Historia


La Ilustración. Siglo XIX


LA ILUSTRACIÓN

La historia de España del siglo XIX es una sucesión de fracasos.

Kant (1724- 1804) dijo: Es posible ser libre fuera de los sistemas. Triunfo de la razón. El hombre tiene capacidad para emanciparse de los obstáculos que le habrían impedido ser él mismo.

El hombre se libera de unas cosas pero no de otras, por ejemplo, del consumismo.

La ilustración es un movimiento intelectual que introduce conceptos nuevos, que intenta cambiar la sociedad. Es un camino de una cultura nueva. No es un sistema político. Y no es solo un movimiento europeo, también se da en América.

Apareció en Europa durante el siglo XVIII en contraposición al Absolutismo y al Antiguo Régimen.

Entre 1751 y 1765 se publica en Francia la primera Enciclopedia (Encyclopédie raisonée des Sciences et des Arts), de Denis Diderot y Jean Le Rond D'Alembert que pretendía recoger el pensamiento ilustrado. Querían educar a la sociedad, porque una sociedad culta que piensa por sí misma era la mejor manera de asegurar el fin del Antiguo Régimen (el absolutismo y las dictaduras se basan en la ignorancia del pueblo para dominarlo). En su redacción colaboraron otros pensadores ilustrados como Montesquieu, Rousseau y Voltaire.

Los líderes intelectuales de este movimiento se consideraban a sí mismos como la élite de la sociedad, cuyo principal propósito era liderar al mundo hacia el progreso, sacándolo del largo periodo de tradiciones, superstición, irracionalidad y tiranía (periodo que ellos creían iniciado durante la llamada Edad Oscura). Este movimiento trajo consigo el marco intelectual en el que se producirían las revoluciones Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y Revolución Francesa, así como el auge del capitalismo y el nacimiento del socialismo. En la música estaba acompañado por el movimiento barroco y en las artes por el movimiento neoclásico.

Otro destacado movimiento filosófico del siglo XVIII, íntimamente relacionado con la Ilustración, se caracterizaba por centrar su interés en la fe y la piedad. Sus partidarios trataban de usar el racionalismo como vía para demostrar la existencia de un ser supremo. En este periodo, la fe y la piedad eran parte integral en la exploración de la filosofía natural y la ética, además de las teorías políticas del momento. Sin embargo, prominentes filósofos ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau cuestionaron y criticaron la misma existencia de instituciones como la Iglesia y el Estado.

En la historia nada es casual, un hecho es la consecuencia inevitable de otros que lo precedieron. La Revolución Francesa, si bien tuvo otras causas, no hubiera sido posible sin la presencia del iluminismo que poniendo luz sobre el oscurantismo de la Edad Media, época en que se impedía pensar libremente, se alejó de las creencias religiosas para explicar el mundo y sus acontecimientos, para hacerlo a la luz de la razón. El iluminismo tampoco hubiera existido de no haberlo precedido un debilitamiento del poder de la Iglesia a causa de la reforma protestante, que dividió al mundo cristiano; y del humanismo, movimiento filosófico que centró en el hombre el objeto de las preocupaciones terrenales, quitando a la religión ese privilegio, desechando el teocentrismo.

En la segunda mitad del siglo XVIII, pese a que más del 70% de los europeos eran analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el papel que podría desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y naturales, en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana. Para entender correctamente el fenómeno de la Ilustración hay que recurrir a sus fuentes de inspiración fundamentales: la filosofía de Descartes -basada en la duda metódica para admitir sólo las verdades claras y evidentes- y la revolución científica de Newton, apoyada en unas sencillas leyes generales de tipo físico. Los ilustrados pensaban que estas leyes podían ser descubiertas por el método cartesiano y aplicadas universalmente al gobierno y a las sociedades humanas. Por ello, la élite de esta época sentía enormes deseos de aprender y de enseñar lo aprendido, siendo fundamental la labor desarrollada por Diderot y D'Alembert con su Enciclopedia.

Características

  • Antropocentrismo

  • Racionalismo

  • Hipercriticismo

  • Pragmatismo

  • Imitación

  • Idealismo

  • Universalismo

La burguesía reclama la libertad que gozan las clases dirigentes, no solo acceso a la riqueza sino a la cultura.

El siglo XVIII es el Siglo de las Luces y constituye, en general, una época de progreso de los conocimientos racionales y de perfeccionamiento de las técnicas de la ciencia. Fue una época de enriquecimiento que potenció a la nueva burguesía, si bien se mantuvieron los derechos tradicionales de los órdenes privilegiados dentro del sistema monárquico absolutista. Sin embargo, la historia del siglo XVIII consta de dos etapas diferenciadas: la primera supone una continuidad del Antiguo Régimen (hasta la década de 1770), y la segunda, de cambios profundos, culmina con la Revolución Estadounidense, la Revolución Francesa y Revolución Industrial en Inglaterra.

La Ilustración es una utopía en el sentido de que quiere establecer un reino divino en la tierra y una utopía económica ya que busca la libre producción y el libre comercio. Que la felicidad llegue a muchos sitios y a mucha gente.

La razón es la potestad humana más sobresaliente. El hombre puede construir un mundo mejor. No arrastra, no está lastrado por faltas anteriores (el pecado original). El progreso es continuo e indefinido.

La Ilustración tienes sus raíces en el Renacimiento. En la época postmoderna (la nuestra) se cuestionan estos conceptos, sobre todo lo del progreso indefinido, los recursos son limitados, no son infinitos. Cada persona debe enfrentarse a su fin. La técnica no puede obviar eso.

¿La religión forma parte de nosotros o es un producto de la sociabilidad? No se cuestiona la existencia o no de Dios.

Tolerancia.

Cosmopolitismo (En el siglo XVIII se descubre China y deslumbra al mundo occidental)

Obviar prejuicios.

Se cuenta con la monarquía y se requerirán reformas, los tributos, por ejemplo, y fomentar la educación para el cambio social.

El absolutismo del siglo XVIII recibe el nombre de “Despotismo Ilustrado”, que se puede definir como “la utilización de la ideología ilustrada por parte de las leyes absolutas para mantener su absolutismo”. Representa un intento de potenciar y racionalizar la monarquía absoluta, y en él se implican una serie de medidas conducentes al robustecimiento de la autoridad real frente a los órdenes privilegiados (nobleza y clero), a la centralización administrativa, al fomento de la riqueza pública y a secularización de la cultura.

Desde luego, ninguno de nuestros monarcas del siglo XVIII merece el en rigor calificarse de “déspota ilustrado”; pues ni usaron arbitrariamente de su potestad, ni tampoco gustaron demasiado de cultivar su entendimiento. Los auténticos representantes del “despotismo ilustrado español” fueron algunos de sus ministros que gobernaron en su nombre, entre los que destaca D. Zenón de Somadevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1702-1781).

Introducen reformas judiciales, por ejemplo, suprimiendo la tortura que hasta entonces se había utilizado por los jueces como forma corriente de investigación; y crean  multitud de centros educativos, como academias y universidades. Sin embargo, estas reformas se llevan a cabo sin contar con el pueblo; el lema del despotismo ilustrado es  “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, o dicho de otro modo en palabras de Cabanis: “En el verdadero sistema representativo, todo se hace en nombre del pueblo y para el pueblo; nada se hace directamente por él; es la fuente sagrada de todos los poderes, pero no ejerce ninguno

Además, rechazan lo que es más importante de la  Ilustración: la libertad política. Por eso, la burguesía ilustrada, que al principio apoya la reforma de los reyes, cuando ven que estos no conceden lo más importante, la libertad, se vuelven contra el absolutismo y se producen revoluciones.

Las ideas de Rousseau de que el hombre es bueno por naturaleza, se cuestionan actualmente.

Límites de la Ilustración

  • Monarquía absoluta

  • Iglesia

  • Nobleza dominante

La cultura es elitista, es patrimonio de unos pocos. La masa no accedía a la cultura, es analfabeta.

La cultura deja paso a la revolución

La Revolución Francesa se produce porque fue pensable y la Ilustración puso las bases para que fuera pensada esa revolución.

Roger Chartier en su obra “Los orígenes de la Revolución Francesa” da unos datos. En el siglo XVIII se había multiplicado por 4 el número de personas que se alfabetizan, hay un 25% de funcionarios que leían.

