Filosofía y Ciencia


Kant


EPISTEMOLOGÍA DE KANT

Kant publicó su principal obra epistemológica Crítica de la razón pura (Kritik der Reinen Vernunft )en 1781. Esta obra ha ejercido influencia decisiva en todo el futuro de la filosofía.

El motivo real de la obra lo fueron las contradicciones que Kant creyó encontrar en la razón. Cuando la razón era usada para las especulaciones metafísicas parecía quedar necesariamente envuelta en contradicciones. Con cuestiones tales como : ¿Está el mundo limitado en el espacio ?, o ¿Ha comenzado a existir el mundo en cierto tiempo ?, parecemos ser llevados con igual necesidad tanto a una respuesta afirmativa como negativa -respuestas que Kant llama, respectivamente, la tesis y la antítesis. A tales contradicciones las llama Kant antinomias. Parecen mostrar que la razón está en conflicto consigo misma. Y si en realidad este es el caso sería innegablemente un escándalo de la razón. No sólo sería un falseamiento de la proposición de Descartes de que la razón tiene sus raíces en la perfección, sino, lo que sería peor, haría inexplicable la razón como instrumento para adquirir conocimiento. Las antinomias, por tanto, le inspiraron el examen crítico de la razón misma. Fueron las antinomias las que, como él mismo dice, le despertaron de su sueño dogmático. El resultado al que llega Kant, tras su fatigoso y detallado examen de las condiciones necesarias para la función de la razón, es que ni la tesis ni la antítesis son verdaderas. Cree que puede probar que no son satisfechas las presuposiciones para formular la verdadera cuestión que lleva respectivamente a la tesis y a la antítesis. Sólo cabe preguntar si violamos las reglas de la función propia de la razón. Además de las antinomias (Kant formula cuatro) hay otras formas de ilusión de la razón. Hay lo que él llama paralogismos y lo que llama ideales de la razón. Es, por ejemplo, un paralogismo, si creemos que estamos justificados al inferir la existencia de un alma-sustancia. Según Kant, es una inferencia basada no en una falacia lógica formal, sino en una falacia que sólo puede ser corregida por conocimiento filosófico. Finalmente, cree también que las diferentes pruebas de la existencia de Dios son ilusiones de la razón. Se puede añadir, sin embargo, que lo que es una ilusión, según Kant, no es la mera presuposición de la existencia de Dios, sino las llamadas pruebas de la existencia de Dios.

Sin embargo, Kant debe defender la razón contra un doble ataque : ha de defenderla no sólo contra la amenaza representada por las antinomias, sino también contra la amenaza del empirismo radical -contra la amenaza de Hume. La situación epistemológica que heredó Kant es, por consiguiente, bastante precaria y requiere toda su habilidad filosófica para mostrar que esos ataques descansan sobre un malentendido.

Hemos visto cómo el empirismo radical de David Hume llevaba al caos epistemológico. Pero ¿Cómo puede ser la estructura interna de la razón una amenaza para la misma razón ?

Veamos los argumentos de Kant respectivamente para una tesis y una antítesis. Tomemos como ejemplo la primera y la segunda antinomia.

La primera antinomia se centra en el problema de si el mundo ha comenzado en el tiempo, o si ha existido siempre ; y si está limitado en el espacio, o tiene extensión ilimitada. Como vemos, la primera antinomia trata de la extensión del mundo en el tiempo. Es una antinomia porque, por el uso aparentemente correcto de la razón, llegamos a dos conclusiones contradictorias. Así, la razón parece dialéctica y en conflicto consigo misma. Llega a la tesis con la misma necesidad con la que llega a la antítesis. Empezaremos con la tesis. La tesis afirma que el mundo tiene un comienzo en el tiempo ; afirma, con otras palabras, que el mundo empezó a existir en un tiempo específico. ¿Qué argumento presenta Kant para la tesis ?

Argumenta mostrando que la suposición opuesta es insostenible. En otras palabras, supongamos que el mundo no tuvo comienzo en el tiempo. Si no podemos aceptar esta proposición, deberemos afirmar que el mundo empezó a existir en un tiempo determinado. Pero ¿Por qué es imposible asumir que el mundo ha existido siempre ? Supóngase que lo hiciéramos. Por mucho que retrocediéramos en el tiempo, siempre encontraríamos el mundo en existencia. Si suponemos que el mundo ha existido sólo durante cien años, sólo quedarían veinte años, si pudiéramos retroceder ochenta años en el tiempo. Pero si suponemos que el mundo ha existido siempre, ?cuántos años quedarían entonces, si retrocediéramos ochenta años ? Obviamente aún quedaría un número infinito de años. Si retrocediéramos diez, veinte, cien o cinco billones de años, aún quedaría un número infinito de años. Y viceversa, podemos decir que si el mundo ha existido un número infinito de años, debe entonces haber pasado un número infinito de años. Y esto también sería verdad hace diez, veinte, cien o cinco billones de años. Pero esto es imposible ; nunca puede haber pasado un número infinito de años. Si un viajante nos dice que ha viajado diez, veinte o cien millas, para llegar donde ahora está, puede ser verdad ; pero si nos dice que ha viajado un número infinito de millas, tendremos que contestar que no ha entendido lo que significa el concepto de infinito. Es un violación del concepto mantener que, en un tiempo determinado, se ha recorrido un número infinito de millas. Por muchas millas que se hayan viajado, siempre habrá sido un número finito de millas, nunca un número infinito. E igual que el viajante debe admitir que necesariamente ha viajado sólo un número finito de millas, también es necesario afirmar que le mundo ha pasado sólo por un número finito de años.

La conclusión, por tanto, debe ser que le mundo empezó a existir en un tiempo determinado.

Sería algo catastrófico si por razón tuviéramos que concluir que el mundo no podía haber empezado a existir en un tiempo determinado, sino que debe haber existido siempre. Pero esto es precisamente lo que Kant cree que podemos, o, mejor dicho, que debemos hacer necesariamente. El argumento es el siguiente : Supongamos que el mundo, como mantiene la tesis, hubiera empezado a existir en un tiempo determinado. Antes de que le mundo empezara a existir no existía nada. Si el mundo tuvo un comienzo en el tiempo, hubiera habido un punto en el tiempo en el que no había nada. Pero de la nada, nada no puede venir. Decir que no hay nada es lo que Kant llama tiempo vacío, es decir, un tiempo en el que nada existe y nada sucede. Cada momento es exactamente como cualquier otro momento. Nada caracteriza ningún punto del tiempo con preferencia a otro. Pero si el mundo hubiera empezado a existir en un momento determinado debería haber habido algo que caracterizara aquel momento particular, y si no lo hubiera ¿por qué empezaría el mundo a existir exactamente en aquel momento, en vez de en otro cualquiera ? Así, parece imposible pensar que el mundo haya empezado a existir en un momento determinado ; por tanto, el mundo debe haber existido siempre.

La segunda antinomia trata de lo siguiente : De cualquier cosa (sustancia) podemos preguntar de qué está compuesta, o cuáles son sus partes, o de qué consta. Las cosas que ordinariamente experimentamos están compuestas de diferentes cosas : el motor, la pluma estilográfica, el aparato de radio, la mesa, etc. Pero parece necesario suponer que existen cosas que no están compuestas de nada y son, por tanto, simples e indivisibles. Estas cosas simples e indivisibles constituyen las partes de las que consta el mundo. Kant expresa la tesis así : Toda sustancia compuesta consta de partes indivisibles, y no existen más que estas partes simples e indivisibles, o lo que está compuestos por tales partes. Supongamos que no fuera así, supongamos, en otras palabras, que no existieran partes simples o indivisibles. Sería imposibles, entonces, encontrar las partes de lo que todo lo demás estuviera compuesto. Supongamos que tengo una caja llena de pequeñas cajas. Cada una de estas cajas, de nuevo, está llena de cajas menores, que, a su vez están llenas de cajas aún menores, etc. Pero antes o después hemos de llegar a cajas que estén vacías, o llenas de algo que no requiere estar lleno de algo. Si supongo que cada vez que tengo una caja, esta caja contiene cajas (cuyas cajas, por tanto, deben contener cajas, etc.) el resultado es un absurdo lógico -es un absurdo lógico como lo sería si mantuviera que cada imagen reflejada en un espejo fuera el reflejo de otra imagen de otro espejo, que, de nuevo, fuera el reflejo de otro, y así continuamente. Para evitar el absurdo debe haber una imagen que no sea el reflejo de otra imagen.

La lógica que me obliga a rechazar una serie infinita de cajas dentro de cajas y una serie infinita de imágenes reflejadas, también me obliga a rechazar una serie infinita de cosas compuestas que estén compuestas de cosas compuestas. Es, por tanto, necesario concluir que cada sustancia que está compuesta, en último análisis debe estar compuesta de cosas que sean no-compuestas.

Esta era la tesis de la segunda antinomia. Sin embargo, por desgracia, con la antítesis llegamos a un resultado contradictorio. Kant formula la antítesis de este modo : Ninguna cosa compuesta consta de partes simples, ni puede encontrarse nada en absoluto que sea simple. ¿Qué significa decir de algo que sea no compuesto o simple ?

