Religión y Creencias
Islam: Posición de la mujer
ÍNDICE
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Introducción...........................................................................................2
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Posición de la mujer...............................................................................3
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El matrimonio.........................................................................................5
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Objetivos..........................................................................................5
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Impedimentos..................................................................................5
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Procedimiento........................................................................................7
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El compromiso..................................................................................7
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Fórmula de la petición de mano.......................................................7
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El tutor..............................................................................................8
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La dote..............................................................................................8
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Los testigos.......................................................................................8
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Condiciones requeridas para la licitud del matrimonio.....................8
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El acta...............................................................................................9
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Exhortación a los contrayentes........................................................9
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La poligamia..........................................................................................10
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El divorcio...............................................................................................11
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Las bases del divorcio......................................................................12
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La necesidad del divorcio.................................................................12
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Los derechos de la divorciada..........................................................12
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Bibliografía..............................................................................................13
INTRODUCCIÓN
La familia es la base de la sociedad, y es la fuente de la estabilidad y los sentimientos, de la amistad y de la piedad. La estructura de la familia islámica, según la establece el Corán es de tipo patriarcal. El varón no es solo el paterfamilias sino también el que posee la iniciativa en la búsqueda de esposas, en la configuración de su familia y en el eventual despido de alguna de sus mujeres, etc. Es el protector a la par que el guardián de sus esposas.
Ese papel ya lo desempeñaba el hombre en el antiguo derecho matrimonial arábigo. El Corán ha procurado limar las formas más groseras de esa postergación unilateral de la mujer, protegiéndola contra abusos indignos. El Corán se pronuncia abiertamente a favor del matrimonio. Se considera como el cincuenta por ciento de la aplicación de la religión musulmana, dice el Profeta:
“ A quien Dios dé una mujer buena y apropiada es que ayudó a conseguir la mitad de la creencia; y que practique y que tema a Dios para la otra mitad.”
“ Se casa la mujer por cuatro motivos: o por su dinero, o por su linaje, o por su belleza o bien por su religión o creencia; escoge la de la creencia, tendrás éxito.”
También la tradición toma posiciones cada vez más claras a favor del matrimonio y tiende a condenar la soltería con sentencias atribuidas a Mahoma. Así, el profeta habría dicho a un musulmán, que estaba soltero y no tenía motivos plausibles para ese género de vida:
“Tu no eres de nuestra comunidad, tu realmente eres el hermano del diablo.”
“¡ Oh, jóvenes! El que de vosotros está capacitado para el matrimonio que lo contraiga, y quien no puede tiene que ayunar porque es la mejor protección y la única manera para escapar de los pecados”
Empezó la historia de la familia desde el comienzo de la vida humana, porque los profetas de Dios tuvieron una vida matrimonial agradable:
“Hemos mandado y enviado mensajeros antes que tú, y creamos sus parejas y sus hijos.”
La vida pide intercambios de hahma, que es la piedad, y ayudas para superar sus cargas; por eso el Islam ve que es mucho mejor compartir las cargas entre dos: la pareja, el matrimonio. También resulta que el niño no puede vivir mejor que entre sus padres y su cariño. El hombre se establece entre su familia e intenta hacer que su ésta sea feliz, y educa a sus hijos según la charica, es decir, una educación de: amar lo bueno, sacrificio, respeto hacia los demás y de trabajar según las órdenes de Dios.
POSICIÓN DE LA MUJER
El ordenamiento de la familia islámica prevé que la mujer está sometida al varón. El Corán establece:
“Los hombres tienen preeminencia sobre las mujeres.”
Ese ordenamiento se funda en un favor especial de Dios y en los gastos que los varones hacen por las mujeres.
“Los hombres están por encima de las mujeres, porque Dios ha favorecido a unos respecto de otros, y porque ellos gastan parte de sus riquezas a favor de las mujeres.”
Ese ordenamiento familiar representa prácticamente para los varones el derecho de exigir obediencia a sus mujeres y el reprimir sus insubordinaciones con la amonestación, el castigo en el comercio matrimonial y hasta con los golpes:
“Las mujeres piadosas son sumisas a las disposiciones de Dios; son reservadas en ausencia de sus maridos en los que Dios mandó ser reservado. A aquellas de quienes temáis la desobediencia, amonestadlas, mantenedlas separadas en sus habitaciones, golpeadlas. Si os obedecen, no busquéis procedimiento para maltratarlas.”
