Historia
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Analizar textos
Clasificación
Si es: histórico jurídico (Ley, constitución, decreto, tratado, etc), histórico circunstancial ( discursos, etc), histórico literario ( extraído de memorias, cartas, etc) o historiográfico ( historiador o pensador posterior que trata los hechos).
Fecha del texto (y la del historiador en caso de que sea historiográfico), situación y circunstancias espacio-temporales del momento relacionado con el texto.
El autor del texto: quién es, la intención de sinceridad o engaño de éste en el texto.
A quién va destinado el texto( a una persona o a un colectivo, con carácter nacional o internacional, publico o privado).
Análisis del texto
Definir los nombres, términos técnico, las palabras expresivas, etc. Y aclarar las alusiones históricas del texto, los conceptos y relaciones.
Ideas primarias y secundarias. (Es importante expresarlo con palabras propias no copiar del texto)
Considerar si se adecua a la verdad histórica o no. Si el texto esta bien formado respecto al tema que trata.
Comentario del texto
Explicar las causas que han llevado al texto
Explicar el hecho en si al que hace referencia el texto
Explicar las consecuencias a corto, medio, y largo plazo de los hechos del texto
La crítica del texto en relación con el tema histórico correspondiente: autenticidad, exactitud y sinceridad, interpretaciones o posibles errores.
TEMA 1
El proceso de hominización en la Península Ibérica
Los primeros pobladores de la península ibérica llegaron de África hace un millón de años. En la sierra de Atapuerca se han hallado los más antiguos fósiles humanos de Europa y los huesos de otros carnívoros.
Los restos humanos de Atapuerca corresponden con el Homo habilis africano y el Homo antecessor. Este formaría parte del tronco general del Homo erectus y vendría a ser pre-Neandertal.
Hace unos cien mil años el Homo antecesor dio paso al hombre de Neandertal u Homo sapiens. Setenta mil años más tarde, una nueva colonización procedente de África tuvo por protagonista al Homo sapiens sapiens u hombre de Cromagnon, responsable de la aniquilación de los neandertalenses. Su desaparición pudo deberse a un genocidio o a una mezcla con los recién llegados.
Las comunidades humanas del Paleolítico eran itinerantes dentro de un territorio, conocían el fuego y vivían de la recolección, la caza y la pesca, eran grupos de fuerte cohesión tribal.
Los hombres de Neandertal fueron los primeros en enterrar a sus muertos. El hombre de Cromagnon plasmó su sensibilidad artística en el arte rupestre de la región cantábrica. Las cuevas de Altamira y La Garma han conservado bellas representaciones policromadas de bisontes, caballos, ciervos y cabras.
Hacia el año 500 a.C la población peninsular y de las Baleares empezaron a beneficiarse de la revolución neolítica, que había surgido en Oriente Próximo. Hizo su aparición la domesticación de animales, la agricultura y la fabricación de objetos de cerámica y tejidos.
Aumentó la producción de alimentos y la población. Surgieron núcleos más estables, la división del trabajo, las jefaturas políticas y la propiedad privada de los excedentes.
A esta época pertenece el arte rupestre levantino, que se caracterizó por la monocromía y la representación entre esquemática y naturalista, de la figura humana y los animales casi siempre en movimiento. Hay excelentes ejemplos en Cogull o La Valltorta.
En el año 4000 a.C la población de la península Ibérica comenzó a utilizar los metales.
Los indicios de fundición hallados en Cerro Virtud confirman la antigüedad de su uso y la existencia en Europa de varios focos de fabricación de cobre. Las gentes que emplearon por primera vez este metal, como las de Los Millares, mostraron a la vez avances en la agricultura y en la fabricación de cerámica con la elaboración del vaso campaniforme. Los excedentes agrícolas facilitaron la creación de núcleos de carácter preurbano. Se utilizaron megalitos para señalar el lugar de los enterramientos colectivos, los dólmenes simples y de corredor.
Desde el año 1800 a.C comenzó a usarse el Bronce, aleación de cobre y estaño. Su producción se oriento, como se ve en El Argar, a la fabricación de armas y herramientas, que eran, sobre todo, objetos de distintivos de rango en una sociedad cada vez más jerarquizada. Solo posteriormente se pretendió mejorar el utillaje y el armamento. Fue entonces cuando se desarrollo el comercio de cobre, en especial a las costas atlánticas. El bronce coincidió con ciertas innovaciones culturales: el arado tirado por animales, los poblados estatales y la creación de campos de urnas: cementerios de grandes vasos de cerámica que contenían las cenizas de los difuntos.
Hacia el 1200 a.C empezaron a llegar a la Península los pueblos celtas. Su identidad se basaba en una organización sociopolítica, unos rasgos culturales y una lengua comunes. Se instalaron hacia el sur y el oeste de la Península. Los llegados desde el 700 a.C trajeron las técnicas de fabricación de objetos de hierro, que los fenicios y los griegos estaban introduciendo en áreas andaluza y levantina.
Los pueblos prerromanos
En el 1000 a.C habitaban la península Ibérica una serie de pueblos que llamamos prerromanos y que se clasifican en tres conjuntos:
Los pueblos más influidos por los colonizadores. Se hallaban en el este y sur. Eran los pueblos de la cultura ibérica, simbolizada en figuras como la Dama de Elche, más urbanos y mercantiles que los del interior. Su representante más notable y misterioso fue Tarteso, una ciudad o un reino de gran riqueza minera y desarrollo agrícola y comercial. Su desaparición, probablemente ligada a la disminución de la producción metalúrgica, la han querido relacionar algunos con la Atlántida, una de las utopías más famosas de la Antigüedad.
Los pueblos del centro y oeste de la Península. La influencia colonizadora fue muy débil y más fuerte la de los pueblos celtas provenientes de Europa. La mezcla de caracteres celtas e íberos en sus rasgos explica que a esos pueblos se les llamara celtíberos.
Los pueblos del norte, desde Galicia hasta el Pirineo central, se dedicaban a la ganadería y tenian costumbres más arcaicas.
Las colonizaciones históricas: Fenicios, Griegos y Cartaginenses
Los fenicios empezaron a ejercer su influencia desde el siglo IX a.C. Sus lugares predilectos de situaron en la costa andaluza, donde fundaron Almuñecar y Cádiz, capital fenicia en la Península. Se interesaron por las explotaciones mineras de Riotinto y por el comercio con Tarteso.
Los griegos, que ya estaban establecidos en Marsella, avanzaron a partir del año 600 a.C por la costa mediterránea de la Península. Su principales instalaciones fueron Ampurias y Rosas, y es posible que compartieran con los fenicios las de Denia y Adra. Desarrollaron un intenso comercio con Tarteso. A diferencia de los fenicios, los griegos conservaron textos literarios referentes a su expansión.
La acción colonizadora de los cartagineses. Herederos directos de los fenicios, fue mucho menos importante. Aunque su interés por Ibiza se evidenció ya en el siglo V a.C, la presencia cartaginesa sólo cobró importancia por motivos relacionados con su lucha con Roma, dos siglos más tarde.
Fenicios y griegos llegaron a Iberia como comerciantes. Buscaban metales (oro, plata, cobre…) pero se interesaron también por las pesquerías y la sal. A cambio, impulsaron la vida urbana y llegaron a los pueblos peninsulares alfabetos griego y fenicio, la acuñación de moneda, el torno de alfarero, nuevos cultivos como el olivo y un estímulo a formas políticas más avanzadas.
Las novedades que aportaron los fenicios y griegos fueron visibles en la fachada costera peninsular, desde los Pirineos hasta el estuario del Tajo. La influencia de los otros colonizadores sobre pueblos del interior y norte fue muy limitada.
Etapas de la conquista de la península por Roma.
Luchas entre Cartago y Roma
Los romanos comenzaron su expansión por la península a comienzos del s IV a.C. Los romanos y los cartagineses firmaron un tratado de no agresión que delimitaba sus áreas de influencia. En 264 a.C. se rompe el acuerdo. Esto conlleva a la 1º guerra púnica, la cual gana Roma. Cartago abandona Sicilia y Cerdeña y pierde su hegemonía marítima en el mediterráneo occidental.
En el 237 a.C. con Amilcar al mando desembocan en Cádiz los cartagineses, consiguiendo el éxito en controlar los pueblos del sur y las explotaciones mineras de sierra morena. Amilcar funda la fortaleza de Akrá Leuke (probablemente Alicante).
En 228 a.C. Asdrúbal, sucesor de Amilcar, establece una base de operaciones en Cartago Nova y firmó un tratado con Roma que fijaba el río Ebro como limite del dominio cartaginés.
Aníbal, el sucesor de Asdrúbal, no respeta el acuerdo, y esto trae como consecuencia la 2ª guerra púnica.
Los romanos no tardaron en acabar con el dominio cartaginés.
La resistencia de los pueblos peninsulares
Los romanos intentaron extender sus territorios con complicaciones como conflictos bélicos y sobretodo por la decidida resistencia de los pueblos peninsulares del oeste, del centro y del norte. Su estrategia se baso en un a guerra de guerrillas. Esa fue la forma de las guerras lusitanas y las guerras celtibericas. Cien años después, las guerras cantabras.
Solo cuando Roma logró vencer a los cantabros, el emperador Augusto dio por concluida la conquista de Hispania.
La creación de Hispania
El proceso de implantación del poderío romano en Hispania fue muy largo y respondió a tres proyectos:
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La derrota de los cartagineses.
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La explotación económica del territorio
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La incorporación de la península al dominio político de Roma. Los romanos habían empezado ya a aplicar en la península sus esquemas de explotación económica y de organización social y política, el proceso de romanización había empezado.
El proceso de romanización: El legado cultural
La organización territorial de la Península, el descollante papel otorgado a la ciudad y a la creación de una red de comunicaciones fueron instrumentos que aseguraron la romanización de Hispania.
El latín
Era la lengua oficial y privada, sirvió de vehiculo de expresión de las creaciones de los intelectuales hispanos y constituyo el sustrato de los idiomas romances que se formaron entre los siglos VII y XII
El derecho romano
Constituyo el instrumento que simbolizaba las relaciones de tipo público entre los habitantes del imperio y el estado. Es todavía hoy una base sustancial de nuestro ordenamiento jurídico.
La religión
La tolerancia de las autoridades en materia religiosa exigía a cambio el culto al emperador como elemento de cohesión de los habitantes del imperio. Esta actitud de tolerancia se vio comprometida cuando nación el cristianismo predicado por Jesús. La nueva religión, que era rigurosamente monoteísta, se oponía tanto a los dioses de los pueblos prerromanos como al culto al emperador, lo que motivo su persecución. Pese a ello, el cristianismo se fue difundiendo entre las ciudades.
El cristianismo debió de llegar a la península ibérica a mediados del siglo II desde el norte de África. Pero después de que el edicto de Milán del año 313 autorizara a la iglesia a realizar un culto publico, cuando los cristianos hispanos dieron muestras de actividad. La redacción del credo o símbolo de la nueva fe en el concilio de Nicea del año 325.
En el año 380 el emperador Teodosio dispuso que el cristianismo fuera la única religión oficial del imperio. La iglesia creo provincias, presididas por un arzobispo. Las provincias se dividieron en diócesis, que estaban gobernadas por un obispo.
La nueva religión impregno la cultura romana:
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En las creaciones artísticas, busco el simbolismo religioso más que la belleza estética, según se observa en los sarcófagos paleocristianos.
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En las creaciones literarias, exalto las virtudes de los mártires de las persecuciones.
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En la interpretación de la historia, sustituyo el concepto de azar, propio de la tradición clásica grecorromana, por el de la providencia.
La monarquía visigoda: Las instituciones
A comienzos del s. V entran los germanos en la península. Los primeros germanos en penetrar fueron los suevos, vándalos y alanos, en el año 409. Cuando en 476 el imperio romano dejo de existir en el occidente del mediterráneo, el territorio quedo así:
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En el noroeste, el reino de los suevos (antigua Gallaecia)
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En el resto el de los visigodos
La mayoría de la población estaba constituida por hispanorromanos y solo una minoría por los germanos respectivos. Profesaban el arrianismo (herejía del cristianismo)
En el s. VI los bizantinos ocuparon el litoral sur de hispania, desde el cabo de la Nao hasta el golfo de Cádiz. En el norte los suevos y las gentes de los valles cantabros y vascos aprovecharon la situación para afirmar su independencia respecto al poder político visigodo. A partir de 570, los visigodos procedieron al control del territorio peninsular y a la unificación social, jurídica, religiosa y cultural de sus habitantes.
El rey Leovigildo elimino a los suevos, domino a los cantabros y vascones y creo el Aula Regia (consejo que administraba el palacio real). La monarquía visigoda era electiva, y se producían numerosas luchas por el poder. Los visigodos escogieron Toledo como capital y respetaron la división territorial romana en cinco grandes provincias o ducados.
El rey Recaredo se convirtió al catolicismo en el III concilio de Toledo del año 589. Se alcanzaba así la unificación religiosa de visigodos e hispanorromanos. A partir de esa fecha su actividad se plasmó en la creación de una doctrina política en sucesivos concilios de Toledo, presididos por el rey y constituidos por obispos, presbíteros y aristócratas.
El rey Recesvinto promulgo en 654 el código llamado Liber lidiciorium (recogió en buena parte el derecho romano)
En el aspecto económico, se fueron debilitando gravemente las relaciones comerciales entre hispania y las otras tierras del antiguo imperio romano. Decayeron las ciudades, núcleos de actividad mercantil y artesanal. Las instituciones municipales fueron vaciándose de contenido y en su lugar, el obispo y el conde dirigían los destinos de los antiguos núcleos urbanos.
El debilitamiento de la ciudad como coordinadora del territorio dejo el mundo rural a expensas de la voluntad de los grandes propietarios de latifundios. Las aristocracias, monopolizaban la dirección militar y poseían numerosas y extensas propiedades. Su explotación estaba todavía en buena parte en manos de los esclavos. Estos ya no eran producto de las conquistas sino que se caía en la esclavitud a causa de las deudas o de las represiones y confiscaciones de carácter político. Junto con los esclavos comenzó a crecer una población de colonos. Habían sido antes propietarios de pequeñas explotaciones, pero las circunstancias los habían empujado a abandonar su libertad y a encomendarse a un gran propietario que los protegía con sus ejércitos privados, fueron proliferando las relaciones de dependencia entre la mayoría de los habitantes del reino y la minoría de las aristocracias. El control de la monarquía, la defensa de los privilegios de los poderosos y la persecución de esclavos fugitivos y de judíos se convirtieron en un verdadero programa político de la aristocracia, la inmensa mayoría de la población se desentendió de la “cosa publica”.
TEMA 2
La creación de Al Andalus
La conquista de la Península
La invasión de la Península por los musulmanes estuvo relacionada con la extensión de su poder por el norte de África, iniciada al ocupar Egipto. En el 711, un ejército de beréberes, al mando de Tarik, lugarteniente del gobernador árabe Muza, cruzó el estrecho de Gibraltar. Dos meses después, a orillas del río Guadalete, derroto al rey visigodo don Rodrigo. En los tres años siguientes, sin apenas resistencia, los árabes y beréberes se aseguraron el dominio de la Península. Lo hicieron más por la capitulación o pacto que por la victoria militar sobre los hispanogodos.
A diferencia de los visigodos, que quisieron imponer su dominio político en toda la Península, los conquistadores musulmanes se instalaron en determinados puntos estratégicos y se conformaron con controlar el resto.
Árabes y beréberes
Tanto árabes como beréberes constituían sociedades segmentarias:
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Los beréberes, procedentes del norte de África, eran hombres del campo, sobre todo pastores de ovejas, se instalaron en las estribaciones de las sierras.
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Los árabes, provenientes de Arabia y Siria, eran hombres de ciudad. Sus establecimientos al principio adoptaron la forma de ciudades-guarnición en los valles del Ebro y el Guadalquivir. Desde ellas, dirigían la explotacion del campo mediante un nuevo tipo de contrato, la aparcería. Las ciudades atrajeron a una población de comerciantes y artesanos del cuero, los metales, los tejidos y más tarde el papel.
El nacimiento de la España musulmana
La dinámica expansiva de los musulmanes en tierras de Europa quedó frenada con su derrota en Poitiers en 732. Tras ella, se instalaron al sur de los Pirineos. El número de árabes y beréberes que llegó entre los años 711 y 756 debió ser de unos cien mil. Muy pocos en comparación con los casi cinco millones de hispanogodos. La tradicional tolerancia musulmana respecto a las religiones del Libro y la crítica situación social y económica de la gran parte de la población de la Península explica la escasa resistencia con los recién llegados.
La instalación comportó más enfrentamientos entre árabes y beréberes que entre estos e hispanogodos. Especialmente grave fue el alzamiento de los beréberes contra los árabes en 741. A pesar de sus promesas de igualdad, los beréberes se sentían en inferioridad respecto a los árabes. Los árabes consiguieron dominar a los sublevados y expulsar a África a un buen número de ellos.
Hacia el 750, los conquistadores musulmanes se hallaban asentados firmemente en el territorio peninsular:
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Le habían dado nombre, Al Andalus.
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Habían elegido una capital. Córdoba, donde residia el valí, que era el máximo delegado del califa de Damasco.
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Acuñaban las primeras monedas propias.
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Nombraban a los gobernadores provinciales, que era jefes militares más que administrativos.
Del valiato al califato de Córdoba
La constitución del emirato
Cuando en 756 Abderramán I se proclamó emir, su fuerza residía en su linaje, sus extensas clientelas y un ejército de mercenarios adictos a su persona. Con esos apoyos creó, entre 756 y 788, las estructuras de un nuevo Estado.
El territorio quedó dividido en circunscripciones llamadas coras. Al frente de ellas estaban los jeques árabes. Para asegurar las comunicaciones, los árabes construyeron una serie de reductos fortificados a lo largo de las calzadas. Con el tiempo, algunos, como Calatrava, Alcalá de Henares y Calatayud, se convirtieron en ciudades.
La frontera entre musulmanes y cristianos era fluida y tenía gran movilidad. Para protegerla, los musulmanes organizaron tres sectores cuyas capitales eran Zaragoza, Toledo y Mérida. El grueso del ejército estaba acantonado en las puertas de Córdoba a las ordenes del emir, que temia más la amenaza de sus gobernantes provinciales que la quesuponían los cristianos.
En el año 778, el gobernador musulman de Zaragoza pidió ayuda a Carlomagno, rey de los francosa, para luchar contra Abderramán I. La rapida reacción del emir le permitio controlar la situación, que se saldo con una dura represion de la población del valle del Ebro. Muchos hispanos cristianos huyeron al reino carolingio.
El control de la fuerza aseguró a Abderramán I el dominio del territorio, la recaudación de los tributos y los primeros frutos de la islamización.
Una nueva sociedad
Dentro del proceso de islamización de fueron evidenciando, cada vez más, dos hechos:
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El aumento de la población de las ciudades de Al Andalus. Los conquistadores se habían instalado en ellas. Primero, como soldados que cobraban una renta del Estado; después, como propietarios de fincas rurales trabajadas por los aparceros hispanogodos. La introducción de nuevos cultivos y la extensión del regadío hicieron crecer las producciones y los beneficios. La riqueza, los artesanos y los comerciantes comenzaron a fluir a las ciudades.
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La rápida conversión de los hispanogodos al Islam, probablemente por la debilidad de sus convicciones religiosas cristianas y, sobre todo, por la posibilidad de conservar sus propiedades o quedar exentos de ciertos impuestos. Los convertidos fueron llamados muladíes.
Entre los años 788 y 822, los cambios vividos por la población andalusí generaron importantes tensiones. Los muladíes veían truncada su esperanza de conseguir la prometida igualdad con los musulmanes viejos. No sólo no quedaron exentos de pagar ciertos impuestos, sino que se les gravó con otros nuevos.
Las manifestaciones más explosivas de la crisis tuvieron lugar en Toledo y Córdoba. La de Toledo se saldó en 797 en la llamada “jornada del foso”, donde el ejercito del emir asesino a la mayor parte de los notables de la ciudad desafectos al régimen. La de Córdoba explotó en el año 818 “el motín del arrabal”, cuando la población de los barrios se sublevo contra la policía emiral. Acabó con numerosas ejecuciones y el destierro de miles de personas, la mayoría de ellas mozárabes.
El esplendor del emirato
Las drásticas medidas tomadas a raíz de la crisis aumentaron la recaudación tributaria del Estado y apaciguaron la revuelta social. Ambos hechos proporcionaron tranquilidad que disfruto la España musulmana durante el emirato de Abderramán II entre los años 822 y 852.
La organización del Estado
El emir dejó de ser un gran jeque tribal para convertirse en un soberano con poder absoluto y una rígida etiqueta que lo aislaba de sus súbditos. En su corte quedo centralizada la administración general del Estado, atendida por un largo y minucioso escalafón de funcionarios encabezados por los visires. Al frente de ellos se encontraba el hachib o primer ministro.
La arabización de Al Andalus
El reinado de Abderramán II tuvo otros efectos: se crearon nuevas ciudades, como Tudela o Murcia; se construyó una armada, que repelió los ataques vikingos; se intensificó la actividad comercial en Al Andalus; y se consolidaron las relaciones artísticas e intelectuales con otros espacios islámicos.
Producto de esto último fueron la intensa difusión de una cultura literaria expresada en árabe y la importación de modelos iraquíes y persas en música, vestido, etiqueta o gastronomía
La crisis del emirato
La muerte de Abderramán II en 852 que coincidió con una crisis económica y la mayor actividad de los cristianos del norte, abrió una crisis política que duró casi sesenta años. En ella se mezclaron tres grupos de descontentos:
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Muchos árabes residentes en la Península no aceptaban que el emir se hubiese convertido en un déspota oriental.
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Los mozárabes, numerosos en Córdoba, Toledo y otras ciudades, donde conservaban sus obispos, se vieron influidos por las culturas y modas del Islam oriental. Muchos jóvenes cristianos las adoptaron con entusiasmo. Un sentimiento de rabia e impotencia empujó a algunos jefes mozárabes a insultar a Mahoma y el Islam, buscando el castigo y aun el martirio, porque pensaban que así removerían la conciencia de sus fieles. Estos movimientos de mártires voluntarios duró diez años y acabó con la ejecución de unos cuantos mozárabes.
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Los muladíes seguían disconformes con la excesiva hegemonía de los árabes y beréberes. El movimiento más peligroso para el gobierno surgió en las sierras andaluzas. Lo encabezó Omar ben-hafsun, quien mantuvo en jaque a los ejércitos emirales durante cuarenta años.
El califato de Córdoba
Abderramán III llegó al trono emiral en 912. Durante quince años se empeño en la reconstrucción exterior e interior del poder omeya.
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La reconstrucción exterior exigía contener a los cristianos, que habían aprovechado la crisis de Al Andalus para fortalece sus posiciones; asegurar el poder omeya en el Zagreb, donde el califato fatimí constituía una amenaza para Al Andalus.
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La reconstrucción interior exigía acabar con la sublevación de Omar-ben-Hafsun y controlar a los jefes muladíes independientes.
En el año 929, Abderramán III había alcanzado sus objetivos y se autoproclamó califa.
El califato suponía la independencia política y religiosa de Al Andalus respecto a cualquier autoridad exterior. Mantener esa situación dependía de la riqueza del Estado y la fuerza del ejército.
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La riqueza se asentó en tres pilares: la recaudación de los tributos de los súbditos, el cobro de parias o tributos anuales a los reinos cristianos y el control de las caravanas de oro del Sahara.
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La fuerza del ejercito pasó de los grupos tribales árabes a los mercenarios beréberes y eslavos, fieles a los gobernantes que pagaban su soldada.
Sobre estos fundamentos se desarrollaron los califatos de Abderramán III y de su hijo Alhakam II el Sabio. Cuando este murió en 976, el nuevo califa quedó arrinconado por su hachib, Almanzor, quien controlo absolutamente el Estado. Creó a las afueras de Córdoba una ciudad-palacio desde la que dirigió Al Andalus hasta su muerte en 1002.
Sin sangre califa en sus venas, la dictadura de Almanzor sólo podía ser legítima por las victorias continuas y la adquisición de botines. Ello explica las cincuenta y cinco campañas que dirigió contra los cristianos. Cuando Almanzor murió, su régimen, basado en la fuerza, apenas sobrevivió. Como símbolo, el pueblo de Córdoba arrasó el palacio que había construido. En 1031, elc alifato de Córdoba desapareció.
De los reinos de taifas al reino de Granada
Los reinos de taifas
La desaparición de Almanzor en 1002 supuso el comienzo de la crisis del califato de Córdoba. La unidad quedó rota en unos veinte pequeños reinos de taifas. Los más poderosos (Zaragoza, Toledo, Badajoz o Sevilla) estaban gobernados por árabes y muladíes. Otros quedaron en manos de los eslavos y en algunos, como el de Granada, los beréberes se hicieron con el poder.
Los reyes cristianos aprovecharon la debilidad de las taifas. Mediante la exigencia del pago de parias y la amenaza guerrera, los reinos del norte, sin mover las fronteras, fueron controlándolas. Ello exigió de los reinos de taifas un esfuerzo económico que pagaron los súbditos con nuevos tributos y un activo comercio.
El imperio almorávide
En 1085, la caída del reino taifa de Toledo en manos de Alfonso VI de León y Castilla provocó el temor en los restantes, lo que les empujó a buscar la ayuda de los almorávides. Estos constituían un movimiento de renovación rigorosa del Islam impuesto entre las tribus beréberes del Atlas marroquí y habían creado un poder político con capital en Marrakesh. La llamada de los musulmanes españoles les proporciono la excusa para desembarcar en la Península y eliminar los reinos de taifas.
Hacia 1110, el imperio almorávide se extendía desde los ríos Senegal y Níger hasta el valle del Ebro. La supresión del régimen de parias alivió los impuestos y el control de las rutas del oro transahariano revitalizó la economía andalusí.
El éxito almorávide fue efímero. Comenzaron a crecer los problemas y los enemigos:
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En el norte de África, el movimiento almohade combatió a los almorávides.
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En la península Ibérica, Alfonso I el Batallador rey de Aragón, los eliminó de buena parte del valle del Ebro, capitaneó una expedición contra Andalucía y se llevo a su reino muchos mozárabes.
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Los propios andalusíes se rebelaron contra un régimen que había impuesto una severa restricción en las manifestaciones culturales, perseguía a los judíos y volvía a imponer duros tributos.
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El Al Andalus almorávide se desintegró en nuevos reinos de taifas.
