Literatura


La gata que se fue para el cielo; Elizabeth Coatsworth


LA GATA QUE SE FUE AL CIELO

Hace mucho tiempo en el Japón un pintor muy pobre aguardaba a su ama de llaves que había ido a comprar comida. El pintor quedó muy asombrado cuando descubrió que en vez de comida, había comprado un gato. Después de mostrar su enojo, el artista se calmó y quiso ver al gatito. Era de cabeza blanca y ojos amarillos con manchas amarillas y negras a los lados y una cola pequeñita como la de un conejo.

En realidad no era un gato sino una hermosa gata de 3 colores.

Al verla, sintió alegría y ya no se sintió tan solo. El ama de llaves le sugirió colocarle un nombre, la llamó Buena Fortuna.

De forma muy educada la gatica, solo comía cuando le llamaba su amo. Con el tiempo, el pintor se dio cuenta que la gata no era una gata cualquiera sino un animalito lleno de virtudes.

Un día el gran sacerdote del templo visitó al pintor y con gran asombro, el artista se sintió honrado por su presencia. El sacerdote explicó al artista que había sido elegido para pintar un cuadro de la muerte de Buda. Luego le fue entregada una bolsa de dinero como parte del pago y después, el sacerdote partió.

Muy temprano en la mañana, el pintor contemplaba a Buda, debía entenderlo antes de pintarlo. Se imagino a Buda como Siddharta, el joven príncipe hindú e incluso soñó siendo el mismo príncipe conquistando el amor de la princesa Yosadhara y viviendo en un verdadero paraíso.

El segundo día imaginó de nuevo ser el príncipe montado en su caballo blanco Kanthaka y recorriendo con tristeza el bosque en la oscuridad.

El primer día se había colocado sus mejores ropas para contemplar a Buda y el segundo día se colocó de nuevo sus ropas pobres y pudo entender el sufrimiento humano. Con este conocimiento se convirtió en Buda.

Se había convertido en un anciano que llevaba felicidad y amor por todo el mundo y al ver que la muerte estaba próxima, los animales vinieron a despedirle …pero no había un gato entre los animales.

Después del tercer día, sabía que el Buda debía ser pintado como un noble que ha sufrido mucho y que había encontrado y transmitido la paz. Durmió 24 horas y al despertar, pintó a Buda en solo tres horas mientras lo observaban el ama de llaves y la gata Buena Fortuna.

Cuando llegó la hora de pintar los animales no sabía por cual comenzar. Sabía que Buda gustaba de las cosas sencillas y no podía pintar primero un animal grande Recordó entonces la historia en que los caracoles protegieron a Buda del sol formando una corona húmeda sobre su cabeza. Por este sacrificio el caracol sería la primera criatura que pintaría.

Recordó también la historia del elefante, el animal sagrado que había guiado a un grupo de hombres a un manantial para no morir en el desierto y se había sacrificado lanzándose a un abismo para que comieran de su carne. Seguidamente, tomó el pincel y dibujó al noble animal.

Al recordar otra historia cuando el Buda encarnó en un caballo que se convirtió en el corcel de guerra del rey de Benarés y que después de haber sido herido, se levantó y murió después de haber alcanzado la victoria. Meditó sobre la nobleza de los caballos y con su pincel, dibujó al valiente animal.

Al otro día el artista decidió que sobre la cabeza del caballo debía haber un cisne volando. Recordó la historia del príncipe Siddharta cuando en el jardín de su padre miraba los cisnes volar y una flecha hirió a uno. El príncipe lo salvó, pero los cortesanos reclamaban al ave como premio porque su primo le había herido.

Posteriormente el consejo del reino, decide entregar el cisne al joven que lo salvó.

El artista dibujó entonces al cisne, después de meditar sobre su belleza.

El ama de llaves preocupada por la salud del artista, le sugirió aceptar la invitación a tomar té con un vecino. Este le dio una moneda de plata para que se comprara un vestido y no discutió con ella.

A la mañana siguiente meditó sobre la fealdad, fuerza, ferocidad y entrega al amo que tienen los búfalos. Recordó la historia cuando un búfalo le dijo al amo que hiciera una apuesta y que él tiraría de cien carros llenos de piedras. Así lo hizo el hombre, pero el animal no se movió porque su amo lo trató muy mal. Luego el búfalo le repitió la propuesta a su amo pero le exigió que lo tratara bien.

Una vez más le fueron amarrados los cien carros con piedras y el aldeano alimentó y trató con cortesía al búfalo y así con gran esfuerzo, movió los cien carros.

El artista pintó entonces un búfalo, después de meditar sobre su dignidad.

