Filosofía y Ciencia


La ilustración


ÍNDICE

Introducción 4

Doctrina y tradición 5

--Los novadores 5

--Sensismo y materialismo 6

--Eclecticismo 6

--Criticismo histórico 7

Religión 8

--Deísmo 8

--Regalismo 9

--Jansenismo e Inquisición 10

Política y sociedad 11

--El derecho natural 11

--La idea de Estado 11

--Reformismo 13

Constitución de 1812 15

Conclusiones 16

Historiografía 18

Bibliografía 20

INTRODUCCIÓN

A finales del siglo XVIII surge la polémica sobre el concepto de Ilustración. Desde entonces hasta ahora los historiadores no se han puesto de acuerdo en dar una respuesta unánime a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?

Kant la define como la adolescencia mental de la Humanidad, el hacerse adultos intelectualmente los hombres. Por ella, dice, había descubierto el camino de su liberación, arrojando de sí a los tiranos que le impedían pensar libremente, razonar por su cuenta. Sólo los hombres cultos podían y debían pensar libremente ; pero no con la intención de imponerse ante los demás, sino para facilitar el crecimiento cultural de ellos. Para Kant, por lo tanto, son dos los puntos claves de la Ilustración : la libertad y la cultura.

Pero la Ilustración no es una doctrina ni tampoco una corriente filosófica, sino más bien una etapa en el desarrollo del pensamiento moderno. Generalmente se entiende por Ilustración el modo de pensamiento dominante en Europa durante el siglo XVIII, o si se prefiere, entre la revolución inglesa de 1688 y la francesa de 1789. La gran variedad de puntos de vista en los centenares de estudios que se han realizado y se siguen haciendo, y la imposibilidad de unificar criterios nos hace diferenciar una Ilustración francesa, una inglesa, una alemana, y como no, una Ilustración española (cada una de ellas con unas características propias).

Como apunta Richard Herr, una forma de comprender la Ilustración es considerarla como una reacción a tres decisivas realidades de la vida europea. La primera y más importante de ellas, es la religión cristiana y la explicación filosófica del universo. La Ilustración inició una relación con la fe cristiana. Algunos ilustrados ingleses o franceses abandonaron sus creencias cristianas para convertirse en deístas e incluso ateos, sin embargo la gran mayoría de los pensadores del XVIII conservaron su concepción cristiana. Si que es verdad que se cuestionaron algunas opiniones sobre la naturaleza del universo y la organización de la sociedad asociadas a las doctrinas cristianas.

La segunda realidad que tienen en común los europeos es el Estado soberano. En Europa se habían creado una serie de estados autónomos rivales entre sí y regidos por un príncipe. ¿Quién, cómo y con qué fin debía gobernar el Estado? Eran algunas de la preguntas que se planteaban los pensadores ilustrados.

La tercera realidad a la que se refiere Herr, es la nueva concepción que los europeos tienen del resto del mundo, consecuencia de las conquistas y exploraciones de siglos anteriores. Los descubrimientos les demostraron que no era necesario ser cristiano para ser una persona moral.

DOCTRINA Y TRADICIÓN

LOS NOVADORES

La medicina, entendida como lo que hoy llamamos filosofía natural, física y medicina, es un tema que toca muy de cerca al pueblo ya que tiene la preocupación de ver quien se ocupa de su salud. Ya en el siglo XVII, inspirándose en la teoría del conocimiento propuesta por Francis Bacon, centros como la Universidad de Leiden en Holanda o la Royal Society en Londres, actúan de acuerdo al método empírico. Lo que intentan es buscar el conocimiento en los datos que aportan los sentido y creen que el conocimiento progresa gracias al sistema inductivo, basado en la suma de las experiencias. Desprecian la escolástica, a quien le basta una premisa legitimada por la Biblia para poder deducir algo lógicamente y calificar esa doctrina de verdadera.

A estos primeros escépticos, que proclaman la libertad para investigar y enseñar, se les denomina novadores. Ellos están en desacuerdo con la enseñanza universitaria caracterizada por su dogmatismo. Los médicos son los primeros que se apartan del ámbito universitario creando grupos de estudio. En Sevilla se creó una tertulia que se reunía dos veces por semana para discutir distintas tesis apoyadas siempre en datos empíricos y experimentos prácticos. Estas tertulias no tenían reglamento, y eran un tanto informales, sin embargo sirven para dar idea de la vitalidad que se produce en el campo del saber en el XVIII español. José Clavijo y Fajardo dice en El pensador que en aquellas tertulias se aprendía en pocos días lo que las aulas enseñaban en muchos años.