No significa sólo que de hecho no esté compuesto ; quiere decir, que puede ser separado, lo cual significa, de nuevo, que puede ser dividido, y decir que puede ser dividido no significa que podamos dividirlo físicamente ; significa que es concebible que pudiéramos hacerlo, que podríamos hacerlo, por decirlo así, con el pensamiento. Decir que algo sea no compuesto o simple es, por tanto, lo mismo que decir que no puede ser, en principio, dividido. La afirmación de que existen partes indivisibles es, por consiguiente, una afirmación de la existencia de partes no extensas. Por mucho que continuáramos el proceso de división de una sustancia, las partes que fueran el resultado de ese proceso de división, serían siempre a su vez extensas. Las mitades de algo extenso -por pequeña que sea la extensión que dividimos- deben ser siempre dos cosas extensas. De este modo, es imposible tener partes no compuestas o indivisibles.

Como se ha dicho antes, Kant examina cuatro antinomias diferentes ; además examina cuatro paralogismos. Según ellos, creemos que, necesariamente debemos inferir algo acerca del alma, por ejemplo, que es una sustancia. Finalmente, Kant examina diferentes pruebas de la existencia de Dios, y también de éstas cree que son resultado de la ilusión de la razón.

Estas dos cosas, entre otras, son comunes a las antinomias, los paralogismos y las pruebas de la existencia de Dios :

  • Son conclusiones acerca de algo que la experiencia no puede verificar ni falsear. Son conclusiones referentes al mundo, al alma (o al yo), y a Dios. Son, lo que Kant llama, proposiciones metafísicas.

  • Ninguna de las conclusiones es correcta. Pero las falacias que se comenten no son falacias lógicas ordinarias, son falacias profundamente arraigadas, falacias que tienen sus raíces en la misma naturaleza de la razón. Parece claro, que, si por el uso de la razón llegamos a resultados conflictivos, como en las antinomias, y llegamos a estos resultados por un camino aparentemente correcto, ello no es, entonces, expresión de una falacia superficial, sino, como ya se ha dicho, de una falacia profundamente arraigada. No es lo que Kant llama error lógico o ilusión lógica, es lo que llama ilusión trascendental.

  • Es imposible quedar conforme con la observación de que las antinomias existen -con la observación de que la razón aparentemente está en pugna consigo misma, con la observación de que la razón es dialéctica. La posibilidad del conocimiento está condicionada a la solución de las antinomias. Está en juego la posibilidad del conocimiento humano.

  • Como anteriormente se ha dicho, fueron las antinomias, el escándalo de la razón, lo que inspiró a Kant para un examen más profundo de las condiciones y límites de la razón -lo que le inspiró una crítica de la razón pura. La palabra “pura”, tal como aquí se usa, significa que es la estructura o forma lógica de la razón ( o, si se prefiere, del conocimiento) lo que tiene que ser esclarecido ; no es la estructura psicológica de la razón o del conocimiento, ni la estructura lógica del conocimiento que hemos obtenido a través de la experiencia. El escándalo de la razón no es algo que concierna al conocimiento que el físico o el historiados han adquirido ; concierne a las proposiciones (tesis y antítesis) que son independientes de la experiencia :

  • Que lo compuesto, en último análisis debe estar compuesto de algo que no esté compuesto.

  • o que nunca podemos partir algo que no pueda ser dividido y, consecuentemente, nunca podamos tener algo que sea simple e indivisible.

  • 1)Que el mundo ha empezado a existir en un tiempo determinado (y, por tanto, está creado de la nada)

    2) y que el mundo ha existido siempre (y, por esto, debe haber atravesado o completado un número infinito de unidades de tiempo).

    La experiencia no puede ni afirmar ni negar tales proposiciones, que, sin embargo, son proposiciones que la razón, por su propia lógica, se ve impelida a formular.

    La tarea de Kant es ahora descubrir la raíz profunda de las antinomias. La solución que Kant encuentra está basada en el análisis probablemente más completo y penetrante de la estructura de la razón que jamás haya sido emprendido.

    La Crítica de la razón pura está dividida en

    1º) La Estética Trascendental

    2º) La Analítica Trascendental

    3º) la Dialéctica Trascendental.

    La palabra “trascendental” significa aquello que concierne a las condiciones necesarias de la experiencia. La Estética Trascendental examina las condiciones necesarias para que algo pueda existir como representación para los sentidos, es decir, como una intuición. La Analítica Trascendental examina las condiciones necesarias para un entendimiento de lo que existe como intuición (las condiciones para que pueda ser entendido o concebido como una cosa u otra). Y, finalmente, en la Dialéctica Trascendental, Kant quiere demostrar que esas condiciones son violadas cuando hacemos preguntas metafísicas. Las cuestiones que conducen a las ilusiones de la razón, son, según Kant, resultado de una ilusión trascendental o, como podemos decir, hoy, resultado de un error categorial.

    Como se recordará, Leibniz creía que todas las proposiciones verdaderas eran proposiciones verdaderas idénticas. Para un ser que poseyera un conocimiento infinito todas las proposiciones serían a priori y analíticas. Es sólo porque la razón humana es limitada por lo que muchos juicios deben ser verificados por la experiencia. Kant se opone a que todas las proposiciones verdaderas sean en el fondo analíticas. No obstante, veamos cómo Kant divide y define los diferentes tipos de juicios o proposiciones :

    Divide todas las proposiciones en dos clases : proposiciones que son a priori y proposiciones validadas por la experiencia. A las de este último tipo las llama proposiciones a posteriori. Como ejemplo de proposición a posteriori Kant toma la proposición “Todos los cuerpos son pesados”. No podemos saber de antemano, así lo afirma Kant, que los cuerpos son pesados. Es algo que hemos descubierto por la experiencia. Lo contrario ocurre con la proposición “Todos los cuerpos son extensos”. Del mismo concepto de cuerpo se sigue que es algo extenso. ¿Qué podría contar como cuerpo que no fuera extenso ? La proposición existe un cuerpo que no es extenso, es, según Kant, una contradicción. Se dice algo de un cuerpo : que no es extenso, lo cual va contra lo que entendemos por el concepto de cuerpo. Una proposición tiene un sujeto y un predicado. Acerca de la proposición “Todos los cuerpos son extensos” podemos decir que el predicado no dice nada más del o que ya está contenido en el sujeto. A este tipo de proposición se la llama proposición analítica. Hallamos el predicado por análisis del sujeto. Todas las proposiciones analíticas son a priori, pero ninguna proposición a posteriori es analítica ; si fuera posible hallar el predicado por análisis del sujeto, no necesitaríamos la experiencia. Son, por tanto, lo que Kant llama sintéticas.

    Además de las proposiciones que son a posteriori y sintéticas, y de las proposiciones que son analíticas y a priori, Kant mantiene que hay un tercer tipo de proposición, a saber : proposiciones que son a la vez sintéticas y a priori. Como ejemplos de proposiciones que son sintéticas a priori Kan t menciona proposiciones de la geometría y la aritmética, y proposiciones del as ciencias naturales. La proposición “7+5=12” es una proposición que, según Kant es a la vez sintética y a priori. No es una proposición que se verifique por la experiencia. Es independiente de la experiencia. Supongamos que pongo siete manzanas en un recipiente en el que hay ya cinco manzanas, y las cuento. Si llego al número 13, nunca será tomado como prueba de que 7+ 5 no son 12 ; sino como prueba de que no he contado correctamente o de que al empezar no había siete o cinco manzanas. Y si, volviendo a contar, llego al número 12, no será tomado como una afirmación de que, después de todo, 7+5 son 12 ; es tomado solamente como una afirmación de que he contado correctamente o de que había siete más cinco manzanas al empezar. El razonamiento de Kant para afirmar que la proposición es sintéticas es que no se puede llegar al predicado por un análisis del sujeto ; el predicado no está contenido en el sujeto 7+5. El sujeto sólo nos dice que los dos números han de ser sumados, pero no lo que resulta.

    Que una línea recta entre dos puntos es la distancia más corta entre ellos es también, según Kant, una proposición sintética a priori. No es midiendo diferentes líneas como descubrimos que la línea recta es la distancia más corta ; ni es por el análisis del concepto de línea recta. El concepto de línea recta, así lo afirma Kant, no contiene nada sobre la distancia. Es muy posible definir el concepto de línea recta sin hacerlo en términos de distancia.

    Entre las proposiciones de las ciencias naturales Kant menciona la proposición de la constancia de la cantidad de materia (“En todos los cambios del mundo corpóreo [material] la cantidad de materia permanece constante”), y la proposición de que la fuerza que un cuerpo ejerce sobre otro es igual a la fuerza que el segundo ejerce sobre el primero. Ambas proposiciones son también, según Kant, sintéticas a priori. Son a priori, ya que no es por medio de la experiencia por lo que validamos tales proposiciones ; son anteriores a la experiencia. Y son sintéticas, ya que no definimos la materia en términos de su permanencia ni definimos la fuerza que un cuerpo ejerce sobre otro en función de la fuerza que el segundo ejerce sobre el primero.

