Agronomía, Recursos Forestales y Montes


Elaboración de Humus


Elaboración De Humus

O Tierra De Hojas

Mediante Fermentación

De Residuos Orgánicos

La fertilidad de la tierra se mide por su mayor o menor facultad para alimentar las plantas que en ella viven. Esta alimentación debe ser completa, procurando no solamente que las plantas se desarrollen y produzcan buenas cosechas, sino que al mismo tiempo crezcan vigorosas, sanas y resistentes a las enfermedades y que sus productos sean, además de abundantes, también de alta calidad. Así constituirán, a su vez, alimentos completos para los animales y los seres humanos que se nutren de ellos.

Y por alimentos completos, entendemos aquellos que proporcionan al organismo no solamente hidratos de carbono, proteínas y vitaminas hasta hoy conocidas, sino también las substancias vitales y protectoras aun desconocidas de nosotros (pero de cuya existencia no podemos dudar) y que gobiernan el crecimiento y la plena salud de los seres.

Las plantas, cuando son cosechadas o taladas sin descanso, imponen un fuerte tributo sobre la fertilidad almacenada en el suelo. Este se va empobreciendo y su producción disminuye en cantidad y calidad. Llega un momento en que su contextura misma se arruina a tal punto que sus partículas pierdan toda la cohesión entre sí y toda capacidad para absorber y almacenar el agua: entonces, se produce la erosión del suelo, por acción de las lluvias, del viento y del sol. La tierra muerta ya, entra en el período de su total desintegración.

Ha sido error de Liebig (Químico Alemán, fundador de la química agrícola) y sus discípulos proclamar que la fertilidad pueda ser devuelta al suelo mediante aplicaciones “racionales” de fertilizantes químicos, que le restituyan las substancias minerales extraídas por las cosechas. Cerca de noventa años de aplicación de este sistema ha probado su falta fundamental, la que consiste en complementar únicamente uno de los aspectos de la alimentación de las plantas, considerando la tierra como un compuesto químico, sin vida, cuando en realidad una tierra fértil es un sistema completo biológico, vivo, en constante fermentación y transformación.

Los trabajos realizados desde casi un siglo por numerosos investigadores, han demostrado que las plantas se alimentan no solamente de soluciones minerales, sino también del micelio de varios hongos microscópicos que viven únicamente en los suelos ricos en humus, en aquellos suelos que llaman “tierra de hojas”. El humus es materia orgánica, de origen vegetal y animal en cierto grado de descomposición, y cuya fermentación ha debido realizarse en determinadas condiciones. El guano de corral, por ejemplo, no es humus, aun cuando puede entrar como materia prima en su elaboración. Los suelos de pantano tampoco lo son: su fermentación se ha realizado bajo condiciones distintas y por la acción de organismos también distintos de los necesarios para obtener una buena tierra de hojas.

Estos hongos, pues, que viven del humus como las vacas viven del pasto, sintetizan en sus organismos proteínas, nitrógeno asimilable, vitaminas y también estas substancias esenciales, pero todavía casi desconocidas, que hemos mencionado más arriba. A su vez, son absorbidos, digeridos por las células externas de las raíces nuevas de las plantas, las que obtienen así proteínas y substancias protectoras. Esto no lo pueden obtener de un suelo muerto, aun cuando se le abone con fertilizantes químicos, porque estos últimos no son el alimento adecuado para la flora microbiana.

Es por esta razón que los abonos artificiales, si bien aumentan por un tiempo los rendimientos, producen en cambio, plantas enfermizas y delicadas; éstas a su vez, serán alimentos incompletos para el hombre y los animales, quienes se criarán también enfermizos y débiles.

Sólo el humus proporciona al suelo la alimentación completa, que da la salud, y el pleno vigor a quienes viven de él o de sus productos.