Pero los varones no tienen ningún derecho (a diferencia de lo que ocurría entre los árabes antiguos) a incluir a las mujeres en la herencia de su marido difunto ni a disponer de sus bienes en contra de su voluntad:
“¡Oh, los que creéis! No es lícito recibir en herencia a las mujeres contra su voluntad, no impedirles que contraigan nuevo matrimonio para conservar parte de lo que les disteis, a menos que hayan cometido una torpeza manifiesta.”
Pese al ordenamiento familiar establecido fundamentalmente por el Corán, no cabe imaginar la vida matrimonial en el mundo islámico como una explotación tiránica de la mujer. Hombre y mujer se complementan. Los fundamentos de su vida matrimonial descansan en el amor y la bondad mutuos que prevalecen en sus relaciones. Precisamente esa comunidad sexual y la inclinación mutua del hombre y de la mujer es algo que, según el propio Corán, cuenta entre los signos de Dios en su creación:
“Entre sus aleyas está el que creó sacándolas de vosotros mismos, esposas para que en ellas reposaseis. Entre vosotros ha establecido amor y cariño.”
Por lo que hace a la vida matrimonial y al trato bondadoso, hombres y mujeres son iguales. El Corán anota que en este aspecto las mujeres pueden exigir lo mismo a lo que ellas están obligadas. Solo entonces será cual debe ser el trato recíproco:
“Las mujeres tienen sobre los esposos idénticos derechos que ellos tienen sobre ellas, según es conocido; pero los hombres tienen sobre ellas preeminencia.”
Sólo entonces adquiere toda su importancia el consejo del Corán: los varones no deben precipitarse en dar rienda suelta a sus sentimientos, sino que más bien han de reflexionar con madurez antes de repudiar a sus mujeres:
“Es posible que odiéis algo en lo que Dios pone un gran bien.”
Respecto al papel de la mujer en la vida de la comunidad, el Corán no hace ninguna prescripción especial, aunque parece suponer que la mujer ha de cumplir su función más importante como esposa y madre. Sus prescripciones apuntan a que la mujer sólo se muestre espontánea y natural ante su marido y sus parientes más cercanos, o ante varones “que carezcan de instinto”:
“Di a las creyentes que bajen sus ojos, oculten sus partes y no muestren sus adornos más que en lo que se ve. ¡Cubran su seno con el velo! No muestren sus adornos más que a sus esposos, a sus hijos o a los hijos de sus esposos, a sus hermanos o a los hijos de sus hermanos, o a los hijos de sus hermanas o a sus mujeres, o a los esclavos que posean, o a los varones, de entre los hombres, que carezcan de instinto, o a las criaturas que desconocen las vergüenzas de las mujeres; éstas no meneen sus pies de manera que enseñen lo que, entre sus adornos ocultan.”
Evidentemente, aquí solo se contempla a la mujer islámica como ama de casa y como compañera sexual. No se habla para nada de sus actividades en la vida pública. Como modelos de todas las mujeres musulmanas podrían pasar las esposas del profeta Mahoma, en la medida en que responden a las exigencias coránicas:
“¡Mujeres del profeta!...si sois piadosas, no seáis humildes al hablar, pues aquel en cuyo corazón hay una enfermedad os desearía. Hablad lo acostumbrado.
¡Permaneced en vuestras casas! ¡No os adornéis con adornos de la antigua gentilidad! ¡Cumplid la plegaria! ¡Dad la limosna! ¡Obedeced a Dios y a su enviado! Dios quiere alejar de vosotras, gentes de la casa del profeta, la abominación y quiere purificaros por completo.”
Ciertos movimientos restauracionistas en el actual mundo islámico querrían restablecer estas concepciones y estos usos obligatorios que se desarrollaron en la tradición y en el primitivo ordenamiento social. Mas quienes se orientan según la ideología del mundo moderno recuerdan la función de la mujer en la época preislámica de Arabia. Esta última orientación pretende incorporar a la mujer al proceso del trabajo y los servicios sociales.
