Filosofía y Ciencia


Historia de la filosofía


Estoicismo.

Zenón de Citium.

Zenón de Citio (fl. finales del siglo IV y principios del III a.C.), filósofo griego, fundador del estoicismo. Nació en Citio, Chipre. Poco se conoce de su juventud excepto que sus contemporáneos se referían a él como de origen fenicio. Fue alumno del filósofo cínico del siglo IV a.C. Crato de Tebas y del platónico Jenócrates. Sobre el 300 a.C., Zenón fundó su propia escuela de filosofía, conocida como estoicismo, por derivación de la Stoa Pecile (pórtico pintado), nombre dado a un parque público donde el maestro enseñaba a sus discípulos. El deber moral, el autocontrol, y vivir en armonía con la naturaleza eran algunos de los principios de la ética práctica en la que Zenón estaba interesado. Enseñó en Atenas durante más de medio siglo y fue respetado por su recto modo de vida. Se dice, sin embargo, que rechazó la oferta de hacerse ciudadano ateniense por lealtad a su Chipre natal. Zenón no dejó escritas sus enseñanzas, pero fueron difundidas por sus numerosos discípulos.

La física

La física de Zenón es bastante parecida a la de Heráclito e incorpora elementos de Platón. Un principio rector (el logos), en forma de fuego, conforma todas las cosas del universo, hasta las no materiales —dios es inherente al universo, no está fuera de él—. Así pues, nada escapa al destino universal y todo obedece a leyes divinas inevitablemente. Al final, el elemento divino del fuego se separará y se volverá a unir de forma cíclica eternamente.

La lógica.

La lògica de Zenón —contra la canónica de Epicuro y su escuela— admite que todo el conocimiento viene a partir de los sentidos —no hay ideas innatas—, pero cuando el hombre adquiere sus conocimientos llega a percibir los conceptos comunes, es decir, los conceptos morales universales. Para los estoicos, los conocimientos lógicos no son innatos, sino sencillamente comunes a todos los hombres. El hombre percibe los conocimientos universales a través de los sentidos —una intuición nos hace verlos a través de un hecho particular y no de una intuición divina como en Sócrates y Platón—.

La ética.

La ética de Zenón es, según los mismos estoicos, «la recompensa de la doctrina del pórtico». De acuerdo con la física, el ser humano es una parte sin libertad del ser de fuego, pero los estoicos pretenden dar un sentido a la libertad individual. Por este motivo, ellos prefieren la libertad que comprende y acepta la voluntad del ser divino en cada momento, combatiendo las pasiones. Razón, divinidad, libertad, naturaleza y felicidad son —para los estoicos— elementos comunes e inseparables. La razón, así, depara unas conductas individuales —dominio de los instintos y pasiones, obediencia a la razón—, sociales —justicia y acatamiento de las leyes de la sociedad en que se vive— y políticas —los últimos estoicos llegaron a ver parcialmente realizado el ideal estoico en las costumbres del imperio romano del siglo I d. C.—.

La ética del estoicismo —a diferencia de cierto libertinaje del epicureísmo— es una ética del destino: la física describe la divinidad que forma parte de la materia, la lógica nos hace comprender las normas intrínsecas y la ética nos vuelve obedientes ante la divinidad, oponiendo una resistencia constante a las pasiones.

La ética de Zenón —originaria de Grecia— fue continuada durante algunos siglos y llegó a ser durante un tiempo la predominante en Roma, pero con notables modificaciones, abandonando gradualmente el interés en la física y la lógica y quedándose casi exclusivamente con una ética del esfuerzo y la disciplina, que allanaría el camino a la posterior victoria del cristianismo.

Crisipo (-281/78 -208/05).

Natural de Tarso o de Soli (Cilicia), figura máxima de la escuela estoica. Ya en la Antigüedad, le llamaban segundo fundador de la Stoa y hasta decían: «De no haber existido Crisipo, no existiría tampoco la Stoa». Diógenes Laercio escribió: «Si los dioses se ocuparan de dialéctica, utilizarían la dialéctica de Crisipo».

Los estoicos dividían la lógica en retórica y dialéctica. Crisipo dio para la lógica una definición exacta de la proposición y de las reglas concernientes a la división sistemática de todas las proposiciones en simples y compuestas (Estoicos).

Crisipo, muere de risa, luego de darle vino a su burro y este animal en estado de ebriedad, intenta comerse un ficus.

EDAD MEDIA.

Panecio de Rodas.

Panecio de Rodas (Lindos, 185 a. C. - Atenas, 110 a. C.) fue un filósofo griego, maestro de la escuela estoica durante su periodo medio. Viajó a Roma, donde tuvo escuela, introduciendo grandes modificaciones en la doctrina estoica con elementos tomados del platonismo y del aristotelismo, a fin de adecuarla al pensamiento romano, iniciando así la tendencia ecléctica. Allí trabó amistad con Escipión Emiliano, del que fue consejero. Entre sus discípulos se encontraban Quinto Mucio Scévola, Juliano, Pomponio, Papiniano, Mnesarco, Hecatón de Rodas, Dárdanos, Scylax de Halicarnaso, Teótimo y Posidonio.

Física y metafísica.

Panecio abandona varias teorías clásicas del estoicismo: la teoría de las conflagraciones periódicas (Si todo se convierte en fuego, ¿de qué se alimentaría el fuego? Acabaría también por extinguirse), la teoría de la inmortalidad del alma y la teoría de la adivinación. Admite la tesis aristotélica de la eternidad del mundo. También cree en la Providencia como una intervención general de Dios en la naturaleza, pero no para cada caso particular.

Moral.

En Moral fue más moderado que los antiguos estoicos, considerando irrealizable el ideal de la apatía del sabio. Rechazaba la unidad de la virtud y distinguía varias clases de virtudes particulares. La norma de la vida moral es seguir la propia naturaleza.

Política.

En Política abandona el monarquismo rígido de los antiguos estoicos y se inclina por un régimen mixto, a la manera de Aristóteles.

Teología.

Distingue tres teologías: una poética, o mitológica; otra física, filosófica o racional; y otra civil, o política. La primera es rechazable porque los poetas han atribuido a los dioses acciones indignas de un simple hombre de bien. La segunda es verdadera, pero no es accesible a la mayoría de los hombres. La tercera, constituída por los ritos y cultos aceptados en las ciudades, debe conservarse y respetarse por su importancia para mantener el orden y la paz civil.

Posidonio.

Nace en una familia griega en Apamea, una ciudad romana sobre el río Orontes, en el norte de Siria. Estudió en Atenas con Panecio de Rodas, cabeza, por entonces, de la escuela estoica. Posidonio hizo después largos viajes, por ejemplo, a Egipto o a España. Alrededor del año 97 a. C. se asentó en Rodas, centro intelectual griego de la época, donde participó en la vida publica y fue embajador en Roma (87-86 a. C.). Ese mismo año llegaría a fundar su escuela. Allá fue a oirle Cicerón en 78 a. C., y Pompeyo le visitó dos veces.

Fue de los intelectuales griegos que vieron a Roma como un poder estabilizador en un mundo turbulento, y sus conexiones con la clase dirigente romana le sirvieron para sus exploraciones geograficas. Visitó y describió el mundo bárbaro, en especial a los celtas.

Sus obras se han perdido, y sólo muy recientemente, mediante el análisis crítico de la literatura que se produjo bajo su influencia, se ha logrado tener alguna idea —aunque no del todo clara— de la grandeza de Posidonio. Historiador y geógrafo, racionalista y místico, reunió diversas corrientes filosóficas dentro de la estructura de un monismo estoico, y trató de apoyar sus teorías con su gran saber empírico, infundiendo a la vez en el total el calor de una inspiración religiosa. De ahí que Zeller no dudara en llamarle «el espíritu más universal que hubo en Grecia desde la época de Aristóteles».

Filosofía.

Posidonio retoma las teorías de los estoicos y las combina con elementos platónicos y aristotélicos. De los primeros recoge la idea de un cosmos vivo y de los segundos la existencia de un alma, con emociones que pueden ser positivas. Es el creador del estoicismo o estoa media, del que fue su mayor exponente.

NUEVO O ROMANO.

Séneca.

Lucio Anneo Séneca (Latín: Lucius Annæus Seneca), llamado Séneca el Joven (Córdoba, 4 a. C.- Roma, 65) fue un filósofo romano conocido por sus obras de carácter moralista. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue tutor y consejero del emperador Nerón.

Orígenes y Juventud.

Aunque su familia era oriunda de Corduba, en la Bética, no existe ningún documento que permita afirmar con seguridad que nació en dicha ciudad. Sin embargo, la tradición ha situado su nacimiento en Corduba en torno al año 1 (se barajan tres posibles fechas para su nacimineto, los años, 1, 4 y 5 e.v.), y es así que, sobre todo en el mundo hispanoparlante, Séneca ha sido considerado como nacido en la moderna Córdoba. El padre de Séneca, Marco Anneo Séneca, era un procurador imperial que se convirtió en una auténtica eminencia de la retórica, el arte de la oratoria y del debate. Además de a Lucio, Marco tuvo otros dos hijos que a su manera también alcanzaron cierta relevancia: el primero, Novato, más conocido como Galión, fue el gobernador de Acaya que declinó ejercer su jurisdicción sobre San Pablo, y lo envió a Roma; el segundo, Mela, aunque menos ambicioso, fue un hábil financiero famoso por ser el padre del poeta Lucano, que, por tanto, era sobrino de Lucio Séneca. De toda la vida de Lucio Séneca previa al año 41 d.C. apenas si sabe gran cosa, y lo que en general se sabe es gracias a lo que el propio Séneca dejó por escrito en sus obras. Sea como fuere, es claro que provenía de una familia distinguida, perteneciente a la más alta sociedad hispana en una época en que la provincia de Hispania estaba en pleno auge dentro del Imperio Romano.

Los primeros años de su vida parece ser que los pasó en Roma bajo la protección de su tía Marcia, tiempo en el que vivió con humildad en una habitación en el piso de arriba de un baño público. Séneca acompañó al matrimonio a Alejandría, en Egipto, donde adquirió nociones de administración y finanzas, al tiempo que estudiaba geografía y etnografía de Egipto y de la India, y desarrollaba su interés por las Ciencias Naturales, en las que, a decir de Plinio el Viejo, destacaría por sus conocimientos de geología, oceanografía y meteorología. Por influjo de los cultos místicos orientales que existían en Egipto, al principio demostró una cierta inclinación hacia el misticismo pitagórico y los cultos de Isis y Serapis, que por aquel entonces ganaban gran número de adeptos entre los romanos. No obstante, posteriormente se inclinó hacia el estoicismo, filosofía que adoptaría hasta el fin de sus días. Su formación, pues, fue muy variada, rica y abierta: además de formarse en Egipto, parece ser que ya en Roma había estudiado gramática, retórica y filosofía; es posible, además, que viajara en algún momento a Grecia para continuar formándose en Atenas, algo muy común entre los patricios de su tiempo. Sea como fuere, se sabe que estudió con Sotión, un filósofo ecléctico, con el estoico Átalo y con Papirio Fabiano. Más adelante, fue amigo íntimo del cínico Demetro, prueba del carácter abierto y tolerante que siempre lo caracterizaría.

Primera Carrera Política.

Séneca siempre tuvo una salud enfermiza, especialmente debido al asma que padecía desde su infancia. Tanto es así que llegó a escribir que lo único que le impedía suicidarse era la incapacidad de su padre de soportar su pérdida. En el año 31, Séneca volvió a Roma donde, a pesar de su mala salud, su origen provinciano y provenir de una familia comparativamente escasa en influencias, fue nombrado Cuestor, iniciando así su cursus honorum, en el que pronto destacó por su estilo brillante de orador y escritor. Para cuando, en el año 37, el emperador Calígula sucedió a Tiberio, Séneca se había convertido en el principal orador del Senado, levantado la envidia y los celos del nuevo y megalómano César, el cual, de acuerdo con el historiador Dión Casio, ordenó su ejecución. Según el mismo historiador, fue una mujer próxima al círculo más íntimo de Calígula la que consiguió que éste revocara las sentencia al afirmar que Séneca padecía de tuberculosis y pronto moriría por sí mismo. A consecuencia de este incidente, empero, Séneca se retiró de la vida pública.

En el año 41, a la muerte de Calígula y la entronización de Claudio, Séneca fue de nuevo condenado a muerte, si bien la pena se le conmutó por el destierro a Córcega. Las causas de esta condena aún hoy se ignoran: la sentencia oficial lo acusaba de haber cometido adulterio con Julia Livilla, hermana de Calígula, hecho harto improbable; más probablemente, se ha apuntado que la esposa de Claudio, la célebre Valeria Mesalina, lo consideraba peligroso ahora que Calígula había muerto; no en vano Séneca debía de ostentar un gran prestigio como orador y probablemente ser uno de los líderes del Senado ahora que Calígula había desaparecido.

Exilio en Córcega y Retorno a Roma Como Tutor de Nerón.

Su exilio en Córcega duró 8 años. Durante ese tiempo escribió un ensayo de consolación a su madre Helvia, a raíz de la muerte de su padre Marco, y que destaca por propugnar actitudes estoicas muy diferentes a las que, por ese mismo período, se muestran en la Consolación a Polibio, nombre de uno de los libertos imperiales de Claudio y que ostentaba un gran poder e influencia sobre el emperador. En esta carta, que probablemente nunca estuviera destinada a publicarse, se muestra abyectamente adulador buscando el perdón imperial.

El destierro duró hasta el año 49, cuando, tras la caída de Mesalina, la nueva esposa de Claudio, la también célebre Agripina la Menor, consiguió para él el perdón imperial: se le llamó a Roma y, por indicación de la misma, se le nombró pretor en la ciudad. El favor imperial no acabó ahí, pues en el año 51, a instancias, de nuevo, de Agripina, se le nombró tutor del joven Lucio Domicio Ahenobarbo, futuro Nerón, y que era hijo de un matrimonio anterior de Agripina. Tan drástico cambio en su suerte se debió, según el historiador Tácito, a que Agripina, a parte de buscar un tutor ilustre para su hijo, creía que la fama literaria de Séneca haría que la familia imperial ganara en popularidad, además de considerar que un Séneca agradecido y obligado a ella serviría como un importante aliado y un sabio consejero en los planes de alcanzar el poder que ella albergaba para su hijo Nerón.

En el año 54, el emperador Claudio murió (según la mayoría de las fuentes históricas, envenenado por la propia Agripina), y su hijastro Nerón subió al poder. Aunque no hay evidencia alguna de que Séneca estuviera involucrado en el asesinato de Claudio, sí que se mofó del viejo emperador en su obra satírica la Apocolocyntosis divi Claudii ("Calabazificación del divino Claudio"), en la que éste, al ser deificado, acaba, tras una serie de vicisitudes, como un mero burócrata en el Hades. Con la subida al poder del joven Nerón, que por aquél entonces contaba con 17 años, Séneca fue nombrado consejero político y ministro, junto con un austero oficial militar llamado Sexto Afranio Burro.

Gobierno del Imperio Romano.

Durante los ocho años siguientes, Séneca y Burro, que todos los historiadores romanos consideraron como las personas de mayor valía e ilustración del entorno de Nerón, gobernaron de facto el imperio romano. Dicho período destacaría, a decir del propio emperador Trajano, por ser uno de los períodos de mejor y más justo gobierno de toda la época imperial. Su política, basada en compromiso y diplomacia más que en innovaciones e idealismo, fue modesta pero eficiente: se trató en todo momento de refrenar los excesos del joven Nerón, al tiempo que evitaban depositar gran poder real en manos de Agripina. Así, mientras Nerón se dedicaba, siguiendo las instrucciones de Séneca, a un ocio moralmente "aceptable", Séneca y Burro se hicieron con el poder, en el que promovieron una series de reformas legales y financieras, como la reducción de los impuestos indirectos; persiguieron la concusión (la corrupción de los gobernadores provinciales); llevaron a cabo una existosa guerra en Armenia, que instituyó el protectorado romano en aquel país y se mostró, a la larga, fundamental para la salvaguarda de la frontera oriental del imperio; se enviaron, a instancias de Séneca, expediciones para dar con las fuentes del río Nilo... Vale notar que ni Burro ni Séneca ostentaron, durante este período, cargo constitucional alguno, más allá del de senadores, por lo que ejercieron el poder desde detrás del solio imperial, como meros consejeros del joven césar, que al parecer tenía en alta estima a su tutor.

Sin embargo, conforme Nerón fue creciendo, comenzó a desembarazarse de la benigna influencia de Séneca, de tal forma que, al mismo tiempo que el ejercicio del poder iba desgastando al filósofo, comenzaba a perder influencia sobre su pupilo Nerón. Éste, que había demostrado una naturaleza cruel y vitriólica al hacer asesinar a su hermanastro Británico, pronto comenzó a escuchar los consejos de gentes de la peor ralea de la sociedad romana, meros arribistas que, como Publio Sulio Rufo, vieron una oportunidad para desplazar a Séneca del poder. Fue este Rufo el que, en el año 58, acusó absurdamente a Séneca de acostarse con Agripina, dando origen a una campaña de desprestigio en la que el filósofo fue acusado de crímenes tan peregrinos como el de deplorar el tiránico régimen imperial, extravagancia en sus banquetes, hipocresía y adulación en sus escritos (fue en este momento cuando salió a la luz la carta al liberto Polibio), usura, y, sobre todo, excesiva riqueza. De hecho, la riqueza de Séneca en este período alcanzó la categoría de proverbial, cuando el poeta Juvenal habla de los grandes jardines del inmensamente rico Séneca. Es probable que la inmensa riqueza del filósofo propiciaran su caída frente a Nerón, el cual no toleraría que un particular pudiera hacerle sombra en ese aspecto.

Caída y Muerte.

En el año 59, la antiguamente gran valedora de Séneca, Agripina, fue asesinada por Nerón, marcando el inicio del fin de Séneca. Aunque posiblemente no estuvieran involucrados, Séneca y Burro tuvieron que llevar a cabo una campaña de lavado de imagen pública del emperador a fin de minimizar el impacto que pudiera tener el crimen: Séneca escribió la famosa carta al Senado en la que se explicaba cómo Agripina había conspirado en contra de su hijo. Cuando, en el año 62, Burro murió (probablemente asesinado), la situación de Séneca en el poder se volvió insostenible, al haber perdido buena parte de su capital político y de sus apoyos. La campaña de desprestigio, además, le privó de la cercanía del emperador, el cual, rodeado de aduladores y arribistas como Tigelino, Vitelio o Petronio, pronto comenzaría a hablar de desembarazarse de su viejo tutor.

Así, ese mismo año Séneca pidió a Nerón retirarse de la vida pública, y ofreció toda su fortuna al emperador. El retiro le fue concedido tácitamente, aunque la fortuna no le fue aceptada hasta años después. De esta manera, Séneca consiguió retirarse de la cada vez más peligrosa corte romana, y comenzó a pasar su tiempo viajando con su segunda esposa, Paulina, por el sur de Italia. Al mismo tiempo, comenzó a redactar una de sus obras más famosas, las "Cartas a Lucilio", auténtico ejemplo de ensayo, en las que Séneca ofrece todo tipo de sabios consejos y reflexiones a Lucilio, un amigo íntimo que supuestamente ejercía como procurador romano en Sicilia. Esta obra serviría de ejemplo e inspiración a Michel de Montaigne en la redacción de los Ensayos.

Aún así, Séneca no consiguió desembarazarse del todo de la obsesiva perversión de su antiguo pupilo. Según Tácito, parece ser que en sus últimos años Séneca sufrió un intento de envenenamiento, frustrado gracias a la sencilla dieta que el filósofo había adoptado previendo un ataque de este tipo. Sea como fuere, en el año 65 se le acusó de estar implicado en la famosa conjura de Pisón contra Nerón. Aunque no existieran pruebas firmes en su contra, la conjura de Pisón sirvió a Nerón como pretexto para purgar a la sociedad romana de muchos patricios y caballeros que consideraba subersivos o peligrosos, y entre ellos se encontraba el propio Séneca. Así pues, Séneca fue, junto con muchos otros, condenado a muerte víctima de la conjura fracasada.

Sobre la muerte de Séneca, el historiador Tácito cuenta que el tribuno Silvano fue encomendado para darle la noticia al filósofo, pero siendo aquél uno de los conjurados, y sintiendo una gran vergüenza por Séneca, le ordenó a otro tribuno que le llevara la notificación del César: de un patricio como Séneca se esperaba no que decidiera esperar a la ejecución, sino que se suicidara tras recibir la condena a muerte. Cuando Séneca recibió la misiva, ponderó con calma la situación y pidió permiso para redactar su testamento, lo cual le fue denegado, pues la ley romana preveía en esos caso que todos los bienes del conjurado pasaran al patrimonio imperial. Sabiendo que Nerón actuaría con crueldad sobre él, decidió abrirse las venas en el mismo lugar, cortándose los brazos y las piernas. Su esposa Paulina le imitó para evitar ser humillada por el emperador, pero los guardias y los sirvientes se lo impidieron (otras fuentes afirman que realmente se suicidó). Séneca, viendo que su muerte no llegaba, le pidió a su médico Eustacio Anneo que le suministrase veneno griego (cicuta), el cual bebió pero sin efecto alguno. Pidió finalmente ser llevado a un baño caliente, dónde el vapor terminó asfixiándolo, víctima del asma que padecía. Al suicidio de Séneca lo siguieron, además, el de sus dos hermanos y el de su sobrino Lucano, sabedores de que pronto la crueldad de Nerón recaería también sobre ellos.

El cuerpo de Séneca fue incinerado sin ceremonia alguna. Así lo había prescrito en su testamento cuando, siendo rico y poderoso, pensaba en sus últimos momentos.

Epicteto.

Epicteto nació en el año 55 en Hierápolis de Frigia (actualmente Pamukkale, en el sudoeste de Turquía), a unos 6 km. al norte de Laodicea. Aún en su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafrodito, que a su vez había servido como esclavo del emperador Nerón; a instancias de Epafrodito, estudió con el filósofo estoico Musonio Rufo.

La fecha de la manumisión de Epicteto es incierta; se sabe que alrededor del año 93 fue exiliado, junto con los restantes filósofos residentes en Roma, por el emperador Domiciano. Se trasladó a Nicópolis, en el noroeste griego, donde abrió su propia escuela, adonde concurrieron numerosos patricios romanos. Entre ellos se contaba Flavio Arriano, que llegaría a ser un respetado historiador bajo Adriano y conservaría el texto de las enseñanzas de su maestro. La fama de Epicteto fue grande, mereciendo —según Orígenes— más respeto en vida del que había gozado Platón.

Epicteto fundó su escuela en Nicópolis, a la que se dedicó plenamente, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos; se sabe que se aplicó a las tres ramas de la filosofía en la tradición de la Stoa, lógica, física y ética. Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética. Según ellos, el papel del filósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contemplativa, centrada en la noción de eudaimonía ("felicidad"). La eudaimonía, según la doctrina estoica, sería un producto de la virtud, definida mediante la vida acorde a la razón. Además del autoconocimiento, la virtud de la razón estoica consiste en la ataraxía ("imperturbabilidad"), apatía ("desapasionamiento") y las eupatías ("buenos sentimientos"). El conocimiento de la propia naturaleza permitiría discernir aquello que el cuerpo y la vida en común exigen del individuo; la virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino en guiarse para todo acto por la motivación de actuar racional y benevolentemente, y, sobre todo, aceptando el destino individual tal como ha sido predeterminado por Dios.

Entre lo poco que se conoce de la física de Epicteto está su noción de la naturaleza de la inteligencia, a la que consideraba —de manera materialista— una penetración del cuerpo intangible de dios en la materia. Todos los seres participarían de la naturaleza divina, en cuanto ésta es la que impone las formas esenciales al caos de la materia; la racionalidad del hombre le permitiría una forma más alta, autoconsciente de participación. Uno de los puntos en los que Epicteto hace más hincapié es en la idea de que el estudio de la filosofía no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para aprender a vivir conforme a la naturaleza. Epícteto confía en que sus discípulos aprendan por encima de todo, a comportarse de acuerdo a los principios que estudian, es decir, distinguiendo lo que depende del albedrío de lo que no depende de él, y actuando en consecuencia, preocupándose por lo primero y despreciando lo segundo.

La filosofía de Epícteto.