Esto nos explica por qué debemos responder las reservas de humus que le quitamos a la tierra con nuestras cosechas; y nos explica, también, por qué no se puede avaluar el valor fertilizante del humus en términos de análisis químico, determinando las cantidades de nitrógeno, cal, fósforo o potasa... Se trata de un conjunto biológico vivo, que actúa por sus organismos vivos, y no de una cosa puramente mineral, muerta, como lo es el fertilizante artificial. No hay punto de comparación entre ambos.

Pero, ¿cómo elaborar humus en cantidades suficientes para reconstituir primero, y mantener después la fertilidad de nuestros campos? Sir Albert Howard, ex Director del Instituto de Industria Vegetal de Indore y Consejero Agrícola de los Estados Centrales de la India, ideó después de largos años de experimentos y estudios, un sistema sencillo, práctico, de suficiente elasticidad para que su empleo se haga fácil en todos los casos, en fundos y chacras, en instalaciones suburbanas, etc... Este sistema, hoy conocido en el mundo entero bajo el nombre de Procedimiento de Indore, permite transformar en humus todos los residuos vegetales y animales de los campos y de las ciudades, sin necesidad de instalaciones costosas y complicadas.

Aunque es muy sencillo, es indispensable tener presente en sus aplicaciones algunos principios esenciales, y, además, seguir estrictamente sus indicaciones, so pena de fracasar.

El procedimiento de Indore aumenta en forma considerable las disponibilidades de materias primas para producir humus, ya que utiliza tres veces más residuos vegetales que cama de establos o guanos de corral.

La elaboración del humus se hace en tres tiempos: durante los dos primeros, la fermentación debe progresar bajo condiciones aeróbicas, es decir, que el aire debe circular ampliamente en la masa. Durante la tercera, en cambio, la maduración se efectúa sin presencia de aire, por acción de microorganismos anaeróbicos. Durante las tres fases, la masa debe contener humedad suficiente, sin la cual no habrá fermentación. Esta humedad no debe ser excesiva, sin embargo, porque de lo contrario obstaculizaría la circulación del aire en los primeros tiempos y disolvería los nitratos en el último.

En el debido manejo de la humedad y de la ventilación de la masa está el factor principal del éxito.

  • Las Materias Primas

  • Para elaborar humus, se debe disponer de los siguientes materiales:

  • Los desperdicios de origen vegetal. Hay que compenetrarse bien que el mayor volumen del humus lo constituyen detritus vegetales, los que siempre abundan en los fundos. Entre ellos encontramos las pajas de los cereales, la chala de maíz, los tallos de maravilla, el tasco del cáñamo, los pastos dañados, las podas, la zarzamora, las malezas, los tallos de papas y residuos de chacras, las hojas, las algas marinas, los orujos, el aserrín de madera, las tortas oleaginosas, etc.

  • Estos materiales deben ser desmenuzados y aplastados lo más posible; los que están revestidos de una corteza deben ser machucados, haciéndolos pisar por animales o aplastar por el tránsito de carretas.

    Las malezas y residuos muy verdes deben ser algo desecados, cuando su proporción en la masa sobrepasa el 30%, para que no se produzca silo, en lugar de humus. Hay conveniencia en que las plantas sean lo más maduras posible, ya que la celulosa y la lignina forman el mayor volumen de humus.

  • Los residuos animales. Estos son la orina y el guano del ganado, el guano de las gallinas y demás aves de corral, los desperdicios de cocinas, la sangre seca y demás desperdicios de mataderos, como ser astas y pezuñas molidas, la harina de pescado, etc.

  • Es absolutamente indispensable usar algunos de estos residuos animales en conjunto con los vegetales, para elaborar el verdadero humus. Esto es muy importante y no puede haber fertilidad completa sin la presencia de residuos animales. El procedimiento de Indore, sin embargo, contempla una proporción de residuos animales inferior a la de los vegetales, y esto permite aumentar mucho las cantidades de humus elaboradas en los fundos.

