Psicología


Fenómeno de la prisionalización


INDICE

1- LA PRISIONALIZACIÓN: DEFINICIÓN 1

2.- CONSECUENCIAS DE LA INADAPATCIÓN SOCIAL MÁS EL FENOMENO DE LA PRISIONALIZACIÓN 4

3.- CONSECUENCIAS RELACIONALES PARA EL PRESO Y SU FAMILIA 6

4.- EL PERSONAL FUNCIONARIO 9

5.-LOS EFECTOS DE LA PRISIONALIZACIÓN EN LA VIDA EN LIBERTAD 13

6.- LA VICTIMAS DEL DELITO 15

7.- LA SITUACIÓN PENITENCIARIA EN ESPAÑA: UNA APROXIMACIÓN ESTADÍSTICA 25

8.- BIBLIGRAFÍA 30

1.- LA PRISIONALIZACIÓN: DEFINICIÓN

La cárcel supone un sistema total. Funciona de manera autónoma con sus propias normas, diferentes roles, estilos de vida, patrones de comportamiento, sistemas y códigos de comunicación, economía sumergida, grupos de presión entre reclusos. Al proceso de incorporación y paulatina adaptación a este peculiar hábitat alternativo, se le llama prisionalización. Consiste básicamente en la progresiva asunción por parte de la persona privada de libertad de una nueva forma de vida, en el aprendizaje de nuevas habilidades y consistencias compartiméntales. Por eso, la actividad del preso es una lucha por la supervivencia, en un continuo intento de adaptarse al medio. Este proceso puede ser más o menos acelerado, más o menos efectivo, en todo caso no parece que la prisionalización favorezca el proceso de resocialización del interno.

Dentro de este proceso de prisionalización cabe destacar el denominado “código del preso” que son un conjunto de normas no escritas, obviamente ajenas a las oficiales, que regulan las relaciones entre los propios presos, dichas normas son mucho mas rígidas e inflexibles que las normas regimentales. Impone la ley del silencio, la no delación del compañero, aunque este abuse de otros. La supervivencia en el ámbito penitenciario exige el estricto cumplimiento de este “código” cuya violación lleva aparejado un insufrible desprecio por el resto de reclusos e incluso el peligro de su propia vida. La explicación acerca de la existencia de este “código” la podemos tener en que todo grupo cerrado genera sus propias normas de comportamiento, las cuales se hacen mas tajantes cuantos mas vulnerables se sienten los sujetos y la especial característica del centro penitenciario donde se encuentren . Al final como ocurre en todo sistema social cerrado, fuertemente jerarquizado y despersonalizador los códigos informales acaban siendo modos de clasificación y dominación del grupo normativo sobre los más desprotegidos, de los veteranos sobre los novatos, de los “kies” sobre los demás reclusos.

La vida cotidiana se caracteriza por la mayor de las monotonías las cuales podemos caracterizar de la siguiente forma:

  • Muchas horas en el patio sin hacer nada, lo cual redunde en un sentimiento de vacío, perdida de auto concepto.

  • Demasiado tiempo para pensar, o de volver obsesivamente a la misma idea, genera ansiedad, fatalismo (“comerse el coco”)

  • Aumenta el riesgo de caer en la drogadicción, en un espacio apto para trasiegos mercantiles ilícitos (“trapicheos”)

  • Sometimiento al sistema de dominación y chantaje que genera el mundo de la droga desde el patio.

  • Perdida de la escasa capacidad de decisión y libertad que disponía. (El interno no solo se encuentra limitado por las normas regimentales si no también por las normas que le impone el patio)

  • Empobrecimiento vital y síndrome amotivocional.

  • 2.- CONSECUENCIAS DE LA INADAPATCIÓN SOCIAL MÁS EL FENOMENO DE LA PRISIONALIZACIÓN:

    Es toda esta realidad la que va provocando el proceso de prisionalización que acaba por hacer mella en la persona del interno. No se trata por tanto de que la persona presa presente unos especiales rasgos o unos perfiles predeterminados: más bien se trata de que el proceso de inadaptación primero, y el de prisionalización después generan la aparición de determinadas consistencias compartamentales.

    Algunas de la consecuencias en la persona del recluido, tanto mas destacables y consolidadas cuanta más inadaptación social hubiera previamente y cuanto más tiempo haya estado privado de libertad son las siguientes:

    • Desproporción reactiva: Cuestiones que en otro contexto carecerían de importancia son vividas con una desproporcionada resonancia emocional y cognitiva.

    • Dualidad adaptativa: O se produce una autoafirmación agresiva, con fuerte hostilidad adaptativa hacia todo lo que provenga de la “autoridad” o la sumisión frente a la institución como vía adaptativa.

    • Presentismo galopante: Si no puede controlar su presente, mucho menos su futuro. Tanto por la extremada primariedad de su comportamiento como por lo imprevisible dirección de su vida en la cárcel ( la permanente elección de extremos que caracteriza la vida del inadaptado)

    • Síndrome amotivocional: No se deja interesar por nada, está cerrado a la novedad, cada vez más metido en un mundo interior que trata de defenderse de las emociones con una aparente dureza emocional cerrada a influjos externos. Delega su responsabilidad y creatividad en el entorno institucional del que depende.

    • Baja estima de si mismo. Impotencia. Sentimiento de inferioridad que le hace situarse con “envidia” agresiva hacia otros internos que considera normalizados. Es difícil capaz de definirse desde sus potencialidades, más lo hace desde sus carencias y necesidades.

    • Como en la prisión todo está preestablecido, y la vida sigue su curso al margen del recluso, que apenas tiene ninguna influencia sobre las decisiones que se toman sobre él, acaba adoptando una actitud pasiva, esperando que las cosas "le vengan dadas", especialmente en lo que respecta al aspecto institucional de la vida en la prisión.

    Esta situación desemboca en una auténtica delegación de la responsabilidad de la propia vida en el entorno institucional. El individuo se va a acabar limitando a aceptar pasivamente "lo que se le viene encima, con una enorme apatía, que se va a convertir en gran parte, en el hilo conductor de su vida. Pero de una manera plenamente justificada, porque prácticamente nunca ha tenido ningún control sobre nada. Por eso, si no planifica, si no prevé el futuro, menos problemas tendrá, aunque esa actitud suponga estar permanentemente sometido a vaivenes incontrolables. En resumen, se convierte en apático porque es una buena manera de sobrevivir, y porque aunque lo intente, rara vez conseguirá modificar el destino.