Epícteto, más que un filósofo, fue un moralista, volcado más a la práctica que a la teoría y pensaba, por ejemplo, que donde el hombre debía probar su valía era en la vida cotidiana, en el contraste con la realidad. Él trató de ofrecer a sus discípulos un camino adecuado para alcanzar la felicidad personal. Solamente si hacemos lo correcto se puede alcanzar una vida plena y feliz. Pero, ¿Cómo sabemos qué es lo correcto?. Tenemos que aprender a distinguir qué es lo que podemos cambiar, y de esta forma saber en qué se puede mejorar. Pero hay muchas cosas que no podemos cambiar, entonces, no nos queda más que aceptarlas. Aprendiendo a aceptarlas seremos felices, pero también debemos hacer un buen uso de las "representaciones" o las ideas y así distinguir lo que es útil de lo que no lo es.

Los seres vivos venimos al mundo con capacidad de formarnos representaciones o ideas sobre la realidad que nos rodea. Estas representaciones pueden provocar en nosotros el deseo o el rechazo, el impulso o la repulsión, la negación o la suspensión del juicio. De este modo, el objetivo de la filosofía consiste en enseñar a los hombres a hacer un uso correcto de las representaciones. El bien y el mal afectan a la parte más importante, mejor y más noble del ser humano: el albedrío, que es la capacidad que elección que tiene cada ser humano. Para realizar buenas elecciones, Epicteto decía que había que aprender a distinguir entre los bienes verdaderos (tener deseos, sentir impulsos y aceptar o negar racionalmente de acuerdo con el bien del albedrío) y los bienes aparentes (salud, riquezas, posición social, etc.).

Epicteto propuso dos modelos: Sócrates y Diógenes. Para él, estos dos personajes representan el modelo del sabio estoico, conocedor de la verdad, imperturbable, siempre acertado en sus juicios y sus comportamientos, modelos que Epicteto se consideró incapaz de alcanzar y que difícilmente alcanzarían sus discípulos.

Las Disertaciones de Epícteto.

¿Qué depende de nosotros? Los dioses hicieron que dependiese sólo de nosotros lo más poderoso de todo y lo que dominaba lo demás: el uso correcto de las representaciones, mientras lo demás no depende de nosotros. La capacidad de impulso y repulsión, de deseo y de rechazo, y, en pocas palabras, la de servirte de las representaciones; si te ocupas de ella y cifras en ella tú también, nunca hallarás impedimentos ni tropezarás con trabas, ni te angustiarás ni harás reproches ni adularás a nadie.

2. Lo único insoportable para el ser racional es lo irracional, pero lo razonable se puede soportar. Para juzgar lo razonable y lo irracional cada uno de nosotros nos servimos no sólo del valor de las cosas externas, sino también del valor de nuestra dignidad personal. Eres tú quien te conoces a ti mismo, quien sabe cuánto vales para ti mismo y en cuánto te vendes; cada uno se vende por un precio.

3. Todos, en última instancia, procedemos de la divinidad y la divinidad es el padre de los dioses y los hombres. Puesto que es necesario que todo hombre se sirva de cada cosa de acuerdo con la idea que se haya formado de ella, aquellos pocos, los que creen haber nacido para la felicidad, para el respeto y para la seguridad en el uso de las representaciones, no tienen ninguna idea vil o innoble sobre sí mismos, pero la mayoría tiene las ideas contrarias.

Algunas Frases de Epicteto.

"Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado." -

- "El hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y un cobardía ceder el paso a los indignos." -

- "Un barco no debería navegar con una sola ancla, ni la vida con una sola esperanza." -

- "Lo que tu evitas sufrir, no lo hagas sufrir a otros"' -

- "Si te dicen que alguien habló mal de tí, no te defiendas, sino dí: parece que no conoce mis otros defectos, porque o si no, no hubiera mencionado solamente ésos" -

- "Oh Dios, hágase de mí tu voluntad. Mi parecer, se identifica con el tuyo. Te pertenezco. No pido dispensa de nada que a tus ojos aparezca bueno. Llévame adonde quieras, vísteme con el traje que quieras..." -

- "¿He de preocuparme por el lugar en que me halle o por los compañeros que tenga o por lo que ellos digan de mí?. De ninguna manera. Por el contrario, ¿no deberá esforzarse todo mi ser por seguir a Dios, sus leyes y mandamientos?" -

- "Acuérdate que debes comportarte en la vida como en un banquete. Si se pone algún plato delante de ti, puedes meter la mano y tomar honestamente tu parte; si sólo pasa por delante de ti, guardate bien de detenerlo o de meter la mano en el temerariamente: antes, espera apacible a que vuelva a ti. Lo mismo debes hacer para con tu mujer, tus hijos, las dignidades, las riquezas y todas las otras cosas de este genero. Porque por este medio te harás merecedor de comer a la mesa de los dioses. Empero, si eres tan generoso que rehuses también lo que te presentan, no solamente serás digno de comer a la mesa de los dioses, sino que merecerás tener parte en su poder."

"Si quieres algo en al vida lucha por conseguirlo, aunque tengas varias caidas; te levantaras y dirás si pude lograrlo"

Marco Aurelio.

Su gobierno estuvo marcado por los conflictos militares en Asia frente a un revitalizado Imperio Parto y en Germania frente a las tribus bárbaras asentadas a lo largo del Limes Germanicus, en la Galia y a lo largo del Danubio. Durante su reinado tuvo que hacer frente a una revuelta en las provincias del Este liderada por Avidio Casio a la cual aplastó.

La gran obra de Marco Aurelio, Meditaciones, escrita durante las campañas de la década de 170, todavía es considerada como un monumento al gobierno perfecto. Es descrita como "una obra escrita de manera exquisita y con infinita ternura".

Familia

Al nacer, el futuro emperador recibió el nombre de Marco Annio Catilio Severo. Era el único heredero varón del político Marco Annio Vero y Domicia Lucilla. Fruto de este matrimonio nació también su hermana menor, Annia Cornificia Faustina, la cual era aproximadamente dos años más joven que él. Domicia Lucilla procedía de una rica y poderosa familia de rango consular mientras que el padre de Marco Aurelio era de origen hispano; habiendo entrado en el Senado Romano había ostentado el cargo de pretor y había muerto cuando su hijo tenía tres años de edad. Cuando ascendió al trono, Marco Aurelio siempre alegó que su padre le había enseñado que era posible vivir sin ostentación.[5]

Su tía abuela materna era Vibia Sabina, mujer del emperador Adriano. Rupilia Faustina (la abuela materna de Marco Aurelio) y Vibia Sabina eran hermanastras, ambas hijas de Salonina Matidia, emperatriz romana durante el reinado del emperador Antonino Pío (predecesor de Marco Aurelio), con el que estuvo casada.

Tras la muerte de su padre, fue adoptado y designado heredero por su madre y por su abuelo paterno, Marco Annio Vero. Vero murió en el año 138, cuando Marco Aurelio tenía diecinueve años de edad.

Heredero del Imperio.

En el año 136, el emperador Adriano designó como su heredero a Lucio Ceionio Cómodo, conocido comúnmente con el nombre de Lucio Aelio César. Por su parte, Marco Aurelio había atraído la atención de Adriano, que lo apodó cariñosamente verissimus. Este término podría traducirse como honesto. Cuando el joven noble tenía seis años, fue el propio emperador Adriano el que gestionó su ingreso en el ordo equester.[6] Posteriormente, Marco Aurelio fue prometido en matrimonio con la hija de Aelio César, Ceionia Fabia. Sin embargo, tras la muerte de Aelio el compromiso fue anulado y Marco Aurelio se prometió con la hija de Antonino.

Tras la muerte del hijo adoptivo de Adriano, Lucio Aelio César, este decidió nombrar como heredero del Imperio a Antonino Pío con la condición de que adoptara a Marco Aurelio (entonces llamado Marco Aelio Aurelio Vero) y a Lucio Ceionio Cómodo (el hijo de Lucio Aelio, al que posteriormente se conocería como Lucio Vero) como herederos y que los nombrara como los siguientes en la línea sucesoria.

Antonino cumplió su palabra y tras su adopción formal les designó como sus herederos y sucesores al trono el día 25 de febrero de 138, cuando Marco Aurelio contaba sólo con diecisiete años de edad. A la edad de 40 años, Marco Aurelio ascendió finalmente al trono en un reinado conjunto con Lucio Vero que se prolongaría hasta la muerte del segundo. Modernos historiadores han teorizado que los nombramientos de Aelio César y Antonino Pío como Césares estaban destinados únicamente a legitimar el ascenso de los jóvenes y precoces Marco Aurelio y Lucio Vero.

Las informaciones acerca de la vida de Marco Aurelio durante el reinado de Antonino Pío han llegado hasta nosotros a través de la correspondencia que mantuvo con uno de los tutores que le había asignado el finado emperador Adriano, Marco Cornelio Frontón, una relevante figura de la cultura de la época. A través de estas cartas, Marco se muestra como un hombre inteligente, centrado y trabajador. Además de su papel informador, a través de su carácter epistolar nos muestran la creciente importancia de la filosofía en la vida del heredero del imperio: Marco Aurelio realizó pequeñas obras en griego y en latín, y llegó a convertirse en un amante de la obra del poeta estoico Epicteto, Diatribai ("Discursos"). Marco Aurelio empezó también a desempeñar un papel cada vez más importante en la vida pública de Roma, aunque siempre a la sombra de Antonino. La carrera política de Marco Aurelio empezó cuando fue designado por Adriano para el consulado en los años 140, 145 y 161. Marco contaba además con gran influencia en las decisiones que tomaba el emperador. En el año 147 recibió un imperium proconsular, efectivo en las afueras de la capital y tribunicia potestas, el mayor poder que podía recibir alguien que no fuera el propio emperador. En el año 145 se casó con Annia Galeria Faustina, más conocida como Faustina la Menor, hija del emperador Antonino y con ello prima paterna de Marco Aurelio. Tras el matrimonio, Aurelio cambió su nombre por el de Marco Annio Vero.

Ascenso al trono.

Cuando Antonino Pío murió el día 7 de marzo de 161, Marco Aurelio aceptó el trono con la condición de que Vero y él fueran nombrados de manera conjunta Augusto. Al ser nombrado emperador cambió de manera definitiva su nombre por el de Marco Aurelio Antonino. A pesar de esta disposición, Vero, menos popular y más joven que Marco Aurelio, aceptó un papel subordinado en el gobierno del Imperio[9]

La insistencia de Marco Aurelio en que Vero fuera elegido emperador junto a él motivó la lealtad de este hacia el primero durante toda su vida. La sucesión conjunta pudo haber sido debida a que Vero contaba con experiencia y talento militar, algo muy necesario durante el reinado de Marco Aurelio, en el que el Imperio se mantuvo constantemente en guerra con varios pueblos. Urgía una figura autoritaria y valorada entre los soldados, y Marco Aurelio no podía defender los frentes de Partia y Germania al mismo tiempo. A pesar de todo, Marco Aurelio podría haber nombrado a un general para que liderara las legiones en el este, no obstante existía un mal precedente por el cual los generales Julio César y Vespasiano habían derrocado a sus respectivos gobiernos instalándose ellos mismos en una posición de poder incontestable. Marco Aurelio solucionó el problema enviando a Vero a comandar las legiones asentadas en Oriente. Vero constituía una figura lo suficientemente autoritaria como para garantizar la plena lealtad de las tropas, pero no era lo suficientemente poderoso como para poder aspirar a derrocar a Marco Aurelio. La maniobra del emperador salió bien y Vero se mantuvo leal hasta su muerte en una campaña del año 169.

El imperio compartido recuerda ligeramente al sistema electivo empleado en la República Romana, en el que no se permitía a ningún hombre ostentar el poder supremo. El gobierno conjunto fue revivido por el emperador Diocleciano, durante el establecimiento de la Tetrarquía a finales del siglo III.

Al comienzo de su reinado, Marco Aurelio siguió el camino de sus predecesores emitiendo numerosas reformas de ley en las que limitaba los abusos de la jurisprudencia civil. Promovió sobre todo medidas favorables para los esclavos, las viudas y los menores de edad; reconociendo las relaciones de sangre en lo que respectaba a la sucesión. En derecho civil estableció una división social entre los honestiores y los humiliores ("el más distinguido" y "el menos distinguido", respectivamente).

Bajo el reinado de Marco Aurelio la situación de los cristianos se mantuvo igual que en la época de Trajano, eran legalmente más vulnerables que el resto de la plebe, pero las persecuciones se tornaron muy escasas. En el año 177 un grupo de cristianos fueron ejecutados en la ciudad francesa de Lyon, pero la matanza se debió principalmente a la iniciativa del gobernador local.

Muerte y sucesión.

Marco Aurelio murió el 17 de marzo de 180 en la ciudad de Vindobona (moderna Viena), en compañía de su hijo y sucesor Cómodo. Tras su muerte fue deificado y sus cenizas se transportaron a Roma, donde permanecieron en el Mausoleo de Adriano (moderno Castillo Sant'Angelo) hasta el saqueo visigodo de la ciudad en el año 410. Se construyó además una columna conmemorando sus victorias contra los sármatas y los germanos.

A su muerte, Marco Aurelio fue capaz de asegurar la sucesión de su hijo Cómodo, al que nombró César en el año 166 y con el que compartió el gobierno del Imperio desde el año 177. Sin embargo, al final está decisión se tornaría muy poco afortunada. Este nombramiento, que puso fin a una serie de "emperadores adoptivos", fue criticado posteriormente por una serie de historiadores, debido sobre todo a que Cómodo se convirtió en un líder político y militar paranoico, tremendamente egoísta y afectado por problemas neuróticos. Por esta razón, la muerte de Marco Aurelio ha sido considerada como el fin de la época de mayor prosperidad del Imperio, conocida como la Pax Romana. Es posible que la elección de Cómodo se debiera a la simple ausencia de otros candidatos o al miedo de que una sucesión incierta diera pie al inicio de una guerra civil.

Inicio del Estoicismo.

El estoicismo influirá en numerosas corrientes filosóficas posteriores, desde los primeros padres de la Iglesia, hasta Descartes y Kant. Hoy en día se utiliza cotidianamente el término “estoicismo” para referirse a la actitud de tomarse las adversidades de la vida con fortaleza y aceptación.

Los estoicos dividieron la filosofía en tres partes: la lógica (teoría del conocimiento y de la ciencia), la física (ciencia sobre el mundo y sobre las cosas) y la moral (ciencia de la conducta). Todas ellas se refieren a aspectos de una misma realidad: el universo en su conjunto y el conocimiento sobre él. Este puede ser explicado y comprendido globalmente porque es una estructura organizada racionalmente de la que el hombre mismo es parte integrante.

El estoicismo nace en Atenas y toma su nombre del pórtico (en griego Στοα, stoa) donde Zenón de Citio impartía las lecciones. Este primer período recibe el nombre de estoicismo antiguo.

El siguiente esquema muestra la ubicación cronológica de cada fase del estoicismo indicando, asimismo, las figuras más representativas de cada una de ellas:

Filosofía estoica.

Los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (tal es la idea de la imperturbabilidad o ataraxia). Asumiendo una concepción materialista de la naturaleza, siguieron a Heráclito en la creencia de que la sustancia primera se halla en el fuego y en la veneración del logos, que identificaban con la energía, la ley, la razón y la providencia encontradas en la naturaleza. La razón de los hombres se consideraba también parte integrante del logos divino e inmortal. La doctrina estoica que consideraba esencial cada persona como parte de Dios y miembro de una familia universal ayudó a romper barreras regionales, sociales y raciales, y preparar el camino para la propagación de una religión universal. La doctrina estoica de la ley natural, que convierte la naturaleza humana en norma para evaluar las leyes e instituciones sociales, tuvo mucha influencia en Roma y en las legislaciones posteriores de Occidente. Además tuvo importancia en corrientes y filósofos posteriores como Descartes y Kant. Hoy en día se utiliza el término estoico para referirse a la actitud de tomarse las adversidades de la vida con fortaleza y resignación.

En el campo de la lógica desarrollaron la lógica inductiva. Dividieron la lógica en Retórica (ciencia del recto decir) y Dialéctica.

En el campo de la física retornaron a la filosofía de Heráclito: todo está sometido al cambio, al movimiento. La física, según el estoicismo, es el estudio de la naturaleza tanto del mundo físico en su totalidad como de cada uno de los seres que lo componen, incluidos los seres divinos humanos y animales. Fundamentalmente especulativa, y en clara deuda con el pensamiento de Parménides (unidad del ser) y Heráclito, la física estoica concibe la naturaleza como un fuego artístico en camino de crear.

El universo es un todo armonioso y causalmente relacionado (es decir, todo esta relacionado por una serie de causas), que se rige por un principio activo, el Lógos cósmico y universal del que el hombre también participa. Este lógos cósmico, que es siempre el mismo es llamado también Pneuma (soplo, Fatum en latín), aliento ígneo, ley natural, naturaleza (physis), necesidad y moira (destino, Fatum en latín), nombres todos ellos que hacen referencia a un poder que crea, unifica y mantiene unidas todas las cosas y que no es simplemente un poder físico: el pneuma o lógos universal es una entidad fundamentalmente racional: es Dios (panteísmo), un alma del mundo o mente (razón) que todo lo rige y de cuya ley nada ni nadie puede sustraerse. Inmanente al mundo, el lógos es corpóreo, penetra y actúa sobre la materia (hylé): principio pasivo, inerte y eterno que, en virtud del pneuma o lógos, produce todo ser y acontecer. Todo en la naturaleza es mezcla de estos dos principios corpóreos (materialismo).

Aunque la naturaleza (physis) es plenamente racional, no rige de la misma forma a todos los seres:

  • Los hombres nacen con un alma[1] como si fuera una "tabla rasa" pero cuando adquieren cierta madurez pueden, mediante el uso de una "fantasía" aceptar o rechazar las impresiones que los "iconos" que desprenden las cosas fijan en el alma como conceptos. Cuando el hombre maduro ejerce una "fantasía cataléptica" es capaz de comprender la verdad de los conceptos, a partir de dichas impresiones y elaborar a paretir de los mismos juicios verdaderos y razonamientos verdaderos.

  • En los animales irracionales mediante un alma sensible que percibe pero no conoce

  • Mediante un alma vegetal en las plantas.

  • Mediante el movimiento local de los átomos regidos por el fatum o destino.[2]

La teología estoica es panteísta: no hay un Dios fuera de la naturaleza o del mundo; es el mismo mundo en su totalidad el que es divino, lo que justifica que la creencia en los dioses, pese a su heterogeneidad, sea universal.

La concepción de un cosmos dotado de un principio rector inteligente desemboca en una visión determinista del mundo donde nada azaroso puede acaecer: todo está gobernado por una ley racional que es inmanente (como su lógos) y necesaria; el destino no es más que la estricta cadena de los acontecimientos (causas) ligados entre sí: Los sucesos anteriores son causa de aquellos que les siguen, y en esta manera todas las cosas van ligadas unas a las otras, y así no sucede cosa alguna en el mundo que no sea enteramente consecuencia de aquélla y ligada a la misma como a su causa. (SVF, II, 945).

El azar no existe; es el simple desconocimiento causal de los acontecimientos. Si nuestra mente pudiera captar la total trabazón (conexión) de las causas podría conocer el presente y predecir el futuro. Este mundo es el mejor de todos los posibles y nuestra existencia contribuye a este proyecto universal, por lo que, como veremos, no hay que temer al destino, sino aceptarlo.

El lógos que todo lo anima está presente en todas las cosas como lógoi spermatikoi, razones seminales de todo lo que acontecerá. Como el mundo es eterno y el lógos es siempre el mismo inevitablemente habrán de repetirse todos los acontecimientos (eterno retorno) una y otra vez. El mundo se desenvuelve en grandes ciclos cósmicos (aión, año cósmico), de duración determinada, al final de los cuales todo volverá a comenzar de nuevo, incluso nosotros mismos. Cada ciclo acaba con una conflagración universal o consumación por el fuego de donde brotarán de nuevo los elementos (aire, agua y tierra) que componen todos los cuerpos, comenzando así un nuevo ciclo.

La moral estoica.

Al estar todos los acontecimientos del mundo rigurosamente determinados y formar parte el hombre del logos universal, la libertad no puede consistir más que en la aceptación de nuestro propio destino, el cual estriba fundamentalmente en vivir conforme a la naturaleza. Para ello el hombre debe conocer qué hechos son verdaderos y en qué se apoya su verdad.

El bien y la virtud consisten, por lo tanto, en vivir de acuerdo con la razón, evitando las pasiones (pathos). Que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza racional. La pasión es lo contrario que la razón, es algo que sucede y que no se puede controlar, por lo tanto debe evitarse. Las reacciones, como el dolor, el placer o el temor, pueden y deben dominarse a través del autocontrol ejercitado por la razón, la impasibilidad (apátheia, de la cual deriva apatía) y la imperturbabilidad (ataraxia). Éstas surgirán de la comprensión de que no hay bien ni mal en sí, ya que todo lo que ocurre es parte de un proyecto cósmico. Sólo los ignorantes desconocen el lógos universal y se dejan arrastrar por sus pasiones.

El sabio ideal es aquél que vive conforme a la razón, está libre de pasiones y se considera ciudadano del mundo. El cosmopolitismo, que defiende la igualdad y solidaridad de los hombres.

EPICUREISMO.

Epicuro (en griego Επίκουρος) (Atenas, demo de Gargetto, 341 a. C. - Atenas, 270 a. C.), fue un filósofo griego, fundador de la escuela a la que le dio el nombre de Los Jardines. De padres pobres (Neocles, su padre, era maestro de escuela y Queréstrates, su madre, adivina) se educó en Samos, lugar en el que los atenienses habían establecido una colonia, de la que pasó a Atenas a la edad de diez años, ciudad que abandonó a la muerte de Alejandro Magno.

A los diecisiete años marchó a Atenas a cumplir el servicio militar. Cumplido éste y tras diez años dedicados al estudio de la filosofía, comenzó a enseñar en Mitilene, de donde fue probablemente expulsado (310 a. C.), y después en Lampsaco. En el año 306 a. C. regresó a Atenas donde fundó su escuela, denominada Jardín.

Según Demetrio de Magnesia, citado por Diógenes Laercio, Epicuro recibió en Atenas las lecciones del académico Xenócrates, abriendo en Lampsaco, a la edad de 39 años, una escuela que luego trasladaría a Atenas. Otras fuentes señalan, sin embargo, que originalmente la escuela se fundó en la isla de Lesbos, trasladándose con posterioridad a Lampsaco. En cualquier caso, una vez en Atenas, fue jefe de la secta que lleva su nombre hasta su fallecimiento a la edad de 72 años, dejando la dirección de su escuela en manos de Hérmaco de Mitilene, quien afirmó que su maestro, después de haber sido atormentado por crueles dolores durante catorce días, sucumbió víctima de una retención de orina causada por el mal de la piedra. En su testamento, conservado por Laercio, otorgó la libertad a cuatro de sus esclavos.

A su muerte dejó más de 300 manuscritos, incluyendo 37 tratados sobre física y numerosas obras sobre el amor, la justicia, los dioses y otros temas, según refiere el Laercio en el siglo III. A pesar de ello, de sus escritos sólo se han conservado tres cartas y algunos fragmentos breves. Las principales fuentes sobre las doctrinas de Epicuro son las obras de los escritores romanos Cicerón, Séneca, Plutarco y Lucrecio, cuyo poema De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) describe el epicureísmo en detalle.

Concepto de Felicidad.

Los mayores obstáculos que se oponen a la felicidad humana son el temor a la muerte y a la ira divina, y pueden ser eliminados gracias al conocimiento de la naturaleza (física). De hecho, la ética epicurea asegura a los hombres que la felicidad es fácilmente alcanzable una vez se hayan satisfecho unas pocas necesidades naturales indispensables, ya que la felicidad no es otra cosa que la ausencia de dolor físico (que generalmente es breve y provisional) y un estado de ánimo libre de cualquier turbación o pasión (ataraxia). Así, la felicidad, para Epicuro, se identifica con un placer estable o negativo (placer catastemático). La amistad entre sabios, fundada en una común adhesión a la doctrina epicúrea permite encontrar seguridad y consuelo.