EL MATRIMONIO
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Objetivos
El matrimonio es un acontecimiento muy importante en la sociedad musulmana y es una prueba de la persona hacia su religión. Sus objetivos principales son:
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Constituir o formar una familia.
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Dar a luz niños, y como consecuencia la ampliación de la comunidad musulmana.
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Reforzar las relaciones sociales entre los hijos de la comunidad musulmana.
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Preparar a los hijos para la vida cariñosa con los padres.
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La purificación de la pareja y la protección de la mujer y su dignidad.
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Purificación o limpieza de la sociedad musulmana y protección de los niños.
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Sentir y vivir la responsabilidad hacia la familia y hacia la sociedad.
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Impedimentos
El creyente no es libre del todo en la elección de sus mujeres. El impedimento principal lo constituye un parentesco próximo. El Corán enumera las parientes con quienes no es posible casarse:
“Se os prohibe tomar como esposas a vuestras madres, a vuestras hijas, a vuestras hermanas, a vuestras tías paternas y maternas; a vuestras sobrinas, sean hijas de hermano o hermana; a vuestras nodrizas, aquellas que os amamantaron; a vuestras hermanas de leche; a las madres de vuestras esposas; a vuestras pupilas, nacidas de vuestras mujeres con las que habéis mantenido relaciones; si no hubieseis mantenido relaciones con ellas no cometéis falta; a las esposas de vuestros hijos nacidos de vuestros riñones; os está prohibido reunir a dos hermanas. Se exceptúan los matrimonios que hayáis contraído con anterioridad a este mandamiento.”
Según el Corán está también prohibido el matrimonio con una mujer pagana (y de una creyente con un pagano), pues no es posible concordancia alguna entre la incredulidad de los infieles y la fe de los musulmanes:
“No desposéis a las asociadas hasta que crean. Una sierva creyente es mejor que una asociadora, aunque ésta os guste. No desposéis vuestras hijas con los asociadores hasta que crean. Un esclavo creyente es mejor que un asociador, aunque éste os guste.”
“¡Oh, los que creéis! Cuando lleguen a vosotros las creyentes emigradas, examinadlas. Dios conoce perfectamente su fe. Si las consideráis creyentes no las devolváis a los incrédulos: ellas no les son lícitas ni ellos les son lícitos. Dad a estos lo que hayan gastado en arras. No cometéis falta si después os casáis con ellas dándolas sus ajuares. ¡No retengáis a las incrédulas en los lazos del matrimonio! ¡Reclamad lo que hayáis gastado en los ajuares de las mujeres incrédulas! Reclamen lo que hayan gastado en mujeres creyentes. Ésta es la decisión de Dios. Él decide.”
Pero esto no se aplica a los seguidores de una religión revelada, como judíos y cristianos. Con ellos permite el Corán una comunicación parcial (manjares, matrimonio), de modo que los musulmanes pueden desposar mujeres judías o cristianas:
“Las mujeres recatadas, creyentes, o de aquellos a quienes se dio el Libro antes que a vosotros, os son lícitas, en cuanto las deis sus salarios como esposos suyos, no como fornicadores o tomadores de amantes. Quien rechaza la fe, pierde sus obras, y en la última vida estará entre los perdidos.”
Por lo que respecta al matrimonio de mujeres musulmanas con judíos o cristianos nada dice el Corán, aunque la tradición lo prohibe para proteger la fe de la mujer.
PROCEDIMIENTO
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El compromiso
La jitba (desposorio) es la introducción del matrimonio, es decir, una etapa por la cual debe pasar el musulmán antes de la boda. Esto es para que la pareja se vea y se conozca antes de hacer ningún acta.
El profeta aconsejó a los varones escoger a su pareja antes de casarse. Dijo:
“Se casa la mujer por cuatro motivos: o por su belleza, o por su dinero, o por su linaje o bien por su religión; escoge la última y lo lograrás.”
Esto no significa que si se junta otro motivo con el último esta mujer no vale, todo lo contrario porque si se juntan más motivos y más cualidades a la religión es una suerte inmensa para el hombre y para la pareja. El Islam aconseja al padre o tutor de la mujer que escoja al hombre apropiado para su hija, y que sea este hombre ejemplar en su educación:
“Si viene hacia vosotros quien os gusta su religión, su educación y su comportamiento, casadle con vuestra hija y si refutáis o renegáis incitaréis lo malo en la tierra.”
