Mitología
Hércules
Hércules: infancia y primeras hazañas.
Hércules es el héroe máximo de la mitología clásica, tebano de nacimiento y, durante parte de su vida, también de residencia, aunque tirintio o miceneo por su familia. En cuanto a la transición española de su nombre, es recomendable la forma “Hércules” más bien que la forma “Heracles”. Hércules, hijo de Zeus, es el último héroe que este engendra en mujer mortal, al enamorarse de Alcmena, la hija de Electrión, a la que encontrándose ella en Tebas, engaña presentándosele con la figura corporal de Anfitrión. Alcmena, establecida en Tebas con Anfitrión, no había consentido en consumar su matrimonio con Anfitrión hasta que éste ejecutara la campaña de castigo contra los Teléboas que Electrión no había podido llevar a cabo. También Anfitrión, tras el episodio de la zorra de Teomeso, había partido hacia Tafos y, gracias a la traición de Cometo, había conseguido una total victoria contra Pterelao y los Teléboas. Emprende, pues, Anfitrión su triunfal regreso a Tebas, pero cuando está ya cerca de la ciudad, cuando Zeus, enamorado de Alcmena, se presenta a ella haciéndose pasar por Anfitrión, le cuenta que ha cumplido victoriosamente la misión de castigo contra los teléboas que ella le había exigido (por ser los matadores de los hermanos de Alcmena), y logra así que Alcmena le reciba en su lecho, creyendo que es Anfitrión y consintiendo por fin en la consumación del matrimonio: engaño de los más célebres de toda la mitología clásica.
El entusiasmo de Zeus por Alcmena es tan grande, que, habiendo llegado junto a ella al empezar la noche, triplica la duración de esa noche que pasa con Alcmena, haciendo que el sol salga con veinticuatro horas de retraso sobre lo que habría sido su orto ordinario al terminar aquella noche. Ahora bien, con Apolodoro concuerda bien la narración senecana: “ese hijo para cuyo nacimiento el cielo consumió un día y el sol salió con retraso en el mar oriental por habérsele ordenado que retuviera su luminaria sumergida en el Océano”, con lo que la continuidad de la estancia de Zeus con Alcmena durante una noche de treinta y seis horas, y un retraso de veinticuatro horas en la subsiguiente salida del sol, parece ser la forma más genuina de esta tradición mítica de la concepción de Hércules.
Terminada la larga noche, Zeus, sin descubrir a Alcmena su verdadera identidad, le regala una copa que dice haber recibido de sus soldados como trofeo de victoria; tras de lo cual, Zeus se marcha, siempre sin dejar a Alcmena el menor indicio o sospecha que no sea el verdadero Anfitrión. Poco después al parecer, durante el día que sigue a la noche larga, llega el verdadero Anfitrión y le parece que Alcmena lo acoge con cierta frialdad; es más, al referirle los pormenores de la campaña, Alcmena le dice que ya se lo ha contado la noche anterior, noche que ha pasado con ella, lo que alarma grandemente a Anfitrión, que llama a Tiresias para que le ilustre sobre lo que le haya podido suceder.
Nace Hércules (y, tras él, Íficles), y tampoco después de su nacimiento continúa Hera la persecución contra él ya iniciada al retrasar su nacimiento, pero que será encarnizada y tenacísima durante toda la vida de Hércules, hasta el punto de constituir, junto a otros hechos, una relación casi permanente entre ambos, relación que, según una etimología corriente en la Antigüedad, explicaría el nombre griego de Hércules como “La gloria de Hera”. Sólo cuando Hércules termina sus hazañas en la tierra y es divinizado y trasladado al cielo, logrará por fin su padre Zeus que Hera se reconcilie con Hércules, reconciliación sellada por el matrimonio de Hebe, hija de Hera y Zeus, con Hércules. Por el momento Hera inicia la persecución contra el niño Hércules cuando éste se encuentra todavía en la cuna, enviándole dos descomunales serpientes que espera que acaben con él. Hércules en ese momento o acababa de nacer o tenía ocho meses o diez meses o un año. El niño estrangula las serpientes con sus dos manos. Según Fericides, fue el propio Anfitrión el que echó las serpientes a la cuna donde dormían los dos hermanos, queriendo probarlos y saber por sus reacciones cuál de los dos era hijo de Zeus y cual era suyo, y conoció que Íficles era su hijo porque se asustó y huyó de las serpientes, mientras Hércules les hizo frente y las ahogó.
En Tebas va creciendo Hércules y recibiendo educación: Anfitrión le enseña a conducir carros, Autólico, hijo de Hermes, a luchar con los brazos y cuerpo, Éurito, rey de Ecalia, a disparar el arco, Cástor a luchar con las armas, Lino a tocar la cítara y cantar a sus acordes. A Lino, hermano de Orfeo, lo mata Hércules golpeándole con la lira irritado porque Lino le había a su vez golpeado. Juzgado por este homicidio, se defendió Hércules alegando una ley de Radamantis que proclamaba inocente a quien repeliese una agresión injusta, y fue absuelto. Pero Anfitrión, temiendo que Hércules repitiese tal actuación, lo envía a cuidar del ganado vacuno en los pastizales. Allí es donde Hércules se hace adulto alcanzando enorme estatura y fuerza.
La primera hazaña de Hércules fue dar muerte al león del Citerón, que causaba estragos en los rebaños vacunos de Anfitrión y de Tespio. Tenía Hércules dieciocho años, y se encaminó al Citerón con la intención de dar caza al león, cosa que no logró más que al cabo de cincuenta días, durante cuyas noches se alojaba en casa de Tespio, rey de Tespias en Beocia. Tenía Tespio cincuenta hijas, y concibió el proyecto de que todas ellas tuvieran hijos de Hércules. Para ello cada noche lo hacía acostarse con una distinta, creyendo Hércules que era siempre la misma; rasgo curioso propio, de la “civilización de la oscuridad” que ha durado hasta que en los últimos años del siglo XIX se generalizó la luz eléctrica.
Hércules engendra así en las Tespiades hasta cincuenta hijos.
Pero hay variantes: Hércules yace en una sola noche con las cincuenta Tespiades; o yace, también en una sola noche, sólo con cuarenta y nueve porque una de ellas se niega, y entonces Hércules la condena a perpetua virginidad como sacerdotisa suya; o yace con las cincuenta en siete días. También varía el número de hijos que engendra en las Tespiades: cincuenta, cincuenta y dos, por haber tenido gemelos la mayor y la menor. En todos los casos son varones todos.
A los cincuenta días, pues, mata al león, lo desuella, y utiliza la piel como cobertura y las fauces como casco, y éste es el famoso ropaje de Hércules.
La segunda hazaña de Hércules fue liberar a los tebanos del oneroso tributo que estaban obligados a satisfacer al rey Ergino de Orcómeno, rey de los Minias, padre de Trofonio y Agamedes, hijo de Clímeno, nieto de Presbón, y biznieto de Frixo y Calcíope. El tributo consistía en cien vacas al año durante un período de veinte, y había sido impuesto por Ergino a los tebanos, después de causar en ellos gran mortandad y como condición de la paz, en castigo de haber dado muerte a su padre Clímeno un tebano llamado Perieres, auriga de Meneceo. Venían, pues, los emisarios de Ergino a cobrar el tributo anual, cuando se topa Hércules con ellos y los ultraja con la más refinada ferocidad, cortándoles orejas, narices y manos y atándoselas a los cuellos, tras de lo cual les ordena que vayan a decir a Ergino que ese es el tributo que llevan de Tebas. Ergino vuelve para tomar venganza, pero Hércules, que ha recibido armas de Atenea, y que se coloca a la cabeza del ejército tebano, lo derrota y mata, e impone entonces a los de Orcómeno un tributo doble del que ellos habían impuesto a Tebas. En esta batalla muere Anfitrión. Hércules, en premio de su distinguida actuación, recibe de Creonte la mano de su hija mayor, Mégara, de quien tiene tres hijos, llamados Terímaco, Creontiades y Deicoonte.