    Mas tarde, cuando salga en libertad, esta ausencia de responsabilización será una de las consistencias actitudinales desarrolladas en la prisión que más van a perturbar las posibilidades de aprovechar las pocas oportunidades que se le ofrezcan. En este sentido, y como simple ejemplo, en ocasiones he visto internos que acaban de salir de la cárcel dejan pasar todos los plazos para formalizar la solicitud de seguro de desempleo a que tienen derecho, a pesar de encontrarse en una situación económica sumamente precaria, limitándose a esperar a que otros le solucionen el problema. Sin ningún tipo de preparación, el individuo pasa de la cárcel, donde se le dice todo lo que tiene que hacer, como hacerlo y donde hacerlo, a la situación de libertad, en la que ha de tomar sus propias decisiones, planificar y dirigir su propia vida, a menudo sin ayuda, con un sistema de funcionamiento completamente distinto del que estaba acostumbrado en la cárcel y con unos fuertes impedimentos.

    Las consecuencias de la prisionalización no solo son psíquicas. Con el tiempo aparecen también problemas sensoriales

    La visión sufre trastornos, producto de la limitada perspectiva con que cuenta, además de padecer con la extremidades contrastes de luz entre los escasos espacios abiertos y la celda. A los pocos meses de ingresar en prisión, experimenta lo que se denomina “ceguera de prisión” provocada por la permanente ruptura del espacio, la existencia de continuos impedimentos a la evasión que impiden la visión a distancia; en el mejor de los casos no le permiten ver más allá de unos centenares de metros. Por otra parte, la gran carencia de colores hace de la prisión un lugar poco estimulante y de gran pobreza cromática. Eso explica que uno de sus primeros deseos al salir sea ver distancia y “descansar la vista”

    También se afecta el sentido de audición, pues la vida en un espacio permanentemente cerrado, en el que conviven multitud de personas y sonidos que retumban los muros, hacen que el nivel de ruido que soportan sea muy alto.

    También es de destacar entre las carencia, los sabores y olores muy reducidos que los presos tienen a disposición, predominando un olor constante, mezcla de todo, desde comida, a los fuertes desinfectantes que se utilizan ( el vulgarmente llamado llamado “olor a talego”)

    En casos extremos, se llega a perder la imagen del propio cuerpo, ello inducido por la carencia total de intimidad. Además hay casos en los que se miden mal las distancias quizá por la confusión entre los límites del propio cuerpo y los del entorno (esto alguna vez sucede en internos sometidos al Régimen Especial).

    Finalmente, también son frecuentes los agarrotamientos musculares, producidos por la tensión diaria en la que se mezclan ansiedad y una sensación continua de peligro y miedo al futuro, añadidos a la escasa movilidad y práctica deportiva.

    3.- CONSECUENCIAS RELACIONALES PARA EL PRESO Y SU FAMILIA

    Una de las afirmaciones más repetidas entre las personas presas es que lo que peor llevan del encerramiento es la separación forzosa de la familia. Esta separación se agudiza cuanto mas alejado está el centro penitenciario de la residencia familiar. Los internos que están cumpliendo condena fuera de su provincia de origen reciben muy pocas visitas, a menudo solo tiene vinculación con la familia mediante llamadas telefónicas.

    Al producirse generalmente de manera súbita e inesperada, la detención y posterior ingreso en prisión la persona se siente arrancada del entorno familiar de los suyos. En lo sucesivo ya no pueden verse, si no mediante las distintos tipos de comunicaciones autorizadas, vis a vis (2 horas de contacto intimo o familiar, 2 al mes) por locutorios generales ( vulgarmente llamadas “por cristales” 40 minutos a la semana y telefónicamente 5 llamadas de cinco minutos a la semana). El no poder tener una comunicación normalizada hace que el interno pase a tener una relación más utilitarista con su entorno, esto es, darse recados, dinero, relaciones sexuales etc.

    Debido a las normas de seguridad existentes en los centros penitenciarios, en lo que a las comunicaciones por locoturios se refiere hace que la comunicación se realice en una cabina con cristales blindados, y mediante un “telefonillo”. Todo esto hace que la comunicación sea más aséptica y más formal de la que se puede producir en una comunicación vis a vis.

    En la primera etapa de estancia en prisión, el interno tiene generalmente mayor apoyo familiar, sus allegados estarán mas pendientes de él, se prodigan las cartas y las visitas familiares. A mediada que el internamiento se prolonga, la vida reajusta su vida sin la presencia de su familiar, establecen nuevas vinculaciones, en resumen construirán una nueva vida aparte, esto se traduce en que el interno pasa en muchos a casos a ser un elemento distorsinador del entorno. Por otra parte, el preso comienza a idealizar los recuerdos, y al mismo tiempo se irá dotando de una “concha” donde proteger su mundo emocional. Cada vez mas vulnerable y necesitado de sentirse aceptado, pero más endurecido y con tendencia a huir de vinculaciones afectivas y escudarse en la frialdad y la indeferencia.

    Por lo que se refiere a su sexualidad, las relaciones las tiene hipotecadas por el contexto en el que se desarrollan. No son resultado de un acercamiento afectivo entre dos personas, sin tiempo que apremie. Hay que darse prisa por que el tiempo escasea.

    Por lo general, los presos-as se hallan inclinados a sospechar de su esposa cuanto más fuerte es el deseo de satisfacer su libido y más recelosos aún mas con su novia, amante ó amiga (cuya vidas sexuales él juzga) que tiene libertad de unirse a otro hombre.

    La familia no es ajena alo efectos de la encarcelación, además de verse privados de un ser querido y una fuente de ingresos, han tenido que presenciar registros domiciliarios de la policía, los comentarios del vecindario que se entera, se un secreto vergonzante que se va sabiendo por donde quiera que vaya. La inseguridad vital y extremada precariedad en que se desarrolla la vida del recluido se contagian a su familia que queda tan necesitada de ayuda tanto o más que el propio recluso. Con frecuencia, el padre sufre más vergüenza solitaria; las mujeres en cambio, son más propensas a la exteriorización de los sentimientos.