Estos novadores intentaron demostrar a los catedráticos de la universidades que practicaban un método falso y que sus verdades no eran tales. Algunos de ellos, como Martín Martínez o Benito Jerónimo Feijoo, impulsaron una filosofía antidogmática y prudentemente crítica. Hay que destacar por parte de Martínez obras como : Medicina escéptica (1722) o Philosophia sceptica (1730). Por parte de Feijoo, el Teatro crítico universal (1726-1739), discursos donde enseña a sus lectores a pensar escépticamente. Pero no sólo la prueba empírica y la actitud escéptica afectan a la medicina, también lo hacen a la religión. Feijoo afirma que no quiere discutir cuestiones teológicas ni dogmáticas, pero su criticismo le llevan a no creer en milagros ni en opiniones de maestros escolásticos.

SENSISMO Y MATERIALISMO

Las ideas de John Locke pronto fueron recogidas por los ilustrados españoles. La traducción de su Essay concerning human understanding (1690) hizo accesible a cualquiera su filosofía. Las ideas, dice Locke, ni vienen puras y perfectas del exterior, ni las adquirimos por parte de un ser supremo, sino que las experiencias e impresiones las elaboran en la mente humana hasta producir conceptos. Conocemos, pues, los contenidos del conocimiento a través de las sensaciones.

Por otro lado, el escepticismo, a diferencia del materialismo, evita consecuencias metafísicas y antirreligiosas, y por ello tuvo más seguidores que el materialismo en España. Barbadiño (Luis A. Verney) en su obra “O verdadeiro metodo de studar “ en 1746, propone que la Lógica -parte que se ocupa del origen de los conceptos- se curse siguiendo la filosofía de Locke.

ECLECTICISMO

Para los eclécticos, Dios ha dado al hombre una lengua, cuyas palabras contienen la esencia de las cosas. Para avanzar en el progreso hay que profundizar en el conocimiento de la lengua. Utilizarán mucho la expresión “buen gusto” para la interpretación y exposición de fuentes legitimadas por la tradición.

Los teólogos, historiadores y juristas se diferenciaran de médicos y filósofos naturales porque prefieren el planteamiento humanista, si bien todos quieren la reforma de los estudios. Entre algunos de los ilustrados españoles que van en contra del escepticismo y que siguen ideales humanistas hay que destacar a Gregorio Mayans y Siscar cuyas obras principales son : Oración que exhorta a seguir la verdadera idea de la elocuencia española (1727), El orador cristiano (1733), y Orígenes de la lengua española (1737). Mayans influyó notablemente en hombres como el médico Andrés Piquer, el teólogo Vicente Calatayud o el historiador Juan Bautista Muñoz, entre otros. Todos ellos están de acuerdo con la reforma escolástica. El propio Luis Losada, jesuita de la Universidad de Salamanca integró en su docencia algunas teorías modernas. A pesar de ello, la oportunidad que brinda Felipe V a los jesuitas para modernizar los estudios, mediante la fundación de la Universidad de Cervera, no fue aprovechada.

Escolásticos y eclécticos coinciden en el rechazo de la noción de progreso. En estética y en moral dicen que los arquetipos clásicos nunca fueron superados en otro tiempo. En lógica, argumentan que desde Aristóteles no se ha adelantado nada. Por lo que se refiere a la física dicen que algo se ha caminado pero sólo en pequeños detalles. Lo fundamental se expresó en tiempos pasados, afirman, por lo que es importante volver a leer aquellos textos clásicos bajo una nueva luz, sin poner en duda su autoridad. El eclecticismo es, pues, un movimiento restaurador de lo antiguo ; por ello Cicerón será uno de los filósofos de la Antigüedad más leídos en el siglo XVIII. Tanto eclécticos como escépticos serán los que se disputen el protagonismo en el escenario cultural español del Siglo de las Luces.

