Biografía


Héctor Valdivielso Sáez


Vida del Hermano Héctor Valdivielso.

Héctor Valdivielso Sáez fue él mas abierto y emprendedor del grupo de Hermanos que vivieron los hechos de Turón revolucionario.

Su personalidad le habría empujado poco a poco a escalar nobles cimas del saber o de la influencia en los demás. Sin embargo la Providencia le tenía destinado para ponerlo más allá de categorías humanas y para conseguir una gloria que solo en lo divino posee su pleno sentido.

Nació en la capital Argentina, el 31 de octubre de 1910.

La felicidad no exenta de dificultades fue la tónica de aquella familia. Héctor tenia un hermano, dos años mayor que él, llamado José Alfredo. Y pronto nació otra niña, Zulema, por la que Héctor sintió singular afecto. La más pequeña de las hermanas, María Luisa, fue ya a nacer a España, pues las circunstancias obligaron al padre a regresar con su familia a su tierra de origen.

El bautismo del niño Héctor tuvo lugar en la Parroquia de San Nicolás de Bari, de Buenos Aires.

Tenía cuatro años cuando recibió el Sacramento de la Confirmación. Fue el 9 de julio de 1915, en el templo parroquial de Santa María de Briviesca, de manos del Exmo. Sr. D. José Cadena y Eleta, Arzobispo de Burgos.

Y al poco tiempo ingresó en el Colegio de la Hijas de la Caridad.

Hacia los nueve años era ya alumno de la Escuela Municipal de la localidad. Y también a esa edad recibió la Primera Comunión, ayudado por la buena preparación que le ofrecía su piadosa madre y la catequesis parroquial a la que asistía con asiduidad.

Estando en la escuela de Briviesca, fue cuando Héctor tuvo la primera idea de hacerse religioso. Fue sugerida sin duda por la amistad que los padres mantenían con algunos religiosos de las Escuelas Cristianas relacionadas con la familia y naturales de la región.

José y Héctor , comenzaron a exponer su buena madre el deseo de seguir aquella vida de religiosos. Se cruzaron cartas de consulta entre ella y su esposo ausente y no tardo en llegar la conformidad paterna.

Como Héctor era mas pequeño se adelanto su hermano José, quien llegó a Bujedo en el verano de 1921. El ejemplo de su hermano y el interés que el niño manifestaba por seguir los pasos de éste, le preparo el camino, para cumplir su deseo de ser educador.

Era vivaracho, valeroso, confiado. Apenas comenzaron los trabajos escolares se manifestó con grandes cualidades de observación y expresión. Su ingenio pronto comenzó a despertar simpatías en los profesores y también en los compañeros.

Su mete ágil y observadora le facilito la tarea escolar. Parece que poseía una memoria privilegiada.

Por eso se determino que el viaje de Héctor fuera enseguida y se le autorizo que fuera un breve tiempo a Briviesca a despedirse de su madre y de sus hermanas, los últimos días de septiembre de 1924.

Con mas ilusión que pena, salió con otros compañeros y un profesor hacia Bélgica los primeros días de Octubre de ese año de 1924. Con sus pausas breves, para recoger a otros expedicionarios, pararon en Irún, Burdeos, París y Bruselas y llegaron a Lembecq a los pocos días.

Fue el 7 de Agosto de 1926 cuando se incorporo al nuevo grupo. Pasó dos meses de preparación intensa, llamado Postulantado y recibió el hábito el 6 de octubre. Con el hábito recibió el nombre de Hermano Benito de Jesús. El recibir un nombre nuevo, al ingresar a la vida religiosa, era una práctica que indicaba el cambio total de vida que la consagración comportaba. En la actualidad esta practica ha ido perdiendo aplicación.

Adquirió una singular devoción al Fundador de la Congregación, San Juan Bautista De La Salle. En repetidas ocasiones hace alusión a la cercanía de las reliquias del Santo, que se conservan y veneraban entonces en la casa de Lembecq.