Después de notar que la gatica buena fortuna miraba su obra, se le vino a la cabeza pensar en los perros. Como no recordaba historia alguna, llamó a su ama de llaves y le pidió que le contara alguna historia de perros.

La anciana le relató que en su pueblo había un templo en ruinas que fue habitado por demonios y duendes que sacrificaban una niña cada año. Cuando le tocó el turno a una niña que tenía un perro llamado Shippeitaro, un soldado errante llegó al pueblo y durmió en el templo en ruinas. Al enterarse, contó la historia y el perro se puso muy nervioso, por lo cual, el soldado lo hizo llevar al templo y se escondió en la cesta donde estaba la niña.

El soldado se escondió y vio como los demonios y duendes se acercaron a la tapa de la cesta. De repente saltó el perro y se aferró a la garganta del líder. Los otros demonios salieron corriendo y jamás regresaron.

Después de meditar sobre la lealtad de los perros, el artista untó su pincel de tinta y dibujó un perro.

En este día, el pintor extrañó a su gatita, pero debía concentrarse en pintar un venado. Recorrió bosques imaginarios en forma de ciervo.

Un rey pidió a la manada que le debían ofrecer diariamente un ciervo para su comida y así dejaría vivir al jefe por ser más hermoso. Le tocó el turno a una cierva que aún no había tenido un hijo y esta suplicó que no la sacrificaran hasta que el cervato naciera. El jefe de la manada valerosamente le dijo que tomaría su lugar y el rey le perdono la vida a los dos y luego a toda la manada por este acto de generosidad.

El artista tomó su pincel y dibujó un ciervo. Solo allí aparece su gatita Buena Fortuna a contemplar el cuadro

La gatita parecía estar pidiendo que la dibujaran en el cuadro. El artista pintó luego un pájaro carpintero, una liebre, un león, un ganso, un cabrito y muchos más.

También pintó un mono porque recordó a un simio que salvó a un hombre que cayó en un hoyo y hasta quiso comérselo. Recordó también que unos monos habían traído frutas al Buda cuando meditaba en el bosque.

Un día el artista meditó sobre los animales que había pintado. Todos eran inofensivos y solo ahora pensó que no había pintado aún un animal feroz y cruel como el tigre. Dudó en si debía pintarlo o no, pero recordó que el tigre daba la vida por sus cachorros y ahí nacía la mezcla de la ferocidad y el amor.

Recordó entonces que el príncipe siddharta antes de ser Buda había luchado como tigre por la tigresa cuando ganó a su prometida. Así se probaba que en medio de ese salvajismo podía existir grandeza. Así que el artista tomó su pincel y pensando en la siniestra criatura dibujó un tigre.

La gatita salió de su sombra y al ver al tigre, pidió que también la pintaran en el cuadro por ser más mansa y más pequeña. Su amo la tomó en sus brazos y le explicó que no podía pintarla porque los gatos son orgullosos y no aceptaron las enseñanzas del Buda. La gatita lloró y el artista conmovido tomó el pincel y sin importarle si rechazaban el cuadro, pintó el último animal, un gato.

Después de pintar el gato llamó al ama de llaves y a la gata Buena Fortuna, quien al ver el cuadro, murió de tanta felicidad.

Al día siguiente el sacerdote visitó al artista para ver el cuadro terminado. Le preguntó por el último animal pintado y al enterarse que era un gato, se indignó tanto que dijo que quemaría el cuadro en el templo sagrado.

El ama de llaves lloró todo el día, pero el artista, aunque triste, no se arrepentía porque le había dado un poco de felicidad a su gatita.

Después de meditar toda la noche, oyó ruido de gente que corría hacía la casa y sin salir de su asombro, entraron los sacerdotes y lo llevaron hacia el templo gritando ¡ Milagro ¡.

Al entrar, el artista cayó de rodillas porque al mirar el cuadro, en lugar del gato había una seda blanca y el Buda que había pintado con las manos cruzadas, ahora extendía un brazo en señal de bendición y bajo la mano, estaba una gata adorándolo felizmente.

FIN

AUTOR : ELIZABETH COATSWORTH

AÑO 1931

GANADORA A LA MEDALLA JOHN NEWBERY

PERSONAJES PRINCIPALES

El pintor

El ama de llaves

La gata “Buena Fortuna”

PERSONAJES SECUNDARIOS

El gran sacerdote El príncipe Siddharta La princesa Yosadhara

Rey de Benarés El vecino El perro Shippeitaro

El soldado errante




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Enviado por:Nelson Lopera Botero
Idioma: castellano
País: Colombia

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