    La gama de repercusiones sobre la estabilidad familiar es muy variada, dependiendo de la estructura previa, el tiempo de condena y las expectativas de unos y otros acerca de la relación. Pueden ser irreparables cuando se produce la adopción de los hijos por terceros, o un abandono y la creación de una familia por parte del cónyuge en Libertad. Otras veces, se producen serios problemas psicosomáticos mas generalizados en los niños privados de sus padres, en la esposa privada del marido o en la madre alejada de su hijo. En todo caso, la situación del cónyuge en Libertad es también alcanzada por la pena. Condenado a castidad, sin haber hecho nada, obligando en muchos casos a “readaptaciones imperfectas”

    La vulnerabilidad de los extranjeros:

    Mención especial merecen los extranjeros internados en las prisiones, al hecho de la distancia y las dificultades de mantener comunicaciones con sus familiares de manera frecuente, se une el desarraigo y en muchos casos el desconocimiento del idioma y de la cultura. Ello dificulta enormemente la comunicación tanto con sus compañeros como con el personal funcionario. Por otra parte, es un facilitador de la aparición de grupos compactos en los que la persona extranjera tiende a resguardarse.

    4.- EL PERSONAL FUNCIONARIO:

    El contacto diario con personas en situaciones problemáticas hace del personal de Instituciones Penitenciarias un colectivo especialmente vulnerable de padecer el denominado síndrome Bournot del estrés laboral asistencial. La interacción con los internos se centra en la problemática que estos tienen; problemas de salud, de drogadicción, familiares sociales etc., todos ellos con una enorme carga emocional y cuya solución en la mayoría de los casos no esta en mano de los profesionales

    El síndrome del quemado y el compromiso laboral

    Distintas variables pueden afectar el bienestar psicológico y la calidad y eficacia del desempeño laboral de las personas que trabajan en las organizaciones en general y en las instituciones penitenciarias en particular, entre ellas el estrés laboral en la forma del síndrome de quemarse en el trabajo (burnout) La relevancia de analizar esta temática es subrayada por la relación encontrada entre estrés laboral y bajas laborales, enfermedades coronarias), absentismo), conflictos de pareja , todo lo cual puede redundar en niveles preocupantes de estrés en empleados de prisiones.

    En la investigación sobre burnout el modelo conceptual más extendido es el formulado por Maslach y Jackson (Maslach y Jackson, 1981, Maslach y cols., 2001) que contempla la estructura de este síndrome en tres componentes: agotamiento emocional, despersonalización-cinismo y sentimiento de realizarse personalmente en el presente. Lo que si parece claro dentro de las distintas conceptualizaciones del síndrome de quemarse laboralmente es considerarlo como una reacción a determinados estresores laborales mediada por factores psicosociales dentro de los cuales el denominado "compromiso con el trabajo" pueda ser considerado sentimiento de logro profesional podría ser considerado una forma de afrontamiento de los desafíos y dificultades laborales, de manera que cuando este compromiso con el trabajo fuera bajo, sería más probable desarrollar los síntomas del burnout..

    Por lo demás, la literatura también se ha ocupado de identificar los estresores laborales que contribuyen a generar burnout o alguno de sus componentes -por ejemplo, estresores más asociados al cansancio emocional-, y otras variables organizacionales e individuales, así como de cuantificar la intensidad de la influencia o de la relación de estas variables con el burnout. Así, en el ámbito de las organizaciones se ha señalado el clima organizacional, la satisfacción laboral, la autoeficacia, el conflicto de roles, la ambigüedad de rol, la sobrecarga laboral, la intensidad horaria o el sentido de coherencia, por citar algunos, anotando que algunas de ellas pueden ser vistas tanto como variables que contribuyen al burnout como variables influídas por éste, como la satisfacción laboral o el clima organizacional.

    Ya en el ámbito concreto de las instituciones penitenciarias variables que son relevantes en un análisis desde una perspectiva organizacional son las relativas a carácterísticas ambientales-arquitectónicas, a las normas de administración de los establecimientos -.régimen penitenciarios, al organigrama, a los procesos de comunicación, participación y toma de decisiones, liderazgos, a las características de la población recluída, a las categorías del personal penitenciario y a la formación que se les da. Variables analizadas en estas instituciones -y en las policiales- se ha resaltado el antagonismo percibido en de la comunidad -lo cual puede conducir al cinismo-, la percepción de resultados pobres -como `ver' que los delincuentes salen y entran de nuevo en la cárcel-, el grado de apoyo y reconocimiento percibido en los superiores -por ejemplo, un carácter aversivo de supervisión, que atiende sólo a los déficitis y errores y nunca a los aciertos y esfuerzos-, la peligrosidad del trabajo -por ejemplo, los funcionarios de vigilancia en los que los internos proyectan su enojo por el encierro-, la existencia de reglas obsoletas, el elevado número de personas a atender, careciendo de los suficientes recursos, la falta de guías claras para realizar el trabajo o la antigüedad en el trabajo.

    También, según el tipo de cargo, el funcionario de prisiones puede exponerse a estresores particulares. Por ejemplo, los funcionarios de vigilancia tienen habitualmente mayor riesgo de sufrir agresiones y de verse atrapados en motines, además de que son los encargados de enfrentar y reprimir estas situaciones. No es raro así que cuando en un centro penitenciario se está preparando un enfrentamiento armado o un motín los mismos internos intenten avisar o proteger a aquellos funcionarios o voluntarios que respetan. Muchas veces los psicológos/as y trabajadores sociales tienen una mejor imagen ante los internos que otros empleados, y situaciones como los motines o las peleas en las prisiones fácilmente conducen a muertes y episodios de crueldad que pueden dejar un importante impacto psicológico en quienes los viven.

    Pero también estos psicólogos y trabajadores sociales pueden enfrentarse a estresores particulares como el dolor humano -conocer historias de sufrimiento y de abusos-, exponerse a la maldad, a crímenes horrendos -violaciones sexuales, asesinatos- ante los cuales el profesional debe sobreponerse y mostrarse empático con el interno-, la ambigüedad de rol -¿quién es el cliente del psicólogo penitenciario?- y también la agresividad de los internos -reacciones de un interno a un informe desfavorable a apoyar un permiso de salida-. interno-.

    Por otro lado, por supuesto que además de los estresores laborales el funcionario de prisiones también recibe gratificaciones en su trabajo, y una de ellas puede ser simplemente estar trabajando en aquello que le gusta y en lo que eligió formarse, o lograr pequeños éxitos cotidianos -como salvar la vida de un interno que presenta riesgo de suicidio-, o lograr evitar que la cárcel dañe al interno más de lo que ya viene desde la calle, aunque no se consiga mucho en lograr la "reinserción social del recluso". Estas gratificaciones junto pueden compensar los aspectos negativos del trabajo. A ello, la comunidad puede contribuir reconociendo el trabajo penitenciario, lo cual muchas veces no sucede por unas u otras razones.