Las preocupaciones que el autor propone evitar son tres: el temor a los dioses, el temor a la muerte y el temor al futuro. Si bien Epicuro no era ateo, entendía que los dioses eran seres demasiado alejados de nosotros, los humanos, y no se preocupaban por nuestras vicisitudes, por lo que no tenía sentido temerles. En cuanto al temor a la muerte, lo consideraba un sin sentido, puesto que “todo bien y todo mal residen en la sensibilidad y la muerte no es otra cosa que la pérdida de sensibilidad”. La muerte en nada nos pertenece pues mientras nosotros vivimos no ha llegado y cuando llegó ya no vivimos. Esta concepción de Epicuro trasciende el tema de la muerte en sí. Él propone una sabiduría de vida caracterizada por el optimismo y la admiración ante la existencia del mundo y del hombre. Por último, carece también de sentido temerle al futuro puesto que: “el futuro ni depende enteramente de nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir infaliblemente ni tampoco desespéranos como si no hubiera de venir nunca”. El destino no existe, poseemos algunas cosas por azar y otras por obra nuestra, y son estas últimas las que debemos atender.

El otro factor para lograr la felicidad es la obtención del placer catastemático. Su propuesta, a diferencia de la de sus antecesores que sostenían que debe buscarse el placer del momento sin atender a la tranquilidad y al reposo espiritual, difiere en algunos elementos.

Epicuro señala que existen tres tipos de placeres:

  • Los naturales y necesarios (ej. el hambre),

  • los naturales y no necesarios (disfrutar de una comida sabrosa o de los placeres sexuales) y

  • los ni naturales ni necesarios (asistir a un opíparo banquete) a éstos los llama vanos o superfluos.

Epicuro dice que “todo placer es un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza”. Los placeres vanos no son buenos, porque a la larga nos acarrearán dolor y no sólo son más difíciles de conseguir, sino además más fáciles de perder.

También habla de la importancia de poseer una virtud para elegir y ordenar los placeres: la prudencia. Gracias a ella podemos desechar un placer si éste nos ocasionará un mal futuro.

El discernimiento de los diferentes placeres y la recta prudencia, permiten acercarnos a una vida feliz, lo cual constituye el objeto de la filosofía.

Epicuro valoraba como placer fundamental la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor: “la ausencia de turbación y de dolor son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría resultan placeres en movimiento por su vivacidad. Cuando decimos entonces, que el placer es un fin, no nos referimos a los placeres de los inmoderados, sino en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbación del alma”. Una vida en privacía, rodeada de amistades y de placeres moderados con el mínimo de dolores posibles y tranquilidad en el alma, es lo que nos brindará la felicidad y hacia eso debe encaminarse el hombre.

Su Filosofía.

La filosofía de Epicuro puede ser claramente dividida en tres partes, la Canónica, que se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso, la Física, el estudio de la naturaleza, y la Ética, que supone la culminación del sistema y a la cual se subordinan las dos primeras partes.

Antes de examinar cada una de estas partes podemos afirmar que la filosofía de Epicuro, en líneas generales, se caracteriza por situarse en el lado opuesto a la filosofía platónica: afirma que no hay más que una realidad, el mundo sensible, niega la inmortalidad del alma y afirma que ésta, al igual que todo lo demás, está formada por átomos, afirma el hedonismo en la teoría ética y como modo de vida y rechaza el interés por la política y, frente a la reestructuración de la sociedad que, afirmaba Platón, era el objetivo del filósofo, prefiere un estilo de vida sencillo y autosuficiente encaminado a la felicidad en el que la amistad juega un papel fundamental.

Veamos ahora con más detalle cada una de las partes de la filosofía de Epicuro:


A) La canónica

La canónica es la parte de la filosofía que examina la forma en la que conocemos y la manera de distinguir lo verdadero de lo falso.

Según Epicuro la sensación es la base de todo el conocimiento y se produce cuando las imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Ante cada sensación el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los sentimientos, que son la base de la moral. Cuando las sensaciones se repiten numerosas veces se graban en la memoria y forman así lo que Epicuro denomina las "ideas generales" (diferentes a las platónicas).

Para que las sensaciones constituyan una base adecuada, sin embargo, deben estar dotadas de la suficiente claridad, al igual que las ideas, o de otro modo nos conducirán al error.

Diógenes Laercio, además de las sensaciones, los sentimientos y las ideas generales, menciona un cuarto proceso de conocimiento: las proyecciones imaginativas, por las cuales podemos concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos, aunque éstos no sean captados por los sentidos.

Todos esos aspectos, sin embargo, son sólo los principios que rigen nuestro modo de conocer la realidad. El resultado de su aplicación nos lleva a concluir la concepción de la naturaleza que se detalla en la física, segunda parte de la filosofía epicúrea.


B) La física

Según la física de Epicuro toda la realidad está formada por dos elementos fundamentales. De un lado los átomos, que tienen forma, extensión y peso, y de otro el vacío, que no es sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.

Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos. El ser humano, de la misma forma, no es sino un compuesto de átomos. Incluso el alma está formada por un tipo especial de átomos, más sutiles que los que forman el cuerpo, pero no por ello deja el alma de ser material. Debido a ello, cuando el cuerpo muere, el alma muere con él.

Con respecto a la totalidad de la realidad Epicuro afirma que ésta, como los átomos que la forman, es eterna. No hay un origen a partir del caos o un momento inicial. Tal y como leemos en la Carta a Heródoto: "Desde luego el todo fue siempre tal como ahora es, y siempre será igual."

Toda esta concepción atomista procede claramente de Demócrito, pero Epicuro modifica la filosofía de aquel cuando le conviene, pues no acepta el determinismo que el atomismo conllevaba en su forma original. Por ello introduce un elemento de azar en el movimiento de los átomos, una desviación de la cadena de las causas y efectos con lo que la libertad queda asegurada.

Este interés por parte de Epicuro en salvaguardar la libertad es fruto de la consideración de la ética como la culminación de todo el sistema filosófico al cual se han de subordinar las restantes partes. Éstas son importantes tan sólo en la medida en que son necesarias para la ética, tercera y última división de la filosofía.


C) La ética.

La ética, como ya se ha dicho, es la culminación del sistema filosófico de Epicuro: la filosofía como el modo de lograr la felicidad, basada en la autonomía o autarkeia y la tranquilidad del ánimo o ataraxia. En la medida en la que la felicidad es el objetivo de todo ser humano, la filosofía es una actividad que cualquier persona, independientemente de sus características (edad, condición social, etc.) puede y debe realizar.

Para exponer la ética de Epicuro podemos fijarnos en dos grandes bloques. Por un lado todo aquello que su filosofía pretende evitar, que es, en definitiva, el miedo en sus diversos modos y maneras, y por otro lado, aquello que se persigue por considerarse bueno y valioso.

La lucha contra los diversos miedos que atenazan y paralizan al ser humano es parte fundamental de la filosofía de Epicuro; no en vano, ésta ha sido designada como el "tetrafármaco" o medicina contra los cuatro miedos más generales y significativos: el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo al fracaso en la búsqueda del bien:

  • El miedo a los dioses es absurdo, nos dice Epicuro, pues éstos en nada intervienen en los asuntos humanos y no se mueven por la ira ni la cólera ni tantos otros sentimientos que comúnmente se les atribuyen. Por el contrario, los dioses deberían ser un modelo de virtud y de excelencia a imitar, pues viven en armonía mutua manteniendo entre ellos relaciones de amistad.

Los epicúreos aceptaron la existencia de los dioses, que son incorruptibles, bienaventurados y plenamente felices: pero mantuvieron que permanecían ajenos e indiferentes a la marcha del mundo y a la suerte de los seres humanos: no intervienen en las tormentas, ni en los terremotos, ni en las desgracias de las personas. En cuanto a éstas, no poseen nada inmortal, el alma misma se encuentra formada por átomos y, en consecuencia, es material y no puede sobrevivir a la muerte del cuerpo:

El alma es corpórea, compuesta de partículas sutiles, difundida por toda la estructura corporal, muy semejante a un espectro que contiene una mezcla de calor; un poco semejante a éste y otro poco a aquél y también muy diferente a ambos por la sutileza de las partículas. En particular, recibe muchas mutaciones por la tenuidad de sus partes; pero ellas se encuentran concreta en sí misma más que con el resto de las partes. Todo esto manifiesta las facultades del alma, los afectos, los movimientos ligeros y los pensamientos mentales, si nos faltan los cuales, morimos.”

Las ideas de Epicuro acerca de la vida, los dioses y la manera de ser feliz, pueden resumirse en los siguientes postulados:

- La muerte no es nada para nosotros, una vez que el cuerpo y el cerebro se convierten en polvo y cenizas, no hay sentimiento ni pensamiento, y lo que no tiene sentimiento o pensamiento es nada para nosotros.

- Lo máximo en el placer es estar libre de todo dolor y molestia, tanto en el cuerpo como en la mente. Cuando este placer está presente, todo el dolor está ausente.

- Las enfermedades que provocan un dolor atormentador duran sólo corto tiempo, luego de ello uno está libre. Las enfermedades que acarrean un dolor atenuado pueden durar largo tiempo, pero es posible vivir de forma tal que los placeres de la vida superan con largueza las molestias. En ambos casos, el dolor no es algo que uno deba temer.

- Es imposible ser feliz sin también ser sabio, honorable y honesto, y es imposible ser sabio, honorable y honesto sin también ser feliz. La felicidad es tan dependiente de la práctica de la sabiduría, el honor y la honestidad que ser negligente con sólo uno de estos valores conducirá irremediablemente a problemas y lamentaciones en la vida.

- Absolutamente todo lo que nos aleje de ser dañado por la gente es bueno y correcto.

- Algunos hombres y mujeres desean ser famosos y bien conocidos porque piensan que esto hará que sus vidas estén a salvo de riesgos. Si la fama acarrea la seguridad, es bueno y correcto desear ser famoso; pero si una vida famosa trae más problemas que una vida oscura, es tonto desear lo que es realmente malo para nosotros.

- No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar.

- Si todo placer permaneciese y afectase a todo el cuerpo y no sólo a una o dos partes, no habría diferencia entre un placer u otro; todos ellos serían igualmente deseables.

- Si las cosas que provocan placer a los hombres y mujeres licenciosos los liberase de tener mentes perturbadas, es decir, si una vida así los liberase del temor a Dios, el temor a la muerte y el temor al dolor, y si aquellas cosas les enseñaran cómo manejar racionalmente sus deseos, no veríamos nada malo con esos hombres y mujeres; ellos habrían alcanzado la cima del placer y estarían libres de todo el sufrimiento corporal y mental, que es el principio y el fin de todo el mal.

- Si nuestra paz mental no fuera disturbada por ideas supersticiosas sobre cometas, estrellas fugaces y otros tipos de fenómenos astronómicos, o por pensar en la muerte (lo que realmente es nada para nosotros), así como por nuestra carencia de entendimiento de los limites del sufrimiento y cómo manejar racionalmente nuestros deseos, no tendríamos necesidad alguna de adquirir un cabal entendimiento científico de la naturaleza.

- Una persona no puede estar libre de la mayoría de los temores que preocupan sobre el universo en tanto carezca de un cabal entendimiento científico de la naturaleza y crea más bien en leyendas, parábolas y mitos. Sin un cabal entendimiento científico de la naturaleza uno no puede alcanzar la cima del placer.

- No hay razón para luchar denodadamente por lograr seguridad física y mental ante aquellos quienes pueden dañarnos si nuestra paz mental puede ser fácilmente atacada y destruida por temores y ansiedades que provienen de un entendimiento no científico de por qué la naturaleza se comporta como lo hace en el cielo, en la tierra, o en cualquier otro lugar del universo.

- Si bien buena parte de sentirnos a salvo de otros pudiera posiblemente obtenerse a través de acumular gran riqueza y poder, la seguridad, la protección y la tranquilidad serían más ciertamente nuestras si simplemente viviésemos una vida calmada y sencilla, retirada del mundo.

- Entiende que la verdadera riqueza es tener lo que realmente se necesita para una vida feliz y averiguarás cuán fácil es satisfacerla completamente; cree, erróneamente, que la riqueza consiste en poseer todo lo que uno pudiera posiblemente imaginar y soñar, y no habrá nunca un término para tus afanes y sudores.

- Al manejar continuamente los asuntos más importantes de la vida de acuerdo con los dictados de la razón, el hombre, o la mujer, sabio construye una defensa de por vida contra las desdichas y dificultades, y rara vez sufre por ellas.

- El individuo honesto tiene más paz mental que nadie; es el hombre o mujer deshonesto quien siempre tiene alguna razón para preocuparse y sentirse ansioso.

- Tan pronto como se ha alcanzado la cima del placer físico a través de la satisfacción del ansia corporal, no hay mayor placer que disfrutar por sobre ello; uno ha alcanzado un nivel que no puede ser superado. En ese punto, uno puede variar el tipo de placer; uno no puede incrementar la intensidad. El placer mental también tiene un límite natural que no puede ser superado y este es lo siguiente: la paz de mente que resulta del entendimiento racional y la búsqueda del placer y de un cabal entendimiento científico de aquellas cosas que acostumbraban llenar la mente con temor y estremecimiento.

- Una vida inmortal no proveería una oportunidad para ningún placer adicional de lo que esta vida mortal provee. Un entendimiento racional de la felicidad esclarece el hecho de que la cima del placer se logra aquí y ahora, en esta vida, y no puede ser superada, ni aún si uno pudiera vivir para siempre.

- Si no hubiera ningún límite natural para el placer, tomaría una eternidad satisfacer el número infinito de deseos que uno pudiera imaginar y soñar. La mente, sin embargo, es capaz de descubrir el límite natural y la cima del placer; es además capaz de liberarnos de todos los temores de cualquier vida después de la muerte, de forma que no necesitamos, ni deseamos, ni tememos a la eternidad. Por lo tanto, aún si nos llegase la hora de partir de esta vida, podemos acercarnos a nuestro descanso final con la absoluta confianza que hemos gozado todo el placer que fue posible gozar.

- El individuo que aprende cuáles son los límites naturales del placer sabe cuán poco se requiere verdaderamente para satisfacer sus necesidades y tener una vida feliz, y cuán fácil es obtenerla. Por lo tanto, es innecesario malgastar su vida luchando y fatigándose.

- En la toma de toda decisión, el principio básico debiera ser el objetivo último de la vida que tenemos frente a nosotros y lo que realmente sabemos y hemos experimentado (en lugar de lo que otros alocadamente imaginan): si nos apartamos de esta norma, nos veremos abrumados con la duda y la confusión.

- Si negamos o descartamos todo aquello que sabemos y hemos experimentado, no quedará nada para servirnos como principio fundamental cuando requiramos formarnos una opinión sobre cualquier asunto, ni siquiera aquellos puntos de vista que reconocemos como falsos.

- La confianza absoluta al determinar lo que es cierto y lo que es alucinatorio es sólo posible si aprendemos a distinguir claramente entre aquellas ideas que se basan en lo que sabemos y hemos experimentado y aquellas otras que tienen su origen en la imaginación y nada más. En otras palabras, si damos la misma autoridad a la imaginación y a nuestros sentimientos internos que el que damos a lo que sabemos y hemos experimentado, nunca estaremos completamente seguros respecto de nada, toda vez que no habrá un principio básico con el cual eliminar la duda y la confusión.

- Si no tenemos claro en nuestra mente el objetivo último cuando requeramos tomar una determinación sobre seguir o evitar un particular placer o dolor, y procedemos en nuestra decisión de acuerdo con algún criterio menos reflexionado, nuestro comportamiento no será consistente con nuestros principios.

Epicuro y sus seguidores fueron atacados por sus contemporáneos, sobre todo por los estoicos. Se decía que el jardín era escenario de toda clase de desenfrenos y que no había tales filósofos, sino sólo una multitud de libertinos en busca del placer corporal. A tal punto llegó esta mala fama, que hoy en día epicúreo designa a una persona amoral, deseosa de placeres sensuales.

ESCEPTICISMO.

El fundador y más importante escéptico es Pirrón de Elis. Pirrón nace en el 360 y muere en el 260 a.C. Niega la capacidad humana para alcanzar la verdad, por mucho que indaguemos, no conoceremos nada con certeza. Da 2 argumentos: la diversidad de opiniones humanas y contradicciones de los filósofos, sobre todo hay opiniones diversas, y no hay doctrina que no haya defendido un filosofo alguna vez; el otro argumento es la relatividad del conocimiento. El conocimiento depende de distintas épocas, culturas, individuos.

Según Pirrón, las cosas son incognoscibles. Nuestra desdicha tiene su origen en el afán por conocer la realidad sin saber a que atenernos. A diferencia de toda la filosofía griega, piensa que la felicidad no esta en el saber, sino renunciando a ella. Para vivir tranquilo, es a través de la afasia (no hablar, el silencio y la epojé -abstención-), así se alcanza la ataraxia y la felicidad.

Tb hay un segundo periodo: el escepticismo en la nueva academia. Era la de Platón, que en aquel momento eran más bien escépticos. Su escepticismo es más moderado, aunque piensan que no podemos estar seguros de nada, hay opiniones más verosímiles. Algunos son Arcesilao y Carneades. Arcesilao dice que no podemos conocer nada con certeza, pero que se necesita algún criterio de acción. El propone “lo razonable”: hay cosas más razonables que otras. Carneades dice lo mismo con el criterio de lo probable: hay cosas más probables que otras. Hay 3 grados de probabilidad:

1º: Cosas que de inmediato parecen verdaderas

2º: Además de parecer verdaderas, concuerdan con otras cosas.

3º: Parecen verdaderas, concuerdan con otras cosas, y resisten un examen minucioso.

En el 3º periodo hay dos filósofos importantes como Enesidero y Sexto Empírico (siglo II d.C)

Timón de Fliunte.

Fliunte, a veces reseñada como Flius o Fliasia, (en griego antiguo: Φλιούς = Phlioús) fue una antigua ciudad-estado o polis griega emplazada en la región de la Argólida, en la península del Peloponeso, al sur de la polis de Sición y al suroeste de Corinto.

El nombre Fliasia designa más comúnmente a la campiña que rodea a la ciudad.

Historia.

Según Heródoto, en una de las referencias que se remontan más en el pasado de Fliunte, navegantes de fliuncios fundaron Clazómenes en el siglo IX a. C.

Fliunte envió tropas a luchar en las guerras médicas, a principios del siglo V a. C. Por ejemplo, en las Termópilas habían 200 soldados de la ciudad que se retiraron ante la inminente derrota. También participaron en la Batalla de Platea.

Pese a ser físicamente más próxima a Argos, fue habitualmente aliada de Esparta en la llamada Liga del Peloponeso, durante la Guerra del Peloponeso ocurrida entre el 431 y el 404 a. C.

Como muchas otras ciudades de la Antigua Grecia, Fliunte pasó, a partir del siglo IV a. C., por luchas civiles entre una facción democrática y la oligarquía que había controlado hasta entonces el poder. En este coflicto vencieron inicialmente, por el año 390 a. C., los demócratas fliuncios, que exiliaron a los líderes oligarcas. Pero en el año 380 a. C. un ejército espartano mandado por Agesilao II puso sitio a la ciudad por unos veinte meses, forzando la restauración de la oligarquía.

En el año 367 a. C. la ciudad era acosada por los arcadios y los argos. Entonces fue socorrida exitosamente por el general Cares de Atenas.

En el siglo III a. C., tras la intervención de Arato de Sición, que liberó a la ciudad de sus tiranos, Fliunte pasó a formar parte de la segunda versión de la Liga Aquea. Como miembro de esta confederación, la ciudad luchó contra el rey espartano Cleomenes III.

Creencias y filosofía.

Fliunte y la mitología.

Asopo Fliuncio era el nombre de un río cercano a la ciudad, que desagua en las proximidades de Sición, y también es la denominación del dios tutelar de este cauce. Asopo Fliuncio y la ninfa Metope engendraron a Ismene (la esposa de Argos y abuela de Ío), Nemea (epónima de la región y presunta madre de Arquémoro en la última obra de Esquilo, del mismo nombre) y Harpina, entre otras ninfas que se convirtieron en objeto de deseo de los dioses.

Según Pausanias, la diosa Hebe, personificación de la juventud, era la divinidad principal de Fliunte y la vecina Sición.

De acuerdo a una de las versiones de la leyenda de Heracles, éste habría pasado una temporada en Fliunte tras robar las manzanas del jardín de las Hespérides, en Libia.

Fliunte y la filosofía.

Según el relato de Cicerón, recogido por él de los textos de Heráclides Póntico, un dicípulo de Platón, en Fliunte fue donde se usó por primera vez la palabra filosofía. El recién llegado Pitágoras, al ser consultado por el tirano local Leonte acerca de su labor, se describió a sí mismo como filósofo. Esta narración también fue recogida por Diógenes Laercio, quien cita como fuente a Sosícrates.

Como sea, la residencia de Pitágoras en la ciudad aparece como un hecho histórico, pues hay numerosas referencias a la existencia de un fuerte círculo pitagórico en dicha polis.

Arcesilao (315-240 a. C.), natural de Pitana, en la Eolia, fue un filósofo griego y uno de los fundadores de la denominada Academia platónica media o segunda.

Discípulo de Teofrasto, Polemón, Crantor y Crates de Atenas, fue el sucesor de este último en la Academia, y el autor de su transformación, que se caracteriza por debilitar las afirmaciones positivas de Platón recuperando el escepticismo y poniendo de nuevo en boga el método socrático, mediante el empleo la ironía, la interrogación y la duda en las controversias filosóficas. Sin embargo, su escepticismo no se extiende al orden moral, sino que se limita al orden especultativo y metafísico.

Si Sócrates había dicho: sólo sé una cosa, y es que no sé nada; Arcesilao añade: ni aun sé de cierto que no sé nada.

En ética, Arcesilao también se distingue por reducir la doctrina platónica del «entusiasmo» a la de la imperturbabilidad del ánimo.

CARNÉADES

Biografías. Célebre filósofo griego. Nació en Cirene, Libia, hacia el año 213 a. de J. C.; murió en el 126 antes de nuestra era, después de haber dirigido mucho tiempo y con gloria para su nombre la Academia. Esta escuela, fundada por Platón, había sufrido en el transcurso de los años profundas alteraciones, y Carnéades pasa por el fundador de una Academia nueva. El filósofo de Cirene, negando, como Arcesilao, que fuera posible al hombre conocer la verdad con caracteres de certeza, no llegó, sin embargo, a negar la existencia de aquélla. «No poseemos, decía él, la evidencia, pero sí la probabilidad. La verdad plena y sin velos pertenece a los dioses. Nuestra inteligencia percibe apariencias más o menos confusas; no lo que es verdadero, pero sí lo probable, y esta luz tan incierta, por débil que sea, nos permite opinar. La suspensión absoluta del juicio es un estado imposible; no se puede conceder al hombre el obrar habiéndole antes prohibido juzgar.» Carnéades discutió con los estoicos acerca del criterio de la verdad, que aquéllos veían en la sensación, la cual, al mismo tiempo que modifica nuestra naturaleza, representa un objeto cierto. Carnéades concedía que toda sensación se manifiesta y manifiesta su objeto; pero negaba que lo manifestase tal cual era. La sensación, según él, es un testimonio infiel que da indistintamente lo verdadero y lo falso, y que no puede, por lo tanto, ser creído.
      El célebre filósofo dirigía contra la razón los mismos ataques, y afirmaba que no existe medio alguno para distinguir lo verdadero de lo falso. Reconociendo que es imposible al sabio retener siempre su juicio, desarrollaba su doctrina de la probabilidad, y establecía una verdadera escala de probabilidades, cuyo más alto grado permitía al sabio opinar mejor aún que obrar. Carnéades pasó toda su vida disputando contra todas las escuelas, atacando todas las opiniones, sin retroceder ante el absurdo, y recogiendo los aplausos de una juventud aficionada a los buenos discursos, y a la que no exigía ningún esfuerzo de inteligencia. Había estudiado las obras de Crisipo y la dialéctica de Diógenes de Babilonia, y volvió contra aquéllos sus propias armas. En lo moral rechazaba los dogmas del Pórtico y las doctrinas de Aristipo, manteniéndose en un lugar medio entre la severidad de los unos y la facilidad de los otros.
       Para prepararse a la lucha tomaba una dosis de eléboro, a fin de tener el espíritu libre y avivado el fuego de su imaginación. Su ardor para el trabajo era tan grande, que desatendía el cuidado de su persona, y con frecuencia se olvidaba de tomar alimento. El eco extraordinario de su voz, la flexibilidad de su espíritu, la riqueza inagotable y la impetuosidad de su elocuencia, que se ha comparado a una corriente rápida que arrastra cuanto halla a su paso, la sutileza de sus razonamientos, la vivacidad de sus ataques y de sus réplicas, le rodearon de una multitud de jóvenes deseosos de oírle y de asistir a sus controversias, que parecían verdaderos combates, y en las que el jefe de la Academia era siempre el vencedor. Carnéades, el estoico Diógenes de Babilonia y el peripatético Critolao marcharon a Roma, como embajadores, o mejor aún, como abogados de Atenas, para obtener la reducción de un tributo de quinientos talentos, y durante el tiempo de su embajada (154) dieron conferencias a las que la juventud romana, dejando sus placeres, acudió en tropel. Cuéntase que Carnéades pronunció un día un discurso en elogio de la Justicia, ganando todos los sufragios, y que al siguiente combatió con igual fuerza y éxito aquella virtud, y refutó victoriosamente su discurso de la víspera. Se afirma que en secreto conservaba las viejas tradiciones platónicas, y que, declamando en público contra la Justicia, daba a los que le inspiraban confianza máximas de la moral más pura y vivía según las reglas de la Justicia. Murió sin dejar ninguna obra. Después de él desapareció la Academia, o, lo que es más exacto, cayó en manos de retóricos sin originalidad y de filósofos sin carácter.

