Economía


Externalidades


Índice Temático

Introducción

2

La Externalidades

3

Beneficios Sociales y Costos Sociales

3

Costos Privados

3

Costos Sociales

3

Economía Externa y Deseconomía Externa

4

Externalidades Técnicas

4

Externalidades Originadas En Los Derechos Sobre La Propiedad

4

Figura 1: Igualación de los costos privados y los costos sociales

5

Cuando difieren los Costos Sociales Y los Costos Privados

6

Cuando Existen Derechos Sobre La Propiedad

7

Eficiencia Y Derechos Sobre La Propiedad

7

Costos De Oportunidad

8

Teorema de Coase

8

La Distribución De La Riqueza

9

La Asignación de los Derechos Sobre la Propiedad

9

Otro ejemplo de negociación y el teorema de Coase

10

Figura 2: El teorema de Coase

10

Cuando los costos de transacción son altos

12

Asignación de los derechos sobre la propiedad por parte del gobierno

12

Bienes Públicos

13

Falta de Exclusividad

13

Externalidad de un bien público

14

El problema de aquella persona que recibe un beneficio sin pagar por él

14

Bienes públicos que se convierten en bienes privados

15

Los beneficios de los bienes públicos

15

Ejemplo de Aplicación

17

¿Qué le sucedió a la ballena azul?

17

El caso en que las ballenas no son propiedad de nadie

17

Figura 3: Productividad y la caza de ballenas

18

El caso en que existen derechos de propiedad sobre las ballenas

19

Conclusión

21

Bibliografía

22

Introducción

En 1991 el premio Nobel en economía le fue otorgado a Ronald Coase de la Universidad de Chicago. El profesor Coase ha hecho muchas contribuciones a la teoría económica, pero las más grandes derivan de un artículo escrito en 1960 titulado “El Problema de los Costos Sociales”.

Durante los últimos 30 años este se ha vuelto uno de los artículos académicos más citados de los que se han escrito. En este trabajo, Coase discute el rol de los derechos de propiedad la asignación alternativa de recursos. El artículo trata directamente acerca de la interacción entre los sectores privado y público.

Varios conceptos que Coase presentó en este artículo han pasado a ser conocidos como el “Teorema de Coase”.

Este autor demostró que en un mundo en el cual los costos de transacción fueran iguales a cero, el comportamiento de los individuos, orientado a maxi­mizar la riqueza, tornaría en cuenta los efectos externos 1

Sorprendentemente, muchos economistas han prestado especial atención a una parte de este artículo dedicada a un tema al cual hiciera alusión 186 años atrás Adam Smith en si “Riqueza de las Naciones”, y que está basado en un conjunto de supuestos que son frecuentemente poco realistas.

Dicho de manera simple, esta parte del artículo dice que si no hay barreras legales o estratégicas para un regateo eficiente, la gente puede siempre negociar hasta alcanzar un óptimo de Pareto. El teorema de Coase es un ejemplo de lo que Joseph Farrell llama un resultado de la descentralización. Un resultado de la descentralización es una afirmación de que si se dan ciertas condiciones, entonces los individuos egoístamente optimizadores se comportarán de tal manera que el resultado agregado es eficiente de Pareto. Eficiente de Pareto significa que nadie puede obtener un mayor beneficio sin hacer que otro pierda de alguna manera. Un ejemplo de un resultado de descentralización sería la afirmación de que cualquier equilibrio de mercado para una economía en la cual existe un mercado de competencia perfecta para cada bien será socialmente eficiente. Nótese que las condiciones de esta afirmación son muy fuertes. Los mercados perfectamente competitivos para todo bien no existen y una de las causas para ello son las externalidades. Una externalidad es cualquier costo o beneficio que es impuesto involuntariamente sobre alguien.

El tema de este trabajo no debería ser abordado sin antes explicar algunos de los conceptos involucrados.

El Teorema de Coase es generalmente tratado en los libros de microeconomía dentro del tema de los bienes públicos y externalidades. Es de notar que, al llegar a este tema en la materia, hay una serie de conocimientos preexistentes acerca del funcionamiento de diversas variables, modelos, teorías y supuestos, a los que daremos por ya conocidos con el objeto de acotar la cantidad de temas abarcados. No obstante, es necesario ofrecer un marco para el teorema de Coase, para lo cual es necesario entender los conceptos de costos privados y costos sociales, externalidades, etc.

Las Externalidades

Sabemos que un sistema de mercados perfectamente competitivos podría conducirnos a la obtención de un Óptimo de Pareto. Sin embargo, como comentáramos anteriormente, la competencia perfecta no es tan “perfecta” como a primera vista podría parecer. A menos que la demanda y oferta reflejen, respectivamente, todos los beneficios que se obtienen y la totalidad de los costos en que se incurre al consumir y producir un determinado bien, los precios que resultan de dicho mercado competitivo no serán los “adecuados” Si éste fuera el caso, no se logrará el máximo bienestar mediante el ajuste competitivo a los precios del mercado. Este es el resultado de 1as externalidades.

El análisis de las mismas, en su totalidad, cae bajo el tema general conocido como las Fallas del Mercado. Cuando los costos ocasionados por las barreras de los mercados evitan que estos operen plena­mente, con frecuencia se presenta una situación descrita de una manera un tanto pobre como “ Falla del Mercado", de tal manera que se requiere de otro enfoque para el problema relacionado con la maximización del bienestar.

Con el objeto de entender más claramente el concepto de externalidad, deben examinarse, primero que todo, los conceptos de beneficios y, costos sociales.

Beneficios Sociales Y Costos Sociales

Costos Privados: El Individual está basado en los costos de oportunidad, (tanto los explícitos como los implícitos) es decir, a los costos en que deben incurrir tanto los individuos como las empresas privadas.

Costos sociales: Incluyen todos los costos privados, tanto explícitos como implícitos, en los cuales incurren las partes que intervienen en una transacción, más cualquier otro costo adicional impuesto sobre otros individuos. Se consideran también como costos plenos desde el punto de vista económico.

De esta manera, un costo social incluye los costos privados en que incurren aquellas personas que forman parte de la misma sociedad, pero que no pueden consi­derarse como partes integrales de la transacción propiamente dicha, de la cual emergen dichos costos.

Con el objeto de que estos costos externos a la transacción permanezcan en esta categoría (no tenidos en cuenta por las personas que toman las decisiones), debe existir alguna barrera para que se realicen negociaciones entre las partes externas afectadas, por un lado y aquellos agentes de los cuales proviene dicha externalidad, por el otro.

En el caso en que sea posible realizar una negociación entre estas dos partes, los costos externos serían “internalizados”.

Es bastante improbable, por no decir imposible, que los empresarios indi­viduales tengan en cuenta todos los costos sociales .

Esto es particularmente cierto en un mercado competitivo. en el cual, a menos que el precio sea igual a los costos marginales privados, los empresarios no maximizarán sus ganancias y eventualmente deberán abandonar el mercado.

Sin embargo, si de lo que se trata es de obtener también la maximización del bienestar de la sociedad, los costos marginales privados deben ser iguales a los costos marginales sociales. Con el objeto de maximizar las ganancias privadas, todas las actividades de la empresa individual deben realizarse hasta aquel punto en el cual el ingreso marginal privado sea igual a los costos marginales privados, o donde los costos y los beneficios marginales privados se igualen. Pero, para maximizar el bienestar social, deben tenerse en cuenta tanto los beneficios como los costos marginales sociales. Solamente cuando se tengan en cuenta estos factores, podremos considerar que se ha alcanzado el máximo bienestar.

Es precisamente en el contexto de la anterior terminología que se explican los conceptos de economías y deseconomías externas.

Se dice que se presenta una economía externa cuando el costo marginal social de una actividad determinada es menor que su beneficio marginal social, en una situación de equilibrio entre el costo marginal y el beneficio marginal privado.

De otro lado se dice que se presenta una deseconomía externa cuando el costo marginal social es mayor que el beneficio marginal social , en una situación de equilibrio entre el costo marginal y el beneficio marginal privado.

Si cualquiera de estos dos conceptos tiene lugar, no se satisface la condición de Pareto. Es decir, existe la posibilidad de realizar algún reordenamiento de la producción y/o del consumo que finalmente llevaría a que se presentara un incremento de la satisfacción total de las personas que hacen parte de la economía.