Los almohades
Los almohades reunificaron las taifas. Querían reemplazar el fortísimo intolerante almorávide por expresiones más personales de la religión.
El dominio de los almohades en la Península duró poco. Su derrota en las Navas de Tolosa en 1212 marcó el principio de su final. Cincuenta años más tarde, habían perdido a manos cristianas la actual Extremadura y el valle del Guadalquivir. Mientras, la Andalucía oriental había quedado en manos del linaje de los nazaríes, vasallo y colaborador del rey Fernando III de Castilla contra los almohades.
El reino nazarí
Un tratado de 1246 autorizó a los vasallos nazaríes a constituir el reino de Granada. La riqueza de su actividad económica, con la producción de la seda y el azúcar de caña, y el intenso tráfico marítimo desde Málaga, en parte gestionado por genoveses, sirvieron para sostener la dinastía nazarí. La corte granadina fue un centro de cultura intelectual. Ni ello ni la belleza de realizaciones artísticas como La Alambra consiguieron ocultar que, durante dos siglos, la vida del reino de granada dependió, en buena parte, de la voluntad de los reyes castellanos. En 1492, el reino de Granada pereció. Con él se extinguió el islam en España.
La economía y la sociedad andalusí
Una agricultura diversificada
La obsesión por el agua y los jardines se convirtió en un rasgo de la cultura islámica. Por tanto, en rasgo de la cultura andalusí.
La traducción económica de ese rasgo fue el continuo incremento de la agricultura de regadío y la paulatina introducción de cultivos que dependían del abastecimiento artificial de aguas. Estas producciones, acompañadas por un aumento del olivar y de la ganadería ovina, orientada a la carne y la leche más que a lana, provocaron un retroceso del trigo y el mantenimiento de la vid.
Los sistemas de riego se basaban tanto en circuitos de acequias como en la extracción, mediante norias del agua de ríos y pozos. Ello trajo un importante aumento de la productividad.
Así surgió un minucioso sistema de reparto de los caudales, que los tribunales de aguas como el de Valencia, debían vigilar.
Las mejoras permitieron la introducción de nuevos cultivos. Muchos de esos cultivos recibieron después nombres romances de raíz arábiga: alcachofa, algarrobo, berenjena, azúcar, naranja o arroz.
Una rica economía urbana y mercantil
La población desde la llegada de los musulmanes se fue reuniendo en núcleos cada vez más grandes. Unos eran viejas ciudades que ahora se ampliaban, y lo hacían en unas proporciones desconocidas. Otras ciudades nacieron por impulso de los emires y califas: unas por razones estratégicas, como Calatayud o Almería; otras como Lérida y Badajoz se sirvieron de su excedente emplazamiento para beneficiarse de la riqueza agrícola del entorno.
Las dimensiones y riqueza de las ciudades andalusíes contrastaba con la casi total ausencia de organización municipal.
A falta de una administración municipal, eran habituales las usurpaciones individuales sobre espacios comunes.
En los barrios de las grandes ciudades pululaban los artesanos y tenderos.
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Los artesanos eran numerosos en los ramos de la construcción, la elaboración de tejidos, la fabricación de los afamados cordobanes, etc. Sus ruidosos talleres compartían con las tiendas las callejuelas del zoco, situado al lado de la mezquita.
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Los tenderos atendían diariamente las demandas de su clientela, y no sólo una vez a la semana como sucedía en el mercado semanal de las ciudades cristianas.
Los comerciantes compraban y vendían productos de los campos cercanos y mercancías lejanas que llegaban a través de las caravanas de camellos.
Las alhóndigas, o grandes almacenes de depósito, y las alcaicerías, edificios para la venta de la seda, proclaman con sus nombres la impronta árabe en el vocabulario del comercio.
Una sociedad rica, diversa y tolerante
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Los conquistadores formaban grupos de fuerte cohesión tribal que mantuvieron tras su instalación en el país.
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Los hispanogodos, mostraban una acusada bipolaridad social: una minoría privilegiada, la aristocracia laica y eclesiástica, dominaba a la gran mayoría de la población.
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Al margen quedaban los judíos, perseguidos con saña en tiempos visigodos, lo que explica la difusión de la idea de que facilitaron la entrada de los musulmanes en la Península.
Con la rápida islamización de la sociedad hispana el panorama social de Al Andalus se hizo mucho más complejo.
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Desde el punto de vista étnico, cuatro grupos mantenían su identidad: hispanos, judíos, beréberes y árabes.
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Por sus creencias religiosas, se podían distinguir: cristianos, judíos y musulmanes. Los cristianos que amparados en la tolerancia islámica mantenían sus autoridades religiosas y su fe, eran los mozarabes. Dentro de los musulmanes se diferenciaban los que ya profesaban el islam antes de su entrada en la Península y los muladíes, que eran los hispanos que lo abrazaron.
Junto a ello, el rasgo de la evolución social fue su diversificación.
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En la ciudad, la multiplicación de oficios contribuyó a diversificar la escala social. El enriquecimiento de la sociedad y su modo de vida estimularon la aparición de multitud de oficios.
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En el campo, la difusión del regadío estimuló la aparición de una multitud de pequeños y medianos propietarios.
Los cambios también afectaron a la aristocracia. El más importante fue la sustitución de una nobleza de sangre por otra de servicio. Fueron los califas Abderramán III y Alhakam II y, sobre todo, el hachib Almanzor quienes estimularon esos cambios, Desconfiaban de la nobleza de sangre árabe, que se oponía a la orientación despótica del califato. Por ello, utilizaron la riqueza del Estado para contratar mercenarios berebere y esclavos eslavos que convirtieron en altos funcionarios.
Una cultura intelectual y un arte islámico
Las manifestaciones culturales
Causas del esplendor cultural
Las manifestaciones filosóficas, literarias y artísticas de la España musulmana estuvieron condicionadas por tres factores: el islámico, los contactos permanentes con el mundo oriental a través de una continua circulación de artistas e intelectual y las sólidas bases materiales de la sociedad andalusí. El resultado fue:
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La ruptura absoluta con la tradición de la España visigoda.
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El cultivo de todas las ramas de la literatura, el arte o la ciencia.
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La ampliación del mercado de la cultura.
La difusión de un sistema de escuelas elementales y superiores, la practica bastante extendida de la lectura y escritura y la formación de nutridas bibliotecas fueron factores y consecuencias de todo ello.
La evolución de la cultura
Tras el paréntesis de Almanzor, que limitó las actividades intelectual, las cortes de los reinos de taifas compitieron por contar con los mejores poetas, filósofos y juristas. El espíritu que animó el despliegue andalusí se prolongó hasta el final de la vida del reino de Granada, en 1492.
La producción de las sociedades medievales, tuvo como protagonista a hombres cuya especialidad concreta era difícil de distinguir, un médico podía ser matemático y filósofo a la vez, etc.
Principales producciones intelectuales
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La reflexión teológica y jurídica tenía una importante razón de ser: el Corán constituía un libro de doctrina y de propuesta de prácticas sociales. Era necesario un constante esfuerzo de interpretación por parte de los alfaquíes para discernir lo correcto en las mil situaciones de la vida ordinaria.
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El pensamiento filosófico, como sucedía en la sociedad cristiana, era visto con desconfianza por los guardianes de la ortodoxia islámica. El pensador más destacado fue Averroes. Su obra fue armonizar la religión islámica y la filosofía de Aristóteles.
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La afición por la biografía y la historia nació como una necesidad de explicar la aparición del Profeta y el contenido de sus predicaciones; los episodios de las conquistas árabes; y los vínculos de dependencia y familiaridad que se establecieron entre la población autóctona y los grupos tribales conquistadores. Ibn Jaldun fue el historiador más notable de toda la Edad Media.
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La expansión árabe y la obligación de la peregrinación a la Meca explican el desarrollo de la literatura geográfica y de viajes.
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El cultivo de la poesía constituyó un rasgo dominante de la abundantísima producción literaria de Al Andalus.
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La medicina y la ciencia se cultivaron en Al Andalus desde la llegada de los musulmanes. Ibn Firnas descubrió el secreto de la fabricación del vidrio, y también pretendió volar con un artilugio.
Fueron numerosos los cultivadores de la astronomía y la botánica.
El conocimiento astronómico se relacionaba con las matemáticas. El desarrollo de la botánica, que incluía su aplicación farmacéutica tuvo mucho que ver con la introducción de nuevas plantas y con la mejora de los sistemas de cultivo en Al Andalus.
En cuanto a la medicina, el prestigio de los físicos o de los sanadores andalusíes, ya fueran judíos o musulmanes, se extendió ampliamente por todos los reinos de Europa.
TEMA 3
La sociedad Hispanocristiana
La aristocracia
La aristocracia basaba su fuerza en el parentesco, el patrimonio y la delegación de funciones de gobierno y administración por parte de los reyes.
Desde el punto de vista del parentesco, a mayor numero de parientes, mayor fuerza. El patrimonio lo formaban propiedades rústicas, pequeñas o medianas, muchas veces dependientes de un pequeño monasterio familiar. Y respecto a la delegación de funciones de gobierno y administración, con frecuencia el propietario más rico de una región era el gobernador de la misma.
Los campesinos
Los campesinos libres constituían la mayor parte de la población. Muchos eran pequeños propietarios. Sus posesiones las habían adquirido de sus mayores o las habían adquirido en el valle del Duero o la zona catalana, mediante la presura: derecho de apropiarse de unas tierras por el hecho de ocuparla y ponerla en explotación.
Otros, aun siendo libres, eran colonos o renteros empleados en las tierras de la aristocracia, a la que entregaban parte de la cosecha como renta. Las Corveas eran impuestos en forma de trabajo en el campo.
Podían vivir aislados en sus caseríos o mansos pero, frecuentemente residían en aldeas. Dentro de estas, la comunidad, representada por los cabezas de familia representada en el concejo tomaba decisiones sobre aguas, pastos, montes o construcciones de molinos e iglesias.
Los esclavos
Eran producto de las expediciones contra los musulmanes, aunque también había quienes se convertían en esclavos para pagar deudas o quienes eran por descender de esclavos.
Trabajaban los campos de sus amos pero, especialmente, ejercian labores domésticas. Salvo para los musulmanes, el contacto con los campesinos libres y la frecuentación de la iglesia en las misal dominicales fue transformando su situación. Se fueron convirtiendo en siervos, dotados de algunos derechos como poseer familia y tierras. Los siervos de la gleba, eran los más desfavorecidos.
Repoblación y colonización
La repoblación en los territorios ganados al Islam
La repoblación, es decir, la ocupación de los territorios ganados al islam, re realizó se realizó según cinco modelos.
El Duero y Sistema central
La repoblación se desarrollo a partir de la caida de Toledo en manos cristianas en 1085. El territorio fue dividido en grandes circunscripciones constituidas por una ciudad o villa, y un alfoz formado por numerosas aldeas y sus términos. Fueron las comunidades de villa y tierra, como Salamanca y Ávila.
La zona del Tajo
En la repoblación de la zona del Tajo la novedad fue la existencia de una abundante población musulmana, a la que no se tardó en expulsar, y otra mozárabe que se quiso asimilar. El modelo repoblador se basó en grandes comunidades de villa y tierra, como Talavera y Madrid.
El valle del Ebro
Cabe diferenciar dos zonas. En los grandes núcleos urbanos ribereños del rió como Zaragoza, los cristianos se instalaron de acuerdo con un sistema de repartimiento. Se repartieron las casas del interior de cada núcleo y obligaron a los musulmanes que no quisieron exiliarse a instalarse en los arrabales. En las poblaciones aragonesas al sur del río se organizaron según las pautas recogidas en los fueros o leyes especiales para un municipio.
La Mancha y los macizos montañosos de Teruel
Éstas eran tierras poco pobladas por los musulmanes y recibieron escasos efectivos cristianos. En buena parte, se dejó en manos de las órdenes militares. Ello favoreció la creación de grandes latifundios, dedicados a la ganadería.
Baleares, Valencia, Murcia y el valle del Guadalquivir
La fórmula empleada fue el repartimiento. Una comisión de oficiales reales hacía lotes y los entregaba a cada uno de los guerreros que había participado en la conquista en proporción a su rango. Poco después, la escasez de colonizadores dejó en manos de grandes terratenientes gran parte de Andalucía y la actual extremadura.
La colonización interior de los reinos cristianos
La colonización interior fue menos espectacular. Los objetivos fueron muy variados, tres resultaron los más frecuentes:
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El objetivo económico inspiró la infinidad de contratos agrarios y de asentamiento de colonos que reyes y señores suscribieron con los campesinos para su instalación en aldeas y la explotación de sus términos. Menos numerosas fueron las cartas de doblamiento, con las que los reyes trataron de asegurar la instalación de gentes en determinados núcleos. Ese fue el instrumento que permitió consolidarse a una serie de villas y ciudades a lo largo del Camino de Santiago. Los monarcas atrajeron a ellas a mercaderes y artesanos de reinos ultrapirenaicos, los llamados francos. Los fueros de Jaca, Logroño y Benavente sirvieron de modelo para la organización de muchas otras localidades.
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El objetivo estratégico estuvo presente sobre todo, en dos circunstancias: en la colonización de áreas situadas en las fronteras entre distintos reinos cristianos y en el deseo de asegurar una vía de comunicación.
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El objetivo político-social inspiró las repoblaciones para fortalecer la posición de los reyes en regiones en que los nobles eran más fuertes que ellos. Así, Alfonso X creó Ciudad Real para romper el monopolio señorial que el arzobispo de Toledo y las órdenes militares tenían en La Mancha.
La diversificación social
Los mozárabes que fueron pasando del territorio musulmán al cristiano y asimilándose, la sociedad contó con tres minorías: francos, judíos y mudéjares.
Los francos
Los francos llegaron como mercaderes y artesanos y se instalaron, fundamentalmente, en villas del Camino de Santiago y en ciudades como Salamanca, Ávila o Toledo. En algunas de ellas llegaron a constituir barrios con sus propias autoridades.
Los judíos
Los judíos estaban instalados en las ciudades, donde trabajaban como artesanos, comerciantes, prestamistas y médicos. Vivian en comunidades o aljamas establecidas en barrios separados, donde mantenían sus autoridades religiosas y judiciales, y presentaban bastante diferencia de riqueza frente a los cristianos. A mediados del siglo XIII, se les obligó a llevar el sambenito o signo que los distinguía como judíos.
Los mudéjares
Los mudéjares o musulmanes residentes en territorio cristiano fueron generalmente campesinos en la Corona de Aragón, donde su número fue mucho mayor que en la de Castilla. En esta trabajaban casi siempre como artesanos y residían en las morerías, que eran barrios extramuros de las ciudades.
La economía
El incremento de la población de los reinos hispano cristianos exigió la roturación de los bosques mediante el incendio y la tala, y, en menor medida, la desecación de los marjales para instalar en su lugar cultivos. Destacaron el trigo, el viñedo, olivo, y en algunos lugares, el arroz o los productos de huerta. La ampliación del espacio cultivado fue el objetivo de los campesinos, que lo necesitaban para su propia subsistencia.
Los nobles preferían la explotación ganadera de las ovejas merinas para la producción de lana. En la Corona de Castilla como en la de Aragón, se crearon instituciones para ordenar cañadas o rutas de la trashumancia del ganado ovino entre sus pastos de invierno y de verano. Estas instituciones fueron el Honrado Consejo de la Mesta en Castilla y la Casa de Granaderos de Zaragoza en Aragón. La lana se convirtió en el principal producto de exportación de los reinos hispanos. Más tarde, el hierro vasco, el aceite y vino andaluces y los paños catalanes. A cambio los reinos importaron sobre todo productos manufacturados: paños de calidad y armas.
La Corona de Castilla se orientó hacia el Atlántico. Para defenderlo, un conjunto de villas costeras cantábricas constituyo la Hermandad de la Marina de Castilla. Por su parte, el tráfico de la Corona de Aragón, que tenía en Barcelona su puerto principal, se dirigió al Mediterráneo. La intensidad del comercio impulsó la creación de consulados del mar, en los que los cónsules dirimían los conflictos entre mercaderes.
La organización de la sociedad
Los marcos físicos
Los caseríos
Los caseríos familiares dispersos fueron la forma común de asentamiento en los territorios cristianos en los siglos IX y X.
Después tendieron a desaparecer, salvo en las zonas montañosas del norte.
Las aldeas
Las aldeas constituyeron la célula social más abundante en los reinos hispanos. Una aldea reunía unas cuantas casas en las que vivían familias que explotaban el territorio que constituía el término. Dentro creaban los campos de cultivo, fundamentalmente de cereal y viñedo, y aprovechaban los montes y bosques. Algunos pequeños huertos, unas cuantas cabezas de ganado ovino, un cerdo y algunas aves de corral redondeaban la economía de los aldeanos.
La villa o ciudad
La villa o ciudad de la España cristiana medieval, caracterizada por ser un recinto amurallado, unas veces surgió sobre emplazamientos romanos o islámicos, como Zaragoza y Córdoba, otras se crearon a la vera de un camino y otras fueron la fusión de las aldeas cercanas que acabaron rodeadas por una muralla única, como Ávila.
El las villas de nueva creación, los reyes impusieron un plano ortogonal: varias calles paralelas coordinadas perpendicularmente por calles más estrechas o cantones.
El contraste con el laberinto plano de las ciudades musulmanas era evidente.
Los marcos eclesiásticos
Las diócesis y las parroquias cobraron protagonismo en el siglo XI. Las diócesis u obispados adquirieron límites fijos. Dentro de ellas, las parroquias constituyeron las células básicas, agrupadas en arcedianos y arciprestazgos. La frecuentación de un mismo templo para oír misa, recibir los sacramentos y enterrarse dio pie a la creación de cofradías y de devociones comunes que unieron a los feligreses de una misma parroquia rural o urbana.
Los marcos políticos
La comunidad aldeana
La comunidad aldeana basaba su funcionamiento en la costumbre. Al principio, se reunían en concejo abierto, es decir, todos los habitantes de la aldea o todos los cabeza de familia se congregaban para tomar decisiones. Después, la intervención de los señores y las ciudades limitó su autonomía.
El municipio urbano
El municipio urbano basó su funcionamiento también en la costumbre como en la posesión de un fuero.
El fuero era un conjunto de concesiones expuestas por escrito que los reyes concedieron a los pobladores de algunos núcleos. Suponía para los vecinos libertad respecto a los señores y privilegio respecto a los campesinos. Entre las libertades figuraban: aprovechar montes y bosques del término; comprar y vender en la tienda diaria, el mercado semanal o la feria anual; no ser presos por delitos personales; y el derecho de una autonomía en el ejercicio de sus competencias.
El señorío
Todas las villas o ciudades y las aldeas constituían un señorío o formaban parte de alguno de ellos. La forma más común de un señorío rural fue de pequeñas explotaciones campesinas cuyos ocupantes debían satisfacer prestaciones personales y rentas en especie o dinero a su señor respectivo. A finales del siglo XIII, la creación de los extensos patrimonios nobiliares en Extremadura y Andalucía dio nacimiento a señoríos constituidos por latifundios.
Todo señorío reunía poder sobre tierras y personas, esto es, dominio territorial y derechos jurisdiccionales. Si el titular era el rey, formaban parte del realengo. Si era un eclesiástico, el señorío era un abadengo. Si el titular era un noble laico, era un solariego. Y si se trataba de un señorío colectivo era una ciudad.
Dentro de cada señorío, los derechos del señor se referían a cuatro aspectos: el reglamento de la vida de los habitantes; el ejercicio de la justicia; el poder para convocar a sus vasallos para la guerra y la capacidad para imponer tributos.
Los grupos sociales
La condición de cristiano viejo y la riqueza territorial constituyeron los dos criterios fundamentales de ordenación de la sociedad hispanocristiana.
La nobleza y el alto clero
En la cúspide social estaban los señores, miembros de la nobleza de cada reino. Desde los poderosos ricos hombres hasta los humildes hidalgos.
Las relaciones entre los distintos miembros de la nobleza eran personales. Se basaban en vínculos por la prestación de un homenaje de vasallaje del noble de menor rango al de mayor rango, y por la concesión de esté a aquel de un beneficio o feudo. Obispos, arcedianos y abades fueron señores igualmente. Algunos dirigieron mesnadas en las batallas contra los musulmanes. Los miembros más descogollantes del alto clero formaban parte de la curia regia.
Los campesinos
También entre los campesinos existía una escala de riqueza y dependencia a los señores. Entre los siglos XI y XIII, disminuyó severamente el número de pequeños propietarios y aumentó el de campesinos que entraron a dependencia de los señores. Ello dio lugar a unos cuantos episodios de resistencia campesina, como la de Sahagún.
Hacia el 1300, la mayor parte de los campesinos trabajaba tierras ajenas en régimen de arrendamiento o de enfiteusis. En algunas regiones los señores vieron reconocido su derecho a maltratar a los campesinos y a imponerles los llamados malos usos. Así sucedió en regiones de Aragón y norte de Cataluña. Aquí muchos campesinos si querían abandonar las tierras del señor debían pagarle una cantidad en concepto de rescate. Fueron los payeses de la remensa que, en el siglo XV, combatieron ferozmente a sus señores.
Los habitantes de los núcleos urbanos
Conforme se fortalecían las actividades mercantiles y artesanales, fueron apareciendo y ganando fuerza las cofradías de oficios. Eran asociaciones de personas dedicadas a una misma actividad profesional con fines religioso-benéficos, se reunían bajo el patronazgo de un santo particular. En pocos casos y sólo durante el siglo XIV en Cataluña, algunas de esas cofradías se convirtieron en verdaderos gremios, asociaciones de defensa de los derechos profesionales y laborales de los asociados.
El papel de los habitantes de los núcleos urbanos creció cuando los reyes comprendieron la fuerza que habían adquirido, y para beneficiarse de ella, los admitieron en la representación política del reino. El organismo resultante de la ampliación de la antigua curia regia, formada por nobles y alto clero, con la incorporación de procuradores del realengo es lo que llamamos Cortes. Fue el origen de los Parlamentos o asambleas políticas representativas.
La cultura peninsular
La Península como espacio de convivencia de tres culturas: musulmana, judía y cristiana.
La imagen es quizá exagerada. Parece más exacto hablar de obligada convivencia, ya que las situaciones de intolerancia fueron frecuentes.
A partir del siglo XI, la vinculación de los reinos cristianos a la cultura de la cristiandad latina fue total.
La cultura de la mayoría
Los idiomas peninsulares
La población era en su gran mayoría analfabeta. Sólo una décima parte de ella sabia hablar y escribir. Desde el siglo VIII, su idioma empezó lentamente a dejar de ser latín, que fue remplazado poco a poco por el gallego, leonés, castellano, aragonés y catalán. El área vascona seguía expresándose en vascuence.
Se fueron abriendo paso los documentos y obras literarias las formas escritas de los nuevos idiomas. Los primeros en utilizar el idioma común de sus oyentes fueron los clérigos para su predicación y los juglares para entretenimiento del auditorio.
- Las Glosas Emilianenses y años después, los Homilies d'Organyá se elaboraron para hacer comprensibles la predicación a los fieles castellanos y catalanes respectivamente.
- Los cantares de gesta recitados por los juglares atendían a la demanda de información histórica de un público que ni sabía leer ni entender las crónicas latinas.
Durante el siglo XIII, las primeras manifestaciones literarias contribuyeron a asegurar el futuro de los idiomas romances peninsulares. El poema del Mío Cid, las obras de Gonzalo de Berceo y, sobre todo, las de Alfonso X el Sabio. Un impulso especialmente recibió el catalán gracias a los escritos de Ramón Llull y a la tarea de los cronistas, como el propio Jaime I. El gallego se afianzó como vehículo de expresión poética como prueban los cantos de sus trovadores o las Cantigas de Alfonso X.
Los cantos de los trovadores y las estrofas épicas de los juglares sirvieron para entretener, pero también para formar estados de opinión. Los reyes y los grandes nobles lo utilizaron como instrumento de propaganda, para fijar tradiciones y difundir imágenes de comunidad social y política, en concreto, la de reino unido bajo un rey. Así lo hizo Alfonso X el Sabio.
Las devociones populares
La Iglesia desarrollo lentamente su programa de culturización religiosa en los reinos hispanos. Su esfuerzo se orientó fundamentalmente a desarraigar las costumbres precristianas y a difundir la doctrina de los sacramentos, en especial los de la penitencia y el matrimonio. Los estímulos fueron insuficientes. La iglesia tuvo más éxito sin embargo en otras empresas:
- Difusion de los nombres del santoral cristiano
- La multiplicación del número de lugares de culto.
- La veneración de las reliquias.
- La generación de devociones. A finales del siglo XIII, se habían extendido la idea de que todas las personas, todos los oficios y hasta los propios reinos tenían sus santos protectores.
La cultura de la minoría
Las escuelas
Los contactos culturales entre la cristiandad y el Islam se habían llevado a cabo desde el siglo X en los monasterios catalanes
Los grupos de traductores integraban tanto a hispanos como a eruditos de toda Europa. Querían traducir del árabe al latín los textos de filosofía, medicina, astronomía y matemáticas de los autores griegos que ya se habían vertido al árabe. Los centros más activos fueron Toledo, Cartagena y Sevilla. El esfuerzo mas fructífero correspondió al grupo toledano alrededor del rey Alfonso X.
El resto de la cristiandad latina se observan en la difusión en la Península de tres elementos:
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La letra minúscula carolingia, que empezó a usarse a finales del siglo XI
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El rito romano, incluido en el canto gregoriano que reemplazó al hispano.
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Las ordenes monásticas y conventuales. Primero llegaron los monjes cluniacenses de hábito negro. Más tarde los cistercienses de hábito blanco. A comienzos del siglo XIII aparecieron los conventos de franciscanos y dominicos.
En muchos centros monásticos se crearon escuelas monacales, orientadas a la preparación intelectual de los monjes, la conservación del saber de la Biblia y de los Padres de la Iglesia. Las escuelas catedralicias, como la de Santiago, incluían el estudio de las materias del trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y del quatrivium ( Aritmética, Geometría, Música y Astronomía). Las escuelas municipales como las de Valencia o Sevilla, preparaban a los alumnos en el conocimiento de cuatro operaciones aritméticas y nociones de contabilidad.
Las universidades
La cultura fue despojándose del tono clerical a favor del estudio de la filosofía, artes, derecho y medicina. Ello estimuló la creación de las universidades. Las primeras fueron Salamanca y Valladolid en Castilla, y Huesca y Lérida en Aragón.