CRITICISMO HISTÓRICO

En los estudios históricos no se pueden hacer observaciones directas, como es obvio, por ello, las pruebas se basan en testimonios de personas concretas. Ante esto, los historiadores necesitan seguir unos criterios para dar por cierto los hechos y para creer a los testigos de los acontecimientos. La “crítica” es el instrumento imprescindible de la ciencia histórica. Las reglas y máximas que se han de seguir para admitir la verosimilitud de los hechos fueron formuladas por Jean Mabillon, Ludovico A. Muratori, y en España, Mayans, Jacinto Segura, Feijoo y Pedro Calatayud entre otros.

Pero, como señala Francisco Sánchez-Blanco :

“¿ Puede la razón crítica -por su propia naturaleza, individual- enfrentarse a las instituciones sociales que se basan en tradiciones y en consensos colectivos? ¿ Hasta dónde llega el poder del criticismo? Cuando la razón crítica se pone en marcha, la cadena de explicaciones es indefinida. Su proceso aclaratorio no se detiene nunca definitivamente ni ninguna explicación la apacigua. La dinámica crítica sólo se interrumpe recurriendo de nuevo a la instancia externa a una autoridad. El criticismo ilustrado tiene que decidir si mantiene los presupuestos críticos indefinidamente o si los deroga por respeto a la tradición religiosa. El criticismo bíblico o el histórico todavía no implica una incompatibilidad con el cristianismo, puesto que supone que un individuo puede practicar una actitud racional en la investigación y mantener en el fuero interno una fe imprecisa en las verdades recibidas por tradición”.

En España, no se pone en duda la revelación cristiana, si bien, desconfían muy mucho de las tradiciones populares, como la de la Virgen del Pilar o la de la tumba del apóstol Santiago ... Este proceso de reducción de las verdades aceptadas por fe histórica produjo una serie de tensiones ; así, los eclécticos calificarán de herejes a aquéllos que no comulgan con sus ideas.

RELIGIÓN

DEÍSMO

Existían en el Siglo de las Luces una serie de ilustrados que se atrevieron a dudar de la verdad de los textos denominados sagrados e intentaron descubrir explicaciones científicas a todos aquellos actos sobrenaturales. El deísmo favorece, pues, una religión científica y filosófica. Admite una Inteligencia Suprema que concibe y pone en marcha mediante las leyes naturales, el mecanismo del universo. Por lo tanto, no cree en las oraciones o milagros para llegar a cambiar el transcurso de los acontecimientos.

Antonio José Rodríguez defiende este pensamiento, por lo que pronto el fraile cisterciense tendrá problemas con la Inquisición. Afirma que en cuestiones naturales sólo se debe escuchar a la razón y no a los Santos Padres. En Rodríguez, seguidor de las ideas fisico-teológicas de Boyle, ciencia y religión se aproximan hasta casi confundirse. Otro de los autores a mencionar es el jesuita francés Nöel Pluche, cuya obra El espectáculo de la naturaleza fue traducida por Esteban de Terreros a mitad del siglo XVIII. En este texto el autor se acerca a la divinidad a través del firmamento estelar, de la variedad de especies vivas, etc., convirtiendo la historia natural en pedagogía religiosa.

REGALISMO

No es un tema nuevo en la historia de España, desde la Edad Media ya encontramos ejemplos de regalismo ; pero hay una diferencia clara entre el regalismo que consiste fundamentalmente en el abuso de los privilegios que la Iglesia concedía a los monarcas en materias eclesiásticas y el regalismo borbónico, donde la Corona se atribuye derechos sobre el espíritu en razón de su soberanía.

Desde la llegada de los Borbones, la Iglesia y la Corona realizaron un pulso que condujo al regalismo a las disputas con la Santa Sede y al peligro mismo del cisma. Hasta tal punto que el monarca mandó a funcionarios como Melchor de Macanaz o Pedro Rodríguez Campomanes elaborar unos informes donde se recogieran documentos que acreditasen a los reyes como verdaderos poseedores de unos derechos tradicionales, para poder decidir en materia de impuestos, de nombramientos o de regulación de la propiedad eclesiástica de su territorio.

Pero la conciencia que tenían los regalistas de ellos mismos es muy distinta a la que posteriormente tendrán historiadores como Sarrailh, por ejemplo. Ellos se consideran a sí mismos, defensores de los derechos del poder civil. No están en contra de la Iglesia, sino de los abusos de ésta. Así lo podemos observar en el siguiente párrafo del Colegio de Abogados de Madrid en 1770 :

“Como españoles debemos vindicar el derecho de la patria sin faltar al profundo respeto de la Iglesia ; como católicos, debemos propugnar los de la religión, sin abandonar las obligaciones que nos exige la nación por los vínculos de naturaleza. Si estos dos respetos no acompañan con sinceridad unidos a la pluma, saldrá necesariamente destemplada, o por un supersticioso celo de la religión, o por un desordenado amor de lo temporal.”