Creonte casa a su segunda hija con Íficles, el hermanastro de Hércules, que, de un matrimonio anterior, con Astimedusa, hija de Alcátoo, tenía un hijo llamado Iolao, que fue siempre muy querido de Hércules. Por su parte Alcmena, al quedar viuda, casa de nuevo, con Radamantis, el hijo de Europa y Zeus, que había sido desterrado de Creta por haber dado muerte a su hermano, y ambos viven en Ocáleas de Beocia hasta la muerte de Alcmena, de avanzada edad y después de haber sobrevivido a su hijo Hércules y a su nieto Hilo.
Habiendo Hércules aprendido de Éurito el manejo del arco y flechas, recibe de Hermes una espada, de Apolo el arco, de Hefesto una coraza de oro, de Atenea un peplo y de Posidón un caballo; él mismo se fabrica su otra gran arma característica, la maza, cortándola de un árbol de Nemea.
A continuación Hera, que le odia y le perseguirá tenazmente durante toda su vida, le hace volverse loco, en cuyo estado mata a los hijos que ha tenido de Mégara y a dos de Íficles, tras de lo cual recupera la lucidez, es purificado por Tespio, y va a Delfos, a consultar a Apolo dónde debe vivir.
Al llegar Hércules a Delfos, recibe por primera vez, de la Pitia, el nombre de Hércules, habiéndose llamado antes Alcida, es decir, el patronímico relativo a su abuelo paterno Alceo, el padre de Anfitrión.
Hércules, pues, es saludado en Delfos con el nuevo nombre por la Pitia, que a continuación le comunica que debe ponerse a las órdenes de Euristeo, rey de Tirinto y Micenas y realizar diez trabajos que éste le mandará, y que una vez los haya llevado a cabo será inmortal.
Los trabajos de Hércules.
El primer trabajo que Euristeo ordena a Hércules es traerle la piel del león de Nemea.
Hércules se pone en camino hacia Nemea, que está a unos veinte kilómetros de Tirinto, y llegado a Cleonas se aloja en casa de un trabajador llamado Molorco, a quien ve dispuesto a ofrecer un sacrificio a Zeus Salvador.
Hércules le disuade de hacer entonces el sacrificio, convenciéndole de que espere treinta días, al término de los cuales si Hércules regresa vencedor debía Molorco ofrecer en efecto el sacrificio a Zeus Salvador, y en caso de que Hércules pereciese en el intento, ofrecérselo al propio Hércules en calidad de héroe. A continuación se encamina a los parajes frecuentados por el león, a quien encuentra, y empieza por dispararle sus flechas, no sabiendo que la fiera era invulnerable. Pero a ver que las flechas le rebotaban en la piel, lo persigue con la maza acorralándole en una cueva que tenía dos salidas; después de cegar una de ellas penetra en la cueva, y pasándole el brazo por el cuello lo ahoga o estrangula. Se dispone después a desollarlo, cosa que no consigue hasta que se le ocurre hacer el primer desgarro con las propias uñas de la fiera.
Hércules regresa a casa de Molorco, llevando la piel del león, precisamente el último día del plazo convenido y cuando ya Molorco se disponía a ofrecerle el sacrificio como héroe; juntos, entonces, ofrecen el sacrificio a Zeus Salvador. A continuación Hércules lleva la piel del león a Euristeo, quien es presa de tal pavor, que ordena que en lo sucesivo Hércules se quede en las afueras de la ciudad y espere allí las órdenes referentes a los subsiguientes y sucesivos trabajos, que él le dará por mediación del heraldo Copreo, mientras él, por su parte, Euristeo, se encierra en una tinaja que manda poner en un sótano, para encontrarse así a cubierto y resguardado de Hércules y de las fieras que él mismo le manda traer, muertas unas, vivas otras. Euristeo es, así, el gran cobarde de la mitología hercúlea, figura odiosa en todo caso, aunque esta odiosidad pudiera mitigarse por ser el instrumento de Hera.
Por mediación, pues, de Corpeo ordena Euristeo a Hércules el segundo trabajo, consistente en dar muerte a la Hidra en Lerna.
Hércules monta en un carro conducido por su fiel sobrino Iolao, y llega a las inmediaciones de Lerna, y precisamente junto a la fuente Amimone, donde se encontraba el escondrijo de la Hidra. La obliga a salir de su escondite arrojándole flechas encendidas, y con la maza le corta las cabezas, pero sin lograr ventaja alguna, pues brotaban dos por cada una que cortaba. La Hidra se enrosca además en una de las piernas de Hércules, y por otra parte surge un cangrejo gigantesco, enviado por Hera, que como aliado de la Hidra ataca también a Hércules, quien llama por su parte como aliado a Iolao después de dar muerte al cangrejo. Iolao enciende parte del bosque inmediato, y con los tizones quema los cuellos de la Hidra impidiendo así que proliferen las cabezas. Hércules entonces le corta por fin la cabeza inmortal, la entierra colocando encima una pesada roca, abre en canal el cuerpo de la Hidra y sumerge sus flechas en la bilis de ésta, haciéndolas empaparse e impregnarse bien del veneno del monstruo. Esta operación es de consecuencias fatales y decisivas, pues en lo sucesivo las flechas de Hércules, gracias al veneno de la Hidra, producirán heridas necesariamente mortales para los mortales y necesariamente incurables para los inmortales, siendo causa del paso de dios a mortal del Centauro Quirón, de la muerte de la mayoría de los Centauros, y en especial de la del Centauro Neso, que traerá como consecuencia, algún tiempo después, la muerte del propio Hércules por el veneno de una de sus propias flechas; y andando el tiempo, la utilización de estas flechas en el sitio de Troya, imprescindible para la conquista de la ciudad, y en particular la muerte de Paris por una de ellas, disparada por Filoctetes. Así es, pues, como dio cima a Hércules a este segundo trabajo; pero Euristeo, alegando que no podía ser válido por no haberlo realizado Hércules solo sino con la ayuda de Iolao, lo excluye de la cuenta de los diez por él ordenados.
El tercer trabajo que ordena Euristeo a Hércules es traer viva a Micenas la cierva de Cerinía, comúnmente llamada la cierva de los cuernos de oro. Pues bien, estaba esta cierva consagrada a Ártemis, y esa parece ser en el mito la causa que se le ordenara traerla viva, y de que, por añadidura, no quisiera tampoco Hércules herirla. La persigue, así, cuidadosamente, durando un año entero la persecución, hasta que al fin la captura, no sin embargo sin dispararle últimamente una flecha, en el momento en que la cierva estaba pasando el río Ladón; y cargándosela sobre los hombros la transporta a través de Arcadia en dirección a Micenas. Durante este viaje de retorno con la cierva a cuestas, se encuentra Hércules con Apolo y Ártemis; ésta le echa en cara su intento de dar muerte a un animal que le estaba consagrado, e intenta, a su vez, arrebatárselo a Hércules; pero éste se disculpa alegando la necesidad en que se encuentra de obedecer a Euristeo, con lo que la diosa se aplaca y le permite que se la lleve, como en efecto lo hace, logrando hacerla llegar viva a Micenas.
Como cuarto trabajo ordena Euristeo a Hércules traer, también vivo, al jabalí del Erimanto, animal que devastaba la Psofide. Este trabajo es poco significativo o importante en sí mismo, pero célebre en cambio por un episodio accesorio, que es el siguiente. En su camino hacia el Erimanto (montaña de Arcadia) Hércules se hospeda en Fóloe, en casa del centauro Folo, hijo de Isleño y de una ninfa Melia. Folo ofrece a Hércules carne asada, mientras él mismo la toma cruda. Hércules pide vino, a pesar de su amabilidad (sólo él y Quirón son buenos entre los Centauros), le dice que le parece peligroso abrir el tonel que es propiedad común de los Centauros; pero Hércules insiste, Folo lo abre, y al olor del vino acuden los Centauros armados de rocas y abetos. Hércules rechaza a los dos primeros, Anquio y Agrio, con tizones encendidos, y a los demás los persigue a flechazo hasta el promontorio Malea, en el extremo Sur del Peloponeso. Los Centauros se amparaban detrás de Quirón, y una flecha lanzada contra uno de ellos, Élato, le atraviesa el brazo y va a clavarse en la rodilla de Quirón, causando enorme disgusto a Hércules, que corre a sacársela y le aplica un remedio que le proporciona el propio Quirón. Pero la herida era incurable por ser Quirón inmortal, y éste, agobiado por los terribles dolores que le producían, pide a Zeus que le haga morir para que cesen sus sufrimientos. Parecía esto imposible, pero se consigue gracias a la intervención de Prometeo, que se ofrece en lugar de Quirón.
