Investigación y Técnicas de Mercado
Empresa e imagen
Capítulo 2: LA EMPRESA Y SU IMAGEN, HOY
Una idea generalizada de empresa
Habrá que cuestionar el sentido estrecho que una mentalidad demasiado reduccionista ha impuesto a lo que hoy llamamos “empresa”, considerada como un complejo sistema de comunicaciones y como generadora y gestora de su propia imagen.
El término “empresa” parece limitarse a designar aquellas organizaciones nacidas a partir del industrialismo, y cuyos cometidos son los de fabricar productos y bienes para el consumo con el objetivo principal de un beneficio económico.
Según Joan Costa, una empresa es todo grupo humano que emprende proyectos y acciones sobre su entorno. La actitud emprendedora implica que ésta afectará al entorno social, material, cultural, económico. Que la empresa deberá organizarse y administrarse para funcionar con mayor eficacia. Que tendrá que invertir dinero, esfuerzo y tiempo. Que necesariamente tendrá que comunicarse internamente y con su entorno. Y que está expuesta a riesgos.
Empresa, puede ser una institución, una fundación, una industria, una entidad comercial, de servicios, una organización sin ánimo de lucro, una administración pública o un gobierno.
Se llama así también a una causa noble, una acción ardua y dificultosa que valerosamente se emprende.
Ni el sector de negocio o de actividad, la antigüedad ni el tamaño de la empresa la excluyen de los problemas y oportunidades de comunicación ya que toda empresa se encuentra en comunicación consigo misma y, directa e indirectamente, con su entorno, y del mismo modo, toda empresa irradia una determinada imagen a sus públicos.
Es preciso comprender que la comunicación y la imagen son hechos comunes a todas las empresas, con independencia de su sector, su actividad, su tamaño, su antigüedad y su estatuto público o privado.
El “entorno social” es el campo social global, en el que los empleados de la empresa son ellos mismos consumidores y usuarios, y coexisten con los accionistas, los proveedores, los líderes de opinión, las asociaciones de defensa del consumidor, los grupos ecologistas, el voluntariado y la nueva sociedad multipolar emergente. Los roles y los intereses de los diferentes públicos internos y externos se superponen a los roles sociales y grupales, a los estilos de vida, etc., y configuran la “diversidad simultánea” de la vida cotidiana.
Sobre la idea de CORPORATE
Se utiliza el adjetivo “corporate” como sinónimo de empresa, ya que se complementan.
El campo semántico de “empresa” está marcado de inmediato por el acto de emprender, que es de naturaleza institucional, porque sienta las bases de la empresa en una vocación de desarrollo.
Por otro lado, el campo semántico de “corporación”, “corporativo”, está marcado por el corporate anglosajón. Hay que considerar este término desde dos puntos de vista: el económico-administrativo, que lo define como holding, grupo de empresas o gran compañía multinacional; y el etimológico.
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Origen e historia del corporativismo: El concepto corporativo nació tres siglos antes que el de empresa. Nace en la Edad Media y es el paso del feudalismo a la artesanía de producción como nueva ordenación del sistema social.
El corporativismo es uno de los términos más antiguos en la organización social, porque reposa en la originalidad del tratamiento al que está sometido el derecho de la propiedad, que funda todo orden en la organización social.
Con la industrialización, la propiedad se extiende a todos los bienes materiales, y se funda el capitalismo. La contestación de las desigualdades que de ella descuellan explica el advenimiento del colectivismo. Así, el sistema social deja de obedecer las leyes de un capitalismo puro para responder a las exigencias y a los objetivos de un corporativismo que aparece como uno de los cuatro modos de organización entre propiedad privada y propiedad pública (corporativismo, capitalismo, colectivismo, socialismo).
Su objetivo fue asegurar el orden social y la prosperidad nacional. El orden empieza dentro de la comunidad de trabajo.
Los historiadores concuerdan en datar el nacimiento del corporativismo en el siglo XI. Así, las comunidades de artesanos se fundan a principios de dicho siglo, en la conciencia de su contribución al bienestar social. Hasta la segunda mitad del siglo XVII, loas corporaciones experimentan una evolución dominada por conflictos incesantes. Éstos se multiplican, y su solución desemboca en un particularismo y una reglamentación creciente que prefigura la burocracia contemporánea.
El siglo XVIII marca el apogeo de los oficios. A mediados del siglo XVII, las corporaciones reunían pequeñas empresas artesanales, de una dimensión que las predispusieron a desarrollarse en un núcleo familiar.
En 1791, el corporativismo desaparece del campo social de la Europa occidental, engullido por la Revolución Francesa, pues fue abolido por aquellos que habían hecho de él el mayor uso
Sin embargo, los programas corporativistas renacieron en la última década del siglo XIX: neocorporativismo, que resucitó una doctrina y un sistema económico caracterizado por la rígida intervención del estado capitalista y liberal en las relaciones productivas a través de la constitución de asociaciones profesionales de empresas y trabajadores, en contra del sindicalismo de clase, marxista y anarquista.
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El “corporate” contemporáneo: Se habla más de planificación.
El régimen corporativista, el del control público de los contratos privados, toma la delantera en una noción hasta ahora firmemente convencida de los méritos de la democracia liberal.
Corporativismo proviene de corpus; significa una realidad total, una unidad hecha de partes, una totalidad inseparable e irreducible: así concebimos la empresa. Esta actitud es claramente holística: holos significa total, totalidad.
Las comunicaciones han de seguir este modelo holístico ya que deben integrarse. La Imagen no puede ser sino global.
Imagen en acción
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Las imágenes sensoriales
Estamos inmersos en el alud de las imágenes sensoriales de la propaganda, la publicidad, las informaciones, las señales de tráfico, los paneles luminosos, las fachadas de los grandes centros comerciales, los carteles, hijos todos ellos de las técnicas de producción y difusión: imprenta, cine, fotografía, videografía, prensa y revistas, holografía, etc., y de los medios masivos que los propagan.
Cuando oímos la palabra imagen pensamos en todos estos productos que son propios de nuestra “civilización de la imagen”. Las empresas se sirven de este lenguaje visual y de estos recursos técnicos y mediáticos en sus actividades de comunicación con sus públicos. Estas clases de imágenes, formas, signos y colores, son una parte del repertorio de materiales con los que se constituye la Imagen de la empresa. Pero, éstas no son la imagen corporativa o empresarial, sino contribuyen a inducirla.
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Las imágenes mentales
La imagen corporativa no está en el entorno físico, sino es la “memoria latente” de los individuos y en el imaginario colectivo. Esta acepción del término lo separa de eikon (imagen visual) para afirmarse como imago (imagen imaginaria o imaginada, imagen mental).
La imagen de la empresa es la representación mental, en el imaginario colectivo, de un conjunto de atributos y valores que funcionan como un estereotipo y determinan la conducta y opiniones de esta colectividad.
La imagen de empresa es un efecto de causas diversas: percepciones, inducciones y deducciones, proyecciones, experiencias, sensaciones, emociones y vivencias de los individuos, que de un modo u otro son asociadas entre sí y con la empresa, que es su elemento inductor y capitalizador.
El público es el centro de esta imagen mental, que se configura subjetivamente para cada uno, en función de su cuadro de valores, su sistema de significaciones, su estilo de vida y sus motivaciones, expectativas y preferencias personales. Por ser una imagen psicosociológica la empresa sólo puede gestionarla indirectamente, por medio del significado de sus acciones y comunicaciones.
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Cómo se configura la imagen mental
Las imágenes mentales se configuran a través de los órganos periféricos del sistema sensorial, quienes reciben los estímulos externos y los transforman en señales de potencial eléctrico, que envían otros estímulos al sistema nervioso central.
El cometido del sistema nervioso central es la discriminación de un “mensaje bruto” para esquematizarlo, reducirlo, sintetizarlo en un mensaje más simple y lleno de “sentido”, que se hace utilizable para el individuo en sus interacciones con los otros y con las otras cosas.
Cuando el recuerdo que deja esta síntesis mental tiene suficiente intensidad, adquiere su capacidad de implicación psicológica, que afecta al individuo mismo que la configura y retiene en su mente, convirtiéndose en una imagen-estereotipo de la conducta, que está dispuesta a reaccionar cuando es estimulada por la empresa, en forma de mensajes o actos, o por el individuo mismo a través de sus decisiones, convicciones y opiniones.
Es así como las percepciones, experiencias y emociones ligadas a une empresa, estructuran los patrones de conducta social relativa al consumo.
La continuidad de los estímulos que configuran la imagen y activan la conducta, opera una reimpregnación de la mente, constituyendo la imagen de la empresa.
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Emergencia de la imagen corporativa como valor estratégico
Los múltiples y diversos mensajes que la empresa emite continuamente no emergen de una única fuente ni se rigen por criterios homogéneos por dos causas: la compartamentalización de la mayoría de las organizaciones y la falta de una política de comunicación, que generan dispersión, incongruencia y desorden. Por tanto, incide negativamente en el rendimiento comunicacional y en la imagen de la empresa. Por esto mismo, el problema irá en aumento si no se establece un modelo de gestión integral de las comunicaciones.
La imagen de la empresa es un fenómeno de percepciones y de experiencias por parte de los públicos; de comunicaciones relacionadas e interacciones entre ellos y la empresa; de conducta y trayectoria de ésta en tanto que factor social.
El marketing y la publicidad marcaron el paso decisivo de una sociedad preindustrial de la precariedad, donde había más necesidades de producción para satisfacerlas y recursos para adquirirlos, a lo que sería la sociedad de la abundancia, donde hay muchos más productos de los necesarios, una hiperoferta.
Con la gran expansión industrial la competencia creció. La situación de indiferenciación entre los productos y servicios alternativos, sustitutos unos de los otros, ha impulsado la necesidad de diferenciarlos para hacerlos más visibles y singulares, dándole nacimiento a la marca y con ella, el embalaje como vehículo inmediato más distintivo.
El gran empuje tecnológico de comunicaciones, representado por la radio, el cine y la televisión, significó el equivalente de la energía fabril en términos de comunicación, de alcance, de gran impacto sobre los consumidores. El marketing y la publicidad encontraban en este progreso mass mediático el gran aliado para sus fines.
Esto ha estimulado el sentido estratégico y creativo de las empresas para buscar otras ideas, otros modos de “atacar” el mercado y ampliarlo.
Los medios de difusión se multiplicaron y la publicidad llegó a saturar los medios y las cabezas de los individuos. La saturación fue otro factor que llevó a forzar el ingenio creativo y la fascinación por las nuevas posibilidades técnicas de producción del material publicitario. Hacía falta algo que se mantuviera y se desarrollara más allá de la marca y de la empresa: la imagen de marca y la imagen corporativa.
La complejidad y la saturación crecieron con:
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La supersaturación de la oferta de productos de consumo, simultáneamente con la hipersaturación mediática publicitaria.
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La creciente indiferenciación de los productos y servicios que compiten entre sí.
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La pérdida de credibilidad y de sorpresa de la publicidad: el descenso de su eficacia comercial de los primeros tiempos.
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El declive de los medios, que tiene como causa la proliferación de otros nuevos.
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La no disponibilidad de nuevos instrumentos para estas situaciones inéditas, que fueron a descubrir viejos métodos, redescubrimientos que conviven con nuevas técnicas de telecomunicación, pero también de interacción personal directa, que se están desarrollando y especializando sin cesar.
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La disposición de las comunicaciones, la convivencia de medios, soportes y canales aumentan en número y diversidad. La publicidad se está a un flujo comunicacional en el que su hegemonía se diluye, porque los nuevos problemas son multicomunicacionales. Se hace preciso buscar nuevas estrategias, nuevos sistemas de relación y nuevos medios y canales altamente especializados.
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El boom de los servicios marca el fin del industrialismo. La revolución de los servicios en la economía de la información impulsa un cambio de paradigma, que empieza con el redescubrimiento de los recursos humanos, porque los servicios son las personas. La interactividad vital de la comunicación interpersonal ha sido introducida en las relaciones hombre-máquina con las nuevas tecnologías de información.
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Los servicios presentan el problema de cómo vender intangibles sugiriendo una nueva cultura inmaterial, de la interacción simbólica y de los valores intangibles. Se necesitan nuevas ideas, nuevas formas de actuar, de comportarse y de comunicar.
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La venta de servicios se basa precisamente en estos valores inmateriales que han de singularizar y vender los servicios y que proceden de la Identidad, la Cultura organizacional, la Comunicación y la Imagen.
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La cultura de servicios impregna la lógica de los productos industriales en tanto “servidores”, y la misma mentalidad de fabricante deriva a una conciencia de mediador. El producto pasa a depender del universo de servicios que lo envuelven. Esta mutación conlleva un cambio definitivo de la vieja cultura industrial.
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La necesidad que tienen las empresas de diferenciarse de la competencia.
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La proliferación de marcas en la antigua política de las empresas, se convierte en un problema importante de gestión e inversión. La estrategia de marcas globales integra la imagen corporativa en una sola gran marca en lugar de fragmentar y dispersarse en una excesiva diversificación marcaria.
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Esta tendencia a la integración de las marcas y las comunicaciones, toca directamente a la disciplina de Identidad Corporativa, estrategia privilegiada de concentración en una personalidad empresarial o marcaria única, que es la matriz dinámica de la diferenciación.
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Del mismo modo que el público dejó de comprar productos para comprar marcas, ahora está dejando de comprar marcas para comprar imágenes de marcas (valores simbólicos).
Condiciones y funciones de la imagen corporativa
La imagen de la empresa es un instrumento estratégico de primer orden y un valor diferenciador y duradero que se acumula en la memoria social.
La imagen es un supravalor que se impone más allá de la variabilidad de los productos y servicios que ampara. Es un valor global agregado que recubre y trasciende todas las realizaciones, producciones y comunicaciones de la empresa, a los que inyecta identidad, personalidad y significados propios y exclusivos.
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Las condiciones propias de la imagen corporativa
La imagen ilumina es estilo y la conducta de la empresa; el sentido de las decisiones que toma y realiza; su modo propio de concebir productos y/ o servicios y de innovar; su personalidad exclusiva y su manera distintiva de comunicar, de conectar con los públicos y de relacionarse con ellos. Porque la imagen corporativa:
-es lo único que diferencia globalmente una empresa de todas las demás. La gente compra servicios y/ o productos por su imagen, que les confiere significación y valores
-es lo único que agrega valor duradero a todo lo que realiza y comunica la empresa.
-es lo único que permanece en el tiempo y en la memoria social cuando los anuncios, las campañas, las promociones y los patrocinios han sido olvidados
-todas las condiciones y funciones estratégicas de la imagen son medibles, cuantificables, controlables y sustentables.
Lo que resulta nuevo e importante en la era de la globalización es la comprensión de la existencia de esta “diferencia complementaria”, esta “sinergia ambivalente”, donde los objetivos particulares, puntales que proceden de la estructura departamental de la empresa, se deberán fundir en una acción, más que coherente, sinérgica, con los objetivos globales, proyectados en el medio y largo plazo, y que emanan de las más altas instancias de la organización.
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Las quince funciones de la imagen
La necesidad estratégica de construir la imagen corporativa o global, y para lo cual se confunden sus instrumentos específicos con las herramientas técnicas “tradicionales”, no ha sido bien definida.
Destacar la identidad diferenciadora de la empresa: La identidad corporativa tiene una acción directa y determinante sobre la conducta social a través de la imagen de la empresa. Toda empresa es una, única, diferente e irrepetible; esto debe concretarse y materializarse para edificar en el potencial de desarrollo su personalidad exclusiva y desarrollar su estilo único que la distingue. Estas claves identitarias contienen la virtualidad diferenciadora que sus máximos gestores inyectan a la empresa y que tendrán que redescubrir: en sus rasgos positivos, sus puntos fuertes y en las verdaderas causas de sus éxitos. En ellos se fusionan identidad, creatividad y estrategia.
Definir el sentido de la cultura organizacional: Sin la “base identitaria” la cultura sería una cuestión organizativa, funcional y no estratégica (sin valor generador de imagen). Los cambios culturales que exigen los planes a futuro, son un paso obligado en la gestión de los recursos humanos. La cultura organizacional se manifiesta en la relación con los clientes, en la conducta de los empleados, integrados ahora en un equipo cohesionado y motivados hacia intereses comunes. La cultura corporativa se expresa hacia fuera en la conducta y el estilo de la propia empresa en su actividad cotidiana y a lo largo de su trayectoria.
Construir la personalidad y el estilo corporativo: La Identidad es la sustancia diferenciadora. La culturales su vehículo y su forma más sólida de expresión en la comunicación. Sobre estos cimientos se edifica y se expresa hacia el entorno social y los mercados la personalidad corporativa, un valor que singulariza las relaciones y transacciones de la empresa con sus diversos públicos. La personalidad corporativa se comunica por medio de la conducta organizacional y la comunicación. La identidad y la cultura son algo profundo e interno. La personalidad hace la identidad comunicable y valorable por los públicos.
Reforzar el “espíritu de cuerpo” y orientar el liderazgo: La identidad y la cultura son generadoras de la personalidad sobre la que se fundan el liderazgo y las preferencias de los públicos. Es la percepción de la autoimagen de la empresa por ella misma, así como la adhesión de unos y otros. El “orgullo de pertenencia” a una empresa exitosa y reputada es uno de los reflejos de su imagen en el campo social. “La imagen empieza de adentro”. La integración motivada y activa de los empleados en un proyecto común es un pilar privilegiado de la excelencia corporativa.
Atraer a los mejores especialistas: El hecho que especialistas reconocidos sean elegidos para formar parte de la empresa proyecta una imagen y unos valores distintos, y sugieren estilos y horizontes de futuro que son más confiables y atractivos para el proyecto personal del empleado.
Motivar al mercado de capitales: Cuando una empresa proyecta su cotización en bolsa, planea abordar nuevos negocios, expandirse en nuevos mercados o pasar de las manos del Estado a manos privadas, el inversionista toma sus decisiones tanto por el rendimiento económico esperado como por la confiabilidad, el prestigio y la seguridad que inspira una empresa sólida, bien gestionada y progresista.
Evitar situaciones críticas: Todo plan estratégico incluye explotar la imagen eficaz de la empresa, implica basarse en una cultura organizacional fuerte, que incluye la cultura de la acción inteligente y de la comunicación como su aliada. El conjunto de valores, consignas y convicciones que sustentan el Plan de Acción y el Plan de Comunicación al mismo tiempo, constituye una “guía de conducta”. Los Planes anticipan crisis previsibles, y determinan los modos de evitarlas o de responder a ellas. Por tanto, las situaciones contingentes se enfrentan desde una cultura de comunicación y desde una actitud que sabe cómo actuar y comunicar.
Impulsar nuevos productos y servicios: La Convicción es acumulativa. Y cuando la imagen de una marca o de una empresa posee tales valores de seguridad y de seducción, resulta el esfuerzo de estas convicciones acumuladas, predispone las decisiones futuras. La imagen se pone al servicio de Innovación, y da a lo nuevo la garantía de sus éxitos anteriores.
Relanzar la empresa: Relanzar productos y servicios que se encuentran en declive o estancados es una de las funciones típicas del marketing y la publicidad. Relanzar las imagen de la empresa, rejuvenecerla, amplificarla o inyectarle nuevos significados que coticen en alza es función de la estrategia institucional y de la comunicación corporativa. Ambos objetivos muchas veces coinciden. Pero, muchos problemas de competitividad y de crecimiento del negocio están ligados a una identidad en crisis o a una imagen que pierde su actualidad, su posicionamiento o su potencia. Relanzar la imagen equivale a relanzar y extender el negocio.
Generar una opinión pública favorable: La gestión de la opinión pública es responsabilidad del gestor de la imagen, de las comunicaciones corporativas. La conducta ética, la transparencia informativa, la participación de la empresa en causas cívicas y el bien común, la promoción de la cultura, etc., generan una opinión pública favorable, que transciende par agregar valor a la empresa. Los Planes de Comunicación incluyen estas actuaciones estratégicas, que sobrepasan el nivel del consumo y las ventas para proyectarse en el ámbito de la imagen institucional. La imagen de liderazgo pasa necesariamente por esta empatía con la sociedad.
Reducir los mensajes involuntarios: La emisión de mensajes involuntarios o inconscientes afecta a la imagen y entra en colisión con las comunicaciones estratégicas que han sido bien diseñadas y controladas. La comunicación corporativa, por su lógica global e integradora, tiene en cuenta especialmente a la imagen. Aquello que reduce la emisión involuntaria de mensajes y significados contradictorios con la identidad, la personalidad y el estilo de la empresa, es la planificación y el control de su imagen,
Optimizar las inversiones en comunicación: La marca se convierte en la identidad de productos, de los servicios y de la empresa: es la imagen corporativa. Esta cuestión presenta dos facetas: una económica y la otro sociológica. Una marca global, una identidad corporativa y una imagen única, concentran las inversiones en comunicación y las rentabilizan, ya que gestionar una sola imagen global es más económico y eficaz que gestionar muchas marcas diferentes. Una marca global con una imagen corporativa fuerte se instala mejor, más rápida y persistentemente en la memoria colectiva.
Aumentar reputación y prestigio: el pasaporte para la expansión: La imagen de la empresa tiene dos caras: la notoriedad, dimensión cuantitativa; y la notabilidad (reputación, excelencia, prestigio), dimensión cualitativa. Dependen una de la otra. La notoriedad sin valores cualitativos se convierte en autodestructiva, ya que el conocimiento negativo de una empresa o marca, y con él la frustración, alcanza a un número considerable de personas. La notabilidad, o la calidad de la imagen, es siempre favorable, incluso si el conocimiento de la empresa se ve limitado a un número relativamente pequeño de públicos.
Atraer a los clientes y fidelizarlos: Un número considerable de empresas de servicios basados en la confianza y seguridad dispone de una potente motivación para la conquista de nuevos clientes y su fidelización es su imagen corporativa. El número de clientes atraídos por la imagen de estas empresas es muy superior al que se consigue por medio de la gestión comercial, promocional y publicitaria. Y, la gestión es mucho más productiva cuando se trata de vender los servicios de una empresa notable y notoria. La fidelidad de los clientes es una cuestión de satisfacción, buena opinión pública y otros valores funcionales y emocionales agregados, como la representabilidad y el prestigio reconocidos, que constituyen la aureola y el carisma de la imagen.