Escepticismo positivista. Enesidemo

Mientras que en el escepticismo académico tenía lugar un movimiento de restauración, mediante el cual se transformaba en dogmatismo ecléctico, aparecía una nueva escuela de escépticos positivistas y empíricos, que, no solamente resucitó el anticuado pirronismo, sino que le comunicó una extensión y desarrollo que jamás había alcanzado. Fue el primer representante notable de este escepticismo,

Enesidemo, natural de Gnose, en Creta, y que parece enseñó en Alejandría, aunque se ignora la época precisa en que floreció, haciéndole unos contemporáneo o poco posterior a Cicerón, al paso que otros suponen que vivió en el primer siglo de la era cristiana. Sea de esto lo que quiera, es lo cierto que sus Ocho libros sobre el pirronismo, de los cuales sólo poseemos fragmentos y el estracto de los mismos conservado en las obras de su correligionario Sexto Empírico, Enesidemo expone y desenvuelve las razones principales en que se apoya el escepticismo positivista y empírico. [389] Los escépticos llamaban a estas razones o motivos de duda universal tropos, y son en número de diez, siendo las principales las ocho siguientes:

1º La diversidad de organización que se observa entre los seres sensibles, y la consiguiente diversidad y oposición de las impresiones producidas por los objetos en dichos seres.

2º La diversidad en la organización humana, de la cual debe resultar y resulta diversidad de impresiones, de ideas y de inclinaciones, las cuales deberían ser idénticas, si no hubiera diversidad en la organización de los individuos.

3º La variedad y oposición de sensaciones producidas por el mismo objeto. Un pájaro de hermoso plumaje y de canto o voz desentonada, produce una sensación agradable por parte de la vista, y a la vez otra deagradable al oído. Por otro lado, es muy posible que este objeto que nos parece uno a pesar de las contrarias impresiones que en nosotros produce, sea en realidad múltiple y compuesto de elementos esenciales que nosotros no percibimos por carecer de sentidos acomodados al efecto, así como la vista no percibe la música, por no ser sentido acomodado para percibir esta realidad.

4º La dependencia y mutabilidad de nuestras percepciones en relación con la distancia, situación y demás circunstancias que rodean el objeto. El mismo elefante, que visto de cerca nos parece muy grande, nos parece pequeño a cierta distancia. Esto quiere decir que, aunque podemos conocer y afirmar lo que son para nosotros tales objetos en tal situación, en tal distancia, en tal condición, no podemos afirmar ni conocer lo que [390] son esos objetos en sí mismos y con independencia de tales condiciones.

5º Las modificaciones o cambios del sujeto percipiente. El objeto que nos causa tal sentimiento o emoción en la juventud, nos la causa diferente en la vejez; en la enfermedad vemos y sentimos las cosas de diferente manera que en buena salud, de manera que la naturaleza del juicio y del sentimiento relativamente al objeto, cambia y se relaciona con el estado del sujeto.

6º La cantidad de las cosas modifica y cambia por completo sus cualidades, y, por consiguiente, estas no pueden guiarnos en el conocimiento de su naturaleza verdadera. Ciertas substancias venenosas, en pequeñas dosis, sirven de medicamento, y las mismas, en mayor cantidad, producen la enfermedad y la muerte.

7º Podemos conocer y sabemos lo que es una cosa en relación a otra y las impresiones que en nosotros produce; pero no sabemos lo que ella es en sí misma, o con relación a su esencia íntima; porque nada nos asegura que la relación de una cosa a otra, o la impresión que en nosotros produce, sea la norma y la medida de su realidad objetiva.

8º La influencia de la costumbre, de la educación, de la sociedad y de la religión. Un eclipse, o la aparición de un cometa, nos llama la atención y nos impresiona vivamente, porque no son frecuentes, mientras que ni nos impresiona ni llama nuestra atención la vista del sol, por estar habituados a ella. El judío educado en la religión de Moisés, considera a Jehová como el Dios verdadero, y a Júpiter como un ídolo vano. [391]

Enesidemo no se contenta con asentar el escepticismo sobre estas razones generales; somete a una crítica prolija, sutil e implacable las concepciones principales de la Filosofía dogmática, y con especialidad la idea de causalidad, que es acaso la más esencial y trascendental en el terreno de la ciencia. Sexto Empírico expone en los siguientes términos la crítica que el filósofo de Gnose hace de la idea de causa:

«Un cuerpo no puede ser causa respecto de otro cuerpo; porque si obra por sí mismo inmediatamente, no puede producir sino lo que ya está en su propia naturaleza. Para obrar mediante otro cuerpo, sería preciso que dos hiciesen uno, y además esta producción intermediaria se extendería in infinitum. Lo que es corpóreo, no puede ser causa de otro ser incorpóreo, por la razón de que los seres no pueden producir más que lo que encierran en sí mismos: por otra parte, lo que es incorpóreo, no puede tener contacto, ni obrar, ni experimentar acción. Un cuerpo no puede ser causa de un ser incorpóreo, y recíprocamente, porque el uno no contiene la naturaleza del otro...

»Las cosas que coexisten no pueden ser la causa la una de la otra; porque cada una de ellas tendría igual derecho a ejercer esa prerrogativa. Una cosa anterior no puede ser causa de otra que viene después, porque la causa no existe si no existe el efecto al mismo tiempo, puesto que éste debe estar contenido en aquélla, y, por otro lado, constituyen una relación cuyos términos son simultáneos y correlativos. Más absurdo sería decir que la causa puede ser posterior al efecto.

»¿Admitiremos una causa perfecta, absoluta, que obra por su propia energía y sin ninguna materia [392] extraña? En este caso, obrando su propia naturaleza y en posesión permanente de su virtud, debería producir su efecto sin cesar, sin mostrarse activa en unos casos e inactiva en otros.

»¿Afirmaremos con algunos dogmáticos que la causa necesita de una materia extraña sobre la cual obre, de manera que la una produzca el efecto y la otra lo reciba? En este caso, la palabra causalidad expresará solamente la relación combinada de dos términos, sin que haya razón para atribuir la propiedad de causa a la una más bien que a la otra, toda vez que el uno de los términos no puede prescindir del otro.»

Después de atacar la idea de causa con estos y otros argumentos metafísicos, Enesidemo echa mano con el mismo objeto de argumentos empíricos tomados del orden experimental y de la observación de los hechos. La brevedad que nos hemos propuesto no nos permite exponer estos últimos argumentos, y así bastará recordar que el filósofo de Gnose puede ser considerado como legítimo precursor de Hume en el terreno metafísico, y como legítimo precursor también de los materialistas de nuestros días en el terreno empírico y positivista. Entre Enesidemo y los positivistas de nuestro siglo hay todavía otro punto de contacto y afinidad, y es su predilección, su tendencia común a la física atomístico-naturalista.

Sexto Empírico.

Sexto Empírico (nace a finales del siglo II; muere a principios del siglo III), médico y filósofo griego, es uno de los más importantes representantes del escepticismo pirroniano y fuente de la mayoría de datos referentes a esta corriente filosófica.

No se sabe de dónde era originario, aunque vivió en Atenas, Alejandría y Roma. Recibió el sobrenombre de Empírico por sus concepciones filosóficas pero, especialmente, por su práctica médica. Sus escritos, muy influidos por los de Pirrón y Enesidemo, están dirigidos en contra de la defensa dogmática de la pretensión de conocer la verdad absoluta, tanto en la moral como en las ciencias.

En sus Hypotiposys pirronicas define el escepticismo de la manera siguiente: «El escepticismo es la facultad de oponer de todas las maneras posibles los fenómenos y los noúmenos; y de ahí llegamos, por el equilibrio de las cosas y de las razones opuestas (isostenía), primero a la suspensión del juicio (epokhé) y, después, a la indiferencia (ataraxia)».

Defiende una posición relativista y fenomenista desde una posición escéptica antimetafísica y empirista. Según él, hay cosas, pero lo único que podemos saber y decir de ellas es de qué manera nos afectan, no lo que son en sí mismas. No obstante, su epokhé no es tan radical como la de Pirrón. Defiende también una ética del sentido común y, aunque como pirroniano acepta la indiferencia (adiaphora) respecto de todas las soluciones morales, reivindica también la importancia de lo empírico, razón por la cual defiende que la vida práctica debe regirse por cuatro guías: la experiencia de la vida, las indicaciones que la naturaleza nos da a través de los sentidos, las necesidades del cuerpo y las reglas de las artes. Hace una crítica del silogismo, al que considera un círculo vicioso, y pone en entredicho la noción de signo, especialmente tal como lo entendían los estoicos. Critica la teología estoica señalando las contradicciones de la noción estoica de divinidad. Para los estoicos todo cuanto existe es corpóreo, por tanto, señala Sexto, también lo ha de ser la divinidad. Pero un cuerpo puede ser simple o compuesto. Si es compuesto puede descomponerse y, por tanto, es mortal. Si es simple, es uno de los elementos: tierra, aire, agua o fuego y, entonces, es inerte e inanimado. De ahí se sigue que la divinidad, o bien es mortal, o bien es inanimada, lo cual es, en ambos casos, absurdo. Además de este argumento, Sexto Empírico atacaba la noción de divinidad apelando a otros razonamientos. En todos ellos reforzaba la idea escéptica de la necesidad de la epokhé o suspensión del juicio. Además, atacó también la noción de causa.

En general, su obra es importante por cuanto es una de las fuentes del conocimiento del pensamiento antiguo. Concretamente, su Adversus mathematicus aporta datos importantes para el conocimiento de la historia de la astronomía, la gramática y la ciencia antigua, así como de la teología estoica. Otras obras destacables son: Bosquejos pirrónicos y Contra los dogmáticos.

Escepticismo (en griego, skeptesthai, “examinar”), en la filosofía occidental, doctrina que niega la posibilidad de alcanzar el conocimiento de la realidad, como es en sí misma, fuera de la percepción humana. Por extensión gradual de su significado, la palabra escepticismo significa también duda de lo que es generalmente aceptado como verdad. Todo el escepticismo filosófico, al final, tiene que ver con la epistemología; es decir, que está basado en las ideas sobre el ámbito y la validez del conocimiento humano.

Escepticismo griego

Los sofistas griegos del siglo V a.C. fueron en su mayoría escépticos. Su punto de vista se refleja en sus máximas “el hombre es la medida de todas las cosas” y “nada existe, y si algo existe, no puede ser conocido”. Así, el sofista Gorgias proclamó que todas las afirmaciones relativas a la realidad son falsas y que, aunque fueran verdad, su veracidad no podía nunca ser probada. Otro sofista, Protágoras de Abdera, enseñó que los seres humanos sólo pueden conocer su percepción de las cosas, no las cosas en sí.

Los principios del escepticismo fueron formulados por primera vez por los pirronistas, una escuela de la filosofía griega que tomó el nombre de su fundador Pirrón de Elis. Pirrón, cuyo primer interés era la ética, mantuvo que los seres humanos no pueden conocer nada de la naturaleza real de las cosas y que, en consecuencia, una persona sabia no debía expresar sus opiniones. Timón de Flainte, discípulo de Pirrón, llevó el escepticismo a su conclusión lógica al afirmar que se pueden dar razones tan buenas a favor como en contra de cualquier proposición filosófica.

Los miembros de la Academia Media (la escuela que se desarrolló en el siglo III a.C. a partir de la Academia de Platón) y de la Academia Nueva (siglo II a.C.) de Carnéades fueron más sistemáticos pero menos radicales en su escepticismo que los pirronistas. Carnéades mantenía que ninguna idea podía ser probada de manera concluyente, pero que algunas podían ser mostradas como más probables que otras. El escéptico más importante del último periodo de la antigüedad fue el filósofo griego Enesidemo, que hizo una clasificación de diez razones en apoyo de la posición escéptica y el físico griego del siglo III d.C. Sexto Empírico, que resaltó la observación y el sentido común en oposición a la teoría.

Escepticismo moderno

Durante el renacimiento la influencia del escepticismo clásico se reflejó sobre todo en los escritos del ensayista filosófico francés del siglo XVI Michel de Montaigne. El mayor exponente del escepticismo moderno fue el filósofo empirista escocés David Hume. En sus obras Tratado sobre la naturaleza humana (1739-1740) y Ensayo sobre el entendimiento humano (1748), Hume puso en duda la posibilidad de demostrar la verdad de las ideas sobre el mundo externo, las relaciones causales, los acontecimientos futuros, o de las entidades metafísicas, como el alma y Dios. El filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, a la vez que intentaba superar el escepticismo de Hume, negaba la posibilidad de conocer las cosas en sí mismas o de alcanzar el conocimiento metafísico. En el siglo XIX, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche negó la posibilidad de la total objetividad y del conocimiento objetivo, en ningún campo. El filósofo estadounidense del siglo XX Jorge Ruiz de Santayana, pretendiendo haber dado un paso más allá del escepticismo de Hume, mantuvo en su obra Escepticismo y fe animal (1923), que la creencia en la existencia de cualquier cosa, incluido en uno mismo, obedece a un impulso natural pero irracional. Se pueden encontrar rasgos de escepticismo en otras escuelas modernas de filosofía, incluyendo el pragmatismo, la filosofía analítica y el existencialismo

ECLECTICISMO.

Eclecticismo (arquitectura), tendencia arquitectónica caracterizada por la recuperación y la reelaboración de modelos estilísticos del pasado o propios de civilizaciones exóticas, principalmente orientales y árabes. El término se usa para nombrar las manifestaciones orientadas en este sentido en distintas épocas y distintos artistas; se refiere también a la corriente arquitectónica desarrollada en algunos países occidentales entre el final del siglo XVIII y los inicios del siglo XX, con periodos alternos de crisis y esplendor.

DESARROLLO HISTÓRICO.

Desde finales del siglo XVIII la producción arquitectónica europea acogió sugerencias artísticas de algunos estilos del pasado, manipulándolos con cierta libertad. Comenzaron a consolidarse los estilos neogótico, neorrenacentista y neobarroco (inspirados, respectivamente, en los estilos gótico, renacentista y barroco), elaborados a veces a partir de un atento análisis de los monumentos antiguos, aunque, más comúnmente, la observación fuera más superficial, recogiendo únicamente los aspectos más sugerentes.

También el arte de los países lejanos y de las civilizaciones del pasado constituyó un modelo para los arquitectos; el deseo de exotismo, acompañado de las campañas coloniales, se tradujo en la aplicación, muchas veces de manera arbitraria, de formas egipcias, asirias, griegas, romanas, árabes o indias, a construcciones que denominaban con el término que las calificaba precedido del prefijo neo-. Se extendió también la costumbre de decorar salas enteras según un estilo diferente, debiendo los maestros artesanos aprender esos estilos, lo cual, en cierto modo, favoreció el desarrollo del artesanado artístico.

Desde un punto de vista teórico y crítico, los intérpretes de la corriente ecléctica rechazaron el concepto académico de belleza absoluta, apartándose, por tanto, de la rígida aplicación de normas codificadas. Los distintos lenguajes adquiridos fueron reelaborados según el gusto del arquitecto, en consonancia con la cultura romántica, que desde el inicio del siglo XIX interesó en todos los campos artísticos.

En un principio la tendencia ecléctica se impuso sobre todo en la creación de construcciones efímeras para fiestas y grandes eventos; encontró por lo tanto expresión en la decoración y en la arquitectura de los jardines, que muchas veces se organizaban en sectores correspondientes a distintos ambientes estilísticos y geográficos, con templetes orientalizantes o griegos, quioscos indios, etc.

EL ECLECTICISMO EN INGLATERRA.

Hacia finales del siglo XVIII, Inglaterra fue uno de los primeros países europeos donde se desarrollaron, por un lado, la curiosidad y el interés por lo exótico, y por otro, la tendencia a la contaminación entre los distintos estilos del pasado. Esta corriente se manifestó en primer lugar en los jardines, ya caracterizados por un gusto pintoresco. La arquitectura residencial recibió una fuerte influencia del neogótico, que llegó a ser el estilo nacional durante la época victoriana. James Wyatt fue uno de los pioneros del gothic revival, con su intervención entre 1796 y 1807 en la abadía de Fonthill, en Wiltshire (actualmente destruida). Durante los años siguientes la moda se difundió enormemente, alcanzando edificios religiosos, casas de campo y edificios públicos.

Entre los edificios eclécticos ingleses más importantes que se han conservado destacan el neogótico Parlamento de Londres, realizado entre 1840 y 1860 por Charles Barry y Augustus Welby Pugin, y el Royal Pavilion de Brighton, construido entre 1815 y 1823 por John Nash, siguiendo diversos estilos orientalizantes.

LA ARQUITECTURA ECLÉCTICA EN FRANCIA.

También en Francia la arquitectura ecléctica propuso modelos neogóticos, ayudada por la Commission des Monuments Historiques, que promovió la restauración de edificios medievales. Entre 1858 y 1867 Eugène Viollet-le-Duc realizó profundas reestructuraciones en estilo neogótico en el castillo de Pierrefonds, en los alrededores de París. También intervino en la catedral de Notre Dame (a la que añadió el chapitel sobre el crucero), en la abadía de Saint-Denis y en la catedral de Amiens.

También tuvo gran importancia en Francia el estilo neobarroco, espléndidamente representado por la Ópera de París (1861-1875), construida por Jean Louis Charles Garnier.

EL ECLECTICISMO EN ALEMANIA.

La personalidad más significativa del eclecticismo alemán fue el arquitecto Gottfried Semper, quien recogió elementos de la arquitectura del renacimiento italiano para su teatro de la Ópera en Dresde (1838-1841); asimismo, en la sinagoga de esta misma ciudad incluyó elementos lombardos y árabes.

EL ECLECTICISMO EN ITALIA.

En la Italia del Risorgimento, la exigencia de crear un estilo nacional que superase los regionalismos llevó a la afirmación de un lenguaje monumental, para el que fueron reelaborados los modelos constructivos de la antigua Roma, o bien los elementos estilísticos de la Italia del cinquecento.

El estilo ecléctico tuvo uno de sus más precoces intérpretes en Giovanni Battista Piranesi, quien, en los grabados publicados en 1769 con el título Diverse maniere di adornare i camini e ogni altra parte degli edifici, reveló un profundo conocimiento del arte antiguo. Entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, la corriente ecléctica en la arquitectura italiana tuvo otros exponentes de primer orden, como Giuseppe Jappelli (Caffè Pedrocchi, Padua), Pietro Estense Selvatico (fachada de San Pietro en Trento), Carlo Maciachini (cementerio municipal, Milán), Camillo Boito, Gino Coppedè, Luca Beltrami, Ruggero Berlam (sinagoga de Trieste), los hermanos Bagatti Valsecchi (Palazzo Bagatti Valsecchi, Milán) y Giuseppe Sacconi (monumento a Víctor Manuel II, Roma)

EL ECLECTICISMO EN ESPAÑA.

En España destacaron arquitectos como Antonio Martorell, Lluís Domènech i Montaner, Josep Puig i Cadafalch, Josep Vilaseca i Casanovas e incluso Antoni Gaudí, caracterizados por el empleo de elementos historicistas en sus construcciones. La Exposición Universal de Barcelona de 1888 supuso la creación de un gran conjunto de arquitectura eclecticista; de entre las construcciones que se conservan destacan el Arco de Triunfo, de Vilaseca, y el café restaurante, obra de Domènech. Se realizaron también numerosas construcciones públicas, como ayuntamientos, diputaciones o ministerios, además de otra serie de edificios destinados a la burguesía, como teatros y casinos.

Filón de Larisa

Filón de Larisa (Roma, Larisa, 145 a. C. - 80 a. C.), filósofo griego y escolarca de la Academia de Atenas fundada por Platón. Desde 110 a. C. hasta 88 a. C., fue discípulo de Clitómaco y maestro de Cicerón. En sus principios como filósofo, compartía el escepticismo moderado de Arcesilao y Carnéades inclinándose más tarde por una posición opuesta a la epojé escéptica, postura que fue defendida también por su discípulo Antíoco de Ascalón.

Antíoco de Escalón.

Antíoco de Ascalón (150-68 a. C.), último filósofo de la Tercera Academia (Platón), que enseñó primero en Atenas y marchó después a Alejandría. Al parecer nació en Ascalón, antigua ciudad de Oriente Medio que continúa existiendo en la actualidad en Israel, aunque antes estaba en Siria. No se conocen las fechas exactas de su nacimiento y muerte, aunque pudo vivir entre el 150 y el 68 a. C. aproximadamente. Fue discípulo del estoico Mnesarco, de Marco Terencio Varrón y de Filón de Larisa (el cual tuvo un pensamiento distinto a Antíoco) y maestro de Cicerón. Sucedió a Filón como escolarca de la Academia Nueva. Estuvo interesado en revitalizar la doctrina de Platón superando el escepticismo. Influenciado por distintas corrientes filosóficas, llegó a una postura puramente ecléctica, que algunos consideran eclecticismo dogmático. Intentó conciliar la filosofía de Platón con la de Aristóteles y el estoicismo, buscando un núcleo de verdad en la coincidencia de opiniones de los grandes filósofos. Mantuvo una postura próxima a Panecio de Rodas y Posidonio del estoicismo medio.

Antíoco se fue a enseñar primero en Alejandría y más tarde a Siria, donde murió.

Andrónico de Rodas.

Filósofo griego. Se formó en el ambiente cultural de su ciudad, conocido centro de estudios aristotélicos; dirigió la escuela aristotélica desde el año 78 al 47 a.C. Con base en una cuidadosa selección de originales por parte del gramático y bibliotecario Tirannión, realizó la primera edición crítica completa de las obras de Aristóteles, ordenándolas en un complejo rígidamente sistemático que corresponde aproximadamente al orden actual.

Como introducción a su edición, Andrónico escribió un volumen que contenía el testamento de Aristóteles, y tal vez su biografía. Elaboró además el catálogo de todos los escritos aristotélicos. A él se debe la famosa división entre escritos exotéricos y acromáticos, con la consiguiente leyenda de la doble doctrina, y también el nombre de los libros de Metafísica: «los que van después de la Física». También hizo la edición crítica de Teofrasto.

Alejandro de Afrodisias.

Alejandro de Afrodisias fue el más célebre de los comentaristas griegos de las obras de Aristóteles. Fue apodado, gracias a su preeminencia, o exegetes (`el exégeta'). Fue oriundo de la ciudad de Afrodisias en Caria.

Llegó a Atenas hacia finales del siglo II, llegando a dirigir el Liceo y a dar clases sobre filosofía peripatética.

Tuvo como maestros a Herminius, a Sogígenes, y a Aristocles de Mesene,

Pensamiento.

El objetivo de su obra fue liberar la doctrina del sincretismo de Amonio y reproducir la doctrina pura de Aristóteles. Sostuvo que la razón sin desarrollar del hombre es material (nous ulikos) e inseparable del cuerpo. Argumentó vehementemente contra la doctrina de inmortalidad. Identificó el intelecto activo (nous poietikos), gracias a cuya acción el intelecto potencial del hombre se convierte en real, con Dios.

Sus comentarios a las obras de Aristóteles gozaron de enorme estima entre los árabes, quienes tradujeron muchos de ellos.

Durante el Renacimiento su doctrina de la mortalidad del alma fue adoptada por Pietro Pomponazzi, y por su sucesor Cesare Cremonini, (contra los tomistas y los averroístas).

Obras.

Se conservan comentarios de Alejandro sobre las siguientes obras de Aristóteles:

No se conservan los comentarios que escribió a otras obras de Aristóteles: Physica, Analytica Priora II, Analytica Posteriora, De caelo, De generatione et corruptione, y otras. Se conoce que comentó estas obras por referencias de otros autores.