El absolutismo cuanto más fuerte es, paradójicamente, más débil (menos poder para hacer adeptos).

Hay un proceso de descristianización (dejan de aparecer en los testamentos las reseñas de misas y rezos para el difunto). Disminución de vocaciones religiosas. Desacralización del rey. La publicación de libros religiosos disminuye.

En España

La Ilustración es europea, pero también llegó a España. Hay dos posiciones.

Es pesimista Ortega y Gasset. A España le faltó el siglo XVIII, el siglo educador. España debía mirar a Europa. Europeizar a España. “Si España es el problema, Europa es la solución”.

Es optimista Eugeni D'Ors. La historia de España del siglo XVIII es importante.

No fue hasta la segunda república que los políticos descubrieron la penuria intelectual de la España del siglo XVIII. En los años 50, un historiador, Luis Sánchez Agesta, retomó estas ideas de la segunda república en “El pensamiento político del Despotismo ilustrado”.

No hay Ilustración importante en España como la hubo en Francia o Alemania. No es radical, es “casera”.

Para Jean Serial los ilustrados son los padres de los liberales.

Franco Ventura dice que la Ilustración española es una empresa de funcionarios y recaudadores.

Los límites de la ilustración española, entre otras cosas, estaba mediatizada por las colonias americanas.

En España la ilustración fue influida por los últimos periodos de la ilustración de finales del XVIII.

  • 1ª Ilustración. 1737. Feijoo, Cadalso, Mayán.

  • 2ª Ilustración. 1751. Jovellanos, Campomanes, Masdeu, Martínez Marina, Floridablanca, Aranda.

  • Última Ilustración. 1766. Después del motín de Esquilache. Son los más radicales. Moratín, Hermosilla, Urquijo, Quintana, Abate Marchena, León de Arroyal y Luis Gutiérrez.

Así pues, en la segunda mitad del siglo XVIII hay intelectuales que quieren reformas sin cambiar gran cosa.

Con respecto a otros países, el movimiento ilustrado español no cuestiona la religión y también son monárquicos. Son partidarios de hacer cambios pacíficos y graduales, manteniendo el sistema. Era puro reformismo.

Los pilares eran:

  • Política exterior con respecto a las colonias

  • Reformas políticas

  • Uniformidad legal

  • Centralizar

  • Fomentar la economía. Fomentar el mercantilismo y la fisiocracia (Adam Smith)

  • Cambiar la sociedad para fomentar el trabajo (el trabajo era servil, los nobles no trabajan ni pagan impuestos)

  • Creación de una mesocracia (crear una clase media)

  • La educación sería la correa de transmisión de estos cambios

  • La monarquía sería el motor. No se cuestionaba. Había que mantenerla.

  • Hacer una iglesia nacional, no supeditada a Roma

  • Hubo división de opiniones:

    • Conservadores. Creían que estas ideas conducirían la fracaso absoluto.

    • Más radicales. Creían que las medias eran insuficientes.

    • En medio. La masa indiferente y analfabeta

    Los ilustrados proceden de toda la sociedad, no es una clase social la que impulsa las reformas.

    En la época de Carlos III y Carlos IV hay intelectuales que intentan luchar contra los obstáculos que impiden que la Ilustración avance, intentan cambiar la opinión pública con la censura previa, expulsión de los jesuitas y neutralizando a la Inquisición. A la Inquisición, primero se la utilizó para controlar que no entrara la revolución en España, pero también para introducir reformas. Es decir era controlada y usada según conveniencia -posición pragmática-.

    La Inquisición solo de ocupaba de los casos de apostasía y herejía, pero con Pablo de Olavide (Lima 1725-Baeza 1803) usó otros argumentos.

    Olavide, que durante sus prolongadas estancias en el extranjero (entre 1757 y 1765) entró en contacto con la alta burguesía comercial de Francia y de Italia. Visitó Marsella, Lyon, Florencia, Roma, Nápoles, Venecia, Padua, Milán y finalmente París, donde se estableció, no sin antes detenerse varios días en "Les Délices", como huésped de Voltaire, por quien sintió una admiración nunca desmentida. En estos viajes reverdecía su espíritu vanidoso, de escasos escrúpulos, haciéndose pasar por sobrino del Virrey del Perú y marqués de Olavide o conde Pilos, siempre respaldado por la credencial de sus ventajosos tratos comerciales y de su lujoso tren de vida. En suma, en estos años, como viajero activo y eficaz, se pone al día de cuantos adelantos técnicos y económicos hacían de Francia la nación más brillante de Europa. Su "afrancesamiento" es un hecho indiscutible, que condicionará su futura actuación en los medios "ilustrados" españoles.

    El primer motivo de recelo de la Inquisición hacia la persona del enriquecido peruano fue de orden intelectual. En 1768 llegaron al puerto de Bilbao 29 cajas de libros franceses, con un total de 2.400 volúmenes, entre los que figuraban muchos prohibidos, incluso para quienes poseyeran licencia especial. El destinatario era Olavide, quien los hizo reexpedir a Sevilla, a su nuevo domicilio del Alcázar.

    En junio de 1767, cuando se hallaba ya desalentado en su incómoda posición de representante del pueblo en el municipio madrileño de San Fernando, es designado para llevar a cabo una de las empresas más arriesgadas de Carlos III: colonizar con elementos extraños (alemanes, bávaros, suizos, griegos, y finalmente catalanes y valencianos) extensas regiones desérticas de Sierra Morena, en el camino de Andalucía a Madrid, infestado de bandoleros que ponían en peligro las comunicaciones normales con la corte. Pero no sólo es esto. Anejos a este empleo, recibe los nombramientos de Intendente de Andalucía y Asistente de la ciudad de Sevilla, cargos que le facilitarán su labor colonizadora pero que, en la práctica, supondrán una nueva llamada a su actividad, que se verá desbordada por los acontecimientos.

    Hizo grandes reformas en Sevilla, pero para toda la Europa culta de su época, Pablo de Olavide y Jáuregui era "el hombre que había poblado los desiertos de Sierra Morena", única obra que ha recordado la posteridad casi hasta nuestros días.

    A fines de 1775 es llamado a Madrid para responder de las acusaciones presentadas contra él por el Santo Oficio. Las acusaciones se centraban en el terreno religioso: defendía la moralidad del teatro y de los bailes; despreciaba las minuciosas prácticas de devoción, tan queridas al pueblo sevillano; poseía libros prohibidos y pinturas lascivas; se burlaba del celibato eclesiástico; era demasiado libre en sus juicios religiosos y no se recataba de manifestar sus opiniones críticas en tan delicado terreno. Su afición al teatro popular será utilizada como arma arrojadiza contra él tras su revolucionario Plan de Estudios de la Universidad de Sevilla, que, entre cosas, desterraba a los frailes de la enseñanza universitaria. El proceso, la condena y la prisión le alejarán para siempre de la Sevilla que organizó. Fue trasladado al monasterio de Sahagún (León) para cumplir su condena, pero la rudeza del clima hizo que se le trasladase al convento de capuchinos de Murcia en el verano de 1779, desde donde pasó, en diversas etapas, a Almagro (Ciudad Real) y después a Caldas (Gerona) Aprovechando la proximidad de la frontera, huyó a Francia. Diecisiete años duró el exilio en Francia. Fue bien recibido por los enciclopedistas franceses. Diderot pronunció un famoso discurso sobre su figura ante la Asamblea General; Voltaire dijo de él: "Vos y cuarenta como vos necesita España". Vivió la revolución francesa y la Convención le nombró ciudadano de honor.

    Pero en la época del Terror, abril del año 1794, fue detenido acusado de extranjero sospechoso de colaborar con la aristocracia, motivo por el que pasó nueve meses en prisión, con la incertidumbre de si viviría o no. Retirado a la soledad, escribió largos poemas religiosos y una extensa obra titulada El Evangelio en triunfo (1797), fruto de la profunda crisis de conciencia que experimentó en los últimos años de su vida. La obra alcanzó un éxito fulgurante, lo que sirvió para facilitar su regreso a España.