Inventar el futuro: Axioma: el futuro de la empresa es inseparable de la imagen. Si la empresa cuenta con la trayectoria suficiente de calidad y satisfacción de los clientes, y si esta trayectoria está apoyada en una posición pública favorable, el conjunto de estos factores de base son garantía de éxito en nuevas actividades y situaciones y en nuevos emprendimientos. Las vías por las cuales la imagen corporativa adquirirá todas sus múltiples potencialidades distintivas y sus valores, son las dos grandes formas de energía creadora: la acción productiva y la acción comunicativa. La satisfacción del cliente y el desarrollo de los negocios es la forma de ambos modos de acción. La Comunicación es una forma de acción y la Acción por sí misma comunica.
El principal activo de la empresa
“Los cambios y las transformaciones ya se han convertido en hábito. Pero no bastan con adaptarse al cambio: se ha de estar preparado para asumir el siguiente”.
“Sólo las compañías con identidad definida sobreviven”.
“La identidad es el principal activo de todas las empresas. Ya que es el único elemento diferenciador frente a los competidores. Pero hay pocas cosas más arduas para la empresa que definir su propia personalidad”.
“Nadie sabe el peso que tiene la identidad y la imagen en los éxitos y los resultados de las empresas”.
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La estrategia de la diferenciación
Se trata de redescubrir las bases distintivas de su identidad, su personalidad y sus puntos fuertes, y de saber explotar esta fuerza, que generalmente permanece en estado virtual, y que hace a cada empresa diferente, única e irrepetible.
Si la “estrategia de la diferenciación” es la estrategia de hoy y para los próximos decenios, se comprende este ejercicio de introversión que practican muchas empresas, y que las lleva a autodescubrirse y a reinventar estratégicamente su propia identidad. De esta forma, no sólo se descubre la originalidad distintiva de la empresa como valor esencial de diferenciación, sino que una identidad potente abre los horizontes a nuevos negocios que se fundan en ella, e incluso previene cualquier crisis que pudiera llegar a crear situaciones de emergencia.
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La identidad y la imagen, causas de éxito ignoradas
En Europa se le daba poca importancia a la identidad y a la imagen corporativa cuando se analiza la trayectoria de una empresa, o de los resultados de una acción institucional o de una campaña de marketing. En estos casos, lo que contaba era el número de anuncios o de impactos, los medios elegidos o la inversión, y muy poco el peso que tiene la identidad y la imagen en los éxitos de la empresa.
También era poca la experiencia en el campo de gestión integral de recursos intangibles, la producción de Valor, la Comunicación y la Imagen.
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La fuerza de la imagen como componente de resultados
El rendimiento de la identidad, o de la imagen, se prueba en tres fuentes fundamentales:
capacidad de atraer a los clientes
capacidad de retenerlos y fidelizarlos
capacidad de venta cruzada
a los que añade:
presencia mental de la imagen en la memoria colectiva.
La identidad cultural y usual, y la imagen mental, todos los aspectos psicológicos, subjetivos y emocionales, requieren una clase de enfoque investigacional sociológico y cualitativo, no mediático.
Pero la imagen de las empresas es tan potente como frágil. Y hoy, es especialmente vulnerable a las contingencias.
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Crisis, emergencias y choques culturales
La identidad y la imagen están expuestas a presiones y situaciones arriesgadas por la fuerza que adquiere la opinión y la contestación social a través de los medios masivos. Por esto es necesaria reaccionar con rapidez, tanto en la resolución de las causas del problema como en el tratamiento comunicacional de la información. Las estrategias de acción y de comunicación se hacen más exigentes y críticas ante los retos que emergen de pronto como consecuencia de contingencias cada vez más frecuentes en la actualidad. Los procesos más agudos son:
-Crisis de identidad, la empresa tiene una imagen ambigua, débil o vulnerable, que no apoya ni arriesga valor a sus iniciativas y actividades, ni refuerza su competitividad; la empresa está al albur de las presiones externas porque no se “encuentra” a sí misma, no se posiciona adecuadamente porque no ha redescubierto sus propias fuerzas, que son sus auténticas armas.
-Situaciones de alto riesgo, afectan seriamente al negocio, y a veces a la supervivencia misma de la empresa.
-Procesos de fusiones y privatizaciones.
En estas clases de contingencias, la identidad de las empresas se encuentra seriamente comprometida porque se ha olvidado que la identidad es la matriz de la Cultura, de la Comunicación y de la Imagen Corporativa.
Se requieren voluntades fuertes para competir, imágenes globales, singulares, atractivas y potentes.
Las crisis y situaciones de emergencia se superan con una cultura sólida de comunicación y por medio de la comunicación pública o el prestigio de la imagen.
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El verdadero valor de la imagen
Muchas empresas están determinadas por la mentalidad del management de principios del siglo pasado, que sólo piensa en el capital, la organización, la producción y la administración. Y no han aprendido a pensar en términos sociológicos, de información, de comunicación, de gestión integral de los nuevos valores.
Algunos intuyen que la imagen de la empresa, o de la marca, y la identidad corporativa, algo tendrá que ver con los resultados. Sin embargo, ignoran:
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Cuáles son los elementos reales que configuran la imagen de la empresa.
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En qué medida cada uno de estos elementos motiva mejor al público.
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Qué elementos nuevos se deberían integrar para una imagen más eficiente.
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Cómo estos elementos se definen y cómo se reimpregnan en el imaginario colectivo.
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De qué modo, elementos subjetivos y emocionales reales se pueden transformar en valores comunicables creíbles.
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Cómo es posible medirlos y controlarlos.
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Cuáles son las fuentes de comunicaciones que deben ser coordinadas, y de qué manera.
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Cómo cambiar o relanzar la imagen, en qué sentido y a qué medida.
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Qué parte de los resultados se debe a la imagen, o es culpa de ella.
El gran reto de las empresas es que se decidan a medir el beneficio que les aporta su imagen y sus comunicaciones, igual que miden otros parámetros contables. Es nuestra cultura de la información, los valores inmateriales y emocionales, tiene un peso decisivo en las estrategias exitosas de la empresa.
Capítulo 3: BASES EPISTEMOLÓGICAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN EN LA ERA DE LA INFORMACIÓN
El primer principio epistemológico es el pensamiento holístico, que concibe la empresa como un todo y no un agregado de partes. Esta visión es totalizadora y funcional al propio tiempo, y concibe la empresa como un sistema hecho de órganos interdependientes. Esta concepción holística y sistémica es la que integra las funciones de la “acción productiva” y las funciones de la “acción comunicativa”.
El segundo principio epistemológico es la mutación de las empresas como centros de producción, ahora convertidos en auténticos centros de comunicación.
Contra los reduccionismos
Incluso la necesaria y siempre eficaz integración de las comunicaciones sería en cierta medida un reduccionismo.
“Es la escala la que hace el fenómeno” y, por tanto, las realidades cambian según el nivel y el momento desde que las observamos. Si lo miramos desde el nivel de la comunicación, es obvio que integrar la diversidad de esta clase de manifestaciones es un triunfo de la eficiencia sobre la fragmentación y la dispersión. Pero si lo miramos desde una posición holística, o de la empresa como un sistema global, entonces, a comunicación se reduciría a ser una parte del “todo”.
La empresa básicamente hace, actúa, y no sólo comunica: la acción es un modo de comunicación.
La imagen es un efecto de causas diversas, no sólo de comunicaciones y mensajes, sino también de hechos.
Renunciar a integrar las comunicaciones con las estrategias y actuaciones de la empresa es un reduccionismo estéril.
La visión holística aplicada a la empresa lleva a defender la figura generalista polivalente frente al técnico superespecialista, personalizado por el Director de Comunicación. Este rol de estratega lo sitúa en el puente de enlace entre la Acción y la Comunicación.
El reduccionismo es la típica actitud del técnico, por la cual “la entera realidad se contempla y supedita al estrecho fragmento en el cual el observador se considera experto”. Nace de la tendencia académica de formar especialistas, en detrimento de la tradición clásica de formar humanistas. Las destrezas especializadas exigen mucha dedicación, lo que conlleva una cierta e irreversible división del trabajo profesional.
La división de trabajo arrastra prácticas fragmentarias, compartimentalizadas y modos de pensar reduccionistas. Hoy, la comunicación es considerada por las empresas como un instrumento multifacético -aunque desde mediados del siglo pasado se polarizó en la publicidad de masas. Los mass media y los micro media son los extremos técnicos de la comunicación empresarial, y se diferencian por sus magnitudes opuestas (masiva versus selectiva), donde predomina en los primeros lo cuantitativo, y en los segundos, lo cualitativo. Nuestros instrumentos técnicos de comunicación se han multiplicado y diversificado, y fundan su eficacia en la especialización. Pero, los modos como han sido manejados en las empresas los han llevado a la dispersión. Por otro lado, la departamentalización estanca de las organizaciones ha generado fuentes y actores de comunicación autónomos unos de otros. Ello ha traído como consecuencia el que las empresas hablen con varias voces distintas, digan cosas diferentes y proyecten imágenes diversas y débiles, e incluso muchas veces contradictorias.
A una estructura fragmentada, desarticulada y de la que emergen mensajes dispersos, se añade la diversificación creciente de los media y los soportes, y también la emergencia de nuevas necesidades estratégicas. A lo que se agrega un tercer problema: el escaso conocimiento que existe en las empresas sobre cómo gestionar cada uno de estos recursos de comunicación es su especifidad- y en consecuencia, cómo integrarlos.
La integración de las comunicaciones no se limita a coordinar los instrumentos.
El problema del pensamiento reduccionista, con la estructura fragmentada y la proliferación de las técnicas comunicacionales, es propio de la mentalidad técnica, porque toda técnica implica un saber especializado. La especialización surgió con el industrialismo y su ejemplo emblemático fue la cadena de montaje, donde la mente y el gestual de cada obrero fueron normalizados, reducidos, parcelados y robotizados. Por esto los obreros se pusieron al servicio de las máquinas y adoptaron conductas maquinales. Esta fragmentación de la estructura misma de la empresa desarticuló la intercomunicación y dio valor jerárquico y social a la figura del técnico especializado (frente al obrero y al contable).
El prestigio de la especialización viene aumentando desde la economía industrial. Desde entonces, la especialización técnica se ha venido imponiendo, porque las técnicas confirmaban a quien las dominada como el poseedor del know how, y porque un técnico era mejor retribuido que un obrero. La especialización se desarrolla en profundidad, y el especialista cada vez sabe más de lo suyo. La especialización siempre es intensiva y nunca extensiva; y es progresivamente atomizada, lo que hace que cada unidad genere múltiples subunidades de especialización.
Edgard Morin: “la especialización de los conocimientos transforma todos los problemas fundamentales en cuestiones parciales. Vivimos en un momento en que la especialización ha matado el sentido de lo global”:
La acción y la comunicación -el hacer y el decir de la empresa- son facetas inextricables e irreductibles de su actividad global y de su discurso permanente. No podemos separar la comunicación y la acción. Debemos integrar ambas cosas. Los reduccionismos de la división de tareas y de las superespecializaciones deben ser combatidos con una mentalidad más que generalista y polivalente, holística.
El pensamiento holístico
El holismo es un principio de acuerdo con el cual “el todo es más que la suma de sus partes”. Éste es un viejo axioma oriental. Y lo es también de la psicología de la percepción. Pero, inicialmente fue formulado por Jan Christian Smuts como una doctrina filosófica que sostenía que el universo tiene a formar unidades de complejidad creciente. Lo básico del holismo es que integra progresivamente niveles de interacción y permite desembocar en ideas globales; un holismo que conlleva transversalidad o superación del reduccionismo.
La fragmentación reduccionista de las competencias profesionales es el principal obstáculo con el que choca el pensamiento holístico o integrador. La transversalidad realmente eficaz comienza con la mentalidad holística y con la actitud transdisciplinaria.
De la física surgió la teoría atómica. De la biología, la teoría holista. Atomismo y holismo son doctrinas opuestas. Más tarde, la teoría psicológica de la percepción (Gestaltthorie) se basó precisamente en la teoría atómica para contraponerse a ella y demostrar así la pertenencia de la filosofía holista. Según la teoría atómica, todo el universo estaría compuesto de partículas pequeñas e indivisibles. La formación del mundo habría sido el efecto del concurso fortuito de los átomos. La Gestaltthorie, al contrario, favoreció una aproximación al mismo tiempo holista y sistémica inspirada en la teoría de los campos en física. Hoy está aceptado en física que, en un campo integrado, un cambio que se produzca en cualquier punto de ese campo produce una redistribución de la energía y establece un nuevo equilibrio en todas las partes. Esto explica la correspondencia, e incluso la interdependencia, entre las partes y el todo, al mismo tiempo que pone de manifiesto la presencia de algunas estructuras y de algunas leyes en relaciones de las partes dentro de un sistema.
La escuela de la Gestalt reflejaba el cambio del pensamiento científico entero. “El todo es más que la suma de sus partes”. Joan Costa opina que el todo resultante de esta estructura es otra cosa diferente. Esto no es el efecto de una suma, sino de una dinámica de interacciones, una interactividad sinérgica. La interactividad es la esencia misma de la comunicación. Cualquier estructura interactiva integrando un “todo” constituye un sistema, y esto nos hace ver las correspondencias entre el holismo, sistémica y comunicación.
Del holismo a la holarquía
La idea central de “todos” y “partes” no deja de constituir un esquema dual. En palabras de Arthur Koestler “no existen ni `partes` ni `todos` en sentido absoluto. En su aspecto estructural un organismo no es un agregado de partes. En su aspecto funcional no es una cadena de unidades elementales de comportamiento”.
A partir de estas aserciones, Koestler introduce el concepto de holón, término que designa las entidades (“partes” y “subconjuntos”) en los niveles intermediarios de toda jerarquía.
Holón proviene del griego holos, que significa “todo”, con el sufijo on, que designa una parte o una partícula. Todo organismo o sistema tiene que ser comprendido en tanto que una jerarquía de varios niveles de subconjuntos semiautónomos, ramificados en subconjuntos de orden inferior, y así sucesivamente, constituyendo un sistema. “Llamaremos holones a los subconjuntos de cualquier nivel de jerarquía”, es decir, de la estructura, ya que toda estructura implica jerarquías parciales.
El concepto de holón es semánticamente ambivalente, y reúne el todo y la parte. “El concepto de holón tendría que procurar el eslabón que falta entre el atomismo y holismo, y sustituir el esquema dualista del todo por la parte, tan profundamente arraigado a nuestro hábitos mentales”: Holarquía fue el concepto que introdujo Koestler en 1981.
“Toda causa es bipolar”, porque toda causa de algo es a su vez efecto de una causa precedente, y esta ligazón es la verdadera naturaleza de la estructura interactiva.
El verdadero símbolo de la holarquía no es una cadena ni una escala, es una red mallada. Esta red es la que ha substituido la vieja estructura piramidal de la jerarquía vertical en las organizaciones.
En la lógica holárquica, la idea de estructura de niveles jerárquicos en los que se sitúan los holones o subconjuntos, no implica mando y obediencia, sino niveles de funcionalidad.
El paradigma del siglo XXI es el de la nueva cultura de la gestión integrada en la era de la información. A manudo detectamos fenómenos diversos, pero que tienen causas y leyes comunes, que las analogías que encontramos entre cosas dispersas son una forma de conocimiento, diferente de la excesiva racionalidad de nuestros modos de pensar. Es así, en la heterodoxia creativa como emerge el descubrimiento de lo nuevo.
Sobre la heterodoxia creativa
Norbert Weiner llegó a “reconocer la unidad esencial de la comunicación, el control y la mecánica estadística” en su obra capital Cybernetics of control and communication in the animal and the machine (1948). La encrucijada científica en la que coincidían comunicación, control y mecánica estadística, se concertó en la teoría matemática de la información, de Claude Shannon, quién había sido influenciado por las ideas de Weiner.
Cuando la cibernética pasó de estudiar las conexiones nerviosas de los seres vivos; cuando estudió comparativamente la comunicación y la regulación automática de los seres vivos con otros sistemas semejantes; cuando hubo estudiado el cálculo, el control y la comunicación el las máquinas; entonces, la cibernética descubriría una ley general. A esa ley se la llamó sistémica.
La ciencia de la comunicación resultó de la fusión de tres doctrinas fundamentales: Cibernética o Sistemática (Weiner, McCulloch, Ashby, Moreno, Couffignal, Bertalanffy), la teoría de la Retroacción (Poincaré, Vanderpol y el equipo de cibernéticos alemanes), y la teoría matemática de la Información (Weiner, Shannon, Jackobson). Este hábeas científico se agrupa bajo un Tratado general de Psicología y constituye el universo teórico de la comunicación humana.
La innovación científica recubre todas las actividades sociales y empresariales. La creatividad consiste en ver las cosas desde otro ángulo u otra escala, y poner en relación cosas que siempre habían funcionado separadamente en otros contextos distintos.
La aparición de ciencias de encrucijada es característica de la segunda mitad del siglo XX, coincidiendo con el surgimiento de la cibernética y las ciencias de la comunicación o de la información. Del choque entre puntos de vista aparentemente opuestos y en realidad convergente, emergen nueva ideas.
Las ciencias de encrucijada o la creatividad científica
Las ciencias especializadas son lineales, analíticas y aditivas: son sumas de conocimientos. Las ciencias de encrucijada son consteladoras, sintéticas y son movimientos de ideas. Mientras el campo de investigación de una ciencia especializada se reduce cada vez más a medida que aumenta la especialización, y aparecen las especialidades limitadas de una ciencia, el campo de una ciencia de encrucijada se extiende cada vez más en la medida que aumenta la confrontación.
A partir de esta actitud fecundadora de “encrucijada”, Joan Costa ha fusionado elementos de la ciencia de la comunicación, la teoría matemática de la información, la psicología, la praxeología o ciencia de las acciones y la semiótica o ciencia del significado, en su vertiente pragmática.
Partiendo de este hábeas científico, el paso siguiente ha sido crear una metodología, o un conjunto de métodos, que lo hiciera aplicable a las necesidades actuales de las empresas. Una teoría sólo es válida si se puede aplicar. Y ésta es justamente la lógica de la Comunicología: el puente entre la teoría y la praxis, que establece metodologías para la aplicabilidad de la teoría científica de la comunicación y de la acción.
La metodología requiere ser alimentada, regenerada y actualizada en la misma medida en que crece la complejidad en el mundo de las empresas y se generan nuevos problemas y oportunidades.
En las situaciones creativas propiciadas por la idea de “ciencias de encrucijadas”, se aplica la cultura de las transdisciplinareidad, que es la culminación de un proceso integrador que se inicia con la multidisciplina y sigue con la interdisciplina. En el trabajo transdisciplinar, el experto aporta, aprende y, retroactivamente, modifica sus propias aportaciones. El equipo transdisciplinar se comporta sistemáticamente, lo cual explica el progreso helicoidal de su proceso de trabajo.
Los apriorismos mentales, los lugares comunes y las actitudes reduccionistas constituyen modelos de pensamiento en extinción. Y ese es el paso que es preciso franquear para desplazarse de los modelos ya obsoletos a la nueva cultura de la gestión donde se integran las Comunicaciones y éstas se fusionan con la Acción. Su resultado inmediato es la eficacia en cada uno de los ámbitos de actuación. Su resultado más acumulativo y persistente es la construcción de la imagen corporativa. La ambivalencia de tal integración muestra sus dos dimensiones o, si se prefiere, la naturaleza de su complementariedad sinérgica.
La empresa, sistema central de comunicaciones
La empresa es hoy un sistema activo transmisor y receptor de mensajes, lo que está sesgado por una visión técnica, y por tanto resulta insuficiente si lo que queremos es una explicación que haga comprensible el funcionamiento global de la empresa en tanto que organización.
Es cierto que la idea de la empresa como un sistema emisor y receptor de comunicaciones era inconcebible hasta mitades del siglo pasado, que emergió la cibernética y la teoría de la comunicación en el curso de la Segunda Guerra mundial; y después, con la explosión mediática. Nos han deslumbrado tanto los efectos de la tecnología que nos ha impedido ver qué había detrás de ellos y qué incidencias y consecuencias tenía en la vida y el desarrollo de las empresas.
La noción de sistema nace con la cibernética y los problemas técnicos importantes que implican el uso de servomecanismos; que da lugar a la teoría del feedback. La teoría de sistemas, o sistemática, es una generalización de base cibernética, y éste es “el arte de hacer eficaz la acción”.
La Acción tiene dos vías de expresión: la acción productiva y la acción comunicativa, donde ambas son sinérgicas e inseparables. La empresa es, estructural y funcionalmente, un sistema.
-todo sistema consta de un cierto número de componentes diversos que realizan determinadas funciones.
-las partes o componentes que integran el sistema son interdependientes unos de otros.
-el sistema-empresa es un sistema abierro, es decir que está conectado con otros sistemas externos con los que intercambia materia, energía e información: entorno social, mercado, grupos, etc.
-el sistema-empresa está regido por leyes de estructura y de función; su equilibrio con el entorno es autorregido por su aptitud proactiva y reactiva, que hace el sistema-empresa autoestable.
-las leyes de función están regidas por un factor inteligente, un vector, que distribuye las órdenes de actividades a los órganos, a los conjuntos y subconjuntos de órganos o partes, y constituye el “sistema nervioso central” de la organización. Es una función conectada, de intercomunicación y de intercambios de información.
La empresa es un sistema porque sólo en él las partes que lo integran tienen sentido, y porque sus respectivos comportamientos dentro del sistema difieren de cómo son fuera de él: “el olvido de la sistémica ha conducido al reduccionismo profesional”.
Sistema significa totalidad de partes conectadas entre si en forma de una red interactiva, por la que circulan informaciones diversas de una parte a otra según sean las necesidades funcionales especializadas de cada parte. La teoría general se ocupa de la vida y la sustentabilidad de los sistemas con independencia de la naturaleza física de los órganos que los constituyen y de sus particularidades.
Los elementos de los sistemas, ligados entre sí intercambian magnitudes físicas (productos o servicios) o mensajes (informaciones, instrucciones, contenidos significantes).