    Las proposiciones que, desde un punto de vista epistemológico, poseen mayor interés son las proposiciones que son a la vez sintéticas y a priori. El que una proposición pueda ser universalmente verdadera y al mismo tiempo nos dé conocimiento del mundo, es de decisiva importancia epistemológica. Las proposiciones sintéticas y a priori (proposiciones empíricas) expresan conocimiento adquirido por la experiencia. No parece que se plantee mayor problema filosófico por el hecho de que por los ojos y los oídos tengamos conocimiento de hechos que no teníamos, o no podíamos tener., antes de haberlos experimentado. Ni parece ser un problema de mayor importancia el que por el análisis de un concepto podamos hacer proposiciones que clarifican el concepto sin darnos a la vez, más conocimiento del mundo. Pero parecer ser un problema el cómo es posible ampliar nuestros conocimientos del mundo sin hacerlo por medio de la experiencia.

    ¿Qué es lo que hace posible establecer proposiciones que sean universalmente válidas y, al mismo tiempo, amplíen nuestro conocimiento ? O, expresado de otro modo : las proposiciones sintéticas a posteriori son validadas por la experiencia, pero ¿qué es lo que valida a las proposiciones o juicios sintéticos a priori ?

    La respuesta a las preguntas sobre las condiciones necesarias para hacer juicios que sean sintéticos y a priori en la geometría y la aritmética la encuentra Kant en la Estética Trascendental. Su respuesta es que el espacio y el tiempo son condiciones a priori de la intuición.

    Es obvio que hay una diferencia lógica entre las cosas que existen en el espacio y el espacio mismo. Es una verdad necesaria que todo lo que existe debe existir en algún lugar (debe poder ser intuido). Debe existir en el espacio. Pero es un sin sentido decir que el espacio mismo existe en el espacio. No es por la experiencia por lo que hemos aprendido que nada puede existir sin estar ene el espacio. No hemos llegado, por un proceso de generalización, a la proposición de que los objetos, para tener realidad, deben estar en el espacio : no es porque todos los objetos que hemos observado han estado en el espacio por lo que concluimos que, aparentemente, esto siempre es así. O, para expresarlo al modo kantiano : no es una proposición a posteriori, sino a priori.

    El espacio no es objeto de experiencia como lo son las cosas que existen en él ; al contrario, el espacio es una condición para toda experiencia (Kant lo expresa diciendo que el espacio es una forma a priori de la intuición).

    Lo que es cierto del espacio lo es también del tiempo. Hay una diferencia lógica entre los diferentes procesos que ocurren y el tiempo que ocupan estos procesos, y que necesariamente deben ocupar. Nosotros no sabemos que un proceso (un suceso, una ocurrencia, un cambio, etc.) dura un tiempo por observación ; la observación, es decir, la experiencia, no puede enseñarnos que algo debe ser necesariamente el caso, sólo puede decirnos que algo de hecho es el caso. Así, lejos de haber observado que un proceso ocurre en el tiempo, es una presuposición para la existencia de un proceso. El tiempo, por tanto, como el espacio, es una forma a priori de la intuición.

    La respuesta a cómo es posible formar juicios en geometría, que sean sintéticos y a priori, la relaciona Kant con su concepción de la geometría como ciencia de las propiedades lógicas del espacio. Y si esto es lo que la geometría es, y dado que el espacio es una forma a priori de la intuición, parece seguirse que la geometría también debe ser a priori y sintética. Es sintética porque las proposiciones geométricas no se deducen de un concepto (en cuyo caso serían analíticas), sino que se intuyen. Si el espacio no fuera una forma a priori de la intuición, sino algo dado empíricamente, las proposiciones de la geometría no serían sintéticas y a priori, serían sintéticas y a posteriori.

    La proposición de que el espacio es una forma a priori de la intuición lleva a Kant a distinguir entre lo que él llama la cosa en sí y la cosa como fenómeno. La cosa como fenómeno es la cosa tal como existe en el espacio y en el tiempo, como algo que puede ser intuido -si no existiera en el espacio y ene el tiempo, no podría ser intuida. Pero como el espacio es una forma a priori de la intuición, no es algo que pertenezca a la cosa en sí. Con una desafortunada expresión, Kant dice que el espacio es subjetivo. La cosa como tal, o, para usar el lenguaje de Kant, la cosa en sí, no está, pues, en el espacio. El concepto de cosa en sí, en consecuencia, se torna en un concepto místico, un concepto sobre algo que no puede ser intuido de ningún modo ; expresándolo paradójicamente, se torna en un concepto inconcebible. Se convierte, como luego Kant pone de relieve en su Crítica de la razón pura, en un concepto al que ninguno de nuestros conceptos puede ser aplicado, y así llega a ser algo que no puede ser pensado. Se ha discutido si es el concepto de algo existente. Quizá es sólo un concepto cuya función es subrayar que si hablamos de una cosa puede afirmarse a priori que ésta debe ser algo que está en el espacio -que, en otras palabras, la cosa en sí no es una cosa en absoluto. Sin entrar aquí en detalles sobre esta discusión, vale la pena poner de relieve, sin embargo, que cuando Kant mantiene que el espacio, siendo una forma a priori de la intuición, es subjetivo, no debemos entenderlo entonces como siendo subjetivo del mismo modo que, por ejemplo, las impresiones sensibles o las sensaciones son subjetivas. Los dos conceptos “objetivo” y “subjetivo” pueden tener por lo menos dos significados diferentes. A menudo, estos conceptos son usados para distinguir entre aquello cuya validez depende de la persona individual y aquello que no tiene tal dependencia. Yo puedo describir un cuadro objetivamente : describo sus dimensiones, describo las figuras y objetos que encuentro en él, y describo los colores con los que está pintado. Pero puedo también expresar mi agrado o desagrado por él, lo cual expresaría algo subjetivamente. En este sentido de los conceptos “objetivo” y “subjetivo”, el espacio es objetivo, y no subjetivo. Pero los dos conceptos pueden utilizarse también para distinguir lo que pertenece al objeto de lo que no le pertenece ; distinción que no es relevante para las cuestiones de validez. En este sentido de los dos conceptos, la opinión de Kant hace suponer que el espacio no sea objetivo, pues el objeto como tal, la cosa en sí, no está en el espacio. Pero como Kant afirma en muchas ocasiones, probablemente más explícitamente en el capítulo que titula “Refutación de Idealismo”, las cosas que existen en el espacio y en el tiempo son reales y, consecuentemente, no son subjetivas en el anterior sentido de la palabra. Kant expresa esto diciendo que lo que existe en el espacio y en el tiempo tiene una realidad empírica pero una idealidad trascendental.

    El tiempo es una presuposición necesaria para el cambio ; nada puede cambiar (incluyendo el cambio de posición en el espacio) sin presuponer el tiempo. El cambio implica (como ya mantenía Aristóteles) que predicados contradictorios se prediquen de un mismo objeto. De ser rojo, el objeto se transforma en algo que no lo es ; de ser caliente se transforma en algo que no es caliente ; de tener diez yardas de longitud se transforma en algo que no tiene diez yardas de longitud y así sucesivamente. Sólo es posible predicar predicados contradictorios de un mismo objeto, si estos predicados no son afirmados al mismo tiempo. El tiempo como forma a priori de la intuición, es, consecuentemente, una condición necesaria para la aplicación del concepto de cambio. Así como el espacio es una condición a priori para hacer juicios geométricos que sean sintéticos a priori, así el tiempo es una condición a priori para hacer juicios aritméticos que sean sintéticos a priori. Los números, afirma Kant, son construidos por la sucesiva adición de unidades. Es este movimiento sucesivo en el tiempo, justo por ser una intuición a priori, lo que determina juicios sintéticos a priori, concernientes a los números.

    El espacio y el tiempo son formas a priori de la intuición. El espacio y el tiempo son condiciones necesarias para la intuición. Pero no son condiciones necesarias para concebir aquello que es intuido. ¿Cuál es el criterio para que algo intuido sea concebido ? El criterio es que podamos emitir juicios sobre ello. Supongamos que veo algo y que me preguntan qué es lo que estoy viendo. Si no puedo decir nada en absoluto, no puedo decir ni la clase de cosa o situación que es, qué forma o extensión tiene, ni de qué color es, etc. , es lo mismo que decir que no he visto nada. Si no he visto ni el color ni la forma, ni la extensión, ni el movimiento, nada ha sido visto ; y si se ha visto por lo menos una de estas cosas, he de poder responder a la pregunta de qué he visto emitiendo un juicio. Ha de ser un juicio en el que digo algo acerca de aquello que ha sido visto. Concebir, entender o pensar es poder formar una proposición (hacer un juicio). Expresado de modo diferente, se puede decir que la forma de la concepción, del entendimiento o del pensamiento es la forma de la proposición hecha o del juicio emitido. En otras palabras, se puede examinar la forma del pensamiento, examinando la forma de las proposiciones o juicios, es decir, examinar las condiciones necesarias para formar proposiciones o juicios como tales -independientemente del contenido empírico, o lo que es lo mismo, de aquello de lo que tratan esas proposiciones o juicios.