    Otros conocidos ilustrados sufrieron persecución inquisitorial, como fue el caso de Bernardo de Iriarte, condenado en 1779 por sus proclamaciones deístas y volterianas, de su hermano Tomás de Iriarte, el conocido fabulista, obligado a la abjuración de sus errores en 1786.

    La Inquisición estaba pues al mando e interés del monarca Carlos IV.

    Expulsión de los Jesuitas

    La supresión de la orden de San Ignacio es uno de los sucesos más característicos del siglo XVIII, fruto, y reflejo a un tiempo, del poder del Estado sobre la Iglesia así como de la división interna de ésta.

    Al comenzar la centuria, la posición religiosa de los jesuitas se había debilitado al condenar Roma sus métodos evangelizadores en China, donde habían intentado compatibilizar el Cristianismo con algunas prácticas paganas a fin de atraerse a los gobernantes. Más tarde, desde Benedicto XIV, perderían ascendencia cerca del Pontífice mientras que, por el contrario, se incrementaban las filas de opositores temerosos, unos, envidiosos, otros, de su poder e influencia. Entre ellos se contaban miembros del propio clero secular y regular, los jansenistas y las autoridades seculares, de las que van a partir los desafíos más serios y trascendentes. Los gobernantes ilustrados recelan de la ascendencia de la compañía entre la clase política, a la que educa o confiesa, de sus actitudes conservadoras en la enseñanza, de su defensa de la intervención eclesiástica en política y, sobre todo, les resulta muy contraria a sus planes la dependencia directa que mantiene de la Santa Sede.

    El movimiento lo inició Portugal, donde Pombal sostiene un duro enfrentamiento con los jesuitas desde que en 1750 recibiera de España parte del Paraguay, territorio en el que tienen establecidas sus reducciones. Las acusaciones se entrecruzan. Uno de los misioneros más conocidos, Malagrida, afirma públicamente que el terremoto de Lisboa es un castigo de Dios por la política del Gobierno; Pombal responde con un escrito, muy bien recibido en los círculos europeos ilustrados, acusando a la orden de explotar a los indios. Las tensiones van subiendo de tono hasta que, tras considerarles implicados en el atentado al monarca José I, se les expulsa en 1759. La fecha marca también el inicio de una de las más duras políticas de persecución contra los bienes y las personas de los jesuitas. El propio Malagrida acabó siendo enjuiciado y ejecutado por la Inquisición.
    La iniciativa portuguesa crea un peligroso precedente que no tarda en seguir Francia. Aquí, los jesuitas habían intentado protegerse aceptando los principios galicanos que tanto agradaban a los parlamentos, pero no va a ser suficiente. Las iniciativas financieras del superior de la Martinica y la negativa del general de la compañía de delegar su poder en un vicario residente dentro de territorio francés fueron las cuestiones que sirvieron para justificar la orden de expulsión en 1764. Tres años más tarde, 1767, han de salir de España, acusados de instigar el motín de Esquilache, y de Nápoles. Apenas han pasado doce meses, 1768, cuando Parma adopta idéntica decisión. Las presiones sobre el Papado crecen y, finalmente, Clemente XIV accede a conceder la orden de disolución de la compañía, lo que permite a los Estados incautarse de sus bienes y pertenencias.

    Pese a recibir los mayores aplausos entre los círculos ilustrados, esta política antijesuítica no encontró siempre un apoyo unánime. Así, algunas cortes soberanas francesas -Alsacia, Franco-Condado- se negaron a secundar la decisión de París, y en los lugares donde existían misiones, la oposición partió del propio pueblo. Es más, la devoción al Corazón de Jesús siguió fuertemente arraigada en los territorios católicos durante el resto de la centuria.

    Se les acusó de cosas ciertas y falsas.

    • Derecho natural. La escuela de Salamanca defendía la tesis de que los indígenas también eran personas.

    • Legitimación del tiranicidio. Si hay un tirano es legítimo rebelarse contra él (idea muy peligrosa en las monarquías absolutistas)

    • Probabilismo. Doctrina de algunos teólogos, conforme a la cual, en la calificación de bondad o malicia de los actos humanos, se puede seguir lícitamente y con seguridad la opinión probable, en contraposición de la más probable. Las ideas no son abstractas, depende de las circunstancias.

    • Su gran poder religioso y material.

    • Defendían a la población indígena. En Paraguay sobre todo, crearon las reducciones, una especie sociedad comunista.

     Tras los motines, el de Esquilache sobre todo, Campomanes encargó la realización de la Pesquisa secreta para reconocer a los culpables. Ya sabe que los tumultos no fueron provocados por el pueblo de Madrid. Movilizó por el país una red de espías a sueldo. Ordenó también una censura férrea del correo: se violó la correspondencia de los jesuitas. Y se crearon comisiones en todas las diócesis para que investigaran los sucesos en las poblaciones en las que ha habido motines. Estas informaciones, en lugar de pasar indiscriminadamente a los jueces y oidores del Consejo de Castilla, pasaron a unos cuantos, al llamado «Consejo extraordinario», que valoró el proceso contra los motines y después el de la expulsión de los jesuitas. Con la excusa de un tratamiento se formó esta comisión, en la que los componentes eran tomistas, contrarios a los jesuitas. Esta comisión indicó en junio de 1766 que habían sido privilegiados los incitadores del pueblo. Se escribió al embajador español en Francia que tras los motines estaba la mano de los jesuitas. En septiembre se decía que los motines habían sido articulados por el «cuerpo peligroso», es decir, los jesuitas. Con este material, Campomanes elaboró el Dictamen decisivo, en el que aparecían todas las acusaciones contra la Compañía que se convertirían en el tiempo en un tópico: formidable conspiración, trama, horrible movimiento instigado por manos ocultas; y tal conspiración sólo tiene una finalidad: mudar de gobierno en beneficio de los jesuitas. Incluso se afirmó que se quería atentar contra la vida de un hombre, el rey (la doctrina del tiranicidio). Se afirmó que los jesuitas habían preparado el ambiente, escribiendo las sátiras contra el gobierno. Se decía que uno de los motivos era la pérdida del confesionario real y que ridiculizaban al rey, que estaba amancebado con la mujer de Esquilache.

    Los historiadores acusan al fiscal de hacer el Dictamen desde una postura de odio declarado a la Compañía, a partir de testimonios tendenciosos.

         Los investigadores actuales buscan nuevas causas. Se habla de que pudo estar tras los motines el llamado «partido español». Una parte de la nobleza española que desde 1759, cuando llegó Carlos III a España, temía que el monarca acabara con sus privilegios, favoreciendo a una cohorte de ministros extranjeros que llegaron con él. Y algo de razón tenía el partido pues vino acompañado de Grimaldi, de Esquilache, y se dejó influir mucho por su mentor Tanucci.

         Encabezaban el partido el duque de Alburquerque y el duque de Alba. Ambos habían tenido influencia política durante el reinado de Fernando VI, y a la llegada de Carlos III perdieron sus prebendas. Alba fue apartado del muy bien remunerado cargo de mayordomo mayor de la reina. Pero esto no era nada comparado con la aplicación del Concordato de 1753, pues implicaba la pérdida de muchos privilegios que tenían desde el siglo XVI, como el derecho a presentar y proveer los beneficios eclesiásticos en sus estados. Esta tesis la apoya un trabajo de Jacinta Maciá Delgado: El motín de Esquilache a la luz de los documentos. En él expone la participación indirecta de la nobleza, ante la amenaza de sus inmemoriales privilegios. Esta acusación no libera en modo alguno a los jesuitas de su participación. Es más, sabemos de la buena relación entre jesuitas y nobles. Se puede descartar al duque de Alba porque felicitó efusivamente a Carlos III a raíz de la expulsión de la Compañía. El hecho de la implicación de los jesuitas no nos permite generalizar que toda la Compañía deseara la caída del gobierno. Para Campomanes no existía ninguna duda en este aspecto; inculpaba a toda la Compañía del complot, amparándose en la unidad de los jesuitas, propiciada por su rígida obediencia, en su comportamiento monolítico. Y el efecto del Dictamen fue completamente exitoso, dando origen a la Pragmática Sanción que conllevaría la expulsión de la Compañía de España.

    Aranda, como presidente del Consejo de Castilla, ejecutó la expulsión. En Madrid la noche del 31 de marzo al 1 de abril de 1767, y, en provincias, la noche siguiente.