Abraham Moles defendió que la sistémica es una ciencia “complementaria” de las comunicaciones. Pero también involucra a la ciencia de las acciones.
“Se ofrecen dos vías a esto que podemos llamar el pensamiento sistémico. La primera consiste en profundizar extrayendo las propiedades y leyes según las cuales los ensamblajes de elementos dan lugar a fenómenos globales, que son diferentes de los resultados que daría una simple adición. La segunda vía es el desarrollo progresivo del pensamiento cibernético y de sus aplicaciones por extensiones sucesivas de la noción de organismo”.
En este teoría de los circuitos complejos, la sistémica dispone de dos grandes útiles: el principio de reacción en bucle (feedback) en el interior de la “caja negra” cibernética, que es la sustancia de la interacción, y la medida de complejidad.
La complejidad es la medida específica del ensamblaje de los órganos dentro de un sistema. Aparece también como una dimensión psicológica del mundo de la percepción. Aumenta con el número de elementos del sistema, porque esta aumento cuantitativo implica normalmente que también se diversifica la variedad tipológica de dichos elementos, así como el número de funciones que realizan, y también el volumen de a interactividad.
De la complejidad generalizada
La comprensión de la empresa, orgánica y funcionalmente como un sistema no desvela la complejidad de sus interacciones con el entorno. El fenómeno que resulta de ello es el aumento generalizado de la complejidad, porque ésta se multiplica con el mayor número de órganos y su diversidad tipológica, que genera una estructura múltiple de conjuntos y subconjuntos sociales.
Las interacciones entre el sistema-empresa y su sistema-entorno formando un suprasistema, implican a las partes y órganos de cada uno de ellos. Los sistemas son movidos cada vez más por información.
Las diferencias entre grupos, corporaciones, grandes empresas, medianas y pequeñas, son en tanto que sistemas, diferencias de escala. La complejidad no está determinada por el tamaño, sino por la dimensión cuantitativa de sus órganos y de la estructura. Por esto precisamente, el problema de integrar las comunicaciones y de construir la imagen empresarial es común a todas las organizaciones y no es un privilegio de las grandes compañías. Pues todas coexisten en el mismo campo de batalla cuya lucha se llama competitividad. Y cuyas armas se llaman estrategia y creatividad.
Lo complejo y lo complicado son cosas diferentes. La complejidad es una cualidad de las cosas o de los fenómenos cuya división produce dos partes que no son simétricas o que no son idénticas, como es el caso de los sistemas. Pero lo que define la complejidad es que éste se circunscribe a los sistemas, y a las relaciones entre sí mismas, lo cual significa que sus dimensiones son finitas, y por tanto, predecibles. La complicación es turbulenta, caótica, porque no tiene los límites ni la estructura que son propios de los sistemas. Las complicaciones llegan a oscurecer la complejidad en la vida de la empresa, pero ésta se disolverá si sabemos recuperar las condiciones y las estructura sistémicas que son la vida misma de la organización.
En síntesis
La epistemología es la filosofía con que el investigador sustenta científicamente su cara a cara con unos fenómenos concretos. En nuestro caso, los fenómenos de la competitividad y la sostenibilidad de los negocios.
Esta filosofía nuestra para la integración de las ciencias de la comunicación y de la acción en las empresas, y al mismo tiempo para la construcción de su imagen pública en nuestra economía de la información, se ilumina con el pensamiento holístico enfrentándolo a los reduccionismos tan arraigados como perversos.
Toda empresa es una unidad orgánica, un sistema vivo y respirante de interacciones e intercomunicaciones dentro de sí misma y con su entorno social, material y cultural, con el cual convive y por el cual existe.
Las bases epistemológicas que nos han inspirado una ciencia de encrucijada para ser desarrollada y aplicada a las empresas, nos empujan a preconizar la actitud transdisciplinar, y a reivindicar las ciencias humanas y sociales como matiz, precisamente, de la ciencia económica.
Capítulo 4: NUEVA SOCIEDAD Y NEOHUMANISMO EN EL PARADIGMA DEL SIGLO XXI
Las cosas no se detienen. Las ideas no se acaban y la fuerza de las cosas las empuja.
Las transformaciones en el ámbito comunicacional y de los media se están adecuando al nuevo paradigma. Las tendencias de las inversiones en comunicación empresarial y la ecología de las comunicaciones cambian de signo. Al tiempo, la mentalidad economicista y cuantitativa, se abre a los valores del nuevo paradigma, como lo demuestra el cambio del discurso hacia los intangibles.
Contratendencias y nueva sociedad: el sistema-entorno
Si los escenarios de nuestra cultura están en la cotidianidad de la vida; si la materia de la cultura son los hombres; la estructura propia de nuestra cultura es obra de los medios de masas: producción de masas, comunicación de masas, consumo de masas, cultura de masas. Ésta pone de manifiesto la estructura aleatoria y saturada de nuestras percepciones, conocimientos y experiencias al azar, desordenados y desarticulados en sus fragmentos mínimos. Es la cultura “en mosaico” y la recomposición de la sociedad en un mosaico multipolar que emerge con el impulso de las contratendencias sociales que tienen lugar en la corriente misma de las megatendencias marcadas por el sistema para su autoconservación.
El mapa que la marea de las megatrends y las contratendencias en choque unas con las otras, presenta, está determinado por una dialéctica desequilibrada entre:
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Las macreotendencias, o grandes movimientos que son claros, constatables y/ o previsibles porque se realimentan a sí mismos.
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Las contratendencias emergentes, que son apenas predecibles porque constituyen movimientos reactivos espontáneos, promovidos por grupos minoritarios que se oponen a la dictadura de las macrotendencias organizadas por el poder económico y mediático.
Las contratendencias sociales son reacciones de microgrupos frente a las grandes tendencias marcadas por el sistema y propagadas por los medios masivos. Se puede considerar este movimiento contracultural desde la perspectiva socioeconómica, en tanto que un conjunto diverso de microacontecimientos silenciosos en principio, pero reales, sutiles pero coincidentes entre sí, discretos pero que se extienden entre unas minorías que son la punta de lanza de dichas tendencias contra, y que por eso mismo implican innovaciones culturales.
Las contratendencias son manifestaciones de los mecanismos de autorregulación social que, por ser generadoras de tendencias contra lo establecido, poseen un valor indiscutible de innovación sociocultural.
En los años 80 se empieza a pasar de la ideología del consumo a una cultura del consumo, tendencia marcada por la complejidad, la hiperoferta y el exceso, que genera en reacción una conducta más madura. En los años 90 asistimos a una ecología del consumo, una nueva ética del consumo vinculada a una nueva conciencia de la globalidad, a una nueva racionalidad. Las nuevas contratendencias son reacciones al sistema consumista; contra el shopping como finalidad; contra la falsa creación de deseos por la publicidad; contra los excesos de los mass media y la telebasura; contra la concentración del poder mediático en manos de los grandes grupos económicos; contra la velocidad delirante impuesta como un motor del consumo; violencia generalizada, y los monopolios corporativistas del neoliberalismo amenazante.
Son una reacción crítica que responde a nuevos valores emergentes en contradicción con etapas precedentes. En los albores de los 90 se empieza a producir una conciencia de identidad individual a través de los pequeños grupos que representan de hecho a minorías significativas.
El nuevo individuo se despliega en su multidimensionalidad y se reagrupa en segmentos divergentes. Los nuevos grupos caracterizados por sus afinidades y su identidad como tales, configuran una estructura social en “minorías mayoritarias”, porque poseen al propio tiempo los rasgos diferenciadores de una minoría y las exigencias reivindicativas de una mayoría. Con esta recomposición del tejido social, las antiguas clases desaparecen, para recomponerse en una nueva estructura que llamamos “en mosaico” porque constituye un ensamblado social multiforme. He aquí el camino que conduce una microsocialización cada vez más segmentada y multipolar, que ha adquirido todas las características de las viejas minorías: la necesidad de afirmarse, de buscar y defender la propia identidad amenazada por un sistema demasiado opresivo, alineante y egoísta.
He aquí cómo el cambio, la regulación del devenir sociocultural, los acontecimientos marginales introducen sus efectos en la realidad. La innovación, la renovación contra las megatendencias fuertemente afirmadas es obra de estas contratendencias.
Junto con la producción de innovación en el ámbito artístico, científico y técnico, las contratendencias contribuyen a autorregular el “sistema” social desde dentro de él y desde una perspectiva crítica, que es la génesis de nuevos cambios culturales.
La novedad, la innovación, los cambios, no proceden solamente de los micro medios oficiales. Provienen también del mismo macromedio social y se incorporan a su propia dinámica. Aquello que las contratendencias introducen de este modo en el circuito sociocultural es también “nuevo”, porque inyecta en el sistema elementos que antes no existían, pero también y sobre todo, porque modifica y reorganiza lo existente.
Contratendencias y cultura mosaica
La sociedad de masas, fragmentada en múltiples piezas distintas y recompuesta aleatoriamente como un mosaico, no es un fenómeno aislado ni autónomo. Las contratendencias sociales son un reflejo de las presiones, la saturación y la banalización de una cultura regida por las leyes del mercado, la lógica del consumo y el imperialismo tecno-económico y mediático. En reacción a estas megatendencias impuestas, la masa social se resquebraja, se fragmenta y reivindica las diferencias, las singularidades, las identidades culturales y grupales, y el derecho a hacer oír sus voces. Es el producto de una cultura masiva, homogeneizante y todopoderosa.
La “sociedad mosaica” es fruto del tránsito de una cultura clásica, generalista, ordenada, humanista, a una sociedad de técnicos, especialistas y operadores, donde los modos de enseñanza de antaño, así como sus contenidos, han sido transformados bajo el desorden, lo aleatorio y la superespecialización, que es propio de la cultura forjada por los mass media y la tecnología, en cuyo fluir no hay procesos lógicos, sino simultaneidad, dispersión y contradicción.
Este entorno hipertecnificado y afluente de mensajes, medios y comunicaciones, posiblemente sea un epifenómeno de la cultura mosaica, de la sociedad fragmentada en minorías emergentes significativas, minorías mayoritarias que son cuantitativamente poco relevantes, pero cualitativamente notables; y por eso las empresas y los políticos las están tomando en cuenta.
La diversificación social creciente, la aparición súbita de nuevas formas de contestación, tiene su reflejo en el mundo tecnológico, la vida de las empresas y sus nuevas necesidades de comunicación. Podemos ver en estas mutaciones la encrucijada de tres fuerzas:
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La cultura mosaica provocada por el sistema tecno-económico y mediático, y la reacción de las contratendencias sociales, que promueven nuevos valores, nuevas voces y nuevas exigencias.
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La proliferación de nuevos modos de relaciones y desarrollos tecnológicos inéditos: telecomunicaciones, informática, digitalización, clonación, manipulación transgénica, etc.
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La penetración de todas estas fuerzas en el mundo de las empresas, determinando nuevos paradigmas y estrategias, nuevas formas de razonamiento y de reacción, y búsqueda de reequilibrio entre ellas y el entorno.
Han aparecido en la empresa, nuevos actores, nuevas situaciones, nuevas técnicas que hay que gestionar: los recursos humanos, la cultura organizacional, la formación permanente, los problemas de calidad, la cultura de servicios, la integración de las comunicaciones, la identidad corporativa o la diferenciación como factor competitivo fundamental y generador de la imagen de empresa, la microsegmentación de públicos que es correlativa a la emergencia de los micro media y la sociedad mosaica.
La noción de capas sociales coloca en primer término al público receptor de los mensajes y de las acciones de la empresa. La idea de capas sociales es más precisa que la idea de sociedad de mosaico, se concibe como un modelo estratégico que pivota alrededor de la empresa. Son capas que la recubren sucesivamente, donde la primera de ellas es la más inmediata al núcleo (la empresa) y la última representaría las más distante: la opinión pública. Son capas tipológicas de los diferentes públicos que coexisten en un universo social y que tienen diferentes clases de relaciones con la empresa; son públicos estratégicos. De este modo, la empresa y su entorno social privilegiado es concebible como una red total.
Ésta noción de “red” ha absorbido el organigrama piramidal de jerarquías y funciones de la empresa, y relaciona los elementos de la organización con los de las capas sociales. Todos ellos devienen componentes de una red que, además de integrar las comunicaciones, reúne a los diferentes actores que están en intercomunicación. La noción de casas sociales, ha cristalizado al sistema en red, que incluye a todos los actores (de la empresa y externos), constituyendo un sistema global.
Cultura corporativa y humanismo
Los nuevos escenario contratendenciales se multiplican y diversifican para atravesar este fenómeno de mundialización.
No hay una sola vía marcada por a globalización, la economía, las nuevas tecnologías y la presión de la competitividad y de las contratendencias sociales.
Hay otra vía que ha sido abierta por intereses del entorno social.
Así mismo, hay una nueva brecha abierta, que puede no tener efectos tan decisivos ni tan rápidos como la “vía de choque”, pero que incide como un epifenómeno en los cambios generalizados del entorno: movimientos que empiezan a nacer en algunas escuelas de negocios del Canadá francófono y del norte de Europa, y penetran sutilmente dentro de las empresas: el sistema-entorno se infiltra en el sistema-empresa.
Se trata de la fusión de la gestión empresarial y las ciencias de la vida. Así, las empresas acceden poco a poco a las instancias científicas. Esta vía ha sido abierta por profesores y estudiantes de administración de negocios, de economía, de ciencias empresariales. Se estima que es el camino más eficaz para inyectar las ideas innovadoras en las estructuras conservadoras de las organizaciones, la administración pública, los partidos políticos, los sindicatos.
Este movimiento empezó a nacer en el seno de la cultura corporativa, en lo que podemos llamar “la voz de las ciencias del hombre”.
La cuestión planteada de principio es esta: ¿En qué medida las prácticas de gestión están de acuerdo (o en contradicción) con las ciencias de la vida? La gestión empresarial debe salir den mundo estrecho en el que viven encerrada y desde el cual ignora otras facetas de la interacción psicosocial, para abrirse a la resolución de nuevas exigencias a las que la empresa se encuentra confrontada.
Sus promotores sabían que el cambio emprendido no era fácil, sobre todo porque no ofrece provecho inmediato, contante, y sonante para la empresa. Por eso principalmente encontraron resistencias. Sin embargo, se armaron de convicción y tenacidad.
Ruptura entre la empresa y los hombres
Chalant preconiza con enorme capacidad de convicción, la necesidad de que el punto de vista de las ciencias humanas franquee las puertas de las empresas. M. Dufour defiende la enseñanza de las humanidades adaptada a las necesidades de los futuros dirigentes de las empresas, para ponerlas en práctica allí. O. Aktouf es testigo de cómo la antropología, la lingüística, la fenomenología y el psicoanálisis conducen a renovar y enriquecer las concepciones tradicionales en gestión de empresas. H. Atlan contribuye a renovar la idea de organización en los sistemas vivos. J. Cloutier utiliza el análisis de sistemas para comprender y medir mejor el impacto de las nuevas tecnologías sobre las actividades de comunicación. G. Condominas pone especialmente de relieve la importancia de la información y la argumentación en el discurso. E. Jaques trabaja en investigación y consultoría para comprende mejor las relaciones que existen entre la angustia individual y las estructuras sociales. H. Laborit propone una teoría de la acción que subraya los efectos desastrosos de las inhibiciones sobre el equilibrio fisiológico y físico del individuo. L. Vallée concede un lugar primordial a los sistemas de representación colectiva en toda teorización de las sociedades. A. Gorz ha hecho una crítica a la división del trabajo como proceso de inhibición y de ruptura.
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Etnografía de las organizaciones
Casi al mismo tiempo, tenía lugar en París un Seminario organizado por el entro de Investigación en Gestión sobre “etnología de las organizaciones”. Allí, se profundizaron los mecanismos del funcionamiento de las organizaciones, así como las dificultades del consultor en gestión para introducir el punto de vista antropológico y fenomenológico, “que es rehusado en las empresas porque la investigación fenomenológica lo pone todo en cuestión”. En este seminario se pusieron muy especialmente de manifiesto las diferentes tentativas por incorporar las ciencias humanas en el examen del funcionamiento de las organizaciones, y los resultados que se obtienen en el campo del conocimiento relativo a los mecanismos del comportamiento de los individuos en grupo.
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El Congreso Internacional sobre Cultura Corporativa
Treinta y cinco potentes, la mayoría procedentes de los países del norte de Europa, plantearon las diferentes cuestiones que se implican en el amplio concepto de “cultura corporativa”. El punto de vista era de los investigadores de la organización empresarial y de los profesores de las escuelas de dirección la corriente o el hilo conductor, era el de la fusión entre gestores y científicos. En esta ocasión el campo científico abarcaba las ciencias de la acción y de la comunicación.
Estos movimientos han de sumarse al postindustrialismo y la revolución de los servicios, la comprensión holística de la empresa, la integración de las estrategias de acción y de comunicación, el fenómeno de la nueva comunicación interactiva, la emergencia de las contratendencias sociales, etc.
La matriz sociológica de la empresa: un redescubrimiento
El Premio Nobel de Economía del año 2000 ha sido otorgado a James J. Heckman y Daniel McFadden, “los estudiosos de las consecuencias económicas del comportamiento humano”. También se puede pensar en las consecuencias sociales del comportamiento económico; esta ambivalencia indica la dependencia intrínseca entre comportamiento humano y comportamiento económico. O entre sociología y economía.
Ellos han desarrollado técnicas y métodos que son ampliamente utilizados en el análisis estadístico del comportamiento de los individuos y de los hogares, tanto en la ciencia económica como en las ciencias humanas.
Heckman y McFadden han resuelto los problemas planteados por el análisis estadístico de los datos. Los métodos que ambos han desarrollado reposan sobre sólidas fases de la teoría económica, pero pueden aplicarse a problemas sociales importantes.
Sus incursiones en los problemas sociales y económicos nos recuerdan que la economía es una ciencia social. El interés de los premiados se enfatiza en el análisis de los consumidores mediante datos psicométricos, devolviendo a la economía sus vínculos originarios con la psicología. Su solvencia analítica y empírica se engrandece al recordarnos con sus incursiones en los problemas económicos y sociales actuales que la economía es una ciencia social, y sólo como tal tiene sentido.
Tanto Heckman como McFadden han hecho escuela tanto en la economía como en la sociología.
McFadden explicó a la prensa: “la idea es emplear la teoría económica para estudiar la conducta individual”.
Heckman se refiere a sus estudios sobre programas sociales para evaluar cómo funcionan actuaciones del tipo de la discriminación positiva y la información para el trabajo: “Toda la evidencia disponible apunta al valor a largo plazo de aumentar la formación y la educación de los más jóvenes”. “La formación trae consigo más formación, el aprendizaje temprano promueve el aprendizaje posterior”.
Se trata de humanistas con una preocupación genuina por la resolución de problemas sociales y no de aficiones a la técnica por la técnica. El ámbito de sus preocupaciones y métodos trasciende lo estrictamente económico.
Durante los años 60, McFadden había diseñado un método para la cuantificación empírica de la producción técnica y su relación con la cuantificación detrás de la demanda de capital y mano de obra por parte de las empresas. Asimismo, ha sido destacado por su interés en la economía medioambiental. Este estudio constituye un ejemplo su talento magistral para integrar teoría economía en estudios empíricos sobre importantes problemas sociales.
Todo esto, muestra la unidad esencial que existe entre sociología y economía, o ciencia económica y ciencias humanas. Sin embargo, desde el industrialismo, todas las voces se han alzado en apoyo de la ciencia económica en detrimento de su componente psicosocial. Lo cual ha sido un reduccionismo de consecuencias considerables en el pensamiento empresarial contemporáneo.
Con el advenimiento de los servicios, las empresas han redescubierto sus “recursos humanos” como actores privilegiados de la nueva economía. Es por este retraso en focalizar la atención en este componente sociológico de las empresas, que éstas han tardado tanto en invertir en formación profesional. Es asimismo reciente la comprensión de que la “gestión de la calidad” y los “cambios culturales” son recursos estratégicos de importancia indiscutida basados en las personas. Que la “comunicación interna” es el soporte permanente de la cultura organizacional. Y que la era de los servicios privilegia a las personas.
Dispositivos con implicaciones económicas evidentes que se trasladan a la fuerza competitiva de la empresa, pero que en primer lugar corresponden a la psicosociología de la organización. Juan Tugores opina que “la economía es una ciencia social, y sólo como tal tiene sentido”. Que las empresas admitan que la economía implica en primer lugar personas, y que éstas se sitúen en el plano que les corresponde por su dominio de conocimientos, es una de las premisas de nuestra era de la información.
Filosofías de la segunda empresa de comunicación en le mundo
Jean-Marie Messier, uno de los hombres más poderosos de Europa, preside Vivendi Universal, el segundo gigante mundial de la comunicación.
“Creo que los empresarios tenemos la obligación de la transparencia. Hay que aceptar que debemos dar explicaciones, no sólo ante nuestro empleados y accionistas, también ante la opinión pública. Tenemos que rendir cuentas, ser conscientes de que es así”. Actualmente todos los empleados de Vivendi son accionistas del grupo, con lo cual una parte de la riqueza vuelve a los empleados vía accionado. “Yo defiendo para los asalariados un capitalismo justo y equitativo. Cuando ellos se convierten en accionistas se les protege contra los riesgos de los altibajos de la Bolsa”. “Quiero tener muchos accionistas, personas totalmente independientes que supongan un contrapeso, un equilibrio respecto de los fondos de pensiones”.
“Significaría un peligro para que la mundialización afectara solamente a las empresas y no a las organizaciones sociales o sindicales. Tiene que haber un contrapoder”. “Tengo la convicción profunda de que cuando existe un poder, debe haber un contrapoder. (...) Tiene que haber un contrapoder porque necesitamos un equilibrio”.
“No hay más que visitar Internet para ver que cualquiera puede enviar el mensaje que quiera, incluso los contrarios a la globalización. Se está creando una red de transparencia formidable. Internet devuelvo el poder a los consumidores y los ciudadanos. La evolución de la economía en esta nueva etapa, contribuye a fortalecer ese poder”.
