Historia
Época regeneracionista. La revolución desde arriba (1902-1914)
la época regeneracionista: “la revolución desde arriba” (1902-14)
La crítica al régimen de la Restauración no comenzó con la derrota del 98; sus antecedentes se remontan a 1885 con la publicación del libro del catalanista Valentín Almirall, consideradas el antecedente del regeneracionismo posterior. El 98 creó una conciencia crítica de la sociedad.
La necesidad de una regeneración se sitúa a consecuencia del desastre, era necesario sanear la política, la economía, desechar el analfabetismo y conseguir un catolicismo auténtico.
Regeneracionistas en uno u otro sentido, lo fueron todos los españoles del reinado de Alfonso XIII, desde el rey hasta algunos republicanos que conspiraron contra él. Existía la urgencia por conseguir una transformación del país. No había unanimidad en los medios para conseguirlo ni tampoco en el resultado final de esa transformación.
¿Qué define el término “regeneracionista”? El tránsito al siglo XX, la primera etapa del reinado de Alfonso XIII, la dictadura de Primo Rivera, ciertos dirigentes republicanos de los años 30 (Azaña), divisiones de la derecha franquista.
Alfonso XIII, el rey regeneracionista
El inicio de la época regeneracionista coincide con el advenimiento al trono en mayo de 1902 de Alfonso XIII. La monarquía española no era propietaria de tierras y su fortuna no podía compararse a las de las demás monarquías europeas, como la inglesa o la belga. Al rey le rodeaban nobles de alta alcurnia y personas que fueron ennoblecidas por él desde un origen burgués. Sus inversiones se dirigieron a empresas industriales, con lo que labró una fortuna discreta para ser un monarca reinante.
Alfonso XIII no era culto ni se le puede atribuir la condición de intelectual, pero era inteligente, o mejor dicho, listo, con una agudeza que superaba a los miembros de la clase política de la época. La mayor parte de los políticos, incluso los que eran contrarios a su régimen le atribuyeron un sincero patriotismo y una voluntad decidida para conseguir la regeneración del país. Fue acusado por los sectores liberales y republicanos de tendencias autoritarias, incluso después de su reinado.
Al juzgar su actuación, hay que basarse en el sistema constitucional español que no era una puridad, una monarquía democrática, sino una monarquía doctrinaria en que el poder legislativo le correspondía a las Cortes con el rey y éste, en teoría podía nombrar y separar libremente a sus ministros. Hay que ver que en el momento de debatir la Constitución de 1876, Cánovas, autor fundamental de la Restauración, consideró que la monarquía era algo anterior a la soberanía nacional, de tal manera que nada era posible ni legítimo sin el concurso de su voluntad.
Los poderes del rey derivaban en parte del propio texto constitucional. Lo que no cambió fue el comportamiento del electorado. La importancia y el peligro de la función política del monarca eran que los profesionales de la vida pública apelaban a él como quienes en una democracia lo haría al electorado.
Había un mundo aristocrático que rodeaba al Palacio Real y le aislaba de la opinión, pero gran parte de esa aristocracia era reciente y muy a menudo defendía posiciones liberales. El medio conservador católico parece que ejercía una influencia en el rey, menor que durante la regencia de Mª Cristina, una Habsburgo y por tanto muy conservadora.
La intervención del monarca fue muy importante en dos cosas: la restauración borbónica se produjo por una intervención militar y el principal protagonista de ello, Martínez Campos, fue consultado en todas las crisis de la Restauración. Había además una tradición de intervencionismo político de los militares, presente aún en las últimas conspiraciones republicanas. Al rey le correspondía según la ley fundamental sólo el mando supremo del ejército y los nombramientos necesitaban su aprobación previa y directa. El rey al tomar el mando del ejército no necesitaba ser refrendado por ningún ministro. Debía tener un comportamiento muy especial con la oficialidad.
No se puede decir que el ejército jugara un papel predominante en la época regeneracionista, ni se le atribuye al monarca tal propósito. Además, Alfonso XIII era consciente del papel que jugó el Ejército en el pasado y procuró evitar el enfrentamiento entre el poder civil y el militar y fue gestor de los intereses del uno ante el otro y viceversa.
Hay que destacar también la intervención del monarca en las relaciones internacionales, ya que era pariente de la mayor parte de los monarcas europeos. Además, la inestabilidad gubernamental provocaba que él mantuviese una relación más constante con los embajadores extranjeros en España. Y con los representantes de nuestro país en el exterior. Podemos decir que Alfonso XIII no lo hizo mal si juzgamos el destino de la monarquía española en el contexto de le Europa de su tiempo.
el primer regeneracionismo conservador
Cuando llegó al trono Alfonso XIII, España estaba pasando por la 1ª experiencia regeneracionista, que tuvo como protagonista al partido conservador. En noviembre de 1898, Joaquín Costa reclamó un partido regenerador, un partido nacional que supiera resolver los problemas españoles tras el desastre del 98. Resolverlos parecía sencillo pues, por un lado se necesitaba conseguir una amplia descentralización y por otro, una activa política económica de la Administración en el sentido de facilitar las comunicaciones y promover los regadíos.
La iniciativa de Costa coincidió con la puesta en marca de un movimiento semejante por Basilio Paraíso, organizador de un movimiento de la Cámaras de Comercio, que nacía de la angustia de las clases medias campesinas. La protesta comenzó con la formación de una liga de productores. Fue una especie de protesta colectiva con la negativa de pagar impuestos. A principios de 1900 los que protestaban se agruparon en un partido: la Unión Nacional pero que sólo duró unos meses. Joaquín Costa quedó aislado y evolucionó hacia el republicanismo radical. Decía que sólo con el triunfo de la República sería posible una verdadera regeneración en España.
Las fórmulas regeneracionistas encontraron su instrumentación en los partidos de turno, principalmente en el conservador. Este partido lo dirigió Silvela, que en principio sólo había logrado el apoyo de la aristocracia, pero luego, se convirtió en el representante dentro de su partido, de los sectores que propiciaban un acercamiento a las masas católicas y a quienes, hasta ese momento, no habían intervenido en política. Su programa pretendía la reforma del partido y su proyección hacia el futuro, integrando los intereses mercantiles, regionalistas y regeneracionistas, mediante una política anticaciquil, reformadora de la Admón. y que movilizara a la opinión pública. Con dicho programa Silvela consiguió la jefatura del partido conservador.
Llegó al poder en marzo de 1899, proponiendo en lo político combatir el caciquismo por medio de la descentralización política y la reforma de la admón. local; en lo económico, con la nivelación presupuestaria y fomentando los intereses productivos; en lo social, con la puesta en práctica de las primeras disposiciones de reforma social nacidas de la influencia de la doctrina social católica y en la cuestión religiosa, con el mantenimiento de las buenas relaciones con el Vaticano.
Entre sus ministros, Pidal representaba la política de vinculación con Roma; Villaverde pretendía un programa hacendístico de nivelación presupuestaria y Eduardo Dato quería introducir la legislación protectora del obrero. También contó Silvela con Durán i Bas, que estaba en contacto con los círculos catalanistas y confiaban en el progreso de Silvela y con el General Polavieja que tenía interés especial en la reforma militar y además era calificado como general cristiano. Pero Polavieja se encontró con que su regeneracionismo militar se enfrentaba con que Fernández Villaverde quería llegar a una nivelación presupuestaria.
Durán i Bas dimitió porque los propósitos descentralizadores no se concretaban y porque el programa hacendístico de Fernández Villaverde chocó con la alta burguesía catalana.
Eduardo Dato (conservador) se dedicó a promover la reforma social en 3 vertientes: una ley de accidentes de trabajo; regulación del trabajo de mujeres y niños y el descanso dominical, que se aprobó en 1904. Dichas normas encontraron una fuerte resistencia en una parte de la burguesía catalana que creía que así se ponía en peligro la supervivencia de la industria nacional.
En 1901 subió al poder el Partido Liberal. Alfonso XIII comenzó su reinado gobernando con este partido. Sagasta que presidió este gabinete no era un político regeneracionista. Su habilidad y paciencia habían conseguido mantener unido a un partido liberal que se denominaba fusionista. Este turno liberal introdujo un cierto cambio en la vida del partido: incorporación de un programa anticlerical que sería clave en la política española durante 15 años y que tuvo como consecuencia inmediata la división del partido.
En diciembre de 1902 Silvela volvió al poder. A su partido se incorporó un grupo del partido liberal que había ido evolucionando desde el proteccionismo al conservadurismo y que ahora lo dirigía Maura. El rey chocaba con Silvela y además el partido se dividía. En 1903 dimitió Fernández Villaverde y a Maura se le acusaba de no haber actuado a favor del encasillado monárquico como era habitual. Maura dimitió y poco después Silvela, tras una crisis que se llamó “oriental” por la presunta intervención de Alfonso XIII que residía en el Palacio de Oriente, aunque el carácter depresivo de Silvela jugó un papel importante.
De este modo se planteaba un problema de jefatura en el partido conservador que se debatiría durante unos años, sin aclararse. Fue llamado a gobernar Fernández Villaverde, experto hacendista. Su triunfo personal significaba la victoria del conservadurismo más dócil a palacio y a los aristócratas. Su prestigio derivaba de que en la etapa de Silvela había sido el único ministro que llevó a la práctica su programa.
Cuando comenzó, la situación de la Hacienda Pública era catastrófica. El peso que la deuda tenía hizo que se centrara en ella y la necesidad le obligó a recurrir a procedimiento poco ortodoxos, pero estos le permitieron la reducción del peso de la deuda. Además la reforma fiscal paralela fue en realidad muy modesta. Su gobierno duró de julio a diciembre de 1903, lo que indica que no tenía en apoyo total de su partido. Tomó la dirección del partido conservador y de la presidencia del Consejo de Ministros Antonio Maura, que contó con la práctica unanimidad del partido. Tenía fuerzas para enfrentarse con los problemas del país, aunque decían de él que era jactancioso sin poderlo remediar.
Se enfrentó con la izquierda (y con los liberales) por el problema religioso. En junio de 1904 el gobierno conservador entabló negociaciones con Roma para tratar del statu quo de las órdenes religiosas, aunque sus propósitos no se vieron cumplidos. También tuvo que enfrentarse con la prensa de izquierdas y no pudo per aprobada en las Cortes una reforma de la Admón. local, que pretendía. Una discrepancia con el rey, respecto al nombramiento de un alto cargo militar, pero sobre todo la división de los conservadores, provocaron su caída.
En diciembre de 1904, sólo 40 días, le sucedió Alzárraga y a principios de 1905 volvió al poder Villaverde. En sólo dos años había habido 4 presidentes, 5 crisis y 66 ministros.
turno de los liberales: problemas clericales y militares
La situación de los liberales era en 1905 parecida a la de los conservadores: de desunión. Entre los liberales destacan el Conde de Romanones, organizador de los comités madrileños de partido y Canalejas, que hizo una propaganda popular que podía considerarse como radical. Los liberales centraron su preocupación en la cuestión clerical y esto agotó al partido con disputas internas. El problema principal nacía de la presencia y la actuación de las órdenes religiosas que a diferencia del clero secular que estaba descendiendo en número de miembros, había crecido muy significativamente durante la Restauración. Las órdenes contribuyeron a la vertebración de la Iglesia y la proporcionó capacidad de renovación y formación; pero esto hico que hubiera reticencias de una parte de la sociedad. La razón estaba en la conexión entre algunas de ellas y los medios de la alta burguesía enriquecida, como la conexión de los jesuitas con el Marqués de Comillas. A las órdenes se les atribuyó por parte de los sectores anticlericales una desmesurada codicia y un gran poder económico.
Otra cuestión decisiva era la de las enseñanzas. Las doctrinas que se enseñaban en los centros religiosos eran a veces contrarias al liberalismo. La cuestión religiosa se centró en los problemas educativos y en la posible limitación de las órdenes religiosas y estuvo presente en la lucha política de la etapa anterior a la 1ª guerra mundial.
La cuestión clerical se mezcló con la lucha por la jefatura del partido liberal. En 1er lugar en el poder de Montero Ríos a quien cedió el puesto Moret, aunque ni éste ni Canalejas habían aceptado colaborar con él, lo que desde el principio creaba una división latente.
El ejército tras la derrota de la guerra colonial empezaba a tener dificultades materiales: de las 55 mil bajas sufridas en Cuba, sólo algo más de 2000 lo fueron en combate, siendo el resto debido a enfermedades. La formación era deplorable y en los 1os años del XX se hizo un esfuerzo en dotar de artillería al Ejército, pero el nivel al que se llegó fue la mitad del ejército francés; 13 años después de la 1ª Guerra Mundial, los españoles carecían de cascos de acero. Todo ello tenía como origen la existencia de un nº de oficiales muy superior a los efectivos existentes. Había 500 generales, y 25000 oficiales para unos efectivos de 80-100000 hombres. Con la disminución de puestos provocada por la desaparición de las colonias, una buena parte de esos oficiales no tendrían nunca donde ejercer su función. De 1898 a 1909 hubo 20 cambios ministeriales en la cartera de Guerra.
En esta situación es normal que se produzca una vuelta parcial del Ejército a la política y esta intervención fue fundamentalmente reactiva. En los nacionalismos periféricos que surgían, el ejército como colectivo vio la reproducción del independentismo cubano o filipino. Montero Ríos quiso acudir a la declaración del estado de guerra, pero a ello se negaron sus adversarios del partido Liberal; no existía unanimidad en la clase política dirigente por lo que era prácticamente imposible enfrentarse a los militares e incluso los guardias civiles del Congreso parecían dispuestos si se producía el golpe, a plegarse al él. El presidente del gobierno dimitió.
En diciembre de 1905 Moret sustituyó a Montero Ríos. A estas alturas muchos de los principios en que había basado su pensamiento como el librecambismo, parecían ir en contra de la tendencia general. Aceptó la herencia de Montero para intentar salir cuanto antes del conflicto militar, aceptando las cesiones que se le pidieran. No sólo castigó la insubordinación de los oficiales que habían tomado la justicia por su mano, sino que además entregó el Mº de la Guerra al General Luque, que se había identificado con la protesta barcelonesa.
La ley de Jurisdicciones fue aprobada en marzo de 1906. a partir de ese momento, el Ejército se convertía en monopolizador del patriotismo, mientras que no todas las clases sociales estaban obligadas al servicio militar, dada la posibilidad de la redención económica del mismo.
La reacción de catalanistas y republicana fue iracunda y de ello surgió Solidaridad Catalana. Moret solicitó del rey la disolución de las Cortes justificándolo con la enunciación de un amplio programa que incluía desde la libertad de cultos hasta la reforma del Senado. El rey rechazó la idea porque en el seno del propio partido del presidente, no estaban de acuerdo con Moret.
En julio de 1906 el General López Domínguez sustituyó a Moret en el poder. Tenía un programa inspirado por el propio Canalejas y situaba el centro del interés de los liberales en el problema clerical; el Conde de Romanones derogó una disposición conservadora por la que se exigía la condición de no católico probada para contraer matrimonio civil.
El último intento del gobierno liberal le correspondió al Marqués de Vega de Armijo en diciembre de 1906, que aunque trató de tener su propio programa sobre la cuestión de las órdenes religiosas, su gobierno no era sino una acumulación de facciones personalistas destinado a la rápida desintegración. Durante los 5 primeros años del reinado de Alfonso XIII lo más característico fue la inestabilidad que facilitaba la intervención real pero no era exclusivamente provocada por el monarca.
el catalanismo
Cataluña fue la única región que logró la independencia electoral respecto del encasillado hecho en Madrid. En los orígenes del catalanismo hubo un componente tradicionalista y otro federal. La defensa de unos intereses económicos y el arraigo de una cultura renacida. El factor económico-social y el cultural jugaron una función previa a la implantación del catalanismo como fuerza política. Alcanzó la mayoría de edad durante el gobierno de Silvela. En Barcelona el general Polavieja consiguió un apoyo como no tuvo en el resto de la Península, las grandes familias industriales de la región nutrieron las filas de lo que luego sería la Unió Regionalista, adherida a los manifiestos del general.
Silvela después de proporcionar poder al catalanismo, le dio también motivos para la protesta. La resistencia frente a los proyectos fiscales de Fernández Villaverde estuvo localizada sobre todo en Barcelona.
La Lliga Regionalista creada en 1901 acogió a los antiguos polaviejistas, pero en ella jugó un papel más decisivo otro sector que se había llamado Centre Nal. Catalá y que estaba formado por intelectuales procedentes del Ateneo, profesionales y miembros de una generación juvenil con una formación catalanistas, pero que pronto tomaron una postura pragmática, capaz de conformarse con el regionalismo, siempre que éste permitiera dar satisfacción y cauce a las reivindicaciones de Cataluña.
El catalanismo derrotó al sistema del encasillado en las elecciones de 1901. Desde entonces la capital catalana y luego toda la región no seguirían ya las sugerencias de Madrid respecto a los resultados electorales. El catalanismo pactó con sectores de la política catalana sobre los que podía ejercer la hegemonía doctrinal y práctica, lo hizo 1º con unos carlistas y luego con unos monárquicos. No desaprovechó además la ocasión para firmar una actitud realista.
En las elecciones de 1907, Solidaridad Catalana que agrupó contra el sistema del turno a todos los partidos de implantación regional, desde carlistas a republicanos, logró un gran triunfo en todos los distritos electorales catalanes. Desde ese momento, el catalanismo no sólo fue un hecho barcelonés, sino catalán. Pero la victoria de Solidaridad Catalana no puede atribuirse sólo a los regionalistas; sus victorias electorales estuvieron siempre amenazadas por la existencia del republicanismo radical y un catalanismo de izquierdas.
Gran parte de las victorias de la Lliga fueron consecuencia de un equipo dirigente compacto y eficaz. Enrique Prat de la Riba era ideólogo. Cambó fue el que intervino en la política nacional española transformando sus presupuestos esenciales. Puig y Cadafalch se ocupó de las instituciones culturales de la región y Durán y Ventosa fue el responsable de la actuación de los concejales de la Lliga en el Ayuntamiento barcelonés.
La doctrina de la Lliga era conservadora desde el punto de vista social. No era en el panorama de la política española un grupo reaccionario sino un partido de centro-derecha que por su organización y manera de actuar representaba una verdadera modernización de la vida pública española. De hecho, la Lliga aceptaba plenamente el liberalismo parlamentario y la democracia política. También tuvo sus limitaciones, la más importante de ellas fue no lograr en su seno a la totalidad del catalanismo político. Resultó incapaz de atraerse a los medios obreros catalanes, incluso sus repetidos triunfos electorales en Barcelona los logró con menos de ¼ parte del electorado. En el catalanismo de izquierdas hubo no sólo una voluntad de acercamiento al mundo proletario sino también una atracción hacia los intelectuales.
En 1904 apareció “El Poble Catalá”, en 1906 esa misma izquierda catalanista creó el “Centre Nacionalista Republicá” y en 1910 “La Unió Federal Nacionalista Republicana”. Pero el catalanismo de izquierdas careció de un equipo de dirección política mismamente semejante al de la Lliga. Sin embargo, en estos medios catalanistas de izquierda nació y se desarrollo un sindicalismo catalanista.
En 1910 Prat de la Riba fue elegido por 3ª vez como presidente de la Diputación de Barcelona y al año siguiente se comenzaron los trámites para la creación de la Mancomunidad que llevó a cabo una obra importante, sobre todo en materia educativa y en obras públicas y fue expresión de la capacidad de la Lliga para estar en la vanguardia del catalanismo.
viejo y nuevo republicanismo
El republicanismo era ya una fuerza política en los comienzos de la Restauración. A principios de siglo, importantes intelectuales se vincularon al movimiento republicano (Costa y Pérez Galdós) y en los núcleos urbanos las votaciones republicanas siguieron siendo nutridas hasta dar la sensación de poner en peligro las instituciones monárquicas.
En el republicanismo (considerado por Galdós como una Torre de Babel), se daban ideologías contrapuestas. En la izquierda el partido federal gozaba de la reputación intelectual de Pi i Margall y de sintonizar con el movimiento obrero sobre todo con el de significación anarquista. El centro estaba representado por el republicanismo unitario de Ruiz Zorrilla que confiaba en los pronunciamientos militares para derrocar a la monarquía. La derecha era partidaria de la actuación exclusivamente legal: su ideario era la herencia de la revolución de 1868 y su jefe era Salmerón.
Tras el desastre del 98, los republicanos se unieron y se convirtieron en 1900 en la Unión Nacional Republicana, con ello el republicanismo obtuvo excelentes resultados electorales en 1901 y 1903, convirtiéndose Salmerón en el jefe de todo el partido. Los sectores más izquierdistas le reprocharon actitudes dictatoriales y personalistas y los federales estuvieron al margen de cualquier colaboración con los otros grupos.
El federalismo ya antes había sido elemento de desunión en la I República y era en regiones como Cataluña en las que se planteaban las reivindicaciones nacionalistas donde el republicanismo obtenía sus mejores resultados electorales. Desde 1905 el federalismo catalán se independizó del resto.
En 1906 la Solidaridad Catalana agrupó en una protesta general de toda Cataluña a republicanos de esta región con la extrema derecha. La jefatura de Salmerón fue de nuevo discutida por lo que tuvo que dimitir y fue sustituido por Azcárate que hizo lo mismo en 1908 lo que demuestra la incapacidad del partido para tener un liderazgo estable. Pronto el republicanismo se convirtió en un mosaico de actitudes y concepciones de la vida.
En Málaga, la unidad de los republicanos fue conseguida bastantes antes de que se alcanzase en la organización nacional. Contaron con prensa de difusión grande y crearon centros en cada barrio, propiciando una política de masas; contaron también con el apoyo de los centros obreros e hicieron una importante labor reformista en las instituciones municipales. Entre 1909 y 1913 controlaron el ayuntamiento y después se desunieron.
La fórmula más característica del republicanismo fue una actitud exaltada protagonizada por líderes más o menos calificables de intelectuales, pero siempre populares; era revolucionaria con un sentido más anticlerical que propiciador de una revolución social y a la vez con una capacidad de atracción indudable sobre la clase obrera.
El prototipo de este republicanismo nos lo ofrece Alejandro Lerroux que fue durante años un factor imprescindible en la política barcelonesa. Era una figura de relativa importancia en el periodismo de izquierdas de la capital. En 1900 se presentó a las sociedades obreras barcelonesas en un congreso anarquista celebrado en Madrid. Se decía defensor de la revolución pero ésta era siempre vaga en sus contenidos, violenta en su expresión verbal y producto más de arranques sentimentales que de cualquier teoría. Su popularidad se basaba en frases como: “hay hombres que trabajan y no comen y hombres que comen y no trabajan”. Era totalmente anticlerical.
Realmente Lerroux se encontró un republicanismo barcelonés dividido en capillas, no organizado como partido, ni responsable ante el elector y supo dotarle de organización, método y programa. Lerroux no se identificó con ninguno de los sectores del republicanismo y se situó por encima de sus disputas. Su partido no fue de la clase trabajadora exclusivamente, pero estuvo implantado en ella. No tenía inconveniente en afirmar que para algunos republicanos era anarquista. Desde el principio proporcionó servicios jurídicos y económicos a la población obrera y consiguió inaugurar la 1ª Casa del Pueblo, bastante antes de que los socialistas lo hicieran en Madrid. Nunca dejó de apoyarse en las masas. Rentabilizó un anticlericalismo típico de la plebe urbana de la época, pero no lo controló. Aunque los radicales no provocaron la Semana Trágica, los jóvenes dirigentes del radicalismo participaron en ella.
Al principio el ideario del partido no era anticatalanista, pero con el paso del tiempo se hizo españolista. Lerroux lejos de su revolucionarismo inicial en 1910-14, pretendió aparecer como un moderado político de centro-izquierda, eso le hizo contar con el apoyo de intelectuales como Baroja y Ortega. A la vez que su influencia descendía en Barcelona.
En Valencia el republicanismo de izquierdas está vinculado con la persona de Blasco Ibáñez y tiene muchos puntos en común con el lerrouxismo barcelonés, pero es más anticlerical que él; esa fue la razón de su 1ª presencia en la vida pública. Hacia 1910 el apogeo de la cuestión clerical y las tensiones provocaron un nuevo auge del republicanismo, beneficiando sobre todo al grupo socialista. De la iniciativa del grupo parlamentario republicano surgió la unión republicano-socialista que consiguió la elección de Iglesias por Madrid en 1910.
Con ocasión de la protesta por la actuación de Maura en la Semana Trágica, un sector del republicanismo, al que se llamó gubernamental, parecía estar dispuesto a colaborar con Moret.
Melquíades Álvarez fue el principal inspirador del nuevo grupo que pasó a denominarse reformista y que reanudaba la tradición del posibilismo de Castelar. Este partido reformista despertó gran interés en los medios intelectuales desde Ortega a Azaña. Su programa era semejante al del liberalismo radical inglés: soberanía del poder civil, secularización del Estado (matrimonio civil, supresión del impuesto del clero y separación Iglesia-Estado) y reforma social. Pero la 1ª consecuencia de la aparición del reformismo no fue potenciar las posibilidades republicanas, sino arruinar la conjunción republicano-socialista; la campaña electoral de 1914 produjo un enfrentamiento entre los dos sectores del ala izquierda.
¿Qué había sucedido? Que la apatía y la desmovilización del electorado español contribuían a no hacer posible ningún programa y que los movimientos renovadores acaban haciendo propios los procedimientos habituales en los grupos políticos de turno. Los intelectuales tuvieron una gran decepción. Azaña, autor del programa del partido en torno a la cuestión militar, acabó por afirmar que Melquíades Álvarez se había corrompido. En 1914 las posibilidades de los republicanos que parecían importantes a comienzos de siglo, se habían desvanecido.
maura en el poder
Accedió al poder en 1907 en enero, con su partido, el Conservador. Las muertes de Romero Robledo y Fernández Villaverde contribuyeron a facilitar su llegada. Lo que caracterizó su gobierno de 1907 a 1909 fue la solidez de la mayoría que le apoyaba. Era un gran orador y patriota indudable. Partía de la conciencia de que el sistema político de la Restauración carecía de verdadero apoyo popular.
La misión del partido conservador había de ser, según él, llenar de vida las instituciones establecidas. A pesar de emplear con su partido un tono exigente, lo mantuvo disciplinado a pesar de que hubo quien consideró que se inclinaba demasiado a favor de la derecha del partido. El tono derechista de su gabinete era por la presencia de Rodríguez Sampedro que había firmado en 1904 el acuerdo con el Vaticano y el Marqués de Figueroa, autor de un libro de tono antiliberal. Pero la figura que representaba al ala derecha del conservadurismo fue Juan de la Cierva.
Una de las primeras actuaciones de Maura consistió en imponer por la fuerza de la Guardia Civil, la entrada en Valencia de su arzobispo a la que se oponían los republicanos locales. Otra prueba del carácter derechista del gobierno de Maura fueron sus relaciones de compenetración con los medios clericales. En general, hasta la etapa final de Maura, el liberalismo no fue una oposición peligrosa para los gobiernos conservadores.
Por parte de Alfonso XIII tampoco mantuvo el intervencionismo que le había caracterizado en la vida pública anterior. Fue un período de gran producción legislativa, cuya influencia resultaría perdurable hasta el punto de que en 1909 habían sido aprobadas 264 disposiciones. Las de carácter económico y social supusieron un giro no sólo hacia el proteccionismo, sino también hacia el nacionalismo económico. Se dictó la Ley de Protección a la industrial nacional. Se estimulaba la industria nacional aunque fuera en el terreno militar. En 1909 se aprobó una ley de fomento de las industrias y comunicaciones marítimas que estimuló la siderurgia. Las medidas de desgravación del vino o la regulación del mercado de azúcar tenían el mismo propósito nacionalista.
También hubo medidas de carácter social como la ley de colonización interior, las de emigración, sindicatos agrícolas, creación del Instituto Nacional de Previsión, tribunales industriales, que tuvieron un carácter modernizador.
Lo principal de Maura era su propósito regeneracionista que no sólo era una transformación del funcionamiento de la Admón. sino también en ponerla en contacto con la masa neutra. Como ministro de la Gobernación, De la Cierva reorganizó la policía y persiguió en bandolerismo. Hubo otras medidas de carácter político: la reforma electoral de 1907 que fue la única desde que se introdujo el sufragio universal hasta la dictadura de Primo de Rivera. Novedades como el voto obligatorio, la regulación de la composición de las Juntas del Censo Electora para que actuaran de forma imparcial, la determinación de la validez de las actas con intervención del Tribunal Supremo y la proclamación automática del candidato que careciera de contrincante. Esta legislación mostraba el componente liberal de los propósitos de Maura, pero su proyecto de Ley de Terrorismo daba cuenta de su vertiente autoritaria y por ello renunció a su aprobación lo que levantó suspicacias en los liberales, porque para él resultaba más decisiva la aprobación de una nueva Ley de Administración Local.
La tesis de Maura típicamente regeneracionista era el afirmar que el despertar de la masa neutra debía empezar por el municipio; sólo evitando la intervención excesiva de la Admón. central se lograría la regeneración del sistema político. La reforma consistía en una considerable ampliación de la autonomía municipal. Tuvo gran oposición. En la discusión en las Cortes, Maura había hecho todo lo posible por evitar el triunfo de Solidaridad Catalana; él no admitía el reconocimiento de cualquier tipo de personalidad regional que supusiera hacer jirones la Patria. Sin embargo, el hecho de que en la práctica, pese a la existencia de un republicanismo catalanista, fuera Cambó, quien ejerciera el liderazgo parlamentario de Solidaridad, facilitó un acercamiento. El presidente actuó con una manifiesta voluntad de transacción y aceptó enmiendas que de hecho favorecían una germinal autonomía catalana. Maura había sido acusado en 2 ocasiones de corrupción administrativa y la mayor parte de la prensa estaba contra el.
la semana trágica de barcelona
Todo cambió con motivo de los sucesos de Barcelona. La situación en Barcelona era explosiva por el problema social, la protesta nacionalista, el republicanismo modernizador, pero demagógico de Lerroux, la ineficacia policial y la propaganda anarquista.
Un problema en Melilla tuvo como consecuencia la necesidad de solicitar refuerzos a la Península y recurrir a la 3ª brigada y en ella figuraban reservistas catalanes de edad, profesionales y con familias dependientes de ellos. Nadie entendía esa decisión y todas las fuerzas políticas catalanas solicitaron del gobierno que se retractara de esas medidas. El embarque de las tropas dio lugar a escenas que desembocaron en una enorme iracundia anticlerical. Esta se concentró en un movimiento acaudillado por un comité de huelga del que formaron parte los grupos políticos de izquierda. El 26 de julio se produjo la huelga general que en un principio fue pacífica y unánime. El gobierno civil dimitió. De la Cierva mintió conscientemente al describir lo sucedido como si se tratara del resultado de un movimiento nacionalista.
Surgieron violentos incidentes cuando los huelguistas empezaron a atacar a los tranvías que seguían funcionando. De ahí se pasó a ataque e incendios de los edificios religiosos aunque en ellos tomaron parte los jóvenes dirigentes del republicanismo radical. Los sectores de clase media pasaron de la aceptación de la protesta al terror. Hay que decir que no sólo no hubo un programa de acción ni unos propósitos precisos, sino tampoco panfletos o proclamas que definieran lo que pretendían quienes dominaban las calles. El movimiento se colapsó por sí mismo.
La represión fue brutal. Más de mil personas fueron arrestadas y 17 condenadas a muerte; todas ellas sometidas a los tribunales militares, al final ejecutaron a 5. La figura más conocida de ellas fue Francisco Ferrer Guardia, cuya muerte levantó indignación en los medios de la izquierda liberal europea.
Sin embargo, Ferrer era un personaje mediocre, fanático y bastante simple cuyas escuelas practicaban una enseñanza anticlerical. Parece que esta relacionado con los medios anarquistas.
Los errores del gobierno de Maura en este caso fueron graves, pues no sólo hizo mal a recurrir a los reservistas, sino que dejó a Barcelona con una guarnición militar insuficiente y con poca moral. Con la ejecución de Ferrer (en contra de la opinión de algunos conservadores), no sólo se cometió un error jurídico, sino también político. La responsabilidad principal era de Juan de la Cierva.
Lo sucedido deterioró el propio sistema político de la Restauración. Moret por la represión realizada solicitó la dimisión del gobierno de Maura. Afirmó que la mayoría conservadora había sido modélica, pero tenía que prescindir de Maura y de su ministro de gobernación. Cuando se producía una discrepancia tan grave entre los dos partidos de turno, resultaba imprescindible la intervención del rey. Alfonso XIII acabó por aceptar una dimisión de Maura que no había llegado a presentar verdaderamente.
canalejas y el regeneracionismo liberal
A Maura le sucedió Moret y a éste Canalejas, en febrero de 1910. Era como Maura, un regeneracionista, pero estaba por encima de los inmediatos dirigentes del partido que dirigía. Con él, los liberales encontraron un verdadero jefe. Tenía el sentido de la realidad y un idealismo sincero y algunos dirigentes del republicanismo como Morote, acabaron integrándose en su partido. Tuvo problemas repetidos y graves con el orden público. Los conflictos se explican por la vertebración del movimiento obrero, sobre todo del anarquista y por las esperanzas de implantación del régimen republicano. A veces las huelgas sólo fueron laborales, pero otras tenían gran repercusión sobre la vida política al tratarse de los servicios públicos, como los ferrocarriles. En este caso, Canalejas recurrió a la militarización (sucesos de Cullera).
También la proclamación de la república en Portugal tuvo importantes repercusiones en España. Ambos países establecieron una cooperación de defensa de los respectivos tronos, pero cuando se proclamó la república en Portugal sólo se prestó una ayuda indirecta, política y material a los conspiradores monárquicos portugueses.
Dos cuestiones que resolvió Canalejas fueron 1ª del impuesto de consumos y el servicio militar. El impuesto gravaba los productos de 1ª necesidad así que el ministro de Hacienda presentó un proyecto para su sustitución que originó el enojo de los medios acomodados. Canalejas luchó por la ley de reclutamiento, aunque el cambio no fue grande.
Otras dos grandes cuestiones políticas de esta etapa fueron las Mancomunidades provinciales y el tratamiento que se dio al problema clerical. Con respecto a la Admón. regional y local, se había mostrado hasta entonces centralista, pero había cambiado porque se dio cuenta que no podía decepcionar a los catalanes. En la cuestión religiosa estaba preocupado por la formación intelectual del clero y pensaba que el Concordato era responsable de la situación de la Iglesia en España, porque el tener que recibir sus sueldos del gobierno hacía a los clérigos indolentes. El objetivo de Canalejas era el de una separación amistosa. El Vaticano trató de emplear una estrategia dilatoria. De este modo se llegó a la ruptura entre los dos poderes.
En junio de 1910 se levantó contra él una campaña en los medios clericales y ese mismo año fue aprobada la Ley del Candado, que era una disposición provisional y temporal para impedir durante 2 años el establecimiento de nuevas órdenes religiosas sin autorización. El fallo fue que se aceptó una enmienda de acuerdo a la cual, la ley perdería su vigencia si al acabar estos 2 años no se había aprobado una ley en la que quedara resuelta la cuestión. En realidad, esta ley llegó a ser presentada, pero no fue aprobada y la cuestión clerical no encontró una solución. En noviembre de 1912, Canalejas fue asesinado en la Puerta del Sol.
la agonía de la revolución desde arriba
Con algunos matices podemos decir que Maura y Canalejas tenían el mismo propósito, aunque fuera con programas diferentes. Trataban de que el sistema político vigente fuera transformado desde su cúspide por quienes desempeñaban la jefatura del partido liberal y conservador.
El partido liberal se había caracterizado siempre por basarse en la conveniencia de cliente, las regionales; ahora, a la muerte de Canalejas, el contenido ideológico del partido se hizo cada vez más tenue. El Conde de Romanones sustituyó a Canalejas. La cuestión era saber hasta qué punto debía restablecerse el turno con un nuevo acceso de los conservadores al poder. El rey había mantenido de momento a los liberales porque el partido parecía unido con el programa implantado por Canalejas. Pero Maura reaccionó con violencia ante el rey y ante los liberales, cuando no se le permitió acceder al poder. No admitía la función moderadora y arbitral del monarca sin que se hubiera producido una alteración del sistema político que permitiera asegurar que él tenía la mayoría de la opinión a su favor. La intervención de Maura hizo que arreciara contra él la opinión liberal y muchos conservadores empezaron a sentirse incómodos con su jefatura. Ya en 1911 Eduardo Dato había marcado distancias con él.
Pero la división definitiva del partido conservador no se produciría hasta después de la división del liberal, cuyos motivos fueron más prosaicos. Romanones, en su 1ª etapa de gobierno no pasó de ser el sucesor de Canalejas, utilizando su programa; pero le faltó la fuerza y autoridad de aquél en su propio partido, porque a diferencia de él, le interesaba mucho más llegar a la presidencia que ejercerla. Prolongó la ley del Candado; presentó el proyecto relativo a la creación de Mancomunidades provinciales en el Senado (que Canalejas dejó sin acabar), pero su defensa del mismo en la Cámara alta fue tan mala, que hasta 1/3 de los votos contrarios eran de su propio partido. En verano de 1913 la escisión del partido quedó consumada cuando García Prieto y Montero Ríos crearon el partido liberal-demócrata que arrastró tras de sí a un nº importante de parlamentarios.
Así se planteaba la sustitución por el partido conservador, aunque con probabilidad de división al no estar claro quien sería presidente. Maura había perdido la autoridad que tenía antes en su partido. En octubre de 1913 el rey llamó para ocupar el poder a Eduardo Dato, que siempre tuvo una actitud respetuosa con Maura. La mayoría del partido aceptó a Dato como jefe.
Hay que mencionar que a lo largo de su gobierno Maura había atraído a sectores católicos y el partido conservador adoptó un tono clerical. A diferencia del resto de los grupos políticos del turno, era capaz de tener unas juventudes activas, una propaganda ideológica de tono católico e incluso unos círculos obreros confesionales. En realidad, la masa neutra a la que quería apelar Maura eran sólo los sectores conservadores católicos, pero ni siquiera a ellos consiguió modernizar.
En adelante, la política española consistió en resolver los problemas surgidos de las circunstancias, mucho más que intentar programas regeneradores globales.
Esto fue así porque la revolución desde arriba había tenido pocos resultados y la causa era el mismo planteamiento de los supuestos regeneradores. Había un planteamiento erróneo en la base de toda la revolución desde arriba y ésta no necesariamente debía conducir al éxito porque lo característico de la España de comienzos de siglo no era que la legislación fuese retrasada, sino que se incumplía continuamente.
LA ÉPOCA REGENERACIONISTA: "LA REVOLUCIÓN DESDE ARRIBA". 1902-1914 (II)
EL CATOLICISMO EN LAS SOCIEDADES y EN LA POLÍTICA
El mundo católico era un factor de renovación de la sociedad española, al menos potencialmente como el movimiento obrero o los nacionalismos periféricos. En la década final del S. XIX se había presenciado en España todo un proceso de politización del catolicismo que habría de tener consecuencias; la desunión impidió que fórmulas de organización como los Congresos Católicos se plasmaran en realidades eficientes. En los Congresos ni siquiera los mismos prelados permanecían unidos. Cuestiones como el Reino de Italia provocaban graves discusiones, protestas diplomáticas y acusaciones de heterodoxia. En estas condiciones no se volvió a celebrar ningún Congreso después de 1902.
En 1905 el principal dirigente integrista, Nocedal, consideraba que no era suficiente la licencia eclesiástica para la consideración como ortodoxo de un diario; en 1906 un documento pontificio trató de lograr la paz entre las diversas tendencias católicos y en 1908 los integristas (ya casi una secta) recibieron una advertencia de Roma. El resultado de esta evolución fue que poco a poco empezó a imponerse la postura posibilista moderada o liberal conservadora. El triunfo de esta tendencia tuvo consecuencias importantes y negativas.
Cuando aparecen las actitudes anticlericales durante el cambio de siglo, surgieron, como reacción, unas Ligas católicas que limitaron su implantación a las ciudades, porque nadie podía pensar seriamente que en España, fuera a haber una verdadera persecución religiosa. Tanto ellas como los Comités de defensa social que proliferaron después, obedecían a un propósito reactivo que se identificó con la versión maurista del conservadurismo que no creó verdaderos problemas al sistema de turno.
De acuerdo con la evolución hacia la moderación del catolicismo español, en 1899, en Marqués de Comillas jugó un papel relevante en la Junta permanente destinada a dar continuidad a la obra de los Congresos, que luego se convertiría en JUNTA DE ACCIÓN CATÓLICA. Comillas fue el representante más característico del catolicismo oficial de la época y como tal, persona muy próxima al rey. En los años en que Canalejas estuvo en el poder, hubo incluso normas de actuación de la Acción Católica. Pero ésta no se desarrolló hasta la etapa republicana; en 1911 fue vetada una candidatura católica para las elecciones madrileñas.
Comillas creó una Asociación para el estudio y defensa de los intereses de la clase obrera, que no perdió nunca su carácter benéfico, más que social. A su alrededor nacieron también unos Círculos Católicos de Obreros. Era el momento en que el catolicismo, merced a las encíclicas pontificias, pasaba de una mentalidad benéfico-caritativa a otra propiamente social, coincidiendo con la tendencia también perceptible en los liberales, a propiciar un intervencionismo del Estado en estas materias. Durante la Monarquía de A. XIII, en las instituciones estatales dedicadas a la cuestión social, cooperaron personas procedentes de los medios católicos junto con otras liberales o socialistas. La intervención católica en estas cuestiones fue obra del jesuita P. Vicente.
A principios de la 2ª década del siglo, había casi 300 círculos y muchos de ellos tenían una función que no sólo era instructiva. En el campo, la Ley de Sindicatos Agrícolas, auspiciada en principio por Maura, tuvo unos resultados muy favorables para el mundo católico-social. Los sindicatos católicos se apoyaban en cooperativas y cajas rurales.
En otros terrenos, el resultado de la acción social católica fue menos positivo. Los sindicatos profesionales con la pretensión de evitar el calificativo "católico", sólo hicieron su aparición en la 28 década del siglo. Por el momento, los sindicatos católicos no habían perdido frente a los socialistas, teniendo la ½ de afiliados. El pontificado de Pío X marcó al catolicismo español. En España no hubo ningún ejemplo de modernismo religioso. Unamuno, interesado en estas cuestiones, reconocía que el modernismo no despertó ningún interés en España e incluso él mismo estaba más próximo del protestantismo liberal y del modernismo católico. Algunos teólogos o filósofos sobre todo agustinos, dominicos o capuchinos, parece que tuvieron dificultades o tuvieron que ocultar sus posturas respecto al evolucionismo, debido al miedo a ser acusados de modernistas.
Todo ello era una muestra de ortodoxia, pero también de aislamiento y de limitación de la cultura religiosa. Ese era, según Canalejas, el inconveniente del clero español: el escaso nivel cultural. Ese juicio chocaba con el hecho de que la Iglesia dominaba en la 28 enseñanza y luchaba por evitar que se prescindiera de la enseñanza del catecismo.
La Asociación Católica de jóvenes Propagandistas, fundada en 1908 por el jesuita P. Ayala, siendo su primer presidente Ángel Herrera, era un grupo reducido de personas que se caracterizaban por tener un nivel profesional elevado, que se dedicaron a popularizar los principios sociales y políticos del catolicismo. El grupo fundamentaba su actividad en las doctrinas católicas tradicionales; el sometimiento al poder establecido, la distinción entre el gobierno y la legislación concreta o la defensa de los intereses católicos en todos los terrenos.
Ángel Herrera partía de un diagnóstico muy realista de lo que era el catolicismo español de la época, caracterizado por la falta de obediencia a los obispos, la falta de unidad entre los católicos y la mezcla entre lo religioso y lo político.
Hasta 1890 no había otra prensa católica que los boletines de las diócesis, pero 8 años después se creó una Asociación de la Buena Prensa y en 1910 se creó una agencia de noticias confesional. Años después, la prensa católica va alcanzando más difusión, teniendo prácticamente cada provincia un diario católico, aunque los contenidos variaran desde el puro clericalismo hasta actitudes más modernas.
EL DESARROLLO ECONÓMICO y LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES ANTES DE LA GUERRA MUNDIAL
La crisis agrícola tuvo en la última década del XIx, repercusiones en el mundo industrial. En España desde 1892 hubo gran disminución en las exportaciones de vino y minerales y una disminución de importación de algodón; también hubo un envilecimiento de la moneda, producido por una Hacienda en déficit. La crisis finisecular fue además peor en España por el desastre del 98. La política de expansión del gasto público y de aumento de la circulación fiduciaria fue adecuada. Luego en los 15 primeros años del s. XX la política del gobierno cambió considerablemente: la política restrictiva de Villaverde no produjo estancamiento porque había habido un nuevo ciclo al alza, de carácter internacional. Hay que decir que las consecuencias económicas de la pérdida de las colonias no fueron tan negativas: la repatriación de capitales pudo suponer unos 2000 millones de pesetas oro y también supuso la incorporación de unos empresarios innovadores que habían utilizado procedimientos modernos. España no dejó por ello de ser considerada como un lugar apropiado para aversiones económicas extranjeras y la inversión de capital de fuera se duplicó en los primeros 10 años del siglo. Estos capitales extranjeros optaron por inversiones en las empresas bancarias, químicas, eléctricas y de servicios (de carácter productivo).
Sin embargo la crisis finisecular tuvo repercusiones importantes en la configuración de una economía nacional fuertemente protegida.
La tesis nacionalista en economía logró el apoyo sucesivo y acumulado de todos los sectores productivos españoles. Tuvo en general unas consecuencias positivas: todas las naciones europeas hicieron lo mismo y la política seguida en España contribuyó a favorecer un determinado grado de crecimiento económico. Pero la economía española quedó caracterizada en adelante por una agricultura mayoritariamente poco entable y una industria dependiente de ella.
El proteccionismo no tenía una explicación puramente arancelaria. Ya en 1891 1896 los aranceles españoles habían experimentado un alza, pero principalmente se produjo con la reforma de 1906 que creó las barreras aduaneras más elevadas de Europa. En estos los años del siglo se produjo un aumento del papel del Estado en la ida económica y el de Fomento llegó a alcanzar el 15% del presupuesto.
En agricultura se produjeron un conjunto de transformaciones que seguirían lego. Cabe atribuir al desarrollo agrícola un ritmo considerablemente más elevado que el de la época inmediatamente anterior. Su razón radica en la introducción de una serie de técnicas y cultivos que supusieron al menos una novedad relativa respecto del asado inmediato. Entre 1900-1914, la partida de las importaciones que más creció fue la de la maquinaria y parte de ella era agrícola, aunque en no pocas ocasiones fuera tan simple como el arado de vertederas; empezó a importarse maquinaria más sofisticada, aunque sólo en zonas latifundistas que podían hacer esas inversiones. A la vez, triplicó la importación de abonos. En 1914 la producción nacional fue ya superior a la importación. El regadío constituyó una faceta más del programa regeneracionista. En los años 20 se puede calcular que había en España alrededor de 1.500.000 hectáreas de regadío. Fue sobre todo la iniciativa individual en determinadas zonas, como Valencia, la que produjo la difusión del regadío, alimentada por la confianza en obtener unos rendimientos importantes.
El trigo se vio beneficiado por las nuevas técnicas y el proteccionismo de la política oficial y como consecuencia hubo un incremento de las superficies cultivadas. La productividad también creció. La consecuencia de este proceso fue que España que a comienzos de siglo importaba trigo, en los años 30 se consideraba ya autoabastecida. La vid tardó en recuperarse de la crisis producida por la filoxera.
El sector más dinámico de la agricultura española era desde fines del XIX el de los cultivos nuevos, en parte destinados a la exportación: la naranja y la almendra por ejemplo en Valencia. Durante primer tercio del S. XX duplicó su superficie de cultivo triplicó su valor. La remolacha fue protegida por la política gubernamental, al haber perdido con las colonias, la fuente habitual de aprovisionamiento de azúcar. La producción remolachera pasó de la nada a tener problemas de superproducción. La almendra, como la naranja, favoreció la parcelación de la propiedad y la existencia de la clase media campesina.
Puede decirse que tanto la apertura hacia el exterior como la creación de un mercado verdaderamente nacional, tuvieron como consecuencia una relativa especialización agrícola o ganadera, dependiente del grado de iniciativa de las élites locales.
En este momento es cuando nació un sistema bancario que perdura aun hoy en sus rasgos fundamentales. La Banca española había surgido a mediados del XIX. En sus orígenes hubo 2 factores: 1º la repatriación de capitales procedentes de las colonias, que tuvo como consecuencia la fundación en 1901 del Banco Hispanoamericano yen 1902 la conversión del Crédito Mobiliario en el Banco Español de Crédito y 2º fue la capitalización de la exportación de hierro desde el País Vasco, que produjo o potenció los Bancos de Bilbao, Vizcaya, Urquijo e incluso el Central. La Banca jugó un papel decisivo en determinados sectores industriales nuevos.
La falta de empuje en el crecimiento industrial se explica por el descenso de la producción y exportación de minerales metálicos: el del cobre se produjo lentamente y el del hierro y el plomo más rápidos. En términos relativos se puede atribuir a la exportación de mineral, la condición de industria verdaderamente ligada a la economía nacional. La extracción de carbón experimentó un crecimiento considerable. El país vasco había logrado una neta superioridad respecto del resto del país en lo que se refiere a siderurgia y construcción naval; la mitad de la producción de hierro, de acero, del tonelaje de buques y se producía allí.
En Cataluña, la industria textil sufrió el impacto de la pérdida de las colonias. La recuperación se produjo gracias al arancel de 1906 que reservaba de hecho, el mercado interior a los industriales catalanes del textil. Esta industria se convirtió en conservadora. Sin embargo, Cataluña tuvo otras más dinámicas y agresivas con las que pudo competir e incluso superar al País Vasco. El sector industrial puntero estuvo constituido por la electricidad, el cemento y la industria química, además de la industria ligera. De ellas la más importante fue la industria eléctrica. En 1901 se fundó Hidroeléctrica Ibérica, luego Iberduero y en 1907 Hidroeléctrica Española. En 1913 la industria textil había sustituido el vapor en más de la mitad de la maquinaria en Sabadell y Tarrasa y en 1916 la sustitución era total. Entre fin del XIX y comienzos del XX surgieron en España las 1as industrias químicas modernas.
En esta época se rompió con uno de los rasgos del antiguo régimen demográfico, el de la estabilidad de la población en el lugar de nacimiento. La emigración se hizo 1º hacia los grandes núcleos urbanos: Barcelona y Madrid. En 1914 llegaron a Argelia 30000 españoles, pero la emigración se dirigió sobre todo a Iberoamérica. La procedencia de los emigrantes no fueron las regiones de latifundio, sino todo lo contrario.
Aunque parciales, estos eran también los síntomas evidentes de modernización.
LOS CONFLICTOS SOCIALES: EL ANARQUISMO
A comienzos de siglo aparecieron formas de protesta nuevas, como las huelgas, prácticamente inexistente s antes de 1890. La sociedad española, muy desmovilizada, lo era también respecto a la protesta obrera. Los conflictos muy a menudo se desarrollaban en un clima de violencia que producía atentados, pero solían concluir con la intervención de una autoridad mediadora, incluso la militar, que no siempre se decantaba de una forma automática a favor de los patronos.
La intervención de las autoridades en los conflictos sociales se hacía por motivos de puro orden público, al margen de cualquier otra legalidad social. Con el comienzo del siglo se inició la legislación social en España. Las legislaciones sobre tribunales industriales y fue producto de la Comisión de Reformas Sociales en 1891 y se convirtieron en ley gracias a una disposición conservadora de 1908, calcada de otra liberal de 1900 y dicha legislación fue modificada durante el gobierno de Canalejas en 1912. La citada Comisión había tenido un carácter informativo pero después pasó a recibir el carácter de Instituto vinculado al de Fomento. Contó con capacidad inspectora y con una representación obrera que garantizaba la eficacia de su acción. También el Instituto Nacional de Previsión contó con la colaboración de personas procedentes del socialismo y del catolicismo (2 mundos distintos).
Pero la conflictividad social fue más reducida por la debilidad del movimiento sindical y obrero. Sólo en 1910 hubo un diputado socialista en el Parlamento. Hay que tener en cuenta que hasta la guerra mundial, el republicanismo anticlerical y popular permaneció fuertemente arraigado en los medios urbanos. El sindicalismo no dependía antes de 1914 de las dos grandes centrales nacionales y tenía un papel reducido en la vida pública del país. Las huelgas estuvieron concentradas en unos cuantos puntos y en realidad no había sindicatos organizados con implantación nacional, ni federación de industria; por eso, cualquier tipo de solidaridad global mediante la huelga, era impensable.
La debilidad del movimiento obrero en España derivó de su división, que se supo cuando aumentó la influencia del socialismo. Un rasgo del movimiento obrero en España fue, hasta la II Republica el peso predominante del socialismo. En España existía una tradición democrático-federal sobre la que pudo insertarse mucho mejor el anarco-sindicalismo que el socialismo.
Del anarquismo español de esta época, llama la atención su enorme influencia, que dio la sensación de que en España era posible que estallara una revolución ácrata y a la vez una escasa originalidad doctrinal que le sometió a influencias exteriores. Era más influyente que el socialismo en los años anteriores a la 1a Guerra Mundial. Su tesis principal era la huelga general revolucionaria; ésta, unida a la acción directa acabó derivando hacia el anarcosindicalismo y de ahí al sindicalismo. En España esas tesis se insertaron sobre una tradición de anarcocomunismo insurreccionalista. Hubo partidarios del atentado personal y detractores del mismo, pero la tendencia espontánea de los anarquistas españoles fue siempre justificar la violencia.
En el anarquismo había sindicalistas reformistas e intelectuales subempleados que despreciaban a los obreros. La tradición del atentado personal renació en 1904 con motivo de la visita de Maura a Barcelona. Moral constituye un buen ejemplo. Fue probablemente el autor del atentado contra el rey en 1905 y debió contar con el apoyo de Lerroux, lo que prueba que los límites entre el republicanismo y el anarquismo eran en este momento imprecisos.
Desde entonces el terrorismo cambió sus formas de actuación: se dedicó a colocar bombas en lugares de gran concurrencia para crear un clima de tensión. Su desaparición fue producto más del cansancio de los anarquistas que de la eficacia de las fuerzas policiales. Otro factor importante fue también la crecida del movimiento sindicalista. Había agitación social entre 1903 y 1905 en el campo andaluz. La protesta pareció que iba a conmocionar a la sociedad andaluza y produjo un brusco crecimiento de las sociedades obreras; una esperanza en el advenimiento del comunismo y la lectura de la prensa obrera. La protesta coincidió con una muy buena cosecha en 1903, lo que demuestra que no se puede identificar con la rebelión de una masa proletaria sufriente, sino con una estrategia reivindicativa que implicaba también la utilización del incendio por ejemplo, como expresión de descontento y forma de lograr la mejora de los salarios. Lo que se denominaba como el obrero consciente, propagandista del ideal ácrata, no era un líder religioso y analfabeto, sino un propagador de las tesis de una cultura anticlerical derivada del federalismo.
Mayor capacidad de difusión del ideal anarquista, tendría la difusión del anarcosindicalismo a partir de comienzos de siglo. Desde entonces hubo repetidos intentos de organizar un sindicato nacional. Los Congresos de la Federación de Trabajadores de la Región Española no establecieron ninguna organización nacional; sirvieron para difundir el mito de la huelga general y la escuela laica en medios que no eran estrictamente obreros, sino también pertenecientes al republicanismo más exaltado como el que protagonizaba Lerroux.
Los medios anarquistas en 1904 crearon una Federación Obrera que en 1907 daría lugar a "Solidaridad Obrera" e inicialmente figuraron en sus filas republicanos y socialistas. En el verano de 1910 el sector anarquista se hizo con la dirección del sindicalismo barcelonés y en otoño se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), un nuevo sindicato. Su fórmula de actuación predilecta debía ser la huelga general revolucionaria, de la que se decía que por ser arma peligrosa, debía ser utilizada con tino. La CNT tenía un propósito esencialmente revolucionario.
Esta vertiente revolucionaria se apreció en la acción del nuevo sindicato, con ocasión de su 1er congreso celebrado en Barcelona en otoño de 1911. Tuvo lugar una reunión secreta, posterior al congreso, en la que se preparó una huelga general revolucionaria con la que se enfrentó el Gobierno de Canalejas. Fue ella la que convirtió a la CNT en una organización clandestina desde 1911 hasta la guerra mundial.
EL SOCIALISMO EN ESPAÑA
El PSOE en el momento de empezar el siglo, era un grupo muy reducido, sin influencia. Fundado en 1879 por un grupo de tipógrafos, la aristocracia de la clase obrera y de médicos, sólo 7 años después pudo hacer aparecer su Diario "El Socialista". Su fundador fue Pablo Iglesias.
El fundamento ideológico de la actuación de los socialistas estaba basado en las teorías del marxismo a través de escritores franceses. A fines de siglo, para el PSOE sólo se enfrentaban dos clases: burguesía y proletariado y no había forma de que llegaran a un acuerdo. Los anarquistas seguían una política de derribo y la huelga general era contraproducente y a los republicanos le atribuían una ceguera burguesa; por eso no llegan a ningún acuerdo entre ellos.
El PSOE no fue capaz de aprovechar el sentimiento de protesta ante la guerra colonial. Iglesias y sus seguidores malinterpretaron a Polavieja, al movimiento de las Cámaras de Comercio y a los nacionalistas periféricos. En la última década del XIX se produjo un crecimiento de la UGT y comenzó una flexibilidad en su ideología y estrategia.
El pablismo fue una especie de revolucionarismo reformista o reformismo revolucionario; en el sentido de que nunca se consideraron incompatibles estas 2 fórmulas.
El fin de siglo supuso un mayor acercamiento al republicanismo y una participación en los organismos destinados a la reforma social. Un factor más vino a implantar el socialismo: el regeneracionismo. Los planteamientos que se dieron en los propios dirigentes del partido se basaron en la consideración del PSOE como instrumento de toma de conciencia de la clase obrera y de moralización del comportamiento electoral del proletariado. A principios del S. xx, la tesis de la huelga general, de procedencia anarquista, había alcanzado gran difusión, pero el PSOE no pretendía recurrir a ella, por lo que poco éxito podía tener. La UGT experimentó un crecimiento más rápido. En los Congresos nacionales del partido 1903 -1907, ratificó su repudio a colaborar con los republicanos. También las Juventudes Socialistas creadas en 1905 estaban más cercanas a la postura de acercamiento, pero Iglesias mantuvo su actitud inflexible hasta 1908 en que se aceptó la posibilidad de colaboración, aunque sólo en determinadas circunstancias.
Fue la situación política del final del Gobierno de Maura lo que animó a los socialistas a cambiar su postura. Es probable que hubiera socialistas entre los participantes en los hechos de la Semana Trágica, pero además el PSOE había desarrollado en los meses anteriores una fuerte campaña en contra de la guerra de Marruecos, condenando todo intento de expansión colonial y sobre todo el sistema de redención del servicio militar mediante aportaciones económicas (o todos o ninguno). Pero fue la impresión reaccionaria del gobierno de Maura lo que movió a crear la conjunción republicano-socialista. En otoño de 1909 el partido declaró que lucharía, sólo o con alguna fuerza democrática que se propusiera el restablecimiento de las garantías y el fin del gobierno de los conservadores. A finales de año se pactó la alianza.
Esta tuvo un resultado óptimo para el PSOE y la UGT. Las cifras eran ya importantes aunque estaban ya muy lejos de las de otros países pues la diferencia esencial radicaba no tanto en los sindicatos como en la presencia en el Parlamento. Aunque muy levemente el PSOE inició ese camino con la elección de Pablo Iglesias en la lista de la conjunción republicano-socialista de 1910 por Madrid. Esto le convirtió en una figura política nacional, símbolo de la clase obrera. Sus intervenciones en el Parlamento se caracterizaron por la dureza. En 1912 el PSOE celebró el Congreso más importante de su historia, ello que tuvo una representación internacional y presentó un programa general, municipal y agrario.
Hacia 1912 entraron al partido algunos intelectuales. Uno de ellos fue Julián Besteiro, procedente del radicalismo. Otros como Arquistain y Núñez de Arenas se vinculaban a la llamada "Escuela nueva". El 1º tenía una clara posición regeneracionista, pero el 2º supone un levantamiento en el partido de un sector de izquierdas, no sólo intelectual, sino también sindicalista.
La relación entre sindicato y partido variaba de unas zonas a otras. La UGT madrileña era el sindicato predominante que incluía a muchos que no eran socialistas, mientras que en Asturias y Vizcaya, los dirigentes socialistas procedían de sindicatos.
A finales del XIX era posible aún que el PSOE triunfara en Cataluña, pero los errores tácticos impidieron que así sucediera; en Málaga también había estado el PSOE pero desapareció. En cambio, el papel de Madrid en él fue muy grande; los afiliados a la UGT residían en Madrid y en 1908 el porcentaje era de un 58%, En ese año la Casa del Pueblo de la Capital se convirtió en una de las instituciones societarias más importantes.
Pero el eje de la política socialista en la 1a década del S. estaba en Bilbao. Su implantación fue entre los mineros, en su mayoría inmigrantes, como Facundo Perezagua. Hubo entonces una treintena de huelgas de las que 5 fueron generales. El socialismo se alimentó de la acción sindical pero acabó por traducirse en votos. En 1913 fue creado el Sindicato Metalúrgico de Vizcaya. Empezó a haber un acercamiento entre republicanos y socialistas. Representativo de esta 2ª etapa fue sobre todo Indalecio Prieto, autodidacta, que dominó el socialismo vizcaíno tras enfrentarse a Perezagua.
En Asturias mucho más tarde y lentamente el socialismo también acabó por implantarse. Su lentitud fue por: el trabajo en las minas estuvo en manos de quienes pueden ser definidos como trabajadores mixtos porque eran campesinos que cultivaban sus tierras; además, la 1ª implantación del sindicato socialista se logró en Gijón donde luego acabarían triunfando los anarquistas entre los obreros del puerto. En 1902 el PSOE celebró un congreso en Oviedo. Fue Manuel Llaneza un minero que tuvo que emigrar después de una de las grandes huelgas de esa etapa quien creó el Sindicato de Obreros mineros de Asturias con un sindicalismo muy disciplinario y organizado. Era sin duda el más fuete de España y le permitía controlar a la totalidad de los mineros españoles. Con ello, los socialistas antes de la guerra mundial tenían en sus manos o bajo su responsabilidad a 3 sectores de importancia: los tipógrafos (dirigidos por García Quejido), los ferroviarios (por Trifón Gómez) y el de los mineros en Asturias y en Río Tinto.
En la 2ª década del siglo las perspectivas del socialismo parecen mejorar. En Elche existía un sindicato de tendencia republicana, el de los alpargateros que desde 1910 se vinculó al PSOE. Algo parecido en 1912 en Granada y en Cáceres.
LA CULTURA ESPAÑOLA y EL FIN DE SIGLO
Se les denominó a los intelectuales como Generación del 98 pero su influencia, significación y valores se prolongan más allá del período finisecular. Parte de sus temas son de los regeneracionistas, en especial Costa, Unamuno, Azorín. En todos los escritores del período hay un patente nacionalismo regenerador. Hay también algunos temas predilectos como la necesidad de la transformación económica del país. Esta generación representó una ruptura con respecto al pasado. Es la primera que sintió como grupo, con una tarea colectiva que realizar y la 1a que se sintió como intelectual. Desaparece el didactismo realista y la estética del momento se convirtió en el equivalente del simbolismo. Aparecen nuevas editoriales de publicaciones de. difusión muy considerable. Había un público más amplio que el de la 1ª etapa de la Restauración.
Tenían todos ellos unos rasgos comunes en cuanto a aprendizaje y procedencia. Fueron autodidactas y algunos convirtieron el artículo en forma de vida (Azorín, Maeztu). Más que nada todos tienen una actitud crítica respecto a España. Azaña afirmó que la protesta les daba sentido de grupo. Sus incursiones en el terreno de la política práctica fueron efímeras y contradictorias. Baroja, Maeztu, Unamuno. Quizá la única excepción sea Cataluña donde el sentimiento nacionalista creó esa conciencia de tarea colectiva que faltaba en otras latitudes. La generación finisecular fue por tanto individualista y de talante personal liberal. Fueron más liberales que demócratas. Su preocupación era el ser de España. Intimismo, renovación temática y evocación histórica aparecen todos estos autores. El naturalismo triunfó también en el teatro.
LA CRISIS DEL PARLAMENTARISMO. 1914-1923
ESPAÑA y LA 1ª GUERRA MUNDIAL
A partir del desastre del 98, España se convirtió en una potencia de intereses europeos y proyección norteafricana, cuyo centro neurálgico para la política exterior residía en el Estrecho de Gibraltar. El hispanismo alcanzó gran influencia y tuvo una contrapartida peninsular en por ejemplo, Vázquez de Mella, partidario de la constitución de una confederación de Estados Hispanoamericanos. Tuvo también el hispanismo una vertiente liberal que se tradujo en el establecimiento de relaciones culturales más estrechas a uno y otro lado del Atlántico, especialmente con Argentina. Constituyó un fenómeno principalmente cultural sin proyección política concreta.
España fue a partir de entonces una nación europea de 2º rango, cuya importancia principal era su situación estratégica a uno y otro lado del Estrecho. No estaba ligada por ningún tratado a otras potencias por lo que era una potencia aislada en donde los políticos indicaban su propósito de hacerla salir de la situación en que se encontraba. Pero sólo podía lograrse por razones económicas o militares y de ese modo, convertirse en un aliado deseable para las grandes potencias. Su condición mediterránea y sus intereses norteafricanos la ponían por fuerza en contacto con Francia y Gran Bretaña. En 1907 el discurso de la Corona hizo mención de los intereses muy considerables que unen a España con estas 2 naciones, lo que influyó en la determinación del puesto que le hubo de corresponder a España en Marruecos. Los representantes diplomáticos españoles en todo el mundo solían actuar supeditados a estos 2 países.
El papel de Francia y Gran Bretaña en la política exterior española se observa con examinar la repercusión que sobre España tuvo la revolución portuguesa de 1910. Cuando cayó el trono de los Braganza, hubo una evidente hostilidad española respecto al nuevo régimen; sectores carlistas y monárquicos prestaron ayuda a los conspiradores portugueses. Fue la actitud decidida de Canalejas, pero sobre todo la oposición británica la que explica que no tuviera lugar la intervención. En 1913, Alfonso XIII hizo una exploración semejante en Francia con los mismos resultados negativos.
Todo esto contribuyó a fomentar la posición neutralista española cuando estalló la I Guerra Mundial, pero en realidad, el fundamento esencial de la misma residió en 2 factores: el casi exclusivo interés por Marruecos y Gibraltar y la debilidad de la posición española en todos los terrenos.
Somos neutrales porque no podemos ser otra cosa, decía Cambó y la realidad se comprueba con tener en cuenta que la ½ del Ejército español se encontraba en Marruecos. En estas condiciones, la postura de la clase dirigente hay que considerarla como acertada, aunque los intelectuales liberales como Unamuno la calificaran de vergonzosa. Durante ese período, Alfonso XIII tuvo una intervención humanitaria en los países en guerra.
Si el Estado español fue neutral, la sociedad española vivió fuertes tensiones. La influencia francesa era mayor que la alemana cuando estalló la guerra, pero Alemania hizo un gran esfuerzo con inversiones importantes de dinero y enseguida los aliados intentaron contrapesar con otras semejantes. Además, resultaba posible comprar a la prensa.
Los alineamientos ideológicos fueron fundamentales en la adopción de una postura sobre la guerra, aunque muy a menudo se ocultaran bajo la pretensión de servir intereses nacionales objetivos. Para la derecha social y política, Alemania representaba el orden y la autoridad. La prensa conservadora, la mayor parte del Ejército y del Episcopado, fueron germanófilos. Para la izq. en cambio, aliado de Francia e Inglaterra estaba la causa del derecho, la libertad, la razón y el progreso. Con el paso del tiempo, el enfrentamiento entre germanófilos y aliadófilos acabó dando la impresión de que los adversarios de los 2os eran no tanto los alemanes como los españoles que los defendían. En 1915 una liga antigermanófila se presentó como órgano del liberalismo y la democracia; entre los que suscribieron el manifiesto estaban Unamuno, Azaña y Araquistáin. Los intelectuales partidarios de Alemania fueron pocos: Benavente o D'Ors. Incluso a los movimientos obreros llegó el debate. Los socialistas eran partidarios de un neutralismo matizado por la aliadófila; los anarquistas tenían posturas antibelicistas.
La clase política estaba muy afectada por la violenta polémica de la sociedad española. Dato estaba totalmente decidido por la neutralidad y al estallar la guerra ni siquiera situó tropas en la frontera francesa para evitar cualquier tipo de influencia sobre los acontecimientos. Sólo Romanones, entre los políticos de turno hizo declaraciones de aliadófila, aunque no implicaron la beligerancia. Cuando la guerra submarina alemana fue total, empezaron los torpedeamientos de buques españoles y en abril de 1917, las pérdidas en éstos alcanzaban las 100.000 toneladas.
El hundimiento de navíos fue uno de los aspectos más negativos de la guerra mundial para España que tampoco logró una mejora territorial en Marruecos, Gibraltar o Portugal. La neutralidad resultó positiva para España, en especial porque facilitó un importante desarrollo económico, evitó unas tensiones políticas y sociales tan graves como las que padecieron Italia y Portugal y realzaron la posición exterior de España en Europa.
LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS y SOCIALES
Esta etapa tuvo una entidad y una trascendencia fundamental en el desarrollo del capitalismo español. Desde el punto de vista económico supuso un eficaz sistema de protección automática para la producción española y un sistema de primas a la exportación de un país cuya balanza comercial era siempre negativa.
No en todas las ramas de la producción se dio la misma situación. Algunos productos tradicionales de la exportación española sufrieron las circunstancias bélicas de Europa. La exportación de naranjas descendió porque Gran Bretaña, principal importador, restringió su comercio, pero además aparecieron otros competidores como Palestina y Sudáfrica. También la exportación de corcho, la industria de la construcción y la minería (excepto la hulla) vieron mal su situación; el transporte ferroviario padeció graves estrangulamientos. Pero todos estos casos fueron excepcionales en una coyuntura enormemente satisfactoria. Esto se observa viendo que la balanza comercial que tenía un saldo negativo de 100-200 millones de Pta anuales, pasó a tenerlo positivo por valor de unos 200-500. Lo que había sucedido era, que productos que se exportaban anteriormente habían visto estimulada la demanda en los países en guerra o que otros que nunca pudieron tener un mercado exterior, ahora lo tenían gracias a la renta de situaciones que a España le proporcionó su neutralidad.
Caso muy característico de mejora fue el de la minería hullera asturiana aunque los beneficiarios fueron sobre todo los capitalistas. Algo parecido sucedió con la siderurgia vasca que vio multiplicar por 14 sus cifras de negocios. La industria química pesada se vio favorecida por la dificultad del comercio con Alemania. Otra industria rentable en esos momentos fue la naviera. Aumentó la demanda mundial y las dificultades creadas por el bloqueo alemán tuvieron como resultado un gran aumento de las navieras. Los precios de los transportes marítimos se septuplicaron en algunos casos. El valor de los tejidos de lana exportados por la industria textil catalana, fue 20 veces mayor que antes de la guerra. En general, hay que decir que la economía se vio muy estimulada durante la I Guerra Mundial.
Lo que podía preverse es que esto sería pasajero como sucedió en las minas asturianas y en las navieras. Sin embargo la siderurgia vasca aprovechó la situación para lograr una importante modernización; en cambio en Cataluña la industria textil no lo hizo, aunque se electrificara. Así, cuando acabó la guerra, se plantea una grave crisis. Esta, favoreció la intervención estatal demandada e incluso exigida desde los distintos sectores de la producción. La ley de protección de industrias nuevas y de fomento de las existentes, de marzo de 1917, proporcionó exenciones tributarias y primas a la exportación; más tarde, disposiciones más sectoriales supusieron la ordenación y nacionalización de las industrias relacionadas con la defensa nacional.
Desde 1921 se empezó a plantear la necesidad de una revisión arancelaria a la que se llegaría en Feb de 1922, siendo Cambó ministro de Hacienda. El arancel estableció una barrera más dura para las importaciones extranjeras. Las trabas económicas a la importación fueron tan duras que hubo de recurrirse a una Ley de autorización arancelarias que permitieran la disminución del arancel para poder firmar tratados comerciales con otras naciones.
Pero hay 2 aspectos que demuestran que la economía nacional se había situado en un nuevo plano, superior y más moderno. Antes de que se produjera la intervención estatal exigida por los industriales, se había producido una auténtica nacionalización, aunque parcial, de la industria y las finanzas españolas; la totalidad de la Deuda del Estado de más de 4.500 millones, pasó a manos españolas y sucedió lo mismo con la mitad de los valores industriales. Aunque el cambio más decisivo fue la modificación del centro de gravedad de la Banca española, su progreso en todos los terrenos y su papel creciente como financiadora de la industria nacional.
A principios de siglo aún el capital de la banca catalana era el triple que el de la banca vasca. La crisis del B, de Barcelona en 1920 supuso el principio del fin de su relevancia. La Ley de Ordenación de 1921 preveía la obligación de un capital y un interés mínimo, así como sanciones en caso de incumplimiento y una ley de suspensión de pagos aprobada en 1921.
En un principio la guerra mundial supuso un estancamiento del negocio bancario que además tenía la competencia de la banca exterior. Pronto la situación cambió: en 1916-1920 el n° de bancos se duplicó. Desde ese momento, la banca española desempeñó un papel creciente y decisivo en la industria.
Pero aunque no se redujo la producción de alimentos, la guerra mundial provocó en España un súbito encarecimiento de los productos de 18 necesidad, que pudieron subir durante la guerra algo más de un 15%, que llegaría a un 20% en las pequeñas poblaciones. Los salarios crecieron también en parte por la presión sindical y en parte por la propia bonanza económica, pero variaban mucho según las profesiones; en cualquier caso, parecen haber ido por detrás de los precios en muchos momentos. De lo que no cabe duda es de la aparición de tensiones sociales e incluso motines, por las dificultades de encontrar lo que entonces se denominaban subsistencias.
ALTERNATIVAS DE LA POLÍTICA INTERNA (1913-1921)
Después de las negativas de Maura a volver al poder turnándose con los liberales, en octubre de 1913 lo hicieron los conservadores presididos por Eduardo Dato que de 1907 a 1909 había estado en 28 fila de su partido, probablemente descontento con la gestión de Maura y De la Cierva. Azorín decía de él que todo es discreto en el Sr. Dato. Era más conservador que algunos jóvenes mauristas y uno de sus rasgos característicos era la ductilidad en el trato y ante las circunstancias.
El dirigente principal del partido liberal era el Conde de Romanones, político hábil, poco respetuoso con la ideología, listo y preocupado sobre todo por engañar al adversario.