TEMA 4
Contexto. Europa en los siglos XIV y XV
De la crisis a la recuperación
Desde 1270 aparecieron los primeros síntomas de una crisis que afectó a todos los órdenes de la vida.
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En el siglo XIV los grandes propietarios ampliaron los cultivos especulativos a costa de los de subsistencia. Las capas más humildes de la población empezaron a pasar hambre. Una sucesión de malas cosechas por un endurecimiento del clima, agravó la situación.
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El hambre debilitó las defensas biológicas. En 1348 la Peste Negra, transmitida por las ratas, se propagó rápidamente por el continente.
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La guerra, en especial, la de los Cien Años entre Francia e Inglaterra, acrecentó la escasez y el hambre.
Durante el siglo XV, se reconstruyo la sociedad.
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Los supervivientes ampliaron sus explotaciones y creció el número de habitantes de los núcleos que habían sobrevivido.
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Las ciudades se alzaron como dominadoras de las aldeas.
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La muerte de muchos campesinos supuso el abandono de tierras de labor, que se convirtieron en pastos de ganado.
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El comercio creció. Las rutas marítimas, más rápidas y baratas que las terrestres, se multiplicaron. La cartografía se desarrollo y los europeos empezaron a perder el miedo al océano Atlántico.
El embrión de los Estados
La crisis europea del siglo XIV afectó también los fundamentos políticos e intelectuales.
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En el orden político, se fue imponiendo una relación de tipo público entre el rey y los habitantes. El principio de nacionalidad se impuso sobre el de vasallaje. Se enfrentaron el autoritarismo del monarca y el pactismo. El pactismo fue defendido fundamentalmente por la nobleza. La iglesia vivió también una época de crisis, envuelta en el Cisma de Occidente y el movimiento conciliarista.
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En el ámbito intelectual, se elaboró un pensamiento laico y autónomo. La ciencia experimental comenzó su marcha y los espíritus se abrieron a actitudes religiosas más personales. En lugar de Dios, la sociedad europea empezó a hacer del ser humano el centro de sus preocupaciones. El Renacimiento había comenzado.
La crisis demográfica, económica y social
La crisis demográfica
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La roturación de nuevas tierras, en progreso continuo desde el siglo X, se paralizó. Esto se explica por la voluntad de los señores de buscar producciones comerciables como vino, lana, aceite, en vez de cultivos necesarios para la subsistencia.
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El empeoramiento de las condiciones climáticas multiplicó el número de años de carestía. El hambre volvió a ser una realidad.
La carestía y el hambre trajeron la debilidad biológica de la población. Sobre ella hizo fácil presa la Peste Negra. Desde la costa, la epidemia se propagó al interior. La facilidad del contagio y la debilidad de los organismos explican la intensidad de sus consecuencias demográficas.
Tres conflictos fueron especialmente destructivos: en la segunda mitad del siglo XIV, la guerra de los dos Pedros, en Castilla y Aragón, y la guerra civil de Castilla, entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara; cien años después, la revolución y la guerra civil de Cataluña.
Otros enfrentamientos agravaron la situación: las fechorías señoriales, el bandillaje de los hidalgos y las revueltas de los campesinos.
La recuperación demográfica empezó a sentirse a partir de 1420, pero algunas regiones no la conocieron antes de 1480.
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La Corona de Aragón debía contar con unos 800.000 habitantes en 1480. Pero existían grandes diferencias.
- Cataluña había visto desaparecer casi la mitad de la población.
- Aragón, que, en los peores momentos, había perdido una quinta parte, consiguió recuperar sus efectivos.
- El reino de Valencia debía de contar en 1480 con los mismos habitantes. Pero una gran parte del territorio se
había despoblado en beneficio de la capital.
-Lo mismo sucedió en Mallorca, con el engrandecimiento de Palma.
- El reino de Navarra, con una dinámica de pérdida y recuperación parecida a la de Aragón tenía 100.000 habitantes.
- En la Corona de Castilla con sus 4 millones de habitantes, había sido la primera en recuperarse.
La crisis demográfica se cerró con tres consecuencias importantes:
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La detención del crecimiento.
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La preponderancia de Castilla y la precocidad de su recuperación.
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La redistribución de la población. Se redujo el número de núcleos habitados. Por otro lado, aumento el peso específico de la población urbana. Salvo en Cataluña, el desarrollo de las ciudades fue un dato decisivo del siglo XV.
La crisis económica y la recuperación
La depresión agraria
La depresión agraria del siglo XIV se evidenció en los siguientes rasgos:
-El aumento del número de despoblados
- El retroceso de los cultivos
- El desequilibrio entre los precios y los salarios. Los señores se vieron obligados a pagar salarios más altos para retener a la población. Por el contrario, como la población era menor, la demanda de productos descendió, lo que bajó los precios.
- La caída de las rentas señoriales. Como había menos población en el campo, los señores recaudaban menos por derechos jurisdiccionales.
La producción agraria seguía generándose mayoritariamente en las pequeñas explotaciones de carácter familiar integradas en los distintos señoríos. El señor percibía una renta sobre los bienes producidos y unos ingresos en concepto de derechos jurisdiccionales, que cada vez eran más numerosos y agobiantes.
La despoblación de los campos por causa de la crisis demográfica dejó en manos de los señores abundantes espacios. Unos retornaron al bosque y sirvieron de sustento al ganado y los animales de caza. Otros se arrendaron a corto y medio plazo. En Extremadura y Andalucía, el rápido abandono por parte de sus beneficiarios de las explotaciones familiares permitió a los poderosos construir grandes latifundios. En ellos comenzó a aparecer la figura del jornalero, persona cuya subsistencia va ligada a la percepción de un jornal.
El triunfo de la ganadería y la vid
La reconstrucción agraria del siglo XV marchó de la mano de la recuperación demográfica. Sus manifestaciones fueron:
- La puesta en explotación de tierras abandonadas en los años malos.
- La mejora de las condiciones ofrecidas a los nuevos cultivadores.
- La adaptación de las producciones rurales a las necesidades de las ciudades y las exigencias del comercio internacional. En este último punto, coincidieron los intereses de los grandes señores y de algunos ricos burgueses que vivían en las ciudades más activas.
La ganadería
La ganadería, en especial la castellana había conocido ya un importante crecimiento como demostraba la constitución del Honrado Concejo de la Mesta. Tres factores estimularon la atención a la ganadería ovina:
-La crisis demográfica redujo los espacios cultivados, que pasaron a dedicarse a pastos.
-La demanda de los talleres de Flandes. Los tejidos flamencos tuvieron gran éxito y usaban como materia prima la lana castellana.
- La calidad de las lanas castellanas, producto de la oveja merina, que se introdujo en la Península a finales del siglo XIII.
La especialización de los cultivos
La atención a los cultivos de producción fácilmente comerciables tuvo su manifestación en la expansión del viñedo, de los arrozales y de la caña de azúcar. La más llamativa fue el incremento extraordinario de la vid. Aparte de las grandes zonas productivas, casi cada villa peninsular se rodeo en el siglo XV de un cinturón de espacios dedicados a las viñas y parrales.
El comercio
El papel de los reinos hispanos en el comercio de los siglos XIV y XV estuvo marcado por tres hechos:
- El aumento de las producciones de lana castellana, tejidos catalanes, hierro vasco y cantábrico, pescado andaluz y navíos.
- La inserción de la Península en los itinerarios internacionales. Hacia 1300, los castellanos, ayudados por los genoveses, aseguraron la navegación por el estrecho de Gibraltar.
- Los comienzos de una economía-mundo en la que la Europa meridional iba a jugar el papel de aprovisionadora de materias primas a la Europa septentrional, especializada en la elaboración de manufacturas. La red de relaciones entre ambas zonas quedo asegurada por los acuerdos entre los grandes propietarios y mercaderes.
Los instrumentos mercantiles
La creación de espacios de contratación en la Corona de Castilla se tradujo en la aparición de nuevas ferias anuales o en la ampliación de las que ya se celebraban. Las ferias más importantes fueron las de Medina del Campo
En la Corona de Aragón, los espacios de contratación tuvieron carácter más permanente y se concretaron en las lonjas.
La multiplicación de las sociedades mercantiles y de los medios de pago. Toda clase de monedas exigió la aparición de las casas de cambio, pero también de letras de cambio. La movilidad mejoró, con la práctica del endoso, es decir, cesión de letras de cambio a favor de otra persona.
La reactivación de la circulación comercial
El aumento de las producciones y los instrumentos mercantiles reactivó la circulación interior en los reinos hispanos. Por lo que toca al comercio exterior, continuó la actividad de los tres polos ya conocidos: El de Barcelona orientado hacia el mediterráneo, se sumió en una crisis, que el paralelo ascenso de Valencia no fue capaz de compensar. El área de Burgos al litoral cantábrico, la explotación de lana de la Mesta y del hierro fueron grandes negocios. Sevilla en contacto con el reino de Granada y con Italia, se estaba convirtiendo en la plataforma comercial hacia el Atlántico sur.
El comercio castellano vivió en la segunda mitad del siglo XV una etapa gloriosa.
La crisis social
El dominio de los señores
La nobleza intensificó su dominio señorial. Desde mediados del siglo XIV los nobles, tanto aragoneses como castellanos o navarros, adquirieron facultades jurisdiccionales criminales y civiles.
La nobleza redondeó sus ingresos con la apropiación de tierras de realengo y la atención a los beneficios del comercio.
Para asegurar su continuidad, los nobles adoptaron la institución del mayorazgo. Y para distinguirse de los demás grupos sociales, inventaron ritos y ceremonias, como la del ser armados caballeros.
Los ricos hombre(nobles más ricos) mantenían como clientes a miembros de una segunda nobleza, y numerosos hidalgos rurales. Todos ellos formaron parte de bandos, que se enfrentaban entre sí. Las luchas de bandos fueron signo revelador de las tensiones por la pérdida de rentas.
-En las ciudades, los linajes de la nobleza disputaron el poder municipal de las cofradías de oficios y comerciantes.
- En el campo, los nobles hicieron sentir su peso sobre los campesinos con la adscripción de las personas a las tierras de cultivo y el ejercicio del derecho de maltratarlos.
La fuga de campesinos a villas o al realengo y el bandillaje fueron salidas a esta situación asfixiante.
La proliferación de conflictos
Sus principales protagonistas fueron agricultores contra ganaderos, habitantes de las villas contra hidalgos rurales, cofradías contra linajes, nobles contra nobles y señores contra campesinos. Pero uno afecto a toda la península: la explosión del sentimiento antijudío.
La explotación del sentimiento antijudio
El pueblo los consideraba usureros. La nobleza, aunque utilizaba sus servicios vio en ellos una forma de desviar la animosidad popular contra sus propias actitudes. Algunos predicadores insistían en la imagen de los judíos como asesinos de Dios en la persona de Cristo y culpables de los males de los cristianos.
La llegada de la Peste Negra sirvió de excusa para las primeras explosiones antijudías. La aljama de Palma de Mallorca fue asaltada y parte de sus habitantes asesinados. Los incendiarios sermones del arcediano de Écija promovieron el ataje a las aljamas andaluzas. Para salvarse, algunos salieron de la Península. La mayoría fingió convertirse al cristianismo. Con las conversiones masivas, el problemas se convirtió al problema converso. Los cristianos viejos orientaron hacia los convertidos el recelo que antes habían mostrado hacia los judíos.
Los payeses de la remensa en Cataluña
El movimiento remensa tuvo su origen a finales del siglo XIII contra dos prácticas señoriales: La prohibición a los campesinos de abandonar el campo sin el previo pago de la redimença, y la imposición de los malos usos.
Frente a las exigencias señoriales, los payeses respondieron con la sublevación. La lucha alcanzó gran crueldad. El final de la guerra no resolvió el problema. Los campesinos protagonizaron una segunda sublevación. La Sentencia Arbitral de Guadalupe dictada por Fernando el Católico pacificó la situación.
La revuelta foránea en Mallorca
La revuelta de Mallorca combinó las protestas de los campesinos contra los señores con las de los municipios de la isla contra la abusiva hegemonía política y fiscal de la ciudad de Palma. Las tropas que fueron enviadas por el rey Alfonso V liquidaron rápidamente la revuelta de los campesinos mallorquines por medio de terror y exterminio.
El movimiento hermandino
El movimiento hermandino en Galicia surgió en las ciudades, cuyos habitantes aspiraban a poner coto a los excesos de los grandes señores. Los campesinos, cansados de la presión señorial se unieron. Los señores, asustados, huyeron de Galicia y sus castillos fueron destruidos. Los excesos de los campesinos radicales atemorizaron a los hidalgos y burgueses, que trataron de encontrar solución.
Los grandes señores regresaron a Galicia. Aprovecharon las desavenencias en el bando hermandino, reprimiendo duramente la revuelta.
La renovación política
Autoritarismo y Pactismo
En el siglo XIV estaba asentada la idea de que por encima de cada reino, no había ningún poder universal y superior. Cada reino constituía un único cuerpo. El rey que figuraba la cabeza de cada reino era el señor de todos los habitantes del territorio. Por encima de cualquier vínculo de vasallaje, estaba el vínculo de naturaleza, que ligaba a una persona con el rey por el mero hecho de haber nacido en un reino determinado.
-Para los expertos en derecho y para los reyes “lo que place al rey tiene vigor de ley” Versión autoritaria.
-Para los nobles más poderosos y las grandes ciudades, “lo que a todos concierne por todos debe ser aprovechado” Versión pactista.
Las dos posturas zanjaron muchas veces sus diferencias mediante conflicto armado. En Castilla, en cambio, las hermandades de nobles tuvieron a veces enfrente a las hermandades de concejos, que apoyaron a los reyes.
La discusión entre autoritarios y pactistas también se desarrollo en el marco de dos instituciones:
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El Consejo Real, asesoraba al monarca y colaboraba en el gobierno del reino. Dentro de él se produjeron dos novedades: la entrada de expertos juristas y la creación de organismos especializados, como eran el Consejo propiamente dicho, la corte y el alto tribunal de justicia o Chancillería.
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Las Cortes eran la institución que, teóricamente, representaba al cuerpo del reino. Convocadas por el rey, reunían a representantes de la nobleza, el clero y algunas ciudades. En Aragón existia un cuarto brazo: los nobles de segunda categoría.
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Su función principal era votar el servicio o ayuda económica que las ciudades estaban dispuestas a dar al rey. El monarca escuchaba a cambio las peticiones de los representantes.
La Administración
En los señorios se produjeron tres innovaciones:
- Se delimitó cada reino mediante la creación de fronteras y aduanas.
- El nacimiento de las capitales de cada reino. Pronto sirvieron de sede para las Diputaciones del General o Generalitat, que representaban los intereses de los privilegiados de la comunidad frente al rey. En Castilla, la corte y la administración continuaron siendo trashumantes.
- La creación de una nueva fiscalidad, basada en tributos sobre el comercio, como la alcabala castellana y las generalidades aragonesas; el establecimiento de altos tribunales de justicia; la creación de un ejercito, si no nacional, al menos dinástico; la difusión de las decisiones juristas, que tendían a igualar los ordenamientos; y la intervención real en los municipios de realengo a través del corregidor.
En medidas intervencionistas, los reyes castellanos tuvieron más éxito que los aragoneses.
Evolución Política de los reinos
El reino de Granada
Por el norte, estaba controlado por los castellanos. Por el sur, los benimerines que aspiraban a entrar en la Península. La victoria de Alfonso XI en la batalla del Salado puso fin a sus amenazas. La interrupción del contacto con África bloqueó definitivamente el reino de Granada.
El reino de Navarra
El reino de Navarra pasó a manos de la dinastía francesa Champaña. Durante un tiempo, el propio rey de Francia fue a la vez rey de Navarra. En 1329 una nueva dinastía, la casa de Evreux, se hizo con el trono. Los intereses franceses de la nueva dinastía implicaron a Navarra en la guerra de los Cien Años.
El matrimonio entre la heredera al trono, Blanca de Navarra, y un noble castellano hijo de Fernando I de Aragón devolvió la atención del reino navarro al escenario peninsular. La muerte de la reina abrió la puerta al enfrentamiento entre agramonteses y beaumonteses. Los primeros partidarios del gobierno del viudo Juan, los segundos preferían la coronación del hijo, Carlos de Viana. La guerra entre ambos bandos asolo Navarra.
La corona de Aragón
La corona de Aragón inició su expansión mediterránea con la conquista de Baleares.
Sicilia
Sicilia se alzo contra Carlos de Anjou, que, con la isla y el sur de la península Italiana, había constituido el reino de las Dos Sicilias. Los sicilianos pidieron ayuda al rey de Aragón. Tras años de lucha, consiguieron incorporar Sicilia a la corona de Aragón.
Cerdeña y Córcega
El poder aragonés tuvo muchas dificultades para instalarse. Sólo desde 1420, Alfonso V fue capaz de conseguir Cerdeña.
Los ducados de Atenas y Neopatria
Las compañías de almogávares con Roger de Flor al frente, marcharon al imperio Bizantino para combatir a los turcos. Las autoridades imperiales asesinaron a Roger de Flor y diezmaron sus compañías de mercenarios. Estas, en represalia emprendieron la “venganza catalana”. Saquearon las ciudades de Grecia y crearon los ducados de Atenas y Neopatria.
El reino de Nápoles
A comienzos del siglo XV, la presencia aragonesa en el Mediterráneo occidental se debilito. El monarca controlo Cerdeña, renunció a Córcega y conquistó el reino de Nápoles. Instalado en la ciudad, Alfonso V abandonó la política Ibérica y, como rey de Nápoles se convirtió en árbitro de la situación italiana y en mecenas del renacimiento.
La política interior
El enfrentamiento entre autoritarios y pactistas
Por exigencias de la guerra por Sicilia, los reyes reconocieron a los nobles aragoneses de la Unión un Privilegio General. Pedro IV el Ceremonioso derrotó a los nobles y la abolió. Al hacerlo con la ayuda de los catalanes, debió hacerles concesiones, que crearon la Generalitat.
El compromiso de Caspe(1412)
La extinción de la dinastía que había gobernado la Corona de Aragón dejó en manos de nueve compromisarios reunidos en Caspe la designación de un nuevo rey. La elección recayó en Fernando I de Antequera. Así se instalaba la rama menor de dinastía Trastámara en la corona de Aragón.
La guerra civil catalana
La excusa para el estallido de la guerra fueron las relaciones entre Juan II, rey de Navarra que lo era también de Aragón desde la muerte de su hermano Alfonso V, y su hijo Carlos príncipe de Viana. Los hechos se desarrollaron en dos fases:
-La revolución: todo el Principado se unió contra la monarquía, que tuvo que hacer grandes concesiones.
-La guerra civil: los distintos grupos sociales catalanes se enfrentaron entre sí. La monarquía salió vencedora, aunque sin resolver los problemas que habían organizado el conflicto.
La corona de Castilla
La vocación atlántica
Se configuraron los dos polos mercantiles de la corona: En el norte, Burgos y los puertos del Cantábrico, que miraban al Atlántico; en el sur, Sevilla, aunque miraba al Atlántico, no quería desperdiciar su estratégica posición entre el Atlántico y el Mediterráneo.
El estrecho de Gibraltar
La apertura del estrecho de Gibraltar a la libre navegación cristiana fue el primer objetivo. Todos preferían el camino por mar, más rápido que por tierra.
Los benimerines amenazaron la pretensión de los cristianos. La victoria de Alfonso XI concluyó la guerra por el control del estrecho.
La guerra de los Cien Años(1337-1453)
El éxito de Castilla en el estrecho de Gibraltar suscitó el interés de Francia e Inglaterra por contar con la fuerza naval castellana en la guerra de los Cien Años.
-Pedro I se inclinó por la alianza con Inglaterra.
- Su hermanastro y sucesor Enrique II de Trastámara optó por la alianza con Francia.
El apoyo naval castellano a las pretensiones francesas, que finalmente alcanzaron la victoria, se mantuvo durante un siglo.
A la par que los éxitos militares, los marinos comerciantes de Castilla se aseguraron el éxito económico. Ellos y los representantes de la Hansa germánica se repartieron las áreas de influencia en el Atlántico.
La conquista de las islas Canarias
El interés castellano por Atlántico y las excelentes relaciones con Francia fueron determinantes en la conquista de las islas Canarias. La ocupación de las islas no resultó sencilla. Las islas pequeñas quedaron, por vía de venta y herencia, en manos de los señores andaluces y las islas mayores se ocuparon definitivamente en el reinado de los Reyes Católicos.
Las aspiraciones portuguesas
Los portugueses conquistaron Ceuta. Se instalaron en Madeira y Azores y tuvieron aspiraciones a las Canarias.
La política interior
Autoritarismo y pactismo
-Se sublevaron la nobleza y las ciudades del reino
-Alfonso XI tras imponer la institución del regimiento en las ciudades y crear la figura del corregidor, puso en vigor el Ordenamiento de Alcalá. En virtud del mismo, el Código de las Partidas. Se convirtió en la fuente principal del derecho den reino hasta el siglo XIX.
El asesinato de Pedro I el Cruel
Pedro I fue asesinado en Montiel por su hermanastro Enrique II de Trastámara. La propaganda del vencedor lo hizo aparecer como un acto de justicia contra la crueldad y el despotismo del muerto. Enrique II se mostró como defensor de la nobleza frente a las ciudades y como aliado francés, frente a la inglesa que tenia su hermanastro.
Castilla intervino también en el Cisma de Occidente cuando la iglesia católica se dividió entre los pasas de Avignon y de Roma. Francia y Castilla de inclinaron por los de Avignon, y más tarde tuvieron que utilizar la fuerza para que el aragonés Benedicto XIII, el papa luna, depusiera su terquedad y se aviniera a renunciar al papado para resolver el Cisma.
El intento de incorporación de Portugal
La muerte del rey portugués animó a su yerno, el monarca castellano Juan I a intentar incorporarlo. La oposición de las ciudades portuguesas y de un sector de la nobleza lo impidieron.
El problema sucesorio
La alta nobleza castellana fabricó la leyenda de la ilegitimidad de la hija de Enrique IV y propuso a sus hermanastros Alfonso e Isabel como sucesores. El monarca cedió a las presiones y aceptó a Isabel como heredera.
Las cosas cambiaron radicalmente. Isabel se casó con Fernando, heredero al trono de Aragón. El novio, además del apoyo aragonés, aportaba al matrimonio la alianza con Inglaterra y la hostilidad con Francia.
Enrique IV se desdijo del acuerdo con su hermanastra y busco para su hija un marido Francés, pero murió dejando al reino en las puertas de una guerra civil.
La cultura: del Medievo al Renacimiento
Las mentalidades
La crisis demográfica hizo habitual la aparición del espectro de la muerte. Antes esto las respuestas fueron muy variadas:
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Unos optaron por verla como igualadora de los destinos rpesonales.
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Otros buscaron el desprecio del mundo y la mortificación del cuerpo.
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Algunos escogieron como lema el Carpe Diem. Que explica la multiplicación de hijos bastardos y la holgazanería de algunos clérigos.
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Otros exaltaron la idea de que la fama perdura.
La lucha señorial por las rentas puso de moda el pecado de la avaricia.
El despliegue de ostentación que caracterizó la vida de la aristocracia, desde el nacimiento con sus fiestas, hasta la muerte con procesiones de plañideras y mausoleos impresionantes. La vida de la alta nobleza transcurría en un ambiente de artificiosidad desmedida. La vivienda, el vestido, la comida se utilizaron como instrumentos de distinción respecto al pueblo.
Entre el Gótico y el Renacimiento
Las manifestaciones literarias
Gusto por la elaboración de biografías y crónicas que exaltaban el individualismo de una persona. Las preocupaciones de los habitantes de las ciudades tuvieron otros cauces de manifestación:
-Las de carácter espiritual fueron orientadas por los predicadores dominicos y franciscanos.
-Las de carácter lúdico se expresaron a través de los romances.
TEMA 5
El comienzo del reinado
Los protagonistas
La muerte de Enrique IV situó en el trono de Castilla a su hermanastra Isabel, casada con Fernando, el heredero de la Corona de Aragón. Unos años después, la muerte de Juan II de Aragón, padre del novio, convirtió a Fernando en el rey de la corona de Aragón. La muerte de Isabel en 1504 propició la subida al trono de Castilla de su hija Juana la Loca, casada con Felipe el Hermoso. Tras la temprana desaparición de este y la supuesta incapacidad de la reina Juana, el gobierno recayó en el cardenal Cisneros, y después en su padre, Fernando de Aragón. Esta política se vio aun más enturbiada por la peste, la carestía y la rapacidad de los consejeros flamencos que Felipe el Hermoso trajo a España.
La guerra civil en castilla (1474-1479)
En 1468, Enrique IV de Castilla cedió a la presión de la nobleza castellana y aceptó el nombramiento de su hermanastra Isabel como heredera al trono de Castilla. Un año más tarde, Isabel se casó con Fernando, el heredero de Aragón. Esta unión significaba para Juan II, padre del novio, la posibilidad de hacer frente a la amenaza francesa.
La muerte de Enrique IV puso a Isabel y Fernando en el trono de Castilla y la opinión se dividió:
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Un sector de la alta nobleza se mostró partidario de Juana, hija de Enrique IV, y buscó el apoyo de Portugal y Francia.
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Otro sector de la nobleza y la mayor parte de las ciudades optaron por Isabel.
Después de una serie de asedios, batallas y alzamientos populares contra los nobles partidarios de Juana, como el de Fuenteovejuna, Isabel alcanzó la victoria en 1479.
En política interior, Isabel y Fernando mostraron en seguida su intención de pacificar los territorios y de restaurar la autoridad real. Para ello se sirvieron de la Santa Hermandad, una especie de policía rural que trataba hacer frente al bandolerismo, muchas veces nobiliar, que entorpecía el tráfico mercantil. Y crearon en 1478 la Inquisición para controlar a los conversos que judaizaban.
En política exterior, las alianzas portuguesas del bando de Juana no impidieron que los Reyes Católicos, una vez alcanzaron la victoria, trataran de asegurar la amistad de Portugal. El acuerdo se sello por bodas entre infantes, que garantizó la vinculación de las islas Canarias a Castilla, aunque los territorios y rutas marítimas situados al sur de ellas correspondido a Portugal.
También se estableció, inicialmente, una paz con Francia.
El mismo año que concluyo la guerra civil de Castilla, murió Juan II y la herencia de la Corona de Aragón recayó en su hijo Fernando. Así se consolidaba el trono de Isabel y Fernando. Al año siguiente, las Cortes de Toledo pusieron las bases de la organización de la monarquía.
