Arte


Introducción a la Estética


Índice

Prólogo 2

  • Inicio 3

    • ¿Qué es la estética? 3

    • Estéticas y bellezas 3

    • Estética universal 3

    • ¿Qué es el arte? 4

    • Conocer, sentir y hacer 4

    • El arte y las artes 4

    • ¿Qué es una forma? 5

    • Un organismo vivo 5

    • Un logro y un modelo 5

  • Formas 6

    • ¿Qué es una obra de arte? 6

    • Pura forma 6

    • Cosa y mundo 7

    • ¿Cómo se hace una obra de arte? 7

    • El arte a cámara lenta 7

    • Botánica del arte 7

    • ¿Arte o naturaleza? 7

    • Semejanzas 7

    • Diferencias 8

  • Personas 9

    • ¿Quién es el artista? 9

    • La aventura del arte 9

    • Huellas del arte 9

    • ¿Y el intérprete? 10

    • Un Príncipe Azul 10

    • Versiones e interpretaciones 10

    • ¿Y el público? 11

    • Primeros problemas 11

    • Lectores, críticos y entusiastas 11

  • Vida 12

    • ¿El arte o la vida? 12

    • Arte abierto y total 12

    • Arte, política, pensamiento, religión 12

    • ¿Arte en libertad? 13

    • Libertad y obediencia 13

    • Libertad y fidelidad 13

    • ¿Ética o estética? 14

    • El tocino y la velocidad 14

    • Ética para intérpretes y público 14

  • Fin 16

    • ¿Qué es la belleza? 16

    • La forma y la belleza 16

    • El muñón de Cervantes 16

    • ¿Ser o no ser? 17

    • Arte, verdad, ser 17

    • La creación 18

    • ¿Dios o el arte? 18

    • Arte y cristianismo 18

    • Dios, arte, belleza 19

    • Gloria 19

    Conclusiones 20

    Vocabulario 21

    Bibliografía 21

    Prólogo

    Hoy por hoy hay belleza por todas partes, y casi todos tenemos el privilegio de poder disfrutar de una buena obra de arte: ir a visitar una exposición, leer un buen libro, oír buena música, etc. El arte, se podría decir, se ha generalizado y extendido de una forma llamativa. Y es que la estética está de moda, se habla de ella en todos lados, aun siendo una ciencia relativamente reciente (aparece desde dos siglos atrás). La gente se refiere a la «estética» de un mueble, o llama estética a los centros de belleza. Y es que en los últimos años la belleza ha dejado de ser una ostentación y ha adquirido una innegable reputación.

    La pregunta que se plantea es: ¿Qué es la estética? Es difícil de contestar. Hay quien dice que necesitamos un poco de belleza todos los días para seguir viviendo... Tal importancia que se le da a la estética nos mueve a pensar que estamos ante un tema importante.

    Lo que se pretende aquí es presentar un estudio básico de la estética filosófica. Se partirá desde la fenomenología hasta llegar a la ontología del arte y la belleza. El trabajo se estructura con un Inicio, donde se darán a conocer algunos conceptos básicos sobre la estética y todo lo que le rodea. Luego vienen las Formas, que nos permitirán entrar en el mundo del arte y comprenderlo mejor. En el apartado de Personas veremos las perspectivas desde las que se puede ver el arte: el intérprete, el público y el artista, mientras que en Vida se tratará de la relación del arte con la vida humaba y la libertad. Y por último, en Fin se intentará responder a las preguntas de la estética. Para empezar a estudiar la estética es primordial tener clara la teoría. Una vez sepamos de qué trata esta disciplina, podremos empezar a comprender que es la estética.

    Inicio

    1. ¿Qué es la estética?

    Mucha gente confunde el significado de la palabra estética. Cierto es que también se les puede llamar “centros de estética” a los lugares especializados en embellecer el cuerpo, ya que una de sus definiciones en el diccionario es: «Conjunto de técnicas y tratamientos utilizados para el embellecimiento del cuerpo». Pero nuestro estudio va más allá de este sentido tan material de la estética

    Estéticas y bellezas

    Como bien decía antes, el significado de la palabra estética es muy diverso, existiendo varias definiciones. A las que hacen referencia a la belleza de un coche, de un tipo de música, de una peluquería, etc., podrían denominarse: estetiquillas, puesto que son parciales, pequeñas e individuales.

    Existe también otra estética, relacionada con la esencia y la percepción de la belleza y la fealdad. La estética se ocupa también de la cuestión de si estas cualidades están de manera objetiva presentes en las cosas, a las que pueden calificar, o si existen sólo en la mente del individuo; por lo tanto, su finalidad es mostrar si los objetos son percibidos de un modo particular (el modo estético) o si los objetos tienen, en sí mismos, cualidades específicas o estéticas. La estética también se plantea si existe diferencia entre lo bello y lo sublime. Esta es una estética general, universal y filosófica. Sería esta estética que intenta poner en acuerdo a todas las estéticas particulares, siendo así más extensa y abarcando más ampliamente todas éstas.

    Es muy común pensar en el arte cuando aludimos a la estética. El arte es la forma más cómoda para poder apreciar la belleza. Por lo que la estética en sí empezaría por ser una teoría del arte. Partiendo de este punto, intentaría ir más allá del arte, siendo una teoría primeramente ocupada del arte y de todas las artes, también buscando la belleza en lo natural. También se ocuparía de las «personas encantadoras», ya que también una buena acción, una virtud, o una personalidad pueden contener belleza. La estética nunca excluiría a ninguna persona, pues la perfección formal se hace presente en todos los seres humanos. En la estética también podría incluirse una belleza más universal, una belleza total que vaya más allá de una belleza puramente física o artística.

    Estética universal

    El origen etimológico de la palabra estética (del griego , sensible) está relacionado con aquello que hace referencia a los sentidos y a las sensaciones. Abarcaría todo lo sensible, emocional y sentimental, dejando de lado una belleza más inteligente o espiritual. Por eso hoy en día es más lógico pensar en una estética que englobe también las acciones, e incluso las acciones, siempre que contengan algo de belleza.

    Después de su fundación en el siglo XVIII, el origen de la palabra ha cambiado y ha ampliado su significado a otras bellezas más inmateriales y menos sensibles, ya que si no, ¿dónde estaría el lugar de la belleza de la libertad o del amor?

    Por lo tanto la estética abordaría dos ámbitos: el de las obras concretas y el de las ideas. Como filosofía que es, además engloba lo universal y lo particular al mismo tiempo. Por eso es un saber abstracto y especulativo, al igual que concreto y experimental en sus inicios. Se convierte la estética en un saber abierto y universal que se ocupa de todas las bellezas y que intenta conjugar todas las perspectivas posibles.