    Por otra parte, el compromiso con el trabajo ha sido considerado recientemente como la antítesis o el proceso complementario al burnout (Maslach y cols., 2001). De acuerdo con estos autores, el compromiso con el trabajo es distinto al compromiso organizacional -que se referiría a una alianza entre el empleado y la organización que proporciona el empleo, con foco en la organización-, a la satisfacción laboral -que se refiere al grado en que el trabajo es un fuente de contento y realización-, y a la implicación en el trabajo, que es sólo una parte del compromiso con el trabajo. Este, por otra parte, se ha estudiado desde dos perspectivas: El compromiso con el trabajo sería la antítesis del burnout, de forma que niveles bajos en burnout corresponderían a niveles altos en compromiso con el trabajo. Para otros, en cambio, el compromiso con el trabajo sería un fenómeno con entidad propia en el ámbito del mundo laboral, y se caracteriza por sentimientos de vigor, dedicación y absorción. , el vigor se refiere a presentar a nivel individual altos niveles de energía y disposición a invertir esfuerzo en el trabajo, la habilidad de no fatigarse fácilmente y persistir pese a las dificultades. La dedicación se refiere a una fuerte implicación en el trabajo de uno, con sentimientos de entusiasmo y de percibir significado en el trabajo que uno realiza, y a un sentimiento de orgullo e inspiración. Por su parte, la absorción se refiere a un estado placentero de inmersión total en el trabajo de uno, en el cual el tiempo pasa rápidamente y uno se siente incapaz de abandonar en lo que está trabajando.

    En un estudio se encontró, que niveles más altos de compromiso organizacional se asociaban a un clima de apoyo más elevado, a menos conflicto de rol, más auto eficacia profesional y a un efecto de interacción entre auto eficacia profesional con conflicto de rol: cuando el conflicto de rol era bajo, el nivel de compromiso laboral era alto para los sujetos con alta y baja auto eficacia profesional, en cambio, cuando el conflicto de rol era alto, los sujetos con baja auto eficacia profesional puntuaban bastante menos en el compromiso de rol.

    Como se puede extraer de esta breve revisión, las características del burnout y del compromiso con el trabajo son diferentes así como las variables que los afectan, lo que sugiere que luchar por disminuir los niveles de burnout en una institución no equivale necesariamente a elevar los niveles del compromiso con el trabajo.

    Por otro lado, de acuerdo a las definiciones arriba expuestas el síndrome de quemarse en el trabajo depende más de variables externas al individuo, mientras que el compromiso con el trabajo destaca más disposiciones y variables individuales. Como también se señaló antes, el compromiso con el trabajo puede ser considerado una forma de afrontar las dificultades laborales, y quizá la tercera dimensión del modelo de burnout de el sentimiento de realizarse profesionalmente sea más bien un reflejo del compromiso con el trabajo que una subdimensión del burnout. Ello es apoyado por los resultados generales de la investigación sobre burnout que encuentran que las variables que influyen o se asocian con el sentimiento de realizarse en el trabajo no son las mismas que se relacionan con el cansancio emocional o con la despersonalización.

    5.-LOS EFECTOS DE LA PRISIONALIZACIÓN EN LA VIDA EN LIBERTAD:

    Los tres primeros meses en libertad son especialmente delicados. En ello aparecen cuadros psicosomáticos caracterizados por la ansiedad, el insomnio, problemas de concentración, miedo a ser detenido.

    Quedan ciertos hábitos que dificultan las relaciones. Un sentimiento de desconfianza generalizado. La proyección sobre todo lo que represente cierta autoridad (el jefe en el trabajo) lo entiende como la vivida aun el ámbito penitenciario o las dificultades para una cierta autodisciplina,” ahora nadie me manda”.

    Ya en libertad, la poca práctica de autogestión y de responsabilidad será una de las consecuencias actitudinales desarrolladas en la prisión que más le van a perturbar para aprovechar las pocas oportunidades que se le ofrezcan. Sin preparación alguna pasa de la cárcel, donde se le dice todo lo que tiene que hacer, como hacerlo, donde hacerlo: ahora ha de tomar sus propias decisiones, ponderar las consecuencias, pensar alternativas, planificar su vida en un sistema totalmente distinto al penitenciario.

    Más fácil resulta ir modificando ciertos hábitos, formas de vestir (chándal, sin camisa) de hablar, incluso mirar con desconfianza a extraños, de sentirse el centro de las miradas, pensar que lleva un cartelito que dice ex - preso.

    Lo pero es que la prolongación de la cárcel a la salida no es solamente subjetiva, sino que se plasma en la posibilidad de nuevas detenciones, sobre todo si quedaron causas pendientes de ser sentenciadas o la drogodependencia no se trata. Si el problema de las drogas no se trata a la excarcelación, las posibilidades de reincidencia se multiplican.

    Algunas de las dificultades que se encuentran los liberados pueden ser las siguientes:

    • Acceso al trabajo: La escasa capacitación y experiencia de los liberados, la dificultad de “rellenar” los años de presidio en el currículo y la circunstancia del injusto estigma de los antecedentes penales que se piden en ciertos trabajos.

    • Soporte familiar: Se encuentra con dificultades para ir normalizando vínculos y resistir las frustraciones y decepciones de las primeras semanas. A mayor precariedad sociofamiliar, más posibilidades de que la reincidencia sea efectiva.

    • Tratar el problema de la drogadicción.

    En síntesis, si la situación de encarcelamiento se prolonga, el recluso se va a ver fuertemente presionado a adaptarse para sobrevivir en ese entorno hostil; y ese proceso de adaptación supone la adopción de una serie de conductas, adaptativas en ese medio, que van ir configurando una serie de consistencias comportamentales, (paso de "estado" a "rasgo" en función del refuerzo). Otro problema es que cuando el preso salga en libertad posiblemente trasladará esas consistencias penitenciarias a otros contextos en los que ya no serán adaptativas.

    Esa contradicción en el sistema personal de valores y normas de conducta será un elemento esencial en el paso de la situación de inadaptación objetiva a la inadaptación subjetiva. Es ahora cuando la conducta del inadaptado se anormaliza; su conducta desadaptada pierde su carácter utilitario, sus relaciones interpersonales se hacen aún más inestables, inmaduras y agresivas y sus consistencias comportamentales adoptan la forma de lo que la psicología de los rasgos define como "personalidad delincuente". Pero todo ello como resultado de la dirección que toma la respuesta social a la conducta desadaptada, no como punto de partida del proceso de inadaptación social. Es por ello por lo que en el estudio del proceso de inadaptación social debemos introducir las consecuencias del internamiento anormalizador a que se ve sometido el inadaptado como una de las causas más poderosas de la anormalización del comportamiento y, por tanto, de la personalidad; pero considerada como un conjunto de "consistencias comportamentales", y no como una estructura preexistente a la propia conducta y como variable explicativa de la misma.