Fue un buen compañero, abnegado, amable y cordial, como acreditan algunos de los que con él convirtieron.

Hizo un buen año de Noviciado, madurando con serenidad y con profundidad religiosa.

El 7 de octubre de 1927 emitió los primeros votos religiosos en la hermosa capilla de Lembecq-le-Hall. Supuso para él la coronación de una etapa importante de su vida. Y por eso de sintió lleno de alegría y de afanes misioneros, ahora alentados por su compromiso religioso.

El Hermano Héctor no se acobardó por el trabajo ni por las dificultades. Puso en juego toda su inteligencia practica y su energía creadora para conseguir resultados eficaces.

Preparaba las lecciones, los cuadernos, los libros. Su clase estaba primorosamente adornada. Su ingenio le sugería interesantes procedimientos para mantener el orden entre tantos alumnos. Y sobre todo sabia cultivar con ellos los sentimientos religiosos, pues dedicaba sus mejores esfuerzos a lo que era el centro de sus afectos: las enseñanzas catequistas.

No se conformaba con la actividad meramente académica. Desde los primeros días de su llegada, se encargo de las actividades extraescolares de piedad y apostolado.

Pero se mantuvo siempre con la prudencia debida y sus actividades apostólicas y educativas estuvieron siempre alejadas de partidismos y banderías.

Su centro de atención estaba en la formación de escolares. A ellos dedicaba sin medida, su tiempo, su corazón y sus esperanzas.

Su inteligencia práctica le hacia ver que los acontecimientos sociales y la legislación republicana se iba orientando hacia una clara persecución de los valores cristianos y de la Iglesia. Parece ser que fue de los que con más claridad vio el riesgo que podían correr las obras y las personas relacionadas con la Iglesia.

La idea del martirio le venía de antiguo al Hermano Héctor. Siendo todavía muchacho en Lembecq, manifestando especial interés por las persecuciones religiosas lugar en Méjico, pues allí se hallaba su padre.

Estando él en Lembecq, coincidió la beatificación del Hermano Salomón, mártir de la Revolución Francesa. Resulto agradable estímulo para todos los Hermanos de la Congregación, pues era la primera figura del Instituto elevada a los altares, después del Fundador de la Congregación. En Lembecq celebraron solemnes fiestas.

A pesar de sus abundantes sentimientos martiriales, lo que ocupaba su mente en sus años astorganos era la labor educadora y apostólica. Era infatigable en todo lo que se refería a la clase y a los grupos apostólicos que animaba. Poco tiempo tenía libre para otros pensamientos o compromisos.

Sus clases eran excelentes y su preparación impecable. Su cultura y disposición pedagógica aumentaba aceleradamente, pues sentía la necesidad de renovarse constantemente. También sintió la conveniencia de refrendar sus conocimientos con títulos oficiales y por eso se preparo para exámenes de Magisterio, los cuales fue realizando poco a poco, tanto en la ciudad de León como en la de Valladolid.

Mas lo que le interesaban no eran diplomas académicos, sino instrumentos oportunos para poderse dedicar a la docencia con mas seguridad y competencia.

Por eso sus objetivos estaban claros en todo momento. A su cultura añadía su desinteresada dedicación a los alumnos, su afecto para con todos, el trato agradable con las familias, el orden y la eficacia. Era normal que su prestigio como profesor aumentara rápidamente.

Y esto mismo le producía una gran alegría interior y completa satisfacción en su vocación religiosa y apostólica.

“Tenia tres cualidades especiales: amor por su vocación, amor por el martirio, amor por las almas”.

Los años le convirtieron en modelo de vida profesional; pero sobre todo le hicieron convencido y abnegado religioso. Tenía en claro lo que era. Obraba en consecuencia con ello.