    Existen dos caminos para acceder a la estética:

    • Ascendente, va de los hechos a las ideas, de lo particular a lo universal, de la práctica a la teoría, a través de la inducción.

    • Descendente, iría en dirección contraria, por medio de la deducción.

    Ilógicamente, resulta más sencillo ir cuesta arriba: partir de lo que se ve y se dice sobre el arte y la belleza. Es una cuestión de método, en este caso inductivo.

    La estética no es sólo una parte de la filosofía, si no toda la filosofía que reflexiona sobre el arte y la belleza. Toda la filosofía desde sus múltiples perspectivas, mira a todas las bellezas y a todas las manifestaciones artísticas, y reflexiona sobre ellas.

    2. ¿Qué es el arte?

    Una difícil pregunta que alguna vez nos hemos planteado. No existe una definición exacta e universal, por lo que trataré aquí de exponer una definición que abarque todas las ya existentes.

    Conocer, sentir y hacer

    • La primera parte de nuestra definición sería que el arte seria visión, conocimiento, contemplación de lo divino y lo humano; un saber oculto del que solo pueden acceder un grupo de privilegiados. El artista puede considerarse un privilegiado que posee una sensibilidad más perceptiva y participa de un conocimiento puro: ve realidades ocultas e incluso profetiza sobre el futuro. La sabiduría y lo que el artista tiene en su cabeza serían importantes. El artista es ante todo un intelectual, un visionario.

    • La segunda parte abarcaría los sentimientos del artista. Lo fundamental serían los sentimientos que en él se vierten. El arte es un sentimiento y no puede haber arte sin emociones. El arte sería por tanto la expresión de ideas y sentimientos del autor.

    • La tercera parte de nuestra definición englobaría todo lo referente al hacer, por lo que el artista no sería tan sólo un intelectual o un sentimental, si no también un artesano, una persona que forma y hace una obra de arte con sensibilidad e inteligencia.

    «Conocer, sentir, saber hacer, hacer» sería el resumen de todo quehacer artístico. Habría que combinar cabeza, corazón y manos (como dijo J.R. Jiménez). Pero también hay que darle importancia al hacer, porque si no se hace, la obra de arte no existe.

    El arte y las artes

    La pregunta que hay que plantearse es, ¿Qué diferencia existe entre el arte y un arte?

    No toda manifestación estética debe ser arte, pues si todas fueran arte, nada sería arte de verdad. Hay muchos elementos que nos pueden atraer por su perfección y belleza, pero no quiere decir que lleguen a ser obras de arte. Para que se de esto, ha de buscar la belleza por encima de todo e ir detrás de la forma por la forma, y alcanzarla. Así diferenciamos entre hacer arte y hacer algo con arte.

    Solo el arte es arte. Solo en la obra de arte la forma es prioritaria y la belleza es una exigencia fundamental. Se busca la forma en sí misma. Por lo que hacer arte va más allá del realizar una bella acción o de hacer algo con acabado estético. El arte quiere ser, ante todo, arte.

    El arte no es algo independiente, asilado o solitario. Es solidario, y puede abarcar varias funciones, pero la función estética y artística debe predominar sobre todas las demás. El artista es, ante todo un enamorado de la forma y de la belleza.

    3. ¿Qué es una forma?

    Se habla de forma en muchísimas ocasiones: se procura guardar las formas, estar en forma, dar forma a algo... Forma es una palabra con renombre, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ella?

    Un organismo vivo

    Una forma es un organismo entero y verdadero. Se compara una forma con un organismo, por es en lo seres vivos donde se encuentra la unidad más profunda y perfecta entre sus partes: cada una de ellas está en función del todo. Así pues podemos encontrar una cierta vida en toda obra humana, artística o no. No es una vida biológica, si no una vida algo más inmaterial. Son formas un poema y una filosofía, un libro y un cuadro, un comic y un jardín japonés… Todas ellas son organismos perfectos, formas, y se puede decir que son hermosos.

    Estas obras vivas es lo que llamamos formas: una estructura perfecta dotada de «vida» propia, que es independiente y se basta a sí misma; es un «ser vivo», cuya «vida» se gobierna desde dentro. La forma sería por tanto un organismo vivo que tiene cada una de sus partes perfecta y armónicamente unidas.

    Un logro y un modelo

    La forma es algo inherente a la condición de forma el ser un logro: algo perfecto y acabado. Es algo orgánico, organizado, dotado de vida y sentido. Una forma es, por decirlo de alguna manera, la negación de la mediocridad. Por lo que, el hacer del arte es un acabar hasta lograr la perfección.

    Tan perfecto es el proceso que le ha dado lugar, que la forma resultante se manifiesta abiertamente al exterior: perfecta y cerrada en sí misma, la forma se abre al mundo y a todas las personas que se acerquen a ella sin prejuicios. La obra de arte es una obra abierta: quiere mostrar su perfección, su condición de logro. La forma, por tanto, al tener vida, nace, crece, se reproduce y da lugar a otras formas.

    Formas

    1. ¿Qué es una obra de arte?

    Una pregunta que quizás haya rondado por nuestra cabeza cuando visitamos un museo, o vemos una escultura o un cuadro de arte moderno, por ejemplo. Pero no podemos dejarnos guiar por una imposición de un criterio estrecho y determinado. En la respuesta a esta pregunta debe haber cabida tanto como para un kouro (escultura griega) como para un cuadro abstracto. Se podría decir genéricamente que una obra de arte es una forma.

    Pura forma

    Si una forma puede ser un elemento natural, un objeto, una persona, un sentimiento… ¿cómo se diferencia una obra de arte de una forma? La obra de arte es una forma pura, que busca por encima de todo su perfección estética. Por eso en una obra de arte se busca la forma por encima de todo, ya que ser o no ser arte depende de esta prioridad.

    Una verdadera forma pura es la que se expresa por si misma, y que su presencia aleja la atención de todo aquello que no es ella, y nos produce un respeto silencioso y misterioso. Se bastan ellas solas: bastan su sola presencia y su belleza. Pero por esta perfección y autenticidad la forma no puede caer en la irrealidad, en lo ideal. Las obras de arte son formas, además de puras, reales, que presentarán sus fallos y carencias, como cualquier ser viviente. No se trata de una forma idealista, donde no cabe duda la menor imperfección.

