, la conyugalidad, etc. Esta autoridad paterna, responde por el resto de su familia ante las autoridades centrales, a cambio del reconocimiento y protección. Por este motivo, el no pertenecer a una familia plantea un problema de orden público, siendo sujetos “descolgados”, los no pertenecientes a una familia. Estos sujetos son los que dependen de la caridad, o de la administración, que opta por dos vías: o ingresarlos en hospitales generales, o dejarlos “socialmente fuera de juego”(p.52).

Se plantean los problemas de asistencia, debidos a la falsa percepción de la pobreza, y las diferentes posiciones que hay frente a ellos, como son la de los socialistas, la economía política cristiana, y la economía social, grupo este último que sigue la línea filantrópica. Se trata del grupo que impondrá sus ideas sobre la asistencia, consistentes en estimular al ahorro, como clave del dispositivo asistencial, que a su vez refuerza la familia contra otras posiciones que buscaban su desaparición. Los filántropos consideran también que para que no haya fraudes en las ayudas, ha de cambiarse su naturaleza, por lo que no se deben dar bienes de primeras, sino consejos; y sólo a aquellos que realmente lo necesiten.

Para poder observar si esas necesidades son reales, ha de darse una investigación de la vida del pobre, una vigilancia continua de la familia; como afirma el autor, ha de darse una “conexión de la moral con lo económico”.

Posteriormente se trata el tema de la clase obrera, en la que es importante la relación adulto-niño, ya que estos últimos son engendrados sin medida, se les explota, etc. A raíz de esto se citan algunas formas de controlar estos abusos, como las normas protectoras de la infancia, de salud, y de educación; cuya forma de difusión será necesariamente la escuela.

En cuanto a la tutela, a finales del siglo XIX surgen sociedades preocupadas por la gestión de los niños abandonados, delincuentes, o rebeldes a la autoridad familiar. Pero estas se encontraban con la resistencia del poder paterno, que en algún caso se oponía a su intervención. Pero frente a esto, a raíz de algunas leyes (1889, 1898, 1912),se transfiere este poder también a filántropos, médicos, magistrados, etc, lo cual supone una nueva relación con la familia, en la que la familia está obligada a vigilar a sus hijos si no quiere ser ella objeto de vigilancia.

Ya al final del capítulo se cita el problema del siglo XIX, que será la resolución de dos cuestiones referentes a la relación familia-sociedad: cómo tratar las resistencias familiares e individuales en las clases populares, y cómo compatibilizar la autonomía familiar con las prácticas de socialización de sus miembros.

La siguiente parte se centra más concretamente en el niño, el Tribunal de Menores, y el campo de la inadaptación.

Este tribunal se instaura en el año 1912, y como afirma el autor, “distribuye las penas selectivamente”, y básicamente, administra los niños sobre los que pesa una amenaza de ser castigados, estableciendo medidas educativas, en un espacio abierto; constituyendo la prisión una medida excepcional.

Se amplía el campo de la infancia inadaptada, configurado por los “indomables”, y por los “incapaces” de la escuela (p.108).

Volviendo al funcionamiento de este tribunal, cabe señalar que examina a los individuos, evaluando tanto al menor como su medio. Para esto se abren expedientes, como un trámite obligatorio, que contiene información sobre aspectos psicológicos del niño y del valor educativo de su medio familiar. Para la elaboración de este informe, se realiza un acercamiento circular a la familia, así como un interrogatorio, y una verificación del modo de vida de la familia; estas son las “nuevas reglas” del informe social.

En este trabajo adquiere una importancia relevante la psiquiatría, como forma de completar el informe. En la expansión de la psiquiatría infantil, hay que señalar dos elementos claves. El primero, es la escuela, como institución modelo que sirve de laboratorio de observación de los comportamientos, como medio para valorar la normalidad/ anormalidad. Y el segundo, es el hecho de asignar a la familia el origen de los trastornos tanto disciplinarios como patológicos, provocados bien por insuficiencia educativa como por anomalías degenerativas.

A continuación se trata el tema del psicoanálisis, su relación con el Tribunal de Menores, y su “vocación pedagógica”(p.135), ya que considera la organización familiar, como forma de prevenir la inadaptación infantil. En esta relación con el tribunal, el psicoanálisis interviene de forma importante, ya que contribuye a que se aminore la pena, pasando a darse una “liberalización controlada de la vigilancia”, y concede al educador un papel primordial. Comienza así a configurarse un nuevo panorama de la educación vigilada, con tratamientos en medio abierto, dejando a los niños en la familia pero controlando la educación que reciben, etc.