    Entre los de la Península y los de Ultramar, se calcula en más de seis mil el número de religiosos expulsados de nuestros dominios. Entre ellos figuraba el padre Isla, el padre Masdeu, el padre Hervás y otros muchos sabios y eruditos.

    No se contentaron con ello los adversarios de los jesuitas, sino que a la muerte del paspa Clemente XIII, consiguieron de su sucesor, Clemente XIV, que decretara en 1773, la extinción de la Orden; medida a la que contribuyó eficazmente nuestro embajador en la Santa Sede D. José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca.

    Censura previa

    Intenta controlar los escritos enemigos de la reforma. Hay un dirigismo.

    Reforma universitaria. Universidad de Cervera. 1717.

    Censo de población.

    Censo de frutos y manufacturas.

    Este periodo de censura previa fue muy efectivo. Los libros prohibidos fueron numerosos entre 1790 -1801.

    Se crearon Academias universitarias y militares (Cartagena, Ferrol). Escuela de matemáticas de Barcelona.

    Las Sociedades Económicas de Amigos del País, una de las instituciones más originales y más representativas del movimiento ilustrado de la España de la segunda mitad del siglo XVIII. La iniciativa partió también aquí de un grupo de particulares, los caballeritos de Azcoitia, que se reunían para conversar sobre matemáticas, física, geografía e historia, discutir problemas de actualidad y escuchar música. En esta tertulia destacaba la personalidad del triunvirato compuesto por Miguel de Altuna, el marqués de Narros y el conde de Peñaflorida, quien ya había puesto por escrito algunas de sus ideas sobre la ciencia moderna en 1758, en un libro significativamente titulado Los aldeanos críticos. En 1764, los animadores del grupo deciden dar un paso más allá y fundan la Sociedad Bascongada de Amigos del País, que recibe al año siguiente el reconocimiento oficial aprobando sus objetivos: el fomento de la agricultura, la industria, el comercio y las ciencias. En esta declaración genérica vemos ya prefigurarse los dos planos en que va a desenvolverse la actividad de la sociedad y la de sus seguidoras: el adelanto de las ciencias, especialmente el de las consideradas útiles, y el fomento de la economía en su área de actuación. Los dos planos estaban íntimamente trabados en cualquier caso, pues la elaboración teórica debía ponerse al servicio de la mejora técnica y de la educación popular y debía repercutir en el progreso de las fuerzas productivas. Los instrumentos esenciales para llevar a cabo la tarea fueron, prácticamente en todos los casos, la redacción de memorias e informes y la creación de escuelas de formación profesional. En este sentido, la Sociedad Bascongada, por una parte, fue un gran centro de recepción de la ciencia europea a través de los viajes al extranjero de sus miembros y de la acogida en su seno de prestigiosos sabios foráneos y, por otra, se embarcó en ambiciosos proyectos educativos, como la adquisición de una granja en San Miguel de Basauri para experiencias agrarias, el intento de fundación de una Escuela de Náutica en San Sebastián, la puesta en funcionamiento de una Escuela gratuita de Dibujo y, sobre todo, la creación del Seminario Patriótico de Vergara.
    El éxito de los ilustrados vascos indujo al gobierno a apropiarse de su iniciativa. En 1774 Pedro Rodríguez Campomanes enviaba una circular a todos los rincones de la Monarquía, incitando a las autoridades locales a promover la creación de sociedades patrióticas con los mismos fines que la vascongada, que eran recogidos y reinterpretados en la obrita que acompañaba a la comunicación oficial (uno de los testimonios mayores del espíritu del reformismo borbónico, el Discurso sobre el fomento de la industria popular), cuyas líneas maestras serían resaltadas al año siguiente por otro escrito, el Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento. El mensaje oficial era diáfano: las nuevas instituciones debían levantar acta de la situación económica de su territorio, proponer las reformas que pareciesen necesarias y ocuparse de la formación profesional de los agricultores y los artesanos, a fin de elevar el nivel de las fuerzas productivas, pero las reformas debían respetar las estructuras básicas de la propiedad agraria y de la estratificación social y el modelo de crecimiento propuesto no debía cuestionar el sistema económico propio del Antiguo Régimen. El llamamiento de Campomanes encontró una respuesta entusiasta, que indicaba que el terreno estaba abonado para una experiencia de este tipo: en quince años, entre 1775 y 1789, se fundaron más de setenta Sociedades Económicas de Amigos del País, que se dispusieron a secundar de la mejor manera posible los deseos del gobierno.
    La más importante de estas sociedades fue sin duda la Matritense, cuyos estatutos sirvieron de modelo a la mayor parte de las restantes, cuyas escuelas de hilados para niñas fueron imitadas en muchos otros lugares, cuyas memorias e informes alcanzaron un alto grado de calidad y penetración en asuntos de relevancia y cuyas sesiones estuvieron realzadas por la presencia de algunos de los más notables intelectuales de la época, como Francisco de Cabarrús o Gaspar Melchor de Jovellanos. Dentro de su marco institucional tuvo cabida además la incorporación de la mujer a las tareas reformistas, a través de la creación de la Junta de Damas de Honor y de Mérito, donde laboraron en favor de la causa la duquesa de Alba, la condesa de Benavente o la condesa de Montijo y donde destacó como publicista en pro de la educación femenina la aragonesa Josefa Amar y Borbón, una de las figuras más relevantes de la entidad y una de las que más contribuyeron a su fundación.

    Producto a un tiempo de la iniciativa particular y del dirigismo gubernativo, el significado y la obra de las Sociedades Económicas han sido valorados de manera muy desigual a partir del análisis de sus propósitos y de su composición social. Jean Sarrailh incluyó a los Amigos del País entre los cruzados de la Ilustración, aun reconociendo que nunca pretendieron una transformación profunda de la nación y que al mismo tiempo que difundían las Luces contribuyeron a preparar los ánimos "para aceptar la sana política realizada por los grandes funcionarios estatales". Richard Herr, por su parte, insistió en considerar a las Sociedades Económicas como uno de los principales "conductos de la Ilustración", atribuyendo su fracaso más que al letargo de sus energías iniciales a la presión ejercida por la oposición conservadora. Gonzalo Anes llamó la atención sobre el peso en el seno de las sociedades de los terratenientes, interesados esencialmente en el desarrollo de la agricultura sobre la base de meras reformas técnicas que no afectasen a la intocable distribución de la propiedad de la tierra y en el fomento de la industria doméstica o de la artesanía tradicional en el sector secundario no controlado, directamente por el Estado a través de sus fábricas reales. Sin embargo, el estudio detallado de las sociedades pone de relieve que los Amigos del País fueron un reflejo de la composición social en cada localidad de los grupos dirigentes, que incluían a nobles terratenientes, clérigos ilustrados, empresarios burgueses, miembros de profesiones liberales, intelectuales reformistas y, en definitiva, gentes cultas y de espíritu abierto. Es más, si en algunos casos bien conocidos el impulso partió de algún gran terrateniente, como pudo ocurrir en Osuna, donde el duque fue el protector de la sociedad, los elementos más dinámicos fueron por lo general, como puede mostrar el ejemplo de las sociedades castellanas y leonesas, las autoridades locales, los socios vinculados a la administración y los profesionales con inquietudes.

    Las Sociedades Económicas de Amigos del País se muestran así como un movimiento extendido a todo lo largo de la nación, del que sólo se desentendieron algunos grupos burgueses bien caracterizados, como parecen demostrar la inexistencia de fundaciones de este tipo en Cádiz y Barcelona (en Catalunya solo en Tarragona y Tárrega), tal vez por falta de sintonía con los planteamientos económicos emanados de los sectores oficiales impulsores por parte de los comerciantes, industriales y navieros, que encontraron un mecanismo alternativo para la defensa de sus intereses en el Consulado o la Junta de Comercio. En cualquier caso, la geografía de las Sociedades Económicas tampoco es exactamente la geografía del subdesarrollo, pues junto a los centros establecidos en las capitales de comarcas estrictamente rurales, existieron muchas otras instaladas en núcleos urbanos expansivos y cuyas preocupaciones iban mucho más allá de la mera promoción de la agricultura.