    Las proposiciones

  • El gato es gris.

  • La mesa es marrón.

  • El mundo es redondo.

  • Versan todas sobre cosas diferentes, pero tienen en común la misma forma lógica. Se pueden escribir todas como “S es P”, donde S es el sujeto de la proposición y P el predicado. Al usar las letras S y P indicamos que no tenemos en cuenta el contenido empírico. Obviamente, no cambia la forma lógica si sustituimos “el gato”, “la mesa” o cualquier otro sujeto por S. Las condiciones para haber visto un gato gris, no son sólo que los rayos de luz reflejados por un gato gris lleguen a mis ojos, sino también que yo conciba aquello que veo -que sea algo de lo que soy consciente ; si estoy concentrado en alguna otra cosa no veré el gato. Pero no sólo no debo estar distraído por alguna otra cosa ; he de poder decir en respuesta ala pregunta acerca de lo que veo, que es un gato gris. En otras palabras, he de tener el concepto de gato para poder ver algo en el espacio y en el tiempo como gato. No puedo hacer proposiciones acerca de gatos -y, por tanto, no puedo ver gatos- sin tener el concepto de gato.

    Ahora podemos formular la siguiente cuestión. ¿Hay conceptos que sean necesarios para hacer proposiciones en sí, independientemente de aquello de lo que traten, es decir, conceptos sin los que sería imposible hacer cualquier tipo de proposiciones ? ¿Hay conceptos que sean necesarios para poder hacer proposiciones de la forma “S es P” ? Lo que es común a todas las proposiciones o juicios de sujeto-predicado -proposiciones tales como “El gato es gris” y “La mesa es marrón”- es que cierta propiedad es adscrita a cierto objeto. Parece necesario, por tanto, distinguir entre una cosa y sus propiedades. Aquello de lo que tenemos impresiones sensibles son las propiedades de la cosa. Nunca tenemos impresiones sensibles de la sustancia. Pero aunque nunca tenemos impresiones sensibles de la sustancia, no podemos prescindir de este concepto ; es imposible hablar, con sentido, de propiedades sin implicar que éstas sean propiedades de algo. El concepto de sustancia parece ser así una condición necesaria para concebir nuestras impresiones sensibles como cosas u objetos con propiedades.

    Pero ésta no es la única razón por la que necesitamos el concepto de sustancia. Como hemos visto, el tiempo es una forma a priori de la intuición. El tiempo es necesario para la aplicación del concepto de cambio. No puede ser entendido un proceso de cambio sin presuponer algo que no cambie. Si decimos que una cosa A ha cambiado, ha de haber algo que justifique que digamos que A es aún A, incluso después de que el cambio haya tenido lugar. Ha de haber algo que permanezca inmutado y por o que podemos aún llamarlo A. Supongamos que repito el experimento de Descartes con su trozo de cera. Durante el proceso de calentamiento cambian todas las propiedades ; sin embargo, es correcto decir que es el mimo trozo de cera -que es lo mismo que decir, que ha de haber algo que ha permanecido incambiado durante el proceso de calentamiento. Y como no pueden ser la propiedades (puesto que han cambiado todas) ha de ser la sustancia. La función propia del concepto de sustancia (o más aún la categoría de sustancia) es hacer posible la comprensión del cambio.

    Dos o más juicios de la forma “S es P”, se pueden combinar en un juicio con ayuda de conceptos que, en el lenguaje de la lógica, se llaman constantes lógicas. Una constante lógica, por ejemplo, es el concepto expresado con ayuda de las palabras “Si... entonces”. La proposición p :El sol brilla, y la proposición q : La piedra se calienta, pueden combinarse, con esta constante lógica, en la proposición : “Si el sol brilla la piedra se calienta.”. Tales proposiciones son llamadas proposiciones hipotéticas. Expresan que algo está condicionado por alguna otra cosa (por ejemplo, que el lucir del sol condicione el calentamiento de la piedra). El uso del concepto de condición es, en este contexto, el uso que hacemos al aplicar el concepto a la realidad, es decir, cuando se aplica a aquello que existe en el espacio y en el tiempo. Es un concepto, por tanto, que se aplica sólo a ocurrencias o procesos que se suceden uno al otro en el tiempo. Cuando este concepto se aplica a la realidad, llamamos a aquello que ocurre o sucede antes que los otros sucesos la causa, y al a ocurrencia o suceso que sucede después de la causa la llamaremos efecto. El concepto de causalidad es, por tanto, una categoría del entendimiento.

    Además de las dos categorías mencionadas, la categoría de sustancia y la categoría de causalidad, Kant dice que hay otras diez categorías (Totalidad, pluralidad, unidad, realidad, irrealidad, limitación, acción-pasión, posibilidad, existencia y necesidad). Todas las categorías, sin embargo, tienen en común el que no tengamos conocimiento de ellas a través de la experiencia. Las categorías constituyen la forma misma de la experiencia. Más bien que constituir el contenido de la experiencia, las categorías determinan la estructura de ese contenido. Y no sólo es que las categorías determinan la estructura o forma de la experiencia ; vale decir : sin estas categorías no podría haber experiencia en absoluto.

    Como ya se ha dicho, el concepto de sustancia es una condición necesaria para la aplicación del concepto de cambio. Y el concepto de causalidad es una condición necesaria para la experiencia. Como el tiempo es una forma a priori de la intuición, cualquier cosa que es experimente, necesariamente, ha de ser experimentada en el tiempo. Es necesario, por tanto, que todo ocurra en el tiempo, que ocurra en sucesión o una serie temporal. Experiencia significa conocimiento empírico de la realidad, lo cual significa, entre otras cosas, que a través de la experiencia obtenemos conocimiento de lo que ocurre. Pero decir que algo ocurre o sucede es decir que algo ocurre o sucede antes que otra cosa, y que esta serie temporal es objetiva. Si un bote navega río abajo, primero está en una posición y un poco después en otra posición. Ésta es una serie temporal que es objetiva, porque es independiente del observador. Lo contrario nos pasa con la serie temporal subjetiva. Si observo una casa, puedo dejar descender mi mirada desde la chimenea hasta la planta baja ; o puedo comenzar por abajo y terminar por el tejado. Puedo hacer lo que desee. El orden de mis impresiones sensibles depende del orden en que escoja mirar la casa. La serie temporal de mis impresiones sensibles puede ser invertida, Kant caracteriza la serie temporal subjetiva diciendo que es reversible. La serie temporal objetiva, sin embargo, no puede ser invertida : es irreversible. Está determinada no por el sujeto, sino por una regla independiente del sujeto. Está determinada por una regla objetiva.

    Sin la secuencia de tiempo objetivo sería imposible la aplicación del concepto de evento ; no podríamos hablar de algo que ocurre o sucede ; y si nada ocurriera o sucediera, obviamente no podría haber conocimiento ni experiencia. La secuencia de impresiones sensibles desde el tejado hasta la planta baja dela casa no es expresión de un evento u ocurrencia. Nada le ocurre a la casa porque yo escoja mirarla de este modo específico.

    Es importante recordar que el tiempo, según Kant, es una forma a priori de la intuición ; que existe un orden temporal objetivo es, por tanto, una proposición a priori ; que el orden temporal ocurre según regla significa, entre otras cosas, que cualquier punto en el orden temporal o secuencia temporal sigue al punto precedente según cierta regla. Si conocemos esta regla (la regla que sólo puede ser conocida empíricamente) se puede deducir cualquier punto en este orden temporal. Cuando Kant habla de un punto en el tiempo, obviamente no habla de un tiempo vacío. No existe el tiempo vacío. Habla del tiempo que tiene un contenido empírico. Desde el tiempo Tn es determinable el tiempo Tn+1. El tiempo Tn es la condición para el tiempo Tn+1. Una condición para hablar de una secuencia temporal objetiva determinada por regla, y por ello también una condición para hablar de algo que ocurre o sucede, etc., es que cada momento de tiempo está condicionado por (sea un efecto de) el momento precedente, y que cada momento sea una condición (o una causa) del momento siguiente. La causalidad es, por tanto, una condición necesaria para la experiencia. En otras palabras, el concepto de causalidad es una categoría del entendimiento.

    Es importante ver cómo Kant difiere de Hume con respecto al principio de causalidad, y quizá sea más importante ver hasta qué punto están de acuerdo. La diferencia entre Kant y Hume con respecto al principio de causalidad es ésta : Hume niega que exista una conexión determinada por ley entre los diferentes eventos. Kant, sin embargo, afirma que éste es el caso necesariamente. Hume lo niega porque tal conexión no podría ser validada por la experiencia. Por otra parte, Kant afirma que la razón por la que no puede ser validada por la experiencia es la sencilla razón de que una tal conexión es una condición de toda experiencia. Y, obviamente, aquello que es condición para la experiencia no puede ser en sí objeto de experiencia. Pero Kant está de acuerdo con Hume al afirmar que la conexión determinada por regla entre la causa y el efecto sólo puede conocerse por la experiencia. Culpa a Hume por haber confundido dos cosas. He aquí sus palabras : “Por tanto, Hume estaba en un error al inferir de la contingencia de la ley misma”. Nuestro conocimiento de las diferentes leyes que relacionan diferentes eventos nunca puede alcanzar la certeza, esto es, nunca puede ser conocimiento en sí. No puede serlo, porque sólo puede ser obtenido a través de la experiencia, y la experiencia nunca puede darnos necesidad. Pero el que no podamos obtener conocimiento de tal ley, no justifica el inferir que tal ley no exista.