De los restantes Centauros, la mayoría de los que lograron escapar fueron acogidos por Posidón en un monte próximo a Eleusis; uno de los supervivientes, llamado Euritón, se refugia en Fóloe, y luego veremos como muere al fin también en manos de Hércules. Pero el más famoso de esos supervivientes es Neso, que llega al río Eveno, en Etolia, y allí permanecerá hasta que al fin lo aniquile igualmente Hércules, ya hacia el fin de la vida de éste. En cuanto a Folo, arranca de uno de los muertos una flecha y se pone a examinarla, maravillándose de que siendo tan pequeña pueda dar muerte a seres tan gigantescos como son ellos, los Centauros; pero mientras la está observando se le resbala de la mano, le cae en un pie y lo mata en el acto.
Hércules en su regreso a Fóloe da honrosa sepultura al buen Centauro Folo, tras de lo cual parte por fin en busca del jabalí, lo persigue y acosa hasta hacerlo meterse en un paraje donde la nieve es muy profunda, estando ya el animal fatigado, lo captura a lazo, y lo lleva vivo a Micenas. Los dientes de este jabalí pretendían poseerlos, en época histórica, guardados en un templo de Apolo, los habitantes de Cumas.
Como quinto trabajo recibe Hércules la orden de limpiar los establos del rey Augías sacando en un solo día todo el estiércol. Era Augías rey de la Élide, hijo ya sea del sol, ya de Posidón, ya de Forbante, y poseía enormes rebaños. A él se presenta Hércules, pero en lugar de manifestarle que viene por orden de Euristeo, se lo oculta, y pacta con él la limpieza de los establos en un solo día al precio de la décima parte del ganado. Augías accede a este pacto porque no cree a Hércules capaz de cumplirla así, pero como testigo del pacto actúa el propio hijo de Augías, Fileo. Hércules abre un canal en los cimientos del establo, y, desviando el curso de los ríos Alfeo y Peneo, logra hacerlos pasar por los establos y que su impetuosa corriente arrastre el estiércol, quedando así limpios en un solo día los establos. Pero Augías, que se ha enterado de lo que ha hecho por orden de Euristeo, se niega a entregarle el salario convenido, mostrándose dispuesto a acudir a juicio. En el juicio Fileo testimonia contra su padre y a favor de Hércules, por lo que Augías, encolerizado, los expulsa de su reino a los dos. Fileo va a establecerse a la isla de Duliquio. Hércules marcha por el momento a casa de Dexámeno, libera a la hija de éste, Mnesímaca, de la necesidad de casarse a viva fuerza con el Centauro Euritión, que a ello quería obligarla, dando muerte al Centauro.
En cuanto a la limpieza de los establos de Augías, este trabajo fue doblemente inútil para Hércules, pues si por una parte, como hemos visto, Augías se negó a pagarle el precio convenido, alegando que tenía que hacerlo de todos modos por estar al servicio de Euristeo, a su vez este se negó a darle validez, alegando que lo había hecho mediante contrato con Augías, por lo que, lo mismo que el segundo trabajo, quedó excluido de la cuenta; y son, así, los trabajos segundo y quinto los que, al no ser aceptados como válidos por Euristeo, dan lugar a que este exiga otros dos más en su lugar y a que resulten doce en total.
El sexto trabajo ordenado por Euristeo fue ahuyentar a las aves del Estinfalo, lago de Arcadia rodeado de espesa selva, en las que se refugiaban, huyendo de los lobos, innumerables aves. No sabiendo Hércules como hacerlas salir de la espesura, le da Atenea unas castañuelas de bronce que a su vez había ella recibido de Hefesto. Las hace sonar, y las aves, espantadas, emprenden el vuelo; Hércules entonces las abate a flechazos.
El séptimo trabajo consistió en traer vivo de Creta un toro que, según Acusilao, sería el que había transportado a la princesa Europa para llevarla a presencia de Zeus, se trataba del toro que hizo brotar del mar Posidón cuando Minos prometió sacrificar lo que del mar saliese; pues habiendo, en efecto, salido prodigiosamente un magnífico toro, Minos, admirado de su belleza, no quiso sacrificarlo, enviándolo a engrosar sus rebaños y sacrificando otro en su lugar; Posidón, irritado, hizo salvaje al toro, pero, sobre todo, se tomó contra Minos la refinada venganza de hacer que su esposa Pasifae, hija del sol, se enamorase del toro, y de manera tan perdida, que consiguió, gracias a la ayuda de Dédalo, llegar a la consumación de este amor bestial, concibiendo del toro el monstruo llamado Minotauro. Pues bien, de este toro monstruosamente amado por Pasifae es del que explícitamente dicen Diodoro e Higinio que fue el que Euristeo mando a Hércules traer. Hércules se presenta a Minos y le expone su misión; Minos le autoriza capturarlo si puede. Así lo hace Hércules, se lo lleva a Euristeo (cruzando el mar Egeo a lomos del toro según Diodoro), y, después de mostrárselo, lo deja suelto. El toro recorre el Peloponeso, atraviesa el Istmo y acaba por establecerse en el Ática, en Maratón, donde causa estragos y algún tiempo después lo matará Teseo en lo que será una de las más famosas hazañas de éste.
El octavo trabajo consistió en traer a Micenas las yeguas antropófagas de Diomedes, rey de Tracia e hijo de Ares, poseedor de unas yeguas a las que había enseñado a alimentarse de la carne de sus huéspedes.
Hércules parte acompañado de algunos voluntarios, y durante su viaje de ida hace alto en Feras de Tesalia, en el palacio del rey Admeto, a cuya esposa Alcestis libera de los brazos de la Muerte.
Continúa este su viaje y al llegar a Tracia, al país de los Bístones, que eran los súbditos de Diomedes, fuerza la entrada a los establos y se lleva las yeguas en dirección al mar. Acuden los Bístones, con Diomedes a la cabeza, y entonces Hércules deja las yeguas al cuidado de su favorito Abdero, y él lucha con los Bístones, mata a muchos de ellos incluyendo al rey Diomedes, y pone en fuga a los restantes. Entretanto las yeguas habían devorado a Abdero; Hércules funda allí mismo la ciudad de Abdera, junto al sepulcro en el que entierra a su amigo, y lleva las yeguas a Euristeo. Éste las suelta, y las yeguas se encaminan al Olimpo, donde mueren a su vez devoradas por las fieras.
Como noveno trabajo ordena Euristeo a Hércules que traiga el cinturón de Hipólita, reina de las Amazonas.
Hércules se embarca, en compañía de aliados y voluntarios, y tras algunas escaramuzas en Paros (donde da muerte a cuatro hijos de Minos llamados Eurimedonte, Crises, Nefalión y Filolao y toma a su servivio, en compesación de dos de sus compañeros que habían sido asesinados por lo parios, a dos nietos de Minos, hijos de andrógeo, llamados Alceo y Esténelo) y en Misia (donde, en auxilio del rey Lico, combate a los Bébrices y da muerte al rey Migdon, hermano de Ámico, arrebatando a los Bébrices gran parte de su territorio, que regala a Lico, quien le da el nombre de Heraclea), arriba al país de las Amazonas, fondeando en Temiscira.