El Islam permite que el novio vea a su futura esposa y viceversa, porque puede alguna de las dos partes esconder algún defecto físico y será éste el motivo de la separación el día de la boda. Pero el encuentro ocurrirá en presencia del padre o tutor de la mujer, no puede ser a solas, porque según la religión es pecado, hasta que no haya un acto oficial entre ambos, después de este momento que estén a solas si será legal. Es menester y obligatorio que haya y que exista el consentimiento por ambas partes para que sea válido el acta:
Dijo el profeta: “No se casa la viuda, o la divorciada hasta que lo diga, y la virgen hasta que acepte.”
Dijeron: “¿Y cómo acepta?”
Respondió: “Al callarse.”
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Fórmula de la petición de mano
El padre del novio se dirigía, en compañía de varios amigos y parientes, a casa del padre de la novia o a la de su tutor, y pedía la mano de la futura esposa en los términos que nos revela la siguiente fórmula notarial:
“En el nombre de Dios, clemente y misericordioso: Fulano de Tal: aquí viene Fulano, hijo de Fulano, con sus amigos y parientes, así los ausentes como los presentes, todos con buen amor y deseo, a pediros a Fulana hija de Fulano, para esposa y mujer e igual compañía, lícitamente, con aquellos artículos y condiciones que Dios estableció para la unión entre hombres y mujeres, y siguiendo la regla y zuna de nuestro profeta Mahoma, es, a saber, con trescientos sueldos de joyas y trescientos de dote, (según se acostumbra en la villa o lugar en que se hará el casamiento), y la otorga con toda cosa que lícitamente le corresponda, y los presentes sean testigos de ello. Y no tengo más que decir, sino que aguardo vuestra buena respuesta.”
A igual tenor, respondía el tutor o padre de la mujer, repitiendo las mismas palabras antes citadas en presencia de dos testigos, con lo cual se reputaba válido el casamiento. El que responde dice así:
“Fulano: bien seáis venido con vuestros amigos y parientes, “con eso y sin eso”, recibimos vuestro buen amor y deseo, y somos contentos de vuestra llegada. Yo, Fulano de Tal, otorgo a Fulana, hija de Fulano, para Fulano, hijo de Fulano, para esposa y mujer e igual compañía, con aquellos artículos y condiciones que Dios estableció para hombres y mujeres en el acto del casamiento, y siguiendo la regla y zuna de nuestro profeta Mahoma, es, a saber, con trescientos sueldos de joyas y trescientos de dote (según se acostumbra en la villa o lugar en que se hará el casamiento), y la otorgo con toda cosa que lícitamente le corresponda, y los ángeles y los presentes sean testigos. Y no tengo más que decir, sino que Dios lo cumpla para bien.”
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El tutor
El tutor debía serlo el padre de la doncella; o no existiendo el padre, el hermano, no habiendo hermano, el heredero más cercano, y, a falta de herederos, el juez del lugar o la persona que mereciera la confianza de la doncella y fuese por ésta designada al efecto. Esto para su dignidad, y la de su familia y para garantizar sus derechos, dice el profeta:
“Cualquier mujer que se casa sin el permiso de su tutor, su matrimonio no es válido.”
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La dote
En cuanto al pago de la dote, se había introducido la costumbre de no satisfacerla hasta el tiempo de morir el marido: pero en cambio se debía entregar a la mujer, antes de empezar a convivir con el esposo, cinco sueldos (un cuarto de dobla), cantidad que “según uso y costumbre”, era estimada como señal del pago de la dote:
“Dad a las mujeres espontáneamente sus dotes, si ellas os favoreciesen dándoos algo, comedlo a gusto.”
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Los testigos
La presencia de dos testigos es obligatoria para que el acta sea válida.
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Condiciones requeridas para la licitud del matrimonio
Para que el casamiento fuese lícito, era necesario que en él interviniesen el tutor de la mujer y dos testigos valederos que fuesen buenos musulmanes. Se requería también la dote pagadera dentro de cierto plazo.