En uno de los artículos más famosos que se han escrito sobre las “Fallas del mercado" atribui­das a la presencia de externalidades, se hace la distinción existente entre las externalidades técnicas y aquellas provenientes de los derechos sobre la pro­piedad. A continuación examinaremos cada una de ellas con algún detalle.

Externalidades Técnicas

Existen numerosas externalidades técnicas que imponen costos o confieren beneficios (costos menores) a otros individuos. En la mayoría de los casos, las externalidades técnicas no adolecen de los problemas que se presentan en las externalidades originadas por los derechos sobre la propiedad o en las externalidades asociadas con los bienes públicos, de manera que la mayoría de los economistas no las consideran como un problema que deba ser reme­diado.

Henrv Ford consiguió una gran cantidad de dinero tanto para él como para los accionistas de la Ford Motor Company, gracias a la aplicación de su cadena de ensamblaje y al diseño de las partes intercambiables en el proceso de producción de automóviles. Esta mejora de la tecnología significó una externalidad (una deseconomía) técnica para las empresas competidoras, las cuales sufrieron pérdidas en sus niveles de ventas y de ganancias debido a la reorientación de recursos en favor de la Ford. Obviamente, el público se bene­fició de esta mejora tecnológica, pero los competidores dentro de la industria se vieron perjudicados. En algunos casos, las mejoras de tecnología significan externalidades (economías) técnicas para otros individuos. Por ejemplo, el desarrollo de los circuitos integrarles para computadora redujo de una manera significativa los costos de producción y mejoró la calidad de diversos artículos electrónicos de consumo tales como radios y equipos de sonido. Los produc­tores de este último tipo de bienes estuvieron entonces en capacidad de utilizar estos insumos más baratos y de mejor calidad, para mejorar así sus respectivas posiciones en el mercado.

Como podemos observar en casi cualquier análisis de los monopo­lios, es posible que un monopolio natural sea creado gracias a la presencia de rendimientos crecientes a escala por parte del productor dominante en el rango de producción relevante. Esta condición puede llegar a desarrollarse gracias a un cambio en la tecnología que le permita a la firma dominante hacer que sus competidores salgan del mercado, debido a sus costos margina­les decrecientes. En este caso, una externalidad técnica hace que las firmas competidoras sean eliminadas. En casi todos los casos relacionados con las externalidades técnicas, los costos que se imponen sobre los individuos no son compensados de ninguna manera.

Externalidades Originadas En Los Derechos Sobre La Propiedad

Frecuentemente los costos privados difieren de los costos sociales debido a que el recurso del cual se está haciendo uso o abuso no es de propiedad de la persona que está infringiendo daño a dicho recurso. Los casos clásicos de externalidades originadas en los derechos sobre la propiedad, hacen referencia a la polución del aire y a las fuentes de agua de propiedad pública.

Cuando los costos privados difieren de los costos sociales, generalmente clasificamos esta situación como un problema de externalidades debido a que a aquellos que toman las decisiones les corresponde asumir un monto menor de los costos plenos en que se incurre al tomar dichas decisiones, mientras que aquellos que no están en capacidad de ejercer ninguna influencia sobre estas decisiones les corresponde asumir parte de estos costos. Así, para estos últimos, parte de estos costos son externos al proceso mismo de la toma de decisiones.

Este problema se analiza en la Figura 1, en la cual se ha dibujado una curva de oferta para el producto x. Sin embargo, la curva de oferta es equivalente a la suma horizontal de todas las curvas individuales de costo marginal e incluye, por lo tanto, solamente los costos internos o privados. La intersección de las curvas de demanda y oferta se presentará a un nivel de precios Pe, siendo Qe la cantidad correspondiente. Sin embargo, asumiremos que en la producción del bien x se incluyen costos externos que las empresas privadas no toman en cuenta. Estas externalidades podrían ser aspectos tales como la polución del aire o del o del agua, o cualquier otro factor dentro de paráme­tros similares.

En cualquier caso, sabemos que los costos sociales de producir el bien x son mayores que los costos privados. Esto puede representarse dibujando la curva de oferta O'O', la cual se ubica por encima de la curva de oferta original OO. Esto es así porque en O'O' se incluyen tanto las externalidades como los costos privados o internos, comprendiendo, por lo tanto, los costos económicos plenos de producir el bien. Ahora el precio equilibrio del mercado sería P1, mientras que la cantidad demandada y ofrecida sería Q1

Puede verse, entonces, que la inclusión de los costos externos en el proceso de la toma de decisiones llevaría finalmente a una situación caracterizada por un mayor precio y una menor cantidad producida y consumida del bien. Por consiguien­te, podría decirse que aquella situación en la cual los costos económicos no son asumidos por los agentes que han originado directamente estos costos, el precio es "demasiado bajo" y la cantidad producida es “excesiva”.

Puede verse aquí un método relativamente “fácil" de reducir, al menos en alguna medida, la cantidad de polución y, degradación del ambiente.

De alguna manera debe procurarse que las señales de la economía se modifiquen, de tal forma que las personas que toman decisiones tengan en cuenta todos los costos en que se incurre como resultado de sus acciones.

En el caso de la polución causada por los automóviles, por ejemplo, podría pensarse en diseñar algún método por medio de1 cual, a los automovilistas, o bien se les fije un impuesto de acuerdo a la cantidad de polución que generen, o se les recompense por no generarla, dependiendo de quién "posea" los derechos sobre el aire puro y, por lo tanto, de quién esté en capacidad de asumir la posición de poder "venderlos». En el caso de una empresa, podría pensarse en diseñar algún método por medio del cual se les fije un impuesto por la cantidad de polución que generen

las empresas, tendrían un incentivo para instalar equipos tendientes a disminuir la polución.

Cuando se piensa un poco más detenidamente, sin embargo, es posible que no sea tan apropiado establecer un impuesto uniforme sobre las cantidades físicas de polución generadas. Después de todo, estamos haciendo referencia a los costos sociales y resulta ser que los costos sociales de una acción no necesariamente son los mismos en todas las regiones del país. Si usted conduce su automóvil en la mitad de un desierto o campo abierto, y su auto tiene la característica de expeler humo y gases, seguramente no se le estará causando ningún daño importante a nadie (como bien podrá notar el lector, estamos ignorando las “preferencias” de la flora y la fauna) y, seguramente, nadie elevará ninguna queja. Simplemente la acción natural de purificación de la gran cantidad de aire que se encuentra a su alrededor se encargará de eliminar la polución que se genera, de tal manera que finalmente no se causará ningún o muy poco daño.

En esencia, debemos preocupamos por medir daños económicos en lugar de la cantidad física de polución2 , Un generador eléctrico de vapor que opere con carbón seguramente causará mucho más daño en la ciudad de Buenos Aires que en, digamos, la población de Alvear, en la provincia de La Pampa. Esto es así, simplemente porque la concentración de la población es mucho mayor en la ciudad de Nueva York que en la segunda ciudad. Adicionalmente, ya existe una demanda bastante pesada sobre el aire de Nueva York, de tal forma que la polución adicional no se eliminaría de una manera natural. Millones de personas tendrán que respirar ese aire contaminado, incurriendo, por lo tanto, en costos expresados finalmente en anginas, enfermedades, enfisemas y aun muerte prematura. Asimismo, muchísimos edificios se volverán más sucios y los automóviles y los vestidos también se ensuciarán mucho más rápido. Una determinada cantidad de polución causará más daño en los am­bientes de alta concentración urbana que en los ambientes rurales de menor densidad poblacional. Si se quisiera establecer alguna forma de impuestos para compatibilizar los costos sociales y los costos privados, de tal manera que se forzara a la gente a internalizar las externalidades, necesitaríamos tener una medida de los costos económicos, en lugar de simples cantidades físicas. Además, sería nuestro interés asegurarnos para que aquellos que pueden disminuir la polución al menor costo, efectivamente lo hagan; es decir, se pretende minimizar el costo de reducir la polución en una cantidad determi­nada.