Allí acude a visitarle a bordo la reina Hipólita, quien, después de enterarse por el propio Hércules del propósito que le ha traído, le promete darle el cinturón. Mas entretanto Hera, tomando la apariencia de una Amazona, se presenta ante la multitud de éstas y les da falsa noticia de que su reina ha sido hecha prisionera por los extranjeros; las Amazonas entonces se lanzan a caballo contra el navío. Hércules, creyendo que se trata de una emboscada previamente dispuesta, da muerte a Hipólita, le quita el cinturón, y luchando con las restantes Amazonas leva las anclas y se hace a la mar, arribando, no mucho después, a las costas de Troya.
Al llegar Hércules, Troya se encontraba afligida por una calamidad sumamente parecida, aunque no en su origen, a la que en Etiopía había remediado Perseo al liberar a Andrómeda, pues también en Troya estaba la hija del rey, llamada Hesíone, encadenada a una roca para ser devorada por un monstruo marino; pero el origen de tal desgracia había sido la perfidia del rey Laomedonte contra los dioses Posidón y Apolo. Habían venido estos a Troya para ponerse al servicio de Laomedonte, ya fuera en figura humana y para probar a Laomedonte, ya sin disimular su condición de dioses y como castigo impuesto por Zeus por haberse rebelado contra él.
Pues bien, en el momento de arribar Hércules, Hesíone está, en efecto, encadenada esperando la llegada del monstruo que ha de devorarla. A partir de aquí ya no hay nada de común con perseo-Andrómeda salvo el nudo hecho de que Hércules salva a Hesíone matando al cetáceo y mediante un pacto con el padre de la joven, del mismo modo que Perseo había salvado a Andrómeda matando al cetáceo y mediante un pacto con los padres de Andrómeda; pero todo lo demás es ya netamente diferente: el modo de matar al cetáceo, el contenido del pacto, su incumplimiento por Laomedonte, las consecuencias de este incumplimiento y, rasgo muy destacado, la absoluta ausencia de interés amoroso de Hércules por Hesíone a diferencia de la ardorosa, fiel y duradera pasión conyugal de Perseo por Andrómeda. Hércules, pues, se ofrece a salvar a Hesíone, pactando con Laomedonte que recibirá en recompensa los caballos divinos que en otro tiempo entregara Zeus a Tros, abuelo de Laomedonte, como reparación por el pacto de su hijo Ganímedes. Hércules, en efecto, espera la llegada del monstruo y le da muerte, tras de lo cual libera a Hesíone y se la entrega a su padre, pero, hay otra versión en la que la liberación es anterior a la matanza del monstruo, y después de la matanza Hércules da a escoger a Hesíone entre quedarse con su padre o irse con Hércules, escogiendo la joven esto último, por temor a volver a ser entregada a cualquier nuevo monstruo; tras de lo cual Hércules se la deja en depósito a Laomedonte, juntamente con los caballos, hasta que él regrese con los Argonautas; y es cuando regresa cuando Laomedonte se niega a entregarle los caballos. Hércules por el momento se limita a amenazarlo con la guerra, y se hace a la mar. Y tras algunas escaramuzas en Eno, en Tasos y en Torone, llega a Micenas y entrega a Euristeo el cinturón de Hipólita.
El décimo trabajo consistió en traer vivas a Micenas, desde los confines del Océano, las vacas del monstruoso Gerión, ser de tres cuerpos que habitaba en Eritía, isla situada junto a lo que después fue Cádiz, junto al océano. Tenía el monstruo los tres cuerpos fundidos en uno desde la cintura para arriba, y bien separados desde las caderas hacia abajo. Sus innumerables vacadas eran pastoreadas por Euritión y guardadas por el también monstruoso perro bicéfalo Orto, hijo de Equidna y Tifoeo.
Éste es uno de los más largos viajes de Hércules. Hay dos versiones sobre este viaje, en una, lo empieza por Europa, pero pasa después a África, y arribando más tarde Tarteso, en la costa meridional de España, coloca allí, en los confines de Europa y África, como recuerdo de su paso, unas columnas que en lo sucesivo se llamarán las columnas de Hércules. En cambio, en la otra se implica, aunque no necesariamente, que haría todo el viaje por tierra, sin salir de Europa, y durante este viaje este viaje terrestre tiene lugar la aventura de la que resultará el nombre del Pirineo o cordillera pirenaica. En la primera versión, también se cuenta la formación o abertura del estrecho de Gibraltar, estableciendo comunicación entre el Océano y el Mediterráneo. En esta misma versión, se dice que Hércules, entonces, continúa su viaje, recibiendo del sol un calor excesivo, así que apunta con su arco contra el Sol; admirado éste de tanta audacia, le proporciona una vasija de oro que le sirva de embarcación para llegar a la isla de Eritía atravesando el océano. Así lo hace Hércules, llega a su destino, golpea al perro de Orto con la maza, mata al vaquero Euritión, se lleva las vacas, mata también a Gerión, que acude, avisado por otro pastor a rescatarlas, mete las vacas en la vasija de oro, emprende la travesía de regreso y, habiendo llegado a Tarteso, devuelve la vasija al Sol , continuando su viaje, con el rebaño, a pie, por España e Italia en dirección a Grecia.
Al pasar por Liguria, dos hijos de Posidón llamados Yalebión y Dercino, intentan robarle el ganado y mueren a manos de Hércules.
Continúa éste su viaje por Toscana y se da el episodio de Caco, que es de la otra versión.
Caco, ser monstruoso, hijo de Vulcano y que respiraba llamas de humo, le roba a Hércules algunas de las vacas y se las lleva, tirándoles de los rabos y haciéndolas así andar hacia atrás, a la cueva donde solía vivir. Hércules descubre el hurto y el lugar donde había escondido Cacolas vacas robadas, y entonces acomete a éste, descuajando los peñascos que formaban el techo de la cueva, y la da muerte, recuperando luego las vacas.
Continúa Hércules su viaje de regreso a Grecia y llega a Regio, en el extremo meridional de Italia, donde uno de los toros emprende veloz carrera, penetra en el mar y llega hasta Sicilia, hasta el campo de Érix, un hijo de Posidón que reinaba sobre los Élimos, el cual mezcla al toro entre sus propios rebaños.
Hércules encomienda a Hefesto la guarda de las vacas, y él pasa a Sicilia en busca del toro desmandado, lo encuentra entre los rebaños de Érix y se lo reclama a éste.
Érix le desafía a luchar con él, y, tras ser derrotado Hércules tres veces, acaba por dar muerte a Érix.
Hércules, después de haber recuperado al toro desmandado, se lo lleva, lo une de nuevo al resto del rebaño de Gerión y se dirige con este rebaño al mar Jónico, que atraviesan arribando a Grecia.
En Gracia se dispersan las vacas por cuasa de un tábano que envía Hera contra el rebaño; Hércules las persigue por las montañas de Tracia; algunas se le escapan definitivamente y se hacen salvajes; las restantes las recupera, las lleva al Helesponto y, por fin, pasando de nuevo por Tracia, logra hacerlas llegar a Micenas y entregárselas a Euristeo, quien las sacrifica en honor de Hera.
Como undécimo trabajo le manda que traiga las manzanas de oro de las Hespérides. Hércules emprende el viaje y llega al río Equedoro, donde combate con Cicno, hijo de Ares y de Pirene; Ares toma parte en la lucha a favor de su hijo, pero un rayo de Zeus separa a los contendientes. Prosigue su viaje y llega al río Erídano y allí unas Ninfas, hijas de Zeus y de Temis, le revelan dónde se encuentra Nereo dormido. Hércules lo agarra y encadena, sin soltarlo a pesar de que Nereo toma toda clase de formas, hasta que Nereo le indica el sitio donde están las Hespérides y sus manzanas de oro.
Recorre entonces África, donde lucha con Anteo. Hércules logra vencerlo y darle muerte levantándolo en vilo y cortándole así el suministro de energía que recibía de la tierra.