    Todo lo que hemos visto en este capítulo no son sino respuestas "normales" y "adaptadas" a un contexto anormal y desadaptado, aunque, eso sí, si no modificamos el ambiente penitenciario al que se adapta el individuo, éste acabará destruido y, desde luego, su comportamiento será mucho más peligroso.

    6.- LA VICTIMAS DEL DELITO:

    La gran mayoria de los estudios sobre el mundo penitenciario la victima del delito ha emergido en el baúl de los recuerdos. No solo ha venido siendo un mero objeto preciso en tanto necesario para fundamentar la acusación que deriva en el ingreso en Prisión del recluso sino que su itinerario a través del proceso la estigmatiza para sin ninguna reparación del daño y ni la más mínima explicación. Tienen que reproducir el sufrimiento vivido reiteradas veces y a menudo les deja secuelas psicológicas de por vida. Por ello en este trabajo se quiere hacer una aproximación no por que forme parte directa del mundo penitenciario si no por que es el auténtico antecedente del mundo penitenciario

    Es importante que conozcamos las respuestas de las víctimas en su intento de elaboración y procesamiento del trauma, para así poder reflexionar sobre la influencia que las actuaciones judiciales tienen en el proceso personal de adaptación; dentro de estas reacciones consideramos como destacables las siguientes:

    Revivir el trauma

    El recuerdo de lo vivido es imprescindible para la elaboración del trauma pero, de forma paradójica, puede convertirse en uno de los síntomas centrales de la patología que presentan las víctimas. La reexperimentación del acontecimiento traumático es revivida con una gran intensidad, los recuerdos acuden de forma involuntaria y van acompañados de un intenso malestar psicológico y reacciones fisiológicas de activación. Los recuerdos intrusivos se pueden manifestar también en forma de pesadillas recurrentes y aunque, infrecuentemente, se puede llegar a revivir aspectos de la experiencia sufrida de modo que la persona que lo padece puede actuar como si el acontecimiento traumático estuviera sucediendo nuevamente.

    La viveza de las sensaciones que acompañan los pensamientos intrusivos no se desvanece con el paso del tiempo y muchas víctimas mantienen recuerdos igual de vivos que en el momento de ocurrir el trauma. Una especial relevancia tiene el hecho, en ocasiones difícilmente comprensible, de la aparición de recuerdos intrusivos tras un periodo en que el trauma parecía haberse integrado; un evento traumático, no necesariamente del mismo tipo que el inicial, puede reactivar los recuerdos de la primera experiencia.

    Una forma de reactualizar el trauma, que presenta dificultades en su comprensión para la población en general, es la reexposición compulsiva al trauma, una compulsión a la repetición que lleva, de forma no consciente, a conductas en las cuales se daña a los demás o, de forma más frecuente, la víctima se daña a si misma con conductas autodestructivas o se coloca en posición de sufrir una nueva victimización.

    Evitaciones

    La respuesta de huida, de rechazo de un elemento doloroso es una actitud protectora y presente en todo el mundo animal. Las conductas evitativas tras un trauma tratan de soslayar y hacer desaparecer las consecuencias emocionales de una realidad que ha desbordado las capacidades de asimilación de la persona que lo vive; se trata de dejar fuera, como inexistente, un acontecimiento que es sentido como intolerable.

    Los pensamientos intrusivos, con el malestar que llevan aparejado, conducen a movimientos defensivos para evitar que éstos aparezcan. Se produce un esfuerzo para evitar pensamientos o sensaciones relacionadas con el trauma, se eluden conversaciones sobre el tema y se realizan esfuerzos para no participar en actividades, acudir a lugares o tener contacto con personas que pudieran ser relacionadas con el acontecimiento traumático y así suscitar recuerdos del mismo.

    Las conductas evitativas pueden tener éxito en su función de alejamiento de la realidad que pretende olvidarse e incluso llevar a sobresalir en actividades que han resultado absorbentes (trabajo, una actividad social concreta, etc). Pese al aparente control y a la "superación" del trauma es frecuente que existan áreas personales muy dañadas y vulnerables que pueden desencadenar diversas alteraciones psicológicas.

    Fijación en el trauma

    Los recuerdos sobre acontecimientos pasados van transformándose, con el paso del tiempo, y, paulatinamente, se atemperan las sensaciones y emociones que van ligadas a ellos; se produce una integración entre el pasado y el desarrollo del presente. Este proceso no se da en muchas víctimas, el recuerdo del trauma no se integra dentro del pasado propio y se mantiene de forma independiente e inalterada. La fijación en el trauma impide un mecanismo adaptativo por el que vamos transformando la realidad y así estas personas quedan ancladas en una experiencia que no se desvanece con el paso del tiempo. Continúan inmersas en el trauma como si éste fuese una experiencia contemporánea en lugar de poder ubicarlo como algo dentro de su pasado.

    Algunas víctimas presentan una percepción tremendamente parcial, se centran en los aspectos relacionados con su trauma y muestran dificultad para poder prestar atención a otros aspectos de la realidad. Esta percepción escotomizada de su entorno les impide conectarse con otro tipo de sensaciones placenteras que podrían ejercer una función compensatoria de su dolor; se produce así una espiral en la que la falta de atención a todo lo que no este relacionado con el trauma provoca que éste se reafirme como el eje central, en ocasiones único, de su existencia.

    Dificultades de comunicación y de percepción

    A través de diferentes vías las víctimas tienen un dificultad para expresar lo que les ocurre, la verbalización del relato de su trauma es evitada y, como hemos señalado previamente, tratan de protegerse de la reexperimentación de su vivencia. Una aparente paradoja se da en el hecho de que pese a la omnipresencia del recuerdo traumático, puede existir de forma paralela una incapacidad para recordar algunos aspectos concretos de su experiencia. Amnesias parciales, fenómenos dismnésicos, dificultad para recordar de forma secuencial, pérdida del hilo del pensamiento, dificultades de atención y concentración conducen, junto a su dificultad para expresar y poner en palabras sus vivencias y sentimientos, a una incapacidad para desarrollar el relato de la forma en que se espera.