Alberto de la Hera destaca tres etapas de treinta años aproximadamente cada una dentro del regalismo español del XVIII. En el primer periodo destaca la figura de Melchor de Macanaz o Antonio Álvarez de Abreu ; en el segundo, Gregorio Mayáns o a Antonio Joaquín de Rivadeneyra ; y en tercero, a Pedro Rodríguez de Campomanes. Éstos son la étite, la cabeza visible que representa a otros hombres que también pensaron como ellos. Todos eran burgueses, e intelectuales que tenían que abrirse paso por sus propios méritos frente a una nobleza en decadencia (Algunos de ellos acabaran por ser nobles como gratificación del monarca por su eficacia y su buen hacer).

La polémica regalista se va a cerrar provisionalmente con la victoria del monarca en el Concordato de 1753. El rey se hará con el control de los nombramientos y del poder económico de la Iglesia. El monarca se legitima expresando que la Santa Sede no es capaz de acabar con los problemas internos del clero, ni de legislar con objetividad mirando al bien común.

JANSENISMO E INQUISICIÓN

Los jansenistas compartían la oposición a la riqueza de la Iglesia y al poder de Roma. Consideraban que la riqueza suponía algo destructivo en la misión religiosa para la que estaba creada la Iglesia. Son partidarios de una religión con menos ceremonias y más moralidad.

Los jansenistas fueron contrarios a la Inquisición ya que prohibía a menudo obras donde se exponían sus puntos de vista ; y las críticas sociales censuraban la proscripción de los escritos de los pensadores modernos. Muchos tenían ambas formas de pensar, dado que no eran incompatibles, como por ejemplo, Jovellanos.

A la mayor parte de los ilustrados españoles les gustaba la actitud de la Iglesia, sin embargo, por razones de arraigo con el pasado, no deseaban abandonar sus creencias. El Censor (1781-1787) editado por Luis García de Cañuelo, aboga por que la Iglesia se dedique a su función espiritual y los sacerdotes se formen intelectualmente.

Por otro lado, la Inquisición era un gran inconveniente para la modernización de España, coartaba la libertad de espíritu y de investigación a los pensadores españoles del siglo XVIII. La imagen de esta institución era ya conocida por sus prácticas pasadas, por lo que contaba la nación española con mala fama en todo Europa.

Felipe V protegió de la Inquisición a sus funcionarios en todo lo posible. Fernando VI, aconsejado por el Marqués de Ensenada, debilitó la economía de la Inquisición, Carlos III desterró al Gran Inquisidor por actuar en algunas cuestiones sin contar con el monarca. Sin embargo, el Motín de Esquilache en 1766 hace que la monarquía, conocedora del poder disuasorio de la Inquisición, busque la alianza con aquellos eclesiásticos que obedecen al rey y las leyes tradicionales. Después del motín y tras el proceso a Pablo de Olavide, la prensa es sometida a censura. El pensamiento librepensador a partir de 1770 aproximadamente se refugia en tertulias privadas y publicaciones clandestinas.

POLÍTICA Y SOCIEDAD

EL DERECHO NATURAL

El derecho natural no fue un descubrimiento del siglo XVIII, pero será en este periodo cuando alcanza su máximo apogeo entre el mundo de la cultura y el pensamiento. El derecho natural y de gentes es una manera de pensar la relación entre los hombres sin recurrir a autoridad positiva alguna. Las instituciones políticas dependen de la voluntad de los hombres y reflejan a sí mismo, el grado de ilustración de los gobernantes. Todo lo heredado carece de legitimidad y el hombre debe someterse a las reglas emanadas de la razón. Por ello, el reformismo -que luego veremos- será un punto importante dentro de la política de los ilustrados.

LA IDEA DE ESTADO

Aunque las teorías del contrato social y el pensamiento político de los grandes ilustrados, como Locke, Montesquieu o Rousseau, tuvieron la suficiente difusión, la política ilustrada española tuvo sus preocupaciones en objetivos prácticos de la reforma. De hecho, consideraron el principio monárquico absoluto, para utilizarlo como instrumento y llevar a cabo la tarea reformista.