La unión personal
La monarquía de los Reyes Católicos se constituyó sobre la unión personal de los monarcas. Cada uno de ellos aportó los territorios que, respectivamente conformaban las Coronas de Aragón y Castilla.
El centro de la monarquía unida basculó enseguida hacia Castilla. Era mucho más extensa y poblada, poseía un dinamismo económico muy superior al de Aragón y sus territorios no sólo se hallaban más unificados que los aragoneses, sino que mostraban una menor oposición al intervencionismo regio.
Las bases económicas y sociales
La economía
La ganadería
La ganadería ovina trashumante fue la opción principal, sobretodo en Castilla. La Mesta aumentó sus privilegios en virtud del privilegio de posesión. Según este, cualquier tierra que los rebaños trashumantes utilizaban como pasto durante diez años sin reclamación de su dueño, pasaba definitivamente a ser espacio de pastoreo.
La actividad artesanal
El objetivo de la producción de los reinos siguió siendo la obtención de materias primas para intercambiar por productos manufacturados. Por ello, pese a los esfuerzos de algunas ciudades por fomentar la actividad textil, los mercaderes impusieron sus intereses sobre los artesanos. El verlags-system, que era el sistema dominante de producción, lo permitía: el comerciante entregaba la materia prima a los artesanos, que trabajaban en sus casas con el compromiso, por parte del mercader, de comprar el producto acabado, lo que permitía imponer los precios.
La actividad de los telares castellanos creció aunque la de los catalanes siguió sin recuperarse de la crisis. También aumentó, la producción metalúrgica, en especial la del hierro vizcaíno.
El comercio
La actividad comercial, orientada cada vez más hacia el espacio atlántico fue especialmente intensa en Castilla. Ocupó a grán número de arrieros, que en 1497 se organizaron en la Real Cabaña de Carreteros para segurar los circuitos del comercio terrestre interior. Igualmente los transportistas marinos, los armadores y los mercaderes vieron crecer considerablemente sus respectivos negocios.
Para ordenar el tráfico de exportación, los Reyes Católicos crearon el Consulado de Burgos y la reina Juana el Consulado de Bilbao.
La sociedad
El poder de los señores
Los reyes se vieron obligados a limitar sus primeras intenciones de control político de la nobleza. Las difíciles circunstancias del acceso de Isabel al trono de Castilla les obligaron a pactar el apoyo de las grandes casas nobiliares. A cada intento de aplicación de una decisión autoritaria le siguió una compensación.
La lenta tarea de los juristas fue consiguiendo que los reyes se convirtieran en la cúspide del sistema judicial.
La sumisión de los campesinos
Muchos campesinos, en especial en Aragón y Cataluña, se hallaban en una situación práctica de servidumbre.
En Cataluña los payeses de la remansa protagonizaron una segunda guerra contra sus señores a la que puso fin la sentencia arbitral de Guadalupe. A cambio del pago de un censo a sus señores, los payeses consiguieron la abolición de los malos usos y el reconocimiento de su dominio sobre la tierra con facultad para traspasarla.
En Aragón, la sentencia arbitral de la Celada dio la razón a los señores aragoneses en la pugna con sus campesinos, que para huir de la servidumbre trataban de huir al realengo.
La demografía
Por un lado, la población se redistribuyó a favor de las ciudades y en detrimento de las aldeas. Por el otro, a favor de las tierras del reino de Granada, una vez los musulmanes fueron expulsados, y del bajo Guadalquivir, cuando se confirmo la capitalidad de Sevilla en la empresa de colonización de América. La zona más vital de la monarquía continuó siendo la comprendida entre Burgos, Salamanca, Toledo y Segovia.
La expulsión de judíos y musulmanes y los comienzos de la emigración a América supusieron una sangría demográfica.
La eliminación de los disidentes religiosos
La eliminación de los disidentes por motivos de ideología tuvo dos manifestaciones principales:
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De carácter político: la conquista del reino de Granada en 1492 y la expulsión de sus ocupantes musulmanes o su reducción a las zonas montañosas de la Alpujarra.
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De carácter religioso y comprendió la reforma de la iglesia, la creación del Tribunal de la Inquisición y la expulsión de los judíos.
La reforma de la Iglesia
Los Reyes Católicos obtuvieron el reconocimiento papal del derecho regio de presentación de obispos a las sedes vacantes. Se afirmó el regalismo, que era un sistema de política religiosa que concedía a los reyes privilegios en asuntos eclesiásticos. La Iglesia se convirtió en una institución subordinada al poder real.
La reforma de las órdenes religiosas, que habían caído en la relajación más absoluta, fue acometida con verdadero rigor.
El Tribunal de la Inquisición
La Inquisición moderna, creada por bula papal de 1478, nació en España para luchar contra los conversos que continuaban con sus prácticas judías. Pronto quedo constituido como un tribunal dependiente del monarca, cuya misión era castigar a los bautizados que incurrían en delito de fe. Torquemada fue el primer inquisidor general.
Las pesquillas eran secretas, los acusados desconocían quien los había acusado y declarados culpables no sólo pasaban a título personal a manos de la justicia ordinaria, sino que ellos y sus descendientes podían quedar inhabilitados para el ejercicio de ciertos cargos y honores.
La mayor resistencia a la implantación del tribunal la ofrecieron los territorios de Aragón, que lo considero un atentado contra sus fueros y el reino de Nápoles impidió que se estableciera.
La expulsión de los judíos
Las conversiones interesadas sustituyeron el problema judío por el converso. El riesgo de que volvieran a su religión animó a la reina Isabel a proponer la expulsión de los judíos. El edicto, promulgado en 1492, daba un plazo de seis meses para la salida de los judíos que no aceptaran convertirse al cristianismo. Los que no lo hicieron formaron parte de la diáspora sefardí (nombre que los judíos daban a España), que los llevó a Marruecos y a tierras del imperio turco.
La construcción institucional y territorial
El fortalecimiento de las instituciones
Los Reyes Católicos desarrollaron una política de fortalecimiento de las instituciones castellanas de gobierno.
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En materia de justicia, consolidaron la Chancillería como alto tribunal con dos sedes: una en Valladolid y otra en Granada.
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En la milicia, además de la Santa Hermandad contra los bandidos, crearon el núcleo de un ejercito profesional y permanente, basado en la movilidad de la caballería ligera y la infantería.
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En la fiscalidad, aseguraron la capacidad recaudatoria de la hacienda real. En las Cortes de Toledo de 1480 sometieron a revisión las mercedes concedidas por reyes anteriores, lo que permitió recuperar parte del patrimonio real. Las concesiones de la Santa Sede, en forma de subsidios del clero y bulas de la Santa Cruzada, sirvieron también para acrecentar los recursos de la monarquía.
Este programa se completó a través de cuatro instrumentos:
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El consejo de Castilla, que constituía la cúspide del gobierno y la administración y la suprema instancia judicial por encima de las Chancillerías. Junto a prelados de confianza, los reyes introdujeron en él letrados expertos en derecho. Conforme aparecieron nuevas áreas de poder, fueron constituyéndose nuevos consejos: Aragón, Inquisición e Indias.
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Los tres restantes instrumentos fueron: la generalización del nombramiento de corregidores para las ciudades castellanas; la reducción del número de ciudades con representación en Cortes y, la práctica supresión de convocatorias a las mismas; y el control del episcopado y la Inquisición.
La ampliación de los dominios peninsulares
El reino de Granada
El reino nazarí de Granada vivió desde 1246 como vasallo de Castilla. Desde 1482, los Reyes Católicos decidieron poner fin al reino de Granada. La empresa resultó más dura de lo previsto, aunque la guerra civil granadina entre abencerrajes y zegríes facilitó los avances cristianos. Finalmente el 2 de enero de 1492, las tropas castellanas entraron en la Alambra.
Las capitulaciones de Santa Fe con el último rey nazarí, Boabdil, fueron muy generosas: los granadinos conservaban su libertad religiosa y personal, sus propiedades, armas y derecho tradicional. Pero la situación de tolerancia duró poco, el cardenal Cisneros acabó con ella: confiscó y quemó los ejemplares del Corán e implantó la Inquisición. Los musulmanes granadinos se sublevaron y fueron objeto de una severa represión, viéndose obligados a elegir entre la conversión y el exilio. La misma medida se aplicó a los mudéjares de Castilla, que no se habían movido en absoluto. En adelante, estos conversos serían llamados moriscos.
El reino de Navarra
El reino de Navarra, a la muerte de Juan II de Aragón pasó por vía matrimonial de su hija a la casa de Foix. Una nieta de Juan llamada Catalina y su esposo Juan III de Albret volvieron a unir los destinos del reino navarro a los intereses franceses del nuevo monarca.
Las simpatías de los reyes navarros por la causa de Francia en la pugna contra Fernando el Católico le sirvió de excusa a este para intervenir. En 1512, el duque de Alba ocupó sin dificultad el reino de Navarra. Tres años después, conservando la autonomía de sus instituciones y su condición de reino propio, quedó incorporado a la Corona de Castilla.
La proyección exterior
La opción mediterránea
Las guerras de Italia
Cuando en 1458 murió Alfonso V el Magnánimo, la presencia de la Corona de Aragón en Italia comprendía dos niveles:
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Sicilia y Cerdeña eran territorios de la Corona de Aragón
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Nápoles había quedado en manos de un hijo bastardo de Alfonso V, primo, por tanto, de Fernando el Católico.
En 1494, Carlos VIII de Francia invadió Italia para hacer valer los derechos de los Anjou en Nápoles. Al cabo de nueve años, la acción diplomática de Fernando, que contó con el apoyo del papa, el emperador Maximiliano, Venecia y la hábil estrategia de Gonzalo Fernández de Córdoba, eliminaron a los franceses. Desde 1503, el reino de Nápoles pasó a manos de los soberanos españoles.
El norte de África
El interés por el norte de África respondía a varias tradiciones: Una fue la de la cruzada: la posibilidad de arrebatar Jerusalén a los musulmanes. Otras eran geopolíticas, los portugueses habían conquistado Ceuta; los vasallos andaluces del duque de Medina Sidonia, con el apoyo de la Corona, ocuparon Melilla; después de la conquísta de Nápoles, los españoles ocuparon Orán.
La opción atlántica
Su mayor éxito había sido el reconocimiento de su soberanía sobre las islas Canarias. Después, el interes de los señores andaluces y la actividad de los marinos se unieron para sacar provecho a acciones que compaginaban la pesca, el comercio y la piratería.
Todo ello inquietó a Portugal. La guerra civil castellana dio nuevas alas a las expediciones de los nobles andaluces, que llegaron hasta el golfo de Guinea. Los Reyes Católicos asegurar la amistad con Portugal supuso la renuncia de Castilla a toda expansión por el África occidental y sus mares, con la excepción de las islas Canarias.
Las islas estaban habitadas por gentes en niveles de desarrollo neolíticos. El grupo más numeroso era el de los guanches re Tenerife. Isabel y Fernando organizaron la empresa sobre bases diferentes: Confirmaron los señoríos particulares, bajo la soberanía real, de las islas menores, Y ordenaron la conquista de las islas de La Palma, Gran Canaria y Tenerife, que se realizó entre los años 1483 y 1496.
Las formas de la conquista y colonización castellanas en las Canarias sirvieron de ensayo para las de América: Los recursos económicos y humanos los aportaron los particulares mediante contrato previo con los monarcas; y los emigrantes a las islas fueron, sobre todo, andaluces, además de los mercaderes genoveses.
La lucha contra los “infieles”, el trato a la población indígena, la introducción de cultivos como la caña de azúcar y la acomodación de instituciones de ensayaron en las Canarias antes de hacerlo en América.
El descubrimiento de América
El viaje del descubrimiento
La guerra civil castellana concluyó con un tratado entre Portugal y Castilla en 1479, que, repartía sus áreas de influencia en el continente africano: el sur y este de las islas Canarias correspondía a Portugal. Los portugueses comenzaron a buscar el camino que, contorneando la costa africana les permitiera llegar a las riquezas de las Indias, y porque se desconfiaba de los cálculos de Colón.
En plena guerra de Granada, Colón presentó su iniciativa a los Reyes Católicos, que se resistieron a aceptarla: de un lado, la guerra contra el reino nazarí consumía los recursos financieros; de otro, las exigencias de Colón les parecieron desmedidas: quería los títulos de almirante y virrey de las tierras descubiertas con carácter hereditario y una parte importante en las ganancias que pudieran obtenerse; y la junta de expertos reunida en Salamanca también tenía sus dudas.
Por insistencia los monarcas acabaron por suscribir a Colón las Capitulaciones de Santa Fe en 1492. El 3 de agosto del mismo año, la nao Santa María al mando de Colón y bajo el pilotaje de Juan de la Cosa, y las carabelas La Pinta y La Niña, capitaneadas por los hermanos Pinzón, salieron del puerto de Palos e hicieron escala en Canarias.
Los nuevos viajes
En el viaje del descubrimiento confluyeron: formación náutica, interés por el Atlántico, conocimientos geográficos, leyendas sobre islas imaginarias, estímulos misioneros y apetencia de riquezas. En los veinticinco años siguientes, se completaron con el anhelo de libertad y ascenso social.
En el curso de los nuevos viajes de amplió el conocimiento de las tierras descubiertas: las islas del mar Caribe, el de las costas orientales del continente sudamericano, la Florida, el istmo de Panamá -el primero en atravesarlo y en avistar el océano Pacífico fue Nuñez de Balboa.
El descubrimiento de Nuñez de Balboa descartaba la idea que Cristóbal Colón mantuvo hasta su muerte: haber llegado a Japón y China. Las tierras descubiertas constituían un nuevo continente. Américo Vespunccio le dio su nombre y el marino Juan de la Cosa elaboró el primer mapa del nuevo continente.
Los primeros efectos del descubrimiento
El descubrimiento trajo consigo numerosos intereses y efectos. La colonización de las primeras tierras descubiertas resultó difícil. Las características tropicales del suelo y el clima eran malas para los cultivos a los que estaban acostumbrados los españoles. Por ello impulsaron la entrada de ganado. La dieta alimenticia de los primeros colonos fue casi exclusivamente carnívora.
La búsqueda del oro fue un estímulo constante. Los organizadores de los viajes y la hacienda real castellana se beneficiaron de los hallazgos del mineral.
El tratado de Tordesillas
El reparto entre España y Portugal de las áreas de expansión atlántica fue el resultado más inmediato del descubrimiento de América. Ambos Estados habían aceptado las cláusulas del tratado de 1479 y las de las bulas del papa Alejandro VI.
En el Tratado de Tordesillas de 1494, los portugueses consiguieron desplazar hacia el oeste la línea de demarcación fijada por el papa, y así, la punta oriental de América del Sur entraba en territorio Portugués. Ello permitió la instalación portuguesa en Brasil.
Las encomiendas
Los españoles, a su llegada a América, rompieron un ecosistema muy frágil, trataron de aprovechar hasta la extenuación la fuerza de trabajo de la población indígena y le contagiaron sus enfermedades. Los indios de las Antillas murieron a millares y ello dejó sin mano de obra a los españoles. Para compensar la escasez de mano de obra, y dada la negativa de la reina Isabel de aceptar la esclavitud de los indios, se arbitró el procedimiento de las encomiendas: los indios se repartieron entre los colonos y éstos se comprometieron a instruirlos. La solución no evitó el trabajo forzoso de los indios en un régimen parecido a la esclavitud.
Algunos colonos se compadecieron de sus sufrimientos. Esta actitud se expresó por primera vez en el sermón que el dominico fray Antonio de Montesinos pronunció ante los colonos y las autoridades de la Española. El predicador puso en duda si la conquista era lícita y propuso la negación de la absolución de los colonos que explotaran a los indios.
Las leyes de Burgos trataron de corregir los excesos de los encomenderos, lo que no evitó la extinción de la población de las Antillas. Estas leyes proporcionaron una solución formal con la que se pretendió legitimar la conquista. En adelante, ésta debería ser precedida por un requerimiento que en nombre del rey de Castilla y Aragón, invitaba a los indios a someterse a su soberanía.
El gobierno de las Indias
El gobierno y la administración de las Indias se hicieron según patrones de la Corona de Castilla a la que quedaron incorporados. Las bases institucionales de la presencia española fueron las Audiencias y los municipios. Más tarde, con la conquista de México y Perú, los virreinatos desempeñaron un papel importante.
La primera Audiencia se creó en Santo Domingo en 1510. Estaba constituida por un presidente y varios oidores o magistrados formados en derecho romano y defensores del autoritarismo regio.
Los municipios siguieron también el modelo castellano, pero la distancia a la Península redujo la eficacia de los juicios de residencia, un mecanismo que controlaba el comportamiento de las autoridades.
Junto a esas instituciones, la monarquía contó con el apoyo de la Iglesia. Los franciscanos y dominicos emprendieron inmediatamente una labor de evangelización y aculturación. Muchos de sus miembros aprendieron los idiomas indígenas y, en especial los dominicos, hicieron una decidida defensa de los indios.
La casa de Contratación
La administración americana se organizó a través de la Casa de Contratación, creada en 1503, con sede en Sevilla. Allí se centralizaron las relaciones comerciales con las tierras descubiertas y se controlaron las llegadas de metales preciosos. Contó con un equipo de tesoreros y factores y con otro que atendía la formación científica de los pilotos de la carrera de Indias. La elaboración de mapas y la fabricación de aparatos que facilitaban la navegación.
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*( El descubrimiento tuvo consecuencias para España: desarrollo económico, la posibilidad de ascender en la escala social de mucha gente que emigro a América, el desprecio de los trabajos artesanales y el abandono de la industria nacional. Para Europa: inflación (suben los precios de las cosas por la oferta y la demanda) por el oro y la plata americanas. Y para América: enfermedades, aculturación (desaparición de las costumbres etc de los habitantes) controversia jurídica, filosófica y teológica, creación de loas leyes de Indias, la explotación de las riquezas, y la mano de obra indígena.
TEMA 6
El imperio universal de Carlos V
En 1517 el rey Carlos I, llegó a España. Con él se instauraba una nueva dinastía, la casa de Austria. El nuevo rey heredaba: Por parte de su madre, la Corona española, los territorios del sur de Italia incorporados a ella y las inmensas posibilidades en América; por parte de su padre, era el titular de las actuales Bélgica, Holanda, Alemania, Austria y el norte de Italia.
En 1519 el rey fue elegido emperador del Sacro imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V.
Su programa político fue el de un emperador germánico empeñado en la defensa de los intereses de la casa de Austria, que consideraba vinculados a los de la cristiandad. La ruptura de la unidad de ésta, provocada por la Reforma protestante, promovió la identificación de Carlos V con los destinos del catolicismo, que defendió con insistencia en diversos escenarios europeos, Ello le obligó a mantener una corte itinerante.
Los conflictos iniciales
El monarca, que sólo hablaba francés, llegó con una corte de consejeros flamencos e italianos que únicamente veían en los dominios hispanos dinero para sus propias empresas. Tras la muerte del emperador alemán Maximiliano de Austria, abuelo de Carlos, el trono quedó vacante. El oro que comenzaba a llegar de América y la pesada y segura fiscalidad sobre los vecinos de la Corona de Castilla garantizaron los fondos que Carlos necesitaba para su sueño imperial. Por ello, que la actitud insolente de sus consejeros suscitara pronto una serie de revueltas.
Las comunidades
La sublevación de las Comunidades comenzó en la Corona de Castilla en 1520, casi a la vez que Carlos se embarcaba para recibir la corona imperial en Alemania. La protesta estuvo protagonizada por gente de las ciudades. Proponían una serie de medidas: Una mayor participación de la comunidad en el gobierno del reino a través de las Cortes; la prohibición de la salida de oro, plata y lana; la limitación de los excesos de los consejeros flamencos en la provisión de sus cargos; la defensa del patrimonio de la Corona frente a las pretensiones de la nobleza; la resistencia permanente del rey en Castilla.
El movimiento comunero tuvo a su frente nobles de segunda categoría, maestros de oficios y algunos clérigos. La aristocracia se mantuvo al margen hasta que los comuneros animaron los movimientos antiseñoriales, entonces tomaron parte con los representantes del monarca. La derrota de los comuneros en Villamar en 1521 supuso el final del movimiento y aseguró el triunfo del autoritarismo regio.
Las Germanías
En la Corona de Aragón, prendieron por las mismas fechas otros movimientos. Sus fundamentos fueron más sociales que los de Castilla. Se trató de revueltas antiseñoriales, los brotes de descontento surgieron con fuerza en Valencia y Mallorca.
En ambas la sublevación de las Germanías contó con la participación activa de los artesanos de las ciudades, los campesinos más pobres y el bajo clero. Trataron incluso de obligar a los moriscos a sumarse a la causa, que animada por los franciscanos, tuvo un importante componente mesiánico y milenarista. Muchos de los implicados aspiraban no sólo a desembarazarse de los señores, sino a reformar la iglesia y hasta conquistar Jerusalén.
Los agermanados fueron derrotados por los señores y tropas del rey, y sus cabecillas duramente castigados.
La política exterior
Las guerras contra Francia
Se mezclaban varios elementos:
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La rivalidad personal con el monarca francés Francisco I.
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El legado de luchas políticas: la incorporación a Castilla del reino de Navarra en 1512 no había sido aceptada por Francia; Francisco I había ocupado el ducado de Borgoña contra la voluntad de Carlos V; finalmente Francia y Aragón venían luchando por la hegemonía en Italia desde las Vísperas Sicilianas.
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La herencia medieval. Por un lado, el ambiente caballeresco hacía de la guerra una escuela de virtudes en la que los monarcas exponían sus vidas al combatir con sus tropas. Por otro lado, Carlos V mantenía unas difíciles relaciones con el papado, que se inclinó generalmente a favor de Francia.
El emperador hizo frente a seis guerras contra Francia, condicionadas por la situación de lucha permanente contra el islam en el Mediterráneo y contra los príncipes partidarios de la Reforma en Alemania. La primera estalló en 1521. Los franceses invadieron Navarra, y trataron de asegurar su hegemonía en el norte de Italia. Fueron rechazados en Navarra y derrotados en el Milanesado en la batalla de Pavía, en la que el propio rey Francisco I fue hecho prisionero.
Francia cedió a Carlos V el control de Milán. España se convirtió en potencia hegemónica en toda la península itálica. En 1530, el papa aceptó la situación y coronó a Carlos emperador.
Las luchas con Francia se reanudaron en 1536 en Italia, en las fronteras de Flandes, y en los Países Bajos. Las hostilidades se prolongaron durante veinte años, aunque se intercalaron largos períodos de paz. La última de las guerras franco-españolas del reinado se libró tras su abdicación. El hecho decisivo fue la victoria de Felipe II en la ciudad francesa de San Quintín en 1557. La paz de Cateau-Cambresis firmada en 1559 entre Felipe II de España y Enrique II de Francia estableció de forma duradera la hegemonía española en Italia y en toda Europa occidental.
La guerra contra el Islam
Se mantuvo en dos escenarios: En la zona central de Europa, los ejércitos del sultán turco Solimán el Magnífico ocuparon Hungría y sitiaron repetidas veces Viena, amenazaron de esta manera los territorios de la casa de Austria; en la zona occidental del Mediterráneo, los corsarios, en especial Barbarroja, protegido por Solimán, ocuparon varias plazas conquistadas por Fernando el Católico en el norte de África, incluso saquearon los pueblos costeros de España e Italia, llevándose cautivos a sus habitantes.
La amenaza de turcos y corsarios fue constante durante el reinado.
Las guerras contra Francia
En 1521 Carlos V convocó una reunión en Works. El emperador Carlos V fijo su oposición a Lucero y reclamó al papa la convocatoria de un concilio que emprendiera la necesaria reforma de la Iglesia. Algunos príncipes alemanes, que ya habían aceptado las doctrinas luteranas, protestaron contra las decisiones adoptadas.
En los siguientes años, los conflictos con franceses. Turcos y corsarios impidieron a Carlos V atender el problema religioso. Los príncipes luteranos crecieron y se organizaron militarmente. Cuando el papa Pablo III convocó el Concilio de Trento para tratar la reforma de la Iglesia, los protestantes ya no estaban interesados. Carlos V reclamó la fidelidad de sus súbditos, pero los luteranos se negaron, lo que originó una guerra entre ellos y el emperador. La victoria de éste en Mühlberg aumentó su poder en Alemania pero no resolvió la cuestión. La paz de Augsburgo reconoció oficialmente el luteranismo en Alemania.
La Monarquía Hispánica de Felipe II
Felipe II comenzó su reinado en 1556. Tras su retorno de Flandes no volvió a salir de la Península Ibérica hasta su muerte. Fijó su corte en Madrid y mandó construir el monasterio del Escorial como segunda residencia. Felipe II se puso decididamente al frente de la Contrarreforma. Alentó la actuación de la Inquisición, impuso un rígido control sobre la Iglesia hispana y prohibió que sus súbditos marcharan a estudiar a muchas universidades extranjeras. Pero, a la vez fue un decidido mecenas de las artes y las letras.
La política interior
Su política en la península estuvo mediatizada por sus intereses exteriores, en especial dinásticos y religiosos. En 1568 murieron la tercera mujer y el príncipe Carlos, heredero a la corona; comenzaron los disturbios en Flandes y el conflicto morisco en el antiguo reino de Granada; y entraron en vigor las disposiciones del Concilio de Trento.
El conflicto morisco
Surgió en las Alpujarras de Granada en 1568. La comunidad morisca, que constituía la mitad de la población, se levantó contra el trato vejatorio de las autoridades y de los cristianos viejos, que no aceptaban que los moriscos supuestamente convertidos al cristianismo mantuvieran su cultura, lengua y costumbres. El levantamiento tuvo por escenario exclusivo el ámbito rural y dio lugar a una guerra enormemente cruel. El conflicto acabó en 1570 con la intervención de do Juan de Austria, hermano bastardo del monarca, y la muerte, cautividad y expulsión al norte de África o dispersión por otras regiones de la península de unos 80.000 moriscos.
Los intentos de repoblar con cristianos del norte las tierras no tuvo mucho éxito. En cambio Felipe II consiguió que aumentara la seguridad de los vecinos del litoral andaluz. Desde entonces quedaron menos expuestos a la amenaza de los corsarios, que habían encontrado en sus correrías el apoyo de los moriscos granadinos.
Las alteraciones de Aragón
Confluyeron diversos motivos:
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La crisis económica, que había fortalecido el bandolerismo endémico en los reinos de Aragón y Valencia.