Messier está persuadido de que el problema está “en las organizaciones internacionales. Estas instituciones están mal organizadas para las necesidades que se plantean, para tener en cuenta la opinión del consumidor, o de las organizaciones que representan a la sociedad civil. La sociedad es algo en constante evolución, y es normal que surjan reacciones contra la mundialización.”
Ante el crecimiento de la libertad de elección y de expresión, y preguntando por cuál es su papel en estos casas en su grupo de comunicación, y qué hace con los periódicos del mismo, Messier responde: “Yo creo que los equipos de periodistas son los que saben cómo hacer que un periódico sea bueno. Mi oficio es el de ayudarles. ... no debo poner límites a la independencia de los que hacen el periódico”.
Cultura organizacional y cambios culturales
Existe en general por parte de muchos consultores un exceso de adaptación a los intereses de las empresas. Y éstas están demasiado inclinadas a la lógica de la organización, a la burocracia, y así, continúan en general de espaldas a la psicología del trabajo en equipo.
“Psicología del trabajo en equipo” significa que en la empresa todos deben tener la conciencia y la actitud de trabajar cooperativamente. Todos son actores. Y este gran cambio de mentalidad debe empezar por la más alta instancia, la gerencia, e involucrarse en toda la organización. Trabajar en equipo desde una posición inteligente significa igualdad, relación, corresponsabilidad en cada uno y en todos, en tanto que colaboradores de una misma causa, y el la línea del neohumanismo.
Según Lalit M. Johri, “una empresa humanizada rinde más”. Se define a sí mismo como el médico que ayuda a los directivos a prevenir y valorar los nuevos problemas que se derivan de la globalización de la economía.
Buda, Confucio, Descartes, Gandhi, Luther King son los grandes pensadores en los cuales se basa. “La empresa tiene mucho que ver con estos pensadores”. Para tener éxito en sus mercados, la cultura asiática, cuida tanto las relaciones con los trabajadores como las relaciones externas.
“Gandhi decía que los empleados deben sentirse dueños de la empresa, no ver a los directivos como explotadores. Un empleado que se identifica con la empresa no malgasta su tiempo”.
Lalit explica que la persona adecuada para darle confianza al trabajador es el propio cliente. En las relaciones laborales no debe haber jerarquía humana, ya que la igualdad aumenta la eficacia.
“La tecnología no debe dominar, debe ser accesible a todo trabajador y compatible con la actividad humana. (...) Si se consigue mantener el equilibrio entre la tecnología y las relaciones humanas, se pueden mantener unos costos de producción muy bajos con una altísima calidad”.
“Ser efectivo es ser positivo: la vida, el respeto al medio ambiente y a las personas te devuelven tu actuación. Una compañía no es tecnología o marketing, son personas, y si se las apoyas mejorarán ellas y mejorará la empresa”.
El gran cambio debe empezar por la gerencia. Los directivos deben recuperar su esencia de persona, hablar con sus empleados, tratarlos de igual a igual. Sin duda el valor más importante dentro de una compañía es el humano.
Junto a la sociedad de mosaico, que es un producto de los medios masivos y la cultura de masas, la reacción penetra asimismo en las escuelas de negocios, donde se infiltra de la mano del neohumanismo.
Uno de nuestros elementos epistemológicos para el nuevo paradigma resitúa el individuo por delante de las técnicas y de los viejos conceptos del pasado. Los cambios culturales en las empresas empiezan por aquí. Y este es otro de los principios del paradigma del siglo XXI.
Ecología de la comunicación y nuevas tendencias
La ecología de la comunicación es la ciencia de las relaciones e interacciones que existen entre las diferentes especies de actividades de comunicación de la empresa. Esta ecología que implica redes, mensajes y transacciones, es una actividad forzada por la afluencia comunicacional, el aumento y diversificación de las necesidades comunicativas y su saturación, y la exigencia de atender a los diferentes escenarios -internos y externos- que amplían la acción de la empresa en este contexto de ecocomunicaciones.
Los parámetros de la nueva gestión -que proceden del siglo XIX y todavía subsisten- se fundaban en cuatro pilares inamovibles: Capital, Organización, Producción y Administración. Era el modelo fundado por la “empresa” que tuvo que inventarse a sí misma, ya que su modelo precedente era el del taller artesanal. Este modelo del industrialismo del XIX ha desaparecido detrás de las cortinas de la estrategia. Este modelo del industrialismo incipiente no fue pensado desde la estrategia, sino desde las exigencias primarias de la organización naciente.
El paradigma que rige la nueva gestión, se edifica sobre cuatro columnas bien diferenciadas de las anteriores, porque son estratégicas, porque son estratégicas y corresponden a los nuevos valores competitivos, que son los motores de crecimiento y rentabilidad. Identidad, Cultura, Comunicación e Imagen son diferenciadores y singularizan a la empresa frente al resto de sus competidores.
Los tres polos de la comunicación
Según Joan Costa toda la dinámica de transformaciones que implica la revolución de transformaciones que implica la revolución de la información y la interactividad, es irrefrenable e irreversible. Y su fuerza impone una recodificación, un replanteamiento profundo de la acción y la comunicación empresarial que ha de basarse en los siguientes polos de actuación:
El polo de las relaciones institucionales: Alberga grandes decisiones políticas orientadas a los accionistas, los mercados de capitales, las instituciones, las administraciones públicas, los líderes de opinión, los acuerdos internacionales, privatizaciones, fusiones, absorciones, inversiones, desinversiones, estrategias de identidad y de imagen corporativa.
Según un análisis realizado en España por InfoAdex 2000 y publicado por la revista CONTROL, “en 1980, las empresas españolas dedicaban a las relaciones institucionales un 10% de su actividad. En 1990, se había duplicado. En el 2000 se prevé que se habrá triplicado, alcanzando un 30%”.
El polo de las comunicaciones organizacionales: está tomando en cuenta las exigencias de los cambios culturales que afectan a todos los empleados y colaboradores; los nuevos requerimientos de comunicación organizacional con teletrabajo; las demandas de calidad generalizada; la generación de valor y, en fin, todas aquellas actividades culturales y comunicacionales que parten del núcleo identitario y de la gestión, y que son el soporte de la imagen.
“En 1980, las empresas españolas dedicaban un 5% a esta actividad. Un 15% en 1990, y se prevé un 25% para 2000”.
El polo de las comunicaciones de marketing: es el de creciente diversificación, porque incluye la publicidad en los media y otra comunicaciones no publicitarias y micro mediáticas. Aún así, según el estudio InfoAdex 2000, las comunicaciones externas convencionales se redistribuyen y ceden posiciones en beneficio de los polo 1 y 2.
El 1980, esta actividad suponía un 85%. En 1990 descendió a un 65%. Las previsiones para el 200 vislumbran una nueva caída: 45%.
Hay una clara atención creciente hacia las comunicaciones institucionales e internas (que incluyen investigación, cambios culturales, formación del personal, identidad e imagen), y un crecimiento de las comunicaciones externas no convencionales en detrimento de las publicidad convencional.
Por consiguiente, es un hecho innegable el descenso progresivo de los medios masivos convencionales a favor de los medios no convencionales y los micromedias. En este proceso es evidente el descenso de la mentalidad fragmentada y reduccionista frente a la mentalidad integradora de la gestión y las comunicaciones.
Diferenciar los que es in-diferente
Cuando los productos y los servicios no se diferencian unos de los otros, el consumidor sólo alcanza a diferenciar aquellos que poseen una personalidad singular y mantienen su propio discurso.
Una marca vale lo que representa
Es evidente la dificultad que encuentran los productos, los servicios y las marcas para significar algo para alguien. Este es uno más de los motivos que ha llevado a las empresas a abrirse a la comunicación. Una cosa es el producto, o el servicio, otra cosa es su identidad y otra su comunicación. Cada día más empresas invierten una parte creciente de su presupuesto a las acciones de comunicación corporativa y a la integración de los instrumentos necesarios. Todos son conscientes de la necesidad su presencia y su diferencia competitiva en el mercado. Esta apertura supone una verdadera revolución cultural en el pensamiento estratégico cuyo alcance es todavía imprevisible.
Post scriptum
Los problemas no están aislados unos de otros. Con la crisis de identidad de la marca corporativa convive un problema de cultura y otro problema de comunicación. Identidad, Cultura, Comunicación e Imagen son, precisamente, los vectores del paradigma del siglo XXI.
Capítulo 5: LA CULTURA DE COMUNICACIÓN
Metodología práctica
Hay instrumentos materiales e instrumentos mentales; y deben estar bien templados para ponerlos a funcionar, para observar los hechos, proyectar ideas, calcular efectos y construir las estrategias que tendremos que formular, realizar y controlar.
Estos instrumentos mentales son los mismos que han de saber traducir las estrategias de acción en estrategias de comunicación. Es el razonamiento creativo y las bases que sirven para aplicar los modos de pensar y de hacer. El centro nuclear de las relaciones en nuestra sociedad son cada vez más las empresas, cuyas acciones e interaccione inciden de modo determinante en el entorno materia, socioeconómico y cultural. La lucha competitiva se torna cada vez más dura y difícil. El objetivo de la estrategia corporativa en este escenario, es generar y gestionar la eficiencia.
La forma modular o taylorista de concebir el funcionamiento de la empresa asume que los procesos empresariales son módulos independientes de gestión.
Por el contrario, las concepción holística o sistémica entiende el todo de la empresa como un sistema funcional que es autorregulado porque realiza procesos integrados, es decir funciones sinérgicas que se basan en la existencia de leyes estructurales entre todas sus partes. La estructura funcional es unitaria, y el sistema-empresa se funda en la unidad de este equilibrio dinámico.
Así, la primera concepción modular trata las diferentes funciones y procesos de la empresa como un mosaico, donde cada pieza es responsable de sí misma, pero no puede serlo del conjunto. La eficacia de cada parte no asegura la eficiencia del todo. Esta concepción fragmentaria es el residuo del modelo industrial que triunfaba a principios del siglo pasado. Las empresas contemporáneas han perpetuado esta herencia conservadora e incompletas, con la práctica de fragmentar, dividir, compartimentar, desarticular artificialmente un organismo complejo como la empresa, que por sí misma ya tiende a la dispersión (segundo principio de la termodinámica).
Esta actitud modular es el triunfo por la destrucción del conjunto, y coincide con el mandato “Divide y vencerás”.
La empresa es una fuerza proactiva. Por esto, la actitud sistémica defiende la fórmula positiva contraria: “La unión hace la fuerza”.
La cultura de comunicación que necesitamos es integradora, pero respetuosa con la diversidad estructural del sistema-empresa, así como del sistema-entorno en el que se ubica.
Una falsa alternativa
Las empresas ignoran que “alguna” forma de cultura (o de entenderse para llevar a cabo unas tareas) se genera espontáneamente cuando un grupo se pone a trabajar.
Lo mismo sucede implícitamente con la comunicación, por lo menos en el ámbito interno de la empresa, porque trabajar juntos, organizarse y fijar unas reglas mínimas, no es posible sin que haya comunicación entre las personas.
Finalmente, no importa si la empresa se preocupa o no de su imagen pública: de todos modos ésta se va a generar, existirá y funcionará, con mayor o menor fortuna.
Lo sepan o no, lo quieran o no, todas las empresas sin excepción generan una determinada cultura del hacer y el relacionarse. Desarrollan actividades de comunicación y de relación con su interior y con su entorno. Y proyectan una determinada imagen en este entorno.
Estas realidades se producen al margen de la voluntad de la empresa. Pero no se tomó conciencia de ellas ni de que podían ser en realidad instrumentos de su estrategia, hasta mediados del siglo pasado. En todo caso, la cultura, la comunicación y la imagen, no eran más que segregaciones o subproductos de sus actividades primarias.
O se deja que estos elementos se produzcan libremente al azar, o se canalizan y se los convierte en herramientas fuertes de la estrategia. Ser o no ser,. Es una cuestión de todo o nada.
Gestionar la imagen es gestionar la realidad
Es un hecho real que vivimos en un mundo de apariencia. Y si dejamos que éstas se posicionen como ciertas, las estrategias acaban por imponerlas. Y finalmente, devienen realmente ciertas.
Un problema frecuente es el de las contradicciones entre la identidad objetiva (lo que la empresa es en realidad) y la imagen subjetiva que, inconscientemente, a menudo la empresa induce a fomentar entre los clientes y la opinión pública. La clave de este conflicto está aquí: una cosa es el ranking financiero, por el que la empresa se mide a sí misma, y otra diferente el ranking psicológico, por el que el público mide a la empresa. Gestionar bien el negocio no implica automáticamente gestionar bien su imagen.
Lo que ponemos es la necesidad de gestionar simultáneamente la empresa y la comunicación, o la acción productiva y la acción comunicativa. Con la afluencia comunicacional y la emergencia de la complejidad, las estrategias y los instrumentos de gestión no se anulan recíprocamente, sino que se superponen, se interpenetran y proliferan diversificándose, y ofrecen así respuestas a las nuevas situaciones,
En Suiza, alguien aventuró la opinión de que “Joan Costa es el Peter Drucker de la imagen”.
Esta idea superpone en reconocer las diferencias que existen entre ambos puntos de vista. Las escuela druckeriana, y en general la consultoría de dirección, representa el pensamiento fundador de la empresa moderna, la que el industrialismo creó, y se basa en los pilares de la economía, la organización, la producción y la administración del negocio. Pero es evidente que estos pilares son insuficientes. Porque no lo son de las estrategias de comunicación ni de la imagen, ni de la competitividad en nuestros mercados abiertos. Incluso cuando habla de los “trabajadores del saber”, nos remite al know how del saber técnico. Drucker propugna la superespecialización como una orientación para la nueva sociedad. Joan Costa defiende la actitud holística y el generalista polivalente, que es el nuevo estratega de la comunicación integrada y el gestor de la imagen corporativa.
No hay en el discurso druckeriano alguna referencia a los nuevos valores que son distintivos y competitivos, como las estrategias de la identidad, la cultura, la comunicación y la imagen; la estrategia de la diferenciación y la cultura de los valores intangibles. Todas estas fuerzas constituyen el paradigma del siglo XXI.
Las distancias que se pueden apreciar en este nuevo paradigma que propone Joan Costa y el modelo druckeriano, se hacen evidentes en un argumento significativo de Drucker. El autor defiende la figura del director de orquesta como el ideal de perfección en las organizaciones.
La idea del director de orquesta como “responsable ejecutor” al frente de un grupo variado de especialistas fue planteada por Joan Costa. El cambio radical es que el director de comunicación no es responsable de todos los especialistas, sino de la “partitura” que éstos ejecutan: la Estrategia de Comunicación, de la que al mismo tiempo él es precisamente autor, y de cuya estrategia supervisa los procesos de realización y, de un modo general y constante, ejerce el control de la imagen.
Lo que motiva estos cambios de la concepción industrial a la actitud estratégica corporativa, es el paso de la cultura material a la cultura de los valores intangibles; el paso de la economía industrial a la economía informacional; del tiempo técnico del know how al tiempo estratégico integrador y la gestión del conocimiento.
La imagen de la empresa al escáner
La imagen es un “todo” formado por “partes” en interacción consigo mismas, y en interacción con el público. Si bien conceptualmente, la imagen es la ciencia de la totalidad, ella es estructuralmente una heteroimagen, un conjunto de partes diversas. La “totalidad”, sin embargo, no la hace la imagen, sino la unidad de la conciencia de cada individuo, que es el crisol en el cual los elementos que inducen la imagen la funde y conforma. Y de ahí se hace pública en la memoria social.
La heterogeneidad de sus componentes está organizada por vectores jerárquicos, que determinan el significado y el valor de la imagen. La fuerza jerárquica (holárquica) de los elementos significantes, y la interacción de éstos con otros elementos por debajo de esta jerarquía, muestran claramente que la imagen mental constituye una estructura. Las leyes jerárquicas son leyes estructurales ligadas a su propia condición significante. Por eso, la imagen es una estructura de significados.
La imagen no se construye adicionando los atributos que la constituyen, sino a partir de los más fuertes, que son determinantes. Son éstos los que engendran la percepción del conjunto, es decir, la emergencia de la personalidad corporativa y el valor de la imagen. Y configuran su carácter de estereotipo social.
La imagen no es una cosa que se superpone a la empresa; es una estructura psicológica significante, que se instaura en el público, y es tan viva y oscilante como la empresa misma. Y por esto, la imagen nunca está completamente acabada y fijada, es un proceso.
Esta condición biológica, evolutiva, que es propia de la imagen mental con su estructura de atributos jerarquizados y sus variables, hace que se puedan producir oscilaciones de sentido, ya sea por causas internas o contingencias externas a la empresa.
Cada componente puede considerarse una infraimagen, porque son elementos pequeños, poco relevantes por separado, pero que cobran sentido por su poder asociativo en el interior de la estructura jerarquizada de la imagen, por el determinismo significante que los valores principales concentran en el nudo central.
Esta estructura es sensible a estímulos que inciden en los atributos constitutivos de la imagen. La tendencia de la imagen hacia su estabilidad es más importante que el efecto provocado por los estímulos que la amenazan o la refuerzan. La imágenes potencialmente al mismo tiempo, muy frágil y muy fuerte.
Los estímulos pueden provenir indistintamente de tres fuentes: a)de la propia actividad de la empresa; b) de los mensajes que emite; y c) de los filtros psicológicos que los individuos tienen en la percepción y la experiencia de las comunicaciones y actuaciones de la empresa.
El circuito de la comunicación
Cuando decimos “comunicación” nos referimos a todos aquellos estímulos diversos que actúan como mensajes en el discurso de la empresa. Éstos son tanto los mensajes como los actos y los hechos, e incluimos en ellos todos los que son producidos por la empresa- sea conscientemente o no- y los que provienen de su entorno.
La empresa (1) se dirige y se relaciona con sus públicos directos e indirectos, que se encuentran diseminados en el campo social (6), y a los cuales envía una serie de mensajes, que han sido cuidadosamente planeados (2), elaborados (3), pretesteados (4) y finalmente difundidos a través de los medios de masas (5). Son mensajes voluntariamente elaborados y propagados.
Por otro lado, otra clase de mensajes selectivos, personalizados, o interpersonales, van también de la empresa al campo social a través del contacto con las personas, a través de los micro media (7) y de las acciones, los actos y los hechos (8). Aquí se introducen más fácilmente los mensajes involuntarios o inconscientes.
Desde fuera de este circuito que la empresa pone en funcionamiento, se introducen en él otras clases de mensajes sobre los cuales la empresa no puede ejercer ningún control, pero que intenta neutralizar aquellos que le afectan negativamente (9). Son los mensajes que provienen de sus competidores y de las opiniones adversas y se diseminan por el campo social (6). Estas clases son mensajes inevitables, ajenos a la empresa, pero pueden no ser siempre negativos.
Las interferencias de los estímulos no controlados hacen que las comunicaciones de la empresa nunca lleguen al público en estado puro ni conforme a sus intenciones. De una parte, porque junto con los mensajes que son estratégicamente diseñados y emitidos (2 al 5), otros mensajes y actos involuntarios o aleatorios interfieren sus efectos esperados (que en general se concentran en 7 y 8). Y de otra parte, porque inciden desde afuera en esta dialéctica, los mensajes de los competidores y las opiniones negativas (9), que entran en conflicto con sus planes y sus objetivos.
Esta triple entrada en el circuito de mensajes: intencionados, involuntarios y ajenos (inevitables), tiene sus efectos conflictivos en el campo social, en los clientes, los medios y la opinión pública. Es a partir de este juego de interacciones entre los mensajes y las acciones que la empresa lleva a cabo, cómo se configura la imagen mental en el público (10). Sus efectos en respuesta se manifiestan en los individuos y la colectividad en forma de decisiones, actitudes y opiniones (11 y 12) -que a su vez influyen de algún modo a otros individuos-, que la empresa detecta y mide a través de sus propios indicadores -comentarios de la prensa, oscilaciones de las ventas, aumento del número de clientes- y también a través de investigaciones específicas que lleva a cabo y que, en conjunto, reinician el movimiento circular, que siempre vuelve a comenzar, realimentado por nuevas estrategias, nuevos estímulos o por sucesivas correcciones de la conducta y las comunicaciones de prensa.
Los puntos fuertes de este circuito son efecto de las acciones y las comunicaciones estratégicas. Las primeras, obedeciendo a la política general y a políticas y objetivos locales. Las segundas, siendo meticulosamente planeadas, elaboradas y difundidas por los mass media según un programa riguroso y rigurosamente controlado, y que implica una logística e inversiones considerables.
Los puntos débiles de este circuito son aquellos que se producen involuntariamente o inconscientemente por la misma empresa -y que en gran medida se podrían haber evitado. Por otro lado, aquellos que escapan a su control, porque proceden de sus competidores o de las opiniones y los rumores externos al circuito y son contrarios a las intenciones e intereses de la empresa.
El público ignora estas causas internas en interacción. Para él lo que cuenta es lo que percibe y experimenta, y las interpretaciones que hace de ello. Con estos elementos significantes, la mente hace un trabajo de ensamblaje que es la imagen pública en el imaginario social. En efecto, el campo social es un espacio complejo de confusión, de conflicto y de contradicciones; receptáculo de todos los elementos significantes y de todas las perturbaciones y ruidos, que son los parásitos distorsionantes que generan significados negativos.
Cada elemento del circuito posee potencialmente ambivalencia, y es la suma de las actitudes y los hechos y lo que éstos significan para el público, lo que inclina la balanza hacia el lado positivo o negativo.
Los modos de comunicar
La dinámica circular de la comunicación empresarial se acompaña de “parásitos”, “ruidos” que afectan negativamente a la imagen, la cual es en sí misma un proceso en oscilación, pero orientado por la estabilidad.
Uno de los condicionantes de la estrategia de comunicación es esta dualidad esencial que existe entre los modos de comunicación directos/ indirectos y los mensajes voluntarios/ involuntarios, donde tanto las comunicaciones directas como las indirectas pueden ser indistintamente voluntarias o involuntarias.
El modo directo comprende toda relación dentro y fuera de la empresa, que tiene lugar entre personas y grupos que se encuentran cara a cara (interacción en tiempo real) o también en interfaz mediante algún elemento técnico (interacción diferida). Lo que caracteriza a la comunicación interpersonal o directa es que ambos comunicantes son alternativamente emisores y receptores de información (feedback).