Costos Sociales Y Costos Privados

Nuestro interés ahora radica en encontrar las razones por las cuales se presen­tará una diferencia entre los costos sociales y los costos privados. ¿Por qué razón en ciertas situaciones se generan externalidades mientras que en otras no? Considérese, por ejemplo, algunas de las cosas que usted posee. Suponga que usted es el propietario de una bicicleta; si alguien le desinfla las llantas o le tuerce los rayos, usted puede, en principio, entablar una acción civil para que le repongan los daños. Estos daños serían iguales, por lo menos, a la reducción del valor de mercado de sus bicicleta. Este mismo análisis se cumple para el caso de un automóvil; en efecto, cualquier persona que le cause un daño a su automóvil es responsable por ello y la corte defenderá su derecho a obtener una compensación (aunque el hecho de obtener efectivamente dicha compensación sea una tarea que puede resultar costosa en sí misma).

¿Qué sucede si usted vive cerca de una fábrica productora de acero que despide malos olores? Dicha fábrica origina cambios en el aire que se encuentra a su alrededor, algo de lo cual usted hace uso continuamente. Igualmente, usted puede experimentar algún cambio al respirar este aire. Sin embargo, existe una gran probabilidad de que usted no tenga el derecho de detener la polución del aire o de obtener una compensación por la destrucción del aíre que lo rodea, porque ni usted ni nadie posee derechos de propiedad sobre él. El aire se constituye entonces en lo que se denomina un recurso de propiedad común, siendo éste el punto crucial del problema. Cuando quiera que los derechos sobre la propiedad son indefinidos, inexistentes o muy costosos de hacer respetar, los costos sociales diferirán de los costos privados, el cual es preci­samente el resultado que uno esperaría encontrar. En efecto, cuando nadie es el propietario de un recurso determinado, aquellos agentes económicos que hacen uso de él no tienen ningún incentivo para considerar el desgaste particular de dicho recurso. En realidad, cualquier persona estaría equivocada al suponer que la decisión que toma un individuo para no causar daño sobre este recurso producirá un efecto significativo sobre el nivel total de polución. Cuando una persona decide no contaminar el océano, de hecho, continuará existiendo prácticamente la misma cantidad de polución en él, puesto que el individuo es apenas una pequeña parte dentro del número total de personas que llevan a cabo algún tipo de contaminación.

Cuando Existen Derechos Sobre La Propiedad

Cuando existen derechos sobre la propiedad, los individuos disponen del recurso legal para que se les responda por cualquier daño sufrido por el uso o abuso de su propiedad, llevado a cabo sin autorización previa. Cuando dichos derechos se encuentran bien definidos, el uso de la propiedad, es decir, el uso de los recursos, generalmente conllevará la realización de un contrato entre los propietarios de dichos recursos y los usuarios potenciales. Si usted fuera propietario de alguna extensión de tierra, seguramente podría realizar un contrato entre usted y alguna otra persona, de tal manera que dicha tierra fuese utilizada, por ejemplo, para el pastaje de ganado. El contrato en referencia seguramente adoptaría la forma de algún arrendamiento (leasing). Podría predecirse que cuando el proceso de la realización del contrato y/o de la vigilancia para que se cumplan las condiciones en él estipuladas se torna excesivamente costoso o difícil de llevar a cabo, habrá alguna diferencia entre los costos sociales y los costos privados. En el caso contrario, los costos sociales y los costos privados tenderán a ser iguales. En realidad, ésta es la razón por la cual las externalidades son problemas que se presentan solamente en ciertas áreas de actividad de nuestra economía. Por lo tanto, no nos preocupamos acerca de los costos sociales y privados en que se incurre en la mayoría de las actividades de nuestra economía porque casi todas ellas llevan implícito la realización de contratos entre los individuos, así como la transferencia de los derechos sobre la propiedad.

Eficiencia Y Derechos Sobre La Propiedad

Puede resultar sorprendente, pero, independientemente de quién posea los derechos sobre la propiedad, los costos privados pueden igualar los costos sociales. Lo anterior es especialmente cierto cuando los costos de transacción son mínimos. En dichas situaciones, no se presenta una ineficiente asignación de los recursos. Examinemos un ejemplo sencillo: suponga que usted vive en una casa con una agradable vista sobre un lago y la persona que habita en el piso inferior decide plantar un árbol. Con el transcurso de los años el árbol cada vez va creciendo más, hasta que, finalmente, le impide disfrutar de la vista que usted tenía sobre el lago. En la mayoría de las regiones, ninguna persona posee derechos de propiedad sobre el paisaje, de tal manera que, por lo general, no se puede acudir a la corte para solucionar el problema, puesto que no es posible entablar una demanda contra su vecino por obstruir su vista del paisaje. En efecto, su vecino dispone del derecho sobre la propiedad para plantar un árbol, mientras que usted no dispone de ningún derecho sobre el paisaje.

Sin embargo, usted dispone de una alternativa, consistente en realizar un contrato con su vecino para podar el árbol. La pregunta que surge, entonces, es la siguiente: ¿Cuánto dinero le ofrecería usted a su vecino? Podría iniciarse ofreciendo una cantidad pequeña, incrementándola sucesivamente hasta llegar a algún acuerdo con el vecino o hasta que llegue al límite máximo de la cantidad que usted está dispuesto a ofrecer; este límite, a su vez, será igual al valor que usted le asigna al hecho (le no poder gozar de la vista sobre el lago. El vecino, por su parte, estará dispuesto a podar el árbol si el pago que recibe al menos es igual a la reducción que tiene lugar en el valor de su propiedad por tener ahora un árbol más pequeño. De esta manera, usted logra concientizar a su vecino del costo social de su acción, expresando de una manera explícita el costo social de plantar un árbol que le impide a usted disfrutar del paisaje y que, por lo tanto, le disminuye el valor de su propiedad. Sin embargo, lo anterior se lleva a cabo de una manera un tanto inusual, a través del regateo. Su vecino, por, su parte, se encuentra informado del verdadero costo de sus acciones. Alternativamente, él podría acudir a usted para preguntarle cuánto estaría dispuesto a pagar para mandar a podar el árbol.

Veamos si las cosas cambiarían si los derechos sobre la propiedad se ejercieran ahora sobre el paisaje y no sobre la plantación de árboles. Digamos que ahora es usted quien dispone del derecho sobre la propiedad del paisaje y, por consiguiente, cualquier persona que le impida disfrutar de la vista sobre el lago tendrá que recompensarlo por ­los daños sufridos. En este caso particular, ahora es su vecino quien debería regatear con el fin de obtener su permiso para obstruir el paisaje. La cantidad objeto de regateo al menos tendría que ser igual a la desvalorización que sufre su propiedad debido a la obstrucción del paisaje. (Este regateo también sería, en sí mismo, una medida del valor del paisaje). Si el vecino no ofreciera una cantidad suficiente, usted no aceptaría el trato, por lo cual debería podarse el árbol. El resultado final, en cuanto a la asignación de los recursos hace referencia, es el mismo, independientemente de quién posee los derechos sobre la propiedad.

Costos De Oportunidad

Modifiquemos ahora un tanto la situación y supongamos que su vecino posee el derecho sobre la propiedad del paisaje que usted disfruta. En realidad, ésta es una situación extraña, pero es equivalente al ejemplo en el cual ninguna persona poseía el derecho sobre la propiedad del paisaje, Si su vecino tuviera el derecho sobre la propiedad del paisaje que usted disfruta, ¿cambiarían las cosas con respecto a aquella situación en la cual usted poseía el derecho sobre la propiedad? Si su respuesta es afirmativa, se encuentra usted cometiendo un error. En efecto, solamente por el hecho de que ahora su vecino es el "dueño" del paisaje que usted disfruta, no puede decirse que él ignorará los costos en que incurre al obstruirlo. Después de todo, su vecino estaría renunciando a la oportunidad de ganar algún dinero en una transacción, preguntándole a usted cuánto estaría dispuesto a pagar para mandar a podar el árbol. Si usted estuviera dispuesto a pagar lo suficiente, su vecino podaría el árbol; en caso contrario, lo dejaría como está.

En otras palabras, su vecino estaría teniendo en cuenta los costos de oportunidad. Este es precisamente el punto clave para entender por qué razón los costos privados serán iguales a los costos sociales en cada una de las tres situaciones expuestas.

En el primer caso, ninguno tenía los derechos sobre la propiedad; en el segundo caso, de otro lado, los derechos sobre la propiedad le fueron concedidos a usted, mientras que en el tercer caso le fueron concedidos a su vecino. Pues bien, en todas y cada una de estas tres situaciones existirán costos de oportunidad, los cuales serán tenidos en cuenta. El proceso de contratación implícito es relativamente sencillo, puesto que son solamente dos las partes interesadas y se podría llegar a un acuerdo verbal de una manera relativamente fácil. Este ejemplo particular nos lleva a obtener una conclusión un tanto extraña, pero no por ello menos válida.