    La percepción del entorno y de los requerimientos de éste es muy parcial, el procesamiento de la información se torna dificultoso, en ocasiones hasta límites poco creíbles para su observador externo. Las alteraciones de la memoria se extienden mas allá de lo relativo al trauma y se llega en ocasiones a procesos de una amplia desactivación cognitiva. Se crea un círculo vicioso en el que se interfiere de forma notable la adquisición de nueva información que a su vez generará una mayor pérdida de capacidad de respuesta flexible ante el entorno.

    Vivencia del mundo como peligroso

    El trauma lleva aparejada una pérdida en la seguridad básica ante nuestro entorno, en otras ocasiones servirá para confirmar temores no bien explicitados sobre la inseguridad en que nos movemos los seres humanos. Este contacto con la vulnerabilidad lleva a algunas víctimas a una generalización de la amenaza, que les hace percibir el mundo circundante como altamente peligroso y totalmente fuera del control personal; se produce así una quiebra en la confianza básica que nos permite afrontar las vivencias sin una tendencia a experimentar intensas emociones negativas.

    Esta evaluación subjetiva de amenaza conduce a un sentimiento de desamparo que refuerza la preocupación excesiva y produce un pesimismo generalizado con gran suspicacia. Se genera desde esta falta de seguridad una vivencia escindida del mundo en el que muy pocas personas están al lado de la víctima y el resto del mundo es vivido, en mayor o menor medida, como enemigos o bien como traidores; inevitablemente esta posición conduce a una inadaptación a la vida cotidiana que da lugar a que la víctima sea vista como alguien extraño, se provocan así unas respuestas del entorno que confirmarán las suspicacias que la persona tenía generando un mayor aislamiento.

    Influencia del proceso

    Teniendo en cuenta el entrelazamiento del proceso judicial y el proceso personal podemos encuadrar las actitudes de las víctimas alrededor de dos tipos polares de reacciones. En una la víctima se mantiene replegada sobre si misma, aislada, no busca ayuda, tiende a mantenerse al margen de los procesos legales, muestra una pasividad externa y traslada la apariencia de un desinterés por lo relacionado con su caso; esta posición puede, en muchos casos, ser confundida con una superación del trauma ya que la víctima ha logrado que éste no exista, aparentemente, en su vida. En el otro extremo nos encontramos ante una actitud en la que se expresan de forma casi permanente los sentimientos de enfado, rabia y odio por el trauma vivido; se extiende la culpabilización de lo ocurrido a muy diferentes personas y grupos y se mantiene una sensación de absoluta incomprensión por parte de los demás. Desde esta posición se mantienen posturas querulantes, enérgicas posiciones reivindicativas con exigencias exageradas en las que ninguna reparación será considerada suficiente.

    En estos posicionamientos extremos descritos se enclavarán algunas víctimas, la mayoría se situará en lugares intermedios de este espectro y tomarán posturas alternantes manteniendo una continua tensión dialéctica entre el enclaustramiento interno y la externalización de su malestar. Sea hacia un lado u otro podemos observar como el trauma se transforma en el eje central de la vida de un gran número de víctimas.

    La denuncia del delito provoca un nuevo contacto con el trauma, reactivando sensaciones y recuerdos que pueden conducir a conductas evitativas. Si la denuncia se realiza verbalmente las dificultades de comunicación y de concentración jugarán un papel importante en la declaración de la víctima que tratará de lograr que este trámite sea lo más breve posible. El entorno burocrático, con el interés de los funcionarios centrado en los hechos, puede provocar un sentimiento de exclusión. La situación cognitiva de la víctima, las limitaciones en el procesamiento de la información y en el análisis de la situación, lleva a que, en muchos casos, no recurra a la ayuda de un abogado para que redacte por escrito la denuncia y sea él quien la presente en el juzgado; en este caso al poder aclarar y corregir algunos aspectos de su declaración se minimizarán los posibles errores que las alteraciones mnésicas producen. Cuando el origen de la denuncia está en un parte que cursan los servicios de atención médica la víctima puede sentir invadida su intimidad viviéndolo como una nueva agresión en la que no tiene ningún papel activo.

    Al ser requerida durante la instrucción policial y judicial se reviven los acontecimientos traumáticos incrementándose la díada reexperimentación - evitación que se mantiene tras el trauma. El proceso de instrucción trata de llegar al esclarecimiento de los hechos, la persona afectada puede ser requerida en mas de una ocasión, incrementándose así sentimientos de desamparo al sentirse en un papel secundario, sintiendo que lo primario es el proceso en si mismo. En el análisis forense la búsqueda de pruebas físicas puede ser vivida como una falta de atención ante el malestar psicológico, en el polo opuesto una posible prueba pericial sobre la salud mental de la víctima puede ser sentida como un cuestionamiento de su credibilidad y de su estructura psicológica.

    Al prestar la declaración ante el juez la víctima lo hace como testigo de los hechos se le pide así una disociación en la que se tiene que salir de su condición de dañada; está obligada a declarar la verdad en una situación en la que, no podemos olvidar, mantiene alteraciones perceptivas y mnésicas, se genera así una presión con una ansiedad que incrementará las dificultades de comunicación que acompañan a todo lo relacionado con el trauma, no podemos olvidar que la víctima desea ser el centro de su caso y no únicamente una parte, en ocasiones mínima, que sirva para aclarar el proceso.

    La vivencia de peligro y el miedo a posibles represalias por parte del autor del delito o de personas allegadas a él estará como telón de fondo, difuso la mayor parte de las veces, que interferirá en todas las actuaciones y declaraciones de la víctima. La nueva visión de agresor, por ejemplo en una rueda de reconocimiento, reactivará estos temores; cuando la víctima es requerida para realizar un careo con el agresor surgen sentimientos de incapacidad y de minusvalía que pueden manifestarse tanto en una nueva posición de retraimiento como en una actitud de rabia; nuevamente se sentirá relegada a un segundo plano y cuestionada sobre lo que le ha ocurrido; el careo con testigos, que pueden tener otra visión de algunos aspectos de lo sucedido, incrementará la sensación de impotencia.