    Cosa y mundo

    Siguiendo nuestra definición, la obra de arte es una forma, un organismo, algo autónomo en medio del mundo, a la vez relacionado con todo lo que le rodea. Es una forma pura, la vez física y material también, pues sin “cuerpo” no hay “mente”. La materia es el punto de partida y la base sobre la que el artista puede construir su obra. Dada su importancia podemos decir que el arte no es algo etéreo e invisible, sino que consiste en plasmar en la materia esos sentimientos, sueños e ideas. La materia es totalmente necesaria para el artista, por lo que debe elegirla adecuadamente. De este roce con la materia surgirá el arte. La materia puede ser difícil trabajarla, puede resistirse, pero cuanto más difícil es una materia, más lejos y más alto llega el arte.

    De esta relación entre la materia y el arte podemos decir que será dicha relación la que permita diferenciar el arte de otras actividades como la ética o el pensamiento. Decía Goethe que la belleza artística es siempre material y sensible. Tal vez podría calificarse la siguiente actitud de materialista, puesto que el espiritualismo ha sido algo característico desde el Romanticismo. Pero el arte tiene que encontrar su propio cuerpo, dónde hacerse algo físico y real. Por lo que hay que tomar un poco de cada cosa: materia y técnica, junto con espíritu y sentimiento.

    Las obras de arte son meros objetos físicos, a la vez que criaturas espirituales salidas de las entrañas del artista. Parte de su alma se encarnará en materia, y de ahí surgirá la obra de arte. Pero antes que esta obra de arte “cobre vida”, ha de trabajarse y dedicarle tiempo. Son por tanto cosas físicas que contienen un mundo espiritual, ya que parte de la personalidad del artista se ve entregada en la obra de arte. De este modo, la obra de arte será la forma material que va impregnada de los sentimientos del artista.

    2. ¿Cómo se hace la obra de arte?

    El arte a cámara lenta

    En este apartado se intentará responder a como hacer una obra de arte, por donde empieza todo, cuál es el comienzo y en que consiste. Una idea, una musa, es lo que debe de aparecer en la mente del artista. La inspiración debe venir a él para poder empezar. Pero como han dicho varios artistas, de formas distintas, pero siempre apuntando a lo mismo, es que sin trabajo de nada servirá la inspiración. Para poder hacer una obra de arte se necesita sudor y esfuerzo. Una vez la idea inicial esté en la mente del artista, lo demás es todo trabajo. Hará bocetos en hojas sueltas, hasta llegar a lo que más se parece a lo que tenía pensado. Pero una vez estructurado y plasmado el pensamiento en el papel, habrá de llevar su obra a la materia. Quizás cuando termine su obra, habrá habido cambios con respecto a su idea inicial, pero serán para corregir los posibles fallos que pudiera haber. Cuando termina el artista su obra, habrá conseguido un logro, una forma pura, una obra de arte.

    Botánica del arte

    Pero tampoco podemos decir que todo el arte es trabajo. El arte nace, crece y se hace. Por eso decían que la idea de un artista era como una semilla, después esta semilla germinaba con el sudor y el trabajo del artista, y más tarde, la obra iría creciendo y adquiriendo calidad. Al final la obra poseerá fuerza y forma, hasta llegar a ser verdaderamente una obra de arte.

    Pero el artista no es un simple colaborador de su obra, y así muchos de ellos insisten en la complementariedad entre una composición artificial y un crecimiento natural de la obra. Esta nace y crece, a la vez que el artista la hace y <<compone>>. No podemos olvidar la ilusión, el trabajo y el esfuerzo, ni tampoco la inspiración ni la energía que guía los pasos del artista al hacer su obra. Arte y naturaleza, composición y crecimiento van perfectamente de acuerdo a la hora de hacer una obra de arte. En el artista se dan tanto la sensación aventura como el sentimiento de seguridad. El arte no estaría tan lejos ni competiría con la naturaleza: tan solo colaborarían.

    3. ¿Arte o naturaleza?

    Semejanzas

    • El arte se alía con la naturaleza. Si ponemos el arte humano en la naturaleza no rompe con el entorno natural. Un campanario o una torre puede encajar perfectamente con un paisaje, al igual que una pequeña aldea en medio de un valle. La obra de arte por tanto será una cosa entre cosas, por lo que existirá la armonía entre arte y mundo

    • Otro vínculo es el uso que el artista va haciendo de las formas naturales. El artista tomará elementos de la naturaleza para convertirlos en obras de arte. Las va combinando para dar lugar a su logro. Sería así una perfecta composición entre lo natural y lo artificial.

    • El arte se parece a la madre naturaleza, ya que decíamos que una forma es un organismo vivo. Goza de vida y unidad, en su armonía y movimiento. Ya no es tanto una semejanza como una solidaridad, un parentesco cercano entre lo natural y lo artístico.

      El arte imita a la naturaleza, como si el arte copiara las formas naturales, procurando hacerlas lo más parecidas a lo original. Por consiguiente, esta afirmación daría a enternder que solo vale el arte figurativo, mientras que el abstracto es una deformación de la realidad, a su vez dando a entender que cualquier imitación de algo natural tendría que ser necesariamente arte. Pero estas afirmaciones pueden resultar extrañas. Si se profundiza más, descubriremos que la sentencia clásica dice que el arte imita a la naturaleza, pero solo en su modo de obrar.

    La obra de arte se va formando de un modo parecido a como se desarrollan los seres humanos y la naturaleza en general. Y el resultado también será similar a un organismo, a un ser vivo. La relación entre el arte y la naturaleza se ve ahora con más claridad, y es más profunda e importante de lo que pudiera parecer a simple vista.

    Diferencias

    • La vida de la obra de arte no es la de un ser vivo. La artística es una vida menor, más imperfecta y menos libre que la natural, aunque eso sí, más duradera. La obra eterniza a su autor, a pesar de haber recibido la vida de él.

    • La obra de arte depende de modo inmediato de las personas, mientras que las cosas de la naturaleza son autónomas. La obra de arte no tendrá sentido si no es vista por alguna persona. Es cuando tendrá mayor importancia y no será solo una cosa.

    • La obra de arte constituirá un mundo interior y personal: el de su artista, sus intérpretes y su público. La obra de arte esperará siempre ser apreciada por personas. Por lo que la obra de arte es una cosa entre cosas rodeada de personas. Aquí es donde el arte supera a la naturaleza, incapaz ésta de tener un mundo interior.

    Se deduce de todo esto que el arte es distinto de la naturaleza. No deben equilibrarse ambos mundos, aunque el arte imite como obra la naturaleza. Y el simple hecho que éste trate de obrar como la naturaleza pone en clara evidencia sus diferencias.

