Filosofía y Ciencia
Genealogía de la moral; Friedrich Nietzsche
LA GENEALOGÍA DE LA MORAL
F.NIETZSCHE
LA GENEALOGÍA DE LA MORAL
Tenemos ante nosotros una de las obras más duras de Nietzsche. Aunque no está escrita en modo de aforismos, no es de lectura sencilla, quizá debido al abundante uso de términos griegos, latinos o germánicos que hace el autor. Para entrar a comentar y comprender la obra, no está de más que hagamos una pequeña introducción sobre el autor y la época en que escribió dicha obra.
Nietzsche nació en 1844 en Röcken. Hijo de una familia protestante, estudió filología clásica, teología y filosofía. Conoció a R. Wagner, J. Burckhardt y a Fr. Overbeck. Sirvió en la guerra como voluntario médico. Unas enfermedades contraídas entonces, haría que pasase el resto de su vida con malestares físicos, hasta su muerte en 1900. Por otra parte dentro de los tres períodos en que podemos dividir su vida, esta obra pertenecería a su última etapa, la más radical de todas, donde muestra con fuerza su voluntad de dominio y nos enseña al superhombre.
Nietzsche comienza la obra comentando como se halla en su época el estudio de la moral. Hace referencia, no con mucho apoyo, a la labor que desarrollan los psicólogos ingleses, a quienes acusa de no tomar el concepto clave de su estudio, la moral, como un término que posee una larga historia. Les califica de a-históricos y les incita a la valentía, a que aspiren a una sola cosa por encima de todo, la verdad sea cual sea ésta (aunque duela). Nietzsche querrá solventar el problema de ese estudio, realizando él mismo un estudio histórico de la moral, de sus valores y sus conceptos, a saber, al bien y el mal, o mejor dicho, lo bueno y lo malo.
En un principio el término bueno se refería a las acciones que podían resultar útiles para el que las llevase a cabo. Pero no tardó en olvidarse este sentido y asociarlo directamente a las acciones no egoístas, lo cual es un tremendo error para Nietzsche. De este modo parecería que bueno procede de aquellos con los que se es bondadoso. Para Nietzsche, si nos remontamos a la época clásica, encontramos que el origen de ese término está en el uso que los nobles y los poderosos hicieron de él. Ellos fueron los que dieron los valores, precisamente porque ellos eran los que tenían el poder, incluso de valorar. A estas personas no les importa la utilidad de una cosa para denominarla buena. Ese bueno se refiere a ellos mismos. De aquí surge la antítesis bueno-malo, de la diferencia entre los nobles y el pueblo bajo, por decirlo de alguna manera. Es la diferencia entre los dominantes y los dominados. Los que dominan, también lo hacen en el ámbito de la lengua, de las nominaciones a los objetos. Bueno por tanto no está ligado a no egoísta. Cuando los valores aristocráticos declinan, se desvanecen, es cuando aparece la antítesis egoísta- no egoísta y se impone a la conciencia humana, lo que el autor denominará la conciencia de rebaño, término que él introduce y del cual se servirá para referirse al pueblo llano. Por tanto, también entra dentro del objeto de su crítica esta idea de que moral, no egoísta y désintéressé, sean conceptos análogos, o de igualar como hace H. Spencer bueno y útil o conveniente. De este modo bueno sería algo así como valioso en sí. Nietzsche realizará una búsqueda etimológica del término en cuestión, cuyo resultado será el antes dicho, que procede de lo aristocrático, de lo anímicamente noble. Por el contrario y en oposición a este término, aquello considerado como vulgar, plebeyo o bajo, desembocaron en el concepto de malo. Esta analogía se ve muy clara en el caso de tomar el alemán como lengua objeto. Malo sería schlecht, que es prácticamente igual que schlicht, que significa simple. La oposición de estos términos no es meramente valorativa, sino real. Nietzsche ubica el cambio de significado del término hacia la Guerra de los Treinta Años, creyendo además que el prejuicio democrático es un obstáculo que impidió que el término bueno permaneciese con el mismo significado. Ahora le tocará ser criticado a Buckle, por su afirmación de que los “grandes Hombres” no son las “causas” de los grandes movimientos, con lo que Nietzsche no está nada de acuerdo, puesto que él cree que para darse nombre pueden servirse esos Hombres de su superioridad de poder (los poderosos), o de un signo visible de su poder (los ricos) o de un rasgo típico de su carácter (los veraces). Con todo ello parece que esos grandes Hombres sí influyen de hecho en los posibles grandes movimientos que puedan darse. Los primeros en demostrar esto fueron los aristócratas griegos con Teognis como cabeza visible. Noble, σðð, se refiere a alguien que es, que es real. El Hombre vulgar por su parte sería “mentiroso”. Tras la caída de la aristocracia griega, el término bueno pasa a designar la nobleza anímica. El bueno es el ðγððð, en oposición al ððððð (malo) o al δððððð (miedoso). En latín habría una asociación semejante. El malus (malo) sería el Hombre vulgar de piel oscura. Aquí se ven claramente los antecedentes de la idea de una raza aria superior. Nietzsche opina en relación a esto que la asociación que en su época se hace entre los alemanes morenos con esa raza aria, que serían de origen celta, no es correcta y no debería hacerse (como opina Virchow). Pero ahora Nietzsche empezará con lo que podríamos denominar un lamento, una nostalgia. Reconoce que en toda Europa está triunfando la raza sometida, que a base de engaños, a los que él se referirá, acaban por dominar allí donde aún queden vestigios de nobleza. La interpretación que hace Nietzsche de bonus (bueno) es la de guerrero.