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El descontento político atizado por una facción de la nobleza aragonesa. Esta se oponía al crecimiento del intervencionismo regio en un territorio que había conservado la conciencia de sus antiguos fueros y costumbres. Los habitantes del reino o sus jefes nobiliarios veían el tribunal de Justicia Mayor de Aragón un instrumento de defensa de sus libertades.
En este ambiente de crisis social y resistencia al autoritarismo regio, tuvo lugar la llegada de Antonio Pérez, antiguo secretario de Felipe II, encarcelado por el asesinato del secretario de don Juan de Austria. Tras años de prisión, huyó a su tierra aragonesa y se acogió al fuero de Justicia Mayor. Para recuperar al reo, y con la excusa de que había cometido delitos contra la fe católica, el monarca recurrió a la Inquisición, que encarcelo a Pérez.
Los aragoneses lo consideraron un contrafuero y liberaron al preso, que escapó a Francia, y después, a Inglaterra. Desde aquí, Antonio Pérez contribuyo eficazmente a desprestigiar a Felipe II. La entrada de un ejercito real en Aragón permitió a Felipe II controlar la situación. Desde entonces, la autoridad regia se impuso en Aragón sin discusión alguna.
La política exterior
Estuvo marcada por los mismos criterios que la de su padre: la defensa de los intereses dinásticos de la casa de Austria y de los religiosos del catolicismo. Pero su desarrollo fue algo diferente:
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La hostilidad con Francia fue sustituida por el enfrentamiento con Inglaterra.
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La lucha contra los príncipes alemanes luteranos fue remplazada por la guerra de Flandes y los Países Bajos.
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Sólo la pugna con el islam continuó manifestándose en los mismo términos.
La lucha contra el islam
Los jefes militares que reprimieron el levantamiento morisco de las Alpujarras estimaron su acción como una batalla contra el islam. Otros acontecimientos hicieron pensar en una ofensiva islámica en el Mediterráneo, encabezada por los turcos: el
asedio de las islas de Malta, la conquista de Chipre y la expulsión del soberano de Túnez, que había gozado de la protección española. En estas circunstancias, bajo la inspiración del papa Pio V, una Liga Santa aglutinó el esfuerzo naval de Venecia y España bajo la jefatura de don Juan de Austria. Los turcos y los hispanovenecianos midieron sus fuerzas en la batalla de Lepanto. La victoria cristiana en Lepanto no trajo consecuencias espectaculares. Sólo más tarde, se debilitó la amenaza islámica en el Mediterráneo occidental.
La guerra de Flandes
El empeño de Felipe II y sus sucesores por conservar la soberanía de la casa de Austria se ha considerado siempre un factor importante de la decadencia económica, política y militar de España.
Durante el reinado de Felipe II, la guerra de Flandes mezcló tres cuestiones:
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Política: la resistencia de la población de regiones y señoríos a las tendencias autoritarias del monarca que pretendía gobernarlas a distancia.
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Religiosa: las provincias del sur de mantuvieron dentro de la ortodoxia católica mientras que las del norte aceptaron el calvinismo.
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Económica: la imposibilidad de generar recursos suficientes para mantener un ejercito. Los amotinamientos de los tercios de Flandes, que descontentos por la falta de paga estuvieron al dia.
Estas cuestiones y la política inflexible fomentaron un estado de conflicto permanente. Una abundante producción de panfletos contra el monarca y sus delegados sostuvo el ánimo de los opositores al rey, que no pudo impedir la división definitiva entre el norte calvinista y el sur católico.
La guerra contra Inglaterra
La alianza que Carlos I había mantenido con Inglaterra se prolongó durante los primeros años del reinado de Felipe II pese a que una reina protestante, Isabel I, ocupaba el trono inglés. A partir de 1568, los corsarios ingleses comenzaron a obstaculizar el comercio de España con América mientras los holandeses interferían las relaciones marítimas entre España y Flandes. El vicealmirante británico Drake entró en la bahía de Cádiz y quemó unas cuantas naves, y la reina Isabel I no escondía sus simpatías por los rebeldes holandeses.
En 1588, para asegurar la posición en Flandes el monarca español envió la Armada Invencible. La lejanía de sus bases, la movilidad de la armada inglesa aliada, y las tormentas provocaron el desastre.
La incorporación de Portugal
En 1580 Felipe II heredó Portugal. Pese a los mutuos recelos, los intereses de la aristocracia y la burguesía portuguesas estaban próximos a los españoles.
El sistema político del imperio
El ejercicio de la autoridad en el siglo XVI estuvo condicionado por dos elementos: La teoría política, y la realidad constitucional. Se va a vivir en continua tensión institucional. El soberano era uno, y la aplicación de una misma política se realizaba, a veces, de forma diferente según los reinos y señoríos.
Los territorios de la Monarquía
La base de la monarquía estaba constituida por la unión de las coronas de Castilla y Aragón.
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En la Corona de Castilla, un mismo Consejo Real, unas mismas Cortes y un único sistema fiscal facilitaban la unidad pese a la pluralidad de reinos. Los territorios del norte de la Corona presentaban algunos rasgos institucionales. Canarias, Granada y Navarra tenían regímenes especiales.
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En la Corona de Aragón cada reino conservó sus instituciones y sistemas de representación.
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En el reino de Nápoles, el ducado de Milán, Flandes y Portugal sucedió lo mismo que en la Corona de Aragón.
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En América, se crearon instituciones, inspiradas en las Castellanas.
El poder de la Corona estaba limitado por la existencia de diversos reinos y multitud de señoríos, que seguían constituyendo el entramado social y político.
El gobierno polisinodial
Carlos I y Felipe II tomaban sus decisiones sobre la base de las consultas o informes emitidos por los miembros de sus consejos. Este régimen de consejos polisinodial, común a las monarquías de la época, alcanzó un alto grado de desarrollo.
Teóricamente, el régimen de consejeros estaba coordinado por el Consejo de Estado, que era el único órgano común a todo el imperio. Estaba constituido por miembros de la aristocracia que habían adquirido carrera eclesiástica.
Los demás consejos dividieron sus competencias en territoriales y temáticas.
Consejos territoriales
El consejo de Castilla: servía, a la vez, como Ministerio del Interior, Tribunal Supremo y Ministerio de Asuntos Eclesiásticos. Su presidente, un obispo, era la persona más importante de la monarquía después del rey.
En la Corona de Aragón, el Consejo Real, El consejo de Italia, El consejo de Flandes, un Consejo de Portugal y El consejo de Indias, que administraba la América española; también.
Consejos temáticos
El Consejo de Ordenes Militares, que se encargaba de administrar aquellas instituciones una vez incorporadas a la corona.
El consejo de Cruzada, que supervisaba este impuesto de origen eclesiástico. El consejo de Hacienda, que se ocupaba de las finanzas. Y el Supremo Consejo de la Inquisición, que dirigía los tribunales inquisitoriales de la monarquía.
La administración de la monarquía
El traslado de las decisiones políticas y administrativas de la monarquía a la población se hacía a través de cuerpos inmediatos variados. Las juntas en Galicia o Vizcaya, representaban a la comunidad. Otros eran delegados de la autoridad real, como los corregidores, cuya institución se generalizó en Castilla, en Aragón llamados los Batlles o bailes y vegueres.
Los corregidores ejercían competencias políticas, militares y judiciales, al acabar su mandato, estaban sujetos a un juicio de residencia. Realizaban su labor en un territorio, el corregimiento, que llevaba el nombre de la villa o ciudad que actuaba de capital.
Buena parte del territorio de la monarquía se hallaba incluida en el marco de los señoríos nobiliares. El corregidor solo podía ejercer sus competencias con el apoyo de los funcionarios de cada municipio. Aparentemente los municipios seguían desarrollando unas amplísimas competencias. En la práctica, éstas estaban rigurosamente sometidas, al control del corregidor. Carlos I y Felipe II recurrieron a la compraventa de cargos municipales para conseguir dinero para sus empresas. Sólo las familias ricas pudieron acceder a los cargos del concejo. Por otro lado, la representación de las ciudades castellanas en Cortes quedó reducida. En Aragón la institución del Justicia Mayor actuaba de garante de los fueros del reino, y en Cataluña tuvieron más dificultades, pero lo consiguieron igualmente.
Los recursos de la Monarquía
El dinero de que disponía la monarquía procedía de tres fuentes: los bienes del Patrimonio Real; los beneficios estatales sobre la llegada de oro y plata de América; los ingresos procedentes de la presión fiscal sobre los súbditos.
Los impuestos
Podían ser Directos: los servicios, que eran de cuantía y duración limitada y los votaban las Cortes; y Indirectos: la alcabala, gravaba las ventas en un 10% aproximadamente. Para conocer con anticipación su cuantía, los reyes efectuaron el encabezamiento de las alcabalas, según el cual cada municipio se comprometía a abonar un tanto alzado que recaudaba por los medios que estimara más oportunos.
A fines del reinado, acuciado por las deudas, el rey Felipe II impuso un nuevo impuesto indirecto, que gravaba productos de primera necesidad. Fue el servicio de los millones también encabezado por localidades.
Asentistas y banqueros
La necesidad de poner a disposición de los reyes cantidades de dinero en lugares y fecha determinados propició la aparición de asentistas, que contrataban con el monarca el asiento de una cantidad de un lugar fijado. A cambio, el rey les ofrecía el cobro de determinadas recaudaciones de impuestos en una ciudad concreta.
Los banqueros, especialmente alemanes durante el reinado de Carlos I y los genoveses en el de su hijo, fueron haciéndose con cantidades crecientes del importe de los impuestos de la monarquía. Los desajustes de fecha entre el desembolso del dinero y la recaudación de los impuestos, el aumento de intereses, fueron frecuentes. Ello y la disminución del oro americano ocasionaron sucesivas bancarrotas de la hacienda pública durante el reinado de Felipe II.
Sociedad y cultura
Los españoles seguían dedicados a las actividades agropecuarias. Los grupos privilegiados optaron por la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. La sociedad española se convirtió en una sociedad de hidalgos, que despreciaban las actividades artesanales. Sin embargo, la adscripción de los valores del Renacimiento fue sincera y sus manifestaciones intelectuales y artísticas sobresalientes.
La expansión del siglo XVI
Crecimiento demográfico y económico. La población se incremento en un 50%. Se amplió el espacio de cereal y viñedo. La ganadería lanar trashumante continuó siendo la gran protagonista de la economía castellana. El aumento de la producción agrícola trajo la creación de excedentes y la ampliación y multiplicación de los núcleos urbanos. Las actividades artesanales siguieron siendo escasas, salvo una débil industria textil, de armas y de construcción de barcos.
El crecimiento económico de tradujo en una peligrosa subida de precios, alentada por la llegada del oro y la plata americanos. Los metales de América contribuyeron a costear la política internacional, pero los monarcas hipotecaron a los banqueros la economía de sus dominios. El resultado fue la sucesión de bancarrotas de la hacienda pública durante el reinado de Felipe II. Para hacerlas frente recurrió a la venta de porciones de realengo, tierrasl baldias de los concejos y cargos de gobierno de los municipios.
La sociedad
La intolerancia religiosa
Se fue abriendo paso una progresiva intolerancia ideológica.
Por un lado, se consolido la separación entre los cristianos viejos y los nuevos. La obsesión por la limpieza de sangre se extendió.
Por otro, se pasó de una actitud de apertura ideológica durante el reinado de Carlos, a otra de cierre y suspicacia ante cualquier idea que pudiera sonar a protestante durante el de Felipe II. La actuación secretista de la Inquisición fue decisiva, ya que fomentó el miedo en la sociedad.
La hidalguización
Rasgo destacado fue la obsesión por la hidalguía, los nobles no querían perderla, y los burgueses enriquecidos soñaban con convertirse en hidalgos. La hidalguización supuso el desprestigio social de las actividades artesanales.
La cultura del siglo XVI
Renacimiento y Contrarreforma
España se movió entre el espíritu humanista del Renacimiento y la ortodoxia de la Contrarreforma.
Por un lado creció el número de mecenas, universidades e imprentas. El aumento de los estudiantes, sobre todo universitarios, convirtió a España en un país de alto nivel educativo.
Por otro lado, la producción cultural estuvo condicionada por el papel `político que España desempeño en España desempeño en Europa, el cambio mental de la tolerancia a la represión y la expansión ultramarina.
El despliegue de la ambiciosa política internacional de Carlos I y los comienzos de la colonización americana estimularon la atención a los problemas de las relaciones internacionales y la conquista de tierras de infieles. El dominico Francisco de Vitoria, catedrático en la Universidad de Salamanca, es considerado uno de los creadores del derecho internacional.
El cambio de actitud mental una vez que la Reforma protestante triunfó en Alemania, Inglaterra y otros territorios, tuvo especial repercusión en España. La sociedad española se convirtió en defensora de la más rígida ortodoxia católica en la segunda mitad del siglo. En vanguardia de esa defensa se colocaron excelentes teólogos asistentes al Concilio de Trento y una nueva orden religiosa, la Compañía de Jesús. La actuación de la Inquisición frenó el desarrollo de los saberes humanísticos y de nuevas vías de experiencia religiosa.
Los viajes ultramarinos favorecieron el desarrollo de las matemáticas, la astronomía y la cartografía. La gran novedad científica fue la teoría heliocéntrica de Copérnico.
Los viajes impulsaron el desarrollo del cálculo mercantil, la construcción naval y de navegación. Contribuyeron también al auge de la geografía, la etnografía y las ciencias naturales.
Las manifestaciones artísticas y culturales
La arquitectura pasó del estilo gótico al plateresco y al herreriano. La escultura en retablos de las numerosas iglesias, y la pintura plasmaron fundamentalmente temas religiosos.
El castellano se expandió con fuerza más por el peso demográfico, económico y cultural de la corona de Castilla que por una voluntad política de implantación del idioma. Los creadores españoles abrieron las puertas del Siglo de Oro de las letras. La poesía de gracilazo de la Vega, fray Luis de León y San Juan de la Cruz; el teatro de Lope de Rueda; la novela pastoril y picaresca con El Lazarillo de Tormes; fueron algunas de las manifestaciones que contribuyeron a asegurar el futuro del castellano. En los años finales del siglo XVI cuando el espíritu del Renacimiento dejo paso al del Barroco, escribieron también sus primeras obras Miguel de Cervantes Y Lope de Vega.
TEMA 7
Una época de crisis
El siglo XVII comenzó con una situación heredada de crisis económica y de creciente pérdida de hegemonía de la Monarquía Hispanica.
La crisis demográfica
Se venía observando una observando una desaceleración y en algunos casos incluso descenso del crecimiento demográfico. Diversos fueron los factores estructurales y coyunturales:
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Los factores estructurales: la relación entre el modelo demográfico antiguo, con altas tasas de natalidad y mortalidad, y la evolución de la agricultura, principal medio de sustento de la población.
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Factores coyunturales: la emigración a las Indias, las continuas guerras emprendidas en el siglo XVII; los cataclismos demográficos; y la expulsión de los moriscos.
Las mortalidades excepcionales
Coincidió en la Península una serie de malas cosechas con los efectos devastadores de la llamada Peste Atlántica, que se extendió rápidamente por Castilla. En cambio, Cataluña, la mayor parte de Valencia y Murcia quedaron, libres de los efectos de la epidemia. En 1630 llegó a España una epidemia proveniente del norte de Italia al noreste peninsular. Pero en 1647 se produjo una de las mayores catástrofes demográficas de la España moderna. Una nueva epidemia de peste asoló España.
Las diferencias regionales
En el norte peninsular se produjo un crecimiento sostenido. La crisis se vio mitigada por la elevada densidad de población y por la introducción del maíz, que mejoró la alimentación.
En el centro, el crecimiento demográfico de Castilla descendió rápidamente desde finales del siglo XVI y se mantuvo así durante todo el siglo XVII, con excepción de Madrid y algún otro islote.
El sur sufrió una fuerte decadencia ya que fue duramente castigado por las crisis de la agricultura y las epidemias.
En la Corona de Aragón, los fueros atenuaron la exigencia de impuestos, pero algunos de sus territorios, como Aragón, Murcia y Valencia, se vieron muy afectados por la expulsión de los moriscos.
Aunque a finales del siglo se habían recuperado los niveles de población, la distribución de ésta se había alterado: el interior se despobló en beneficio de la periferia y se produjo una pérdida de población urbana a favor de la rural.
La crisis económica
Las dificultades más intensas y duraderas se produjeron en Castilla.
La agricultura, la industria y el comercio
El descenso de la producción agrícola puso fin a la etapa expansiva del siglo anterior. Sin embargo, la recuperación agraria fue rápida en el área del Cantábrico, gracias a la introducción del maíz, y en la periferia mediterránea.
En respuesta a la crisis, se produjeron cambios significativos en los cultivos, como el avance de la vid a costa de los cereales en Andalucía y Castilla, y el incremento general de los cultivos comerciales, como el olivo y las moreras.
Las actividades ganaderas, artesanales y comerciales se vieron también envueltas en el ciclo recesivo. La industria textil sufrió importantes pérdidas.
La creciente ruralización de la economía fue especialmente perceptible en Castilla, mientras que en Cataluña y Valencia se produjo una reorganización de las estructuras artesanales que permitió remontar la crisis con relativa rapidez.
Las dificultades económicas afectaron igualmente al comercio interior. Más espectaculares fueron las dificultades del comercio exterior.
La recuperación del comercio se produjo en torno a los años sesenta, gracias a la relativa pacificación y a la introducción de medidas que favorecieron el establecimiento de comerciantes extranjeros en España.
Las consecuencias de la crisis
Se produjo un desplazamiento del dinamismo económico desde el centro hacia la periferia. La riqueza se concentró en manos de la alta nobleza. Se redujo el realengo a favor de los dominios señoriales y se incremento la presión sobre el campesinado. Se consolidaron poderosas y cerradas oligarquías locales, que se hicieron vitalicios y hereditarios los cargos municipales. La desprotección popular se combatió con el bandidaje y la mendicidad.
En este contexto también deben analizarse las sucesivas crisis financieras y las bancarrotas estatales. Estas significaron la perdida generalizada de la credibilidad de la monarquía entre los banqueros españoles y europeos.
Las respuestas a la crisis
La proliferación de propuestas de diagnóstico y de remedios variados a esta situación dieron lugar al fenómeno conocido como arbitrismo. Los arbitristas entendían la decadencia como un conjunto de errores políticos que podían ser enmendados aplicando medidas de buen gobierno. Los problemas concretos que señalaron con más frecuencia fueron los siguientes:
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La descomposición interna de la monarquía por las rebeliones que surgieron en diversos territorios.
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La pérdida de los recursos procedentes de América a favor de los enemigos europeos de España. En general, los arbitristas defendieron soluciones mercantilistas, que favorecían las exportaciones en detrimento de las importaciones para atesorar metales preciosos dentro de las fronteras del Estado.
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El incremento de las actividades no productivas a favor de una capa cada vez más amplia de rentistas, obsesionados por la hidalguía y la amortización de tierras que convertían en “manos muertas”.
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La escasa inversión de capital en el comercio y la manufactura y el descenso de las capas medias de la población.
El reinado de Felipe III (1598-1621)
La política interior
El gobierno de los validos
Felipe III inauguró la costumbre de delegar el ejercicio del poder en un valido al conceder las riendas de los negocios internacionales y nacionales al Duque de Lerma.
El duque de Lerma alcanzó altas cotas de poder. A través de una amplia red de familiares y amigos, ocupo los principales cargos del Estado, como eran la presidencia del consejo de Castilla o la del Consejo de la Inquisición. Acumuló, además, una poderosa fortuna. La influencia ilimitada que el valido ejercía sobre el monarca quedó demostrada cuando la capital del reino se trasladó temporalmente desde Madrid a Valladolid.
La aparición de la figura del valido no puede ser achacada únicamente al desinterés por el poder sino también a la creciente complejidad de las tareas de gobierno, y a la complicada maquinaria administrativa.
El valido estaba unido al rey por la confianza y por una relación de amistad personal. Eran los protectores del poder real, pertenecían a la aristocracia y crearon una red de clientelas de familiares y amigos sobre las que se apoyaron para incrementar su poder.
Con el paso del tiempo, el valido se convirtió en el responsable de los logros y desaciertos del reino. La aparición de la figura del valido supuso también la sustitución de los consejos tradicionales por las juntas. Las juntas resultaban más ágiles en la toma de decisiones. Se trataba de pequeños comités compuestos por miembros de la aristocracia más cercana al valido.
La expulsión de los moriscos
En 1609 se decretó en España la expulsión de los moriscos. Se les acusaba de seguir practicando la religión musulmana y de mantener sus costumbres, y se les suponía colaboradores de la piratería turca y beréber en el Mediterráneo.
Su expulsión suscitó resistencias y rebeliones. La repoblación emprendida en Valencia atrajo a pocos colonos de fuera y las condiciones de explotación impuestas a los repobladores fueron, en general, muy duras. Como consecuencia de la expulsión, se produjo un descenso no sólo demográfico sino también de las actividades artesanales y agrícolas.
La política internacional
La política exterior de Felipe III ha sido calificada como pacifista. Contribuyeron a ello la muerte de dos tradicionales enemigos: Isabel I de Inglaterra y Enrique IV de Francia. Poco después de acceder al trono, Felipe III firmó una serie de tratados de paz con Francia, Inglaterra y Holanda, sin embargo costosas y frágiles.
La paz con Francia
A pesar de la firma de la paz de Vervins en 1598, durante los años siguientes se mantuvo una guerra subterránea en la que los franceses apoyaron a los rebeldes holandeses.
La paz con Inglaterra
La paz de Londres, en 1604 puso término a la guerra para evitar el apoyo inglés a los rebeldes holandeses
La Tregua de los Doce Años
Las Provincias Unidas (Holanda) mantenían la lucha por su independencia del dominio español. En la lucha se mezclaban razones de carácter político, religioso y económico. El cansancio y las dificultades financieras llevaron a la firma, en 1609, de una tregua de doce años, en la que intervinieron también otras razones:
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El triunfo de los intereses pacifistas de Holanda
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Las revueltas de los tercios españoles por la falta de paga
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El virtual equilibrio en el desarrollo de la guerra por tierra y por mar.
Se mantuvo, en cambio, una guerra económica soterrada contra la monarquía llevada a cabo de varios medios.
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El bloqueo del comercio con Flandes
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La intromisión constante en el tráfico del Mediterráneo. Los holandeses firmaron acuerdos con Argel y Marruecos
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El continuo hostigamiento en las colonias, donde trataron de eliminar competencia española y portuguesa.
En la corte se considera que la tregua beneficiaba claramente a Holanda, por lo que ésta no fue renovada en 1621.
El reinado de Felipe IV (1598-1621)
La política interior
El conde-duque de Olivares y valido de Felipe IV, procedía de la clientela del duque de Lerma. Fue el político más capaz y activo del siglo XVII, emprendió un programa de reformas económicas, administrativas y políticas que tuvieron un resultado desigual: medidas de corte mercantilistas, y el intento de alcanzar la verdadera unión de todos los reinos de la monarquía y el esfuerzo económico requerido provocaron la sublevación de Cataluña y la secesión de Portugal.
La dicotomía entre la política interior y el curso de la política exterior explican, el fracaso de las reformas. El final de la Tregua de los Doce Años, el comienzo de la guerra de los Treinta Años y una Francia cada vez más activa en el terreno internacional provocaron una situación crítica. Junto con el esfuerzo requerido por los diversos frentes de guerra, precipitó la caída del conde-duque de Olivares en 1643. Reemplazado en el valimiento del rey por su sobrino Luis de Haro.
Las reformas de Olivares
Proponía la necesidad de una mayor uniformidad en la legislación y la contribución a las cargas de la monarquía por parte de todos los reinos, siguiendo el modelo fiscal y legal castellano.
Las reformas administrativas y económicas
Trató de poner en marcha a través de la Junta Grande de Reformación, un ambiciosa plan de reformas administrativas y económicas: La reducción de oficios y empleos cortesanos así como de los excesivos gastos suntuarios; La abolición de los millones y la creación de una serie de erarios públicos y montes de piedad que contribuyen a reducir la deuda pública y financiar las actividades económicas; Medidas para aumentar la población.
Las resistencias a las reformas fueron múltiples en toda la monarquía. Se produjeron motines contra la nueva fiscalidad y las Cortes se negaron a aprobar, entre otras, la propuesta de creación de los erarios y la introducción de un sistema tributario nuevo y unitario.
La Unión de Armas
Olivares quería implicar a todos los reinos por igual en los esfuerzos bélicos. Ideó la Unión de Armas. Ésta establecía un sistema de cuotas por el cual cada reino debía proporcionar un número determinado de hombres armados y pagados en caso de guerra.
El proyecto tenía características militares, políticas y económicas, ya que implicaba una redistribución fiscal de los recursos humanos y económicos de cada territorio.
La rebelión de Cataluña
El conflicto estalló en Cataluña causado fundamentalmente por tres motivos: Los reclutamientos forzosos de hombres para la guerra, El comportamiento indisciplinado de las tropas, La paralización del comercio.
Los desórdenes culminaron en el llamado Corpus de sangre de Barcelona de 1640. Los catalanes solicitaron ayuda militar a Francia, reconocieron como conde de Barcelona al rey francés Luis XIII y mantuvieron un enfrentamiento bélico con la monarquía española.
El desengaño de los catalanes ante el carácter subordinado de su unión con Francia propicio la capitulación de Barcelona en 1652 que dio paso a una solución negociada. Se indultó a los revolucionarios y se mantuvo la legislación propia catalana, a cambio de ayudar en la guerra contra Francia y del reconocimiento de la intervención real en el nombramiento de ciertos cargos municipales de Barcelona.
La independencia de Portugal
Estuvo propiciada por varios factores: La aplicación de la Unión de Armas, La introducción de nuevos impuestos, La incapacidad de las tropas de la monarquía para defender el comercio del azúcar portugués frente a los holandeses.
El descontento se manifestó en los tumultos de Évora, en 1637, fueron reprimidos con facilidad por el conde-duque de Olivares. En 1640 se provocó la revuelta de Lisboa y el duque de Braganza fue declarado rey de Portugal como Juan IV.
La decisión de la monarquía hispana de concentrar el esfuerzo bélico en Cataluña en detrimento del intento de reconquistar Portugal facilitó la independencia portuguesa. Tras el fin de la guerra se intentó reconquistarlo, pero ya era demasiado tarde.
