Filosofía y Ciencia


Foucault


El portentoso y monumental proyecto que quiere llevar a cabo Foucault con Las palabras y las cosas” no admite crítica alguna en cuanto a esfuerzo. Porque Foucault disecciona el interior del hombre, “opera” la naturaleza del ser para extraer de él sus vísceras más dolientes, diagnosticando tumores que el propio afectado desconocía haber tenido en su corta vida y oscultando su propia psicología.

Pero Foucault no es un buen doctor pues, tras tener el historial completo del paciente en mano, se lo da , le despide de la consulta deseándole suerte y le planta frente a una recepcionista que ni siquiera podrá responder a un paciente que ha vagado (cuando nació), vaga y vagará, buscando una brújula que le oriente, y le cure.

Michel Foucault establece para su estudio global una fuerte y marcada división: el hombre antes del siglo XVII y después del XVIII, o mejor dicho: nada antes y el hombre a partir de dicho siglo. Puesto que en el pensamiento clásico, Foucault presenta a un ser opacado por las ciencias existentes, influenciado incluso por la “cultura mágica” de la época (sobre todo en la Edad Media).

La estructura de signos en el pensamiento clásico parece ya dada de antemano y las relaciones significante-significado ya preestablecidas y a través de referencias directas; el problema aquí, según Foucault, es la omisión del estudio del hombre como intermediario único entre sujeto-objeto.

El saber del hombre en esta época se basará en la interpretación; a través de unos signos (y el estudio de ellos) el hombre conocerá, aplicando resultados a otros campos o estudios anteriores; será entonces la semejanza, criterio de selección de saberes, guía del conocimiento.

Como ya he mencionado, el recorrido por las dos disciplinas que realiza Foucault le lleva a saltar junto a su teoría “debajo del brazo” de la Lingüística al Arte; de la Antropología a la Literatura. Y en este último apartado se centra para articular su discurso de transición en la figura de Don Quijote: en el momento en el que los significantes no establecen relación directa con el significado y desplazar el referente a un tercero que sólo (en este caso) existe en la mente de Don Quijote, se plantean nuevas estructuras; y cuando en la segunda parte, gentes que se encuentra le reconocen como protagonista de aquel primer Quijote, obviamente las estructuras de las representaciones se tambalean, las disposiciones clásicas se invierten y dentro de esta marisma que comienza a surgir en el siglo de Cervantes…surge y nace…el hombre. El hombre como receptor del conocimiento y provocador de él.

El esquema de la portada intenta resumir las palabras de Foucault cuando dice:

“…en aquel tiempo (pensamiento clásico) no era posible que se alzara, en el límite del mundo, esta estatura extraña de un ser cuya naturaleza (…) sería el conocer la naturaleza y a sí mismo en cuanto a ser natural…” (pag. 302).

Esa nueva situación del hombre como iniciador y receptor del estudio de las ciencias provocará no pocos desconciertos que aún hoy existen y existirían pero reabren un proceso expansor hacia la diversificación de las ciencias humanas y ligan el estudio de la naturaleza y la naturaleza humana hacia un encuentro que jamás habían conocido.

Surgirá entonces un proceso de regresión hacia uno mismo. Por ejemplo en el caso del Lenguaje (Foucault habla mucho de teorías del lenguaje).

En la época clásica, la posibilidad de conocer las cosas y su orden pasa “por la soberanía de las palabras” (p.306); en esta época ensalza, por tanto, el discurso como metodología, como nexo entre la representación y el ser. Y el problema era que en este contexto se excluía completamente “la ciencia del hombre”.

Como alude el propio Foucault, de esta manera se indiferencia el pienso del soy y no se analiza este soy por sí mismo. ¿Solución del autor? (tampoco da muchas más): solo la deformación de la representación puede formular tales objeciones.

Con este esbozo “foucaultiano” de la época clásica, se desarrolla la teoría moderna (suya aunque muy influenciada por otros autores) de la eclosión, aparentemente caótica, del conocimiento en y sobre el hombre. Pero esta evolución se producirá a partir de rápidos reordenamientos de disciplinas y potenciarán, sin duda, la figura del ser natural, del yo, del hombre, hacia los estudios actuales.

Y estas ciencias modernas, asegura Foucault, nos apartarán la reflexión suficiente para conocernos, interiorizarnos y comprendernos, a través también, de nuestro pasado. Porque Foucault se basa en las teorías sociológicas de autores como Marx, Weber o Nietzsche para sostener con ellos la tesis de que es precisamente a través de un uso determinado de la Historia como se puede llegar a objetivar lo que está sucediendo ante nuestros ojos al trazar la “génesis” (de la que él habla tanto en “Las Palabras y las Cosas”) de los procesos, al adentrarse en su lógica interna, al comprender cómo surgen, a qué intereses responden y qué transformaciones sufren.

Aboga también Foucault, en contra de discursos globalizantes (con sus privilegios y jerarquías institucionales) por la diversidad de sistemas (aplicado por ejemplo a las ciencias), es decir,

“…una historia general en la que se puedan describir y analizar la singularidad de los discursos y de las prácticas, el juego de interdependencias y relaciones…”

Muchos autores del s.XIX y el XX han sido criticados por intentar abarcar el mayor número de disciplinas para un análisis en mayor profundidad, pecando así de todo lo contrario: superficialidad en el discurso y vanalidad en sus teorías o conclusiones finales. El caso de Foucault es particular pues el hecho de ser tan prolífico le permite luego adentrarse en muchas de estas disciplinas.

Y desde luego mientras hace un tiempo, la aceptación de estas críticas podría ser bastante general, hoy la sociedad, poco a poco, empieza a considerar y a valorar la multinterdisciplinariedad del conocimiento como método para una visión global y más objetiva del saber.

En este punto un sonriente Foucault se acercaría a nosotros, nos daría nuestro historial, nos felicitaría y, sanos y salvos, abriríamos las puertas de…..

Y, ¿quiénes somos “nosotros”? Los Licenciados en Humanidades, por supuesto.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Las Palabras y las Cosas. Michel Foucault.

Siglo Veintiuno Editores. Madrid 1968.

  • La crisis de los paradigmas sociológicos. El papel de la teoría de Michel Foucault. J. Varela/ Alvarez-Uría.

Documentos de trabajo. Eutopías 2ª etapa. Editorial Epistemes.

  • La espiral foucaltiana. Maite Larrauri.

Documentos de trabajo. Editorial Episteme.

El autor ejemplifica este problema, que articula durante todo el libro, también en el estudio de la Historia Natural y la Economía.

La crisis de los paradigmas sociológicos. J. Varela / F. Alvarez-Uría




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Enviado por:Carlos Ruiz
Idioma: castellano
País: España

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