    Personas

    Ahora nos centraremos en aquellas personas que forman parte del proceso artístico: el artista, el intérprete y el público. El estudio se complicará ligeramente, ya que tendremos que tener en cuenta la libertad y a la persona ante todo. Además, tenemos que saber que la estética, además de ser naturalista, es una estética personalista y existencial.

    1. ¿Quién es el artista?

    El artista, según la opinión pública, es un ser extravagante y excéntrico, además de simpático. Son personas que hacen cosas un tanto extrañas, pero a la vez geniales. No podemos prescindir de ellos, ya que además de raros son gente corriente: son personas.

    La aventura del arte

    No son seres divinos, ni semidioses, tan solo personas que empiezan, corrigen, tachan, vuelven a empezar, intentan y finalmente y con un poco de suerte consiguen realizar una obra de arte. No son tan solo genios, pues antes han tenido que distinguirse como buenos artesanos y trabajadores de la forma.

    Son muchos los artistas que se han tenido que exponer al exceso de trabajo, pudiendo causarse perjuicios a sí mismos, como en el caso de Miguel Ángel con la Capilla Sextina. Y así muchos más. Se puede decir entonces que el arte es un mundo lleno de esfuerzo y peligro, y que el artista es la persona que se implica en la aventura de hacer arte. La persona es la que tomará la iniciativa de asumir los riesgos y por tanto llegar a la gloria… o a la vergüenza. Pero para llegar al logro hay que trabajárselo e intentarlo: “sin intentos no hay logros”. Y a pesar de todos los planes anteriormente hechos, el artista corrige y vuelve a inventar lo que quiere hacer, ya que el hacer del arte es un hacer repetidamente inventivo y creativo. No basta con saber hacer arte, hay que intentarlo una y otra vez hasta llegar al logro.

    No se puede establecer una única ley general para todas las obras de arte: cada obra es diferente y el artista la va haciendo sobre la marcha, a la misma vez que ésta se va haciendo por sí sola. Pero esto se dará tan solo si el artista lo intenta, es constante y se pone manos a la obra, y tras muchos esfuerzos se llegará al logro: la obra de arte.

    Huellas en el arte

    Cada artista tiene su identidad y su personalidad, y siempre la deja plasmada en su obra de arte. Es por eso que podemos afirmar que “El arte es personal e intransferible”. A simple vista podemos adivinar a quién pertenece un cuadro, una poesía, una película… si conocemos bien el estilo del artista. Este plasma su huella personal en cada obra,

    La obra de arte es una cosa material que contiene a su vez un lado espiritual que procede directamente del artista. Podemos afirmar que “el estilo es el artista”. Una obra artística puede sugerir ideas a la vez que también puede decir mucho con tan solo el modo de describir un objeto, de interpretar un personaje, o tocar una pieza musical. Es éste el mundo de la variedad de estilos, que depende de la infinita diversidad de personas que trabajan en el mundo del arte.

    Decíamos antes que la obra de arte tiene un lado material y otro espiritual. Estos se unen gracias a la persona. El alma y la personalidad del artista se plasman en cada obra a través de su estilo. En arte ser y decir son una misma cosa. El artista va diciendo al mismo tiempo que va haciendo su obra.

    Todo en arte dice, comunica, significa; no existen por tanto, detalles insignificantes. No hay arte impersonal, El arte habla del mundo y de ese submundo del artista.

    2. ¿Y el intérprete?

    Refirámoslos ahora a la interpretación del arte. Últimamente, la hermenéutica y la teoría de la interpretación se han impuesto como una moda intelectual o periodística. El punto de partida de toda esta moda hermenéutica era curiosamente la estética; y el modelo propuesto, un músico que interpretaba una determinada partitura. Cobraba así importancia no solo el compositor, si no también la del intérprete.

    Un príncipe azul

    ¿Quién es entonces el intérprete? Otra persona ante la misma obra: alguien que colabora estrechamente con el autor, como un intermediario que hace llegar la obra al gran público. El autor y el intérprete establecen entonces una intensa y fecunda colaboración que permite acceder a esa obra. Gracias al intérprete se ha «despertado» la obra de arte, y ahora se muestra viva y bella ante la mirada atónita de los espectadores.

    Se plantea unas preguntas, con respecto al tema de la vida de la obra de arte, como decíamos en otro apartado. ¿Estará la obra de arte inacabada y lo que hace el intérprete es complementarla o, está ya acabada y el intérprete continúa y prolonga la vida de la obra de arte? ¿La obra está muerta y resucita cuando el intérprete la ejecuta?, ¿o bien está ya viva, y el intérprete tan solo la hace despertar de un largo sueño? La obra de arte, si es tal, estará ya viva y acabada; aunque también es cierto que tiene también una «segunda vida» más plena en estado latente, que solo alcanzará con una posterior interpretación. Así, la obra de arte reclama la interpretación, es más, la exige.

    Es por tanto acertado afirmar que la obra de arte en sí no depende de otras personas, ni siquiera del propio autor. Una obra puede vivir mientras el autor ya esté muerto, Esa misma obra de arte tendrá una mayor vida y un mayor sentido cuando se presente y se manifieste ante otras personas.

    Versiones e interpretaciones

    ¿Podría darse una superación de la obra original por parte de la copia? Si se podría dar esa posibilidad: todo depende de la calidad de la versión. Por ejemplo, una obra literaria y su adaptación al cine son dos obras distintas, y no solo dos interpretaciones de una misma obra. La interpretación hace presente una misma obra, siempre y cuando el intérprete no la traiciones. La vida misma demuestra que caben muchas buenas interpretaciones, siempre y cuando se respete la verdad íntima de tal obra de arte. ¿Qué interpretación será la correcta entonces? La que sea fiel y libre, pues el intérprete ha hecho suya la obra. Se debe buscar un equilibrio entre la libertad y la fidelidad. Por eso lo que se pedirá al intérprete es que comprenda la obra a fondo, para poder hacer después su interpretación personal.

    Pero también puede suceder que la personalidad del intérprete intenta eclipsar incluso al mismo autor, y a su obra. Son casos de traición. Caben infinitas interpretaciones verdaderas, pero también infinitas falsas. El artista se encuentra ante un equilibrio inestables, y lucha por mantener su fidelidad, si dejar de lado su propia huellas personal.