Las rebeliones en Nápoles y Sicilia
Se inició una gran revuelta popular, en principio, no tenía tintes secesionistas y cuyo lema era “Viva el rey y abajo los impuestos del mal gobierno”. La causa de ambos levantamientos se hallaba en el contexto bélico y en la creciente presión fiscal. Dos hechos provocaron el estallido del descontento: Una serie de malas cosechas y la aplicación de la Unión de Armas.
El levantamiento fue sofocado militarmente por don Juan José de Austria, al tiempo que se buscaba una conciliación mediante indultos, la supresión de los impuestos más gravosos y la sustitución del virrey.
La política exterior
La guerra de los Treinta años
Comenzó por motivos religiosos, pero acabó en una intensa lucha por la hegemonía política. Dos motivos fundamentales llevaron a la Monarquía Hispánica a implicarse en la guerra: la defensa de la religión católica frente al avance protestante; la necesidad de articular de manera más firme, desde un punto de vista geoestratégico, los distintos territorios de un vasto imperio europeo muy disperso.
El final de la dinastía
El reinado de Carlos II se diferencia en dos etapas: La regencia de su madre, Mariana de Austria, y El gobierno personal de Carlos II. El reinado se caracterizó por la sensación general de desgobierno, por las constantes luchas por el poder, la pérdida definitiva del prestigio internacional de España en beneficio de Francia y la preocupación por la cuestión sucesoria.
Aunque esta época ha sido considerada como la de la definitiva decadencia española, tuvo lugar tambien una relativa y desigual recuperación económica y demográfica; las tensiones internas adquirieron el carácter de reivindicación social de los campesinos y no tanto de conflictos territoriales o de matiz separatista; y España mantuvo cuatro guerras con Francia en las que defendió con relativo éxito sus posesiones en Italia y Flandes.
La regencia de Mariana de Austria
Tras la muerte de Felipe IV, Carlos II accedió al trono con cuatro años. El poder fue encomendado a su madre. Mariana de Austria, y a una Junta de Gobierno compuesta por cinco miembros.
La reina regente en los primeros años aconsejada por su confesor, Everardo Nithard, que pronto suscitó la antipatía del pueblo. Su nombramiento como Inquisidor General, y miembro de la Junta de Gobierno, sembró también la desconfianza entre los grandes de España, que encabezaron la oposición contra él hasta lograr su sustitución por Fernando Valenzuela.
La crítica situación de Castilla se complicó más con la declaración de guerra por parte de Luis XIV con el pretexto de que no había recibido la dote de su mujer, hija mayor de Felipe IV. Francia atacó los Países Bajos, lo que supuso la rendición de una serie de plazas fuertes y la entrega del Franco Condado. Las potencias europeas empezaron a ver con desconfianza la política expansionista francesa.
El gobierno personal
El monarca cedió el gobierno efectivo a su hermano don Juan José de Austria, que se convirtió en uno de los hombres más destacados de la política del reinado. Tras su muerte en 1679, el gobierno fue confiado primero al duque de Medinaceli y después al conde de Oropesa. Estas dos figuras instauraron en España el cargo de primer ministro que, a diferencia de los validos, eran impuestos por las camarillas de gobierno.
El rey no llegó nunca a tener descendencia. El problema de la sucesión se convirtió en la prioridad de la política interna y en el eje de la política internacional. Se plantearon dos alternativas:
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El rey y sus más cercanos colaboradores decidieron en la cuestión que la mejor solución era nombrar como heredero a un príncipe francés, Felipe de Borbón.
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Inglaterra, Holanda y Austria se opusieron a la extensión del poderío frances que implicaba esta fórmula de sucesión. Propusieron por ello un candidato austriaco, apoyado por ciertos sectores de la población española.
La falta de acuerdo desembocó en la llamada guerra de Sucesión española, que fue, al mismo tiempo, una guerra civil y una guerra europea.
TEMA 8
Antiguo Régimen y Estado Moderno
Características Antiguo Régimen
Sociedad: Estamental (Nobleza, Clero y Pueblo. La Nobleza y el Clero son los privilegiados y el Pueblo, no privilegiado)
Pueblo: burguesia (alta, media y baja) los campesinos (propietarios, no propietarios, arrendatarios y jornaleros) y
el resto del pueblo.
Es una sociedad cerrada: No se puede cambiar de estamento.
Política: Monarquías autoritarias
Monarquías absolutas de origen divino (todo el poder en el rey: ejecutivo, legislativo y judicial)
Economía: Agrícola y ganadera
Ausencia de avances técnicos: Teorías económicas (Mercantilismo y Bullonismo)
De subsistencia
Demografía: alta natalidad y alta mortalidad (por falta de higiene y de avances técnicos) estancamiento demográfico.
Mortalidad Catastrófica ( por epidemias, hambrunas, etc) descenso demográfico
Es un régimen demográfico antiguo
Mentalidad: Analfabetismo, Gran influencia de la Iglesia y la Religión, Supersticiones
** Mercantilismo: política económica vigente en Europa entre los siglos XVI y XVII basada en el fomento de la agricultura y la manufactura a fin de aumentar las exportaciones y restringir las importaciones. El español se baso solo en la actitud exportadora, en la defensa de los metales preciosos que entraban en España procedentes de América.
**Bullonismo:
Características Estado Moderno (s. XVIII en adelante)
Sociedad: de clases : propietarios de los medios de producción (nobleza, clero y burguesia)
no propietarios (obreros individuales -proletariado-, campesinos arrendatarios, y jornaleros)
Es una sociedad abierta: se rompe con lso privilegios. Hay igualdad.
La burguesía lucha por alcanzar el poder político. A consecuencia de esta lucha se producirán revoluciones:
Revoluciones burguesas: Revolución Americana en 1784
Revolución Francesa en 1789
Las revoluciones burguesas del s. XIX (1820, 1830, 1848)
Política: Monarquía de Carta Otorgada, Monarquías parlamentarias, Constituciones.
División de poderes (ejecutivo, judicial, y legislativo)
Economía: Revolución Industrial Liberalismo económico
Crisis de superproducción
Demográfia: alta natalidad, baja mortalidad (por mejoras en higiene, avances médicos, menos mortalidad infantil y no
Hambrunas) aumento de la población
Mentalidad: Racionalismo Empirismo
Ilustración (Rousseau, Voltaire, Montesquien)
Enciclopedia
El Estado borbónico
La guerra de sucesión
Carlos II murió en 1700 sin sucesión. Su testamento disponía el establecimiento de Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV, en el trono hispánico frente a la opción del archiduque Carlos de Habsburgo. El nombramiento del nuevo rey, con el título de Felipe V, provocó un conflicto internacional y una guerra civil.
La guerra europea
Enfrentó a la Gran Alianza integrada por Inglaterra, Holanda, el imperio de los Habsburgo, Portugal y Saboya, con los Borbones de Francia y España. Se debatía la hegemonía dinástica y el dominio marítimo y colonial, que interesaba de manera especial a Francia, Inglaterra y Holanda.
Los tratados de Utrecht y Rastadt, ratificaron la victoria de Felipe de Borbón en España y la de Carlos de Austria en el resto de Europa:
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Felipe V fue reconocido rey de España y de las Indias, renunciando al derecho a sucesión al trono de Francia.
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El emperador Carlos recibió Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña.
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Inglaterra se hizo con Gibraltar y Menoría, esta última fue recuperada por España en 1802. Adquirió también el asiento de negros, que le permitió introducir esclavos negros en las colonias americanas, y el permiso de enviar un navío cada año a la América española.
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El duque de Saboya recibió Sicilia.
Como resultado de la guerra la monarquía española perdió su imperio en Europa.
La guerra civil
Los territorios de la Corona de Castilla se inclinaron mayoritariamente por Felipe de Borbón. Los territorios de la Corona de Aragón lo hicieron por el archiduque Carlos de Austria.
La posición de ambas Coronas respecto al cambio dinástico obedeció a factores diversos: Por parte de la Corona de Castilla, a las mayores dificultades de población, derivadas de los años de crisis del reinado de Carlos II; por parte de la Corona de Aragón, a la fuerte competencia comercial con Francia y el recelo hacia el absolutismo francés.
El conflicto sucesorio adquirió también un carácter de reivindicación social, especialmente en Valencia, al presentarse el archiduque Carlos como defensor de los campesinos y cuestionar las condiciones del régimen señorial. La nobleza valenciana se inclinó mayoritariamente por Felipe V.
Absolutismo y centralización
La victoria de Felipe V permitió la instauración de los Borbones y la construcción de un nuevo modelo de Estado centralizador. El objetivo era reforzar el poder real. Para ello era necesario reformar las instituciones, intervenir en la economía y controlar el poder de la Iglesia. Los borbones impulsaron el absolutismo monárquico.
Los Derechos de Nueva Planta
La guerra de Sucesión representó el fin del ordenamiento jurídico e institucional histórico de los reinos de la Corona de Aragón. El instrumento para ello fueron los Derechos de Nueva Planta, justificados por el “derecho de conquista” y promulgados entre 1707 y 1716:
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Se suprimieron los fueros, la autonomía municipal y las Cortes de Cataluña, Aragón, Valencia y Mallorca.
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Se sustituyeron los antiguos virreinatos por provincias. Al frente de cada una puso a un capitán general, con competencias militares y civiles.
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Se introdujo un nuevo sistema impositivo, inicialmente muy gravoso.
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Se nombraron funcionarios castellanos y militares al frente de las nuevas instituciones y se dispuso que las causas de las Reales Audiencias se realizaran en lengua castellana.
La completa homogeneización institucional no se logró porque los territorios vascos y navarro, leales a Felipe V durante la guerra, conservaron sus fueros. Los fueros y libertades se consideraban ahora concesiones regias y era atributo del poder real su mantenimiento o derogación.
La administración
En el siglo XVIII se crearon las secretarías de Estado. Los secretarios desempeñaron un destacado papel político y algunos reunieron grandes cotas de poder.
Los consejeros, excepto el de Castilla, perdieron influencias y algunos. Como los de Aragón, Flandes e Italia, desaparecieron por no ser ya necesarios.
Se crearon los intendentes. Éstos atendían la recaudación de impuestos, el equipamiento militar y otros aspectos relativos a urbanismo, obras públicas y sanidad.
Los municipios fueron perdiendo paulatinamente atribuciones especialmente a partir del reinado de Carlos III, que controló las haciendas municipales y creó determinados cargos municipales elegidos por los vecinos.
La política regalista
Las relaciones de la monarquía borbónica con la Iglesia estuvieron marcadas por el regalismo, que era la defensa de los derechos de la soberanía real en materia eclesiástica, aunque no se cuestionaba la religión, ni el poder de la Iglesia en cuestiones de fe y moral. El control sobre la Iglesia se ejerció a través de diversas medidas:
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El derecho del monarca a nombrar cargos eclesiásticos.
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La percepción de las rentas de las sedes vacantes y las sumas que cobraban los tribunales eclesiásticos.
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La propuesta de reformas.
Esta política tuvo dos hechos significativos:
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La expulsión de los jesuitas, a los que se consideró instigadores del motín de Esquilache.
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Los recortes del poder de la Inquisición.
El ejército y la marina
El ejército constituía un reflejo de la fuerza del Estado. Por ello, los borbones se propusieron sacarlo de la decadencia. Así, se emprendieron algunas reformas, aún éstas no lograron su completa modernización ni evitaron su ineficaz administración:
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Se sustituyeron los tercios por regimientos.
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Se creó un moderno sistema de mando, formado por generales de brigada, coroneles y tenientes.
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Se estableció un ejército permanente, que supuso una pesada carga para el presupuesto del Estado.
A comienzos del siglo XVIII, el poder naval de España era escaso y la construcción de barcos había decaído considerablemente. Tras finalizar la guerra de Sucesión se llevaron a cabo algunas reformas para profesionalizar y modernizar el sector naval. Patiño, como intendente general de la marina, creó arsenales, puso en marcha un programa de construcción naval moderno y promociono las industrias de apoyo. En esta época se creó, la primera academia naval española.
La política exterior
La política internacional de los Borbones se centró en dos objetivos principales: recuperar lo perdido en 1713, y defender el imperio español de ultramar.
España era consciente de no poder llevar a cabo sola esta tarea, por lo que buscó alianzas internacionales, generalmente Francia.
Las relaciones con el emperador
La revisión del Tratado de Utrecht se mezcló con frecuencia con las ambiciones en Italia de la esposa de Felipe V, Isabel de Farnesio. La defensa del acceso del futuro monarca Carlos III de España al trono de Nápoles, Toscaza y Parma condujo a conflictos militares con Austria.
La toma de Cerdeña y las operaciones contra Sicilia provocaron el enfrentamiento con la Cuádruple Alianza, integrada por Inglaterra, Francia, Saboya-Piamonte y el emperador, por el incumplimiento del Tratado de Utrecht. Finalmente, por el Tratado de Cambrai, España devolvió las posesiones.
Las relaciones con Francia
Los lazos familiares y el poderío francés llevaron a España a buscar alianza con Francia a través de los llamados pactos de familia:
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En 1733, España concedió su apoyo a Francia contra Austria y Rusia en el inminente conflicto sobre la sucesión polaca y le ofreció el estatus de nación favorecida en el comercio. A cambio, Francia garantizó a España determinadas posesiones italianas y su apoyo en caso de ser atacado por Gran Bretaña. Como resultado Carlos fue proclamado rey de las Dos Sicilias.
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El segundo pacto de familia, en 1743, estuvo relacionado con la guerra de Sucesión austriaca, que enfrentó a Austria y Gran Bretaña con Francia y Baviera. A cambio del apoyo español Francia se comprometió a obtener para España los territorios de Milán, Parma y Piacenza, garantizar el reino de las dos Sicilias, apoyar la reconquista de Gibraltar y Menoría y liberar a Felipe V de las cláusulas del Tratado de Utrecht.
A pesar de los pactos de familia (el tercero se realizó en 1761), la alianza con Francia conllevaba ciertos riesgos. Por eso, España se alió en determinados momentos con Gran Bretaña.
Las relaciones con Gran Bretaña y Portugal
Las relaciones entre España y Gran Bretaña fueron tensas. Existían fundamentalmente tres puntos de fricción: Gibraltar y Menoría, que para los ingleses suponían importantes puntos avanzados de su poderío naval; y las colonias americanas, que España quería mantener como un monopolio, pero que suponían para Gran Bretaña su oportunidad de expandirse.
Los enfrentamientos con Gran Bretaña se repitieron a lo largo del siglo y se libraron, generalmente, en Gibraltar y en el Caribe, donde la marina española se vio obligada a defender las rutas marítimas y a combatir el contrabando inglés. Las tensiones con Gran Bretaña impulsaron la intervención española a favor de la independencia de Estados Unidos.
Las relaciones con Portugal, fueron igualmente difíciles. Aunque el matrimonio entre Fernando VI y la infanta portuguesa Bárbara de Braganza calmó las tensiones entre ambos Estados, las ansias expansionistas portuguesas en América produjeron enfrentamientos con España. Así ocurrió en la guerra guaraní, que fue provocada por la cesión a Portugal de dos zonas en la frontera brasileña pobladas por guananís y en las que existían misioneros jesuitas. La guerra finalizó en 1761, con el regreso de los jesuitas y de los indios a sus misiones.
Economía y sociedad
La agricultura
El crecimiento agrario
La expansión económica del siglo XVIII estuvo ligada al crecimiento de la población. Éste se tradujo en una mayor presión sobre los recursos agrícolas: aumentó la demanda de tierras y productos y se produjo un alza de los precios. Como consecuencia, la producción agraria, especialmente la de cereales, se incrementó mediante la ampliación de los cultivos a tierras de peor calidad.
En Cataluña y valencia, la extensión del regadío y la especialización en productos vinculados a una demanda exterior, como la vid o la morera, potenciaron una agricultura comercializad. En Galicia y en toda la cornisa cantábrica, el desarrollo del maíz y de la patata permitió superar la producción de los cereales tradicionales.
El crecimiento agrario no vino acompañado de innovaciones en el utillaje ni en las técnicas de cultivo. Continuaron el predominio del secano y del barbecho, así como la producción de cereales para la autosubsistencia, señal de la inexistencia de un mercado nacional. Todo ello determinó la baja productividad del campo español.
La estructura de la tierra
La estructura agraria se caracterizaba fundamentalmente por tres elementos: La presencia de la propiedad amortizada; la importancia del régimen señorial; La relevancia cada vez mayor de la propiedad privada y del mercado.
La amortización de ka propiedad
En el siglo XVIII, la mayor parte de las tierras no podía ser objeto de compra y venta porque estaban perpetuamente unidas a una familia, a la iglesia o a los ayuntamientos.
Esta práctica se denomina amortización cuando se refiere a instituciones eclesiásticas y laicas, y vinculación cuando remite a los bienes de las familias. El sistema tenía unas profundas consecuencias sociales y económicas:
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La concentración de la propiedad en manos de una minoría.
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Las tierras amortizadas y vinculadas estaban fuera del mercado. La escasez de tierras implicó el aumento del precio de las mismas, lo que generó el descontento de sectores que, como los labradores acomodados o los comerciantes, disponían de capital y estaban interesados en acceder a la propiedad de la tierra.
Esta situación se agravó cuando las dificultades comerciales y artesanales impulsaron a muchos hombres de negocios a invertir en tierras como un bien seguro.
El régimen señorial
En la España del siglo XVIII, aproximadamente el 53% de las poblaciones estaban sometidas a un señorío perteneciente a la nobleza o la Iglesia. El señorío tenía dos vertientes: el señor disfrutaba de poder político-jurídico sobre la población y de poder económico o control sobre la tierra.
Las diferencias regionales eran enormes, Había señores con un gran poder político, pero una base territorial muy reducida; o señores que disponían del control absoluto sobre las tierras y carecían de derechos sobre las personas.
No obstante la variedad de situaciones, era el poder político o jurisdiccional el que permitía al señor disfrutar de derechos y facultades, como juzgar, nombrar a los ayuntamientos y percibir ingresos procedentes de privilegios exclusivos sobre la caza, pesca, hornos y molinos.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII se produjo una creciente resistencia antiseñoral, que abarcó a campesinos, labradores, pequeña nobleza y burguesía agraria. Esta oposición podría ir desde la más pasiva, defraudación en el pago de los derechos, hasta la más violenta, los motines.
La relevancia de la propiedad privada
En la España del siglo XVIII, más del 80% de la población vivía y trabajaba en el campo. La sociedad agraria se vio sometida a lo largo de la centuria a una serie de cambios:
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Se formó un grupo de grandes propietarios, no privilegiados, procedentes de medios mercantiles y rurales.
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Se agudizó la descomposición de la comunidad campesina.
Los diversos grados de acceso a la propiedad y a la explotación de la tierra, la concentración de la misma en determinados sectores y el control de la comercialización de los productos produjeron fuertes tensiones entre propietarios y arrendatarios, y entre éstos y el campesinado desposeído.
La política agraria
La introducción de mejoras en la agricultura requería inversiones que no estaban al alcance de todos. La estructura social del Antiguo Régimen condicionaba las posibilidades de la agricultura. Los problemas del mundo rural comenzaron a ser objeto de atención por parte del gobierno en el reinado de Carlos III. La escasa productividad y el peligro de amotinamiento de los campesinos estimularon algunas iniciativas de los consejeros de Carlos III, entre las que sobresalieron dos: las de Campomanes y Jovellanos:
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Campomanes denunció las manos muertas, los arrendamientos a corto plazo e inseguros, el precio controlado del trigo y los privilegios de la Mesta.
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Jovellanos, en su Informe en el Expediente de ley agraria, atacó los privilegios de la Mesta, los mayorazgos improductivos y las tierras de manos muertas de la Iglesia, al tiempo que defendía la distribución de la tierra entre los campesinos. El informe fue considerado por el gobierno de Carlos IV como una amenaza para la paz social.
Se emprendieron algunas reformas para mejorar la baja productividad del campo:
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Se aumentó la superficie cultivada, limitando los privilegios de la Mesta y dedicando tierras de pastos a la agricultura.
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Se construyeron algunas infraestructuras de regadio, como el Canal Imperial de Aragón.
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Se protegió a los arrendatarios en el disfrute de las tierras que explotaban.
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Se estableció la libre comercialización de los cereales para impulsar la producción.
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Se colonizaron despoblados.
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Se repartieron tierras comunales entre los campesinos sin tierra de Extremadura y Andalucía.
La efectividad de estas medidas fue limitada, ya que no afectaron a la estructura de la propiedad de la tierra. Este hecho habría significado un ataque frontal a la nobleza y a la Iglesia. De ahí que el gobierno buscara otras soluciones menos comprometidas.
El comercio
La actividad comercial se vio favorecida por la recuperación económica de la primera mitad del siglo XVIII y el pensamiento mercantilista e ilustrado, que trató de mejorar las comunicaciones interiores y activar el comercio exterior.
El comercio interior
La Corona prestó especial atención a la articulación del territorio a través de la mejora de las comunicaciones interiores.
Las aduanas de la Corona de Aragón desaparecieron, como consecuencia de los Decretos de Nueva Planta. Se mantuvieron las del País Vasco y las de Navarra.
En comunicación, se intentó relacionar el litoral cantábrico con la Meseta castellana. Esquilache diseñó un plan radial de carreteras destinado a enlazar Madrid con los principales puertos.
El comercio colonial
Tanto por motivos fiscales como por estimular el crecimiento económico, la revitalización del tráfico colonial era imprescindible.
La medida más importante al respecto fue el fin del monopolio del comercio americano por parte de la Casa de Contratación. La pérdida del monopolio se hizo en dos etapas:
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En la primera se crearon compañías privilegiadas por acciones para comerciar con determinadas áreas americanas.
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En la segunda se autorizó a diversos puertos españoles a comerciar con América. En 1778 se dispuso el nuevo reglamento de comercio.
La liberalización del comercio americano contribuyó al equilibrio de la balanza comercial.
Población y sociedad
En el siglo XVIII tuvo lugar en España un significativo crecimiento demográfico. Las tasas de natalidad y mortalidad se mantuvieron altas, pero desaparecieron las grandes epidemias y se atenuaron las crisis de subsistencia.
La mayor parte de la población residía en el campo. Los núcleos urbanos se fueron debilitando en beneficio de la periferia.
La nobleza
La nobleza española no era un bloque homogéneo. Los ingresos fundamentales de muchos nobles provenían de la posesión de tierras.
La gran aristocracia se vio marginada del aparato estatal a favor de una baja o mediana nobleza de familias relativamente acomodadas de la que procedían los nuevos hombres de gobierno. Estos, disponían de formación universitaria y amplios conocimientos económicos, jurídicos y administrativos. Se difundió la idea de que la nobleza debía estar vinculada con el mérito y los servicios al Estado.
El comercio
La actividad comercial se vio favorecida por la recuperación económica de la primera mitad del siglo XVIII y el pensamiento mercantilista e ilustrado, que trató de mejorar las comunicaciones interiores y activar el comercio exterior.
El comercio interior
La Corona prestó especial atención a la articulación del territorio a través de la mejora de las comunicaciones interiores.
Las aduanas de la Corona de Aragón desaparecieron, como consecuencia de los Decretos de Nueva Planta. Se mantuvieron las del País Vasco y las de Navarra.
En comunicación, se intentó relacionar el litoral cantábrico con la Meseta castellana. Esquilache diseñó un plan radial de carreteras destinado a enlazar Madrid con los principales puertos.
Los campesinos
Vivían inmersos en la inseguridad, la pobreza y la malnutrición. Pero existían profundas diferencias regionales e internacionales.
Había campesinos que tomaban en arrendamiento tierras para trabajarlas y labradores que mantenían una pequeña propiedad.
El comercio
La actividad comercial se vio favorecida por la recuperación económica de la primera mitad del siglo XVIII y el pensamiento mercantilista e ilustrado, que trató de mejorar las comunicaciones interiores y activar el comercio exterior.
El comercio interior
La Corona prestó especial atención a la articulación del territorio a través de la mejora de las comunicaciones interiores.
Las aduanas de la Corona de Aragón desaparecieron, como consecuencia de los Decretos de Nueva Planta. Se mantuvieron las del País Vasco y las de Navarra.
En comunicación, se intentó relacionar el litoral cantábrico con la Meseta castellana. Esquilache diseñó un plan radial de carreteras destinado a enlazar Madrid con los principales puertos.
Una sociedad en trasformación
El crecimiento demográfico y al expansión económica experimentados produjeron una cierta movilidad social y una estructura social más diversificada.
A la estructura estamental se superponía el desarrollo de la riqueza material como criterio para definir las relaciones entre las personas.
Hacia la crisis del Antiguo Régimen
La época de Carlos IV fue un periodo continuado de crisis
La crisis económica y social
El crecimiento económico comenzó a frenarse en las décadas de los ochenta y noventa. Las causas fueron diversas según las regiones, en general, estaban relacionadas con el carácter extensivo del crecimiento anterior: la caída de los rendimientos al cultivar tierras menos productivas.
La pérdida de las cosechas de cereales provocaba una crisis de subsistencia, que daban lugar a hambrunas generalizadas que elevaban enormemente la mortalidad. La población, debilitada por la escasez y el hambre, se vio sometida a nuevas epidemias a principios del siglo XIX, como la fiebre amarilla.
La superación de la crisis económica dependía de la introducción de métodos intensivos capaces de mejorar la producción. Pero ello requería grandes inversiones de capital.
Los cultivadores campesinos carecían de capital suficiente. Los grupos privilegiados, que percibían una parte sustancial del excedente agrario, no se platearon las inversiones productivas. Así, la estructura social del Antiguo Régimen condicionada las posibles soluciones a la crisis.
Las guerras y sus consecuencias
Los inicios del reinado de Carlos IV coincidieron con el estallido de la Revolución Francesa. El impacto de la revolución condicionó la política interior y exterior de todo el reinado:
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La respuesta de la monarquía fue cerrar las fronteras a la propagación revolucionaria procedente del país vecino y acentuar la censura contra las críticas que se realizaban desde España a la estructura de poder imperante.
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Estalló la guerra entre los Borbones españoles y la República francesa, a raíz de la ejecución del rey Luis XVI en 1793.
España se alió con Gran Bretaña y Portugal, pero, a pesar de esto, los ejércitos franceses invadieron zonas vascas y catalanas. Ante la inhibición política de la monarquía, los municipios organizaron su propia defensa. La Guerra Gran, provocó la formación de Juntas de defensa militar por primera vez en la historia de España.
El estancamiento de la situación militar y el triunfo de los termidorianos en Francia llevaron a la firma de la Paz de Brasilea en julio de 1795:
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Francia obtuvo un trato preferente en el comercio colonial, así como la cesión de la parte española de la isla de Santo Domingo.