La 18 etapa de la guerra transcurrió durante el Gobierno de Dato que duró hasta diciembre de 1915. En este tiempo se creó el Mo de Trabajo y una vez estallada la guerra se concentró principalmente en el mantenimiento de la neutralidad española. Con ese propósito procuró eludir lo más posible el Parlamento, lo cual le fue reprochado por los mauristas. Maura prometió mantener una actitud de apoyo al Gobierno, pero eso duró poco y no tuvo reparos en atacarlo. El maurismo era germanófilo en su propaganda, para conectar con la extrema derecha. Pero desde el principio fue contradictorio en sus propósitos, aunque en Madrid consiguieron un apoyo efectivo entre las masas de derechas.
En diciembre, mediante un decreto con el que se trataba de la discusión en las Cortes, se produjo la aprobación de las Mancomunidades provinciales. Dato pretendía evitar conflictos en tiempo de guerra y las Mancomunidades desempeñaron un papel político importante, consiguiendo satisfacer las demandas catalanas. La guerra mundial trajo como consecuencia que las reivindicaciones catalanistas aumentaran, solicitando un puerto franco para Barcelona, que Dato no estaba dispuesto a conceder porque hubiera despertado protestas en otras regiones.
Aparte de los liberales, Dato no tenía el apoyo total de los conservadores y sus intentos por atraerse el maurismo fracasaron y lo mismo ocurrió con De la Cierva que se indignaba ante las afirmaciones de Dato cuando decía que Pablo Iglesias era honrado. La crisis gubernamental se produjo por la concordancia de todas las oposiciones en la demanda de un programa legislativo de medidas económicas.
2ª etapa: Romanones sucedió a Dato como si el sistema de la Restauración continuara vigente. Además, la forma de llevar a cabo las elecciones era igual que antes: por ello las de abril de 1916 proporcionaron la mayoría al Gobierno. Sin embargo, ahora estaban los partidos divididos en clientelas muy fragmentadas y era cada ve más difícil la composición de las mayorías gubernamentales y del propio Gabinete.
Ante la opinión liberal y ante el Parlamento, pronto destacó uno de los jefes de fila liberales: Santiago Alba que como casi todos los políticos del momento había estado vinculado al regeneracionismo finisecular por su talento, su preparación y su programa, que incluía un acercamiento a la izquierda extradinástica, y parecía destinado a ser el heredero de Canalejas. El contenido de las reformas económicas que propuso como gestor del Mº de Hacienda era un programa articulado de medidas que iban desde la reforma fiscal a la promoción del desarrollo industrial dedicados a programas de contenido regeneracionista como los riegos, las comunicaciones o la instrucción pública. Una pieza imprescindible del mismo estaba constituida por un impuesto a los beneficios extraordinarios obtenidos en el período de la guerra. El proyecto no se hizo realidad por la oposición total de los sectores conservadores del país, incluidos los catalanistas de Cambó.
Cambó decía que un Estado que se había negado a plantear y menos a resolver los problemas económicos que la guerra mundial había revelado, no tenía derecho a pedir sacrificios a los que se habían beneficiado de ella: Sus razones eran porque dicha contribución caía sobre todo en industriales y comerciantes mIentras que las medidas de desarrollo favorecían a las zonas del interior y entre ellas a las del cacicato de Alba. Además, los proyectos de Alba no contaron con el apoyo de Romanones. A éste le preocupaban otros sucesos, sobre todo de política exterior.
A Romanones le sucedió en el poder García Prieto y durante su mandato quedó planteada la cuestión social y a ella se sumó la de las Juntas Militares de Defensa, que en un principio fueron toleradas pero Romanones después ordenó su disolución que no se llevó a cabo. Gobernando García Prieto, ordenó de nuevo la disolución de las Juntas y la detención de sus miembros. La reacción de los militares junteros fue decidida y acabó en victoria; la mayoría de las guarniciones llegaron a imponerse al Gobierno. Como García Prieto no quiso admitirlas, tuvo que dimitir. Una vez más, el Ejército hacía patente su presencia en el escenario público español y una vez más también los liberales se mostraron incapaces de enfrentarse con él. De ese modo, volvió Eduardo Dato al poder.
Sucesos de agosto de 1917
La protesta sindical y social experimentó un cambio a partir de 1910 sobre todo desde que estalló la 1ª Guerra Mundial. La nueva generación de dirigentes controlaba de manera estricta y manifiesta el aparato sindical del partido. Las nuevas perspectivas en que se encontraban los movimientos obreros contribuyen a explicar el aumento de la agitación social que tuvo inmediata trascendencia en el terreno político. El incremento de los precios era paralelo a la agitación social puesto que si la subida fue moderada hasta 1916, a partir de esa fecha empezó a ascender y aumentó la distancia con respecto a los salarios.
En julio de 1916 se celebró una reunión conjunta CNT-UGT en Zaragoza y en diciembre de ese año se decretó una huelga. En marzo de 1917 CNT y UGT redactaron un manifiesto conjunto en que amenazaban con una huelga general caso de no resolverse el problema de las subsistencias.
Aunque este problema era grave, lo era aún más el de la situación militar. Hay que decir que gracias al papel atribuido por la Constitución al rey, así como a la especie de turno den el de la Guerra, de los generales más prestigiosos, se evitó la directa intervención del Ejército en la política.
En 1914 el Ejército español necesitaba una reforma urgente, como después de 1898. Una oficialidad, que suponía del orden del 60% de los presupuestos militares, tenían como consecuencia la ausencia de material así como de tropas convenientemente preparadas. El impacto de la subida de precios fue un agravante para una profesión tan mal pagada.
Cuando estalló la guerra mundial, los ministros de la Guerra sucesivos trataron de promover reformas que amortizando las plazas de oficiales, permitieran sostener a un Ejército más numeroso. De este intento derivará una protesta organizada en la guarnición de Barcelona. La Junta de Defensa barcelonesa protestaba contra el favoritismo y contra la deficiente situación económica de los oficiales. El comienzo de la protesta juntera se produjo en otoño de 1916 pero alcanzó su cénit en el verano siguiente cuando se intentaron realizar unos ejercicios prácticos imprescindibles, para conseguir el ascenso en el seno de la oficialidad. Los capitanes generales de Barcelona actuaron como representantes del poder central y como emisarios de las Juntas, mientras que el rey, después de propiciar la disolución de las mismas, acabó teniendo con: tactos con ellas por una persona interpuesta.
En junio de 1917 los militares junteros habían demostrado que no cedían ante el Gobierno Central para disolverlos. Daba la sensación de que lo que buscaban era fundamentalmente una renovación política. Para resolver la situación, Alfonso XIII recurrió al procedimiento de un cambio del partido en el poder. Eduardo Dato ascendió al poder con un partido conservador y pareció aceptar el reglamento de las Juntas de Defensa aunque con el probable propósito de ir sometiéndolas poco a poco gracias a la labor del nuevo ministro de la Guerra, el general Primo de Rivera.
La forma en que el nuevo gobierno trató la situación, le hizo fracasar, al estar el país en plena protesta social y ante el espectáculo de la guerra mundial, la protesta militar creó unas esperanzas de renovación política que con la actitud de Dato se veían decepcionadas.
Como el gobierno había suspendido las garantías constitucionales y no quería reunir a las Cortes, Cambó organizó una Asamblea de parlamentarios en Barcelona para desde ella, inducir al poder a que aceptara la reforma. Él confiaba en meterse en el bolsillo a las izquierdas induciéndolas a la moderación, pero necesitaba para ello a Maura, que permanecía en la inacción. Así que de esa manera, el maurismo después de haber protestado contra el sistema, hacía imposible una renovación. A la Asamblea sólo asistieron 71 de los 760 parlamentarios que representaban a una parte limitada de la política nacional: el reformismo, el republicanismo, los socialistas y los diputados catalanes. Dato se limitó a disolver la reunión con una simbólica detención de los participantes en ella. La Asamblea de parlamentarios demostró que la protesta era heterogénea.
Pero la mayor demostración de heterogeneidad se dio entre la protesta social y la política. El partido socialista aparecía identificado con un programa parecido al de la Asamblea, pero al mismo tiempo identificado con el otro movimiento sindical, la CNT desde meses antes. Largo Caballero visitó Barcelona con el objeto de evitar que los anarquistas se lanzaran a una inmediata actividad revolucionaria. En Valencia también había un conflicto social entre los ferroviarios, donde el 9 de agosto su sindicato decidió ir a la huelga (aunque por la mayoría de 1 voto) y la totalidad del sindicato socialista se lanzó a una huelga en la que fue acompañado por la CNT. Así sucedieron los sucesos revolucionarios de los días 10 a 13 de Agosto, cuyo protagonismo principal fue socialista.
La huelga de agosto dio lugar a graves incidentes sobre todo en Asturias, donde las cifras oficiales contaron 80 muertos y unos 2000 detenidos. De estos sucesos de 1917 podemos observar que el sistema de la Restauración supo ser liberal y moderado ante circunstancias revolucionarias como las que sucedieron. Dato y Maura evitaron una posible represión indiscriminada por parte de los militares en contra de los dirigentes de la huelga. El Ejército, los parlamentarios y los sindicatos no tenían unos mínimos objetivos comunes en el momento de la protesta; la confusión del primero y la vía violenta de los últimos, hicieron imposible los intentos reformistas de los segundos.
De momento se pudo pensar que el Gobierno de Dato había sido el que triunfó en agosto, pero las Juntas Militares de Defensa se dieron cuenta de que al pasar de su vertiente regeneradora a la represiva, habían perdido el apoyo popular que tenían.
Primeros Gobiernos de concentración (1917-1919)
En la formación del nuevo gobierno, por 1 a vez desde 1909 se le ofreció el poder a Maura que tuvo un representante en el gabinete. Esto supuso el ensayo de una fórmula de concentración y los elementos más decisivos en ella fueron, por un lado los catalanistas que habían sido los responsables de la convocatoria de la Asamblea de Parlamentarios y por otro, De la Cierva, que se convirtió en representante de las Juntas de Defensa.
El que el regionalismo estuviera representado en el Gobierno significaba la desunión de quienes habían colaborado en la Asamblea, pero por importante que fuera la presencia del catalanismo en el poder, el protagonista esencial en el Gobierno fue De la Cierva y su presencia en el de la Guerra no resolvió el problema de las Juntas, sino que lo agravó. Estas, al transmitir a De la Cierva un poder que ellas no sabían ejercer, contribuyeron a aumentar el caos. La reforma militar que patrocinó no reformó nada y además confirmó los males del ejército; en vez de disminuir las plantillas de la oficialidad, las reformas las aumentaron. De la Cierva quiso conseguir que sus reformas fueran impuestas por decreto, lo que constituyó uno de los factores que explican la definitiva crisis del Gobierno. Además, pretendió también militarizar al personal de Correos, cuando éste quiso actuar de forma semejante a como lo hicieron las Juntas.
La crisis del gobierno de García Prieto en marzo de 1918 fue aún peor. Ante la amenaza de la abdicación real y gracias a Romanones, se consiguió la creación de un Gobierno Nacional en el que aparecían las figuras más importantes de la política española de la época, desde Maura a Dato, pasando por Cambó y Alba, Romanones y García Prieto.
Este Gobierno Nacional duró 9 meses y consiguió sortear los peligros que rondaban a la neutralidad española, pero el programa se llevó de forma muy limitada. Una de las principales preocupaciones del Gabinete fue lograr recursos económicos para financiar las reformas militares, pero sus medidas eran insuficientes. Otras de las que aprobaron fueron positivas, pero muy limitadas: la nueva Ley de funcionarios que facilitó la profesionalización de la admón. y el reglamento de la cámara acortó los debates y creó las comisiones legislativas.
La crisis del Gobierno Nacional se produjo como consecuencia de la actitud de Santiago Alba. En teoría éste estaba dolido de la no aprobación de la Ley sobre enseñanza primaria, pero en realidad existía una pugna entre sus propuestas y las de Cambó. Alba intentó un acercamiento al grupo político que lideraba la Izquierda liberal, el republicanismo. Este intento no fraguó.
Tras la crisis gubernamental, fue de nuevo García Prieto el encargado de ocupar el poder; su programa pretendía ser una renovación del liberalismo español, incluyendo la concesión de la autonomía universitaria y la abolición de la Ley de Jurisdicciones. Se enfrentó casi enseguida con el problema catalanista, pero fue incapaz de resolverlo. En Noviembre de 1918 la Lliga empezó su campaña en pro de la autonomía integral, Se redactaron unas bases autonómicas que se entregaron al Gobierno.
A García Prieto le sustituyó Romanones, el político liberal mejor dispuesto a satisfacer las peticiones catalanistas. La formación de su Gobierno fue muy complicada. Tuvo que conformarse con tener sólo el apoyo de su grupo, por lo que iba a durar poco (de dic de 1918 a abril de 1919) y fue un Gobierno de excelente gestión. A fines de 1918 la cuestión catalana fue planteada en las Cortes. Cambó encontró un ambiente poco propicio. Alcalá Zamora acusó a Cambó de perseguir propósitos como el de la hegemonía en España y la independencia de Cataluña. El gobierno formó una comisión que presentó a las Cortes un proyecto de Ley que trataba a la vez de la autonomía municipal y la catalana. Los catalanistas redactaron un Estatuto de autonomía bastante amplio y pretendieron que se aprobara amenazando con empezar un movimiento de protesta y desobediencia civil.
Surgió otro problema que hizo desaparecer al catalán 1er plano de la política nacional. La protesta social en Barcelona. La aparición de la agitación barcelonesa resultó tan grave para Romanones como para Cambó. Ello había conseguido sortear el problema catalán pero no pudo con el social y dimitió cuando las autoridades militares barcelonesas desautorizaron a las civiles.
Anarquismo en Barcelona y agitación campesina en Andalucía
Como en toda Europa, los años de la posguerra fueron también en España de grave crisis. La agitación social tuvo como resultado, igual que en otras partes, un aumento de la influencia de los sindicatos. En 1919 se perdieron, según la estadística oficial, más de 4 millones de jornadas de trabajo con las huelgas. La constitución definitiva de un importante sindicalismo de procedencia y significado anarquista, ahora alcanzó la plenitud de su desarrollo adquiriendo gran superioridad respecto del resto del sindicalismo.
Gran importancia tuvo el Congreso de Sans, celebrado por la CNT e el verano de 1918. Los anarquistas veían en el sindicalismo algo que carecía de sentido si no se dedicaba total y exclusivamente a ese propósito revolucionario. Hubo en él cuestiones organizativas. El Congreso se decantó por la acción directa, fórmula que según su patrocinador Ángel Pestaña, no era el empleo de la violencia, sino que las relaciones entre patronos y obreros se llevarían sin intermediarios. Otro aspecto importante del Congreso era el repudio de la acción política.
Significó este Congreso también un evidente progreso de organización; establecieron una cuota de afiliación y la conversión de Solidaridad Obrera en órgano de expresión de la CNT y sobre todo, la aparición de una nueva dirección del sindicalismo de esta significación. Parecía haber orientado a la CNT a una fórmula que bien hubiera podido acabar en el sindicalismo, pero no fue así porque el anarquismo tenía y mantuvo una fuerza superior que hizo que el sindicalismo no sólo no perdiera su componente revolucionario, sino que además fuera un anarcosindicalismo.
Se incrementó enormemente la afiliación a la CNT sobre todo en Cataluña, en un contexto de agitación social creciente. En Barcelona su auge tuvo lugar con la huelga de La Canadiense en marzo de 1919, una empresa eléctrica. Duró 44 días y supuso la paralización del 70% de la industria local finalmente los sindicatos consiguieron una victoria pacífica y prácticamente total en sus reivindicaciones.
La agitación también prendió en Andalucía donde los años 1918-1920 se denominaron como trienio bolchevique. El estallido de unas reivindicaciones que hicieron pensar a los propietarios en la inminencia de una conmoción del orden social, cuyos protagonistas fueron también anarquistas. Se produjo una rebelión campesina y no fueron solo las noticias rusas las que conmovieron a esos campesinos, sino sus propias condiciones de trabajo. Durante algunos meses, el triunfo de los huelguistas fue repetido y total; luego comenzaron a producirse huelgas poco justificadas y la consecuencia inevitable fue que unos sindicatos que habían tenido durante unos meses muchos afiliados, se desvanecieron rápidamente.
El Congreso que celebró la CNT en 1919 en el Teatro de la Comedia de Madrid fue testimonio de la creciente radicalización del movimiento sindicalista, convertido en puro anarcosindicalismo. La CNT se adhirió a la revolución rusa y a la Internación Comunista. Estos antecedentes contribuyeron a explicar la degeneración de la lucha sindical en puro terrorismo en Barcelona. Había además factores locales. No había una policía capaz de enfrentarse con el desorden público, defectuosa en su profesionalidad y fácil para la corrupción, cuando no a la utilización de procedimientos semejantes a los del terrorismo tampoco la Administración Judicial estuvo en condiciones de ser un instrumento eficaz ni imparcial contra él.
Alrededor de 1917 hubo también bandas armadas patronales aunque los atentados que produjeron fueron después y poco numerosos. Esto no quiere decir que todos los sindicatos apoyaran el terrorismo, pero estos procedimientos habituales fueron una mezcla entre la aspereza de la lucha social, la tolerancia de la dirección sindicalista y la existencia de personas dispuestas a ofrecerse para cometer los atentados que fueron pensados y ejecutados por grupos de jóvenes que tenían poco de sindicalistas y que eran más bien anarquistas actuando con grupos de afinidad: Durruti dirigía uno de ellos, y García Oliver era el jefe de otro.
El resultado de la agitación social desembocando en terrorismo convirtió a Barcelona en escenario de una batalla campal. El peor momento fue durante los años 1910 Y 1921 en que hubo como 300 atentados. La violencia jugó un papel más importante en Bilbao donde tenían una preponderancia los comunistas, y en Zaragoza. En Barcelona padecieron la violencia política y social, patronos y abogados de sindicalistas, pero sobre todo obreros; más que de una lucha entre patronos y obreros se trató de un enfrentamiento violento entre 2 sindicatos desde 1921 fue perfeccionándose y empeorando la situación aparecieron los atracos que convirtieron la violencia en un negocio y ya en 1923 el pistolerismo se había profesionalizado hasta tal extremo que la ½ de los atentados tenían víctimas mortales.
Las primeras amenazas revolucionarias hicieron que se creara el Somatén, una especie de milicia cívica, armada con fusiles, que llegó a tener 65.000 afiliados en Cataluña y que representaba el orden social. Era burguesa y conservadora pero situada bajo el control de la autoridad militar, no tuvo parecido alguno con las bandas fascistas.
Fue el Estado fundamentalmente quien se enfrentó al terrorismo, de una manera que resultaba muy criticable. Usó una política de dureza y brutalidad y no resolvió el problema, pero tampoco lo hizo la política más templada, seguida desde 1922; aunque entonces hubo menos violencia, se sumaba a la preexistente. Durante la 1ª posguerra mundial hubo importantes medidas reformistas en el terreno social, como la creación del Mº de Trabajo (1920) o la Ley de Accidentes de Trabajo en 1922. Gran parte de estas medidas fueron auspiciadas por Eduardo Dato que murió en 1921 en un atentado que según parece fue consentido por los dirigentes de la CNT y financiado por las cajas sindicales.
Tras decidir no pactar con la UGT en 1920, la CNT lo hizo con un criterio defensivo que no fraguó, al negarse la 2ª central sindical a ir a la huelga cuando se produjo el asesinato de Layret, en noviembre de ese año. También fue preciso rectificar la actitud de identificación con la Internacional Comunista. Nin y Maurin fueron los principales dirigentes de la CNT durante el año 1921 y los que la mantuvieron vinculada al comunismo. En 1922 cambió la situación con la salida de los dirigentes sindicales de las cárceles. En junio de 1922 el Congreso de Zaragoza no sólo supuso la ruptura con el comunismo, sino también la adopción de una línea que volvía a ser más sindicalista que anarquista y que patrocinó Salvador Seguí, y a comienzos de 1923 el propio Seguí fue asesinado, quizá por ellos mismos. A la altura de Septiembre de ese año, sus sindicatos tenían ya poca fuerza.
Evolución del Socialismo v nacimiento del comunismo
El sindicalismo y el partido socialista experimentaron un fuerte crecimiento después de la I Guerra M. El PSOE pasa de una aliadofilita latente a otra radical que consideraba criminales a las potencias centrales, favorecía la intervención norteamericana en el conflicto y afirmaba que, en puro idealismo, el partido debía ser intervencionista. Esta postura chocó decididamente con la del anarquismo que se manifestó contrario a los dos beligerantes.
En los años de la posguerra el socialismo vio acrecentarse sus efectivos en todos los frentes. En 1920 el PSOE tenía ya una influencia en algunas ciudades como en Madrid. En la 1ª posguerra el n° de afiliados al PSOE llegó a superar los 50000. cuadruplicando su número, mientras que los de UGT rondaron los 250.000. La mayoría procedían de Andalucía, Extremadura y Levante, en el mundo rural. En estas condiciones se explica que el PSOE comenzara a preocuparse de la política agraria. En el PSOE hubo una mayor receptividad hacia el comunismo que en la UGT.
Lo que se ha denominado como “pablismo” era el resultado de un partido que sentía la obligación de seguir mostrándose revolucionario, pero cuya praxis era de hecho reformista. El impacto de la revolución soviética en España se explica en un primer. momento por la actitud del PSOE que era aliadófila y recibió con muchas reticencias la noticia de los sucedido en Rusia. En cambio, la 1ª recepción de los acontecimiento en medios anarquistas fue mucho más positiva. Sin embargo, la agitación social de la posguerra y el revolucionarismo teórico de los socialistas les llevaron a saludar con entusiasmo la victoria de los bolcheviques, que parecía que iban a triunfar. En diciembre de 1919 trató de la posible afiliación a la III Internacional, un primer Congreso del PSOE. Por vez la se conseguía la ruptura de la conjunción republicano-socialista. No cabe duda de que si hubiera un referéndum sobre la revolución rusa, el triunfo abrumador hubiera sido a la postura favorable.
La moción triunfante fue redactada por personas tan diferentes como De los Ríos y Acevedo y suponía la autonomía táctica del PSOE que además revisaría las doctrinas de la III Internacional en sus Congresos. Significativo fue también que la UGT se pronunciara, de la mano de Largo Caballero, en sentido favorable a la permanencia en la II Internacional.
En estos momentos ya existía en España un pequeño partido comunista. Lenin no tenía ningún interés especial en España, lo que explica que cuando apareció en España un emisario de la III Internacional, Borodín, en enero de 1920, lo hiciera por casualidad y tan sólo durante 2 semanas. La característica de este 1er partido comunista fue una actitud ultraizquierdista y antiparlamentaria una voluntad de actuar como grupo de presión sobre los sindicatos obreros y una imposibilidad efectiva de hacerlo.
En las 1as semanas de 1921, tres delegaciones de dirigentes sindicalistas españoles se dirigieron a Moscú para entrevistarse con los responsables de la Internacional comunista. Lo ya decidido por el PSOE era una adhesión con condiciones al nuevo internacionalismo comunista. Ya en Berlín descubrieron las 21 condiciones impuestas por Lenin, entre las que figuraba la sumisión sin réplica a las directrices de Moscú y el rechazo de la legalidad burguesa. En España cuando se conocieron las condiciones, las repudiaron. La cuestión no estaba resuelta. Sólo el hecho de que los dirigentes más importantes del PSOE se lanzasen en contra de la opción comunista, explica la derrota de ésta. En definitiva, el PSOE aun declarándose partidario de la revolución rusa, se negó a ingresar en la III Internacional.
El PSOE salió de ella decepcionado y dividido. En este último Congreso sólo estuvo representada ¼ parte de los afiliados y además hubo una nueva escisión: inmediatamente se formó el Partido Comunista Obrero Español (PCOE). A finales de 1921 se fusionaron las 2 organizaciones a base de n directorio formado por 6 miembros del PCOE y 9 del PC, pero la unión definitiva fue en Marzo de 1922.
La estrategia que siguieron los dirigentes del movimiento fue radical y subversiva sobre todo tras el desastre de Annual y pervivió la duplicidad de procedencias de los militantes que tuvo como consecuencia el faccionalismo. A fines de 1922 los comunistas cuyo empleo de la violencia era habitual, fueron acusados de provocar una muerte en el Congreso de la UGT y perdieron la posibilidad de tener una influencia importante en el terreno sindical. En 1927 España tenía un PCE poco unido y muy sectario (500 militantes). Para el Komintern, España no fue tan importante porque estaba lejana y poco podía influir en los acontecimientos mundiales; el comunismo español tardó en nacer yeso minó sus posibilidades.
Papel social y político del catolicismo
En torno a la 2ª década del XX habían ido apareciendo los gérmenes de un sindicalismo de inspiración católica. El jesuita P. Palau era el principal patrocinador de la Acción Social Popular. No era una a política o sindical, sino religiosa, pero podía haberse convertido en lo uno y lo otro. La caracterizó una modernidad en los tiempos propagandísticos y de prensa. La obra de Palau desapareció en 1916 por una creciente prevención en los medios vaticanos contra el supuesto modernismo en el terreno social y político de parte de las obras sociales inspiradas por la Compañía de Jesús. La paralización de su actividad arruinó los posibles reductos de movilización del catolicismo español.
Más cercanas al sindicalismo independiente de los patronos fueron las asociaciones inspiradas por los dominicos Gerard y Gafo y por el canónigo asturiano Alboleya que repudiaba una civilización no cristiana desde presupuestos tradicionalistas, pero que entendía el sindicato como una institución de mejora social. Fue retirado de la acción social. Había fundado en Asturias una Casa del Pueblo y un Sindicato Obrero Independiente y lamentaba que todavía hubiera círculos católicos cuyos locales pagaban las propias empresas.
En 1915 se reunió en Valladolid una asamblea de los que hasta entonces habían desempeñado un papel importante en la acción social católica y se redactaron las bases para una unión. El Primado, Cardenal Guisasola pareció apoyar el proyecto y publicó una pastoral titulada Justicia y Caridad en la que se defendía el sindicalismo puro y la huelga. A fines de 1916 se produjo un colapso de las iniciativas unitarias y se consideraron como peligrosos los sectores más avanzados.
Surge una guerra entre órdenes religiosas pues el sector más propiamente sindicalista logró apoyos entre dominicos y agustinos, mientras que el "comillismo" lo tuvo entre los jesuitas. En 1919 surgió el grupo denominado de la Democracia Cristiana que agrupaba a todos los pensadores y propagandistas. La más importante de las iniciativas en el campo social católico, fue la del sindicalismo agrario. Se intentó en 1912 durante una asamblea en Palencia con la presencia de Herrera, para crear entidades de mayor amplitud que las provinciales. En 1917 se fundó la Conferencia Nacional Católica Agraria (CONCA) que en 1920 se atribuía 600000 afiliados, cifra superior a la de UGT y sólo comparable a la de la CNT. Los sindicatos católicos agrarios proporcionaban servicios crediticio s, cooperativas, asesoramiento técnico y apoyo a través de la creación de fábricas de harina. El sindicalismo católico tenía distinta significación según las zonas geográficas. En Castilla la Vieja, la Rioja, Aragón y parte de Levante tuvo un arraigo muy importante que luego serían votos para la derecha católica durante los años 30 en Andalucía el sindicalismo agrario fue ficticio y sólo reaccionaba frente al peligro revolucionario.
El aspecto peor del sindicalismo católico durante esta época fue su incapacidad para lograr la unidad en otros terrenos que no fueran el agrario.
El Sindicato Libre barcelonés, de procedencia católica no fue confesional ni dirigido por eclesiásticos y mantuvo una posición inaceptable, respecto de la violencia en contra de la CNT. En la lucha sindical, finalmente, el Libre consiguió por la violencia atraerse a parte importante de la clase obrera barcelonesa. Sin embargo, cuando desapareció el apoyo del Gobierno, se desvaneció en buena medida la influencia del Libre. Al emplear la violencia rompió con la tradición del sindicalismo católico.
El turno de los conservadores
Los conservadores fueron los que presidieron la política española entre 1919 y 1921. Desde abril de 1919 a julio en el poder estuvo: Maura, con un gabinete compuesto por sus seguidores y con una significación derechista muy acentuada. La prensa maurista comenzó a hablar de una dictadura que repitiera la hazaña de Pavía, mientras que en Cataluña y el País Vasco los mauristas se caracterizaron por su oposición al autonomismo y en Castilla representaban el españolismo centralista.
La situación empeoró con las elecciones pues se celebraron con las garantías constitucionales suspendidas y Maura conocía las condiciones en que se realizaban. En ellas Goicoechea como Mº de Gobernación y De la Cierva que le ayudó, emplearon unos procedimientos poco correctos para crear una mayoría o por lo menos una buena situación para su jefe político que quitara cualquier sentido a un gobierno de significado derechista que no fuera presidido por él mismo. A pesar de que en ese conservadurismo había quienes se oponían a Maura, Dato acabó aceptando la colaboración con su antiguo jefe político durante la campaña electoral.
La forma de realizarse las elecciones afectó gravemente la imagen de Maura. Este no perdió la ocasión de mostrarse cercano a la actitud más autoritaria, mientras que sus propósitos regeneracionistas democráticos y sociales no quedaban más que en pura declaración sin contenido real.
A Maura le sustituyó J. Sánchez de Toca (lo lógico sería que hubiese sido Dato, pero se le consideraba muy condescendiente respeto a Maura), quien ejerció la presidencia desde julio hasta finales de año. Este se caracterizaba por su poca simpatía hacia Maura y por su vinculación con la tradición liberal-conservadora derivada de Cánovas del Castillo. Su política respecto a los problemas creados por el terrorismo en Barcelona eludió decantarse hacia soluciones drásticas. A ello ayudó la presencia en el Mº de la Gobierno de Manuel Burgos y Mazo. De la Cierva se decantó en contra del gobierno de Sánchez de Toca. Una situación gubernamental como la presidida por S. de Toca era difícilmente perdurable y en efecto, fue reemplazado a fines de año.
Surgió la crisis y de nuevo el gobierno estuvo presidido por un maurista, Allede-Salazar que era un personaje probo y falto de aspiraciones muy propio para un gobierno de transición. Su gobierno fue lo suficientemente ambiguo en su composición como para seguir políticas relativamente contradictorias en lo que era problema principal del momento: el terrorismo anarquista en Barcelona.
En mayo de 1920, tras un largo paréntesis de casi un año ascendió al mando Eduardo Dato, dirigente conservador. Su gobierno sufría presiones por parte de quienes juzgaban que era posible lanzarse a una política más drástica. Acabó por tolerar que una política de las características citadas se llevara a cabo y en Noviembre de 1920 se hizo cargo del gobierno civil barcelonés el general Martínez Anido que llevó a cabo una simple política que contó con el apoyo entusiasta de una parte de la derecha española. Se trataba de dar la batalla al sindicalismo anarquista. Su pretendida solución fue una de las peores que pudieron imaginarse en ese momento.
En diciembre de 1920 se habían celebrado elecciones. Dato fue asesinado en marzo de 1921 y a partir de ese momento la política española pareció hundirse con los interinatos sucesivos: tras un breve paréntesis presidido por Bugallal, subió al poder Allende Salazar que presidió el gobierno hasta agosto de 1921, momento en que entró Marruecos en la política española.
EL PROBLEMA DE MARRUECOS HASTA 1919
Después de 1898 la acción colonial española quedó reducida al continente africano. Por el tratado de 1900 la presencia española en Guinea quedó en menos de 1/10 parte de lo que debía haber correspondido a nuestro país y a la ½ de lo que los expedicionarios españoles habían explorado; también en Río de Oro sucedió algo parecido. A Ceuta y Melilla había que mejorarles su situación estratégica respecto de los indígenas, con operaciones militares.
Desde 1898 el eje de la política exterior de España estuvo centrado en su presencia a uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar, importante vía de comunicaciones comercial y centro estratégico y vital. Había potencias que tenían interés en Marruecos, con las que España debía tratar. Gran Bretaña estaba sólidamente establecida en Gibraltar y se dedicaba a proteger sus intereses comerciales e interesada en que a ambos lados del Estrecho hubiera un poder débil, sobre todo en Tánger; por eso siempre prefirió a España antes que a Francia, que fue la gran competidora de nuestro país en la zona, obteniendo finalmente las partes más ricas del protectorado. Como España no tenía peso propio en la política internacional, muy a menudo se vio obligada a aceptar los acuerdos impuestos por Francia, una vez que ésta hubo pactado con el resto de las grandes potencias.
Además de Gran Bretaña, Alemania también tenía intereses en la zona. Marruecos a comienzos de siglo estaba en plena descomposición política, dividido en 2 zonas: una, Blad el Maizen, territorio controlado por las autoridades dependientes del Sultán, y Blad el Siba, comarcas que llevaban una vida autónoma e independiente. Esta situación explica que Francia y España mantuvieran desde 1902 contactos diplomáticos para delimitar las respectivas áreas de influencia en el N. de África. Francia propuso un tratado que dejaría a España toda la zona N. del río Sebú, lo que hubiera supuesto el control de una zona agrícola y de ciudades como Fez. España no se atrevió a firmar el acuerdo por temor a que no fuera aceptado por Gran Bretaña. Francia hizo una nueva propuesta a España, que debió pagar los gastos del acuerdo franco-británico; la oferta era limitar el área de influencia española a la zona mucho más al norte, en una región pobre y montañosa de la que además quedaba excluida Tánger, que era la posición clave. El acuerdo de oct. de 1904 fue en la práctica, impuesto por los franceses y fue vergonzosamente aceptado por los gobernantes españoles. Francia aprovechó cualquier ocasión para traducir en los hechos su protectorado sobre Marruecos y la acción española sólo seguía a la francesa o aparecía motivada por incidentes. En 1906 comenzaron las negociaciones de los españoles con El Roghi, un caudillo local de la zona de Melilla, para obtener concesiones mineras. Un año después se constituyó la Sociedad Minas del Rif y en 1908 los españoles ocuparon La Restinga, lo que se puede considerar como la primera penetración española en África. Los indígenas atacaron a los obreros españoles que construían un ferrocarril minero. Este fue el origen de la campaña de 1909 que obligó a formar un ejército importante y que tuvo como consecuencias la Semana Trágica. Tras combates sangrientos del Barranco del Lobo y la toma de Gurugú, los españoles consiguieron 300 Km2 más y someter a las tribus del entorno.
La siguiente expansión en 1917 estuvo motivada por una previa iniciativa francesa. Este año Alemania abandonó sus pretensiones sobre Marruecos. Francia ocupó Fez. España tomó Larache y Alcazarquivir en la zona occidental atlántica de Marruecos. Fueron necesarias nuevas negociaciones franco-españolas con disminución del área de nuestra influencia. Francia había comprado la definitiva retirada alemana de Marruecos cediéndole una parte del Congo y ahora España tenía que ceder 45.000 Km2 de la zona que se le atribuyó anteriormente. Por el tratado de 1912 España aceptaba además la internacionalización de Tánger y no fortificaba la costa.
La guerra mundial obligó a contemporizar con El Raisuni que desempeñaba una autoridad efectiva que estaba por encima de la del sultán en la zona oriental. Durante la misma, se impuso la política que el Conde de Romanones denominó de “medias tintas”.
RIFEÑOS y ESPAÑOLES
El protectorado español tras los acuerdos con Francia había quedado reducido a una vigésima parte del perteneciente al país vecino. Era una región de poco valor económico sin ríos, que hicieran posible la agricultura. Sus habitantes tenían cada dos años una sequía y debían emigrar a otras regiones agrícolas controladas por los franceses para participar en la recolección, momento que aprovechaban para dotarse de armas. Desde el punto de vista militar, lo más grave para España era la orografía de la zona española. En el reparto marroquí le correspondió a España el Rif y la Yebala y tanto uno como otro estaban poblados por beréberes que tenían la mayor pureza de raza, sobre todo la tribu de Abd el Krim que estaba formada por clanes en cuya forma de vida, la violencia y la guerra jugaban un papel decisivo. El logro de un botín frente a un adversario europeo, normalmente descuidado, formaba parte de su modo de vida habitual.
La unión de ese modo de vida y la orografía explica el tipo de guerra que fue la de Marruecos, diferente de la que conocían los europeos de la época. Característica de la guerra del Rif era la periódica y brusca alteración del ánimo de los indígenas que pasaban de la insurrección a la sumisión, con gran facilidad, a causa generalmente de los santones o morabitas que predicaban periódicamente la guerra santa contra los españoles. Generalmente estaban mal armados. El gagueo (especie de hostigamiento permanente de un adversario rifeño bien oculto que disparaba desde posiciones inaccesibles), era la forma de combate de los rifeños y los españoles estaban condenados a mantener posiciones defensivas en fortines. Para este tipo de combate, decía Martínez Campos que había que haber utilizado los procedimientos de los guerrilleros españoles de 1808 a 1812.
El caso español fue el de una potencia de 2º orden que se sentía obligada a una presencia en el N. de África por razones de prestigio internacional, pero que no obtenía de ella una rentabilidad económica significativa. Lo que costó, se hubiera empleado mucho mejor en obras de infraestructura en España. El presupuesto español que se había equilibrado después de las reformas fiscales de fin de siglo, volvió al déficit a partir de 1909. Se puede decir que los intereses económicos de grupos capitalistas explican la penetración española. En la 1ª década del siglo había 3 compañías mineras en el Rif, en las que hubo intereses de conocidos políticos.
Los políticos españoles se sintieron obligados a permanecer en el N. de África por motivos de prestigio exterior. La guerra marroquí no respondió a ningún proyecto del gobierno ni del Parlamento. ni de las masas populares. Los disidentes de los partidos utilizaban la cuestión marroquí para atacar a los que estaban en el poder por la impopularidad del hecho (Sánchez de Toca contra Maura, éste con Dato). Entre los republicanos y los intelectuales predominó la actitud de resignada aceptación ante la obligada presencia en Marruecos. De su impopularidad da noticia el n° de desertores que tenían razones para hacerlo, pues las condiciones de vida en el Ejército africano eran tan penosas que más bajas producía la enfermedad que el enemigo.
Marruecos planteó una relación entre la clase política dirigente y los militares. La 1ª apelaba a que los 2os evitaran los enfrentamiento s con los indígenas pero cuando éstos tenían lugar, los mandos acababan extralimitándose en sus ofensivas. La única solución viable era el abandono que Primo de Rivera propuso a los dirigentes políticos y militares de la época.
EL DESASTRE DE ANNUAL
Al terminar la I Guerra Mundial Francia intervino de nuevo en Marruecos e hizo intervenir a España. Durante ésta, la situación había permanecido calmada en el protectorado. Romanones nombró a un alto comisario civil, un militar: el general Berenguer que supo dirigir la penetración española en la zona occidental del protectorado. Utilizó las tropas indígenas y también las unidades de élite, como la Legión, creada en 1920 que tenía la ventaja de evitar el impacto sobre la opinión pública acerca del n° de bajas. Gracias a estos procedimientos, en octubre de 1920 se tomó la ciudad de Xauen y la situación de El Raisuni se había hecho ya tan complicada que era previsible su próxima rendición a las tropas españolas.
El general Fernández Silvestre era el responsable de la Comandancia de Melilla y la dirigía con una mezcla de campechanía y desorganización que acabó siendo suicida. Además, actuó con autonomía respecto a Berenguer. El ministro de Guerra sabía que en esa situación Berenguer no estaba en condiciones de ejercer un verdadero mando sobre su subordinado, pero de momento, no había operaciones previstas en tomo a Melilla. En verano de 1921 Silvestre parecía haber obtenido grandes éxitos con poco riesgo: había duplicado la zona controlada por los españoles en Melilla.
Adb el Krim fue un precursor de los futuros líderes de la independencia colonial. Había sido cadí de Melilla y se enfrentaba desde 1919 con los españoles. Su conocimiento de ellos era grande y también de los recursos que podía utilizar para conseguir la victoria. De ahí su uso de la propaganda cuando obtuvo las 1as victorias, que fueron ante todo consecuencia de la actuación imprudente de Silvestre que lo que quería era llegar a Alhucemas, que desde hacía tiempo era considerada como posición clave para el control del N. de Marruecos. Aunque Abd el Krim había amenazado con declarar la guerra en el caso de que atravesara el río Amekuam, no le importó hacerlo. La caída de la posición de Monde Abarram y Sidi Dris, produjeron bastantes muertos y tuvieron una repercusión psicológica muy fuerte. Las tribus sometidas se volvieron contra los españoles, así como las tropas indígenas del Ejército español. Silvestre agravó la situación no informando a su superior de lo que sucedía.
El 17 de julio de 1921 fueron atacados los puestos españoles de Annual e Igueriben y no quedó más remedio que una precipitada fuga. Las tropas abandonaron sus puestos y se dirigieron a Melilla. Sólo algunos resistieron yeso fue lo que impidió la caída de la ciudad, pero también el hecho de que los rifeños se dedicaron al botín y a la recolección.
Lo sucedido descubría las numerosas imprudencias cometidas por Silvestre a las que había que añadir los inconvenientes que tenía el Ejército español en África. Los rápidos refuerzos llegados de la Península permitieron que en octubre de ese año se recuperara la línea que había en 1909 en la Comandancia de Melilla.
Tanto el intento de llegar a un acuerdo con El Raisuni como el de lograr el rescate de los prisioneros a cambio de dinero fueron un aliciente y así Abd el Krim llegó a pretender crear una República del Rif, cuando en realidad presidía a una confederación de tribus.
Lo grave del desastre de Annual no fue el hecho en sí, sino que sucedía con un sistema político en crisis. Los grupos políticos comenzaron a discutir respecto a las responsabilidades. El rey tenía amistad con Silvestre, impulsaba la penetración en Marruecos, pero lo más probable es que sólo le animara a la acción. Fue acusado de intervenir directamente en las operaciones y esto volvió a decirse en el momento en que se empezó a identificarle con la Dictadura de Primo de Rivera.
LAS ALTERNATIVAS POLÍTICAS y LA CRISIS DEL SISTEMA
Tras el desastre de Marruecos aparece un Gobierno de Concentración Nacional y lo presidió Maura, pues su fama de estadista seguía mereciendo respeto a todos los grupos, aunque sus seguidores fueran repudiados por una parte considerable de la política española. La verdadera significación del Gabinete estaba representada por 3 figuras: Maura, Cambó como ministro de Hacienda y De La Cierva como ministro de la Guerra.
Duró el Gobierno Nacional desde agosto de 1921 hasta marzo de 1922 y sirvió para resolver las urgencias más inmediatas causadas por los problemas de Marruecos a pesar de que había diferencias de matiz importantes entre sus principales componentes.
A principios de 1922 las Juntas de Defensa que parecía haber patrocinado De la Cierva, se enfrentaron con él. Algunos liberales presentes en el Gobierno querían abandonarlos ante el planteamiento de la cuestión de responsabilidad. El Gobierno acabó abandonando el poder por una cuestión como la divergencia del momento de restablecer las garantías constitucionales en Barcelona.
Su sucesor fue un gobierno presidido por José Sánchez Guerra, heredero de Dato en la Jefe del partido conservador y opuesto a Maura desde 1913. Destituyó a Martínez Anido del puesto de Gobernador Civil de Barcelona y planteó ante las Cortes la cuestión de las responsabilidades ante el desastre. Esto fue lo que produjo el colapso de su Gabinete, pues los sucesos de Annual tuvieron lugar con un Gobierno conservador y esto afectaba a algunos dirigentes importantes de su propio partido.
A finales de 1922 llegó al poder un gobierno liberal de concentración. Los liberales, desde que acabó la I Guerra Mundial habían estado divididos (igual que los conservadores), así que lo que hizo que llegaran fue la oposición al partido de turno. El gran animador de la concentración fue Santiago Alba.
Romanones pensaba que en ese período de grave crisis era mejor evitar un gobierno liberal, que podría provocar una reacción contraria peligrosa. Las elecciones en las que la Concentración logró la mayoría parlamentaria, no se distinguieron en nada de las anteriores; 145 actas fueron atribuidas sin lucha. La Concentración no dio la sensación de querer promover una efectiva regeneración electoral a través de una reforma proporcional o del apoyo conseguido en los medios urbanos.
El gobierno no estuvo unido ni dio sensación de reforma, ni pareció capaz de alejar los peligros que amenazaban al régimen parlamentario. Las crisis parciales internas habían sido numerosas y ofrecieron un espectáculo incoherente, incluso una semana antes de la sublevación militar.
El ministro reformista Pedregal abandonó el poder al no lograr la modificación del artículo 11 de la Constitución, relativo a la confesionalidad del Estado; más que la oposición del Rey, lo que tenían los liberales era una Iglesia que podría aumentar sus dificultades con la protesta.
Ni siguiera Alba, la figura más valiosa del Gabinete, se dio cuenta del inminente golpe de Estado. La mejor muestra de la inconsciencia de la clase política, es que la prensa hablaba del golpe como inminente. Lo que realmente había en España en 1923 era una sensación de vacío. Los gobiernos habían dejado de ser un solo partido para ser heterogéneos. No tiene nada de particular que los contemporáneos pensara que el Estado iba a la deriva en manos de partidos arcaicamente reaccionarios que se llamaban conservadores o futilmente oportunista (denominación que se daba a los liberales). Hay que recordar el papel que en el sistema político desempeñaban el monarca y el ejercito. Alfonso XIII siempre propenso a intervenir en la política partidista, lo cual no fue siempre prudente. Aunque la verdad es, que nunca como en esta fase final de la Restauración fue reclamada tantas veces una intervención real a favor de la posición propia o en contra de las demás. Pero los verdaderos problemas de la política española residían más en su proceso de modernización que en la actitud de Alfonso XIII. El rey estaba insatisfecho con la política vigente, pero este juicio lo compartía también la opinión pública.
La actitud del Ejercito era sobre todo dolorida. Había intervenido en la política contra los movimientos nacionalistas y regionalistas y para defender un orden social. Esto le inducía a tener una opinión detestable de la clase política dirigente, pero lo sucedido en Marruecos la hizo aumentar considerablemente. El Ejército criticaba la política de los partidos de turno. Tras el reestablecimiento de la situación bélica en Marruecos, los motivos de protesta militar aumentaron. El desastre reprodujo los enfrentamientos internos del Ejército. Para que éste tuviera una intervención decidida en la política nacional tenía que haber un factor de unión y un dirigente lo suficientemente ambiguo para que lo aceptaran todos. Lo 1º lo tuvo en la oposición radical a la clase política y lo 2º en Primo de Rivera.
LA IMPOTENCIA DE LAS OPOSICIONES
El sistema del turno daba una permanente sensación de crisis y tampoco las oposiciones parecían estar en condiciones de sustituirlo o cambiarlo de una manera definitiva.
El republicanismo, si en 1910 se adscribía a él un 9% de los diputados del Congreso, en 1923 sólo había un 2,6%. Es decir, que el reinado de Alfonso XIII no se puede decir que fuera un camino hacia la proclamación de la República. Los reformistas presenciaron en las elecciones de 1918 (las más veraces de la historia española hasta el momento), la derrota de Melquíades Álvarez y la elección de sólo 10 diputados reformistas, que en 1919 fueron 7 antiguos republicanos convertidos en reformistas ingresaron en el partido liberal.
Lerroux y sus radicales daban la misma sensación de estar domesticados por el sistema mucho más que dispuesto a sustituirlo. Lo previsible en 1923 era que el líder radical acabara siendo uno de los dirigentes del liberalismo. En la posguerra, la implantación del radicalismo desapareció por rencillas internas y la actuación domesticadora del sistema político, sobre todo en el momento de llevar a cabo el encasillado. Incluso desapareció la prensa diaria republicana.
Se interpreta que si el voto republicano disminuyó, la razón es porque el PSOE iba conquistando poco a poco un electorado de izquierdas proletario. La UGT que había llegado en el momento cumbre de la agitación social de la posguerra a 240000 afiliados, ahora se estancó en 210000; el comunismo español sólo tenía una influencia reducida, pero consiguió detener el crecimiento socialista después del trienio revolucionario.
En Madrid el PSOE consiguió en 1923 la elección de 5 candidatos, pero no era ni el 15% de los electores. En 1923 estaba más interesado en conservar su fuerza contra los adversarios sindicales que en intentar cambiar el sistema político vigente.
En los sectores de la derecha había indicios de modernización pero en todos ellos resulta patente la sensación de insuficiencia o de que contribuían más a desestabilizar al parlamentarismo vigente que a crear un sistema político nuevo. EL carlismo siguió siendo mayoritariamente un partido dividido y controlado por quienes no eran muy diferentes de los caciques de los partidos de turno. Otro signo de cambio en la derecha fue la aparición de doctrinas autoritarias y nacionalistas.
Los medios católicos son los que hicieron el mayor esfuerzo por modernizar a la derecha española, que no resultó y estuvo vinculado a la evolución del maurismo.
La fundación en 1922 del Partido Social Popular, podría haber sido un importante instrumento de regeneración del sistema político, pero el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera cortó su desarrollo.
El último sector político que puede identificarse con una posibilidad regeneradora, es el regionalismo en sus diferentes vertientes. Surgieron gérmenes regionalistas en zonas que hasta entonces carecían de ellos. El castellanismo no llegó a realizarse como movimiento político autónomo. El regionalismo extremeño tomó como modelo el catalanismo, defendiendo los intereses agrarios y mostrando cierta sensibilidad ante los problemas sociales producto del reparto de la tierra; esta conciencia social es más manifiesta en Andalucía (BIas Infante) aunque antes de la I Guerra Mundial sólo se puede hablar de un andalucismo cultural. Posteriormente acabó vertebrándose políticamente a través de unos centros, pero no llegó a arraigar con verdadera autonomía electoral y se desvaneció en los años 20. El aragonesismo tuvo una peculiaridad que fue el papel relevante que desempeñaron los emigrados a Cataluña. Nació también. en la posguerra y desde un principio tuvo una vertiente católica y otra liberal. Se desvaneció después de 1919.
En Cataluña se puede decir que en los años de la posguerra mundial el Catalanismo había conseguido una hegemonía política clara. La Lliga creó una Federación Monárquica Autonomista para disponer de un grupo con el que colaborar y que era monárquico y conservador. Acabó con la aparición del catalanismo radical. Se creó también Acció Catalana, menos conservador y más preocupado por la cuestión social del catalanismo mostrando su deseo de romper con la política a su juicio demasiado colaboracionista que hasta entonces había adoptado Cambó. Su tono radical le llevó a suscribir un pacto de colaboración con el nacionalismo vasco y gallego inmediatamente anterior a la implantación de la dictadura de Primo de Rivera y le sirvió a éste de pretexto para dar el golpe.
En el nacionalismo vasco el problema social jugó un papel menor en las divisiones internas, pero hubo una muy semejante polarización en tomo al grado de radicalismo del ideal. Las polémicas internas se remontaron al momento de la I Guerra Mundial en que ya aparecieron posturas contrapuestas, concretándose en una posición más o menos radical y otra independentista.
En Galicia no se produjo esta tendencia hacia la radicalización del nacionalismo porque aún se planteaba la posibilidad de ceñirse a tan sólo una acción cultural. En Valencia el regionalismo no había conseguido engendrar una fuerza política estable.
LA GENERACIÓN DE 1914 Y LA VANGUARDIA ARTÍSTICA y LITERARIA
En la España de los años 20, contrastaba el panorama cultural e intelectual con el político, ya que en ello se había producido una modernización europeizadora, que hacía ver peor el espectáculo de la vida pública.
Un rasgo de esta generación que aparece después de la del 98 es su ideal de competencia profesional o técnica, pero siempre europea. Hubo un auténtico regeneracionismo científico, que fue servido por la Junta de Ampliación de Estudios, creada en 1907 y que empezó a funcionar en realidad a partir de 1910, dirigida por un directorio apolítico permanente en que figuraban los grandes prestigios de la cultura española de entonces. Sus principales instituciones fueron el Centro de Estudios Históricos con Menéndez Pidal a la cabeza y el Instituto Nal. de Ciencias Físico-Naturales, presidido por Ramón y Cajal.
Ortega logró elevar el pensamiento filosófico español a unas cotas que no había tenido hasta entonces y que eran difícilmente repetibles, pero aún así, es ante todo un maestro del artículo, como lo fueron también otros dos grandes ensayistas de esta generación: Manuel Azaña y Eugenio D'Ors.
La vida pública del país tuvo un importantísimo papel para los intelectuales de la generación o la situación de la región en que vivían. Entre todos ellos hay que nombrar a Pérez de Ayala y Ramiro de Maeztu. Nadie estaba en el campo intelectual, al lado del Gobierno de concentración liberal cuando se sublevó Primo de Rivera.
El espectáculo de la situación fue descrito por personas tan distintas como Machado o el dramaturgo Carlos Arniches. La propia prosa neomodernista de Gabriel Miró eligió como temática el espectáculo de la transformación social de un medio tradicional. Es menos fácil encontrar el punto exacto de identidad entre la poesía de Juan R. Jiménez y el espíritu de la generación a la que perteneció.
Esta generación de 1914 se caracterizó por su voluntad europeísta y no tiene nada de extraño que la progresiva apertura a influencias ultrapirenaicas facilitara el nacimiento de una vanguardia en el terreno literario y artístico. El inicio del vanguardismo cabe fecharse en 1909, cuando Ramón Gómez de la Serna publicó en castellano el manifiesto futurista de Marinetti.
LA DICTADURA Y EL FIN DE LA MONARQUÍA (I)
EL GOLPE DE ESTADO
Desde 1923 se rumoreaba la situación de golpe de Estado y eran distintas personas las que abogaban en su favor: El Debate pedía la Dictadura con preferencia por el Conde de Romanones, mientras que un candidato era también el general Weyler. El general Aguilera casi preparó la conspiración con sentido izquierdista, con el apoyo de los intelectuales como Unamuno. El rey pudo tener la tentación de una solución autoritaria temporal pero no era un monarca dictatorial y durante el verano de 1923 pensó en una especie de Gobierno militar del Ejército, para luego poder volver a la situación constitucional.
Hay que destacar la situación peculiar de Barcelona. Mientras la situación de Marruecos creaba agitación entre los militares, el ambiente ciudadano participaba de un creciente antiparlamentarismo. El movimiento catalanista se había radicalizado sobre todo la juventud con la aparición de Acció Catalana. Más grave era la situación del orden público; un desorden que no se acababa, con varios atentados y una huelga de transporte en la ciudad, siendo lo más grave la falta de reacción del Gobierno. La Lliga, desesperada, trató de buscar una fórmula que representara un Estado con pretensión de serlo. Primo de Rivera fue hábil al no mostrarse opuesto al catalanismo y fue lo que sirvió.
El Gobierno demostraba con las elecciones que no pretendía modificar el comportamiento del poder público en un régimen de liberalismo oligárquico, y que sus objetivos de reforma en el terreno constitucional o en las relaciones Iglesia-Estado, eran revocados inmediatamente después de ser enunciados. En las últimas semanas del Gobierno liberal se veía una gran división del gabinete sobre uno de los problemas más agudos que tenía España, el de Marruecos. Cada persona de la clase dirigente liberal parecía sólo interesada por obtener los mejores resultados para sí misma. Cuando se produjo el golpe, sólo 2 ó 3 ministros trataron de resistirse.
La conspiración se preparó en Madrid en junio de 1923 cuando el general Primo de Rivera vino a Madrid-llamado por el Gobierno y estableció contacto con un grupo de generales de los que la figura más representativa era Cavalcanti. El propio Ejército estaba muy dividido, hasta el punto de que sólo el repudio a la clase política de la Restauración permitió su unidad. El golpe no sería militarista, en el sentido que el Ejército ocupara el poder de forma definitiva, sino que sería entregado a elecciones civiles a políticos.
Primo de Rivera presentó su programa en un manifiesto un poco vacuo en cuanto a soluciones concretas, pero que concordaba con el espíritu regeneracionista del momento. La razón principal de la victoria del golpe del 14 de septiembre fue que no sólo en el Ejército, sino en la Sociedad española, nadie estaba dispuesto a luchar por el gobierno. El rey además, no estaba tampoco muy de acuerdo con la Concentración Liberal y consideraba, como muchos políticos, inevitable un régimen autoritario militar; pero él no estimuló ni ayudó al golpe. Los conspiradores nunca contaron con su apoyo una vez que llegó a Madrid, no hizo más que reconocer al vencedor.
Dice Carlos Seco que Alfonso XIII no confundió el patriotismo con la Constitución de 1876; sabía que el sistema político era más ficticio que real. En principio mantuvo una apariencia de legalidad, haciendo que Primo de R. que llegaba de Barcelona dispuesto a formar un Directorio militar bajo su presidencia, aceptara jurar como ministro único, guardando apariencias de constitucionalidad. El propio general reconoció que el Rey fue el primer sorprendido por el golpe. El duque de Maura fue uno de los que se opusieron al nuevo régimen pero admite que tuvo "una fuerza de opinión como rara vez la gozó gobierno alguno en España".
En la prensa de los días posteriores al golpe se percibe la sensación de popularidad de Primo; sólo la republicana mostró reticencias, aunque parciales; los socialistas tuvieron gran cuidado en aparecer como expectantes sin apoyar a la clase política desplazada. Sólo Unamuno, Pérez de Ayala y Azaña, entre los intelectuales estuvieron en contra del Dictador, pero el último reconoció que su llegada había sido bien recibida porque el país estaba presidido por la impotencia y la imbecilidad. En estas condiciones, cabe pensar que si Alfonso XIII se hubiese opuesto al golpe, hubiera peligrado su trono.
EL DICTADOR REGENERACIONISTA
Para entender la regeneración que propuso y los rasgos de su Dictadura, hay que ver su personalidad. En realidad, el general que se había alzado contra el sistema de la Restauración, estaba muy integrado en ella. Su familia y su título procedían del mundo liberal. No carecía de virtudes militares: .combatiente valeroso en Cuba, Filipinas y Marruecos. Fue general a los 41 años. La crisis del sistema de la Restauración le lanzó a la vida pública. Desde 1919 su preocupación por el Orden Público le hizo reclamar medidas expeditivas, extralegales. La regeneración que predicó no era ajena al sistema de la Restauración, sino tan identificada con él y con la sociedad del tiempo, que todos, políticos e intelectuales, o incluso los mismos conspiradores militares, la practicaban.
La dictadura era simple y sus características podía favorecer que conectara con las masas populares. Jesús Pabón comparó a Primo de Rivera con otros gobernantes peninsulares: tenía la simpatía de Serrano, la impetuosidad de Narváez, pero era menos explosivo y como el dictador portugués Sidonio País, confiaba plenamente en el apoyo popular y mostraba idéntica perplejidad respecto a los problemas fundamentales. Se caracterizó por poseer una cultura liberal. Decía Pemán que sus propósitos no eran políticos, pero que él venía a hacer una política verdadera.
El regeneracionismo y las características personales de Primo explican su régimen dictatorial. Se dijo que su dictadura era igual que la fascista de Mussolini. Pero no era así; él era un admirador personal del Duce, pero sólo eso. Había diferencias y sólo la consolidación del régimen y las dificultades que surgieron, le aproximaron algo a él, pero siempre con timidez e indecisión. Creó el mito del Nuevo Estado, con una "nueva derecha" antidemocrática que sirvió de modelo después al franquismo.
Se puede asemejar la dictadura de Primo de Rivera a los regímenes autoritarios balcánicos de los años 20, alejados del fascismo.
Los españoles de 1923 criticaban el liberalismo de la Restauración, sin que el liberalismo en abstracto mereciera el mismo juicio. La Dictadura se concibió siempre como un régimen temporal. Primo rechazó para su régimen un carácter dictatorial, pues no había existido nunca un poder personal. Su bondad natural y su carácter le abocaban a un paternalismo que a veces tenía manifestaciones pintorescas. A pesar de ser dictador, no rehuía el contacto con las masas populares; podía no ser demócrata, pero se afirmaba demófilo.
Su bagaje mental era popular, pero endeble. Sus partidarios elaboraban una verdadera doctrina del “intuicionismo” para explicar las decisiones gubernamentales un patriota entusiasta, aunque sin programa, podía ser más beneficioso al país que la corrupta clase política.
LA REFORMA POLÍTICA
La regeneración política era una de las cuestiones primeras para Primo de R. y en sus primeros meses en el poder se dedicó casi íntegramente a ella, con la persecución contra el caciquismo. Para acabar con el sistema oligárquico caciquil podían hacerse dos cosas: intervención gubernamental en el ámbito local o la legislación de carácter nacional que hiciera desaparecer sus lacras. Ambas fueron empleadas por el dictador. El 2º método de actuación demuestra que sus intenciones eran liberales. Pensó seriamente en la posibilidad de una reforma electoral que, de haberse llevado a cabo, habría sido el establecimiento de un sistema de representación, que ya en épocas anteriores había sido solicitado por los católicos y los socialistas.
Debió pensar también en la posibilidad de reformar el Senado. Los dos proyectos no pasaron de tales, pero sí se llegó a cumplir otra parte esencial del programa del regeneracionismo político: la elaboración de un Estatuto Municipal en un sentido autonomista y descentralizador. Calvo Sotelo, que fue su promotor como director general de Admón. Local, convenció a Primo de las ventajas de los proyectos de Maura y Canalejas. En realidad, el Estatuto Municipal de Calvo Sotelo era de carácter más democrático y autonomista que cualquier proyecto anterior. Cuando se debatió el proyecto en el Consejo de Ministros, surgieron oposiciones a algunos de sus aspectos más liberales como el voto femenino o la elección de los alcaldes. Por fin se aprobó, pero no se aplicó en lo que tenía de más esencial. Durante siglos el Estado había intervenido en el medio rural nombrando a los alcaldes y ahora no se cambió el sistema siendo elegidos todos por el Mº de la Gobernación. Así el propósito regeneracionista no se cumplía.
Todos los Ayuntamientos y las Diputaciones provinciales fueron disueltos y sustituidos por los vocales asociados y los gobernadores civiles (que ahora eran militares) empezaron una labor de investigación en los pequeños municipios, lo que parecía una auténtica persecución. Prácticamente en todos los municipios se descubrieron casos de inmoralidad (incluido en el de Madrid). Después la labor inspectora de los Ayuntamientos se encargó a unos delegados del Gobierno en cada partido judicial. En esencia se trataba de que éstos hicieran, a nivel más reducido, lo que Primo hacía para toda España. Los militares que ahora eran utilizados como medio de dominación política, tenían los mismos defectos que los demás españoles y se dieron casos de corrupción o de conversión de los delegados en sustitutos de los caciques.
Los delegados encontraban a veces impedimentos entre las autoridades judiciales y locales y esto tuvo como consecuencia el enfrentamiento de Primo con la totalidad del Poder Judicial. Es cierto que en muchas ocasiones los jueces municipales eran unos caciques, pero también los colaboradores de Primo a través del Consejo Judicial y la Junta inspectora y organizadora del Poder Judicial, era marcadamente partidista. Pero sólo después de 1928, cuando la Dictadura estaba en descenso de popularidad, el enfrentamiento se hizo más grave. Primo suspendió las disposiciones vigentes de traslados del personal judicial y creó un juzgado especial para seguir los delitos de conspiración.
LA UNIÓN PATRIÓTICA y LOS COLABORADORES DE LA DICTADURA
La labor del "cirujano de hierro" debía tener como objetivo fundamental la promoción de una política nueva. La persecución del caciquismo sólo duró unos meses.
La Unión Patriótica surgió espontáneamente en los círculos del catolicismo político que veían en la desaparición del caciquismo parlamentario una ocasión para llevar a cabo su versión de la regeneración. Los puntos de mayor implantación de la Unión P. coincidieron con zonas de influencia de los seguidores de Ángel Herrera en el medio urbano. Primo decidió oficializar en abril de 1924 la Unión P. convirtiéndola en una organización de apoyo a su régimen de la que estaba encargado uno de los generales del Directorio militar y que era promovida y controlada por los Gobierno civiles. Osciló entre un movimiento de apoyo a la Dictadura, sin significación política, hasta un partido único. El mismo documento por el que Primo inició esa oficialización era un perfecto ejemplo de imprecisión. El mismo dijo que era "eminentemente un partido político, pero en el fondo apolítico, en el sentido corriente de la palabra". El Dictador se servía de ella, pero le atribuía funciones cambiantes y también lo eran el interés y la dedicación que ponía en ella.
Aunque en su comienzo pareció tener un gran interés por ella (en 1924), luego la olvidó. En teoría, el Gobierno de 1925 era la Unión Patriótica, pero en realidad, ningún cambio fundamental se produjo en ella: siguió siendo utilizada como medio para demostrar periódicamente el fervor popular que alcanzaba Primo. Sólo al final de su régimen, cuando aumentaban las dificultades, pareció preferir la fórmula del partido oficial, aunque siempre con dudas. En 1927 decidió que la mayoría de los componentes de Ayuntamientos y Diputaciones, fueran miembros de la Unión P.
Llegó a definirla como un partido central, monárquico, templado y serenamente democrático, pero también. Le atribuyó un lema: 'Patria, Religión y Monarquía' que era demasiado semejante al Carlismo y parecía disminuir los principios monárquicos al enunciarlo en 3er lugar. La misma incertidumbre se apreció respecto de la Constitución de 1876. En un momento, el Dictador dijo aceptar en la Unión P. a todos aquellos que suscribieran la Constitución de 1876, pero él mismo la había violado y además pretendió sustituirla por una fórmula más autoritaria elaborada al margen de toda consulta popular auténtica.
La realidad de la Unión P. no se pareció a un partido único fascista, sino una entidad circunstancial y oportunista destinada a desvanecerse cuando no tuviera apoyo gubernamental. En la práctica fue un partido personalista como el que más, que sólo actuaba por decisión superior. Su supuesto regeneracionismo acabó en poco tiempo en la aceptación en sus filas de muchos antiguos caciques o la creación de nuevos cacicazgos. Además estaba compuesta por elementos de procedencia heterogénea.
Lo mismo se puede decir del Somatén, organización de apoyo al orden público, surgida en Cataluña y nutrida de las filas de la burguesía, que Primo extendió a toda España.
LA DICTADURA Y LOS NACIONALISMOS
La postura de Primo respecto de los nacionalismos, no se puede entender sin la referencia a su programa regeneracionista. En realidad había un importante punto de contacto entre los movimientos de tipo nacionalista y la Dictadura que derivaba de un común regeneracionismo. Barcelona fue donde se incubó el golpe de Estado. Pero la coincidencia entre algunos de los dirigentes de la Lliga Regionalista y Primo, fue breve. El Presidente de la Mancomunidad, Puig i Cadafalch, manifestó su acuerdo con el golpe. Cambó recomendó guardar reserva y atención. En realidad, con el viaje de Barcelona a Madrid, Primo hizo desaparecer sus posibles puntos de concordancia con el catalanismo. En fecha temprana se prohibió la utilización del catalán en actos oficiales, mientras eran sancionadas algunas publicaciones vinculadas al catalanismo juvenil y radical.
Hubo quien criticó a Primo por cambiar sus puntos de vista en año y medio y él mismo dijo que lo hizo sólo en unos días. Así se demuestra que la reunión de enero de 1924 en Barcelona en la que intentó conseguir la colaboración de sectores diferentes, desde la Federación Monárquica Autonomista hasta la Lliga, que la respuesta de los reunidos fue mayoritariamente negativa. Sólo logró el apoyo del sector más claramente españolista de la política catalana: la Unión Monárquica Nacional. Al principio pareció que estaba dispuesto a tolerar la existencia de la Mancomunidad, pero en manos de sus seguidores. ALFONSO SALA fue nombrado presidente de la misma, pero pronto se enfrentó con las autoridades militares del régimen en Cataluña. La ruptura inevitable se produjo cuando fue aprobado el Estatuto Provincial y en marzo de 1925 dimitió Sala. Las declaraciones que hizo Primo al respecto fueron aumentando en virulencia; llegó a decir que el autonomismo era una extravagancia y una cursilería, que desaparecería con sólo 1/4 de siglo de silencio. El catalanismo no podía ser político, sino debía ser sólo utilizado en el hogar.
En consecuencia, a partir de 1925 se fue produciendo una creciente separación entre la vida política oficial y la sociedad catalana. Los conflictos menudearon y el comportamiento del régimen, aunque no llegó a ser cruel, resultó ofensivo y carente de cualquier requisito legal. En 1926 Primo prohibió cualquier intento del catalanismo político de hacer propaganda. Si los miembros de la Lliga eran adversarios de la Dictadura, más lo fueron los jóvenes representantes de un catalanismo radicalizado, miembros de Acció Catalana, que presentaron el pleito catalán ante la Sociedad de Naciones. Más decisiva que este enfrentamiento político fue la agresión dictatorial contra la lengua y las instituciones sociales catalanas.
Primo trató de suprimir el catalán de la predicación religiosa e intervino el Vaticano; y se enfrentó con instituciones como el Colegio de Abogados de Barcelona por utilizarlo; así, contra las escuelas profesionales creadas por la Mancomunidad y respetadas internacionalmente. El catalanismo se refugió en las manifestaciones culturales, mientras se incubaban graves presagios políticos.
Las consecuencias más graves de esa política se produjeron más adelante, en el terreno político. El catalanismo representado por Cambó fue desplazado por Maciá y la importancia de éste fue porque la Dictadura le convirtió en un símbolo de resistencia nacional; colaboró con anarquistas y comunistas, dirigió una conspiración armada y redactó una constitución catalana, con el apoyo de los emigrantes en La Habana. Maciá fue no sólo un político catalán, sino el símbolo principal de Cataluña.
En el resto de las regiones de acentuado sentimiento regionalista, el impacto de la Dictadura fue semejante.
LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA DE MARRUECOS
Hasta finales de 1925, Marruecos fue el centro de las preocupaciones de Primo de Rivera y se atribuía la responsabilidad personal de la acción allí. En este caso rectificó ampliamente lo que había opinado hasta su llegada al poder. Siempre se había declarado abandonista y con motivos sólidos. Era consciente de la impopularidad de la empresa marroquí en las clases populares y también de la escasa capacidad técnica del Ejército español.
No obstante, la cuestión tenía para el Dictador una importancia personal, ya que su hermano murió en el desastre de Annual. Su la política consistió en tratar de librarse del problema marroquí; intentó convencer a Gran Bretaña de que le interesaba cambiar Gibraltar por Ceuta y buscó negociar con Abd el Krirn, estando dispuesto a concederle la autonomía y unas fuerzas militares propias, lo que no hubiera aceptado el sector africanista del Ejército. Nada consiguió con esos procedimientos. Las circunstancias fueron las que hicieron cambiar a Primo su política. En la zona Oeste del Protectorado estaban las líneas indefinidas, lo cual era peligroso sobre todo después de que Annual hizo tomar confianza a los rifeños. Primo se enfrentaba en 1924 a una situación que se parecía a una sublevación general.
Se retiró para poder acortar sus líneas, aunque hubo bastantes muertos, pero las consecuencias de la retirada afectaron tanto a la posición de Abd el Krim como a la actitud del ejército africanista. El dirigente rifeño tenía sus líneas a fines de 1924 a sólo 10 Km. de la capital del Protectorado y había conseguido controlar Gomara y Yebala. A principios de 1925 se convirtió en la autoridad indiscutible del Protectorado español. El ejército situado allí tenía que reaccionar airadamente ante los acontecimientos. Primo asumió la Alta Comisaría y además tuvo que enfrentarse con una insubordinación de la oficialidad. Entre los que protestaban estaban el general Queipo de Llano que fue relevado y el entonces teniente coronel Francisco Franco.
La victoria de Abd el Krim fue la causa del giro de Primo respecto al problema de Marruecos y de su posterior éxito. Los errores de Abd el Krim le permitieron modificar la situación en beneficio propio y de España. Abd el K. había alcanzado su máximo esplendor militar y político. Disponía de lo que se podía considerar como un Estado independiente con unos 100000 hombres bajo las armas y además su situación económica era buena. Contaba con el apoyo de la Internacional Comunista, pero su propio éxito le hizo cometer errores, tanto respecto a España como de Francia. Pudo haber negociado una posición de ventaja con España y renunció a hacerlo como si ya considerara liquidado al adversario e incluso renunció a atacar la zona oriental española y eligió como adversarios a los franceses. En abril de 1925 se produjo la ofensiva rifeña y se situó la vanguardia de Abd el K a 30 Km. de Fez.
En mayo de 1925 comenzaron conversaciones Francia y España y llegaron a una conclusión; había una acción militar coordinada (que hasta entonces había rechazado el ejército francés) y una lucha común contra el comercio de armas y a la vez se hicieron promesas de autonomía. Las tropas de ambos países aumentaron hasta 500000. Primo, ante lo que era un claro cambio de rumbo en su política se apresuró a declarar que en asuntos de interés patrio no hay que guiarse por el amor propio, ni negarse a la rectificación.
La operación del desembarco de Alhucemas se planteó como el resultado no de un avance desde Melilla, sino a base de la utilización exclusiva de la flota, la artillería y la aviación. El desembarco fue una operación casi exclusivamente española, aunque también participó la Marina francesa y se saldó con un éxito enorme y con sólo 16 muertos. Se atacó al adversario por la espalda con la posibilidad de dividir en 2 la zona por él dominada.
Todo sucedió en un corto espacio de tiempo. El desembarco tuvo lugar en septiembre de 1925; en abril de 1926 era Abd el K. el que pedía negociar. El dirigente rifeño se entregó a las tropas francesas que le desterraron a la isla de la Reunión. El gobierno español protestó porque pensaba someterle a juicio por haber exterminado a todos los oficiales que mantenía prisioneros.
A partir de 1927 Marruecos dejó de ser un problema para España. Esta victoria fue el triunfo más espectacular de Primo de Rivera. El régimen con esto, se atribuía haber eliminado un gravo problema de la vida nacional, que los gobernantes anteriores, por la inestabilidad parlamentaria y la incapacidad para hacer un programa, no supieron enfocarlo. El desembarco de Alhucemas sentó las bases para la política exterior que después siguió la Dictadura.
POLÍTICA EXTERIOR
Primo dio un paso adelante en la modernización del servicio diplomático, no sólo en la representación en el exterior, sino también unificando la carrera diplomática y la consular. Su política exterior permaneció en el marco tradicional de lo que había sido la posición española en el contexto internacional, basada en su dependencia de Francia y Gran. Bretaña por la situación geográfica. Las circunstancias (sobre todo por el buen resultado de las operaciones de Marruecos) favorecieron el que España tratara de contrapesar la influencia franco-británica con la de otros países, como Italia. Desde meses antes de que llegara al poder Primo, presenciaba la experiencia de la llegada del fascismo al poder. El mérito fue haber terminado unas largas negociaciones comerciales y haber ido con el monarca a Italia en 1923 y que pese a las apariencias no dejaron de manifestarse discrepancias entre los 2 regímenes sobre todo por lo que respecta a las declaraciones del Rey ante el Papa, las cuales irritaron a Mussolini. Este no dudó en aprovechar la ocasión para proponer al Dictador español una colaboración permanente entre los 2 países aunque se afirmó que ese acercamiento no perjudicaría la relación con otros países.