    Las Sociedades Económicas de Amigos del País fueron una agrupación de ilustrados de buena voluntad y un instrumento de fomento al servicio del reformismo oficial. En el primer caso, su actuación fue encomiable y contribuyó a despertar la conciencia crítica sobre los males de la nación y a difundir la ilusión de que la supresión del atraso era posible, mientras que en la segunda vertiente los resultados sólo pueden calificarse, salvo algunos logros puntualmente localizados, como decepcionantes. Tomemos un ejemplo, entre otros muchos, la sociedad de Ávila, fundada a instancias de Francisco Salernou, un fabricante que era al mismo tiempo diputado del común: su actuación debió ceñirse a abordar el acuciante problema de la pobreza mediante la distribución de sopas económicas, quedando en suspenso sus objetivos más ambiciosos ante los estrechos límites impuestos por una realidad desoladora.

    El fracaso final de los Amigos del País debe ponerse en relación con la ralentización del empuje reformista del gobierno desde los años finales del siglo, con la incomprensión manifestada por buena parte del entorno social, con la crisis económica finisecular que privó de recursos a las instituciones benéficas o docentes en funcionamiento, pero quizás sobre todo se debió al planteamiento voluntarista subyacente a toda su labor, ya que los medios disponibles nunca hubieran podido poner remedio a una situación de atraso económico y cultural que necesitaba de acciones más enérgicas y radicales y de mayor envergadura que las permitidas en el ámbito local de actuación reservado a los Amigos del País.
    Las Sociedades Económicas de Amigos del País, en definitiva, fueron uno de los productos más originales del dirigismo cultural de los equipos gobernantes borbónicos. Su historia permite plantear el problema de las relaciones entre el Despotismo Ilustrado y la propagación de corrientes reformistas espontáneas entre los grupos sociales que tenían acceso a la cultura superior. Su historia permite, por tanto, en cuanto fueron en muchos casos el núcleo aglutinador de dichas corrientes, introducir la cuestión del reformismo en provincias, al margen de la incitación directa de la administración madrileña.

    Así pues, las actividades de estas Sociedades Económicas de Amigos del País eran

    • Enseñanza. Crean cátedras

    • Beneficencia y asistencia social

    • Fomento de nuevas artesanías

    • Nuevos cultivos (azafrán, cacahuete)

    Son asociaciones voluntaristas, pero al servicio del reformismo oficial

    Los ilustrados detentan como principales el problema agrario y el religioso.

    ¿Qué estructura agraria tiene la España del siglo XVIII? Es una agricultura señorial. ¿En qué se diferencia de la feudal?

    La monarquía se ha convertido en un señor más.

    En la sociedad española la riqueza principal es la tierra, pero sobre todo la amortización de la tierra. Una parte muy importante de la tierra está fuera de los circuitos comerciales, son las tierras eclesiásticas, municipales o reales, no es propiedad privada, sino compuesta. Eso supone 2/3 partes de las tierras. No se podían comprar ni vender, ni pasar de mano en mano. Gran obstáculo para el aumento de la producción.

    Los que dominaban la España constituían el sector más elevado, integrado por los nobles (apenas medio millón, con grades diferencias entre ellos) y el clero (unos 190.000), de estos, la jerarquía vivía mejor que los clérigos de a pie.

    Al aumentar los precios agrarios se intenta aumentar la producción cultivando tierras no cultivadas antes: agricultura extensiva. Pero eso tenía un límite al estar los 2/3 de las tierras fuera de las reformas. La población solo podía crecer en función de la producción agraria.

    El Señor de la tierra lo era también de las personas. Cobraban derechos a los campesinos, había contratos a largo plazo, por 3 generaciones, unos 90 a 100 años (Catalunya, Aragón), eso permitía hacer cambios en los cultivos. Había otros contratos a corto plazo (Castilla) de 9 años, sin posibilidad de reformas.

    Eran propiedades compartidas:

    • El Señor tenía el derecho eminente

    • El campesino tenia el derecho útil

    L a producción no iba a manos del productor sino a las del propietario eminente.

    La distribución de la renta de las tierras se verificaba a través de tres mecanismos fundamentales que servían al mismo tiempo para la canalización del excedente agrario:

  • La percepción de cargas de naturaleza fiscal (tanto estatal, como eclesiástica o señorial)

  • La renta de la tierra, que provenía de los diversos tipos de contratos agrarios (enfiteusis, foros, aparcecería y arrendamientos a corto plazo)

  • Las ganancias especulativas que se conseguían a través de la fijación de la tasa o del anticipo de granos a los campesinos.

  • Es un sistema que proviene del feudalismo.

    En el censo de Godoy de 1797 (población de 10.500.000 habitantes), hay unas regiones con gran predominio de señoríos, la región valenciana, norte de Extremadura, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y sobre todo Galicia (90%). En cambio en las vascongadas apenas hay.

    En ese censo, las ciudades, villas y lugares de señorío se distribuyen así:

    11.921 localidades de realengo

    1.325 localidades de señorío abadengo

    2.591 localidades de señorío eclesiástico

    712 localidades de órdenes militares

    8.681 localidades de señorío secular

    En Castilla existía el mayorazgo, diferente a la del heredero de otras regiones (hereu catalán). El mayorazgo es una institución que deriva del Derecho Romano y que cede la propiedad al primogénito.

    Comenzó con los Reyes Católicos. Los reyes no tenían ejército, alquilaban tropas a los nobles y les pagaban con las tierras conquistadas, que pasaban a su propiedad y a la de sus herederos.

    Las tierras del mayorazgo no se podían vender y todo lo adquirido después, pasaba a engrosar el mayorazgo.

    No desapareció hasta la desamortización.

    Se estudia una escritura de formación de un mayorazgo otorgado por Francisco Cabarrús (30/12/1780), como modelo.

    La Iglesia, y los monasterios, recibían una parte de la propiedad de fieles que morían y que se las donaban en testamento. Al ser donaciones no se podían vender.

    Las tierra comunales municipales eran propiedad no amortizable, colectivas. Estaban fuera del circuito comercial.

    Ejemplo de derechos señoriales, Marquesado de Elche. La producción, como ya se ha dicho no iba a los productores. Estos pagaban:

  • La jurisdicción y los derechos jurisdiccionales: El poder jurisdiccional y el ejercicio de la justicia.

  • Regalías y monopolios de fabricación y sobre la actividad comercial.

  • Regalías jurisdiccionales.

  • Propiedad de la Albufera y los Almarjales.

  • Rentas derivadas del dominio directo (arrancaban del tiempo de la Reconquista): pechos (impuestos perpetuos sobre olivares, agua, viñas, tierras, casas, almazaras, hornos de pan, molinos harineros) que se convirtieron en censos enfitéuticos en el siglo XVIII; terraje (las tierras pasaban al patrimonio señorial si los cultivadores no tenían descendencia); décimas, laudemio, etc.

  • Propiedades privadas.

  • Censos no enfitéuticos (le proporcionaban un mínimo rédito): venta de un olivar, por ejemplo.

  • La parte correspondiente al diezmo y la administración de dicho impuesto.

  • Apropiación de la renta en la sociedad del Antiguo Régimen

  • Rentas fiscales:

  • Rentas eclesiásticas

  • Rentas de la Corona

  • Rentas señoriales

  • Rentas de la tierra

  • Gananciales especulativas.

  • ¿Ante el problema agrario que actitud toman los ilustrados?

    El problema era como acceder a la tierra, Olavide fue uno de los que se dieron cuenta del problema. La otra cuestión era como poner la tierra en el mercado, Jovellanos incidió en este problema. En estas dos cuestiones se basa la reforma agraria.

    Desde 1766-67 se van produciendo revueltas del campesinado, además del motín de Esquilache, de instigación señorial, hay otras motivaciones sociales. Hay un problema social de fondo.

    Ante estás protestas el Consejo de Castilla hizo una especie de encuesta sobre el problema agrario con la idea de iniciar una reforma. Desde el año 70 al 94 todos los gobiernos son conscientes del problema.