    Como se dijo antes, Kant afirmó que hay doce categorías. Que tengan que ser exactamente doce categorías, y que sean las categorías que Kant menciona, es difícilmente convincente. Sin embargo, el número no es completamente arbitrario ; es el resultado de un examen de nuestros diferentes modos de juicios. Decimos, por ejemplo, que la categoría de sustancia y la categoría de causalidad fueron descubiertas por un examen de los juicios categóricos e hipotéticos. Sin embargo, pocos mantendrían que la lista de nuestras formas de juicios de Kant sea completa o correcta ; y muchos afirmarían que su aplicación de las se caracteriza en gran manera por su afición a los sistemas.

    Las categorías son condición para la experiencia. Su función es ordenar, concebir y entender -categorizar- el material recibido por los sentidos. Si las categorías se aplicaran sólo a aquello que es recibido por los sentidos e intuido en el espacio y en ele tiempo, no habría antinomias. Por tanto, la existencia de las antinomias prueba que las categorías se aplican, no sólo según sus reglas, sino también violando esas reglas. Sin embargo, la violación que lleva a las antinomias no es una violación contingente ; es una violación necesitada por la estructura de la razón misma.

    Es una categoría del entendimiento -un concepto cuya aplicación es condición necesaria para cualquier experiencia- que cada fenómeno se conciba como condicionado o afectado por otro fenómeno, el cual ha de ser concebido también como condicionado por un tercer fenómeno y así infinitamente. Según esta categoría es imposible jamás concebir un fenómeno como incondicionado e inefectuado. Parece, sin embargo, necesario que una condición para la existencia del concepto de “lo condicionado” debe ser que exista también el concepto “lo incondicionado”. Condición necesaria para entender lo que significa decir que algo está condicionado debe ser que sepa qué significa decir que está incondicionado. Es de esta verdad conceptual de la que inferimos que todo lo condicionado, es decir, la clase de todo lo condicionado, ha de presuponer necesariamente algo que sea en sí incondicionado. Pero tal inferencia es ir más allá de (trascender) la experiencia, pues todo lo que encontramos en la experiencia está condicionado ( y es así porque la categoría de causalidad es una condición de la experiencia) ; todo lo que experimentamos está, en otras palabras, concebido como algo que es efecto de una causa precedente. Consecuentemente, lo incondicionado no puede ser objeto de experiencia. Afirmar la existencia de algo incondicionado, por tanto, es aplicar ilegítimamente la categoría. Es una imposibilidad conceptual concebir un fenómeno como si fuera incondicionado o incausado.

    La ilusión se debe a la suposición de que existe un fenómeno que condiciona todo lo demás, pero que él mismo es incondicionado. No es una ilusión asumir la existencia del concepto o idea de lo incondicionado. Como se dijo antes, si no tuviéramos este concepto o idea (como la llama Kant) no podríamos hablar tampoco del concepto de lo condicionado. La falacia es que suponemos que el concepto o idea de lo incondicionado es concepto de idea de algo existente. Esto es malentender la función de la idea ; la idea no es idea de algo existente ; la idea es una regla que dice que para cada fenómeno que experimentamos debemos siempre intentar encontrar su condición o causa ; en otras palabras, es la regla que nos obliga a continuar como si fuera posible encontrar aquello que es conceptualmente imposible encontrar : lo i incondicionado. Si creemos que podemos encontrar alguna vez tal incondicionado, habremos errado en nuestra suposición de la función lógica de la idea, habremos confundido la idea como regla con la suposición de que la idea es el nombre de algo existente. Como Kant lo expresa : la idea no tiene una función constitutiva, sino regulativa.

    En otras palabras, las antinomias surgen porque la idea, que es regulativa, es erróneamente concebida como si fuera constitutiva, es decir, es concebida como si fuera el nombre de un fenómeno existente, un fenómeno que lo condiciona todo mientras que él, al mismo tiempo, es incondicionado. Y esto es un error, pues la categoría de causalidad excluye que cualquier cosa pueda ser concebida como incondicionada o incausada.

    La razón requiere lo incondicionado (lo absoluto, lo infinito y lo eterno). Este requerimiento viene impuesto por la necesidad lógica de la realización del mundo de la experiencia ; resulta imposible, sin embargo, por el hecho de que el mundo de la experiencia está condicionado por las categorías, es decir, las categorías que hacen imposible, por no decir sin sentido, pensar lo incondicionado, lo infinito, y lo absoluto, como objeto existente de experiencia y conocimiento.

    Volvamos ahora a la primera antinomia. La tesis afirma que el mundo tiene un comienzo en el tiempo. Si fuéramos hacia atrás en el tiempo llegaríamos a un primer momento. Pero tal afirmación sólo es posible si estamos hablando de cosas en sí y no de fenómenos ; si hablamos del mundo experimentado no podemos considerar ningún momento como el primer momento ; cualquier momento ha de ser considerado como condicionado por un momento previo. Pero si hablamos del mundo en sí, no existe este requisito. También la antítesis viola la concepción de la idea como regulativa, porque concebir el mundo como infinito es aplicar la idea constitutivamente. Concebir, por ejemplo, la serie de los número como infinita significa que no hay un último número y que en consecuencia es posible continuar infinitamente. Del mismo modo, la proposición de que el mundo es infinitamente extenso en el tiempo significa que no hay un momento último y que, en consecuencia, es posible continuar infinitamente. Una línea recta puede ser prolongada tanto cuanto queramos, pero nunca será una línea infinitamente larga.

    También con respecto a la segunda antinomia afirma Kant que sólo sería válida si habláramos del mundo en sí y no acerca de fenómenos (esto es, si usáramos la idea constitutivamente en lugar de usarla regulativamente. Cuando la tesis afirma que una sustancia está compuesta de partes no compuestas, la idea regulativa requerie que no se considere nada como lo último absoluto, ni como compuesto absoluto. La idea regulativa requiere que continuemos como si fuera posible encontrar un absoluto, sabiendo al mismo tiempo que no puede ser encontrado ; y cuando la antítesis afirma que ninguna sustancia compuesta está compuesta de partes no compuestas, es el mismo tipo de falacia. Es una aplicación constitutiva de la idea afirmar que una cosa ya está compuesta de un número infinito de partes. Nunca hay nada compuesto de un número infinito de partes ; siempre está todo compuesto sólo de un número finito. La idea regulativa requiere, sin embargo, que ninguna parte sea tomada como no compuesta ; requiere, por tanto, que sigamos intentando hallar las partes de cualquier parte.

    Hemos visto cómo el hombre ha intentado probar con la razón la existencia de un ser perfecto. Entre tales intentos el argumento ontológico de Anselmo parece ocupar el lugar más preeminente. Por lo menos esto es lo que afirma Kant, que cree que todas las demás pruebas dependen de ésta. Al mismo tiempo cree que todos los intentos de probar la existencia de Dios son expresión de la ilusión de la razón. Es, por tanto, de interés ver como Kant intenta mostrar que también el argumento ontológico es una ilusión.

    Como se recordara, el argumento ontológico está basado en el concepto de existencia necesaria, es decir, una existencia que sería imposible negar. ¿Qué significa decir que algo existe por necesidad ? O, mejor dicho, ¿qué debemos entender por un ser que existe por necesidad ? ¿Qué es lo que hace imposible la no existencia de tal ser ? Si no podemos contestar a estas preguntas no podemos darle sentido al concepto de ser existente por necesidad. Y esto, según Kant, es lo que no podemos hacer. Pues ni el sujeto ni el predicado pueden tener necesidad ; sólo puede tener necesidad el juicio que resulta de la adscripción de ciertos predicados a ciertos sujetos. Que la suma de los ángulos de un triángulo es 180º es un juicio necesariamente verdadero ; pero ni el triángulo ni la suma de sus ángulos son necesarios. La verdad necesaria del juicio, por tanto, es hipotética. El juicio simplemente afirma que si hay un triángulo la suma de sus ángulos es 180º. Pero el juicio de que exista el triángulo no es un juicio que necesariamente sea verdadero. Podemos decir que si existe un ser cuya existencia sea necesaria, su no existencia es imposible, y sería una contradicción enunciar el juicio de que si existe un ser cuya existencia es necesaria, su no existencia sea posible. Pero no es una contradicción mantener que no hay ningún ser cuya existencia sea necesaria. El juicio “Dios es todo poderoso”, es un juicio necesariamente verdadero ; pues el concepto “todopoderoso” se sigue del concepto “Dios”. Pero el juicio “Dios no existe” no es una contradicción. Del juicio necesariamente verdadero “Dios es todopoderoso” no se sigue el juicio “Dios existe” No podemos, como concluye Kant, tener el concepto de un ser cuya existencia fuera una contradicción negar. Pero la prueba ontológica de Dios pretende ser una prueba de que tal concepto existe : el concepto de un ser que tenga todas las propiedades positivas (ens realissimum) debe tener también la propiedad de “existencia”, pues la existencia es una propiedad positiva. Negar la existencia de tal ser, por tanto, es una contradicción. Kant hace la siguiente objeción a este argumento : Si decimos de una cosa que existe, ¿qué clase de juicio hemos hecho ? Debe ser analítico o sintético. Si es un juicio analítico, el predicado no contiene nada que no esté ya contenido en el concepto del sujeto, pertenece al mismo concepto del mismo modo que el predicado “equilátero” pertenece al concepto “triángulo equilátero”. Pero si este es el caso, por ejemplo, el concepto “una montaña dorada” nunca será completo, por lo menos mientras no haya montañas doradas. Pero el concepto “una montaña dorada no cambia según se encuentre o no montañas doradas. La afirmación de que una u otra cosa exista (llamemos a tales afirmaciones, afirmaciones existenciales), por tanto, no puede ser analítica. Por consiguiente debe ser sintética. Pero si obtenemos contradicciones sólo al negar un juicio analítico y si los juicios existenciales son sintéticos, negarlos nunca puede envolvernos en contradicción.