La idea de que el soberano trae de Dios su poder y no lo limita ni comparte, fue reafirmada como dogma que presidió todo el sistema político. Un estudioso del XVIII español, como es Sánchez Agesta afirma :

“Puede parecer una paradoja, pero tal es el hecho evidente de la Historia. Esta generación preparó en España la liquidación del antiguo régimen, hasta tal punto que cuando las Cortes de Cádiz emprendieron esta revisión, apenas si pudieron hacer otra cosa que alancear cadáveres ; esta generación sembró el odio que iba a quebrantar a la Iglesia como institución social en el siglo XIX ; esta generación criticó, acosó e hirió finalmente, de muerte a la nobleza ; esta generación liquidó de hecho la autonomía de nuestras Universidades, adelantándose en cinco lustros a la centralización napoleónica y transformó el espíritu de su enseñanza, esta generación destruyó sistemáticamente la organización gremial ; en una palabra, desmontó en España el régimen tradicional, sin entrar en enjuiciar lo que pudo haber de oportuno o justo en algunas de esas medidas ; pero para todas esas empresas se apoyó en la autoridad regia, a la que exaltó, como instrumento, hasta sus últimos límites. Quien quiera textos españoles que ensalcen el absolutismo, al siglo XVIII tiene que ir a buscarlos.”

La alianza entre Monarquía e Ilustración fue, sin duda, oportunista, relativista y transitoria, pero al fin y al cabo, explicable por el estilo borbónico de no resistir a la marea de los tiempos siempre que se respetara el principio dinástico, y la templanza ilustrada de no tocar los cimientos del sistema, o al menos retardar la operación en el tiempo por el miedo o temor a la revolución. Para comprender la idea del Estado por parte de los ilustrados, hay que destacar la figura de Jovellanos. Comenta a cerca de la división de poderes lo siguiente :

“Si el rey pudiese hacer la guerra o la paz, proveer a la defensa exterior o a la tranquilidad externa del Estado, crear empleos, señalar recompensas a su arbitrio, en suma, obrar en todas sus atribuciones sin más regla que su voluntad, luego arruinaría al Estado con sus caprichos.

Si las Cortes pudiesen hacer leyes y sancionarlas y llevarlas a la ejecución sin intervención de nadie, si quisieran se apoderarían del poder ejecutivo y podrían burlar el judicial ; podrían forzar a éste a juzgar por leyes injustas y a aquél a ejecutarlas ; en fin unas Cortes de un año podrían deshacer en un día cuanto hubieran establecido las de un siglo.

Si el poder judicial pudiera juzgar libremente, ya en casos no determinados por la ley, ya interpretando la ley a su arbitrio, se convertiría, por este medio indirecto en poder legislativo, y ya no serían las leyes, sino los hombres los que dispusiesen de la fortuna y la libertad de los individuos. Debe pues, la Constitución poner un límite a la independencia de estos poderes, y este límite no puede hallarse sino en una balanza que mantenga entre ellos el equilibrio. Este equilibrio debe consistir en que gobierna siempre la ley, nunca el hombre en cuanto sea posible.”

REFORMISMO

La famosa “Instrucción reservada para la dirección de la Junta de Estado”, obra del 8 de julio de 1787 de José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca, expresa de forma clara el programa de la reforma ilustrada. En este texto, el reformismo encuentra la más precisa formulación de sus objetivos y pone de manifiesto que se persigue una sociedad más desarrollada y sobre todo más consciente de sus posibilidades para el bienestar. Los tópicos que caracterizan a los ilustrados, su didactísmo, su conciencia elitista y sus ideales anticlericales se pueden apreciar de forma clara en la Instrucción. El estudio de Moñino y Redondo es el testamento de la Ilustración política española.