También tiene su aportación al campo de la psiquiatría, ayudando a construir la categoría de la “inadaptación infantil”, que engloba a niños delincuentes, como socorridos o anormales; lo que Georges Heuyer denominó “niños irregulares”, que engloba a enfermos, deficientes, los que sufren trastornos de carácter, los inadaptados escolares, y los que sufren carencias en su medio.

Ya en la última parte de este cuarto capítulo se describen a grandes rasgos los tipos de familias consideradas en los expedientes, como son las familias inestructuradas, las normalmente constituidas, y las carenciales. El primer tipo se caracteriza por la inestabilidad profesional, la inmoralidad y la suciedad; en estos casos las denuncias vienen de otras personas o instituciones, como los vecinos, escuela, etc. La intervención es de larga duración, y suele ser la asistencia a los menores en medio abierto, prestaciones sociales, etc. Las denominadas normalmente constituidas, tienen su principal problema en la vida en la calle de los menores, que lleva al traslado de la autoridad familiar a una autoridad social, que garantiza la función educativa por medio de una medida disciplinaria.

Y el último grupo, las carenciales, son aquellas en las que uno de los cónyuges(o ambos) ha muerto o son víctimas de una incapacidad decisiva. En estos casos, la tendencia general es el ingreso (parcial o total) de los hijos, o bien la asistencia en medio abierto.

En todo este terreno, se señala la importancia del psicologismo, como sustituto de lo jurídico, ya que permite evitar comportamientos resistentes en las familias a los ingresos impuestos, y en general, permite la vigilancia y el control.

Una última parte trata los modos de gestión de la sexualidad, función ocupada anteriormente por la figura del cura o el médico; y que a partir del siglo XX se considera un tema de interés para toda la sociedad. Se concede gran importancia a este tema, dado que supone en método de transmisión de degeneraciones, de anomalías, de problemas de inteligencia, de carácter, etc, problemas todos ellos que configuran el campo llamado antes de la inadaptación social. Y en este punto va a tener también su aportación el psicoanálisis, dado que valora la posibilidad de mejorar el comportamiento del niño a través del medio familiar, al que concede tanta importancia, así como al aparto escolar. El poder del psicoanálisis reside en la posibilidad de considerar/ mostrar cómo la familia “puede llegar a ser la responsable de la mala socialización” de alguno de sus miembros(p.222).

A lo largo de este libro, del repaso histórico que hace su autor sobre la aparición y expansión del campo de lo social, se encuentran múltiples elementos de las pedagogías tratadas por Julia Varela en “Categorías espacio-temporales”, esto es, las pedagogías disciplinarias, las correctivas, y las psicológicas. Las primeras, presentes a lo largo del siglo XVIII, aparecen así cronológicamente en el libro, y hacen hincapié en la vigilancia, de acuerdo con el principio foucaultiano de que es “mejor vigilar que castigar”. Posteriormente, se considera más rentable educar que castigar, y aparece la obligatoriedad escolar, conservando elementos disciplinarios, y que servirá de criterio para considerar a un niño anormal o inadaptado. Para estos, los “inadaptados”, se crearán centros de corrección, que servirán de laboratorios de observación de conductas, como cita Donzelot.

Y las psicológicas, a las cuales se les presta más atención hacia el final del libro, cobran especial importancia. Se centran en las características psicológicas del sujeto, y es lo que actualmente se denomina “psicopoder”, que supone una forma más sutil de controlar a los individuos.

A esto hace referencia también Álvarez Uría al escribir sobre “La Configuración del campo de la infancia anormal”, pero denominándolo “psico-control”. Afirma que la psiquiatría toma un papel esencial en la extensión de éste, pasando así de una etapa de autoridad coerción a una nueva que denomina de “persuasión-manipulación”. Establece también como baremo de normalidad el comportamiento escolar, atendiendo a problemas de inteligencia.

Me parece interesante también señalar las constantes relaciones que se establecen en el libro entre Familia y Estado (haciendo clara referencia al título), pero más concretamente entre el ámbito público y el privado, y los mecanismos existentes para la regulación y control de este último. Este control sobre lo privado me parece de especial importancia por la relación que guarda con las estructuras patriarcales, dado que la forma de ejercer ese control sobre el ámbito privado es a través de la autoridad paterna.

Se toca también explícitamente el tema del feminismo, introducido de forma transversal a lo largo del libro; pero especialmente al hablar de la alianza entre la medicina y la figura materna, dado que da a la madre una mayor importancia dentro de la familia, a la vez que supone una disminución de esa autoridad paterna (por mínima que sea).

Concede el autor bastante importancia a esta variable, junto con las diferencias entre familias ricas y pobres, ya que las entrecruza en los temas que trata en todo el texto.

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