El concepto de preminencia política siempre acaba por diluirse en un concepto de preminencia anímica según Nietzsche. La casta suprema se convierte a la vez en la casta sacerdotal, a partir de lo cual y por primera vez se contraponen dos conceptos de aparente corte religioso: puro-impuro. Éstos se convierten en distintivos estamentales. Nietzsche no escatimará críticas contra esa casta sacerdotal - de sobra es conocido el poco respeto que le transmitía todo este ámbito. Estas castas están poco menos que podridas, poseen en ellas algo insano (se ha de notar que se está refiriendo directamente al cristianismo en mayor medida). La pertenencia a ellas es algo así como decir que es peor el remedio que la enfermedad, concibiendo por ésta a la decadencia de los valores. A Nietzsche no le agrada en demasía el modo de vida o el modo de ver las cosas que tienen estas personas, no comparte ni comprende su ascetismo, ese no-actuar, esa “vaguería” podríamos decir. En la base de su crítica también está el rechazo causado por la hostilidad de aquellos hacia los sentidos, parte esencial de su metafísica. Nietzsche irá más allá en su crítica y afirmará que aquello que se denomina Dios es la Nada (parece por tanto que no rechaza la existencia de algo a lo que “aferrarse”, a lo que confiar el destino, simplemente le reduce todo valor al mínimo). Compara la ansiada búsqueda de la unión mística con ese Dios, con la búsqueda del Nirvana por parte del budismo (lo cual en la época era comparar el cristianismo claramente con una secta). El sacerdocio es para él una forma “esencialmente peligrosa de existencia humana”. En esta forma el Hombre se ha convertido en un “animal interesante”, el alma ha alcanzado profundidad y se ha vuelto con ello malvada. Ambos términos, profundidad y malvada, son las dos formas básicas que diferencian al Hombre de los animales, en términos de superioridad. Con respecto a los valores caballero-aristocráticos, Nietzsche los opone a los que ahora surgen, los sacerdotales. Los espíritus que esos guerreros tienen se ven modificados ahora, pero no desaparecen. Me refiero por ejemplo al espíritu de venganza. Nietzsche cree firmemente que los sacerdotes son los enemigos más malvados, debido precisamente a su impotencia. Crece el odio en ellos y su venganza es la más fuerte habida a lo largo de la historia. Aquí aparece ya una sociedad (o raza supongo que diría Nietzsche) a la cual el autor no tiene mucho apego, los judíos. Y aquí introduce la noción básica de su concepción moral, la existencia de una transmutación de los valores, llevada a cabo en primer lugar por los judíos. El término alemán suena con fuerza aquí, unwertung (transvaloración), que no es más que suprimir unos valores por otros, lo que suena a una venganza espiritual según el autor. Los suprimidos son los valores del superhombre y los que ocupan su lugar son los valores de los resentidos. Hasta entonces, bueno era noble, poderoso, bello, feliz, amado de Dios, pero con los judíos, bueno es aplicable a los miserables, a los pobres, a los bajos, a los indigentes, a los enfermos o a los piadosos. Nietzsche implícitamente afirma que esto lo ha heredado el cristianismo.