Cuando los costos de transacción son mínimos, no tiene ninguna impor­tancia quién posee los derechos sobre la propiedad del recurso bajo conside­ración, en la medida en que alguna persona efectivamente los posea (o incluso si nadie es el propietario). El recurso será utilizado exactamente de la misma manera, independientemente de la estructura que tengan los derechos sobre la propiedad. Dicho de otra manera

Si los costos de transacción son pequeños, la asignación de los recursos no depende de quién posea los derechos sobre su propiedad.

A la afirmación anterior generalmente se le conoce con el nombre de teorema de Coase

La Distribución De La Riqueza

Obsérvese que al reducir las externalidades, la distribución de la riqueza se verá afectada y dependerá de quien posea los derechos sobre la propiedad inicialmente, si es que alguien los posee. Aquella persona que obtiene los derechos sobre la propiedad de algún recurso que anteriormente era de pro­piedad común, claramente ahora se encuentra en una mejor posición, y su riqueza se verá incrementada. En el ejemplo anterior, si un árbol grande es más valioso para su propietario (en este caso, su vecino) de lo que es para usted el paisaje, el árbol no será podado. Pensemos por un momento acerca de este punto. En el caso en el cual usted posea el derecho sobre la propiedad del paisaje, usted aceptará una oferta del propietario del árbol que por lo menos iguale la desvalorización que su predio sufre por la obstrucción del paisaje. Por su parte, el propietario del árbol ofrecerá una suma que no exceda el incremento que experimenta el valor de su propiedad por dejar el árbol sin podar. Si el paisaje vale más que el árbol sin podar, el propietario de éste último no tendrá ningún éxito al tratar de regatear con el dueño del paisaje y, por consiguiente, deberá podar el árbol3

La Asignación de los Derechos Sobre la Propiedad

En lugar de intentar establecer un impuesto a los agentes económicos que generan la contaminación, en proporción a los daños causados por ellos, podemos definir los derechos sobre la propiedad de una manera más precisa, de tal forma que se tendría que llevar a cabo un proceso de realización de contratos entre los potenciales contaminadores y aquellos cuyo medio am­biente es objeto de la contaminación. En el caso del árbol que obstruye el paisaje, no tenía importancia en realidad a quién se le habían asignado los derechos sobre la propiedad del paisaje, puesto que, en realidad, dichos dere­chos eran inconsecuentes con el resultado final de la situación, excepto, claro está, para la posición de riqueza de los individuos. Sin embargo, éste no es el caso con otros problemas relacionados con el medio ambiente. Por ejemplo, es posible que queramos hacer responsables a las fábricas por la contaminación que generan, Al hacerlo, implícitamente estamos otorgando a los ciudadanos de esa comunidad los derechos sobre los recursos de propiedad común que rodean las fábricas; en este caso, sobre el aire y el agua. De esta manera, los individuos que viven en esa zona implícitamente serán los propietarios del aire y el agua “públicos”. La fábrica, por lo tanto, será responsable por los usos que se les dé al agua y al aire, y que impliquen algún costo para esas personas.

En cierto sentido, esto no es realmente “justo”, puesto que tanto a los clientes como a los empleados y accionistas de esta fabrica se les estarán cobrando los costos de la polución. Después de todo, por definición, un recurso de propiedad común es de propiedad de todos. El problema radica en que cuando se dice "de propiedad de todos", en realidad no es de propiedad de nadie. Sería tan arbitrario, entonces, asignar los derechos sobre la propiedad común de un recurso a los residentes locales, como arbitrario sería asignarlos a los dueños de las fábricas. Sin embargo, puesto que administrativamente es menos costoso hacer que los propietarios individuales de las fábricas paguen, es posible que sea nuestro interés continuar llevando a cabo una asignación arbitraria de los derechos sobre la propiedad hacia los residentes locales. En esencia, las personas que toman las decisiones desde el gobierno actuarán en representación de los residentes locales al negociar con la fábrica que origina la contaminación.

Otro ejemplo de negociación y el teorema de Coase

Sugerimos anteriormente que las externalidades pueden conducir a problemas de eficiencia si nadie es dueño del recurso y nadie puede obligar a la gente a pagar por su uso. Si la razón principal de que las externalidades conduzcan a ineficiencias es la ausencia de derechos de propiedad, entonces quizás la manera más directa de "curar" el problema es poner el recurso en cuestión en manos privadas. Suponga nuevamente, para simplificar, que sólo hay una empresa siderúrgica y una pesquería implicadas en la externalidad. Suponga que la propiedad del aire limpio se asigna a la empresa siderúrgica. Suponga también que a la pesquería y a la empresa siderúrgica no les cuesta negociar entre ellas. ¿Es posible que las dos partes logren un acuerdo que dé un resultado eficiente?

Esta situación representada en la figura 2 sólo incluye una empresa siderúrgica, la curva de demanda es la línea horizontal IM, que refleja el supuesto de que la empresa es precio aceptante. Como cualquier entidad maximizadora de beneficios, la empresa siderúrgica no actuará salvo que el beneficio marginal de la acción sea por lo menos tan grande como el costo marginal. Por tanto, el dueño de la empresa siderúrgica está dispuesto a no producir una unidad dada de producto siempre y cuando reciba un pago que sea mayor que el incremento de su ganancia por producir esa unidad. El incremento neto de su ganancia es el ingreso marginal menos el costo marginal privado, o IM -CMP. Por otro lado, la pesquería está dispuesta a pagar a la empresa siderúrgica para que no produzca una unidad dada, siempre y cuando el pago sea menor que el daño marginal que se le causa, DM. Siempre y cuando el monto que la pesquería está dispuesta a pagar a la empresa siderúrgica (DM) exceda el costo de la siderúrgica de no producir (IM - CMP), existirá una oportunidad para negociar.

Una vez que se han establecido derechos de propiedad sobre un recurso, los individuos negociarán para llegar a un uso creciente de este recurso.

Ahora, vea la figura 2 y advierta que, al nivel de producto x1, IM - CMP es ce­ro, mientras que DM es positivo. Por lo tanto, el daño marginal a la pesquera es mayor que el beneficio neto de la tonelada x1-ésima del productor de acero y hay margen para una negociación.

Un razonamiento similar indica que el pago que la pesquera está dispuesta a hacer es mayor que IM - CMP a cada nivel de producto a la derecha de x*. Por ejemplo, en x2, la pesquera estaría dispuesta a pagar la distancia vertical de r a s, la cual es mayor que (IM - CMP) la distancia de u a s. En cambio, a la izquierda de x* la cantidad de dinero que la empresa siderúrgica pediría para reducir su producción es más de lo que la pes­quera está dispuesta a pagar. Por consiguiente, la pesquera paga a la empresa side­rúrgica para que reduzca su producción hasta x*, el nivel eficiente.

No podemos decir sin contar con más información exactamente cuánto acabaría pagando la pesquera a la empresa siderúrgica. Esto depende de la fuerza negociadora relativa de las dos partes. Sin embargo, independientemente de cómo se dividan las ganancias de la negociación, la producción finalmente queda en x*.

Suponga ahora que la situación se invierte y los derechos de propiedad se le asig­nan a la pesquera. La negociación consiste ahora en cuánto pagará la empresa side­rúrgica a la pesquera por el permiso para contaminar. La pesquera está dispuesta a aceptar contaminación adicional, siempre y cuando el pago sea mayor que el daño mar­ginal (DM) a la empresa pesquera. La empresa siderúrgica encuentra que vale la pena pagar por el privilegio de producir una tonelada más de acero, siempre y cuando la can­tidad que pague sea menor que el valor de IM - CMP para esa tonelada de acero. Un razonamiento similar al anterior sugiere que las dos empresas tienen todos los incen­tivos para lograr un acuerdo, por medio del cual la pesquería vende a la empresa side­rúrgica el derecho de producir en x*.