En el modo indirecto la empresa es receptora de información que procede de su iniciativa de investigar. Los ejemplos más del modo de comunicación indirecta son aquellos que nos ofrecen de continuo los medio de masas. La tecnología de comunicación es una tecnología de tele-comunicaciones, de tele-acción. Éstas nunca son instantáneas, ni interpersonales, ni dialogales. No hay interacción: el emisor activo sigue siéndolo en el proceso, mientras que el receptor permanece pasivo en la comunicación, y reactivo en sus efectos. El mensaje es idéntico para todos: no son mensajes personales, pero tampoco impersonales en la medida que se dirigen a un destinatario en concreto. Los modos indirectos de telecomunicación se clasificarían en tres categorías: masiva o comunicación de difusión (mass media); difusión personalizada, a veces aleatoria (marketing directo, e-marketing); y selectiva (micro media: y sus relaciones individualizadas). El modo indirecto dominante en las empresas es el de la comunicación de difusión, que es un modo cuantitativo.
Los modos indirecto e directo poseen algunos caracteres comunes. Pueden, por ejemplo, ser vehiculados por medio de mensajes, es decir, contenidos específicamente “de comunicación”, y por medio de actos, cuyos resultados son los productos, la distribución, la venta, el servicio. Si los actos, los hechos y las acciones son productores de realidad, los mensajes y las informaciones son productores de sentido. Ambos modos contienen o transmiten significados. Y por esto mismo, lo que la empresa dice que hace y lo que realmente hace pueden significar cosas diferentes. Los mensajes transportan signos que remiten a cosas ausentes. Los actos, en cambio, se justifican por sí mismos, ya que ellos son su propio fin. En ambos modos se combinan las percepciones relativas a la empresa y las experiencias ligadas a ella. Los públicos no clientes constituyen otra tipología que solo se rige por percepciones, impresiones o rumores.
El modo relacional requiere una atención que a menudo se le niega. Entre el flujo de las combinaciones comunicativas se va desarrollando un tejido de significaciones entre la empresa y sus clientes, empleados, accionistas, proveedores y con los líderes de opinión y medios de comunicación. Este tejido se forma con los mensajes y los contactos puntuales, que son breves, a menudo aleatorios o rutinarios e inconexos, y con las comunicaciones relacionales. La relación, el establecimiento de la continuidad, de la fidelidad recíproca, es el modo supremo de comunicación. Por esto, los fabricantes de productos de consumo están aprendiendo a generar y cultivar relaciones y no sólo a producir cosas y venderlas.
Mensajes voluntarios e involuntarios
Los mensajes que se emiten inconscientemente o involuntariamente, no son sólo los de la comunicación. El principal problema está en las relaciones entre lo que la empresa dice y da a entender, y lo que hace realmente. Es hoy un reduccionismo pensar que sólo lo que se comunica conscientemente habla por la empresa. También habla por ella lo que se comunica inconscientemente y lo que se hace.
El público percibe los efectos, no las causas. Por tanto, sólo los hechos tendrán sentido, sean reales o simbólicos. Los mensajes simbólicos son reales, como la imagen pública que ellos mismos inducen y sustenta. Y para el público, los hechos, tal como él los interpreta, son la realidad. La imagen es la realidad (subjetiva) que cada individuo y una sociedad entera se forjan.
Es un hecho obvio el que el movimiento, la acción constante que la empresa desarrolla, es en sí misma incontrolable en la totalidad de sus detalles. Por eso, es necesario identificar la magnitud o la importancia relativa de los posibles descuidos o fallos. Este ejercicio evitará las contingencias negativas, problemas y situaciones de crisis, porque constituye un patrimonio en términos de cultura de comunicación.
Otro punto de vista es el de habituarse a un ejercicio de previsión sobre posible efectos secundarios que pueden acompañar a ciertas decisiones y acciones. El mismo empeño que se aplica en elaborar, planificar, realizar una acción y después controlar su desarrollo y consecuencias, debe ponerse a punto para evitar mensajes involuntarios, actos contradictorios, incongruencias y contrasentidos. El objetivo predominante es emitir mensajes coherentes.
La cultura organizacional, la ética y la gestión de la calidad, son los principales instrumentos de la coherencia corporativa, que se incluyen en la cultura comunicacional.
Dos grandes niveles de comunicación en conflicto
En términos de comunicación, toda empresa se comporta como un emisor de mensajes: su actividad receptora es mucho menos evidente a los ojos de una colectividad. La cantidad y la naturaleza de estos mensajes son ilimitadas y diversas, y constituyen un flujo constante de comunicaciones que configuran en conjunto el discurso global de la empresa. Pero globalidad no implica coherencia entre sus distintas partes y manifestaciones.
El flujo constante de mensajes tan diversos y numerosos que la empresa emite, incluye, por ejemplo: los carteles y anuncios publicitarios televisivos; el diseño de los productos y servicios; o el diseño de los puntos de venta de una red de distribución. Estos simple ejemplos implican tres categorías diferentes:
En el caso de los anuncios publicitarios, la empresa actúa en tanto que emisor proactivo. A través de estos mensajes mediáticos influye a un gran número de individuos y refuerza la acción de marketing, o atiende a otros objetivos comerciales.
En el caso del diseño de un producto la empresa se siente fabricante, y actúa como estratega administrador del negocio.
En el caso del diseño de los puntos de venta predomina el espíritu del comerciante. Pero en ninguno de estos casos la empresa tiene clara la conciencia de que en primer lugar, está emitiendo mensajes, informaciones, comunicaciones, y programando conductas.
Las empresas emiten mensajes a dos niveles:
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Unos de estos actos son emitidos de manera visiblemente intencionada, consciente y organizada -es el nivel de correspondencia con a) (campañas publicitarias).
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Otros tipos de mensajes son emitidos de manera inconsciente, o sea, que no son concebidos como tales desde una actitud proactiva de comunicación -y son los que mayoritariamente se detectan en los apartados b) y c) (formas de los productos o de los embalajes, servicios, aspecto físico de los puntos de venta)
Todas estas categorías de elementos vehiculan ciertos mensajes e informaciones sobre la empresa, la marca, el producto, el servicio, y todos ellos contribuyen a definir la imagen corporativa en el público.
El problema de estos mensajes inconscientes o involuntarios es que son una fuente de contradicciones entre ellos mismos y con los del primer nivel. Y otro problema es que este segundo nivel se está desarrollando y ampliando rápidamente.
Con respecto a las causas de esta problemática se puede decir que:
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En el primer nivel es indiscutible que existe una larga tradición publicitaria, que se inició a principios del siglo XX y que ha aumentado con la explosión mediática y con técnicas más sofisticadas. Se ha acumulado una alta especialización, y se ha desarrollado una diversidad de disciplinas periféricas que colaboran cada una desde su especialidad alrededor de la actividad publicitaria;
-
Por el contrario, en el segundo nivel, y por el hecho de que ha surgido más recientemente y en un contexto más avanzado y complejo, la desigualdad de tradición y dominio profesional que existe entre ambos niveles; la aparición reciente de nuevas necesidades de comunicación con los cambios generalizados en el entorno, la globalización y la llegada de las nuevas tecnologías, explican el porqué de las evidentes desviaciones entre ambos niveles de comunicación.
A la hegemonía de los supuestos históricos destinados a la publicidad y a su potente difusión masiva, las empresas dedican por el contrario, la menor atención hacia el segundo nivel. Apenas se tienen en cuenta los diversos elementos comunicacionales de este nivel “secundario”, porque no tienen tradición, no se consideran como media, no manejan presupuestos cuantiosos ni hacen tanto ruido. El día en que el interés, la atención y los medios que se dedican al primer nivel, las empresas los apliquen por igual al segundo, las incoherencias, las contradicciones, y la dispersión que generan los mensajes involuntarios, se verán notablemente reducidas, y las comunicaciones serán más equilibradas y colaboradoras entre sí, más rentables y eficientes.
Las tres dimensiones activas de la comunicación integra.
Las empresas son organismos socioeconómicos de alta complejidad. Están inmersas en un universo de cambios constantes, en profundidad y en extensión: los mercados, la economía, las instituciones, la tecnología, la sociedad, el mundo global.
Por esto mismo, deben aceptarse y saber relacionarse con su entorno global, cada vez más diversificado.
La integración de las comunicaciones debe plantearse a partir de la especifidad de éstas. Con demasiada frecuencia se repite que la comunicación empresarial se establece en dos grandes ámbitos, interno y externo, y son éstos los que marcan la lógica de la estrategia.
Este criterio dual nunca ha sido ni correcto ni útil. El pensamiento dialéctico con frecuencia conduce a reduccionismos como éste, el cual considera el flujo comunicacional desde la oposición simplista de un “dentro” y un “fuera”. Se considera que ambos son espacios delimitados por una frontera (imaginaria) que procede de la percepción/ apropiación del espacio, ya que el hombre sólo conquista el espacio dividiéndolo en pedazos, y estableciendo así su parcela de seguridad por relación al entorno. Esta idea del dentro por relación con en fuera, corresponde a una visión estática de la realidad de la empresa, lo cual es una idea falsa.
Lo determinante es la estrategia de comunicación, porque ella emana de la dimensión institucional, la dimensión organizacional y la dimensión mercadológica.
Según Harold Lasswell se puede identificar las tres dimensiones de la comunicación integral teniendo en cuenta los siguientes apartados:
Quién comunica (en cada caso)
Las principales fuentes estratégicas emisoras-receptoras de mensajes e informaciones son: Directorio, Recursos Humanos y Marketing.
Las demás fuentes posibles, como Administración y Compras, no son estratégicas comunicacionalmente. Por tanto, en primer indicador debe ser establecido con precisión, ya que “quien comunica” implica unos ciertos objetivos y modos de comunicar.
Qué comunica
Los contenidos de las comunicaciones enlazan “quién con qué” y marcan así las combinaciones entre los parámetros 1 y 2. Lo que la empresa comunica en cada caso obedece a unos objetivos concretos, pero implica el equilibrio de intereses entre las motivaciones y los objetivos concretos de la fuente emisora.
Con quién (públicos)
La variedad de destinatarios afectados por dichas fuentes es notoria. Como quién comunica es quien marca el sentido de lo que se comunica, el otro quién (el público receptor) es quien determina los códigos, los lenguajes, las imágenes y la capacidad motivable de sus expectativas. Los contenidos de las comunicaciones corresponden a los rasgos psicosociológicos que definen a cada público objetivo.
Por qué medios
Cada cuestión sucesiva deriva de su precedente y de las combinaciones entre éstas. Cada proyecto de comunicación adoptará los medios y soportes más adecuados para vehicular los mensajes a sus destinatarios específicos, dependiendo de la fuente y sus objetivos, pero simétricamente, dependiendo de quiénes sean sus receptores, de su cultura de base y de sus expectativas.
La estrategia de comunicación combina básicamente estos cuatro parámetros: quién comunica, qué, a quiénes y por qué medios. Este razonamiento no es cuantitativo en principio, ya que la cantidad de públicos a alcanzar, de impactos o el volumen de la inversión financiera, no están previstos en el modelo de Lasswell. Así, constataremos que las cuatro preguntas anteriores y sus combinaciones, se inscriben indistintamente en las dimensiones Institucional, Organizacional y Mercadológica.
Cada dimensión comunicacional determina las combinaciones entre las cuatro preguntas de Lasswell. Y ninguna de las combinaciones posibles dentro de cada dimensión de comunicación, puede ser tratada como las demás combinaciones en las otras dimensiones. Las estrategias, los públicos, los mensajes y los medios que corresponden a cada combinación y a cada ámbito, no son intercambiables.
El modelo de Lasswell resulta incompleto para diseñar estrategias de comunicación. En tanto que una variante del análisis clásico de contenido, este modelo es específicamente un método a posteiori, se aplica sobre un hecho comunicativo ya realizado, para analizarlo a partir de sus cuatro preguntas. Pero el giro que Joan Costa ha dado a este método invierte su condición “analítica” para otorgarle una propiedad “estratégica”, apriorística y cuantitativa.
Lo que Joan Costa hizo para esta conversión fue simplemente incluir tres preguntas: Con qué objetivos, Con qué inversión y Con qué resultados. Éstas se intercalan entre la tercera y la cuarta pregunta de Lasswell. Así: quién comunica, qué y con quién, obliga a definir y detallar con qué objetivos (qué se pretende conseguir en concreto), con qué inversión (financiera, humana, temporal, energética, etc.) y con qué resultados. Sólo así es posible diseñar un Plan Estratégico de Comunicación, que sirva como tal, y también a posteriori como modelo para verificar los efectos y medir los resultados punto por punto y acción por acción.
La conjunción de dos métodos
El objeto del modelo tridimensional (los tres polos de la comunicación) no es solamente el de un análisis meticuloso de todos los componentes que intervienen en cada “dimensión” comunicacional ni tampoco se limita a una matriz combinatoria de dichos componentes. Lo que este método caracteriza es su función estructural y estructurante de las comunicaciones en subconjunto y conjuntos formando un todo integrado: lo que Joan Costa llama “gestión unitaria de la acción, los hechos, las realizaciones y performances de la empresa”.
La riqueza dinámica de este método lo convierte en un modelo completo y flexible para la planificación estratégica en acciones globales y locales. Por tanto, la noción de “capas sociales” o microsegmentación de públicos; la “red mallada” que incluye estos públicos estratégicos y los diversos actores implicados en la vida de la empresa; y, las tres dimensiones de la comunicación, admiten por igual el diseño de estrategias globales (conjunto o conjunto de públicos) y las estrategias locales (público por público).
Las 7 preguntas para el diseño de los planes estratégicos y el método tridimensional constituyen una sola y única metodología. Es una base fuerte e indispensable de la cultura que se debe inyectar en la empresa, incluso con independencia del tamaño que ésta tenga.
Uno de los factores principales para fomentar esa cultura es el de habituar a los diferentes actores a gestionar la comunicación tal como se gestionan otras herramientas de la estrategia corporativa. Este hábito consiste en razonar lógica y críticamente las actividades comunicacionales, que han de ser sistemáticamente planificadas, perfectamente definidas y cuantificadas.
Comunicación por objetivos
Cuando se implantó en las empresas la idea de Peter Drucker de “dirección por objetivos”, la doctrina fue muy pronto entendida y adoptada, gracias a la lógica de su razonamiento. Esta misma idea no se aplica en general a las comunicaciones, porque cada departamento tiene su propia “conciencia modular”, sus ideas y sus costumbres, y éstas no siempre muestran un alto grado de exigencia o de rigor en todos sus aspectos. La cultura de comunicación supone que en la empresa se deberá compartir la idea de que cada acción comunicativa habrá de ser consideradas por la fuente correspondiente en sus 7 preguntas, y dentro de su “dimensión” propia. En la práctica de comunicación por objetivos, cada fuente emisora elaborará un pliego de condiciones en el cual incluirá el detalle de los objetivos que quiere alcanzar en cada público, así como las demás cuestiones relativas a dichos objetivos, a las que deberá responder.
Adoptar la disciplina de “comunicación por objetivos” tiene varias ventajas:
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Promueve el hábito de razonar cada acto previsto de comunicación, lo que implica un esfuerzo de precisión y una clarificación de los detalles básicos, que reduce la emisión de mensajes involuntarios.
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Acaba con los vicios, precipitaciones y espontaneismos corrientes en muchos departamentos.
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Los dos epígrafes precedentes, implican una mayor racionalidad y un sentido estratégico que redunda en el compromiso (objetivos, tiempo) y en la inversión (financiera, personal, temporal).
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La idea de calidad total es inyectada al terreno de las comunicaciones en lo que respecta a sus contenidos, sus códigos, sus lenguajes y el estilo corporativo.
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El ejercicio de comunicar por objetivos crea la conciencia de la continuidad de las comunicaciones, contra la rutina de las acciones puntuales y efímeras, y así se establece una mayor coherencia entre ellas y, con ello, un mayor refuerzo reciproco hacia la imagen global.
La cultura de comunicación debe actualizarse con lo que podemos llamar los lenguajes, sus códigos y sus soportes mediáticos.
Los lenguajes de la comunicación
A la tercera pregunta “Qué comunica”, se debe incluir otra cuestión importante, y que está implicada en la anterior: Cómo lo comunica.
Todo acto de comunicación implica un qué y un cómo. Es la superposición de dos mensajes: el mensaje semántico: “qué” se comunica en sentido estricto, o el contenido informacional explícito; y el mensaje estético o formal, “cómo” aquel contenido es comunicado: carisma, connotaciones, emoción, sobriedad, sensualidad, etc.
El equilibrio, las interacciones y las colaboraciones entre el contenido semántico y su estetización varían según el peso de cada uno de estos caracteres configurando el mensaje. Este peso relativo del contenido semántico o “lo que dice” y la forma estética o “como lo dice”, es una medida fácilmente perceptible de un modo general, en los mensajes visuales y audiovisuales; su indicador más inmediato es la cantidad de texto por relación a la superficie, o el tiempo, ocupados por la imagen.
El “qué” y el “cómo” están presentes en toda acción comunicativa.
Las estrategias comunicacionales del discurso puramente lingüístico (oral o escrito) siempre se acompañan de ciertas formas de persuasión que se encuentran en los recursos de la retórica, y se utilizan para hacer el discurso atractivo y convincente. Si el mensaje lingüístico se presenta visualmente, entonces se le añade al “ornamento” retórico del texto, la puesta en página tipográfica, con sus contrastes de caracteres y tamaños, sus énfasis y el dinamismo de las tipografías llamadas “exuberantes” por su variedad bien combinada.
Cualquier mensaje gráfico o icónico en el que predomina claramente la imagen nunca es puramente icónico. Siempre hay un texto, por breve y pequeño que sea.
Nunca en la comunicación funcional hay imágenes puras, sino que se “semantizan”, además del sentido, el significado o la expresividad que es articulado en el interior de la propia imagen (retórica de la imagen). Lo que llamamos lenguaje de la comunicación es una especie de gramática que reúne los elementos de lenguaje con los que se construyen las palabras, las frases, las oraciones y los textos. La idea de una “gramática” de la comunicación implica la idea de código.
Los códigos del lenguaje escrito
El concepto de “lenguaje” proviene de una convención que fue adoptada para designar objetos o conceptos. En el origen consistía en nombrar, dar nombre o asignar un sonido oral para referirse a las cosas presentes y ausentes. Se pudieron transmitir experiencias y habilidades de unos a otros. La transcripción de los sonidos verbales en signos gráficos constituye un “código”. La representación gráfica del habla en signos convencionales es un “lenguaje”, tiene todas las características del lenguaje por excelencia: un repertorio de signos y unas normas para combinarlos y poder producir indefinidamente textos y escritos siempre diferentes.
Las imágenes icónicas constituyen otro modo específico de “lenguaje”. Remiten directamente a las cosas visibles en la realidad, y esta relación que podemos llamar causa-efecto suprime cualquier código de substitución.
En las imágenes no hay “signos substitutivos” que combinar. Hay formas analógicas que “representan” las cosas reales, y se hacen reconocer directamente. Percibir imágenes es reconocer formas. Leer un texto es descifrar signos.
El texto, escrito o hablado es discursivo y por tanto, se desarrolla en el tiempo. La imagen visual es instantáneamente percibida y se desarrolla en las dos dimensiones del espacio gráfico. Son los dos lenguajes esencialmente diferentes, el primero descriptivo, explicativo, argumentativo, racional; el segundo mostrativo, carismático, emocional.
Los códigos del discurso visual
Combinando el texto y la imagen, el diseñador gráfico produce mensajes bimedia. En el diseño de identidad corporativa, o del material impreso y editorial de un servicio de salud, o de un banco, o en el diseño de una red de puntos de venta, reaparece la idea de código. Pero si el concepto original de código (normativo) que se ha considerado proviene de la lingüística, la acepción del mismo término, remite a códigos culturales, de una cultura de la funcionalidad simbólica ligada al consumo.
Estos códigos culturales están ligados a convenciones estereotipadas de significación del mundo de los productos, de sus “ámbitos genéricos” en la relación con los individuos que son sus compradores y sus consumidores, y más concretamente en la delimitación de “ámbitos de negocio distintivos”.
El sistema de identidad propio de cada marca distingue un producto de otro aún cuando todos ellos, en tanto que competidores, participan de los mismos códigos culturales.
De nuevo estamos tratando de lenguajes de comunicación. Pues tanto el mensaje semántico como el estético y el código cultural en el que éstos se inscriban, son en efecto, elementos de lenguaje. Pero no son el mensaje último. Este mensaje particular se alimenta de otros recursos: la marca identitaria, los argumentos, la retórica visual y la historia (narración).
En conclusión se distinguen dos niveles de lenguaje comunicativo:
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El nivel semántico/ estético.
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El de los códigos culturales genéricos.
Del primero, se trató el mensaje bimedia, que es la combinación, en grados relativos, de la imagen y el texto.
Los códigos culturales genéricos, en los que se ubica la comunicación de los productos y servicios no se pueden intercambiar.
El posicionamiento de marketing se adapta a los códigos de la cultura del consumo, aunque hay excepciones de transgresión de códigos, muy creativos y que, por esta misma transgresión han conseguido su posicionamiento en el mercado.
Siempre hay una semántica y una estética a partes desiguales; siempre hay códigos culturales genéricos, muy arraigados, que preceden a los nuevos productos y servicios.
El medio no es el mensaje
La idea de lenguaje comunicacional está estrechamente vinculada, en el cómo, a las técnicas de producción y difusión de los mensajes.
La distinción entre los elementos de lenguaje y su medio material de producción y de difusión, revela la diferencia esencial entre el mensaje y su medio, aunque éste lo condiciona para apartarlo de él, al mismo tiempo que ambos configuran y difunden los mensajes.
Las nuevas tecnologías son las que amplían las formas expresivas de la comunicación.
La evolución de la difusión a gran escala fue la explosión de los mass media audiovisuales, que había empezado con la gráfica, el cine y la radio, y culminaría con la televisión. Por otro lado, la democratización de las tecnologías ha dado lugar a los self media (do it yourself) con la fotografía familiar y turística, el cine doméstico, el magnetófono, el video portátil, el correo electrónico, el teléfono celular, el fax y el ordenador personal. Son medios de autoproducción y autodistribución.