    El derecho a ejercer la acusación particular frecuentemente no es utilizado; al tener que costear los gastos de abogado y procurador se puede generar una sensación de injusticia en la que para defender su derecho se le requiere un nuevo esfuerzo, también surgen aquí sentimientos de discriminación respecto a otras víctimas que en función de su situación económica o del tipo de delito pueden acceder a una justicia gratuita. Se puede generar una sensación de aislamiento, de quedarse sola frente al proceso legal que desembocará en dos polos; uno que incrementará el retraimiento y otro en el que se exacerbarán las demandas. Como en otros momentos del proceso, es necesario tener en cuenta que las capacidades perceptivas de la víctima están alteradas y que puede no ser consciente y por tanto no evaluar correctamente las repercusiones que conlleva el hecho de no ejercer la acusación particular; posteriormente, al no poder estar al tanto del procedimiento, se incrementarán los sentimientos de injusticia y de exclusión.

    En la vista oral, al comparecer como testigo, la víctima se sitúa, nuevamente, como una de las partes del proceso teniendo un papel secundario que dará lugar a sentimientos de abandono y de incomprensión. Se sentirá cuestionada y percibirá una asimetría en el trato que recibe comparado con el del agresor; es un testigo de la causa, está obligada a decir la verdad de los hechos y no ha podido escuchar la declaración del acusado; será interrogada por la defensa del acusado, que tratará de ejercer su función, por su propio abogado (únicamente si se ha personado en la causa), por el juez o presidente de la sala y por el fiscal que, en su función de defensa de la ley, puede ser vivido no como uno más de los que la están cuestionando; por el contrario el agresor ha podido optar por no declarar o por dar cualquier visión de los hechos; surgen sentimientos de falta de amparo ante la estructura, que es garantista de los derechos del acusado, sintiendo la víctima los suyos como inexistentes. Es necesario señalar como la sensación de no recibir apoyo por parte de las instituciones con las que se contaba provoca heridas que pueden ser más profundas que el mismo hecho traumático.

    Al dictarse sentencia se produce una escisión entre el proceso judicial y el de adaptación personal, por un lado el desarrollo legal, que se ha dilatado mucho en el tiempo, alcanza su final y por otro, las consecuencias psicológicas del trauma continúan. En cada caso concreto se producirá un mayor o menor grado de satisfacción en función de la relación entre la magnitud de la sentencia esperada y la dictada; la víctima puede verse enfrentada a un gran choque por la diferencia entre los daños que se le han provocado y los que han sido reconocidos por la justicia, no podemos olvidar que el sistema es garantista de los derechos del agresor y que la víctima queda fuera del entramado garantista. En el caso de que exista una condena se le pide socialmente que se de por satisfecha ya que el agresor ha tenido una sentencia "justa". La persona afectada puede vivir una gran distancia entre lo que es la justicia sobre su vivencia concreta y la que ha tenido como "bien social".

    Entre el momento del acontecimiento traumático y el final de la resolución judicial ha transcurrido un periodo de tiempo muy largo en el que los sentimientos de abandono y el desánimo han tenido múltiples ocasiones de aumentar. La víctima no puede comprender como, algo que para ella es evidente, ha tardado incluso años en poder ser sentenciado; esto último sin tener en cuenta si la sentencia es o no favorable. El final del proceso penal supone para unas la constatación de una injusticia, un nuevo elemento de fijación al trauma y la reafirmación del medio social como inseguro y atacante; por el contrario abrirá para otras la posibilidad de una nueva etapa en la que puedan ir dejando atrás una vivencia, que no será olvidada pero que si podrá integrarse dentro de las propias experiencias.

    La posibilidad de recurrir la sentencia, que sea la víctima quien da por concluido o quien intenta un nuevo paso en el proceso, puede resultar esencial en un momento en el que las vivencias, los recuerdos, los deseos de venganza y los intentos de superar el trauma están mezclados en un primer plano. Constatar, en este momento, que una actuación, a la que se podía haber tenido derecho, la acusación particular, hubiera dado lugar al acceso al posible recurso llevará a sentimientos de culpa y de abandono. Nuevamente es necesario destacar que las decisiones, tomadas al inicio del proceso y cercanas al acontecimiento traumático, han sido llevadas a cabo en momentos de condiciones cognitivas alteradas.

    En la situación en que únicamente el Fiscal sea quien pueda recurrir la sentencia, si no lo hace y la víctima considera que es injusta se provocará un nuevo sentimiento de agresión que reactualizará toda la vivencia traumática. Se confrontará con la constatación de que el Fiscal no es su defensor y se extenderá una generalización de la amenaza en la que se incluirá a todo el sistema judicial; la escisión del mundo en bueno y malo se ahondará y muy pocas personas serán sentidas como confiables.

    Cabe la posibilidad de que el proceso se haya desarrollado sin ninguna participación de la víctima o que ésta únicamente hiciera una declaración inicial. Al tener conocimiento de la resolución judicial, esto puede ocurrir tiempo después de que ésta se promulgara, se vivirán sensaciones de abandono, desamparo e inseguridad que pueden retroalimentar toda la cadena de respuestas desadaptativas que pudiera presentar.

    7.- LA SITUACIÓN PENITENCIARIA EN ESPAÑA: UNA APROXIMACIÓN ESTADÍSTICA

    El volumen de la población reclusa en España es de 61.000 presos (1.626 más con respecto de hace un año). Ello supone un incremento del 2,74 %. Siendo la tasa de hacinamiento de un 165 %

    PERFIL DEL RECLUSO EN ESPAÑA:

    • Nueve de cada 10 internos son hombres (92,2 %)

    • En relación con su situación procesal-penal, el 77,9 % de la población reclusa está condenado a penas de prisión y el 22,1 % se encuentra en situación preventiva.

    • El grado de reincidencia es de un 59,2 % po un 42,8 % de primarios.

    • E cuanto a la clasificación, El 75 ,5 % de la población reclusa condena y clasificada (29.881) lo está en segundo grado de tratamiento. El 10,9 % lo está en tercer grado de tratamiento (4.333( o situación en semilibertad, ya que solo van a dormir a la cárcel de lunes a jueves, realizando actividad laboral a lo largo del día. El 2, 5 % de la población reclusa (982) lo está en primer grado de tratamiento que principalmente corresponde entre otros a mafiosos, terroristas, grandes narcotraficantes o internos inadaptados al régimen normal. Estos último caracterizados por un enfrentamiebto continuo a las normas, agresiones a internos, agresiones a funcionarios, coacciones e incluso asesinatos dentro de la prisión.