En conclusión, la solución eficiente se alcanzará independientemente de a quién se asignen los derechos de propiedad, siempre y cuando se asignen a alguien.5

Como dijimos anteriormente, el teorema de Coase implica que una vez que se establecen derechos de propiedad sobre un recurso, las externalidades no crean ningún problema de ineficiencia, porque los individuos ne­gociarán una solución eficiente. La razón es que, por definición, la existencia de ine­ficiencia significa que es posible que las parles implicadas ganen reuniéndose y eliminándola. Por ejemplo, suponga que la ganancia de eficiencia que implica moverse de x1 a x* es de un millón de dólares/pesos al año. El teorema de Coase afirma que las partes implicadas no tiran el dinero, al negociar, cada una de ellas puede apoderarse de parte de este. El teorema de Coase no nos dice cómo se dividen las partes el millón de dólares, sólo que no lo dejan sobre la mesa.

Es importante señalar que aun cuando la propiedad del recurso no tiene importancia desde el punto de vista de la eficiencia, sí es importante desde el punto de vista de la distribución del ingreso. Los derechos de propiedad son valiosos; si la pesquera es dueña del aire limpio, esto aumentará el ingreso de los dueños de la pesquera con relación al de los dueños de la siderúrgica, y viceversa.

Un ejemplo claro del teorema de Coase en acción es el caso de los cultivadores de manzanas y los apicultores. Las abejas polinizan los árboles del huerto de manzanos y el huerto proporciona el néctar que las abejas utilizan para elaborar la miel. Tenemos dos externalidades positivas. Primero, cuando el dueño del huerto planta más manzanos, au­menta el bienestar del apicultor. Segundo, cuando el apicultor compra más abejas, mejora la situación del cultivador de manzanas. Uno podría imaginar que esta situación conduci­ría a cantidades bajas ineficientes, tanto de abejas como de manzanos. No necesariamen­te. Cheung, ( 1973) ha documentado cómo los cultivadores de manzanas y los apicultores del estado de Washington en realidad se pagan unos a otros por sus servicios. Se obliga al cumplimiento de los acuerdos mediante contratos cuidadosamente redactados. Tal como predice el teorema de Coase, debido a que ambas partes se pueden beneficiar con la cooperación, cooperan y la externalidad no crea un problema de eficiencia.

¿Podemos suponer que debemos siempre confiar en el teorema de Coase para resolver los problemas de externalidades de la sociedad? Desafortunadamente no. Hay varias razones por las que las negociaciones privadas pueden fracasar en el remedio de los problemas de las externalidades.

Cuando los costos de transacción son altos

Hasta el momento nuestros ejemplos fueron bastante sencillos, puesto que incluyen solamente dos personas o empresas, y además, los costos de transacción son bajos. ¿Qué sucede en aquellos casos en los cuales los costos de transacción no son tan bajos? Considérese el ejemplo de una fábrica que genera contaminación am­biental en una ciudad en la que habitan varios millones de personas. Sería difícil que toda la gente se pusiera de acuerdo para negociar con la fábrica la disminución de la contaminación o que la fábrica realizara un contrato con todas las personas para adquirir el derecho a generar contaminación. Los costos de transacción en una situación como esta serían, por consiguiente, extremadamente altos4. En consecuencia, no estamos en capacidad de asegurar que ahora los costos privados serán iguales a los costos sociales para la fábrica. Este es probablemente el caso para muchos de los problemas ambientales.

Obsérvese que en una situación en la cual los derechos de propiedad son indefinidos no necesariamente se llega a que las externalidades no se corrijan, siempre y cuando el proceso de la realización de los contratos no resulte costoso. Sin embargo, cuando se involucra en una misma situación a una gran cantidad de personas, el proceso de la realización de los contratos se torna muy difícil y, en muchos casos, los costos reales son difíciles de medir y/o los agentes generadores de dichos costos son difíciles de identificar. Por ejemplo, si los buques petroleros esparcen este líquido en el océano, ¿cómo se identifica a los responsables? El costo de identificarlos puede resultar demasiado alto como para justificar los posibles beneficios que se deriven de encontrarlos. La discusión acerca de los derechos sobre la propiedad nos conduce hacia otra posible solución para nuestros problemas ambientales.

Asignación de los derechos sobre la propiedad por parte del gobierno

Las personas que toman las decisiones desde el gobierno buscarán, de alguna manera, determinar el valor de los daños económicos que la contaminación de la fábrica está causando, para requerir a la misma, de esta manera, y con el objeto de que realice una plena compensación monetaria, que instale equipo para disminuir la contaminación, o que llegue a una combinación de las dos soluciones anteriores. Cualquier compensación monetaria sería distribuida entre los residentes, de tal manera que se compensara el costo económico en que incurre cada uno de ellos6. Este, claro está, es un problema difícil de resolver, particularmente cuando las personas que toman las decisiones desde el gobierno no están en capacidad de visualizar ningún incremento de los beneficios, originado al distribuir, correctamente" la compensación monetaria. Puede resultar más simple utilizar el dinero que debe pagar la fábrica para limpiar parte de la contaminación que origina, en lugar de tratar de compensar a los perdedores (los residentes individuales). Obsérvese que tanto en este caso, como en todos los demás, el nivel óptimo de polución es igual a cero.

El nivel óptimo es aquel en el cual los beneficios sociales originados por una reducción adicional de la polución son exactamente iguales a los costos sociales de hacerlo. Si la sociedad, al gastar $1 en recursos dedicados a disminuir la polución, recibe un beneficio de $0.90 , puede decirse que se ha logrado un gran avance.

Bienes Públicos

En la mayor parte de nuestro análisis se ha hecho referencia a la clase de bienes que siguen el principio de la exclusividad. Una manzana, por ejemplo, posee estas características; en efecto, si yo me corno una manzana, ya usted no puede comérsela, puesto que el uso que yo haga de ella lo excluye a usted de utilizarla. De esta manera, si el precio por unidad es de $0.15 , y mi demanda es de 10 manzanas por semana, significa que esta misma cantidad menos por semana estará disponible para alguien más que se encuentre dis­puesto a consumirlas. Si, al mismo tiempo, a ese precio de $0.15 por unidad, su demanda es de 20 manzanas por semana, significa que, en conjunto, existirá una cantidad de 30 manzanas menos disponibles para que alguien más, diferente de usted o de mí, las consuma.

Existe una completa gama de bienes para los cuales no se aplica el prin­cipio de la exclusividad. Por ejemplo, en el momento en que yo decido encender mi televisión, no le estoy quitando la oportunidad a ninguna otra persona de que vea exactamente el mismo programa y a la misma hora en su propio receptor. En otras palabras, cuando yo compro (si pudiera) una señal de televisión y la consumo completamente, no estoy evitando con esto que usted no pueda comprar exactamente la misma señal. Lo mismo se cumple, por ejemplo, para la defensa nacional, puesto que el consumo que yo haga de este servicio no interfiere en absoluto con el consumo que usted pueda hacer del mismo. La defensa nacional es un servicio que puede ser consumido de manera simultánea por individuos localizados en una misma área geográfica, sin que por esto se disminuya el consumo de dicho servicio por cualquier otra persona ubicada en la misma área. Gústenos o no, todos obtenemos el mismo nivel de protección.

Falta de exclusividad

A los bienes o servicios tales como las señales de televisión o los servicios de defensa nacional los denominarnos bienes públicos o colectivos definiéndose como aquellos bienes para los cuales no se cumple el principio de la exclusi­vidad. Una vez que se produce un bien público, el costo marginal que un usuario adicional del mismo le impone a la sociedad es, efectivamente igual a cero.

Debemos ser cuidadosos en distinguir aquí entre dos condiciones diferentes, aunque frecuentemente se consideran conjuntamente. Algunos bie­nes o servicios, tales como el servicio de la defensa nacional, tienen un alto costo de exclusión, en el sentido de que aun aquellas personas que no pagan ninguna clase de impuestos al gobierno reciben los beneficios derivados de la prestación de dicho servicio. Igualmente, es posible que se pueda cobrar una pequeña tarifa a aquellas personas que ingresan a los parques o a los bosques nacionales, pero puede resultar difícil hacer de dicho cobro algo obligatorio, puesto que algunas personas ingresarán cuando no estén funcio­nando las garitas de cobro.

La segunda condición que puede presentarse es aquella en la cual el costo marginal para el consumidor adicional de un bien colectivo sea igual a cero. Si una cantidad de 100 000 inmigrantes llega a los Estados Unidos este año, el costo de suministrar el servicio de defensa nacional para el país como un todo, incluyendo estos inmigrantes, no sufrirá ninguna modificación.