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España se convirtió en la práctica en un Estado supeditado a los intereses franceses. Se retornaba al espíritu de pactos tras la firma del Tratado de San Ildefonso. Esta subordinación política al conflicto naval con Gran Bretaña, la primera potencia marítima mundial.
Además de las pérdidas demográficas, las consecuencias de este ciclo de guerras continuas fueron básicamente dos: el endeudamiento de la hacienda real y la crisis del comercio colonial.
La crisis fiscal de la monarquía absoluta
Las guerras tuvieron un elevado coste económico y provocaron la práctica bancarrota de la hacienda real. Los ministros de Carlos III promovieron diversas reformas para aumentar los ingresos, pero todas chocaron con la exención de los privilegiados del pago de los impuestos directos, sobre todo en la corona de Castilla.
Con las guerras, las deudas crecieron y los ingresos procedentes de América se redujeron. La Corona se vio obligada a recurrir a nuevas medidas fiscales, como el aumento de la presión fiscal, la emisión de títulos de deuda pública o la contratación de empréstitos en el extranjero con cláusulas muy exigentes. Finalmente se recurrió a la desamortización, es decir, la venta pública subasta parte de las tierras pertenecientes a la Iglesia. Los ingresos de las ventas fueron absorbidos por los gastos de la guerra. Esta medida atacaba directamente a uno de los pilares de Antiguo Régimen.
La crisis del comercio colonial
El tráfico mercantil con América se redujo drásticamente. Fue muy grave la guerra marítima con Gran Bretaña. La armada británica derrotó a la española en la batalla de Trafalgar. Los británicos controlaron e interrumpieron el comercio entre España y América y entorpecieron las entradas y salidas del puerto de Cádiz.
A partir de 1796, España perdió el monopolio con América y otros países comerciaron directamente con los territorios americanos.
La crisis del comercio colonial afectó a aquellos sectores que hasta entonces dirigían sus productos agrarios y manufacturados al mercado americano y a los ingresos de la hacienda. Mostró también a los comerciantes criollos los beneficios de acceder al mercado europeo sin la intermediación de la metrópoli.
La guerra y la incapacidad de la monarquía contribuyeron a estimular ideas favorables a la emancipación de las colonias.
La crisis política de la monarquía
Las dificultades interiores y exteriores, y la incapacidad para resolverlas, condujeron a una profunda crítica, que llevó al enfrentamiento con Godoy, ministro y hombre de confianza de Carlos IV, y finalmente con el propio rey. El descontento procedía de distintos ámbitos sociales y políticos:
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Sectores privilegiados de la Iglesia y de la nobleza eran contradictorios a la política de Godoy de fortalecimiento de la voluntad real y de medidas fiscales que cuestionaban los derechos de estos grupos (impuestos, desamortización, etc)
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Algunos escritores y políticos difundían clandestinamente desde España y Francia una literatura cercana a los presupuestos ideológicos de la Revolución Francesa.
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En algunas ciudades y pueblos se produjeron movimientos de oposición al absolutismo que, aunque fallidos, no dejaron de inquietar a las autoridades.
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El malestar popular se tradujo en motines de subsistencia y conflictos agrarios contra el pago de derechos señoriales, que jalonaron los años finales del siglo XVIII y primera década del XIX.
La monarquía era incapaz de garantizar la defensa del territorio. Sin los caudales de América, se cerraba toda posibilidad de reforma.
En este contexto de crisis se impuso entre los sectores privilegiados la idea de que la solución a todo era la eliminación de Godoy, la abolición de Carlos IV y la entronización de su hijo Fernando. Se produjo así, una conspiración, y en marzo de 1808 triunfó el motín de Aranjuez. Godoy fue encarcelado y Carlos IV fue obligado a renunciar a la Corona a favor del príncipe Fernando.
Al mismo tiempo, España, sometida a las injerencias de Napoleón, firma el Tratado de Fontainebleau(1807), que preveía el reparto de Portugal, aliado de Gran Bretaña y autorizaba la entrada de los ejércitos napoleónicos en España.
TEMA 9
El primer liberalismo
La Guerra de la Independencia
La abdicación de Carlos IV en 1808 y la ocupación francesa del territorio dieron comienzo a la guerra de la Independencia (1808-1814)
El estallido de la guerra
Napoleón obligó a una sucesión de abdicaciones y eligió a si hermano José como rey de España, quien reinó con el nombre de José I. La decreciente hostilidad contra las tropas francesas desembocó en los hechos del dos de mayo de 1808 en Madrid. La población intento evitar la salida de los últimos miembros de la familia real. Esto acabo en una cadena de levantamientos contra los franceses.
La formación de Juntas
El ejército y las viejas instituciones de gobierno contemplaron con pasividad e indecisión la represión. Así, se creó una situación de gran desconfianza y de vacío de poder que impulsó a los sublevados a dotarse de nuevos instrumentos políticos: las Juntas locales y regionales, que en 1808 se reunieron en la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino.
Las Juntas surgieron al margen de las autoridades tradicionales y asumieron la autoridad en nombre del pueblo. Las Juntas negaron la legitimidad de las abdicaciones de Bayona, y asumieron un poder sin limitaciones.
Estaban formadas por nobles, oligarquías locales y grupos mercantiles. Había desde partidarios del Antiguo Régimen hasta futuros liberales. Sin embargo, todos estaban unidos por la oposición a los franceses y la defensa de la independencia de España y de la monarquía de Fernando VII.
La dinámica militar
La guerra de la Independencia fue un conflicto civil interno entre los afrancesados, partidarios de José I, y los llamados “patriotas”. Pero también fue un conflicto internacional entre las dos grandes potencias, Francia y Gran Bretaña, ahora aliada de España por la hegemonía mundial.
Los acontecimientos militares se sucedieron en tres fases:
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En la primera, hasta finales de 1808, la sublevación popular de transformó en guerra abierta y la resistencia tomó la forma de sitio, como ocurrió en Girona y Zaragoza.
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La segunda, desde finales de 1808 hasta 1812 se caracterizó por la hegemonía militar francesa y por la actuación de la guerrilla.
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La última fase, entre 1812 y 1813, se definió por la pérdida de posiciones de las tropas francesas, embarcadas también en la campaña de Rusia.
En el tratado de Valencia de 1813 Napoleón reconoció a Fernando VII como rey de España, pero las tropas francesas no abandonaron Cataluña hasta 1814. El mayor problema militar de Napoleón fue enfrentarse a las guerrillas.
El proyecto reformista de José I
La constitución de Bayona
La Constitución de Bayona fue la primera constitución de la historia de España. Fue elaborada por el entorno de Napoleón y no surgió de la discusión libre entre los representantes del pueblo. La constitución:
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Establecía una monarquía autoritaria, con amplísima capacidad legislativa.
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Fijaba un poder legislativo, muy limitado, dividido en dos cámaras, Senado y Cortes. La composición de las Cortes respetaba la estructura estamental: nobleza, clero y pueblo elegían a sus representantes mediante un sufragio muy restrictivo.
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Formulaba una serie de reformas socioeconómicas, que se implantarían lentamente. Preveía la supresión de determinados privilegios; la prohibición de amortizar nuevas tierras; una limitada venta de las tierras de la iglesia; la libertad de industria y de comercio; la igualdad impositiva y la declaración de ciertos derechos individuales.
Era un proyecto reformista, que pretendía desmantelar gradualmente el Antiguo Régimen. Aunque finalmente fracasó.
Los afrancesados
El régimen de José I dependía de la colaboración de las elites del Antiguo Régimen. Sin embargo, sólo le apoyaron los afrancesados. Los motivos del afrancesamiento fueron diversos:
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Hubo razones ideológicas. Un sector de la opinión pública ilustrada consideró que el cambio dinástico permitiría abordar las transformaciones políticas, sociales y culturales que la sociedad española necesitaba. Esa transformación, sin embargo, no debía pasar por la revolución, y la mejor manera de evitar las convulsiones políticas era asentarse un régimen fuerte.
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Hubo otros factores no ideológicos, como pensar que la guerra era innecesaria porque estaba perdida de antemano, considerar que había que mantener en las zonas ocupadas una administración al frente de la cual hubiera españoles; y por supuesto, se dio el mero oportunismo.
Las cortes de Cádiz
La Junta Suprema Central decidió convocar las Cortes Generales y Extraordinarias del reino como única salida al vacío de poder y a la situación que se vivía. Entre los diputados había absolutistas y liberales. Gran parte de los diputados eran eclesiásticos y funcionarios, incluyendo militares, mientras que la burguesía comercial y los representantes de las colonias americanas estuvieron escasamente representados.
Unos pensaban en unas Cortes estamentales, que reafirmaran el pacto entre el rey y el reino. Otros creían que la nación, a través de diputados elegidos entre todos los vecinos sin distinción estamental, tenían el poder de decisión en la asamblea única que debía reunirse. El debate se saldó con el triunfo de esta opción, que anunciaba ya lo que iba a ser el primer liberalismo.
Las Cortes Generales y Extraordinarias del reino se reunieron en 1810 en Cádiz, única zona no ocupada por los franceses. No se decidieron a sistematizar las leyes dispersas de la monarquía absoluta sino que crearon un nuevo orden político y jurídico, el liberal. Lo hicieron, además, proclamando el principio fundamental que definiría el primer liberalismo, la soberanía nacional. Es decir, se afirmo que la única fuente de autoridad y legitimidad era la nación, y no el rey.
La legislación de las Cortes de Cádiz respondió a dos objetivos básicos:
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Elaborar una constitución como eje de un nuevo régimen político.
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Promover una serie de reformas de carácter socioeconómico que liberaran las ataduras del Antiguo Régimen.
La Constitución de 1812
Ha sido una de las más radicales de la historia de España. Su radicalidad se expresaba en los siguientes principios:
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La soberanía nacional, que suponía el fin de la monarquía absoluta.
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La limitación extrema del poder de la monarquía.
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El reconocimiento de la igualdad jurídica de los ciudadanos varones, con la desaparición de los privilegios.
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La monarquía constitucional, fundada en la división de poderes, con un poder legislativo de cámara única con amplias facultades.
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El reconocimiento de un sistema participativo basado en el sufragio indirecto prácticamente universal masculino (vecinos mayores de 25 años) para elegir los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y las Cortes.
La Constitución de 1812 reconocía los derechos de los ciudadanos, pero no incluía una explícita declaración de derechos.
Se fundaba en la primacía de la nación y en la creación de un Estado unitario y centralizado, lo que implicaba el final de los privilegios, como los fueros vascos y navarro. El liberalismo creaba de esa manera el Estado-nación uniforme.
Los cambios socioeconómicos
Las Cortes de Cádiz procedieron a desmantelar el Antiguo Régimen. Para ello elaboraron una serie de leyes fundamentadas en la propiedad privada y la libertad de mercado. Así, legislaron los siguientes aspectos:
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Desaparecieron los privilegios de la nobleza y el clero y los derechos señoriales procedentes de la jurisdicción.
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Establecieron una nueva concepción de la propiedad privada, basada en la idea de que debía ser libre y plena.
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Abogaron por la libertad de comercio e industria y por la libertad de contratación de los trabajadores, lo que supuso la supresión de los gremios.
Su implantación definitiva no se produjo hasta el triunfo de la revolución liberal, en la decada de los treinta.
El reinado de Fernando VII(1814-1833)
Las etapas del reinado
El sexenio absolutista(1814-1820)
La vuelta de Fernando VII supuso la derogación de la Constitución de 1812, la disolución de los poderes liberales y la paralización de las reformas socioeconómicas. La Restauración y la debilidad del régimen liberal español.
La política absolutista se caracterizó por:
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La monarquía inició la recuperación de jurisdicciones señoriales.
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La crisis agraria y económica y la quiebra de la Hacienda se agudizaron.
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No hubo un programa de gobierno adecuado a la crítica situación de España.
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La represión sistemática contra los liberales. La represión inauguró una nueva fórmula conspirativa, el pronunciamiento, y la propagación del ideario liberal a través de sociedades secretas masónicas, integradas por militares.
El 1 de enero de 1820 el teniente coronel Riego se pronunció con éxito. Dos meses después comenzaba el trienio liberal.
El trienio liberal (1820-1823)
Fernando VII juró en marzo de 1820 la Constitución de 1812. Se reanudo el debate público a través de la prensa y las sociedades patrióticas. Entró en vigor la legislación económica y social que los liberales habían aprobado entre 1810 y 1814. La gravedad de la situación económica impulsó adoptar medidas de desamortización y desvinculación y a desarrollar un modelo de crecimiento agrario que se basaba en la producción de cereales y en la integración del mercado interior.
Los partidarios del absolutismo, con el respaldo de Fernando VII protagonizaron conspiraciones y buscaron el apoyo de la Santa Alianza. La contrarrevolución estuvo dirigida por el clero y sectores de las elites privilegiadas. La Santa Alianza envió el ejercito de los Cien Mil Hijos de San Luis y Fernando VII recuperó su poder absoluto.
La década absolutista(1823-1833)
El inmovilismo del absolutismo había agravado los problemas y llevado a la revolución, y la experiencia liberal de 1820-1823 había mostrado los peligros del radicalismo.
La monarquía se implicó en reformas económicas y administrativas. Pretendía salvar de la quiebra final al Estado. Esta práctica provocó la resistencia de los ultrarrealistas, partidarios de mantener sin cambios el régimen fernandino. La oposición creció, con el apoyo del hermano del rey, don Carlos, hasta provocar el enfrentamiento en dos momentos:
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La guerra dels Malcontents o revuelta de los agraviados en 1827 en Cataluña. Fue una sublevación armada de campesinos y artesanos rurales, financiada por los sectores ultrarrealistas y animada por el clero.
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La cuestión dinástica a partir de 1830. Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica que impedía a las mujeres la sucesión al trono. En 1830 nació Isabel, y se abrió una grave crisis entre los partidarios de don Carlos y los defensores de la legitimidad de la Pragmática.
Fernando VII murió en 1833. Fue el inicio de las guerras carlistas. La sucesión de Isabel iba a depender de la búsqueda de apoyos entre los liberales más moderados.
La emancipación de las colonias americanas
Las causas
Se inició en 1808. Las causas fueron diversas:
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Los resultados de las reformas fiscales y administrativas emprendidas en la segunda mitad del siglo XVIII, cuyo objetivo era recuperar el control sobre las colonias.
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El malestar de las clases dirigentes criollas, postergadas políticamente de los ámbitos de poder, por las mayorías no blancas (indios, negros y mestizos).
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La crisis de 1808 en Espala, que abrió el debate sobre las relaciones con la metrópoli.
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La influencia ideológica de las independencias de Estados Unidos y de Haití, y de la Revolución Francesa.
El proceso de independencia
La crisis política de 1808 tuvo una primera respuesta semejante a la que se produjo en España: la formación de Juntas. Sin embargo, la discriminación de la representación americana en la Junta Central y en la convocatoria a las Cortes de Cádiz dio paso a las primeras protestas de las elites criollas y a las luchas entre los partidarios de mantenerse fieles a Fernando VII y los autonomistas. A partir de esto comenzó un proceso irreversible:
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En mayo de 1810 los autonomistas se hicieron con el poder en Buenos Aires y su independencia fue imparable. Intentos similares se produjeron entre 1810 y 1814 en Venezuela, México y Colombia, pero con escaso éxito.
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A partir de 1814, los líderes independentistas, Simón Bolívar y José San Martín, adaptaron sus estrategias a las condiciones sociopolíticas de las colonias y prometieron la redención de los esclavos. La rebelión se extendió y los sublevados recibieron la ayuda de Gran Bretaña.
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La derrota definitiva se produjo en Ayacucho (Perú) en 1824. El imperio español quedó reducido a Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
La perdida de las colonias agravó los viejos problemas políticos y fiscales de la monarquía. Afectó también a aquellas industrias y cultivos que durante años habían gozado en América de un mercado protegido.
La época de las regencias
La regencia de Maria Cristina(1833-1840)
María Cristina se enfrentó a un doble reto: conservar las prerrogativas del poder absoluto frente al liberalismo y defender los derechos sucesorios de Isabel II frente a Don Carlos. La guerra civil entre cristianos, partidarios de Isabel y la regente, y los carlistas, partidarios de Carlos, frustró la primera aspiración y obligó a una apertura política, que modificó sustancialmente el sistema heredado, a fin de obtener el apoyo de los liberales.
El régimen del Estatuto Real
Los carlistas no se avinieron a un entendimiento con MARÍA cristina, lo que provocó la ruptura definitiva entre los absolutistas:
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Un sector apoyó a don Carlos
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Otro sector importante se decantó hacia la necesidad de una reforma política pactada y controlada por la Corona. Este grupo buscó la colaboración con los sectores más moderados del liberalismo, que consideraban insuficiente la tímida política reformista llevada a cabo hasta entonces.
Esta colaboración se plasmó en la promulgación del Estatuto Real de 1834 y en el nombramiento de un antiguo liberal, Martínez de la Rosa, como presidente del consejo de ministros.
El Estatuto Real (1834)
Fue una concesión de la Corona a sus súbditos. De hecho, el texto era poco más que una regulación de la convocatoria de Cortes Generales del reino.
El Estatuto Real establecía unas Cortes de carácter meramente consultivo. Se les concedía el derecho de elevar peticiones, pero no podían deliberar sobre asuntos que no hubiesen sido sometidos a su consideración mediante decreto real. Las Cortes fueron divididas en estamentos, el de Próceres y el de Procuradores.
El Estamento de Próceres estaba formulado por los grandes de España, y por los miembros designados por la Corona, que desempeñaban su cargo con carácter vitalicio. Se requería acreditar un elevado nivel de renta anual, entre los 60.000 y los 120.000 reales.
El Estamento de los Procuradores tenía carácter electivo. El sistema de elección era indirecto y estrictamente censitario.
Los objetivos del régimen del Estatuto
Era congregar en torno a la defensa de Isabel II a los sectores socioeconómicos más pudientes del país. A cambio, la corona prometía reformas graduales.
En el aspecto político, la etapa de Martínez de la Rosa fue concebida como un ensayo de compromiso entre los sectores más reformistas del absolutismo y los más moderados del liberalismo.
Las limitaciones de la reforma
El proceso de reforma moderada y controlada por la Corona no tuvo éxito por varios motivos: la incapacidad para evitar la extensión de la guerra carlista, y la combinación de debilidad e intransigencia política de las esperanzas liberales.
La participación de los liberales en las Cortes del Estatuto implicaba su renuncia a la vía insurreccional y el apoyo a los derechos sucesorios de Isabel. Pero también suponía la realización de un programa básico de reformas acordadas con la Corona. Este programa incluyó varias peticiones:
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La reorganización de la Milicia y de los ayuntamientos y diputaciones.
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Las supresión de los ejemplos y ventas nacionales de tierras desamortizadas procedentes del trienio liberal.
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La concesión de una carta de derechos políticos.
El debate parlamentario respecto a esas medidas dividió a los procuradores liberales en moderados y avanzados. En principio, ningún grupo cuestionaba el régimen del Estatuto, sino que defendían que las reformas se implantaran con distinto grado y ritmo y por diferentes medios.
La negativa de la Corona a aprobar las peticiones procedentes del Estamento de Procuradores y el avance del carlismo quebraron la alianza política entre el reformismo absolutista y el liberalismo.
La crisis del régimen del Estatuto
El detonante final de la crisis del régimen del Estatuto fue una serie de revueltas ciudadanas que forzaron a la Corona a iniciar un proceso de cambio político más liberal.
En 1835 se formaron numerosas juntas locales y provinciales que negaron obediencia al gobierno.
La regente cedió y llamó al gobierno a Mendizábal, hombre de negocios y liberal declarado. Sin embargo, el entorno real obstaculizó las reformas a favor de un cambio significativo. Entre ellas, sobresalían la recuperación de las leyes de desamortización del clero regular y el inicio de la reforma del Estatuto Real, especialmente la ampliación de la ley electoral.
La mala marcha de la guerra carlista y la sustitución forzada de Mendizábal por el moderado Istúriz reavivaron los rumores sobre la posibilidad de un pacto secreto con don Carlos. Las revueltas ciudadanas y el motín de la Granja, forzaron la ruptura definitiva con el absolutismo y la regente fue obligada a firmar la constitución de 1812.
El régimen constitucional de 1837
El resultado más relevante del motín de la Granja fue la elaboración de un nuevo texto constitucional y el desmantelamiento definitivo de la estructura socioeconómica del Antiguo Régimen.
La Constitución de 1837 rompía con el absolutismo como con el liberalismo de 1812. Su objetivo era ofrecer un marco que garantizase la representación de la riqueza y del saber, la seguridad individual y la propiedad privada, tanto frente al radicalismo liberal como frente al carlismo.
Los cambios más destacados a la Constitución de 1812 fueron de tres tipos:
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Se reforzó el poder de la Corona. La soberanía nacional estricta se matizó mediante la atribución conjunta de la potestad legislativa al rey y las Cortes. En la práctica, significaba inaugurar el principio de soberanía compartida. También se concedía a la Corona el derecho de veto absoluto, es decir, la posibilidad de no sancionar una ley, y el derecho de disolución de las Cortes.
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Se modificó la estructura del Parlamento. Las Cortes unicamerales se sustituyeron por unas Cortes divididas en dos cámaras: el Senado y el Congreso de los Diputados.
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Se cambió el procedimiento electoral por un sistema directo censitario, que reservaba el derecho al voto a los mayores contribuyentes de cada localidad.
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Se restablecieron las leyes municipales derivadas de la Constitución de 1812. Ello significó, una democratización de la vida política local, ya que los ayuntamientos pasaron a ser elegidos por sufragio universal indirecto entre todos los vecinos varones mayores de 25 años.
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Se pusieron en práctica las leyes de libertad de comercio e industria, desvinculación, abolición de los señoríos y del diezmo y desamortización, procedentes de las Cortes de Cádiz y del trienio liberal.
La guerra civil carlista (1833-1839)
A partir de 1834, la insurrección carlista se convirtió en una guerra civil abierta. Sus apoyos más sólidos se encontraban en el País Vasco, Navarra y, en menor medida Cataluña y el País Valenciano. Hubo también focos en Castilla.
El carlismo
El carlismo se caracterizó por un antiliberalismo militante que negaba el principio de la soberanía de la nación. Incluía la defensa del sistema foral frente a la centralización y uniformización recogidas del liberalismo. Fue un movimiento heterogéneo. Sus grupos dirigentes provenían de la Iglesia y de la pequeña nobleza local, propietarios ennoblecidos, oligarquías rurales y ciudadanas que habían combinado la propiedad de la tierra y el monopolio del poder local con diversas situaciones de privilegio. Los carlistas apoyaban a don Carlos.
El carlismo contó con el apoyo de sectores amplios del artesanado y del campesinado y, adoptó en ocasiones al forma de una protesta popular y campesina. En cualquier caso, es dudoso que el carlismo tuviera intención de defender los derechos de los campesinos sobre la tierra.
El conflicto armado
El ejército carlista, bajo el mando del general Tomás de Zumalacárregui, consiguió espectaculares victorias. Su inferioridad numérica y armada fue evidente desde el principio, así que usaron la guerra de guerrillas.
A partir de 1837 la evolución de la guerra fue favorable a los ejércitos liberales. El Convenio de Vergara, firmado entre Espartero y el general carlista Rafael Maroto en 1839 puso fin a la guerra.
El carlismo no desapareció, se trata de un fenómeno de larga duración que se mantiene, aunque sustancialmente cambiado, hasta finales del siglo XX.
El final de la regencia
Al acabar la guerra carlista, los moderados iniciaron una ofensiva política para recuperar las riendas del proceso revolucionario. Para ello contaban con el apoyo de la Corona.
El núcleo de la ofensiva moderada fue el control de los ayuntamientos, baluartes de progresistas y radicales. Se elaboró una nueva ley de ayuntamientos que reforzaba la autoridad del ejecutivo y restringía la participación popular. Se propuso el restablecimiento del diezmo, una nueva ley de imprenta y electoral, la restauración del antiguo Consejo de Estado y la depuración de la Milicia.
En 1840, el héroe popular era Espartero. El pulso entre Espartero, contrario a la nueva ley de ayuntamientos, y María Cristina se saldó con la derrota de ésta y de los moderados.
La insurrección ciudadana progresista y radical del verano de 1840 colocaba a la Corona en una situación insostenible políticamente. Maria Cristina se embarco hacia Francia y renunció a la regencia. Espartero asumió provisionalmente el cargo.
La regencia de Espartero (1840-1843)
Los humildes orígenes de Espartero y la forma en que había alcanzado el poder parecían ejemplificar el triunfo de la soberanía nacional sobre el poder real. Era también la demostración palpable del poder político alcanzado por los militares.
El enfrentamiento con los moderados
La oposición de los moderados y del entorno de la ex regente ante el régimen de Espartero desembocó en la gran conspiración moderada de 1841. Los conjurados asaltaron el palacio real e intentaron llevarse consigo a la princesa Isabel y a su hermana, la infanta Luisa Fernanda. Espartero ordenó el fusilamiento de los cabecillas.
A pesar de su fracaso, los moderados siguieron conspirando para acabar con la regencia de Espartero.
La división del progresismo
El desequilibrio a favor del poder militar y los métodos dictatoriales del regente fueron determinando el progresivo alejamiento de Espartero del núcleo dirigente del progresismo civil.
Se produjo una fractura entre esparteristas y progresistas puros o legales. Estos últimos defendían el estricto cumplimiento de la Constitución de 1837.
La división debilitó al partido progresista, ya que hizo evidentes sus dificultades doctrinales y políticas para representarse como una opción clara y viable
Los levantamientos radicales
Espartero defraudó las expectativas del liberalismo radical. Los primeros grupos demócratas y republicanos se erigieron en “guardianes de la revolución” y propiciaron continuos movimientos ciudadanos que enlazaban las reivindicaciones políticas sin la creciente conflictividad social y laboral sobre todo en Barcelona, Madrid, Valencia y Andalucía.
La insurrección de Barcelona en noviembre de 1842 marcó un punto sin retorno en el aislamiento político de Espartero. Fabricantes y obreros, pequeños comerciantes, propietarios, artesanos y profesionales liberales confluyeron en un movimiento insurreccional en el que la presencia republicana alcanzó una fuerza indudable. La respuesta de Espartero fue el bombardeo de la ciudad de Monjuïc.