Deber del tutor era responder en la ceremonia por la mujer, si ésta era doncella. A su vez, ésta debía guardar silencio cuando eran de su agrado las promesas que en su nombre hacía el tutor; por el contrario debía manifestar qué cosas no eran de su agrado, entre las prometidas en su nombre por el tutor. La mujer viuda o no virgen debía responder por si misma a las preguntas que se le hiciesen.
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El acta
Es un lazo oficial que deben respetar las dos partes según los convenios y el Corán le dio nombre de carta magna, esto es, el contrato grande e importante.
Las condiciones de validez de este acta entre otras es el consentimiento o consenso, es indispensable para la realización del acta. Otra condiciones son: la presencia del tutor, la presencia de la mujer, testigos...etc.
“No hay casamiento sin el tutor, la dote y los testigos.”
La fórmula del acta: son las palabras de aceptación del tutor o de la mujer, dependiendo del estado civil de la mujer; y del futuro marido. El hombre que quiere casarse pide al tutor de la mujer que le dé a su tutelada: “Deseo que sea Fulana mi esposa” y el tutor a su vez, responde: “Te caso con mi hija o sobrina...” (O lo que proceda).
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Exhortación a los contrayentes
Antes de la celebración del matrimonio se preparaba convenientemente a los contrayentes; para lo cual el alfaquí les ilustraba, por medio de una exhortación, acerca de los impedimentos que acaso pudieran existir entre ellos, y de los fines con que debían disponerse a abrazar el nuevo estado. Primero se le dice al hombre, a la mujer se le debía exhortar de la misma manera que al varón, y preguntarle si, para contraer, tenía licencia de su padre o tutor; si contestaba negativamente, no podía proceder a casarse. La mujer viuda no necesitaba de tal licencia.
Cuando los contrayentes afirmaban obrar conforme a su voluntad, se procedía a tomarles juramento. Después de que los contrayentes habían prestado juramento, les decía el que se lo tomaba:
“Si bien juráis, Alá es testigo y él os dé su gracia. Asimismo, si mal juráis, Alá os destruya y no os dé su gracia.”
Seguidamente leía el tutor la Azora XXXVI del Corán, la que comienza de esta manera:
“Ya, sin, ¡Juro por el Corán sabio!
Cierto, tú estás entre los enviados,
En el camino recto...”
Con lo que se terminaba la celebración del matrimonio.
LA POLIGAMIA
El Corán reacciona contra la pluralidad ilimitada de mujeres que prevalecía en los antiguos usos arábigos, para mantenerla dentro de ciertas limitaciones. Establece que el número máximo de esposas legítimas de un musulmán sean cuatro. Ese derecho del varón presenta no obstante algunas reservas: si teme que no podrá mantener adecuadamente a sus mujeres legítimas, deberá contentarse con desposar a una sola, aunque sí podrá tomar un número ilimitado de esclavas y concubinas:
“Casaos con la mujeres que os gusten, dos tres o cuatro. Si teméis no ser equitativos, casaos con una o con lo que poseen vuestras diestras, las esclavas. Eso es lo más indicado para que no os apartéis de la justicia.”
Con su experiencia humana, sin embargo, el Corán alude a lo difícil que le resulta a un hombre estar en condiciones de tratar adecuadamente a todas sus mujeres; esta circunstancia favorece la tendencia a la monogamia sin abolir el derecho fundamental a las cuatro mujeres legítimas:
“No podréis ser equitativos con vuestras mujeres aunque queráis. No os inclinéis por completo hacia la favorita y las abandonéis en suspenso.”
EL DIVORCIO
El Corán habla sólo del derecho del varón a disolver el matrimonio. No obstante, para poner freno a la ligereza y a la arbitrariedad de los casados irreflexivos y coléricos, el Corán empieza por reconocer a la mujer el derecho a la seguridad financiera, que garantiza su independencia relativa frente a las otras mujeres y que debe mitigar su situación tras un eventual divorcio:
“Las repudiadas tienen alimentos. Es deber para los piadosos.”