Mass media, micro media, multimedia, inter media
Oponiéndose a los mass media, para complementarse, los micro media personalizados o selectivos. El recetario que se incluye en el embalaje de un producto alimenticio o el manual de instrucciones de uso de un aparato técnico complejo, o la tarjeta de invitación para asistir a un acto público o privado organizado por la empresa, o incluso la señalización de un aeropuerto, son micro medias, porque se perciben y se utilizan individualmente, cada uno en su esfera personal y en el momento que uno quiere. No hay un efecto masivo simultáneo de difusión.
Las interfecundaciones tecnológicas -cuyo modelo emblemático sería el cine sonoro, mezcla de fotografía, movimiento escénico y sonido- han dado lugar a un fenómeno sofisticado que podemos llamar inter media, que son lenguajes diversos interconectados. Lo que se logra con ellos es una interacción expresiva, no una adición de medios como en los mensajes audiovisuales o multimediáticos que los integran en una misma tecnología. El término “multimedia” es un término exclusivamente aditivo, o combinatorio, y técnico.
Para Abraham Moles, la creatividad inter media es el uso consciente del poder dialéctico de la complementariedad entre dos o más canales de los sentidos. Esta visión tiene un sentido radicalmente diferente de la idea de “multi media”, que es una concepción técnica sofisticada de combinación de medios audiovisuales integrada. La riqueza del concepto inter media según Moles, proviene de su posición humanística y del mundo del arte, y se dirige hacia la sensorialidad global del ser en una experiencia holística. Este nuevo lenguaje inter media para la comunicación de la identidad, configura una manera total, multisensorial y particularmente pregnante. Que es al propio tiempo el gran nuevo vector de la construcción de la imagen corporativa.
De la inter media a la interactividad
Estas son nuevas concepciones/ mediaciones/ percepciones integradas, que junto con las nuevas tecnologías, conllevan un fenómeno tecnocultural inédito, una ruptura con la comunicación tradicional y basada en la difusión masiva: es la irrupción de la interactividad.
Ésta, que empezó en el campo de los servicios invadiendo la distribución presencial tradicional, con los automatismos de la “robótica”, se ha extendido al mundo de la comunicación con la “telemática”: videoconferencias, Internet.
La comunicación interactiva sitúa de una vez al individuo espectador, comprador, consumidor, en posición proactiva, por contraste con la actitud reactiva a la que la publicidad y los mass media unidireccionalmente le tenían confinado.
Esta capacidad del individuo para tomar la iniciativa obliga a las empresas a comprender esta nueva circunstancia y adaptarse a ella cambiando su comprensión de la intercomunicación.
El e-bussines, e-commerce, e-marketing y e-branding hoy están en inferioridad ante la irrupción de este nuevo media virtual que subvierte los modos tradicionales de comunicación, y cambia la conducta habitual del consumidor en una conducta interactiva: la del cibernauta.
e-Communication y ciberconsumidores
El problema es que los comprometidos en el comercio electrónico imaginan el mismo consumidor de siempre; el que deambula por la ciudad y se embelesa viendo los escaparates y las vitrinas de las tiendas; el que está tumbado en el sofá viendo pasar el desfile de anuncios televisivos, el que se pasa la tarde en un megastore o en los grandes centros comerciales dispuesto a dejarse tentar por la inmediatez de los productos y objetos. Pero el internauta no es este consumidor tradicional del que se conocen sus reacciones.
Se trata de cambiar de óptica respecto de la conducta del consumidor. Porque ahora, el individuo, antes de ser consumidor es internauta. Y lo primero que debemos tratar de comprender es la conducta del internauta y sus motivaciones.
El internauta es operador. Toda decisión de compra pasa ahora por la Red, por la pantalla y por la sucesión de datos, imágenes e informaciones que influyen en ella. La teoría de las motivaciones no ha sido modificada respecto al producto o al servicio, pero ahora pasa al segundo plano de interés del internauta. Tampoco han cambiado la estrategia comercial, los planteamientos mercadológicos ni la lógica publicitaria.
El gran cambio que ha traído Internet -y que la robótica ya había anticipado- es la interactividad. Ya no hay emisor activo y receptor pasivo: el receptor es proactivo. No hay unidireccionalidad ni linealidad del mensaje, sea éste visual, sonoro o audiovisual. No hay sólo persuasión. Lo que se maneja en la Red es información motivante.
Este conjunto de cambios trae consigo la irrupción de un nuevo lenguaje comunicacional y conductual, a distancia y directamente.
El lenguaje comunicacional de Internet sigue el modelo psicológico y operacional del internauta. Su estructura no es lineal, sino multipolar e iterativa. Esta estructura es abierta y el internauta transita a su antojo por ella, se detiene en los nudos de esta red, salta de uno al otro en busca de la información y de más informaciones supeditadas a las principales. La tecnología interactiva es iterativa e instantánea, y favorece un dinamismo de la navegación que es la misma esencia del lenguaje de Internet. Y se convierte en una navegación priorizada por el internauta y jerarquizada por él, no por el emisor tradicional.
En Internet, todo lo que hay que hacer debe ser fácil, rápido y gratificante a cada paso. La interacción rápida y el interés mantenido para animar al internauta es la clave.
Los enemigos de estas reglas del juego comunicacional son el exceso de proezas tecnológicas; los problemas de legibilidad, visibilidad y comprensión de los contenidos; la profusión de elementos visuales y datos, no siempre justificados, y el desorden visual; las dificultades de acceso y la lentitud en la descarga de la información.
Es preciso comprender que se trata de dos estructuras diferentes cara a cara: la estructura mental y psicológica del operador frente a la estructura interactiva, dialogal y plurialternativa de la web. Estas dos estructuras deben complementarse para funcionar juntas y colaborar activamente. Y hasta que no se entienda la micropsicología del internauta y cómo trabaja la mente en la búsqueda de la información, que es estimulada por la dinámica del sistema hombre-máquina, como la fenomenología de la hacino del futuro consumidor, no se logrará optimizar el contacto del internauta con la web.
El método e-Design recubre tres aspectos simultáneos fundamentales:
-el diseño de la identidad corporativa adaptada a la Red.
-la construcción del algoritmo o la “arborescencia”, que es el diseño iterativo de la información, o su organización abierta.
-el diseño del lenguaje digital en cada caso concreto, y su “puesta en pantalla”: el estilo corporativo.
El cuarto aspecto de la eficacia es la elección que haga el e-Designer, o el diseñador digital, de las técnicas que utilice. Es preciso diseñar para facilitar el acceso y la navegación a la mayoría de los internautas.
Capítulo 6: EL PARADIGMA DEL SIGLO XXI
De la economía de producción a la economía de información
La empresa es hoy una de las células de una red enorme en el mundo de los valores emergentes. Todos los elementos afluentes de choque, de cambio, han trastornado los cimientos en los que se sustentaba en pensamiento empresarial a finales del XIX con sus cuatro pilares: capital, organización, producción y administración.
En nuestra sociedad extravertida, profusa y competitiva, ninguno de estos viejos pilares tiene valor estratégico. Nadie compra un producto o un servicio motivado por la estructura del capital de la empresa, la gestión de los recursos, la eficacia de la organización o los modos de producción. Es el fin del pensamiento industrial y de la cultura material en los últimos alientos del siglo XX.
El paradigma del siglo XXI, modelo de modelos
Ahora, los vectores del nuevo paradigma son claramente estratégicos: la Identidad, la Cultura, la Acción la Comunicación y la Imagen.
Los cuatro pilares de la época precedente no han sido substituidos, pero han desaparecido de la vista y funcionan exclusivamente en régimen interno.
Este modelo presenta dos ejes, con sus polos.
Verticalmente están interconectados la Identidad y la Imagen. Horizontalmente lo está el vector cultural, el que da sentido y valor diferenciador al conjunto; es una especie de “transformador” de la gestión y la comunicación en forma de percepciones y experiencias que serán vividas por el público.
La traducción de estos conceptos en lenguaje corriente está escrita en los círculos:
Quién es (la empresa) equivale a su identidad.
Qué hace se expresa en actos, decisiones, actuaciones.
Qué dice significa “qué comunica”.
Qué es para mí, es la imagen.
es el paso central obligado: el Cómo a través de la acción.
El eje horizontal expresa el hacer y el comunicar a través del Cómo. Verticalmente, el Cómo transforma y valoriza la identidad de partida en una imagen, y tal transformación incluye el Cómo ésta se configura y se instala en el imaginario colectivo.
El Cómo es más importante que el qué.
Lo que determina la elección es lo singular. La singularidad se comunica, pero antes se produce. Es en el hecho singular del hacer y del comunicar, (el cómo) cuando lo que ha sido hecho (productos, objetos, servicios) adquiere significado y valor. El cómo es subsidiado en la Cultura organizacional, y ella transforma el quién y los qué en Personalidad y Estilo corporativos: componentes cualitativos de la imagen.
Lo que hace el sistema vivo y activo, es su funcionamiento afectando a todas las partes ya los estados variables del propio sistema.
El gran vector del paradigma es la comunicación, el cómo se comunican los valores estratégicos: la identidad, la cultura y la imagen. Sólo este vector recubre todos los demás, lo cual no se da a la inversa.
La identidad, vector diferenciador por excelencia
En el paradigma del siglo XXI ya nada es estático. Tenemos que pensar en vectores, que son magnitudes de la física de la comunicación que implica orientación, velocidad, fuerza y aceleración. Cuando la fuerza es vectorial se reúnen en ella criterio, punto de aplicación, dirección, sentido e intensidad. No hay en la empresa ninguna otra actividad que sea transversal, como la comunicación. Ni ningún proceso que no esté atravesado por ella. Sólo la comunicación es, al mismo tiempo, estratégica, conductora de la acción, instrumental y generadora de valores.
El paradigma del siglo XXI presenta en la cima, el vector Identidad, el principal elemento diferenciador y el que incluye en su núcleo la matriz de los demás vectores.
En busca de la identidad
La búsqueda de la identidad, su crisis, su pérdida, constituyen el centro de las investigaciones y las preocupaciones actuales. El individuo, el grupo, las empresas, aspiran hoy a coincidir nuevamente con su propio ser y su propia realidad.
La identidad corporativa es comprendida como un instrumento estratégico de primer orden. La misión del comunicólogo es establecer el puente metodológico que una la teoría científica y la pragmática para así convenir la teoría en un útil esencial de la estrategia corporativa.
Dentro de esta misión se debe hacer comprender al gestor de las comunicaciones y al responsable de la imagen, la profundidad y el valor real de esta noción de “identidad” que es preciso redescubrir.
Identidad viene de ídem, que significa “idéntico”, pero a sí mismo. Así, la identidad implica la dialéctica de la referencia.
La identidad corporativa se define por dos parámetros:
-lo que la empresa es intrínsecamente en su estructura institucional o fundadora: su estatuto legal, el histórico de su desarrollo o de su trayectoria, su directorio actual, su domicilio social, el organigrama de actividades y filiales, la estructura del capital y sus posesiones.
-lo que hace: es la actividad mayor alrededor de la cual se crea todo el sistema relacional y productivo: una técnica, líneas de productos o de servicios más o monees coordinados, una estructura de precios y características de distribución, cuyo conjunto de actividades está sancionado en forma de resultados comerciales y financieros.
La suma de estos dos parámetros constituye la cara objetiva de la identidad. La otra cara corresponde a la identidad subjetiva, psicológica, funcional y emocional, que emerge en los públicos a través de los dos parámetros objetivos, pero filtrados según la interpretación que dichos públicos hacen de estos. La subjetivación de identidad procede de otro parámetro:
-lo que dice: es todo aquello que ha sido explícitamente manifestado, sus aserciones, sus informaciones y sus promesas a través del flujo de mensajes y comunicaciones con sus diversos públicos, siempre en relación con lo que la empresa es objetivamente y lo que hace.
Aquí se relacionan los polos de la Identidad, la Acción y la Comunicación. Sus relaciones profundas provienen de cómo se revela la identidad: a partir de los qué (qué es, qué hace, qué dice). Esta subjetivación de la identidad tiene lugar en el centro del paradigma. Es el cómo, el verdadero transformador cualitativo de los qué. El proceso de qué es y hace para convertirlo en cómo lo realiza y cómo lo comunica.
La convergencia de los qué y los cómo de los polos, es el proceso por el cual el público percibe y experimenta la personalidad de la empresa, su estilo de conducta. Es justamente esta interpretación, y la valoración colectiva de la personalidad corporativa lo que da nacimiento a la imagen mental de la empresa en la memoria social. La imagen pública es la suma de las imágenes individuales que coinciden.
En vector cómo transforma y cualifica los parámetros qué en percepciones, sensaciones y experiencias:
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cómo la empresa se muestra y se hace reconocer por sus públicos, es la materialización-valoración por parte de éstos de su identidad (lo que es)
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cómo realiza lo que hace en la forma de expresarlo y en las relaciones con los públicos, se convierte en valores
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cómo comunica todo lo anterior no es sólo lo que dice sino también cómo lo dice, y lo que da a entender sin decirlo: el mensaje semántico y el mensaje estético superpuestos en el mensaje, o lo que denota y lo que connota.
Estos son los fenómenos de significación. Lo que dice se relaciona con lo que es y con lo que hace. Este círculo cerrado a menudo presenta conflictos entre lo que es, lo que hace y lo que dice la empresa.
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Cómo la empresa se muestra, cómo se presenta a sí misma, cómo se hace reconocer e identificar es el punto crucial de su estrategia de identidad.
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Cómo se relaciona, o cómo se comporta la empresa en tanto que institución y actor privilegiado de la realidad social. Revela un modo propio de actuar, una conducta con sus empleados, sus accionistas y sus clientes; con las instituciones, los proveedores, las asociaciones de consumidores y usuarios, con las causas de interés cívico y cultural, con la sociedad.
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Cómo comunica todo lo anterior dentro y fuera de la organización, supone diferentes modos de comunicar y comunicarse, de hacerlo con distintos públicos, con objetivos diferentes y a través de diversos medios y soportes, humanos y técnicos.
La identidad corporativa es la causa de la imagen corporativa. Pero ésta es el efecto de las múltiples interacciones entre los polos. Es un supravalor porque genera otros calores como la personalidad distintiva y el estilo corporativo, cuya culminación práctica para el público es la imagen.
No se trata, por tanto, de una identidad puramente forman, sino de la esencia institucional de la empresa. La identidad no se puede copiar ni imitar porque parte de la identidad específica de la empresa, de su originalidad y singularidad profunda; y porque eso ha sido transformado y diferenciado a través de la acción del cómo. Lo que la empresa hace y comunica, no es distintivo en el cómo lo realiza.
Qué es la identidad corporativa
La noción de identidad corporativa se ha afirmado en tanto que la estrategia de la diferenciación por excelencia.
La identidad corporativa es un sistema de comunicación que se incorpora a la estrategia global de la empresa, y se extiende y está presente en todas sus manifestaciones, producciones, propiedades y actuaciones. La identidad se presenta así en primer lugar, como la unidad de estilo de las comunicaciones corporativas dentro de la diversidad de sus componentes. La consistencia de los componentes de la identidad que integran el “sistema” es la base de su notoriedad, su valoración y su fijación en el imaginario colectivo.
La imagen pública es una síntesis de estímulos diversos ligados a la empresa. Esta ligazón es función del sistema de identidad corporativa. Y los estímulos identificados, reconocidos y memorizados son de índole diversa.
Estas percepciones y relaciones despiertan expectativas. Es preciso que unas y otras se relacionen para que el público pueda identificarlas, reconocerlas, asociarlas y configurar en ellas significados, que serán integrados en la memoria en forma de esta síntesis: la imagen, y de la cual los individuos se servirán para sus decisiones, elecciones, opiniones, preferencias y fidelidades. Los materiales con los que la mente configura la imagen son los estímulos, significados y valores que la empresa emite y suscita en el público. Todos estos materiales han de poder ser identificados y recordados estableciendo un discurso coherente.
Solamente los serán si las percepciones y las experiencias del público arrojan para él un balance positivo. No puede haber estrategia de comunicación al margen de la comprensión de sus públicos destinatarios y tampoco puede haber estrategia de comunicación independientemente de la estrategia general de la empresa.
La marca ha dado origen a la identidad
El origen de lo que hoy llamamos identidad corporativa en el lenguaje estratégico, se encuentra en la misma historia del comercio en Europa, cuando las transacciones económicas necesitaban un sello (siglia), una marca para la circulación e identificación de las mercaderías. Este repertorio variado se recodificaría en dos categorías de signos:
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La marca icónica o figurativa, en sus vertientes gráfica y funcional: como signo, y como el efecto indeleble del acto de marcar: el marcaje. Con ella se identificaban los contenedores en los que viajaban los productos, y de los que existen testimonios arqueológicos del siglo VIII a. C. Son marcas para ser vistas;
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El logotipo (marca verbal) procede de los inicios de la imprenta gutenberguiana, de las artes gráficas y de la fundición de tipos de imprenta con letras ligadas. Son marcas para ser leídas. El logotipo está hecho para cumplir la misma función que de marcaje de la identidad.
Es muy corriente encontrar hoy la presencia de estos orígenes gráficos en las marcas y signos contemporáneos, que son figuras o bien icónicas (Mercedes y Nike), o bien lingüísticas (Coca-Cola y Telefónica), o bien combinan ambas expresiones en un conjunto identificador estable que los integra (Repsol-YPF y Emporio Armani).
La identidad corporativa como una cuestión de marcas gráficas y logotipos, se incorpora a aquellos dos niveles de comunicación donde coexisten sus diferentes soportes y medios.
Todo es soporte de identidad, no sólo los embalajes y la publicidad de los productos. Pero hubo un paso histórico intermedio. De hecho, la función implícita de la marca era la de identificar los productos y sus contenedores: ánforas y larras que viajaban por el Mediterráneo.
Esta función marcaria, identitaria, se amplifica a principios del siglo XX, también en Europa, con la idea innovadora de que todas las manifestaciones de la empresa debían transportar sus signos propios de identidad. También, en 1908, Henry Ford desarticulaba los procesos de trabajo en la cadena de montaje en su factoría de Detroit, en EE.UU. Ese mismo año, en Alemania e Italia se producían dos innovaciones avanzadas, que no estaban fundadas en los cuatro pilares del modelo industrial, sino en una premonición de la identidad corporativa. Los empresarios europeos se anticiparon en lo que hoy es un vector esencial: la comunicación de la identidad y la construcción de la imagen corporativa.
Behrens, arquitecto, y Neurath, sociólogo, fueron contratados en 1908 por la empresa alemana AEG con el objeto de aplicar una concepción unitaria a sus producciones, sus instalaciones y comunicaciones. Han sido los primeros consultores comunicadores en nómina de una gran empresa y los forjadores de su estilo singular en unas circunstancias realmente pioneras. Se encargaron de concebir una identidad global, que sería el resultado de todo su trabajo de investigación y de proyectación, pues diseñaron por completo un programa para las producciones de la compañía. Proyectaron edificios, fábricas, oficinas y establecimientos comerciales; diseñaron productos, lámparas industriales, juegos de té, ventiladores, material eléctrico; y en la faceta del diseño gráfico crearon marcas, logotipos, carteles, anuncios, folletos y catálogos, en un inédito “servicio proyectual integral” que ha configurado la histórica imagen coherente y singular de AEG.
También en ese mismo año, Camillo Olivetti fundaba su empresa en Ivrea, Italia, que llegaría a ser la mayor industria europea de maquinaria de oficina y de sistemas para el tratamiento automático de la información, y ocupa una posición de primer plano en el mercado mundial de la información distribuida. En efecto, la identidad de una empresa es con frecuencia el espíritu que le infunden hombres con una clara visión de futuro y especialmente dotados de un empuje creativo. Camillo Olivetti reunía en su persona la calidad humanística, el espíritu científico y la intuición creativa del hombre de negocios. Estaba persuadido de que “Las cosas materiales y la tecnología no deberían ser contempladas como ocupando una posición más elevada que la del hombre”.
En 1957, todo el departamento de publicidad se trasladó desde Ivrea a Milán, y estuvo dirigido por Ricardo Muratti. La posterior Dirección de Imagen Corporativa, ha jugado uno de los papeles más importantes dentro del diseño y las actividades de comunicación de Olivetti. Encabezada por Renzo Zorzi, la DIC incluye y coordina todas las relaciones culturales, relaciones internas, diseño industrial, comunicación, publicidad y actividades de promoción, así como relaciones externas y la administración propia de la DIC; todas estas actividades giran alrededor de la implantación permanente y el control de la identidad corporativa. El director de esta oficina es la autoridad más importante en la comunicación corporativa, está conectado directamente con el presidente de la compañía y tuene acceso directo al grupo administrativo.
Seguramente Behrens, Neurath y Camillo Olivetti pensaron que en el futuro otras empresas imitarían sus concepciones integrales de los productos y los mensajes en toda clase de medios y soportes a través de las tres grandes especialidades del Diseño: diseño gráfico, arquitectónico e industrial, en una visión sociológica y humanista pionera. Pero, no imaginarían que tal concepción integral de la identidad se exportaría a USA, donde sería bautizada con la denominación de identidad corporativa.
La intuición de AEG Behrens, Neurath y Camillo Olivetti fue una premonición de lo que, el 1919 sería la fundación en Alemania de la Bauhaus, donde se reunieron los innovadores más avanzados en la filosofía de dignificar la producción en serie de objetos con la explosión del industrialismo, integrando todas las formas del diseño y las artes plásticas en los productos manufacturados que empezaban a inundar el entorno, los hogares y la vida de los individuos. La escuela de Bauhaus, a pesar de su corta y convulsa existencia (1919-1933), había demostrado al mundo occidental una nueva forma de unir racionalidad e imaginación, funcionalidad y estética, arte y producción, y de coordinar las diferentes manifestaciones del arte, el diseño y la industria. El ideal de la Bauhaus era trasladar la estética a la práctica proyectual, a los objetos de uso, a los productos y a la comunicación. En este ejercicio se encontraron, por primera vez, ola arquitectura, el diseño industrial, el diseño gráfico y las artes decorativas. Un ideal que se expresa en la disciplina actual de la identidad corporativa, en la misma medida que hoy incluye todas las variables del diseño y de la sociología de la organización.
