Historia


Grecia en el siglo V


El siglo V a.e.c., también llamado el Siglo de Oro de Pericles, si bien cronológicamente abarca el periodo de tiempo entre el 500 a.e.c. y el 401 a.e.c., es más correcto, dado que la historia y su análisis no es una ciencia matemática, hubicar su comienzo con dos hechos, que por su importancia dieron forma a esta etapa. Por un lado esta la llegada al poder en Atenas de Clístenes, jefe de los Alcmeónidas y representante del partido democrático en el 508 a.e.c. El otro acontecimiento es el estallido de las Guerras Médicas, en el año 501 a.e.c., llamadas así por el adjetivo que los helenos daban a sus enemigos los Persas o Medos. El primer suceso, produjo en Grecia un profundo cambio político y socio-cultural, debido el advenimiento de la democracia en Atenas, impulsado por las reformas de Clístenes, y el segundo logró que tras largos años de aislamiento, las polis Griegas se unieran frente un enemigo común, este caso Darío I y su imperio Persa. Esta unión, que partió como una alianza militar, fomentó el intercambio de ideas entre los Griegos, ideas que rápidamente se esparcieron apoyadas en la libertad que la naciente democracia defendía, rebosando sus ciudades de cultura y prosperidad.

Atenas, tras la segunda Guerra Médica, alcanzó una autentica hegemonía en Grecia. La ciudad, devastada por los Persas, fue reconstruida y Temístocles se propuso crear una confederación panhelénica bajo dirección ateniense. Esta alianza, nombrada la Liga Délica, fue llamada así por haberse reunido en el templo de Apolo en Delos. La Liga Délica agrupó a las ciudades griegas bajo la supremacía de Atenas, lo que produjo cierto recelo en entre algunas y daría lugar más tarde a una serie de luchas internas. Para ese entonces, dos tendencias dividían Atenas: una, encabezada por Temístocles, tenía por objetivo reducir el poderío de Esparta, y la otra defendida por Cimón, propugnaba la unidad de todos los Griegos frente al invasor extranjero. Fue esta última tendencia la que logró imponerse. Temístocles, acusado por los espartanos de ayudar a los Persas, huyó a la corte de rey medo Artajerjes I, quien lo recibió con honores. Después de la caída de Temístocles, Cimón fue el hombre más popular e influyente en Grecia. Era el prototipo de Guerrero ansioso y poseedor de virtud, “el hombre que abrazaba y mataba con el mismo entusiasmo”. De espíritu generoso, cualquiera podía entrar a sus tierras y tomar la fruta, siempre tenía una mesa dispuesta para los pobres y distribuía dinero y ropas a los ciudadanos más necesitados y honrados. Sin embargo, pese a sus cualidades, Cimón no era un estadista.

Mientras fue comandante en jefe de las fuerzas de la Liga Délica, logró capturar grandes tesoros de los Persas que le permitieron levantar hermosos edificios, orgullo de todos los atenienses.

A pesar de su manifiesta benevolencia con el pueblo y su carácter benévolo, Cimón se opuso al movimiento democrático. Aristócrata de nacimiento y jefe natural de los conservadores, admiraba el sistema de gobierno espartano y propugnaba una estrecha colaboración entre Atenas y Esparta. Pero cuando una serie de acontecimientos terminaron con la humillación de Atenas por parte de Esparta, vientos favorables comenzaron a soplar para los demócratas. Hasta ese momento toda iniciativa democrática era vetada por el Aerópago. Este organismo integrado por conservadores, cuyos miembros eran elegidos por esa misma institución y a perpetuidad, podía oponer una especie de Veto moral a las decisiones de la asamblea popular, si estas no respetaban el “espíritu de las leyes”. El Aerópago fue derrocado por los demócratas, quienes consignaron a esta institución a la toma de algunas decisiones del ámbito judicial. En este momento de decadencia conservadora todas las miradas se dirigieron al joven Pericles. De gran cultura, noble ascendencia y genio político, su elocuencia era tan brillante que se decía que “su lengua es tempestad y rayo” , además de ser apodado como “el Olímpico”.