Primo se dio cuenta de que necesitaba a Francia para solucionar el problema marroquí; cuando Abd el Krim desapareció como enemigo se apoyó de nuevo en apariencia, en Italia, con la que firmó un tratado intrascendente. Era cuando España deseaba mejorar su posición en Tánger o en la Sociedad de Naciones. Así se explica que en 1927 Alfonso XIII fuera de nuevo a Italia y que una división naval italiana se presentara ante Tánger. Los intereses de los dos países en relación con Tánger eran incompatibles, pues España la quería para sí y Mussolini estaba de acuerdo en la internacionalización. La relación hispano-italiana en esa época sirvió a los 2 países para obtener ventajas propias, aunque pequeñas.
Lo esencial de la política exterior de España se explica por la relación con Francia y Gran Bretaña. A Francia no le gustaba la forma en que llevaba España el Protectorado marroquí y fue la potencia con la que hubo más conflictos. Gran Bretaña ejerció de mediadora.
Alfonso XIII y Primo se irritaron respecto a Francia por el Estatuto de Tánger. Esta ciudad tenía un componente hispánico fundamental; constituía además una posición clave desde el punto de vista estratégico y como procedimiento para aprovisionar de armas a los rebeldes rifeños.
No de acuerdo del todo, acepto Primo la solución propuesta por Francia a principios de 1924. Alfonso XIII calificó dicho acuerdo de despiadado, mientras Primo juzgaba que se había menospreciado a España. El Estatuto demostraba la desairada posición española que controlaba sólo las aduanas, mientras que la autoridad indígena era nombrada por el califa (en realidad por Francia) y los otros puestos clave eran responsabilidad de naciones como Bélgica, cuya importancia e interés en la zona era inferior al español.
A España no le quedó más remedio que aceptar la situación, pero procuró hacerla inviable. En 1926 presentó de nuevo sus reivindicaciones solicitando la entrega de Tánger. El Foreing Office la calificó casi como chantaje al estar mezclada con otra cuestión, como era la permanencia española en el Consejo de la Sociedad de Naciones. En 1928 se llegó a un nuevo acuerdo que era el mayor control español sobre la ciudad y sobre la policía. También Italia mejoró su situación en la administración de la ciudad.
España tenía una posición importante en las Naciones Unidas como único neutral en la guerra y se mantenía, con carácter permanente en él, con ayuda de los países hispanoamericanos. La entrada de Alemania en 1922 con el mismo carácter que España llevó a los dirigentes españoles a hacer una reclamación. En 1926 España rechazó la ampliación del n° de puestos permanentes y a fin de año inició los trámites para desvincularse de la Sociedad de Naciones. Como en el caso de Marruecos, Gran Bretaña actuó de mediador. La resolución del problema de Tánger hizo que España volviera a la Sociedad de Naciones, siendo reelegida para su Consejo, aunque no con un puesto permanente.
En política exterior hay que destacar el estrechamiento de relaciones con Portugal e Hispanoamérica. Portugal tras participar en la guerra mundial no tenía mayo relevancia internacional, su situación económica era muy mala y sus colonias eran ambicionadas por potencias menores, como Italia y la Unión Sudafricana y además en ese país persistía la inestabilidad política. Cuando se establecieron unas buenas relaciones entre ambos países fue con el establecimiento en abril de 1926 de una Dictadura en Portugal, parecida a la española. Los gobierno españoles prodigaban sus muestras de simpatía, sin intervenir; como la declaración de Primo de R. de que la cordialidad era un estado de las relaciones entre los 2 países. Se hicieron acuerdos entre ambos, como el relativo al aprovechamiento hidroeléctrico del Duero (1927) y el de conciliación y arbitraje (1928).
El interés de Primo en la política hispanoamericana se demuestra con la realización de la exposición de 1929. La sección de política del Mº de Asuntos Exteriores se dividió en 2, una de ellas dedicada a Hispanoamérica, dependiendo de ella una Oficina de Relaciones Culturales. Se crearon 2 embajadas más (Cuba y Chile) y la de Argentina (única que había, se cubrió con Ramiro de Maeztu; se fundaron también nuevas legaciones en Ecuador, Bolivia y Paraguay así como consulados.
EL DIRECTORIO CIVIL. INTENTOS DE CONSTITUCIONALIZACIÓN
El 13 de Septiembre de 1923 Primo de Rivera en su manifiesto al país, anunció que la nación sería gobernada por militares o por civiles, colocados bajo su patrocinio. 1º se optó por la 1ª solución. Él juró el cargo ministerial como único responsable, pero se rodeó de militares en los que descargó la tarea de gobierno, dependiendo el Mº de Estado de un subsecretario bajo la directa dependencia de Primo de Rivera. Ese directorio era totalmente provisional. En diciembre de 1925 cuando el problema de Marruecos estaba encauzado, el general dio el paso hacia la constitución de un Directorio Civil, pero el problema era cómo volver a la normalidad constitucional. Si hubiera abandonado el poder en el momento de haber logrado la solución del problema de Marruecos, habría tenido el apoyo de los sectores más diversos de la política nacional.
Al seleccionar a los miembros de su gabinete, tuvo que recurrir a los partidos de turno. El Conde de los Andes y Yanguas eran miembros del partido conservador; Calvo Sotelo procedía del maurismo; Aunós había sido Secretario político de Cambó.
Al formar un Gobierno Civil no había hecho otra cosa que afirmar su voluntad de permanecer en el poder, pero no había indicado un camino preciso para salir del régimen dictatorial. Pasado 1/2 año optó por una vuelta a la normalidad que suponía el rompimiento con la legalidad constitucional existente hasta la fecha. A los 3 años del golpe de Estado convocó una especie de plebiscito informar que consistió en que los ciudadanos partidarios de la Dictadura firmaran en unos pliegos para testimoniar su adhesión a ella.
Primo dijo haber logrado entre 6 y 7 millones de sufragios. Así pensaba poder influir sobre la voluntad del Rey. Desde finales de 1926 hasta un año después, debieron ser los peores momentos de la relación con él, debido a una iniciativa del Dictador. Desde 1926 había estado anunciando la posible convocatoria de una Asamblea Consultiva, no elegida, cuyo papel sería facilitar el camino hacia la legalidad. Sánchez Guerra (conservador) declaró que la Asamblea era como una conspiración militar. La resistencia del monarca a la misma hizo que la cuestión se aplazara. En estos meses centrales de la vida del régimen, el centro de la atención de los gobernantes fue la regeneración de la política económica.
Pero un año después del Plebiscito (septiembre 1927), convocó dicha Asamblea Nacional consultiva demostrando haberse impuesto a los temores del Rey. La Asamblea debía preparar y presentar escalonadamente al Gobierno en 3 años y con carácter de anteproyecto, una legislación general y completa que sería sometida a un contraste de opinión pública y a la real sanción. Esto era demasiado vago y confuso para que la Constitución quedara modificada por la obra de una Asamblea no nacida de la voluntad popular. El monarca aceptó finalmente la convocatoria de la Asamblea al no ver otra salida al régimen y también porque una parte de los políticos del turno, como Gabriel Maura, estaba dispuesto a acudir a ella.
La Asamblea de reunió en febrero de 1928 y sus miembros representaban a las provincias (a través de Ayuntamientos, Diputaciones y la Unión Patriótica); a las actividades de la vida nacional (enseñanza, asociaciones) y entre 50 y 60 miembros eran asambleístas por derecho propio o representantes del Estado. Por esta composición, la oposición afirmó que la Asamblea se parecía a la reunida en 1808 para preparar el Estatuto de Bayona. El nuevo Organismo tenía una doble función: fiscalizar al Gobierno y engendrar una nueva legalidad. Los asambleístas gozaban de bastante libertad para la crítica al Gobierno, pero también alguna vez que lo hicieron, el Dictador les respondió duramente. Era una Asamblea cuya labor se desarrollaba a través de secciones y no en plenarios. De esas secciones, las dedicadas a Leyes Constituyentes, mantuvo un programa de trabajo continuado, dirigido a la elaboración de un nuevo texto constitucional y sus leyes complementarias.
En 1929 Primo podía presentarse como un liberal desencantado. El anteproyecto redactado tuvo limitaciones al ejercicio de los derechos, como correspondía a una Constitución autoritaria, pero al tratar de articular una fórmula organizativa que también lo fuera, multiplicó de hecho los poderes del Rey en contra de la opinión del proyecto de Primo; al monarca le correspondía el poder ejecutivo asesorado por un Consejo del Reino. La representación nacional se realizaba a través de una Cámara única. El Dictador acabó decepcionándose de esta fórmula.
LA POLÍTICA ECONÓMICA y LA EVOLUCIÓN DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EN LOS AÑOS 20
Esta década se denominó como la de los felices 20. Primo de R. se vio beneficiado por una situación de auge económico, común a todas las latitudes y que él mismo no había contribuido a crear. En esa época, la Dictadura centró su propaganda en sus realizaciones económicas y éstas, junto con la solución dada al problema de Marruecos, constituyeron el aspecto más positivo. No cabe duda de que la política económica de Primo estuvo siempre estrechamente conectada con el nacionalismo regeneracionista, de lo que hay numerosas pruebas. Se crearon las Confederaciones Hidrográficas y dicha disposición tenía especial sentido en la cuenca del Ebro. La Dictadura fue heredera de un pasado cercano en que si se habían intentado muchas soluciones, el parlamentarismo inestable del momento fue incapaz de hacerlo.
El nacionalismo más o menos autárquico también fue una tendencia de la economía nacional a la que Primo dio alas y trató de llevar a la práctica de manera directa. El fondo ideológico de su pensamiento en temas económicos se basaba en un nacionalismo elemental. Había una multiplicidad de órganos consultivos con el Consejo de Economía Nacional a la cabeza, creado en 1924, del que dependía el Comité regulador de la producción industrial, sin cuyo permiso no podía instalarse ninguna industria.
Esa estructura consultiva favoreció el proteccionismo frente al exterior y la restricción de la competencia. Uno y otra formaron parte del intento de combatir la crisis económica heredada de la I Guerra mundial. En abril de 1924 una ley determinó los auxilios concedidos para favorecer la producción industrial. La protección arancelaria era ya muy fuete después del arancel de Cambó en 1922 y no fue necesario aumentarla. El Consejo de Economía Nacional recomendaba un proteccionismo integral pero eso hubiera supuesto represalias en los productos que España necesitaba.
El comercio tuvo su aspecto negativo en las importaciones de materiales para obras públicas; las exportaciones de productos alimentarios aumentaban y disminuían las de minerales. El nacionalismo de Primo se demuestra en la creación del Monopolio de Petróleos. CAMPSA, creada en 1927, debía ocuparse de adquirir yacimientos transportes y refino, pero su fin primordial fue proporcionar un alivio a las necesidades fiscales. Hubo presiones por parte de las grandes compañías petrolíferas internacionales como consecuencia de la nacionalización. El bloqueo de dichas compañías tuvo como consecuencia en principio que CAMPSA tuviera que recurrir a importar petróleo ruso. El monopolio tuvo amplia repercusión en la economía nacional.
Hubo otro terreno: en 1924 la ITT logró la concesión del servicio de telefonía. Ya antes se había constituido la Compañía Telefónica; la empresa norteamericana era el 1er accionista y la única capaz de proporcionar los recursos tecnológicos necesarios. Esta razón hizo que Primo hiciera una excepción en su defensa del nacionalismo económico.
Para la política hidráulica también se basó en su programa del regeneracionismo y también se basó en proyectos anteriores. La creación de Confederaciones Hidrográficas destinadas al aprovechamiento integral (energético, de riegos y de transporte) de las cuencas de los ríos. Se puso en marcha la Confederación del Ebro gracias al cual mejoraron 100000 Ha. de riego y se crearon 70000 nuevas. A partir de 1927 las Confederaciones se extendieron por el resto del territorio nacional. Se financiaban como cajas autónomas que podían emitir empréstitos con el aval del Estado.
Otro aspecto importante fue el de las vías de comunicación. Obra de Guadalhorce fue la creación en 1926 del Circuito Nal. de Firmes Especiales. Se construyeron unos 2800 Km. de carreteras. Parece que esto se hizo para atraer al turismo y se hizo gran propaganda de las carreteras españolas en el exterior, sobre todo en Gran Bretaña. Tanto el automóvil como el turismo aparecieron en España como fenómeno social de modernización. Con los ferrocarriles, la Dictadura inició el camino del intervencionismo. También la política de transportes fue financiada a base de cajas autónomas.
Desde el punto de vista social y económico no se produjo ninguna reforma fiscal. Calvo Sotelo como Mº de Hacienda enunció un plan de altos vuelos que suponía convertir los impuestos del producto en impuestos sobre la renta. Su labor debió limitarse a tan sólo un leve retoque sin que los principales problemas fueran tocados a fondo. Se presentó la oposición de los sectores conservadores que les apoyaban. En suma, fue la Deuda el gran motor de la expansión industrial.
A corto plazo, el efecto de la política económica de Primo fue muy bueno en la producción industrial. El gran beneficiario del desarrollo fue sin duda el sector pudiente de la sociedad española. De los años 20 data la conversión de la banca española en una banca nacional. La ausencia de transformación social ponía en peligro la posibilidad de desarrollo de la industria textil y además, al final de la década eran patentes otras limitaciones. El déficit presupuestario podía enmascararse, pero el desequilibrio de la balanza de pagos tuvo una consecuencia muy negativa, el aumentar las importaciones y disminuir las remesas de los emigrantes.
POLÍTICA SOCIAL
Primo de Rivera nunca pretendió una transformación social al tratar de la distribución de la propiedad agraria. Las fuerzas patronales mostraron desde el 1er momento su satisfacción por el golpe de Estado, al mismo tiempo Primo prometió a los sectores obreros una actitud de paternal intervención. En 1924 se creó el Consejo Nacional de Trabajo, Comercio e Industria; poco después el Instituto de Reformas Sociales que impulsó la legislación social, así como la inspección de las condiciones de trabajo y quedó integrado en la estructura administrativa del Mº de Trabajo. Ese año se creó también el Tesoro del Emigrante y la Dirección general de Emigración; se aprobó el subsidio de familias numerosas y el seguro de maternidad.
Lo más importante de la obra social y lo más criticado también fue su pretensión de hacer la organización corporativa. Pero se consideró como una imitación de la legislación corporativa italiana. Se basaba en el sindicato libre, pero a diferencia de lo que era la tesis católica, estaba tutelado y condicionado por el Estado y aunque era distinto del fascismo, tampoco se identificaba totalmente con la tesis católica.
La organización corporativa tenía al comité paritario que adquiría el carácter jurídico de corporación de derechos públicos; también a las comisiones mixtas provinciales y por último a los consejos de corporación. En cada uno de esos 3 peldaños había una representación igual de patronos y obreros.
Los conservadores acusaron a la organización corporativa de estar dominada por el partido socialista en la representación obrera. El sindicalismo libre tuvo preeminencia en la organización corporativa en Cataluña y Levante, el católico en Navarra y Castilla y el socialismo en el resto de la península porque tenía mayor fuerza al haberse marginado el anarquismo.
Se puede decir que la organización corporativa contribuyó en parte a la paz social de la época dictatorial. Primo no prohibió las huelgas, pero de hecho, el número de ellas se redujo bastante yeso también lo justifica la desaparición del sindicalismo subversivo. Hay que aclarar que los beneficios principales obtenidos por la clase obrera se debían más a la estabilidad del empleo y la extensión de la S.S. que de la concreta mejora de las condiciones de trabajó logradas a través de la negociación.
DICTADURA y MOVIMIENTO SINDICAL
Parece raro que el régimen encontrara tan pocas dificultades con el movimiento sindical. Una de las razones fue la mejora de la situación económica que hizo desaparecer la tensión. Primo siempre pretendió que los socialistas colaboraran con él y durante un tiempo lo logró; sólo se limitó a restringir su propaganda o a vigilarla. A los anarquistas y comunistas, sí los persiguió sobre todo a sus dirigentes más subversivos. Fue asombrosa la rapidez con que se restauró el orden público. El responsable del mismo era Martínez Anido.
Lo más espectacular de las relaciones entre movimiento obreros y Dictadura fue la colaboración del parto socialista. El golpe de Estado fue considerado por este partido como un desplazamiento de una clase política corrupta en beneficio de algo, que podía volver a la situación liberal: "serenidad sí, indiferencia no”, decía El Socialista el día del golpe. La propaganda de Primo insistía en que el único partido honesto y real de la etapa anterior al nuevo régimen era el Socialista. Hubo un momento en que el Dictador insinuó que podía crear un sistema de turno con él y con la Unión Patriótica. Pero también temía que el PSOE se decantara en un sentido revolucionario.
Los socialistas, en relación con la Dictadura, terminaron teniendo motivos de división interna. Hubo opositores cerrados como los que se identificaban con el republicanismo o que se decían herederos de la tradición liberal (Prieto o De los Ríos); los que representaban a un sector social con graves problemas y que pretendían negociar una salida con el Gobierno (como el dirigente minero asturiano M. Llaneza), practicaron el colaboracionismo desde el principio y eran la mayoría.
Francisco Largo Caballero indicó que era necesario un partido socialista más estrictamente sindical sin la separación practicada PSOE y UGT; esto favorecía el colaboracionismo. Por otra parte, en 1925 murió Pablo Iglesias, que probablemente estaba de acuerdo con la postura colaboracionista, pero su sustituto Julián Besteiro repudiaba cualquier tipo de régimen burgués, pero estaba dispuesto a una colaboración parcial en los aspectos que interesaba al socialismo.
Hasta la convocatoria de la Asamblea Nacional, la actitud colaboracionista fue la más marcada y sólo se modificó al final del régimen. El Inst. de Reformas Sociales se convirtió en Consejo de Trabajo, ampliando el Consejo de Estado y siendo Largo Caballero un vocal de representación obrera en el mismo, elegido por los miembros de su partido. Aparte de la elección por los propios obreros, hubo otro requisito de los socialistas para participar en organismos consultivos: la ausencia de sindicatos que ellos consideraban como amarillos" (católicos y libres).
Cuando se convocó la Asamblea Nal. comenzó el despegue de los socialistas que no aceptaron los puestos que se le adjudicaron sin la elección de su propio grupo político. Surgió la ruptura. Pero en 1929, Primo en el declive de la Dictadura, estuvo dispuesto a aceptar a 5 representantes de la UGT elegidos por ella misma.
En ese momento no sólo fue aceptada la propuesta, sino que en el congreso posterior del PSOE, éste se declaró a favor de la República. En estos tiempos finales hubo represiones en contra de sindicalistas socialistas.
Le evolución de la CNT fue muy diferente. Se había destruido a sí misma antes y el sector terrorista estaba muy distanciado de los sindicatos. La política de la dictadura en principio no fue persecutoria, sino que fue aumentando poco a poco la presión, haciendo que los sindicatos cumplieran la legalidad vigente en lo que se refería a la publicidad del destino de sus cotizaciones. Además, la Dictadura agravó la discordia que existía en su seno entre quienes practicaban el terrorismo y quienes sindicalistas, mantenían una posición posibilista. El 1er momento en que se planteó la división del anarco-sindicalismo fue poco después del golpe de estado. Cuando se pasaron a la clandestinidad.
En Julio de 1927 se creó la Federación Anarquista Ibérica que se significó pronto y más tarde más, por su posición insurreccionalista.
El PCE siguió siendo un pequeño grupo. Sus reuniones directivas a menudo se celebraron en el exterior y en ella tuvo siempre un papel decisivo la m Internacional.
El sindicalismo libre y católico era favorecido por el apoyo gubernamental. Los libres lograron dominar una parte considerable del sindicalismo barcelonés. Con el sindicalismo católico sucedía que por un lado, parte de sus dirigentes fueron atraídos hacia la colaboración con el régimen en puestos políticos, pero a la vez, las quejas eran frecuentes contra el supuesto colaboracionismo con la UGT por parte de Primo de Rivera. El sindicato católico se sintió marginado a pesar del relevante papel que algunos de sus militantes tuvo en la Unión Patriótica.
LA DICTADURA y EL FIN DE LA MONARQUÍA (II)
LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN: LOS PARTIDOS DEL TURNO y LOS REPUBLICANOS
Uno de los factores que explican el mantenimiento de la Dictadura es la impotencia de la oposición que no se debió a los medios represivos utilizados en su contra porque no se prohibió ningún partido político, sino que periódicamente se puso sordina a sus actuaciones. La propia censura no podía calificarse como fuertemente persecutoria.
Sería lógico pensar que como la Dictadura desplazó del poder a los partidos de turno, encontrara gran oposición en ellos, pero no fue así; el golpe de estado se consideraba inevitable. Romanones afirmó que la Dictadura hubiera hecho posible olvidar su "pecado original" si hubiera durado poco y se hubieran limitado a arreglar el problema de Marruecos. Los incidentes con los opositores tuvieron muy poca trascendencia.
La irritación de la "vieja política" aumentó con el paso del tiempo. Las acusaciones de inmoralidad colectiva a las que la sometía el Dictador, podían considerarse como un ataque no personal, pero siempre que no fueran muy tenaces. La actuación con respecto al caciquismo pudo tener una gran efectividad, pero contribuyó a desorganizar los sistemas clientelísticos en los que se basaba la política de turno. La oposición de la vieja política era poco peligrosa para el Dictador, que disponía de la posibilidad de limitar la propaganda contraria, pero además, los miembros de los partidos de turno no eran dados a esta forma democrática de actuación. La política que ellos siempre habían practicado era la de "notables", basada en la desmovilización y no podían recurrir a unas masas de las que siempre habían estado alejados. En esas condiciones, la protesta de los políticos de turno quedó reducida a gestos más o menos aparatosos, pero inocuos para Primo de Rivera.
En los primeros meses de Dictadura, el procedimiento principal de actuación de la oposición liberal y conservadora fue tratar de influir en el Rey para marginar a quien él había aceptado como Dictador. Alfonso XIII se daba cuenta de lo que se jugaba con la admisión del régimen dictatorial, pero éste, al menos a corto plazo, le daba la sensación de ser una solución viable y a la vez cómoda. Trató de moderar a Primo, pero éste era difícil de controlar en cualquier aspecto. Luego los políticos del turno empezaron a plantearse la posibilidad de recurrir al Ejército. La conspiración militar se inició en los medios liberales, pero tan consciente era de su necesidad Sánchez Guerra que en principio opuesto a colaborar con los militares, acabó por reconciliarse con el general Aguilera a quien él mismo había apartado del camino hacia el poder. Sánchez Guerra, aunque intelectualmente limitado, tenía un carácter entero y fama de austeridad. A su actitud se debe que Alfonso XIII decidiera aplazar durante un año la convocatoria de la Asamblea Constituyente. Cuando finalmente en 1927 ésta se produjo, el político conservador, abandonó el país.
Si la Dictadura mostró las limitaciones de la política del turno, también puso en claro las de los republicanos. Estos no podían influir en el monarca, pero también era difícil que influyeran en el Ejército. Lerroux mantuvo una posición parecida a la de los monárquicos liberales respecto del golpe de Estado. En principio parece haber estado a la expectativa, pero luego trató de influir en los medios militares a través de cartas de difusión restringida. En estas condiciones, la celebración del Aniversario de la I República en febrero de 1926 les permitió crear una coalición bajo el nombre de Alianza Republicana. Bajo ella se agruparon los grupos locales que constituían el republicanismo cada vez más moderado y para quien el líder iba siendo Lerroux. Mayor repercusión tuvo la actuación de Blasco Ibáñez en el exterior, donde era bien conocido como escritor; se dedicó a escribir folletos difamatorios contra el Rey, carentes de fundamento, pero efectivos entre los medios de izquierdas.
Azaña representaba un republicanismo nuevo, que si no sustituyó al antiguo, ni tuvo posibilidades reales de desplazar a Primo de rivera, evolucionó en un sentido que habría de tener relevante influencia en la vida política de la 11 República; él preveía exigir a la UGT un programa de reformas sociales y realizarlas desde el poder, con la colaboración de los socialistas.
LA DICTADURA Y LOS PROBLEMAS MILITARES
Las primeras muestras de oposición militar al régimen de Primo obedecieron a factores personales importantes y motivos políticos no determinantes. El general Cavalcanti había sido colaborador del Golpe, pero pronto se decepcionó porque éste no tuvo como consecuencia la constitución de un gabinete civil; fue nombrado jefe de la Casa militar del Rey y parece ser que bordeó la conspiración militar.
No tuvo tampoco trascendencia el hecho de que algunos militares con puestos de delegados gubernativos se enfrentaran con el Dictador que los había nombrado por haber cumplido su misión con excesivo celo o por enfrentarse con un cacicato propicio al régimen.
La oposición militar no tuvo un aglutinante político hasta 1925 que es cuando empezó a adquirirlo y progresivamente se fue radicalizando desde una actitud liberal y con deseos de restablecer el sistema constitucional, a una proclividad hacia el republicanismo. Se formaron bajo la dirección de Segundo García unas Juntas Militares que tenían la misión de facilitar medios a las viudas de los caídos en acción, pero que sirvieron para un propósito conspira torio (conspiración que resultó abortada). En 1926 los generales Weyler y Aguilera empezaron a conspirar con la vieja política; lo que deseaban era que regresara el liberalismo oligárquico y su propósito era evitar cualquier desvío hacia la República. La colaboración entre políticos y militares se hizo manifiesta en los sucesos de la noche de San Juan (Sanjuanada) en junio de 1926.
Lo que sucedió entonces no estuvo bien organizado; pero demostró que una parte del Ejército y la política civil anterior al golpe, habían coincidido. Weyler parece que fuel el iniciador de la conspiración cuyo manifiesto sin embargo, no suscribió. Estaba redactado por Melquíades Álvarez y suscrito por Aguilera. La trama era muy endeble y estaba condenada de antemano. Primo aprovechó para sancionar a los militares que intervinieron junto a los políticos profesionales monárquicos y republicanos y periodistas e intelectuales como Marañón.
La ruptura de la unidad del Ejército la produjo el conflicto artillero y no la sanjuanada. El dictador había pensado en promover un sistema de ascensos basados en la calidad y no en la antigüedad defendida por los militares africanistas en contra de los peninsulares y los junteros. Cuando transformó la Junta de Clasificación para los ascensos fue inmediatamente acusado de hacerlo para introducir el favoritismo.
El conflicto más grave que se le presentó a la Dictadura al tratar de aplicar estos procedimientos de ascenso, fue en el Cuerpo de Artillería. Desde noviembre de 1923 Primo quiso cumplir ese propósito, debiendo renunciar los oficiales de Artillería a sus ascensos obtenidos de esta forma. En 1926, con un decreto, relevó de sus promesas previas a los oficiales de Artillería que hubieran renunciado a los mismos. La protesta fue encauzada por la intervención del rey, pero los malentendido s y el empecinamiento de Primo, hicieron que el enfrentamiento se hiciera muy grave: se impuso a la Artillería el sistema general de ascenso y cuando los ascendidos quisieron presentar las instancias de retiro y se resistieron, acuartelándose, el Gobierno declaró el estado de guerra y suspendió a toda la oficialidad de Artillería. S produjeron graves incidentes en la Academia de Segovia y en la de Pamplona. En teoría, el Gobierno triunfó: confinó a los oficiales de Artillería, redujo los efectivos del Arma y obligó a los que quisieran volver a su situación anterior a jurar fidelidad al Gobierno como hicieron.
El movimiento artillero hizo que se rompieran las relaciones del Dictador con el Ejército y le proporcionó un enemigo tenaz. Pero hubo algo peor: que no sólo afectó al régimen, sino también a la monarquía. El Rey trató de intervenir en el ejercicio de su función mediadora, pero Primo amenazó con dimitir, dando publicidad a los motivos de los artilleros. El Rey cedió y para la Artillería esa actitud fue juzgada como la evidencia de una connivencia entre ambos.
La creación de la Academia General Militar en Zaragoza, está en relación con la voluntad homogeneizadora que el general quiso imponer en el Ejército. La dictadura trató también de perseguir las inmoralidades administrativas, expulsando a algunos oficiales.
LA DICTADURA Y LOS INTELECTUALES
Primo acabaría enfrentándose también con la intelectualidad. Había una modernización creciente en la sociedad española y la educación se había desarrollado mucho. En esta España más culta, no es extraño que la postura política de los intelectuales tuviera una especial relevancia social; además, el carácter del Dictador provocaba en su contra a los intelectuales. Su formación era escasa y no tenía inconveniente en enfrentarse públicamente y ante la opinión, con escritores a los que no entendía ni respetaba.
Primo y los intelectuales tenían algo en común: el regeneracionismo; por eso Azorín y Ortega mostraron una benevolencia respecto al golpe militar. Hubo también opositores como Unamuno, Pérez de Ayala, Araquistain o Azaña, pero también quienes como D'Ors o Maeztu, habían evolucionado desde sus posturas liberales a otras de creciente autoritarismo.
El 1er enfrentamiento entre los intelectuales y Primo fue en 1924 y supuso la consagración de Unamuno como el representante 1º de la protesta en los medios culturales. Había expresado en una carta privada, juicios muy duros sobre el nuevo régimen. En su postura había un eco de su posición liberal y también un enfrentamiento casi personal con el Dictador y con el monarca. Por ello, fue confinado en Fuerteventura, de donde escapó. Durante el resto de la Dictadura estuvo en París, donde tuvo una crisis personal y una vez superada, se dedicó al libelo político. Sus juicios acerca de la Dictadura de Primo eran durísimos, aunque no siempre justos. Logró que se identificaran con él los miembros de la vieja Generación como Machado, Blasco Ibáñez y Valle Inclán.
Durante la mayor parte de la Dictadura, los sectores intelectuales oscilaron entre la postura de Unamuno y la de Ortega y Gasset. Este trató de establecer una clara distinción entre el mundo político y la reflexión intelectual que quería desvincular de la situación española. También reflexionó Ortega y más que estar a favor de la Dictadura, lo que hizo fue manifestar su repudio al régimen anterior y su confianza en la posibilidad de que una dictadura regeneracionista se hiciese eco de alguna de sus propuestas. Al final, renunció cuando se censuraron sus artículos.
De manera sucesiva se produjeron conflictos entre el régimen y los intelectuales: la persecución de la lengua catalana, la censura, el inicio del curso 1924 en que el catedrático Sainz Rodríguez atacó a Costa e indirectamente a las ideas regeneracionistas del directorio, etc. Entre las figuras más destacadas de esa oposición intelectual merecen mención De los Ríos, Jiménez de Asúa y G. Marañón. En 1926 Primo aceptó un doctorado honoris causa de la Universidad de Salamanca y argumentó su derecho a recibirlo diciendo ser doctor en ciencia de la vida. Desde ese momento, no hubo ya tolerancia del mundo intelectual respecto a su persona. Incluso Benavente que le apoyó en principio.
Aunque el Gobierno modificara en un sentido conservador la Junta de Ampliación de Estudios, en realidad no tuvo una política cultural específica y partidista. La Generación de 1927 se caracterizó por su voluntad de eludir cualquier tipo de compromiso social. Surge en estos años en España y en todo el mundo, como expresión literaria, la protesta contra la guerra y el patrioterismo.
El desarrollo de esa literatura coincidió con la protesta intelectual generalizada, fenómeno de relevancia política a través de la protesta de los estudiantes, ya en la fase final del régimen. Los 1os conflictos tuvieron lugar en 1925-26. A comienzos de 1927 nació la Federación Universitaria Española (FUE) que en principio tenía carácter profesional y que pronto lo tuvo político. Los problemas del Régimen con los estudiantes tuvieron su origen en una iniciativa de Primo y sus colaboradores: con las órdenes religiosas hizo que en el Estatuto Universitario de marzo de 1928 se incluyese un artículo por el que los centros universitarios no oficiales con más de 20 años de existencia podrían realizar sus exámenes mediante tribunales compuestos por 2 miembros del centro y uno de la Universidad estatal. La disposición sólo afectaba a los agustinos de El Escorial, que renunciaron a ese derecho y a los Jesuitas. A las huelgas de los profesores se sumaron los estudiantes.
En 1929 graves incidentes estudiantiles hicieron que se cerraran la mayor parte de las Universidades y la reacción de Primo fue muy poco hábil pues trató de arreglar el desorden con medidas rigurosas (pérdida de matrículas) o mostraba una voluntad de intervenir en el Gobierno de la Universidad, contraproducente incluso para la propia institución monárquica. Los estudiantes se politizaron en sentido republicano. Tenía una procedencia social burguesa y con su protesta daban más relevancia a la de los intelectuales y éste acabó por decantarse beligerantemente contra el régimen, dada la falta de tacto de Primo. Además, sus declaraciones tuvieron como consecuencia la beligerancia final de los intelectuales: Sainz Rodríguez que había aceptado un puesto en la Asamblea Nacional, la abandonó y Azorín escribió contra la ofensiva del Dictador respecto a la Universidad. Ortega dimitió de su cátedra, igual que Sánchez Román o García Vacas. Algunos intelectuales más politizados (Jiménez de Asúa o Marañón) evolucionaron hacia el socialismo.
EL COLAPSO DE LA DICTADURA
Inició su declive en 1928. Los éxitos estaban ya lejanos y a la decadencia física de Primo de R. había que añadir la incertidumbre al imaginar la articulación política de un nuevo régimen; es posible que en 1929 tuviese deseos de abandonar el poder. La murmuración contra el arbitrismo y la sensación de ridículo, hicieron más, en contra del régimen que las propias conspiraciones. Estas arreciaron ese año. A finales de enero, estalló una en Valencia con Sánchez Guerra y fue como un pronunciamiento con la voluntad de evitar que se alterara el orden social; se trataba de conseguir un retorno al sistema liberal anterior. Los conspiradores se encontraron con que el apoyo real que tenían era muy inferior al esperado. El general Castro Girona acabó echándose atrás, lo que impidió el fracaso de la intentona. Cuando fue juzgado Sánchez Guerra se convirtió de acusado en acusador y además resultó inocente.
La 1ª reacción de Primo ante las dificultades, consistió en endurecer su régimen, pero siempre con la conciencia de que no había de ser sino una solución provisional. Pasada la 1ª reacción, Primo opta por el abandono del Poder, sin tener en cuenta lo que eso podía suponer para la Monarquía. Las soluciones de transición que imaginó fueron tardías o contradictorias. En Julio de 1929 trató de ampliar la Asamblea consultiva a la representación corporativa y los antiguos presidentes del Consejo de Ministros, pero el resultado fue decepcionante.
Ya en declive ante la opinión, vio que sus esfuerzos para ampliar la base de su régimen eran vistos como un signo de debilidad. Hasta sus propios ministros le insistían en la necesidad de llevar a cabo una consulta electoral que pusiera fin a su régimen. En dic. de 1929 propuso un nuevo plan al Rey que consistía en convocar una Asamblea única formada por 250 senadores y 250 diputados. Este proyecto tenía el doble inconveniente de no tener nada que ver con la Consto de 1876 ni con el anteproyecto elaborado por la Asamblea Nacional. La idea de Primo era también que el Conde de Guadalhorce presidiera la transición. Alfonso XIII pidió tiempo para estudiar la solución propuesta.
Mientras, la coyuntura económica positiva de los años 20 se deterioró; cayó la peseta. Una comisión presidida por Flores de Lemus estudió la posibilidad de implantar el patrón oro, pero pronto se hizo patente que en el descenso de la peseta había factores muy diversos: de carácter político que derivaban de la incertidumbre del propio régimen. Los conflictos sociales reaparecieron en 1929. La tensión social era el resultado de la situación política. Ella colaboró a la conspiración militar que en Andalucía, cuyo capitán general era D. Carlos de Borbón, se llevaba a cabo prácticamente a la luz pública, especialmente en Cádiz, donde la protagonizaba el general Goded. Si Primo de R. no hubiera decidido por sí mismo retirarse, una conspiración militar hubiera acabado con él.
El Dictador por su cuenta y sin advertir al Monarca, dirigió una consulta a los altos cargos militares que le dijeron que podía contar con su apoyo siempre que tuviera también el del Rey. La consecuencia fue la inmediata dimisión. No es extraño que el Rey mostrara una "disimulada indignación y digna severidad" ante lo sucedido, pues por ese procedimiento no sólo se le ignoraba por completo, sino que además se suprimía la opinión pública e incluso no se tenía en cuenta la de la mayor parte del Ejército. Su abandono de la política no era ya un sacrificio, sino una liberación para él.
Muchos han considerado el régimen dictatorial como antecedente directo del franquismo. Suele ser habitual señalar lo positivo de la gestión de Primo de R. en el terreno económico y respecto a Marruecos y lo negativo, en el terreno político. Este balance negativo era en última instancia, inevitable por la propia simplicidad del regeneracionismo que alimentaba las posturas del Dictador. Desde el punto de vista de la Monarquía, este último resultó muy grave, pues según Gabriel Maura, era una ofensa el hacer creer al pueblo español que se mantuvo la Dictadura firme año tras año, sin otro apoyo que el del Rey y la camarilla militar del Dictador el régimen iniciado con fuerte apoyo popular, lo mantuvo parcialmente. La oposición no reconoció este apoyo y atribuyó al monarca la gestación y el mantenimiento del régimen. El Rey por otro lado con sus declaraciones y decisiones había quedado dependiendo de la Dictadura, de modo inevitable.
Alfonso XIII fue culpado de los males de la Dictadura e incapaz de apuntarse ninguno de sus éxitos y no era responsable ni de uno ni de otros y probablemente había seguido al decantarse por ella, la propia evolución de la opinión pública. Esta era más consciente y protagonista que en el comienzo del siglo y ahora pudo exigir responsabilidad al monarca.
EL ERROR BERENGUER
Cuando surgió la crisis del régimen dictatorial, Cambó escribió un libro: Las Dictaduras. Al gobierno de transición le recomendaba, además de mantener el orden público, que no "cayese en el apasionamiento de juzgar abominable todo lo que la Dictadura había hecho" y que no juzgara como óptimo las cosas anteriores a ella. Estos consejos eran imprescindibles dada la situación que el país vivió al final de la Dictadura de Primo. Uno de los procesos políticos más difíciles era el tránsito de una situación dictatorial a otra de normalidad constitucional. Al final llegaría el colapso de la Monarquía para sorpresa de todos, incluso republicanos.
El que se encargó de sustituir a Primo fue el también general Dámaso Berenguer que durante los 6 años anteriores se significó por su moderada oposición al régimen era el más liberal de los 3 sugeridos por el Dictador al Rey los otros dos fueron Martínez Anido y Barrera. Cuando anunció sus propósitos de volver a la constitucionalidad, la opinión pública le fue favorable y sus medidas liberales fueron bien acogidas. En sus los meses parece que desaparecieron las conspiraciones militares. Desde el principio también se observaron graves deficiencias en su gobierno, además hay que indicar la inquina contra el monarca. Otro fallo de Berenguer era la lentitud que imprimió a su acción de gobierno.
Su gabinete mantenía las prerrogativas autoritarias de la Dictadura, pero decía caminar hacia la legalidad constitucional aunque lo hacía con morosidad. Los comentaristas calificaron a este sistema como la "dictablanda". Esa lentitud hacía que se deteriorara su popularidad. La razón podía ser el exceso de optimismo de Berenguer.
Una de las cosas que hizo mal fue el querer volver atrás, como si eso fuera posible. Sólo tuvo el ofrecimiento franco y desinteresado de un sector público, a la hora de formar su gobierno: el de Bugallal que representaba el más caduco producto del caciquismo conservador. Su gobierno se apoyaba sobre la tradicional corrupción política del mundo rural, indiferente y pasivo y su política económica mantuvo una postura anacrónica.
Sin embargo había algunas soluciones que dentro de la Monarquía, habrían sido más renovadoras y lo más importante es que el Rey Alfonso XlII no había tenido inconveniente en aceptarlas. En ese momento, Alfonso XIII tuvo que tomar las decisiones más difíciles de su vida: desde los extremos del espectro político, una actitud y la contraria, le eran exigidas en nombre de altísimos deberes. Es probable que si hubiera podido, hubiera abandonado el trono; ante Alba se mostró dispuesto a celebrar un plebiscito sobre su persona y llegar a la reforma constitucional. Fue éste uno de los posibles protagonistas de una solución más renovadora. El Rey se entrevistó con él en París en junio de 1930 y aceptó en principio la resolución de un Gobierno de Izquierdas, pero Alba tuno falta de decisión y audacia y carecía de afectos monárquicos que le impidieron hacerlo.
Cambó, enfermo, tuvo que actuar entre bastidores. La Lliga igual que en 1918 se lanzó a una campaña de propaganda en toda España con más sentido renovador que el que tenía el gobierno. Factor importante de esta campaña fue la creación, ya con el gobierno de Amar, de un Centro Constitucional del que formaban parte los regionalistas, los antiguos mauristas, sectores católicos que luego militarían en la CEDA... Este partido llegó demasiado tarde como para renovar la política monárquica.
El error de Berenguer, decía Ortega, no era el que hubiera cometido errores, sino que otros los habían cometido al hacerle presidente del Consejo de Ministros. Si se pensaba que la vuelta atrás era posible, es porque se opinaba que los españoles pertenecen a la familia de los ovinos, pero ahora, opinaba Ortega, el pueblo español había cambiado.
LA CRECIDA DE LA OPOSICIÓN
Con frases del propio Berenguer, España fue como una botella de champán que se destapa. La opinión pública empezó a desempeñar un papel activo en la política. A ello ayudaba la difícil situación económica que empezaba a percibir las 1as consecuencias de la crisis de 1929, mientras que en algunas provincias andaluzas la sequía provocaba paro y huelgas. Tanto el Rey como Berenguer sufrieron la ofensiva violenta de los descontentos de la derecha y la izquierda.
Cuando Primo de Rivera abandonó el poder, Alfonso XIII le dijo que salvaba por 2ª vez a España. La Unión Patriótica se convirtió en Unión Monárquica Nacional. Buena parte de sus miembros pensaban que el gabinete de Berenguer era mediocre; para los jóvenes de este partido, el mal estaba en el régimen constitucional y parlamentario, en los mismos fundamentos liberales de la Restauración.
La oposición al gobierno de Berenguer corrió a cargo del lado de la izquierda moderada. La CNT empezó su reconstrucción; en mayo de 1930 se autorizó su legalidad y se puso en contacto con los republicanos. Mola y Berenguer mantuvieron cierta relación con sus líderes más moderados, pero protegieron al sindicato libre. En la UGT y el partido socialista, empezaba a predominar la tendencia más claramente antimonárquica representada por Indalecio Prieto, furioso adversario personal de Rey desde el Ateneo de Madrid.
Las clases medias también se mostraban desviadas de la persona del Rey. Un grupo de políticos que se habían significado por su oposición al régimen dictatorial, formaron el llamado Partido Constitucionalista. Carecían de apoyo popular y el mismo hecho de su edad, hacía difícil que pudiera arrastrar a las masas. Sin embargo parecían mucho más motivados por razones ideológicas y no por deseos de poder. Lanzaban reticencias e insinuaciones contra el monarca, sin llegar a proclamarse republicanos (Sánchez Guerra, Burgos y Mazo, Bergamín y Melquíades Álvarez). Sólo hubo 2 políticos monárquicos que hubieran ocupado puestos importantes y que pasaban la línea entre Monarquía y República.
Miguel Maura, con el carácter liberal del maurismo y su antialfonsinismo, acabarán por producir una de las vertientes del republicanismo, y Osorio Gallardo. Menos impetuoso que Maura, Niceto Alcalá Zamora, tardó mucho más en decidirse. En abril de 1930 lo hizo, solicitando para España un régimen político republicano pero esencialmente conservador desde el punto de vista político, social y religioso.
El republicanismo histórico permanecía marginado ante esta oleada de pronunciamientos antialfonsinos o antimonárquicos. Sólo el sector que dirigía Lerroux tenía alguna organización. Durante el Gobierno de Berenguer se produjo un cambio importante en el republicanismo español; su apariencia exterior fue menos demagógica, bohemia y anticlerical que antes. Transformó su apariencia exterior a base del apoyo de nuevas clases sociales y sobre todo de una movilización política de las masas.
El Pacto de San Sebastián en agosto de 1930 fue la consagración de la alianza entre los 2 tipos de republicanos (el nuevo y el viejo) Además de Alcalá Zamora, Miguel Maura, Azaña, Lerroux, participaron también en la reunión, miembros del catalanismo republicano (la antigua Acció Catalana) y del galleguismo (Casares Quiroga). Indalecio Prieto representó al socialismo. Así el Gobierno de Berenguer quedaba cada vez más marginado de las fuerzas políticas reales. A partir de ese momento existió un gobierno provincial republicano que en Madrid se reunía en el Ateneo y estaba presidido por Alcalá Zamora.
La colaboración de un importante sector de intelectuales y una parte del Ejército, acrecentó la fuerza del republicanismo. Los 1os acudieron a la llamada de una Agrupación al Servicio de la República que nació tras un manifiesto de Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y Marañón. Con respecto al Ejército, los republicanos se veían favorecidos por la existencia de una protesta general. Quizá el mejor representante de la tradición conspiratoria militar fuera el general Queipo de Llano. Algunos intelectuales como Salvador de Madariaga, no colaboraron con el republicanismo. Hubo un intento de golpe en Dic. de 1930, pero había una gran desorganización en las filas de los conspiradores contra la monarquía. Las masas obreras estaban generalmente pasivas, pues en Madrid, Besteiro aconsejó la colaboración con el movimiento.
Mientras, el gobierno de Berenguer pasaba una fase crítica. Su lentitud en la acción había enajenado a la Monarquía. La crisis surgió con el problema de las elecciones. Su anuncio produjo una oleada de amenazas de abstención, desde fines de enero de 1931 hasta mediados del mes siguiente: a continuación los constitucionalistas, republicanos, socialistas y Alba, dijeron que no irían a las urnas y por último, también lo hicieron los liberales y Cambó.
EL ERROR DE AZNAR y LAS ELECCIONES DEL 12 DE ABRIL
La crisis política no tuvo fácil solución. El Rey se dirigió a Alba que se negó a colaborar y luego a Sánchez Guerra ya Melquíades Álvarez. Sánchez G. pidió (grave error) el con curso de los republicanos que lo rechazaron Los dos renunciaron a presidir el Gobierno porque el Rey no aceptó algunos de los nombres propuestos como ministros.
El Gobierno de Aznar tenía carácter de concentración monárquica en colaboración regionalista; Tomaron parte desde la derecha representada por De la Cierva y Bugallal a la izquierda de García Prieto y Romanones, pasando por Berenguer, Ventosa y el duque de Maura. Aznar prometió convocar elecciones. Los propósitos del gobierno eran liberales: Aznar había sido uno de los pocos militares que se opuso al golpe del 23. Pero no se puede decir que el nuevo gobierno tuvieran carácter renovador. Además, era totalmente heterogéneo y sin dirección. Aznar había sido elegido por ser muy mediocre en política, como para no asustar a nadie. En los mayores momentos de peligro de la Monarquía, se dedicó a leer a Rocambole y a Trotski y pudo ser considerado como un juguete de Romanones. Los ministros carecían de un programa común y en los momentos difíciles actuaron cada uno por su cuenta.
El Gobierno monárquico no consiguió calmar la agitación de la opinión pública. Los disturbios universitarios siguieron y ante ellos no se adoptó una política coherente por las tensiones entre los miembros del Gabinete. Aznar convocó elecciones municipales y las llevó a cabo rápidamente. En éstas, resultaba más clara la diferencia de comportamiento entre el mundo urbano y el rural. Hubo gran incertidumbre en los resultados, pues eran imprevisibles y fue una novedad que el poder público no interviniese.
Otro rasgo fundamental fue la apatía de los monárquicos que casi no hicieron propaganda y fueron a las elecciones, desunidos. Tanto la Unión Monárquica Nacional como los monárquicos liberales temían que su alianza tuviera efectos contraproducentes para sí mismos. Lo único que le quedaba a la Monarquía eran los caciques, capaces de artimañas, pero no de enfrentarse a un despertar de la opinión pública nacional. Esta se produjo y es el rasgo más importante de esas elecciones.
Los resultados de la elección han sido muy discutidos. Siempre, durante el reinado de Alfonso XIII se había dado distinta importancia a los resultados de los núcleos urbanos y del medio rural. Ahora, en los 1os, la Monarquía sufrió un descalabro; las capitales de provincias dieron la victoria a las izquierdas. Las diferencias eran aún mayores en votos que en concejales (en Madrid el triple que los monárquicos, y en Barcelona, el cuádruplo).
Por vez primera en España el Gobierno era derrotado en unas elecciones. Votaron las zonas que se habían pronunciado en contra de una Monarquía que en el ámbito local no estaba ya representada por ninguna fuerza renovadora, sino sólo por los caciques. En el medio rural se había continuado sin votar.
LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE LA MONARQUÍA
Los resultados de las elecciones sorprendieron al país, a los monárquicos y a los republicanos, que no esperaban ese éxito. Después de la proclamación del nuevo régimen, varias figuras del monarquismo debatieron las responsabilidades de este hecho. Cualquier cosa que se hubiera intentado para mantener el régimen habría sido un fracaso y con derramamiento de sangre. Cada sector político monárquico optó por su propia actuación independiente sin consultar a los demás. El general Berenguer envió a los altos cargos militares un telegrama por el que pretendía apartar al Ejército de la política partidista.
El Duque de Maura, a espaldas del Consejo de Ministros, se puso en contacto con los republicanos para llegar a un acuerdo en relación con las elecciones legislativas, sin lograr nada de ellos. Romanones no veía otra posibilidad que la ordenanza de transmisión de poderes. Consciente de la derrota, su actitud fue la de hacer los máximos esfuerzos para que la caída de la Monarquía se hiciese en el menor daño posible.
El desarrollo de los acontecimientos consiguió convencer a los miembros del gobierno provisional republicano de la posibilidad de tomar enseguida el poder.
El Rey, de acuerdo con sus consejeros, pensó en principio abandonar temporalmente el Trono, hasta las elecciones legislativas, pero el desarrollo de los acontecimientos le indujo a optar por suspender la potestad real y abandonar el país. No pensó en resistir con ayuda de la fuerza, tal como le proponían. .En esta ocasión, igual que en otras, el monarca mostró más sentido común que algunos de sus colaboradores.
La caída de la Monarquía no tenía por qué haber sido inevitable, pues no había sido menos regeneracionista que otros sectores de la sociedad española, pero la realidad es que esta última, prescindió de las instituciones monárquicas como si fueran un estorbo para su modernización.
LA CRISIS EN ESPAÑA
LA SOCIEDAD ESPAÑOLA EN TORNO A 1930
España era en estos años un país semi-industrial que había cambiado mucho con respecto a 1900. No había experimentado un cambio tan decisivo como otros países, pero al menos, vio disminuir la distancia que la separaba de potencias como Francia, Gran Bretaña y Alemania.
En 1930 no podía considerarse como un país con una economía agraria y una población rural. La población activa dedicada a la agricultura, había descendido. Por la vez en la ha de España la población activa agraria era inferior a la industrial y la de servicios unidas; la población activa industrial superaba ya el 25%. Las ciudades de más de 100000 hab. habían pasado de 6 a 11 desde principios de siglo.
El crecimiento demográfico era mucho más rápido y constante. De los 18 millones de hab. de principios de siglo, pasaron a más de 23 en 1930. En este crecimiento había un factor derivado de la modernización, pues era el producto de la mejora de las condiciones higiénicas. La tasa de mortalidad que en 1907 estaba por debajo del 25/1000, en 1930 estaba por debajo del 10/1000. Aun así, todavía la situación de la higiene tenía muchos aspectos en que era posible mejorarla. El descenso de la mortalidad tuvo como efecto que la esperanza de vida progresara de modo que si antes era sólo 35 años, en los años 30 alcanzaba los 50. Así, la tasa de mortalidad se parecía ya a la europea e igualmente sucedió con la natalidad.
Con respecto a la emigración, se produjeron cambios importantes desde comienzos de siglo, habiendo una reducción importante en la ultramarina, lo cual no quiere decir que desapareciera totalmente, pero sí que disminuyó y además se modificó, sobre todo en la dirección y duración, pasando de América a Europa y de estable a temporal.
Persistían los comportamientos divergentes entre el campo y la ciudad a pesar de la creciente urbanización de la sociedad. La sensación de transformación y cambio caracterizaba a la 2ª, mientras que el campo mostraba sobre todo una estabilidad.
En lo que se refiere a la producción, los cambios habían sido modestos, pero aún lo eran más en la estructura de la propiedad. España no era un país en que se dieran fenómenos latifundistas tan acusados como en Hispanoamérica, ni un peso decisivo de la nobleza o el clero en la vida agraria, como en el Este de Europa después de la 1 Guerra Mundial. Había un problema latifundista pero no sólo nobiliario y centrado en una parte de España y no en toda ella. Según Bernal, en la Bética, el 2% de los propietarios controlaban el 56% de la riqueza; no se trataba de un latifundismo que supusiera el mal cultivo. En cualquier caso, una y otra fórmula latifundista contribuyeron poderosamente junto con la presión demográfica, a crear esa sensación de hambre de tierras que había en la agitación social de la época. En Galicia el viejo problema de los foros se podía considerar resuelto antes de la República; el problema fue desapareciendo por las nuevas disponibilidades económicas que nacieron de la comercialización de la ganadería, las transformaciones tecnológicas de la agricultura y las remesas de la emigración.
En Cataluña persistía un problema agrario de la zona no latifundista. La rabassa morta o contrato por el que el cultivador pagaba al propietario una parte de la cosecha de la vid y que era un arrendamiento largo y estable que se sustituyó por fórmulas menos beneficiosas para el primero, cuando hubo la filoxera. La estabilidad del mundo agrario explica la emigración del campo a la ciudad que caracterizó todo el 1er tercio del S. XX y que en 1930 había sido espectacular en los núcleos urbanos. Una de las regiones que mayor número de emigrantes recibió fue Cataluña. El crecimiento industrial fue el factor decisivo que explica el desarrollo de la vida urbana; ésta experimentó un considerable progreso a partir de la I Guerra Mundial.
Las grandes ciudades como Madrid y Barcelona experimentaron un crecimiento que obedecía a causas similares; poblaciones cercanas se unieron al caso urbano mientras que se abrían nuevas vías a la circulación. Madrid rondaba el millón de hab. en los años 30 y en dicha ciudad, la 1ª fábrica era una de tabaco y la industria más importante la de la confección. La principal actividad madrileña era la construcción que ocupaba a 80000 personas sobre todo en proyectos estatales como la construcción de la Ciudad Universitaria o en otros, destinados al transporte (el metro). El resto de las industrias madrileñas importantes eran alimenticias, imprenta, etc, que no daban a la capital la fisonomía de una ciudad industrial.
Barcelona sí la tenía. Sus trabajadores industriales eran el 20%, de los cuales, la ½ se dedicaba a la industria textil. También Barcelona entre las 2 exposiciones de 1888 y 1929, experimentó un crecimiento grande que le acercó al millón de hab. Sería posible hacer una descripción parecida del desarrollo urbanístico de las ciudades españolas; todas ellas experimentaron un crecimiento importante a partir de los años 20.
Esta España urbana es la que presenció las 2 transformaciones, prueba al mismo tiempo de la modernización de la sociedad española: La Educación y el papel de la mujer. La aceleración del progreso de la educación se produjo sobre todo en la 38 década del siglo. Sin embargo, cuando se proclamó la II República, tenía un 60% de analfabetismo y un 25% menos de tasa de escolarización que Italia.
El papel más importante e igualitario de la mujer en la sociedad española se percibe atendiendo a la evolución de su educación. En 1900 el 71% de la mujer era analfabeta y sólo había una estudiante universitaria mientras que en 1930 ya eran 1700.
A partir de 1910 empezó a existir un sindicalismo femenino que tuvo probablemente su élite en las cigarreras. En el trabajo, más del 80% lo desempeñaba en el sector terciario, principalmente el servicio doméstico. Hasta entonces el n° de mujeres presentes en la vida pública había sido muy reducido (principalmente procedieron de los sindicatos como la anarquista Teresa Claramunt o la socialista Virginia González), pero ya en la República les correspondió un papel apreciable. Una diputada que jugó un papel relevante en la política republicana fue Margarita Nelken que consideraba escasos los avances, pero afirmaba que para España se iba avanzando a pasos agigantados.
A la España del reinado de Alfonso XIII le caracterizó una movilidad importante. La nobleza no poseía más que 1/12 parte de la tierra, pero la de mayor alcurnia desempeñaba un papel social y político decreciente. Sólo 1/3 de los senadores eran nobles durante la I Guerra Mundial y de esta proporción, la ½ eran títulos recientes. Sólo en períodos muy determinados es constatable una intervención destacada de la nobleza en la vida política (con Silvela o Primo de Rivera), pero en este último período se trató de la nobleza más reciente. El crecimiento de ésta, incorporando a ella personalidades que habían triunfado en la sociedad de su tiempo fue un rasgo muy característico del período. La concesión de un título en nada cambiaba la concepción de vida de quien lo recibía, pues no era sino reconocer una trayectoria de éxitos en la vida. Se podría añadir que la propia nobleza (Duque de Alba) colaboró de modo importante en muchas empresas capitalistas y que la mayor parte de las grandes familias burguesas tardó en reclamar el título nobiliario.
Como mejor se puede apreciar la movilidad social del reinado de Alfonso XIII es teniendo en cuenta quiénes eran los miembros de la alta burguesía, el origen de su : fortuna y la fecha de que databa ésta. Los vínculos entre política y mundo económico: eran estrechos pero eso no impedía la movilidad, También existía una burguesía periférica
que militaba en partidos opuestos al sistema político vigente. En lo que atañe a las clases medias profesionales y a los funcionarios, también hay un cierto cambio modernista. Se ha calculado que los efectivos de los 1OS se duplicaron en las 3 primeras décadas del siglo. En general los miembros de la clase política procedían de la clase media provinciana. En toda España una figura social ascendente era no sólo el naviero vasco o el industrial textil catalán, sino también el terrateniente que hizo su fortuna con compras inteligentes combinadas con enlaces matrimoniales. Además, la burocracia mantuvo sus efectivos estables en tomo a las 100.000 personas y estuvo centralizada en Madrid, pero experimentó un importante cambio en lo que respecta a su estabilidad y profesionalización; la ley de julio de 1918 y el posterior Estatuto de Septiembre contribuyeron decisivamente al cambio que se consolidó en la etapa de la Dictadura.
La transformación de las condiciones de vida de las clases populares en el medio urbano fueron más importantes que las que tuvieron lugar en el medio rural. En n° de jornaleros pudo disminuir durante las 3 1as décadas del siglo mientras que el de propietarios pequeños o cultivadores directos se pudo incrementar en el mismo periodo. Había una notoria diferencia entre el proletariado campesino y el industrial y urbano que recibía a menudo un salario doble del rural.
Un estudio del Inst. de Reformas Sociales dictaminó alrededor de 1930, que en la 1ª posguerra mundial se había producido un deterioro de hasta un 20% en el nivel de vida de la clase trabajadora aunque luego en los años 20, la situación cambió en sentido positivo.
Con el paso del tiempo se había iniciado en España la reforma social producto de la iniciativa del Instituto de Reformas Sociales. Un gran impulso recibió la obra reformista en la 1ª posguerra mundial, momento en que la jornada de 8 horas fue introducida en España al mismo tiempo que en el resto de Europa. Se introdujeron los seguros sociales. Pero en el momento de proclamarse la República sólo se había implantado un seguro social obligatorio, el retiro obrero que beneficiaba a 5 millones de personas; el seguro de paro se planteaba como una necesidad acuciante pero sólo era eso y el de maternidad se aprobó en 1923 pero no llegó a aplicarse. Otros países europeos tenían un seguro de enfermedad, además de los mencionados; comprobamos con ello que la diferencia entre el obrero español y los demás no eran sólo de salario, sino mucho más considerable aún.
El resultado de los cambios del país fueron también en las diversiones populares y en los medios de comunicación. El fútbol tuvo gran popularidad y a partir de los años 20 se hizo un deporte de masas.
En los medios de comunicación, la simple lectura de la prensa diaria demuestra el progreso logrado, no tanto por la multiplicación de periódicos como por la mejora de la calidad de los mismos. Además, en este periodo se presenció la aparición de la radio que empezó a emitir en España en 1924. En 1930 empezaron a radiarse informativos que jugaron un importante papel en la vida política de la etapa republicana.
Da la sensación de que si en 1931 la sociedad española era los suficientemente moderna como para tener un sistema democrático y no ser gobernada por un liberalismo oligárquico, al mismo tiempo tampoco lo era bastante para que esa democracia fuera estable.
LA CRISIS ECONÓMICA y SU IMPACTO
Hay que hacer constar que en el tránsito de un régimen a otro jugó un papel de importancia la situación económica que marcó la desvalorización de la peseta, la sequía y el correspondiente paro en gran parte del sur del país. Además, la política gubernamental se caracterizó por su timoratez conservadora. Como hubo un error Berenguer, también puede hablarse de un error Argüelles pues este ministro de Hacienda con sus medidas de contracción del gasto público, sólo hizo aumentar los problemas de paro, ya de por sí bastante graves.
Se puede decir que si los años 20 fueron una década de prosperidad y optimismo económico, un destino completamente contrario le correspondió a la década siguiente a partir de la quiebra de la Bolsa de N. York. Buena parte de los rasgos políticos, sociales e intelectuales de esta época están relacionados con la crisis económica, sin la cual resultaría incomprensible.
El impacto de la crisis fue menor que en otras latitudes, debido a los rasgos más característicos de la economía española de la época. Por eso se puede afirmar que ésta no puede definirse como un factor que contribuyera de forma decisiva al colapso del régimen, sino a lo sumo, como un factor coadyuvante en una nación que ya tenía bastantes problemas políticos y sociales. El mejor testimonio de ese impacto son las cifras de renta per cápita que, si suponen un estancamiento o ligero retroceso, no presencian un colapso como el que se produjo en otras latitudes.
La crisis económica afectó de manera distinta a los diferentes sectores. El comercio, la industria siderúrgica o el mercado de valores, siguieron muy estrechamente la evolución de la crisis mundial. El caso más espectacular fue el del comercio exportador español que al estar constituido por productos prescindibles, tuvo una drástica reducción, en este caso, superior a la del norteamericano o alemán. Sus efectos los sufrieron las regiones de productos agrícolas o industriales de exportación como Valencia (naranja) y el País vasco (hierro). Alguna industria como la siderometalúrgica o la de cemento, experimentaron graves problemas. Se ha calculado que la inversión pública decreció a un ritmo de un 9% anual y la de carácter privado lo hizo en un 25%, acosada por la inestabilidad social y política. Pero la industria química no se vio afectada y la textil se benefició por la mejora del nivel de consumo. Las cosechas de trigo fueron muy buenas, aunque se produjo un problema de superproducción que se agravaron con la importación de cereal que se calculó mal en 1932.
Como era inevitable, la crisis económica tuvo una repercusión inmediata sobre el ambiente social que se vivió durante el período republicano. Las clases medias y la alta burguesía sufrieron el colapso de la Bolsa; fue 1933 el año álgido de la crisis y en el que concluyó la experiencia de centro-izquierda reformista que suponía Azaña. Es difícil precisar hasta qué punto la República significó una mejora en el nivel de vida de las clases trabajadoras, pero así fue. 1º se produjo toda una reforma social que afectó a las condiciones de vida de manera indirecta, pero además hubo un incremento importante en los salarios.
También estaba el paro, que en España era muy dramático porque no había seguridad social, aunque en nuestro país no fue tan grande como en otros. Aun así jugó un papel importante en algunas regiones y ciudades.
Pero los conflictos sociales no pueden explicarse sólo por la crisis económica. En 1933 se batieron todos los record en el n° de jornadas perdidas por las huelgas. Si había una gran protesta social era porque la República no sólo fue un cambio de régimen, sino que produjo una revolución en las esperanzas de cambio social de la clase trabajadora. Existían reivindicaciones que eran producto del pasado y que ahora se acumulaban en una demanda global, pero además, el cambio político las aumentaba. Las huelgas eran más largas y a veces violentas.
Podría pensar que es la oposición patronal a cualquier tipo de reformas la que permite explicar toda esa lucha social. La tensión que pronto existió en el ambiente social de los años 30 obedeció a la larga etapa previa de reivindicaciones insatisfechas y a la expectativa de que lo serían de modo inmediato; un sistema político que nacía se encontró así con muchos problemas a los que por sus propias características, le fue difícil dar pronta solución. Los incidentes anticlericales con quemas de conventos o la quema de cosechadoras en el campo andaluz, fueron algunas de las experiencias más ciegas e incontrolables de la situación.
LA MOVILIZACIÓN POLÍTICA
La República suponía un cambio de régimen, pero más importante fue el hecho de que en ese momento se produjera el advenimiento de las masas a la vida pública, de manera brusca. Puede decirse que la II República fue ante todo y sobre todo, la experiencia democrática española por excelencia antes de 1977. Nunca tuvo España ni antes (pues entonces lo que había era liberalismo oligárquico), ni después, un régimen de participación de las masas en la vida pública, característico de las democracias.
Hay que ver al examinar este fenómeno, su cronología. La movilización política se había iniciado antes de la proclamación del régimen republicano. Sin embargo, el proceso necesitó un tiempo para completarse. Las mismas elecciones constituyentes de 1931 se definieron como de transición. En ellas hubo una candidatura oficial republicano-socialista que tenía ayuda oficial y que no siempre tuvo enfrente una pluralidad de candidaturas de oposición en igualdad de condiciones; hay testimonios de fraude por sumisión del electorado al encasillado oficial, igual que antes. Pero quizá el factor más expresivo es el hecho de que el mapa electoral, si por un lado señala las zonas de implantación de algunos grupos como los socialistas, en cambio no muestra definitivamente la implantación preponderante de la derecha que estuvo poco representada en las Cortes Constituyentes para lo que era su fuerza social real. Los resultados de las elecciones de 1931 acabaron por causar problemas al mismo sistema político, en cuanto que no facilitaron el consenso constitucional.
La movilización política acabó entre 1932 y 33. Y a ello contribuyó el sistema electoral diseñado para las Constituyentes y que ya no se modificaría durante la etapa republicana. Consistía en una división de España en distritos provinciales o de grandes ciudades. Parece que el sistema acabó con el caciquismo pero hubo otros aspectos menos positivos que hacían que se formaran las grandes coaliciones, con lo que las alianzas tuvieron un tono negativo. Si una de ellas quería triunfar debía tener a los sectores más extremistas porque una diferencia mínima de votos podía convertirse en sustancial a la hora de traducirse en escaños. Se amplió el derecho electoral a los varones mayores de 23 años y la Constitución incluyó el de las mujeres. A ellas se les atribuía una condición conservadora pues sus filas estaban compuestas de la derecha católica, aunque también había socialistas.
Por 1ª vez en la historia, la elecciones fueron perdidas por quienes estaban en el poder. Estas elecciones tampoco pueden definirse como modélicas. Había un grado de abstención muy grande. Hubo partidos caciquiles como los agrarios y muchos caciques se incorporaron a las opciones republicanas de centro, como los radicales.
Igual que las elecciones. los partidos políticos constituyen un mecanismo fundamental de la política democrática y de masas. No existían antes de 1931 pues eran "tertulias caciquiles de notables". Ahora consiguen movilizar a masas de seguidores y partidarios y también lo consiguen los sindicatos y grupos no especialmente partidistas.
La UGT había superado en afiliados a la CNT. Se puede pensar que parte de la afiliación de los partidos republicanos fue ficticia, pero no sólo los sindicatos crecieron de forma espectacular el PSOE, Acción Republicana, Unión Republicana y la CEDA que era el partido de masas por excelencia, de la Derecha.
Lerroux controlaba a la minoría radical sin asistir a sus reuniones y Gil Robles personalizaba la CEDA, como Azaña la Acción Republicana, pero un signos de estos tiempos era que los políticas se sintieran respaldados por auténticos partidos de masas.
Comparando los rasgos de las 2 opciones más importantes del republicanismo, vemos que existen parecidos como: la ausencia de la mujer entre los afiliados, pero también hay diferencias: los que siguen a Azaña eran profesionales de la docencia (40 años de edad) los dirigentes del radicalismo tenían menos formación y mayor edad.
Al principio de la democracia republicana, los partidos parecían más el producto de una idea mentalidad que de una ideología. Al pasar el tiempo, las diferentes,. posturas fueron perfilándose había en un 1er momento radicales socialistas que no se diferenciaban casi de los republicanos de centro y otros más cercanos al socialismo que al republicanismo de centro. Al final de la experiencia democrática republicana, el sistema de fuerzas políticas tendía a centrarse en 3 bloques principales, aunque hubiera, otros: un partido de derechas (la CEDA), el socialista en la izquierda y un centro republicano muy dividido que osciló en diferentes sentidos para inclinarse al final a favor de Azaña.
El sistema de partidos encerraba peligros evidentes: 1º existía el de alimentar la conflictividad en vez de resolverla: la existencia de partidos de significación nacionalista o con fundamentos religiosos pudo contribuir a la no resolución de estos dos problemas. Sobre todo el peligro de este sistema partidista era que al pluralismo se sumara la polarización. Así acabaría sucediendo.
Todo en la experiencia republicana tiende a recordamos su condición democrática: el Parlamento fue el centro de la vida política a diferencia de lo que ocurría en el reinado de Alfonso XIII, y la prensa, aun sometida a censura, se politizó y alcanzó grandes tiradas. Pero esta politización de la vida, tuvo un doble aspecto positivo y negativo: La República fue un gigantesco avance en la vida pública nacional, pero a la vez, la brusquedad de la politización condujo al maximalismo. El cambio brusco de la transición desde el liberalismo oligárquico a la democracia, contribuyó a ello.
LA EXPERIENCIA DEMOCRÁTICA REPUBLICANA (I)
LA ELABORACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN
La República había nacido en un ambiente de entusiasmo y unidad que pronto se disipó gracias al planteamiento de los problemas de orden público y religioso. Una de sus primeras medidas de Maura fue la creación del Cuerpo de asalto que evitaba tener que recurrir a una Guardia Civil sin otras armas para la represión de disturbios que las de fuero.
Hay que mencionar la cuestión religiosa, en la que Maura se traicionó por su exceso de vehemencia. El obispo de Vitoria fue expulsado de España (un prelado que había acatado el nuevo régimen) lo que fue desmesurado. En cambio, la expulsión del Cardenal Segura, Primado de Toledo, en junio, fue más justificable, por sus alabanzas a la Monarquía y por la disposición que hacía de los bienes religiosos. La quema de conventos del 11 de Mayo fue lo que más contribuyó a cambiar el clima en el que se desarrollaba la vida pública.
Se produjeron algaradas en Madrid que luego se extendieron a provincias; hubo más de 100 edificios religiosos incendiados y desde entonces, cualquier disturbio social o político concluía con actos como esos. La reacción del Gobierno no se significó.
Las elecciones constituyentes de 1931 supusieron un aplastante triunfo de los republicano-socialistas. En la derecha republicana militaban 40 diputados agrarios, católicos y vasco-navarros. Da la sensación de que la derecha estaba muy desorganizada como consecuencia del cambio, no sólo de régimen, sino también de la vida política y que los conflictos de orden público y en el terreno religioso, deterioraron la posición de Alcalá Zamora o Maura, sin ser suficientes para movilizar a la derecha católica, que tardó en hacerlo hasta 1932.
Las Constituyentes republicanas tuvieron una gran altura intelectual, pero también una gran inexperiencia producto de esa decisiva renovación de la clase política dirigente. La nueva Ley fundamental fue redactada por una comisión de las Cortes cuyo presidente fue el diputado socialista Luis Jiménez de Asúa; él mismo la definió como avanzada y de izquierdas, pero no socialista, como la mayor parte de las redactadas en la 18 posguerra mundial con las que guardaba gran similitud. La Constitución abundaba en declaraciones idealistas.
La Constitución de 1931 fue criticada por Ortega para quien era preciso que una Ley fundamental tuviera más músculo y menos materia adiposa; se refería con ello a artículos en los que ratificaba los derechos del niño o el que afirmaba que la enseñanza debería hacer del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspiraría en la idea de solidaridad humana. Había otros inconvenientes también que nacían del tono democrático y que se referían a las relaciones entre los diversos poderes de la República.
La Constitución fue unicameral en contra de los deseos de los republicanos de centro (Alcalá Zamora, Martínez Barrio) que deseaban un Senado moderador, de algunos socialistas y de los nacionalistas catalanes. Sólo había un Tribunal de Garantías Constitucionales encargado de dictaminar sobre la constitucionalidad de las leyes y se establecía una Diputación permanente de las Cortes que desempeñaría una función supletoria en el caso de que no estuvieran reunidas. Las Cortes convirtieron al presidente republicano en el más débil que nombrado por seis años no podía ser reelegido inmediatamente y sólo podía disolver las Cortes dos veces.
LA REFORMA MILITAR y EL COMIENZO DEL BIENIO REFORMISTA
La cuestión religiosa fue la que dividió al Gobierno provisional, al discutirse en las Cortes, e impuso una nueva fórmula de gobierno que dio lugar a un bienio que se caracterizará como reformista. Quien dirigió esta experiencia gubernamental republicana fue Azaña. Este tenía razones para querer desempeñar la cartera de Guerra. El Ejército le parecía particularmente necesitado de transformación y tuvo arrestos para enfrentarse con una reforma ante la que habían retrocedido sus antecesores. Sus 1as medidas fueron conseguir que el Ejército se conformara con unos efectivos más proporcionados, en la oficialidad, a las necesidades del país; se hicieron desaparecer los cargos de capitán general, teniente general y gobierno militar y se redujo a la ½ el n° de unidades. Pero la medida esencial fue la, Ley de Retiro de la Oficialidad por la que ésta, en sólo 30 días tenía que elegir entre un retiro con todo el sueldo o la permanencia en el Ejército pero mostrando su adhesión al nuevo régimen. Se retiraron unos 7000 oficiales. El complemento de esta Ley de Retiro fue la revisión de ascensos que se concedieron anteriormente (hubo oficiales que perdieron hasta 2 grados). Estas medidas no mejoraron el prestigio de Azaña ante la oficialidad, aunque demostraron el predominio del poder civil.
Otra medida fue la desaparición de los Tribunales de Honor y pudieron reingresar los expulsados por ellos; se suprimió el Consejo Supremo de Justicia militar y se hizo cargo de sus funciones una Sala del Tribunal Supremo; se derogó la Ley de Jurisdicciones y se creó un Consorcio de Industrias militares. También se intentó intelectualizar la formación militar vinculándola durante 1 año a los estudios universitarios y suprimiendo la Academia General Militar. El sistema de ascensos se haría por estudios, lo que despertó la protesta de algunos sectores entre los que estaban algunos de los militares más prestigiosos. El Servicio militar tendría una duración proporcionada a la formación del recluta.
Las deficiencias materiales del Ejército no fueron resueltas y Azaña admitió en las Cortes que no había cañones, fusiles, municiones y que la aviación estaba en mantillas. La derecha habló de la trituración del Ejército.
De todas formas, el juicio general era favorable a Azaña en los primeros meses de la República. Fue la votación del arto 26 relativo a la cuestión religiosa en oct. de 1931 la que le hizo asumir la Presidencia. La cuestión religiosa marginaba del primer plano de la política a Alcalá Zamora y a Miguel Maura, pero ello no quería decir que necesariamente le correspondía el poder a Azaña, incluso a pesar de su oferta al PSOE, pues era posible un gobierno exclusivamente republicano y era posible también que lo presidiera Lerroux. En diciembre de 1931 Alcalá Zamora fue elegido casi unánimemente Presidente. Por otro lado, de la crisis quedó un enfrentamiento entre Lerroux y Azaña y al que cabe atribuir una importancia en la fragmentación del centro republicano.