    La obra de arte y la personalidad del intérprete deben respetarse y potenciarse mutuamente. La obra de arte vive dentro de aquellas interpretaciones que son fieles y verdaderas. El intérprete debe estar abierto a la obrad e arte en sí, para no traicionarla. No caben interpretaciones totalmente únicas y objetivas. La buena interpretación por tanto será aquella que sea expresiva y revelativa, al mismo tiempo: en ella estarán presentes la libertad, la iniciativa, y la personalidad del intérprete, a la vez que se nos revelará la obra de arte tal y como ella es.

    3. ¿Y el público?

    No siempre el público se ha visto involucrado en el proceso artístico verdaderamente. Pero ahora todo el mundo habla de comunicación y de complicidad con el público. Éste ha entrado definitivamente en escena.

    Primeros problemas

    Si los artistas ya tenían que soportar las comentarios de los críticos, ahora tienen también que enfrentarse con todo el público. Pero eso sí, hay que considerar al público como un conjunto de personas, cada una con sus gustos y sus preferencias y opiniones. Cada uno lo ve a su modo, y lo único que se espera es que tal vez sea posible llegar a un acuerdo. Al ser distinta cada persona del público se presentarán distintas perspectivas o modos de ver: se tratará de una interpretación personal de la obra de arte. Pero no significará relativa o arbitraria. Entonces, la persona será la mejor vía de acceso a la obra de arte.

    La persona es vista en clave positiva: la persona del público es alguien que es capaz de acceder con respeto a la obra: conocerla, encontrarla y entablar un amigable diálogo con ella. La obra de arte es abierta: permite al lector, oyente o espectador acercarse a ella, sin que esta se cierre o caiga en un exacerbado mutismo, en excesivas timideces. En teoría la obra de arte se ofrece y entrega al público. Una obra de arte admite infinitas interpretaciones y modos de recibirlas.

    Lectores, críticos y entusiastas

    El lector degusta, disfruta y siente la obra de arte, mientras el crítico la analiza y razona sobre ella. El resultado sería que el lector es estúpido, mientras los únicos listos son los críticos. En realidad, el público, tanto crítico como lector, es a la vez un poco filósofo y algo artista. Para conocer hay que amar, y el amar empieza por el gustar, aunque no se quede ahí. El gusto puede ser también considerado en su acepción positiva, pero no todos son buenos. El tiempo es el mejor crítico, ante una belleza evidente, todos se ponen de acuerdo, pero ante ciertas obras maestras, uno solo puede manifestar su aprecio y admiración.

    Entra entonces en acción el llamado entusiasta, que disfrutaría con pasión de la obra de arte, volviendo una y otra vez a su belleza. Nuestra imagen ha alcanzado plenamente la obra de arte, y ahora ya podemos descansar y disfrutar: contemplar. Son momentos de auténtico placer estético. Pero no es un placer destructivo; esta noción de contemplación supera a la del simple consumo de la obra de arte. Podríamos decir que hacer obra de arte exige su tiempo.

    Vida

    En este capítulo nos adentraremos en la dimensión existencial del arte. La primera cuestión será la relación que existe entre el arte y la vida. Después buscaremos respuesta al papel que cumple la libertad en el mundo, y finalmente veremos la relación entre ética y estética.

    1. ¿El arte o la vida?

    Esta es la pregunta que se plantean alguna vez los artistas, ya que no pueden concebir la vida sin el arte. Es así entonces cuando aparece la figura del esteta, el defensor del arte por el arte por encima de todo. Esta persona lo reduce todo unilateralmente a su problema estético dejando de lado cualquier otra faceta de la existencia. En el lado opuesto se encuentra el moralista, aquel artista demasiado comprometido que se le olvidó ser artista para hacer política, convertirse en pedagogo o hacer apología de él mismo y de sus propias ideas.

    Se plantea entonces la siguiente cuestión: ¿Se da un dilema irresoluble entre el arte y la vida, o se podría apostar también por el arte y la vida?

    Arte abierto y total

    El arte estará abierto a todo, aunque deberá ser igualmente arte, antes que nada. Todo en la persona guarda relación con todo: ética, educación, juego, política, ciencia, arte… Todo tiene que ver con todo. La persona es una unitotalidad: una totalidad y unidad a la vez. Por esa unidad debe haber una colaboración y un entrelazamiento entre las distintas actividades humanas, aunque existan prioridades entre ellas. Que haya una actividad con mayor prioridad no lleva a que las demás se vean olvidadas: tan solo las subordina.

    Será entonces un arte solidario y totalmente abierto: habrá arte en todo y para todo. El arte se abrirá a la vida al igual que ésta se ha abierto al arte. El arte debe ser siempre arte, y este es el significado de la expresión arte total. Trata una vez más de diferenciar hacer arte de hacer algo con arte. La actividad predominante en el arte debe ser la artística, aunque haya cabida también para cada una de las actividades humanas. Por que sino es así, dejaría de ser arte para convertirse en un arte. Por tanto el arte colabora con todo, sin dejar de ser arte.

    Arte, política, pensamiento, religión

    La relación entre el arte y la política dista muchos años atrás. En muchas ocasiones los artistas han querido reflejar sus ideas políticas en sus obras (Neruda, Einsenstein); y otras veces han sido los propios políticos y el poder en general el que ha tomado el arte para ayudar a transmitir su mensaje político. Con el arte, dicho mensaje se hace más de manifiesto, más obvio y más contundente. Por lo tanto, se pueden poner en práctica arte y política. Pero uno tiene que saber realmente la prioridad que le va a dar a cada una de estas actividades.

    También el arte guarda relación con la filosofía. Sería este un arte de pensar. Muchas obras filosóficas poseen una gran calidad estética, de igual manera que también existen muchos artistas a los que además de artistas se les propone como pensadores (Rembrandt, Homero). Tanto el arte como la filosofía llegan ambos a lo más alto del ser, aunque por caminos distintos (afirma Heideger).

    También el arte y la religión se alían, buscando el mismo fin: la belleza y la Belleza. El arte y la religión se encuentran unidos en el llamado arte sacro: que siempre sea arte verdaderos, y a la vez sagrado, más cercano a Dios.

    En algunos casos el arte puede dejar de ser arte para convertirse en filosofía, política y religión. Hay veces que unas obras de arte son al mismo tiempo política, pensamiento y religión, casos tales como las obras de Shakespeare, Calderón de la Barca, Pedro Salinas, Neruda…

    2. ¿Arte en libertad?

    “El artista es un loco, un bohemio” y “Arte libre”, dos mitos del arte. Sin embargo, cuado nos acercamos a la vida del artista, podemos ver que muchos de ellos son metódicos, rigurosos y sistemáticos. Y se plantea el artista, ¿he renunciado a la libertad para entregarme al trabajo?