Con los judíos empieza en la moral la rebelión de los esclavos, de la que habla en otra de sus obras, Más allá del Bien y del Mal. Reconoce, no sin tristeza, que esa moral ha vencido. Del enorme odio y venganza acumulados durante largo tiempo en los judíos, nació un amor nuevo, pero no como antítesis a ese odio, nada más alejado de la verdad, sino como culminación de tal sentimiento. Jesucristo para Nietzsche no sería más que el símbolo que los judíos toman por redentor y que en realidad es la causa de la seducción y el desvío hacia los valores judíos. No es más que el cebo de los judíos llegará a decir. Aparece la paradoja de Dios en la cruz, apoyada en otro importante símbolo, la santa cruz.
Nietzsche se siente poco menos que avergonzado, la moral del vulgar ha vencido. Pero eso ha provocado el aminoramiento en la marcha de la Iglesia, debido a que sustentando el poder, ahora no tiene a nadie contra quien luchar e imponerse. Hay que tener en cuenta que la época de Nietzsche era la época de los grandes movimientos religiosos, tales como la Reforma o la Contrarreforma. De dicho aminoramiento nace un nuevo sentimiento, el de repulsa. La Iglesia en esos momentos aleja más que atrae, de ahí la aparición de los librepensadores.
Nietzsche nos acerca al origen de la sublevación de los esclavos. La sitúa en el momento en que “el resentimiento se vuelve creador y engendra valores”. No es como la moral noble que nace de una autoafirmación, de un decirse a sí mismo, sino que nace de algo externo, de un no-yo, en definitiva, de Dios. La moral de los esclavos necesita de un mundo externo para surgir (su acción es reacción), mientras que la noble nace de manera espontánea. Estos Hombres del resentimiento deben “mentirse” su felicidad observando a sus enemigos. En el mundo griego la felicidad era la actividad, el obrar bien era el que promocionaba el ser feliz, pero eso cambia en estos Hombres del resentimiento. Éstos hallan la felicidad en el no-hacer, en la pasividad, en la quietud, en la paz. Es un proceso totalmente pasivo. Hacen de la inteligencia la más importante condición de existencia, mientras que para el sentir aristocrático era un lujo o un refinamiento. Para los nobles son mucho más esenciales los instintos inconscientes reguladores, el lanzarse a ciegas (ante lo cual no dudo de que Aristóteles pusiese el grito en el cielo). En los nobles aparece el amor al enemigo. Éste es aquella persona que tiene mucho que honrar. Para el resentido en cambio, el enemigo es el malvado en oposición al bueno, que es él mismo. Los nobles se dejan guiar por la naturaleza, regresan a un estado de animales, de inocencia, abandonan la comunidad para desahogarse de cuando en cuando, dejando en libertad sus instintos naturales de caza. El sentido de la cultura en cambio es al amansar a esos hombres, lo cual es el retroceso de la humanidad representado por los herederos de la esclavitud nos dirá Nietzsche. Este es al instrumento de la cultura, el volver mansos, lo cual representa desde el punto de vista del autor un contraargumento de la cultura misma en cuanto tal. Con ello, el Hombre manso ha aprendido a considerarse el Hombre superior. Para Nietzsche, la fatalidad de la humanidad no está en el temor, sino en el no tener ya nada que teme del Hombre.
Exigir de la fortaleza que se nos muestre como un no-querer dominar, como un perdonar, como una ausencia de triunfo; sería como pretender que se nos apareciese como fortaleza la debilidad. La fuerza es querer, actuar, pulsionar. Si esto no se comprende se debe para Nietzsche en un error al que nos traslada el lenguaje, el cual entiende (malentiende para el autor) que todo hacer está condicionado por un sujeto. Pero todo es un error, no existe tal ser tras el hacer, tras el actuar. Ese sujeto ha sido añadido artificialmente al hacer. El resentido, el débil necesita de la existencia de hecho de un sujeto libre para poder tener la oportunidad de elegir. Esto es necesario de manera instintiva.