    Hay tres informes principales:

  • Floridablanca (José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca (Murcia, 21 de octubre de 1728 - Sevilla, 30 de diciembre de 1808) Inició sus estudios en Murcia y después en Orihuela donde se graduó en leyes. Estudió abogacía en la Universidad de Salamanca, profesión que ejerció junto a su padre durante algún tiempo. Sus contactos como abogado con personajes influyentes, como el duque de Alba o Diego de Rojas, le facilitaron la entrada en el Consejo de Castilla como fiscal de lo criminal en 1766. Allí estableció una relación estrecha con Campomanes, consagrándose ambos en la defensa de las prerrogativas de la Corona frente a otros poderes y, en particular contra la Iglesia (regalismo). En 1767 actuó contundentemente contra los instigadores del motín de Esquilache en Cuenca y colabora con Aranda y Campomanes en la expulsión de los jesuitas de los territorios de la corona española ese mismo año. En 1772 es nombrado embajador plenipotenciario ante la Santa Sede, donde influyó en Clemente XIV para obtener la disolución definitiva de la Compañía de Jesús, objetivo que alcanza en 1773. En premio a estos servicios, Carlos III le nombra conde de Floridablanca ese mismo año.

  • El 19 de febrero de 1777 es nombrado Secretario del Despacho de Estado (especie de ministro de Asuntos Exteriores), cargo que ocuparía hasta el 27 de febrero de 1792, ocupando interinamente la Secretaría de Gracia y Justicia entre 1782 y 1790. Floridablanca orientó la política exterior de Carlos III hacia un fortalecimiento de la posición española frente a Inglaterra, motivo por el interviene en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos junto a Francia y las colonias rebeldes en contra de Inglaterra (1779-1783), gracias a lo cual consigue recuperar Menorca (1782) y Florida (1783). Sin embargo, no es capaz de tomar Gibraltar. Potenció también la amistad con los príncipes italianos de la Casa de Borbón y con Portugal (con la que firma un tratado de amistad en 1778, el Tratado de San Ildefonso, por el que obtiene las islas africanas de Annobón y Fernando Poo). Pronto se vio enfrentado al partido aragonés que encabezaba el conde de Aranda, pues Floridablanca pretendía reequilibrar las instituciones de la Monarquía dando más peso al estilo de gobierno ejecutivo de las Secretarías de Estado y del Despacho, mientras que Aranda defendía el estilo tradicional que representaban los Consejos. En esa línea creó en 1787 la Junta Suprema de Estado (presidida por él mismo), que respondía a la idea de coordinar las distintas secretarías en una especie de Consejo de Ministros, obligando a todos los secretarios a reunirse una vez por semana. Ante esta situación, Floridablanca quiso abandonar su cargo, sin resultado, puesto que el testamento real estipulaba que el hijo y sucesor del rey Carlos III debía mantener su confianza en el Conde de Floridablanca. En 1789 el pueblo de Madrid, en múltiples panfletos, acusaba a Floridablanca de robo y de deslealtad a la Corona. Éste quiso dimitir, decisión no admitida por Carlos IV, el cual creó varias secretarias (Gracia y Justicia, Real Casa y Patrimonio) para aliviar los trabajos de Floridablanca. Antaño reformista, los sucesos de la Revolución Francesa hacen cambiar de forma radical su punto de vista político, convirtiéndose en abanderado de una fuerte reacción, que lleva al encarcelamiento de Francisco Cabarrús y la caída en desgracia de Jovellanos y Campomanes. El 18 de julio de 1790 sufre un atentado, del que escapa ileso y dos años más tarde Carlos IV le destituye y es apresado en su casa de Hellín. La subida al poder de Aranda le lleva a la cárcel en la ciudadela de Pamplona, bajo acusaciones de corrupción y abuso de autoridad. A la caída de Aranda, sustituido por Manuel Godoy, es liberado (1794). Sin embargo, Floridablanca no vuelve a intervenir en asuntos políticos y se retira a su ciudad natal, Murcia. Tras el levantamiento de Madrid contra los franceses (2 de mayo de 1808), Floridablanca organiza la Junta Suprema de Murcia y es nombrado poco después presidente de la Junta Central Suprema, muriendo al poco tiempo en Sevilla)

    .

    Floridablanca identificó a la Revolución Francesa como una enfermedad, una epidemia y creó un “cordón sanitario”.

    Hizo un informe sobre Extremadura, donde era fiscal que venía a decir lo siguiente: Gran parte de las tierras están sin cultivar, las dehesas, y daba una solución, cultivar baldíos (tierras de 2ª fila) que implicaban producciones decrecientes. Las tierras comunales que servían para las clases más necesitadas se arrendaban para pastoreo o se concedían derechos para conseguir madera para leña. Propuso revisar estas tierras para ponerlas en el circuito comercial.

  • Campomanes. (Pedro Rodríguez de Campomanes, primer Conde de Campomanes, nació en Sorribas, en el concejo de Tineo, (Principado de Asturias) en 1723 y murió en Madrid en 1802. Político, jurisconsulto y economista español. Hay pocos datos sobre su biografía dado que los estudios biográficos realizados hasta la fecha son bastantes pobres. Se cree que recibió educación básica en Sevilla y que su vida estuvo volcada en la política, lo cual se puede asegurar por los numerosos cargos oficiales que desempeñó. Su pensamiento político ha sido clasificado como perteneciente al despotismo ilustrado y se opuso al monopolio gremial y de La Mesta, favoreció la expulsión de los jesuitas y la desamortización de sus bienes y promovió el comercio.

  • Llegó a ser Ministro de Hacienda en 1760 y fue nombrado Fiscal del Consejo de Castilla en 1762 que más tarde presidió. En 1763 pasó a ser miembro de la Real Academia Española, y en 1764 obtuvo la presidencia de la Real Academia de la Historia. En 1765 (año en el que publicaría su Tratado de la regalía de amortización) Campomanes fue nombrado Presidente del consejo de Mesta. En 1780 recibió el título de conde de Campomanes, según una ley que permitía acceder a la nobleza a personas influyentes aunque sin tradición heráldica. En 1786, fue nombrado Presidente del Consejo de Castilla y en 1789 llegó a ser Presidente de las Cortes).

    Su preocupación es el campesino que no es propietario y el que no tiene posibilidad de cultivar la tierra. Propuso unos patrimonios familiares, unas propiedades privadas a largo plazo y créditos para utillaje.

  • Jovellanos. Es el informe más importante. (Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 5 enero 1744 / Puerto de Vega, Navia, 28 (?) noviembre 1811) es, junto con Fray Benito J. Feijoo, el escritor e ilustrado más reconocido del Siglo de las Luces español. Fue miembro de la junta de comercio de la Sociedad Económica Matritense. Sin embargo, el inicio de la Revolución Francesa paralizó con Carlos IV las ideas ilustradas y apartó de la vida pública a la mayoría de los pensadores más avanzados. Tras la caída de su amigo Francisco de Cabarrús, Jovellanos se vio obligado a marchar de la Corte, desterrado, estableciéndose en su ciudad natal (1790).Como escritor fue poeta, dramaturgo, crítico de arte y de literatura; analista de problemas jurídicos, políticos, económicos, históricos; pedagogo y teórico de la educación; promotor de temas asturianos y gran conocedor de la historia, la jurisprudencia, y la cultura española. Entre otras obras: Informe en el expediente de la Ley Agraria (1794) , encargo de la Sociedad de Amigos del País Matritense-obra con la que se encumbra en la opinión de la época y de la posteridad-)

  • Detecta los mayorazgos y las tierras de “manos muertas”. Creyó que deberían ir a manos privadas para conseguir el máximo rendimiento (es un capitalismo agrario, basado en la tierra y similar al inglés).

    Plantea un problema endémico: la lucha entre agricultores y ganaderos.

    La MESTA y su privilegio de trashumancia a través de tierras de cultivo debía limitarse.

    Jovellanos propugnaba no aumentar el número de mayorazgos ni incrementar los existentes y también limitar la posibilidad de que nuevas tierras engrosaran las tierras de “manos muertas”.

    Informe de Olavide sobre la ley agraria (1768)

    Problema eclesiástico

    La reforma de la Iglesia era una de las cosas que los ilustrados querían abordar.

    Las rentas de la Iglesia equivalían en 1800 al presupuesto del Estado (no había presupuesto entonces como tal hasta 1928). Cuando el estado necesitaba dinero acudía a la banca o a la iglesia.