A continuación pasa Hércules a Egipto , donde lleva a cabo un nuevo parergon, al enfrentarse con otro temible enemigo, también hijo de Posidón , Busiris, que era rey de Egipto y acostumbraba a sacrificar a los extranjeros en el altar de zeus, en virtud del oráculo o profecía que le había formulado un adivino de Chipre llamado Frasio, según el cual cesaría la esterilidad que afligía los campos de Egipto si se sacrificaba a un extranjero cada año. Busiris siguió estas instrucciones, empezando por matar al propio Frasio, y continuando con unos cuantos extranjeros que llegaban al país. Hércules da muerte a Busiris.
Prosigue Hércules su viaje, ahora por Asia, llegando a Termidras, puerto de los Lindios, y después a Arabia, donde da muerte a Ematión, hijo de Titono y de la Aurora. Vueve a África, recibe de nuevo la vasija del sol y sale al Océano. Pasa después al continente inmediato, llegando al Cáucaso, donde realiza la liberación de Prometeo.
Éste, agradecido a Hércules, le hace una revelación, consistente en unas instrucciones, que le serán de suma utilidad para dar cima a este undécimo trabajo que hasta ese momento no había conseguido Hércules ni empezar siquiera, a pesar de tan interminables viajes: le dice cuál es el camino que deberá seguir para llegar por fin a su objetivo, precaviéndole además que no debe ir él mismo hasta el jardín de las Hespérides, sino solamente a presencia de Atlas, a quien deberá convencer de que, dejando mientras tanto descansar la bóveda del cielo en los hombros de Hércules, vaya él a buscar las manzanas. Y aún le da un consejo más Prometeo sobre la manera de engañar a Atlas para que vuelva a cargarse sobre los hombros la bóveda celeste, previendo sin duda Prometeo que Atlas, al verse libre de la carga, no iba a querer volver a sostenerla y trataría de dejar a Hércules con ella encima.
Hércules cumple puntualmente las instrucciones de Prometeo y llega a presencia de Atlas; y sosteniendo, pues, el cielo sobre los hombros es como se encontraba éste cuando Hércules se le presenta y le convence de que vaya a buscar las manzanas, sustituyéndole Hércules como sostén de la bóveda celeste. Atlas coge en el jardín de las Hespérides las manzanas de oro y regresa con ellas a presencia de Hércules; pero, sintiéndose sin duda muy contento al verse aliviado del peso de la bóveda celeste, se niega a cargársela de nuevo, diciéndole a Hércules que él mismo llevará las manzanas a Euristeo. Y ahora es cuando Hércules hace uso del engaño que la había sugerido y recomendado Prometeo: le dice a Atlas que le sostenga un momento el cielo mientras él, Hércules, se pone una almohadilla en la cabeza. Atlas cae en la trampa: deja en el suelo las manzanas y se carga a hombros el cielo, momento en el cual Hércules coge las manzanas y se aleja a buen paso despidiéndose de Atlas.
Hay, sin embargo, otra variante que dice que es el propio Hércules quien va al jardín de las Hespérides a coger personalmente las manzanas matando al dragón encargado de su protección.
Pero en las dos versiones, Hércules lleva las manzanas a Euristeo, quien se las regala al propio Hércules; este a su vez se las da a Atenea, quien por último las devuelve a su lugar de origen, por no estar permitido que estuvieran en ningún otro sitio.
Y por fin el duodécimo y último trabajo que ordena Euristeo consiste en traer del Infierno a Cerbero, el perro de tres cabezas y una cola de dragón y múltiples cabezas de serpiente en el lomo. Hércules empieza por encaminarse a Eleusis, donde es purificado de la matanza de los Centauros por Eumolpo, y admitido después a los misterios. Marcha luego al extremo meridional del Peloponeso y por una abertura del Tenaro desciende al Infierno.
Al verle huyen las almas de los muertos a excepción de las de Meleagro y Medusa. A ésta le acomete Hércules con la espada, como si estuviera viva, hasta que Hermes le hace saber que es una mera imagen o sombra. Por su parte Meleagro celebra con él una conversación en la que le exhorta a casarse, a su regreso al mundo de los vivos, con su hermana Deyanira, cosa que en efecto hará Hércules y traerá como consecuencia, aunque no inmediata, su propia muerte. Hércules encuentra, cerca de las puertas del Infierno, a Teseo y Pirítoo, allí encadenados por haber descendido con el propósito de raptar a Perséfone para Pirítoo; Hércules libera a Teseo, pero al intentar hacer lo mismo con Pirítoo se produce un temblor de tierra y Hércules renuncia a su propósito, por lo que Pirítoo permanece para siempre en el Hades, mientras que Teseo volverá al mundo de arriba con Hércules. Queriendo este proporcionar sangre a las almas del infierno, mata una de lasvacas de Hades; el pastor que las guardaba, llamado Menetes, desafía a luchar a Hércules, quien le rompe las costillas, pero le perdona la vida a petición de Perséfone.
Por fin Hércules pide directamente a Plutón el perro que ha venido a buscar; Plutón le autoriza a llevárselo si es capaz de apoderarse de él sin hacer uso de sus armas; así lo hace Hércules, resguardado únicamente por su coraza y por la piel del león, y agarrando a Cerebro no lo suelta, a pesar de ser mordido por la serpiente que éste tenía en la cola, hasta que Cerebro se muestra domado o dispuesto a seguirle. Tras de lo cual emprende, con él y con Teseo, la ascensión, saliendo a flor de tierra por Trecén, llevando a Cerbero a presencia de Euristeo, y volviendo en seguida a llevarlo al infierno, donde lo deja definitivamente.
Hazañas de Hércules posteriores a los trabajos.
Terminados los trabajos, Hércules vuelve a Tebas, donde casa a Mergara con su sobrino Iolao. Buscando él casarse de nuevo, tiene noticia de que Éurito, rey de Ecalia en Eubea, ha prometido dar en matrimonio su hija Íole a quien le venza a él y a sus hijos en el tiro del arco.
Hércules acude y obtiene la victoria, pero Éurito se niega a cumplir lo prometido, a pesar de que Ífito, su hijo mayor, se pone de parte de Hércules, pero Éurito alega el temor a que Hércules, volviéndose loco nuevamente, mate también a los hijos que pueda tener de su hija Íole. Se la rehusa, pues; más adelante vendrá Hércules a conquistar a Íole a sangre y fuego, en una campaña que precederá inmediatamente a su propia muerte. Por el momento, Hércules se retira al continente.
Poco después, roba Autólico las vacas de Éurito clandestinamente; Éurito sospecha de Hércules y le acusa, pero su hijo Ífito, no creyéndolo, acude a entrevistarse con Hércules, a quien pide que le ayude a buscar las vacas. Hércules se lo promete y lo hospeda en su casa, pero, enloquecido de nuevo, mata a ïfito arrojándolo de lo alto de las murallas de Tirinto.
Hércules, que quiere ser purificado de este nuevo crimen, se dirige a Pilos con la pretensión de que le purifique Neleo; pero este se niega, por amistad con Éurito.
Hércules se dirige entonces a casa de Deífobo, hijo de Hipólito, en Amiclas, quien le purifica; pero aún así cae Hércules gravemente enfermo como castigo por el asesinato de Ífito, y acude de nuevo a Delfos para pedir curación.
La Pitia no quería emitir oráculo alguno en su favor, por lo que Hércules intenta saquear el templo y, llevándose el trípode, conseguir él mismo el oráculo.
Lucha incluso con Apolo, pero también ahora, un rayo de Zeus los separa, obteniendo por fin Hércules el oráculo que deseaba.
El oráculo que tiene ahora Hércules, le predice que se curará de su enfermedad si es vendido como esclavo, para permanecer en esa situación durante tres años.
Recibido el oráculo, es Hermes quien se encarga de poner en venta a Hércules, siendo comprado por Ónfala, reina de Lidia, hija de Iárdano, y a quien había dejado el trono de Lidia su esposo Tmolo al morir. Éurito no acepta el dinero pagado por Ónfala y que le habían llevado. Por su parte Hércules permanece los tres años como esclavo de la reina; durante ese período captura y encadena a los Cercopes de Éfeso, mata a Sileo y a la hija de éste, Jenódoce, entierra a Ícaro, hijo de Dédalo, y arroja piedras contra una efigie que representándole a él, Hércules, había tallado Dédalo en agradecimiento por haber enterrado a su hijo.