    Además, la existencia no es en absoluto lo que Kant llama un predicado real ; es decir, un predicado que añada alguna propiedad a un sujeto. La diferencia entre las proposiciones (1) “Dios es todopoderoso” y (2) “Dios existe” es evidente. En (1) se predica cierta propiedad de Dios : la propiedad de ser todopoderoso ; sin embargo, en (2) no se predica ninguna propiedad de Dios. Un debate acerca de la omnipotencia de Dios lo es acerca de qué propiedades perteneces a Dios : pero un debate acerca de la existencia de Dios no es un debate de este tipo -es un debate acerca de si el concepto “Dios” con las propiedades, que creemos deben pertenecer a este concepto, corresponde a algo actual. La prueba ontológica de Dios tal como Kant la entiende se basa en la presuposición de que la existencia es una propiedad positiva del ens realissimum, pero él cree haber mostrado ya que esta presuposición es errónea.

    LA FILOSOFÍA MORAL DE KANT

    Hume examinó la cuestión de si la moralidad se deriva de la emoción o se deriva de la razón, y concluyó que la compasión era el sentimiento moral apropiado ; sin compasión no podría haber moralidad. Kant mantiene la opinión opuesta. Según Kant, no se actúa moralmente si se actúa por emoción. Esencial a la moralidad es su universalidad. Por tanto, es imposible que pueda derivarse de algo psicológico, pues una emoción es un motivo empírico y, por tanto, no puede tener universalidad ni necesidad. Como la ley moral es universal, ha de ser una ley de la razón. Kant formula la ley moral así : “ Obra sólo según aquella máxima que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal.” La palabra “máxima” se debe entender aquí como principio subjetivo de acción, es decir, principio según el cual actúa de hecho la persona. Para el egoísta, por ejemplo, la máxima es actuar en su propio beneficio independientemente de si con ello perjudica o no a otras personas. Se debe actuar siempre según la máxima que quisiéramos que fuera una ley universal ; en otras palabras, quisiéramos que todos los seres humanos que están, o pudieran estar en la misma situación en que estoy yo ahora, actuaran por el mismo motivo. Si realizo un acto egoísta, esto es, un acto cuya máxima es que quiero mi propio beneficio independientemente del perjuicio que con ello infrinjo a otras personas, no puedo querer al mismo tiempo que sea una ley universal que todo el mundo debe actuar según tal máxima. No puedo querer que el mundo estuviera habitado por seres humanos que, siempre y por todos los medios y sin tener en cuenta el bienestar o la felicidad de los demás, intentasen conseguir los mayores beneficios posibles para sí mismos. Si hubiera de elegir entre un mundo así y el mundo donde todos actúan según la máxima de prestar el debido respeto a la felicidad de los demás, no puedo querer que sea el primero el que exista. Por supuesto existen seres humanos egoístas ; hay humanos que actúan según máximas egoístas ; pero hay diferencia entre admitir que se actúa según una máxima egoísta y querer que eso sea una ley universal, es decir, una ley que fuera válida para todos los seres humanos.

    Obramos moralmente bien sólo si el motivo de nuestros actos es el que manda la ley moral. E incluso esto sólo es cierto con ciertas modificaciones, pues puedo desear hacer lo que la ley moral manda, porque puedo desear que se me reconozca como un ser humano decente o tener la conciencia tranquila. Y si este es mi motivo, actúo de acuerdo con el deber, pero no por el deber ; actúo legalmente, pero no moralmente. Un acto se hace por deber, es decir, es un acto moralmente bueno sólo si el motivo de mi acto es la reverencia o el respeto a la ley moral. Actuar por reverencia a la ley moral es mostrar lo que Kant llama buena voluntad.

    La ley moral es empíricamente vacía. No especifica cómo debo actuar en esta o en aquella situación. Sólo prescribe que, cualquiera que sea la máxima según la cual elegimos actuar, es preciso que podamos querer que sea una ley universal. Y esto es sólo otro modo de expresar que el principio para mi acción debe ser a priori. Por tanto, la ley moral podría expresarse del modo siguiente : actúa de modo que la máxima se haga a priori ; lo que significa que sea una ley determinada por la razón. Y al igual que la razón determina la estructura o forma del conocimiento, pero no su contenido, así también determina la forma de la moralidad, pero no su contenido. La ley moral no se refiere a este o a aquel caso ; no es una ley acerca de esta o aquella máxima ; es una ley acerca de la forma de cualquier máxima : que se pueda querer que sea una ley universal.

    Al mandato de actuar por reverencia a la ley moral, al mandato de que se debe actuar de tal modo, Kant lo llama imperativo categórico. Este imperativo es diferente del imperativo hipotético. Comencemos examinando el imperativo hipotético. La receta para cierto pastel podría ser, por ejemplo, así : “Corte el pastel en cuatro rebanadas horizontales. Para el relleno, mezcle polvos de pudding, café instantáneo y leche en un recipiente.” El lector de la receta se encuentra aquí con una serie de imperativos. Pero, desde luego, esto no significa que cualquiera que lea la receta deba hacer lo que se prescribe. Sólo significa que si uno quiere hacer ese pastel determinado, ha de seguir la receta. El imperativo de la receta es irrelevante para la persona que no desee hacer tal pastel. Los imperativos del libro de cocina, por tanto, son hipotéticos ; mejor aún, son lo que Kant llama imperativos problemáticos. Pues el hecho de querer o no aquello para lo que los imperativos son medios, depende por completo del gusto o deseo individual. Son también imperativos de habilidad ; requieren cierto conocimiento técnico. El conocimiento del carpintero o del jardinero consta, en gran parte, de imperativos de habilidad, que indican cómo hay que proceder para conseguir las cosas de las que el carpintero o jardinero es especialista. Los imperativos de habilidad y los imperativos problemáticos son instrumentos para la consecución de un fin que en sí o posee ninguna cualidad moral.

    Existen también imperativos hipotéticos que no son ni problemáticos ni imperativos de habilidad. Son los que Kant llama asertóricos e imperativos de prudencia. No es un absurdo que yo no quiera tener tulipanes en mi jardín, ni hacer un tipo determinado de pastel ; pero sí sería absurdo afirmar que no quiero ser feliz. Se puede afirmar con seguridad que todo ser humano quiere ser feliz. Las prescripciones para un modo de vida que conduce a la felicidad no son, por tanto, imperativos problemáticos ; son asertóricos ; y tampoco pueden caracterizarse como imperativos de habilidad. No es mi falta de habilidad para organizar mi vida lo que da lugar a una vida infeliz, sino mas bien una falta de prudencia o de sabiduría. Las prescripciones para un modo correcto de vida, esto es, un modelo de vida que lleve a la felicidad, son, por tanto, imperativos de prudencia.

    Sin embargo, el hecho de ser imperativos sólo con respecto a un fin determinado, es común a todos los imperativos hipotéticos. Pero el fin, para el cual los imperativos son instrumentos, es algo que se desea, algo que gusta, que se necesita o por lo que uno se interesa ; no es algo que se deba desear, que deba gustar, que se deba necesitar o por lo que uno se deba interesar. Esto no quiere decir que sea necesariamente un mal propósito. No hay nada malo en tener el desea de cultivar tulipanes o en ele deseo de hacer cierto tipo de pastel, pero no se puede decir que posea en sí alguna cualidad moral. Tampoco tiene valor moral aquello para lo que el imperativo asertórico o el imperativo de prudencia son instrumentos. Todos deseamos ser felices -sería absurdo afirmar que queremos ser infelices-, pero no hay nada moralmente correcto o moralmente incorrecto en el hecho de que nos guste ser felices. Si la respuesta a la pregunta de por qué buscamos la felicidad es que de hecho nos gustaría ser felices, esa respuesta implica que no tiene nada que ver con la moralidad. Se sujeta un motivo empírico, al o que Kant llama una inclinación.