    La iglesia tenía la propiedad del 15% de la tierra y la ganadería. Aparte del poder político (Iglesia y Estado confundidos) y económico, ejercía un papel primordial en la función educativa y social y en la dirección de la vida privada. Las críticas dirigidas al clero, al excesivo número de eclesiásticos, sin beneficio alguno para la sociedad se recogen en Cartas de Cabarrús a Jovellanos (1792. carta segunda). La iglesia es un instrumento idóneo pero improductivo. Había que modificarla. La iglesia debía someterse al estado (política regalista). Debe autofinanciarse. Depurar las manifestaciones externas de religiosidad.

    El obispo de Salamanca era un ejemplo a seguir, se le llamaba el “Bossuet español”, era reformista y junto a los llamados “jansemistas”, aunque doctrinalmente nada tenían que ver con los seguidores teológicos de Jansenio, propugnaban reformas internas.

    Hay un anticlericalismo (Padre Ysla, Fray Gerundio de Campazas).

    Los regalistas no son anticlericales (solo ven un inconveniente económico, bulas, etc.), pero la iglesia debe someterse al estado.

    Cartas de España (carta octava, Sevilla.1805) de J.M. Blanco, habla de las 32.000 mujeres enclaustradas y las compara con presas.

    En 1797-98, se dibuja de forma nítida un doble frente político-religioso:

         1. El grupo ilustrado (y jansenista), empeñado en proseguir la reforma eclesiástica en sentido episcopalista y regalista y proclive a mantener la alianza con Francia. Este sector contaba con el apoyo del gobierno dirigido por Godoy.

         2. El ultramontanismo, constituido por muchos arzobispos y obispos, por casi todos los miembros de las órdenes religiosas y por el clero en general, movido éste más por la inercia que por motivaciones doctrinales profundas. Su apoyo fundamental proviene de la Santa Sede y de la efectividad de la Inquisición. Este sector cuenta de modo coyuntural con la colaboración del "partido aristocrático", que por oposición a Godoy rechaza la alianza con Francia y trata de aproximarse a Inglaterra y a Nápoles. Esta mezcla temporal de intereses propicia que los ultramontanos adquieran cierta influencia política en los círculos cortesanos a través del entonces denominado "partido inglés " o "italiano", que no es más que el tradicional "aristocrático" con algunos aliados de circunstancias.

    Ilustración tardía

    La ilustración española no se parece a la francesa, es raquítica, ni tampoco a la inglesa o a la americana, que fue anterior.

    La ilustración no es solo el reformismo educativo o agrario y no fue igual en todos los sitios. En el interior fue más lento que en la costa.

    Hay que distinguir también entre la ilustración burguesa y la de otros estamentos. Las ideas no tienen fronteras.

    En 1872 solo el 30% de la población está alfabetizada y es diferente entre hombres y mujeres -a favor de aquellos- y entre regiones y, dentro de ellas, entre comarcas.

    Se publica cada vez más, aunque el 40% de lo publicado es de temática religiosa.

    Durante el reinado de Carlos IV aparecen ilustrados de segunda fila: Luis Gutiérrez y León de Arroyal.

    Se reactivan las ideas “tiranicidas”, sobre todo en la escuela de Salamanca (Padre Victoria).

    La ilustración tardía entronca con el primer liberalismo.

    Hay un nuevo lenguaje que cristaliza en los años 1810-1814 con la Constitución de Cádiz.

    Hay unas cartas de Francisco Cabarrús a Jovellanos: “Cartas sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen a la felicidad pública”, escritas en 1792, pero publicadas en 1808. L a Carta segunda, es demoledora contra el exceso de de clérigos (100.000) y la escasez de párrocos, faltan 2.000.

    El 3 de febrero de 1795 hay una conspiración del mallorquín Juan Bautista Picornell (Palma de Mallorca 1759 - Cuba 1825. Ilustrado independentista. Formado en la Universidad de Salamanca, se interesa por la pedagogía y escribe tratados como "Discurso sobre los mejores medios de excitar y fomentar el patriotismo en una monarquía" donde recoge las ideas que alimentarán la conspiración de San Blas del año 1795. Será condenado a prisión perpetua y trasladado a La Guaira donde contacta con los rebeldes patriotas y se convierte en el cabecilla de una revuelta independentista. Una vez sofocado el intento revolucionario huye a las Antillas para difundir su ideología republicana e inspirada en los ideales de la Revolución Francesa. El fracaso de la independencia de Venezuela le llevará a Estados Unidos y de allí se trasladará a Cuba donde fallece.) Picornell quería una junta superior y una constitución. Fracasó.

    Forma parte de un grupo que se opone a Godoy formado en Madrid alrededor del conde de Aranda (Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea. --Castillo de Siétamo, Huesca 1/08/1719 - Epila, Zaragoza 1798. Su familia le encaminó hacia la carrera eclesiástica, ingresando en el Seminario de Bolonia. A los 18 años abandonó el seminario e ingresó en la Escuela Militar de Parma. En 1740 fue nombrado capitán en el regimiento de Granaderos Castilla, participando en la lucha contra los austriacos en suelo italiano donde resultará herido en la batalla de Camposanto. Apartado del ejército, realizó un periplo por diferentes países europeos para ampliar su formación. En París se pondrá en contacto con los enciclopedistas -Diderot, Voltaire y D´Alembert-.

    En 1755 Fernando VI le nombra titular de la embajada española en Portugal y asciende a teniente general. La falta de entendimiento con Pombal motivará su relevo, regresando a Madrid para ocuparse de la Dirección General de Artillería.

    Carlos III le designará embajador en Polonia y en 1763 ocupa el cargo de Capitán General de Valencia. El motín de Esquilache (1766) le permitirá continuar su carrera política de manera brillante, siendo nombrado Capitán General de Castilla la Nueva y presidente del Consejo de Castilla.
    Desde ese importante cargo realizará una interesante política de claro corte reformista, contando con colaboradores de la talla de Campomanes y Moñino (Floridablanca). Fue uno de los impulsores de la expulsión de la Compañía de Jesús (1767) y del programa de repoblación de Sierra Morena pero se granjeó la enemistad de importantes pesos pesados de la política del momento como Floridablanca, por lo que Aranda fue designado embajador en París.

    Durante el tiempo que pasó en esta embajada se convirtió en valedor del apoyo militar a las insurgentes Trece Colonias norteamericanas al tiempo que es partidario de impulsar una corriente autonómica en las colonias americanas, auspiciando la creación de tres reinos: México, Tierra Firme y Perú, que serían ocupados por infantes de la Casa Real española.

    Será en 1793 cuando Carlos IV ofrezca la cartera de Estado al conde, renunciando de manera casi inmediata al cargo por sus continuos enfrentamientos con Godoy debido a la postura española respecto a la Francia revolucionaria. Aranda es partidario de la neutralidad pero el favorito de los reyes plantea una respuesta militar dirigida por el general Ricardos. El enfrentamiento entre ambos estallará en una sesión del Consejo de Castilla, el 14 de marzo de 1794, siendo Aranda detenido y desterrado a Jaén. El indulto se le concedió al año siguiente y el conde se retiró a Épila donde falleció).

    En setiembre de 1795 otra conspiración, la de Malaspina, también colaborando con el grupo de Aranda. (Alejandro Malaspina, marino italiano al servicio de la Corona española, cayó en desgracia y, en noviembre de 1795, fue acusado por Manuel Godoy de revolucionario y conspirador y condenado a diez años de prisión.)

    Leon de Arroyal, (Escritor español (Gandía, Valencia, 1755- Madrid, 1813). Su obra más destacada fueron las "Cartas político-económicas al conde de Lerena", ministro de hacienda a la sazón, en las que se advierte su talante liberal y apunta propuestas realmente avanzadas para su tiempo. Otra de sus obras fue "Pan y toros", donde política y costumbrismo se dan la mano en tono crítico.) Burócrata, culto (sabe griego y latín), empleado de hacienda. Parte de la idea de que la monarquía está en crisis y que esa crisis afecta al país.

    Las cartas al conde de Lerena y a Francisco de Saavedra, su sucesor en hacienda, fueron escritas a lo largo de 10 años.