Se conservan varios escritos originales (no comentarios) de Alejandro. Los más importantes son De fato (`sobre el destino'), donde argumenta contra la doctrina estoica de la necesidad, y De anima (`sobre el alma').

No hay entre los especialistas unanimidad en cuanto a la cronología de las obras de Alejandro.[1]

En 2007 se atribuyeron a Alejandro pasajes hallados en una copia del siglo XIII de un misal, el Palimpsesto de Arquímedes, escrita por un escriba llamado Ioannes Myronas.

NEOPITAGORSIMO.

Neopitagorismo, movimiento filosófico helenístico y grecolatino que pretende revitalizar las enseñanzas de Pitagoras entre mediados del siglo I d. C. y el III d. de C.

Origen.

Pitágoras fundó una sociedad ético-religiosa que tuvo su auge sobre todo en la Magna Grecia durante el siglo V a. C. según la cual la sustancia de las cosas se desvanece en número, existe la transmigración de las almas, que son inmortales, y debe practicarse en esta vida un cierto número de normas ascéticas; estas enseñanzas crearon la escuela de los llamados Pitagóricos, pero después desapareció casi completamente en el siglo IV con el auge de la filosofía clásica en Atenas. Sin embargo, a mediados del siglo primero antes de Cristo hubo un movimiento que pretendió restaurar la filosofía, la ética y el misticismo pitagóricos. El primero de estos neopitagóricos fue el filósofo romano Publio Nigidio Fígulo, que vivió en Alejandría a mediados de dicho siglo y fue amigo de Cicerón. Otros romanos siguieron estas ideas, que acaudillaron figuras como Vatinio y los Sextianos; también fue un importante neopitagórico Moderato de Gades, pero fue en Alejandría donde se concentraron los filósofos neopitagóricos más activos, prolongándose esta corriente durante el segundo y tercer siglo de la era cristiana y expandiéndose desde allí a todo el Imperio. En Alejandría, además, apareció un conjunto de escritos que se atribuyó a los antiguos pitagóricos, los Versos áureos, así como unas Cartas que se creían escritas por mismo maestro Pitágoras, aunque al parecer éste nunca dejó nada escrito.

Características.

El Neopitagorismo se configuró en torno a estas características propias:

  • Exaltación de Pitágoras, hasta hacer de él un ser semidivino

  • Sincretismo filosófico, que admitía junto a doctrinas estrictamente pitagóricas teorías de corte platónico, aristotélico y estoico

  • Sincretismo religioso: se admiten en la filosofía neopitagórica principios extraídos de diversas religiones (la egipcia y otras del cercano Oriente).

Los neoplatónicos y los pitagóricos hicieron causa común para oponer su propio sistema de regeneración espiritual al Cristianismo y como consecuencia de esto llegaron a una cierta mixtura ecléctica, de forma que ambas doctrinas se interpenetraron, asimilando además otros elementos platónicos, aristotélicos, estoicos y orientales. Tal vez por ello las doctrinas pitagóricas degeneraron con frecuencia en astrología, charlatanismo, superstición, magia y hechicería, y acabaron por atribuirse a las figuras de Pitágoras y Apolonio de Tiana todo tipo de historias fabulosas y leyendas que pretendían hacer de ambas figuras personajes santos, milagreros, prodigiosos y casi fantásticos, como se deja ver en las Vidas que de estos personajes se conservan, por ejemplo la Vida de Apolonio de Filóstrato, escrita con el afán de rivalizar con los Evangelios. El Neopitagorismo, pues, se desfigura y termina por desvanecerse en el Corpus hermeticum de Hermes Trimegisto.

Figuras.

Las figuras más importantes de esta filosofía son Publio Nigidio Fígulo, Moderato de Gades, Apolonio de Tiana, Nicómaco de Gerasa, Numenio de Apamea y Filóstrato..

Escritos.

Fuera de los célebres Versos áureos ya citados, Publio Nifidio Fígulo escribió un De dis (Sobre los dioses) y un De hominum natura (Sobre la naturaleza humana). Apolonio de Tiana escribió una Vida de Pitágoras perdida que sirvió de fuente a las escritas por Porfirio y Jámblico. También un tratado Perí thysión (Sobre los sacrificios), donde defendía una especie de monoteísmo centrado en Helios, con diversas deidades secundarias. Filóstrato de Lemnos dejó un relato sobre la vida de Apolonio por encargo de la mujer del emperador Septimio Severo donde el personaje aparece como un mago semidivino, que algunos filósofos, como Porfirio, contrapusieron a la figura de Cristo. Moderato de Gades escribió unas Lecciones pitagóricas en griego de las que quedan importantes fragmentos. Nicómaco de Gerasa (Arabia) escribió una Arithmetiké eisagogé (Introducción aritmética) y una Arithmetiká theologoúmena (Teología aritmética); para él los números traducían exactamente la realidad y los asimiló a las Ideas divinas o arquetipos de las cosas. Numenio de Apamea (Siria) escribió Perí agathoú (Sobre el bien) y Sobre las doctrinas secretas en Platón, muy influido por el Neoplatonismo. Distingue tres dioses: el primero se identifica con el Bien y la Inteligencia sumos; el segundo es aquel del que povienen las Ideas y se identifica con el Demiurgo platónico; el tercero es el mundo creado, Díada, la materia, sometida a la actividad del Demiurgo o segundo dios.

Moderato de Gades.

Moderato de Gades, filósofo hispanolatino del siglo I d. C, perteneciente al Neopitagorismo.

Natural de Gades (la actual Cádiz), vivió en el siglo I de la era cristiana. Se sabe muy poco sobre él: se cree que enseñó en Roma cuando era emperador Nerón, fue contemporáneo de Séneca y gozó de bastante prestigio no sólo entonces, sino en siglos posteriores. Durante mucho tiempo se le confundió con su paisano Lucius Junius Moderatus, Columela.

Obra.

Dentro del movimiento filosófico de su época, caracterizado por el Eclecticismo, significó la restauración de la filosofía de Pitágoras mediante lo que se ha venido a llamar Neopitagorismo. Escribió unas Lecciones pitagóricas en griego, distribuidas en once libros, que se ha perdido, si bien Estobeo en su Florilegium ha conservado tres fragmentos que versan sobre la teoría de los números. Estos textos fueron recogidos y traducidos por Adolfo Bonilla y San Martín en su Archivo de Historia de la Filosofía, Madrid, 1905. Anteriormente los editó Mullach en Fragmenta philosophorum graecorum, París, 1881, tomo II, pág. 48.

Sus ideas han llegado a nosotros también indirectamente, a través de escasos pero extensos pasajes de filósofos neoplatónicos e historiadores griegos (Plutarco de Queronea en sus Moralia, IV; Sirano, Suidas, Eusebio de Cesarea, el comentario de Simplicio a la Física de Aristóteles, Jámblico, que comenta sus enseñanzas sobre el alma y según las cuales ésta es una construcción numérica armónica permanente y universal en unidad y se cuenta entre las sustancias matemáticas, y dos pasajes extensos de Porfirio en sus Vidas de Plotino (cap. XX) y Pitágoras (cap. XLVIII), donde comenta su interpretación de los números y los principios primeros). Moderato fue llamado por San Jerónimo vir eloquentissimus. Según Étienne Vacherot, citado por Marcelino Menéndez Pelayo en sus Ensayos de crítica filosófica, Moderato

Intenta fundir en una sola doctrina el pitagorismo y el platonismo. Este filósofo admitía, además de la materia, tres principios de las cosas: la unidad primera, superior al ser y a toda esencia; la unidad segunda, que es el verdadero ser, lo inteligible, las ideas; la tercera unidad, que es el alma, y que como tal, participa de la unidad primera y de las ideas. En cuanto a la materia, Moderato intentaba enlazarla con el principio divino.» La razón universal (decía), queriendo dar nacimiento a todos los seres, había separado de su esencia la cantidad, retirándose de ella y privándola de todas las formas e ideas que le pertenecen. Esta cantidad, esta idea, separada, por privación, de la razón universal que contiene en sí misma las razones de todos los seres, es el modelo de la materia corpórea. Por consiguiente, la materia no es otra cosa que la cantidad ideal desprendida de la unidad divina y convirtiéndose, por su separación, en cantidad real, sin forma y sin unidad, dividida y dispersa hasta lo infinito.

Numenio de Apamea.

Numenio de Apamea fue un filósofo griego que vivió en Apamea en Siria y trabajó durante la segunda mitad del siglo II. Era pitagórico y precursor del neoplatonismo.

Parece ser que tomó a Pitágoras como su mayor autoridad, mientras que al mismo tiempo sigue principalmente a Platón. Llama a este último un «Moisés atenizante», con lo que compara a Platón con un Moisés helénico. su principal desviación respecto a Platón es la distinción entre «primer Dios» y «demiurgo». Esto es probablemente debido a la influencia de filósofos judíos de Alejandría (especialmente Filón de Alejandría y su teoría del Logos). De acuerdo a Proclo (Commentario en Timaeum, 93), Numenio mantenía que había una especie de trinidad de dioses, cuyos miembros designaba como «padre», «hacedor» y «aquello que es hecho», es decir, el mundo. El primero es la suprema divinidad o inteligencia pura, el segundo el creador del mundo, el tercero, el mundo. Sus obras fueron tenidas en gran estima por los neoplatónicos y Amelio (que era crítico con el gnosticismo) parece que escribió casi dos libros de comentarios sobre Numenio.

HERMETISMO.

El hermetismo es un conjunto de creencias filosóficas y religiosas, basadas principalmente en escritos atribuidos a Hermes Trimegisto

Definición.

El hermetismo filosófico se erige sobre la base de un conjunto de escritos supuestamente aparecidos bajo el período de la dominación romana en Egipto (entre los siglos I y III), y puestos bajo la advocación de Hermes Trimegisto. Probablemente, el hermetismo sea el "intento helénico" de sistematizar filosóficamente parte de las doctrinas religiosas y místicas de la cultura egipcia (aunque no tenemos por qué descartar otras influencias "orientales", como la israelita, por ejemplo). Asimismo, es muy probable que esta sistematización filosófica o "culta" se llevara a cabo sobre la base de otros escritos anteriores de ciencias ocultas (el llamado hermetismo técnico o popular). En esta definición nos ceñiremos a estos escritos tardoantiguos, que servirán de base para toda la vasta producción hermética posterior.

En cuanto al desarrollo histórico del hermetismo, no nos extenderemos, puesto que correríamos el riesgo de simplificar en exceso procesos demasiado complejos. La tradición hermética se "fundiría" con parte del entramado neoplatónico y el cristianismo incipiente durante la Antigüedad tardía, y con la religión católica, el cisma luterano, y la cábala, a través de los filósofos (platónicos, herméticos) y magos del Renacimiento y el Barroco, pero en ningún caso se difuminaría el esqueleto de su filosofía. Asimismo, el hermetismo inspiraría, por su potencia seductora, muchas corrientes ocultistas decimonónicas. Su universo viviente y su exaltación del espíritu humano, servirían en el siglo XIX tal como sirvieron en el Renacimiento: para que muchos díscolos y extraños personajes se enfrentaran al mecanicismo, al materialismo y al racionalismo militante impuesto desde la "pedantería académica" (aristotélica o positivista) y la Ilustración.

Un caso aparte es la tesis (debida en buena parte a Yates) que erige a la filosofía hermética como uno de los motores propiciadores del advenimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII. No entraremos en las numerosas críticas a esta aventurada teoría, pero sí apuntaremos que se fundamenta sólidamente en la concepción de magia natural renacentista y barroca, así como en la exaltación del hombre y su intervención en el mundo físico, definidora (por supuesto con muchos matices), como veremos más adelante, de la filosofía hermética.

Es muy difícil deslindar el hermetismo filosófico (místico) del hermetismo técnico (ocultista). Casi con total seguridad podemos decir que los filósofos herméticos fueron desde el principio practicantes de la astrología, la alquimia y la magia. Aunque por encima de todo hay que considerar al hermetismo como un constructo filosófico (una amalgama de estoicismo, medioplatonismo, neopitagorismo y algo de aristotelismo), pero con fines "prácticos" (la meta de todo buen hermetista es alcanzar la comunión con Dios mediante la revelación teúrgica).

No se ha incidido demasiado en la obsesión de Festugière por deslindar la "gnosis optimista" de la "gnosis pesimista". Siempre desde nuestra visión, esta separación no se sostiene en los textos. El hermetismo no es en ningún caso una doctrina tan contradictoria. Por otro lado, es evidente que los "filósofos herméticos" no pretendían erigir un ensamblaje filosófico infalible.

La ordenación aquí ofrecida de los Hermetica filosóficos tardoantiguos tiene un valor eminentemente didáctico. La finalidad de esta "ordenación" es facilitar la comprensión de las doctrinas contenidas en el Corpus, el Asclepio, y en los Extractos de Estobeo y las Definiciones Armenias. Por lo tanto, la estructura ofrecida a continuación es, en cierto modo, subjetiva. Se han incluido aquí aquellas cuestiones y conceptos que, desde nuestro punto de vista, habría que destacar del ecléctico constructo filosófico hermético tardoantiguo.

"Arquitectura" de los Hermetica filosóficos.

  • La tríada hermética: Dios, cosmos y hombre

  • El Macromosmos hermético

  • La teología hermética: Dios

  • La mónada

  • El génesis hermético

  • El Pensamiento (Noûs)

  • La jerarquía del Noûs

  • La Palabra (Lógos)

  • Pneûma

  • Eternidad (Aión)

  • El Cosmos

  • El movimiento

  • Apocatástasis

  • La jerarquía celeste

  • El Microcosmos hermético. El Hombre

  • La doctrina del alma en el hermetismo

  • La materia en el hermetismo

  • El dualismo hermético

  • El hermetismo como Religio Mentis

  • Palingenesia

  • El silencio hermético

  • Teúrgia: la creación de dioses y la atracción de las potencias celestes.

  • La tríada hermética: Dios, cosmos y hombre.

    Primero Dios, segundo el cosmos, tercero el hombre.

    El hermetismo es completamente unitario en cuanto a la tríada fundamental que estructura la realidad. Debemos considerar a Dios como un cosmos inmóvil, al cielo como un cosmos móvil y el hombre como un cosmos racional (DH I 1), capaz de elevarse hasta el creador y demiurgo. En esta procesión hipostática el hombre es imagen del cosmos, y el cosmos es producto de Dios, cuyo aliento (pneûma) conduce el movimiento de los astros (CH III 2) y une a todos los seres en una cadena simpática. Sobre las otras “fuerzas” que actúan en la creación, tales como la providencia, la necesidad, el destino y la eternidad volveremos más adelante; baste ahora con poseer una visión clara sobre los pilares que sustentan el engranaje de lo creado y su absoluta dependencia (CH XVI 17: Dios-cosmos inteligible-cosmos sensible-sol-ocho esferas-demonios-hombres). Esta dependencia, importantísima para mantener el edificio hermético y sus “aplicaciones prácticas”, es reiterada constantemente en los Hermetica. Las diferentes concepciones de estas hipóstasis fundamentales y los seres intermedios (nos referimos sobre todo al sol como segundo demiurgo entre el cosmos y el hombre) no deben confundirnos, antes bien son intentos de conciliar nuestra tríada primera mediante entidades enlazadoras.

    El hermetismo debe ser considerado como una “filosofía” plena de vida: el universo hermético está vivo, y sus entidades regidoras actúan eternamente. La muerte y el vacío no tienen cabida en el hermetismo.

    El Macromosmos hermético.

    La Teología Hermética: Dios.

    Porque el Bien es inalienable e inseparable de Dios: es Dios mismo.

    El Dios Supremo es el principio fundamental sobre el que se articula toda la doctrina hermética. Dios es a la vez Padre y Bien, creador y demiurgo. Dios es el Bien supremo y el óptimo artesano de la creación.

    La otra denominación de Dios es la de padre, en su capacidad de crear todas las cosas. Pues lo propio de un padre es crear (CH II B 17). Y por eso se maldice a los hombres estériles, que no han sabido imitar su obra.

    Dios se valió del Verbo para engendrar al cosmos: —El creador hizo la totalidad del cosmos no con las manos sino con la palabra. Piensa por ello que está presente, que existe eternamente, que creó todas las cosas, que es uno y único y que creó todos los seres por su propia voluntad (CH IV 1).

    En el hermetismo, las formas de aludir a Dios son aparentemente contradictorias, Dios es a la vez visible en lo creado, posee todos los nombres, es omnicorpóreo y goza de la fecundidad de ambos sexos, pero asimismo es incognoscible, innombrable, invisible y está envuelto en las brumas del misterio. Verdaderamente, esta forma de aludir a Dios y a sus atributos sólo pretende expresar que la totalidad de lo real es Dios mismo, siguiendo una tradición teológica de origen egipcio (Ra es “Aquel que es y no es”).

    En CH V 1-2 se nos dice que si Dios no fuera invisible no podría abarcar la totalidad de lo creado, no podría ser eterno, porque lo invisible es eterno. Dios, por tanto, sólo puede ser aprehensible por sus propias obras, puesto que se manifiesta en y a través de ellas y sobre todo a quienes él quiere mostrarse. La obra de Dios es visible en el hombre. Dios sólo puede conocerse a través de su artesanía (CH V 6). Por eso Dios está más allá de cualquier denominación, por eso es el invisible a la vez que el más evidente. Aquél que es contemplado por el pensamiento pero que también es visible a los ojos (CH V 10).

    Si Dios lo es todo, principio de la creación y creación misma, cuando hablamos de lo que es, hablamos de Dios, pues él contiene todo lo que es y nada es posible exterior a él, ni él fuera de nada (CH IX 9). Obsérvese que aquí no se establece una doctrina panteísta sin más, sino más bien una inmanencia absoluta de Dios, una forma de identificación total entre el creador y lo creado, que bien pudiera haber inspirado a Giordano Bruno. Si Dios es el Bien supremo, por fuerza es el engendrador de la Belleza y se debe tener la audacia de afirmar, Asclepio, que la esencia de Dios, si Dios la tiene, es la belleza; y que es imposible que lo bello y lo bueno se dé en ninguno de los seres del cosmos, pues todas las cosas que nuestra mirada abarca son mero simulacros y apariencias engañosos (CH VI 4). La voluntad de Dios es el principio creador, la energía que despliega genera la creación toda, y su esencia [es] querer que todas las cosas sean; pues Dios padre, el Bien, no sólo es el ser de todas las cosas, incluso cuando ya no son, [sino la realidad más íntima de todos los seres]. Esto es lo que es Dios padre, el Bien, y no cabe atribuirle ninguna otra cosa (CH X 2).

    Asimismo, y aquí debemos hacer hincapié, no cabe la muerte en Dios, porque la voluntad de Dios es la vida y si todas las cosas están vivas, tanto las terrestres como las celestes, y la vida es una, entonces la vida es generada por Dios y Dios ella misma. En suma, todas las cosas nacen de Dios y la vida es la unión de pensamiento y alma; y así la muerte no consiste en la destrucción de las cosas reunidas sino en la disolución de la unión (CH XI 14). Porque ¿cómo podrían existir cosas muertas en dios, imagen del todo y totalidad de la vida? (CH XII 16).

    Una bella alegoría nos muestra a Dios como un músico perfecto, que nunca desfallece, y que no sólo ejecuta la armonía de los cantos, sino que marca el ritmo de la melodía apropiada a cada instrumento (CH XVIII 1). Y así, encontramos en el Asclepio: Saber de música no consiste, por tanto, sino en conocer la distribución ordenada del conjunto del universo y cuál es el plan divino por el que se asignó un lugar a cada cosa; pues la ordenación que, en un plan artístico, reúne en un mismo conjunto las cosas singulares, completa un concierto muy dulce y verdadero que produce una música divina.

    La Mónada.

    Siguiendo la doctrina pitagórica, la unidad, como reflejo de Dios en todas las cosas, nos lleva a la concepción de la mónada como elemento analógico e inmanente a lo creado. La unidad, puesto que es principio y raíz de todo, está en todas las cosas como raíz y principio. Como principio de todas las cosas, pues nada hay sin ella, no se origina de la nada sino desde sí misma. Y como tal principio, la unidad contiene todos los números y no está contenida en ninguno, a la vez que genera todos los números sin ser ella generada por ninguno.

    El génesis hermético.

    En el principio existían Dios e hýle —materia en griego—; el aliento vital acompañaba a la materia, o mejor, estaba en la materia, pero no de la misma forma en que estaban en Dios el mismo aliento y los principios originarios del cosmos, pues aunque estas cosas no existieran de hecho, al no haber sido generadas todavía, existían al menos en lo que había de generarlas.

    Ya hemos trazado suficientemente la voluntad creadora de Dios, ahora dilucidemos la Creación en sí. La cuestión de la Creación es una de las más complejas, dispersas y contradictorias de los Hermetica. Los tratados CH I Poimandres, CH III, y SH XXIII Kore Kosmou son los textos que mejor recogen los diferentes génesis herméticos. Se ha querido ver en CH I influencias del Génesis bíblico, pero probablemente el parecido resulte fruto del interés de los hermetistas por el pasaje del Antiguo Testamento, es decir, que ambas construcciones, la egipcia y la israelita, fueran muy parecidas y fácilmente confundibles.

    Principio de todos los seres es Dios, Pensamiento, naturaleza, materia y sabiduría que muestra todas las cosas. Principio es lo divino, naturaleza, energía, necesidad, fin y renovación. Había una inextricable tiniebla en el abismo, agua y un aliento vital, sutil e inteligente que existían en el caos por el poder divino. Fue proyectada entonces una sagrada luz y, procedentes de la sustancia húmeda, los elementos fueron consolidados [en la arena]. Y los distintos dioses [distribuyeron] esta naturaleza seminal

    En cualquier caso, la caída del hombre es el eje esencial del génesis hermético. Y aquí la diferencia entre la gnosis optimista y la pesimista se muestra con total crudeza: ¿ha caído el hombre en un tormento de humillaciones o por el contrario ha sido ensamblado en una creación maravillosa y única? Para los filósofos del Renacimiento no cabía dudar, y en cualquier caso, no es aceptable considerar que los hermetistas representaron una tierra eminentemente malvada, una cárcel de hombres más propia de las corrientes gnósticas.

    El Pensamiento (Noûs).

    El pensamiento ve todas las cosas, los ojos sólo las corpóreas.

    Al hombre, por su excelencia y piedad, le está permitido acceder a los misterios de Dios, pero no podrá alcanzar semejante conocimiento mediante el pensamiento dialéctico. Será por medio de la revelación y la recepción del Noûs (véase más abajo el capítulo llamado “Palingenesia”) por las que el hombre pueda elevarse y atravesar el cielo hasta Dios mismo. Así, Poimandres, el Noûs del poder supremo, desciende sobre aquel que desea ser instruido sobre los seres, comprender su naturaleza y llegar a conocer a Dios (CH I 3), y en pleno éxtasis teúrgico comienza su labor mistagógica.

    Lo incorpóreo que sostiene al cosmos es un Noûs total que totalmente se contiene a sí mismo. Un pensamiento total que se contiene totalmente a sí mismo, libre de cualquier cuerpo, estable, impasible, intangible, inmóvil él mismo en sí mismo, capaz de contener todas las cosas y salvaguarda de todos los seres, cuyos rayos son el Bien, la Verdad, el arquetipo del aliento vital y el alma arquetípica (CH II B 12).

    Asimismo, y enlazando con la doctrina de la libertad, el noûs es un don divino: aquellos hombres que opten por la senda de la sabiduría accederán al Bien, rechazando el mal (CH IV, 3-6). El pensamiento es una recompensa para las almas virtuosas, y aquellos que se sumerjan en la gran crátera participarán del conocimiento y se convertirán en hombres perfectos, y no caerán en la ignorancia de los hombres irracionales, dominados por las pasiones y los apetitos corporales.

    La jerarquía del noûs.

    Esta jerarquía obedece a cuatro momentos de un mismo proceso: Dios, cosmos y hombre.

  • Noûs divino: el conocimiento del carácter mismo del pensamiento de Dios es la cúspide de la verdad.

  • Noûs de la eternidad: el conocimiento de la extensión y el funcionamiento de la obra de Dios.

  • Noûs cósmico: el conocimiento de la naturaleza que resulta de la observación de todas las cosas.

  • Noûs humano: aquel del que se vale el hombre (mediante la memoria del pasado), para comprender y gobernar el mundo.

  • La Palabra (Lógos).