    • En cuanto a la estructura de la población reclusa penada por grupos de edad, se puede observar que se concentra en los tramos 31-40 (37,67 %) y 26-30 (23,03 %). Es decir, prácticamente dos de cada tres internos penados (60,7 %) tienen edades comprendidas entre los 26 y los 40 años. La población juvenil hasta 20 años, prácticamente es residual (1,34 %); y el grupo de edad 41-60 años supera en población penada de 21-25 años; 23,05 % y 13,65 % respectivamente la edad media de la población condenada a penas de prisión, prácticamente es de 35 años, siendo la de los presos preventivos algo más joven 33 años concretamente

    • GRUPOS DE Edad

      Hombres

      Mujeres

      Total

      Porcentaje

      18-21

      599

      22

      621

      1,34

      21-25

      5.907

      400

      6.307

      16,65

      26-30

      9.628

      739

      10.637

      23,03

      31-40

      16.140

      1.260

      17.400

      37,67

      41-60

      9.721

      928

      10.649

      23,05

      +60

      773

      73

      846

      1,83

      TOTAL

      42.766

      3.422

      46.190

      100

      Datos a 1 de abril de 2006

      • Con respecto a la tipología del delito, el 47, 6 % cumple condena por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico, y el 28 % cumple condena por delitos contra la salud pública. Ambos delitos representa casi el 76 % del total de los delitos.( ver cuadro)

      DELITO

      TOTAL NACIONAL

      PORCENTAJE

      Homicidio y sus formas

      1.974

      4,5

      Lesiones

      1.765

      4,0

      Contra la libertad

      365

      0,8

      Contra la libertad sexual

      2.397

      5,5

      DELITO

      TOTAL NACIONAL

      PORCENTAJE

      Contra el honor

      5

      0,0

      Contra las relaciones familiares

      429

      0,9

      Delitos contra el patrimonio y orden socioeconómico

      20.773

      47,6

      Salud pública

      12.217

      28,0

      Seguridad del tráfico

      155

      0,4

      De las falsedades

      404

      0,9

      Contra la administración de JUSTICIA

      332

      0,8

      Contra la administración pública

      44

      0,1

      Contra el orden público

      906

      2,1

      resto de delitos

      1.314

      3,0

      Por faltas

      60

      0,1

      No consta delito

      452

      1,0

      TOTAL

      43.592

      100

      Por sexo se observa que cumplen condena por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico un total de 19.525 hombres (48,43 %) y por delitos contra la salud pública un total de 10.630 internos (“6,36 %). Ambos delitos representan, en varones, el 74,79 del total de delitos.

      Respecto a las mujeres condenada, cambia siendo el 48,47 % condenadas por delitos contra la salud pública, y por delito contra el patrimonio el 38, 12 % . la suma de ambos representa el 86, 59 5 del total de los delitos cometidos por mujeres.

      • En cuanto al consumo de drogas entre el 80 y el 90 5 ha tenido o tiene en la actualidad problemas con las drogas, generalmente politoxicómanos. El índice de V.I.H es entre el 20 y el 25 % , de este grupo consumen drogas casi el 100 %

      • En cuanto a la población extranjera representa el 29,4 % del total de la población reclusa a nivel nacional (17.849 internos). Por sexo las mujeres son el 8,12 5 ( 1.450). La tendencia de internos extranjeros en las prisiones españolas está aumentando espectacularmente como veremos en el siguiente capitulo.

      Por todo ello podemos afirmar que el perfil tipo del recluso en España es el siguiente:

      • Hombre

      • Español

      • Condenado

      • Clasificado en segundo grado de tratamiento

      • 33 años de media

      • Con respecto a la tipología del delito condenado por delito contra el patrimonio o contra la salud pública.

      • Con problemas con las drogas.

      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN EXTRANJERA EN ESPAÑA 1990-2005.

      En los últimos años, la población reclusa ha registrado un aumento espectacular, prueba de ello es que en la actualidad seis de cada diez internos que ingresan en España es extranjero. Mucahs son las razones que pueden aducirse para calibra las causas de este espectacular aumento, fundamentalmente las prisiones aún estando al margen de la sociedad, no dejan de ser un espejo de ella y el espectacular aumento del fenómeno de la inmigración lleva consigo que a la vez ingresen mas numero de extranjeros. Esto no quiere decir, bajo ningún concepto, que el inmigrante halla de ser delincuente, si no que si cualitativamente hay mas extranjeros residiendo en España también será mayor la posibilidad de haber mas extranjeros en nuestras prisiones. Otra causa del aumento, que no hay que desdeñar, radica en que los detenidos de otras nacionalidades, al carecer en su mayoría de arraigo familiar en España, casi nunca obtiene la libertad provisional hasta la realización del juicio, por riesgo de fuga. Por el contrario al interno español le resulta más fácil acceder la citada libertad.

      Periodo 1990-1999: En este periodo la población extranjera paso de 4.906 internos a 7.900 lo que supuso un aumento de un 61.03 %

      En cambio el incremento porcentual de la población reclusa española fue de un 37,34 %

      Periodo 2000 a 2005 : Durante este periodo ha pasado de 7.900 internos a 17.849 internos, lo que ha supuesto un incremento de 125,94 %. Con respecto a la población reclusa española el incremento de este periodo es de 18,06 5.

      Por nacionalidades los preso marroquíes son los mas numerosos con 5.252 (representan un 30,4 %) seguidos de los procedentes de Colombia con 1.881 (10,9 %), de Argelia Con 1.336 (7,7 %) Y de Rumanía con 983 (5,7 %) los internos de esta nacionalidad han experimentado el mayor de los aumentos , no habiendo datos de internos ingresados de esta nacionalidad en 1990.

      BIBLIGRAFÍA

      • DGIIP: Revista de estudios penitenciarios,(mayo 1992,septiembre 1996, febrero 2001

      • LAZARO;F: Diario “ El Mundo”(20 agosto 2005)

      • GARRIDO, V: Principios de criminología”

      • GONZALEZ PINTO , R: “ Anomalías psiquicas en los centros de detención

      • HERNANDEZ, F: “Relaciones entre Funcionarios e internos”

      • SINDICATO ACAIP: “Cuadernos Penitenciarios

      • VALVERDE, J “La intervención sobre la conducta desadaptada”

      • RUBIO FLORES, A Y ORTEGA BASANTA L: “ Manual de psiquiatría penitenciaria”

      • ALVAREZ, N:Estudio sobre el Bournot en el centro Penitenciairo de Albolote”

      • GIL MONTE, P.R: “El síndrome de quemarse por el trabajo. Desarrollo y estrategias de intervención

      Interno Líder




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    Enviado por:Criminología
    Idioma: castellano
    País: Estados Unidos

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