    Liberta y obediencia

    La persona -y por tanto, el artista- se fundamenta en el ser y en la libertad. Así que el punto de partida es un personalismos ontológico, una antropología metafísica, en definitiva, una filosofía del ser, la persona y la libertad. El artista contará con algo que le ha sido dado previamente, pero deberá elegir y arriesgarse, escogiendo tan solo una de todas las posibilidades que se le ofrecen, por lo que podrá poner en juego la libertad.

    Hay una ley interna para cada obra de arte que el artista tratará de seguir, y que podrá elegir libremente. Si la acepta, acertará. Así, el artista se moverá entre la ley y la libertad, la orientación y la aventura, la disciplina y la iniciativa personal. Y por extraño que parezca, los artistas son los primeros en obedecer. Pero, ¿obedecer a qué y a quién? A la obra de arte, a la técnica y al lenguaje que cada artista emplee. Además el artista estará obligado a cumplir algunas normas, reglas y demás. Tiene que aprender despacio, repitiendo una y otra vez. Y finalmente se verá entre la imitación y la originalidad. Podrá optar por uno de los dos extremos, pero siempre dependerá del otro, y a esto se le puede llamar obediencia.

    El inevitable compromiso del artista será obedecer y seguir siendo plenamente libre. Tener menor libertad aparente para llegar más lejos, y alcanzar mayor libertad real.

    Libertad y fidelidad

    Cabe muchas interpretaciones fieles y libres de una obra de arte, pero ¿qué ocurre con las distintas versiones de una obra, realizada cada una de ellas por personas y personalidades distintas? Pongamos por ejemplo una traducción. Para algunos todas la traducciones son traiciones; otros afirman que las traducciones son hermosas e infieles, o feas y fieles (como las mujeres, comentario machista por parte de este grupo). Y otro sector opinian que en las traducciones, niegan todo ejercicio de personalidad y preconizan un ejercicio literal y purista de la traducción. Según ellos, al traductor se le ha negado la más elemental libertad creativa.

    ¿Y no es posible que existan traducciones libres y fieles al mismo tiempo? Sí: existen excelentes versiones en otras lenguas de algunos textos, sin que esto haya supuesto traicionar el texto original. Caben, por lo tanto, traducciones fieles y hermosas, aunque, evidentemente, suponen un ejercicio de la libertad más difícil que el de sus vicios contrarios: la fealdad y la infidelidad.

    Otra cuestión sería la del público, si tendría que renunciar a su libertad y a su personalidad para poder entender la obra de arte tal como ella es, o por el contrario se podría combinar ambas instancias: libertad personal y fidelidad a la obra de arte. Existe entre estas cuestiones un difícil equilibrio. Uno no debe dejar de ser libre para entender una obra tal como ellas es. Cada persona del público no debe dejar de ser ella misma para enternder la obra de arte en sí. Su propia personalidad puede ser una vía de acceso a la obra de arte. Esto supone un complicado ejercicio de libertad, ya que cualquier error puede suponer una caída al vacío. A veces puede suponer mucho tiempo e incluso varios intentos fallidos entrar en una obra de arte despacio. Pero se debe intentar, y finalmente la búsqueda culminará en un hallazgo. Con cuidado y a base de repetidos intentos, el intérprete y el público han logrado alcanzar fielmente la obra de arte, ejercitando plenamente su libertad.

    3. ¿Ética o estética?

    A primera vista no tienen nada que ver. La doctrina del arte por el arte nos privaría entonces de multitud de obras como las de Quevedo, Shakespeare, Emerson… Es decir, que la cuestión no es tan sencilla.

    El tocino y la velocidad

    En el nivel de obrar, ética y estética son dos cosas muy distintas y distantes, pero en la vida misma resulta que estos dos extremos aparentes se tocan. El arte tiene que ver con la vida, y la ética con la estética, a pesar de sus evidentes diferencias. El artista irá resolviendo sus propias perplejidades éticas al hacer su obra.

    Pero, ¿Cómo se relacionan arte y moral, ética y estética en el trabajo artístico? En primer lugar por la profesionalidad. Será la primera exigencia ética, el compromiso personal con su trabajo. El artista será un perfeccionista, y lo primero que deberá hacer será trabajar, y trabajar bien. Incluso la improvisación y el divertimento aparentemente más leves levan detrás muchas horas de trabajo duro.

    El segundo elemento que los relacionará será la cuestión de la responsabilidad del artista. Es más bien ya conocido que el artista ejerce una influencia sobre su público: el arte es un privilegiado medio de educación y comunicación. El artista, por lo tanto, debe hacerse también cargo de ello y ver las consecuencias que puede tener su arte. La verdad y la cultura han llegado muchas veces al gran público gracias al arte. No existe arte neutral, ya que el artista debe ser consciente de los efectos que puede producir su obra: tiene que asumir esa responsabilidad.

    Es inevitable que aparezca en la obra de arte las convicciones éticas y existenciales del autor. En su obra puede verse su concepción de la vida, su personal visión del mundo. Pero tampoco podemos caer en el moralismo. Se trata de pasar entre el esteticismo y el moralismo, no se debe hacer del arte apéndice de la ética, ni darle un protagonismo exagerado que no le corresponde. El arte es un poder fascinante, pero la vida es más amplia. Hay que triunfar, por lo tanto, en todo: en el arte y en la vida. Arte y vida, ética y estética, pueden y deben potenciarse mutuamente.

    Ética para intérpretes y público

    Debido a la necesaria pluralidad de interpretaciones, cada intérprete deberá acoger todas las demás interpretaciones que sean auténticas. Es cierto que no todas las interpretaciones serán verdaderas. Por tanto, el respeto del intérprete por el resto de las interpretaciones se dirigía a pleno título solo a aquellas que sean verdaderas. Como es lógico, dilucidar si una interpretación es buena o mala, verdadera o falsa ofrecerá más de un problema. A eso se añadirán las convicciones éticas y existenciales del intérprete.

    En lo que al público se refiere, se podrían sugerir condiciones análogas a las del artista o el intérprete. También a él se le exigirá respeto y atención, esfuerzo y dedicación, una cierta seriedad. Después de un apasionamiento inicial, al final se le pedirá un cierto sosiego y ecuanimidad. Deberá llegar un poco más allá de los gustos personales. Además a esto se añade el problema de la valoración ética, que será inevitable bajo todos los puntos de vista al afrontar una obra de arte.