Externalidad de un bien público

La externalidad de un bien público surge en el momento en que los costos sociales marginales provenientes de compartir una unidad adicional de consumo de dicho bien son iguales a cero y, sin embargo, se cobra un precio mayor que cero. Bajo esta situación, se estará violando el criterio de maximización del bienestar, según el cual los beneficios marginales sociales deben ser iguales a los costos marginales sociales. Otra manera de considerar este aspecto es observar que en un sistema de competencia perfecta existe una igualdad entre la tasa marginal de transformación del bien x en el bien y, por un lado, y las tasas marginales de sustitución del bien x y el bien y entre, digamos, los consumidores I y II, por el otro. En una situación de bienes públicos, sin embargo, el consumo del bien X que realice la persona I no restringe para nada el consumo que pueda realizar la persona II. De esta manera, la tasa marginal de transformación debería ser igual a la suma de las dos tasas marginales de sustitución. Por consiguiente, la competencia perfecta puede conducir finalmente a una situación de baja producción v bajo consumo de bienes públicos.

El problema de aquella persona que recibe un beneficio sin pagar por él

Con los bienes públicos sucede que los costos de transacción por lo general son tan altos, que se torna difícil controlar la intensidad de las demandas del consumidor y cobrar, por ellas. Nos vemos enfrentados entonces a lo que se conoce como el problema de aquella persona que recibe un beneficio sin pagar por él. Puesto que es difícil o prácticamente imposible excluir a aquellos individuos que no hayan pagado por un bien público, resulta muy complicado obtener un número suficiente de personas que revelen sus verdaderas deman­das y que de una manera voluntaria accedan a pagar por la producción de dicho bien. El proceso de negociación entre los usuarios y los proveedores potenciales de un bien público por lo general resulta muy costoso.

Tomemos el ejemplo de la defensa nacional. Si a todos los individuos de una sociedad se les solicitara contribuir de una manera voluntaria, probable­mente terminaríamos destinando una cantidad relativamente pequeña de re­cursos a la seguridad nacional. Cada individuo piensa que su contribución tan sólo se constituye en una parte insignificante de la cantidad total necesaria para garantizar la defensa nacional y que, por consiguiente, no hará ninguna diferencia el que no realice ninguna contribución o que su contribución sea muy pequeña. Esa persona, por consiguiente, puede constituirse en un caso de alguien que obtiene un beneficio sin pagar por él.

Este problema no siempre es insoluble para el caso de los bienes públicos. Muchas asociaciones de voluntarios continúan existiendo aun a sabiendas de que deben enfrentarse a severos problemas de personas que desean obtener un beneficio sin pagar por él. Los propietarios de residencias en una cierta área pueden conformar una asociación de propietarios, en la cual los indivi­duos contribuyen de manera voluntaria cada año para dotar de árboles la zona, para instalar faros especiales, etc. No todos los residentes hacen parte de la asociación y, sin embargo, ésta continuará existiendo, puesto que un número suficiente de individuos estará dispuesto a pagar su contribución anual de manera voluntaria. Las "suscripciones" que se realizan para la televisión educativa podrían presentarse como otro caso de la situación que se está analizando. Estos ejemplos indican que los bienes públicos pueden ser sometidos a una “subproducción” en los mercados, en lugar de presentarse una situación en la cual no se producen en absoluto.

Bienes públicos que se convierten en bienes privados

Debemos ser cuidadosos en este punto, sin embargo, puesto que el mercado privado tiene una larga historia de intentos por parte de los empresarios para convertir los bienes públicos en bienes privados. De esto es exactamente de los que se trata el hecho de colocar una pared alrededor de un campo de béisbol, de encerrar una pantalla de cine en un teatro o de prestar el servicio de televisión por cable. De esta manera, los empresarios privados pueden proveer efectivamente los servicios que de otra forma no serían prestados, en el caso en que los consumidores no se les cobrara un preció determinado por asistir a un partido de béisbol, por acudir al cine o por tener la oportunidad de observar un evento especial gracias a la televisión por cable. En realidad, aun la historia del ejemplo clásico de un bien público que aparentemente no puede ser suministrado por el sector privado muestra qué tan ingeniosos pueden llegar a ser los empresarios.

El ejemplo clásico de un bien público al que hicimos mención en el párrafo anterior es el que se refiere a los faros marítimos. Una vez que se construye un faro, el costo marginal de prestar el servicio de demarcación de la proximidad de la tierra a los buques durante una tormenta es muy cercano a cero y parecería imposible lograr que los buques efectivamente pagaran por dicho servicio, debido a los problemas que surgen para identificar los barcos que pasan por la zona y para obligarlos a pagar una tarifa. Sin embargo, si se realiza una breve investigación histórica, se encontrará que durante muchos años los faros eran de propiedad privada, por ejemplo, en Inglaterra. Además, parece ser que los propietarios de faros estaban obteniendo ganancias, puesto que en el período comprendido entre 1700 y 1834 el número de faros construidos experimentó un incremento. El pago se obtenía por parte de los propietarios de los buques, estableciendo la tarifa en cada muelle, de acuerdo al tonelaje del buque respectivo. Aunque podría parecer que el proceso de hacer efectivo el pago implicaba un costo alto, no era lo suficientemente alto como para desalentar a los empresarios privados para que no construyeran más faros. Por lo general, los buques pasaban por la zona por la cual estaba ubicado el faro solamente de uno en uno; de esta manera, si el buque (que debía tener ondeando su bandera) no había pagado previamente el servicio, simplemente no se encendía la luz del faro7

Los beneficios de los bienes públicos

Los bienes públicos se consideran por lo general como bienes que generan externalidades positivas por las cuales los individuos no “deberían” pagar, debido a que el costo marginal de proveer dichas externalidades es igual a cero, una vez que el bien público ha sido producido. El problema con este tipo de análisis es que no permite que los miembros individuales que consumen el bien asuman la participación respectiva que les correspondería en los costos asociados con la producción del bien público. En efecto, los individuos reac­cionan ante las señales que observan. Si estas señales no existen, es decir, si el precio de consumir una cantidad adicional de un bien público es igual a cero, el consumidor, considerado individualmente, no tomará en cuenta el efecto de sus acciones combinadas. De esta manera, la cantidad producida de un bien público mediante las interacciones del mercado privado entre los individuos puede ser menor que la cantidad que a los consumidores les gus­taría "realmente" pagar, si es que se les exigiera algún pago. Sin embargo, debemos ser cuidadosos para no confundir los bienes públicamente suministrados con los bienes públicos. Simplemente por el hecho de que el gobierno recaude impuestos para pagar el suministro de un bien, no significa que éste sea un bien público, en la manera como este término se utiliza en economía. Al mismo tiempo, como se ha visto anteriormente, los bienes públicos por lo general son suministrados por entes privados, aunque frecuentemente en cantidades inferiores a las consideradas como "óptimas".

Ejemplo de Aplicación

¿Qué le sucedió a la ballena azul?

Muchos problemas relacionados con la destrucción y extinción de determinadas especies se prestan para un análisis referente a los derechos sobre la propiedad. Supongamos una situación hipotética en la cual los derechos para la caza de ballenas se encuentran bien definidos, lo cual se representa en la Figura 3. En el eje horizontal de dicha gráfica se muestra el número de cazadores de ballenas por período de tiempo, mientras que en el eje vertical se representa el número de ballenas atrapadas por cazador(se consideran aquí los individuos dedicados a la caza de ballenas, no los barcos balleneros). Implícitamente se está suponiendo que, dentro de] análisis, trabajamos

con unidades de calidad constante tanto de cazadores como de ballenas.

En la gráfica se han dibujado la curvas de producto físico medio, PFMew, y producto físico marginal

PFMw Recuérdese que la curva de producto físico interseca la curva de producto físico medio­ en el punto máximo de esta última y que, cuando quiera que la curva de producto físico medio se encuentre en su porción creciente, la curva de producto la curva marginal debe ubicarse por encima de ella; similar­mente, cuando quiera que la curva de producto físico medio se encuentre en su porción decreciente, la curva de producto físico marginal debe situarse por debajo de ella.

incluyamos en el análisis el costo de oportunidad . que representa para cada cazador la actividad de atrapar ballenas, expresado en términos de ballenas cap turadas por unidad gastada de tiempo. Este costo de oportunidad se constituye en la tasa alternativa de salarios que los cazadores podrían obtener en caso de dedicarse a otra actividad. Supondremos que dicha tasa es la misma para todos los cazadores, puesto que el número de cazadores, a su vez, lo hemos expresado en unidades de calidad constante. Esta tasa de salarios, o costo de oportunidad de dedicarse a la caza de ballenas, se representa en la gráfica mediante la distancia OS. En otras palabras, es una tasa de salarios expresada en ballenas por período de tiempo. La línea horizontal SS', por consiguiente, representa el costo de oportunidad para los cazadores de ballenas y, en cierto sentido, puede considerarse también como la curva de oferta de los cazadores, puesto que a ellos, presumiblemente, les resulta indiferente dedicarse o no a la caza de ballenas al nivel de su costo de. oportunidad.