Pericles, luego de consolidarse en el poder, tras conseguir el ostracismo de Cimón, Pericles pudo conseguir un pacto con los persas y firmar una paz de 30 años con los espartanos, terminando el primer forcejeo entre Occidente y Oriente y la primera fase de la Guerra del Peloponeso.

La victoria de los helenos sobre las huestes orientales parece un milagro, la lucha se desarrolló con tanta energía que franqueó los límites del territorio Persa, mérito que debemos atribuir en especial a los atenienses. Su heroísmo y espíritu de sacrificio fueron recompensados en Salamina. Atenas se convirtió en el núcleo de Grecia. De no haber sido así, su historia nos cautivaría tanto como las de Egina, Megara o cualquier otra polis, o sea, bastante poco.

Ello se debió, en primer lugar a un gran estadista a quien la confianza popular consolidó tanto como a un tirano de tiempos pasados, pero que al revés de éste, supo establecer su poder no con terror, si a través de grandiosa elocuencia, me refiero a Pericles.

Este poder ilimitado, no es la única semejanza entre Pericles y un tirano como Pisístrato. Ambos hicieron progresar la cultura ateniense y embellecieron Atenas con monumentos magníficos. Para este fin, Pericles no dudó en acudir a las arcas de la confederación.

Uno de sus adversarios le advirtió que Atenas tendría mala fama en toda Grecia si los demás griegos viesen “de que forma la ciudad se engalana como una mujer frívola, con oro y piedras preciosas, con dinero de ellos”. A lo que respondió Pericles que “Atenas solo rinde cuentas ante el Olimpo, y mientras los bárbaros corran al ver nuestra flota, toda Grecia debería participar del esplendor de nuestra Acrópolis”. La época de Pericles, es bien llamada, el siglo de oro de la Grecia antigua. El saber y la cultura, la estética y literatura, la política y la filosofía habitaban cada lugar de este polis de inconmensurable belleza.

El arte de la tragedia, creación exclusiva de la cultura Griega, florecía allí con las obras maestras del primer gran dramaturgo, Esquilo (Las Hikétides o las suplicantes, Prometeo y Los Persas), el hasta nuestros día famoso Sófocles, quien en sus obras Edipo Rey y Electra, pone de manifiesto de forma asombrosa aspectos del ser humano que recién en nuestro siglo la sicología moderna comenzó analizar. Por último esta Eurípides, quien a diferencia de sus colegas era de toque más realista, penetrando en la verdad de la vida cotidiana, en sus grandezas y pequeñeces en obras como Alcestes y Medea.

En esa época vivía también Heródoto de Halicarnasso, quien es considerado como el padre de la historia y Tucídides, el mayor historiador griego. Anaxágoras, amigo personal de Pericles, hizo de Atenas un centro de filosofía, y la ciudad fue todavía más célebre gracias a Sócrates, el más conocido de todos los filósofos, celebre por su frase ”Sol sé, que nada”, que demuestra la humildad con la vivió este gran hombre, y también con la dignidad que murió, representada de forma magistral en el texto “el camino a la cicuta” cuando fue condenado a muerte, acusado de corromper a la juventud. Del célebre texto, escrito por su discípulo Fedón, que termina describiendo al maestro de la siguiente forma: “Cuando el veneno hizo su efecto, Critón cerro los ojos del difunto”. “Ese fue el fin de nuestro compañero, de quien podemos decir con toda verdad que fue el mejor y el más sabio y justo de todos los hombres de su tiempo”. Otro gran filósofo que ha diario caminaba por las suntuosas calles del Agora de Atenas por aquellos tiempos fue Platón, discípulo del gran Sócrates, a quien escribió numerosos textos, conocidos como diálogos, por su forma de llegar a la verdad, a través del dialogo de los personajes. Terminada la guerra y restablecidas las relaciones normales con Persia, el comercio y la industria adquirieron un nuevo impulso, prosperidad que permitió el florecimiento de una elevada cultura en la pequeña ciudad levantada en torno a la roca de la acrópolis. Desde el extremo sur de la península ática, los marinos podían divisar el magnífico templo de Poseidón. Y cuando entraban en El Pireo, veían brillar la lanza y el casco de Palas Atenea, diosa tutelar de la ciudad. Fidias había hecho colocar en la cima de la Acrópolis la estatua de esta diosa, adornada con el oro capturado en la batalla de Maratón. Pericles hizo de esta Acrópolis un símbolo de la grandeza de Atenas. En el emplazamiento de los templos destruidos por los persas ordenó levantar magnífico santuarios, en primer lugar el incomparable Partenón, “la morada de la virginidad”, dedicado a Palas Atenea. Para el interior del templo esculpió Fidias otra estatua de la virgen tutelar, un monumento de marfil y oro, puesto sobre una base de madera.