La identidad corporativa todavía en un recurso estratégico desconocido, porque es vista a menudo como una simple cuestión de diseño y de marcas. Sólo que ahora, los soportes ya no son solamente los contenedores de los productos.
Se tiende a reducir la identidad corporativa a unos signos y un manual de normas gráficas. Esta simplificación tan reduccionista que todavía persiste.
La asociación entre estética industrial y diseño gráfico reforzó la idea reductora de que el diseño de identidad corporativa era diseño gráfico. Y hasta los años 80 hemos estado convencidos de dos cosas: que la identidad corporativa venía de los USA, y que se trataba fundamentalmente de un problema exclusivamente gráfico.
De la identidad a la imagen...
Tres hitos se destacan en la historia de la marca: su nacimiento -por lo menos ocho siglos a. C.-, el sistema económico medieval y la economía de mercado que amanece en el siglo XVII. Las primeras marcas comerciales existieron por una necesidad de identificar no los productos y las mercancías, sino a los alfareros y a los comerciantes que exportaban estos productos.
En la Edad Media, la función de las marcas estaba controlada por las corporaciones y los gremios, y este control estaba en las manos de las autoridades que cuidaban que las corporaciones no invadieran el ámbito de las otras corporaciones.
Poco a poco, en los albores del industrialismo del siglo XVII, se impuso la libre competencia, la libertad de mercado, y con ella se creó una legislación adecuada que protegería la iniciativa privada y la propiedad de las marcas. Así se empezó a concebir la marca registrada como un activo de la empresa. La marca registrada nació como respuesta a una nueva necesidad: defender a las empresas contra el fraude, las imitaciones y las falsificaciones. Este reconocimiento de su protección legal otorgó a las marcas su auténtico estatuto económico.
La exclusividad de uso generaría una nueva función de la marca: la de atraer a los compradores y conservarlos. Para competir y conquistar clientes, mercados y fidelidades, la marca-signo registrada no basta. Entonces, la marca empezó a asumir promesas y compromisos con el público. Era garantía de origen de los productos; aseguraba la autenticidad y la originalidad del producto; garantizaba una calidad estable, invariable y era un compromiso táctico del fabricante ante el mercado. La marca se convertía así en un instrumento de la estrategia comercial, en la misma medida que singularizaba los productos y ofrecía garantías y confianza a los consumidores.
La marca de identidad de productos, servicios y empresas, absorbe y proyecta hacia el mercado más propiedades y atractivos. Cada vez más la marca, la identidad, se desplazan fuera del producto para dar en la diana psicológica del consumidor o usuario
Lo que la marca de identidad ya no tiene necesidad de asegurar no es la calidad de los productos, sino la diferencia.
La marca-imagen (o la imagen de la marca) es más fuerte que la marca-signo. Y la identidad corporativa, que es una estrategia expansiva de la marca, y una estrategia absoluta de comunicación, va directamente con todas sus armas a la construcción de la imagen corporativa.
...por medio de la personalidad corporativa
Toda persona física o moral proyecta consciente o inconscientemente una imagen de los otros. Así, la empresa vende, a través de objetos perceptibles y de servicios, imágenes que no son conscientemente percibidas. Todos somos compradores de imágenes, y es la imagen la que perseguimos inconscientemente. A través de un objeto, a través de su presentación y su embalaje, o de una empresa y los servicios que ofrece, sentimos una impresión que puede ser por ejemplo, de eficacia, de elegancia, de potencia, de precisión, o una combinación de éstas.
El individuo no es un simple espectador. Cuando pasa del estado perceptivo al estadio activo, y se aproxima a un producto para probarlo, a través de una degustación, una muestra o una primera compra, entonces para a experimentar una relación con el objeto o el producto, y aquella preimagen percibida hecha de impresiones psicológicas, se amplía y se modifica sustancialmente, porque ahora se entremezclan sensaciones y experiencias ligadas al objeto o al producto, a sus condiciones físicas y a sus funciones.
Es una relación subjetiva, progresivamente constituida. Porque la imagen no es el producto de un impacto instantáneo, es un proceso psicológico casi inconsciente, que se desvela y aparece en un momento dado.
Uno de los ingredientes indisociables de la imagen mental es el soporte-tiempo, o sea, la constancia de las impresiones y sus efectos la congruencia, la prueba y error mental, la trayectoria de la empresa o de la marca, que a lo largo del tiempo, a veces incorpora a la imagen factores contingentes, mensajes no deseados por la empresa, elementos puntuales o de efectos prolongados, que producen oscilaciones en la valoración del producto, el servicio o la empresa, y en consecuencia, del negocio.
Joan Costa sintetiza este proceso encuadrándolo en tres momentos progresivos de la implicación psicológica de los individuos, y un contexto, en el que tienen lugar. El primer momento es el de la percepción, ya sea directa o indirecta del producto, la empresa, la marca, el servicio. El segundo momento es el del contacto directo y real con el producto o la empresa; experiencia puntual vivida con este contacto. El tercer momento es el de transcurrir el día a día y la sucesión de percepciones y contactos con el producto o la empresa, a través del tiempo; y con ello, la afirmación de las percepciones y contactos precedentes en el sentido que la imagen mental tomará.
El contexto en el que tales procesos tienen lugar, es el entorno en el que se ubican la marca, el producto, la empresa, el servicio. El mismo en el que se ubican sus competidores, que percibimos como propuestas alternativas, y se entrecruzan las opiniones favorables y desfavorables de nuestro grupo social de afinidades y los efectos de los medios de comunicación.
No hace falta insistir en la naturaleza psicológica múltiple de la imagen: subjetiva, perceptiva, experimental, funcional y emocional al mismo tiempo, y apoyada en un contexto estable.
Lo más significativo que debe buscarse en la investigación no es solamente llegar a saber qué imagen tenemos, en comparación con nuestros competidores principales, sino por qué. Cómo se ha construido esa imagen. Sólo conociendo las causas sabremos por qué la imagen es así. Y en consecuencia, sabremos cómo se puede modificar, reorientar, etc. Lo que se investiga así es la construcción de la personalidad corporativa a través de percepciones, experiencias, opiniones, es decir, a través de su acumulación en las personas y en el tiempo: la imagen.
Todo empieza por la identidad -la de la empresa en tanto que un potencial genético a desarrollar, y la de su percepción primera por el público.
La nueva dimensión inter media de la identidad
Esta construcción pasa por la gestión de la identidad, la comunicación y la conducta de la empresa.
La dimensión inter media de la identidad corporativa es una superación de la acción de comunicar que se basaba en los elementos gráficos tradicionales: logos y símbolos marcarios. Así como la comunicación inter media va directa al individuo porque se trata de una experiencia inter sensorial y emocional, la expresión de la identidad corporativa sigue la misma lógica integradora de los recursos de significación, cuyo foco es el individuo. La acción inter media impregna la sensorialidad global del ser. La identidad es así experimentada, vivenciada en diversidad e interiorizada por los individuos y la sociedad.
Se trata de superar la simple percepción visual como centro receptor de una identidad básicamente expresada por el diseño gráfico. Lo que en el origen fue una transmisión de grafismos, logos, marcas y colores, actualmente construye un sistema multidimensional y diverso que convierte al individuo en actor de la identidad corporativa, y no sólo en receptor de signos gráficos. Es el salto de percibir a experimentar y sentir. Así las comunicaciones son integradas por la vía inter media, pero en función del individuo, es decir integradas por él en su acción y sen su memoria.
Implicación de la experiencia sensorial del ser en la construcción de la identidad corporativa
La comunicación inter media parte del principio de que los campos de acción de la empresa en la construcción de su identidad están determinados por los individuos, y esto en dos dimensiones:
-el tipo (o los tipos) de aspectos sensoriales que son privilegiados en la acción de las personas: visión, movilidad, audición, acción, manipulación, experiencia, vivencias;
-la escala en la cual la empresa observa las actitudes sucesivas de los individuos que acceden a su entorno y actúan en él: escala del gesto, escala de la mirada, de los actos, de las funciones, de las relaciones personales.
De estas referencias que toman al ser humano como centro, se concretan cuatro grandes ámbitos para la experiencia de la identidad: Mensajes, visuales, sonoros, audiovisuales; expresión Cultural, personalidad corporativa, calidad, relaciones; Objetos, elementos de uso, soportes informacionales; y Espacios, lugares, ambientes, puntos de atención, de venta, de servicio.
Los Mensajes de la identidad corporativa están presentes en todas las formas de comunicación. Son tradicionalmente signos que estructuran la coordinación entre ellos, y de los que emerge el significado, el mensaje.
La Cultura corporativa es el estilo de conducta que da personalidad a la empresa y que constituye una forma relacional entre sus empleados y de ellos con los clientes, los accionistas, los líderes de opinión, prescriptores, asociaciones de consumidores y usuarios, medios de comunicación. Imprime un modo de conducta, una concepto ético, la orientación de una trayectoria, una manera de relacionarse (el cómo), de generar validad y valor, que da nacimiento y forma sensible a la personalidad corporativa en la mente del público. Es el ámbito emocional y funcional al que impregna la experiencia holística de los individuos.
Los Objetos se integran en la construcción de la identidad desde su propia razón de ser en tanto que productos. En la misma medida que las formas funcionales de un envase, un embalaje o un electrodoméstico, hablan; en la exacta medida que estas formas, colores, materiales, y texturas significan; todos ellos son conscientemente aplicados a integrarse a la identidad inter media. Y a la experiencia visual-táctil y manipuladora de los individuos.
Los Espacios propios de la empresa, o en los que ella está representada, son espacios de acción, y también elementos importantes en la percepción y experiencia de la identidad corporativa -de la imagen, en los públicos. Estos espacios de acción son la propia empresa (arquitectura corporativa), se red de servicios posventa, de distribución, de concesionarios; loas elementos de atención o de información, la señaléctica; las redes de sucursales bancarias y de compañías aéreas; los negocios de franchising, etc. Pero también las ferias y exposiciones. Para el público todos estos Espacios son la empresa. De ahí su capacidad identitaria y su compromiso con la imagen corporativa.
Los espacios son al mismo tiempo escaparates, lugares de relación e interacción, y ambientes en los que convergen las relaciones interpersonales, los mensajes verbales y no verbales, visuales y audiovisuales de identidad; las manifestaciones sensibles de la cultura organizacional; los productos y los objetos. Esta coordinación de los recursos comunicacionales en función de la identidad corporativa en su específica condición inter media.
La identidad corporativa se hace presente, dinámica y permanente, múltiple y diversa, compacta y ubicua. Potencia su fuerza diferenciadora, y genera una energía psicológica que la hace capaz de ser experimentada, vivida e interiorizada por los públicos.
Constituye un verdadero fenómeno gestáltico, una configuración estructurada de formas sensibles: audibles, verbales, gráficas, relacionales, objetuales, espaciales, volumétricas, arquitectónicas. La psicología de la Gestalt es la constatación de que “el todo es más que la suma de sus partes”. La identidad corporativa inter media es el efecto de las sinergias entre estas partes mediadoras.
La constitución de la imagen corporativa
Gestionar la identidad es gestionar la imagen. La imagen necesita sustancia real: las cinco dimensiones de la identidad más la cultura. La imagen se gestiona indirectamente porque la identidad y la cultura son mensajes, cosas y relaciones que son emitidos y protagonizados por la empresa. Y la imagen son percepciones y experiencias protagonizadas e interpretadas por los públicos.
La construcción de la imagen, si de una parte incluye la gestión de la identidad con las cinco dimensiones de su lenguaje inter media, de otra implica que está comprometida la gestión de la comunicación. Para que la identidad se transforme en imagen, la primera debe ser concretada en hechos y mensajes. En este punto surge una cuestión que consiste en obtener, interpretar y gestionar información. Cuando hablamos de cambios estratégicos es preciso responder a las siguientes cuestiones: ¿Qué Cambios, Qué Estrategias, Qué clase de Imagen se necesitan?
Las respuestas no pueden ser invenciones de la empresa, decisiones unilaterales, deducciones empíricas ni recomendaciones de consultores iluminados. Si la imagen se3 configura en el público, éste tiene sin duda mucho que decir. Y este razonamiento es la validación del Modelo de la Imagen a implantar que es la matriz para la gestión de la identidad y de la comunicación.
En preciso a estas alturas, determinar sin riesgos de error cuál es el modelo de la imagen que la empresa necesita: a) en función de su plan estratégico y objetivos globales, y b) en función de prejuicios, impresiones y experiencias, pero también y especialmente de las expectativas y exigencias, que sirven de correctores o de adaptadores reales de a).
Por esta necesidad metodológica Joan Costa ha creado un instrumento específico llamado Auditoría Estratégica Global. Si el paradigma que manejamos es sistémico y holístico; y si la imagen es la ciencia de la totalidad, el método para responder a las cuestiones indicadas arriba, no podría ser sino global, holístico, total.
La Auditoría Estratégica Global
La necesaria fusión de la comunicación y la acción, el hacer y el decir, y dejar de manejar la comunicación como una realidad autónoma al margen de los hechos son principios que han sido defendidos con persistencia.
Es cierto que estamos en una nueva sociedad de la interacción simbólica. En el imperio de los signos: todo lo que significa. De los símbolos: de todo lo que remite a ideas y mitos. Y de las imágenes visuales: todo lo que representa lo real. Esto es correlativo a un cambio de la sociedad telematizada que aprende, piensa y actúa a través de mensajes que le llegan de la distancia (teleacción) y de estereotipos mentales, más que con las cosas reales y las experiencias directas.
Los valores que son determinantes y que están ligados a los productos, al servicio y las actuaciones de la empresa en las distintas facetas de la acción y de los hechos reales, construyen la otra parte del mismo fenómeno.
Estos dos mundos: acción y comunicación, artificialmente desviados el uno del otro y separados, se recomponen reconstruyendo la unidad esencial de la empresa. Y proyectándose correlativamente en la unidad de la conciencia de los individuos, los públicos y la comunidad.
Los signos, los símbolos y las imágenes, o el mundo de la simulación y las apariencias, no es independiente del mundo real de las experiencias, es decir, la satisfacción del público, el aprecio de la calidad, la fidelidad de los clientes, la reputación, la buena opinión pública.
Es preciso no confundir la Auditoría Estratégica Global con las auditorías de comunicación.
Auditar las comunicaciones es investigar una actividad de la empresa, que aunque sea muy importante, es sólo una parte, y no explica más que aquello en los que se ha especializado. Lo positivo que tiene la idea aceptada de auditar la comunicación es que indica tácitamente que nuestro empeño en integrar las comunicaciones se ha impuesto por su propia fuerza. Integrar las comunicaciones en una auditoría no es entender la fenomenología de interacciones empresa-entorno en la producción de la imagen que ha sido acumulada en el público, ni alcanzar a evaluar esta imagen en función del proyecto estratégico o del plan de futuro de la empresa.
La empresa y su entorno constituyen un sistema y funcionan como tal. Es preciso tener bien en claro que: en un sistema, la parte no puede pensar por el todo:
la parte es un fragmento de la estructura funcional del sistema y de su complejidad
la parte es siempre especializada y ve el mundo exclusivamente desde la parcela de su especialización
ni siquiera la parte más jerárquica del todo domina el sistema en su integridad y su complejidad. En todo caso, controlará un subconjunto o un conjunto de partes más pequeñas. Pero no deja de ser una parte que depende de las demás y está en las mismas condiciones de a y b.
La única manera de comprender el todo y operar sobre y con él es desde afuera.
Joan Costa denomina este método “Auditoría Estratégica Global” porque: el término “auditoría”, “auditar”, tiene connotaciones contables, también significa exhaustividad, que es una condición esencial de este método por el espíritu holístico que lo anima; “global” implica el estudio multidimensional del sistema-empresa y sus interacciones con el sistema-entorno; “estratégico” define el objetivo fundamental del método, que se diseña en función del plan estratégico general de la empresa, o por un proyecto estratégico en concreto -problemas que son provocados por diferentes causas, que provienen de determinadas decisiones, y que tienen un epicentro definido, pero del que se detectan reflejos en otras partes de la empresa y del entorno. La Auditoría está comprometida en la viabilidad, la realización, la implantación y el control de la estrategia general o las estrategas particulares de la empresa.
Además, este método permite:
-descubrir, exhaustivamente, no sólo la imagen, sino su por qué
-no quedarnos solamente son este conocimiento, comprarlo con las líneas maestras del proyecto estratégico de la empresa, y evaluar sus coincidencias y desviaciones.
-establecer el diagnóstico y el marco operativo de cambios, y determinar las herramientas para implantar la estrategia de acción, así como sus sistemas de control.
En situaciones que podemos llamar normales, o en períodos de tiempo en los que no se precisan cambios, es muy saludable asegurarse de ello mediante una Auditoría Estratégica Global.
La concepción global y exhaustiva la orienta claramente hacia la expresión más totalizadora de la empresa en el público: la imagen acumulada. De ella partimos para investigar los componentes y los detalles de su formación en la sociedad. De la imagen futura partiremos como matriz, en sentido inverso. Esta lógica procede del paradigma del siglo XXI: de la relación bipolar del eje vertical entre identidad e imagen -pero que en cuyo proceso inciden de modo decisivo, la acción y la comunicación. Es la lógica que va del fenómeno a sus rasgos generales determinantes, y de éstos a los detalles.
Si el punto de partida de la Auditoría consiste en detectar y evaluar qué imagen existe actualmente, y por qué, el punto final -que es el inicio del cambio- consiste en definir y evaluar qué imagen necesitamos en función de la estrategia y objetivos de la empresa, y cómo organizamos las causas que han de cambiarla.
Saber lo primero (qué imagen tenemos) es fácil; saber por qué causas no lo es tanto. Pero concebir la imagen que necesitamos y decidir cómo transformar la actual, o cambiarla radicalmente, o definir una imagen nueva para una empresa de nueva constitución, es un trabajo de prospectiva, estrategia y creatividad.
Auditoría Estratégica Global es el método más perfecto del que disponemos para definir y estructurar con la mayor precisión posible cómo ha de ser, qué valores debe reunir, cómo estarán jerarquizados y cómo funcionará la imagen futura.
Modelizar la imagen futura: la matriz de la estrategia
Las bases científicas del Modelo de la Imagen
Cuando las fórmulas matemáticas, estadísticas, cuantitativas no bastan o son insuficientes, se recurre a los “métodos de simulación” para preparar las decisiones.
La simulación es un proceso y un método mental para la construcción de “modelos” de fenómenos o de realidades que en general son demasiado complejos para ser analizados directamente, o porque son inexistentes. El término “simulación” ha sido introducido por el estructuralismo y la cibernética como elemento importante de la teoría del conocimiento. Consiste en crear artificialmente un fenómeno o un sistema que se pretende estudiar. Modelizar es tarea de estrategias.
El lenguaje de la esquemática tiene por objeto visualizar cosas que no podemos ver en el entorno, o cosas que no son de naturaleza, e incluso que ni siquiera existen. Un esquema es un mensaje que hace visible, comprensible, memorizable y utilizable un conjunto de informaciones, a las que no podemos acceder por otros medios más que por el método analógico, el simulacro o el modelo. El simulacro es una creación, producto de un acto positivo e imaginativo. Su criterio de valor es el de la simplicidad.
La teoría de modelos es subsidiaria de la teoría de sistemas.
Nosotros partimos del hecho de que la imagen de empresa ha de ser comunicada, y por tanto, antes será estratégicamente elaborada y proyectada hacia los individuos, el mercado, la sociedad. Para proyectar esta imagen hacia delante y hacia el futuro, disponemos de las referencias principales, que son el plan estratégico de la empresa y los resultados de la Auditoría Estratégica Global, y los vectores del paradigma del siglo XXI. Pero estos son solamente “datos”, y faltaba la metodología específica para construir con estos datos el Modelo de la Imagen futura, prospectiva, que debe ser implantada y gestionada.
El problema que presenta para este propósito la teoría de modelos, o la simulación, es el carácter inmaterial, psicológico de la imagen mental, y el hecho de que ésta todavía no existe. La idea de Modelizar algo que sólo existirá realmente después de que exista su simulación. Constituía el gran problema del propósito de Joan Costa.
La simulación permite analizar los sistemas complejos; no se trataba de analizar un sistema, sino de crearlo mediante su propio modelo. Los datos que se disponen para modelizar lo que después será un fenómeno psicológico, son asimismo sólo datos, referencias de carácter impreciso. Nuestra “materia” es inmaterial y especialmente ligada a la percepción, a la sensorialidad, la experiencia personal, la interpretación subjetiva marcada por lo emocional, y la conducta de los individuos ligada a todos estos determinantes.
El método del Modelo de la Imagen corporativa tenía que ser prospectivo -no una reproducción de un fenómeno precedente; tenía que simular una realidad futura, que no sería un hecho material o una cosa estable, sino un fenómeno psicosociológico. Esta era la primera parte del problema.
La segunda parte consistiría en dar respuesta a cuáles serían los criterios de valor para la imagen. Y cómo materializar estos valores en la realidad en forma comunicable y asumible por el público.
La lógica operacional de nuestro Modelo de la Imagen
La analogía nos dio la aproximación correcta al problema en la medida en que la analogía designa una igualdad de relaciones uniendo los términos de varias parejas, lo que permite remontar de una relación a otra, de tal manera que si tres términos son conocidos podremos calcular el cuarto.
Nuestras tres claves son: a) el plan estratégico general de la empresa y sus objetivos globales y puntuales; b) la imagen acumulada existente en los públicos estratégicos, así como sus expectativas y sus críticas; c) las causas por las cuales se había generado la imagen b).
Con el cúmulo de estos datos había que progresar en la búsqueda escalonada de relaciones. Y desembocar así en cuatro término, que sería justamente la construcción del Modelo.
La teoría de modelos vendría a ser entonces, una teoría del como si, en una evocación, en términos positivos y creativos, de la filosofía de Hans Vaihinger que es tan distinta del fenomenalismo como el pragmatismo americano, aunque tiene que afinidades con las dos doctrinas. Una síntesis muy extrema de la “filosofía del como si” puede enunciarse así: “es únicamente gracias a las ficciones que el espíritu humano ha sido capaz de construir un universo habitable y darle un sentido”. Nuestra interpretación se funda en la convicción de que es posible simular un fenómeno o una acción futura en forma de un modelo, que por su misma naturaleza se puede ensayar, manejar, modificar “como si” fuera la realidad, entonces dispondremos finalmente de un modelo efectivamente realizable.