    La ética personal influye también en la valoración de la obra de arte. Cuando afrontamos una obra de arte que no coincide con nuestras ideas éticas, experimentamos una sensación agridulce, que podría justificar un rechazo personal de tal obra, aun reconociendo sus logros artísticos. Por el contrario, cuando nos hallamos ante una verdadera obra de arte que refleja nuestros propios criterios éticos, la sensación de plenitud que sentimos es sensiblemente mayor. Nos encontramos ante un «arte mayor».

    Fin

    Llegamos en este capítulo al fin de la parte teorica en un doble sentido: se acaban las preguntas a las que responder, y también llegamos a esos últimos motivos que rigen el mundo del arte y de la belleza. Abandonamos por tanto la fenomenología y la antropología para abordar ahora una misma perspectiva ontológica e incluso teológica. Terminaremos de este modo con honduras ontológicas y alturas teológicas.

    1. ¿Qué es la belleza?

    «El ideal de belleza de un sapo es… ¡una sapa!». Se justificaría así la postura de: en lo que a belleza se refiere, no existe un único criterio; todo es relativo, vale todo. De igual manera, Cervantes calificaba de hermosa la herida que tenía en su brazo izquierdo, pues se fijaba en el heroísmo con el que sufrió la herida. Por tanto, ¿existe de verdad la belleza, o es simplemente una percepción subjetiva?

    La forma y la belleza

    Según el diccionario, la belleza es la propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas. Para mucho este término resulta sospechoso de tener ciertos fines metafísicos. Se dice que nunca se acaba de saber que es realmente la belleza. Por eso se ha preferido hablar mejor de la forma, un término más tangible y concreto que el de belleza.

    La estética que se propone aquí es más bien una estética de la forma entera y verdadera, y no una estética de lo sublime, lo etéreo. Pretendemos pues ver la forma en su intrínseca unidad. Desde esta perspectiva integradora, el termino forma no es compatible con el de belleza, ya que la forma no se queda en la pura materialidad. Puede ser también espiritual y metafísica. Por el contrario, la belleza puede ser material y pertenecer a la materia. Quedarían de nuevo enfrentados materialismo y espiritualismo, forma y belleza. Será conceptos físicos y metafísicos a la vez: válidos tanto para la materia como para el espíritu. Aunque los teóricos de la estética desprecien el término belleza, a los artistas los sigue fascinándolos y no les importa nombrarla.

    El muñón de Cervantes

    Al leer despacio la estética clásica, se llega a la conclusión de que dicha doctrina no está necesariamente en contraposición con los presupuestos de la estética moderna. Dice la estética clásica que la belleza se encontraba en aquellos entes que reúnen tres características:

    • La perfección. Afirma que es bello aquello que ni le falta ni le sobra nada.

    • La proporción. Deben estar dispuestos, las partes o componentes, de un modo armonioso y proporcionado .Cada parte debe mantenerse en directa relación con el todo, sin destacar ni desentonar.

    • La claridad. Al proyectarse al exterior la forma y su perfección, surgen el atractivo y la belleza que tanto nos llaman la atención. La perfección de una forma se hace notar y se manifiesta al exterior y emite una especie de aureola de prestigio que hace de aquello agradable a la vista y a la inteligencia.

    Toda forma se expresa, se manifiesta y se declara como tal, por tanto, ¿Cómo conciliar la forma con claridad? Toda cosa física y material tiene también una claridad. La claridad sería, pues, el brillo de la forma. La forma, por medio de su brillo, sería también bella.

    Sin embargo, la forma no pone especial énfasis en esta característica. La belleza no reside solo en una de estas tres características, si no en las tres. No podemos olvidar la claridad, ni tampoco darle excesivo protagonismo. Las presentes características tradicionales de perfección, armonía y claridad no se contraponen a las modernas y al concepto de forma. Ambas estéticas -clásica y moderna- encuentran unos puntos de entendimiento y la posibilidad de complementarse mutuamente. La forma sería también bella.

    Por tanto podemos decir que ni la belleza es totalmente subjetiva, ni se reducirá a lo que se entienda como tal. Es cuestión de vista y de inteligencia descubrir dónde hay belleza. Y las características siguientes no podrán ayudar: logro y perfección, armonía y organicidad, de ser modelo y desprender una cierta claridad…

    2. ¿Ser o no ser?

    La presente estética gira entorno a la naturaleza, la persona y el ser. Veremos que se puede poner en contacto de igual modo con el ser o con la nada. Y de su elección dependerá el lugar que ocupe su arte en el mundo . El arte nos pondría en relación también con la dimensión más íntima de la realidad. Nos adentramos pues, en la ontología del arte.

    Arte, verdad, ser

    Toda obra de arte era una epifanía del ser, un lugar donde el ser y la verdad se manifiestan al mundo. El arte tendría una dimensión reveladora que haría referencia a principios más universales. Las obras de arte son también epifanías no solo de la belleza, si no también del arte y de la verdad. Aunque también pueden hacer presentes las mentiras, la nada e incluso la fealdad.

    La persona puede entrar en contacto con el ser libremente y por medio de su obrar, También el arte o la estética pueden hacerlo, de modo análogo a como los pueden alcanzar la ciencia o la filosofía. Cualquier actividad humana, por tanto, podría alcanzar el origen gracias a la especial vinculación que existe entre el ser y la persona. Si el arte está relacionado con el ser, la obra de arte lo estará con el bien, la verdad y la belleza. Belleza, verdad y bien están unidos en el ser, aunque no necesariamente en el obrar, pues nuestra libertad está por medio. Si el obrar se alía con el ser, se logrará difundir y ampliar esa unidad originaria. De aquí surge la relación entre arte, vida y ética. El ser es uno a nivel metafísico y el arte puede ser igualmente uno en la vida misma, si la liberta está de acuerdo y colabora.

    En el ámbito del ser, cabría asimismo una gradación en el arte, pues no todas las obras están al mismo nivel. Existen tres niveles:

    • El arte predominantemente técnico, cuya principal virtud consiste en el virtuosismo y en el dominio de la técnica y un lenguaje

    • Un arte más significativo, que expresa de modo perfecto una época y una determinada personalidad: la de su autor.

    • Un arte que llegaría hasta la revelación del mismo origen de un modo más pleno: se dirige así no solo a la belleza, sino también al ser, al bien y a la verdad.

    Como es evidente, no todo el arte tiene el mismo valor a nivel estético ni existencial ni ontológico. Hay arte que vale más, y arte que vale menos. Además, la interpretación y la recepción de la obra de arte conllevarían también un ejercicio de discernimiento para descubrir aquello que se nos dice en la obra de arte sobre el origen. El intérprete se habrá de mover de igual modo entre el origen y la libertad, descubriendo y dejando ver los rastros de ser y verdad, que se pueden ir descubriendo en esa obra.