Nietzsche se sirve de un nuevo sujeto para que valore (y afirme) todo lo que él ha dicho hasta ahora. Es el señor Indiscreción y Temeridad, quien nos hace saber la transmutación de algunos valores que hacen los reprimidos. Por ejemplo, la temeridad la convierten en mérito, la impotencia en bondad, la bajeza en humildad, la sumisión en obediencia (a un ser llamado Dios), la cobardía en paciencia, el no-poder vengarse en perdón, la miseria en bienaventuranza y así con todos los valores. Nietzsche hace una metáfora y nos dice que “el pueblo bajo es el taller donde se fabrican ideales”. Lo que ansía ese pueblo bajo es la justicia, odian la injusticia, lo que para ellos es sinónimo de ateísmo. Esa justicia llegará en un día que esperan con ánimos, el día del juicio final. En ese día los cristianos (ahora los nombra explícitamente) lograrán su salvación y se regocijarán de aquellos que eran los “nobles”, que arderán en los infiernos, por decirlo de alguna manera.
Para Nietzsche, la condición más clara de la existencia de una naturaleza superior se debe a ese ascenso hasta lo divino que ha sufrido la lucha entre lo bueno y lo malo, entre lo bueno y lo malvado.
El ejemplo histórico del que se sirve el autor para exteriorizar todo este proceso de sublevación y llegada al poder, es el caso de Judea y Roma. La primera ha vencido a la segunda y los Hombres se arrodillan ante tres judíos, Jesús de Nazaret, el pescador Pedro y el tejedor de alfombras Pablo, y ante una judía, María. Hubo una época en la que pareció surgir Roma, en el Renacimiento, pero la derrocó de nuevo el movimiento plebeyo (alemán e inglés) de la Reforma Protestante, tras lo cual la Iglesia se consolidó de nuevo en su puesto de Poder, gracias a la Contrarreforma. La última ocasión en que Judea, el sentimiento de los reprimidos, se alzó con la victoria, fue en la Revolución Francesa. Esto consolidó definitivamente el movimiento de los reprimidos, derrumbando la última expresión del ideal clásico existente en Europa, la última nobleza política. Aquí es donde Nietzsche nos presenta al superhombre (por excelencia diría yo), Napoleón. Nietzsche lamenta que una persona así naciese tan tarde, cuando los valores nobles estaban ya agonizando y decrépitos.
A partir de aquí tan solo le queda hacer una proposición a los filósofos. Éstos deben ser lo encargados de solucionar el problema del valor, deben determinar la jerarquía de los valores.
Desde un punto de vista propio, me parece que esa ansia de poder autoritario y unipersonal que pretende Nietzsche, es utópica y no deseable. Creo que esa voluntad de poder sobre los demás ataca claramente la misma idea de humanidad. Aunque creo que no ha realizado una mala labor histórica y etimológica con respecto a los términos tratados, no opino del mismo modo en que sea necesaria lo que sería ahora una vuelta, un regreso a los valores caballero-aristocráticos. Estoy seguro de que esto que yo concibo como un retraso, Nietzsche lo vería como un resurgir o incluso un adelanto. Del mismo modo que creo que al ver la situación de la Iglesia actualmente y del sacerdocio, no dudaría en afirmar que tras esta aparente calma y pérdida de prestigio se esconden los mismos odios y las mismas intenciones que cuando se sublevó. E incluso opino que creería en una nueva sublevación religiosa para volver a alzarse con el poder.
Para realizar este trabajo me he servido de la bibliografía que expongo a continuación. Aunque no pongo notas específicas a pie de página, algunas de las cosas tales como la biografía del autor están sacadas de esa bibliografía. También me he basado para algunas de mis observaciones en el diálogo que tiene el profesor B. Magee con J.P. Stern, profesor de Alemán en la Universidad de Londres y que se refleja en la obra del primero.
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NIETZSCHE, F.: La Genealogía de la Moral. Editorial Alianza. Madrid 1972.
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HIRSCHBERGER, J.: Historia de la Filosofía. VOLUMEN II. Editorial Herder. Barcelona 1976.
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STÖRIG, H.J.: Historia universal de la Filosofía. Editorial Tecnos. Madrid 1995.
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MAGEE, B.: Los grandes filósofos. Editorial Cátedra. Madrid 1995.
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FERRATER MORA, J.: Diccionario de Filosofía. Editorial Circulo de Lectores. Barcelona 1991.
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Enciclopedia de la Filosofía. Editorial Garzanti. Ediciones B. Barcelona 1992.
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Enviado por: | Jose Manuel Casillas |
Idioma: | castellano |
País: | España |