Los Cercopes, usualmente dos en número, eran hombres tramposos y perjuros, dos hermanos llamados Pásalo y Aclemon, e hijos de Memnónide.
La madre de los Cercopes les había dado a entender que algo les pasaría cuando se encontraran con un hombre de posaderas negras. Pues bien, sucedió que los Cercopes se encontraron un día con Hércules, que estaba dormido bajo un árbol, e intentaron apoderarse de sus armas o robarle la alforja. Hércules despierta a tiempo, se abalanza sobre ellos, los ata cabeza abajo, cada uno a un extremo de un palo que se carga sobre el hombro, y echa a andar llevándolos así.
En efecto, conforme van los Cercopes cabeza abajo, y estando Hércules con las posaderas desnudas, ven que las tiene negras por causa de la espesa pelandrera que las cubre, y acordándose de la admonición de su madre, se ponen a hablar de ello y les entra un fuerte ataque de risa, risa que se contagia a Hércules, quien, sumamente divertido con todo aquello, los suelta y deja libres.
De Ícaro es célebre su vuelo y mortal caída al mar. Era hijo de Dédalo, el celebérrimo arquitecto, escultor e ingeniero ateniense, constructor del laberinto de Creta por encargo del rey Minos y para encerrar en él al Minotauro. Pero después de construido el Laberinto, Minos retenía a Dédalo en la isla, no permitiéndole embarcarse. Decide entonces Dédalo huir por los aires, y fabrica, para sí y para su hijo Ícaro, unas alas cuyas plumas están sujetas con cera; se las ponen y emprenden el vuelo; pero Ícaro, desatendiendo las prudentes advertencias de su padre, durante su vuelo se acerca demasiado al Sol, cuyo excesivo calor derrite la cera, con lo que las plumas se desprenden e Ícaro cae al mar, junto a una isla que hasta entonces se llamaba Dólique. Hércules recoge el cadáver y lo entierra en la isla, a la que pone el nombre del muchacho y que desde entonces se llamó Ícaro o Icaria.
En agradecimiento a Hércules por haber enterrado a su hijo, Dédalo fabricó en Pisa una imagen de Hércules, imagen que éste, tomándola por un ser vivo al no reconocerla por ser de noche, apedreó.
Durante la esclavitud de Hércules con la reina Ónfala se produce entre ambos un amoroso idilio, acompañado de uno de los más célebres “travestismos” de toda la mitología: Hércules se viste las ropas de Ónfala y se dedica a hilar con rueca y uso, mientras ella se cubre con la piel del león y empuña la clava y las flechas de Hércules.
Terminado el período de los tres años de esclavitud y recuperada su salud y su libertad, decide Hércules emprender la expedición de castigo contra Troya con la que en otro tiempo había amenazado a Laomedonte, y que va a constituir otra de las grandes empresas colectivas del siglo XIII, pues en ella le acompañan, en dieciocho navíos de cincuenta remos cada uno, gran número de guerreros escogidos, voluntarios todos, y entre ellos Ecles, el padre de Anfiarao, y los dos Éacidas Telamón y Peleo.
Llegan a Troya, y dejando a Ecles la custodia de las naves se encamina él con los otros a la ciudad. Laomedonte por su parte ataca las naves y da muerte a Ecles, pero, atacado a su vez por Hércules, se refugia en la ciudad, a la que Hércules pone sitio formal. El asalto se produce por obra de Telamón, que abriendo brecha en la muralla se precipita al interior del núcleo urbano, provocando la cólera de Hércules, quien, no queriendo que nadie entrase en la ciudad antes que él, se disponía a dar muerte a Telamón, y lo hubiera hecho a no haber visto que éste estaba amontonando piedras; al preguntarle Hércules a Telamón qué estaba haciendo, responde éste que construir un altar para venerar a Hércules el Magnífico Vencedor, lo que agrada sobremanera a Hércules, quien entonces, no sólo le perdona la vida, sino que además, terminada la conquista de la ciudad, y habiendo dado muerte a Laomedonte y a todos sus hijos varones menos uno llamado Podarces, otorga en matrimonio a Telamón la hija de Laomedonte, Hesíone, a quien en otro tiempo salvara él, Hércules, del monstruo marino. Como regalo de boda otorga Hércules a Hesíone la autorización para quedarse con el prisionero que ella eligiera; elige ella a su hermano Podarces, a quien rescata simbólicamente entregando por él su velo; y desde entonces se llamó Príamo.
Al regreso de Troya, Hera produce fuertes tempestades en el mar que Hércules está surcando, y por esa acción Zeus la castiga colgándola del Olimpo.
Arriba hércules a la isla de Cos, cuyas mujeres, a la sazón, llevaban cuernos en la frente; desembarca y tiene que enfrentarse con un feroz ataque de los coos, estando a punto de perder la vida a manos de uno de ellos llamado Calcón o Calcodonte, que hiere gravemente a Hércules; éste es salvado por su padre Zeus, y da muerte al rey de Cos, Eurípilo, hijo de Posidón y de Astipalea, además de saquear la isla.
No mucho después emprende Hércules la expedición de castigo contra Augías, que también tiene carácter colectivo, aunque menos célebre o gloriosa que la troyana, pero en la que lleva un ejército de arcadios y voluntarios de entre los héroes escogidos de Grecia. Augías por su parte nombra generales del ejército eleo a los Moliónidas, que eran dos hermanos siameses, Éurito y Ctéato, hijos de una Molíone esposa de Actor, y de Posidón. A estos Moliónidas se los describe, bien como puramente siameses o con los dos cuerpos unidos por algún sitio, bien como dos cuerpos separados, pero cada uno con dos cabezas, cuatro manos y cuatro pies, bien, al parecer, aunque aquí ya la descripción es imprecisa, como un solo cuerpo con dos cabezas y nacido de un huevo de plata; en todo caso, como seres temibles, de fuerzas colosales, y sobrinos, al menos putativos, de Augías.
Hércules en esta expedición cae enfermo y tiene que abandonar su intento, concluyendo una tregua con los Moliónidas, tregua que éstos no respetan, pues al enterarse de la enfermedad de Hércules asaltan al ejército hercúleo causando gran mortandad.
Seis años después, habiendo los eleos enviado para participar en los sacrificios de la Istmiada a los Moliónidas, Hércules les tiende una emboscada en Cleonas y logra darles muerte, tras de lo cual se dirige contra Elis asistido por un ejército de argivos, tebanos y arcadios, toma la ciudad al asalto, mata a Augías y a los hijos que con él estaban, y llamando a Fileo, que, como vimos, se había establecido en Duliquieo, le entrega el trono de Elis.
Hércules funda entonces las Olimpiadas.
A continuación emprende Hércules una nueva expedición de castigo, esta vez contra Neleo, que se había negado a purificarle la muerte de Ífito.
Toma la ciudad de pilos, da muerte a Neleo y a todos sus hijos (a excepción de Néstor, que se encontraba ausente), y durante la batalla hiere gravemente a tres dioses que en ella toman parte a favor de los pilios: Hades, Hera y Ares.
Continúa Hércules sus venganzas emprendiendo otra expedición más de castigo, ahora contra Esparta, en la que reinaba Hipocoonte, cuyos hijos habían ayudado a Neleo y, sobre todo, habían dado muerte a un primo de Hércules, el hijo de Licimnio (hermano de Alcmena); habiéndose lanzado contra él un perro mastín del palacio de Hipocoonte, y habiéndose defendido el hijo de Licimio arrojándole una piedra, los Hipocoóntidas mataron al hijo de Licimio.