El final de la regencia
La confluencia de agravios frente a un esparterismo cada vez más dictatorial y aislado políticamente fue uniendo a grupos tan dispares como los progresistas disidentes, los moderados y el liberalismo más radical. Se formó así una especie de coalición nacional contra Espartero, que protagonizó la sublevación de 1843. Sus lemas fueron: el reconocimiento de Isabel II, la defensa de la legalidad constitucional, y la superación de las rencillas dep pasado mediante “la unión de la familia liberal”.
Ramón María Narváez decidió la situación, obligando a Espartero a exiliarse en Inglaterra. Los moderados fueron afirmando sus posiciones y haciéndose con el control del poder. A ello contribuyó:
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Los deseos de orden y tranquilidad de la mayoría del liberalismo, que había logrado ya lo fundamental de sus reivindicaciones de tipo socioeconómico y también político.
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El control del ejercito por parte de los moderados, bajo la figura de Narváez.
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El apoyo de la Corona. Quedaba claro que la monarquía no podía ser el árbitro entre las diversas corrientes del liberalismo.
Decidieron el adelanto de la mayoría de edad a la princesa Isabel, que juró su cargo como Isabel II en 1843.
La fragmentación del liberalismo
La división del liberalismo acabó confluyendo en la formación de los dos grandes partidos políticos del segundo tercio del siglo XIX: el partido moderado y el partido progresista. A la izquierda de los progresistas empezaron a formarse los primeros grupos de demócratas y de republicanos.
No se trataba de formaciones políticas como las del siglo XX sino de incipientes partidos de notables, que carecían de organización permanente y disciplina interna.
Los moderados
Los moderados defendían un régimen que reforzaba el poder de la Corona y restringía el sufragio en función de la riqueza y la ilustración.
Para ellos la libertad era la defensa de la seguridad de las personas y de los bienes y, incidieron en los principios de autoridad y de orden.
Mejor organizados y cohesionados doctrinalmente que los progresistas tuvieron la mayoría parlamentaria desde las primeras elecciones del régimen de 1837.
El progresismo
Se configuraron como tal en la década de los años treinta, a través de la búsqueda de un espacio político que los diferenciaba tanto de los moderados como de los radicales
Los progresistas insistían en el principio de la soberanía nacional como fuente de legitimidad y la Corona como arbitro del juego político. No defendían la democracia ni el sufragio universal masculino, eran partidarios de una extensión paulatina y gradual del derecho a voto
Los progresistas propugnaban la formación de una cultura y de una sociedad más laicas.
El liberalismo radical
A partir de los debates generados sobre la Constitución de 1837 se fue consolidando poco a poco un liberalismo radical. A pesar de esto, se podían identificar rasgos comunes:
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Defendían la soberanía nacional plena y el sufragio universal masculino.
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Desconfiaban de la Corona, lo que llevo al republicanismo.
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Eran defensores de la abolición de señoríos, de la Milicia Nacional y de la autonomía y participación populares en el poder local y provincial.
Su peso fue indudable entre las clases populares urbanas, grados bajos de la Milicia y el ejercito, como entre los primeros obreros fabriles.
TEMA 10
La década moderada (1843-1853)
Las bases de la monarquía constitucional moderada
El poder moderado se consolido, desde finales de 1843, a través de medidas políticas y represivas. Los moderados impusieron el principio de orden, entendido como orden público y como autoridad completa del Estado sobre la sociedad civil.
La Constitución de 1845
Estuvo vigente hasta 1868. Fijo los siguientes principios:
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Una monarquía constitucional conservadora.
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La sustitución de la soberanía nacional por la soberanía compartida entre las Cortes y el rey.
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El fortalecimiento de los poderes de la Corona. La reina tenía la iniciativa legislativa, podía disolver las Cortes y vetar sus decisiones.
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La reserva de la participación política a las grandes fortunas del país. Los miembros del Senado eran designados libremente por la reina, con carácter vitalicio, entre las altas jerarquías de la Iglesia, del ejercito y de la nobleza. El Congreso siguió siendo una cámara electiva.
El sistema electoral
La ley electoral de 1846 planteó un sufragio censitario muy restringido que redujo el voto a los mayores contribuyentes de cada localidad y un número limitado de personalidades de la cultura, las profesiones liberales, el ejercito, la Iglesia y la alta administración del Estado.
Se adoptó el sistema de distritos uninominales, que reducía la representación del electorado urbano a favor del rural, supuestamente mas conservador.
El sufragio censatario se combinó con la intervención sistemática del gobierno en las elecciones. La corrupción electoral se llevó a cabo a través de la manipulación de los censos, el falseamiento de los resultados electorales, y la presión sobre los electores.
La articulación del Estado liberal
Los moderados defendían un modelo de Estado centralizado y jerarquizado, de clara influencia francesa, donde la toma de decisiones se producía de forma piramidal, de arriba a abajo, desde el gobierno hasta los ayuntamientos.
La vida económica política y social siguió siendo el ámbito local
Las leyes de enero de 1845 sentaron las bases del carácter y funcionamiento de ayuntamientos y diputaciones. Su objetivo era eliminar su autonomía, restringir su carácter de órganos de representación popular y recortar sus amplias atribuciones.
La cuestión foral
Los moderados pretendían atraer a sectores significativos del carlismo, por lo que se adoptó una solución intermedia, reflejada en el Real Decreto de 1844: se mantenían los ayuntamientos forales y las Juntas Generales vascas y Navarra; y las aduanas se trasladaron definitivamente a los Pirineos.
El objetivo era acoplar el sistema foral a al constitucional.
La legislación liberal
La centralización administrativa propugnada por los moderados obligaba a sustituir múltiples particularidades, exenciones y privilegios del Antiguo Régimen por un nuevo entramado legal, centralizado y uniforme, presidido por los principios de igualdad ante la ley, protección de la propiedad y libertad económica.
A estos objetivos respondieron la unificación del sistema tributario, la promulgación del Código Penal, la reforma de la administración de justicia, la regulación de los diversos cuerpos de funcionarios del Estado, la firma del Concordato con la Iglesia o la reforma de la educación estatal.
La práctica política moderada
El protagonismo político de la Corona y el ejercito
El desprestigio de la Corona fue paralelo a su creciente intervención en la política y a su identificación con los sectores más reaccionarios dentro del partido moderado.
Nunca hubo una opción unitaria ni un gobierno constituido sólo por militares, sino que estos se dividieron entre las distintas familias liberales.
El apoyo del sector del ejército, dirigido por el general Narváez, fue decisivo para imponer el proyecto moderado. A medio plazo, fortaleció la convicción de que el ejército, como institución, era absolutamente necesario en la política.
Las tendencias moderadas
La heterogeneidad del moderantismo se puso de relieve desde el propio debate constitucional en las Cortes de 1844. Al grupo mayoritario de “centro” moderado, encabezado por Narváez se fueron definiendo dos grupos de opinión muy diferentes:
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Los vilumistas, liderados por el marqués de Viluma, constituyeron el ala más reaccionaria del régimen moderado. Deseaban retroceder a la época de las cartas otorgadas y defendían el matrimonio de Isabel II con el hijo de don Carlos y la reconciliación con la Iglesia mediante la condena explícita de la desamortización.
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Los puritanos, liderados por Pacheco, se situaron en el extremo opuesto. Abogaron por la Constitución de 1837, corregida con leyes orgánicas, y por la reconciliación con los progresistas. Fueron el núcleo inspirador de la Unión Liberal.
La política moderada mayoritaria se situó entre esos dos polos, que implicaban, a su vez, una disyuntiva política: la integración del carlismo y el deslizamiento del régimen hacia el antiliberalismo político o el acercamiento progresivo y la apertura hacia un sistema de mayor integración liberal.
Los excluidos del sistema
Ante la manipulación de las elecciones, los progresistas optaron por dos vías:el retraimiento o bien la insurrección violenta.
Los progresistas
Ciñeron su programa político a tres aspectos: la defensa de las libertades y derechos individuales, la restauración de la Milicia, y la ampliación del sistema electoral.
Aunque sus bases no fueron radicalmente distintas de las moderadas, estuvieron más cerca de las clases medias propietarias, del comercio y las profesiones liberales.
La arbitraria represión, las limitaciones a la libertad de expresión y el falseamiento de las elecciones les llevó a optar por el retraimiento y por la insurrección violenta.
Los demócratas
Defendieron la radicalización de los supuestos políticos del progresismo. Sus principales demandas fueron: la soberanía nacional, el sufragio universal masculino, la tolerancia religiosa, el juicio por jurados, la abolición de los fueros, la enseñanza primaria gratuita, y un sistema fiscal proporcional a la riqueza.
El Partido Demócrata reorganizó y aglutinó al liberalismo radical de la década anterior, recabando sus apoyos en la pequeña burguesía y las clases populares urbanas.. Su programa contenía la promesa de uan reforma social, y no sólo política.
La descomposición del moderantismo clásico
Durante el llamado gobierno largo de Narváez, las diversas facciones moderadas que se habían ido gestando en las etapas anteriores se unieron al frente al temor de la revolución. Una vez el peligro acabó, volvieron a hacerse patentes sus divisiones internas.
La crisis del sistema moderado clásico se precipitó por el intento de aplicar a sus propias filas la misma política utilizada a la oposición progresista y demócrata: mayor concentración administrativa, reforzamiento del ejecutivo, más autoridad y menos discusión.
El ministro Juan Bravo Murillo presentó un amplio programa de reformas administrativas y un proyecto de revisión de la Constitución de 1845. Pretendían:
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Conformar una fuerte burocracia estatal moderada.
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Someter definitivamente el Parlamento al gobierno, reformando las atribuciones del ejecutivo hasta extremos que rozaban la negación del liberalismo. Así, junto a la posibilidad de gobernar por decreto y suspender indefinidamente las Cortes, propuso remitir los derechos y libertades básicos a una ley orgánica no constitucional, reducir a la mitad el número de diputados, celebrar las sesiones parlamentarias a puerta cerrada y también restringir el derecho electoral a los 150 mayores contribuyentes de cada provincia. La condición de senador (nata, vitalicia y hereditaria) quedaba reservada para los poseedores de propiedades vinculadas.
Esta reforma se produjo en un momento difícil para los moderados. Existían tensiones, producidas por las relaciones cada vez más estrechas entre los negocios y el acceso a los resortes de poder del Estado.
La amplia oposición al proyecto autoritario de Bravo Murillo provocó su dimisión. A partir de entonces se agudizó la descomposición interna del moderantismo, la endémica inestabilidad gubernamental del régimen, las injerencias de la Corona y el recurso a la represión.
La vuelta al moderantismo (1854-1868)
El bienio progresista (1854-1856)
La revolución de 1845 fue producto de un pronunciamiento militar moderado, la actividad insurrecional de progresistas y demócratas, y la movilización popular.
La revolución moderada
El levantamiento de O'Donnell en Vicálvaro, hizo que sus líderes publicaran el Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Canovas del Castillo. El manifiesto:
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Garantizaba el respeto al trono, al que se liberaría de las calamidades.
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Reivindicaba la legalidad constitucional.
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Exigía la rebaja de los impuestos.
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Proponía una remodelación de las leyes electorales y de imprenta.
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Abogaba por la restauración de la Milicia y por la descentralización de los poderes locales.
Las jornadas revolucionarias de julio de 1854
La extensión e intensidad del movimiento revolucionario, especialmente en ciudades como Zaragoza, Barcelona, Valencia y Madrid, propició la formación de una coalición de moderados, progresistas y sectores templados del partido demócrata, con el objetivo de encauzar la revolución y forzar la voluntad de la Corona. Esta coalición logró formar un gobierno progresista encabezado por Esparteto con O'Donnell como ministro de Guerra.
El régimen del bienio progresista
El objetivo de la coalición gubernamental consistió en restaural el orden público, desarmar a las juntas revolucionarias y despojar al movimiento de sus connotaciones más radicales de reivindicación social. Esta política dividió el progresismo:
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Los “legales” o “resellados” eran partidarios de consolidar la coalición a través de un nuevo partido de centro, alejado del moderantismo clásico y del radicalismo popular.
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Los progresistas “puros” propiciaban una alianza con los demócratas, siempre que éstos respetasen el principio monárquico.
El resultado de la división de lso progresistas fue un régimen inestable, cuya práctica política estuvo erosionada por la vigilancia mutua entre Espartero y O'Donnell.
El proyecto político
El cambio de régimen supuso la recuperación de buena parte de la legislación abolida en 1844 en materia electoral, libertad de imprenta, descentralización y democratización de los poderes locales y provinciales, y la recuperación de la Milicia.
Unas nuevas Cortes discutieron un proyecto de Constitución:
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Establecía la soberanía nacional, el poder legislativo compartido por las Cortes y el rey, y la tolerancia religiosa.
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Reducía el cargo de diputado a tres años.
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Reformaba el Senado según los criterios de 1837.
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Establecía la garantía y amplitud de los derechos individuales.
Aquella Constitución no llegó a promulgarse, pero suscitó una discusión entre las diversas facciones liberales que fueron decisivas para la evolución doctrinal futura de todas ellas.
La cuestión social
La revolución de 1854 supuso la entrada definitiva de la llamada “cuestión social”. Se hicieron evidentes las dificultades del nuevo régimen para controlar la conflictividad social sin precedentes. El descontento se asociaba a la carestía de la vida, las condiciones de trabajo y el desempleo.
Su expresión más espectacular fue la huelga general de Barcelona en julio de 1855, que marcó un hito fundamental en el desarrollo del movimiento obrero organizado. A partir de esa fecha, los progresistas dejaron de ser el grupo político de referencia para las reivindicaciones populares y su lugar fue ocupado por los demorrepublicanos y por las primeras formulaciones del socialismo.
La legislación económica
Las Cortes Constituyentes intentaron el desarrollo económico eliminando las últimas trabas para la libre circulación de tierras y capitales. A estos objetivos respondieron la desamortización general del ministerio de Hacienda, Pascual Madoz, y las nuevas leyes y proyectos de ferrocarriles, bancos, sociedades anónimas, minas. Etc.
Las nuevas leyes ampliaron el marco de participación de las diversas elites del país y del capital extranjero.
La crisis del bienio progresista
La crisis del gobierno progresista fue por diversas causas: la creciente conflictividad social y política, la hostilidad de la coalición gobernante, y la quiebra interna del progresismo.
El balance del bienio
Su legislación económica completó el proceso de liberación del mercado de tierras y capitales, constituyendo el marco del cual se produjo el auge inversor en ferrocarriles y obras públicas. Y aparecieron nuevas formas de hacer entender la política. A partir de ahí, se tuvieron que tener en cuenta las reivindicaciones populares y “la cuestión social”.
La unión liberal
En 1856, un enfrentamiento entre O'Donnell provoco la dimisión de Espartero. O'Donnell declaró el estado de sitio y reprimió duramente las revueltas que, de forma inmediata, estallaron en Madrid y Barcelona.
Los Moderados intentaron volver a la política clásica, pero no lograron la mayoría parlamentaria suficiente. A partir de 1858, se impuso la opción política de la llamada Unión Liberal.
El proyecto de la Unión Liberal (1858-1863)
Los unionistas, bajo la jefatura del general O'Donnell, lograron la estabilidad gubernamental. Su programa de gobierno quiso responder a una triple problemática:
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La tendencia del partido moderado a la oligarquización extrema.
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La necesidad de ofrecer vías de participación legales al progresismo
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La urgencia de estabilizar el régimen liberal, en su fórmula censitaria y de monarquía constitucional, frente al peligro de la revolución social y las posiciones democráticas y republicanas.
En realidad, intentó convertirse en un partido único.
La prosperidad económica
El largo gobierno de la Unión Liberal coincidió con una expansión sin precedentes que consolidó la evolución de la economía española dentro del dinamismo económico de Europa occidental. Contribuyeron a ello:
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La ley de desamortización
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La liberización del mercado de la propiedad y del subsuelo.
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La ambiciosa política estatal de obras públicas, transportes y comunicaciones.
La expansión industrial en Asturias, País Vasco, zonas de Andalucía y Cataluña
La política exterior
A mediados de los años cincuenta, los paises europeos más desarrollados habían iniciado ya la carrera por el reparto de África y Asia que daría lugar al fenómeno llamado imperialismo. La intervención en Indochina (1858) apoyando al colonialismo francés, la aceptación de la reincorporación de Santo Domingo, la campaña de Marruecos.
El final del reinado de Isabel II (1863-1868)
La política unionista era una política de notables, asentada sobre el consenso de personalidades individuales de prestigio público, respaldada tibiamente por la Corona y dependiente de una frágil coalición de puritanos y progresistas templados.
El fin de la experiencia unionista
La Unión Liberal no significó una síntesis positiva de las posiciones moderada y progresista sino una reformulación del moderantismo en clase puritana, cuyo objetivo consistía en marginar las opciones políticas a su derecha e izquierda.
Su práctica política seguía negando la posibilidad de la alternancia en el poder. Combatido por los moderados y, cada vez más por los progresistas.
Los primeros renovaron sus fuerzas con el rearme político e ideológico, que supuso el movimiento neocatólico.
Para los progresistas, era urgente distanciarse del unionismo porque eran conscientes de que este con el peso cada vez mayor de los demócratas y los republicanos, les dejaba sin espacio político propio.
La escasa sensibilidad social del régimen le granjeó la hostilidad abierta de demócratas y republicanos y se puso de manifiesto en la política empleada ante los síntomas crecientes de conflictividad social, que tuvieron su más destacada expresión en la sublevación agraria de Loja.
La opción reaccionaria de la Corona
En 1863 O'Donnell se vio forzado a dimitir y aconsejó a la reina que llamase al gobierno al sector más templado del progresismo. Isabell II creyó tener la fortaleza necesaria para imponer una política propia a favor de las posiciones neocatólicas de su entorno.
Una sucesión de gobiernos inestables pendientes de la voluntad de la corte trataron de imponerse mediante la represión y el recorte de las libertades. La crisis agraria y financiera de 1866 incremento el descontento.
En 1868, una revolución autodenominada “gloriosa” acabó con el reinado de Isabel II y con el primer ensayo de estabilización conservadora del régimen liberal.
La revolución democrática (1868-1874)
La “Gloriosa” revolución
La revolución de 1868 se inició con un pronunciamiento militart, al que se unieron un amplio movimiento político y popular.
Las causas fueron: El descrédito de la monarquía y su identificación con sectores cada vez más reaccionarios; la penetración del ideario democrático, de mayor tolerancia y secularización religiosas; y la crisis agraria y financiera del 1866. Todo ello produjo un clima de conspiraciones, en las que participaron carlistas, demorrepublicanos y los primeros socialistas, progresistas y unionistas e, incluso sectores de la familia real.
Los partidos de oposición acabaron confluyendo en el Pacto de Ostende en torno a dos principios básicos: el rechazo de la dinastía Borbónica y la convocatoria de Cortes Constituyentes mediante sufragio universal masculino.
La revolución
La generación de la insurrección militar y la derrota en Alcolea de las tropas leales a Isabel II provocaron la huida de la reina a Francia y su destronamiento. Al mismo tiempo, se formaron juntas revolucionarias locales.
Una nueva generación de políticos formaron un Gobierno Provisional junto con militares de corte unionista.
El Gobierno Provisional
El gobierno:
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Instauró las libertades básicas (asociación, expresión, enseñanza), entre las que adquirió un protagonismo especial la libertad religiosa. Se expulsó a los jesuitas, se abolió el fuero eclesiástico y se proclamó la libertad de cultos.
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Promulgó medidas económicas de carácter librecambista, como la supresión del impuesto de consumos, la Ley de Bases de la Minería y la reforma de los aranceles aduaneros.
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Se decantó por un régimen monárquico, lo que provocó las primeras escisiones entre los demócratas, que se dividieron en monárquicos y republicanos.
Finalmente, el Gobierno Provisional convocó elecciones constituyentes mediante sufragio universal masculino.
Un régimen democrático
La revolución de 1868 amplió la oferta política, marginó a los viejos moderados y favoreció una mayor participación ciudadana en la vida política. Esa nueva situación se vio favorecida por la introducción del sufragio universal y la proliferación de tertulias, clubes, órganos de prensa, mítines y banquetes políticos.
La Constitución de 1869
Unas Cortes Constituyentes elaboraron una nueva constitución. Ésta contenía tres novedades básicas:
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Un catálogo de derechos y libertades del ciudadano.
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La proclamación de la soberanía nacional y la división de poderes.
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La adaptación de la monarquía democrática como forma de gobierno.
La regencia y las reformas
Hasta que se eligiera un rey que sustituyera a Isabel II se constituyó una regencia, que fue ocupada por el general Serrano. Durante la regencia, el gobierno, presidido por el general Prim, intentó acometer reformas institucionales y elegir un monarca. La muerte en atentado de Prim, truncó el primer objetivo y le impidió colaborar en el segundo.
La política reformista
Los objetivos básicos de la política reformista fueron asegurar la participación ciudadana y la supremacía del poder civil sobre el poder eclesiástico o militar. Para ello se reformaron las leyes electorales y los poderes locales y provinciales, y se llevó a cabo la separación de la Iglesia y el Estado.
Desde el punto de vista económico, todas las reformas apuntaron hacia la implantación de un programa de liberalismo económico. No pudo lograrse el objetivo tanto por dificultades externas como internas.
En 1869 se aprobó la Ley de Bases Arancelarias, que preveía una progresiva apertura hacia el comercio internacional. Las medidas de mayor trascendencia fueron el establecimiento de la peseta como unidad monetaria y la Ley de Bases de la Minería, que facilitó la trasparencia y la seguridad en las concesiones de explotación de minas a las empresas.
La elección de un rey
La gran mayoría de los revolucionarios de 1868 se declararon contrarios a la dinastía borbónica pero partidarios de la monarquía. Los dos candidatos fueron el monarca portugués Fernando de Coburgo y la del duque de Aosta. La candidatura portuguesa fracasó por los recelos que provocó en Inglaterra y Portugal. Las Cortes votaron como monarca al duque de Aosta, con el nombre de Amadeo I.
El reinado de Amadeo I
Amadeo I de Saboya ocupó el trono desde 1871 hasta 1873. El reinado fue un intento fracasado de construir un régimen monárquico democrático. El rey trató de adecuarse a la Constitución, pero tuvo que enfrentarse a la inestabilidad política y a la fuerte oposición social.
La ruptura de la coalición gobernante
Las elecciones a Cortes Ordinarias, dieron la victoria a la coalición gubernamental. Sin embargo, esa coalición se dividió pronto entre constitucionalistas y radicales.
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El partido Constitucionalista, dirigido por Sagasta, tenía una línea política moderada, cercana a los antiguos unionistas.
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El partido Radical, liderado por Ruiz Zorrilla, se consideraba el más genuino representante de la constitución de 1869.
La oposición al régimen
Las resistencias al régimen democrático de Amadeo I provenían de grupos diversos:
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Las elites tradicionales, como nobleza y clero, que repudiaban a un monarca extranjero.
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La oposición de los republicanos derivaba de su descontento con la monarquía como forma de gobierno. Protagonizaron varios movimientos insurreccionales, en los que se pedía el reparto de tierras, la abolición de las quintas o la supresión del impuesto de consumos.
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El movimiento obrero español.
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La Iglesia se consideró agraviada desde los decretos del Gobierno Provisional.
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Los monárquicos alfonsinos, dirigidos por Canovas del Castillo.
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Los carlistas.
Dos guerras simultáneas
La “guerra larga” de Cuba
Comenzó en 1868 y terminó con la paz de Zanjón, en 1878. Los insurrectos rechazaban su condición de colonia, denunciaban la opresión económica y pedían la participación en el gobierno de la isla.
Por un lado, se trató de una guerra colonial entre Cuba y la metrópoli; por otro, fue un conflicto civil interno entre los criollos cubanos y los españoles residentes en la isla. Tuvo además una dimensión internacional debido al apoyo de los Estados Unidos a los insurrectos.
La guerra carlista
La segunda guerra carlista se desencadenó en 1872 y afectó a buena parte del país. Su líder fue el presidente Carlos VII y sus lemas fundamentales la defensa de la religión católica y de la legislación foral en los territorios vasco-navarros.
La guerra concluyó en 1876 con la abolición de los fueros. Gracias a la presión de los liberales fueristas, en 1878 se estableció el concierto económico, según el cual el gobierno central y las diputaciones vascas fijaban el cupo con el que los territorios vascos debían contribuir a las arcas del Estado. Este sistema ha estado vigente hasta la actualidad, salvo durante la dictadura franquista.
La primera república
En 1873, el rey Amadeo I abdicó y las Cortes proclamaron la I República, un régimen político breve pero que dejó una profunda huella. Se le considera la radicalización de los principios políticos planteados en la época de la “Gloriosa”.
La república federal
En los primeros meses de la República predominaron los políticos radicales del último gobierno de Amadeo I. El primer presidente fue Pi i Margall, principal teórico del federalismo, con una postura intermedia entre la tendencia conservadora de Castelar y la más radical de José María Orense.
El proyecto federal defendía la separación entre Iglesia y Estado y la organización territorial de España como nación compuesta de 17 estados, entre ellos Cuba. Sin embargo el deseo de establecer una república desde abajo crearon una situación de gran conflictividad. Aunque una vez en el poder, Pi i Margal va a establecerla desde arriba.
Los diputados llamados intransigentes promovieron una república federal desde abajo y la creación inmediata de cantones. Aunque éstos fueron disueltos militarmente a las pocas semanas, el cantón de Cartagena perduró unos meses y se convirtió en un emblema del cantonalismo.
Los protagonistas de este movimiento político fueron principalmente los artesanos, los pequeños comerciantes, los intelectuales y los militares urbanos.
La república unitaria
Los episodios cantonalistas de 1873 agudizaron la imagen de desorden. Los propios republicanos federales en el poder recurrieron a los militares para disolverlos, temerosos de una revolución disgregadora de la unidad de España. Esta situación junto con la prolongación de las guerras carlistas y de Cuba, reforzó el protagonismo del ejército y el progresivo deslizamiento de la mayoría republicana hacia posturas conservadoras.
El último presidente republicano, el moderado Emilio Castelar, suspendió las garantías constitucionales, creando el clima propicio para el éxito del golpe de Estado del general Pavía, quien disolvió las Cortes en 1874.
El régimen republicano siguió en vigor casi un año más, pero los sectores beligerantes contra ella fueron apoyando la solución alfonsina, la restauración de la monarquía borbónica en la figura del hijo de Isabel II, Alfonso XII, arropado por el proyecto político liberal-conservador de Antonio Canovas del Castillo. El pronunciamiento militar del general Martínez Campos en Sagunto, a finales de 1874, dio comienzo al nuevo régimen de la restauración.
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Enviado por: | Maria |
Idioma: | castellano |
País: | España |