    Así pues, la palabra es imagen y pensamiento de Dios…

    La palabra es el instrumento del pensamiento, pues la palabra interpreta lo que el pensamiento quiere.

    Se dice que Dios generó el cosmos mediante la palabra, es decir, que el pensamiento se hizo actividad mediante el Verbo divino. El hombre está dotado de pensamiento y palabra, y ambos están dotados del mismo valor que la inmortalidad. La palabra es distinta de la voz, porque la palabra que contiene en sí el valor del pensamiento está llena de sabiduría y poder (dýnamis). La palabra habita el pensamiento, y por eso es común a todo hombre, y sólo la voz es distinta: —En efecto hijo, es diferente de uno a otro [la palabra], pero la humanidad es una sola: igualmente es una palabra y se traduce de una lengua a otra; de modo que, en realidad, encontramos un solo y mismo concepto en Egipto, Grecia o Persia… (CH XII 13). Si hay diferentes formas de expresar el pensamiento, aquella lengua que guarde en sus entrañas el misterio divino será la más alta y bella de todas, la más cercana a Dios; para Giordano Bruno, siguiendo el pasaje de CH XVI 2, esa lengua era la egipcia, y para Pico della Mirandola la hebrea, entroncando así con la tradición cabalística. Con todo, lo cierto es que el griego, lengua bárbara falta de poder, no era la más adecuada para expresar las “opiniones herméticas”.

    Considerando lo anterior, no debe extrañarnos que Jámblico defina la teología egipcia como una “mistagogia oculta en los símbolos” (Sobre los mist. VII 1). El hermetismo, debido a su raíz egipcia es deudor de un lenguaje simbólico, muy alejado de la “lengua de los filósofos”. Las palabras en el hermetismo deben estar imbuidas de noûs, y si no es así, siempre es mejor el silencio (véase más abajo el capítulo “Silencio hermético”). Como se ve, este es un ejemplo claro de la mecánica y nada coherente separación entre el hermetismo llamado técnico y el filosófico. El hermetismo es una “filosofía” de poder, no un saber más con el que demostrar y enseñar los procesos cósmicos mediante un lenguaje llanamente racional. Los hermetistas eran teúrgos; si eran o no filósofos depende de lo que estemos dispuestos a aceptar bajo el término filosofía.

    Pneûma.

    Por el aliento vital, son suministrados y vivificados todos los seres del cosmos, de acuerdo con las órdenes del Dios supremo al que obedece como su órgano o instrumento que es.

    El Pneûma es el impulso o energía cósmica que ordena el curso de los astros y vivifica a todos los seres de la creación. Por lo tanto, los procedimientos mágicos y astrológicos se valen de este éter, de esta sustancia común de los astros para poder llevar a cabo sus “obras milagrosas”.

    Eternidad (Aión).

    Ciertamente la eternidad es la imagen de Dios, el cosmos la de la eternidad, el sol del cosmos y el hombre, en fin, la del sol.

    La eternidad es un concepto fundamental en el hermetismo, sobre todo en el tratado XI del Corpus y en el Asclepio. La eternidad no es una hipóstasis, dios o entidad mal encajada entre Dios y el cosmos, es un atributo de Dios y la creación toda. La eternidad es el pilar que sustenta lo creado. Dios gobierna eternamente el cosmos y sus seres vivos. La Creación es una eternidad viviente y el cosmos provee de vida eternamente a todos los seres que lo habitan.

    El Cosmos.

    Por su parte, el cosmos, junto con el sol, también es padre, pero sólo de los seres que existen por participación y por tanto no es causa para los vivientes ni del bien ni de la vida en el mismo sentido que Dios.

    Con lo expuesto anteriormente ya deberíamos tener una base lo suficientemente sólida como para comprender el mecanismo esencial del hermetismo. El cosmos fue formado jerárquicamente (gracias al Verbo divino, se asienta en el Noûs primordial (lo incorpóreo), se mueve gracias al soplo divino (pneûma) y extiende su actividad en la eternidad, que se vale de la providencia (Prónoia), el destino (Heimarméne) y la necesidad (Anánke) para regir y mantener unido el todo en un orden perfecto, a pesar del azar consustancial a lo material (Asc. 40). La providencia es la razón perfecta en sí misma del Dios celestial, la voluntad y el proyecto divinos; el destino es la necesidad de que se cumplan todos los acontecimientos, enlazados unos con otros como los eslabones de una cadena, bajo el gobierno de los astros; la necesidad es una resolución inquebrantable e inalterable de la providencia (las definiciones de providencia, necesidad y destino, son las expuestas por Xavier Renau Nebot en Textos Herméticos, Madrid: Gredos, 1999, pp. 556-557).

    Sólo Dios es eterno, mientras que el cosmos, que ha llegado a ser por causa del padre, es siempre-vivo (aeízoon)e inmortal.

    El movimiento.

    Pero padre, ¿no te parece inmóvil la tierra? No hijo mío, es precisamente lo único que es a la vez multimóvil y estable; porque, supuesto que es imposible que un procreador procree si movimiento, ¿no sería ridículo pensar que permanece inmóvil precisamente la que es el alimento de todos los seres y la procreadora y generadora de todas las cosas?

    El cosmos está en perpetuo movimiento debido a una causa incorpórea (aliento vital, alma), en el seno de lo incorpóreo (Noûs), es decir, de un pensamiento total que totalmente se contiene a sí mismo (CH IIB 12). El movimiento se equilibra debido a la repercusión de los opuestos. Hay que dejar constancia una vez más que el movimiento no se produce en el vacío. El vacío no existe para el hermetismo.

    El movimiento es el principio del cambio en el cosmos. La totalidad de lo creado se rige por la irresistible fuerza generadora de la rotación y la desaparición, de la revolución y la renovación.

    Apocatástasis.

    No existe la muerte en el hermetismo, sólo destrucción y renovación perpetuas, porque “muerte” es “aniquilación pero nada hay en el cosmos que sea aniquilado. En efecto, el cosmos es un segundo dios y un ser vivo inmortal y es por tanto imposible que muera parte alguna de este viviente inmortal, pues todo lo que existe es parte del cosmos y privilegiadamente el hombre, el ser vivo racional. (CH VIII, 1). Como señala Xavier Renau Nebot, la apocatástasis es una manifestación de la doctrina del eterno retorno, típica de las teologías solares y, en particular, de la religión egipcia.

    La jerarquía celeste.

    El cielo está gobernado por el primer círculo de los treinta y seis decanos (SH VI 1-9), a través de los demonios y los planetas, cuyo usiarca es el Pantomorfo. Este primer círculo linda con la esfera de las estrellas fijas (SH VI 12) y el Zodiaco. A continuación giran las Siete Esferas, regidas por la Fortuna y el Destino, mediante las cuales todas las cosas cambian según ley natural en un movimiento perpetuo.

    El Noûs demiúrgico, dios del fuego y el aliento vital, fabricó los siete gobernadores (CH I 9), los planetas, gobernados por el sol, cuyo usiarca es La Luz. El sol es el demiurgo segundo (CH XVI 4-9), generador de la vida, garante del orden cósmico, luz sensible vehículo de la luz inteligible y centro del cosmos.

    El cosmos sensible está gobernado por el sol y fragmentado por las ocho esferas. El mundo sublunar está regido por la íntima relación entre la luna y la tierra, y se encuentra sometido al cambio perpetuo, siendo la morada del hombre y de las almas. Sobre el Hades en el hermetismo, véase Asc. 17 y la extensa nota sobre esta cuestión en Textos Herméticos.

    El Microcosmos. El Hombre.

    A continuación, el Pensamiento, padre de todas las cosas, vida y luz, engendró al hombre a su imagen y le amó como a un hijo, puesto que, creado a imagen del padre, era hermosísimo. En realidad, pues, Dios amó a su propia imagen. Y entregó al hombre todas sus criaturas.

    La respuesta a por qué el hermetismo fue tan estimado en el Renacimiento es bien sencilla: su exaltación del ser humano. Frente a las corrientes gnósticas, que depreciaban toda relación entre el hombre y la naturaleza, el hermetismo enseña que el cosmos ha sido creado para que el hombre, a través de aquél, pueda contemplar al creador (Asc. 8). El hermetismo es antropocéntrico porque tiene fe en lo que de divino hay en la naturaleza humana.

    La astrología hermética nos enseña que el hombre es un reflejo del cielo (melotesia), es un microcosmos en simpatía con el macrocosmos. Los influjos decánicos, zodiacales, planetarios y demoníacos tienen una importante repercusión en el cuerpo y el alma humanos.

    La excelencia del hombre es el núcleo de la antroposofía hermética (véanse Asc. 9-10 y 23, CH I 12-14, CH IV 2, CH X 24, CH X 25, CH XII 12, DH VI 1, DH VIII 6 y DH IX 6), y precisamente fue un fragmento del Asclepio el que sirvió a Pico della Mirandola para crear su maravilloso Discurso sobre la dignidad del hombre:

    El hombre es por ello, Asclepio, un gran milagro, un ser vivo digno de veneración y honor, un ser que muda a la naturaleza de un dios como si realmente lo fuera, un ser que se entiende con el género de los demonios, conocedor de que su naturaleza es congénita a la suya, un ser que desprecia su componente de mera naturaleza humana fiado en el carácter divino de su otra parte. ¡Oh cuán felicísima es la naturaleza compuesta del hombre! Está vinculado a los dioses en consanguínea divinidad mientras desprecia la parte de sí que lo hace terrenal, se hermana con el lazo del amor a todos los otros seres a los que se sabe vinculado por disposición divina, levanta sus ojos al cielo. Tal es su privilegiado lugar intermediario, tanto ama a los seres que le son inferiores como es amado por los que le sobrepasan. Cultiva la tierra, se mezcla con los elementos gracias a la agilidad de su mente y desciende a las profundidades con la penetración de su espíritu. Todo le está permitido, ni siquiera el cielo le parece lejano porque lo mide desde muy cerca gracias a su ingenio; ninguna tiniebla del aire ensombrece la aplicación de su mente, ni obstaculiza su actividad la densidad de la tierra, ni entorpece su mirada la insondable profundidad de las aguas. Es a un tiempo todas las cosas y está a la vez en todas partes.

    El hombre puede considerarse en el hermetismo en virtud de una doble naturaleza: una mortal y otra inmortal. En cuanto mortal está sometido al cambio (SH IIA 11-12), y en cuanto inmortal está capacitado para elevarse hasta el propio pensamiento de Dios mediante sus propios méritos.

    La doctrina del alma en el hermetismo.

    Todo está lleno de alma. Fíjate en cómo se mueven todas las cosas: unas alrededor del cielo, otras en torno a la tierra…

    El alma en el hermetismo es principio y causa incorpórea del movimiento en la región sublunar. Las almas habitan en el aire y son gobernadas por la luna (SH XXIV 1). Además toda alma es inmortal y está siempre en movimiento (SH III, 1). Las almas no son entidades independientes, son fragmentos que existen en virtud de una sola: el Alma del Mundo . Esta Alma del Mundo parece ser una emanación del propio Dios, no un atributo más del cosmos. El soplo divino (pneûma), unido al cuerpo, conduce al alma (irracional). Esta alma llanamente irracional puede elevarse al noûs divino (alma racional).

    El alma es el recipiente donde son vertidas las faltas de los hombres, y una vez el cuerpo se disuelve, podrán elevarse o ser castigadas por su impiedad y apego a las pasiones corporales. Las almas atravesarán los elementos en un proceso de purificación progresiva, reencarnándose hasta alcanzar el coro de los dioses, pues éste es el premio que espera a los que viven en la piedad con Dios y atienden al mundo con diligencia. Pero quienes no lo hagan y vivan en la impiedad, verán denegado su retorno al cielo y comenzarán una migración ignominiosa e indigna de un espíritu santo, encarnados en cuerpos ajenos (Asc. 12). Las almas son ordenadas por los centinelas de la providencia, el Psicoguardián y el Psicoguía. El Psicoguardián ‹es el vigilante› de las almas ‹aún no encarnadas› y el Psicoguía es el que conduce y señala sus cometidos a las almas mientras se incorporan (SH XXVI 3).

    El alma se eleva hacia las alturas, atravesando las siete esferas. En la primera abandona la actividad de aumentar y disminuir; en la segunda, la maquinación insidiosa; en la tercera, el deseo; en la cuarta, el ansia de poder y la ambición; en la quinta la audacia impía y la temeridad de la desvergüenza; en la sexta, la sórdida avaricia; y finalmente, en la séptima esfera, abandona la mentira traicionera. Llega así a la naturaleza ogdoádica, uniéndose a las potencias, a las almas divinizadas. Se completa así la anábasis del alma.

    La materia en el hermetismo.

    La tierra es el soporte del cosmos, la base de los elementos, la nodriza de los seres vivos, el receptáculo de los muertos, pues es la última tras el fuego y el agua.

    La diosa Isis representa el receptáculo universal terrestre. En el seno de la madre y la doncella del cosmos sublunar sólo hay cabida para el cambio eterno, para el movimiento y la generación continuos. La materia es el elemento pasivo del cosmos, aquello que necesita ser activado por la energía incorpórea para nacer. No obstante, la materia contiene el principio de la fecundidad, el poder y la capacidad natural de concebir y dar a luz (Asc. 14). Los cuerpos están compuestos de materia en distinta proporción. La proporción material se mide por la magnitud de los elementos terrestre, acuático, aéreo e ígneo (DH 1-6). Estos elementos son mezclados y disueltos eternamente debido a la velocidad del movimiento del cosmos (CH IX 7).

    La materia es considerada, en general, como un recipiente tenebroso y sucio, una cárcel para el alma, sujeta al cambio, a lo inaprensible, a las pasiones y los apetitos indignos. No obstante, en la medida en que ha recibido participación de todo, accede también de algún modo al Bien: el cosmos es bueno en calidad de creador, pues crea todas las cosas y, en este limitado sentido, participa del Bien; pero no así en todo lo demás, pues es un ser pasible, móvil y creador de seres pasibles.

    El dualismo hermético.

    Nada bueno hay sobre la tierra, nada malo hay en el cielo.

    Que el Bien existe sólo en Dios y en ninguna otra parte.

    El eje del pensamiento hermético está dominado por el dualismo luz-oscuridad, masculino-femenino, bueno-malo… Bien y mal confluyen en el cosmos como potencias necesarias para el orden. Dios es la fuente absoluta del bien, y el mal es una realidad ineludible no achacable a la voluntad divina, pues dispondremos de lo que procede de Dios, pero es también que lo que procede de nosotros lo acompañe y no quede rezagado. Por eso sólo nosotros, y no Dios, somos los responsables del mal, en la medida en que lo prefiramos al Bien (CH IV 8). Por lo tanto el mal y el sufrimiento fueron sembrados en el mundo para que el hombre, mediante el pensamiento, la ciencia y el entendimiento, ascienda con humildad hasta el conocimiento de Dios, la Suma Bondad (Asc. 16). El hermetismo se enfrenta así a las corrientes gnósticas que consideran el cosmos como una totalidad malvada y tenebrosa, ajena al verdadero Dios.

    El bien es voluntario, el mal involuntario.

    La gnosis pesimista, de probable origen “oriental”, hace hincapié en la maldad del hombre (SH XI, sent. 19, CH VI 3-6). Sólo mediante la piedad y el conocimiento de lo divino es capaz el ser humano de elevarse desde su propia esencia malvada. El hombre es libre para rechazar las pasiones y las vanas ataduras mundanas y encaminarse por la senda de la piedad y la sabiduría, aunque esté sometido al destino, porque nada en el cielo es esclavo, nada sobre la tierra es libre.

    El hermetismo como Religio Mentis.

    Si buscas a Dios, en fin, pretendes también la belleza, pues uno solo es el camino que a él conduce: la piedad por medio del conocimiento.

    Cuando aprehendas todas estas cosas a la vez, los tiempos, los lugares, las sustancias, sus cualidades y cantidades, podrás conocer a Dios.

    El hermetismo no es una corriente religiosa, no posee una liturgia común o un libro sagrado único e inapelable. El hermetismo es una “filosofía” del conocimiento de Dios, una alianza entre sabiduría y piedad que se vale de la experiencia revelatoria y el ritual teúrgico para alcanzar la sabiduría divina. Para los hermetistas, la filosofía sólo consiste en el esfuerzo por conocer a Dios mediante la contemplación y la santa piedad. La ciencia del conocimiento de Dios lo ocupa todo, y la filosofía pura, la que sólo está pendiente de la piedad para con Dios, únicamente deberá interesarse en las otras ciencias en la medida en que, a través de ellas, podamos maravillarnos de cómo el retorno de los astros a sus posiciones iniciales, sus estaciones fijadas de antemano y todos sus cambios están regulados por el número, y que, al conocer las dimensiones, las cualidades y las cantidades de la tierra, las de las profundidades del mar, las de la potencia del fuego y las actividades de la naturaleza de todos ellos, el hombre se vea llevado, por la admiración, a adorar y colmar de elogios el arte y la sabiduría de Dios (Asc. 13).

    La excelencia del hombre se cifra ante todo en la piedad, que es el origen de la bondad y ésta sólo puede ser perfecta si la virtud del desprecio la ha fortificado contra todo deseo de cosas ajenas; porque ajenas a todo aquello que nos emparenta con los dioses son las cosas de esta tierra que se poseen por un deseo del cuerpo y a las que se denomina “posesiones”, pues no nacen con nosotros sino que se poseen posteriormente, lo que nos da el sentido de la palabra “posesiones”.

    El hombre debe recoger las semillas divinas: la virtud, la templanza y la piedad, huyendo de la ignorancia del vulgo con el fin de alcanzar el conocimiento primordial. Pero el conocimiento es virtud de muy pocos, y la muchedumbre odia a los hombres buenos y sabios (CH IX 4), porque no todos los hombres disfrutan de la capacidad de pensar, pues hay dos tipos de hombres, el material y el esencial; el material, que vive entre el mal, retiene, como decía, la semilla demoníaca del pensar, el segundo, ligado por esencia al Bien, es conservado sano y salvo por Dios (CH IX 5).

    Dios mismo guía al hombre piadoso que desea conocer la esencia divina, ya que tener esperanza en conseguirlo es el camino [adecuado, derecho] y fácil que conduce hasta el Bien; él te acompañará en cualquier recodo del camino, él se te manifestará en todas partes, donde y cuando menos te lo esperes, estés despierto o dormido, mientras navegues o cuando camines, de noche o de día y tanto si hablas como si callas. Pues nada existe que no sea él.

    Palingenesia.

    En el hermetismo la condición indispensable para la salvación es la regeneración. La regeneración consiste en un segundo nacimiento en el estado divino, en la recepción del noûs. Para llevar a buen término esta regeneración el hombre piadoso ha de buscar la sabiduría inteligible en el silencio y la semilla del verdadero Bien, y ha de ser fecundado por la voluntad divina mediante la determinación inquebrantable, la ascesis y la pureza moral. Esta pureza moral pasa por vencer los doce vicios constituidos a partir del círculo del Zodiaco, a saber: la ignorancia, la aflicción, la incontinencia, el deseo, la injusticia, la codicia, la mentira, la envidia, el fraude, la ira, la imprudencia y la malignidad. Estos doce vicios son dominados por las diez potencias o virtudes, que son: el conocimiento de Dios, el conocimiento de la alegría, la templanza, la fortaleza, la justicia, la generosidad, la verdad, el bien, la vida y la luz.

    El silencio hermético.

    Guardando silencio, comprendes; hablando, hablas. El pensamiento concibe la palabra en el silencio y sólo la palabra del silencio y del pensamiento es salvación.

    El propio valor de la palabra en el hermetismo impide la vacuidad de la palabra proferida. El pensamiento ha de inundar la palabra, y ante el éxtasis revelatorio el silencio es lo más prudente. La Belleza de Dios sólo podrá ser contemplada cuando ya nada puedas decir sobre ella, pues conocerla supone un silencio divino y una inactividad de los sentidos (CH X 5). Asimismo, la divulgación de los misterios de la regeneración es proscrita por su impiedad: tan recónditos y grandiosos secretos no podrán ser propalados al vulgo ignorante, so pena de caer en el absurdo y la confusión. Por lo tanto, evita las conversaciones con la multitud, no quiero impedírtelo, pero más bien les parecerás ridículo, pues sólo lo igual se asocia con lo igual y lo distinto no es jamás amigo de lo distinto. De hecho, estas palabras no tienen legítimamente sino unos pocos oyentes, y quizás no tengan ni esos pocos (SH XI 4).

    Alcanzar a Dios implica elevar el pensamiento sobre la naturaleza mortal, sublimar la esencia del alma, pues cuando la belleza ilumina todo el pensamiento, inflama el alma entera y la atrae hacia arriba a través del cuerpo, transfigurando (al hombre) por completo para la esencia. Pues es imposible, hijo, que tras contemplar la belleza del Bien, el alma sea divinizada en un cuerpo de hombre.

    Teúrgia: la creación de dioses y la atracción de las potencias celestes.

    Ya dejamos constancia más arriba de que el hermetismo es una “filosofía” de poder. Su finalidad última, como bien sabemos, es el conocimiento de Dios, y para ello se vale del ritual teúrgico, y no sólo de los meros razonamientos e intuiciones utilizados por el resto de creencias y filosofías. Es cierto, el hermetismo utiliza la magia para conocer y dominar las fuerzas cósmicas, pero no se trata de magia común, dirigida a hacer el bien o el mal según la voluntad del mago, sino de un poder derivado de la recepción del noûs, capaz de acercar al teúrgo-filósofo a la naturaleza divina de la creación. A nivel práctico, este poder basado en la simpatía cósmica consigue animar estatuas y crear imágenes divinas, insuflándoles aliento vital. El hombre puede modelar sus dioses a semejanza de sus propios rasgos faciales, construyendo estatuas capaces de conocer el porvenir, generar sueños adivinatorios, crear y curar enfermedades e influir sobre el estado de ánimo, de acuerdo con nuestra propia naturaleza y méritos (Asc. 23-24 y 37). El hombre se acerca a Dios imitando a la divinidad en su acto creador.

    GNOSTICISMO.

    Es un conjunto de corrientes sincréticas filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos. En efecto, puede hablarse de un gnosticismo pagano y de un gnosticismo cristiano, aunque el más significativo pensamiento gnóstico se alcanzó como rama heterodoxa del cristianismo primitivo.

    El gnosticismo cristiano, pagano en sus raíces, llegaba a presentarse como representante de su tradición más pura. El texto gnóstico Eugnosto el beato parece ser anterior al nacimiento de Cristo.

    La enorme diversidad de doctrinas y "escuelas gnósticas" hace difícil hablar de un solo gnosticismo. Algunos denominadores comunes de su pensamiento, no obstante, podrían ser:

    • Su carácter iniciático, por el cual ciertas doctrinas secretas de Jesucristo estaban destinadas a ser reveladas a una élite de iniciados. De esta forma, los gnósticos cristianos reclaman constituir testigos especiales de Cristo, con acceso directo al conocimiento de lo divino a través de la gnosis o experimentación introspectiva a través de la cual se podía llegar al conocimiento de las verdades trascendentales. La gnosis era pues la forma suprema de conocimiento, solamente al alcance de iniciados.

    • El mismo conocimiento de las verdades trascendentes producía la salvación. Según las diversas corrientes, la importancia de practicar una vida cristiana podía variar, siendo en cualquier caso algo secundario.

    • Su carácter dualista, por el cual se hacía una escisión tajante entre la materia y el espíritu. El mal y la perdición estaban ligados a la materia, mientras que lo divino y la salvación pertenecían a lo espiritual. Por esa razón no podía existir salvación alguna en la materia ni en el cuerpo. El ser humano sólo podía acceder a la salvación a través de la pequeña chispa de divinidad que era el alma o espíritu. Sólo a través de la conciencia de la propia alma, de su carácter divino y de su acceso introspectivo a las verdades trascendentes sobre su propia naturaleza podía el alma liberarse y salvarse. Esta experimentación casi empírica de lo divino era la gnosis, una experiencia interna del alma. Aquí se puede ver en el platonismo un antecedente claro del gnosticismo, tanto en su dualismo materia-espíritu, como en su forma instrospectiva de acceder al conocimiento superior, siendo la gnosis una versión religiosa de la mayéutica de Platón. Este dualismo también prefigura el futuro maniqueísmo.