Nuestro método afecta a dos grandes categorías del mundo de los fenómenos a partir de los valores fuertes de la imagen futura:
-la simulación estructural, que establece la estructura del estereotipo en cuestión, o la construcción atómica o global del fenómeno mental. Su idea es la síntesis.
-la simulación funcional, que se sitúa en el universo dinámico de las acciones, las interacciones y las relaciones dentro del modelo y en sus relaciones interactivas con sus actores humanos. El segundo valor es el de la simplicidad.
Metodología integrada y efectividad del Modelo de la Imagen
Se ha descubierto fácilmente la coherencia metodológica y su base científica, pero sobre todo su orientación pragmática, así como la integración articulada y progresiva que hemos establecido entre:
-el paradigma del siglo XXI, al que Joan Costa ha llamado “modelo de modelos”,
-la Auditoría Estratégica Global, que es el paso intermedio entre el paradigma y
-el Modelo de la Imagen corporativa a implantar.
Igualmente se pueden reunir los instrumentos para la difusión inter media de la identidad corporativa, que constituye una novedad comunicacional integral porque implica la sensorialidad global del ser y su experiencia emocional.
Implantación y gestión de la imagen
El proceso completo que correspondería planificar se compone de 10 pasos:
Expresar los puntos de partida vectoriales que estarán presentes en todo el proceso: el plan estratégico general de la empresa y el modelo de la imagen a implantar. Expresa una especie de “negociación” entre aquello que la empresa se ha propuesto en su más alta instancia, y los condicionantes que propone el entorno; además, la fusión de ambos vectores cristaliza como siendo la matriz y la orientación de todos los pasos sucesivos. La figura del director de las comunicaciones -o Dircom- habrá sido designada para participar en la elaboración del proyecto desde sus inicios. Esto significa que habrá asistido a los contactos y la selección de la empresa consultora que haya ofrecido mayores garantías profesionales, una experiencia intencional dilatada, un buen nivel de creatividad y, sobre todo, que asegure un buen entendimiento con la empresa, capacidad de intercomunicación y empatía, y designe desde la primera propuesta el equipo de profesionales que participará en el proyecto.
Mostrar en este punto, interpuesto entre los valores, las estrategias, las tácticas, etc, el dispositivo que será necesario para dirigir los aspectos cruciales de la implantación del proyecto y la gestión y control de su imagen corporativa. En el centro del triángulo se sitúa el Director de Comunicación, que está conectado, jerárquica y operativamente, con la Presidencia y Directorio, con la Dirección de Recursos Humanos y con la Dirección de Mercadotecnia.
Reformular los objetivos globales por medio de entrevistas con el Directorio y el primer nivel de Directores Generales. Además, se formulan los objetivos puntuales de los Directores de Departamentos implicados en el proyecto. En este punto se tendrá que aplicar la comunicación por objetivos.
El Dircom transformará los objetivos formulados en un Plan Estratégico de Comunicación Integral. En él, los objetivos de comunicación se basarán en los objetivos globales que devienen del Modelo de la Imagen a implantar, y provienen del ámbito institucional -especialmente los de la identidad y cultura corporativa. Los valores de la identidad y la imagen, serán inyectados en todas las comunicaciones de la empresa. El Plan Estratégico de Comunicación tendrá que incluir la previsión de actitudes que se deberán adoptar ante contingencias como fusiones, crisis y otros problemas que puedan lesionar los resultados, la reputación o la imagen de la empresa. También corresponde al Dircom elaborar el Libro de Estilo, que es un gran auxiliar de la cultura corporativa que se expresa en actos, y que constituye los razonamientos que orientan dicha cultura, sin olvidarse de los valores éticos.
Los objetivos definidos en 4 habrán ido cuantificados en términos de inversión acción y público por público. Estamos ahora en la logística, que es un punto importante en la administración de los recursos para conseguir los fines propuestos. La logística es la ciencia y la técnica paralela de lo que cada uno de los elementos representa como inversión. Si los recursos disponibles son limitados en alguna parte del proyecto, o son altamente costosos, se tendrán que planificar cuidadosamente y tendrán lugar a un “presupuesto-financiero”, un “presupuesto-medios técnicos y materiales”, un “presupuesto-energía” y un “presupuesto-tiempo”.
Después se pasa a la creación del sistema de identidad corporativa, o a su rejuvenecimiento; a la creación de los sistemas de relaciones con el mercado de capitales, los accionistas; el inicio del cambio cultural y del sistema de comunicación interna que comporta. Por otro lado, se crearán los materiales público por público para las acciones mercadológicas y comerciales.
Cuando se considere conveniente se comprobará cómo son percibidos e interpretados los mensajes. Corresponde a este punto del proceso llevar a cabo estas investigaciones.
Es el momento de la implantación del Método de la Imagen con los instrumentos dispuestos anteriormente. El esquema del proceso ha sido presentado: a) en su totalidad, lo cual no siempre es el objeto del proyecto, sino que se determina parcialmente, según las necesidades y objetivos de la empresa, y b) lógicamente, no cronológicamente, pues corresponde en cada caso decidir qué acciones serán emprendidas y en qué orden. Este esquema es válido como guía de la acción.
El seguimiento y control de los resultados parciales en el proceso de la implantación de la imagen se llevarán a cabo en los espacios de tiempo que serán predeterminados en cada caso.
Un movimiento circular, interactivo, es el que nos proporcionará la retroalimentación correctora. Es aquí donde las investigaciones sucesivas volverán al Modelo de la Imagen, para medir sus correspondencias y/ o sus desviaciones. Permite regular el tratamiento comunicacional sucesivo que ponga el énfasis en aquellos valores de la imagen todavía no percibidos por los públicos, o que puedan ser interpretados con ambigüedad. Cuando la implantación de la imagen se ha ido afirmando y ésta ha alcanzado percepción o asimilación de la diferencia, y notoriedad aceptable, será útil realizar una Auditoría, focalizada en problemáticas concretas. Si a través del tiempo, incidencias no previstas obligan a modificar la estrategia general de la empresa, habrá que revisar el Modelo de la Imagen, para eventualmente, modificarlo a su vez. Este punto es el indicador de la eficiencia de la acción. La calidad fundamental de toda acción es la eficiencia. Es eficaz la acción que produce los efectos previstos por la estrategia. Pero es eficiente la acción eficaz que no desencadena efectos secundarios o que consigue la eficacia con los menores costos.
Sin embargo, las causas y las manifestaciones de ineficacia son frecuentes en la práctica, y de manera evidente cuando existe:
Desproporción entre los medios y los objetivos
Resistencias psicológicas a los cambios
Inoportunidad de las decisiones
Errores en el cálculo e imprevisiones
Insuficiencia o exceso de información
Desatención o sordera a la voz de los públicos externos
Desmotivación por parte de los actores comprometidos
Errores en la ejecución de las acciones
Ausencia de un control eficiente del proceso
Ausencia de un dispositivo central que gestione y controle el proceso con un responsable de las comunicaciones.
Para no correr el riesgo de ser ineficaces muchas empresas se encierran en la seguridad confortable de las fórmulas experimentadas y repetidas. Pero muy a menudo, el mayor riesgo es precisamente no cambiar cuando hay una oportunidad de cambio.
El verdadero emprendedor, el auténtico líder con visión de largo alcance y sin el cual la empresa no progresa, debe en ciertos casos saber olvidar la búsqueda del resultado inmediato y exclusivamente cuantitativo. La precipitación y el estrés son tan peligrosos como la rutina y el refugiarse en los métodos ya probados.
El Director de Comunicación
La complejidad es una propiedad progresiva de las organizaciones. El aumento del as capacidades, de las performances y de la eficacia, siempre es un progreso a partir de lo simple y fragmentario, sobre lo cual se construyen sucesivamente capacidades cada vez más diversas y desarrolladas. Este proceso es una evolución que se sustenta sobre sedimentaciones acumulativas, pero se orienta por las innovaciones.
La comunicación ha sido a menudo tomada como una moda. Ahora se va convirtiendo en una cultura. La fuerza de las cosas empieza por dejar bien claro que las organizaciones son centros emisores y receptores de señales, informaciones, mensajes, comunicación; que ésta se diversifica y densifica constantemente; que sus técnicas se especializan y proliferan; que el tráfico comunicacional aumenta en volumen y tiende a la saturación y al desorden. Nada hay que corrija espontáneamente tal aleatoriedad, donde se producen inevitablemente redundancias innecesarias (ruido) y contradicciones. En este sistema de complejidad expansiva, todas estas fuerzas en libertad son irrefrenables y es preciso detenerlas, imponer orden y coherencia entre ellas, controlarlas con eficacia.
Surge así el imperativo de un nuevo personaje: el generalista polivalente, que sea al mismo tiempo estratega, comunicador (portavoz), gestor de las comunicaciones y guardián de la imagen corporativa.
Se ha bautizado este gestor con un neologismo que tiende a ser una “marca”: Dircom, anagrama de “Dirección de Comunicación”.
Las responsabilidades del director de las comunicaciones empiezan por comprender el funcionamiento y la cultura de la empresa. Y por entender el proyecto corporativo, el plan estratégico, para participar en él y hacerlo comunicable. Uno de los objetivos de la gestión de las comunicaciones es conseguir e implantar una única voz, una única imagen y un discurso único en la diversidad y la continuidad de la empresa.
Hasta ahora, las empresas intentaban cubrir intuitivamente sus funciones en técnicos responsables de publicidad, periodismo, relaciones públicas: entre las fuentes tradicionales que ejercían disciplinas concretas, especializadas. Pero investigaciones realizadas en Argentina, demuestran que otros profesionales acceden igualmente a este puesto.
Sobre el origen y la formación necesaria
En general, los directores de comunicación adquieren formación universitaria en Ciencias de la Información o de la Comunicación.
La Comunicación se bifurca en dos grandes áreas: Psicosociología y Tecnología. Al director de comunicación le interesará especialmente la primera, que es la que presenta déficits en las empresas. La segunda es cuestión de técnicos, y el director de comunicación no es un técnico ni un especialista, sino un estratega y un generalista polivalente.
La ciencia de la Comunicación resulta de la fusión de tres doctrinas: la Sistémica, la Teoría del feedback o retroacción y la teoría de la información. Esto es útil para entender la organización empresarial en tanto que un sistema vivo que interactúa consigo mismo y con su entorno socioeconómico y cultural.
La Información, o los contenidos verdaderamente útiles que son vehiculados por la comunicación, enlaza con la producción de significados, es decir, con la Semiótica.
El director de comunicación construye la filosofía y las bases sólidas de su trabajo en la empresa.
El haber partido de la Comunicación le será útil tanto por lo que afecta a las relaciones humanas, como por lo que concierne a la estructura dinámica de la organización. Conocer la gestión de la empresa le proporcionará al director de comunicación el conocimiento del “campo de juego” real. Esto tiene el mérito de ubicarlo en la lógica empresarial, en el ámbito cotidiano donde tendrá que actuar con el colectivo interno del que forma parte, impulsar, formar y motivar equipos, concebir la estrategia de comunicación, planearla, hacerla ejecutar y controlarla.
La tercera fuente de información para el director de comunicación será la del Marketing estratégico, la razón comercial, la lógica del mercado. Es aquí donde se realiza la conducta del público consumidor y usuario en relación con la empresa. Y donde la influencia de la comunicación, al conducta y el discurso global de la empresa ejercen en todo ello.
Condiciones personales
El director de comunicación debe poseer un espíritu crítico: no aceptar una idea sin haberla sometido a prueba. Sostendrá una actitud positiva, receptiva y abierta, una disposición no apriorística y fresca. Pero al mismo tiempo será analítico y frío para evaluar con rigor las ideas, situaciones y decisiones; el análisis objetivo es parte también de la mentalidad estratégica. Rechazará el pensamiento reduccionista a favor de la actitud holística.
Será imaginativo, buscará nuevas relaciones, nuevas vías de enfocar las cosas y de actuar. Deberá ser curioso e interesado ante lo nuevo o lo que desconoce; no encerrarse en su convicciones, estar dispuesto a corregirse a sí mismo. El principio de la comunicación consiste en saber escuchar y comprender. El director de comunicación debe desarrollar su capacidad de empatía. A su vez deberá relacionarse bien con “todos” en la empresa, vertical y lateralmente; esta condición ha de servirle para que los demás comprendan bien cuál es su rol con los demás, al margen de su categoría jerárquica en el organigrama. Es importante esta capacidad de relación, dentro y fuera de la empresa, porque necesitará colaboración en campos muy diversos, y por tanto deberá saber conseguir implicación. Para esto deberá ser un buen argumentador y desarrollar su fuerza de convicción.
El director de comunicación será un espíritu independiente y libre. Tendrá que asumir la filosofía del “¿por qué no?”. Es necesario cultivar la capacidad de originalidad y que sepa obtener la aceptación y la colaboración de sus superiores e iguales.
Debe tener la humildad de un aprendiz permanente y la valentía del autodidacta.
Posición en el organigrama
El director de comunicación será reconocido en su rango directivo y estará situado junto al máximo ejecutivo.
Debe identificarse con la visión prospectiva, la alta política y la mentalidad institucional. De todo ello será su intérprete y portavoz.
El director de comunicación estará conectado con el responsable de Recursos Humanos y con el responsable de Mercadotecnia. Esta posición sintetiza la comunicación institucional, la comunicación organizacional y la comunicación mercadológica. Las tres grandes fuerzas que habrá que integrar en una actuación común.
Esta posición en el organigrama requiere una libertad de acción y debe ser comprendida y apoyada por sus superiores y por los demás niveles del organigrama, como siendo parte del cometido propio del director de comunicación.
Es el propio director de comunicación quien debe convencer y ganarse la confianza del máximo ejecutivo y el respeto y aprecio de sus colegas.
Funciones
El director de comunicación asumirá unas funciones claramente estratégicas.
Deberá entender el proyecto de empresa, su plan estratégico y participar en el mismo:
Para extraer de él los elementos que han de configurar la Imagen Corporativa, y para elaborar con ellos el Modelo de la Imagen que convendrá a la empresa.
Contribuir a la definición de la Cultura organizacional y del sistema de comunicación interno necesario para vehiculizar y desarrollar esta cultura.
Interpretar la política institucional y convertida en estrategia, que será a la vez que ejecuta, eficazmente comunicada. El Dircom deberá diseñar las Estrategias de Comunicación, en función de la Cultura, la Identidad y el Modelo de la Imagen.
Será asesor del máximo ejecutivo cuando éste debe asumir como tal el rol irremplazable de portavoz. Y será también portavoz de la institución, interlocutor entre la empresa y los líderes de opinión y con otras instituciones.
Deberá implicar a los diferentes responsables en la comprensión de los objetivos globales de la empresa, escucharlos y motivarles en su participación, además de estimular la creatividad dentro de la estrategia definida.
Tendrá que hacer ejecutar el Plan Estratégico de Comunicación que antes diseñó, y ejercer la supervisión y el control del mismo.
Será el guardián de la Imagen Corporativa. El abogado del público dentro de la empresa, y el aliado de la empresa ante los públicos estratégicos.
Deberá saber -y hacer saber- que el producto último de su cometido es la Imagen Corporativa.
La Imagen es un instrumento potente pero a la vez vulnerable. Ese riesgo no debe ser preocupante si el director de comunicación ha diseñado un Plan Estratégico que sepa prever qué hacer y qué decir en situaciones de emergencia.
Posición y funciones del Director de Comunicación. Síntesis
La importancia estratégica de la Comunicación y la Imagen exige que ésta ocupe un lugar que la represente en el Consejo o el Directorio. La Comunicación y la Imagen deben ser comprendidas y apoyadas por todos desde el más alto nivel de la organización.
Para poder ejercer sus responsabilidades, el director de comunicación creará una infraestructura y un interfaz entre todos los elementos de la organización que general información y comunicaciones.
La compartimentazación rígida ya no es admisible en el cambio cultural de la organización en red. Debe generarse una cultura de comunicación.
El director de comunicación informará sobre el contenido y funciones de su área a los demás departamentos, mediante reuniones sobre los criterios de comunicación e imagen, adjuntando noticia oficial del nombramiento como Director de las Comunicaciones, con la descripción del cargo.
Aplicará los criterios, normas y espíritu del cambio a toda la actividad comunicacional dentro y fuera de la empresa.
Definirá cuál ha de ser el Modelo para la Imagen.
Diseñará el Plan Estratégico de Comunicación en su parte institucional, incluyendo los objetivos generales en el medio y largo plazos, la descripción detallada de cada acción global comunicativa, la logística y la estimación financiera.
Implantará la cultura de “comunicación por objetivos”, de modo que cada departamento planifique los contenidos, medios e inversiones en función de unos objetivos concretos, que son los que permitirán verificar la eficacia de cada acción de comunicación.
Administrará los presupuestos de su departamento de acuerdo con sus responsabilidades.
Supervisará los proyectos y materiales de comunicación, demandados por los distintos departamentos, a partir de un brief preparado por ellos, asegurando la coherencia de la imagen corporativa.
Encargará, estudiará e interpretará los estudios e investigaciones que serán pertinentes. En particular se ocupará de investigar “para la imagen”, para lo más general y global: la comunicación de la imagen corporativa y el control de su evolución.
Extenderá su supervisión a las Empresas del Grupo y también a las que operan en otros países, si se trata de una empresa multinacional.
Asegurará la correcta aplicación del Modelo de la Imagen Corporativa, la nueva Identidad, el Estilo y la práctica de la comunicación en toda la organización.
Dependen directamente del Director de las Comunicaciones tres grandes áreas:
-la Comunicación Institucional.
-la Comunicación Relacional, con los actores internos, accionistas, medios de información, líderes de opinión, clientes, instituciones, organismos sociales.
-la supervisión de las comunicaciones internas y de marketing.
Todos los problemas-oportunidades de comunicación surgidos fuera de lo previsto serán debatidos con el director de comunicación, quien orientará las estrategias en función de la Imagen Corporativa y del Plan Estratégico de Comunicación.
Aparte de los grandes cambios tecnológicos en el terreno del software y de las inversiones que requieren, no hay en la empresa otra área tan específicamente innovadora como el área de la comunicación y la gestión de las comunicaciones.
También en este sentido, la comunicación es hoy más fuerte que la acción porque el cómo la empresa se comunica y se relaciona es infinitamente más importante que lo que hace.
Universalidad del método
El “paradigma” desarrollado así como los “principios epistemológicos” se sustentan en una actitud humanística, holística y al mismo tiempo sistémica.
Las empresas requieren decisiones pragmáticas y rápidas, y exentas de cualquier sospecha de academicismo o de teoría.
Toda empresa, lo sepa o no, lo quiera o no, tiene su propia identidad: funciona con una determinada cultura; desarrolla formas diversas de comunicación; y genera una determinada imagen.
No se tienen en cuenta rasgos particulares como su antigüedad, su origen, su sector de negocio, la composición de su capital y su tamaño.
La identidad, la cultura, la comunicación y la imagen, son valores esencialmente generales y cualitativos.
La notoriedad (dimensión cuantitativa de la imagen) siempre es relativa; la excelencia y la reputación son valores absolutos.
Los cuatro pilares del industrialismo son implícitos de la pequeña y mediana empresa, y de su actividad. La identidad, la cultura, la comunicación y la imagen son los vectores de la estrategia competitiva.
El único elemento de base que diferencia una gran empresa de una mediana o pequeña, es la escala. No la estructura económico-productiva ni la capacidad competitiva, que son independientes del tamaño.
Identidad, cultura, comunicación e imagen, los cuatros vectores de nuestro paradigma están espontánea o formalmente, consciente o inconscientemente, latente o realmente, en todas las empresas.
Puede ser que la reducida escala de una organización determinada no admita un Director de Comunicación, porque este puesto estaría desproporcionado de las necesidades y estructuras reales. Lo que sí existe en las pymes son las funciones principales y proporcionales, de una dirección de comunicaciones.
También puede ser que una escala modesta de empresa no requiera relaciones regulares con la prensa, con los accionistas porque no los hay, o con líderes de opinión. Sin embargo, algunas de estas actividades alcanzan cada día más a empresas pequeñas, e incluso las de reciente creación: las nuevas startyps.
Es la escala la que hace el fenómeno y determina sus dimensiones. Identidad, cultura, comunicación e imagen son vectores diferenciadores y generadores de valor.
La nueva cultura de los intangibles, la información, los servicios y los valores, debe acostumbrarnos a comprender estos fenómenos que dejan fuera de foco los modelos de los albores de la economía de producción. Quien se ocupa de todas las tareas que incluyen comunicación en una pyme, posee una ventaja implícita, que se debe a la escala, y que no se da de inmediato en una organización o en un grupo de empresas. Es la visión global de la actividad comunicacional y sus técnicas como un todo.
El verdadero valore del paradigma del siglo XXI, además de la exhaustividad que permite en la operación, es el de su adaptabilidad. Sus vectores están al servicio de la especifidad de cada problema, de cada empresa. Así que, aquello que define y determina el enfoque que demos a estos problemas, no es el método: es la realidad, las potencialidades y el proyecto de futuro de la empresa.
Imagen Corporativa del S. XXI Públicos Internos
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EMPRESARIAL
Concepción
Socio-económica
Relativo a la empresa.
Emprender, objetivos, organización, gestión de los recursos, riesgos...
CORPORATIVO
Idea de corpus, en su etimología latina
Totalidad, integridad, holismo, organismo, unidad holística, sistema...
1
La empresa
2
Investigaciones.
Planes
3
Creación.
Producción
4
Pre tests
5
Mass Media
9
Competidores.
Opiniones
6
Campo social
10
Imagen social
8
Acciones.
Actos
11
Actitudes
7
Relaciones micro
12
Opiniones
Cómo.
Cultura
Qué dice.
Comuni-
cación
Qué es para mí.
Imagen
Qué hace.
Acción
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Enviado por: | Maruja |
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