De diciembre de 1931 a septiembre de 1933 Azaña estuvo al frente de una solución gubernamental de centro-izquierda formada por republicanos y socialistas. El mejor calificativo para esta opción gubernamental es el de reformista. Y a este adjetivo hay que sumar el de jacobino y típico del jacobinismo es tender hacia un despotismo de libertad, interpretando que no hay ni debe haber libertad para los enemigos de la misma. Ligada a esa tesis estaba su juicio acerca del sentido del cambio de régimen al que Azaña no dudaba en dar una significación revolucionaria. La sublevación de Jaca era la expresión de esa revolución y la evidencia de servirse de la violencia. La república era un instrumento para cambiar la vida de los españoles.
Tiene razón Madariaga cuando afirma que durante el 1er bienio republicano se dio la sensación de que se legislaba más contra el pasado que por el porvenir. Tanto Azaña como las fuerzas políticas que le seguían parece haber tenido principal interés en un programa basado en hacer desaparecer los privilegios de los sectores sociales, hasta entonces preeminentes, es decir, la nobleza, el ejército y el clero. Aun siendo socialmente reformista, el bienio republicano fue mucho más anticlerical.
LA CUESTIÓN RELIGIOSA
Durante el bienio republicano sólo la reforma agraria es más importante que la religiosa. El conflicto empezó antes de las elecciones constituyentes y las manifestaciones de anticlericalismo se hicieron como una especie de rito en las protestas de izquierda la vez que las derechas hacían grandes muestras de clericalismo.
Hay que señalar que, aun siendo la masonería una institución laica y anticlerical, no tuvo una única posición en la resolución de la cuestión religiosa, aunque sí una sensibilidad especial al respecto; durante la Dictadura la oposición al régimen actuaba en la clandestinidad y encontró en la masonería un apoyo. El resultado fue que nutrieron la masonería un gran n° de intelectuales, profesionales y militares; y también ingresaron en ella sectores de la clase media baja que pasarían durante la República a una actitud radical sobre todo en cuestiones religiosas.
Aunque la masonería no intervino en el cambio de régimen, fue objeto de alguna redada por la policía en la etapa de la Dictadura y consideró el nuevo régimen como la revolución más perfectamente masónica de la Historia. Tenía pocos afiliados pero gran importancia en los medios políticos. A pesar de que todos los masones eran partidarios de un Estado laico, las diferencias en el seno de la asociación eran grandes. Martínez Barrio, presidente de la misma hasta 1934, preparó una fórmula de convivencia más viable que la de otros masones de izquierda que deseaban la expulsión de las órdenes religiosas. Pero la Masonería también fue víctima de la política, convirtiéndose en el escenario de la lucha entre Azaña y Lerroux.
Cuando se produjo la proclamación de la República, la jerarquía religiosa y el republicanismo estaban en campos totalmente opuestos, pero una vez proclamada ésta, la totalidad de los obispos, excepto uno (Segura) la acataron. La expulsión temporal de España del Obispo Múgica no tuvo fundamento, pero la postura del cardenal primado Segura, mostró una inequívoca simpatía por el régimen desaparecido. Dedicó un recuerdo de gratitud al rey exiliado en una de sus pastorales e hizo imprudentes declaraciones que provocaba al anticlericalismo habitual entre los constituyentes republicanos. Esa postura fue minoritaria entre los obispos españoles.
La postura predominante en principio fue la del Cardenal Vidal i Barraquer que había tenido conflictos con la Dictadura y mantuvo siempre una relación cordial (aunque discrepante) con parte de los dirigentes republicanos, pero siempre se mostró partidario de una relación de convivencia. El Vaticano contemporizaba. Desde el Gobierno hicieron saber a las autoridades vaticanas que una solución de transigencia era imposible si no se adoptaba una posición clara respecto a Mons. Segura. Roma solicitó y obtuvo la dimisión de éste.
A finales de septiembre de 1931 el Gobierno parecía dividido ante la cuestión religiosa. Alcalá Zamora y Maura hubieran deseado una separación amistosa de Iglesia-Estado formalizada a través de un Concordato aprobado por las Cortes: el Vaticano y el sector dirigente del catolicismo español de la época, estaban dispuestos a admitir la libertad de cultos o la separación entre Iglesia-Estado. El propio Mº de Justicia parecía inclinado a la solución de concordia. La posición más anticlerical la tenía Indalecio Prieto que presionaba a los dirigentes republicanos ya las masas anticlericales de izquierda y al jacobinismo de los dirigentes. El Socialista publicó artículos pidiendo la destrucción de la Iglesia. Dos de los grupos más de izquierda de las Cortes, radicales-socialistas y socialistas, propusieron la expulsión de todas las órdenes religiosas. Lerroux resultó titubeante y no se preocupó de llegar a una solución de concordia. Sí lo hicieron en cambio Alcalá Zamora y Gil Robles. Este señaló que la solución que iba a darse a la cuestión religiosa era todo menos liberal.
La cuestión se resolvió al intervenir Azaña y proponer una fórmula para el artículo 26 de la Constitución que fue una fórmula de transacción. Pero no postuló que España debía dejar de ser católica. Con conciencia de disgustar a los liberales propuso que se prohibiera la enseñanza a las órdenes religiosas y aduciendo como argumento el 4º voto de fidelidad al Papa, prestado por los Jesuitas, defendió su expulsión. Su propuesta fue aceptado por mayoría a pesar de que para una parte de la mayoría parlamentaria, no acababa de ser satisfactoria.
Aparte de todo esto, la Constitución incluía otros preceptos como el divorcio, la secularización de cementerios, la supresión del impuesto de culto y clero, etc. Todas estas disposiciones constitucionales se llevaron a la práctica en meses sucesivos. La Compañía de Jesús fue disuelta aunque sus miembros no fueron expulsados como en tiempos de Carlos III y sus bienes fueron nacionalizados. A pesar de ello, la enseñanza de los Jesuitas pudo seguir en instituciones privadas.
El Gobierno presidido por Aznar, en aplicación de lo previsto en la Constitución, presentó un proyecto de ley para regular el régimen jurídico de las restantes órdenes religiosas con independencia de los Jesuitas. La Ley de Congregaciones de mayo de 1933 exigía a las existentes en España una minuciosa inscripción en el registro correspondiente, obligación de no poseer más bienes que los que les rentaran el doble de los gastos de su manutención y admitía la absolución de las órdenes por parte del Estado.
Los actos externos de culto necesitaban aprobación gubernativa y en muchas partes, alcaldes de los pueblos impusieron contribuciones por toques de campana, procesiones, entierros católicos, etc. Esto originó una reacción airada La Iglesia española perdió la oportunidad de vivir una experiencia de separación del Estado en autonomía, cordial o no, respecto del mismo.
Todo esto fue también muy perjudicial para la República y en ello coinciden políticos de los años 30 e historiadores actuales. Quizá el juicio más oportuno sobre el planteamiento de la República en la cuestión religiosa esté en el discurso redactado por Ortega. Para el filósofo, la cuestión religiosa era una cuestión de tacto histórico; era esencial que como consecuencia de la solución tomada, no se dejara herida a la Iglesia. No se hizo así y esto disminuyó las posibilidades de convivencia.
LA REFORMA AGRARIA
Fue la más importante y difícil que se le planteaba al nuevo régimen republicano. Se planteó antes de que estuviera redactado el texto constitucional. Tuvo gran mérito al enfrentarse con un problema multisecular que se planteaba en el momento del cambio de régimen con especial virulencia dada la crisis económica, las expectativas sociales creadas y el empuje de una demografía que no tenía sitio en el mercado de trabajo.
Se inició la obra reformista dictando disposiciones y en principio no encontraron resistencia por parte de los propietarios. Como también los salarios crecieron bastante, la situación del campo parecía buena respecto a las posibilidades de una transformación social que fuera beneficiosa a quienes lo trabajaban. Pero hubo otras medidas que no fueron tan bien recibidas por los propietarios. El decreto de laboreo forzoso obligaba a seguir cultivando la tierra según los usos y costumbres de la localidad para evitar el paro. El decreto de términos municipales por la que se obligaba al patrón a contratar obreros locales, fue muy discutido. Luego fue suspendido en su aplicación.
Parte de estas medidas fueron obra del Mº de Trabajo regido por el socialista Largo Caballero que las puso pronto en marcha; pero la reforma global fue más lenta. La Comisión Técnica nombrada por De los Ríos (Mº de Justicia) elaboró un anteproyecto que si se hubiera llevado a la práctica hubiera logrado evitar muchos de los males que luego aquejaron a la reforma.
Alcalá Zamora en el verano de 1931 redactó otro proyecto que representaba la posición de los republicanos derechistas: introducía 3 categorías de tierras en las que se aplicaría la reforma: las no regadas en zonas regables, las de procedencia feudal y las que fueran arrendadas sistemáticamente; en cualquier caso habría indemnizaciones. Los socialistas querían una reforma más rápida que favoreciera los arrendamientos colectivos y que afectara también a las propiedades extensas por el hecho de serlo. Los partidos republicanos insistían en limitar los gastos de la reforma y hacer pagar la reforma a la nobleza.
En 1932 el Gobierno de Azaña presentó su proyecto de reforma agraria aunque ni él ni Domingo lo consideraban primordial y los nacionalistas gallegos y catalanes no se sentían afectados por él. Sólo con la derrota de la conspiración de Sanjurjo avanzó con rapidez el proyecto. Como consecuencia de ella Azaña se incautó de los bienes de toda la Grandeza española a pesar de que sólo 2 se habían implicado. Fue una medida revolucionara y con ella, así como con la expulsión de los jesuitas quería dar una satisfacción parcial al sector más radical que le apoyaba. La reforma agraria fue aprobada en septiembre de 1932 y su texto fue muy complejo pues llegaba a haber hasta 13 categorías de tierras expropiables sometidas a determinadas restricciones en el ejercicio de los derechos de la propiedad. Así el n° de afectos por la reforma aumentaba enormemente. Esta se extendía a toda la península y no sólo al Sur. La expropiación sería siempre con indemnización excepto en el caso de la Grandeza.
La Ley la aplicaría un Instituto de la Reforma Agraria y logró su objetivo esencial en cuanto puso a disposición del Estado enormes cantidades de tierras a precios asequibles para que éste tratara de satisfacer las demandas campesinas.
Lo más característico de la reforma agraria fue lo parco de sus resultados. Las posibles causas fueron las dificultades financieras de un Estado que debía restringir sus gastos por las crisis económicas y por la incompetencia del Mº encargado de la reforma, M. Domingo. Por ello sufrió ataques durísimos, lo que aumentó la responsabilidad de Azaña que conocía sus limitaciones y lo mantenía en el puesto.
Mientras que la tierra perdía parte de su valor a causa de su inclusión en un inventario, también los jornaleros y no sólo los propietarios quedaban decepcionados. Así lo demuestra el cimiento de la agitación campesina. Pronto el medio rural se convirtió en el escenario de enfrentamiento s durísimos, a veces protagonizados por la CNT pero también por la UGT cuya Federación de Trabajadores de la Tierra se inclinó hacia posiciones revolucionarias. La agitación se incrementó mucho en el instante en que la Ley de la Reforma Agraria era aprobada y fue en el Sur de España donde tuvo más virulencia. Los patrones actuaron con radicalismo; protestaron con dureza y se organizaron en asociaciones para dar una batalla que no favoreció al régimen republicano.
EL ESTADO INTEGRAL Y LOS NACIONALISMOS
Tanto en Cataluña como en el País Vasco, la etapa de la Dictadura radicalizó inevitablemente el sentimiento nacionalista, en especial entre los sectores juveniles. Era perentorio que la República abordara esta cuestión. Puede decirse que hasta entonces el catalanismo estaba representado sólo por la Lliga pero tras las elecciones de 1931 tuvo un enorme cambio: en Barcelona la Esquerra Catalana obtuvo gran ventaja sobre la Lliga y dobló el voto de la opción republicana por excelencia.
Acció Catalana se denominó ahora Partit Catalá Republicá. La Esquerra obtuvo su éxito gracias a la personalidad de Maciá que había llegado a convertirse en símbolo de la Cataluña que buscaba su personalidad nacional. Fue en efecto el partido hegemónico de Cataluña y el que ganó todas las elecciones y dominó su Parlamento; tenía un inconveniente: lo heterogéneo de su composición. Su problema no era ganar las elecciones sino conseguir después tener una actuación única y coherente. La antigua Acció Catalana acabó por aceptar en su mayor parte el ingreso en la Esquerra. La revista L'Opinió fue la que demandó la autonomía por parte de Cataluña; representante de un catalanismo exaltado, Maciá proclamó la República catalana en abril de 1931 y tuvieron que ir a Barcelona 3 de los ministros del Gobierno provisional de la República para que se llegara a un acuerdo, que consistió en crear un gobierno catalán (La Generalitat) que debería elaborar un estatuto de autonomía para ser representado en las Cortes Constituyentes.
La vida política catalana estuvo protagonizada por la Esquerra y la Lliga que se había renovado bastante. Hasta entonces, ésta había sido un partido de notables pero ahora fue ya uno de masas, conservador en lo social y mayoritariamente católica y en la política española representaba una posición centrista.
Lo sucedido en Cataluña, donde la Generalitat tuvo unos poderes provisionales pero importantes, jugó un papel decisivo a la hora de la discusión constitucional. En e proyecto de Estatuto catalán elaborado, la tesis defendida por los catalanistas, tanto de izquierda como de derechas, era que en el Pacto de San Sebastián se había reconocido el derecho de autodeterminación de los catalanes y Maciá nunca dejó de hablar de la soberanía catalana. El llamado Estatuto de Nuria resultaba incompatible con la Constitución. La derechas (especialmente los agrarios) se opusieron al mismo, pero su actitud encontró eco en otros sectores de la intelectualidad liberal. Frente a todas estas actitudes, lo catalanistas reaccionaron con irritación.
El Estatuto de Nuria se había transformado a fondo tras su paso por las Cortes: desaparecía la ciudadanía catalana y el catalán era sólo el idioma cooficial. Cataluña tendría su propio Parlamento y su Consell o gobierno; existía la primacía de la ley estatal sobre la regional y dependía del Tribunal de Garantías Constitucionales la determinación de la validez de estas últimas. En materia hacendística estuvo a punto de producirse la dimisión de Prieto. Respecto de las cuestiones sociales, Largo Caballero consiguió reservar al Gobierno central la facultad legislativa en esta materia para irritación de la Generalitat, pero ésta conservó la capacidad de legislar sobre el Derecho civil. La Universidad de Barcelona podría convertirse en autónoma y en ella se garantizaría la prioridad entre el castellano y el catalán.
En el País Vasco el nacionalismo estaba aun muy dividido cuando finalizó la Dictadura de Primo de Rivera, pero a fines de 1930 ya se había reconstruido. Los nacionalistas no creyeron que fuera a caer la Monarquía y no colaboraron con los republicanos en el nacimiento del nuevo régimen. Sólo lo hizo el partido Acció Nacionalista Vasca, liberal y nacionalista pero que repudiaba el confesionalismo religioso y la ideología de Sabino Arana. El Partido Nacionalista Vasco evolucionó sin perder su catolicismo y se convirtió en un partido popular y de masas. A partir de 1932 se identificó con los demócrata-cristianos. Con las derechas elaboraron el llamado Estatuto de Estella que incluía a Navarra en el País Vasco y que hecho antes de la Constitución pretendía reservar las competencias sobre materias religiosas al propio texto del Estatuto.
Como es lógico, con esas características y elaborado en antagonismo con la izq., no tenía posibilidad de hacerse realidad. Desde el verano de 1923 Navarra, donde la Ribera estaba castellanizada, se desenganchó del Estatuto, mientras que en Álava la actitud positiva respecto a él fue poco entusiasta.
En Galicia la consecución de la autonomía estuvo complicada por problemas como el de la capitalidad de la región pero los más decisivos fueron las actitudes autonomistas tibias por parte de los partidos de la izquierda en el poder. La Organización Republicana Gallega Autónoma de Casares Quiroga votó en contra del carácter federal de la Constitución. Otra razón fue la inexistencia de un fuerte partido nacionalista unido. A fines de 1932, cuando se redactó un proyecto de Estatuto, muchos ayuntamientos no intervinieron.
LA POLÍTICA ECONÓMICA y LAS REFORMAS SOCIALES
Aunque el impacto de la crisis en España fue menor que en otros países, sin embargo también contribuyó a hacer más difícil el reformismo republicano. La crisis de los 30 tuvo un efecto importante sobre los gobiernos democráticos. La inestabilidad política del período hizo que durante esta etapa, en España hubiera nada menos que 12 ministros de Hacienda.
Ello de los del bienio reformista fue Indalecio Prieto, político valioso en muchos aspectos pero que en Hacienda produce auténtico asombro porque indicaba claramente que el centro-izquierda no tenía otra perspectiva que la de la nivelación presupuestaria. A la vez, esta obsesión hizo que la política de inversión en obras públicas que caracterizó a la Dictadura, no sólo entrara en crisis, sino que retrocediera.
Se esperó a la salida de Prieto de Hacienda para que su sucesor, Carner, comenzara una transformación de la fiscalidad española que de todas formas resultó modesta. Pero todo era muy poco, frente a un Estado del que las masas populares esperaban mucho y que se encontraba en una situación de imposibilidad de actuación. Los planes de Prieto en la cartera de Obras Públicas que asumió después de la de Hacienda, incluyeron la realización de las grandes terminales subterráneas del ferrocarril en Madrid y la asunción de todo el programa regeneracionista sobre obras hidráulicas. Las inversiones en ferrocarriles contribuyeron a aliviar el paro en la capital y el plan de Obras públicas de 1933 constituyó la 18 declaración de intenciones del Estado sobre la necesidad de trasladar los sobrantes de agua de la cuenca atlántica a la mediterránea.
Hay que mencionar también la obra reformista de Largo Caballero al frente del de Trabajo. Las disposiciones de mayor relevancia fueron las relativas a los seguros sociales y a los jurados mixtos. Las medidas más importantes fueron iniciar el seguro unitario, extender la Ley de accidentes de Trabajo al campo y hacer realidad el seguro de maternidad. Todas estas medidas estaban ya previstas por el Instituto Nal. de Previsión, pero fue mérito de Largo Caballero que se realizaran.
Su gestión relativa a los jurados mixtos es de noviembre de 1932. A diferencia de los comités paritarios, los jurados mixtos no pretendían establecer una estructura corporativa nacional no tenían facultades ejecutivas y no eran sostenidos por el patrono sino por el Estado. Sus poderes eran amplios. Criticados por los juristas y por la derecha, así como por los radicales, los jurados parecen haber actuado durante el 1er bienio de una forma partidista.
La reforma educativa también merece atención en este 1er bienio. La atención de los sucesivos ministros de Instrucción Pública se concentró en resolver las graves deficiencias de la infraestructura existentes sobre todo en la enseñanza primaria. Además, el Gobierno duplicó el n° de Institutos de Enseñanza Media pasando el n° de maestros a doblarse, incrementándose los sueldos. El problema más grave de la Repera que no tenía recursos suficientes y por ello un sectarismo anticlerical explica que el problema educativo fuera agravado por los propios gobernantes al pretender sustituir la enseñanza de las órdenes religiosas, considerable en el nivel primario y mayoritario en el secundario.
LA OPOSICIÓN DE LOS EXTREMOS: MONÁRQUICOS y ANARQUISTAS
Azaña se mantuvo en el poder con graves adversarios a su derecha e izquierda. En diciembre de 1931 apareció un órgano de orientación ideológica de los monárquicos cuya significación fue proclive a la Dictadura y contraria a la Monarquía liberal. Se llamó Acción Española la revista y su posición fue inequívoca: pretendía constituir un núcleo doctrinal que influyera en la derecha española siempre contrario a cualquier tipo de complacencia con la República. El objeto principal de su atención fueron los medios militares. Para la revista, la democracia es el mal, es la muerte.
La evolución doctrinal de un sector monárquico fue anterior al nacimiento de unas nuevas expectativas dinásticas, a la creación de un partido propio y a cualquier intento de golpe de Estado. La desaparición de D. Jaime, heredero por la línea carlista, en octubre de 1931 dejaba planteado un problema. El sucesor, D. Carlos tenía una edad por la que se veía que ya no tendría herederos. Los derechos de sucesión recaían por tanto en Alfonso XIII o en su heredero D. Juan de Borbón.
Durante el 1er bienio republicano la colaboración entre los monárquicos de distinto signo avanzó muy lentamente. A comienzos de 1933 los alfonsinos se separaron del resto de la derecha católica española. Nació el partido denominado Renovación Española que se declaró en lo religioso, católico: en lo político, monárquico; en lo jurídico, constitucional y legalista y en el social, demócrata. Nunca fue un partido de masas, pero su influencia era poderosa en los medios financieros y militares y ejerció gran influencia en las agrupaciones de la derecha. En 1933 se creó una oficina de coordinación con los carlistas, llamada TYRE (Tradicionalista y Renovación Española) y cuando Calvo Sotelo volvió a España tras su exilio, empezó a desempeñar un papel de 1ª importancia en las discusiones parlamentarias. Como ya sucedió en la I República, los planteamientos anticlericales hicieron crecer el tradicionalismo, aunque la mayor parte del voto católico era el de la CEDA.
El Carlismo proporcionaba unas masas políticas dispuestas a tomar las armas en defensa de la religión, por lo que no extraña el que la sublevación militar del 10 de Agosto de 1932 no fuera una conspiración sólo monárquica. En ella colaboraron militares monárquicos y antiguos colaboradores de la Dictadura siendo su cabecilla el general Sanjurjo. La sublevación sólo alcanzó relevancia en Sevilla y en Madrid.
Los dirigentes de la FAI aseguraban que ya había llegado la hora de la revolución. Surgen las prolongadas huelgas de la Telefónica de Sevilla o del puerto de Barcelona. En septiembre de 1931 los 30 principales dirigentes de la CNT más moderada, suscribieron un manifiesto que pretendía detener ese comportamiento irresponsable. La FAl, no satisfecha con promover huelgas se lanzó también a 3 intentos de revolución: enero de 1932 en el Alto Llobregat, un año después en Cataluña y Andalucía y a fines de 1933 en Zaragoza y la Cuenca del Ebro. Se saldaron en muertos, detenciones y un perpetuo desorden público al que seguía una represión muy dura.
La mayor parte de los anarquistas, en especial los fascistas, carecían de una idea precisa del nuevo orden revolucionario que querían construir. Los anarquistas tenían una gran tenacidad y un convencimiento que las derrotas sucesivas no les desalentaban. Sólo esos 2 rasgos explican los sucesos de Casas Viejas a comienzos de 1933. Las tropas de orden público que llegaron al pueblo para reprimir la insurrección cansadas y dirigidas por un oficial indeseable, se tomaron la justicia por su mano con 22 campesinos y 3 guardias muertos. La extrema izquierda desató entonces una durísima campaña contra Azaña, que también benefició a la derecha. No puede extrañar entonces el fuerte abstencionismo de los anarquistas en las elecciones de 1933.
Hasta la II República las organizaciones socialistas en el campo habían sido minoritarias en la UGT excepto durante el llamado trienio bolchevique; ahora crecieron y en alguna ocasión se produjeron estallidos de violencia semejantes a los de Casas Viejas, como en Castilblanco en Extremadura.
El partido comunista de España estaba reducido a unos cientos de personas cuando el advenimiento de la República y fue durante ella cuando se hizo un partido moderno, jugando los delegados de la Internacional un papel decisivo en su dirección. Dirigidos por gente joven, lentamente el PCE fue adquiriendo cierta importancia en la política. El ambiente revolucionario tuvo para el partido la ventaja de proporcionarle una mayor afiliación y la simpatía de los medios intelectuales.
Por todo ello, se puede decir que los resultados de esa oposición violenta, monárquicos y anarquistas en contra del proyecto de reforma de Azaña, fue un fracaso en sus propósitos. De la conspiración monárquica se obtuvo el resultado de afianzar la situación gubernamental de Azaña, mientras que la actuación anarquista dificultó la reforma agraria y dio argumentos a la derecha, pero sobre todo contribuyó a que los afanes destructivo s de los anarquistas amenazaran con acabar en la propia destrucción. La Ley de Defensa de la República y la Ley de Orden Público de 1931 y 1933 que sí eran imprescindibles, por otro lado fueron utilizadas de una manera frecuente y amplia.
LA CRISIS DEL BIENIO REFORMISTA Y LAS ELECCIONES DE 1933
Las mayores dificultades del Gobierno de centro-izquierda presidido por Azaña, procedieron de los propios republicanos. A partir de 1932 empezó a observarse un repudio del mismo por parte de las minorías republicanas que estaban ausentes del gabinete.
Ante el movimiento subversivo de agosto de 1932 la actitud de Lerroux fue, según Alcalá Zamora, típica de los "enterados" de que el movimiento se iba a producir. Cuando arreció la oposición radical fue a partir de 1933 y encontró como motivo principal la oposición a la presencia de los socialistas en el poder, a la que se atribuyó con poca justicia muchos de los inconvenientes nacidos en la coyuntura económica. Los radicales consiguieron convertirse en una especie de "partido esperanza". Ese juicio sobre la presencia de los socialistas en el poder estaba extendido en los medios republicanos por la división del partido radical-socialista, uno de los componentes de la coalición del Gobierno. Para Azaña estas dificultades se unieron a sus malas relaciones con el Presidente de la República, nacidas de las diferencias ideológicas, pero también de sus caracteres incompatibles y además las relaciones empeoraron cuando la prensa adicta al Gobierno se dedicó a atacar al Presidente de la República.
En Abril de 1933 se convocaron elecciones en gran n° de pueblos en donde los monárquicos habían obtenido la totalidad de los puestos que disputaban. Los resultados dieron una considerable ventaja a la oposición. El propio Prieto consideraba que en la elección iba a ventilarse hasta qué punto el país estaba con el Gobierno. Azaña no quiso interpretar lo sucedido como una advertencia de la opinión pública, sino que decidió permanecer en el poder. La crisis de junio de 1933 tuvo que ser entonces provocada por Alcalá Zamora. Su propósito parecía ser la constitución de un gobierno exclusivamente republicano, pero Azaña se limitó a reconstruir el suyo con la sola entrada en él de la Esquerra y de uno de los dirigentes del partido federal.
La consulta electoral de septiembre de 1933 para elegir vocales regionales en el Tribunal de Garantías constitucionales, demostró otra vez la falta de popularidad del Gobierno. El cuerpo electoral estaba formado por los Colegios de Abogados y por los ayuntamientos y ahí fue donde resultó más claro el desvío de la opinión. Así pues, era lógica una crisis. Martínez Barrio en sus memorias dice que los radicales se comportaron con su obstrucción al Gobierno de Azaña, de una manera contraria a los intereses de la República y que su propia obcecación y no la voluntad de Alcalá Zamora fue la que fastidió el bienio reformista.
Así se vio cuando se constituyó el Gobierno de Concentración Republicana presidido por Lerroux con participación de la izquierda republicana. El Gabinete duró poco y además acabó con las posibilidades de un entendimiento entre Azaña y Lerroux. Se habían distanciado los 2 representantes de la política republicana debido en el fondo a diferencias de carácter. La derrota parlamentaria de Lerroux llevaba aparejada la imposibilidad de que formara enseguida un nuevo Gobierno (de acuerdo con el texto de la Consto de 1931) por lo que no pudo presidir las elecciones que ya eran inevitables.
En los gobierno de Azaña no existió un establecimiento de prioridades y no siempre se optó por las soluciones más correctas ni tampoco todas las veces se ejecutaron las reformas de la manera adecuada. A los dirigentes republicanos de este periodo (1er bienio) no les faltó voluntad, pero sí capacidad reformista.
El bienio acaba prácticamente con la elección de Albornoz para la presidencia del Tribunal de Garantías Constitucionales.
El principio de la campaña electoral era distinto totalmente en la derecha y en la izquierda. Las derechas elaboraron un programa que podía movilizar a una porción considerable de la sociedad española: la reforma de la Constitución y de las leyes directamente derivadas de ella, la protección de los intereses económicos (en especial de los agrícolas) y una amplia amnistía y se mostró dispuesta a colaborar con el centro republicano en la 28 vuelta. El parto radical representó una difusa tendencia de centro que tenía confianza en las instituciones republicanas, pero que era opuesta a que los socialistas permaneciesen en el poder. En la 1ª vuelta electoral estuvieron dispuestos a figurar con la derecha en siete circunscripciones latifundistas del sur. Luego en la 2ª las alianzas con la derecha se hicieron más amplias, teniendo como punto en común el rechazo de los socialistas.
La actitud de la izquierda era totalmente distinta. El anarquismo hizo una activa propaganda abstencionísta. Importante era el desacuerdo de la izquierda la hora de formar candidaturas comunes. Azaña hubiera sido partidario de una colaboración electoral con los socialistas, pero fueron éstos los que se negaron a ella.
En noviembre de 1933 se celebraron las elecciones. Los resultados respondieron a la voluntad de la opinión pública mucho más que en 1931. Es cierto que la derecha había crecido de forma espectacular. Los votos de la derecha y de las coaliciones de derecha no tuvieron más de 3 ó 4 puntos porcentuales por encima de una izquierda demasiado fragmentada en que el voto socialista era predominante. El centro figuró en 3er lugar, pero en inmejorables condiciones para ejercer el poder. En definitiva, la decisión del electorado era favorable a un giro a la derecha, pero ni tan acusado ni tan relevante. Azaña que acababa de abandonar el poder, se encontró con una minoría de 5 diputados.
EL INICIO DE LA COLABORACIÓN RADICAL-CEDISTA
Alejandro Lerroux y José Gil Robles fueron los 2 grandes vencedores de las elecciones de 1933, sobre todo el 2°, que partía de una fuerza política y parlamentaria mínima.
Lo mejor del radicalismo era un sentimiento centrista y moderado, deseoso de estabilidad para las instituciones y de una pausa en la tarea reformista, pero ni reaccionario ni oportunista. Eso explica que se convirtiera en una gran esperanza. Logró unir a esos sectores diferentes e incluso divergentes, gracias a la figura de su líder, pero éste había conseguido convertirse en tal, gracias a su indefinición. Lo que sorprende es que Lerroux consiguiera colaborar durante tanto tiempo con un grupo político que representaba la antítesis de cuanto había supuesto en el pasado.
Si por algo puede definirse a la CEDA es por la condición católica de sus miembros y de su programa (Confederación España de Derechas Autónomas). En el momento del cambio de régimen, mientras que se deshacían los viejos partidos políticos, Ángel Herrera, director de El Debate, consiguió que Acción Nacional, el partido que fundó, fuera la única opción política importante de la derecha en las elecciones constituyentes republicanas. En ese momento, su ideario era sólo clerical y conservador.
Fue la sublevación monárquica de Agosto de 1932 la que definió la separación de campos entre el monarquismo y la especificidad propia de la CEDA católica. Después de 2 Congresos, quedó vertebrada como organización política partidista con una relevancia que la haría convertirse en la en el seno de la derecha ya en 1933 y revalidar este carácter en 1936. Se trató de un partido de masas que sólo admite comparación en la época con el PSOE. A esa movilización de masas hay que añadir una organización sectorial femenina y juvenil. La modernidad se veía también en la propaganda y en la capacidad de sus dirigentes, en su mayor parte personas sin pasado político previo.
A la modernidad de la CEDA hay que contraponer su pluralidad de composición y la incertidumbre de su programa positivo. Había en ella antiguos colaboradores de la Dictadura, conservadores, clericales y demócratas cristianos. Tal mezcla sólo puede entenderse por los orígenes de la CEDA que no eran otros que la defensa de un catolicismo que se sentía perseguido por la obra legislativa del 1er bienio republicano. Es muy difícil definir la ideología de la CEDA. algunos han insistido en la facistización y otros lo han definido como nacionalismo conservador. Gil Robles hizo a veces declaraciones imprudentes, pero se identificaba con la derecha francesa moderada y no con Mussolini. Es el que unifica un partido tan heterogéneo; fue su principal dirigente y el que tomó la mayor parte de las decisiones importantes. Se hizo, desde su posición parlamentaria con la dirección de la oposición parlamentaria a Azaña.
La colaboración entre cedistas y radicales tenía lógicamente dificultades. En los 1os meses del 2° bienio republicano hubo dos gobiernos y unas crisis ministeriales parciales. Lerroux se da cuenta de la importancia de la Iglesia y el Ejército en la vida española y se dispuso a reconquistar a las dos fuerzas ya pagar el precio necesario. Pero el solo hecho de intentar la rectificación provocaba reticencias entre los propios radicales, e impaciencia entre los diputados de la CEDA. Las medidas de Lerroux se califican de oportunistas o de conservadoras, pero no de reaccionarias. En la cuestión religiosa trató de cambiar el ambiente negativo de las masas católicas del país, respecto a las instituciones republicanas por dos procedimientos: dotar al clero e intentar un concordato con la Santa Sede. Lo 1° era habilitar cantidades no significativas al clero menos favorecido asimilando su función a la de funcionarios. Pero el problema religioso no quedó resuelto por que el Vaticano se negó a un acuerdo y ello fue por la inexistencia de una mayoría clara a favor de modificar la Constitución y de un panorama político claro.
En las cuestiones sociales tampoco hubo una tarea gubernamental reaccionaria o que rectificara las medidas de Azaña. La Ley de Términos municipales fue derogada; las propiedades incautadas a la nobleza fueron devueltas. La reforma agraria no fue suspendida y además bajo el Mº de Cirilo del Rió se mantuvieron los decretos de intensificación de cultivos.
Como el apoyo de Gil Robles resultaba imprescindible para los propósitos gubernamentales de Lerroux, al final fue inevitable la escisión del radicalismo. En marzo de 1934 Martínez Barrio, salido ya del Gobierno funda un partido radical demócrata; ni Lerroux le acepta a su lado, ni él quiere estar sometido a la CEDA.
En estos momentos surgen dificultades entre los dirigentes de la derecha gobernante y el preso de la República. Uno de los principales puntos del programa de las derechas en las elecciones había sido la amnistía, pero ésta tenía el inconveniente de poder suponer la vuelta del Ejército de los militares sublevados en agosto de 1932 y Alcalá Zamora le puso reparos. Así se produjo el 1er conflicto entre éste y la derecha y la 1ª irritada propuesta de sustitución del presidente. La situación se resolvió pero provocó el cese del poder de Lerroux.
OCTUBRE DE 1934 Y SUS CONSECUENCIAS
Ricardo Samper, figura de 2ª fila del partido radical sustituyó a Lerroux pero aunque tenía el apoyo de Alcalá Zamora, no fue respetado ni por la derecha ni por la izquierda.
A la difícil colaboración entre radicales y cedistas, se sumó la actitud de la izquierda socialista y republicana. El PSOE sintió el abandono del poder y empezó a tener un lenguaje revolucionario que animaba la radicalización de las masas. A finales de 1933 los exponentes principales de esa actitud fueron Largo Caballero principalmente y Prieto. Ello afirmaba la imposibilidad de obtener ventajas de la colaboración con la burguesía y la necesidad de armarse. Las llamadas a la revolución eran constantes como también sus agresiones verbales en contra de los radicales y Alcalá Zamora. Esto contrataba con la real preparación de un movimiento insurreccional y hace pensar que los socialistas querían, sobre todo asustar, hasta el momento en que fueron arrastrados por su propio uso del lenguaje revolucionario. Por si fuera poco, no había coordinación entre los dirigentes socialistas durante 1934. En el verano de ese año, el movimiento sindical socialista, que hasta entonces había tenido una actitud moderada, se lanzó a una huelga general, que acabó siendo un fracaso.
Mientras, se provocó el conflicto entre la Generalitat y el Gobierno central republicano, que fue una cuestión agraria grave, pero que se había resuelto con buena voluntad, sin provocar un conflicto institucional. La rabassa morta era un contrato agrario que regía la explotación de la vid y que suponía que el arrendatario o rabassaire debía pagar una parte de su cosecha al propietario de la tierra.
El problema se complicaba por el hecho de que si la regulación de los contratos de cultivos era una cuestión relativa al derecho civil de la región, tenía derecho a legislar sobre ella, mientras que carecía de él si se la consideraba de contenido social, pues entonces la responsabilidad le correspondía al Parlamento central. El Tribunal, actuando sólo jurídicamente, decidió en contra de la opinión del partido radical, declarar inconstitucional la Ley de Contratos de Cultivos. Samper y Alcalá Zamora intentaron llegar a una solución de concordia pero en octubre de 1934 existía ya una situación de tensión respecto a Cataluña que los acontecimientos llevaron a un verdadero desastre.
Aunque en el País Vasco no fue igual el resultado, se había agudizado el conflicto autonómico en los 1os meses del bienio radical cedista. A principios de 1934 el Parto Nacionalista planteó la cuestión del Estatuto Vasco en las Cortes y sus pretensiones fueron mal recibidas. Durante el verano hubo otro motivo de protesta en contra del Gobierno y fue el propósito atribuido a éste de modificar el concierto económico.
A Gil Robles su propio partido y las masas que iban a sus mítines le pedían que actuara; él mismo pensaba que en el conflicto con la Generalitat, el Gobierno no podía aceptar dialogar de potencia a potencia. Al declarar Gil .en las Cortes que había que hacer una rectificación de la tarea del Gobierno, que Samper parecía estar dispuesto, Gil R. provocó una crisis trascendental que desembocó en la violencia, lo que estaba lejos de su intención y fue el resultado de la actitud de la izquierda.
Lo más decisivo de la crisis era la eventualidad de una participación de la CEDA en el poder. Alcalá Zamora estaba dispuesto a ella. Lejos de haber por tanto interés en provocar a las izquierda por parte de los gestores de la crisis, había una voluntad exactamente contraria. Los grupos republicanos alejados del gobierno protestaron y dijeron romper cualquier tipo de solidaridad con las instituciones de un régimen al que consideraban traicionado. Lo habitual fue una reacción tan indignada que no tuvo inconveniente en considerar aceptable el empleo de la fuerza.
En los 1os días de oct. de 1934 se produjeron unos acontecimientos violentos (entre la barricada y la huelga insurreccional). En .la mayor parte del país hubo una huelga desigualmente seguida. Fue protagonista el PSOE, pero la falta de preparación y de hábito revolucionario del partido, hizo que en Madrid tan sólo se produjeran algunos incidentes y tiroteos.
La excepción fueron los acontecimientos graves de Cataluña y Asturias. En la 1ª, Companys fue rebasado por el catalanismo más extremista, pero el preso de la Generalitat en los momentos posteriores a la formación del Gobierno con participación cedista, llegó a proclamar el Estado catalán dentro de la República federal española. La confusión fue enorme y la falta de medios para una situación de guerra, manifiesta. Los sindicatos de oposición en la CNT y las diversas tendencias, habían formado unas Alianzas Obreras que proclamaron una huelga contra el Gobierno pero no a favor de la Generalitat; las 2 fuerzas sindicales más importantes, la CNT y el Sindicato de Rabassaires, permanecieron al margen del conflicto sin prestar ayuda a la Generalitat, que muy pronto tuvo que rendirse.
En Asturias los sucesos se parecieron más a una revolución. Las 2 fuerzas sindicales más importantes eran la UGT y la CNT y se habían unido para acabar con el régimen burgués; el papel de los comunistas y de las Alianzas Obreras fue mucho menor. Los conspiradores consiguieron apoderarse de la cuenca minera, sitiándola. Oviedo fue casi destruido por el empleo de la dinamita y fue necesario recurrir al envío de 18000 soldados, en parte procedentes de Marruecos, que realizaron una auténtica ocupación de la provincia. Las pérdidas humanas fueron de casi 1500, pero sobre todo, la brutalidad empleada por ambos bandos creó un abismo entre los sectores de la sociedad española.
El Gobierno de centro-derecha hizo muy poco para la reconciliación y sobre todo, cerró los ojos para tratar de no ver los procedimientos represivos ilegales por parte de la policía y el Ejército. Fue un error, porque ni la CEDA, ni Alcalá Zamora, ni Lerroux, tuvieron los propósitos que los sublevados les atribuyeron ni estaba en peligro la Republica, ni tan siquiera la mayor parte de su obra reformadora.
LA EXPERIENCIA DEMOCRÁTICA REPUBLICANA (II)
LAS SECUELAS DE OCTUBRE y LA AGONÍA DEL 2º BIENIO REPUBLICANO
Lo que sucedió es que el clima estaba enrarecido de forma que la extrema derecha y una parte considerable de la sociedad española exigió al Gobierno una decisión y una actividad diferente a la moderación y a la inercia de los radicales.
Las consecuencias de la revolución de octubre de 1934 fueron los conflictos en las Cortes en los meses entre oct. y la definitiva crisis gubernamental de abril de 1935. El 1er conflicto se produjo cuando los monárquicos quisieron exigir responsabilidad al Gobierno por no haber previsto la revuelta; es significativo que algún diputado asturiano de la CEDA colaborara en esta reclamación. Del Gobierno salieron Samper e Hidalgo. Los monárquicos hicieron todo lo posible por suscitar tensiones entre los dos partidos principales de la coalición gobernante (radicales y cedistas).
Cuando los monárquicos propusieron la desaparición del Estatuto catalán, la CEDA y los radicales acabaron por suspenderlo temporalmente. Las personas que desempeñaron las supremas responsabilidades en esta situación temporal, actuaron con un criterio moderado y centrista. Un nuevo problema se produjo cuando un diputado planteó la incompatibilidad entre pertenecer a la masonería y desempeñar una alta responsabilidad militar, por lo que de nuevo fue necesaria una intervención del dirigente de la CEDA. Pero a veces estallaba el conflicto entre los miembros de la coalición gobernante porque Lerroux y la CEDA respondían a estados de conciencia políticos antagónicos.
Todo demuestra que las dificultades de la coalición radical-cedista no sólo no habían desaparecido con la victoria sobre la insurrección de octubre, sino que se habían incrementado. Lo más significativo de este periodo de gobierno fue la labor de Manuel Giménez Fernández al frente del Mº de Agricultura; diputado de la CEDA era áspero e insobornable ante lo que creía situaciones injustas. Sus ideas no eran más que la traducción de los planteamientos habituales de la doctrina social cristiana. Su principal disposición legal se centró en una ley de arrendamiento que debía permitir el acceso a la propiedad de los arrendatarios. Tal disposición encontró la oposición de la extrema derecha e incluso en su propio partido en donde si bien Gil Robles durante algún tiempo la apoyó, también acabaría desinteresándose de sus propósitos sociales reformistas. Es posible que Gil Robles hubiera estado en principio de acuerdo en tan sólo una rectificación del rumbo gubernamental sin necesidad de cambio, pero éste, finalmente se impuso en abril de 1935.
La ocasión fue muy poco oportuna. Tanto Lerroux y los radicales como el Presidente de la República se mostraron dispuestos a amnistiar a González Peña, diputado socialista asturiano condenado a muerte por los sucesos de octubre. Gil Robles ordenó a los ministros de la CEDA votar en contra y de esta forma provocar la crisis. Ocasión inoportuna porque así se vinculaba la CEDA con la represión; el parlamentario fue amnistiado. No es extraño que en El Debate, Ángel Herrera y Giménez Fernández estuvieran de acuerdo con la crisis gubernamental. Gil Robles implicaba más a la CEDA en la tarea del Gobierno y hacía depender más aún a los radicales de ella y se giraban más hacia la derecha en materias sociales, olvidando la prevención inicial respecto a la participación en el poder. Después de un mes en que gobernó un ministerio de significación puramente técnica, Lerroux formó un nuevo Gobierno con mayor participación cedista.
En él figuraron 5 ministros cedistas entre los que estaban el propio Gil Robles ocupando la cartera de la Guerra; había también agrarios y liberal-demócratas. De la CEDA partieron las más importantes iniciativas del Gabinete. Tanto Gil Robles como Lerroux en sus Memorias dan la sensación de que éste fue el momento cumbre del 2º bienio republicano. El Gobierno fue en este momento popular.
Lo más importante en materia política en ese momento eran la reforma constitucional y la electoral. De la 1ª ni siquiera se llegó a elaborar un texto alternativo por razones. Gil Robles creía necesaria una acción gubernamental amplia antes de proceder a la reforma constitucional que para él tenia especiales problemas pues debía evitar el enfrentamiento con el partido radical, tradicionalmente anticlerical y a la vez debía satisfacer a la extrema derecha de su propio partido. La reforma además implicaba la disolución de las Cortes.
Respecto de la reforma electoral había coincidencia en su necesidad pero se deshizo a la hora de concretarla. No se llegó nunca a una fórmula de concordancia mínima. No cabe duda de que ambas reformas hubieran contribuido a la estabilización de la República española.
En el de Guerra, la llegada de Gil Robles supuso la ocupación de los puestos clave por parte de militares africanistas como Goded y Franco, pero no supuso mucho desde el punto de vista de la dotación material del Ejército. Su presencia en ese creó unas reticencias enormes en el Presidente de la República que resultaron irreversibles.
El gran error de la coalición de centro-derecha fue el sentido conservador que dio a su gestión en los terrenos económico y social. Gil Robles prescindió de Giménez Fernández en Agricultura y le sustituyó por Velayos, quien con su Ley de Reforma Agraria, acabó por paralizar un proceso que apenas se había iniciado pero que había producido grandes esperanzas en los campesinos.
Había sectores dentro de la CEDA que no eran contrarios a medidas de corte social reformista y que a la hora de convertirlos en medidas concretas resultaba imposible hacerlo y no se pasaba de una declaración de buenas intenciones. Chapaprieta (antiguo político liberal), el Ministro de Hacienda entra en el Gabinete en mayo e impresionó a la opinión pública, no sólo de derechas. Sin duda consiguió éxitos importantes en una situación política que tenía pocos, como reducir el déficit y aumentar la recaudación, pero lo esencial de su programa era mantener una política fuertemente deflacionista, lo que hacía imposible una actuación decidida del Estado para combatir el paro. La política de Chapaprieta constituyó una radicalización, pero él quiso aplicarla con extrema dureza, siendo muy poco consciente de la realidad política del momento.
Con su voluntad de hacer desparecer en septiembre de 1935 parte de los Ministerios, surgió una crisis al no aceptar los agrarios el sacrificio de sus carteras ministeriales. La crisis resulta más complicada que nunca y de ello tuvo bastante culpa el Presidente de la República que la complicó con su intervención. El nuevo Gabinete fue presidido por Chapaprieta y refundió en uno los de Justicia y Trabajo. Chapaprieta era diputado independiente y casi no había intervenido en política.
La repetición de la crisis y la ausencia de una labor gubernamental hacían pensar ya en la inminencia del colapso de la coalición radical-cedista; se produjo con la aparición pública de las inmoralidades administrativas de los radicales. El 1er escándalo surgió en octubre de 1935 por la denuncia de un personaje de dudosa moralidad (Strauss) que trató de poner en marcha un tipo de ruleta (estraperlo) valiéndose para ello de sus influencias en el seno del radicalismo, incluyendo en ellas al hijo adoptivo de Lerroux. La denuncia incidía sobre un partido que tenía fama de corrupto. Desde ese momento, todo cuanto había supuesto de esperanza en el radicalismo, desapareció. Además resultó inevitable que surgieran tensiones internas entre los grupos políticos de centro derecha. Martínez Barrio acusa a la CEDA de colaborar hipócritamente a magnificar lo sucedido.
En noviembre de 1935 hubo otro caso de corrupción administrativa de los radicales, de mayor entidad económica y de mayor trascendencia política. Un miembro del partido radical, Moreno Calvo, había librado una orden de pago en favor de una compañía naviera como indemnización a la misma sin que hubiera sido aprobado por el Consejo de Ministros. Con esto ya, quedó descalificado totalmente el partido y se demostró una vez más la incapacidad de la coalición gobernante para elaborar y defender un programa unitario y se inició la senda que llevaba a las elecciones de 1936.
Chapaprieta empezó a tener muchas dificultades para cumplir su programa y acabó por dimitir en diciembre de 1935. Él atribuye a la oposición a sus medidas por parte de la CEDA el carácter de pretexto para desencadenar la crisis. Esta planteaba una posibilidad impensable hasta entonces, la de que Gil Robles accediera a la Jefatura del Gobierno; su grupo político era el más numeroso del Parlamento. La razón de que no fuese así era la incompatibilidad entre la CEDA y Alcalá Zamora.
Gil Robles consultó con varios jefes militares la posibilidad de un golpe de Estado en contra de supuestas violaciones constitucionales de Alcalá Zamora. Los principios de la campaña electoral abundaron en reticencias de los principales dirigentes de la CEDA en contra del presidente de la República.
El sucesor de Chapaprieta fue Manuel Portéela Valladares, liberal de la época de Alfonso XIII, representante del Gobierno en Cataluña que ni siquiera era diputado. Su elección demostraba el deseo de A. Zamora de centrar la vida política de su país, pero los medios empleados dejaban mucho que desear. Se le encargó construir una fuerza política centrista, pero trató de lograrla con los monárquicos de la víspera. Los neorrepublicanos recién nacidos, los caciques y los restos de todos los partidos en período de descomposición. Tenía que contar con la CEDA pero estaba en las peores condiciones para conseguir esa colaboración. Hubo 2 gobiernos presididos por él y Portela tuvo que disolver el Parlamento.
Desde noviembre de 1933 se había dado la repetida sensación de que el centro-derecha se caracterizaba por su esterilidad e inestabilidad. Debe tenerse en cuenta que no menos culpables que los partidos que ejercieron el poder, fueron los que permanecieron en la oposición; la extrema derecha hizo todo lo posible para frustrar las posibilidades de colaboración y la izquierda al sublevarse, proporcionó los mejores argumentos a una reacción a la que decía querer combatir.
LA DIVISIÓN DEL SOCIALISMO ESPAÑOL
Hasta abril de 1931 el PSOE no había sido un partido socialdemócrata; partido de la socialdemocracia obrera, no tenía votos suficientes para pretender el poder, lo que le permitía mantener sus principios ideológicos revolucionarios con los que contrastaba una práctica reformista. La llegada de la II República supuso un crecimiento enorme del socialismo; desde la proclamación hasta junio de 1932 la UGT pasó de 300.000 a más de 1 millón de afiliados; además cambió la procedencia de sus militantes que eran en un 50% campesinos y por si fuera poco, 1 de cada 4 estaba en el paro. Los dirigentes del partido eran conscientes del cambio sucedido y de las consecuencias que podían resultar. El maximalismo no fue la política de un grupo o el resultado de una influencia ideológica, sino la consecuencia de una tendencia de las propias bases del partido que no tuvieron inconveniente en levantarse en contra de dirigentes tradicionales.
Hay también otros factores de carácter personal de importancia. El partido socialista siempre había sido un grupo político cuya apariencia externa era de una gran disciplina y una dirección sólida y estable. De los 3 sectores en que se dividió, el que más lejos estuvo de poder llegar a alzarse con la hegemonía fue el representado por Besteiro, que había sido el principal heredero de Pablo Iglesias. Sus planteamientos eran marxistas y en puridad, mucho más sólidos en cuanto a elaboración doctrinal que los de sus adversarios. Frente a la colaboración con la Republica, Besteiro prefería la penetración, es decir, no la participación en el poder, sino influir en la legislación y en los organismos de carácter social reformista. Acusó a Largo Caballero y a Prieto de reacciones pendulares. La tradición de Besteiro era la más auténticamente derivada de Iglesias pero se sentía derrotado de modo abrumador, sobre todo por Largo Caballero.
La postura contraria a la de Besteiro era la de Largo Caballero, burócrata sindical acostumbrado a estos comportamientos. Tras colaborar con la Dictadura, no llegó a considerar, como otros socialistas (Vg. Negrín), que su partido era el único republicano auténtico, sino que en este régimen podría lograr grandes ventajas. Por eso nadie fue tan entusiasta del colaboracionismo como él a lo largo de 1er bienio. Su cambio se produjo con el abandono del poder, precediendo a la entrada de la CEDA en el Gobierno. Se proclamó revolucionario y fue llamado el Lenin español. Personificó con esta postura una tendencia potencial existente en las masas socialistas y en especial en 2 grupos: las juventudes y un sector intelectual.
Las juventudes socialistas aumentaron sus efectivos más tarde que el resto del partido. Sus dirigentes practicaban un radicalismo marxista sin paliativos y se consideraban los verdaderos bolcheviques; no tenían inconveniente en manifestarse partidarios de la ruptura con la II Internacional y de la depuración del partido. En abril de 1936 se unieron los jóvenes socialistas y los comunistas en las llamadas Juventudes Socialistas Unificadas. La victoria de esta posición maximalista se entiende por la evolución de intelectuales como Araquistain cuyo pensamiento se había movido siempre en el ámbito del regeneracionismo. En él se dio también en apariencia, un brusco salto desde el colaboracionismo con la República a la ruptura con ella. Desde 1933 consideraba que sólo había 2 posibilidades: la franca dictadura burguesa o la franca dictadura revolucionaria.
Largo Caballero decía creer en la revolución pero su carácter le sumía en la pasividad; no creyó que los militares se sublevaran en 1936 porque eso equivaldría a una oleada de sangre, de la que no serían capaces y esperó a que los seguidores de Prieto abandonaran la dirección del partido entregándosela a él.
Una de las tradiciones del PSOE era la colaboración con otras fuerzas de izquierda En estos 2 puntos se fundamentaba la posición de Prieto, que autor, en gran medida de la revolución de Octubre, pensaba que el PSOE no debía circunscribirse a ella y debía buscar el momento oportuno para hacerla; autor del programa de aquella ocasión, pensó que a partir de esa fecha, era posible radicalizar la República y cumplir con esos propósitos desde el poder con la ayuda de los republicanos de izquierda.
En 1933, Prieto, conservando el apoyo de una porción importante del Partido, estaba en condiciones de enfrentarse a las tendencias más radicales, como efectivamente hizo. Sus adversarios le respondían con similar violencia: en vez de proclamar la beligerancia de las ideas, Prieto se valdría de la táctica y gracias a defender la coalición permanente con los republicanos y las soluciones y pactos de Vergara, condenaba a sus partidos y en especial a sus juventudes a castrar sus ilusiones revolucionarias.
La CNT seguía teniendo un peso importante aunque por vez la había sido superada en afiliación por la UGT. Había perdido su capacidad de iniciativa durante el período entre 1931 y 1933. A lo largo de 1935 se fue haciendo patente la necesidad de reconstruir la unidad sindical y los sindicatos de oposición volvieron a la CNT en el año siguiente. La nueva actitud de los socialistas planteaba la posibilidad de una colaboración con ellos, aunque la CNT quiso circunscribirla a la UGT. En el fondo, seguía predominando en el anarquismo la visión comunalista y agraria del pasado.
El problema del PCE no era tanto la incertidumbre estratégica e ideológica como sus efectivos escasos. La nueva dirección pareció más dócil a la estrategia de Moscú. Desde el verano de 1934 siguiendo la tendencia marcada por su dirección internacional, empezaron a proponer una más sincera política de pactos con otras organizaciones; pero antes de los sucesos de octubre, ingresaron en las Alianzas Obreras. Pero sus efectivos seguían siendo escasos yeso impedía que el PCE ocupara una posición central en la política española.
En tales condiciones, no podía esperarse mucho del PCE como desencadenante de una revolución en España. Desde 1935 insistió especialmente en el acercamiento al ala izquierda del socialismo. Ese acercamiento explica la posterior unificación de las Juventudes en una única formación política y el ingreso de los sindicatos controlados por los comunistas en la UGT.
PAPEL DE LA EXTREMA DERECHA
Existe un curioso paralelismo entre la derecha y la izquierda La influencia de la extrema Derecha en España fue considerable pero el fascismo a comienzos de 1936 representaba aún una fuerza social y política pequeña y marginal, incluso más que el comunismo.
Otro paralelismo entre el comunismo español y la Falange reside en que el fascismo español resultó un movimiento plural aunque siempre de escasa entidad. Los llamados legionarios de Albiñana tenían una significación muy conservadora en lo social y un puro activismo violento que no tenia de fascista más que la liturgia. Ramiro Ledesma Ramos (intelectual), fundador de La Conquista del Estado, parecía más asimilable a las categorías del fascismo. Fundó las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) el sector más radical de la posterior Falange. Otro sector que formaría parte de ella sería el grupo procedente del sindicalismo católico agrario vallisoletano que dirigía Onésimo Redondo. Todos ellos no eran más que grupúsculos fácilmente controlados por las fuerzas de seguridad.
Nada de todo esto tuvo verdadera trascendencia hasta la aparición de Falange Española en 1933. Así como el resto de los grupos de significación más o menos cercanos al fascismo, carecían de un liderazgo conocido y de un simbolismo personal relevante, la FE lo tuvo en José A. Primo de Rivera, el hijo del dictador.
Posiblemente sintiera un cierto reparo hacia la violencia, pero la Falange fue uno de los principales partidos que durante el 20 bienio la practicó; dentro del mismo hubo un sector que venía en ella la razón de ser del grupo político y no tuvo inconveniente en que se la utilizara como puro brazo armado de la derecha. La mayor contradicción de su movimiento fue proclamarse dirigente de un grupo político que afirmaba su voluntad revolucionaria y de transformación social, pero que tenía conexiones con las clases altas españolas. La Falange fue subvencionada por los monárquicos.
Primo de rivera tenía ciertas contradicciones, las mismas que el partido y unas y otras explican que la vida de este último tuviera tantas escisiones y testimonios de indisciplina. Falange se fundó en nov. de 1933 incorporándose luego las JONS, pero las relaciones con el grupo de Ledesma fueron conflictivas. En principio la dirección del grupo fue un triunvirato pero al concentrarse el poder en José A., los jonsistas se separaron a fin de 1935. En el fondo Ledesma, quería radicalizara el movimiento hacia la izquierda
En 1934 Primo de R. tuvo que enfrentarse con los que practicaban un activismo violento y los que fueron atraídos por los monárquicos como Ansaldo o el Marqués de la Eliseda. Con estas circunstancias no puede extrañar que a principios de 1936 Falange fuera sobre todo un partido político de jóvenes universitarios sin fuerza electoral propia y menos aún implantación en medios sindicales o proletarios.
En cuanto a los monárquicos alfonsinos, cuando en 1934 empezó el desempeño efectivo sobre todo en el Parlamento, Calvo Sotelo no ocultó que quería dirigir a España hacia una reforma totalitaria del Estado. Las esperanzas del monarquismo estaban en arrastrar el resto de la derecha hacia una dictadura implantada con ayuda de militares, pero siempre careció de masas.
En Abril de 1934, el equipo dirigente de los Carlistas era juvenil y vertebró en un auténtico movimiento de masas. Siempre consideraron al fascismo como un hijo degenerado del tradicionalismo. Su convicción de que al final la lucha se dirimiría por las armas no le llevaba tanto al pistolerismo fascista (o falangista) como a la organización de una auténtica guerra civil; de hecho, el requeté fue la única fuerza civil armada con la que pudo contar la sublevación militar de julio de 1936.
EL FRENTE POPULAR Y LAS ELECCIONES DE 1936
La posición política que había representado Azaña desde el poder había quedado exterminada como consecuencia de las elecciones de 1933 aunque mucho más en lo que respecta a puestos parlamentarios que en n° de votos. La opción política republicana de izquierdas estaba demasiado fragmentada para ser viable políticamente. La necesidad de unión fue tan patente que ya antes de los sucesos de oct. de 1934 se habían dado los pasos para la creación de un nuevo partido que se denominó Izquierda Republicana y que desde un principio estuvo dirigido por los que procedían del partido fundado por Azaña, Acción Republicana. De él formaron parte también los radicales socialistas situados más a la izquierda (Domingo y Albornoz) y la mayor parte de los galleguistas de la ORGA cuyo principal dirigente era Santiago Casares Quiroga.
Se crea en el verano de 1934 la Unión Republicana bajo la dirección de Martínez Barrio y se unieron los radicales socialistas situados más a la derecha con los antiguos radicales que habían abandonado a Lerroux por su colaboración con la CEDA. Lo característico de UR, que tenía entre sus miembros a masones, fue una actitud moderada y centrista. Aunque había puntos de coincidencia entre los 2 nuevos partidos, teniendo en cuenta que ya Azaña había enunciado su deseo de que se llegara a una restauración de la República del 14 de abril, sólo a la altura de comienzos de 1935, se plasmó esta alternativa.
Había una diferencia estratégica fundamental entre IR y UR que era la colaboración con los socialistas que, imprescindible para Azaña, era poco aceptable para Martínez Barrio. Lo que hizo triunfar la postura del 1º fue la posibilidad de acceder al poder, vista la descomposición de la mayoría gobernante de centro-derecha, pero también su propia resurrección como personaje político decisivo del régimen republicano. Fue precisamente la persecución de las derechas lo que produjo una reacción a favor de Azaña. Además, tendía su mano hacia la colaboración con los socialistas. .
Entre éstos, a mediados de 1935 había 2 tendencias distintas respecto de la colaboración con los republicanos. Prieto, siempre partidario de ella, aunque Largo Caballero era mucho más reticente a esa colaboración sobre todo con Martínez Barrio y siempre quiso recalcar que el PSOE quedaba libre de cualquier compromiso, el ascenso de Azaña, perceptible después del discurso de Comillas, le hizo aceptar como inevitable esa colaboración. Fueron por lo tanto Azaña y Prieto los que hicieron la alianza electoral ha pasado a la historia con el nombre de Frente Popular.
La entrada de los comunistas hizo desaparecer las reticencias que en determinados medios había contra una fórmula que impedía el frente obrero por ellos patrocinado. Hay que tener también en cuenta que los que por su condición anarquista no habían votado nunca, veían con entusiasmo una posible vuelta al poder de la izquierda parlamentaria.
El Frente Popular fue un instrumento ideal para obtener la victoria en las elecciones aunque luego se demostraría mucho menos apropiado para el ejercicio del poder. Los republicanos se pusieron de acuerdo con los socialistas y éstos a su vez lo hicieron con los grupos situados a la izquierda No hubo durante el período electoral comités del Frente Popular locales que dieran sensación de unión irreversible, ni tampoco mítines comunes en donde se pudieran apreciar las divergencias entre un Azaña y un Nin.
El programa electoral era un catálogo de divergencias entre la opción republicana y la más izquierdista en materias tan decisivas como la reforma agraria o el orden público, pero en comparación con lo sucedido en la derecha, fue un resumen de propósitos de Gobierno. Durante la campaña electoral los candidatos de izquierda, con la excepción de los seguidores de Largo Caballero se expresaron con moderación dando la sensación de situarse a la defensiva.
El panorama de las derechas fue muy distinto. La elaboración de las candidaturas resultó alambicado y poco ejemplar. Por un momento pareció que Gil Robles se iba a decantar a una exclusiva colaboración con la extrema derecha. Poco a poco la CEDA fue decantándose hacia la colaboración con los grupos republicanos de tendencia moderada. Como en ocasiones anteriores, la Ley electoral imponía alianzas lo más amplias posibles y por ello resultaba imprescindible la colaboración con Portela (centrista) a pesar de que éste tuviera muy poca fuerza política. El Preso del Gobierno estaba guiado de buenos propósitos, como era formar un grupo político centrista que evitara el enfrentamiento entre derechas e izquierda Pero era imposible marginar por completo a unos radicales en descrédito o aceptar las pretensiones de los monárquicos y de cada uno de los pequeños grupos republicanos. Es muy significativo que la derecha no fuera capaz de preparar un programa electoral porque eso demuestra su división, aunque el hecho de que no se redactara quizá naciera del deseo de la CEDA de evitar declaraciones programáticas demasiado estridentes. Aunque la derecha repartió mucha propaganda, su contenido no fue bueno.
El resultado de las elecciones fue una sorpresa total. España aparecía en febrero de 1936 dividida en 2 tendencias semejantes: el Frente Popular que de acuerdo con los mejores cómputos, habría obtenido el 34% del electorado; la derecha el 33% y el centro no unido a la derecha, el 5%. Como ya había sucedido en 1933 la situación parlamentaria no traducía ese casi empate, sino que daba una cómoda mayoría al Frente Popular. Las razones más importantes que explican su victoria son el cambio en la actitud de los anarquistas y el descalabro de los radicales. Es posible que la masa moderada y republicana que en 1933 consideraron a Lerroux como una esperanza, ahora atribuían lo mismo a Azaña. La CEDA conservaba los mismos votos que en 1933.
Es posible que para el Frente Popular tuviera mucho que ver la condición moderada de su propaganda y de sus candidatos del momento.
Falange apenas tuvo votos. Los comunistas no habrían tenido ningún escaño de no ser porque sus candidatos iban incluidos en las listas del Frente Popular. La salvación de la República estaba en manos de personas como Prieto o Giménez Fernández mucho más que de Portela. La victoria en las elecciones no había correspondido a una subversión por la derecha o la izquierda sino a la postura de Azaña que se había definido a sí mismo como una persona de centro reformista durante la campaña.
EL GOBIERNO DEL FRENTE POPULAR Y EL CAMINO HACIA LA GUERRA CIVIL
A Portela le sustituyó Azaña. Llegaba al Gobierno de nuevo el dirigente de izquierda Republicana en mejor situación que en 1er bienio pues su partido político tenía 3 veces más diputados que la Acción Republicana de entonces. El núcleo dirigente de su partido seguía siendo los miembros de aquel grupo intelectual. Era consciente de las dificultades que tenia el poder; tal como le pidió la derecha no nombró a Casares ministro de la Gobernación ni se atribuyó a sí mismo la cartera de Guerra. También la CEDA, el principal partido de la oposición mantuvo una actitud de colaboración para la estabilidad de las instituciones republicanas. Gil Robles, desorientado y confuso entrega a Giménez Fernández la dirección de la minoría parlamentaria. El mismo Martínez Barrio, antiguo opositor de la presencia en el poder de la CEDA, creyó ver una actitud colaboradora en ella, si el Gobierno abría paso a una política conciliadora.
Los deseos de paz de Azaña y buena parte de los dirigentes del Frente Popular empezaron por ser traicionados en la discusión de las actas electorales. El Frente Popular obtuvo honestamente una mayoría parlamentaria suficiente, pero al discutirse las actas en las Cortes, trató de aumentar esa mayoría mediante la utilización de procedimientos partidistas. Al anunciar la retirada temporal de las Cortes, de la minoría de la CEDA como consecuencia de esa actitud, Giménez Fernández señaló con razón que la actuación de la izquierda suponía la sustitución de la voluntad popular, base del régimen democrático. Aunque la CEDA volvió al Parlamento, la actitud del Frente Popo no cambió. En Cuenca, que ganaron las derechas, las elecciones fueron anuladas y repetidas. En la 2ª vuelta se presentó José A. Primo de R. cuya acta no fue admitida. Los juicios de personalidades republicanas sobre lo sucedido son condenatorios del Frente Popular. Alcalá Zamora afirmó que nada semejante se había producido en la poco respetable historia de las elecciones españolas.
Alcalá Zamora pronto se enfrentó al Gobierno, principalmente por la gestión de Amós Salvador en Gobernación y pidió la destitución de algún gobernador que no controlaba la situación del Orden Público. Ya era muy impopular, aunque casi siempre injustamente y no le defendió nadie en el Parlamento. El procedimiento para lograr su destitución fue impresentable. Las Cortes declararon que el Presidente obró incorrectamente cuando procedió a la disolución del Parlamento. Para mayor incorrección, Martínez Barrio, presidente de estas Cortes había suscrito un decreto en el que se decía que la disolución de las Constituyentes no contaba para las 2 atribuidas en el cómputo de cada presidente de la República. No fueron pocos los miembros del Frente Popular que no estuvieron de acuerdo con la medida. Pero no hubo protestas contra ella y la sustitución del presidente no sólo constituyó otra trasgresión de la legalidad sino que lejos de disminuir las dificultades políticas del Frente Popular, las agravó considerablemente.
Así se demuestra, 1º, por el hecho de que a las elecciones para nombrar nuevo Presidente de la República no acudió ya la derecha, lo que indicaba su alejamiento de la convivencia democrática. Pero peor fue la propia elección de Azaña como Preso Bajo ella se ocultó una discrepancia en aumento en el seno de la coalición gobernante. Azaña parece haberse sentido un tanto fatigado y escéptico ante sus nuevas responsabilidades y a partir de este momento se le puede atribuir una pasividad culpable ante unos acontecimientos que cada día presentaban más dramatismo.
Había alguna discusión sobre la situación del orden público que era el mayor peligro para la República. En estas circunstancias hubiera sido necesario un gobernante con peso específico y con autoridad, además de prestigio en la Izquierda Probablemente la persona adecuada hubiera sido l. Prieto pero su presidencia del Gobierno fue vetada por su grupo parlamentario en el que la mayoría estaba controlada por los caballeristas. Correspondió entonces la jefatura del gobierno a Casares Quiroga, íntimo de Azaña, que ni siquiera logró la colaboración de algunos de los ministros de Azaña en la etapa anterior. Prometió someter a la derecha sin miedo a la revolución. Marchó a rastras de los acontecimientos e hizo poquísimo por aplacar las tensiones políticas desatadas.
El Frente Popular había previsto la readmisión de los trabajadores represaliados por motivos políticos sin perjuicio para las empresas y sus intereses económicos, pero lo llevado a cabo fue una especie de revancha. La sustitución de la enseñanza religiosa mediante la incautación de colegios, alejaba a los católicos de la República., sobre todo cuando iba acompañada de manifestaciones en las Cortes como la de que la Educación religiosa prostituía la conciencia del niño.
Durante el Gobierno del Frente Popular se produjeron muchas demandas autonómicas, incluso en regiones como Extremadura o Castilla. En Galicia, el Partido galleguista figuró en las candidaturas del Frente Popular. En Andalucía, el regionalismo o nacionalismo no estuvo organizado en partido propio y figuró BIas Infante en Izquierda Radical Socialista o presidió una Junta Liberalista de Andalucía.
Pero lo peor que hizo el Gobierno no fue lo que hizo, sino lo que no supo evitar. Parece evidente que en el estallido de la guerra civil tuvo un papel importante el desorden público en las semanas posteriores a las elecciones de febrero de 1936. Se ha calculado que el n° de muertos pudo ser de unos 350, que se sumaban a los producidos por los sucesos de octubre de 1934. No toda la geografía peninsular se vio afectada por ese tipo de incidentes y especialmente graves fueron los de Madrid y Andalucía.
La violencia fue practicada por los 2 lados: las masas del Frente Popular incendiaron iglesias, periódicos de derechas y locales de los partidos, mientras que los falangistas ponían bombas en locales sindicales o intentaban asesinar a Jiménez de Asúa y a Eduardo Ortega y Gasset. Da la sensación de que el ejercicio de la autoridad habría podido disminuir la violencia.
A veces la violencia era espontánea y reactiva. En otras ocasiones revestía un tono anticlerical casi exclusivo. En Málaga se produjeron gravísimos enfrentamiento s entre anarquistas y socialistas, mientras que en Madrid también la huelga de la construcción enfrentó a UGT y CNT. Fue sorprendente la actitud de Largo Caballero en los meses finales de la República no estaba preparando una revolución (pese a lo que dijeron después), sino esperando a que el régimen se colapsara. Su táctica, reformista al fin, aunque no dejara de hablar de revolución, estaba más empeñada en promover un congreso extraordinario del partido que en acumular armas para conquistar el poder.
La posición de Prieto era más lúcida. Si en el momento de la victoria del Frente Popular estaba en contra de administrarla con manifestaciones delirantes, ahora embistió repetida y firmemente contra el desorden. Decía que la convulsión de una revolución; con un resultado u otro, le puede soportar un país: lo que no puede soportar es la sangría constante del desorden público sin finalidad revolucionaria inmediata.
Esa opinión de Prieto era compartida por personalidades muy distintas, desde Domingo a Ossorio, pasando por Gil Robles. La opinión de éste tiene especial interés por ser el principal dirigente del 1er partido de derechas presente en el Parlamento. En Julio aseguró en las Cortes que lo que el Frente Popular denominaba fascismo era un ansia muchas veces nobilísima de liberarse de un yugo y una operación. Las JAP pasaban en oleadas a la Falange mientras que el liderazgo parlamentario de Gil Robles en la Derecha, estaba ya en peligro ante un Calvo Sotelo más agresivo en contra del Gobierno.
Azaña estaba en la presidencia como espectador de la acción de un Gobierno que había nombrado y que aunque no fuera bueno, todavía había durado poco como para ser sustituido. En el fondo sabía que Casares Quiroga estaba tratando de actuar con una estrategia parecida a la que él había seguido en agosto de 1932, es decir, esperar a que la sublevación una vez vencida le sirviera a él para afirmarse en el poder. Su error era tan manifiesto que fueron muchos los políticos del Frente Popular que le denunciaron la existencia de una conspiración luego se ganó los juicios condenatorios generales.
No fraguaron 2 intentos que fueron quizá la última posibilidad de mantener la convivencia en el seno del régimen republicano podría haber consistido en la creación de una nueva mayoría en la que pudiera contar con el sector centrista del socialismo y de la CEDA. El 2º intento alcanzó expresión pública pero era inconstitucional y no era apoyado por fuerzas políticas importantes. Miguel Maura pidió una dictadura republicana temporal destinada a mantener el orden para volver luego a la legalidad. Aun difíciles estas 2 posibilidades, quizá hubieran podido fraguar en el caso de que no hubiera sido asesinado Calvo Sotelo.
Lo grave fue no el que Calvo Sotelo fuese asesinado por el Gobierno, lo que nadie afirmó y es falso desde el punto de vista histórico, sino en el hecho de que el Gobierno no daba la sensación de controlar sus propios agentes. Nunca en Europa Occidental democrática, un dirigente de la oposición había sido asesinado por la policía.
Hay dos hechos muy característicos: dirigentes socialistas conocieron a personas que habían participado en el asesinato y no los denunciaron. Parece evidente que una parte de España se sintió amenazada por la otra y cometió el error, por impaciencia y falta de templanza, de alzarse contra ella.
EL IMPACTO DE LA CRISIS EN LOS MEDIOS CULTURALES y Artísticos
La crisis económica, social y espiritual de los años 30 tuvo una repercusión muy directa sobre los medios intelectuales y culturales. El régimen político estaba muy vinculado con el mundo intelectual. Por un lado, los medios de comunicación en los que tan introducidos estaban los intelectuales, experimentaron durante el período una fuerte politización; desde agosto de 1932 fueron prohibidas más de 100 publicaciones. la radiodifusión desempeñaba un papel cada vez más importante en la vida nacional; a partir de 1934 hubo ya un plan de radiodifusión nacional.
La decepción intelectual respecto del régimen fue temprana en el 1er bienio. Ortega criticó las palabras huecas y vacías. Prontamente pareció decepcionado. Su discurso sobre la rectificación de la República no pretendió más que hacer desaparecer el tono hosco y agrio que habían ido adquiriendo las instituciones republicanas y sustituirlo por autenticidad y modernización. Había recaído en algo muy habitual en él: la desconfianza de la política. Sus últimos artículos políticos se publicaron tras la victoria de la derecha en 1933, advirtiéndole sobre sus límites y ambigüedad.