El Caso En Que Las Ballenas No Son Propiedad De Nadie

Cuando ninguna persona es propietaria de las ballenas azules, nos enfrentamos, en teoría, a una situación bastante similar a lo que han sido los hechos reales en la industria ballenera. En efecto, podría esperarse que los individuos ingresaran a esta industria hasta aquel punto en el cual ya no valga la pena hacerlo. Esto sucede cuando el rendimiento percibido por dedicarse a la caza de ballenas es justamente igual al costo de oportunidad de dedicarse a esta actividad.

Sin embargo, el rendimiento que se obtiene por dedi­carse a la caza de ballenas se representa mediante la curva de producto físico medio, PFMew. En otras pa­ labras, un cazador potencial de ballenas supone que es posible percibir el promedio que se recibe en la industria, pero dicho promedio es simplemente igual al producto físico total dividido por el número de cazadores, es decir, PFMew. Por lo tanto, sabemos que, en la ausencia de derechos sobre la propiedad de las

ballena azules, el número de cazadores trabajando por período de tiempo puede determinarse de una manera analítica mediante la intersección de la curva de producto físico medio, PFMew, con la línea del costo de oportunidad SS', dicha intersección ocurre en el punto E y, por consiguiente, el número de individuos dedicados a la caza de ballenas estará determinado por el nivel W3, Por su parte, el número de ballenas capturadas por cada cazador será igual a la distancia vertical comprendida entre el origen y el punto S, siendo el número total de ballenas capturadas igual a1 área OW3ES

Externalidades

Obsérvese un punto importante en el análisis. En la ausencia de derechos sobre la propiedad de las ballenas azules, es posible que existan tantos cazadores de ballenas dedicados a esta actividad, que el producto físico marginal de la Figura 3 sea negativo.8 En otras palabras, podríamos terminar en la etapa III de la producción, lo cual nunca ocurriría si fuera un empresario privado en el que estuviese "al frente del negocio". Sin embargo, en esta situación particular puede darse este caso, porque ningún cazador individual, aun si así lo quisiera, puede tener, en cuenta el efecto de sus acciones sobre la productividad. Si un cazador individual decide no continuar en esta actividad debido a la extinción de las especies que esto genera, simplemente algún otro cazador tomará su lugar y atrapará las ballenas que el primero decidió no atrapar. Ningún cazador individual puede afectar de manera alguna el número total de ballenas que se atrapen. Simplemente existirá caza de ballenas hasta aquel punto en el cual la tasa promedio de salarios, expresada en términos de ballenas, sea igual al costo de oportunidad.9

El Caso En Que Existen Derechos De Propiedad Sobre Las Ballenas

A continuación examinaremos la situación en la cual las ballenas son de propiedad de, digamos, un individuo, de tal manera que ésta persona tenga derecho de cobrarle una tarifa a cualquiera que desee cazar ballenas. La tarifa máxima que el propietario de las ballenas podría cobrar a cada cazador está dada por la diferencia entre el costo de oportunidad del tiempo del cazador, OS, y el valor monetario de, las ballenas atrapadas. Supongamos por un momento que el propietario de las ballenas cobra un precio AB a todas y cada una de las personas que deseen cazarlas. A este precio, el número máximo de cazadores estaría dado por OW1, ¿Por qué razón es esto así? Porque, dado ese número, el PFMew es igual a la distancia vertical comprendida entre W1 y A y el propietario de las ballenas cobra como tarifa la distancia vertical comprendida entre B y A. El remanente que queda es exactamente igual a OS, es decir, al costo de oportunidad para los cazadores. Los individuos no ingresarán a la industria en una cantidad mayor a OW1, a menos que el propietario de las ballenas reduzca la tarifa que se cobra a cada cazador.

Resulta ser que la máxima tarifa que se puede cobrar es AB, puesto que ésta es la máxima distancia existente entre la curva de producto físico medio y el costo de oportunidad para los cazadores. Si se cobrara, por ejemplo, $1 adicional, nadie se dedicaría a cazar ballenas.

La otra situación extrema sería aquella en la cual no se cobrara nada, en cuyo caso volveríamos exactamente al ejemplo del cual partimos, cuando nadie era el propietario de las ballenas. Terminaríamos, entonces, con una cantidad OW3, de cazadores, percibiendo cada uno de ellos el valor de su costo de oportunidad.

Entre estos dos casos extremos se encuentra la tarifa óptima que el propietario de las ballenas debería cobrar a cada cazador. Comencemos el análisis a partir del extremo superior, con una tarifa de AB y, a continuación, disminuyamos esta tarifa un poco, hasta A' B'. Ahora un mayor, número de cazadores estaría en disposición de ingresar a la industria que en el caso en el cual la tarifa era igual a AB, puesto que, con sólo OW, cazadores, percibirán una cantidad mayor a sus costos de oportunidad. De esta manera, más cazadores entrarían a la industria. A medida que esto sucede, el producto físico medio disminuye, puesto que nos encontramos sobre la porción decreciente de esta curva. El número de cazadores que finalmente permanecería en la industria, a la tarifa A' B', (expresada en número de ballena) está dado por OW1'.

Desde el punto de vista del propietario de las ballenas, sus ingresos totales han aumentado en una cantidad dada por el número adicional de cazadores, multiplicado por la nueva tarifa A", restándole a este resultado la reducción de los ingresos ocasionada por el hecho de que la tarifa ha sido rebajada para todos aquellos cazadores 0W1, quienes antes pagaban una tarifa AB. (Estamos suponiendo en el presente análisis que a todos los individuos se les cobra la misma tarifa). De esta manera, el propietario de las ballenas debe comparar los ingresos adicionales recibidos por con­cepto de los nuevos cazadores, con los menores ingre­sos percibidos por concepto de cobrar una tarifa menor a los cazadores que ya estaban en el mercado. Por consiguiente, al propietario de las ballenas le resultaría rentable continuar disminuyendo su tarifa y por lo tanto, atrayendo un mayor número de cazadores, hasta aquel punto en el cual el incremento de los ingresos percibidos por concepto del cobro de la tarifa a nuevos cazadores sea compensado por la disminu­ción de los ingresos que resulta de cobrar menores tarifas a todos los cazadores que se encontraban origi­nalmente en el mercado.

De esta manera, el propietario de las ballenas es­tará dispuesto a disminuir las tarifas hasta aquel punto en el cual PFMw = OS. Para alcanzar este punto, el propietario cobrará una tarifa igual a CD en la Figura 3, con lo cual el número de cazadores estará dado por OW2.

Obsérvese que, en el punto D, el producto físico marginal y el costo de oportunidad para los cazadores son iguales. En aquella situación en la cual las ballenas son de propiedad de un solo individuo, esta persona obligará a cada cazador a tener en cuenta el impacto que sus acciones generan sobre el producto de la caza de los demás individuos. ¿Cuál es este impacto? Es la reducción del producto físico medio ocasionada por el ingreso de un cazador adicional, reducción que puede hallarse observando la curva PFMw en la Figura 3, puesto que éste es precisamente el significado de una curva de producto físico marginal: el cambio del producto total ocasionado por una unidad adicio­nal del factor variable de la producción.

Cuando un número de cazadores igual a W, se encuentra dedicado a la caza de ballenas, en el margen, un cazador disminuye el monto total del producto físico para todos los demás en una cantidad igual a la distancia comprendida entre C y D. El propietario de las ballenas le cobra a cada cazador, precisamente esta cantidad. Por consiguiente, el ingreso neto de cada cazador se toma igual a su producto físico mar­ginal. La producción total de ballenas es igual a W2 x WC, monto inferior a la producción total OW3ES que se obtenía cuando nadie era propietario de las ballenas.