La difusión de la buena prensa llegó para él a convertirse en una verdadera obsesión. Junto con la atención primordial a su clase y la animación, sus Tarsicios constituían su centro de esfuerzos y de inquietudes.

La prensa se hizo amplio eco de la despedida. Un homenaje popular se tributa a los Hermanos que, después de 24 años de trabajo en la Escuela, tenían que ausentarse y dejar el paso a otros profesores seglares que se atuvieran a las leyes vigentes.

La Luz de Astorga publicó lo siguiente en su numero del 3 de septiembre de 1933.

“El Hermano Héctor cerró con un broche de oro en el brindis. En síntesis nos dice que debe aceptar el homenaje que se le tributa, pues ello no es propio, estando la Iglesia de luto y siendo ella madre queridísima. Y como el hijo que, mientras la madre llora él ríe, no obra bien, los Hermanos no pueden reír mientras la Iglesia llora.

Sin embargo, bajo otro aspecto, el aspecto de la gratitud, no puede manos de aceptar las muestras de amor y cariño que se les tributan, las cuales no pueden rechazar y agradecen de todo corazón.

Las continuas al par que oportunas salpicaduras de estrofas de valiosos poetas españoles, revelaron en el Hermano Héctor sus conocimiento y su bagaje literario, a la par de sus palabras delataron al orador de corazón, que sabe decir y sentir con precisión, orden y claridad, lo que siente.

Su vida y el proceso de canonización

1910

Un 31 de octubre en el barrio de Boedo, Buenos Aires, nace Héctor Antonio Valdivielso Sáez. Héctor es uno de los cinco hijos de Benigno Valdivielso y Aurora Sáez (ambos españoles).

1913

Es bautizado en la antigua iglesia San Nicolás de Bari.

1914

Su familia regresa a Briviesca, España. Allí hace su escuela de párvulos (jardín de infantes) y primaria. Recibe la Primera Comunión y Confirmación.

1922

El 31 de octubre ingresa con su hermano José a la vida religiosa con los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle) en la localidad de Bujedo.

1924

Es enviado por sus superiores al centro de formación de misioneros en Lembecq-lez-Hall, Bélgica.

1925

Ingresa al Noviciado, recibe el hábito religioso y un nuevo nombre: Hermano Benito de Jesús.

1927

Emite los primeros votos religiosos y regresa a España.

1929

Recibe el primer destino religioso: La escuela de la ciudad de Astorga. Excelente educador. Organiza y anima grupos juveniles Cultiva el periodismo escribiendo para diarios locales. En los recreos juega al fútbol y sus alumnos lo llaman "el argentino".

1933

En la región de Asturias la situación socio-política es tensa. El movimiento obrero (mineros) se organiza. Es agresivo con la alianza Iglesia-Estado. Héctor Valdivielso es enviado a Turón.

1934

Estalla la revuelta popular. El 5 de octubre los revolucionarios asaltan el colegio y la casa de los Hermanos. La comunidad religiosa y el sacerdote son detenidos en la Casa del Pueblo. El 9 de octubre a la una y treinta de la madrugada, son fusilados y enterrados en una fosa común en el cementerio de Turón. La razón: "por odio a la fe"....Desde ese momento se los considera mártires. La Congregación inicia los trámites para que sean reconocidos ante la Iglesia como beatos y luego como santos.

1990

El 29 de abril el Papa Juan Pablo II beatifica a los Mártires de Asturias, Hnos. Cirilo Beltrán, Marciano José, Julián Alfredo, Victorino Pío, Benjamín Julián, Augusto Andrés, Benito de Jesús (Héctor Valdivielso), Aniceto Adolfo y el Padre Inocencio de la Inmaculada. Ese mismo día, en la ciudad de León, Nicaragua, Rafaela Bravo Jirón, de 22 años es curada milagrosamente invocando a los Mártires de Asturias. Padecía de un cáncer de útero.




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Enviado por:Fernando Redondo
Idioma: castellano
País: Argentina

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