Siglo después, el historiador Plutarco dijo al contemplar la belleza de la Acrópolis: “Cada artista puso cuanto pudo de su parte para ejecutar a la perfección el trabajo que le fue asignado” .

Desde entonces, dos milenios han dejado su huella sobre estas obras de arte, y todavía el visitante actual experimenta como Plutarco, la impresión de su belleza perenne. Estos monumentos estaban destinados a los dioses y a ennoblecer con su pureza sublime a quienes los crearon. Pericles quería que, durante su dirección, Atenas irradiase belleza a todo el mundo Griego.

Nunca se ha visto, en toda la historia del mundo, según mi humilde opinión, que una civilización se desarrolle espontáneamente con tanta rapidez como la griega durante el S. V a.e.c. En el espacio de dos generaciones, venció a una potencia mundial sin darle esperanzas de revancha; creo una marina poderosa; llevo el arte dramático a su apogeo; la escultura logró su esplendor; la arquitectura rozó las fronteras de lo imposible; la historia se aproximó al método científico y surgieron sistemas de pensamiento filosófico a los que nuestra generación es todavía deudora. Todo esto en una ciudad que no contaba con más de 25.000 ciudadanos libres. Atenas fue una “familia” que en aquella época podía conocer entre sus “parientes” a seres tan excepcionales como Milcíades, Temístocles y Pericles; Esquilo, Sófocles y Eurípides; Fidías, Anaxágoras, Sócrates y Platón; Heródoto y Tucídides.

En cuanto al artífice de tanta grandeza, Pericles, éste moriría presa de una fiebre prolongada. Cuenta Teofrasto, en su libro Etica, que estando Pericles en la cama mostró a sus amigos un amuleto que le habían puesto en el cuello las mujeres de su casa, como para indicar que debía de estar muy mal, para tolerar semejante cosa. Moribundo ya, se cuenta que varios ciudadanos amigos que rodeaban su cama, creyendo que ya había perdido el sentido, alababan su carácter y las victorias que había conseguido. El enfermo tenía los ojos cerrados, pero escuchaba lo que decían sus amigos. Derrepente, haciendo un gran esfuerzo, les interrumpió diciendo que sus éxitos se debieron más a la suerte que a su ingenio y acá con las siguientes palabras: “Por mi culpa, ningún ateniense ha tenido que llevar luto”. ¿Era eso verdad?. Parece poco probable, porque “la política no tiene sentimientos”, y Pericles se había preocupado más de la comunidad que de los individuos. Pero su deseo en aquella hora de agonía fue que por su culpa ningún ateniense hubiese tenido que llevar luto. La mayoría, en su lecho de muerte piensan en sí mismo, en su vida futura, en sus descendientes... Pericles pensaba en sus conciudadanos.

ENSAYO SOBRE GRECIA: EL SIGLO DE ORO DE PERICLES

GRANDES TEMAS DE LA HISTORIA

3 de octubre de 2001

The Ancient Gre. P. Smith, pag. 190, 3ª edición

Historia de occidente. J.K. María. Pag. 302 , 2ª edición.

Recurso creado por Clístenes. Era la aplicación de la pena de destierro para toda persona un fuerza politica que amanezara la democracia en Atenas.

Frases de la Historia. Varios autores. Pag. 89 1ª edicón

Frases de la Historia. Varios autores. Pag. 89 1ª edicón (notese que a Pericles le decían el Olimpico) los babaros son los no - griegos.

Estracto de “El camino a la Cicuta”, Fedon.

Maravillas del mundo antiguo, A. Fisher, pag 20 2ª edición.




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Enviado por:Mashelo
Idioma: castellano
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