Unamuno no lo hizo. Durante el bienio constituyente le preocupó la solución dada a la cuestión catalana y se indignó con el anticlericalismo de los contrajesuitas. En 1933 votó a las derechas y durante el 2º bienio presenció aterrado el advenimiento del maximalismo sobre todo en los jóvenes.
Al margen de la posición de Unamuno y Ortega, que habían sido los principales inspiradores de la acción colectiva de los intelectuales, las del resto también mostraron dentro del pluralismo, una inquieta satisfacción: Baroja, Menéndez Pidal, Maeztu, Valle Inclán. Quienes permanecieron en la acción política como Azaña se encogían de hombros ante estas actitudes de sus compañeros. Los más jóvenes vivieron con entusiasmo el compromiso político en el período republicano. Así les sucedió a buena parte de los miembros de la generación del 27, antes despreocupados por la política. La literatura y la poesía también se convirtieron de hecho en un campo de batalla. Hay que mencionar a Alberti, Lorca, Alejandro Casona, Sénder, Muñoz Seca, Pemán, Pérez de Ayala.
Buena parte de los grupos políticos o ideológicos tuvieron revistas en las que ofrecieron al público su visión del mundo. Un rasgo muy característico de los años 30 fue la proliferación de editoriales destinados a la publicación de libros. La creación de escuelas estuvo muy vinculada con la promoción de la lectura a través de bibliotecas. La República creó los Archivos Históricos Provinciales y procuró conservar el patrimonio. La Ley de Patrimonio de 1933 perduró hasta la transición española a la Democracia.
LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA ETAPA REPUBLICANA
En la crisis española no hubo intervención del exterior. La política exterior partía de unos preceptos constitucionales que suponían la renuncia a la guerra. España sólo podría abandonar la Sociedad de Naciones previa decisión de las Cortes. Además existía la tradición política de vinculación con Francia y Gran Bretaña: con los que teníamos relaciones más estrechas en función de la proximidad y por los intereses en el Mediterráneo occidental. Un rasgo de la política exterior republicana era la improvisación de una clase diplomática procedente de los intelectuales con la que sustituir a la antigua que estaba formada por aristócratas. Pérez de Ayala ocupó la Embajada de Londres y Madariaga la de París. Este último fue el representante ante la Sociedad de Naciones. Le atribuía un papel decisivo a España como potencia de tamaño intermedio que podía tener importantes puntos de contacto con las naciones centroeuropeas de un lado y con las de Hispanoamérica de otro. Nadie como él representó lo que la República quería ser en el mundo.
Francia, Gran Bretaña y en menor grado EE.UU. jugaron un papel decisivo en las relaciones exteriores republicanas. El carácter poco complaciente de Azaña ante las intromisiones de Herbette, hicieron que no se llegara a ningún acuerdo con el Presidente francés en 1932 (cuando éste vino a España), sino que se tradujera en frustración por las dos partes. Algo parecido ocurrió en 1935 con Gran Bretaña cuando el conflicto de Abisinia y solicitó una pasiva colaboración española en caso de guerra.
Para España era más problemática la relación con Francia respecto de la cual, tenía en 1935 reivindicaciones acerca del Estatuto de Tánger, relativa a la admón. de las aduanas. Hubo algunos conflictos respecto a los intereses británicos y norteamericanos en España. Sólo en la fase final del régimen estaban irritados y perplejos ante una situación que veían como potencialmente revolucionaria.
El gobierno republicano del 1er bienio deseaba un cambio político en Portugal, hizo profesión de fe federalista y proporcionó armas y dinero a los refugiados de izquierda Hubo una auténtica guerra oculta de la República esp. contra el régimen portugués que obedeció a propósitos nacionalistas y no ideológicos. De esta forma quedó arruinada la buena relación entre los 2 países que había empezado en los años 20. La vuelta de Azaña al poder en 1936 fue considerada por los diplomáticos portugueses corno una catástrofe y los esfuerzos del Frente Popo por modificar el juicio portugués, como fue el nombramiento de Sánchez Albornoz para la Embajada de Lisboa, resultaron inútiles. Salazar acogió a los exiliados españoles de extrema derecha y en el verano de 1936 tenía ya una actitud proclive a ayudar a la subversión antirrepublicana.
Alemania e Italia tuvieron actitudes diferentes porque la 1º no intervino en la política interna española y se guió respecto a ella por criterios de carácter económicos. Hitler mantuvo una posición indiferente, pero no contribuyó directamente a la caída del régimen republicano sino que su papel tardó en ser decisivo hasta el momento de la sublevación.
Italia intervino en la política interna de modo importante, aunque inferior a lo que se ha dicho. Mussolini, decepcionado con la Dictadura de Primo de Rivera juzgó el advenimiento de la República como un anacronismo pero también como algo embarazoso porque en España se refugiaban exiliados de su país y la prensa era antifascista. Su política consistió en tratar de mantener unas buenas relaciones diplomáticas para seguir a la vez una subterránea actividad subversiva.
LA GUERRA CIVIL (1)
LA CONSPIRACIÓN CONTRA EL FRENTE POPULAR
Hasta el último momento, la guerra civil pudo haber sido evitada; de haber sido otro el comportamiento de Casares Quiroga o si hubiera sido sustituido antes por Martínez Barrio, el curso de los acontecimientos pudo haber sido otro.
Tuvo carácter decisivo a partir de julio de 1936, la ayuda italiana contra la República y a favor de quienes querían derribarla. Los monárquicos, tradicionalistas y falangistas son los grupos políticos que habían tenido anteriormente ayuda fascista; desde febo del 36 redoblaron sus esfuerzos para organizar una conspiración capaz de liquidar a las instituciones republicanas mediante el recurso a la violencia. Los monárquicos, como carecían de masas, tenían que limitarse a financiar a otros grupos subversivos o a preparar unos contactos en el exterior que luego tuvieron una importancia decisiva. En los 1os días de la guerra aparece siempre un dirigente monárquico jugando un papel fundamental.
El Tradicionalismo fue quien organizó 1º la conspiración con su gente. Después de las elecciones de Febrero, Fal Conde había organizado una junta carlista de guerra para preparar una sublevación limitada y basada en guerrillas. Consiguió aumentar sus posibilidades con la incorporación del General Sanjurjo. En Navarra estaba el centro inspirador de la conspiración con Mola a la cabeza. Las relaciones entre éste y Fal Conde fueron tormentosas. A pesar de que no hubo ningún partido que proporcionara tantos hombres armados como el carlismo, la sublevación nunca fue propiamente tradicionalista.
También Falange Española estaba en condiciones de conspirar contra el régimen republicano y derribarlo por la violencia pero siempre mantuvo cierta ambigüedad con respecto a los militares. José Antonio Primo de Rivera, desde la cárcel de Alicante dirigió escritos a los militares españoles presentando un panorama patético de España y animándolos a la acción. Quizá hasta 1/3 de los miembros de Falange según algunos cálculos, eran oficiales del Ejército.
La última fuerza de derechas durante la etapa republicana, era también la más importante y nutrida. Parece indudable que algunos de sus diputados como el Conde de Mayalde o Serrano Súñer, colaboraron en la preparación de la sublevación. Evidente es que las JAP se estaban pasando masivamente a la Falange y que Gil Robles había perdido el control de sus masas.
Giménez Fernández se opuso a que la CEDA abandonara las Cortes. Gil Robles parece indudable que no participó en la conspiración y que ni siquiera los principales dirigentes de la misma pensaron en consultarle. En ocasiones estos dirigentes, militares se reunieron en casa de un miembro de la CEDA. El destino de ésta era la marginación.
La conspiración contra el Frente Popular (en principio no era contra la República) no fue protagonizada por grupos políticos, sino militares. Estos pertenecían a la generación militar africanista de 1915 y tuvo como rasgo característico la voluntad de utilizar la violencia desde el 1er momento. Hay que tener en cuenta que hubo una organización militar secreta destinada a organizar la conspiración. El mejor ejemplo del éxito de su labor propagandística es que buen número de los dirigentes de la UME (Unión Militar Española) desempeñaron un papel importante en la política de Franco.
Entre las principales figuras de la conspiración y de la Sublevación había personalidades inesperadas; el general Mola por ejemplo no tenía simpatía por la Monarquía; Goded, incluso había conspirado contra ella, así como Queipo de Llano, que además estaba emparentado con Alcalá Zamora. En cuanto a Franco, su trayectoria hasta el momento había sido poco política. Sanjurjo que en agosto de 1932 había visto la dificultad de comprometerle en un proyecto conspirador, tampoco confiaba ahora que participara en él. A mediados de julio, con la diferencia de un solo día, Franco escribió a Mola 1º negándose a intervenir en el complot y luego mostrándose dispuesto a hacerlo. La participación de estos altos cargos militares fue lo que dic un carácter peculiar a la conspiración de 1936.
El principio de la organización de la conspiración fue a finales de abril, fecha de la 1ª circular o instrucción de Mola (que fechaba en el Peloponeso). Su idea original no difería de un pronunciamiento aunque preveía dificultades mayores y el resultado muy diferente. El movimiento debía ser esencialmente militar, de modo que aunque esperaba la colaboración de fuerzas civiles, éstas actuarían como acompañantes y complemento. El movimiento consistiría en una serie de sublevaciones que acabarían convergiendo en Madrid.
La conspiración parecía un pronunciamiento de no ser porque Mola recomendaba que el golpe fuera muy violento en sus inicios. Ejercida la misma violencia por sus adversarios, la guerra se hizo inevitable. En sus instrucciones también aludía a un nuevo sistema orgánico del Estado que existiría tras el paréntesis de un Gobierno Militar.
Los republicanos y las izquierdas en general reprocharon al último Gobierno del Frente Popular su incapacidad para acabar con la revuelta en gestación. Quienes asesinaron a Calvo Sotelo no hicieron más que dar amplitud a la conspiración y algo así cabe decir de los que con sus propagandas revolucionarias aterrorizaban a una derecha a la que sólo le faltaba eso para apoyar la sublevación.
Prueba de que Casares era consciente del peligro existente es que sí tomó medidas para evitar el estallido de los ayudantes militares de Casares, 2 que eran comunistas se dedicaron de modo especial a la persecución de las maniobras conspirativas del Ejército. Sólo unos pocos militares sublevados ocupaban cargos decisivos: tan sólo uno de los 8 comandantes de las regiones militares se sublevó. Fueron fieles al Gobierno el Inspector de la Guardia Civil y sus 6 generales.
Muchos militares sospechosos fueron trasladados a puestos menos peligrosos; así sucedió con Franco en Canarias o Goded en Baleares. Mola fue mantenido en Pamplona, quizá porque se confiaba en que no llegaría a ponerse de acuerdo con los carlistas. A Yagüe, uno de los principales autores de la sublevación en África, se le ofreció una Agregaduría Militar en el extranjero. En cada uno de los cuerpos armados o de seguridad se tomaron disposiciones preventivas.
Las plantillas del Cuerpo de Asalto en Barcelona, Madrid y Oviedo fueron modificadas para garantizar la lealtad al régimen. Resulta evidente que el Gobierno del Frente Popular tomó medidas para evitar la sublevación. Su error no fue pecar de pasividad sino de exceso de confianza. Esperaban que podía repetirse lo sucedido en Agosto de 1932.
GEOGRAFÍA DEL PRONUNCIAMIENTO Y 1ER BALANCE DE FUERZAS
El Gobierno la Extrema izquierda y los sublevados pensaban que la suerte del país se resolvería en pocos días, incluso en unas horas. En los dramáticos 3 días de julio y en los siguientes lo que quedó claro fue que ni el pronunciamiento había triunfado por completo, ni tampoco había logrado imponerse al Gobierno.
El clima en Marruecos era muy tenso por lo que la conspiración se adelantó cuando estuvo a punto de descubrirse. Las tropas mejor preparadas del Ejército, los Regulares y el Tercio, se inclinaban claramente hacia la sublevación e igual era la postura de los oficiales jóvenes. Los soldados no sabían nada de nada y sólo obedecían órdenes de los mandos. En esas condiciones los sublevados se impusieron en 2 días (17 Y 18 de Julio). La dirección le correspondió a quien era el jefe moral del Ejército de Marruecos el general Franco que era también comandante militar de Canarias donde también se impuso sin dificultades, dejando al General Orgaz para liquidar los focos de resistencia y a partir del 18 de Julio la sublevación se extendió a la Península. Allí donde la decisión de sublevarse partió de los mandos y su acción fue decidida, el éxito la acompañó. Si el ejército se dividió y existió hostilidad en una parte considerable de la población el resultado fue el fracaso de la sublevación.
El único caso de oposición por parte de los mandos y hostilidad de la población, que acabó con la victoria de la sublevación, fue Sevilla donde el clima de la región o la provincia influyó sobre la previa actitud conspiradora de los oficiales. En Navarra la sublevación lanzó a la calle a las masas carlistas de Mola que dejó escapar al Gobernador civil y no tuvo dificultades especiales para obtener la victoria. En Castilla la Vieja la resistencia que se produjo en algunas capitales de provincia y pueblos de cierta entidad fue sometida sin excesivas dificultades. Los representantes políticos de estas provincias, incluso, si eran de la CEDA, se alinearon desde el 1er momento a favor de los sublevados.
La situación en Andalucía era muy distinta en cuanto que el ambiente era izquierdista. Un papel decisivo le correspondió en la sublevación a Sevilla conquistada por Queipo. En Cádiz, Granada y Córdoba, también se sublevaron las guarniciones pero como en Sevilla la situación inicial fue muy precaria pues los barrios obreros se resistieron hasta que llegó el apoyo del Ejército de África. El campo era anarquista o socialista y por tanto hostil a la sublevación. En Jaén la Guardia Civil se mantuvo concentrada en situación de aparente neutralidad. Almería dependió de la evolución de Levante.
La suerte de Cataluña y Castilla la Nueva se jugó en Barcelona y en Madrid. En las 2 ciudades el ambiente político era de izquierdas; los mandos de la guarnición militar estuvieron divididos y los sublevados cometieron errores. En Barcelona la conspiración se enfrentó con autoridades decididas a resistir. Los principales organizadores de la resistencia fueron los responsables del orden público en la capital y todos ellos eran militares. Cuando los conspiradores se lanzaron a la calle ocuparon los puntos neurálgicos ocupados por fuerzas de Asalto y apenas sí pudieron maniobrar. La colaboración de la CNT fue muy importante. Finalmente la decantación de la aviación y la Guardia Civil a favor de las autoridades supuso la liquidación de la sublevación a pesar de que Goded llegó desde Baleares. Estas con la excepción de Menorca se sublevaron y las resistencias se dominaron pronto. En el resto de esta región, aunque hubo otros intentos de sublevación, el peso de Barcelona impulsó la victoria de los gubernamentales.
En Madrid la conspiración estaba muy mal organizada. De los 3 generales comprometidos, Villegas, Fanjul y García de la Herrán, ello permaneció con dudas, el 2º se hizo cargo del Cuartel de la Montaña y el 30 intentó sin éxito sublevar a las unidades militares situadas en el Sur de M. La acción más decisiva fue la toma del Cuartel de la Montaña donde los sublevados permanecieron acuartelados sin lanzarse a la calle y fueron pronto bloqueados por paisanos armados y fuerzas de orden público. La toma del mismo terminó con una sangrienta matanza.
En el Norte, el País Vasco se escindió ante la sublevación; en Álava el alzamiento militar fue apoyado masivamente, incluso por parte del PNV. La tradición izquierdista de Asturias hacía previsible que allí se produjera un alineamiento favorable al Gobierno pero en Oviedo el comandante militar Aranda consiguió convencer a los mineros de que debían dirigir sus esfuerzos hacia Madrid. En Galicia también triunfó la rebelión, aunque algo más tarde.
En Aragón y Levante el resultado de la sublevación fue muy inesperado. El general Cabanellas en Aragón se sublevó arrastrando a todas las guarniciones de las capitales de provincia aragonesas. En Valencia durante 2 semanas los cuarteles comprometidos mantuvieron una especie de neutralidad y se decantaron finalmente a favor del Gobierno en un momento en que éste y el Frente Popular parecieron obtener una posición ventajosa en el enfrentamiento.
Un caso parecido de neutralidad fue el de las autoridades militares de Sahara y Guinea hasta que la mayor proximidad de los sublevados tuvo como consecuencia su victoria. En la base naval de Cartagena los cambios de mandos militares explican el fracaso de una sublevación. En Extremadura la decisión a favor de la sublevación en Cáceres o en contra de ella en Badajoz, dependió de las fuerzas de Orden Público.
La geografía de la rebelión así resultante tenía bastante semejanza con la de los resultados electorales de febo de 1936. Casares Quiroga abandona el Gobierno El 18 de Jul. Azaña intentó que se formara un Gobierno de centro semejante al que Maura había sugerido junto con otros políticos de semejante significación como Sánchez Román. Este defendió la necesidad de pactar con los insurrecto s y formar un Gobierno del que estuvieran ausentes los comunistas. El encargado de presidirlo fue Diego Martínez Barrio que venía a ser algo así como el centro absoluto de la Política española del momento. Este trató de constituir un gabinete que, de acuerdo con el encargo de Azaña, debía excluir a la CEDA ya la Lliga por la derecha ya los comunistas por la izquierda Entre el 18 y 19 de Julio da la sensación de que ese intento parecía aún posible. Martínez Barrio tenía además la posibilidad de convencer a los más moderados o los más republicanos de los dirigentes. Pero no pudo convencer ni a Mola ni a Largo Caballero de la necesidad de una transacción. En estas condiciones fue imposible detener a ½ de camino el estallido de la guerra civil. El gobierno presidido por Giral presuponía su existencia y actuó de acuerdo con ella al aceptar que se entregaran armas a las masas revolucionarias.
En los momentos iniciales de la guerra la situación no era muy favorable a la sublevación como hubiera sido si ésta hubiera tenido a la totalidad del Ejército. En realidad, la situación estaba bastante equilibrada e incluso si alguien tenía ventaja, era el Gobierno. La división del Ejército en casi 2 mitades idénticas, oculta la realidad de que la parte más escogida del mismo, la única habituada al combate y dotada de medios, las tropas de Marruecos, estaban con los sublevados. Los medios navales medidos en n° de buques hay que decir que 40 de los 54 barcos estaban en manos del Gobierno, pero no pudieron hacer patente su superioridad por tener en contra a la práctica totalidad de la superioridad. Pero los sublevados tenían los cruceros Canarias y Baleares aún en construcción. De unos 450 aviones, el Gobierno contó con más de 300, pero la ayuda extranjera tuvo una especial significación en el 1er momento.
En lo que respecta a los recursos humanos y materiales de los que se partía inicialmente, la superioridad era patente. En un discurso radiado, Indalecio Prieto insistió en dos hechos: que el oro de Banco de España permitía al Gobierno una resistencia ilimitada y además tenía también a su favor la mayoría de las zonas industriales, de primordial importancia para el desarrollo de una guerra moderna. A eso hay que añadir que aunque la zona gubernamental fuera discontinua, suponía una población superior a la adversaria.
LA REVOLUCIÓN POLÍTICA y SOCIAL y SUS CONSECUENCIAS
El Gobierno republicano por un lado, tenía que hacer frente al movimiento que tomaba la ofensiva contra M y por otro a la insurrección de las masas proletarias que, sin atacar directamente al Gobierno, no le obedecían. Por eso, la principal misión del mismo, a lo largo de toda la guerra civil debió ser, reducir a aquellas masas a la disciplina. Federica Montseny dijo que la rebelión tuvo como consecuencia adelantar la revolución que todos ansiaban pero que nadie esperaba tan pronto.
Lo sucedido en España no tuvo nada que ver con lo sucedido en Rusia en 1917 o en Alemania en 1918. Allí la revolución engendró unos soviets o consejos que sustituyeron a la organización estatal. En España existía una pluralidad de opciones que impidió el monopolio de una sola fórmula, obligó al prorrateo del poder político y lo fragmentó gravemente; no creó un único entusiasmo y menos una disciplina como la que Trotski impuso al ejército bolchevique, sino que los entusiasmos de las diferentes opciones eran incompatibles.
El Gobierno Giral se vio obligado a una parálisis radical por una situación de la que él mismo no era culpable ni podía enfrentarse a ella. Formado el Gabinete por republicanos de izquierda no representaba la relación de fuerzas verdaderamente existentes en el Frente Popular. Cuando el Gobierno de Largo Caballero quiso abandonar Madrid ante la amenaza de las tropas de Franco, algunos ministros fueron obligados a retroceder en Tarancón, por la fuerza de las armas.
Cada región (o incluso cada provincia o localidad) siguiendo su tradición histórica, presenció la constitución de Juntas o Consejos que a modo de cantones actuaron de forma autónoma. En Madrid la salida del Gobierno provocó la creación de una Junta. En Valencia hubo en los 1os momentos 2 poderes, el Comité Ejecutivo Popular, formado con representaciones políticas y sindicales y la Junta Delegada del Gobierno nombrada por éste. En Barcelona las armas logradas por la CNT provocó que el Comité de Milicias Antifascistas redujeran a la Generalitat. En Asturias hubo al principio dos comités: el de Gijón, anarquista y el de Sama de Langreo, socialista. El consejo de Aragón tuvo una especie de consejo de ministros propio. Hubo un momento en que en Guipúzcoa hubo 3 Juntas. En cada población las autoridades municipales fueron sustituidas por otras que eran el resultado del reparto de influencias más o menos fiel a la realidad, de los grupos pertenecientes al Frente Popular.
La revuelta supuso la ineficacia militar en los 1os meses de la guerra, de modo que de nada sirvió que las fuerzas fueran equilibradas el 18 de julio, porque la realidad es que en la zona del Frente Popular no sólo se descompuso la maquinaria del Estado sino que hasta desapareció el Ejército organizado. La indisciplina hacía que los milicianos en Madrid combatieran unas horas para luego volver a dormir a sus casas. Se puede calcular la indignación del general Rojo, principal inspirador de las operaciones militares en el Frente Popular cuando denuncia hechos como haber encontrado a soldados del frente de Aragón que jugaban al fútbol con el adversario. Ni siquiera este general era capaz de saber qué efectivos tenía en el frente y menos aún, dónde estaban. Así se entiende también que no existiera ni unidad en los propósitos, ni selección de prioridad en el bando frentepopulista.
En el aspecto económico-social ha de partirse de que la colectivización no fue un fenómeno impuesto por una organización política o sindical en la mayor parte de los casos, sino espontáneo, con la excepción del campo aragonés, donde no existía un sindicalismo organizado y fueron las columnas anarquistas procedentes de Cataluña las que impusieron la revolución. En las colectivizaciones, a parte de la experiencia del intento revolucionario asturiano, había también la de los arrendatarios colectivos de la tierra. Tampoco hay que identificar la revolución sólo con los anarquistas puesto que en ella colaboró también la UGT.
En Cataluña y Valencia la colectivización agraria parece ser un fenómeno marginal. La forma de propiedad y el ansia del campesino de tenerla y explotarla individualmente impidieron o dificultaron las colectivizaciones. En otras regiones los porcentajes de tierra que cambiaron de dueño fueron muy superiores.
La revolución agraria cambió su ritmo pues si fue rápido, en Málaga, Córdoba y Jaén, resultó más lento en Granada y Almena y aunque la colectivización pudiera ser espontánea en algunos casos, fue generalmente impuesta en una región donde el electorado, mayoritariamente era católico o republicano. La mayor parte de las colectivizaciones fueron de la CNT (4 veces más que de UGT), pero el fenómeno tuvo unos efectos restringidos.
Si la situación política variaba, también lo hacía la forma de explotación. De ello pueden haber sido culpables los anarquistas, que habían declarado que en el momento de llegar la revolución cada cual propiciara la forma de convivencia social que más le agrade. Hubo casos en que el anarquismo organizó unas comunas primitivas autosuficientes, gobernadas por una especie de soviet campesino que cuando necesitaban un producto recurrían al trueque con el pueblo vecino. Estas fórmulas no se dieron siempre. Parece haber sido bastante habitual la existencia de organismos de gobierno, una asamblea general y un consejo o comité más reducido. Lo mismo parece haberse dado no sólo en el ámbito rural, sino también en el urbano.
La colectivización industrial fue muy importante, sobre todo en Barcelona, Oviedo y Madrid. Hubo una práctica desaparición de los patronos y una mediatización evidente por parte de los sindicatos. En octubre de 1936 fueron colectivizadas todas las fábricas de más de 100 trabajadores, las que fueron abandonadas por sus dueños o aquéllas donde éste fuera partidario de los rebeldes, pero siguieron subsistiendo empresas privadas de mayor tamaño y control sindical.
TERROR BLANCO Y TERROR ROJO
Comenzado el derramamiento de sangre, éste no hizo sino establecer un abismo entre los beligerantes, que ya nadie pudo arreglar; por eso la represión fue el testimonio de que se había iniciado la guerra civil, pero también contribuyó a que se hiciera irreversible. Antes que nada, lo que se produjo fue el terror.
Los 2 motores del terror en las 2 zonas fue el mismo. Azaña los describió en sus escritos posteriores: los impulsos ciegos que han desencadenado en España tantos horrores, han sido eL odio y el miedo. El 1º se satisfacía en el exterminio. La humillación de haber tenido miedo y el ansia de no tenerlo más, aumentaba la furia. Hubo en los 2 bandos una represión sangrienta carente de cualquier tipo de formalidad que recibió el nombre, entre sarcástico y brutal de “el paseo”. Esta fórmula represiva fue practicada, principal, pero no exclusivamente, al comienzo de la contienda y por una reducida minoría. El n° de víctimas fue mayor donde la influencia de la FAl era muy superior. Eso no quiere decir que no hubiera anarquistas que no se significaran por su deseo de evitar derramamiento de sangre.
Proliferaron las entidades políticas en la zona del Frente Pop, lo que se tradujo también en los órganos policíacos que adquirían una significación supuestamente ideológica. El Terror Rojo además de cruel fue también ineficaz: la vida dependió a veces, no de la pertenencia a una clase social o de una actitud política, sino de la pura arbitrariedad de las bandas armadas cuyas prácticas tenían poco de sistemático. El “paseo” o represión indiscriminada practicada por elementos irregulares, también fue una fórmula habitual en la 1 a fase de la guerra en el bando adversario. Hasta el fin de la misma no era extraño que cuando se tomaba una posición que había costado a los atacantes un fuerte derramamiento de sangre, se producía la ejecución de parte o de todos los resistentes.
Más adelante, el paseo se sustituyó por fórmulas aparentemente jurídicas. Los organismos que tenían una apariencia legal para esa persecución al adversario político tenía características parecidas en los 2 bandos. Tanto los tribunales militares como los populares estaban en su mayoría en manos de personas que no eran jueces. En octubre de 1936 se creó un Alto Tribunal de Justicia Militar, donde sólo uno de sus miembros debía ser necesariamente jurista; el defensor en los juicios militares debía pertenecer a la profesión pero no era necesario que fuera letrado. En agosto se habían creado en la otra zona tribunales populares en los que sólo 3 miembros eran funcionarios judiciales.
Ha habido quien ha intentado diferencial el terror practicado en una zona y otra. Es cierto que hubo más declaraciones públicas condenatorias de la represión indiscriminada en la zona republicana; nadie hizo en el otro bando un discurso parecido al de Azaña en demanda de paz, piedad y perdón. Cuando Yagüe hizo otro pidiendo clemencia para el enemigo, recibió una reprimenda y una sanción no tanto por lo que dijo, sino por expresar su discrepancia.
Aunque haya diferencias entre el terror de uno y otro bando, lo que llama la atención es la profunda similitud del practicado por las 2 Españas enfrentadas en guerra. Las verdaderas diferencias residen en las actitudes personales producto de sensibilidades diferentes que se daban igual en los dos bandos. La violencia represiva se puede apreciar en el destino sufrido por un grupo humano reducido como era el de los representantes parlamentarios. En plena guerra los rebeldes habían ejecutado a unos 40 del Frente Popular y el Frente Pop a 25 de la derecha. 1 de cada 5 diputados de los 2 grupos más nutridos de las Cortes (PSOE y CEDA) fueron eliminados durante la guerra.
Sigue habiendo duras controversias sobre el volumen total de mortalidad y no es posible ofrecer datos sobre la represión con carácter global para toda España, que sean fiables, sino tan sólo de alguna región o provincia. Fue en las zonas en las que el miedo al adversario era como consecuencia de la situación militar, especialmente grave, donde la represión fue más sangrienta. El Terror Blanco fue muy duro en Zaragoza y Córdoba, en la 1 a línea de combate, así como en general en toda Andalucía y sobre todo en Málaga. El Terror Rojo destacó en 3 grandes capitales (Madrid, Barcelona y Valencia) gracias a esa carencia de control inicial, pero también en zonas de combate como Teruel.
De las cuestiones relativas a la represión provocada por cada uno de los dos bandos, resultan significativas: los asesinatos de Paracuellos del Jarama y el de Federico García Lorca.
Si la guerra civil constituyó un testimonio de barbarie, hubo también quienes hicieron todo lo posible por evitarla. Son muchos los casos individuales de españoles que lo hicieron. Determinados países hispanoamericanos como Argentina o Chile practicaron durante el sitio de M. una política de asilo en sus representaciones diplomáticas que se generalizó. Gran Bretaña que no practicó el asilo en su embajada, acogió a 30000 personas cuando cayó el frente Norte.
LA IGLESIA Y LA GUERRA CIVIL
El factor religioso fue muy importante en la vida política y social la dureza se contraponía entre el clericalismo y anticlericalismo lo que indica que la cuestión era importante. Sin embargo, los militares sublevados en sus bandos no aludieron a la cuestión religiosa la dictadura que pretendían crear, de acuerdo con sus planes iniciales, era republicana y laica.
En la zona controlada por republicanos, se produjo una dura persecución del clero católico sobre todo en julio y agosto de 1936, semanas en las que tuvo lugar casi la 1/2 de los asesinatos de sacerdotes y obispos. Los anarquistas protestaron cuando Negrín trató de restablecer la libertad de cultos. Se calcula que desaparecieron un 13% de sacerdotes y un 23% de los miembros de las órdenes religiosas. En algunas diócesis el porcentaje fue mayor: en Barbastro un 88%, en Lérida el 66% y en Tortosa el 62%. En Madrid murió el 30% del clero más que en Barcelona. Es probable que ésta haya sido la persecución más sangrienta de la Hª de la cristiandad, comparable a la de la Revolución Francesa o la del Imperio Romano.
Durante meses, bastaba el hecho de ser sacerdote para ser asesinado, sin formación de causa alguna. En la zona controlada por el Frente Popular el culto desapareció y sólo pudo ser practicado clandestinamente y en privado hasta 1938. Fueron destruidos unos 20000 edificios, muchos de interés artístico.
Hubo textos episcopales en las 1as 8 semanas de la guerra civil en los que ya se utilizó el término de “cruzada” para designar lo que sucedía en España. Además, en agosto 2 obispos, el de Vitoria y Pamplona, condenaron la posición de los nacionalistas vascos, contrarios a los sublevados por su colaboración con los comunistas. El autor de este escrito era el Primado de España, Monseñor Gomá, que desde el final de la época republicana era el dirigente decisivo de la Iglesia española. La 1ª intervención del Papa sobre la España en guerra empleaba un lenguaje diferente al de los prelados españoles, al reclamar el perdón, invocar la paz y aludía a las causas justas de las reivindicaciones sociales. Esta alocución no fue publicada en la España sublevada.
La carta colectiva de los obispos españoles, de agosto de 1937, pensada en principio por Gomá, no tenía como destinatarios a los católicos españoles, ya convencidos, sino a los prelados extranjeros. De acuerdo con su interpretación la República había hecho a la Iglesia víctima principal de su obra de gobierno.
En 1937 no había sido posible publicar en España la condenación papal del nazismo que sólo apareció en las publicaciones eclesiásticas a lo largo de 1938. Las últimas pastoral es de Gomá demuestran una creciente preocupación en relación con la orientación futura del régimen franquista. En Roma, desde muy pronto hubo una actitud respecto de los sucesos españoles que permite apreciar una diferencia de clima con respecto a España. La opinión que del catolicismo español se tenía en Roma no era muy halagadora para este último.
Cuando estalló la guerra, la actitud del 1er representante oficioso de Franco ante el Vaticano, el almirante Magaz, no contribuyó a mejorar la situación. Fue el propio Gomá el que consiguió un mejoramiento significativo. Pero no se puede decir que existiera la cordialidad y la identificación teniendo en cuenta el lenguaje de “la cruzada”. Las relaciones entre el Gobierno de Franco y la Sta. Sede no se normalizaron hasta abril de 1938, momento en el que se intercambiaron representantes diplomáticos. A estas alturas, el gobierno franquista y su representante en Roma tenían grandes discrepancias con el Vaticano, que se referían a la validez del Concordato de 1851. La actitud de la diplomacia vaticana respecto a la guerra civil explica también la división que estos acontecimientos produjeron en la conciencia católica.
En el País Vasco, la actitud de la diplomacia vaticana respecto a la guerra civil explica también la división que estos acontecimientos produjeron en la conciencia católica. En el País Vasco la actitud de los nacionalistas fue mayoritariamente partidaria de la fidelidad a la República. El PNV insistió en que la guerra civil tenía como razón de ser un enfrentamiento social y no religioso. El Presidente vasco, Aguirre, afirmó que los vascos estaban en contra del fascismo y el imperialismo, por espíritu cristiano.
También en Cataluña existía un catolicismo que por sus peculiaridades, difícilmente podía alinearse del lado de los sublevados. Vidal i Barraquer, que fue perseguido por los anarquistas y salvado por la Generalitat, con Múgica, fue el único prelado que se negó a suscribir la carta colectiva del verano de 1937.
Con todo, habiéndose producido una división en el catolicismo respecto de la guerra, el decantante fue favorable a los sublevados. Si se redactó la carta colectiva de los obispos y se montó una oficina de propaganda católica, ligada al nuevo estado, fue porque la guerra española conmovió al catolicismo universal, lo dividió y le causó problemas. La carta contribuyó a alinear la jerarquía eclesiástica de todo el mundo en la condena de la persecución religiosa. Esta agravó la imagen externa de la República. El ministro Irujo (nacionalista vasco) del gobierno de Largo Caballero, presentó a comienzos de 1937 un informe sobre la situación en el que indicó la inconstitucionalidad de una situación por la que quedaba suprimida la libertad de cultos y la de los sacerdotes para ejercer su ministerio. Sin embargo, esta intervención no logró el apoyo del Gobierno, algunos de cuyos miembros se pronunciaron en términos de un anticlericalismo elemental. La situación cambió cuando Irujo fue ministro de Justicia en el Gobierno de Negrin, que consiguió al menos, cierta tolerancia.
Pero ya era muy tarde y el Vaticano no consintió en enviar un legado a la Cataluña republicana en 1938. Cuando ya había dimitido lrujo se creó un comisariado de cultos, medida que él propuso y no se hizo realidad.
En Abril de 1939 se celebró un acto que puede considerarse como el punto de partida del nacional-catolicismo; en la Iglesia de Sta. Bárbara de Madrid, Franco recibió en él, la espada de la victoria de manos de Gomá, mientras pronunciaba unas palabras en las que describió a sus adversarios como enemigos de la verdad religiosa.
LA GUERRA DE COLUMNAS
La lucha adoptó la forma de enfrentamiento s sucesivos entre agrupaciones de fuerzas de ambos bandos, sin un frente preciso. La composición de esos núcleos armados -columnas solía ser muy heterogénea, pues formaban parte de ellos a la vez unidades militares, fuerzas del orden público y voluntarios. Estos rasgos son comunes en los dos bandos pero hay una diferencia entre ellos. Mientras que entre los sublevados las unidades de voluntarios favorecían la moral en las columnas, el entusiasmo revolucionario en el Frente Popular contribuyó a la disolución de las unidades y a poner en peligro la jerarquía y disciplina militar.
Las columnas frentepopulistas carecieron de eficacia militar. Lo más frecuente fue la indisciplina y sobre todo su incapacidad para enfrentarse al adversario en campo abierto. Tenían miedo a ser rodeados por las expertas tropas del ejército marroquí.
En las instrucciones que redactó Mola, estaba previsto que los sublevados hicieran un rápido movimiento hacia Madrid, nada más triunfar. Pero la derrota de la sublevación en ciudades y regiones donde se esperaba el triunfo, como en Valencia, la necesidad de consolidar el dominio en la retaguardia y la falta de municiones, hicieron que ese movimiento ofensivo no fuera tan firme como se pensó. La única posibilidad que les quedaba a los sublevados para llegar a Madrid era utilizar las fuerzas de Marruecos, pero necesitaban pasar el Estrecho.
Parte de las tropas que mandaba Franco, cruzaron el Estrecho en Agosto, en un pequeño convoy naval, pero en realidad, la operación consistió en el 1er transporte aéreo de la W, pues la flota republicana dominaba el mar y se hizo gracias a la ayuda italiana y alemana, que pidió Franco con ese propósito. El ejército africano sirvió para aliviar la situación angustiosa de las capitales andaluzas. Un intento de ofensiva gubernamental en Córdoba, fracasó por la lentitud en emprenderlo y por la inexperiencia de unos miliciano s que se dispersaban ante el bombardeo adversario. La misma ineficacia hubo en Granada o en Málaga, donde la situación anárquica fue muy grave.
Las tropas de África fueron empleadas fundamentalmente en una carrera hacia Madrid, de la que se esperaba que acabara la guerra. Se optó por llegar siguiendo la ruta de la frontera de Portugal. La forma de avance fue siempre igual; un grupo de columnas móviles avanzaban con rapidez por la carretera y sólo cuando encontraba un obstáculo enemigo, se detenía y efectuaba una maniobra envolvente. Esto bastaba para que el adversario huyera en desorden. En principio el avance fue meteórico. Las dificultades empezaron en Badajoz. Talavera pudo ser tomada en los 1os días de Septiembre, a partir de entonces la resistencia se hizo más dura.
En octubre el Frente Popular utilizando material soviético lanzó un contraataque con tanques, en Seseña y Esquivias. Según los atacantes se acercaban a Madrid, la defensa se hacía más fuerte y en ella empezaban a participar las nuevas unidades militares creadas por el Gobierno del Frente Popular. La insuficiencia de tropas del Ejército de África era grave y no podía por ello atacar en toda la línea del frente sino en los puntos donde pudiera lograr la sorpresa y con ella la victoria. A principios de noviembre las tropas de Franco estaban a las puertas de Madrid.
Mientras, las tropas de Marruecos habían tenido que utilizarse en otros frentes. Con ello se retrasó el avance hacia Madrid y se vio lo que sucedió muy a menudo: que las operaciones militares más importantes quedaban a veces supeditadas a la necesidad de responder al adversario allí donde atacaba. En septiembre caía Talavera y después Irún, con lo que se dejó la zona Norte del Frente Popular sin comunicación con Francia. Hasta entonces habían sido las fuerzas de izquierda las protagonistas de la lucha contra los sublevados, existiendo contactos entre los nacionalistas vascos y el bando adversario. Pero en octubre la concesión del Estatuto de Autonomía y el bombardeo de Bilbao crearon un abismo entre unos y otros.
Asturias desempeñó en cuanto a voluntarios, algo parecido a Navarra en el bando adversario. Las milicias populares formadas sobre todo por mineros, se sintieron atraídas de forma excluyente y total por Oviedo. Cataluña, donde la rebelión había fracasado, podría haber sido una fuente de hombres y recursos para someter al adversario pero las dos ofensivas iniciadas desde allí, acabaron con fracasos. El ataque de columnas anarquistas sobre Aragón, inicialmente pareció conseguir avances importantes, pero terminó parándose a las puertas de Huesca y Teruel. La otra expedición desde Cataluña se dirigió a Baleares, donde Mallorca e Ibiza se habían sublevado, mientras Menorca permanecía leal al Frente Popular La expedición tomó Ibiza y desembarcó en Porto Pi, pero no consiguió entrar en Mallorca. A partir de ese momento, las Baleares jugaron un papel importante para el bloqueo por parte de los sublevados.
Ninguna de todas estas operaciones de la guerra de columnas tenía la menor posibilidad de ser resolutivas. En Madrid, en Nov. hubo un violento forcejeo entre las tropas de Franco y los defensores de la capital, que terminó con la detención de los 1os. El Frente Popular contó con una dirección adecuada con el General Rojo y con Miaja, que acabó convirtiéndose en un auténtico signo de la resistencia de la capital. Hay que atribuir un papel importante a los refuerzos internacionales llegados a Madrid. Las Brigadas Internacionales que incluían también la importante ayuda rusa en aviación.
Hay que mencionar también los asedios. El que alcanzó mayor repercusión fue el del Alcázar de Toledo que atrajo a las tropas del Frente Popular.
La guerra de columnas podría decirse que constituyó la prueba más evidente de la superioridad de las fuerzas regulares frente a las milicias o, de la calidad con respecto a la cantidad. Las milicias que a veces tenían hombres brillantes demostraron en combate ser ineficaces. Es posible que si Franco hubiera decidido concentrarse en Madrid, hubiera podido conquistarlo, adelantándose a la organización del adversario y a la recepción de la ayuda exterior.
BATALLA EN TORNO A MADRID (Noviembre 1936 a Marzo 1937)
La guerra de columnas había llegado a su agotamiento. Hasta ese momento las mayores dificultades las había tenido el ejército de Franco al enfrentarse con un enemigo a la defensiva en una posición estable. Si había fracasado el asalto a Madrid mediante una ofensiva directa, ahora iba a intentar una maniobra de flanqueo. Se centró el ataque a Madrid sobre la carretera de la Coruña. Esta batalla fue durísima y en condiciones precarias, con frecuentes nieblas.
La preocupación esencial de Franco seguía estando en torno a Madrid yeso es lo que explica la ofensiva del Jarama. Prueba de la violencia de los combates es que el llamado vértice Pingarrón cambió 3 veces de manos. Al final, la batalla acabó con el agotamiento de los contrincantes. Es posible que ésta fuera la batalla más encarnizada de la guerra.
En Oviedo como en el Jarama, Franco siguió con su táctica parsimoniosa de enfrentarse con el adversario hasta el desgaste. En la batalla de Guadalajara en marzo de 1937, franco no quería la presencia de unidades italianas y menos aún que tuvieran un protagonismo excesivo en las operaciones militares y además, tampoco parecía muy interesado en una operación sobre Guadalajara. Con todo esto, el Corpo di truppe volontarie podía esperar llegar hasta Guadalajara y alcanzar como pinza en una maniobra envolvente que se complementara desde el Jarama. Pero, presionados en su flanco izquierdo y embotellados en las carreteras, los italianos debieron retroceder.
En estas 3 batallas en torno a Madrid, la victoria debe atribuirse al Ejército Popular. Era evidente que esas 3 batallas venían a demostrar que la guerra civil de ninguna manera podía ganarse en la región Centro. Conocida la detención de los italianos, Franco decidió concentrar sus esfuerzos en el frente Norte.
EL 1er IMPACTO INTERNACIONAL DE LA GUERRA CIVIL
Sin la ayuda exterior no se entiende el paso del Estrecho, la defensa de Madrid o la batalla de Guadalajara y en lo que siguió, el papel de la ayuda exterior o su ausencia fue de primerísima importancia. Es perfectamente lógico que ambos bandos pidieran ayuda de otros países porque a fin de cuentas, el Ejército español estaba muy mal dotado de material y además España había firmado convenios para ese propósito.
Eran los momentos del viraje hacia la 2ª Guerra Mundial y en los que se tambaleaba el sistema de paz del final de la 1ª Guerra Mundial en Versalles.
El 19 de julio Giral hizo la petición al gobierno del Frente Popular francés, que pronto se mostró dispuesto a atenderla (aunque la derecha francesa no estaba de acuerdo). El Frente Popular debió recurrir al mercado internacional de armas, aparte de la ayuda francesa algunos países como los bálticos y Checoslovaquia le prestaron colaboración, pero su situación no quedó aliviada hasta que en Septiembre la Unión soviética se decidió a prestar ayuda al Gobierno español. Los sublevados tuvieron la ayuda italiana y alemana a pesar de que su reconocimiento como Gobierno legítimo no llegó hasta noviembre.
Semejante situación en la que estaban involucradas las principales potencias europeas era explosiva se pretendió distenderla, creando el Comité de no intervención, en Londres. En realidad quien propuso esa fórmula fue Francia, por miedo a las tensiones del conflicto español en su política. De no existir un organismo que procurara evitar las decisiones unilaterales, habría un auténtico problema para la paz mundial. Desde Septiembre la Sociedad de Naciones remitió cualquier tipo de decisión a dicho organismo especializado, para resolver los problemas españoles. Aunque en el Comité de no intervención tomaron parte muchos países, la realidad es que las 5 potencias europeas más importantes fueron las que decidieron las principales cuestiones.
Las potencias fascistas siguieron una política totalmente cínica. El Conde Ciano, ministro de Exteriores italiano, dic a su embajada en Londres instrucciones para que el Comité mantuviera una acción puramente platónica. Se ha calculado que los alemanes violaron la no intervención 180 veces y los italianos 134; cifras semejantes se atribuye a los rusos y franceses.
La intervención alemana a favor de Franco fue una decisión personal de Hitler y lo decidió así por razones estratégicas (presionar a Francia desde el Sur) e ideológicas (oposición al comunismo); sólo en un 2º plano apareció el interés económico. En 1939 Hitler habló de la Legión Cóndor, que seria su principal ayuda a Franco. Más tarde que Italia, en marzo de 1937 también Alemania suscribió un tratado con Franco para mantener contactos mutuos respecto del comunismo y evitar la colaboración con terceros países que pudieran perjudicar a Alemania.
Los dirigentes fascistas italianos, habían tenido anteriormente contactos con la extrema derecha española aunque en el verano del 36, Mussolini vetara cualquier ayuda previa a la conspiración. La personalidad del ministro de Exteriores fascista, Ciano, parece que jugó un papel importante en la adopción de esta política. Para las razones de intervenir en España, lo más probable es que originariamente Mussolini pensara que podía obtener un aliado barato en una zona estratégica que para él era decisiva. Desde el principio, la intervención italiana en los asuntos españoles fue más estridente que la alemana y más espectacular, cuando en nov. de 1936 se firmó un tratado entre ambas partes que presuponía una neutralidad más que benevolente por parte de Franco en el caso del estallido de una guerra.
A partir de ese momento, Mussolini se empleó a fondo a favor de la causa de los sublevados, incluso más de lo que éstos hubieran querido. El CTV obtuvo victorias como la de Málaga, pero también derrotas como la de Guadalajara, imputadas al fascismo.
Otro país que también jugó un papel importante en la fase inicial del conflicto en favor de Franco fue el Portugal de Salazar. El Embajador de la República, Sánchez Albornoz, se vio aislado por la hostilidad de las autoridades lusas y por el abandono de los propios diplomáticos a sus órdenes; en oct. se rompieron las relaciones entre Portugal y el Gobierno del Frente Popular La principal ayuda de Salazar a Franco fue proporcionarle la seguridad de una frontera, pero además, desde territorio portugués entraron aviones en la zona nacionalista.
La actitud de Francia y Gran Bretaña fue más pasiva, sin tomar una iniciativa decidida. Razones: las características de los regímenes democráticos que no podían propiciar una intervención como la de los fascistas, el deseo de evitar la guerra mundial por las divisiones internas de la opinión pública y el hecho de que el Frente Popular parecía demasiado revolucionario y Franco no lo suficientemente fascista.
En Francia el conflicto español excitó las pasiones ideológicas por encima de los intereses nacionales. Se dio la paradoja de que la derecha más nacionalista apoyaba a Franco; no sólo la extrema derecha denunció la supuesta colaboración del Frente Popular francés con los revolucionarios españoles, sino que otros sectores más amplios (los católicos, los intereses comerciales) simpatizaron con Franco. Desde 1937 hubo peticiones de establecimiento de relaciones con esa España. Por su parte, Blum, jefe del Gobierno del Frente Popular francés, temió en un momento que estallara una guerra civil en Francia. Los comunistas franceses fueron los más decididos partidarios de que se siguiera autorizando la venta de armas a la España republicana. De hecho, este programa de gobierno entró en crisis por esa razón. La posición francesa osciló entre una neutralidad hacia la República, cuando los gobiernos se inclinaban hacia Francia y una no intervención relajada. Esta fórmula implicaba tolerar que de manera subrepticia circularan por territorio francés armas destinadas a la España republicana.
También en Gran Bretaña, la guerra civil española tuvo importante repercusión, tanto para el gobierno y la política como para la opinión pública. Los diplomáticos británicos se alinearon enseguida con franco. Pero no todos estaban de acuerdo, pues en el Almirantazgo, Hoare era franquista y en el Foreing Office y en la Cámara de los Comunes, Eden y Churchil mantenían distinta postura. Los gobernantes británicos pensaron que el problema principal de la guerra española nacía del peligro de provocar un conflicto generalizado. De ahí que se siguiera una política de apaciguamiento.
Gran Bretaña mantuvo una neutralidad muy estricta pero al evitar con ella la compra de armas por parte de los republicanos, benefició a Franco. Sin embargo no fue la guerra civil sólo una cuestión de gobierno, sino también de la opinión. Como en el caso de Francia, resultó una cuestión tan ásperamente debatida, que en ningún momento fue posible una acción coherente.
Muy a menudo en Gran Bretaña se desconoció la realidad de los sucesos españoles. Lo mismo sucedió con EE.UU. El embajador norteamericano, Bowers, mantuvo una posición más claramente republicana entre los países democráticos. Los EE.UU. se declararon neutrales en agosto de 1936 y Roosevelt recomendó el embargo moral del negocio de armas, que luego se hizo efectivo.
La República no tuvo otro remedio que recurrir a la URSS, aunque la realidad es que ni el interés de Stalin por los sucesos españoles fue grande, ni su decisión de intervenir, inmediata. El prestigio revolucionario de su país exigía un apoyo a la España del Frente Popular. Por otro lado, la colaboración con éste le permitía tener una influencia decisiva en un país del occidente europeo y respondía a la necesidad de que la URSS siguiera apareciendo en la vanguardia revolucionaria mundial.
Al mismo tiempo que se tenía el apoyo para la causa del Frente Popular se trasladaban las reservas de oro del Banco de España a Cartagena, de donde irían a Rusia en oct. de 1936. Nada como este hecho demuestra el aislamiento de los republicanos que no podían confiar por completo en Francia y que así quedaban condenados a una sola fuente de aprovisionamiento bélico. Stalin desde un principio dejó bien claro su deseo de ser bien pagado de inmediato.
Aunque hubo militares técnicos rusos en España al servicio del Frente Popular, la principal ayuda en hombres estuvo formada por las Brigadas Internacionales, reclutadas gracias a la actuación de la Internacional Comunista. En ellas estuvieron parados o aventureros pero también un número elevado de idealistas, incluso intelectuales o exiliado s de aquéllos países en que el fascismo había destruido las instituciones democráticas.
LA CAMPAÑA DEL NORTE (Abril a Octubre de 1937)
Franco decidió trasladar el eje de la guerra a la zona Norte a fines de marzo. Sin duda la guerra se resolvió en esta campaña. Hasta octubre y de forma sucesiva, el Ejército sublevado conquistó Vizcaya, Santander y Asturias, modificando por completo el balance inicial de fuerzas establecido en julio de 1936.
Hasta su muerte, el General Mola fue el responsable de la dirección de las operaciones por parte de los sublevados.
Los vascos insistieron en tener su propia legislación militar específica para su caso y en el resto de la zona Norte, los problemas fueron semejantes. Hasta abril del 37 no se empezó a organizar el Ejército según los criterios generales en toda la zona del Frente Popular. Sobre las autoridades locales y las de carácter militar enviadas desde el Centro, se superponían los asesores soviéticos. Largo Caballero en un momento de indignación llegó a afirmar que "no hay ejército del Norte no hay más que milicias organizadas mejor o peor, en Euskadi, Asturias o Santander". A estas deficiencias hay que sumar los problemas de dotación y aprovisionamiento. Para los defensores fue siempre obsesiva la superioridad del adversario en aviación. Además, la superioridad artillera de los atacantes aumentada por la utilización de los recursos, también jugó un papel importante.
Las operaciones comenzaron el 31 de marzo de 1937 y desde el principio se caracterizaron por el empleo sistemático de la aviación y la artillería con una tremenda potencia de fuego. La aviación no escatimó bombardear objetivos civiles y en Durango causó muchos muertos. Hubo algún proyecto de convertir a Bilbao en un 2º Madrid, pero los vascos se negaron a la práctica destrucción de la ciudad, que además no hubiera garantizado su defensa, dadas sus condiciones estratégicas. El propio presidente Aguirre, vetó la destrucción de Altos Hornos de Vizcaya.
En la campaña de Vizcaya que terminó en junio de 1937, tuvo lugar el bombardeo de Guernica (el 26 de abril) con la práctica destrucción de la ciudad. Aunque el objetivo más obvio y evidente era el puente, que no fue afectado por el bombardeo. La mezcla de bombas rompedoras e incendiarias resultó especialmente destructiva en una población de casas altas y cales estrechas, pero no hay pruebas de que la carga utilizada pretendiera un efecto especial. El bombardeo fue efectuado por aviones italianos y alemanes.
Hubo contactos entre los nacionalistas vascos y los atacantes con vistas a una rendición. Ente unos y otros existía un punto de contacto: el catolicismo. Además, los nacionalistas vascos parecen haber estado indignados con el gobierno central por la poca ayuda concedida. El hecho es que a fines de Agosto, los batallones vascos se negaron a retirarse hacia Asturias para allí seguir el combate.
En definitiva, la campaña de Vizcaya fue la mayoría de edad de la guerra civil hubo una carencia preocupante de mandos subalternos, mientras que los batallones vascos seguían eligiendo a sus comisarios de guerra por sufragio.
Parecía que el Ejército popular en Santander había aprendido la gran maniobra y era capaz de ejecutarla. Esta provincia tenía una gran significación derechista y cuando fracasó la sublevación, hubo un elevado n° de ejecuciones (unas 1200). Durante las operaciones militares hubo abundantes deserciones en las filas del Frente Popular Si en la ofensiva del Bilbao resultó decisiva la aviación alemana de la Legión cóndor, en la de Santander influyó de modo decisivo la maniobra de las unidades de montaña, las brigadas de Navarra, por las alturas de las divisorias, combinadas con la presión aérea.
Los sublevados, en la última quincena de agosto cortaron el frente de N. a S. rompiendo las comunicaciones con Asturias. Santander fue la mayor victoria que los sublevados habían obtenido hasta entonces. Hicieron 45000 prisioneros.
En el caso de Asturias, la desigualdad de efectivos era enorme en todos los terrenos, pero la resistencia fue mucho mayor. Sin embargo, factores relativos a la carencia de unidad de mando militar y política contribuyeron a facilitar las cosas al atacante. A finales de Agosto el Consejo asturiano se declaró soberano, concentrando en sus manos toda la autoridad como si se desentendiera de las autoridades centrales y comunicando esta decisión a la Sociedad de Naciones. Cuando acabó la lucha, todavía un elevado n° de guerrilleros mantuvieron la resistencia distrayendo algunas tropas de Franco y testimoniando el carácter izquierdista de la provincia. La superioridad naval de los republicanos de poco sirvió a lo largo de esta campaña.
Si Franco consiguió la superioridad en el Norte fue porque concentró allí sus efectivos.
En el frente de Aragón a lo largo del verano y el otoño de 1937, el ejército popular insistió repetidamente en sus ataques en esa zona. La ofensiva sobre Zaragoza, a partir de finales de Agosto, fue sin embargo la operación más brillante e incluso se ha dicho de ella que constituyó el más ambicioso plan que conoció el Frente Popular a lo largo de su Historia. Se trataba de ocupar la capital de forma rápida pero de nuevo este Ejército demostró sus deficiencias. En vez de seguir su progresión, perdieron el tiempo sometiendo a reductos enemigos aislados. Estos hicieron innecesario con su resistencia, que Franco debiera recurrir a enviar refuerzos desde el Norte.
Durante esta campaña, el ejército franquista cometió bastantes errores, siempre atraídos en exceso por Madrid, como se demostró en el caso de Brunete. Pero mayores responsabilidades cabe atribuirles en lo sucedido a sus adversarios. Indalecio Prieto escribió un artículo en El Socialista, que Rojo ratificó en sus libros: antagonismos políticos, intromisiones de la política en el mando militar, insuficiente solidaridad entre las diversas regiones, recelos ante los mandos, etc.
Las consecuencias del final del Frente Norte fueron decisivas para el desarrollo de la guerra. Se dice que fue la clave de la victoria.
LA GUERRA CIVIL (II)
GUERRA y ECONOMÍA
El desenlace de la campaña del N. jugó un papel de 18 importancia en la guerra civil. Para las dos zonas en que quedó dividida España, la guerra supuso una conmoción, aunque de distinto grado y carácter. Las respectivas políticas económicas fueron, no sólo distintas, sino opuestas. Dada la tradicional vinculación con el exterior de la economía española, las 2 zonas necesitaron de ayuda exterior y también de importación.
Los productos petroleros fueron decisivos para la guerra. La CAMPSA de los sublevados se benefició de un buen tratamiento de la empresa norteamericana TEXACO mientras que el Frente Popular no tuvo esas ventajas y para él resultó un problema mayor el abastecimiento de alimentos porque en la zona controlada por él, se encontraba la mayor parte de la industria y no había agricultura. Por ello se explica el pronto racionamiento.
La guerra, con la consiguiente movilización de los recursos humanos en ambos bandos, supuso la desaparición del paro, sin embargo se disparó la inflación en las 2 zonas. Las 2 Españas tenían problemas comunes que se resolvieron de distinto modo. El principal para muchos era el de financiar un esfuerzo como es una guerra civil.
El bando sublevado recurrió a suscripciones, recortes en los sueldos de los funcionarios y otras medidas, pero el principal mecanismo de financiación de que dispuso fue la concesión de armas a crédito por parte de Italia y Alemania. Hay una cierta equivalencia entre la ayuda conseguida del exterior por los 2 bandos. La financiación del Frente Popular era con el pago inmediato, pues no podía ser más que esa. Los emisarios del Gobierno republicano gestionaron la venta de una la parte de las reservas de oro españolas en Francia que eran unas 640 Tm de oro fino (unos 725 millones de dólares) Desde muy pronto, los gubernamentales recurrieron a este procedimiento de financiación que motivó las protestas airadas del adversario. La totalidad del depósito de oro fue trasladado a Cartagena de donde saldría para Rusia. La cantidad que se enviaba era el 73% del total existente. Todo hace pensar que antes de acabar la guerra estaba ya agotada la cuenta española. Es evidente que el Gobierno del Frente Popular dependía por completo de la URSS en cuanto a sus aprovisionamiento s y ésta podía ejercer una influencia decisiva sobre los precios del armamento.
Tan sólo una pequeña cantidad pudo ser recuperada de los depósitos de oro español, por los vencedores de la guerra. Los vencidos habían liquidado también la mayor parte de las reservas de plata.
En el apartado de la Política agraria es donde fue precisa una línea de conducta por parte del Nuevo Estado. En Agosto de 1936 se suspendió la reforma agraria, aunque la tierra no seria devuelta hasta 1940. Esta medida se complementó con la creación en verano de 1937 del Servicio Nacional del Trigo. Desde muy pronto, el bando sublevado creó su propio signo monetario que cotizó por encima del republicano; tuvo también su propio Consejo del Banco de España, con el apoyo mayoritario de los accionistas, lo que le permitió hacer la reclamación del depósito de oro.
En el bando adversario, en Cataluña en Agosto de 1936 se creó un Consell d'Economía que diseñó un Plan de Transformación Socialista del País, que suponía además de las colectivizaciones de la agricultura y la Industria, el monopolio del comercio exterior, la disminución de los alquileres, el establecimiento de un impuesto único, etc. Las medidas tomadas en agricultura e industria no hicieron más que consolidar las colectivizaciones llevadas a cabo espontáneamente. Mientras los enfrentamientos entre los diversos partidos eran a veces muy duros. Los 1os meses de la guerra fueron de errores graves.
Durante 1937 la centralización de las decisiones se hizo en beneficio de la Generalitat que tenía un interventor en las empresas colectivizadas y sobre todo, de un instrumento del crédito. Los índices de la producción industrial no son muy satisfactorios sobre todo en la 1ª etapa de la guerra.
Es lógico que hubiera graves problemas de abastecimiento y de desorden productivo y que hubo también ramas de la producción en las que se produjo un crecimiento, como la metalúrgica, pero la conclusión final sobre la evolución económica catalana no es muy positiva. En Valencia también se siguió un camino semejante hacia la creciente intervención del Estado, con la exportación de los agrios.
LA FORMACIÓN DE LOS 2 EJÉRCITOS y LA CONDUCCIÓN DE LA GUERRA
Una de las más graves tragedias del Frente Popular durante el conflicto, fue que, cuando creyó contar con un verdadero ejército (que siempre fue inferior al de los adversarios), éSte ya tenía una notoria ventaja a su favor. La gestación de este Ejército fue muy complicada y lenta. Rojo no dudó en aludir a razones como "nuestros errores", el principal de ellos había sido la cobardía a la hora de militarizarse. También por el hecho de que muy a menudo cada uno de los sectores geográficos actuó no ya con autonomía, sino con auténtica independencia respecto a los demás.
La sublevación contribuyó no sólo a destruir el poder político de las instituciones republicanas, sino también la capacidad de acción militar. Una de las 1as medidas gubernamentales fue declarar disueltas las unidades insurrectas y licenciar a sus soldados, lo cual es muy significativo. Esa medida no se aplicó en el adversario, pero fue lo más normal en las unidades y zonas que permanecieron fieles al Gobierno El resultado fue la proliferación de las milicias y la ausencia de oficiales capaces de dirigirlas. El V Regimiento, formado por los comunistas, fue el que dio ejemplo de disciplina y calidad militar. Según Salas Larrazábal, los comunistas no jugaron a la guerra, sino que se prepararon para hacerla.
La mejor prueba de hasta qué punto era imprescindible la militarización es que en su la etapa fue protagonizada por Largo Caballero, que era opuesto a ella inicialmente. El nuevo Ejército, denominado Popular, no fue otra cosa que la reconversión de las unidades milicianas en otras de carácter regular; la conversión de las unidades militares en instrumento de una opción política o un partido. Este carácter partidista, en el Ejército Popular venía recalcado por el hecho de que existieran comisarios políticos. La organización militar adoptada se llamó brigada mixta que era una especie de ejército en miniatura. Era una unidad militar flexible y más avanzada que la vieja división en regimiento y batallones. Los problemas del Ejército Popular derivaron del papel que la oficialidad desempeñó y de los orígenes milicianos que le habían caracterizado en el pasado. Se desconfiaba sistemáticamente de todos los militares. Como en el bando adversario, el Frente Popular tuvo que crear tenientes en campaña, es decir, oficiales improvisados (unos 25000). Entre los jefes militares del Ejército Popular los hubo de muy diferente procedencia y calidad. En estos mandos, le correspondió al parto comunista un papel de 18 importancia
Había también otros jefes militares que habían tenido un pasado inconformista en la etapa de la Monarquía. Hay que mencionar a los militares profesionales como Miaja, los azañistas y los conservadores e incluso católicos con Aranguren. El General Rojo que también era profesional y católico desde la época de Largo Caballero, pero sobre todo en la de Negrín, como jefe del Alto Estado Mayor, era el principal inspirador de las operaciones militares más arriesgadas y más brillantes. Era uno de los grandes prestigios del Ejército español. Sólo un n° limitado de unidades tenía verdadero dominio del arte militar. Ese era el caso de las Brigadas Internacionales o de determinadas unidades de filiación ideológica comunista. Un inconveniente del Ejército Popular fue la ausencia de mandos intermedios. Lo que sorprende es que consiguiera levantar una fuerza armada de 600000 o 700000 h. en armas al final de la campaña del N. y más aún, que inmediatamente después emprendieran una ofensiva como la de Teruel.
El bando adversario tuvo menos problemas al constituir ese Ejército imprescindible para la victoria. Espontáneamente y sin problemas los voluntarios se integraron en las unidades militares contribuyendo a aumentar entre los soldados su fervor contrario al Frente Popular Hubo problemas con la formación de la oficialidad, imprescindible para encuadrar a los voluntarios. Los alféreces provisionales tenían un nivel cultual superior al de los tenientes en campaña yeso quizás les hizo más valiosos desde el punto de vista militar; también los franquistas debían confiar para sus maniobras ofensivas en unidades de élite como los marroquíes, los italianos, las brigadas navarras o la Legión. A Franco le bastó perfeccionar el Ejército del que partía y no necesitó crear uno nuevo. Los dirigentes militares sublevados eran jóvenes y su experiencia profesional había sido dirigir unidades que no superaban el batallón; la consecuencia podía ser que aunque eran duchos en la organización de pequeños combates, no lo eran en las grandes maniobras.
Todos los observadores extranjeros acusaron a Franco de actuar con excesiva lentitud; muchos de sus propios generales le reprocharon una táctica timorata y conservadora sin haber empleado más que muy excepcionalmente la gran maniobra. Los despliegues como Santander, Alfambra o la batalla de Cataluña, fueron excepcionales y la razón fue la experiencia africanista que caracterizó a los militares sublevados.
La unidad en torno a Franco. Como en el caso del Frente Popular ello y más evidente resultado del alzamiento militar fue también la fragmentación de la autoridad política entre los sublevados. Con el tiempo se logró un grado elevado de unidad en las condiciones. Es probable que si la sublevación hubiera triunfado, se habría constituido un directorio militar con algunos técnicos dentro de un régimen formalmente republicano; es previsible que ese régimen hubiera sido temporal. No fue así.
La fragmentación inicial de los sublevados puede ser ejemplificada en Navarra y en Sevilla. En la 1ª, una fuerza política arraigada como era el carlismo, permitió la creación de una Junta Nacional carlista de guerra. En Navarra, que vivió con una independencia práctica en las 1as semanas de la guerra, se tomaron disposiciones con carácter general y no sólo en una provincia como por ejemplo, la reintegración del crucifijo en las escuelas. Lo sucedido en Sevilla fue producto de la fuerte personalidad de Queipo de Llano cuya autoridad se veía multiplicada por lo inesperado de su victoria. Queipo nombraba a los Gobernadores, legislaba en materia económica y social y prestaba muy poca atención a la Falange.
Los sublevados, desde muy pronto, sintieron la necesidad de una dirección unificada. La constitución de una Junta de Defensa en Burgos es una buena prueba del deseo de cualquier tipo de organización política. La Junta no era más que un instrumento de administración y de intendencia de la retaguardia, presidido por el general más antiguo, Cabanellas. Más tarde diría Serrano Súñer que lo que había, era un Estado campamental, impreciso en sus funciones y en sus objetivos. Sin embargo, detrás, había un grupo político, los monárquicos, conscientes de que tan sólo a través de la influencia en los medios militares, lograrían dar contenido en su propio beneficio a la España de los sublevados.
Fueron también generales monárquicos (Orgaz y Kindelán) los principales autores del nombramiento de Franco para la suprema dirección de los sublevados, aunque en ello existió coincidencia con los militares africanistas, como Yagüe y en general con la posición de todos. Los militares estaban de acuerdo con la idea de la unidad de mando militar y político, mientras que de ninguna manera pensaban que como consecuencia de ello naciera una dictadura. Se preveía tan sólo la asunción del poder político durante la guerra. La designación de Franco no ofreció dudas; de los 3 generales responsables hasta el momento de las principales operaciones militares, Mola lo era de Brigada, Queipo de Llano tenía un pasado político y Franco aunque no era el más antiguo, había conseguido el general respeto de sus compañeros de armas antes del estallido de la guerra y una vez empezada ésta, había logrado las victorias más espectaculares con la superioridad de sus tropas.
A la vez que se creaba el mando único, se modificó la Junta, que pasó a ser un órgano de intendencia en la retaguardia. En general y con la posible excepción de las materias religiosas en las que se inició la labor de restauración que caracterizó luego al franquismo, la obra de la Junta Técnica recuerda más a la derecha tradicional que al fascismo. De la directa responsabilidad de Franco dependía una Secretaría General (con su hermano Nicolás), una Secretaría de Guerra, un Gobernador general y una Secretaría de Relaciones Exteriores.
Mientras, tenía lugar una evolución política interna importante que levaría a constituir un partido único. El gran partido de la derecha durante la etapa republicana había sido la CEDA, pero su colaboracionismo le había marginado; los monárquicos procedentes de Renovación española nunca tuvieron masas y confiaron en adquirir influencia asesorando a los militares. Desde el comienzo del período bélico tradicionalistas y falangistas jugaron este papel, merced a su capacidad de adaptarse a la beligerancia. Unos y otros difícilmente podían enfrentarse a Franco.
El problema de los falangistas era que no tenían “cabeza” y sus bases se habían multiplicado enormemente, sin que las esperanzas de que José Antonio se mantuviera con vida sirvieran para que aparecieran nuevos dirigentes. Además, los que había eran poco dóciles: jóvenes estudiantes inexpertos y embriagados de violencia de los que difícilmente se podía esperar disciplina. Además, el tradicionalismo estaba dividido desde la II República en una dirección nacional, la de Fal Conde y la de Navarra donde predominaba el Conde de Rodezno.
La actitud de Franco respecto a ambas fuerzas políticas fue siempre decidida y taxativa no sólo en materias militares, sino también políticas. Cuando en diciembre de 1936 los carlistas crearon una Academia Militar, Franco la suprimió y obligó a Fal Conde a exiliarse. Por esas fechas, ya había practicado la disciplina respecto de los falangistas con idéntico rigor a como lo había hecho con los tradicionalistas.
La única posibilidad de resistencia ante la voluntad de Franco de crear un partido único era que carlistas y falangistas decidieran por sí, una unificación que les convirtiera en un contrapeso ante el creciente poder de la dirección militar. Hubo factores de divergencia ideológica que nacían de la insistencia de los tradicionalistas en la regencia de su pretendiente D. Javier y la necesidad de suprimir los partidos políticos, mientras que Falange quería un partido único, pero de hecho, el verdadero factor de divergencia fue la tendencia de FE a considerar que la única unidad posible consistía en que ella absorbiera el tradicionalismo. Franco ya habla tomado su decisión: la unificación ya estaba decidida.
La lucha de facciones dentro de la FE fue un factor que ayudó a Franco , pero que no provocó su decisión. Lo que había tras esa lucha era la ausencia de una jefatura firme. El 16 de abril de 1937 el enfrentamiento se tradujo en 2 muertos, producto, más que de un atentado, de la tendencia de los dirigentes falangistas a ir con escoltas armadas. En realidad Franco ni siquiera tuvo que utilizar la fuerza sino que se limitó a evitar que circularan emisarios falangistas por los territorios que él controlaba y a que se desplazaran las milicias falangistas. Eso fue suficiente para producir la unificación que se convirtió en decreto una semana después de los incidentes. Se llamó FE. Tradicionalista de las JONS. Ni Hedilla, ni Fal Conde quisieron ocupar un puesto dirigente en la nueva agrupación política.
Otro elemento crucial para entender el éxito de Franco fue que como en tantas otras ocasiones, dio la sensación de adoptar una medida provisional y de urgencia y por tanto, susceptible de cambio, cuando en realidad no hacía otra cosa que ratificar su absoluta preeminencia. Desde fines de 1937 se fue haciendo evidente la urgencia de constituir un organismo de gobierno y admón. más eficaz que el existente. El gobierno quedó constituido en los 1os días de febrero de 1938 tras la batalla de Teruel. Las 2 figuras más importantes del mismo eran Jordana y Serrano Súñer. Ello fue vicepresidente secretario, asumiendo la competencia de las relaciones exteriores y presidiendo las reuniones del consejo en ausencia de Franco , pero Serrano Súñer tuvo mayor influencia con un único Ministerio, con 3 Subsecretarias, el de Gobernación con competencias muy altas.
A este 1er gobierno le caracterizó una composición plural y muy medida: dos falangistas, 3 generales, 2 monárquicos alfonsinos, 1 tradicionalista, 2 ingenieros y 1 antiguo cedista. Serrano Súñer, cuñado de Franco tenía unas capacidades administrativas y de traducir en textos legales la voluntad política del Jefe del Estado de las que éste carecía. Bien dotado intelectualmente era el único de los miembros del gabinete capaz de esbozar y defender un programa político como alternativa al Estado campamental existente.
Quizá la tarea más perdurable fue la Ley de Prensa de 1938 que no se modificó hasta 1966 y que introducía unas concepciones beligerantes contra la libertad de Prensa, incluyendo la censura y el nombramiento gubernativo de los directores de los medios de comunicación. En cambio caracterizó a la legislación sobre los aspectos vinculados con los Ministerios de Justicia y Educación, una voluntad decidida de restauracionismo religioso que llevó a la purga del personal docente y a la abolición de la legislación laica de la República, dando un extremado carácter clerical a la nueva.
Los rasgos más característicos del Nuevo Estado eran una cierta propensión fascista y una radical indefinición que sólo contribuía a aumentar el poder de Franco. El Consejo Nal. de FET y de las JONS estuvo formado por numerosas personas y desde muy pronto se percibió que éste no serviría para otra cosa que para aparatosas ceremonias para la exaltación de Franco. La Junta Política se reunió más a menudo pero estaba aún más dominada desde arriba. Franco se consideraba responsable ante Dios y ante la Hª y no sujeto por ello a procedimiento alguno de destitución o de juramento.
Falange fue la beneficiaria fundamental y casi única de la unificación, sobre todo en determinados cargos provinciales y locales. Los carlistas por ejemplo apenas tuvieron ½ docena de gobiernos civiles y aunque FE tuvo como adversarios a los franquistas puros, todos sus elementos, incluso los más radicales fueron integrados sin problemas en la admón. del nuevo régimen. El carlismo siguió viviendo autónomamente sobre todo en Navarra.
Mientras Franco parecía cada vez más seguro y consciente de su condición de caudillo, algunos de sus colaboradores parecían decepcionados respecto de su capacidad. Gran parte del malestar existente entre los ministros y en general la clase dirigente del régimen, era el producto del ascenso de Serrano Súñer, único ministro que aparecía en la prensa y que a la vez parecía beneficiarse constantemente de su relación familiar con Franco. La guerra civil acabó con una situación en la que era previsible un cambio de Gobierno. A cambio de la victoria, los sublevados crearon un sistema político en cuyos rasgos generales no estaban de acuerdo la mayor parte de sus principales dirigentes políticos. En lo que tenía de régimen dictatorial, personal y militar, el franquismo nació durante la guerra civil.
LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL FRENTE POPULAR
El Frente Popular es totalmente distinto al bando franquista. Las 2 cuestiones más decisivas de la guerra fueron, la formación de un Ejército regular y la realización de la revolución social, política y económica y con ellas se iniciaron posturas diferentes e irreconciliables, sobre todo con el parto comunista y el anarcosindicalista.
A su enfrentamiento hay que añadir la pugna entre el socialismo de Prieto y el de Caballero, el de las 2 versiones del comunismo (el ortodoxo y el POUM) o la que separó a los partidos centristas de los grupos nacionales catalanes y vascos. A estos factores, hay que añadir las diferencias entre los dirigentes políticos de cada uno.