La Instrucción comienza con las relaciones entre Iglesia y Estado. Se inicia por una profesión de fe de la Corona, señalando como la primera de las obligaciones el “proteger la religión católica” y expresa el deseo de que la Junta en sus deliberaciones “tenga por principal objeto la honra y la gloria de Dios, la propagación de nuestra santa fe, y la enmienda y mejoría de las costumbres”. Proclama el respeto a la autoridad eclesiástica, sin embargo hay una defensa categórica de sus regalías y demás derechos regios. Se cambian, pues, el respeto a la Santa Sede con la defensa de la preeminencia y autoridad real. Después de establecer las directrices para una mejor administración de justicia y organización de la propia Administración, se plantea la Instrucción : “la policía formal de los pueblos” para perseguir a los “ociosos y vagos, desterrando la mendiguez y recogiendo a huérfanos y desvalidos”, pasa a la crítica del régimen de manos muertas hasta centrarse en el tema de la educación :

“Las enseñanzas públicas y las academias tienen por objeto el complemento de la educación, que es la instrucción sólida de mis súbditos en todos los conocimientos humanos. En esta parte, lo que hace más falta es el estudio de las ciencias exactas, como las matemáticas, la astronomía, la física experimental, química, historia natural, la mineralogía, la hidráulica, la maquinaria y otras ciencias prácticas. Con el fin de promover entre mis vasallos el estudio, aplicación y perfección de estos conocimientos, he resuelto fundar una Academia de Ciencias ...”

Esta orientación pragmática de la enseñanza y de la investigación le llevó a recomendar “la enseñanza especulativa y práctica del comercio”, lo que le da base para exponer las ideas económicas del gobierno ilustrado, inspiradas principalmente en criterios proteccionistas y de fomento.

Las reformas se llevan a cabo, básicamente bajo Carlos III ; se crearon reales fábricas, se debilitó el monopolio de los gremios, se reformó la estructura fiscal, se construyeron carreteras y canales, y se abrieron nuevos puertos para el comercio con América. Todas estas reformas contaron con el apoyo de una de las instituciones más características de la Ilustración española : las Sociedades de Amigos del País. Pero ¿cómo apoyaron estas sociedades en las reformas? Principalmente ofreciendo premios a proyectos prácticos en agricultura y manufacturas, creando escuelas patrióticas y dando a conocer aquellos inventos de otros países que las sociedades tenían noticia.

Referente a la reforma, no hay que olvidar el empeño que pusieron los ilustrados en el progreso del campo. En la primavera de 1766 la escasez de pan produjo unos levantamientos populares conocidos como el motín de Esquilache. Movidos por estas circunstancias los ilustrados españoles, como Campomanes y Olavide, están convencidos de que el labrador independiente era el que mayor provecho sacaba a la tierra. Querían, pues, convertir España en un país de pequeñas fincas labradas bien por propietarios bien por arrendados permanentes.

CONSTITUCIÓN DE 1812

Con todos estos antecedentes y tras el estudio de las ideas y la realidad de la Ilustración, no se debe olvidar el hecho en que desembocarán todos estos acontecimientos : la Constitución de 1812. Como señala Herr “el más importante legado de la Ilustración fue el ideal de una sociedad igualitaria engendrada por una conciencia de comunidad y nacionalidad. Su herencia inspiró a los españoles que rechazaron la Constitución napoleónica de Bayona, combatieron contra los invasores franceses, se congregaron en las Cortes de Cádiz y allí se empeñaron en recomponer España y sus antiguas colonias en una sola monarquía democrática. Su Constitución de 1812 proclamaba la existencia de la Nación española...”

Después de los sucesos revolucionarios de Francia, la cuestión ya no es tanto si el Estado necesita una Constitución según los principios de igualdad, libertad y fraternidad, sino sólo la de cómo llegar a implantar esa nueva legalidad. Los años entre la Revolución Francesa y la Constitución del 12 están marcadas no sólo por la experiencia vital de la resistencia a una potestad extranjera ilegítima, sino también por la de la organización de un poder basado en la soberanía popular.

En las “Cartas sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen a la felicidad pública” que Francisco de Cabarrús escribe a Jovellanos deja entrever que en el ambiente ilustrado se desconfía de que las reformas borbónicas produzcan los objetivos esperados.

A principios del siglo XIX se produce un vacío político. Diferentes grupos de la sociedad española toman la iniciativa para expulsar al monarca y para regirse a sí mismos en libertad. El poder constitucional se pone en marcha en España, demostrando además que un movimiento revolucionario puede llevarse a cabo como acto de soberanía popular, pero sin los excesos de la Revolución en Francia.