    Concluyendo: a pesar de que belleza, verdad y bien están unidos, en el orden de obrar se ve que la cosa no es sencilla: existe el riesgo del mal, de la nada, de la mentira, de la belleza demoníaca. Es el inquietante misterio de esa libertad tan ambigua, que hace de la belleza algo igualmente ambiguo.

    La creación

    El arte será es sobre todo comunicación. Tendría lugar cuando se estableciera la relación entre el artista y su público, con la intervención de una serie de intérpretes o intermediarios. La obra de arte sería igualmente un privilegiado medio de comunicación de ideas. Pero no se puede reducir el arte a mera comunicación. Por debajo de ésta, está la obra de arte y, más allá se encuentra todavía el origen, el ser. Por eso la obra de arte es una presencial real, una realidad que hace presente el ser.

    El arte se emparentaría también con el origen de todas las cosas. No en vano, algunos artistas hablan de sus obras como de las criaturas de sus entrañas, y se refieren al inicio y desarrollo de éstas como un verdadero proceso de gestación. Y así el arte supondría un acto creador. El artista es tan solo un mortal que da a luz a la criatura de sus entrañas: a su obra. Además tiene la capacidad de crear un ser nuevo, distinto de todos los demás. Crea todo un mundo a partir de un objeto inerte. El artista siempre necesita una materia preexistente: forma a partir de una determinada materia.

    Por eso, el artista debe reconocer su altísima dignidad al imitar a Creador, Dios. Además ha de darse cuenta de que existe por encima de él un primer Figurador, el Origen de todas las cosas. El artista puede asumir la alta responsabilidad de continuar la Creación, perfeccionando este mundo y haciéndolo más bello.

    3. ¿Dios o el arte?

    ¿Dios o el arte? ¿O Dios y el arte? Se plantea aquí una de las ultimísimas cuestiones sobre el arte y la belleza, que no podemos obviar, pues de esta elección depende todo. El cristianismo no propone soluciones extremas, sino que pretende unir y conciliar.

    Arte y cristianismo

    ¿Y por qué el cristianismo? ¿Por qué no mejor el islamismo o el budismo, por ejemplo? También se podría hacer de este modo, pero lo veremos desde el cristianismo, porque es donde se ha dado mayor desarrollo del arte y un mejor aprecio hacia la belleza.

    La historia del arte ha tenido numerosos encuentros con el cristianismo, gran parte de ellos realizados con notable acierto. La fe ha sabido aliarse con el arte y encarnarse en la materia. Pero según dicen los entendidos que esta alianza entre arte y cristianismo se irá debilitando progresivamente sobre todo en dos frentes:

    • En el arte sacro, que irá perdiendo la calidad y esplendor que se apreciaba en otras épocas

    • Los artistas irán dejando, en algunos casos, de ser cristianos, y influirá en los ámbitos de la actividad artística.

    Dios, arte, belleza

    ¿Qué verdades propone el cristianismo al arte?, ¿Qué nos dice sobre la belleza? El mensaje cristiano contiene una información sobre todas esas realidades que sería imposible de alcanzar de otro modo, es decir, contando únicamente con la inteligencia o la imaginación. La fe nos habla de esos secretos de Dios desvelados a los hombres, que no irán en contra en ningún momento de lo que dicta el sentido común. Será esta estética, pues, mundana, humana y cristiana a la vez.

    Por ejemplo, hemos hablado ya algo sobre la idea de la Creación en el cristianismo, pero también podemos ver cuál será el influjo del concepto de encarnación en los conceptos del arte y la belleza. El hecho de que el Hijo de Dios asuma la carne humana, trabaje y hable con nuestras palabras, revolucionará toda la vida humana, y la del arte también. Es algo que no podría haber imaginado ningún artista o filósofo.

    Gloria

    Estética, ascética y mística pueden darse juntas y no será difícil pasar de la experiencia estética a la mística y a la oración, o descubrir la belleza en ese dolor resucitado y convertido en belleza. Jesucristo, el Espíritu Santo, la Virgen María, los ángeles, los santos y el cielo cristiano, entre tantos, constituirán una belleza cristiana.

    Jesucristo es la belleza muerta y resucitada, el Espíritu santo será bello porque embellece nuestras almas de un modo inefable. La Virgen ha sido definida como la totalmente hermosa, no sólo física, si no espiritualmente también. Los ángeles y los santos nos atraen por la belleza que desprenden y por la luz que Dios ha puesto en sus vidas, y el Cielo constituirá de este modo todo un espectáculo de belleza. Y además, en él, contemplaremos la mayor beldad: Dios. Por eso los cristianos están llamados a la Belleza más total y absoluta.

    Conclusiones

    Gracias a este libro, Introducción a la estética, he podido acercarme más al mundo del arte y de su pensamiento propio, la estética. Antes de leer este libro tenía la impresión de que la estética era lo que comúnmente conoce la gente como estética: la cosmética y la belleza en términos muy materiales. Pero ahora se que la estética es toda la filosofía que reflexiona sobre el arte y la belleza.

    Aun así, me gustaría hacer una crítica al libro. Pienso que el autor no refleja claramente sus conocimientos, y le da muchas vueltas sin llegar nunca a dejar claro el término que quiere definir o explicar. Por eso, resulta complicado, pero no imposible, comprender al cien por cien todos los conceptos. Además, al ser el autor una persona cristiana, en el último capítulo habla desde el punto de vista creyente, y para los que no lo somos resulta algo difícil de comprender.

    Vocabulario

    Fenomenología: Teoría de los fenómenos o de lo que aparece. //. Método filosófico desarrollado por Edmund Husserl que, partiendo de la descripción de las entidades y cosas presentes a la intuición intelectual, logra captar la esencia pura de dichas entidades, trascendente a la misma conciencia

    Antropología: Estudio de la realidad humana.

    Hermenéutica: Arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido, y especialmente interpretar textos sagrados

    Semiótica: Estudio de los signos de la vida social.

    Ontología: Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales

    Metafísica: Parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y causas primeras.

    Bibliografía

    • Pablo Blanco, Estética de bolsillo (Ediciones Palabra, Colección Albatros)

    • Diccionario de la RAE (Real Academia Española)

    • Enciclopedia Microsoft Encarta 2003

    Introducción a la Estética

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    Enviado por:Zen
    Idioma: castellano
    País: España

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