Literatura
Gargantúa y Pantagruel; François Rabelais
Convergencias físicas, espirituales y existenciales en Gargantúa
Antes de empezar mi ensayo sobre Gargantúa, necesito hablar un poco sobre la vida del autor. François Rabelais aparentemente nace en Turaine en 1494 y muere en 1553. Su padre era un hombre de leyes y según se dice, un burgués acomodado. Su vida pasó por distintas etapas espirituales e intelectuales que, sin duda alguna, responden a la época en la que vivió. Primero estudia en una abadía benedictina; luego en un convento franciscano donde toma contacto con el latín, la teología y la escolástica; pasa posteriormente a la orden de San Benito, para luego cambiar el hábito de monje por el de simple clérigo; estudia medicina, y, con este hecho, cambia su vida: se instala en Lyon, ciudad donde Calvino había sembrado su doctrina y en esta etapa toma contacto con la obra de Erasmo. Publica tratados sobre medicina y dicta conferencias sobre la materia, pero ha llegado al punto que necesita publicar más obras porque tiene algunas dificultades económicas, así es que idea la puesta en la feria de almanaques y antiguas crónicas: material de distracción con el cual el pueblo puede instruirse sin mucho esfuerzo. Así es como empieza a escribir usando el estilo que él llama pantagruélico: ridiculiza y critica a personajes y costumbres y crea risas. Con esto cumple su objetivo que tenía una doble intención, divertir y enseñar.
El propósito de esta pequeña biografía es para dar una idea del porqué Rabelais escribió de tal modo y de algunos datos que servirán para entender algunos elementos que mencionaré más adelante. Lo que aparentemente nuestro autor nos proporciona es una narración que pertenece a una determinada clase social, pero narrada desde otro punto de vista. A mi parecer, es posible que Rabelais se base en la clase popular para poder expresar ciertos puntos de vista, que, tal vez, desde su propia clase no podría hacer. De hecho, él mismo lo reconoce cuando dice: “las cosas no se pueden decir directamente”. En cierta forma admiro a Rabelais porque, aparte de pertenecer a una élite social y ser médico, clérigo, filósofo... no ignora la existencia de el otro mundo que se extiende y al que pertenece la mayoría de la población: el pueblo. Quiere, por un lado, salvar ese hueco, ese vacío existente entre ambas clases instruyéndolas. Por otro lado, debe utilizar un lenguaje que le permita decir lo que siente y cree necesario decir y que sea aceptado por el pueblo y que no sea ofensivo para su propia clase.
Intentaré mencionar algunos ejemplos en los que el autor logra una convergencia entre clases y que “sin duda darán la clave que permita elaborar el tejido de relaciones que caracterizaron esta etapa de transición.”
Los primeros temas que se muestran son la comida y la bebida, dos elementos que permiten, sin duda alguna, la convergencia. El llamado "a beber" convoca a todos ante una necesidad que sin ninguna duda comparten clases populares y de elite. Desde el nacimiento de Gargantúa se convoca a los presentes a beber y luego él mismo beberá con su preceptor, con la caballeriza, con el clérigo, con el paje. Y como dijo el monje "no hay hombre noble que aborrezca el vino". De la misma manera, la comida es un elemento que TODO el mundo debe consumir para poder subsistir. Aunque Rabelais siempre se fue a los extremos y excesos de todo, se puede ejemplificar este caso en la fiesta que se efectua el día que nace Gargantúa, el martes de carnestolendas:
"...Habían hecho matar trescientos sesenta y siete mil catorce de estos bueyes para ser salados... y poder disponer así, llegada la primavera, de abundante carne aderezada para ser servida al comienzo de la comida... Las tripas fueron copiosas... Pero la gran diablura de los cuatro personajes era que no había posibilidad de conservarlas por más tiempo porque se habrían podrido... Por ello se convino en que las devorarían hasta no dejar nada. A tal efecto convidaron a todos los ciudadanos de Cinais, Seuilly, Roche-Clermaund y Vaugaudry, sin olvidarse de los de Coudray, Montpensier, Gue de Vede y otros vecinos, todos grandes bebedores, buenos compañeros y diestros jugadores de bolos".
"Grandgousier, a su llegada manifestó tanta alegría al verlos como no sería posible describir. Organizó el festín más magnífico, más abundante y delicioso que se haya visto desde el tiempo del rey Asuero. Al levantarse de la mesa, repartió entre ellos todos los objetos y vajilla que había en su aparador...".
La cocina es también un espacio de convergencia. Se puede decir que es uno de los tantos lugares donde se comparten la comida y la bebida y, para mí, simboliza una unión. Unión porque es en la cocina donde las familias o amigos se reúnen para comer y platicar. Rabelais nos lo muestra:
"A la vuelta se trasladaba a la cocina para ver lo que asaban en el asador. Y cenaba muy bien, a fe mía. Convidaba de buen grado a algunos bebedores vecinos suyos, con los cuales, que bebían tanto como él, se divertían contándose cuentos viejos y nuevos".
"Después estudiaba cosa de media hora, con los ojos clavados en los libros; pero como dice Cómico, su alma estaba en la cocina".