    Hay privilegios que son universales. Está de acuerdo con Campomanes y Jovellanos. Está de acuerdo con la desamortización, falta libertad de comercio y un sistema tributario justo. 1.000.000 escaso de agricultores medianos soportan la mayor parte de la carga fiscal, mientras hay 6.000.000 de parásitos improductivos con una población total de 9.500.000. Hay una burocracia corrupta. El estado está en la ruina absoluta, es deficitario; pero no es una cuestión de final del siglo XVIII, es muy anterior, sobre todo a partir de la llegada de los Borbones.

    Una sociedad que no es capaz de reproducirse, una sociedad en decadencia (esto pasa también en la actualidad con la baja natalidad y la inmigración). En aquella época la dificultad de reproducción está en la poca producción, enlazando con el primer liberalismo y las ideas de Adam Smith (5 /06/1723 - 17/07/1790), economista y filósofo escocés (desarrolladas en “Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”, en la que sostiene que la riqueza procede del trabajo)

    Arroyal critica el mayorazgo y el menosprecio al trabajo (lo bueno es vivir de rentas, el trabajo envilece al hombre). Propone la meritocracia.

    Critica a la iglesia y propone la derogación de la exención de impuestos.

    Propone reformas políticas en dos vertientes:

    • El “ius naturae”, derecho natural.

    • El pacto entre monarca y sociedad.

    Defiende los derechos de Aragón y la idea de las Partidas de Castilla. Propone una constitución (1794) en la que se reconozcan los derechos naturales. Monarquía constitucional y reconoce la importancia de la iglesia. Critica a los Borbones y alaba la época de los Austrias.

    Estas ideas se quedaron en proyecto por el anquilosamiento de la mentalidad de la sociedad. No admite las consecuencias de la revolución francesa, la eliminación de la monarquía y sus facciones, una revolución sangrante. No quiere eso.

    Luis Gutiérrez, fraile rebotado, otro provocador nato, gracias a los trabajos realizados desde hace unos veinte años por varios investigadores (José Altabella, Gérard Dufour, Claude Morange y Martin Murfy), este curioso personaje ya no es un desconocido para los especialistas del reinado de Carlos IV y de la Guerra de la Independencia. Luis Gutiérrez, tenía tanta confianza en el valor de su pluma que en 1800 redactó en Bayona una obra, Cartas amistosas al Rey de España, no para ofrecerla al público, sino para venderla a las autoridades españolas, precisamente para evitar la impresión, lo que no le impidió, después de haber cedido a buen precio el manuscrito, publicar separadamente los capítulos que componían el libro. En su carta primera: La necesidad de decir la verdad, hace una radiografía de la política exterior española; sobre todo de la guerra de Convención y de las Naranjas.

    Habla también de

    • Inflación de los valores reales (títulos del estado)-

    • Sentimiento de decadencia, junto a un sentimiento de reaccionarismo.

    • Critica a la iglesia y a la inquisición.

    • Falta libertad de expresión.

    • Falta libertad individual.

    • Critica el despotismo, aunque no cuestiona la monarquía (tampoco la critica Arrayal)

    Es partidario de la revolución sin violencia, reforma sin revolución.

    El estado en quiebra recurrió al crédito y a la emisión de deuda pública.

    En Inglaterra, por un problema similar, incrementa el comercio.

    En Francia se crea una sociedad diferente y se ponen en circulación las tierras amortizadas y aumentan los pequeños propietarios (pequeña burguesía).

    En España se piden préstamos a banqueros y nobles, se incrementa la presión fiscal (pero no a los q no pagaban, para eso hubiera hecho falta una revolución), y emisión de “valores reales”, es decir, deuda pública que equivalía a moneda. Se empezaron a emitir en 1780 y para evitar la devaluación eran convertibles en dinero.

    Pero los gastos no menguan y los valores reales crecen sin cesar. Los bancos no podían convertirlos en dinero, así que se devalúan. Para evitarlo, en 1798, se crea una caja de amortización de valores reales que debía tener un capital para garantizar el cambio de los valores reales por dinero. Godoy tuvo que poner en circulación bienes amortizados de hospitales, hospicios, casas de misericordia, expósitos, reclusión, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos. Las propiedades de estas entidades, la mayor parte pertenecientes a la iglesia, se pusieron en venta. Fue un principio de desamortización, sobre todo en Castilla.

    Datos estadísticos tributarios y de depreciación de los valores reales .

    En total se extinguieron 421 millones de valores reales.

    A pesar de eso y después de la guerra de las Naranjas en 1801(la Guerra de las Naranjas fue un breve conflicto militar que enfrentó a Portugal contra Francia y España), cuando llega la guerra del francés el estado está en quiebra, en bancarrota, arruinado.

    La desamortización de Godoy, atacó directamente a la iglesia. Contra Godoy no estaban solo los nobles, la facción de Aranda, sino la iglesia.

    Creo conflictos entre padre e hijo, entre Carlos IV y Fernando VII. Fue cuando Napoleón invadió Portugal, con la ayuda de España, y luego España misma para restaurar la antigua monarquía.

    Pierre Jean George Cabanis (1757-1808) Filósofo materialista francés, hombre de la Ilustración, médico; contemporáneo de la Revolución Francesa (1757-94), girondino; condenó el terror jacobino. Pertenecía a la escuela del materialismo francés adscrita a la física de Descartes, en contraposición a la metafísica del mismo.

    Sistema económico que atribuía exclusivamente a la naturaleza el origen de la riqueza.

    Doctrina del predominio del rey sobre la iglesia católica en Francia

    Sarrailh, J., La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, 1985.

    Cesión perpetua o por largo tiempo del dominio útil de un inmueble, mediante el pago anual de un canon y de laudemio por cada enajenación de dicho dominio.

    CASTELLS, Irene; MOLINER, Antonio. Crisis del Antiguo Régimen y Revolución Liberal en España (1789-1845). Editorial Ariel S.A. Barcelona. 2000. Pág. 17

    Opus citada. Pág. 18

    Opus citada. Pág. 20

    Opus citada. Pág. 23

    Opus citada. Págs. 24 y 25

    (Real y Supremo Consejo de Castilla) era la columna vertebral y principal centro de poder de la estructura de gobierno de la Monarquía Hispánica durante la Edad Moderna (siglos XVI al XIX), que se define como polisinodal, es decir, con multiplicidad de Consejos.

    Manos muertas era el nombre que recibían los bienes de las iglesias y comunidades religiosas que estaban bajo la especial protección del monarca. Los obispos, abades no podían venderlos,

    Asociación gremial de ganaderos creada en 1273, en tiempos de Alfonso X. y gozaba de importantes prerrogativas y privilegios

    CASTELLS, Irene; MOLINER, Antonio. Crisis del Antiguo Régimen y Revolución Liberal en España (1789-1845). Editorial Ariel S.A. Barcelona. 2000. Pág. 26

    Opus citada. Pág. 32

    Jacques Bénigne Bossuet, defensor de la teoría del origen divino del poder y la doctrina del predominio del rey sobre la iglesia católica en Francia, llamado galicanismo.

     La doctrina recibe el nombre del flamenco Cornelius Jansen, Jansenio, obispo de Ypres (1585-1638).

    José María Blanco Crespo "Blanco White"

    CASTELLS, Irene; MOLINER, Antonio. Crisis del Antiguo Régimen y Revolución Liberal en España (1789-1845). Editorial Ariel S.A. Barcelona. 2000. Pág. 34

    CASTELLS, Irene; MOLINER, Antonio. Crisis del Antiguo Régimen y Revolución Liberal en España (1789-1845). Editorial Ariel S.A. Barcelona. 2000. Pág. 32

    CASTELLS, Irene; MOLINER, Antonio. Crisis del Antiguo Régimen y Revolución Liberal en España (1789-1845). Editorial Ariel S.A. Barcelona. 2000. Pág. 36. Según C. MORANGE. Siete calasen la crisis del Antiguo Régimen español. Alicante 1990. Pág. 357

    Opus cit. Págs. 37 y 38

    La Guerra de las Naranjas recibe este nombre debido al ramo de naranjas que Godoy envió a la reina María Luisa cuando sitiaba la ciudad de Elvás.

    Historia de España.-Siglo XIX- I. LA ILUSTRACIÓN 20




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