    • Su peculiar cristología: Siendo la materia el anclaje y origen del mal, no es concebible que Jesucristo pudiera ser un ser divino y asociarse a un cuerpo material a la vez, puesto que la materia es contaminadora. Por esa razón surge la doctrina del Cuerpo aparente de Cristo, según la cual la Divinidad no pudo venir en carne sino que vino en espíritu mostrando a los hombres un cuerpo aparentemente material (docetismo). Otras corrientes sostienen que Jesucristo fue un hombre vulgar que en la época de su ministerio fue levantado, adoptado por una fuerza divina (adopcionismo). Otras doctrinas afirman que la verdadera misión de Cristo era transmitir a los espíritus humanos el principio del autoconocimiento que permitía que las almas se salvaran por sí mismas al liberarse de la materia. Otras enseñanzas proponían incluso que Jesús no era un ser divino.

    • Peculiares enseñanzas sobre la divinidad. Entre éstas se encontraba la de que todo espíritu era divino, incluyendo la parte espiritual del hombre (el alma), que no necesitaba a nadie para salvarse a sí mismo, siendo Cristo enviado a revelar esa verdad. Por otra parte, el creador/ordenador de la materia (llamado Demiurgo), al multiplicar con su creación la materia, sería un ser malvado y opuesto al verdadero Ser Supremo del cual surgió.

    • Conclusiones éticas muy divergentes: Siguiendo la idea de la condenación de la materia, algunas corrientes afirmaban que era necesario el castigo y martirización del cuerpo para, a través del padecimiento de la carne, contribuir a la liberación del espíritu, propugnando un modo de vida ascético. Sin embargo, otras corrientes afirmaban que, siendo la salvación dependiente únicamente de la gnosis del alma, el comportamiento del cuerpo era irrelevante, disculpándolo de toda atadura moral y librándolo a toda clase de goces. Otras enseñanzas reprobaban la multiplicación de la materia, siendo así la procreación un acto condenable. También existían corrientes que, al igual que el platonismo y las filosofías orientales, creían en el retorno cíclico de las almas a la prisión de la materia a través de la reencarnación. El iniciado, igualmente, buscaba romper este ciclo a través de la gnosis (a través de la iluminación, en las religiones orientales).

    • Interpretación alegórica del cristianismo y de las escrituras. Así, se reinterpretan a la luz gnóstica las historias de la creación, etc. dándoles significados filosóficos.

    • Establecimiento de jerarquías espirituales: En la cima de los seres existe un Dios, un ser perfecto e inmanente cuya propia perfección hace que no tenga relación alguna con el resto de seres imperfectos. Es inmutable e inaccesible. Descendiendo en una escala de seres emanados de aquél llegamos al Demiurgo, antítesis y culmen de la degeneración progresiva de los seres espirituales, y origen del mal. En su maldad, el Demiurgo crea el mundo, la materia, encadenando la esencia espiritual de los hombres a la prisión de la carne. En este escenario se libra una batalla entre los principios del bien y el mal, la materia (apariencia) y el espíritu (sustancia). Podemos ver paralelismos claros con el zoroastrismo.

    • Establecimiento de jerarquías humanas: En la cima de la jerarquía humana estaban los iniciados, en los que es predominante el espíritu. Ellos pueden experimentar la gnosis y acceder así a la salvación. Por debajo está el resto de los cristianos, en los que predomina el alma sensible y que se pueden salvar siguiendo la guía de los primeros. En la parte más baja están aquéllos en que predomina el cuerpo y que, por tanto, no alcanzarán la salvación.

    Síntesis.

    Se trata de una doctrina, según la cual los iniciados no se salvan por la fe en el perdón gracias al sacrificio de Cristo sino que se salvan mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, que es un conocimiento superior a la fe. La sola fe ni la muerte de Cristo bastan para salvarse. El ser humano es autónomo para salvarse a sí mismo. El gnosticismo es una mística secreta de la salvación. Se mezclan sincréticamente creencias orientalistas e ideas de la filosofía griega, principalmente platónica. Es una creencia dualista: el bien frente al mal, el espíritu frente a la materia, el ser supremo frente al Demiurgo, el alma frente al cuerpo.

    En 1945 fue descubierta una biblioteca de manuscritos gnósticos en Nag Hammadi (Egipto), que ha permitido un conocimiento mejor de sus doctrinas, anteriormente sólo conocidas a través de citas, refutaciones, apologías y heresiologías realizadas por Padres de la Iglesia.

    Se dice que el gnosticismo fue fundado por Simón Mago, personaje que aparece en el Nuevo Testamento. Su personalidad más relevante sin duda fue Valentín de Alejandría, que llevó a Roma una doctrina gnóstica intelectualizante. En Roma tuvo un papel activo en la vida pública de la Iglesia. Su prestigio era tal que se le tuvo en consideración como posible obispo de Roma. Otros gnósticos de renombre son Pablo de Samosata, autor de una célebre herejía sobre la naturaleza de Cristo. Carpócrates concibió la idea de la libertad moral de los perfectos, en la práctica una ausencia total de reglas morales.

    Finalmente, el amplio rango de variación moral del gnosticismo fue visto con recelo y el obispo Ireneo de Lyon lo declaró herejía en el 180 d. C., parecer que comparte la Iglesia Católica.

    Marción.

    Marción (280-374a.) nació en Asia Menor y fue a Roma en el ano140a. donde se unió a la Iglesia. Cayó bajo la influencia de los Gnósticos. Sus herejías fueron combatidas por muchos Padres de la Iglesia y en el ano 144 fue excomulgado. Estableció entonces su propia Iglesia con una organización y ritos similares a la Iglesia Romana haciéndose su rival

    Según su principal doctrina, el Dios del amor revelado por Jesucristo es muy diferente del Dios de la ley revelado en el Antiguo Testamento. El cristianismo, según el, no es el cumplimiento del judaísmo sino su remplazo. En vez de "la Ley y los Profetas", Marción propuso "El Evangelio y los Apóstoles". Para lograrlo, de todas las Escrituras escogió el Evangelio de Lucas radicalmente editado y diez de las cartas de Pablo. Este propuesto por Marción aceleró los esfuerzos de la Iglesia Católica por establecer su propio canon de las Escrituras.

    Al rechazar al Dios Creador del AT, Marción rechazó también la creación. Ensenó que la materia y el cuerpo son cosas malas. Practicaba un ascetismo riguroso y mal fundamentado. Llegó a negar que Jesús tuviese un cuerpo real.

    Marción quiso prescindir del Antiguo Testamento solo pretexto de que el Nuevo lo habría hecho caduco.

    (Cf. Catecismo 123)

    El Catecismo enseña que "El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede prescindir. Sus libros son libros divinamente inspirados y conservan un valor permanente porque la Antigua Alianza no ha sido revocada. En efecto, 'el fin de la economía antigua era preparar la venida de Cristo, redentor universal. Aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, los libros del Antiguo Testamento dan testimonio de toda la divina pedagogía del amor de Dios" -Cat 121

    Basílides.

    Basílides fue uno de los más célebres gnósticos. Vivió por los años 120-140 en Alejandría. Sus teorías se conocen por san Ireneo (Adversus haereses) y san Hipólito.

    Según Ireneo de Lyon, Basílides enseñaba que del Dios supremo habían surgido 365 cielos, uno de los cuales -el nuestro- encierra un mundo "sublunar" y está gobernado por un demiurgo subalterno: el Yahvé de los judíos.

    Según Hipólito de Roma, Basílides hace derivar toda existencia de una divinidad suprema inconcebible, de la que se engendran, en sucesivos despliegues, numerosos estratos, el último de los cuales es nuestro mundo, gobernado por el dios de los judíos. Concibe una redención totalmente intelectual, consistente en la súbita revelación (gnosis) de la existencia de Dios, a quien desconocemos por el orgullo inconsciente (esto había de traer consigo una gran ignorancia, que cubriría al universo y a cada ser humano, y no permitiría conocer otros mundos superiores a éste, y sólo quedarían los deseos de elevarse por encima de tal condición).

    La moral de Basílides era austera y aconsejaba abstenerse del matrimonio. Basílides tuvo numerosos discípulos, tanto en Egipto como en la Europa meridional. Se distinguió por el uso de expresiones misteriosas y amuletos, como Abraxas. La secta desapareció en el siglo IV.

    Arrianismo.

    ARRIO

    Fue en el siglo IV cuando tuvo lugar la primera herejía trascendente en el propio campo cristiano, iniciada por un presbítero de Alejandría llamado ARRIO.

    Para el arrianismo, Dios había creado el mundo mediante el Verbo, y este Verbo humanizado era cristo Jesús, quien por su obra y muerte había alcanzado la categoría divina. Es decir, consideraba, como las subordinaciones, que Jesucristo era una divinidad de segundo orden

    Arrio fue un Sacerdote de Alejandría (280-336).

    Sus doctrinas fueron declaradas heréticas en el concilio de Nicea (325), él mismo padeció el destierro y sus libros fueron arrojados a la hoguera, pese a lo cual al arrianismo se propagó velozmente por el imperio romano y los países bárbaros que cruzaron las fronteras imperiales. Los grandes enemigos de Arrio y su doctrina fueron San Atanasio, obispo de Alejandría (328), el pontífice Silvestre y San Ambrosio, de Milán. Arrio fue rehabilitado en Tiro (julio de 335) y fue llamado a Constantinopla para la ceremonia, pero murió en la víspera de la misma.

    Doctrina herética formulada por el sacerdote de Alejandría, Arrio, en el siglo IV, y que constituía una ampliación de las disidencias del obispo Melecio, cismático, a cuyas teorías adhirió Arrio en un principio y luego desechó para volver al catolicismo, cuyas autoridades perdonaros aquella defección. La doctrina por la cual Arrio fue condenado sostenía que Dios era demasiado poderoso y majestuoso como para haber creado el mundo con sus manos. Por ello se valió del verbo (o logos, que creó de la nada y no lo sacó de sí mismo), que era perfecto y que, además de crear el mundo material, era el redentor del pecado original.

    Ese verbo se hizo hombre en la persona de Jesús, y por sus hechos y su muerte se hizo acreedor del mismo nombre de Dios que Dios mismo (y la iglesia) le habían otorgado. Arrio decía que Jesús era la primera de las criaturas, pero no consubstancial con Dios, sino análoga.

    Es decir que Jesucristo era inferior a Dios o una divinidad de segundo orden.

    Esto lo probaba Arrio con numerosos pasajes del Nuevo testamento. No había pues ninguna igualdad del Hijo con el Padre, de modo que el dogma de la divinidad de Jesús era de ese modo negado. Tampoco tenía, consecuentemente, valor el dogma de la Redención por medio de la crucifixión o sacrificio de Jesús, pues al no ser Dios, Jesús carecía de poder para redimir. Humanizado enteramente a Jesucristo, los arrianos cortaban todo lazo unitivo de Jesús con Dios, y por ende la sacralidad de la iglesia dejaba de ser un hecho histórico.

    La elocuencia de Arrio era, para la filosofía de su tiempo, fascinante e irrefutable. Decía: "si el Padre ha engendrado al Hijo, y si el que engendra tiene por fuerza que preexistir al que es engendrado, por lo tanto un tiempo en que el Hijo no existía; de este modo, el Hijo, únicamente estaba antes del tiempo".

    La lógica de Arrio era férrea, y así pudo convertir en arriana a casi toda la civilización cristiana de su época, y aun a la totalidad del mundo bárbaro. Arrio decía que, para engendrar a un ser de su misma sustancia, Dios tendría que haberse dividido de alguna manera y pasar a ese Hijo una parte de su Substancia. Pero como se tenía entonces la idea de un ser divino que no cambia y es indivisible, la teoría arriana prosperó.

    Se quiso convencer a Arrio de que su teoría ere errónea, pero el heresiarca se mantuvo en sus argumentos, por o cual el papa Alejandro condenó su doctrina, y para refutarle se debió convocar el primer concilio universal en la ciudad de Nicea, el año 325, en Asia menor. Este concilio, inaugurado por Constantino, se realizó bajo el pontificado de Silvestre.

    Arrio defendió personalmente su doctrina, apoyado por Eusebio, obispo de Nicomedia y numerosos partidarios. En ese concilio se aprobó el credo -llamado símbolo de Nicea- y se daba por refutado el arrianismo. Pero esta continuó vigente y militante merced a Eusebio y al apoyo indirecto del propio Constantino, que desterró a varios enemigos de Arrio (incluso a Atanasio, redactor del credo). Después de la muerte del Emperador, el arrianismo se constituyó prácticamente en la religión oficial, con el apoyo del emperador Constancia.

    Maniqueísmo.

    Secta religiosa fundada por un Persa llamado Mani (o Manes) (c. 215-275), considerado por sus seguidores como divinamente inspirado. Comenzando en el siglo tercero se extendió a través del oriente y en muchas partes del Imperio Romano. 

    Los maniqueos -a semejanza de los gnósticos y los mandeos- eran dualistas, creerían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán). Según ellos, Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo.  Posteriormente algunos maniqueos distinguían el Dios del Antiguo Testamento (malo) del Dios del Nuevo Testamento (bueno).  

    Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso al cuerpo. Los "oyentes" aspiraban a reencarnarse como "elegidos", los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.

    Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma. Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual.

    En práctica, el maniqueismo niega la responsabilidad humana por los males que cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad sino del dominio de Satanás sobre nuestra vida.

    Dicho dualismo está condenado por la Iglesia Católica que reconoce un solo Dios Todopoderoso, el mismo del Antiguo y Nuevo Testamento y que ha vencido sobre todos los demonios y las fuerzas del mal. También fue condenado por el emperador Diocleciano en el año 297.

    NEOPLATONISMO.

    El neoplatonismo es un sistema filosófico que nació en la Alejandría del siglo III, y que fue enseñado en diferentes escuelas hasta el siglo VI. Es la última manifestación del platonismo antiguo, y constituye una síntesis de elementos muy distintos, con aportes de las doctrinas filosóficas de Pitágoras, Aristóteles, Zenón y, sobre todo, Platón, unidas a las aspiraciones místicas de origen hindú y judío.

    Desarrollo histórico.

    El fundador de la doctrina parece haber sido Amonio Saccas. Plotino, su representante más importante, permaneció once años junto a él antes de profesar su doctrina en Roma a partir de 244. Su discípulo Porfirio redactó sus lecciones y las publicó, reunidas en seis Enéadas, y tomó la dirección de la escuela a fines del s.III. Jámblico, que había sido el editor de Porfirio en Roma, fundó la escuela de Siria y enseñó en Apamea. Uno de sus discípulos, Edesio de Capadocia, fundó la escuela de Pérgamo.

    La tradición filosófica del neoplatonismo se mantuvo en el s. V; fue enseñada a partir del 400 en la escuela de Atenas, por Plutarco de Atenas, uno de cuyos sucesores fue Proclo.

    La escuela de Atenas fue clausurada en 529 por un edicto de Justiniano; el diácono Damascio y Simplicio de Cilicia se refugiaron en Persia. La escuela de Alejandría, que después de la muerte de Hipatia (415), se había alejado del neoplatonismo y que, en el s. VI, había incluso llegado a ser un foco de resistencia a las doctrinas neoplatónicas, subsistió. Es reseñable como neoplatónico Sinesio de Cirene, del que nos han quedado como fuentes indirectas de la figura de su maestra Hipatia las cartas dirigidas a ella, así como otros manuscritos.

    Concepción filosófica.

    Según los neoplatónicos, el principio de todo lo existente es la unidad absoluta, lo Uno, realidad suprema, de la que surgen todas las demás realidades por emanación. El primer ser emanado del Uno es el Logos, llamado también Verbo, Inteligencia, que contiene las ideas de las cosas posibles. Después, la Inteligencia engendra el Alma, principio del movimiento y de la materia. El Uno, la Inteligencia y el Alma son las tres hipóstasis de la Trinidad neoplatónica. El ser engendrado se esfuerza en ascender hacia la perfección de que emana. Todo viene del Bien y tiende hacia el Bien. Para que el Alma se una al primer principio es preciso que supere el pensamiento y que, por el éxtasis, se confunda con Dios y pierda toda consciencia de sí misma. Plotino estaba convencido de haber llegado, dos o tres veces en su vida, a esta unión íntima con la más alta hipóstasis.

    Declive e influencia histórica posterior.

    El neoplatonismo, con Porfirio y Jámblico, luchó contra el cristianismo, y atribuyó cada vez más importancia a los procedimientos prácticos destinados a provocar el éxtasis. Influyó en la patrística cristiana (Pseudo Dionisio Areopagita, Agustín de Hipona) y también, a través de ella, en el pensamiento medieval y en la escolástica, hasta llegar al renacimiento (Marsilio Ficino, Pico della Mirandola).

    Roma: Plotino.

    Plotino es el filósofo pagano por excelencia, pero sin embargo el cristianismo recupera mucho del pensamiento de este filósofo. Su filosofía va a influenciar mucho en la estética de la Edad Media. Plotino se encuentra en una encrucijada, ya que las escuelas helenísticas están entrando en decadencia y entra con fuerza el pensamiento cristiano, que es en su conjunto una potente influencia estética. Su filosofía es un neoplatonismo, su filosofía debe mucho a Platón y recupera mucho de su pensamiento. La filosofía de Plotino creará un puente entre la filosofía pagana y cristiana.

    La estética en la edad media tiene una tradición judaica aristotélica y una corriente neoplatónica. Este neoplatonismo tiene una doble fuente:

    • La de PSEUDODIONISIO, cuyo representante es Dionisio Areopagita. Sus raíces están en Plotino.

    • La de San Agustín de Hipona, al cual se le deben las traducciones de Platón

    ESTETICA DE PLOTINO

    El fundamento de la estética de Plotino es el UNO. Plotino afirma que del uno nada se puede decir, que el es la suprabelleza. Plotino abre una vía del platonismo místico en contraposición a la filosofía intelectual de platón.

    El Uno sería comparable a una esfera de acero en el desierto. Es uno, indivisible y compacta. Sería comparable también a una pajarita de papel que se abre desplegándose, se derrama. A este despliegue se le llama HIPOSTASIS.

    • La primera hipóstasis es el mundo de la inteligencia, equivalente al mundo de las ideas de Platón, es la realidad arquetípica, pensada en su perfección.

    • El segundo hipóstasis del Uno será el alma del mundo, para Plotino sería el equivalente de la vida, los impulsos mecánicos y químicos que dinamizan la naturaleza.

    • El tercero, está en el mundo sensible, que está constituido por arquetipos visualizados.

    UNO

    MUNDO INTELIGIBLE

    ALMA DEL MUNDO

    MUNDO SENSIBLE (acciones humanas)

    Pese a establecerse un paralelismo evidente con Platón existen diferencias insalvables.

    Para Plotino la belleza de los cuerpos se explica por la simetría, la proporción. Los entes compuestos se caracterizan por la proporción. Esto es un concepto clásico. En cambio Plotino se pregunta “en qué sentido podemos hablar de proporción cuando hablamos de la belleza del color rojo”. Y en cambio dice que existen manifestaciones tan simples que nada tienen que ver con la proporción.

    En la edad media se valorarán cosas que no se valoraban en la griega clásica. Para el medieval se produce una transformación en la estética donde se valorarán los objetos y su belleza individual, y se considera más bello un cúmulo de estos. Plotino habla de una belleza interior de dentro de los objetos bellos, como es el caso de una piedra preciosa.

    Plotino ha heredado un concepto estético griego en lo que a belleza estática se refiere. Pero es que existen bellezas dinámicas como el color de un ópalo, o la vibración del color en sí. Plotino siendo pagano como es inaugura la idea estética de la revelación de la luz en el cristianismo, y la idea estética de la luz en lo que a arte se refiere.

    La gracia es la belleza más el bien. Es una confluencia de estos dos elementos, esto estaría directamente relacionado con la belleza dinámica. Esta belleza se corresponde con la perfeccionalidad del ente. De lo que va siendo más perfecto en cuanto a la satisfacción de su propia naturaleza. La belleza y el Bien atraen; el bien está en el Alma Humana y esta está determinada por la virtud y por el amor (Eros). Esa virtud se manifiesta en la acción en el amor, el bien está presente en el alma humana. En el mundo sensible se manifiesta como Amor.

    Ahora con Plotino la belleza se experimenta. Tiene que ver con el Pathos, con la belleza emocional, interior y recogida.

    En conclusión frente a una estética griega, una estética de la luz de la irradiación, de la belleza y de la perfección. Por tanto Plotino deja abierta una vía del asceticismo, del recogimiento. Frente a la inteligibilidad y la dialéctica de Platón el misticismo de Plotino.

    En Plotino ya se usa la figura del artista del santo y del sabio. Plotino pondrá el acento en esa capacidad del artista de interrogarse contemplando aquellos arquetipos y pone su énfasis en ello.

    Él también habla del arte conmovedor, de la revelación de la luz- directamente relacionado con el Pathos

    Plotino habla de la música como el arte más abstracto, y que por su condición de abstracto más rápidamente nos eleva dejando atrás el mundo sensible.

    Plotino nos dice como deberían ser las artes plásticas:

    -deben omitir y desprenderse de todas aquellas referencias naturalistas.

    -hace también alusiones volumétricas y alusiones de perspectiva.

    Porfirio.

    Porfirio (Batanea de Siria o Tiro ca.232- Roma 304 d.C.) filósofo neoplatónico griego discípulo de Plotino. A él le debemos la sistematización y publicación de la obra de Plotino - Enéadas - y su biografía - Vida de Plotino -.

    En su obra Introductio in Praedicamenta, un comentario de la obra Categorías de Aristóteles, Porfirio describe cómo las cualidades atribuidas a las cosas pueden ser clasificadas, rompiendo con el concepto filosófico de substancia como una relación de genero/especie. De esta manera, puede incorporar la lógica aristotélica al neoplatonismo, especialmente la doctrina de las categorías del ser interpretada en los términos de las entidades. La Isagoge, traducción al latín de esta obra realizada por Boecio, se convirtió en un libro de texto básico en las escuelas medievales creándose el marco para el desarrollo filosófico-teológico medieval de la lógica y el problema de los universales.

    En los libros de texto medievales el Arbor porphyriana (Árbol de Porfirio) ilustra su clasificación lógica de la substancia. Para Porfirio los conceptos se subordinan partiendo de los más generales a los más simples.

    El Arbor porphyriana inició el Nominalismo que se podría decir que es una especie de antecesor de las modernas clasificaciones taxonómicas. Un ejemplo del Arbor porphyriana sería este:

    • Substancia - Puede ser corporal o incorporal

      • Cuerpo- Puede ser animado o inanimado

        • Viviente - Puede ser sensible o insensible

          • Animal - Puede ser racional o irracional

            • Racional - El hombre

    También destaca por su obra Adversus Christianos que constaba de 15 libros, aunque sólo se conservan algunos fragmentos. En ella refutaba la doctrina cristiana centrándose sobre todo en la cuestión de la divinidad de Jesucristo.

    En sus consejos de filosofía práctica promueve la abstinencia de alimentos de origen animal exponiendo estas ideas en las obras De Abstinentia y De Non Necandis ad Epulandum Animantibus.

    Escribió sobre astrología, religión, filosofía y teoría musical. A parte de la biografía de su maestro Plotino también escribió sobre la vida de Pitágoras (Vita Pythagorae). una especie de antecesor de las modernas clasificaciones taxonómicas. Un ejemplo del Arbor porphyrian sería este:

    • Substancia - Puede ser corporal o incorporal

      • Cuerpo- Puede ser animado o inanimado

        • Viviente - Puede ser sensible o insensible

          • Animal - Puede ser racional o irracional

            • Racional - El hombre

    También destaca por su obra Adversus Christianos que constaba de 15 libros, aunque sólo se conservan algunos fragmentos. En ella refutaba la doctrina cristiana centrándose sobre todo en la cuestión de la divinidad de Jesucristo.

    En sus consejos de filosofía práctica promueve la abstinencia de alimentos de origen animal exponiendo estas ideas en las obras De Abstinentia y De Non Necandis ad Epulandum Animantibus.

    Escribió sobre astrología, religión, filosofía y teoría musical. A parte de la biografía de su maestro Plotino también escribió sobre la vida de Pitágoras (Vita Pythagorae). ARBOL DE PORFIRIO.

    Siria: Jamblico.

    Jámblico, Jámblico de Calcis o Yámblico, filósofo griego neoplatónico, también considerado neopitagórico, del que poco se conoce sobre su vida, nació en Calcis, en Celesiria, y fue discípulo de Porfirio. La fecha aproximada de nacimiento se establece hacia la segunda mitad del s. III, en el año 250, 245 o 243, falleciendo hacia el 325.

    Diferenciación Filosófica.