Nuestra conclusión es que, bajo la situación en la cual existen derechos sobre la propiedad, las balle­nas azules no podrían ser cazadas de una manera tan intensiva como cuando nadie tiene derechos sobre la propiedad de las ballenas.

Conclusión

En este trabajo analizamos las situaciones de externalidad, en las cuales un mercado puede no existir y por lo tanto la asignación de recursos es ineficiente.

  • Vimos que una externalidad ocurre cuando la actividad de una persona o empresa afecta el bienestar de otra persona o empresa de una forma que no es transmitida a través de los precios del mercado. Una externalidad puede ser negativa (impone un costo a la otra parte) o positiva (beneficia a la otra parte).

  • En presencia de externalidad, las ineficiencias pueden surgir porque el individuo que desempeña la actividad no toma en cuenta los daños marginales o los beneficios marginales que reciben otras personas.

  • Una externalidad no conduce necesariamente a ineficiencias. Las fusiones y ciertas convenciones sociales son dos formas por medio de las cuales la gente es inducida a tomar en cuenta las externalidades.

  • De acuerdo con el teorema de Coase, siempre y cuando se asignen los derechos de propiedad y los costos de transac­ción sean insignificantes, la gente negociará una solución eficiente.

  • Cuando las partes privadas no pueden solucionar un proble­ma de externalidad. la intervención gubernamental puede mejorar la eficiencia mediante la fijación de impuestos y la creación de mercados de derechos de contaminación, que son dos políticas posibles. Los economistas generalmente prefieren estas políticas al enfoque más común de la regulación.

  • Un bien público puro es no rival en el consumo. La efi­ciencia en la provisión de un bien público puro necesita que la suma de las tasas marginales de sustitución de todo el mundo sea igual a la tasa marginal de transformación.

  • Un bien público es no excluible cuando es difícil o imposi­ble impedir que alguien lo consuma. Un bien público no ex­cluible es una especie de externalidad positiva.

Bibliografía

“Microeconomía”, Michael L.Katz, Harvey L. Rosen

Addison - Wesley Iberoamericana, 1994

Páginas 647 a 674

“Microeconomía”, Roger LeRoy Miller, Roger E. Meiners

Mc Graw - Hill , 1988

Páginas 636 a 659

“Game Theory with Economic Applications”, H. Scott Bierman, Luis Fernandez

1993

Páginas 215 a 235

1 Ronald Coase, «The Problem of Social Costs", Jounial o( 1--ni, and Economics, octubre de 1960, pp. 1-45)

2 Sin embargo, no estamos distinguiendo entre el daño económico y otras clases de daños. Cualquier cosa por la cual una persona estaría dispuesta a pagar una determinada suma para evitarla o por la cual le tendrían que compensar para soportarla (para mantener un nivel constante de utilidad) es un 'daño económico'. La suma total de dichos pagos es una medida de la cantidad de daño económico

3 Ignoramos el efecto-ingreso sobre las curvas de demanda de árboles y de paisaje. Esto tiene más sentido cuando trabajamos con decisiones que se toman exclusivamente sobre la base de pérdidas o ganancias.

4 Debería notarse que la evolución de las demandas públicas en los años recientes ha dismi­nuido substancialmente los costos de transacción de los procedimientos legales en el área de los asuntos del medio ambiente

5 Expresado de forma más precisa: el resultado es x*, independientemente de quién sea dueño del recurso, siempre y cuando no dependa la curva de demanda de nadie de su nivel de ingreso. Con este supuesto, las transferencias monetarias entre las panes no cambian las posiciones de las curvas de demanda, y por ende no cambian a x*.

6 Obsérvese cuán diferente es esto de la sugerencia tradicional de un impuesto sobre la polución sin consideración de cómo van a gastarse los ingresos. El problema con un impuesto que no se les paga a los propietarios de vivienda perjudicados es que, aunque la fábrica ajustara su comportamiento al pleno costo social de sus acciones, los propietarios ajustan su comporta­miento a un conjunto 'falso» de precios. Por ejemplo, los propietarios favorecerían la legislación para cerrar las fábricas o para hacer una limpieza de ellas, aun cuando el valor social marginal de hacerlo fuera negativo

7 Ronald Coase, “The Lighthouse in economics”, journal of Law and Economics, Vol. 18, 2/10/1974 págs. 357 a 376

8 Aunque esto no es necesario.

9 Contrario a lo que se deduce de este modelo, la ausencia de derechos sobre la propiedad de las ballenas azules, o de cualquier otra especie (le animales de caza, puede no implicar que todos los cazadores perciban exactamente el valor de sus costos de oportunidad, puesto que algunos cazadores son más eficientes que otros. Véase, a este respecto Stephen N. S. Cheung, «The Structure of a Contract and the Theory of a Non-E,xclusive Resource*, Vie Journal ofLaw arid Economics, vol. 13 (1), abril de 1970, pp. 49-70 y compárese con H. Scott Gordon, «The Econonlic Theory of a Common Property Resource: The Fishery", Journal ol`Political Econo rny, vol. 62, no. 1, 1954, pp. ¡24-ss. Ambos artículos se encuentran en H. G. Manne, The Economics of Legal Relationshijo Readings in flie Theory of Propeíly Rights, St. Paul, Minnesot ta, West, 1975.

Cantidad del

bien x por

período de

tiempo

FIGURA 2

El teorema de Coase

En cada punto a la derecha de x* el daño marginal a la pesquería es mayor que el beneficio marginal

neto de la planta siderúrgica. Por lo tanto, independientemente de quién tenga los derechos de

propiedad, hay un incentivo para negociar que reduciría el producto a x*. De manera similar, si el

punto inicial es un producto a la izquierda de x*, hay un incentivo para aumentar el producto a x*.

FIGURA 1

Igualación de los costos privados y los costos sociales

Si las empresas tienen en cuenta solamente los costos privados, la curva de oferta está dada por 00. La cantidad demandada y vendida será Qe, mientras que el precio estará dado por Pe. Sin embargo, si los costos sociales son tenidos en cuenta, la curva de oferta se convierte en 0'0'. Si se estableciera un impuesto (igual a los costos externos por unidad de producto), de tal manera que el precio al cual se enfrentara el consumidor fuera P1, la cantidad demandada y vendida sería ahora Q1, Los consumidores estarían, entonces, pagando por la totalidad del costo social de sus acciones. (No necesariamente se corregiría la polución; sin embargo, sí se reduciría, debido a los menores niveles de producción).

D

O=MC privado

P1

O' = MC social

Pe

O'

O

Qe

Q1

Precio del bien x

Pesos al año

(IM-CMP=0)

x*

MD

r

u

CMS (=CMP+DM)

P1

S (=CMP)

IM

Toneladas de acero al año

FIGURA 3

Productividad y la caza de ballenas

Suponemos que todos los cazadores de ballenas son igualmente habilidosos y se representan en el eje horizontal, mientras que las ballenas capturadas por cazador se representan en el eje vertical. La curva de producto físico medio, PFMew, primero se incrementa y luego disminuye. Por su parte, su curva marginal, PFMw, interseca la curva PFMew en el punto A. El costo de oportunidad para cada cazador (expresado en términos de ballenas) está dado por OS, con lo cual la línea de costo de oportunidad es SS'. Esta línea se constituye, a su vez, en la curva de oferta de los cazadores. En el caso en que no existan derechos sobre la propiedad de las ballenas, el ingreso a la industria de nuevos cazadores tendría lugar hasta que hubiera W3 cazadores, cada uno de los cuales percibiría el valor de su costo de oportunidad, OS. Sin embargo, en ese punto, el producto físico marginal de los cazadores es muy bajo. Si alguien fuera el propietario de todas las ballenas, la máxima tarifa que podría cobrar estaría dada por la distancia comprendida entre Ay B. Si ésta fuera la tarifa expresada en términos de ballenas, un número de cazadores igual a W, permanecería en la industria. Sin embargo, ésta no es la situación que maximiza la riqueza de los propietarios de las ballenas, puesto que ellos se encontrarían en mejor posición cobrando una tarifa igual a CD. El número de cazadores en la industria sería W2, teniéndose que cada uno de ellos estaría percibiendo solamente OS, el cual es precisamente su costo de oportunidad.

s

(DM>0)

x2

x1




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Enviado por:Verónica Russell
Idioma: castellano
País: Argentina

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