El aparato comunista estaba influido directamente por Moscú aunque los comunistas españoles no están dispuestos a fomentar las colectivizaciones en el mismo momento que este proceso tenía lugar en la Unión Soviética. Este partido logró por un lado la adhesión de los pequeños propietarios que temían la revolución y por otro se le unieron los militares profesionales que juzgaban imprescindible someter a la disciplina a las milicias de partido.
Los anarquistas en cambio, opinaban que guerra y revolución debían ser 2 proyectos paralelos y complementarios. La única posibilidad consistía en la colaboración con el Frente Popular pero cuando se tomó esta decisión, la CNT tuvo que ceder sus conquistas revolucionarias, una a una, 1º en Cataluña y luego en el resto de España.
Largo Caballero, en Septiembre de 1936, siendo ya muy grave la situación militar, asumió la Presidencia del Gobierno Lo hizo en contra de la opinión de Azaña; pero hay que tener en cuenta que por el momento, de nada había servido tener al republicano moderado Giral al frente del Gobierno y que era legítimo utilizar en esos momentos la popularidad y la fuerza política del dirigente socialista. Si los anarquistas no entraron en el principio en el Gobierno de Largo Caballero, fue por sus excesivas pretensiones.
El Gobierno de Largo Caballero estuvo dominado siempre por su persona pues desempeñó la cartera de guerra, además de la Presidencia. La entrada definitiva anarquista en el gobierno fue en Noviembre Largo Caballero en cuanto alcanzó el poder, empezó a hablar de la necesidad de respetar la legalidad republicana. Toda su política consistió en tratar de ganar la guerra centralizando el poder político y creando una maquina militar. Por un lado se creó un Consejo Nal. de Seguridad unificándose las milicias de retaguardia y por otro, las Juntas Provinciales fueron sustituí das por Consejos presididos por los gobernadores civiles.
Desde muy pronto se apreciaron las limitaciones personales de Largo Caballero aceptó que se formara en enero de 1937 un comité de enlace PCE-PSOE. La presión de los comunistas no dudaba emplear recursos como las manifestaciones públicas. En marzo de 1937 las relaciones de Largo con los comunistas se habían hecho ya muy tensas y se había enfrentado con el embajador soviético. Había además otro proceso paralelo; durante los meses primeros de la guerra, fueron frecuentes los enfrentamientos armados entre anarquistas y comunistas y el n° de incidentes aumentó llegando a haber cerca de un centenar de muertos.
Con esta situación, por fuerza tenia que estallar y sucedió en la 1ª semana de mayo de 1937 en Barcelona. En Cataluña los gobiernos de la Generalitat, presididos por Tarradellas habían supuesto una apelación de la disciplina parecida a la que había en toda la zona del Frente Popular En Noviembre de 1936 el presidente del Parlamento, Casanovas, fue acusado de conspirar en sentido separatista, lo que debilitó al nacionalismo. El 3 de mayo del 37, la Generalitat y el comunismo intentaron apoderarse del edificio de la Telefónica de B del que era dueño la CNT, desencadenándose una serie de combates. Al final, la llegada de dirigentes anarquistas desde Valencia y el puro cansancio, acabaron con el enfrentamiento que tuvo graves consecuencias políticas. Los anarquistas tuvieron que abandonar el poder y también lo hizo Largo Caballero.
Peor fue el caso de los dirigentes del POUM, que fueron acusados por los comunistas de ser los responsables de lo sucedido. El POUM fue disuelto y el principal de sus dirigentes NIN, después de estar en la cárcel fue asesinado, seguramente por los comunistas o los soviéticos.
La verdadera relevancia política de lo sucedido en Barcelona radica en la crisis política que se produjo. A lo largo de ésta insistieron en la necesidad de la unificación política y militar, el orden en la retaguardia y la concentración de esfuerzos en la guerra, puntos que luego recogió el programa de Negrin.
Para el desarrollo de la crisis hubo otros factores: ello es la situación en que se encontraba Largo Caballero. Tenía razón en tratar de que se llevara a cabo una operación militar en Extremadura, pero eso le enfrentaba con Miaja y también con los soviéticos que no querían emplear su aviación con esos propósitos. Su deseo de montar un gabinete ministerial a base de las centrales sindicales UGT y CNT, carecían de posibilidades, encontrando una decidida resistencia en la Presidencia de la República y el PSOE. En realidad, la CNT permaneció durante toda la crisis en una actitud de neutralidad.
Prieto y Azaña fueron los verdaderos responsables del desenlace de la crisis y no los grupos políticos. Azaña no quería a Largo Caballero en el poder y ahora juzgaba su actuación con palabras durísimas: ineptitud y traición. Fue él quien influye para el nombramiento de Negrin como sucesor. Prieto hizo ver a Largo Caballero que el abandono del Consejo de Ministros por los comunistas suponía el estallido de la crisis política.
La personalidad de Negrín auguraba un giro hacia el orden, la autoridad y la centralización. Él era de una procedencia ideológica que tenía poco de revolucionaria e incluso de marxista. sus declaraciones iniciales demostraban una decidida voluntad de mantener la República de 1931. No dio marcha atrás a las colectivizaciones ni tampoco dic facilidades para la libertad de cultos, pero identificó la República con las pautas democráticas de su texto constitucional. Su obra, tanto desde el punto de vista militar como desde el político, estuvo dirigida a la normalización. De ahí que en agosto de 1937 disolviera el Consejo de Aragón. Para ello debió utilizar unidades militares, dirigidas por comunistas como Líster. En octubre de ese año se reunieron las Cortes en Valencia con un elevado n° de diputados que así testificaron ante la opinión interna. el carácter parlamentario y democrático de las instituciones. El traslado de la capital a Barcelona fue por el deseo de conseguir que Cataluña contribuyera más eficazmente a la lucha contra el adversario.
Las operaciones militares como la ofensiva de Teruel, la defensa en el Maestrazgo y la posterior batalla del Ebro, se saldaron no con un éxito espectacular sino con una derrota y eso contribuyó a que se manifestaran protestas respecto del nuevo presidente. Al llegar a la Presidencia era una personalidad que no tenía detrás a ningún partido, pero su Gobierno tenía unas claras características dictatoriales, en 1938. Se le acusaba de estar dominado por los comunistas, pero él tenía una política muy personal y utilizaba a éstos en beneficio de ella, pero ni era comunista ni estaba controlado por ellos. Indalecio Prieto opuso gran resistencia a que éstos se apoderaran de los resortes del Estado.
Parece evidente que el papel del PCE en el Ejército Popular era desmesurado. Había conseguido una gran fuerza, muy superior a la de sus sufragios en 1936. Prieto no tenía la resistencia de carácter de Negrin y pronto, ante las derrotas empezó a pensar de forma pesimista. Así se explica la crisis de abril de 1938 en la que abandonó el Mº de Defensa. Había chocado con los comunistas y la llegada de Franco al Mediterráneo le parecía un desastre sin arreglo y además esto hacía que los republicanos desearan librarse de los comunistas y Negrín, para intentar la paz mediante la mediación francobritánica. Cada vez estaba menos dispuesto a toma en consideración lo que no fuera él mismo. Presentó 3 decretos a la deliberación del Consejo de Ministros por los que se militarizaban las industrias de guerra y se creaba una Sala de Justicia en Cataluña para reprimir la evasión de capitales y unos Tribunales Especiales de Justicia militar. Estas disposiciones hicieron que dimitieran los ministros catalán y vasco, mientras que las otras fuerzas políticas exigían un cambio de política que llevara a un Gobierno más de centro, capaz de hacer la paz. Negrín acabó imponiéndose después de una entrevista con Azaña y finalmente retiró la última de las disposiciones que era anticonstitucional, pero siguió en el poder.
Al final de la guerra los comunistas controlaban las Subsecretarias de Aviación y de Tierra, la Jefatura de las Fuerzas Aéreas, el Estado Mayor de la Marina y las Direcciones Generales de Seguridad y Carabineros; 3 de los 4 cuerpos de Ejército de la zona Centro eran también dirigidas por ellos, lo cual no es fácil de entender, si no es por su constante defensa de la disciplina.
TERUEL y LA MARCHA HACIA EL MEDITERRÁNEO
El final del Frente Popular pudo hacer concebir los mejores presagios a Franco pero acabaron por verse incumplidos; la lucha se prolongó en 2 ocasiones sucesivas: Teruel y el Ebro. Estas 2 operaciones fueron preparadas por Rojo, 1er general después de acabada la campaña del N. En la 1ª batalla sólo aspiraba a ser un golpe de mano sin idea de explotación y sólo para atraer a las reservas adversarias. Tenía como plan estratégico el plan P consistente en tratar de romper la zona adversaria de Extremadura. No creía que Franco pudiera reemprender la ofensiva hacia Madrid aunque no era así.
El ataque a Teruel estuvo bien elegido por el Frente Popular pues la capital aragonesa estaba poco fortificada. Con un ataque convergente lograron cercar Teruel a mediados de Diciembre reduciendo la resistencia a unas cuantas posiciones. Un intento de auxilio por las tropas de Franco fracasó y al final de la 1ª semana de enero de 1938 se rindieron las últimas posiciones de los franquistas.
Por dos veces Rojo llegó a abandonar el lugar de los combates para incorporarse a dirigir la operación de Extremadura, pero Franco decidió enfrentarse al ejército adversario allí donde había recibido el ataque. El avance se hizo muy penoso y hay que decir que se trató del éxito artillero más completo de Franco. La batalla no se decidió hasta que a primeros de febrero, una maniobra de Franco hasta el río Alfama, hizo desplomarse el Frente republicano en sólo 3 días. La zona estaba mal guarnecida por los defensores que seguían pensando que Extremadura era su principal eje de ataque. Gracias a eso, en la 2ª quincena de febrero se tomó Teruel; la única capital de provincia capturada por el Ejército Popular fue reconquistada desde el N.
Los bombardeos a ciudades de la retaguardia fueron habituales desde ese momento, sobre todo para los franquistas. Poco después de la batalla de Teruel, tuvo lugar un repentino cambio en las fuerzas de los dos bandos cuando a los de marzo fue hundido el crucero nacionalista Baleares. A partir de ese momento, la recuperación de otras unidades republicanas (como el crucero Cervantes) proporcionó una superioridad a los gubernamentales que no supieron aprovechar.
El resultado de la batalla de Teruel afectó mucho a la moral del Ejército Popular Así se explica que cuando empiezan los ataques de las tropas de Franco se produzca el derrumbamiento del frente. El comienzo no fue a la salida de Teruel, sino al sur del Ebro en dirección a Belchite y Caspe, en la 2ª semana de marzo. El desmoronamiento del Ejército Popular fue tal, que se produjeron desbandadas de hasta 20 o 25000 hombres.
A mediados de marzo Franco decidió la ofensiva al norte del Ebro y hacia el mar. De nuevo se derrumbó el frente con la conquista de 15000 Km2. A finales de marzo las tropas franquistas entraban en Cataluña y se tomaba Lérida en abril. Las tropas se detuvieron por puro cansancio porque el adversario estaba incapacitado para la resistencia y ésta sólo la hubo en la zona del Pirineo. Luego, la llegada al mar y la toma de Vinaroz, desempeñó un papel fundamental en el desenlace de la guerra. Estalló la crisis política del Frente Popular.
Aunque un error estratégico por parte de Franco fue, que tras conquistar Teruel, debía haber atacado Cataluña, pero tomó la decisión de avanzar por el Maestrazgo hacia Valencia en contra de la opinión de algunos de sus consejeros militares. Se ha dicho que Cataluña era un objetivo importante, pero también un avispero porque podía provocar la intervención francesa. El terreno de la ofensiva era una zona abrupta, pobre de comunicaciones y compartimentada, en donde además, la zona costera estaba dotada de buenas defensas. Miaja al frente del Ejército Popular escalonó la intervención de sus refuerzos y multiplicaba sus líneas defensivas. Por otro lado, los atacante s cometieron errores no sólo estratégicos, sino también tácticos y emplearon tropas insuficientes. Sólo a mediados de junio pudo ser tomado Castellón y aunque la lucha siguió hasta el mismo momento de la ofensiva del Ejército Popular en el Ebro, su éxito fue poco significativo. El Ejército Popular había ganado una batalla aunque fuera solo defensiva.
LA BATALLA DEL EBRO Y EL COLAPSO DE CATALUÑA
El Ejército Popular pudo reconstruir su organización y sus efectivos apelando a nuevos reemplazos que iban desde la quinta del biberón (18 años) hasta los reservistas de 40, lo que contribuye a explicar las limitaciones en cuanto a calidad de tropas. El Ejército del Ebro fue reconstruido y casi todo era comunista. El general Rojo fue el autor de la nueva iniciativa táctica. El propósito era paralizar la ofensiva adversaria hacia Valencia y ganar tiempo en conciencia de que la mayor parte de los efectivos del Ejército Popular estaban en la zona Centro. Como en Teruel, la actuación fue emprender una ofensiva y no una defensiva de retroceso escalonado como la que Miaja llevó en el Maestrazgo.
El 24 de julio de 1938 el Ejército Popular cruzó el Ebro. Tuvo un éxito fulminante. La verdad es que el adversario esperaba el ataque pero no la magnitud que tuvo. Aunque no llegó a tomar Gandesa, como siempre su impulso ofensivo se agotó en tan sólo unos días. Fue sin duda la batalla de la guerra más sangrienta y larga, sí como la más innecesaria y absurda. Franco hubiera hecho mucho mejor en utilizar sus fuerzas en otro sitio como por ejemplo el N. en la dirección Lérida-Barcelona. la verdad es que el Ejército República no fue capaz ya de ofrecer resistencia al adversario, una vez resuelta esta batalla. Franco decidía enfrentarse con el enemigo allí mismo. Las condiciones eran muy penosas para ambos bandos combatientes. En os los días de Noviembre se produjo ya la definitiva ofensiva y a mediados de mes, las tropas del Ejército Popular volvieron a la otra orilla. En esta batalla se impuso la superioridad de la aviación y artillería de los sublevados.
Tras los 3 meses de lucha, el Ejército Popular había quedado en una situación moral que era irreversible en su conciencia de derrota. La acumulación de derrotas había quebrado su voluntad de resistencia. Los últimos aprovisionamientos de material ruso llegaron tarde, para que se pudieran utilizar.
Esta batalla de Cataluña demuestra que la derrota era más de índole moral que militar. La ofensiva se inició el día antes de Navidad. El Ejército del Ebro se retiró en forma de desbandada y en pocos días las tropas de Franco proseguían su avance hacia la frontera francesa. A ½ de enero se tomó Tarragona. El 26 entraron las tropas en Barcelona sin resistencia alguna; en su camino hacia la frontera, los dirigentes republicanos daban ya por perdida la guerra, lo que haría que se enfrentaran entre sí. Un total de más de 1 millón de personas cruzaron la frontera.
Ya no sirvió de nada que el Ejército Popular tratara de tomar la iniciativa en otros secotes. En la primavera de 1938, Queipo de Llano había solicitado de Franco tomar la iniciativa para tomar Mérida y las operaciones se realizaron durante la batalla del Ebro de una manera lenta por la insuficiencia de recursos de los atacantes. El Ejército Popular trató de hacer lo mismo y mientas la campaña de Cataluña, intentó atacar en dirección a Pozoblanco. En principio la ruptura del frente pudo parecer tener como consecuencia un derrumbamiento pero al final, el ataque acabó de forma parecida a los de Brunete o Belchite.
ALTERNATIVAS DE LA POLÍTICA EXTERIOR EN TORNO A LA GUERRA
El Comité de no-intervención, en tomo a 1937 había decidido un plan de control para España, pero no pasó mucho tiempo para que se demostrara su ineficacia. La Italia de Mussolini cedió 2 submarinos modernos a Franco así como 4 destructores. Unas y otras unidades desempeñaron un papel importante en el bloque de la zona controlada por la República en el Mediterráneo. Por esas fechas, el relevo en el Gobierno de izquierda francés de Blum por el radical Chautemps, tuvo como consecuencia que aumentaran las dificultades para los aprovisionamiento s del Ejército Popular republicano a través de la frontera.
Desde agosto de ese año 1937, submarinos italianos fueron empleados en hundir a los mercantes que transportaban armas y aprovisionamiento para la República El exceso de intervención italiana tuvo como consecuencia que la ayuda soviética tuviera que elegir otra ruta, pero acabó volviéndose en contra de quienes la habían practicado. En septiembre bajo presión inglesa, los italianos tuvieron que aceptar una conferencia en la población francesa de Nyon, para estudiar los actos de piratería en el Mediterráneo. Como consecuencia de ella, los hundimientos desaparecieron.
Durante los meses siguientes se discutió principalmente en el Comité de no intervención, la cuestión de la retirada de los combatientes extranjeros en España, que Franco no quería o por lo menos, vinculaba con su propio reconocimiento como beligerante. Durante la guerra, la República perdió el puesto que hasta entonces había tenido España de miembro siempre reelecto del Consejo de la Sociedad de Naciones y en el propio convenio de Nyon fueron excluí dos los buques españoles pertenecientes a la República como demostración de que ésta ya no era bien considerada por la sociedad internacional como peculiar o poco digna de confianza.
Las nuevas incidencias internacionales de 1938 no fueron positivas para la República El premier inglés Chamberlain llevó hasta sus últimas consecuencias su política de apaciguamiento que venía a ser de cesión ante los países fascistas. En abril de ese año, británicos e italianos entablaban contactos para dejar claro que los 2os no abandonarían su apoyo a la España de Franco hasta el final del conflicto.
En Francia la vuelta al poder de Blum en marzo, mejoró la situación internacional de la República Pero su gobierno duró poco y su sustitución por Deladier perjudicó de nuevo al régimen republicano. La crisis de Munich en septiembre de 1938 tuvo un resultado poco satisfactorio para la República española en cuanto constituyó una nueva cesión ante los países del Eje por parte de las potencias democráticas.
La única vez que funcionaron los mecanismos de no intervención fue en otoñó de 1938 cuando se retiraron los voluntarios internacionales. El círculo de relaciones de la República había ido cerrándose según se multiplicaban sus derrotas militares. En marzo de 1939, Franco se mostró dispuesto a suscribir un nuevo tratado con Alemania de carácter cultural pero además firmó el pacto Antikominter que no se reveló hasta acabada la guerra. Mientras tanto, la Unión Soviética parecía ya mucho más interesada en los problemas del Extremo Oriente que en los españoles y a fines de 1938, ni siquiera los llamamientos de Negrín parecían hacer efecto. La derrota militar para los republicanos era paralela a la diplomática.
La Italia fascista, a cambio de su ayuda no recibió casi nada inmediatamente a no ser promesas de amistad y de influencia política. La ayuda alemana a Franco tuvo características diferentes. Lo más efectivo de su ayuda fue la llamada Legión Cóndor (150 aviones). Los alemanes descubrieron en el transcurso de la guerra que podían obtener contrapartidas importantes. Para eso crearon una serie de compañías dirigidas a apoderarse del capital de las compañías mineras españolas. Franco opuso cierta resistencia inicial pero en 1938 acabó cediendo. En 1939 casi la ½ del comercio de la España franquista se dirigía a Alemania. Así como Franco supo obtener considerables ventajas de Mussolini, no pudo hacer igual con los alemanes. contó también con la ayuda de voluntarios portugueses e irlandeses.
La ayuda del frente Popular dependió principalmente de Francia y la Unión Soviética. Francia pudo entregar unos 300 aviones a la República Los rusos adoptaron en su intervención una actitud muy similar a la de los alemanes: enviaron material y no personal y exigieron una inmediata contrapartida económica. Si directamente no proporcionó un n° elevado de combatientes, en cambio organizó las Brigadas Internacionales en beneficio del Frente Popular que eran unidades con una extrema disciplina que las hizo convertirse en fuerzas de choque del Ejército República El ideal que las guiaba era el antifascismo.
SOCIEDAD y CULTURA EN TIEMPOS BÉLICOS
La guerra abrió una profunda división en la sociedad española. El factor de división fue en parte la pertenencia a una clase social, pero probablemente los factores culturales de concepción del hombre y la vida resultaron más influyentes. La aristocracia latifundista estuvo al lado de la sublevación y en contra tomaron las armas los grupos sindicales revolucionarios de plural significación. Los sublevados no eran sólo los miembros de una nobleza terrateniente, sino también el campesino pobre pero propietario, católico y alfabeto de la mitad N. de la Península; la causa del Frente Popular tuvo a revolucionarios que habían conspirado antes contra la República, personas pertenecientes a la burguesía incluso acomodadas y de ideas liberales como Negrín o Azaña. .
Los motivos de movilización de esas 2 Españas en guerra no se definieron en términos sociales, sino ideológicos más que políticos. En las proclamaciones iniciales de los dirigentes de la sublevación la idea es la de restablecer un orden y una autoridad. De ahí se pasó a la exaltación religiosa y al ideal de cruzada.
Entre los sublevados se siguió una política en educación, otra de carácter clerical y restauracionista. Las bibliotecas fueron depuradas. En la enseñanza primaria se pretendió restablecer un sentido cristiano. La reforma del Bachillerato de 1938 se basó en la formación clásica y la consideración del catolicismo como médula de lo español. Hubo también una política cultural más fascista, en manos de Falange. Se creó una gran institución cultural, el Instituto de España que reunía a la totalidad de las Academias.
En el bando gubernamental encontramos una pluralidad mucho mayor que la existente en el adversario entre clericalismo y falangismo. Existió una línea derivada de la tradición liberal y republicana que concedía un papel eminente a la cultura. El PCE fue el principal responsable de la política educativa y cultural hasta bien entrado 1938. La labor de los comunistas fue a menudo sectaria, pero demostró un mayor aprecio y sensibilidad por la problemática de carácter intelectual y cultural. también el bando del gobierno tuvo su gran institución cultural denominada Instituto Nal. de Cultura. Creó bastantes escuelas, un bachillerato abreviado para obreros o la labor de difusión cultural a través de las milicias de la cultura. Una tarea que recibió importante difusión fue la salvación del patrimonio artístico y principalmente de los tesoros del Museo de Prado. La labor de todos estos organismos contribuyó a aliviar la destrucción del legado histórico.
Para los intelectuales españoles, sin duda hubo 2 peligros parecidos. El de la depuración por ser considerados vetados por algunos de los sectores en pugna o por los 2, lo que sucedió con Ortega y Sánchez Albornoz. Aunque dado el ambiente de los años 30, el mundo intelectual se decantó de manera mayoritaria hacia la causa republicana, no se puede ni mucho menos decir que todos ellos estuvieran con ella.
Los vencedores también tuvieron sus mártires intelectuales como Maeztu. Baroja, Marañón, Pérez de Ayala, Ortega, todos profesaron una muy discreta simpatía por Franco que se convirtió en nula cuando vieron de cerca en qué consistía o se disiparon sus esperanzas respecto de lo que podía llegar a ser. La discutida posición de Unamuno tenía el mismo fundamento. Los intelectuales oficiales de la Esp. de Franco podemos decir que fueron D'Ors, Manuel Machado, Pemán, algunos pintores como Zuloaga.
Al lado de la España del Frente Popular estuvieron también las figuras de generaciones anteriores a las de 1927: A. Machado y Juan R. Jiménez y en las nuevas figuras literarias encontramos a Alberti, Miguel Hernández, Lorca. El pabellón de la Feria de París de 1937 testimonió la identificación de la vanguardia estética: Picasso, Miró, Julio González.
Los intelectuales de todo el mundo vivieron la guerra civil española como una ocasión crucial de la que dependía el destino de la humanidad. La mayoría de las figuras literarias más conocidas se pronunciaron contra Franco .
EL FINAL DE LA GUERRA CIVIL
La caída de Cataluña significó para el Frente Popular el final de la guerra civil y el inmediato reconocimiento de Franco por parte de Francia y Gran Bretaña parecía ratificarlo. El que el Frente Popular se desintegraba se aprecia con la rendición de Menorca en los 1os días de febrero de 1939. Ni esta isla ni la base naval de Mahón desempeñaron un papel de importancia en la guerra. A la vez que esto sucedía, las máximas autoridades de la República abandonaban el territorio nacional. Azaña lo hizo también su último intento de enfrentarse a Negrín se produjo en el verano de 1938 y desde entonces, tuvo el enorme deseo de dejar a un lado la guerra. Ni rojo ni Azaña ni Martínez Barrio volvieron a la zona Centro. Es posible que no se diera cuenta de su impopularidad; también sus principales colaboradores, los comunistas "acaparaban todas las maldiciones".
Cuando volvió Negrín a la zona Centro a ½ de febrero, tuvo una reunión con los principales mandos militares en Los Llanos. Él decía que como el enemigo no quiere pactar, la única solución es resistir y parece que Miaja lo aceptó así, aunque no lo hizo el almirante Buiza, jefe de la flota, ni el coronel Casado, principal responsable de la defensa de M. Casado en sus memorias admite la valentía y la inteligencia de Negrin pero lo califica de desequilibrado.
Desde fines de 1938, había pensado sustituir al Gobierno y entabló contacto con la "quinta columna" franquista para negociar una rendición. Otros importantes cargos militares del Ejército Popular conscientes del final de la lucha, no tuvieron inconveniente en entregar planos de despliegue propio al adversario. Negrin decidió un cambio en los mandos militares, lo que produjo la descomposición del Ejército Popular. Algunos militares no comunistas como Casado o Matallana eran retirados del directo mando de tropas y los que nombraba, en un alto porcentaje eran comunistas.
En la noche del 4 de marzo se empezaron a producir acontecimientos en Cartagena. Buíza había dado 3 días a Negrin para que se rindiera y abandonara el Gobierno. La conspiración contra el Gobierno la iniciaron elementos republicanos, pero su divisa (por España y la paz) pronto fue sustituida por gritos a favor de Franco de los que querían aprovechar la ocasión para cambiar de bando.
La flota abandonó Cartagena dirigiéndose al N. de África. En cuanto tuvo noticias de lo que sucedía, Franco decidió un desembarco en la base y se enviaron tropas desde Castellón. Pocas horas después de iniciarse la sublevación en Cartagena, tenía lugar otra en Madrid. Negrin trató de evitarla negociando con los insurrectos. Aunque en el Consejo Nal. de Defensa que se formó figuró al frente Miaja, la realidad es que quien lo animó fue Casado, después de que Besteiro se negase a asumir ningún papel, pues consideraba que ahora le correspondía el ejercicio del poder al Ejército. La sublevación tenía un fuerte sentido anticomunista. La posición por la resistencia que adoptó el PCE en Madrid explica la sublevación de las unidades de esta significación en tomo a la capital, lo que produjo durísimos combates entre los días 6 y 11. Gracias a las unidades del anarquista Mera, la situación fue restablecida. El propio partido cuyos principales dirigentes habían sido detenidos, mientras que otros estaban en libertad, hizo una llamada a la paz.
Con ello, Casado y Besteiro estaban en condiciones de intentar negociar el final de la guerra con Franco. Casado pensaba que negociaría mejor quien hubiera liquidado a los comunistas y no dudó en acusar de delitos comunes a Negrín, pero Franco quería acabar no sólo con ellos, sino con todo el Frente Popular Besteiro pensaba que a él no le pasaría nada y que además sería posible reconstruir la UGT. Sin embargo, el adversario no quería más que la rendición incondicional.
Se inició la ofensiva de las tropas. Franco demostró la misma falta de generosidad que le caracterizaría en todo su régimen. Fue imposible organizar una retirada gradual. El 1º de abril Franco anunció la victoria a sus tropas.
EL RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD
FRANCO COMO DICTADOR
Franco fue ante todo y sobre todo un militar y únicamente destaca este rasgo de su personalidad antes de 1936. El Ejército de Marruecos fue la única razón por la que Francisco Franco se convirtió en un personaje de influencia nacional en los años 20. consideró siempre que lo militar era por su propia esencia, valioso. Su propia concepción del poder político tenía mucho de militar. En el ejercicio de esa función política como Jefe del Estado, Franco atribuyó a los militares un papel absolutamente fundamental. Como Alfonso XIII y como Primo de Rivera, se convirtió en un convencido del peligro comunista, pero a diferencia de ellos, estaba convencido de que existía una conspiración masónica que era autora de todos los males del país y la experiencia de los años republicanos ratificaron su idea. Pensó que la masonería llevaba por fuerza al liberalismo y de éste venía el peligro comunista.
Siempre fue católico, pero en los años 30 sus sentimientos religiosos llegaron a desempeñar un papel decisivo en su vida y llegó a pensar que era elegido por Dios para salvar la Patria. Fue un representante típico del nacional-catolicismo. Catolicismo y Patria eran para él una misma y única cosa. La España de esos años, hasta los 60 fue un país en que los obispos parecían políticos y el Jefe del Estado parecía ejercer a veces de obispo.
Para Franco igual que para gran parte de la sociedad que sintió el 1 de abril de 1939 como una gran victoria, el impulso que guiaba a España estaba animado por un hondo sentido católico y social, y el deseo de hacer desaparecer las causas de la decadencia existente, partidos políticos en pugna, masonería y comunismo. Así se puede resumir el conjunto de los principios que le animaron a dirigir la vida pública española.
La mayor parte de los políticos que le conocieron en la guerra apreciaron en él virtudes muy superiores a las del resto de los generales; era moderado, sencillo, metódico y prudente. Durante la guerra explicó el papel que le iba a corresponder a la FE y el Tradicionalismo: convertirse en vehículo de atracción de las masas hacia unas medidas de justicia social. El papel que atribuyó a esas 2 fuerzas políticas revela la ausencia doctrinal que caracterizó a Franco durante su dictadura. Se ha dicho que en 1939 tenía un poder más absoluto que cualquier otro dictador contemporáneo y ello es cierto porque ni como estadista tuvo un único programa preciso, ni se vio limitado por un esquema ideológico inmutable.
Aunque durante el franquismo tuvo lugar la mayor transformación de la sociedad española, esto no fue por las ideas de Franco sobre economía. En realidad el franquismo retrasó un desarrollo económico que hubiera podido darse antes
En la política también las concepciones de Franco eran frágiles y elementales. Carecía de preocupación intelectual. En cambio, sin una base cultural sólida, poseía buen sentido y capacidad para hacerse cargo de lo que le interesaba. Para él el valor de la lealtad era primordial. Nunca se le podrá achacar la crueldad o la corrupción e otros grandes dictadores, pero sí, la mediocridad. La mediocridad puede parecer contradictoria con el tiempo que estuvo en el poder; pero ha de tenerse en cuenta que la dictadura se debió a una guerra civil cuyo recuerdo duró hasta que éste murió. Pero no sólo eso explica su mantenimiento en el poder. No siendo político profesional y desdeñando a los que lo eran, tenía en grado alto el conjunto de habilidades tácticas y virtudes pequeñas que se suelen identificar con la política con minúscula, pero son imprescindibles para la política con mayúscula.
Girón dijo que le caracterizaba el paso de buey, la vista de halcón, el diente de lobo y el hacerse el bobo. Lo último lo practicó para evitar comprometerse con alguna tendencia durante su dictadura y sobre todo para ascender a ella en plena guerra civil, dando la sensación de ser manejable cuando era él quien lo hacía. La vista de halcón estaba constituida por sentido de la realidad, moderación relativa en comparación con algunos de sus partidarios y sobre todo, frialdad y tranquilidad. También ésta a veces causaba irritación a sus colaboradores (paso de buey). La astucia recelosa y la discreción completaban el panorama de sus rasgos.
Los juicios que hacía sobre la institución de su régimen parecen tan cínicos que de haberlos expresado en público un ciudadano normal hubiera sido hasta subversivo. Guardó en sus manos la totalidad absoluta de la responsabilidad política en la España que rigió: desde la guerra asumió no sólo las competencias miliares, sino también las políticas y hasta su muerte guardó un fondo de poder constituyente que hubiera hecho posible por ejemplo la sustitución de la persona de su heredero.
Se produjo no un sistema totalitario, sino una dictadura de total concentración del poder en la que las instituciones consultivas, como el Consejo Nacional, desaparecerían si pretendía cumplir su función. Las decisiones más relevantes y más significativas debían serle consultadas, incluso en los menores detalles pero también dejaba un amplio campo para la iniciativa de los ministros, tal como lo hacía un general en jefe con sus mandos militares inferiores. En parte, ello derivaba de la limitación de los conocimientos de Franco en muchas materias. Había vencido en una guerra civil gracias a presidir una coalición de los diferentes tipos de la derecha española: su dictadura consistió en mantener esa situación por el procedimiento de arbitrar entre ellos. Eso no quiere decir que fuera una dictadura liberal, sino todo lo contrario.
Con su arbitraje relevaba ministros. Durante el franquismo no hubo más que un Gobierno presidido por una sola persona. Hubo una etapa durante la II Guerra Mundial en que las crisis fueron complicadas y lentas en su resolución. Luego los períodos de permanencia ministerial se hicieron más largos, porque Franco prefería lo malo conocido. Sin embargo, la libertad de movimientos y la capacidad de decisión de los ministros era relativamente amplia. Según Fraga, hasta 1962 jamás se habló e política en los Consejos de ministros. Franco resguardaba las grandes decisiones políticas para su propia voluntad. La verdadera enemistad política durante el franquismo tenía su asiento y su centro en el Consejo de ministros; el arbitraje de Franco consistía en poner el límite a un excesivo enfrentamiento o de prescindir de quienes chocaban. Para él, los organismos deliberantes eran instituciones peligrosas que podían limitar su poder o recaer en los males del parlamentarismo. Los carlistas deseaban unas Cortes que rememoraran el pasado histórico, los falangistas preferirían una especie de Gran Consejo fascista a la cabeza de las instituciones estatales. Pero fue inútil.
Siempre consideró pernicioso el pluralismo organizado o la libertad de expresión yeso explica que tardara desde 1938 a 1966 en elaborar una Ley de Prensa y luego restringiera su sentido parcialmente liberalizador. Nada más lejano a su concepción de la política que la autorización a grupos diferentes a que expresaran su opinión y se organizaran para que él arbitrara entre ellos.
Es quizá exagerado decir que Franco tuvo validos. Serrano Súñer ejerció un papel muy importante, pero nunca limitativo del de Franco, que por otro lado le necesitaba como vínculo con la FE. La función de Carrero Blanco fue más auxiliar e instrumental, como se demuestra por su influencia creciente a medida que la salud de Franco decaía. De su hermano Nicolás conocía sus limitaciones, aunque durante la guerra le concediera un papel destacado.
La distancia entre Franco dictador y sus colaboradores era producto de un carácter no muy expresivo ni efusivo y explica la situación extraña que se dio en la fase final de su régimen. El Parkinson hizo aparecer en su carácter un rasgo de debilidad. Los ministros fueron conscientes del proceso de esa decadencia física.
EL FRANQUISMO COMO DICTADURA
En España la brusca politización que supuso la proclamación de la II República no trajo como consecuencia el advenimiento de un partido fascista fuerte, sino que el predominio en la derecha le correspondió a los católicos con un fondo reaccionario evidente pero capaz de practicar el posibilitismo. Por eso, el término de comparación de la dictadura franquista no fue nunca Alemania, sino los regímenes seudo o parafascistas. La dictadura de Franco era más parecida a la de Francia de Vichí o a alguna de los países del Este europeo. También se puede comparar a la de Austria de Dollfus por el componente católico del régimen. Así pues podemos clasificar al franquismo dentro de las dictaduras no totalitarias en que a partir de cierto momento utilizó como argumento para su continuidad, un desarrollo económico como hizo la brasileña. La dictadura no totalitaria era en esos años un fenómeno en Hispanoamérica, aunque con diversas fórmulas.
Los rasgos del franquismo permanecieron invariables durante toda la dictadura. Un 1er rasgo que le define es el papel de la ideología política en el régimen dictatorial. Una visión autoritaria básica, el nacional-catolicismo o un populismo social serán otras características del régimen que siempre fue ajeno al pluralismo conflictivo y a la libre circulación de opinión y expresión, de una sociedad liberal. Tuvo unas fuentes ideológicas plurales y sucesivas en la influencia; partía de un determinado talante que se consideraba inamovible pero permitía modulación de acuerdo con las circunstancias.
El régimen fue, a diferencia de algunos hispanoamericanos y de los fascistas, una dictadura personal, no colectiva de un partido o de un estamento social o profesional; de ahí su denominación de franquismo pues, aun siendo militar Franco, no fue una dictadura del Ejército. Su voluntad de permanencia fue siempre inequívoca. Franco no pretendió nunca la total desaparición de poderes ajenos al Estado.
Una de las razones por las que el régimen no se institucionalizó es porque aunque nació de una coalición conservadora, sus diferentes componentes tenían opiniones sobre este particular que eran distintas, cuando no, contradictorias. Esa coalición siempre se mantuvo en tensión respecto de la construcción del futuro: los falangistas fueron tendencialmente republicanos y los carlistas nunca quisieron el partido único.
Franco arbitraba dividiendo la dirección de todas las fuerzas que acaudillaba. Había carteras asignadas a cada grupo que se pueden llamar familias: Justicia para los carlistas; las de economía para los monárquicos alfonsinos; Trabajo y Agricultura para los falangistas y Educación y Exteriores para los católicos. Este carácter informal de la coalición hizo que los grupos nunca se institucionalizaran.
Los que apoyaban el régimen eran los vencedores de la guerra civil y los que se identificaron luego con la victoria; el régimen era conservador, pero no como los que practicaban el bloqueo del cambio. En las clases populares había un mayor grado de despolitización, en parte inducida y en parte espontánea. Hubo un partido al principio que pretendió ser el único: Falange, que fracasó al tener unas milicias como las tuvo el partido nazi. Luego se burocratizó y se convirtió en una parte del Estado proporcionando servicios sociales a la población. Sin embargo, el partido siempre tuvo su importancia. Se benefició de la unificación y si esto no le permitía el monopolio del poder, sí en cambio, le reservaba una parte importante del mismo.
El catolicismo también desempeñó un papel muy importante en el franquismo de modo que se le ha considerado como el intelectual orgánico del régimen durante parte de su existencia. Esto fue así hasta 1962 en que el nacional-catolicismo no fue sólo un fenómeno político sino un rasgo de toda la sociedad española y por tanto, también de la Iglesia. Ésta siempre tuvo una autonomía que incluía gran parte del dominio de la educación y de la neutralización de la que pudiera darse desde el Estado en su contra, un sector de la prensa y un asociacionismo religioso del que salieron los cuadros sindicales y políticos del futuro. El catolicismo es también una familia más dentro del régimen con protagonismo. Esta tendencia fue quizás quien deseó antes un cambio en sentido institucionalizador y aperturista al menos con la ley de prensa y la organización de los sindicatos.
En la década de los 60, la Iglesia dejó de ser el intelectual órgano del régimen y le proporcionó quebraderos de cabeza. Siempre había ejercicio a través de las organizaciones apostólicas una función logística y tribunicia (defensa frente a las injusticias sociales) pero ahora estas 2 funciones se hicieron al margen del régimen o en contra del mismo. La respuesta del franquismo consistió en ofrecerle 'todo lo que quisiera' a cambio de que fuera “'nuestro principal apoyo” lo que demuestra idéntica incomprensión que la que tuvo Franco acerca del Concilio Vaticano II.
La dictadura era más militar que falangista. No se trataba de una dictadura de todo el Ejército. De los altos mandos existentes en julio del 36 sólo se sublevó una ¼ parte pero durante la guerra las filas del mando tuvieron una oficialidad provisional que luego desempeñaría un papel muy importante en el ejército. Todo ese sector militar se identifica con la persona de Franco.
La dictadura era de un general y por eso hubo hasta fecha avanzada una oposición de sectores militares, principalmente los generales que le habían promovido. Franco sólo podía ser desplazado por ellos. A mediados de los 50 los cambios en el Ejército habían sido lo suficientemente grandes como para que ya no hubiera tal oposición. Los oficiales desempeñaban un papel importante en la política y el orden público. Todos los vicepresidentes y 40 de los 114 ministros fueron militares.
En el franquismo la denominación de poder legislativo ha de considerarse como inapropiada pues por mucho que las Cortes fueran consideradas como órganos superiores de participación, fueron una especie de cámara destinada a dar relevancia a las grandes decisiones tomadas por supuesto por Franco. También proporcionaron las Cortes un foro, donde la clase política del régimen contrastó sus opiniones sobre temas importantes de la política del momento. Se debatió por ejemplo la reforma de la enseñanza y hubo actitudes contrapuestas entre los sectores católicos y falangistas, pero se hizo en comisión y no en pleno; no se puede decir que hubiera un verdadero debate de la Ley de Sucesión.
Fraga describió el sistema político del franquismo como de claro predominio del ejecutivo. Así como en un sistema liberal al legislativo le corresponde la representación de los intereses nacionales, en la España de Franco, muy a menudo el consejo de ministros era el que debía plantearse estas cuestiones, mientras que las Cortes, al no existir grupos políticos, no podían ejercer esa función. La categoría suprema de la política franquista era la del ministro y las cualidades que se le exigían eran 1º la lealtad a Franco y 2º la preparación técnica y la pertenencia a una de las familias del régimen. Los ministros siempre tuvieron un margen de poder grande al haber una amplia zona de indiferencia en la que Franco dejaba en libertad a sus colaboradores. En la fase final del régimen se puede hablar incluso de una cierta parálisis decisoria, provocada por el temor a las reacciones de una sociedad que empezaba a movilizarse políticamente.
La represión hay que nombrarla para definir a la clase política de la dictadura. Esta represión hace que el caso español supusiera un derramamiento de sangre enorme. Aún en 1945 había 43000 presos y la represión siguió hasta comienzos de los 60. A menudo consistía en detenciones por períodos cortos y con juicios demorados o que acababan en sanciones leves y ya cumplidas en detención provisional. Hay que mencionar el grado de tolerancia permitida para el ejercicio de las libertades. En el terreno económico, la libertad de iniciativa sólo se vio coartada indirectamente durante la 1ª etapa del régimen gracias al favoritismo con que actuaba el Estado en favor de los vencedores. Nunca hubo verdadera y efectiva libertad sindical.
Es significativa la libertad de prensa; determinadas sanciones sólo podían levantarse por la explícita voluntad de Franco. Sólo en los años 50 les resultó posible a los periódicos nombrar por sí mismos a sus directores y únicamente en 1966 con la nueva ley, desapareció la censura previa. Los medios católicos controlaban el mismo n° de diarios que las cadenas oficiales.
El régimen empleó contra la oposición la represión violenta pero también la pasividad característica de la sociedad española e incluso una cierta capacidad de atracción hacia las posiciones del colaboracionismo, pero la oposición perduró porque a aquélla que era heredera de los vencidos en la guerra civil, hubo que sumar a partir de los 60 la que nacía como consecuencia de una nueva sociedad española industrializada y desarrollada.
El rasgo que llama más la atención del régimen de Franco es que su larga duración hizo posibles sucesivas políticas que eran aparentemente contradictorias: en 1953 murió un importante dirigente socialista en la cárcel como consecuencia de malos tratos pero en los 70 los dirigentes socialistas eran conocidos por la policía, que podía ocasionalmente detenerlos pero que no los torturaba ni al ser juzgados eran enviados por largas temporadas a la cárcel. Siempre hubo una oposición tolerada que no era perseguida a no ser que se mostrara especialmente activa y otra manifiestamente ilegal y destinataria de una represión muy dura con independencia de las circunstancias.
La política exterior fue más modesta: se limitó a la supervivencia de una nación aislada y nunca admitida en plenitud de derechos dentro de la Europa occidental democrática. Sin embargo, la política seguida fue también realista a la hora de la descolonización. La política económica del régimen también fue cambiante: de una voluntad autárquica basada en un nacionalismo militarista y paternalista, se pudo cambiar a una actitud mucho más liberalizadora aunque nunca lo fuera totalmente.
A la dictadura de Franco no le faltaron en principio ni los intelectuales ni un cierto bagaje cultural, aunque estuviera más cercano a la reacción clerical que a otra cosa. Pronto se alejaron de la política oficial que, además, no tenía precisos modelos que imponer; al final eran 2 mundos, el político oficial y el intelectual, que no tenían puntos de contacto.
Según el autor de este libro, la dictadura de Franco se puede comparar con el fascismo italiano y el salazarismo portugués. La relación entre los 3 fue estrecha. Salazar nunca fue totalitario; su régimen fue una dictadura conservadora de ideario católico corporativista. Mussolini inventó el término totalitario aunque no lo llevara a la práctica, pero al acceder al poder por la vía legal, no debió emplear una violenta represión y cuando institucionalizó el régimen lo hizo de una manera clara, a diferencia de Franco.
VENCEDORES y VENCIDOS: EL COMIENZO DE LA POSGUERRA
Nada choca más que el entusiasmo de los vencedores ante el espectáculo de una España arruinada y hecha trizas por culpa de la contienda fratricida. Es exagerado decir que en la guerra hubo un millón de muertos. El cálculo más bajo es de 400000 mientras que Ramón Salas dice que son 625000 y parece que es lo más aproximado. Vendría a ser algo más del 1 %. Incluso para la propia España, la pérdida demográfica no habría sido superior al número de muertes que produjo la gripe de 1918.
El cálculo de la destrucción producida no es fácil. Se ha calculado que la producción agrícola experimentó una disminución del 20% y la industrial en tomo al 30%. La tierra en cultivo decreció y la cabaña ganadera se redujo en 1/3 en vacuno y lanar y a la ½ en porcino. Fueron muy afectadas las comunicaciones. La marina mercante perdió casi 1/3 de su tonelaje. En conjunto, la destrucción producida por la guerra fue grave, pero en éste como en otros aspectos, también la guerra civil española recuerda más a la 1ª que a la 2ª guerra mundial; lo que sucede es que la posguerra española fue más grave porque las circunstancias internacionales y la política económica autárquica, seguida, hicieron de multiplicador de los desastres de la guerra.
Como había previsto Cambó, esos años en vez de ser triunfales fueron el escenario de muchos males sobre la vida cotidiana de los españoles. Así se ve en la dieta alimentaria y en las condiciones sanitarias (infecciones gastrointestinales, tuberculosis) Estas penosas condiciones las sufrió la totalidad de la población pero más por supuesto, los vencidos. La guerra civil en lo que resulta un tanto excepcional es en lo que respecta al grado de represión de los vencidos. El n° de ejecuciones rondó las 30000. Aun en guerra, a comienzos de febrero de 1939 apareció la llamada Ley de Responsabilidades políticas. Los Tribunales estarían compuestos por representantes del Ejército, la Magistratura y el Partido unificado.
En enero de 1940 se dispuso que no se detendría a ninguna persona sin denuncia y comparecencia por escrito, pues antes se hacía una represión indiscriminada y sin juicio. En marzo fue promulgada la Ley de represión de la masonería y del comunismo. Hubo también la represión como consecuencia de la actuación de los Tribunales Militares; en Cataluña, región en la que mejor se ha estudiado la represión, dio lugar ésta a más de 3300 ejecuciones. Puede decirse que fueron condenados por adhesión a la rebelión todos los que habían desempeñado algún tipo de cargos en la España del Frente Popular; las penas podían ser desde la muerte, a 20 años de prisión. En total el n° de ejecuciones parece que fueron en tomo a las 30000.Antes de la guerra el n° de encarcelados por cualquier delito era inferior a las 10000. En 1939 el n° de encarcelados era de 270000 que se redujo a 124000 en 1942 y que sólo disminuyó de manera drástica en 1950. Desde el punto de vista económico, mantener a tal cantidad de presos, el gasto era enorme. El hecho de estar en la cárcel presuponía no sólo ser culpable, sino haber perdido cualquier derecho e incluso la profesión.
Muchos de los vencidos recurrieron a la emigración aunque ésta había comenzado antes de acabar la guerra. La gran oleada emigratoria se produjo al caer Cataluña. Cruzaron la frontera unas 350000 personas. La mayoría permanecieron en Francia, donde la situación para ellos era penosa, pues la mayor parte estaba en campos de concentración en el sur mediterráneo. Francia consideró pronto un peso económico excesivo el tener que mantener estos campos y negoció con Franco para que se hiciera cargo de los exiliados que quisieran volver.
Sobre esos exiliados pesó tanto el estallido de la guerra mundial como la discordia interna. Cuando estalló, la mayoría ya se habían incorporado al trabajo abandonando los campos y una parte considerable tomó las armas contra los alemanes. Otros fueron deportados a Alemania como Largo Caballero, al igual que otros 13000 españoles donde fueron a parar a campos de concentración como el Mathausen donde sólo sobrevivieron 2000. Es posible que en la guerra mundial murieran hasta 25000 españoles. Esta no fue la única desgracia de los vencidos exiliados. Otra fue la discordia en relación con el enfrentamiento personalista entre negrinistas y antinegrinistas y con la forma de distribuir los recursos del régimen republicano en el exilio. Desde la guerra civil, las autoridades republicanas dependientes de Negrín habían fundado el Servicio de Emigración de Republicanos Españoles (SERE). Prieto montó en México una organización paralela, denominada JARE (Junta de Auxilio de los republicanos españoles) que con el paso del tiempo sería intervenida por las autoridades mexicanas. Sólo cuando parecía posible la victoria de los aliados en la guerra mundial, empezó a pensarse en la posible reconstrucción del régimen republicano.
Buena parte de la emigración española fue a México. En ella figuraban más de 2500 militares profesionales, 500 médicos, un buen número de maestros, ingenieros más de 1000 abogados y hasta el 12% del escalafón de catedráticos de Universidades y rectores. México había prestado ayuda importante a la España del Frente Popular. La aportación española a la vida intelectual, cultural y económica mexicana fue tan grande que no ha podido ser calificada como un triunfo de este país. La integración en esa sociedad fue rápida y a ½ de los 40, la ½ de los emigrantes se nacionalizaron mexicanos. En otros países también los españoles fueron recibidos con entusiasmo, como en Cuba, Sto. Domingo o Argentina.
En algunas áreas como la poesía, las ciencias o el pensamiento, quienes emigraron representaban una porción trascendental de la cultura española por lo que la sociedad española se vio mutilada por su desaparición.
Los vencedores se disponían a empezar de nuevo la Hª de España. Ese entusiasmo estaba formado en partes iguales por nacionalismo y catolicismo, estrechamente unidos y con una decidida voluntad de ruptura con el pasado.
LA TENTACIÓN FASCISTA y LA SUPERVIVENCIA (1939-1951)
EL NUEVO ESTADO Y LAS LUCHAS INTERNAS
Después de finalizar la guerra civil, Franco publica su adhesión al tratado anti-komintern y su abandono de la Sociedad de Naciones. Los viajes de Aranda a Alemania para repatriar a la división Cóndor como el de Kindelán a Italia para despedir a los voluntarios italianos, testimoniaron una alianza que no era puramente estratégica sino que nacía de factores políticos. Serrano Súñer en 1939 anudó una estrecha relación con Ciano y con Mussolini, de lo que derivaría su condición de hombre de la política italiana en España.
Mussolini, al desaconsejar la proclamación de la Monarquía y reclamar a Franco la necesidad de dirigirse al pueblo, patrocinaba una fascistización del régimen español, de acuerdo con el modelo italiano. Sin embargo por ello había tensiones entre los miembros del Gobierno (Serrano y Jordana). La crisis estalló en agosto de 1939, antes Franco había prescindido de Sainz Rodríguez, probablemente por una falta de discreción. El cambio gubernamental significaba la victoria de Serrano, quien a partir de ese momento y hasta 1942 fue figura clave en la política española. No sólo conservaba la cartera de Gobernación, sino que la hacía compatible con la Presidencia de la Junta Política; fue denominado como ministro-presidente por una prensa que controlaba. Es posible que los militares que ocuparon puestos ministeriales en ese momento (Yagüe, Muñoz Grandes y Varela) lo hicieran no sólo porque en ellos confiaba más Franco, sino porque para Serrano, resultaban más influenciables desde una óptica fascista.
Hubo personalidades de la derecha católica tradicional; la presencia monárquica era menos clara pero era efectiva. En la formación de este gobierno da la sensación de haber jugado un papel tan decisivo Serrano, como luego en los 60 lo hizo Carrero Blanco. Se suprimió la vicepresidencia, hasta ahora desempeñada por Jordana (adversario de Serrano). También se decidió el desdoblamiento de las carteras ministeriales y la división del Mº de Organización y Acción Sindical.
Cabe atribuir una importancia de la magnitud a la aprobación de los estatutos de Falange y de las JONS. En pura estructura legal, el partido adquiría unas características casi iguales que los fascistas. Las disposiciones legales aprobadas en las semanas sucesivas tenían también un contenido asimilable al fascismo. La fascistización del régimen sólo hubiera sido posible en el caso de que España hubiera decidido intervenir en la guerra mundial.
La victoria del partido sobre el Ejército sólo se hubiera producido en el caso de que el primero hubiera tenido un papel más relevante. El Consejo Nal. siguió siendo un organismo plural y el Instituto de Estudios Políticos, supuesto foco de intelectuales fascistas, no llegó a serlo. El SEU revolucionario que pretendía la ocupación de todo el poder por la FE, murió definitivamente en 1941 con la desaparición de Sotomayor, su principal dirigente en Rusia.
Para la España de Franco, la invasión de Polonia no fue satisfactoria, pero ante ella respondió alineándose con quienes habían sido sus aliados en la guerra civil. Durante los 1os meses de la Guerra Mundial la postura de Franco estuvo muy cercana a la de Italia, pero España no estaba en condiciones de una política de intervención. En abril de 1940 cuando Mussolini decidió entrar en la guerra, advirtió previamente a Franco. Pero hasta el momento éste había mantenido una neutralidad efectiva y clara e incluso llegó a condenar la invasión de los Países Bajos por Alemania. Sin embargo, la espectacular derrota de Francia, adversaria tradicional en Marruecos, provocaba una inmediata tentación para intervenir. España tuvo una prebeligerancia que quería indicar solidaridad ideológica y voluntad de intervención; eso lo prueba el hecho de autorizar a los aviones italianos a utilizar el territorio español para bombardear a los británicos. Pero para que la intervención española se produjera como querían los políticos, hubiera sido necesaria una mejor situación económica y un mayor grado de unidad interna.
A partir de la victoria de Alemania en Francia hubo una identificación española con la causa del Eje, que duró hasta 1944. A ½ de junio de 1940 Franco envió al general Vigón a entrevistarse con Hitler y mostrarle su disponibilidad para entrar poco a poco en la guerra. Pero el factor decisivo para la no intervención española en ella fue la radical ausencia de un mínimo de unidad en la clase dirigente del régimen, que presenció un duro enfrentamiento entre militares y falangistas, entrecruzado con el afán de Serrano de mantener su poder, mientras que sus detractores pretendían reducirlo o cortarlo. En 1940 Franco destituye a Yagüe acusado de falta de lealtad y a la vez que Serrano se trasladaba a Alemania, se confirma un partido opuesto a lo qué él representaba.
Los militares temían que la exaltación nacionalista practicada por el partido acabara en una intervención suicida: el Estado Mayor había recomendado prudencia en las declaraciones de todos los responsables políticos y ésta no era la norma general de la FE ni de Serrano. A comienzos de 1941 los italianos creyeron preciso recomendar a Serrano una conciliación entre el Ejército y la FE. Pero no sólo no se produjo tal conciliación, sino que se llegó a la crisis. La FE controlada por Serrano tenía la suficiente fuerza como para dispensarse a sí misma de la censura. El Mº Galarza que era Subsecretario de la Presidencia, pasaba a Mº de la Gobernación, cargo controlado por Serrano S. Carrero Blanco ocupó la Subsecretaría de la Presidencia y 2 militares falangistas ocuparon la Comisaría de Marruecos y la Capitán General de Cataluña. Se produjo un gran n° de dimisiones, incluso la del propio Serrano. Franco tuvo que rectificar y fueron nombrados ministros 4 falangistas, muy significativos algunos, los que habían dimitido días antes: Arrese, Primo de Rivera, Girón y Benjumea. Si añadimos a Serrano y a Carceller, hay que decir que nunca la FE tuvo un papel tan importante en el Gobierno. Serrano Súñer desde ese momento no controló ya el Mº de Gobernación ni la prensa, pero además, había permitido el monopolio de la relación de Franco con los falangistas. Un Arrese más sumiso desempeñaría ese papel.
Esta crisis coincidió con la firma de un acuerdo entre el Vaticano y España que resolvió el problema más agudo que había entre ambos: el nombramiento de obispos. Estos temieron que no habiendo ya persecución por parte del Estado se pretendiera amordazar a la Iglesia. Además, los documentos pontificio s eran sometidos a la censura. La cuestión decisiva era el nombramiento de los obispos sobre el que se quería mantener el derecho de presentación igual que en el pasado. Las discrepancias fueron tales que se paralizó el nombramiento. Finalmente se llegó a un acuerdo con un nombramiento de temas a través de consultas entre la Nunciatura y el Gobierno de Madrid.
Mientras, la división seguía en el régimen de Franco que como siempre estuvo muy unida a la evolución de la guerra mundial. Incluso en relación con la División Española de Voluntarios a Rusia, hubo discrepancias. Los falangistas la llamaron División Azul y la dirección de ella había quien la quería política y otros militar. Franco decidió entregar el mando a un militar falangista, Muñoz Grandes, que antes de ir a Rusia era la autoridad militar en el Campo de Gibraltar.
Mientras, aumentaban los enfrentamientos entre la FE y el Ejército. A comienzos de 1942 volvía a hablarse de crisis ministerial y se planteó la necesidad de revisar las instituciones; de ahí que se hablara de la posibilidad de restablecer la Monarquía. La Ley de Cortes de Julio de 1942 era aprobada sin casi pasar por manos de Serrano. En agosto un grupo de falangistas radicales lanzaron bombas a la salida de un acto religioso en Begoña, al que asistía el ministro del Ejército y en el que se oyeron gritos contrarios a FE. Inmediatamente se produjo una crisis política. El general Varela dimitió y Franco inducido por Carrero Blanco creyó necesario marginar a Serrano. El 1º fue sustituido por Asensio y el 2º por el general Jordana. Por tanto la crisis, no surgió por el motivo de modificar la política exterior, sino por razones internas.
EL INCIERTO CAMINO HACIA LA NEUTRALIDAD (1942-1945)
La tendencia hacia la neutralidad que representaba Jordana, fue favorecida por la evolución de los acontecimientos bélicos. El nuevo Mº de Asuntos Exteriores dic seguridad a los países del Eje de que nada cambiaría en la política exterior española.
El desembarco en el N. de África fue acompañado por seguridades anglosajonas a Franco de que tal operación no iba dirigida contra él. Lo cierto es que los aliados a la vez preparaban operaciones estratégicas destinadas a proteger la operación en el caso de que los alemanes invadieran España o ésta tomara la decisión de atacar por la espalda a sus tropas. Hitler no tuvo esos propósitos ni tampoco Franco que siempre pensó que su intervención en la guerra sólo se produciría a favor del Eje en el momento en que el conflicto estuviera prácticamente decidido.
Tras el desembarco en diciembre de 1942, tuvo lugar un viaje de Jordana a Portugal; el régimen de SaIazar había mantenido una postura realmente neutral y esta visita podía servir para probar la voluntad española de centrar su política exterior en el recuerdo de su pasado vinculado a América. A partir de ese momento, Franco hizo repetidas llamadas a la unidad; en el nuevo Consejo Nacional participaban todas las tendencias y adoptó una política de nombramientos militares, muy prudente.
Así corno durante la etapa más fascista del régimen habían menudeado las dificultades con la Iglesia, ahora abundaron las muestras de la voluntad de alinearse con el Vaticano.
La posición mas neutralista fue la de Jordana y una parte de la diplomacia española del momento, corno por ejemplo el Duque de Alba. El 1º escribió al 2º que la no beligerancia española de otro tipo había sido sustituida por una neutralidad y que España no participaría en el conflicto a no ser que fuera invadida, en cuyo caso defendería su independencia.
La embajada alemana representaba por un lado al Estado alemán; su embajador había recibido instrucciones de no inmiscuirse en la política española, pero el representante del partido, Gardemann, mantuvo repetidos contactos con falangistas radicales que en la clandestinidad llegaron a formar algunos núcleos dispuestos a conspirar contra Franco o intentar un golpe de mano contra Gibraltar.
Se hizo un acuerdo con Alemania de modo que ella nos proporcionaba armas para defendemos ante la eventualidad de un ataque de los aliados y a cambio se exportaba volframio cuya importancia estratégica era cada vez mayor. Mussolini propuso a Hitler el ataque a los aliados a través de España. Esta, según él, no resistiría ni pondría dificultades, sino que se plegaría los deseos de los países del Eje.
Un significativo avance hacia la neutralidad se produjo en abril de 1943 con ocasión de la conmemoración del desembarco de Colón en Barcelona a la vuelta de América. Jordana mostró su deseo de una paz en cuya gestación jugaría un papel importante el catolicismo, mientras que declaraba al comunismo más temible que la guerra. Franco hizo suyo el lenguaje de su Mº de Asuntos Exteriores que no había sido el que le caracterizó en otros tiempos. La caída de Túnez en mayo de 1943 fue seguida de las 1as quejas españolas acerca de la persecución del catolicismo en Alemania. Aún había de influir más la caída del régimen de Mussolini que para la España de Franco había sido un modelo a imitar durante mucho tiempo.
Entre los países neutrales, sólo Portugal y Suiza, aparte de España mantuvieron relación con los últimos seguidores de Mussolini. Fue la caída de éste en julio de 1943 la que por la vez lanzó a la acción a la clase política franquista que veía con buenos ojos el establecimiento de la Monarquía.
En 1942 había muerto en Roma, después de reconocer como su heredero a D. Juan y abdicar en él, Alfonso XIII. En Marzo, D. Juan formó comité monárquico que estuvo en contacto con los medios militares proclives, si no a conspirar, sí por lo menos a mostrarse maldicientes respecto a Franco. Este se vio obligado a tener algún contacto con D. Juan y en mayo le escribió una carta en que le adoctrinaba sobre las características que habría de tener la Monarquía que se restaurara. Don Juan le respondió a fines del 42 reclamando la absoluta neutralidad española en el momento del desembarco en el N de África y manteniendo en diversos puntos de Europa, como Madrid, un núcleo de fieles a los que se incorporó Gil Robles; de todos modos el principal dirigente de la causa monárquica en esos momentos, era D. Alfonso de Orleáns, vinculado a la familia dinástica. En marzo de 1943 se inauguraron las Cortes en donde Franco había procurado que se sentaran nobles y militares, al lado de los jerarcas de la FE. Con ello indicaba su voluntad de permanencia. D. Juan le escribió indicándole los graves riesgos que se corrían por no proceder a la restauración, pero Franco se limitó a indicar que los partidos de la Monarquía eran una minoría poco fiable.
La presión monárquica sobre Franco fue más insistente en el verano de 1943. Unos 30 procuradores en Cortes le solicitaron el restablecimiento de una Monarquía tradicional católica. La respuesta debió ser solapada: Carrero advirtió a los altos mandos militares de la existencia de una conspiración masónica destinada a subvertir el régimen. Franco temía con razón a la presión de sus compañeros de armas y recibió un escrito firmado por todos los Tenientes-generales en que le indicaban que diera paso a otro régimen. No sólo éstos, sino, probablemente la totalidad de los mandos militares e incluso algunos ministros estaban de acuerdo en que se produjera este tipo de cambio, pero siempre que fuera sin asperezas.
Franco estaba dispuesto a mantenerse en el poder y no admitió haber recibido el escrito y se negó a que todos los tenientes-generales acudieran a verle a la vez, sino de 1 en 1. De esa forma se libró del eventual problema de una oposición militar, pues disipó en conversaciones privadas, lo que podría constituir una oposición peligrosa.
Entre los representantes diplomáticos en España, el británico Hoare se dio pronto cuenta de que nada iba a cambiar la política española, pero no por ello recomendó una acción drástica contra Franco. Pero después de la Guerra Mundial, fue uno de los más destacados partidarios de marginar a Franco.
Se había producido ya otro giro importante en otro aspecto de la política internacional española. La creación del Consejo de la Hispanidad en noviembre de 1940 proporcionó el instrumento administrativo que pretendió apoyarse en un sector de la intelectualidad hispanoamericana. Así, al pretender unir a España con un grupo de naciones al margen del conflicto, lo que hacía era subrayar la neutralidad española.
La España de Franco se lanzaba a una carrera entusiasta para simular el mantenimiento estricto de una neutralidad que no había sido cierta en la 1ª fase de la guerra. Cuando en la primavera de 1944, Churchil afirmó que consideraba un error injuriar a Franco, que había prestado un servicio a los aliados al no entrar en la guerra, inmediatamente, el régimen, en contra de las indicaciones del Duque de Alba, lo interpretó como que había un acercamiento británico. Pero no fue así; a una carta de Franco que parecía haber olvidado sus declaraciones en favor del Eje, respondió Churchil indicando su radical discrepancia del sistema político español. El propio Alba mostraba al final de la guerra su deseo de dimitir, no queriendo representar a un régimen con el que no estaba de acuerdo.
Con el paso del tiempo, España dio facilidades a los aviones norteamericanos y convirtió su neutralidad en benevolencia. En abril de 1945 rompió sus relaciones con Japón. A pesar de ello, el presidente Roosevelt escribía a su embajador que aunque no quería intervenir en la política española, no creía que un régimen que había sido apoyado en su origen por los países fascistas, pudiera ser aceptado en la nueva organización del mundo.
Franco tenia además del aislamiento exterior, problemas internos por la oposición creciente. Varios fueron los intentos para provocar una restauración monárquica, en los 1os meses de 1944 sobre todo por la propia actitud de Franco. A la vez, personalidades monárquicas sufrían sanciones, como un grupo de catedráticos de Universidad. Próxima la liquidación de la guerra, en marzo de 1945, D. Juan de Borbón, en el llamado Manifiesto de Lausanne, presentó la Monarquía que él personificaba como un instrumento para una transición pacífica hacia un régimen en que existiera una Constitución, el respeto de los derechos humanos y de las libertades regionales. Ese era el panorama con el que debía enfrentarse la España de Franco en los 1os meses de 1945
EL CAMBIO COSMÉTICO: LA POLÍTICA DEL RÉGIMEN ENTRE 1945 Y 1951
La dictadura de Franco estaba amenazada por la incertidumbre en su rumbo interno y por la amenaza de una oposición que quería una ruptura con el pasado y por un aislamiento exterior. Desde 1944 se trató de presentar una imagen democratizadora como la celebración en octubre de ese año de las 1as elecciones sindicales. Llama la atención lo rápidamente que Franco captó las circunstancias exteriores y cómo respondió a ellas. Su gran arma fue el empleo apropiado del tiempo. Al general Varela le dijo que pensaba actuar con mucho tacto, pero sin prisa.
En julio de 1945 hizo aparecer una nueva legislación constitucional y también cambió el Gobierno: lo homologó lo más posible a la situación europea. Pero su decisión más importante de cara al exterior fue la de recurrir al catolicismo político para dar una imagen semejante a la Europa del momento. Fue una decisión inteligente en cuanto que uno de los partidos que más contribuyó a establecer la democracia en Europa fue la Democracia Cristiana. Franco no recurrió a ella, pero sí a los círculos del asociacionismo católico que habían permanecido marginados en la 1ª etapa del régimen.
Había algo que unía a ese elemento católico y al régimen: la experiencia de una guerra civil en que uno de cada 5 diputados de la CEDA habían muerto en manos del adversario. El nacional-catolicismo no era una doctrina que practicara sólo un sector de la derecha española, sino que unía a todos en la vinculación entre sentimiento religioso, nacionalidad y régimen político.
Durante la 2ª Guerra Mundial los dirigentes franquistas habían sido militares y falangistas; ahora Franco pensó que podía recurrir a los católicos. Se puede decir que el catolicismo colaboracionista que llegó al poder en julio de 1945 tenía un programa y que éste conectaba con el deseo de la Iglesia de una institucionalización de carácter no fascista y con la tradición de respeto al poder constituido. La persona para representarlo fue Martín Artajo que pasó de presidente de Acción Católica al de Asuntos Exteriores y desde una posición opositora las 2 figuras fundamentales de la CEDA, Gil Robles y Giménez Fernández condenaron dicho colaboracionismo. Martín Artajo quería la vuelta a una Monarquía basada en una declaración de derechos y en su aplicación.
Se trataba de un programa liberalizador aunque no democratizador. Franco nunca ocultó que aunque con algunos puntos del programa estaba de acuerdo, sus propósitos eran otros. Había que volver a considerar a España como reino, pero D. Juan de Borbón no era más que pretendiente y Franco debía decidir quién sería su sucesor. Dejó bien claro que nunca habría partidos y sí algunos cambios, pues era necesaria una declaración de derechos, aludiendo al Fuero de los Españoles.
Los cambios políticos empezaron con la crisis del Gobierno, aunque esto no supuso la desaparición de los ministros falangistas, pero sí de la Secretaría General de Movimiento. Con el cambio de Gobierno se aprobaron 3 disposiciones legales: La Ley de Enseñanza Primaria (con el catolicismo como principal inspiración), el Fuero de los Españoles (típica enumeración de derechos) y la Ley de Régimen Local que permitía esperar que en los Ayuntamientos hubiera representada una mayor pluralidad de intereses. Hubo unos meses en que pareció que había algunas medidas de apertura pero en ellos se pudo ver la limitación en los deseos de cambio, de Franco.
En octubre de 1945 se aprobó la Ley de Referéndum, que indicaba la voluntad de someter al pueblo una gran decisión (que todos pensaban que sería la Monarquía) pero eso no suponía que la consulta se realizara en las debidas condiciones.
Lo cierto es que a pesar de todo, España era una dictadura de hecho que había cambiado de lenguaje, pero que no había modificado la realidad de que el poder estaba concentrado en Franco, aunque lo ejerciera como árbitro. Los años 1946 y 47 fueron los peores del régimen por la presión conjunta de las naciones vencedoras de la Guerra Mundial, por la pésima situación económica y por las guerrillas.
Para Franco la mayor preocupación era que la Monarquía consiguiera atraer muchos adeptos de los que hasta entonces habían estado a su lado. De ahí que cuando D. Juan llegó a Estoril en 1946 y muchos en España pensaron que la Monarquía era ya inminente, reaccionara con decisión y con violencia. Franco tuvo siempre muy claro lo que debía hacer respecto de la alternativa monárquica y desde la primavera de 1947 la convirtió en disposición de rango constitucional que luego fue sometida a referéndum en julio, obteniendo el inevitable n° abrumador de votos.
La Ley de Sucesión no pasaba de una declaración genérica y un mecanismo de recambio en caso del fallecimiento del Jefe del Estado. España era declarada según sus tradiciones como Estado católico, social y representativo, constituido en Reino y disponía en adelante de un Consejo de Regencia formado por altas autoridades políticas, militares y religiosas, pero la determinación del sucesor de Franco quedaba en sus manos de manera indeterminada. La consecuencia inmediata de la Ley de Sucesión consistió en atribuir al propio Franco la capacidad de conceder títulos nobiliarios. Estos recayeron más en militares que en falangistas. En cambio en 1948 y 49 fueron sancionados o retirados de la carrera militar algunos de los colaboradores militares de Franco que habían jugado un papel decisivo en la guerra civil y en los años siguientes (Aranda, Kindelán)
A la vez que la consulta por medio de referéndum, tuvo lugar la constitución de los Jurados de empresa (de apariencia democrática pero sólo eso). Se mantuvo el rígido control de prensa que ya existía (ninguna profesión fue tan depurada como el periodismo).
Si los sectores católicos colaboracionistas tenían motivos para sentirse incómodos con lo sucedido, en cambio al final del periodo, Franco tenía todas las razones para estar satisfecho. En 1951 pudo demostrar que su régimen volvía, cambiadas las circunstancias internacionales a no tener reparo en mostrar sus ideas. Los católicos conservaron su parte en el reparto del poder e incluso aumentada gracias a haberse entregado a Ruiz Jiménez la responsabilidad gubernamental en Educación, pero por supuesto, la FE no se desmanteló sino que reapareció la Secretaría General del Movimiento desempeñada por Fernández Cuesta.
LA OPOSICIÓN DE LOS SUPERVIVIENTES: LA IZQUIERDA DESDE 1939 A 1951
Sobre los derrotados caía el peso de la represión o estaban exiliados en su propia tierra con relación a trabajo limitado y sanciones profesionales, a veces tan penosas como las carcelarias y una parte de la oposición estaba emigrada por todo el mundo. Hasta que empezó a tenerse seguridad respecto de la guerra mundial, no hubo propiamente una movilización de los derrotados en la guerra civil para intentar la recuperación del poder en España, esperanza que se desvaneció totalmente en los 50.
Es probable que el ejemplo de discordia interna en las fuerzas del Frente Popular sea el del partido socialista. De dicha situación se benefició Indalecio Prieto que incorporó a sus filas a los antiguos colaboradores de Largo Caballero o de Besteiro mientras que declinaba la influencia de Negrín, que nunca tuvo tal en el seno del socialismo español, aunque sí en el aparato estatal republicano; ahora su estancia en Londres y los repetidos giros del PCE al que siempre se vinculó el negrinismo, deterioraron su posición.
En Asturias perduraron grupos guerrilleros hasta 1948 y en 1944 llegó a haber una ejecutiva nacional del PSOE, que se caracterizaron por un tono fuertemente anticomunista, aunque quería mantener buenas relaciones con los anarquistas y con los republicanos. Prieto fue el verdadero animador del PSOE exiliado en Francia. En esa fecha la Internacional Socialista desahució definitivamente a Negrín. Quedaba así la totalidad del socialismo en condiciones de presentar una estrategia basada en la presión exterior y destinada a lograr una transición hacia la democracia sin deslizarse hacia el comunismo.
La llamada Junta Española de Liberación fue iniciativa de los republicanos catalanes y en ella participaron también los socialistas. No nacía como contraposición a la alternativa monárquica, sino también a los intentos comunistas por inspirar organizaciones más amplias. En el interior de España la llamada Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD) insistía más en la celebración de elecciones libres que en el restablecimiento de las instituciones de 1931 (estaba más próxima a los monárquicos y contraria al comunismo).
Nació un enfrentamiento entre la ANFD y los republicanos exiliados, sobre todo en México, donde Prieto impugnó el restablecimiento de las instituciones republicanas. Este restablecimiento se produjo en agosto de 1945 después de que representantes de la izquierda española vetaran con ayuda de México la presencia de la España de Franco en la ONU. En esa fecha, ante unas Cortes republicanas, se produjo el restablecimiento de las instituciones republicanas. Martínez Barrio fue elegido Presidente de la República y Negrín presentó ante él su dimisión. Pero ni aún así se consiguió la unidad en el campo republicano. Se organizó el Gabinete, presidido por Giral. Éste no renunció a la violencia para conseguir el restablecimiento de las instituciones que representaba, pero en realidad se dedicó a ampliar los apoyos de su Gobierno hacia la derecha, contando con republicanos de derecha y hacia la izquierda con la inclusión de los comunistas. Pero todo ello no fue suficiente para conseguir el apoyo de las naciones de occidente, que al pedir en marzo de 1946 un Gobierno de transición, indicaba que la democracia no se identificaba con la República.