    Cabe resaltar que aun cuando maestro y discípulo pertenecían ambos a la misma corriente filosófica, el neoplatonismo, Jámblico se caracterizó por una serie de diferencias con respecto a Porfirio.

    Más allá de una tendencia a la teúrgia por parte de Jámblico, en contraste a la escueta religiosidad de su maestro, nos encontramos con que a la identificación de partida con los preceptos neoplatónicos, pitagóricos y órficos, insistirá Jámblico sobre todo en el poder rector de la mente, o intelecto, en el rechazo al materialismo y en la existencia de un alma eterna e inmaterial.

    Atenas: Plutarco.

    En relación alas artes es el primero que habla de artes de la belleza o Kalitecnía (techné- tó kalón). Dentro del concepto de belleza se hace comparación de unas artes con otras: la oratoria frente a la poesía. La oratoria frente a la poesía se caracteriza porque juntamente con su carácter deleitable tiene una función moral y cívica. Se empieza a subrayar en ella que tiene ficción, y que poesía sin ficción no tiene nada que hacer, aunque también tiene una verdad alegórica.

    El arte debe ser imitativo, pero debe ser una libre imitación de la naturaleza. Esta libre imitación viene de los arquetipos de los artistas, que permiten mejorar a la naturaleza.

    Comienzan a valorarse las excepcionales características de los artistas. Aunque estuviera mal considerado el arte, habían artistas que destacaban formando parte de las cortes imperiales, hay incluso emperadores que se creen artistas, como Nerón, que se creía un poeta por su designación divina de emperador.

    Ya Aristóteles reconoció la influencia psicológica del arte y su función cívica, ya que trasladándose a la sociedad helenístico romana hace hincapié en la función conmovedora del arte, pues los problemas cívicos de esta sociedad eran pocos.

    MÚSICA

    Proviene del término griego musiké, y hace referencias a un tipo de disciplinas inspiradas por las musas. En el mundo helenístico-romano ya no se usa este término, pero tampoco tiene que ver con nuestro concepto de música. La jerarquía interna va en este orden teórico y práctico:

    • Teóricamente la música es el análisis abstracto y matemático de los principios que regían el cosmos. Trata de estudiar el sonido y movimiento de las esferas celestes. Sería similar a nuestro concepto de astronomía.

    • Prácticamente, la música se refiere a composición y ejecución. La música práctica reproduce los sonidos armónicos y disarmónicos.

    Esta concepción de la música tiene sus orígenes en la escuela pitagórica y en el Orfismo. Lo matemático viene de Pitágoras. La idea de la música que conmueve nuestras pasiones proviene de ambas tendencias. Los sofistas dicen que la música es una simple impresión auditiva y que si nos gusta es por simple convención.

    Los epicúreos dicen que la música es una invención humana, uniéndose así a los escépticos.

    Sexto Empírico (escéptico) dice que la música nos engaña y la compara con el sueño o la embriaguez.

    POESÍA

    La poesía se entiende hoy día líricamente, pero hace tiempo se cultivaba la poesía épica y dramática. En todo este proceso la tragedia pierde importancia. El individuo está al margen de toda decisión política, y esto hace que se pierda la importancia de la tragedia con un fin moral.

    En su lugar aparece la comedia y la farsa, farsa es esta comedia picante, crítica social y política. La figura del poeta se transforma, se redefine ocupándose ya no solo de la práctica poética sino del lenguaje, de la práctica literaria y del arte de la filosofía. El poeta ya no solo escribe en verso sino también en prosa. (Mezcla entre filólogo y filósofo). Y dado ese estudio la poesía empieza a tratar las normas que deben regular el hacer poético. Se empieza a valorar el virtuosismo. Los grandes artistas siempre han querido mostrar su pericia técnica, ejemplo de esto era Paolo Ucello que se empeñaba en la pericia técnica de las golas de sus personajes ajedrezándolas.

    Se plantea el problema de la verdad, ¿Qué pasa con la poesía? ¿Verdad o no? Se dirá de ella que habla de la verdad alegóricamente, hablando también del componente verdadero de esta. Es esta alegoría la que dará paso a la ficción. ¿La poesía es solo deleitable o moral? esto estará en duda a partir de este momento en adelante. Se plantea otro debate: claridad y sencillez o profusión y preciosismo. Aquí se separa la forma y el contenido. Se separa el qué se dice del cómo se dice, hasta más tarde cuando avance la historia de occidente se reconocerá que forma y contenido son una sola cosa.

    Simplicio.

    Fue un filósofo y matemático bizantino.

    Alumno de Ammonio de Hermia en Alejandría, fue un activo integrante de la escuela neoplatónica de Atenas, hasta su disolución, ordenada por Justiniano I, en sus edictos contra el paganismo, en el 529. Fue uno de los siete neolplatónicos que debieron entonces emigrar a territorio dominado por los persas Sasánidas, a Harrán, en donde trabajó cercanamente con Damascio, a quien había conocido anteriormente en Atenas.

    Fue uno de los principales exponentes del neoplatonismo tardío. Ecléctico, siguiendo las tesis de Siriano de Alejandría, trató de conciliar a Platón y Aristóteles, identificando el no ser de Platón con la materia de Aristóteles, de quien acogió la teoría del "intelecto agente", separado del individuo; mientras que su ética puede considerarse derivada del estoicismo.

    OBRAS:

    Su comentario a las Categorías de Aristóteles fue publicado en Venecia en 1499 (Σιμπλικίου διδασκαλου το μεγάλου σχόλια π φωνς ατο ες τας ριστοτέλους κατηγορίας). También se conocen sus comentarios otras obras de Aristóteles, como Physica, De coelo y De anima y se sabe también de los comentarios a la Metafisica y Meteoros, aunque estos dos están perdido. Además escribió un comentario al Enchiridion de Epicteto y otro perdido, de los Elementos de Euclides.

    A él y a Sexto Empírico se debe gran parte de la conservación del Poema sulla natura de Parménides. También citó en sus obras varios fragmentos de otros presocráticos.

    Occidente: Boecio.

    Provenía de una antigua familia romana, los Anicia, cristianizada hace más de un siglo, que dio dos emperadores y un Papa. Fue hijo de Flavio Manlio Boecio. Empezó estudios de retórica y filosofía, conocimientos que amplió en Atenas. Se casó con Rusticiana, hija del senador Símaco (senador y cónsul en el año 485).

    En 510 fue cónsul ordinarius (el cónsul que da nombre al año) en solitario. En 522 ó 523 él mismo fue nombrado magister officiorum, cargo equivalente a lo que podría llamarse un primer ministro, del rey ostrogodo Teodorico el Grande. En 522 nombró cónsules a sus dos hijos, Flavio Símaco y Flavio Boecio.

    La acumulación de tanto poder despertó los celos del partido filogótico, por lo que fue acusado de conspirar a favor del Imperio Bizantino por el referendarius Cipriano, miembro de ese partido. Fue encarcelado, torturado y decapitado en Ager Calventienus, al norte de Pavía, «injustamente», según él mismo, por haber intentado proteger al Senado. La ciudad de Pavía le reconoce y celebra en la liturgia como mártir en la fe.

    León XIII aprobó su culto para diócesis de Pavía el 25 de diciembre de 1883.

    Obra.

    Con el propósito de unificar ambas escuelas filosóficas, se propuso traducir al latín las obras de Aristóteles y de Platón, pero no concluyó su proyecto: sólo se conservan su traducción de las Categorías y del Peri hermeneias de Aristóteles y de la Isagoge de Porfirio. Étienne Gilson afirma que Boecio fue, para la escolástica medieval, por sus traducciones, comentarios y escritos, la principal autoridad en Lógica de la Edad Media hasta que en el siglo XIII fue traducido al latín y comentado directamente el Organon completo de Aristóteles. En su obra principal realiza la distinción, que luego sería central para la Escolástica, entre id quod est (todo el ente) y quo est o esse (aquello que hace que el ente sea).

    Su obra más famosa es, sin embargo, Philosophiae consolatio, mencionada en la Edad Media como De consolatione Philosophiae. Se trata de un diálogo entre el propio Boecio y Filosofía, personaje alegórico femenino que se le aparece a Boecio para aclararle el problema del destino, de por qué los malvados logran recompensa y los justos no. Filosofía intenta suavizar su aflicción demostrándole que la verdadera felicidad consiste en el desprecio de los bienes de este mundo y en la posesión de un bien imperecedero, que coincide con la Providencia universal que gobierna todas las cosas, concepto este que toma del Estoicismo. El tema se relaciona directamente con la caída en desgracia del propio Boecio, por lo cual se piensa que esta obra fue compuesta en la cárcel durante el largo año que pasó antes de ser ejecutado.

    Este trabajo tuvo una gran importancia para la ulterior teología del Cristianismo medieval, pese a que tanto la metodología como la terminología que utiliza Boecio son meramente filosóficas y en ningún momento plantea la cuestión en términos de fe cristiana. Debido a que en su obra maestra, en prosa y verso, la Consolación, no cita en ningún momento a Jesucristo ni la Sagrada Escritura, ni explícitamente la fe cristiana, algunos historiadores en los siglos XVIII y XIX pusieron en duda el cristianismo de Boecio y la autenticidad de sus obras teológicas; demostrada ésta, la cuestión está definitivamente resuelta.

    También escribió sobre aritmética (De arithmetica), música (De música), geometría, astronomía y de teología (Opuscula theologiae, cinco libros). Todo con la intención de transmitir a las nuevas generaciones, a los nuevos tiempos, la gran cultura grecorromana. Precisamente por este motivo, Boecio ha sido calificado como el último representante de la cultura romana antigua y el primero de los intelectuales medievales.

    DIFERENCIAS ENTRE EL PENSAMIENTO GRIEGO Y EL PENSAMIENTO CRISTIANO.

    Pensamiento Griego:

    Las principales características del pensamiento y de la cultura griega.

    -Especulativa o epistemología.

    -Práctica o praxiológica.

    -Crítica.

    -Atenas sigue siendo la capital cultural.

    -Nace Alejandría (Ciudad política, económica y militar).

    Práctica o praxiológica:

    La cultura griega es una cultura práctica.

    La Cultura Griega se une: Cultura y práctica de una forma modélica.

    -Cohesión entre teoría y práctica.

    -Crítica: (Crisis)

    Es una palabra griega que significa Crecimiento.

    Una crisis es algo positivo. Según los griegos, la crisis ponía a punto un proceso de cambio.

    -Crisis = proceso, crecimiento.

    -Crítica = Actitud ilustrada - Entendemos crítica como:

    1. Una permanente revisión de las condiciones de posibilidad de algo. Quiere decir que la realidad es cambiante.

    2. Pensamiento Griego, Pensamiento Finito: El hombre tiene un pensamiento sometido a límites.

    Nuestro conocimiento se hace, es abierto, se desarrolla con el tiempo, es una tarea colectiva.

    3.El Pensamiento es Laico: Es un pensamiento que no depende de instancias que están más allá de nuestro pensamiento. Podemos explicar la realidad, analizándola con nuestros propios medios.

    Pensamiento Cristiano:

    Se fundamentó en la filosofía platónica y aristotélica, considerando que Dios otorgó a cada criatura una existencia con una esencia propia y única. Como “el orden es superior al desorden” se postuló que la Creación debe seguir un plan determinado, desde objetos inanimados, continuando con formas de vida escasamente animadas, seres vivos inferiores como los invertebrados y las plantas, formas de vida superiores y en el extremo superior el hombre. Esta sucesión progresiva se llamó la Gran Cadena del Ser” o “Scala Naturae”, la cual se postuló fue creada para seguir un plan determinado por Dios; se esperaba completa y sin vacíos, permanente y sin cambios, ya que el cambio implicaría imperfección en la creación. Según este pensamiento cada ser tiene un papel en la tierra.

    La relación entre Fe y Razón.

    El encuentro del cristianismo con la filosofía griega fue un acontecimiento de enorme trascendencia para nuestra cultura.

    La filosofía en el imperio romano estuvo marcada por las cuatro escuelas filosóficas que marcaron el pensamiento en el período helenístico: la platónica y la aristotélica, a las cuales se sumaron el epicureísmo y el estoicismo.

    Platonismo, aristotelismo y estoicismo mantuvieron un continuado e intenso intercambio entre sí: las tres se oponían conjuntamente a la doctrina epicúrea, considerándola atea y licenciosa.

    A partir del siglo III, la doctrina más vigorosa y con filósofos de mayor categoría es el neoplatonismo

    -Las doctrinas cristianas frente a la filosofía

    Algunas doctrinas aportadas por el cristianismo resultaban radicalmente nuevas, y por tanto, ajenas a cuanto habían afirmado los filósofos anteriores. Una de ellas es la teoría de la creación. Otra, es la referencia esencial de su doctrina a la historia. El cristianismo pone a Dios en relación con la historia.

    La filosofía griega había puesto a Dios en relación con el cosmos, pero el cristianismo coloca a Dios en relación con la historia en un doble sentido:

     Dios es providente y se ocupa directamente de los asuntos humanos, de la marcha de la historia.

     En segundo lugar, Dios no sólo se ocupa de la historia humana, sino que ha entrado en ella: Dios se ha hecho hombre en un lugar y en un momento preciso

    -Cristianismo y verdad

    Según el mensaje cristiano, Dios había hablado a los hombres a través de ciertas personas en el Antiguo Testamento, y después Él mismo, directamente, encarnado en Cristo. Es por esto por lo que la verdad cristiana se presentaba como la “verdad”, la única posible.

    -La imagen cristiana de Dios

    Aunque, estrictamente hablando, el cristianismo no sea una filosofía, el contenido de la fe cristiana incluye doctrinas que podían ofrecerse como respuestas a los problemas tradicionales de la filosofía, como el origen del mundo.

    Entre sus rasgos están:

    -Monoteísmo: Un único Dios

    -Creacionismo: Según el cristianismo, Dios creó el mundo de la nada. Desde Parménides, la imposibilidad de que surja algo de la nada absoluta fue siempre considerada como un principio racional indiscutible. Del poder ilimitado de Dios se desarrolla el concepto de Contingencia: el único ser necesario es Dios, todo lo demás es contingente, pueden o no existir.

    -Omnipotencia: Un Dios Omnipotente. Si Dios es único puede ser omnipotente, y solo si es omnipotente puede ser creador.

    -La concepción cristiana del hombre

    La concepción cristiana del hombre incluye tres elementos fundamentales: que el hombre fue creado a imagen de Dios, que el alma es inmortal y que al final de los tiempos los cuerpos resucitarán.

    En el terreno de lo moral, la filosofía griega es básicamente intelectualista, el pecado no es más que ignorancia; en el cristianismo, el pecado no es ignorancia, sino el resultado de dos factores: la maldad humana y la libertad del individuo. Cobran así sentido la idea de culpa, el arrepentimiento y el pecado.

    -Cristianismo y platonismo

    El cristianismo entró definitivamente en contacto con el pensamiento griego ya a partir del siglo II. Inicialmente el cristianismo se opuso radicalmente a la filosofía, y la filosofía, a su vez, atacó duramente al cristianismo.

    Posteriormente se prudujo una asimilación de la filosofía griega. El acercamiento permitió que el cristianismo se formulara en un cuerpo doctrinal de conceptos básicamente platónicos por dos razones: La doctrina platónica era la más vigorosa y dominante y porque era la que ofrecía mayores semejanzas con la doctrina cristiana.

    (la existencia de otro mundo (el de las ideas) más allá del mundo físico o el lugar de destino del alma, por citar un par de ejemplos.

    SAN AGUSTÍN

    -Fe y Razón en el pensamiento agustiniano

    San Agustín no es un filosofo en sentido estricto, jamás se preocupó en trazar fronteras entre fe y razón; piensa que ambas, conjunta y solidariamente, tienen como misión el esclarecimiento de la verdad, que para un creyente no puede ser otra cosa que la verdad cristiana. El objetivo de San Agustín es la comprensión de la verdad cristiana, y para ello colaboran la razón y la fe del siguiente modo: Primero la razón ayuda al hombre a alcanzar la fe, después la fe orientará e iluminará la razón y tercero, la razón contribuirá al esclarecimiento ulterior de los contenidos de la fe.

    La actitud agustiniana ante la fe y la razón proviene de su convicción de que la verdad es única. Solamente hay una verdad, la que se encuentra en el cristianismo.

    Desde el punto de vista histórico-cultural, dos son las circunstancias que contribuyeron a configurar la filosofía agustiniana: 1º la forma en que el cristianismo se enfrentó con la filosofía y 2º, el carácter mismo de la filosofía neoplatónica, que influyó poderosamente en San Agustín.

    -Existencia de Dios. La vía de la interiorización.

    El agustinismo siempre mostró predilección por la vía de la interiorización, del recogimiento del alma en sí misma. El alma capta, en el interior de sí misma, las verdades eternas e inmutables, cuyo fundamento no puede ser otro que Dios, eterno e inmutable, ya que nuestra alma es mutable y, por tanto, las verdades son superiores a ella.

    San Agustín no se preocupó por formular argumentaciones tomadas de la realidad exterior, del universo, para demostrar la existencia de Dios. Hay referencias en sus obras al orden del universo y al argumento denominado del consenso (el hecho de que la mayoría de los hombres coinciden en aceptar la existencia de Dios), pero nunca tomó dichas pruebas de modo sistemático.

    Al tratar de definir el atributo fundamental de Dios, eligió la inmutabilidad, hecho que hace evidente su orientación platónica.

    SANTO TOMÁS DE AQUINO

    -Los límites de la razón. La fe.

    En la época de Santo Tomás la obra de Aristóteles había llegado al mundo cristiano de la mano de Averroes, a través del averroísmo latino, en el que, entre otras cosas que contradecían el dogma católico, se mantenía la teoría de la doble verdad: una era la verdad de razón y otra era la verdad de fe, de tal manera que no tenían por qué coincidir, e incluso, podían entrar en contradicción.

    Santo Tomás rechaza esta teoría. Para él, las verdades de fe y las de razón tienen que coincidir, ya que, según él, ambas provienen de Dios. Si alguna vez la razón contradice a la revelación (palabra de Dios), porque el hombre se halla equivocado, siempre es la razón la que debe someterse a la fe.

    Por tanto, el pensamiento tomista ha consistido en un esfuerzo por integrar la filosofía (aristotélica) con la teología, creyendo útil la utilización de ambas para lograr la salvación. Aunque ambas teorías son compatibles -según Aquino- son diferentes:

    La filosofía se ocupa de las verdades accesibles a la razón humana y su alcance es limitado. Pero dado que la filosofía se preocupa por el ser, sus causas y principios, esta debe estar coronada por la metafísica y buscar la causa primera de todo ser, Dios.

    A la teología Santo Tomás la define como la doctrina de la revelación, aquello que busca la palabra de Dios fundamentándose en la fe. Mediante la fe se alcanza el conocimiento de aquello que se encuentra más allá de los límites humanos. En el contenido de la revelación, Santo Tomás distingue entre:

    Lo revelado: lo llama “artículos de fe”. Consiste en una serie de conocimientos sobre Dios que han sido reveladas por Él y que, por lo tanto, exceden de la capacidad de la razón humana, por lo que se aceptan basándose en su autoridad y no en evidencias y demostraciones. Son las también llamadas verdades de fe.

    Lo revelable: lo llama “preámbulos de fe”. Son también conocimientos sobre Dios, pero accesibles a la razón humana. Son las explicaciones de la Biblia, que pueden ser explicadas racionalmente. Son las también llamadas verdades de razón.

    Ambas son fuentes de conocimiento, pero la razón tiene un límite a partir del cual se sitúa la fe, con lo que la fe aporta conocimientos que la razón no puede alcanzar, viniendo así a perfeccionarla (este concepto se puede relacionar con el de San Agustín de Hipona sobre la fe y la razón).

    -Existencia de Dios. Las Cinco vías.

    Santo Tomás de Aquino rechaza una serie de argumentos de origen platónico utilizados por algunos teólogos para afirmar que la existencia de Dios es evidente, por lo que no es necesario su demostración. La consideración de que la existencia de Dios es un problema que hay que resolver tiene su origen en Santo Tomás. El filósofo se plantea dos cuestiones:

    ¿Es necesario demostrar la existencia de Dios? Y, ¿es posible demostrarla?

    En la Suma teológica se recogen tres posturas de tres autoridades de la filosofía cristiana que mantienen que no es necesaria dicha demostración y los respectivos rechazos de Santo Tomás. Uno de sus puntos de vista es que no todo el mundo entiende por Dios “aquello mayor de lo cual no cabe pensar nada”.

    Por ello, Santo Tomás de Aquino piensa que es necesario demostrar la existencia de Dios y que es demostrable si utilizamos el método adecuado. Existen dos clases de demostración, una que procede de la causa al efecto y es, por tanto, a priori, y otra que parte de las cosas sensibles, consideradas como efectos, para buscar la causa, por lo que procede a posteriori. Sólo este último método puede llevarnos al conocimiento de la existencia de Dios.

    Santo Tomás propone cinco vías (o modos) mediante las cuales llegar al conocimiento de la existencia de Dios:

    Vía del movimiento: es innegable que todas las cosas del mundo se mueven. Todo movimiento tiene una causa exterior a él mismo. Por todo ello es necesario un primer motor inmóvil que no sea movido por nadie y tenga la capacidad de mover, éste es al que todos llaman Dios.

    Vía de la causa eficiente: es imposible que exista en el mundo algo que sea causa y efecto a la vez, pues la causa es anterior al efecto. Ha sido necesario una primera causa eficiente que halla producido todas las demás, Dios.

    Vía de lo contingente: todos los seres de la realidad existen, pero podrían no existir, pues son contingentes (su existencia depende de otro). Debe existir forzosamente un ser no contingente que haya creado a los demás seres: Dios.

    Vía de los grados de perfección: para que podamos hablar de un más o un menos en la perfección de los seres, es necesario que exista un ser perfecto que haga posible la comparación: Dios.

    Vía del gobierno del mundo: todos los seres irracionales o carentes de conocimiento tienden a un fin. Esto sólo es posible si alguien los dirige (a la manera que un arquero dirige a la flecha). Luego, tiene que existir un ser inteligente que dirija todas las cosas: Dios.

    Aquino piensa que el hombre sólo verá cara a cara a Dios, solo conocerá realmente su esencia en el más allá, y esto es algo revelado en las Sagradas Escrituras. Descubre que Dios es el ser puro y que existe por sí solo; es acto puro sin sombra de potencialidad, por lo que es simple, infinito, eterno, bueno, etc. Él es el creador del mundo, produciéndolo de la nada.

    GUILLERMO DE OCKHAM

    Ockham rompe definitivamente entre la unión de fe y razón establecida por los tomistas. Los presupuestos de esta relación que establece son:

    1.- La fe y la razón se encuentran totalmente separadas; lo mismo se puede decir de los saberes que se derivan de las mismas, teología y filosofía. Ambas se diferencian por su objeto material, es decir, por ocuparse de objetos distintos en sí. El ámbito de la fe y de la razón son dos conjuntos distintos, sin intersección posible.

    2.- Ockham niega validez a las pruebas sobre la existencia de Dios, ya que la existencia de Dios sólo es admisible mediante la fe.

    3.- La separación entre la fe y la razón no es obstáculo para una plena armonía entre una y otra. Separar dos ámbitos no implica oposición. Aunque se pueda establecer contradicciones entre lo que se dice en Filosofía y en Teología, los occamistas se refugiaron en esta distinción, es decir, lo que es verdadero en Teología y lo que es verdadero en Filosofía.

    ¿Dónde se puede rastrear esta separación radical? En el averroísmo. Averroes, para no ser perseguido por las autoridades coránicas, estableció la posibilidad de una triple interpretación del Corán - la vulgar, la filosófica y la teológica. Así algo podía ser falso en Teología y verdadero en Filosofía, y viceversa.

    Los Occamistas decían lo mismo. Por ejemplo, con respecto al tema de Dios, no se podía demostrar racionalmente, que es una especulación o hipótesis; pero seriamente hablando se podía conocer por fe.

    Compañeros espero que esto les sirva…

    Como se darán cuento es lo mas resumido que se puede hacer y eso que no están todos los filósofos…Faltan algunos como representantes del Neoplatonismo y de otras corrientes Filosóficas, pero también si no están es por que no hay escrito alguno sobre dichos filósofos.

    Es la primera tanda…me pondré en campaña para terminar el resto de lo que falta…

    Ojala les sirva de algo…

    GEOVANNI EDEN..




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    Enviado por:Geovanni Eden Almiron Recalde
    Idioma: castellano
    País: Paraguay

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