Además, el Corán regula la forma y condiciones del despido de la mujer en tal manera que representa asimismo una apelación al sentido del honor del hombre. Y así, para que el divorcio tenga efecto de un modo definitivo debe antes manifestar el varón por tres veces su voluntad de llegar al mismo. Una vez llevado a cabo, el varón no podrá volver a tomar a la mujer repudiada. Antes deberá ésta haberse casado con otro hombre y haber sido repudiada por él. Sólo entonces será libre de volver a casarse con su primer marido:
“El repudio con reconciliación posterior es lícito dos veces: reconciliación según está determinado, sin perjuicio o separación con favor.”
“Si él la repudia por tercera vez, ella no le es lícita después hasta que se haya casado con otro esposo. Si éste la repudia, no hay pecado para ellos si vuelven a reunirse, si creen que seguirán las prescripciones de Dios.”
La mujer legalmente repudiada, no podrá ser arrojada al momento de la casa del marido, a no ser que haya cometido fornicación:
“¡Oh, Profeta! Cuando repudiéis a las mujeres, repudiadlas al final de su plazo de espera. ¡Contad el plazo! ¡Temed a Dios, vuestro Señor! No las expulséis de sus casas, ni ellas salgan, a menos que hayan cometido una torpeza manifiesta.”
Sólo tras un cierto plazo de espera, que sirve para comprobar un eventual embarazo puede ser despedida:
“Las repudiadas se esperarán tres menstruaciones antes de volverse a casar. No las es lícito ocultar lo que Dios haya creado en su seno, si ellas creen en Dios y en el último Día. Sus esposos son más justos cuando las recogen en ese tiempo si desean la reconciliación.”
Durante este tiempo de espera habrá de ser tratada con decoro y bondad:
“Dad alojamiento a las repudiadas en dondequiera que os alojéis, según vuestros medios. No las menospreciéis con el fin de capitidisminuirlas. Si están embarazadas, gastad en su subsistencia hasta que den luz su carga. Si ellas amamantan a vuestro hijo, dadles sus salarios y consultaos según lo establecido. Si os es difícil llegar a un acuerdo otra mujer amamantará al niño.”
“Cuando hayan alcanzado el fin de su plazo, tomadlas según está establecido o sacadlas según está establecido. Den testimonio de ello las personas dotadas de entendimiento que hay entre vosotros.”
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Las bases del divorcio
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El marido y su mujer.
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La voluntad y el deseo de divorciarse.
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La no-obligación con amenazas.
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La fórmula.
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La necesidad del divorcio:
El Corán insiste para que quede la pareja unida, y que tenga mucha paciencia; hasta tal punto que se prefiere, antes de que haya ningún divorcio, asistan a la pareja en cuestión dos personas razonables y de buena fe, dos jueces, para intentar ayudar a que lo arreglen:
“Si teméis alfetemas entre los dos convocad a un juez de cada parte, si quieren los dos avenencia, que establezca Dios entre ambos.”
El divorcio, pues, en el Islam es la única solución forzada y obligada después de muchos esfuerzos por que el matrimonio salga adelante.
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Los derechos de la divorciada
El plazo de la repudiada antes de la decisión final de su marido es de tres menstruaciones, si ésta está embarazada, el plazo acaba cuando da a luz:
“Las repudiadas se esperarán tres meses antes de volverse a casar.”
“Si están embarazadas, gastad en subsistencia hasta que den a luz su carga.”
La mujer tiene derecho, si se encarga de amamantar y criar al niño a una parte proporcional de las ganancias del hombre, cantidad que entre los dos será decidida:
“Si ellas amamantan a vuestro hijo, dadles sus salarios y consultaos según lo establecido.”
El plazo es uno de los derechos de la mujer, es una obligación para el hombre, y durante este periodo de tres meses la mujer merece todas las atenciones y retribuciones sea cual sea su situación económica y sus bienes particulares; a no ser que haya cometido adulterio.
La mujer también puede pedir la disolución del matrimonio por mutuo consentimiento:
“Si teméis no poder respetar las leyes de Dios, no hay inconveniente en que ella obtenga su libertad indemnizando al marido.”
BIBLIOGRAFÍA
-
“El Corán”
Traducción de J. Vernet
-
KHOURY, Adel-Th: “Los fundamentos del Islam”
Ed. Herder
Barcelona, 1980
-
www.verdeislam.com
-
www.shia-islam.org
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Enviado por: | Blanca Rey-stolle |
Idioma: | castellano |
País: | España |