    Examinemos ahora el imperativo categórico. Del hecho de tener respeto o reverencia a la ley moral, se sigue que también acepto que debo hacer lo que exige la ley moral. Este “debo” es expresión del imperativo categórico. No es hipotético, porque no puedo decir que si deseo actuar moralmente bien tenga que actuar de tal o cual modo. Si deseo tener tulipanes en mi jardín, o si deseo hacer un pastel, o cualquier otra cosa, es, en cierto sentido de la palabra, un asunto privado. Pero no es asunto privado el hecho de querer hacer o no lo que es moralmente correcto. Pues lo moralmente correcto es precisamente aquello que debo hacer. Está determinado por una ley universal. La presuposición restrictiva del imperativo hipotético no se da aquí. Se trata de un imperativo incondicionado ; independientemente de si quiere ser moral o actuar moralmente, debo serlo y actuar así.

    El concepto de libertad de Kant está muy relacionado con su visión del acto moralmente correcto, es decir, un acto, en el que la voluntad está determinada por reverencia a la ley moral. Cualquier acto cuyo motivo es una inclinación, un deseo, algo que nos gustaría hacer, etc., está determinado. Está determinado como todo lo demás en la Naturaleza. Pero la voluntad puede liberarse de los motivos empíricos, de las inclinaciones ; puede ser motivada por la ley moral, es decir, la razón. El hecho de que la voluntad pueda seguir a la razón, esto es, seguir una ley a priori de la razón, es expresión de lo que Kant llama la autonomía de la voluntad. Si la voluntad está determinada por algo empírico, es heterónoma.

    El hombre es un ser racional. Según Kant, esto significa que la razón es su propio legislador. Todo ser humano puede elegir seguir esta ley. Esto, evidentemente, no significa que todo ser humano actúe en todo momento según esta ley ; sino que todo ser humano es capaz de hacerlo. En cada situación en la que el hombre tiene que actuar, puede actuar de modo que pueda querer que la máxima de su acto sea una ley universal. Que el hombre sea un ser racional significa que potencialmente es un ser moral, que es lo mismo que decir que es potencialmente un ser libre.

    Un concepto importante en la filosofía moral de Kant es el concepto de persona. El hecho de que los diferentes conceptos a priori puedan aplicarse al hombre es lo que le hace persona. La ley moral y, por consiguiente, el imperativo categórico, no está condicionada, lo que significa, entre otras cosas, que no es instrumento para otra cosa ; es un fin en sí. Tiene un valor absoluto- no es relativa a otra cosa. De ahí que el hombre como ser racional tenga un valor absoluto. Por tanto, el hombre es un ser que tiene su fin en sí mismo ; es un ser que tiene valor absoluto ; como dice Kant, tiene dignidad ; por tanto, es persona. Todo lo que tiene valor sólo como medio para la consecución de otra cosa -es decir, todo lo que se puede expresar con ayuda de un imperativo hipotético, es distinto a la persona, distinto a lo que tiene dignidad. Tiene lo que Kant llama un precio de mercado.

    Como el hombre es un fin en sí y, por tanto, tiene dignidad, se puede expresar la ley moral del modo siguiente : “ Obra de tal modo que siempre trates a la humanidad, sea en tu propia persona o en la persona de cualquier otro, nunca sólo como medio, sino siempre al mismo tiempo como fin”.

    Como la ley moral es a priori y, por tanto, universal, es una ley común a todos los seres racionales. Esto crea la posibilidad de lo que Kant llama el Reino de lo Fines. En tal Reino todos están sometidos a una y la misma ley, pero nadie está sometido a más ley que la suya propia. En tal Reino quedan excluidos los conflictos, pues al estar sujeta a la ley moral (la ley que cualquier ser racional se da a sí mismo) su voluntad es objetiva -se debe querer que la máxima de nuestros actos sea una ley universal. La voluntad objetiva y la subjetiva coinciden.

    En la Crítica a la razón pura, Kant piensa haber mostrado que las llamadas pruebas de la existencia de Dios son ilusiones de la razón. Pero en su ética estima poder argüir a favor de una creencia en la existencia de Dios. Desde luego Kant no dice que puede probar la existencia de Dios. Kant no cree que la moralidad -la razón práctica- pueda probar lo que la razón teórica es incapaz de probar. Lo que cree es que a través de la moralidad se puede postular la posibilidad de la existencia de Dios. Ese postulado se basa en una comparación entre la felicidad y la virtud. Un ser racional disfruta de la felicidad, dice Kant, si todo sucede según sus deseos y voluntad. Sin embargo, la felicidad es sólo una parte -ni siquiera una parte esencial- del máximo bien, del summun bonum. Otra parte, más esencial, es lograr lo que Kant llama la voluntad santa. La voluntad santa es una voluntad que está en completa armonía con la ley moral. Para la voluntad santa no existen deberes. Un deber presupone una voluntad según la cual es posible no realizar nuestro deber. Pero para una voluntad santa eso queda excluido. Para tal voluntad no existen más motivos que la reverencia a la ley moral. Sin embargo, como se ha dicho, la voluntad divina es sólo parte del máximo bien ; el máximo bien también implica felicidad. Para obtener el máximo bien se requiere la voluntad santa además de la felicidad. La voluntad santa se logra, en principio, por la libertad del hombre ; de otro modo, con la felicidad. Podemos querer la felicidad, pero, por supuesto esto no es lo mismo que conseguirla. La felicidad, tal como Kant la expresa, se debe a la armonía de la naturaleza física con el propósito del hombre. Si la virtud está o no relacionada con la felicidad es algo que el hombre no puede determinar. Que la virtud y la felicidad se pertenezcan mutuamente no es ni verdad a priori ni ley de naturaleza a posteriori. Y, sin embargo, parece no sólo razonable, sino también necesario que la felicidad no deba ser inmerecida ; al contrario, debe ser merecida. No obstante, encontramos que pocas veces están en armonía. Pero si el máximo bien no se completa en esta vida, debe haber una existencia en la que así sea el caso. Si esto se excluye, la moralidad sería, por así decirlo, una realidad no cumplida. La moralidad no alcanzaría nunca el cumplimiento de su propia meta : el summum bonum. La realidad de la moralidad es en sí, por tanto, un argumento a favor de la suposición de que la virtud y la felicidad se combinen, si no en el mundo de la experiencia, por lo menos en el mundo inteligible. Pero para garantizar esta armonía se requiere un ser todopoderoso y moralmente perfecto. Esto es, se requiere la existencia de Dios.

    Cuando Kant habla de la relación entre la felicidad y la virtud es importante no entenderlo mal. No debe ser como si la felicidad, de algún modo y en último análisis, fuera el motivo de la acción virtuosa. Si fuera este el caso, no podría haber imperativo categórico alguno ; todos los imperativos sería entonces hipotéticos. Actuar para conseguir la felicidad no es actuar por reverencia a la ley moral ; no es merecer la felicidad. Sólo se la merecería si el motivo de la acción no fuera la felicidad, sino la reverencia a la ley moral.

    Así, el que la moralidad haga posible la existencia de Dios lo hace basar Kant en la suposición de que la moralidad requiera armonía entre la virtud y la felicidad y que esta armonía no pueda realizarse por el hombre y, por tanto, deba ser realizada por un ser todopoderoso. Este argumento señala, en sí, una posibilidad de vida tras la muerte. Sin embargo, Kant tiene un argumento especial para la inmortalidad. El argumento emplea el concepto de la voluntad santa. El cumplimento de la moralidad requiere una realización de la voluntad santa. Para los seres humanos esto es imposible. Pero sí es posible una progresión eterna -un proceso que continua infinitamente y que se acerca cada vez más a la voluntad santa, pero que nunca la alcanza. Por tanto, es necesaria una existencia eterna.

    Pero la buena voluntad, es decir, al voluntad que actúa por reverencia a la ley moral, debe querer también que la moralidad alcance la perfección ; la buena voluntad debe querer, por tanto, que haya una progresión infinita hacia la voluntad santa y que la felicidad, en algún punto en el tiempo, se les dará al os que la merezcan. Por tanto, la buena voluntad no puede ser indiferente a las cuestiones de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma ; quiere la existencia de Dios y quiere que el alma sea inmortal. No lo quiere porque desee la felicidad como recompensa, ni porque sea un deber. No puede haber deber alguno de suponer la existencia de algo ; sin embargo, es un deber esforzarse para realizar el máximo bien. La existencia de Dios y la inmortalidad del alma no son condiciones necesarias para la moralidad ; por el contrario, es la validez de la moralidad la que necesita los postulados. O, en otras palabras, se ha de aceptar la moralidad independientemente de que se acepten los postulados o no. No quedamos exentos de las exigencias de la ley moral por negar la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. Lo que implica tal negación, sin embargo, es la futilidad del esfuerzo por alcanzar el máximo bien como meta final. La ley moral no presupone la religión, pero la religión presupone la moralidad.