Para vengar, pues, su muerte, reúne Hércules un ejército, y pasando por tegea, en Arcadia, pide al rey Cefeo que le asista en la campaña juntamente con sus veinte hijos. Cefeo no quería acceder, temiendo que al ausentarse ellos atacasen la ciudad de los argivos, pero Hércules le convence proporcionando a estérope, hija de Cefeo, un rizo de la Gorgona, que a su vez había recibido Hércules de Atenea en una hidria de bronce, y comunicándole que si se presentaba el ejército enemigo le bastaría con levantar por tres veces, por encima de las murallas, el rizo, no mirando ella, y el ejército enemigo se retiraría. Tras de lo cual parten hacia esparta, combaten, y en la lucha mueren Cefeo y sus hijos, y también Íficles el hermanastro de Hércules. Éste da muerte a Hipocoonte y a sus hijos, toma la ciudad, y llamando a Tindáreo, lo coloca en el trono de Esparta.
A su regreso de Esparta, al pasar por Tegea, Hércules deja embarazada a Auge, hermana de Cefeo. A su debido tiempo da a luz Auge un niño que se llamará Télefo y llegará a ser rey de la Teutrania en Misia.
Auge deposita al niño en el templo de Atenea. Se produce una epidemia en el país, a raiz de la cual Áleo descubre el parto de su hija, ordena que el niño sea abandonado en el monte Partenio, y entrega Auge a Napulio, hijo de Posidón, con el encargo de venderla en el extranjero; pero Napulio la pone en manos de Teutrante, rey de Teutrania en Misia, el cual la hace su esposa. En cuanto al niño, es amamantado por una cierva y encontrado así por unos pastores, que lo recogen y lo crían poniéndole el nombre de Télefo. Con el tiempo, habiendo consultado Télefo al oráculo de Delfos sobre quiénes eran sus padres, recibe instrucciones del mismo, y cumpliéndolas se encamina a la Teutrania, y llegado allí es reconocido por su madre y adoptado como heredero por el rey Teutrante.
Teutrante casa a Télefo con una hija suya.
Según otra versión, el rey Áleo había sido advertido por un oráculo de que si su hija Auge tenía un hijo, éste daría muerte a sus tíos maternos los hermanos de Auge. Para evitarlo, Áleo hace a su hija sacerdotisa de Atenea y le prohibe tener hijos bajo pena de muerte. Llega Hércules, visita el templo de Atenea, y, ebrio, viola a Auge dejándola encinta. Enterado Áleo, entrega su hija a Nauplio con instrucciones de que la arroje al mar. Nauplio se hace cargo de Auge; durante el viaje en dirección al mar, ésta da a luz al niño; pero Nauplio, lejos de cumplir las órdenes de Áleo, se lleva a la madre y al niño a la Misia y se los vende al rey Teutrante, quien se casa con Auge y adopta como hijo a Télefo.
Deyanira y la muerte y apoteosis de Hércules.
De Tegea Hércules se dirige a Calidón, donde una vez llegado solicita, cumpliendo lo acordado con Meleagro en el Hades, casarse con Deyanira, hija, como Meleagro, de Eneo rey de Etolia. Pero se encuentra Hércules con que hay otro pretendiente, nada menos que el río Aqueloo (el más caudaloso no sólo del país, sino también de toda Grecia), con el cual tiene que luchar Hércules a brazo partido, venciéndole al fin a pesar de que el río toma toda clase de formas, y rompiéndole uno de los cuernos (pues a los ríos se los imagina con frecuencia con figura humana en todo lo demás, pero provistos de dos cuernos de toro en la frente; y ello independientemente de que una de las formas que adoptó el Aqueloo durante la lucha fue la de toro). Vencedor hércules, se casa con Deyanira. En cuanto al Aqueloo, consigue recuperar el cuerno cambiándoselo a Hércules por el cuerno de la Abundancia.
Casado Hércules con Deyanira, permanece en Calidón, en el palacio de Eneo. Durante esta época emprende una expedición, en compañía de los calidonios, contra los tesprotos, y tomando la ciudad de Feira, en la que reinaba Filas, se une a la hija de éste, llamada Astíoque, y tiene de ella un hijo, Tlepólemo. Encontrándose entre los Tesprotos, envía instrucciones a Tespio de que, quedándose con siete de sus nietos, envíe otros tres a Tebas, y a los cuarenta restantes a Cerdeña, bajo el mando de Iolao y para que allí se establezcan y funden una colonia.
Tras estos sucesos Hércules regresa a Calidón, donde tiene la desgracia de matar, de un manotazo con el que sólo pretendía reprenderle, al escanciero de Eneo, un muchacho llamado Éunomo, por desagradarle la bebida que le estaba sirviendo.
Arquíteles, padre de Éunomo, perdonó a Hércules habida cuenta de lo involuntario del crimen; pero Hércules, apesadumbrado por lo ocurrido, se obliga a sí mismo a sufrir la pena de destierro, y sale, con su esposa Deyanira, en dirección a Traquis, en la Tesalia del Sur o Málide. En el camino llegan a las orillas del río Eveno, que era necesario franquear. Venía el río crecido y resultaba difícil cruzarlo para la joven esposa de Hércules; pero allí se encontraba el centauro Neso, dedicado a transportar a sus lomos a los viajeros a la otra orilla, mediante salario. Hércules le confía su esposa Deyanira, y él pasa a nado. En lo que ocurre después hay notables divergencias acerca del sitio en que ocurre y de si Hércules pasó antes o después que el centauro. En todo caso Neso intenta violar a Deyanira, ya sea en mitad de la corriente del río, ya sea al llegar a la orilla y encontrándose Hércules lejos, bien porque éste no hubiera pasado aún, bien porque la corriente le hubiera arrastrado a cierta distancia del sitio por donde habían salido del río Deyanira y Neso.
Deyanira grita, y Hércules dispara una flecha que, infalible como todas las de Hércules, alcanza al centauro en el corazón. Moribundo Neso se toma sobre Hércules astuta venganza: engaña a Deyanira diciéndole que si recoge el semen que de él a caído a la tierra y lo mezcla con la sangre que brota de la herida causada por la flecha de Hércules, tendrá Deyanira un filtro mágico que le permitirá recuperar el amor de Hércules si alguna vez lo necesita. Deyanira lo cree y así lo hace, sin darse cuenta de que la sangre que mana de la herida del centauro está infectada por el mortal veneno de la Hidra que llevan todas las flechas de Hércules, y que por tanto sus efectos, una vez aplicada a éste como filtro, serán mortales para Hércules, y que ése es precisamente el propósito del centauro, que se cumplirá casi exactamente.
Muere, pues, el centauro, y Hércules y Deyanira continúan su viaje, llevando Deyanira cuidadosamente oculto lo que ella cree ser un filtro, y de lo que nada ha dicho a Hércules.
Después de estos sucesos llegan por fin Hércules y Deyanira a Traquis, donde son hospitalariamente acogidos por el reu Céix, hijo de Lucífero. Con base en Traquis emprende Hércules varias expediciones: contra los Dríopes; a favor de Egimio, rey de los Dorios, en su lucha contra los Lápitas mandados por Corono, a quien mata Hércules, así como a Laógoras, rey de los Dríopes y aliado de los Lápitas; da muerte también a Cicno, hijo de Ares, que le había desafiado a combate singular; y también a Amíntor, rey de Ormenio, que intentaba impedirle el paso.
Y por fin emprende Hércules, con base igualmente en Traquis, su expedición contra Ecalia, que será su último hecho de armas y causa casi inmediata de su muerte al desencadenar los hechos previstos como venganza por el centauro Neso.
En efecto, esta última expedición es de castigo, a sabe, contra Éurito por haber en otro tiempo rehusado conceder a Hércules la mano de su hija Íole faltando a los términos del convenio; pero Hércules persigue a la vez el propósito de apoderarse de Íole para hacerla su concubina, lo que, una vez realizado y llegado a noticia de Deyanira, impulsa a esta a hacer uso del supuesto filtro, causando, aunque involuntariamente, la muerte de Hércules.