El fin del enfrentamiento entre los pasteleros y los pastores de Grandgousier, también es ocasión para comer y beber juntos. Aquí también se puede tomar en cuenta otro elemento de convergencia: la guerra. El rechazo ante la guerra nace en el campesinado y luego se extiende a la nobleza. Como mencione en el principio, Rabelais toma contacto con la obra de Erasmo. En su obra se observa claramente que Gargantúa, Grandgousier, el preceptor, el paje y algunos escuderos son erasmistas:
-dijo Grandgousier- "...La razón así lo quiere. Yo me sustento de su trabajo; de su sudor nos alimentamos yo, mis hijos y mi familia. A pesar de esto, no emprenderé la guerra, sino hasta después de haber ensayado todas las artes y todos los medios para conseguir la paz. He aquí a lo que estoy resuelto".
-Gallet le dijo- "-Señor, para evitar esta contienda y para que, vencida toda excusa, volvamos a nuestra alianza, os devolvemos ahora los bollos que son la causa de la disputa. Nuestras gentes tomaron cinco docenas que fueron bien pagadas. Tanto queremos la paz, que os devolvemos cinco carretadas, una de las cuales será para Marquet..." .
Otros puntos de convergencia podrían ser las murallas (donde se reunieron todas las fuerzas de la ciudad cuando Gargantúa sitió a Picrocolo en la Roche-Clermaud) o la plaza. Siempre se han considerado lugares específicos de reunión y son libres para cualquier tipo de persona. Hoy en día, seguimos ese ejemplo de reunirnos en plazas con amigos o familiares.
"...y que después de comer se reunieran todos en la plaza, delante del castillo, donde les pagarían la soldada de seis meses, orden que fue cumplida".
"El rey montó, incontinente, en cólera furiosa y, sin preguntarse el porqué y el cómo, hizo publicar bando tras bando para que todos, bajo pena de morir en la horca, acudieran armados a la gran plaza, delante del castillo al mediodía".
Otro elemento que también se ha transmitido durante milenios es la convivencia con prostitutas. Cualquier clase social se ha relacionado con ellas y, en este libro, tomo a las rameras como un elemento que crea una situación de convergencia:
"...o bien se iban a ver a las rameras de los alrededores y se daban pequeños banquetes entre colaciones y trascolaciones...".
Encuentro no sólo elementos físicos sino también los que se encuentran en el plano de lo inmaterial, por ejemplo, la evocación que hacen los personajes a distintos tipos de santos, a Dios, y al diablo cuando se refieren al enemigo. La actitud de rogar los hace converger en algo semejante, lleva al mismo nivel tanto al rey como a un arquero, al preceptor, al sabio, a los clérigos... al pueblo entero. El bautismo -costumbre entre los buenos cristianos- es también un acto de religiosidad que une a todos luego de la fiesta y el nacimiento de Gargantúa.
A lo largo del libro se mezclan, con la bebida y la comida, los cuentos y las aventuras y la cita constante de los clásicos. Rabelais utiliza muchas veces el recurso a la cita y la remisión a determinados textos para que no le hagan decir lo ya dicho y, como lo hemos comentado en clase, para que haga de su historia una más verdadera. Ejemplos de esto último se pueden encontrar en el prólogo y en las notas del pie del libro.
La figura del preceptor, Ponócrates, se podría considerar como un intermediario cultural entre el mundo intelectual y el mundo de Gargantúa. El sabio le leía a Gargantúa mientras lo aseaban, en el excusado y en la mesa, le cambió los hábitos y lo llevó a reuniones tanto de gente docta como al encuentro de orfebres.
Considero que Rabelais le da importancia a la educación a partir de la preocupación de Grandgousier. Éste último habla de los pedagogos, del ya nombrado preceptor, de los debates en la Sorbona, de la llegada de Gargantúa a Paris para instruirse y de su pasaje por Lyon.
Resumiendo lo dicho, puedo afirmar que en el Gargantúa de Rabelais se encuentran innumerables nudos de convergencia físicos, espirituales y existenciales: la plaza, la muralla, la fiesta, la cocina, la mesa (donde se come y se estudia); actitudes como comer, beber, rogar, bautizar; y posturas tales como la aversión a la guerra, el deseo de paz, la preocupación por la educación... Para finalizar, pienso que Rabelais utiliza el grotesco como una llave mágica para ingresar desde el mundo de las elites al mundo de las culturas populares, y entrar y salir de cada uno de esos mundos la cantidad de veces que sean necesarias.
Diccionario Enciclopédico UTEHA tomo VIII pp. 1000
http://www.micromegas.com.mx/trabajos/lituni5-1.htm
http://colossus.net/gone.cgi/snca/
Rabelais, F., Gargantúa, Editorial Porrúa de la colección “Sepan cuántos...”, Cap. VII, p.37
Rabelais, F., Gargantúa, Editorial Porrúa de la colección “Sepan cuántos...” Cap. XXVII, p.97
Ibidem. Cap. IV p. 28.
Ibidem. Cap. LI p. 162.
8 Ibidem Cap. XXII p.81
Ibidem. Cap. XXI p. 76.
Ibidem. Cap. XXVIII p. 102
Rabelais, F., Gargantúa, Editorial Porrúa de la colección “Sepan cuántos...” Cap. XXXII p. 109
Ibidem. Cap. XLVIII.
Ibidem. Cap. XLIX p. 157
Ibidem Cap. XXVI p. 93-94
Ibidem. Cap. XXII. p. 81
Ibidem. Cap. XLIV.
Ibidem. Cap. VII.
http://www.rincondelvago.com/html/fotocopiadora/
Como si enunciando muchos libros y autores justificaran que no se trata de una invención.
Rabelais, F., Gargantúa, Editorial Porrúa de la colección “Sepan cuántos...” Cap. XXIII
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Enviado por: | Pau |
Idioma: | castellano |
País: | México |