    Como se ha explicado anteriormente, Kant creía que era una ilusión de la razón el intentar demostrar la existencia de Dios y la existencia del alma. Lo que en el siglo XIII, Tomás de Aquino juzgó verdad necesaria, lo considera Kant como ilusión de la razón : del hecho de que el mundo empírico sea relativo y condicionado, Tomás de Aquino juzgó necesario inferir la existencia de lo absoluto y de lo incondicionado. Sin embargo, Kant pensó que tal inferencia era expresión de un mal entendimiento de la función lógica de las ideas. Pero lo que era imposible para nuestra razón teórica, Kant juzgó poder postularlo por el hecho de la moralidad. De la imperfección de la voluntad del hombre y de la falta de armonía y felicidad en el mundo empírico Kant juzgó poder postular la existencia de Dios y la inmortalidad del alma.

    Desde luego, los postulados de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma se apoyan en fundamentos bastante débiles. El fundamento para la suposición de la existencia de Dios es la felicidad. La felicidad no se logra en el mundo empírico, sino en el mundo no empírico, es decir, en el mundo inteligible, un mundo en el que no pueden existir motivos empíricos. Pero la definición kantiana de la felicidad como estado en el que todo sucede según deseos, no parece ser aplicable a un mundo no empírico. Y si no existen inclinaciones ni deseos, es difícil ver lo que impide que la voluntad sea voluntad divina. Sumemos a esto que en un mundo no empírico (el mundo inteligible) no se aplican las formas de intuición, es decir, el espacio y lo que en este contexto importa más : el tiempo. Decir que el alma en este mundo tiene una existencia eterna y continua es casi una contradicción.

    La epistemología de Kant como su filosofía moral, muestran un dualismo filosófico : la naturaleza y la libertad. La naturaleza de determina, se conoce, se entiende y explica por las categorías. El concepto de libertad no puede aplicarse al hombre como ser biológico o como organismos ; la libertad no puede concebirse ni entenderse con las categorías, y tampoco puede aplicarse al os humanos en la medida en que actúan por motivos empíricos. La libertad es aplicable siempre que el hombre actúa por reverencia a la ley moral.

    La voluntad, un concepto que en Kant está falto de claridad, es un eslabón de conexión entre el mundo empírico y el inteligible, entre la naturaleza y la libertad. Igual que la glándula pineal era para Descartes el eslabón de conexión entre el alma y el cuerpo, para Kant el eslabón de conexión entre la naturaleza y la libertad, entre el mundo inteligible y el empírico, es la voluntad. La voluntad puede estar determinada por motivos empíricos : el comportamiento del hombre se explica entonces desde los principios que gobiernan la naturaleza ; o puede estar determinada a priori, es decir, determinada por reverencia a la ley moral ; entonces está actuando libremente.

    KANT : ¿EMPIRISTA O RACIONALISTA ?

    Kant puede ser considerado tanto empirista como racionalista, puesto que está de acuerdo con algunas de las cosas que defendían empiristas, y con otras que defendían racionalistas.

    Sobre la manera de adquirir el conocimiento, ya observamos su postura racionalista : puesto que el entendimiento produce espontáneamente ciertos conceptos sin derivarlos de la experiencia sensible, podrá conocer la realidad construyendo un sistema a partir de esos conceptos. Pero también empirista : Nuestro conocimiento no puede llegar más allá de lo que nos da la experiencia. Toda afirmación que trascienda los límites de la experiencia es una afirmación puramente gratuita.

    Kant, por una parte, afirma que hay conceptos que no provienen de la experiencia (contra el Empirismo). Pero al mismo tiempo afirma que esos conceptos solamente tienen aplicación en el ámbito de la experiencia (contra el Racionalismo).

    Es importante ver cómo Kant difiere de Hume con respecto al principio de causalidad, y quizá sea más importante ver hasta qué punto están de acuerdo. La diferencia entre Kant y Hume con respecto al principio de causalidad es ésta : Hume niega que exista una conexión determinada por ley entre los diferentes eventos. Kant, sin embargo, afirma que éste es el caso necesariamente. Hume lo niega porque tal conexión no podría ser validada por la experiencia. Por otra parte, Kant afirma que la razón por la que no puede ser validada por la experiencia es la sencilla razón de que una tal conexión es una condición de toda experiencia. Y, obviamente, aquello que es condición para la experiencia no puede ser en sí objeto de experiencia. Pero Kant está de acuerdo con Hume al afirmar que la conexión determinada por regla entre la causa y el efecto sólo puede conocerse por la experiencia. Culpa a Hume por haber confundido dos cosas. He aquí sus palabras : “Por tanto, Hume estaba en un error al inferir de la contingencia de la ley misma”. Nuestro conocimiento de las diferentes leyes que relacionan diferentes eventos nunca puede alcanzar la certeza, esto es, nunca puede ser conocimiento en sí. No puede serlo, porque sólo puede ser obtenido a través de la experiencia, y la experiencia nunca puede darnos necesidad. Pero el que no podamos obtener conocimiento de tal ley, no justifica el inferir que tal ley no exista.

    Cuando la razón era usada para las especulaciones metafísicas parecía quedar necesariamente envuelta en contradicciones. Con cuestiones tales como : ¿Está el mundo limitado en el espacio ?, o ¿Ha comenzado a existir el mundo en cierto tiempo ?, parecemos ser llevados con igual necesidad tanto a una respuesta afirmativa como negativa -respuestas que Kant llama, respectivamente, la tesis y la antítesis. A tales contradicciones las llama Kant antinomias. Parecen mostrar que la razón está en conflicto consigo misma. Y si en realidad este es el caso sería innegablemente un escándalo de la razón. Esto, por tanto, representa no sólo un falseamiento de la proposición de Descartes de que la razón tiene sus raíces en la perfección, sino, lo que sería peor, haría inexplicable la razón como instrumento para adquirir conocimiento. Las antinomias, por tanto, le inspiraron el examen crítico de la razón misma. Fueron las antinomias las que, como él mismo dice, le despertaron de su sueño dogmático. El resultado al que llega Kant, tras su fatigoso y detallado examen de las condiciones necesarias para la función de la razón, es que ni la tesis ni la antítesis son verdaderas. Cree que puede probar que no son satisfechas las presuposiciones para formular la verdadera cuestión que lleva respectivamente a la tesis y a la antítesis. Sólo cabe preguntar si violamos las reglas de la función propia de la razón. Además de las antinomias (Kant formula cuatro) hay otras formas de ilusión de la razón. Hay lo que él llama paralogismos y lo que llama ideales de la razón. Es, por ejemplo, un paralogismo, si creemos que estamos justificados al inferir la existencia de un alma-sustancia. Según Kant, es una inferencia basada no en una falacia lógica formal, sino en una falacia que sólo puede ser corregida por conocimiento filosófico. Finalmente, cree también que las diferentes pruebas de la existencia de Dios son ilusiones de la razón. Se puede añadir, sin embargo, que lo que es una ilusión, según Kant, no es la mera presuposición de la existencia de Dios, sino las llamadas pruebas de la existencia de Dios. Y esto Hume lo niega afirmando que como de Dios no tenemos ninguna impresión , por tanto, no podemos afirmar su existencia. Es decir, Hume niega su existencia, mientras que Kant lo que niega es el hecho de que se presuponga su existencia.

    Hume examinó la cuestión de si la moralidad se deriva de la emoción o se deriva de la razón, y concluyó que la compasión era el sentimiento moral apropiado ; sin compasión no podría haber moralidad. Kant mantiene la opinión opuesta. Según Kant, no se actúa moralmente si se actúa por emoción. Esencial a la moralidad es su universalidad. Por tanto, es imposible que pueda derivarse de algo psicológico, pues una emoción es un motivo empírico y, por tanto, no puede tener universalidad ni necesidad. Como la ley moral es universal, ha de ser una ley de la razón. Kant formula la ley moral así : “ Obra sólo según aquella máxima que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal.” La palabra “máxima” se debe entender aquí como principio subjetivo de acción, es decir, principio según el cual actúa de hecho la persona. Para el egoísta, por ejemplo, la máxima es actuar en su propio beneficio independientemente de si con ello perjudica o no a otras personas. Se debe actuar siempre según la máxima que quisiéramos que fuera una ley universal ; en otras palabras, quisiéramos que todos los seres humanos que están, o pudieran estar en la misma situación en que estoy yo ahora, actuaran por el mismo motivo. Si realizo un acto egoísta, esto es, un acto cuya máxima es que quiero mi propio beneficio independientemente del perjuicio que con ello infrinjo a otras personas, no puedo querer al mismo tiempo que sea una ley universal que todo el mundo debe actuar según tal máxima. No puedo querer que el mundo estuviera habitado por seres humanos que, siempre y por todos los medios y sin tener en cuenta el bienestar o la felicidad de los demás, intentasen conseguir los mayores beneficios posibles para sí mismos. Si hubiera de elegir entre un mundo así y el mundo donde todos actúan según la máxima de prestar el debido respeto a la felicidad de los demás, no puedo querer que sea el primero el que exista. Por supuesto existen seres humanos egoístas ; hay humanos que actúan según máximas egoístas ; pero hay diferencia entre admitir que se actúa según una máxima egoísta y querer que eso sea una ley universal, es decir, una ley que fuera válida para todos los seres humanos.




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    Enviado por:MaiTe Abadías Carbajo
    Idioma: castellano
    País: España

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