El PCE después de incrementar su influencia política durante la guerra civil, al final de ella se vio acusado por el resto de la izquierda de haber tenido pretensiones hegemónicas; el enfrentamiento fue sobre todo duro en socialistas y comunistas. En 1942 estuvo en la dirección del partido Dolores Ibarruri (La Pasionaria). Las disputas se solventaban en Moscú. En Sudamérica estuvieron buena parte de los dirigentes comunistas y desde allí a través de Portugal, consiguieron restablecer una cierta organización en el interior de España. La entrada de Carrillo en el Gobierno republicano pareció romper el aislamiento que hasta entonces había caracterizado al PCE.
Se planteó el dilema al anarquismo de si intervenir en política o no. Es posible que la CNT fuera predominante en la 1ª oposición al franquismo y sobre todo en la ANFD. Contaban, igual que los socialistas y comunistas, con una organización de rango nacional en 1944, pero sufrieron una gran represión.
Frente a ellos el sector más puramente ácrata (Federica Montseny) patrocinaba la guerrilla y el atentado.
En cuanto a los movimientos nacionalistas es posible detectar en ellos una tendencia hacia la radicalización en los años de la guerra mundial. Tanto los vascos como los catalanes. Para muchos españoles, la República no sólo era una vuelta a la situación anterior a la guerra, sino una inversión del resultado de esta última; por ello, desde 1946 la alternativa monárquica tuvo más posibilidad de sustituir a Franco.
A Giral le sustituyó en el gobierno republicano Rodolfo Llopis en 1947, principal organizador del socialismo en Francia. Debía intentar unificar a toda la oposición exiliada y por ello incorporó a su gobierno a un representante del PCE. Decía que quería evitar que se estableciera en España un régimen sin el apoyo de los españoles y llegar a la República a través de la democracia. En agosto de 1947 la posición de Prieto, plenamente posibilista, triunfó en el seno del PSOE y con ello se hizo imposible el mantenimiento del Gobierno. El siguiente Gobierno fue presidido por Álvaro de Albornoz que a partir de 1947 se limitó a permanecer en un 2º plano.
Si para los dirigentes emigrados del socialismo estos años fueron de decepción, los del interior experimentaron todo el peso de la represión. Sólo actuaba en las zonas donde tuvo un arraigo histórico (Madrid, País Vasco y Asturias) y aunque tenía un sólido apoyo exterior, a la hora de las persecuciones mantenían discrepancias entre emigrados y los de dentro. Confiaron sobre todo en las potencias democráticas.
El PCE estaba sometido a las decisiones de Moscú. Su peculiaridad para la oposición está en su defensa de la guerrilla. Tanto o más que ese apoyo a la guerrilla le caracterizó el aislamiento y encastillamiento en una posición defensiva que suponía la purga permanente en el interior ante el terror a infiltraciones. En 1948 fue eliminado de los gobiernos catalán y vasco. En 1950 fue declarado ilegal en Francia.
La guerrilla nació de forma espontánea en las zonas en las que había sólida tradición de izquierda. En Levante es donde tuvo mayor impacto, así como en Galicia, Sierra Morena, Granada y Asturias el temor a la represión y la orografía contribuyeron a su nacimiento. Fue importante su actividad entre 1946 y 1948, pero se redujo casi del todo en 1952.
EL GRAN MOMENTO DE LA ALTERNATIVA MONÁRQUICA
Desde 1945, después del manifiesto de Lausanne, menudearon entre España y Suiza los emisarios de D. Juan y Franco. Este no pensó ni por un momento en abandonar el poder. Por su parte, la monarquía de D. Juan, imprecisa para cobijar a toda la derecha española, necesariamente representaba ya una fórmula constitucional homologable a las restantes naciones europeas. D. Juan se trasladó de Suiza a Portugal en febrero de 1946. Su llegada causó en España una enorme conmoción. Un importante elenco de personalidades, aristócratas, militares, banqueros y diplomáticos le dirigió un escrito conocido como “el saluda” que contribuyó a demostrar que los apoyos de Franco eran menores de lo que se pensaba. Días después de la llegada a Estoril, Franco rompió cualquier tipo de relación con él como si de esta manera quisiera indicar que no pensaba sostener una entrevista que diera lugar a la cesión del poder.
La causa monárquica intenta entonces un doble juego: por un lado, resquebrajar el apoyo social del régimen atrayendo a aquéllos sectores que en la guerra civil habían estado al lado de Franco y a la vez, llegar a un acuerdo con la izquierda no comunista, sobre un marco constitucional de convivencia. Lo cierto es que la heterogeneidad de los monárquicos y la incertidumbre sobre el método para sustituir a Franco fueron los factores esenciales que explican su fracaso.
Trataron de atraer a la derecha ya la izquierda en los 1os meses de 1946. En febrero se firmaron las Bases de Estoril por las que una parte del carlismo dirigida por Rodezno se incorporó a la causa de D. Juan. Durante ese año tuvieron lugar contactos entre dirigentes de la CNT y de la ANFD y los que llevaban la causa monárquica, principalmente en Portugal.
Pero el franquismo se vio beneficiado por la reacción de la opinión pública española. La posición de las potencias democráticas al condenar al régimen no fue bien entendida por la parte de la sociedad española que apoyaba a Franco. En este ambiente se produjo la comunicación a D. Juan de la Ley de Sucesión sobre la que no pudo emitir ningún juicio hasta el momento de su aprobación por las autoridades del régimen. Don Juan publicó un manifiesto reivindicando la legitimidad monárquica. Sus declaraciones posteriores al periódico británico The Observer tuvieron el inconveniente de chocar con la opinión pública monárquica del interior de España. El aparente giro a la izquierda que significaba su postura, fue ratificado por la entrevista entre Gil Robles y Prieto. Los 2 dirigentes coincidían en el restablecimiento de las libertades, la amnistía y la integración en Europa, es decir, en lo de verdad esencial.
A la aparición de estas noticias en la prensa española acompañadas de la correspondiente propaganda, le siguió una actitud en la masa conservadora del país, de total cerrazón a toda posibilidad de cambio. A partir de 1948, Don Juan intenta otra táctica política. Esta era un acercamiento directo a Franco como si sólo mediante el acuerdo con él fuera posible la restauración de las instituciones monárquicas. Se llegó a la entrevista el Azor, en aguas vascas en agosto de 1948. en el mismo momento que tenía lugar dicha reunión, representantes monárquicos y socialistas se entrevistaban en San Juan de Luz. Los 1os hubieran querido que los 2os aceptaran una especie de ministerio-regencia, que sería el destinado para hacer la transición; fracasaron en su empeño pero constataron que por lo menos coincidían con sus interlocutores en el resultado mismo de esa transición, que era una democracia asimilable a las europeas. El hecho es que a finales de 1948 las esperanzas de restauración monárquica fueron disipándose.
Cuando en 1951 ya había sido nombrado el nuevo Gobierno de Franco, D. Juan era ya consciente de la inevitabilidad del colaboracionismo con Franco e hizo unas declaraciones en las que afirmó su deseo de ponerse de acuerdo con él al mismo tiempo que recordaba que había querido servir a su causa durante la guerra civil española. Había además un testimonio bien patente del acuerdo al que habían llegado ambos. En noviembre de 1948, Don Juan Carlos fue enviado a España y se convirtió en una cuestión política la educación del Príncipe. Los consejeros más cercanos a Don Juan preferían una universidad extranjera o la española de Salamanca, pero el sector más colaboracionista con Franco acabó imponiéndose y éste, de hecho, pudo controlar la formación de quien con el tiempo sería rey de España.
EL AISLAMIENTO DE LA ESPAÑA DE FRANCO Y SU SUPERACIÓN
No empezó con el fin de la II Guerra Mundial. Ya lo había hecho antes, pero a partir de entonces fue más fuerte y parte de culpa la tuvo el propio Franco. La causa principal no fue tanto la colaboración de Franco con el Eje, sino el mantenimiento de un régimen que en la practica no había evolucionado en nada desde que empezó en 1939.
En el verano de 1945 se reunió en San Francisco una conferencia internacional de la que saldría la ONU; el Gobierno español no fue invitado y el delegado mexicano propuso que no se admitieran en la organización los regímenes que se hubieran establecido con ayudas fascistas. Esta moción fue aprobada, pero no era peligroso para el régimen de Franco. En cambio sí lo era el hecho de que los 4 grandes, reunidos en Postdam después aprobaran, por sugerencia de Stalin, un acuerdo por el cual no admitirían ninguna solicitud de admisión de España en la ONU mientras el régimen siguiera siendo parecido al de los países fascistas.
Los diplomáticos españoles se daban cuenta de que sólo la desaparición de los aspectos más dictatoriales del régimen facilitarían esa presión externa. Martín Artajo proporcionó uno de los grandes argumentos para ello: la identificación con la causa católica, pero ni todos los católicos de otros países apoyaron al franquismo, ni éste fue el único argumento empleado por el régimen. Otro fue el que propuso Lequerica que estaba basado en los intereses y en el propio juego interna de la política norteamericana.
Como el aislamiento se preveía antes de que acabara la guerra mundial, el régimen trató de adecuarse a la situación que se produciría en Europa, de ahí las facilidades que se concedieron a los aviones norteamericanos que en sus estrictos términos violaban una neutralidad efectiva. Aunque todo ello fue tarde y poco creíble. En los 1os meses de 1946 la situación diplomática española empeoró; Panamá pidió que los países miembros de la ONU ajustaran sus relaciones con España a lo dispuesto en las conferencias de San Francisco y Postdam. Francia cerró la frontera española, pero casi a la vez, los gobernantes occidentales hacían ver que sus preocupaciones nacían de otra potencia mucho más poderosa, que era la URSS. En marzo de ese año, para evitar alinearse por completo con la URSS, los aliados occidentales (Francia Gran Bretaña y EE.UU.) hicieron una declaración en la que indicaban su deseo de que cambiara la situación española. Las potencias democráticas manifestaron su voluntad de no interferencia, de que Franco se retirara, la FE se aboliera y se formara un gobierno provisional.
En abril Polonia (país de influencia soviética) afirmó que la existencia de un régimen como el de Franco era un peligro para la paz mundial. Lo que los países comunistas hubieran querido era que las Naciones Unidas no sólo rompieran sus relaciones diplomáticas con la España de Franco sino también las económicas. España fue expulsada de todos los organismos internacionales y los embajadores en Madrid fueron llamados a sus países.
Tales medidas eran el mejor testimonio del aislamiento del régimen de Franco en esos momentos. En Madrid sólo permanecieron el embajador portugués, el de Suiza (que era neutral), el nuncio del Vaticano y el representante irlandés. Franco podía esperar que el Vaticano y los sectores católicos de todos los países le defendieran, también esperaba que Portugal sirviera de elemento intermediario para obtener una posición más moderada. Sin embargo los procedimientos por los que Franco superó su aislamiento fueron, ante todo, la división de los vencedores en la guerra mundial y la actitud de los países hispanoamericanos.
La URSS quería la desaparición del régimen de Franco pero en realidad buscaba sobre todo mantener un foco de inestabilidad en el Sur de Europa con la virtual vuelta a la República donde los soviéticos tendrían un papel importante. A principios de 1947 mantuvieron incluso contactos con Franco para que éste no se alinease con los países occidentales. Franco vio que la problemática española se convertía en una cuestión nacional para ella. No mucho después de producirse la ruptura, quienes la habían patrocinado se arrepentían de ella. Por ello, a ½ de 1948 tuvo lugar la firma de un acuerdo comercial y financiero y otro sobre navegación aérea. En Gran Bretaña los conservadores reprocharon a los laboristas un intervencionismo excesivo en los asuntos españoles. Los británicos no pensaron poner en peligro sus intereses comerciales y suscribieron un acuerdo a este respecto con la España de Franco aunque siguieron manteniendo el deseo de aislamiento.
La política norteamericana fue más errática y cambiante de las grandes potencias. Fueron los más duros en sus críticas a Franco por su "neutralidad" durante la Guerra Mundial, pero su política se caracterizó por la existencia de intereses contrapuestos de los que el militar, acabó predominando sin tener en cuenta los demás, cuando se reveló que Franco no iba a dejar el poder voluntariamente. El Pentágono veía necesarias las facilidades aéreas concedidas en 1945 y desde 1947 todos sus planes estratégicos partieron de la base de que si los soviéticos iniciaban una ofensiva contra Europa, en 50 ó 60 días llegaban a los Pirineos. España había de servirles de base para una contraofensiva.
Desde 1949 las Cámaras norteamericanas empezaron a aprobar ayudas a la España de Franco aunque eran vetadas por el presidente Truman para quien la ausencia de libertad religiosa era un factor de gran importancia en el mantenimiento de España en el ostracismo. La 1ª ayuda aprobada no llegó hasta 1951. El cambio de postura fue propiciado también por la formación de un núcleo de influencias formado por senadores y congresistas católicos, anticomunistas o contrarios a Truman (Este lobby fue organizado por Lequerica en Washington).
Con los países hispanoamericanos, el instrumento de que se sirvió la política del régimen para lograr apoyos fue la política cultural. El Consejo de la Hispanidad se convirtió significativamente en Instituto de Cultura Hispánica. Argentina propició una tercera vía populista, la de la latinidad que pudiera ser una alternativa a la preponderancia norteamericana. De ahí que cuando la ONU recomendó la retirada de embajadores, Argentina enviara al suyo. En 1946 se firmó un tratado comercial entre los 2 países. Eva Perón viajó a España en 1947 y al año siguiente se suscribió el llamado protocolo Franco-Perón. Argentina contribuyó de una forma crucial a que el aprovisionamiento de los españoles no se derrumbara en estos años.
Al apoyo de los países hispanoamericanos hay que añadir el de algunos países árabes. La España de Franco se alineó en contra de la creación del Estado de Israel y apoyó la tesis vaticana de la internacionalización de los Santos Lugares; esto le permitió disponer del apoyo de algunos países árabes recientemente independizados que no tenían como España instituciones democráticas.
Finalmente, en noviembre de 1950, las Naciones Unidas aprobaron por 38 votos contra 10 y 12 abstenciones, una resolución en la que sin entrar a juzgar el régimen español se autorizaba a los países miembros de la ONU a reanudar relaciones diplomáticas con España. La guerra fría aumentó la tolerancia respecto a Franco y el predominio de los factores de índole estratégica sobre los de carácter ideológico, pero el ostracismo se mantuvo. Prueba de ello es que no participó en el Plan Marshall, lo que de haberse producido hubiera permitido llegar antes al desarrollo económico, ni tampoco en la OTAN.
AUTARQUÍA y RACIONAMIENTO: POLÍTICA SOCIAL y ECONÓMICA EN LA DÉCADA DE LOS 40
España había quedado como consecuencia de la guerra civil en una situación penosa. Lo característico no fue el grado de destrucción del aparato productivo sino la lentitud con que se produjo la reconstrucción, lo que no se puede atribuir a una razón diferente a la política económica y social del Régimen.
Se trató antes y después de 1945 de una política de autarquía y de intervencionismo estatal, aderezada con un tono revolucionario. Podríamos decir que en el período de la II Guerra Mundial la política española fue rígida de racionamiento, sin posibilidad de intercambios con el exterior, con una productividad en descenso y con una baja de la renta nacional per cápita, en un cuadro de estancamiento económico. Después de la guerra mundial todo esto continúa: el paro, el subconsumismo, la baja productividad industrial y agraria, pero el índice de precios empieza a experimentar un alza muy marcada.
El comercio exterior es lo que mejor describe la política económica. Esta había visto crecer su comercio con Alemania durante la guerra civil pero con la mundial tuvo dificultades para mantenerlo. Con Inglaterra había llegado a acuerdos en marzo de 1940 que fueron utilizados por ella como instrumentos de presión sobre la política exterior española. Todo el comercio español dependía de la aceptación o tolerancia de las potencias aliadas. Así sucedía también con Argentina.
Lo más significativo de este período, en comercio exterior fue la relación con Italia y Alemania. El intercambio con esos 2 países se fue haciendo cada vez más negativo para España a pesar de que ésta pagara una parte de la deuda contraída durante la guerra civil; en 1943 España recibió más material de guerra de Alemania que la propia Italia. Estos 2 países ocuparon la 1ª posición en la adquisición de productos españoles en 1941 y fue así hasta 1943. en ese tiempo las exportaciones hacia el Eje eran 5 veces superiores a las de las Naciones Unidas. En realidad, la dependencia comercial con el Eje era debida a factores principalmente políticos como consecuencia de la deuda adquirida durante la guerra.
Durante el período, otros países sustituyeron la dependencia de los hidrocarburos por la energía eléctrica, pero España, entregada a una política de industrialización autárquica, no lo hizo, desaprovechando así sus oportunidades.
Autarquía e intervencionismo eran 2 tendencias de la economía española desde comienzos de siglo, pero ahora se desarrollaron mucho más. La simple opinión de Franco era que España es un país privilegiado que debe bastarse a sí mismo, según declaró en una ocasión. Una buena parte de la clase política estaba de acuerdo con él. Para el elemental nacionalismo de la época, los precios de los productos y de los factores de producción podían fijarse por decreto al margen del mercado.
Un rasgo del intervencionismo económico existente es que sus orígenes doctrinales se remontan a la dictadura de Primo de Rivera o a comienzos de siglo. Un 2º rasgo nace del carácter extremista y el celo ordenancista con que fue aplicada; las disposiciones dictadas eran prácticamente inaplicables. En 3er lugar, la política económica intervencionista creó una especie de barrera legal de entrada que tuvo como resultado favorecer los monopolios. Otro rasgo fue la multiplicidad y la fragmentación de los órganos decisorios y asesores de la política económica que contribuía al desbarajuste radical y favorecía a los más adictos a un régimen que practicaba la distinción entre vencedores y vencidos.
La autarquía se demostró aunque carezca de sentido. No sólo faltó caucho, algodón, abonos, petróleo, sino trigo, producto que había alcanzado el autoabastecimiento antes. La autarquía no tenía ningún fundamento económico y nacía, como el intervencionismo de una pura realidad política que eran las ideas de los dirigentes y responsables de la economía de entonces. El Estado carecía de un plan de reconstrucción propiamente dicho. Se dispuso que determinadas poblaciones que habían sufrido más los efectos de la guerra como Brunete y Belchite fueran adoptadas en un régimen especial. Para su reconstrucción se utilizaron prisioneros de guerra.
Desde los 1os momentos se dictaron nuevas disposiciones relativas a la agricultura. El Mº de Agricultura la mayoría de sus cargos estuvo siempre en manos de falangistas, pero el programa que desde él se llevó a cabo, no fue en absoluto revolucionario. Aparte de devolverse las tierras que habían sido expropiadas por la Reforma Agraria republicana, se pretendió conseguir un aumento de la producción a través del progreso en la forma de explotación y en fórmulas de colonización que no afectaban a la propiedad de la tierra. De ahí la creación en 1939 del Instituto Nacional de Colonización, que tuvo tras de sí una serie de disposiciones legales como el Plan General de Orden Público, la Ley de Bases para la Colonización de grandes zonas y la Colonización de zonas regables.
El Instituto se dedicó casi exclusivamente a comprar tierras pero apenas llevó a cabo obras propiamente dichas de colonización. La más importante tarea se hizo en 1956-60 en que los asentamientos, gracias al Plan Badajoz, llegaron a ser unos 2000 anuales. Como las disposiciones relativas a la colonización, también las referentes a la repoblación forestal pueden considerarse como una derivación de la política seguida por las derechas en la II República.
Hay una gran contradicción entre lo que significó la vuelta al campo. Por un lado, en los años posteriores a la guerra, la sociedad española se ruralizó, lo que se explica porque las dificultades de abastecimiento provocaban la marcha de la población hacia donde estaban los alimentos. Se han atribuido las deficiencias de la producción agraria en la 1ª posguerra a las destrucciones de 1936-39, pero la realidad parece ser que afectaron más a las comunicaciones y que aunque hubo años pésimos por culpa del exceso de lluvias, un factor mucho más decisivo fue la falta de inversiones, pues el esfuerzo del Estado se dirigió casi en exclusiva a la industrialización forzada y autárquica.
Todo ello explica las dificultades de abastecimiento. En 1939 fue creada la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes a la que se sumaron después la Fiscalía de Tasas y luego la Junta Superior de Precios. Después de la guerra se implantó la cartilla de racionamiento, al principio familiar y desde 1943, individual y que había de durar 12 años. El intervencionismo no resolvió nada y provocó el mercado negro y el estraperlo. Teóricos de la economía (Torres) o algún gobernador civil se daban cuenta de que no podían enfrentarse con los problemas de abastecimiento por procedimientos administrativos. Sin embargo, hasta los años 50 la política económica no cambió. El estraperlo se convirtió en una pauta de comportamiento habitual.
Fue la política industrial la predilecta del régimen que pretendía llegar así al engrandecimiento nacional y demostrar su superioridad sobre cualquier otra fórmula política. Las disposiciones relativas a la industria fueron todas tempranas, intervencionistas y guiadas por criterios productivistas. La obra preferida del régimen en política industrial fue el INI que se creó en septiembre de 1941. Su disposición tenía un carácter imitativo de la legislación italiana de su IRI. Al frente del mismo, puso Franco a Suances, marino y amigo personal suyo que había sido ministro de Industria en 1938-39.
Es muy significativa la condición militar de los principales responsables de la política económica. El mayor éxito del INI se obtuvo en el terreno eléctrico a través del empleo de carbones de baja calidad para la industria termoeléctrica (ENDESA y ENHER). Un aspecto del INI fue el carácter de hospital de empresas que tuvo.
Al concentrarse en este tipo de actividades de un interés más que discutible, la política del Nuevo Estado no prestó atención a la industria privada.
El problema cuando acabó la guerra mundial fue la dificultad de obtener divisas para comprar petróleo, mientras que las disponibilidades de electricidad fueron insuficientes. La falta de instalaciones suficientes y la práctica congelación de las tarifas, llevaron a la denegación por parte de las autoridades de fábricas que necesitaban el recurso de la electricidad. De esto deriva el mediocre resultado de la evolución del índice de producción industrial. Aun en 1955 el nivel de consumo de electricidad en España estaba muy por debajo del de otros países europeos, pero el crecimiento industrial seguía en la misma situación.
Un importante aspecto de la política económica se refiere a Hacienda. Parece que fue positiva la actuación del ministro Larraz, autor de la reunificación monetaria de la posguerra, que evitó los efectos de inflación que de ella podían haberse derivado. Se logró un éxito recaudatorio considerable con la imposición indirecta a través del Impuesto de Usos y Consumos. También tuvo buen éxito la fiscalidad sobre los beneficios extraordinarios. La Ley de Ordenación Bancaria de 1946, favorecía el negocio bancario, aunque también tenía un efecto inflacionista. Pero no puede decirse que existiera una política propiamente monetaria o presupuestaria.
El intervencionismo estatal también aparece en el comercio exterior, dominado por el bilateralismo, la concesión de licencias y los cambios múltiples. En 1939 fue creado el Instituto Nal. de Moneda Extranjera. Hubo favoritismos no sólo irracionales sino quizá corruptos. Sólo a mediados de 1950 se creó un mercado libre de divisas.
La política social en España no fue protagonizada por los sindicatos, sino por el Mº de Trabajo. Las leyes de Unidad sindical y de Bases de Organización sindical se hicieron con unos criterios que eran los del fascismo imperante en Europa o en España misma. El sindicato era configurado como único, obligatorio y ordenado jerárquicamente bajo la dirección del Estado.
En estos años se puso en práctica el subsidio familiar y la Magistratura del Trabajo, el Seguro de Vejez, la protección familiar, el Seguro de enfermedad y la Ley de contrato de Trabajo. De todas estas disposiciones, sin duda la que tuvo mayor efecto sobre la sociedad española fue la relativa a la atención médica.
CULTURA y SOCIEDAD EN LA 1ª POSGUERRA
Al estallar la guerra civil, la situación de la cultura española puede calificarse como óptima. Se le ha denominado la Edad de Plata de la Literatura española. El trauma bélico supuso el exilio de buena parte de las figuras de la fila de la intelectualidad española, pero también una peculiar interpretación de la vida de España y una temática muy específica en la labor creativa, científica y humanística de quienes se fueron al otro lado del Atlántico.
En ella figuran personalidades como los músicos Falla y Casals, filósofos como Gaos, Ferrater, especialistas en ciencias sociales: Jiménez de Asúa, de los Ríos, Recasens, García Pelayo y Ayala; especialistas en literatura y filología como Montesinos, López Morillas, educadores, dramaturgos, historiadores, novelitas, poetas y un largo etc.
Los españoles se sentían inmerso s en el propio mundo y por tanto no rompieron con sus raíces sino que aunque estuvieran mas en contacto con otras comentes intelectuales y espirituales supieron mantener fija la preocupación por su tierra. Así se explica que en los lugares donde el n° de exiliados fue abundante y la calidad muy considerable, la reflexión sobre España y su pasado inmediato apareciera con la misma insistencia que pasión. Como también sucedía en la propia España.
La guerra fue protagonista fundamental de la obra de muchos escritores, mezclada con la rememoración del pasado, el recuerdo de la infancia o los problemas del exilio y del regreso. Lo que no hay, lógicamente es un tratamiento igual. Entre los que quedaron, cuando escribían, había ocasiones en que no podían decir todo lo que pensaban, pero sí al menos una parte de lo que se opinaba. Había una gran censura de presa y de las manifestaciones literarias.
La misión de reconstruir la investigación científica le correspondió al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, creado en 1939.
En la cinematografía española estos años son los llamados Cine imperial. El teatro burgués habitual se caracterizó por una sólida construcción, una dosificación de la intuición critica; una tendencia cómica y un escenario lujoso. Aparecieron figuras nuevas como Ruiz Iriarte, Mihura con su teatro de ternura y humor. Se inicia el teatro trágico y moral de Buero Vallejo. La vanguardia estaba refugiada de momento en el exilio.
EL APOGEO DEL RÉGIMEN (1951-1965)
EL FINAL DEL AISLAMIENTO INTERNACIONAL Y EL COMIENZO DE LA Descolonización
En el mismo momento que se planteó el conflicto de Corea, en 1950, España inició una rápida rehabilitación internacional que alcanzó su punto culminante en 1953. Un día antes de la intervención norteamericana en Corea se renovó el acuerdo de las facilidades aéreas del Gob. de Franco al final de la II Guerra Mundial. Con ello, España entra en la política internacional
Si el aislamiento de Franco se produjo a través de una serie de expulsiones (o vetos) en los organismos internacionales, su rehabilitación siguió un proceso semejante, al revés. Se revocaron las recomendaciones de la resolución de 1946. a la vez empezó a producirse la entrada en España en las agencias de la ONU. A fines de 1950 entraba en la FAO. En 1951 en la Unión Postal Internacional, las OMS y en la Organización Internacional de la Aviación Civil y en 1952 en la UNESCO. Si el ingreso en las Naciones Unidas tardó fue porque requería un acuerdo previo entre las 2 grandes potencias para admitir a todo un grupo de naciones de significación ideológica contrapuesta. En noviembre de 1955 España presentó su candidatura que fue apoyada por EE.UU.
Se puede decir que la aceptación de la España de Franco en parte de los medios internacionales era total, porque había sido asegurada por un procedimiento indirecto, el de la firma del Concordato con la Santa Sede, en agosto de 1953 y del pacto con EE.UU. suscrito un mes después. Lo que más sorprende del Concordato con el Vaticano es que su iniciativa surgió del Estado español. Fue Joaquín Ruiz-Giménez, embajador en el Vaticano desde 1948, quien desde un principio indicó su voluntad de cumplir ese propósito. Ruiz Giménez empezó la negociación del mismo con dificultades inesperadas, pues en el Vaticano no se compartía su versión integralista. Pero en muchos aspectos, el concordato negociado por Ruiz Giménez fue diferente del luego aprobado: en el fondo, el embajador tenía una voluntad de autonomía de la Iglesia con respecto al Estado, lo que no hubiera aceptado por un ejemplo, un falangista.
A partir de 1951, cuando R. Giménez ocupó su cartera de Educación, las negociaciones las llevó Castiella, su sucesor, aunque había una comisión de la que formaba parte también Franco; ahora se enfocó con un sentido más regalista. Cuando se firmó el Concordato, en España todo fueron alabanzas a su texto, especialmente en los círculos del catolicismo colaboracionista.
Es cierto que la Iglesia daba la sensación de apoyar al régimen, cuando aceptaba tantas concesiones por parte del Estado. Se consagraba la unidad religiosa aunque los disidentes tuvieran derecho al culto privado y existía una dotación económica para la Iglesia aprobada de modo oficial y con exenciones fiscales importantes. Las órdenes religiosas lograron un estatuto jurídico como nunca habían tenido antes. Se admitía la existencia de un fuero eclesiástico y la competencia de la Iglesia en las causas matrimoniales; se negociarían además un calendario de fiestas litúrgicas y se reconocía a la Acción Católica siempre que realizara su misión en el plano de sus competencias.
La contrapartida que obtenía el Estado era menor; se mantenía el sistema de nombramiento de obispos ya existente y se aceptaba la obligación de rezar en los actos religiosos públicos por las autoridades políticas de la Nación; el concordato resultó un triunfo diplomático por parte del Estado. Pero fue anacrónico, incluso para España, en el sentido de que recordaba más el pasado que enumeraba el porvenir. Además, muy pronto empezaron a plantearse problemas de interpretación como por ejemplo los relativos al nombramiento de obispos auxiliares que le servirían a la Iglesia para librarse después de la tutela estatal. Además, el Concordato sólo contribuía a superar el aislamiento internacional que pesaba sobre la España de Franco. Y la firma a la que se llegó en 1953 era más una ratificación satisfactoria para ella que un argumento para los momentos más difíciles ya superados.
De los tratados con EE.UU. puede decirse algo parecido En 1950 EE.UU. había empezado ya a prestar ayuda económica aun país comunista como Yugoslavia y para el caso de España hubo que esperar el pleno desarrollo del conflicto coreano y la sustitución de la admón. Truman por la de Eisenhower. En los 1os meses de 1951 se había producido ya el definitivo cambio en la postura norteamericana. En julio de 1951, ya ratificados los propósitos norteamericanos de obtener bases en España, quedó definida la postura española: Franco decía que su país no quería entrar en la OTAN (era consciente de que no podía hacerlo, dadas sus características políticas). EE.UU. deseaba una cesión territorial, mientras que los españoles preferían bases de utilización conjunta. Por parte española, los militares parecen haber jugado un papel más decisivo en la negociación, que los diplomáticos. Lo firmado fue 3 agreements relativos a defensa y ayuda económica. Los pactos preveían la utilización en régimen conjunto, de una serie de bases, durante 10 años, renovable por otros 2 períodos de 5. Las bases serían construidas en Rota, Morón, Zaragoza y Torrejón y además un oleoducto que uniría Rota con Zaragoza. Un aspecto complementario de los pactos fue el compromiso adquirido por parte española de estabilizar la peseta y equilibrar el presupuesto y la obligación americana de ayudar económicamente a España.
La ayuda concedida desempeñó un papel crucial en la transformación de la economía nacional. Rota fue la adquisición más valiosa para los norteamericanos y la defensa occidental, al proporcional apoyo logístico a los submarinos nucleares. Por su parte, la España de Franco había obtenido un triunfo diplomático en cuanto que el tratado suponía un reconocimiento semejante al logrado con el Concordato.
A pesar de todo, los pactos tenían inconvenientes para la parte española. Era muy imprecisa la disposición relativa a la utilización de las bases, pero también lo eran los deberes a los que quedaban sometidas las 2 partes. España temía los inconveniente de que podía ser objeto de represalias.
El Ejército español vivió en adelante del material norteamericano pero eso sólo le sirvió para limitar su envejecimiento técnico y España recibió ayuda económica, pero muy inferior a la que habría obtenido con el plan Marshall, para el que no reunía las condiciones políticas necesarias. La ayuda era muy inferior a la concedida a otros países. Sólo Portugal entre las naciones europeas recibió menos ayuda. La ayuda económica se situó en los 1013 milI. de dólares, cifra menos que la recibida por los demás. En estas condiciones no extraña que la relación con EE.UU. permaneciera viciada por los malentendidos, aunque hubiera una plácida apariencia. En la renovación de los pactos, España logró un porta-aeronaves, pero no que se elevara al rango de la relación entre ambos países a la condición de verdadero tratado, con aprobación de las cámaras legislativas norteamericanas.
La España de Franco había mantenido en el peor momento del aislamiento una proximidad con los países árabes, que continuó a partir de 1951; esta política experimentó dificultades cuando a mediados de la década de los 50 se planteó el problema de la independencia marroquí. Marruecos siguió siendo para España una carga económica después de la 2ª Guerra Mundial, aunque a estas alturas no planteara ya problemas de orden público o sublevaciones. En 1947 Abd el Krim huyó de la prisión francesa en la que estaba y se refugió en Egipto, desde donde hizo propaganda. Los problemas más graves se produjeron en 1952, momento en que la política seguida por el gobierno español fue arriesgada y acabó mal. En marzo de 1956 Franco aceptó la independencia marroquí y España tuvo que hacerlo un mes después. En 1957 hubo enfrentamientos armados en Ifni y en abril de 1958 se cedió a Marruecos la zona de Tarfaya. Sin embargo perduraba la reclamación de Ifni, el Sahara y las plazas de soberanía. Las posiciones de Franco y sobre todo de Carrero Blanco eran contrarias a aceptar el proceso descolonizador que retrasaron cuanto pudieron; en 1960 aún se mantenía una guarnición española en la zona marroquí. Pero la situación española estaba peligrosamente aislada e inerme ante el Marruecos independiente.
LA POLÍTICA DEL RÉGIMEN HASTA 1956
El cambio ministerial de 1951 fue uno de los más completos de la historia del régimen. La vuelta de la FE no sólo estaba representada por Girón, Fernández Cuesta y Muñoz Grandes, sino que además reapareció la Secretaría General del Movimiento. El avance de FE no se aprecia sólo en la celebración en octubre de 1953 de su 1er y único congreso, sino también en la disminución de las otras familias del régimen, principalmente monárquicos y católicos. En 1954 utilizó toda su fuerza e influencia para evitar el triunfo de candidatos de la 1 a significación en las elecciones municipales.
Ruiz Giménez tuvo dificultades y se centraron sobre todo en la aprobación de la Ley de Enseñanzas Medias, que motivó una dura protesta en el mundo clerical. En febo de 1953 la Ley fue aprobada. Pero el debate de esta Ley no fue nada comparado con los centrados en la apertura cultural. Ruiz-Giménez se apoyó en personalidades falangistas y éstas estuvieron presentes de modo especial en la Universidad: Laín Entralgo, Tovar o Fernández Miranda, rectores de Madrid, Salamanca y Oviedo, así como el director de Universidades, Pérez Villanueva.
Esos rectores y la prensa juvenil falangista, animada por Ridruejo, trataron de recuperar la tradición intelectual liberal española (sobre todo Unamuno y Ortega); para ellos el resto de las fuerzas del régimen representaban la derecha reaccionaria. Tenían adversarios peligrosos que eran los medios más clericales vinculados con la herencia de Maeztu y Acción Española más que con la FE de tendencias fascistas. Estos sectores, que sus adversarios identificaban con el Opus Dei, tenían gran influencia en el Mº de Información y Turismo, el Ateneo y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Su principal figura era Calvo Serer. Su planteamiento era totalmente distinto, pues abominaban de la cultura liberal y juzgaban la postura de la FE como entreguista y revolucionaria. Al ser monárquicos eran partidarios de la fórmula que era la que podía abrir el camino de sustitución del régimen de Franco. Desde finales de 1953 se suprimieron los debates culturales de interés entre las revistas culturales de una y otra tendencia.
Por estas causas, el aperturismo cultural de Ruiz-Giménez. tuvo que ponerse a la defensiva. La actitud de Franco respecto a este mundo fue siempre muy cautelosa y reticente y con él estaban de acuerdo un sector clerical y reaccionario que denunciaba cualquier intento de Ruiz Giménez para lograr la vuelta de los exiliados o la incorporación a la docencia de personas que podían manifestar una actitud inconformista con respecto al régimen. La Ley de Prensa, una promesa desde el fin de la guerra mundo no se hacía realidad. Otra cuestión que también se plantea fue la del sindicalismo oficial que para el sector católico del régimen no reunía las condiciones señaladas por la doctrina pontificia.
En los últimos meses de 1955 no parecía existir motivo por parte del régimen, para un temor inmediato. Puede considerarse que la opción republicana ya había desaparecido como posibilidad y que además, las oportunidades de la causa monárquica eran de momento nulas, aparte de que aparecía ahora colaborando con Franco. La conversación celebrada en 1954, 2ª entre Franco y Don Juan, demostró la identidad de ambos y su colaboración, aunque sólo fuera en relación con la formación de Don Juan Carlos.
En el caso del Partido socialista sus efectivos habían disminuido sustancialmente en la década de los 50. El socialismo seguía manteniendo unas fuertes apoyaturas internacionales con los socialistas europeos. El principal dirigente del PSOE en el exilio fue Rodolfo Llopis.
En cuanto al PCE hubo de sumar a la derrota de la guerrilla y a la imposibilidad de lograr conectar con otros sectores de la oposición en estos años, el tener las purgas estalinistas y la dirección abúlica e indecisa de Vicente Uribe entre 1952 y 1954. El V congreso del partido, en Praga en noviembre de 1954 supuso la renovación de la dirección; en dicho Congreso se propuso la constitución de un Frente Nal. Antifranquista destinado a crear un gobierno provisional revolucionario que llevaría a la práctica un programa que harían desaparecer los “residuos feudales del país”.
Los grupos estudiantiles no habían desempeñado un papel importante en la oposición, hasta los sucesos de febrero de 1956. Había falangistas inconformistas que apoyados en determinadas instituciones del SEU y algunas revistas, al mismo tiempo que controlaban a los estudiantes, contribuían a galvanizarlos; el sindicato estudiantil oficial movilizó manifestaciones contra la presencia británica en Gibraltar en 1954, pero acabó por poder controlarlas una vez que los estudiantes se enfrentaron con la policía. También había algunos estudiantes monárquicos inconformistas y una cierta efervescencia religiosa. Hubo también un fermento comunista en la protesta.
En los meses finales de 1955 se produjo un enfrentamiento directo entre los estudiantes y el régimen. Los 1os incidentes se produjeron con la muerte de Ortega y Gasset. Lo que era evidente era la actitud inconformista de las nuevas generaciones, reconocida por las autoridades académicas, que no encontraba fácil salida al marco del régimen. Las actividades de carácter literario sirvieron de aglutinante de los estudiantes con algunos dirigentes del franquismo como Ridruejo que ahora optaba por una posición liberal. Los dirigentes de la protesta (Pradera, Tamames, Múgica) pronto fueron comunistas y condujeron esa efervescencia cultural inconformista hacia una protesta más política, promoviendo un Congreso de Estudiantes al margen del sindicato oficial. Lo más importante es que, incidentes creados por la oposición, influyeron enseguida en la política interna del régimen.
Aunque en un 1er momento el aperturismo de Ruiz Giménez no era conflictivo con la FE, al encontrar el 1º puntos de contacto con actitudes inconformistas en el terreno político, había terminado por ser incompatible con el partido único. Franco actuó con su arbitraje habitual: Ruiz G representaba la apertura y la FE tenia corno principal valedor a Fernández Cuesta; ambos fueron cesados. Esa marginación tuvo un resultado más satisfactorio para la FE porque supuso la vuelta como ministro, de Arrese. En cambio, la apertura cultural no pudo ya producirse en el marco del régimen; tuvo lugar al margen de él e incluso en su contra. Para éste, lo sucedido en feb de 1956 tuvo una trascendencia relativa; la vida política del sistema siguió un rumbo que no quedó afectado.
En cambio en la oposición la repercusión fue mayor. En las semanas siguientes continuaron las manifestaciones y la detenciones. Pero muy pronto la protesta estudiantil se desvaneció hasta bien entrados los años 60.
LA NUEVA OPOSICIÓN y LA RENOVACIÓN DE LA TRADICIONAL
El papel de la oposición en la vida española seria muy superior después de 1965. Después de 1956 apareció una oposición interna en España que no tenía que ver con los grupos de la preguerra o del exilio, sino más bien con los vencedores. Pueden considerarse como el germen de lo que más tarde se llamó oposición moderada. Era una serie de grupos de significación centrista. Su antecedente se sitúa en los círculos cercanos a D. Juan de Borbón. Este mantuvo su postura colaboracionista, aunque no fue tan acentuada a partir de 1956.
Don Juan no repitió las declaraciones que en 1951 y 55 le aproximaron al franquismo, pero a finales de 1957 logró la definitiva incorporación del sector del carlismo y llegó a participar en un acto carlista en Lourdes. Ese acercamiento a la derecha no impidió que mantuviera también contacto con la oposición de izquierda y que tuviera algunos conflictos con Franco. En 1960 tuvo lugar la 38 entrevista entre ambos, centrándose de nuevo en la educación del príncipe. La falta de cordialidad entre los 2 se aprecia en los repetidos intentos del 1° por calificar como masones a los consejeros del 2°, así como imponer un tipo de preceptores de acuerdo a sus intereses.
A partir de la década de los 60 es cuando se observa más claramente la ambivalencia de la fórmula monárquica. En 1961 el 1er representante de la monarquía era José Pemán como presidente del Consejo privado de Don Juan. Este intentó que la Monarquía tendiera puentes hacia la intelectualidad liberal y lo consiguió; en 1958 visitó a Juan R. Jiménez en su exilio. A la vez. Don Juan Carlos, cerca de Franco representaba una versión de la Monarquía que parecía que seria compatible con el régimen. Después de su boda, se instaló en el Palacio de La Zarzuela, en 1963.
Entre los grupos de la nueva oposición podemos nombrar el inspirado por Dionisio Ridruejo que se llamó Acción Democrática y que en realidad había ido separándose del régimen porque consideraba que no tenia un carácter suficientemente falangista, pero tras los sucesos universitarios evolucionó a favor de la democracia por repudiar el franquismo. Su grupo político no pasaba de ser liberal de izquierda. Ridruejo dio un giro total para una persona que fue dirigente destacado de FE.
Otros sectores políticos aparecidos en esos momentos tenían unos precedentes de una significación más monárquica. Ese fue el caso de los grupos democratacristianos que tuvieron como inspiradores a Gil Robles y a Giménez Fernández. El 1º (consejero de Don Juan) fundó un partido llamado Democracia Social Cristiana que se declaraba monárquico. Más a la izquierda se situó el Grupo de Giménez Fernández que había sido republicano en los años 30 y se situó más a la izquierda en todos sus pronunciamientos y además tenia intención de entenderse con la izq. exiliada, como acabó haciendo. Los dos grupos condenaron el colaboracionismo católico con el régimen.
Los sectores monárquicos agrupados en Unión Española en 1957 seguían siéndolo, haciendo además compatible esta definición con la condición de demócratas. Este sector representaba también la conversión a las ideas democráticas de un sector que procedía de la extrema derecha de la II República. Unión España tuvo una peculiaridad estratégica que incluía la preocupación por los sectores militares, la participación en algunos de los procesos electorales del régimen y la adopción de una política económica basada en los principios de un liberalismo estricto.
No se trataba más que de grupos reducidos de personas, tertulias, cuya capacidad movilizadora era escasa. Pero en los medios oficiales despertaban más preocupación que los grupos clásicos de la oposición.
Tras los sucesos universitarios de 1956 no sólo surgieron estos grupos de la llamada oposición moderada, sino también otros que con el tiempo acabarían desempeñando un papel importante en la izq. española. Parte de los cuadros dirigentes del PSOE renovado tendrían esa procedencia y además se vio también en los medios socialistas el comienzo de una renovación generacional en el interior de España.
El Frente de Liberación Popular, nacido en 1958 de la inspiración de Julio Cerón tenía en principio una motivación en parte religiosa. Es característico de él un tipo de planteamientos revolucionarios que hicieron que sus dirigentes criticaran a veces al PCE o incluso acabaran en el País Vasco colaborando con ETA. El FLP es el 1er testimonio del impacto en España de una tendencia revolucionaria vinculada con el 3er mundo. En España acabó por diluirse a partir de los 60.
El Grupo que se reunió en torno a Enrique Galván en Salamanca no se puede identificar con la izquierda. Su postura doctrinal no se puede llamar monárquica, pero sí, desde una interpretación racionalista de la realidad política: para Tierno la Monarquía podía llevar a una libertad que era la solución funcional por excelencia. Este participó en los intentos de poner en contacto a la oposición exiliada con la del interior, lo que le obligó a abandonar España en 1960 y desde ese momento inició una evolución hacia el marxismo que en 1965 le llevaría al PSOE, aunque por poco tiempo.
El PSOE desde finales de los 50 pasó por el peor momento de su oposición al franquismo. En las huelgas de Asturias en 1957 y 58 los socialistas tuvieron un papel importante pero fue bastante menor que en las huelgas de 1962 en las que fueron superados por Comisiones Obreras. En la protesta estudiantil de 1956 la Agrupación Socialista Universitaria tuvo el inconveniente de chocar con la dirección exterior, al mismo tiempo que estaba penetrada por comunistas.
En el interior de España surgían las 1as diferencias con la dirección exterior del partido. Estas diferencias se producían por las de enfoque entre el realismo de interior y el purismo del exilio; puede decirse que los militantes socialistas del interior estaban más dispuestos a aceptar la colaboración con los monárquicos, pero también con los comunistas y sobre todo querían una actuación más autónoma, cosa que Llopis, en el exilio era reticente a hacer.
Un aspecto de la nueva oposición es el de sus contactos con los exiliados. El máximo declive de la misma entre 1951 y 1956 estuvo acompañado por la ruptura de los contactos entre la oposición interna y la exiliada pero se reanudaron de nuevo en 1956. 1º con los grupos de Ridruejo y Giménez Fernández. Al año siguiente con Tierno Galván que no comenzaron la colaboración mutua hasta 1959. La fórmula nacida en 1961 se denominó Unión de Fuerzas Democráticas y tuvo como eje la Izquierda Demócrata Cristiana y el PSOE exiliado; a la vez. una alianza suscrita por los principales grupos sindicales de la oposición (UGT, CNT y el Sindicato nacionalista vasco) pretendía que la colaboración no fuera sólo política.
Un rasgo común de todos los partidos surgidos hacia 1956 fue su europeismo. Por un lado, el régimen había pedido la integración española como si se diera cuenta que no había otra posibilidad para la economía española. Por otro lado, la opción europeísta en ese momento tenía una significación precisa y se identificaba con las fórmulas democráticas (excluyendo al PCE) quien tardaría en aceptar la integración de España en el MCE. El europeismo en España estaba difundido en medios muy amplios. En el exilio algún monárquico, los nacionalistas vascos y sobre todo Salvador de Madariaga, habían jugado un papel decisivo en la promoción de la Unidad Europea. La idea de Madariaga era que las internacionales deberían hacer una declaración en favor de la democratización de España. Finalmente se optó por celebrar una reunión sobre Europa y España con ocasión de otra celebrada en Munich por el Movimiento Europeo en julio de 1962. Cuando ésta tuvo lugar, España había tenido una oleada de huelgas, quizá las más amplias en cuanto a participación popular y dispersión geográfica desde finales de la guerra civil.
En esta fecha se reunieron en Munich más de un centenar de españoles de los que 2/3 procedían del interior; estaban representados todos los grupos de la oposición, tanto exiliada como interior. En el acto final de la reunión intervinieron Madariaga que recordó que Europa no era sólo un ámbito comercial y que por tanto los europeos no podían aceptar junto a ellos un régimen dictatorial y Gil Robles que recalcó que no era voluntad del movimiento europeo dar ningún tipo de lección a los españoles.
La respuesta de Franco fue inmediata y aparentemente desmesurada: se suspendió el Fuero de los Españoles y la prensa desató una durísima campaña contra los asistentes a la reunión de Munich, calificada de contubernio. Llegados a Madrid los asistentes a ella, debieron optar por el confinamiento en Canarias o la emigración. En total, 9 fueron a Canarias y todos acabarían jugando un importante papel en la política española de la transición sobre todo en la Unión de Centro Democrático, Al mismo tiempo se organizaron en España manifestaciones de quienes estaban a favor del régimen.
El contubernio de Munich tuvo una gran importancia en la Hª española. 1º porque por 1ª vez la oposición del interior parecía superar en nº y relevancia a la exiliada. Reviste mayor trascendencia que la coincidencia de Gil Robles y Madariaga, el hecho de que hubiera una sintonía entre ello y Llopis, el dirigente socialista, pues ambos se habían enfrentado ya durante la época republicana. Ni el FLP ni los comunistas participaron en Munich.
Después, hubo una crisis en los movimientos democristianos y entre los monárquicos. Una nota de D. Juan afirmando no haber estado representado en dicha reunión, fue tomada por Gil Robles como una desautorización y al mismo tipo tuvo lugar una división entre quienes aceptaron la posición de D. Juan y quienes no.
REFALANGISTIZACIÓN O DESFALANGISTIZACION: LA VIDA POLÍTICA DEL RÉGIMEN ENTRE 1956 Y 1965
A partir de 1956 comienza el intento de institucionalización del régimen, empezando por lo más sencillo, una Ley de Principios del Movimiento, mientras que los verdaderos proyectos constitucionales no se empezaron a elaborar sino cuando ya Franco había tenido un 1er aviso de muerte tras su accidente de caza a finales de 1961.
La alternativa de Franco fue en esos momentos, si inclinarse por la FE o prescindir de ella. Ante el resto de las fuerzas políticas que le apoyaban y que periódicamente le causaban conflictos, debía contar con su apoyo. Se había servido de sus dirigentes contra los jefes militares durante la guerra mundial y había mantenido en el poder a Fernández Cuesta, cuando los prebostes del falangismo dieron sensación de querer lanzarse por el camino de la indisciplina. A la vez había mantenido contactos estrechos con José Luis Arrese, convertido en paradigma de la FE más pura pero marginado en la posguerra y sencillamente le utilizará para sus propósitos.
Lo cierto es que aunque Franco en las semanas de después de la crisis de feb de 1956 hizo alusiones a la necesidad de renovar la FE, mantenía una clara prevención respecto a la posibilidad de concretar un poder. Arrese, al ver que el jefe del Estado no era partidario, y ante la posibilidad de verse privado de ese margen de poder tan amplio, que le permitía incluso legislar sin acudir al Consejo de Ministros, llegó a romper una propuesta que traía en ese sentido, pero a la vez, con sus declaraciones e iniciativas empujaba hacia la institucionalización a un Franco que no tenía tales propósitos.
En marzo de 1956 Arrese afirmó ante un grupo de falangistas que no estaba totalmente cerrada la estructura política del Estado, al faltar una ley sobre el Gobierno, y otra sobre el Movimiento. En oct empezó a tropezar con dificultades inesperadas y de ser la persona de mayor confianza de Franco, pasó a ser un peligro para la unidad del régimen. Ese mes Franco le entregó 15 observaciones a sus proyectos que él consideró como sentencias de muerte para ellos. Había conseguido rodearse de un equipo falangista sólido en el que el principal mentor fue Lamo de Espinosa, que consideraba que para la institucionalización del régimen había que olvidar la sucesión y la Monarquía y en cambio era necesario un Consejo Nacional fuerte como órgano que testimoniara que la soberanía le correspondía al Movimiento. Lo que caracterizaría al mismo era la independencia que tendría respecto a un supuesto sucesor de Franco, hasta el punto de que no se preveía ninguna función respecto al antiguo partido único. De aprobarse todas sus medidas hubiera supuesto la hegemonía absoluta de una FE que había sido la principal y aún única beneficiaria de la unificación producida en la guerra civil.
Inmediatamente comenzaron las protestas contra las pretensiones de Arrese. Los militares no tuvieron el menor interés en estos proyectos y además, fueron incitados a estar en contra por sugestión de los monárquicos. también la Iglesia se manifestó en contra en un escrito firmado por los 3 cardenales existentes. La “familia” católica presentó una contrapropuesta a las medidas falangistas basada en la potenciación de las instituciones representativas, la creación de un Consejo del Reino con más poderes y la disminución de los de la FE hasta su desaparición.
En enero de 1957, Carrero Blanco, que había expuesto su juicio negativo por escrito, relativo a los proyectos, recomendó a Franco el cese de Arrese, a pesar de ser "bueno, leal y persona excelente" también sugería la posibilidad de que se hiciera con la Secretaría General del Movimiento un militar y se prescindiera de Girón que parecía actuar en el Gobierno de una forma poco solidaria con el resto de los ministros económicos. Arrese aceptó ser relevado y pasado a la cartera de Vivienda, de modo que no se interpretara que con él nacía una disidencia falangista. Mientras, los falangistas más puros consideraron que desde ese momento se había producido una auténtica crisis de Estado.
El cambio de gobierno de febrero de 1957 es uno de los no deseados por Franco pero que le estalló de improviso. De 18 ministros cambiaron 12. La clave del cambio tal vez se encuentra en la marginación de Martín Artajo, de la familia católica, que en ese momento se había significado por su oposición a Arrese. Pero el hecho de que la familia católica. hubiera perdido el puesto relevante que hasta el momento había tenido, no contradice que la mayor derrota fuera la de la FE. La desaparición de Girón junto con la marginación de Arrese, reducían a FE bastante, pero sobre todo ése fue el resultado por las características de la persona que le sustituyó. José Solís representó un giro total dentro de la FE. Respecto a Navarro Rubio y Ullastres no parece que formaran un grupo ni se tenía la sensación de que tuvieran un propósito político preciso en estos momentos. La estabilización en este momento fue impuesta por las circunstancias.
A finales de los 50 los falangistas se sentían desamparados desde el punto de vista ideológico, como para montar unos Círculos Doctrinales José Antonio que, ayudados por la estructura del Estado, resultaban como una estructura paralela de las organizaciones del Movimiento. La realidad es que la vieja estructura del partido único, aunque permitía que ese sector falangista mantuviera una influencia importante en la vida política del régimen, se iba anquilosando.
Las organizaciones juveniles eran las que tenían más éxito, como el Frente de Juventudes, pero éste dependía sobre todo de su capacidad de ofrecer servicios sociales y no tenía necesariamente una significación ni una repercusión política. La gestión de Solís al frente de los sindicatos y luego del partido, tuvo como resultado principal el despolitizar sus organizaciones. Había muestras periódicas de protesta, recibidas en El Pardo con irritación.
El centro de la iniciativa política, se trasladó al entorno de Carrero B. donde empezaba a destacar López Rodó, catedrático de Derecho Administrativo. Ascendió gracias a Carrero, que venía a ser el medio por el que hacía llegar sus propósitos políticos a Franco. López Rodó dijo, ya en los 60, que los 2 objetivos fundamentales debían ser el desarrollo económico y conseguir un Estado social de derecho con instituciones representativas progresivamente ampliadas. Frente al intento de facistización patrocinado por Arrese, las nuevas fuerzas del régimen representaban la tendencia hacia una dictadura burocrática de contenido clerical.
En este sentido es muy significativa la Ley de Régimen Jurídico de la Admón. del Estado, de julio de 1957. La Ley no dedicaba ningún precepto al jefe del Estado, limitándose al Gobierno y altos cargos de la admón..; su condición de norma puramente administrativa (a pesar de recordar el posible desdoblamiento de la Jefatura del Estado y del Gobierno) se apreciaba en la regularización de los procedimientos y la organización del Estado, el establecimiento de una jerarquía normativa y la determinación de la responsabilidad del Estado y sus funcionarios. En relación con esta disposición hay que mencionar la aprobación, un año después de la Ley de Procedimiento Administrativo.
Carácter más marcadamente político tuvo la Ley de Principios del Movimiento Nal. iniciada en el verano de 1957 y que se caracterizó por el gran n° de personas que participaron en él. La leyera tan genérica que podía ser aceptada por todos pero también motivó reticencias entre los falangistas más puros, más por lo que no decía que por lo que contenía; en la Ley no se hablaba del Movimiento como organización ni se vetaba radicalmente el pluralismo asociativo o sindical. Al mismo tipo, el nombramiento de un juez militar especial para actividades terroristas, la Ley de Orden Público del verano de 1959 y la legislación sobre Rebelión Militar en 1960, proporcionaba al poder, los instrumentos para no tener que temer nada de la oposición que en esos momentos estaba en una situación desesperanzada.
En 1959 jóvenes falangistas reprodujeron las protestas contra Franco y Carrero. Hay que ver que en esas fechas, la eventualidad de un restablecimiento de la Monarquía era muy irritante para la FE y no era tan remota como antes. En ese año, D. Juan Carlos acabó sus estudios civiles y en 1961 empezó los militares. Si dadas las disposiciones legales la FE no podía mostrar proclividad republicana por lo menos hacía lo posible para complicar la determinación del sucesor de Franco D. Alfonso de Borbón, primogénito de D. Jaime empezó a ser aireado por los medios de la Sec. Gral. del Movimiento como una posible opción de recambio.
En diciembre de 1961 Franco sufrió un accidente de caza, no se sabe si accidental o preparado. Su reacción fue: hizo que 2 militares, Alonso Vega y Arias Navarro, encargados ambos del orden público redactaran la nota de prensa donde se informaba de lo sucedido y fue también otro militar, Muñoz Grandes quien al año siguiente sería nombrado vicepresidente del Consejo y por tanto eventual sustituto de Franco en caso de muerte por accidente. Quedaba así planteada la cuestión de continuidad y se veía claro que el pensamiento de Franco al respecto era el de dar predominio al Ejército.
El cambio de Gobierno se hizo en julio y aparte del nombramiento de Muñoz Grandes como vicepresidente, compatible con la Jefatura del Estado Mayor, introdujo novedades. Arrese desapareció. Apareció Fraga (como sustituto de Arias Salgado), que fue capaz tras un período largo de elaboración, de sacar adelante la Ley de Prensa sustitutoria de las disposiciones de 1938. En el Gabinete pronto se observaron alineamientos de posiciones. Muñoz Grandes no pudo desempeñar un papel político muy relevante, aunque normalmente se alineaba con ministros falangistas como Nieto Antúnez, Solís, Castiella y Fraga. Según la caracterización de este último, esa sería la tendencia aperturista, frente a la posición cerrada representada por Carrero Blanco, cerrada a toda evolución. Con todo, lo importante es la existencia de una lucha de tendencias, hasta entonces arbitrada por Franco convenientemente, lo cual empezó a flaquear ahora. La tendencia identificada con Carrero la consideraron sus adversarios como tecnocrática y vinculada al Opus Dei.
El problema de la continuidad, cercano el año 1962 estaba planteado en la vida del régimen de manera obvia y con él su institucionalización. Después del accidente de caza, Franco se vio afectado por el Parkinson que si le permitía llevar una vida prácticamente normal, con el paso de los años convirtió su voluntad en titubeante, como nunca lo había sido. La realidad es que el propio contexto anterior presionaba sobre la clase dirigente del régimen para que, al menos hubiera una apariencia de liberalización a comienzos de 1962 la petición de España de ingreso en el MCE plantease la necesidad de una homologación política.
En 1963 D. Juan Carlos se instaló definitivamente en el Palo de la Zarzuela, pero sólo lo hizo tras un paréntesis en que parecen haber existido unas relaciones tensas con Franco. Desde Estoril, D. Juan presentaba a la Monarquía como la salida natural del régimen y Franco mantenía su decisión inequívoca de que éste no debía ser cambiado, ni nadie le debía empujar hacia una sustitución o el abandono del poder.
Al régimen se le planteaban también problemas derivados del cambio de la sociedad española, producidos desde comienzos de los 60. El más importante derivó de las transformaciones sociales, producto del desarrollo económico más que de la existencia de diversas alternativas. Otro factor que hay que recordar se refiere a la evolución de la Iglesia católica. La difusión de la Mater et Magistra tuvo sus problemas, pero sobre todo, fue el Concilio Vaticano II y la elección de Pablo VI los que para Franco constituyeron un jarro de agua fría. Las consecuencias de este cambio en la Iglesia católica eran importantes, en un triple sentido para el régimen: 1°, introducía elementos de discusión, como fue por ej. en 1964 el estatuto de los no católicos que provocó la reticencia de Vigón y Carrero; 2°, motivaban la queja de los prelados por la ausencia de institucionalización o por las criticas a los organismos representativos existentes y 3°, alimentaban con argumentos la protesta respecto a las consecuencias sociales del desarrollo económico.
En 1965 se había hecho patente la necesidad de un cambio de Gob. al que, como casi siempre, Franco se mostraba remiso. La decadencia física de Franco se había iniciado ya y esto dificultaba su labor de arbitraje. Ya había empezado en esa fecha un proceso de desarrollo económico que no pocos de sus partidarios identificaron con su mismo régimen.
EL CAMBIO EN LA POLÍTICA y EN LA REALIDAD ECONÓMICA
A principios de los 50 se produjo por la vez en la W del Régimen franquista, un crecimiento significativo de la renta nacional. Hubo un crecimiento económico importante, en especial en la Industria. Mientras tanto, la economía española pasaba de ser mayoritariamente agraria a semi-industrial. Este tipo de crecimiento obligó con el tiempo a adoptar una política más ortodoxa a partir de 1957 y definitivamente liberalizadora en 1959.
Hay un 1er. factor que explica el cambio producido. Fue la aceptación de la España de Franco como un mal irremediable por las potencias democráticas y principalmente por parte de los EE.UU. En 1951 y 52, el Congreso de EE.UU. había concedido préstamos al régimen de Franco, que la propia admón. norteamericana no quiso hacer efectivos. Desde 1952 se hicieron efectivas estas ayudas pero fue con los pactos hispano norteamericanos cuando alcanzaron verdadera identidad. Entre 1951 y 1963 esta ayuda alcanzó la cifra de 1183 mili. de dólares, que son los que beneficiaron a la economía española. La distribución de la ayuda se hizo en 3 partidas, de las que la más importante fue la de bienes de equipo, seguida por las 1 as materias y los productos alimenticios. La ayuda norteamericana tuvo un efecto a la vez estabilizador y expansivo.
Un 2° factor es el relativo a la política económica que siguió el Gob. No existe duda que el Gobierno de 1951 era más competente en economía. Pero las discrepancias se plantean a la hora de determinar hasta qué punto la política económica seguida ese año constituyó un directo precedente del Plan de Estabilización de 1959 y de los Planes de Desarrollo. El resultado fue una cierta desaparición de la anterior discrepancia pero las declaraciones oficiales tendentes a aceptar por ejemplo lo imprescindible del intercambio comercial internacional, la economía de mercado y la iniciativa privada chocaron demasiado a menudo con la realidad de que en el momento decisivo, parte de la propia admón. no seguía el mismo programa enunciado.
Fue la industria y no la agricultura el gran motor del desarrollo económico. En cambio, el papel de la agricultura decreció en el conjunto de la renta nacional. En ninguno de los 2 casos se produjo un cambio decisivo en la política económica oficial: en 1951 se aprobó la Ley de Sociedades Anónimas y por esas fechas comenzó la concentración parcelaria" pero fueron poco relevantes.
No se alteró casi la política industrial. El lNI presidido por Suances, siguió siendo financiado por el Estado y se lanzó a 3 grandes proyectos industriales: REPESA, ENSIDESA y SEAT. Había otros aspectos en que la acción del Estado debería haber sido más decidida para promover un verdadero desarrollo industrial pero no fue así: siguieron los estrangulamientos provocados por el sistema de transporte y por las restricciones eléctricas que aún duraban en 1954.
En política monetaria el crecimiento de la oferta fue desproporcionado durante todo el período. La Hacienda pública siguió recurriendo a la Deuda y obligando a los bancos a absorberla pero dejando que éstos tuvieran libertad para pignorarla. Las consecuencias de esta situación fueron la inflación entre 1953 y 57; el índice oficial de precios experimentó un crecimiento de un 50%. La política salarial había sido muy estricta pero desde ese momento fue necesario adaptarla a las nuevas circunstancias y a las bruscas alzas salariales, patrocinadas por Girón desde el de Trabajo. Tampoco se mostró ni activo ni eficaz el Estado, al aplicar una política fiscal. El sistema seguía siendo poco equitativo y las reformas de la Inspección Tributaria o de la Contribución sobre la Renta no cambiaron prácticamente nada.
Pero se produjeron modificaciones importantes de la situación en el comercio interior y exterior. En abril de 1952 se decretó la libertad de comercio, precio y circulación de la mayoría de los productos. Por las mismas fechas desapareció la cartilla de racionamiento. En política comercial exterior el nuevo Mº de Comercio, regido por Arburúa dirigió su política a la expansión de las exportaciones y la mejora de la política de cambios. Se triplicó de 1951 a 1952 el n° de licencias de importación, pero otra vez la política económica iniciada con decisión acabó empantanándose en un gradualismo inefectivo. Lo único que permitió el incremento de las importaciones, imprescindible para la industrialización española, fue la ayuda americana. Pero lo que los rectores de la política económica de la época no consiguieron ni remotamente, fue que empezaran a despegar las exportaciones de productos industriales. La fragilidad de la situación comercial española quedó bien patente cuando en 1956 se produjo una helada de agrios que coincidió con una mala cosecha de aceituna. La capacidad España de compra en el exterior, dependía en más del 70% de los productos agrícolas y de materias primas.
El gobierno de 1951, desde el punto de vista económico, se vio sumido en contradicciones por el enfrentamiento entre los ministros económicos y los sectores que apoyaban la antigua política autárquica y que solían coincidir con el falangismo. En 1957 las reservas de divisas estaban casi agotadas y la inflación era galopante; la oferta monetaria había crecido en un 20% y la renta nacional. en menos de un 5%.
El Plan de Estabilización fue sobre todo obra de Navarro Rubio, mientras que Ullastres hubiera deseado una transición más lenta hacia la liberalización y López Rodó (como López Bravo) tuvo unos propósitos muy distintos de los que había provocado el Plan de Estabilización de 1959.
En el terreno económico fue sin duda el de Hacienda el gran protagonista de la etapa liberalizadora. Entre 1957 y 59 se produjeron cambios importantes a base de insistir en una coordinación y ortodoxia en el comportamiento financiero del sector público y sobre todo en proponer una actitud nueva y diferente respecto de los organismos económicos internacionales. El de Hacienda desempeñó un papel antiinflacionista. Fue además el principal responsable de que en 1958 España se vinculara a la Organización Europea de Cooperación Económica, al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo. también que la Ley de Contratos de Trabajo de abril de 1958 produjo una reestructuración total de las relaciones laborales adaptándolas a la realidad europea
Durante este período preparatorio de lo que fue luego el Plan de Estabilización, se mantuvo un crecimiento lento de la producción agraria, mientras que la industrial lo hacía más rápidamente. Donde la situación cambiaba era en el comercio exterior, demostrando hasta qué punto la política seguida había sido cautelosa e insuficiente. A fines de 1958 un informe de la OECE describía la situación como precaria y proponía no sólo la devaluación de la peseta sino abolir para siempre los artilugios intervencionistas en este terreno. La situación de las reservas de divisas España era manifiestamente dramática al existir un déficit que se había convertido en julio de 1959 superior a los 76 milI. de dólares.
Llama la atención no que los rectores de la política española cambiaran drásticamente el enfoque de la política económica, sino que tardaran tanto en hacerlo. La situación era en esta fecha desesperada. Se cernía sobre España la amenaza de la suspensión de importaciones vitales. El programa que los especialistas de los organismos internacionales en los que acababa de ingresar España ofrecieron a sus dirigentes era el mismo programa que acababan de poner en práctica en Francia.
Fue en esas circunstancias cuando, presionado por Navarro Rubio, Franco acabó cediendo de lo que había sido hasta el momento sus ideas en materia económica. Haga Vd. lo que le dé la gana, dijo a su Mº de Hacienda. De esa decisión surgió un memorando del Gobierno fechado a fines de junio de 1959 y dirigido al FMI y a la OECE. En ese texto se indicaba el giro que iba a dar la política económica España Esto presuponía que respetaría la iniciativa privada y recortaría el intervencionismo.
A este memorando le siguió a 1/2 de Julio, la publicación de un decreto-ley que fue descrito como Plan de Estabilización. El decreto titulado como de Ordenación Económica, contenía disposiciones muy variadas: 1°, limitaba el gasto público anual a 80000 milI y prometía mantenerlo controlado en presupuestos sucesivos. 2°, se ponía un topo máximo al crecimiento del crédito bancario, se anunciaba una reforma bancaria y se hacía desaparecer la pignorabilidad inmediata de la Deuda; se daba mayor flexibilidad a los tipos de descuento y de interés. 3°, se anunciaba una mayor coordinación de las política inversoras del Estado. 4°, se introducía una nueva política comercial por parte del Estado; sólo el 20% del comercio exterior seria comercio de Estado, se creaba el depósito previo a la importación y se unificaba el cambio tras una importante devaluación de la peseta con respecto al dólar. también se preveía la modificación del arancel. Otro aspecto importante del Plan fue el recurso a asistencias financieras exteriores principalmente de esos organismos internacionales; desde el exterior se respondía por tanto, positivamente a los intentos de modificar la política económica española.
El Plan de Estabilización tuvo un efecto inmediatamente positivo respecto a la balanza comercial. En 1960 se produjo una importante mejoría y en 1961 se pudo considerar que la crisis se había superado. Los que sufrieron sus consecuencias fueron los trabajadores que pudieron experimentar un descenso temporal de hasta un 23% en su nivel de renta. Aunque desde ese momento empezó el despegue del turismo español, el desempleo creció un 34%. Sin duda todos estos factores pudieron contribuir a los procesos migratorio s que hubo a continuación.
En abril de 1962 se reformó el sistema bancario, nacionalizando la banca oficial y creando 3 tipos de bancos privados; comerciales, industriales y mixtos. En julio de 1964 fue aprobada una reforma fiscal de carácter general.
La restricción del gasto público se llevó a cabo en algunos sectores como la RENFE, pero no en el INI, ni en vivienda. Sólo se creó en 1962 un órgano administrativo, la Comisaría del Plan de Desarrollo. que luego tendría rango ministerial. El 1er. Plan de Des. acabó de elaborarse en diciembre de 1963. Su redacción la emprendió una serie de comisiones y ponencias formadas por 400 personas, de las cuales, 250 eran empresarios. El modelo elegido fue el de Francia pues se ajustaba muy bien a las necesidades españolas. La elaboración del 1er Plan tuvo como consecuencia la apertura de un cierto debate público respecto a los problemas económicos del país.
Entre 1961 y 64 el incremento del producto industrial tuvo unas cifras elevadísimas que no volvió a alcanzar hasta 1969. Eso demuestra que fue el Plan de Estabilización y no propiamente los Planes de Desarrollo, el factor de la transformación de la economía española.
El Plan de Estabilización fue un gran desencadenante del desarrollo industrial pero su esencia era la liberalización y ésta permaneció en unos limites modestos. En un momento en que la figura predominante era Carrero Blanco, no podía ser de otra manera, pues su actitud hacia el exterior era recelosa, aunque pudiera ver el aspecto positivo de una apertura circunstancial ante el exterior. A esta prevención había que sumar su nacionalismo. Esta no era la mentalidad de López Rodó o López Bravo. En definitiva, cuando se puso en marcha el 1er plan, ya eran patentes las limitaciones de la liberalización iniciada en 1959 y luego detenida.
Importa señalar que el cambio en la política económica fue acompañado de una paralela flexibilización en la política social. En la etapa de la autarquía había sido el de Trabajo el principal protagonista de la política social. Desde este momento, el papel más decisivo le correspondió a la Organización Sindical.
En 1953 se reglamentaron los Jurados de Empresa. En 1957 en pleno bienio preestabilizador, se realizaron las 1as elecciones a enlaces sindicales y en 1958 se aprobó la ley de Convenios Colectivos. en adelante, en las empresas, la renovación del convenio sería un elemento de politización de la lucha social, pero a la vez, se había convertido en posible, que una reclamación salarial no acabara en conflicto de Orden público
También se aprobó la 1ª reglamentación del seguro de paro, ya existente en Europa.
DE LA OPOSICIÓN POLÍTICA A LA OPOSICIÓN SOCIAL
A partir de la reunión de Munich empieza una etapa de oposición al franquismo que tiene como protagonista la protesta social más que la política. Esta última en el pasado se basaba en unos cuantos grupos reducidos en n° y cuya acción consistía en gestos simbólicos.
La oposición social pasó por unas fases fundamentales. Empezó por ser una oposición del catolicismo organizado para luego provocar la rebelión de los estudian tes y de ella pasar a la protesta obrera. En la 1 a etapa del franquismo sus organizaciones de apostolado obrero dirigieron sus protestas contra las malas condiciones de trabajo y tuvieron un papel importante en las huelgas de 1951 y 56. Pero fue el Concilio Vaticano II el que tuvo un efecto decisivo sobre todas las organizaciones apostólicas y no sólo obreras.
A mediados de los 60 se había producido un cambio decisivo. en la mentalidad de los dirigentes de esas organizaciones apostólicas convirtiéndose en radicalmente ajenas a las pautas del régimen. Lo que es evidente es que los movimientos apostólicos fueron la 1ª forma de socialización de la política en la generación joven. Se puede así decir que el catolicismo tuvo un papel decisivo en la divulgación de los principios democráticos a través de sus órganos de expresión o los vinculados indirectamente con él. Un ej. puede ser la revista “Cuadernos para el Diálogo” fundada en oct ubre de 1963 y que desde unos principios católicos fue agrupando a toda la oposición. Constituyó un testimonio de la evolución de un sector del catolicismo colaboracionista hacia la oposición. Su fundador fue Joaquín Ruiz Giménez que con el paso del tiempo asumiría la dirección del sector más izquierdista de la Democracia Cristiana.
Pero los antecedentes de la protesta estudiantil hay que situarlos en los sucesos de 1956 y también en las transformaciones producidas a comienzos de la década de los 60 en el sindicalismo universitario oficial, que había perdido casi completamente su carácter fascista y se había adaptado a las circunstancias. A mediados de los 60 los estudiantes antifranquistas eran aún una minoría. La iniciativa de la protesta contra el régimen la tuvo la Univ. de Barcelona y en 1961-62 la protesta se trasladó a M y fue protagonizada por sindicatos que pretendían no tener un contenido político partidista como la FUDE (Federación Universitaria Democrática española) y la UED (Unión de Estudiantes demócratas).
La protesta estudiantil se hizo más intensa en el curso 1964-65 y a su manifestación de estudiantes de feb de 1965 se sumaron varios profesores (Aranguren Montero, Calvo, Tierno Galván). Desde ese momento, tanto la protesta como la reacción gubernamental fueron diferentes. En 1965 los sindicatos clandestinos habían sido sustituidos por Asambleas de Estudiantes, pues un sindicato estudiantil estable era imposible porque aunque lo intentaron estudiantes disidentes del régimen, la represión lo desarticuló. El régimen en vez de resucitar un SEU fascista, lo que hizo fue intentar unas Asociaciones Profesionales de Estudiantes que tampoco tuvieron mayor éxito.
A finales de los 60 el régimen parecía haber dado ya por imposible la situación de la Universidad que no podía resolver pero con la que se limitaba a convivir. A partir de esta época los estudiantes inconformistas ya eran una mayoría, lo cual era un testimonio de la debilidad del régimen pero también de su fuerza en cuanto que podía convivir con la disidencia sin sentirse amenazado por ella, siempre que no saliera de la Univ.