CONCLUSIONES

Muchas son las preguntas que se plantean tras el estudio de uno de los siglos más polémicos de la historia de España. Sarrailh, uno de los estudios del Siglo de las Luces español dice :

“¿Participó España en la cruzada europea del siglo XVIII? ¿Incorporó en su pensamiento, en su existencia, el tesoro de teorías y de recetas prácticas ofrecido por esa cruzada? En caso afirmativo ¿quedó España transformada o simplemente enriquecida? Tales son las preguntas a las que Ortega y Gasset contestaba deplorando que su patria se hubiera saltado este siglo irreemplazable, este siglo educador que faltó en su evolución... Eugenio d'Ors, por el contrario, se complacía en ponderar la intensa conmoción que sufrió España en esta época. Para él España se hice en el siglo XVIII. Ni lo uno ni lo otro ...”

Si bien Sarrailh duda de la existencia real de una ilustración en España, Gusdorf afirma que existió una ilustración de importación, por no alcanzar los ilustrados españoles una difusión europea, ni una estatura digna en la literatura universal.

Desde mi punto de vista y tras la multitud de opiniones que existen a cerca de este tema, yo creo que la Ilustración española nunca logró implantar su huella de forma duradera y profunda, sin embargo, no creo que se pueda afirmar que fue un simple capricho de la voluntad real. Objetivamente se puede confirmar la existencia de un movimiento ideológico, débil y minoritario que marcó sin duda la historia de España. Personalmente me gustaría destacar dos aspectos que me han surgido a la hora del estudio de la Ilustración española. Por un lado, la complejidad de la historia : diferentes visiones de una única realidad para distintos historiadores. Por otro, las paradojas que he encontrado en una Ilustración llena de contrastes.

La Ilustración española, a la que quizá se le achaca el no ser lo suficientemente filosófica, siguió el camino lógico hacia la Constitución a despecho de las derrotas y del poder de sus contradicciones, incluso a despecho de la timidez de algunos de sus representantes, incapaces de ser consecuentes hasta el final.

HISTORIOGRAFÍA

Algunos son los historiadores que han estudiado el tema de la Ilustración española. El resultado, diferentes trabajos dependiendo de los puntos de vista que los autores han dado a los acontecimientos del siglo XVIII.

Marcelino Menéndez Pelayo admite que algo está pasando en España en esta época, y quizá por ello considera afrancesados a todos aquellos que se apartan de la ortodoxia tradicional, sin preocuparse se esa ortodoxia era cristiana o no y de si las fuentes nuevas eran realmente francesas.

Otra forma de ver la historia de los ilustrados la tienen Patricio Peñalver y Vicente Rodríguez Casado, quienes a mitad del siglo XX, intentarán conciliar las Luces con el catolicismo, afirmando que la crítica hacia la Iglesia es una respuesta cristiana a las necesidades del tiempo.

Con “La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII”, Jean Sarrailh recupera una época para la historia de España. Entiende la Ilustración española como la tensión entre una masa apagada y una élite amiga de lo nuevo y lo racional. Dos son los puntos claves en la concepción que tiene de la Ilustración este historiador : por un lado, el racionalismo utilitarista, por otro, el interés por la instrucción de las masas (en este punto se puede observar una clara influencia orteguiana).

En 1960, publica el norteamericano Richard Herr un estudio bastante interesante titulado : “España y la revolución del XVIII”. En este libro se puede apreciar como lo primero que deja entrever es la diferenciación clara entre los conceptos de Ilustración y Revolución. La Ilustración respetuosa con la Iglesia y la Monarquía; la Revolución equivaldría a un periodo caótico caracterizado por las luchas entre jansenistas y partidarios de la Inquisición, y por otro lado, por la incursión de los agentes franceses. Herr lo que se propone es corregir la imagen que había dado Sarrailh del siglo XVIII español -llena de anécdotas, ejemplos para demostrar la existencia de una élite ilustrada- mediante una valoración global para llegar a la conclusión de que el conocimiento por parte de los españoles de las ideas que estaban circulando por Europa eran mucho menores de lo que algunos historiadores habían escrito. Por otro lado, Herr también señala que España siguió siendo fiel a su tradición cristiana.

Y por último, Antonio Elorza escribe en 1970 “La ideología liberal de la Ilustración española”. Advierte las deficiencias de los estudios de Jean Sarrailh y Richard Herr, e intenta comprender el movimiento histórico en función de la aparición de la ideología de la burguesía, una nueva clase social.

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