En la expedición acompaña a este un ejército de arcadios, de malios de Traquis y de locros epicnemidios. Hércules logra un éxito completo, da muerte a Éurito y a sus hijos varones, toma al asalto la ciudad de Ecalia y, después de dar sepultura a sus caídos, saquea la ciudad y hace prisioneras a las jóvenes, llevándose especialmente a Íole como concubina. Se propone a continuación celebrar un sacrificio de acción de gracias a su padre Zeus en el promontorio Ceneo, situado en el extremo Noroeste de la isla de Eubea, no lejos de Ecalia. Para ello envía a Licas, su heraldo, a Traquis, con el encargo de pedir a Deyanira un ropaje adecuado para celebrar el sacrificio. Deyanira, que se ha enterado de lo referente a Íole, prepara una túnica que impregnada cuidadosamente de la sangre del centauro, que ella ha conservado cuidadosamente y sigue creyendo que es un filtro. Licas le lleva la túnica a Hércules y éste se la pone; y al calentarse, al contacto con su cuerpo, el veneno de la Hidra, le corroe la piel, la túnica se le adhiere tan estrechamente al cuerpo que al intentar arrancársela se arranca sus propias carnes, y le produce terribles dolores que le hacen prorrumpir en ayes y lamentos ininterrumpidos. Hércules da muerte a Licas arrojándolo al mar, y ordena que a él lo lleven a Traquis, al parecer para castigar también a su esposa; pero ésta, al tener noticia de lo ocurrido, se suicida. Hércules, entonces, ya en Traquis, ordena que lo lleven al monte Eta, situado a unos veinte kilómetros al Oeste de la ciudad, y, una vez allí, que amontonen leña hasta formar una enorme pira, que lo coloquen encima y que prendan fuego a la pira para quemarlo vivo. Nadie quería hacer esto último, una vez que Hércules estaba ya colocado encima de la pira, hasta que acierta a pasar por allí Peante, rey de Melibea en Tesalia, padre de Filoctetes, y prende fuego a la pira recibiendo de Hércules en pago de este servicio, su arco y sus flechas, que así pasarán luego por herencia a Filoctetes y serán utilizadas en las últimas acciones de la guerra de Troya.
El fuego devora la parte mortal de Hércules; la parte inmortal, es transladada al cielo y divinizada, y allí se produce al fin, junto a esa apoteosis, la celebérrima reconciliación de Hera con su hijastro sellada mediante el matrimonio de éste con Hebe, hija de aquella.
Del matrimonio de Hércules con Hebe nacen dos hijos, Alexíares y Aniceto.
Antes de morir ha ordenado también Hércules a su hijo Hilo, el mayor de los que ha tenido de Deyanira, que una vez llegado a edad adulta se case con Íole.
Los Heraclidas.
Todos los hijos de Hércules son Heraclidas, naturalmente; pero en la mitología se suele restringir este patronímico a los hijos que Hércules tuvo de Deyanira y a todos sus descendientes, excluyendo en cambio a los cincuenta que tuvo de las tespiades, a los tres hijos de Mégara a los que dio muerte, a Tlepólemo hijo de Astíoque, a Télefo hijo de Auge, a Ctesipo hijo de Astidamía, a Palemon hijo de Autóne, a Téstalo hijo de Epicasta, a Everes hijo de Parténope, a Tésalo hijo de Calcíope, y por último a Agelao, fruto de sus amores con Ónfala.
Al morir Hércules los Heraclidas, esto es, pues, los hijos de Deyanira, llamados Hilo, Ctesipo, Gleno y Onites, se refugian, por temor a euristeo, en Traquis, en casa del rey Ceíce, el mismo que había albergado a sus padres en la última etapa de la vida de éstos. Euristeo exige la entrega de los Heraclidas, amenazando con la guerra, por lo que ellos deciden salir de Traquis, y, perseguidos por diversas regiones de Grecia por Euristeo, se refugian por fin en Atenas, donde son acogido spor los atenienses, quienes no sólo se dejan intimidar por las amenazas y hostil actitud de Euristeos, sino que además le hacen frente, produciéndose entre ellos y Euristeo una guerra que se decide por el sacrificio voluntario de Macaria, hija de Hércules, que se ofrenda ahora voluntariamente a Perséfone para que se cumpla un oráculo que prometía la victoria a los atenienses si un vástago de Hercules se prestaba a ser sacrificado.
Ganan pues los atenienses, dan muerte a los hijos de Euristeo y persiguen a éste, que huye en un carro y es alcanzado y muerto por Hilo junto a las rocas Escironias; Hilo le corta la cabeza y se la envía a su abuela Alcmena, quien con lanzaderas le arranca los ojos.
Muert Euristeo, los heraclidas invaden el Peloponeso y se apoderan de las ciudades. Un año después se produce una epidemia, y un oráculo manifiesta que se debe la presencia de los Heraclidas en el Peloponeso, por haber venido a él antes de tiempo. Se retiran entonces y se establecen en Maratón.
Hilo cumple la orden que su padre le diera antes de morir y se casa con Íole. Marcha después a Delfos para inquirir cómo podrán todos ellos conseguir el retorno al Peloponeso. La respuesta que obtiene es que lo lograrán si esperan a que llegue la tercera cosecha. Entendiendo Hilo que la tercera cosecha significaba el tercer año, al cumplirse este plazo penetra en el Peloponeso, pero allí muere a manos de équemo, rey de tegea, y el retorno de los Heraclidas se malogra de nuevo. Un nuevo intento tiene lugar en la generación de Aristómaco, hijo de Cleodeo y nieto de Hilo, pero fracasa igualmente. Sólo dos de los hijos de este Aristómaco, llamados Témeno y Cresfontes juntamente con sus sobrinos Eurístenes y Procles, hijos de un tercer hijo de Aristómaco, llamado Aristodemo, conseguirán por fin establecerse como dominadores en el Peloponeso, y sólo entonces se sabrá que con “la tercera cosecha” el oráculo quería decir la tercera generación. En efecto, habiendo acudido Témeno, Aristodemo y Cresfontes, tataranietos de Hércules, por su parte, al oráculo, éste les explicó entonces que sus antepasados no habían interpretado bien aquellas respuesta: que “cosecha” significaba generación, y “estrecho” (pues también les había ordenado el oráculo que pasaran al Peloponeso por el estrecho) significaba, no el Istmo, por donde aquellos habían intentado pasar, sino la entrada del golfo de Corinto. Preparan entonces un ejército y construyen una escuadra en el lugar de la Lócride que por eso se llamó desde entonces Naupacto. Encontrándose allí los Heraclidas, muere Aristodemo fulminado, dejando dos hijos.
Aparece entonces un adivino desconocido, a quien, por temor a que les perjudicara con sus artes mágicas, da muerte uno de los Heraclidas llamado Hípotes. Sobreviene entonces la destrucción de la escuadra y el hambre y dispersión del ejército. Témeno consulta de nuevo al oráculo, quien le manifiesta que deberá castigar con exilio durante diez años al matador del adivino, y tomar como guía de la expedición al Peloponeso a un ser con tres ojos. Destierran, en efecto, a Hípotes, y se ponen a buscar al ser de tres ojos, encontrándolo en Óxilo, hijo de Andremon, a quien encuentran montando un caballo tuerto; era este Óxilo un etolio, que habiendo cumplido un año de destierro, por un asesinato, en Élide, volvía a etolia. Lo hacen, pues, jefe del ejército, y conducidos por él invaden el Peloponeso, consiguiendo por fin el más completo éxito, después de dar muerte a Tisámeno, hijo de Orestes, que reinaba en buena parte del Peloponeso, del que se apoderan.
Una vez conquistado el peloponeso, los Heraclidas deciden repartirse Argos, Lacedemón y Mesenia, para lo cual realizan un celebérrimo sorteo, el proverbial sorteo de Cresfontes.
Bibliografía: Antonio Ruiz de Elvira - MITOLOGÍA CLÁSICA - editorial Gredos.
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Enviado por: | Blanca |
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País: | España |