La clase obrera también consiguió su autonomía aunque más limitada. Su protesta no se inició hasta bien entrados los 60. En ello influyó la propia estrategia de las clandestinas. Los comunistas se habían dado cuenta de la necesidad de una acción legal pero estaban muy aislados como para lograr que ésta fructificara: la oposición sindical obrera que controlaban casi no tema significación. En cuanto a la UGT, la negativa a tomar parte en las elecciones sindicales contribuyó a aislarla.
La situación empezó a cambiar a principios de los 60 como consecuencia del cambio producido en la legislación. La Ley de contratos de Trabajo de 1958 que no se aplicó hasta 1961, como consecuencia del Plan de Estabilización, regulaba las relaciones laborales con la firma de un convenio que creaba en el seno de las empresas una periódica lucha reivindicativa. En 1965 se declaraba legal la huelga por factores puramente económicos; incluso la creación del Consejo Nal. de Empresarios rompía la estructura vertical del sindicato. Es posible que de las huelgas asturianas de 1962 derive el sindicalismo de la última fase del régimen, e incluso el actual, porque se trató de un conflicto concreto que concluyó en la demanda de libertad de huelga y de creación de sindicatos, aspectos en los que tuvo el apoyo de sectores intelectuales y no sólo obreros. también aparecen grupos de obreros de procedencia católica (Hermandades del Trabajo)
Las Comisiones obreras es posible que nacieran como la formalización de los comités surgidos espontáneamente para presentar ante la autoridad empresarial las reivindicaciones planteadas por estas fechas o quizá fueron obra del propio PCE; parece claro que si en una zona como Asturias, la iniciativa fue de los comunistas, en otros lugares como Madrid, tuvieron un papel más importante católicos e incluso falangistas disidentes. En 1964-65 empezaron a organizarse Comisiones Obreras de carácter provincial y ya en 1966 cuando se celebraron elecciones sindicales en toda España, el sindicato clandestino logró un gran éxito. En 1967 Comisiones celebró su la asamblea en la que se vio la influencia dominante de los comunistas. De esta forma, el PCE había empezado a romper la situación de aislamiento tanto respecto de la sociedad española como de los restantes grupos de oposición.
Este fue el 2º logro del PCE y el más importante. Antes había logrado atraer a buena parte del mundo intelectual y sobre todo, había conseguido la respetabilidad en la totalidad de los disconformes con el régimen. Mencionar Comisiones y los medios políticos con los que tuvo contacto, sirve de introducción para los cambios producidos en el seno del PCE que si no fueron decisivos, resultaron suficientemente significativos, aparte de estar relacionados con el proceso de cambio que estaba experimentando la sociedad española. Por otro lado, la mayor actividad del partido tuvo como consecuencia inmediata una mayor dureza en la represión.
LA CULTURA DURANTE EL FRANQUISMO INTERMEDIO
Si en los 50 y principios de los 60 surgió una clase política que aún sigue presente en la vida pública español lo mismo cabe decir del mundo intelectual. Fue este sector el que hizo avanzar a España en el sentido de una homologación con el pensamiento y las concepciones de la vida del mundo occidental, cerrando la herida de la guerra civil y abriendo el camino hacia la. generalización del ideario democrático de convivencia. En ello es donde de se puede encontrar el paralelismo respecto de la evolución económica.
La presencia de Ruiz Giménez en el poder consiguió la 1ª apertura intelectual que tuvo lugar en el régimen de Franco La evolución de los pensadores más significativos de la España de entonces y de la de después se caracterizó por el establecimiento de un puente con el exilio y con la tradición liberal española. Aranguren. Tierno Galván, Julián Marías, colaboraron en la empresa.
La polémica más representativa de este movimiento cultural fue la que se produjo en tomo a la figura de Ortega y Gasset acusado de heterodoxia religiosa. estuvo en el punto de mira de las actitudes más nacional-católicas al ser su pensamiento más sistemático que el de Unamuno y parecía más peligroso.
A finales de los 50, los liberales de procedencia ex-falangistas, participaban ya en las empresas intelectuales organizadas en España y fuera de ella en tomo al Congreso por la libertad de la cultura, de ideología occidentalista. Algo que se derivó de la polémica sobre Ortega fue la denuncia por parte de Marías de que hubo quienes lo utilizaron en contra del régimen. pero enseguida lo consideraron a él y a su pensamiento como algo a eliminar, como también el propio liberalismo.
Hay otros aspectos de la evolución del pensamiento español: de esa época son los principios de la recuperación de las culturas de la España periférica; ya se publicaban títulos en catalán. también aparecieron las 1as muestras de un marxismo autóctono convenientemente camuflado para que pudiera pasar la censura que respecto a los libros se había hecho ya más flexible.
Hay que hacer mención también a la recuperación de la tradición de las revistas intelectuales de interés general: Atlántida, Revista de Occidente y Cuadernos para el Diálogo (de neta inspiración católica) que en su momento inicial acabó por ser portavoz de toda la oposición política al régimen.
En los años 50 se produjo en la narrativa española un cambio tendente a recuperar la realidad cotidiana e histórica del testimonio sobre el mundo den entorno que se ve en novelas como La Colmena de Cela, La Noria de Luis Romero o Proceso Personal de Suárez Carreño. Esa tendencia realista se puede considerar el rasgo más destacado de todo el período de la literatura español no sólo en la narrativa sino también en la poesía social y buena parte del teatro. Desde el punto de vista político, la operación realismo fue patrocinada claramente por el PCE y su emisario entonces en el interior de España era Jorge Semprún.
Sin duda la novela más característica de este periodo es El Jarama, en que la ausencia de acontecimientos relevantes revela lo chato de una existencia apenas alterada por la muerte de una de las protagonistas.
Muestra de la novela social de la época como moda literaria hay que mencionar a autores como Gironella, Delibes, los relatos cortos de Aldecoa o Fernández Santos.
De la poesía de los 50, y la ½ de los 60, hay que destacar su historicidad, realismo, compromiso, testimonio y denuncia (Celaya, Otero y Hierro).
El compromiso político dio lugar a una polémica en el teatro, de mayor dignidad, no evasivo. Enfrentó a Alfonso Sastre con Buero Vallejo. Sin duda fue “Historia de una escalera” la que inició la escuela realista cuyos interiores nada tenían que ver con los burgueses del teatro más convencional
Hubo una 2ª generación realista más joven representada por Muñiz, Olmo (La Camisa), Martín Recuerdo, que presentaron con abundantes referencias al presente, la pobreza y la postración espiritual de una España respecto de la cual nunca dejaron de mostrar su disconformidad.
El teatro convencional y de humor no tuvo las limitaciones respecto a su representatividad que el realista. Pemán derivó desde el drama histórico al costumbrismo. El mayor éxito teatral le correspondió a La muralla (1954) de Joaquín Calvo Sotelo. Es muy característico de las condiciones sociales en que se desenvolvía el teatro de la época, el hecho de que una parte considerable de la renovación del panorama dramático tuviera que hacerse mediante el humor (Jardiel Poncela y M. Mihura). La fórmula menos renovadora pero más adaptada a la sociología del espectador español de la época fue la representada por Paso.
En pintura, el surrealismo sin duda fue el desencadenante de una voluntad estética de vanguardia. En él son perceptibles influencias del surrealismo centroeuropeo (Ernst, Klee) pero también del propio Miró que regresó a España en 1942. Fue sólo a partir de la 2ª ½ de la década de los 50 cuando se impuso definitivamente el informalismo.
DESARROLLO ECONÓMICO. APERTURA y TARDOFRANQUISMO (1966-1975).
EL CRECIMIENTO ECONÓMICO EN LOS AÑOS 60 y 70
Sobre 3 motores se asentó el crecimiento industrial y la modernización social y fueron: el turismo, las inversiones extranjeras y la emigración de mano de obra principalmente a Europa.
El Turismo se convirtió en la 1ª industria nacional (se le denominó la revolución del turismo). Un factor tan importante como el sol o los monumentos artísticos españoles, lo representaba el nivel de precios relativamente bajo con respecto a Europa. De 1966 a 1970. El n° de turistas creció desde 17 a 24 millones, cuando en 1961 era sólo algo más de 7 millones. De ellos, sólo 1 y ½ eran norteamericanos y algo más de la ½ del Mercado Común. El papel del turismo fue fundamental para la balanza de pagos española, porque era lo que principalmente lograba equilibrar una balanza comercial muy deficitaria. A mediados de los 70 empezó a disminuir el papel del mismo en la economía española; en la fase inicial del desarrollo industrial española, su papel fue mucho más decisivo. Fue y sigue siendo turismo de verano de clase media dirigido a zonas concretas que eran regiones desarrolladas y originó más que una industrialización, una terciarización de la sociedad española.
Entre sus efectos negativos hay que mencionar la destrucción de gran parte de los paisajes naturales de la zona mediterránea. Pero una parte de la transformación de los hábitos culturales y las formas de vida de los españoles se debió al contacto con el mundo exterior a través del turismo.
Con respecto a las inversiones extranjeras, la política gubernamental jugó un papel mucho más decisivo que en lo que respecta al turismo. Desde 1959. las inversiones menores del 50% del capital se vieron liberalizadas; se podían hacer en inmuebles, en cartera o directamente. Para las inversiones superiores al 50% había de aprobarlo el Gobierno a no ser que se tratara de bienes de equipo no producidos en el país. La procedencia de los capitales era principalmente norteamericana, luego suiza, alemana, francesa y por último británica. La inversión se dirigió sobre todo a la industria química pero también al comercio y la alimentación. Lo que atrajo al capital europeo fue la existencia de una mano de obra barata y un mercado en expansión.
El 3er motor de la economía española fue la exportación de mano de obra a Europa. El principio de la emigración fue consecuencia del Plan de Estabilización de 1959. El Estado no sólo no desalentó la emigración, sino que siguió una política que la encauzaba. El n° de emigrantes al año en la década de los 60 (excepto en 1967-68) fue superior a los 100.000 y en 1964. pasó de los 200000. Las remesas de los emigrantes supuso para el país algunos años unos ingresos dobles que la exportación de cítricos. Se instalaron en los países más desarrollados como Alemania, Suiza o Francia y procedían de las regiones más subdesarrolladas de España. Desde el punto de vista económico, la emigración tuvo unas consecuencias positivas al propiciar la capitalización y la mejora de la formación profesional. Incluso provocó un importante incremento de los salarios en el medio rural, al carecer por 1ª vez éste, de mano de obra suficiente. El balance entre los aspectos positivos y negativos es equilibrado.
El crecimiento económico experimentado por España está protagonizado por la industria, pero también hubo una profunda transformación de la agricultura. En los años 50, la aplicación de los programas de colonización (planes Badajoz y Jaén) fue llevada a cabo con una gran lentitud.
A finales del régimen de Franco el organismo que llevaba la política agraria se denominó Inst. de Reforma y Desarrollo Agrarios (IRYDA) pero no hubo una acción decidida respecto de la estructura del mundo agrario. A finales de los 60, España aún recordaba algunos países tercermundistas en agricultura sobre todo por su falta de modernización. El consumo de abonos y la mecanización que se habían previsto en el 1er Plan de Desarrollo, no se cumplíeron y eso agravó los males tradicionales de una agricultura que en 1966 aún tenia un gran n° de mano de obra analfabeta.
Mayor trascendencia tuvo para el campo, el hecho de que el Gobierno facilitara la emigración. La pérdida de 1 millón de personas activas en este medio, que se dirigieron a la ciudad o al extranjero, tuvo consecuencias rápidas, sobre los salarios agrícolas. Esta subida de salarios afectó no sólo a los jornaleros, sino también a los pequeños propietarios, muchos de los cuales tenían unos ingresos inferiores a los de los jornaleros. De este modo, las propiedades más pequeñas y menos rentables desde el punto de vista económico, tendieron a desaparecer. Se calcula que de 1962 a 1972 desapareció medio millón de fincas más o menos.
Este factor fue el que impulsó la modernización de la agricultura. El latifundismo seguía existiendo pero no lo era la presentación del mismo como un fenómeno de explotación irracional. En los 70, el papel de la agricultura en el total de la economía española había ido disminuyendo, incluso en las exportaciones. En 1968 se creó un Fondo Regulador de Precios y Productos Agrarios (FORPA). Sólo en 1973, la agricultura española empezó a responder a las verdaderas demandas del mercado interno. A finales del franquismo, aunque España estaba por debajo de la mayor parte de los países europeos en empleo de maquinaria agrícola y abonos, había conseguido duplicar el rendimiento por Ha. de maíz, mientras que el de la cebada y el trigo habían aumentado un 60%; a la vez se cuadruplicó la producción de carne por habitante y se duplicó la de huevos. Hay que decir que el crecimiento económico de los 60 y 70 fue principalmente consecuencia del crecimiento industrial; aunque la realidad es que el papel de la planificación fue pequeño en ese proceso, el papel de la política económica fue grande en el periodo de la Estabilización. Los que dirigían la vida económica estuvieron asesorados por unos buenos economistas, entre los que figuraban Sardá o Fuentes Quintana.
Los Planes de Desarrollo fueron sólo una fórmula de previsión, pero bastante imperfecta; no fueron obra de economistas sino que estuvieron inspirados por un administrativo como López Rodó. Este dependía directamente de Carrero Blanco y la creación de un para el Plan de Desarrollo coincidió con la disminución relativa de su poder político.
Desde el 1er Plan se fueron sucediendo los siguientes sin que se modificaran. En esas previsiones gubernamentales llama la atención los muchos aspectos que no se tuvieron en cuenta. No se previó el desarrollo turístico, ni se consideró el sector de servicios en general, ni los movimientos migratorios que en el 1er Plan fueron 4 veces más importantes de lo que se había pensado.
El último Plan de Desarrollo fue el que menos se cumplió. Quizá lo único fundamental de los Planes fue hacer ver a los españoles la importancia de la política económica.
Casos como el de MATESA indicaron que en la práctica, en una economía como la española, lo esencial para los buenos negocios no era la modernización tecnológica o la imaginación empresaria, sino que la empresa estuviera bien situada en los medios oficiales porque así tendría posibilidades de ayudas importantes. Ya no hubo empresas de interés nacional, pero sí, otras que se consideraban de interés preferencial. En 1967 desaparecieron los requisitos relativos a la autorización previa gubernamental para instalar una industria.
Pero el intervencionismo estatal permaneció en otros terrenos imponiendo la necesidad de tener en cuenta la actitud oficial en cualquier tipo de empresa. Hay que referirse a la llamada acción concertada gracias a la cual, con bajos intereses, podía financiarse hasta el 70% de una fábrica o su ampliación. Otra forma de intervención del Estado en la industria era la promoción de una cierta política regional. En 1964 se crearon 5 Polos de desarrollo y otros 2 de promoción industrial. Y en los 70 se establecieron otros 5 Polos de desarrollo más. A esto hay que sumar los llamados Polos de descongestión industrial. Pero todos ellos a menudo fueron creados por motivos políticos y además el Estado no siempre cumplió con las obligaciones que él mismo había señalado.
Otro aspecto del intervencionismo estatal es el de la maquinaria económica, que no se refería directamente a la política industrial, sino a la política monetaria que siendo alternativamente expansiva y deflacionaria, contribuyó a evitar que se desarrollaran todas las potencialidades económicas existentes y sobre todo, evitó las inversiones arriesgadas a medio y largo plazo.
Es espectacular el crecimiento del producto industrial español en la década de los 60-70 (160% en 1963-1972) aunque lógicamente tendió a decrecer según pasaba el tiempo. Las industrias más en auge fueron las químicas y la del automóvil, que no sólo había aumentado la producción sino que también lo hizo la productividad, que se duplicó en 196170. Las razones para explicar este desarrollo industrial reside en la existencia de un mercado interior capaz de una demanda grande, si era posible, por la apertura al exterior. Esa rapidez del crecimiento industrial tuvo también inconvenientes, pues concretó la localización industrial en una porción reducida de España. A mediados de los 70, el 49% de la industria estaba en Madrid, el País Vasco y Cataluña y a excepción de la siderurgia, Cataluña tenia un claro predominio en las demás ramas. Julián Marías escribió que España no era un país subdesarrollado, sino mal desarrollado.
En el sector exterior se produjo una importante evolución positiva durante los años posteriores al Plan de Estabilización. Tan sólo las exportaciones entre 1960-1975 se multiplicaron por 10. también cambió la composición de la exportación española; la exportación agrícola se redujo a 1/3 mientras creció mucho la de bienes intermedios, bienes de capital y bienes de consumo.
Al final del régimen de Franco se había roto con la imagen habitual de España como país exportador de cítricos; también se exportaban buques y máquinas-herramientas. Al Plan de Estabilización le sucedió una etapa liberalizadora que luego se detuvo. Las medidas arancelarias protegieron el mercado pero además hubo otros procedimientos para lograrlo como subsidios, impuestos de compensación y ayudas del crédito oficial. Las desgravaciones fiscales a la exportación crecieron. La relación entre importaciones y Producto Interior Bruto creció hasta 1965 para luego estabilizarse y con las exportaciones ocurrió al revés. España no se abrió tanto al comercio como otros países.
España pidió su adhesión al Tratado de Roma en 1962 un tercio del comercio era con la Comunidad, cifra muy superior a cualquier país de Europa. En el verano de 1970, se llegó a un tratado que no era de adhesión, imposible mientras siguiera el régimen de Franco, aunque era muy beneficioso para las 2 partes.
El crecimiento económico español desde 1959 fue espectacular. España figuró en los años 60-70 como uno de los 5 países con mejores resultados económicos del mundo. En los 70 ya era el 10º u 11º país industrializado. Lo gracioso del caso es que la revolución no la habían previsto los responsables del poder político, ni sobre todo, se realizó como ellos habían pensado.
EL CAMBIO SOCIAL y LA MODERNIZACIÓN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA
La transformación de la sociedad española no se puede separar del cambio producido en la economía los dos avanzaron hacia la modernización.
El n° de españoles desde el censo de 1960 al de 1970, creció de 30 millones a más de 33. En lo que 1º se advierte la modernización de la sociedad es en la demografía. La disminución de la natalidad en la fase final de la era de Franco descendió de 121 a un 18/1000 y lo que indujo a ella fue el matrimonio tardío y la restricción de la natalidad. Pero con todo, el crecimiento vegetativo español fue muy fuerte, oscilando entre el 12 y el 10/1000.
Hubo también cambios importantes por las migraciones internas. En los 70, unos 4 millones de españoles cambiaron de residencia. Pasaban a lugares donde existían recursos económicos y posibilidad de desarrollo y no al revés. Consistió en el cambio de campesinos o jornaleros a los núcleos urbanos donde había más trabajo y podían promocionarse personalmente. El 1er resultado de estos cambios fue la urbanización de la población.
Hay que decir que la diferencia en el lugar de residencia no implicaba sólo una cuestión de dimensión, sino de forma de vida. A principios de sigo todo el peso demográfico del centro era superior al de la periferia, pero en 1970 es al revés. La migración interna va hacia Madrid, las costas (en especial el País Vasco y Cataluña), los valles cercanos a Francia y todo el eje del Ebro. Se observa que el cambio de la sociedad esp. acontece en sólo una generación. Cercana la muerte de Franco la población activa esp. era moderna aunque el papel del mundo agrícola seguía siendo muy grande y el sector de los servicios ocupaba el 40% y la industria cubría el 38%. El desarrollo español de los 60 fue el producto mucho más del trabajo de los españoles que de los Planes de Desarrollo. La población activa creció y además a ella se incorporó la femenina.
El peso del trabajo y de la voluntad de mejora personal y familiar se demuestra al ver que había cantidad de personas haciendo jornadas de 10 horas y que 1 de cada 5 trabajadores en Madrid estaba pluriempleado a comienzo de los 70.
Los datos relativos a la renta per cápita y al consumo revelan que la mayor parte de la población fue beneficiada por la evolución económica de estos años. En 1967 la renta per cápita era superior en un 50% a la portuguesa, pero 2/3 de la italiana.
Donde mejor se aprecia el cambio de la sociedad es en el consumo. Su despegue y su modernización se generalizó en los 60. Al principio se duplicó el n° de automóviles, creció un 50% el de teléfonos. En el período de 1966-74, pasó de producir 250.000 automóviles a 700000. El bienestar también se ve en la disminución del papel relativo de la alimentación en los presupuestos familiares.
La distribución en clases de población española no resulta sencilla. Un fenómeno de importancia es el que se refiere a la emergencia de los que se llamaron nuevas clases medias formadas por oficinistas, vendedores y técnicos de grado medio que además fueron protagonistas esenciales del desarrollo y de la ampliación del consumo pero también del pluriempleo. Ahora bien, la desigualdad seguía caracterizando a la sociedad. Los cálculos acerca de la pobreza eran poco precisos desde el punto de vista cuantitativo, oscilando entre 700000 y 1.800000 las familias consideradas pobres. Pero resultaba patente la existencia de una población marginada. A veces se trataba de lo que podía llamarse una pobreza antigua. A ésta había que sumar la nueva: la de los emigrantes a las ciudades, carentes de cualquier tipo de formación, que. vivían miserablemente en chabolas suburbiales separados de la sociedad en alza.
Según J. Marías, fue el mal desarrollo el que caracterizó a la sociedad española de los 60 y 70. Esto se apreciaba también en la incapacidad de respuesta del Estado a las demandas de la sociedad. Sólo en 1970 por la vez el Estado español gastó más en educación que en el Ejército, aunque a pesar de ellos las deficiencias de la educación eran bien claras; una educo preescolar raquítica y una Universidad que, en cambio había visto crecer el n° de alumnos. Algo parecido sucedía con la vivienda cuya demanda creció durante el 1er Plan de Desarrollo un 50% más de lo previsto.
EL CATOLICISMO ESPAÑOL EN UNA ERA DE CAMBIO
La Iglesia española evolucionó a partir del Concilio Vaticano II, lo que constituye una prueba del cambio de mentalidad respecto a todas las cuestiones, incluidas las políticas, de la sociedad española y un motor de aquélla.
El nacional-catolicismo, más que una teología o una doctrina precisa fue una mentalidad que conectaba perfectamente con la de los vencedores de la guerra civil. Quienes en la jerarquía expresaron en los 50 reticencias respecto del régimen, partían de posiciones especialmente integristas como Segura y Pildain.
La vida religiosa española se caracterizaba por una intensa movilización a través de las asociaciones de apostolado, pero a veces, entidades como las Hermandades Obreras de Acción Católica o la Juventud Obrera Católica, ya desde los 40 chocaron con las entidades sindicales oficiales. La autocrítica que apareció en los 50 en el catolicismo, estuvo centrada a veces en motivos sociales pero apareció sobre todo entre los intelectuales. Esa generación intelectual tenia al menos, una procedencia católica mientras que las que le siguieron pasaron por la experiencia de un catolicismo agobiante y además impuesto.
Habría de ser el Concilio Vaticano II en 1965 el que divulgara las posturas a seguir. El papel de la Iglesia española en el desarrollo de las sesiones conciliares no se puede calificar de brillante; apenas proporcionó un 5% de los padres conciliares que no actuaron de forma coordinada y se alinearon en su mayor parte con la minoría más retardataria; así sucedió respecto de la libertad religiosa. Puede decirse que en muchas materias, el Concilio Vaticano II fue una revelación para el catolicismo español también es cierto que podría llegar un momento en que la tensión entre los más renovadores y los más retardados produjera un rompimiento en el catolicismo español. La propia concepción de la Iglesia como sociedad perfecta en el nacional-catolicismo, chocaba con las tesis conciliares. Una consecuencia del Concilio fue la aprobación de una Ley de Libertad Religiosas en 1967. Hasta esa fecha, la situación de los protestantes en España era lamentable. El proyecto original fue redactado por Castiella y motivó reticencias por parte de Carrero Blanco y recortes del de Justicia que luego al llegar a las Cortes, aumentaron más. La ley supuso una mejora considerable de la situación legal de los cultos diferentes del católico, pero aún así, los propios organismos católicos la consideraron insuficiente.
El Concilio Vaticano II tuvo un gran impacto sobre la propia Jerarquía eclesiástica española. Hay que ver que 1 año después (1966) aún el 83% de los obispos había sido nombrados con el procedimiento del derecho de presentación previo en el Concordato de 1953. Durante el período 1965-71 se nombraron 42 obispos nuevos en la última etapa del franquismo con las diferencias entre las autoridades eclesiásticas y civiles, se hizo habitual el nombramiento de obispos auxiliares para lo que no se exigía la intervención estatal.
El cambio en la Jerarquía al sustituirla por otra más joven, contribuyó a que cambiaran de forma significativa sus enseñanzas. Desde 1966 funcionó la Conferencia Episcopal como órgano colegiado. En junio de 1969 el Papa Pablo VI declaró su paternal afecto a España pero a la vez mostró una cierta inquietud. En septiembre de 1971 se celebró la Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes que reveló un cambio sustancial de postura por parte de unos y otros. Este cambio, diría después el Cardenal Tarancón (que desempeñó un papel muy importante en el proceso del cambio) se debió a unas razones eclesiales, no políticas sino religiosas.
Pero estos cambios de mentalidad y esta contribución a la convivencia tuvieron dificultades. Hubo en la Iglesia española un desgarramiento interno. Si la mayor parte de los católicos siguieron a sus obispos, hubo también los que optaron por una posición que recordaba más el pasad: de ahí la creación de la llamada Hermandad sacerdotal, que los agrupó. El concilio contribuyó tanto a un cambio de mentalidad que originó una grave desorientación respecto a vocaciones con pérdida de las mismas. La incidencia de las secularización tuvo su peor momento al final de los 60 pero perduró durante los 70 la disminución de vocaciones.
Hubo unos efectos: la crisis de los movimientos apostólicos entre 1966-68. En 1968 se produjo la división masiva de los altos cargos de la Acción católica que perdió la ½ de sus afiliados a pesar de ello, los que quedaron (más de 300000) eran más numerosos que todos los grupos de oposición juntos. Hubo un trasvase de la dirección de los organismos de apostolado a las actividades políticas en contra del régimen.
Este reaccionó ante el nuevo frente que se abrió contra él por la transformación de la Iglesia española En un momento en que el pluralismo de los católicos y su actitud defensora de los principios democráticos se habían generalizado, el régimen quiso ratificar su vinculación a los principios del catolicismo nombrando obispos como miembros del Consejo del Reino o como procuradores en Cortes. En las conversaciones entre Carrero y Tarancón, ello prometió dar a la Iglesia todo lo que quiera pero sólo con la condición de que fuera nuestro principal apoyo. Pero la situación había cambiado desde comienzos de los 70 con una Iglesia desligada del colaboracionismo y de la que surgían protestas crecientes por la situación social y política. La actitud de disidencia por distintos motivos de carácter diferente que los sociales empezó en las regiones en que por Hª el catolicismo había tenido un talante más avanzado. Fue después del Concilio cuando se hizo habitual la actitud beligerante. Unos 150 sacerdotes sufrieron sanciones de uno u otro tipo y muchos pasaron a la cárcel de Zamora, habilitada para ellos.
Las diferencias entre autoridades políticas y religiosas se hizo grave en los años finales del régimen y afectó a todos los aspectos de la relación entre ambas. Se planteó la necesidad de elaborar un nuevo Concordato. En 1971 se redactó un proyecto por parte del Vaticano y el embajador Garrigues que introducía muy pocas modificaciones. En 1973 Roma era consciente de que no debía precipitarse estableciendo una nueva relación. Eran los momentos en que la conflictividad ente Iglesia y Estado era casi diaria. Los 2 puntos más fuertes de esta colisión fueron la intercesión papal por el proceso de Burgos y el intento gubernamental de expulsión del Arzobispo de Bilbao, Monseñor Añoveros.
LA APERTURA y LA DIVISIÓN INTERNA DEL RÉGIMEN
La apertura no fue obra de una generación de dirigentes; se ha identificado la apertura con el sector tecnócrata del Gobierno formado en 1962. Ahora, en la última fase del régimen, los técnicos se hicieron cada vez más frecuentes mientras que las familias se desdibujaban y eran bastante semejantes a clientelas. Ante todo y sobre todo, los tecnócratas fueron la clientela reunida en tomo a Carrero Blanco cuya influencia se hacía creciente y a quienes sus adversarios identificaron con el Opus Dei. En realidad hubo posiciones distintas pero un n° elevado de sus miembros, vinculado o no a López Rodó, desempeñó un papel crucial por estos años en el Gobierno de Franco.
López Rodó llegó al Gobierno en 1965 perfectamente identificado con Carrero, que sumada su identificación a la que éste tuvo con Franco, le daba una influencia considerable. La tecnocracia que él representaba a lo que se parecía era, a aquellos sectores que, durante el reinado de Fernando VII, se hicieran representantes de una cierta tendencia moderada, insatisfactoria a la vez frente a los ultras y los liberales. El otro ministro significativo del Gobierno de 1965 fue Silva Muñoz, titular de Obras publicas y representante de la transformación de la familia católica del régimen. La mayoría de los nuevos ministros se alineaban tras Carrero sustituyendo a Muñoz Grandes. Este venía a representar, en el mundo militar, al sector falangista. El cese de Muñoz Grandes, que conservó la Jefatura del Estado Mayor, se debió probablemente a sus diferencias con Franco, principalmente por la cuestión de la Monarquía a la que como falangista era particularmente reacio.
Carrero, poco ambicioso y sin deseos de publicidad, carecía de la flexibilidad de Franco y por su condición de secretario adquirió una identificación total con él.
El Gobierno de 1965 fue el que llevó a cabo la institucionalización del régimen, que acabó en un reflujo de las actitudes aperturistas y en la aparición de posturas contrapuestas sobre política interna.
La Ley de Prensa de 1966 fue la 1ª norma institucionalizadora. Hasta entonces, el régimen de prensa había tenido una enorme dureza. Fraga anunció en 1962 la inmediata aprobación de la nueva Ley pero el proceso para llegar a ella fue muy complicado a través de muchos borradores redactados por otras tantas comisiones. El Estado se reservaba el derecho de inspeccionar la inscripción de los diarios y a través de la agencia EFE controlaba las noticias del extranjero; podía recurrir al secuestro preventivo de una publicación y también sancionarla por la vía administrativa. El efecto de la Ley de Prensa fue positivo. 1º se produjo una multiplicación de las publicaciones. En 2º lugar, la prensa pudo romper con lo que había sido su comportamiento habitual hasta entonces: Según Pla, consistía en hinchar noticias que no sucedían y cortar las que pasaban. En 3er lugar, y sobre todo la prensa, pudo contribuir de manera decisiva a divulgar los principios y normas en los que se basa la democracia e incluso llegar a convertirla no sólo en algo conocido, sino habitualmente admitido por los españoles. Dificultades: las 1as nacieron de la introducción de normas restrictivas como la modificación del Código Penal en 1967 y una Ley abusiva de Secretos oficiales. La misma legislación proporcionaba posibilidad de sanción muy amplias. Fraga estaba presionado por sus propios adversarios en el Consejo de Ministros.
Los antecedentes remotos de la Ley Orgánica deben remitirse a los proyectos de Arrese y al conjunto de proyectos redactados, como alternativa, durante el Gobierno de 1962. Fue promulgada en enero de 1967. Fernández Carvajal, el mejor estudioso de la Ley la define como un intento de convertir una dictadura constituyente en una Monarquía limitada y contrapesada por instituciones originariamente fascistas, en las que hasta entonces se había fundamentado el régimen. La Ley en sí no determinaba los perfiles del sistema político institucionalizado por Franco; eran necesarias disposiciones complementarias en cuyas discusiones se agriaron las relaciones de las distintas familias del sistema y de los ministros.
La Ley Orgánica también imponía una transformación oficial que ya había ido transformándose pero que ahora debía adaptarse al nuevo marco constitucional. Las mayores dificultades residieron en la Iglesia, quien no dudó en afirmar que la legislación española sobre la libertad sindical y la huelga, tenían poco que ver con las enseñanzas pontificias. El debate sobre el sindicalismo llegó a ser tan intenso que la cuestión acabó por declararse secreto oficial.
La Ley de Libertad religiosa de junio de 1967 sólo permite la tolerancia y motivó la máxima oposición de los más cerrados falangistas que veían en la aparición de un pluralismo religioso, el indicio de la implantación del político.
La Lev sobre el Movimiento Nacional de comienzos de 1969 no reducía éste a una genérica unión de los españoles alineados en principio con el régimen, sino que potenciaba el aspecto organizativo y por tanto el recuerdo de los años azules del régimen.
En lo que la clase dirigente se mostró con un acuerdo suficiente fue en el nombramiento de D. Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco. Fue un proceso muy lento, sin embargo los indicios de que Franco se inclinaba por D. Juan Carlos y no por su padre, eran obvios desde los 60. D. Juan Carlos procuró adaptar su forma de actuar a esa realidad, evitando una excesiva vinculación con el entorno que rodeaba a su padre con el que siempre pareció mantener una identidad de fondo: tenia una entrevista al mes con Franco, que sintió por él el afecto que tendría por un hijo.
D. Juan, cuando se produjo el referéndum por la Ley Orgánica, recomendó a su hijo aplaudir en el caso de que esa medida sirviera para institucionalizar el régimen y esperar en vez de adherirse a esa fórmula, como hizo D. Alfonso de Borbón. De la causa monárquica se hizo responsable desde 1966 José Areilza, que si se equivocó en lo que respecta al candidato al trono, no lo hizo con relación al tipo de Monarquía.
Franco decidió su propia sucesión en los 1os meses de 1968. D. Juan Carlos tenia ya 30 años y declaró aceptar la legalidad vigente. A finales de ese año, D. Carlos Hugo, primogénito de D. Javier de Borbón-Parma, que no dudó en adherirse a Franco durante el referéndum, fue expulsado de España pese haber tenido ruante algún tiempo apoyo de los medios sindicalistas. La comunicación al sucesor por parte de Franco fue muy tardía y D. Juan sólo recibió una pura notificación. D. Alfonso de Borbón que seguiría siendo el principal rival de D. Juan Carlos en la sucesión, fue enviado como embajador a un puesto relevante para señalar su importancia, pero alejado para que no importunara una gallegada comentó D. Juan Carlos.
Su elección como sucesor fue por voluntad de Franco pero también con la aceptación de las fuerzas del régimen, pero en ese mismo año, desapareció esa coincidencia. Hubo 2 líneas enfrentadas en el consejo de Ministros que respondían a actitudes diferentes con respecto a cada problema, a talantes personales y a criterios de clientela. La posición representada por Carrero Blanco se señalaba por una clara orientación pro-norteamericana en política exterior por creer en su carácter imprescindible; pero la descolonización debía ser sustituida por la transformación en provincias de los territorios ultramarinos. Su gran arma era el desarrollo económico y la gestión técnica de las carteras relacionadas con él. Su posición estaba más cerca de la defensa de una dictadura burocrática. La postura contraria partía de una política exterior reservada frente a los norteamericanos que querían apoyarse en la descolonización para conseguir la devolución de Gibraltar; insistía en criterios sociales frente a la liberalización económica de los Polos de Desarrollo. Pretendía realizar una reforma del sistema político desde sus propios presupuestos.
Quienes defendían lo 1º no eran los ministros tecnócratas, aunque sí medios juveniles que el sector adverso creía vinculados con ellos. En esa 2ª postura estaba Castiella, Fraga, Solís y el almirante Nieto Antúnez. Con la influencia que tenia Carrero ante Franco, era difícil que este sector pudiera triunfar. 1968 fue un año muy tenso. La cuestión se planteó como una lucha frontal, el verano de 1969 con el caso MATESA.
MATESA era una empresa de maquinaria textil que tuvo un éxito grande de cara al crédito oficial; 12000 millones de Pta. en 5 años. La compañía estaba al corriente del pago de los intereses; con el tiempo sólo se la pudo culpar de determinadas irregularidades en la evasión de impuestos y en el retorno al Instituto Español de Moneda Extranjera de las divisas obtenidas por la exportación. Pero MATESA a menudo vendía sus propios productos a filiales establecidas en el extranjero para, de esta manera, tener acceso a esos mercados; así conseguía los beneficios de su tarea exportadora, muy desmesurados para lo que había sido su realidad. Se convirtió en el factor desencadenante de todas las tensiones políticas. En julio de 1969 se planteó el caso. Fraga cuenta que se enfrentaron 2 tendencias en el consejo de ministros en relación con esta cuestión: la disputa a conseguir aclarar el caso, con la que se identificaba y la que quería echar tierra al asunto. El de Información concedió a la prensa una libertad que no daba para el resto de los asuntos. Franco era impotente para arbitrar y se desarrolló una polémica poco disimulada que tenía mucho de ajuste de cuentas.
En agosto fue cesado el presidente del Banco de Crédito Industrial y se decidió la incautación de la compañía por parte del Estado, pero tal medida fue revocada gracias a la intervención de Fraga y con el asentimiento de Franco. En octubre tuvo lugar una crisis gubernamental en la que abandonaron el poder las figuras más destacadas del sector que se había caracterizado por su oposición a Carrero y los tecnócratas (Fraga, Solís y Castiella).
Tanto el Consejo Nacional como las Cortes, crearon comisiones de encuestas dedicadas a tratar de MATESA y el Tribunal Supremo no tuvo inconveniente en procesar a aquéllos que por su proximidad a Carrero parecían haber logrado la victoria política en 1969 llegó a ser encausado el Presidente del Banco de España y el ex ministro de Hacienda, Navarro Rubio.
LA PROTESTA SOCIAL Y EL TERRORISMO
El papel de la oposición en la sociedad española se hacía creciente. Eso no quiere decir que la oposición pusiera en peligro al régimen el franquismo convivió con ella e incluso con el terrorismo. Su papel más importante fue tener en continua tensión al régimen y su sola existencia obligaba a la clase política a plantearse una opción reformista. La opinión pública se sentía atraída por ella. En los Movimiento reivindicativos de periodistas, abogados e incluso militares, hay una coincidencia en las protestas.
Llama la atención cómo a partir de los 70, la relevancia del Movimiento estudiantil disminuyó, mientras que aparecía cada vez con más pujanza la protesta obrera. En 1969 estuvo a punto de ser cesado el rector de la Universidad de Barcelona. En los 3 estados de excepción que se produjeron entre 1968 y 1970, la revuelta de la Universidad (y las sanciones contra ella), jugaron un papel parecido y probablemente mayor que el Movimiento obrero. Desde la ½ de los 60 hasta la muerte de Franco creció enormemente el n° de huelgas. En 1966 hubo unas 100, en 1968 se triplicaron. De momento, los conflictos estaban en las zonas tradicionales de protesta obrera Asturias, Barcelona, País Vasco Y Madrid. Eran más intensos en los sectores productivos caracterizados por una mayor conciencia de clase: la minería y la metalurgia. Marcelino Camacho, principal dirigente de Comisiones Obreras, era un metalúrgico.
Las huelgas no decrecieron en los últimos años del franquismo y cada año supuso gran n° de jornadas perdidas. La estadística creciente de conflictividad no se debía sólo a factores políticos sino que la coyuntura económica jugó un papel decisivo. La protesta con el tiempo se fue trasladando desde las zonas de tradición sindical clandestina a la totalidad del territorio peninsular. En los 70, el País Vasco estuvo a la cabeza de la protesta sindical. Un rasgo muy significativo es el elevadísimo n° de huelgas que se producían por solidaridad esto, de nuevo revela que el régimen político mismo, lejos de ser un factor de paz social era en ese momento un obstáculo para que ésta se produjera.
Al incremento de la protesta le correspondió otro en la represión. Lo más significativo desde el punto de vista histórico es el hecho de que en la fase final del régimen la oposición no se alojaba exclusivamente en cenáculos. Entre 1969 y 1974 hubo 17 muertos como consecuencia de los enfrentamientos entre las fuerzas del orden y manifestantes trabajadores. El n° elevado se debe a la propia magnitud de las manifestaciones y la difusión de tesis radicales entre los activistas y también hay otro factor que lleva de nuevo a la falta de capacidad funcional del régimen para mantener la paz. Las fuerzas de orden no estaban preparadas para enfrentarse con manifestaciones pacíficas.
En la década final del franquismo el sindicato clandestino más importante seguía siendo Comisiones Obreras; el PCE era el partido política más vinculado a su dirección. Cuando en mayo de 1972 fueron detenidos los dirigentes del sindicato, se pudo comprobar. En este caso, las sanciones fueron muy duras llegando a los 20 años de cárcel en caso de reincidencia. El 2º sindicato en importancia era UGT. A la protesta obrera y estudiantil se fueron sumando una serie de colectivos sociales que hasta entonces no habían tenido protagonismo y que mostraban la creciente politización de la vida española.
La prensa contribuyó mucho más que la mayor parte de los grupos políticos a la difusión del ideal democrático. De la actitud del profesorado universitario puede decirse algo parecido a la de la profesión periodística: como colectivo y con no muchas excepciones, se situaban frente al régimen. La prensa fue la que 1º se movilizó contra el régimen pero a partir de los 60, el Movimiento de protesta se había extendido también a los Colegios de abogados. Eran sólo los abogados jóvenes o los más politizados los que se sintieron guardianes de los derechos humanos y procuraron que la legislación recibiera una interpretación progresista. Las elecciones en el Colegio de Abogados de Madrid se convirtieron en confrontación electoral de carácter seudo-políticos, en que la oposición estuvo siempre a punto de obtener la victoria.
Hubo un sector del Ejército que se politizó en sentido contrario al régimen aunque siempre minoritario. Desde finales de los 60 el PCE trató de conseguir una neutralidad del Ejército español; de ahí la difusión de propaganda dirigida a ello. Pero el factor desencadenante de la organización de la disidencia en el mundo militar fue el ejemplo de la revolución portuguesa. La Un. Militar Democrática estuvo organizada sólo en Madrid y Barcelona, en 1974. Esta (UMD) creó un Comité táctico destinado a intervenir en contra de un golpe de Estado con propósito regresivo. La mayoría de los militares españoles tras una etapa de intensa politización del Ejército deseaban su radical alejamiento de estas cuestiones. Apareció el Terrorismo: ETA nació antes, pero su conversión a los procedimientos terroristas es de 1967; con ellos nunca tuvo la menor posibilidad de conseguir sus objetivos finales, es decir, la independencia del País Vasco del resto de España pero influyó de forma decisiva en la política española. El asesinato de Carrero, de no haberse producido, hubiera conducido la evolución histórica por otros derroteros. ETA fue el fenómeno terrorista más importante de Europa con la sola excepción del IRA.
En el nacionalismo vasco existe una tradición histórica de radicalidad independentista que puede considerarse como un antecedente de ETA. Su nacimiento no puede entenderse al margen del contexto de profunda desilusión que vivía el nacionalismo vasco en la 1/2 de los 50. Nació en julio de 1959 y significa ETA: "Euskadi y libertad" y se definía como movimiento revolucionario vasco de liberación nacional, pero el término revolución no quería decir marxismo ni empleo de la violencia.
Una cuestión que siempre ha estado presente en ETA ha sido la contraposición entre el nacionalismo y el obrerismo. Otro motivo de contradicción interna es el grado de activismo, así como la posible contraposición entre la acción exclusivamente terrorista y la protesta social, no armada y más amplia, como fenómeno complementario. Sus los años fueron de radicalización ideológica y de su conversión en una organización revolucionaria. Fue en los años 66-68 los que la configuraron como Movimiento terrorista. En el País Vasco era habitual el estado de excepción.
En los 1os meses de 1970 ETA tuvo una grave crisis y su divisionismo interno aumentó, pero además la represión parecía que la haría desaparecer. Pero el juicio de Burgos en contra de un grupo de militantes a los que se acusaba entre otras cosas de la muerte de un inspector de policía, tuvo una reacción de solidaridad tanto en la oposición en general como en todo el País Vasco. La atribución a la jurisdicción militar de este juicio y la ausencia de garantías procesales, motivaron una protesta generalizada, mientras que el secuestro por parte de ETA de un cónsul alemán, dic a lo que sucedía una auténtica repercusión internacional. El régimen tuvo la suficiente prudencia como para indultar de la pena de muerte a los condenados pero ese hecho fue interpretado por la oposición radical como un signo de debilidad.
El atentado contra Carrero era en principio un secuestro planeado para libera a 150 presos de ETA. Sólo cuando ésta se convenció de la imposibilidad de realizarlo, optó por el atentado.
EL TARDOFRANQUISMO y LA DEGRADACIÓN DEL RÉGIMEN
El Gobierno con Carrero de Vicepresidente fue calificado por sus adversarios de monocolor. No queda duda de que el binomio Carrero-López Rodó había conseguido una influencia abrumadora; de la Comisaría del Plan procedían 4 de los once nuevos ministros en 1969. Carrero y L. Rodó habían conseguido un claro predominio en el Gobierno; eso no quiere decir que lo tuvieran en la totalidad del sistema político.
El Gobierno de 1969 pudo hacer frente de forma más coordinada a los problemas políticos que se plantearon. El Asunto MATESA se convirtió en Las Cortes en un instrumento de protesta por parte de la clase dirigente del Movimiento contra el Gobierno, pero éste liquidó la cuestión decretando una amnistía en octubre de 1971, que dejó libres a 3000 presos, pero también a los responsables políticos que ni siquiera habían sido juzgados por aquella cuestión. El presidente de MATESA había denunciado a casi 5 centenares de personas que habían cometido el mismo tipo de irregularidades administrativas que él, con las divisas. Esa solución aumentó los motivos de queja, incluso por parte de los beneficiarios.
Lo mismo se puede decir de los interrogantes acerca de la sucesión surgidos poco después del nombramiento del Príncipe de España. En diciembre de 1971 se anunció el noviazgo de D. Alfonso de Borbón con del Carmen, nieta de Franco. D. Alfonso al que se le concedió el título de Duque de Cádiz, insistió en ser considerado como 20 en la línea sucesoria. Hubo una cierta tensión entre D. Juan Carlos y Franco, quejoso de que no se aceptara la concesión del título de príncipe para el marido de su nieta. Una situación así es sólo imaginable con el declinar de la voluntad tan firme como la que había tenido Franco.
El Gobierno de 1969 tuvo como cerrada enemiga a una extrema derecha representada por BIas Piñar que veía en la política seguida una amenaza para lo que habían sido las fundamentales características del régimen hasta el momento o que pedía actitudes drásticas contra la oposición. A este Gobierno se le consideró aperturista; los expedientes sancionadores disminuyeron, la prensa, responsabilidad de Sánchez Bella recibió una presión efectiva incluso mayor. La postura gubernamental no era regresiva sino que sólo respondía a lo que el régimen había sido en el pasado o atendía de forma coherente a los que en él desempeñaban un papel decisivo. La Ley sindical de 1971 evitó que el Mº de Relaciones Sindicales fuera elegido de manera más o menos directa por la Organización sindical e impuso un ministro nombrado por el Presidente del Gobierno; esto que fue considerado como regresivo por los procuradores sindicares era lo que siempre había sucedido en el régimen. Cuando en 1974 Arias Navarro quiso plantear un programa reformista, aludió a la necesidad de modificar la Ley Sindical. El problema clave fue el del asociacionismo político.
Los que se asociaron fueron los partidos. El Gobierno era consciente de que así como había otros sectores de la vida española capaces de organizarse en asociaciones, no era éste su caso. A estas alturas, el aparato juvenil del Movimiento era difícilmente controlable. Valdés (falangista) había desplazado de su puesto a Ortíz Bordás quien contribuyó a formar un grupo de jóvenes consejeros del Movimiento y procuradores unidos y denunciaron la falta de horizontes de cambio institucional en el régimen De esta manera, empezando por repudiar a Carrero, pasaron a aceptar una reforma en sentido democrático de este sector salió buena parte de los reformistas del régimen en la fase final del mismo y al comienzo de la transición.
El papel representado por la oposición en los 70 por las malas relaciones con la Iglesia, acabaron en reproches por parte de los gobernantes y llegó al extremo de reprochar a la jerarquía el no haber sido capaz de agradecer la ayuda económica prestada por el Estado. Pero si esta incomprensión tuvo reflejos para adaptarse a una situación en que la protesta era creciente y no parecía acabar, es cierto que el régimen se veía deteriorado por una conflictividad que no en su totalidad tenía un carácter político. El proceso de Burgos por ej. no liquidó a ETA sino que le proporcionó mayor fuerza.
Carrero organizó desde 1968 un Servicio dependiente de Presidencia, para combatir la subversión, formado principalmente por militares al mando del Coronel San Martín. La influencia y la información de este servicio no parece haber sido buena, mientras que la mayor parte de los departamentos ministeriales estaban más interesados en causarle problemas que en prestarle ayuda.
Franco debía ser consciente de su incapacidad para el ejercicio directo del poder y ello lo prueba el que en junio de 1973 nombró presidente del Gobierno a Carrero. La transición política que conllevaría la muerte de Franco ya era inmediata. la prueba de ello es el intento de Carrero de formar un Gobierno caracterizado por la pluralidad de su composición. Este sería un Gobierno para la transición pero también para la continuidad del franquismo.
Pero con estas perspectivas acabó la Operación Ogro con la que ETA asesinó a fines de 1973 al presidente Carrero. Los sucesores inmediatos del mismo no tenían peso específico en la vida del régimen como para desempeñar ese papel. Su política fue titubeante y confusa. Casi el único elemento de continuidad entre el Gobierno de Carrero y el de Arias Navarro fue la decadencia irremediable de la salud física de Franco. Si en las crisis anteriores se había hecho patente el resquebrajamiento de su carácter, ahora, al nombrar a Arias Navarro fue el testimonio de la definitiva crecida de su entorno familiar en la política del régimen. En la opción final por éste, pudo influir Rodríguez de Valcárcel como presidente de las Cortes y del Consejo de Reino. Fernández Miranda que como vicepresidente había alentado esperanzas, fue marginado. D. Juan Carlos no fue consultado para nada en el transcurso de la gestación del nuevo gabinete.
Arias Navarro no tardaría en demostrar sus limitaciones. Pronto se vio que su apariencia de energía, encerraba en realidad, vacilación. Los nombramientos que hizo para cubrir los puestos del Consejo de ministros recayeron sobre personas que a menudo estaban por debajo del nivel exigible para esa responsabilidad, y quiso dar la sensación de una cierta ruptura de la continuidad respecto de la etapa precedente.
Todo esto y la madurez de la sociedad esp. para las formas democráticas de convivencia, es un factor decisivo para explicar el espíritu del 12 de Febrero. Contra todas las previsiones, Arias Navarro hizo en esa fecha una declaración de intenciones en la que afirmó desear un consenso articulado, operacional y critico y así manifestaba una voluntad de reforma política dentro de las coordenadas habituales del sistema. Ese programa consistía en la reforma de la Ley Sindical y la aprobación de una Ley de Régimen Local, otra de Asociaciones y de un sistema de incompatibilidades.
Este espíritu se desvaneció al mes siguiente cuando el arzobispo de Bilbao, Añoveros suscribió un documento que produjo una reacción tal, que estuvo a punto de provocar su expulsión de España. Franco contribuyó en uno de sus arranques de prudencia política a evitar que se siguiera el enfrentamiento. Las circunstancias se hicieron difíciles para el nuevo Gobierno. Ya era patente el impacto de la crisis de la subida de precios del petróleo, pero además, en 1974 entraron en crisis en Europa 2 regímenes dictatoriales que tenían puntos de coincidencia con el franquismo. Además del caso de Grecia, el fin del Portugal de Salazar que representaba mucho para Franco.
Los sectores más cerrados a cualquier posibilidad de evolución en el seno del régimen, reaccionaron a la vez ante el posible peligro de un mismo destino. Arias Navarro también se vio influido por el búnker político, siendo su caso especialmente grave porque en el fondo estaba más cercado a los sectores de extrema dcha. En junio de 1974, clausurando definitivamente el espíritu del 12 de febrero Arias identificó al pueblo español y al Movimiento Nacional.
En julio de 1974 una primera enfermedad obligó a que Franco cediera temporalmente sus poderes a D. Juan Carlos; un día antes se había creado la 1ª entidad unitaria de la oposición, la Junta Democrática. El futuro Rey no quería asumir los poderes interinos, con la previsible reasunción por parte de Franco, pero no le quedó otro remedio y cuando Franco volvió a retomarlos, se enteró en el mismo momento de producirse. Seguía funcionando un subterráneo pacto de familia por el que su padre hacía afirmaciones que completaban la imagen de la Monarquía como institución dirigida a todos los españoles. En el verano de 1975 D. Juan declaró no haberse sometido en toda su vida a ese poder tan dilatado e inconmovible ejercido por Franco; a estas declaraciones le siguió la prohibición de residencia en el territorio nacional.
El Gobierno era totalmente incoherente. Cabanillas y Carro, junto a Arias, representaban la postura de mayor apertura y a veces entraba en conflicto con Utrera quien a su vez excitaba las reticencias de Franco frente a la posición aperturista. Las asociaciones fueron aprobadas a fines de 1974 pero su vertebración legal, al hacerlas depender del Consejo Nacional, las hacía poco atractivas para cualquier sector de la vida española.
Franco, tras su enfermedad, reasumió sus poderes en septiembre de 1974 y a esto le siguió una embestida en contra de los sectores más aperturistas del Gobierno de Arias Navarro. Ya antes había habido problemas por la elaboración de una Ley de huelga que motivó la sustitución de uno de los vicepresidentes, Licinio de la Fuente por Alfonso Suárez; en el verano fue también cesado el general Díez Alegría, general liberal capaz de favorecer la transición a la democracia como en el caso de Portugal. En octubre fue cesado también Pío Cabanillas y con él se solidarizó el vicepresidente económico del Gobierno, Barrera de Irimo.
El Gobierno de Arias en el otoño de 1975 era la imagen de la desorientación. Cuando en septiembre de ese año 5 terroristas fueron ejecutados, como procedimiento drástico para cortar las manifestaciones de oposición, se produjo una generalizada protesta en toda Europa contra el régimen. Así se agravaba por la vez desde hacía 30 años, el panorama de la política exterior española.
HACIA LA UNIDAD DE LA OPOSICIÓN
La protesta social había ido creciendo hasta 1973 y alcanzó sus cotas más altas en los 1os meses posteriores a la muerte de Franco. No era una protesta que tuviera propósitos exclusivamente socialistas o revolucionarios, ni por sí misma era capaz de producir el cambio del régimen, pero demostraba hasta qué punto la sociedad se había independizado del Estado.
Otro factor era el Terrorismo, pero la brutalidad terrorista había enajenado a ETA la relativa benevolencia con que parte de la oposición la vio hasta principios de los 70. Tras el atentado contra Carrero, el PCE mostró su repudio a ETA y la condena fue mayor cuando en septiembre de ese año se produjo el estallido de una bomba en la cafetería Orlando. La represión, combinada con el apoyo de una parte importante de los vascos a ETA, contribuye de modo importante a explicar la última división del nacionalismo radical antes del final de Franco. Un sector tendió a combinar la acción violenta con actos no terroristas (ETA político-militar) y de él surgieron agrupaciones sectoriales como el Frente Obrero o el Frente Cultural. Eran el sector de ETA más radical en términos ideológicos. De esos frentes surgió la coalición de partidos conocida como Herri Batasuna. Pero quien predominó no fue esa actitud sino el puro activismo terrorista que representaba ETA militar.
Desde Octubre de 1974 a octubre de 1975, ETA asesinó a 22 miembros de las fuerzas de Orden Público y 14 civiles, pero más significativo es el hecho de que en los días de las ejecuciones del septiembre de 1975, pararon en el País Vasco unas 200000 personas en solidaridad con los 2 militantes etarras que perdieron la vida. Desde el 73 el terrorismo no se limitaba sólo a ETA. Había también grupúsculos de origen comunista prochino como el PCE reconstruido y la OMLE y el GRAPO.
La llamada oposición moderada pareció tener en esos momentos menor protagonismo que el de la protesta social o los terroristas. Su papel no residía en el ofrecimiento de una alternativa de futuro, organizada en partidos políticos, semejantes a los existentes en EU. Hubo en la fase final del régimen, una zona-colchón de la política española en la que era inequívoca la voluntad de democratización pero con discrepancias o procedencias dispares. Gran parte de la oposición moderada se había identificado antes con D. Juan de Borbón quien, en esta fase final del franquismo acentuó sus discrepancias con el régimen y reunió periódicamente a grupos de seguidores que le veían como alternativa a una monarquía como la de su hijo. José de Areilza se presentó en esos años como el ejemplo de una derecha civilizada, democrática, liberal y constitucional. Por eso fue objeto de reacciones airadas por parte de los círculos oficiales. Fundó un partido cuya efectividad fue mínima.
Los democristiano s y los seguidores de Dionisio Ridruejo formaron parte de esa oposición moderada. en 1973 se constituyó el Equipo de la Democracia Cristiana del Estado Español. La semitolerancia gubernamental permitió a los democristianos españoles celebrar sus reuniones sin interferencias e incluso con cierta publicidad a lo largo de 1975. El papel de la Democracia Cristiana fue principalmente difundir el ideal democrático. A partir de 1973 un grupo de seguidores de Ruiz-Giménez pasó a las filas del PSOE. Democristianos y partidarios de Ridruejo pretendían constituir en un futuro partidos de ámbito nacional.
A mediados de los 60 el PNV perdió la característica confesional que había tenido hasta el momento. Convergencia Democrática de Catalunya no apareció hasta finales de 1974 con elementos de distinta procedencia, incluso de izq. como Roca Junyet. En 1972 se creó la Alianza socialista de Andalucía, de la que derivaría el andalucismo actual.
Pero lo más característico de la oposición al franquismo en este periodo es la aparición de unos sectores que sin ser opositores totales del régimen, son adversarios. En 1973 se creó un grupo de pensamiento denominado Tácito que escribían artículos en el diario “YA” En dicho grupo había quienes militaban en la oposición y los que en el seno del régimen mantenían una posición tendente a la democracia desde una óptica evolucionista.
Otro sector, el Carlismo, evolucionó hacia una postura que él mismo definía como socialista, autogestionada y federal y que tenia poco que ver con la tradición de este movimiento, pero que conectaba con los pronunciamientos habituales en la oposición de la época. En 1972 defendían una Monarquía socialista y en 1974 la tradicional reunión en Montejurra se hizo bajo la advocación de la autogestión.
El socialismo siguió en el interior de España un rumbo que tenia poco que ver con los deseos de Llopis. En 1967 celebró su Congreso el Moviment Socialista de Catalunya y sus 3 principales figuras, actuales hoy, aparecieron con una pretensión de autonomía con respecto a la dirección del exterior. Al año siguiente fue fundado el Partido Socialista del Interior, grupo de seguidores de Tierno Galván. El PSI fue casi exclusivamente un partido de profesores universitarios, dirigido por Tierno. Se diferenciaba del PSOE exiliado en la desaparición del anticomunismo y un cierto tono libertario. Pero no fue el renovador del PSOE. Eso lo hicieron 3 grupos de jóvenes dirigentes de militancia reciente: Múgica y Redondo eran los principales animadores del socialismo vasco, Castellanos representaba al de Madrid y Alfonso Guerra y Felipe González, dirigían la organización sevillana.
En 1970 Llopis admitió una cierta división de las responsabilidades. En 1971, la UGT pasó a ser dirigida por una especie de comité mixto entre el interior y el exterior. Pero el momento decisivo se produjo cuando en 1973 los renovadores del interior se impusieron a Llopis. Su victoria fue definitiva en 1974, pero no desaparecieron las dificultades internas: a lo largo de 1973 Guerra y González dimitieron en la dirección del partido y eran los que mantenían una postura más radical.
La tendencia renovadora triunfó definitivamente en otoño de 1974 con ocasión de un Congreso celebrado en Suresnes cerca de París. La Dirección la tomó Felipe González bajo el seudónimo de Isidoro. Las decisiones del Congreso se caracterizaron por un tono radical que repudiaba el capitalismo y los llamados bloques militares, incluido el occidental. A partir de ese momento, al PSOE se le fueron incorporando miembros del antiguo FLP. La celebración de una Conferencia socialista ibérica permitió establecer los 1os contactos entre los partidos de esta denominación, muchos de los cuales acabaron integrándose. No tenía al principio una organización adecuada pero cuando Felipe González se instaló en Madrid, empezó a montarla. Carecía de un Movimiento sindical fuerte, pero el apoyo exterior nunca le faltó y aunque por ej. en M y Sevilla era mucho más un partido de estudiantes y jóvenes profesionales que de obreros, consiguió finalmente desarrollar una UGT gracias en gran medida a militantes del sindicato USO.
El PCE a comienzos de la década de los 70 no sólo tenia mayor afiliación y mejor organización que el PSOE sino que parecía adaptarse a las circunstancias sin a la vez dar impresión de desunión o de conflictividad interna. Santiago Carrillo, su líder, se fue independizando poco a poco de la Unión Soviética. El PCUS criticó en alguna ocasión a los dirigentes españoles, pero Carrillo siguió manteniendo relaciones estrechas con una parte considerable del Movimiento comunista internacional. La peculiaridad de la situación española favorecía además, la insistencia en los principios democráticos; la estrategia del PCE se resumió en la propuesta de un pacto por la libertad. En 1973 su Manifiesto-programa postulaba para España una democracia nueva con un contenido impreciso. Antes de llegar a esta situación ideal, preveía una larga etapa de transición caracterizada por una democracia política y social y que permitiría la existencia del pluralismo político; incluso admitió la presencia de España en el Mercado Común.
Para muchos, en los medios universitarios por Ej., la oposición se identificaba en la práctica con el comunismo. En 1974 se incorporó al partido un grupo denominado Bandera Roja en que había elementos intelectuales de importancia; uno de ellos, Comín, se convirtió en el estandarte de la incorporación de los católicos al comunismo. Al mismo tiempo, salían del PCE otros grupos políticos que lo consideraban excesivamente reformista o moderado.
Lo que la oposición de todos estos grupos pretendía en los momentos finales del franquismo era obtener por una acción colectiva las garantías precisas para que fuera posible una transición hacia la democracia o crear un régimen de partidos estable
ESPAÑA ANTE LA DESCOLONIZACIÓN y ANTE OCCIDENTE
Para comprender la política exterior del régimen, es preciso saber cómo eran las personalidades y los programas de los ministros de Asuntos Exteriores de los 70. Fernando Castiella llegó al Mº en 1957 y estuvo hasta 1969. Muchos de los dirigentes posteriores de la diplomacia española se formaron a su lado. Su actitud a veces fue revisionista sobre todo en lo relacionado con EE.UU. de la que crecía que España no obtenía los beneficios suficientes; su programa introdujo una vinculación por la lucha descolonizadora del 3er mundo, mediante la cual, quería resolver el contencioso hispano-británico de Gibraltar. De los viajes oficiales que hizo (más de 60) sólo fue a Hispanoamérica y solo el 10% a países árabes
Gregorio López Bravo ministro entre 1969-1973, dic a la política exterior española una vertiente más occidentalista; en su época, el Mº de Asuntos Exteriores alcanzó nuevas competencias, sobre todo en materia de comercio exterior y de cooperación técnica. Sus sucesores, López Rodó y Cortina no duraron bastante tiempo.
La política exterior española se desarrolló en un marco inmutable que era el que le proporcionaban sus vinculaciones con determinadas potencias. Después de 1953 tenia un referente fundamental en la vinculación con EE.UU. Desde fines de 1967 ante la posibilidad de una renegociación el tratado que se había renovado por 1ª vez en 1963, fue creciendo la irritación española y en especial la de Castiella, así como su nivel de exigencia; éste se quejaba de que la flota norteamericana visitara Gibraltar y reclamaba más ayuda militar y económica. La negociación se convirtió en crispación entre el verano de 1968 y el de 1969. Existía una incomprensión de fondo: los norteamericanos se quejaban ante lo que creían pretensiones desmesuradas y los españoles no obtenían el apoyo diplomático que requerían de EE.UU. en materias tan importantes como el Mercado Común o Gibraltar. López Bravo llegó a un acuerdo en el verano de 1970: al final había triunfado la tesis de Franco, para quien si no negociamos ¿qué vamos a hacer?
El pacto nuevo sustituía las bases de utilización conjunta por facilidades concedidas en bases españolas e insistía más en los aspectos técnicos, culturales y de cooperación económica, pero persistía el trato desigual: España no era un aliado en términos estrictos. Los dirigentes de la política exterior norteamericana más conservadores, querían la integración de España en la OTAN pero la oposición de buena parte de sus miembros (sobre todo los del N. de Europa), vetaban también esta posibilidad de una mayor integración española en occidente.
En Europa hubo algunas naciones que no tenían demasiados inconvenientes en propiciar un acercamiento (Alemania y Francia), pero Gran Bretaña, los países del Benelux y los del Norte eran mucho más reticentes; eso impedía la entrada en la OTAN, pero también el avance hacia una situación confortable respecto del Mercado Común Europeo. En febrero de 1962 la España de Franco presentó su petición para la plena integración en el Mercado Común pero las negociaciones tardaron 5 años en comenzar. El factor político fue decisivo en ello. Sólo en el verano de 1970 se llegó a un acuerdo con el Mercado Común tras largas conversaciones. El acuerdo era bastante limitado pues no pasaba de tratarse de un convenio preferencial que daba a España el tratamiento de país mediterráneo sin otra calificación. Lo importante fue que tuvo unas repercusiones muy positivas sobre el comercio español: las exportaciones crecieron un 30% respecto a los países de la Comunidad. Sin embargo, las ejecuciones de septiembre de 1975, al hacer patente la realidad de lo que era el régimen, parecieron recordar la situación de España al final de la 2ª Guerra Mundial. Ahora la España de Franco no podía contar con el apoyo católico que había tenido entonces. Las relaciones entre España y el Vaticano eran muy malas, en especial en la época de López Bravo. Franco solía ser prudente en materia de conflictos con la Iglesia pero estaba confuso e irritado con el desvío de la misma respecto de su régimen
López Bravo estableció un nuevo tipo de relación con la Europa del Este. Habían existido contactos subterráneos entre el régimen franquista y la Unión Soviética en los 40 y 50. En la época de Castiella se permitió un cierto acercamiento: la carta de Kruschev a Franco en 1961 aludiendo a los problemas mediterráneos venia a ser una especie de reconocimiento tácito por la URSS, del régimen. A partir de 1966 los países del Este estuvieron dispuestos a mantener relaciones con España. En la época de Castiella se iniciaron con Rumania y luego Polonia, Bulgaria y Checoslovaquia. Desde 1967 los pesqueros rusos empezaron a recalar en Canarias. En 1973 visitó España el Mº de Pesca ruso y hubo contactos con la China Popular. La 1ª Embajada española en un país del Este fue la de Alemania Democrática.
El aspecto de la política exterior española que absorbió más tiempo a sus gobernantes y les causó mayores problemas fue la descolonización, que tenia 2 aspectos complementarios. España debía ser beneficiaria del proceso descolonizador recuperando Gibraltar, mientras que también tenía obligaciones ante los organismos internacionales por su condición de potencia administradora de antiguas colonias. Como siempre, Gran Bretaña aprovechó la debilidad española en la posguerra civil para ampliar los límites de su territorio en Gibraltar con la ocupación de una franja más amplia del terreno en el istmo, donde se construyó un aeropuerto. Los 1os contactos entre los diplomáticos de ambos países, sobre el tema, tuvieron lugar antes de los 60. A un “Libro blanco”, que explicaba la posición británica, le siguió uno rojo que describía la española.
España llevó la cuestión a las Naciones Unidas; la ONU incitó a los países en 1964 a establecer negociaciones, pero las posiciones eran muy distantes como para llegar a un acuerdo. España insistió en que al ceder Gibraltar, lo hizo guardándose la posibilidad de recuperarlo antes de que pudiera ser enajenado a otra nación y que ello indicaba que no podía ser independiente; además se quejó del contrabando que allí había. Desde 1966 interrumpió el contacto terrestre con Gibraltar y en 1969 también el marítimo presentando además repetidas protestas por la violación del espacio aéreo español. Por su parte los británicos reclamaron que se tuviera en cuenta a la población que en septiembre de 1967 celebró un plebiscito favorable a la vinculación con la metrópoli. Pero además, en Gran Bretaña había enfoques distintos: Para los laboristas, en la España de Franco no podía haber garantía de derechos humanos, mientras que los conservadores juzgaban que la posición era el último resto de un imperio que debía conservarse. A la mayor tensión se llegó en 1969 cuando Castiella llegó a proponer barreras de globos cautivos para evitar la utilización del aeropuerto británico, mientras Fraga proponía la creación de una provincia de Gibraltar segregando parte de las de Cádiz y Málaga. No se hizo ni lo uno ni lo otro porque predominó la prudencia de Franco.
Pero la verdadera descolonización española se llevaba a cabo con tensiones internas pues la posición de Carrero y Castiella para conseguir Gibraltar eran totalmente distintas y además contradictorias. En el transcurso de poco tiempo en 1958-1959, el Sahara y Guinea fueron declaradas provincias españolas, pero desde comienzos de los 60 se observó que en el 2º caso la situación era insostenible. Guinea tenia para su viabilidad como nación, el inconveniente de la diferencia entre Fernando Poo y la zona continental. En 1963 se le concedió una cierta autonomía y a finales de 1968 se celebró un referéndum en el que fue votada la independencia. Pero ésta no trajo ni la libertad ni la prosperidad a la colonia: su principal dirigente, Macías, fue un dictador sanguinario que practicó el asesinato político generalizado. Así en 1972 se llegó a una grave tensión entre metrópoli y colonia.
El Sahara, en teoría era menos problemático; ocupado por unas decenas de miles de nómadas, parecía más controlable hasta que el descubrimiento de yacimientos de fosfatos y el choque de los intereses marroquíes y mauritanos, convirtieron la región en conflictiva. El rey Hassán II en 1969 había obtenido Ifni, pero al año siguiente ya anunció al yerno de Franco que su reivindicación siguiente era el Sahara. España en tomo a la misma época en que abandonaba Guinea, estaba dispuesta a hacer igual con el Sahara, por medio de referéndum. En 1974 puso en marcha cierta autonomía en Sahara y trató de auspiciar un partido político local que de haberse convertido en el protagonista de la independencia, hubiera podido servir para resguardar los intereses económicos en la zona. En octubre de 1975 el Tribunal de La Haya dio la razón a España para la celebración de un referéndum, pero Marruecos reaccionó inmediatamente: Hassán n organizó la llamada Marcha Verde que podía dar la sensación de concluir en un enfrentamiento armado. Había empezado la enfermedad definitiva de Franco. Hassan no supo beneficiarse de ella. A España le correspondía no sólo la razón sino también la obligación de actuar de acuerdo con los mandatos de la ONU, pero con Franco al borde de la muerte, el régimen no podía acumular un problema más. En noviembre como consecuencia del Tratado de Madrid, España entregó el territorio destinado a ser descolonizado a Mauritania y Marruecos. Con ello se libró de un problema, pero no evitó que éste siguiera existiendo en el N. de África, pues el Frente Polisario, armado por Argelia, impidió que el dominio de Marruecos sobre el Sahara fuera pacífico y estable.
LA MUERTE DE FRANCO
En julio de 1974 su enfermedad había sido una tromboflebitis. El último año de su vida lo dedicó prácticamente a reaprender a hablar y andar. Fue su deseo de responder a la misión que creía tenía atribuida lo que le hizo volver a ejercer el poder, probablemente inducido por parte de la clase política del régimen. El 15 de octubre de 1975 sufrió un 1er infarto seguido por otros 2 los días 19 y 20. La larga agonía que tuvo, inspiraba piedad, pero un historiador debe tener en cuenta también el impacto que su duración produjo sobre la sociedad española que fue acostumbrándose a su desaparición, lo que en los sectores más conservadores hubiera podido crear una conmoción mayor de haber sido súbita su desaparición.
Con Franco acaba también su régimen; nacido de una guerra civil, consistió sobre todo en su duración, marginando a una parte de España, pero a la vez, no fue un sistema totalitario como otras dictaduras contemporáneas. D. Juan Carlos de Borbón, que en plena agonía de Franco había tenido que evitar la dimisión de Arias Navarro, era atacado por la izquierda e ignorado por el centro mientras que la derecha trataba de manipularlo, pero estaba destinado a desempeñar un papel crucial en la posterior transición en paz a la democracia.
El 1er año de la transición fue descrito por dos especialistas como el peor año de la economía española desde 1960 y el más negativo del mundo occidental. Lo peor del panorama era que no sólo los factores económicos, sino también los sociales contribuían a hacer difícil el panorama. La inexistencia de libertades sindicales hacía que la protesta a veces se originara por motivos puramente políticos.
Lo que se denominó como franquismo sociológico en los años finales del régimen era cada vez menos franquista y resultaba disponible a otras opciones. Es indudable que en esta fase, gracias a la mayor tolerancia del poder en materias como la prensa y también el sentido de mayor igualdad de la sociedad, los principios de carácter democrático se habían ido introduciendo en una sociedad que en otro tiempo pudo ser incluso más autoritaria que el propio régimen. El n° de los muy interesados por la política se duplicó en los últimos años del régimen. Al morir Franco, una encuesta reveló que el 72% querían que el Rey diera libertad de expresión y un 70% deseaba el sufragio universal. La libertad religiosa y la sindical eran consideradas por una mayoría como necesaria y respecto a la creación de partidos políticos se produjo una evolución a favor, en poco tiempo.
GOBIERNO DE LA MONARQUÍA.
TURNISMO: 1902-1909
1902-1905: Conservadores: Silvela, Villaverde, Maura Azcárraga, Villaverde y Silvela
1905-1907: Liberales: Montero Ríos (73 años), Moret, López Domínguez, Moret, Marqués Vega de Armijo.
Problemas anticlericales, militares. Sin programa. 1907-1909: Conservadores: Gobierno largo de Maura.
RUPTURA DE TURNOS:
1909-1913: Liberales: Moret (sólo unos meses), Canalejas y Romanones. 1913-1915: Conservadores: Dato
1915-1917: Diversos Gobiernos: Romanones (lib), García Prieto (de concentración), Dato (cons.) García Prieto (de conc.). 1918-1920: Gobierno Nacional de Maura y Cambó, García Prieto, Romanones, Maura
1920-1922: Gobierno de Dato (cons.). Sánchez de Toca (cons), Allende-Salazar Gobierno de Sánchez Guerra.
1922-1923: Gobierno de Concentración liberal de García Prieto.
DICTADURA: 1923-1929. Primo de Rivera
1930 Berenguer
1931 Aznar.
REPUBLICA: 1931-1936.
PRESIDENTES: Alcalá Zamora: 9-12-31
Azaña 8-5-36
PRESIDENTE DEL GOBIERNO:
Alcalá Zamora (Gobierno Prov. Abril 1931)
Manuel Azaña (9-12-31)
Lerroux (bienio radical cedista) 19-11-33
Samper " " " 1934
Lerroux " " " dimite en 1935
Chapaprieta
Casares Quiroga (8-5-36)
Portela Valladares
Largo Caballero (4-9-36)
Negrín (PSOE) (17-5-37)
Hª Contemporánea de España 94 de 170
Descargar
Enviado por: | Adela Girado |
Idioma: | castellano |
País: | España |