  • Las bases para neutralizar el exceso de acidez. Durante la fermentación de las materias primas, la mezcla toma luego una reacción ácida. Conviene neutralizar esta acidez, lo que se consigue incorporando a la masa carbonato de calcio molido, cenizas de madera, o sencillamente, tierra orinada, de corral o establo. Puede, también, usarse cal apagada, aunque siempre es preferible el carbonato. Nunca cal viva.

  • El agua y el aire. Son dos elementos indispensables: veremos cómo regular su empleo y repetimos que en esta debida regulación está la clave del éxito.

  • Modo de recolectar la orina y el guano

  • En las explotaciones en que los animales están estabulados o bien alojados en corrales (sean vacunos, ovejunos o cabríos), con pisos de tierra, se les coloca diariamente una cama de residuos vegetales, la cual puede contener hasta un 5% de materiales resistentes a la fermentación, como es aserrín o virutilla de madera. Los animales duermen sobre esta cama, la desmenuzan aún más y la impregnan de guano y orina. En la mañana siguiente, esta cama y todo el guano posible se llevan a los montones o zanjas de fermentación, como veremos más adelante. Se barre el piso de tierra y se cubren las manchas húmedas con tierra seca, después de raspar las muy mojadas. Se coloca, en seguida, una nueva cama vegetal. En esta forma, se absorbe toda la orina y no se crían moscas en el guano.

    Cada tres meses, se raspa y cambia la tierra del piso de los corrales o galpones. Esta tierra impregnada de orina se desmenuza y se almacena al lado de las zanjas o de los montones de fermentación porque servirán, más tarde, de activador para desintegrar la celulosa y de base para neutralizar la acidez.

    Cuando hay pisos de concreto, es indispensable absorber la orina con algún material como aserrín mezclado con algo de tierra, sin perjuicio de la cama vegetal. La orina contiene los productos del drenaje de cada glándula del cuerpo animal y es rica en substancias accesorias del crecimiento.

  • FERMENTACION EN ZANJAS O EN MONTONES

  • La fermentación de los residuos se puede realizar en zanjas, o bien, en simples montones sobre el suelo. En los lugares muy secos, o muy fríos y con mucho viento, conviene usar zanjas poco profundas, pues se economiza agua y la temperatura se mantiene más uniforme. En el caso que la cancha no esté expuesta a vientos fuertes o existiendo el peligro de exceso de agua, los montones deben ser preferidos. Estos no deben, sin embargo, quedar expuestos a la intemperie y puedan ser protegidos con cortavientos y sombras de totora o paja. Del exceso de aguas de escurrimientos se les protege con pequeñas zanjas que los rodeen. El piso de los montones y de las zanjas debe ser, en todo caso, bien drenado.

  • DEL MODO DE CARGAR LAS ZANJAS O LOS MONTONES

  • Las dimensiones estándar de las zanjas son de 9 metros de largo por 4.20 metros de ancho y por 90 centímetros de profundidad. La profundidad es muy importante, debido al factor ventilación.

    Las dimensiones de los montones pueden ser las mismas. En principio, no habría inconveniente en aumentar o disminuir algo el ancho total, pero la altura y el largo son invariables.

    El largo total debe ser dividido en 6 partes iguales, o secciones, de 1.50 metro de ancho cada una. La primera sección se deja vacía para dar vuelta lugar a la vuelta del montón más adelante. Las demás secciones se van cargando sucesivamente como sigue:

    Para cargar la segunda sección, se coloca sobre el piso una capa de residuos vegetales, de más o menos 15 centímetros de grueso, a todo lo ancho de la zanja o del montón, siempre tomando en cuenta que el ancho de la sección es de 1.50 metro.

    Sobre esta primera capa , se coloca otra de cama vegetal impregnada de orina y guano, o bien de estiércol de corral, de 5 centímetros de grueso.

    Encima, se espolvorea de modo parejo una mezcla de tierra orinada con cenizas de madera, o de carbonato de calcio molido, o de tierra sola, no ácida. El grueso de esta capa no debe pasar de 3 milímetros. Si se agregara demasiado, la ventilación del montón no quedaría libre y la fermentación se haría en mala forma.

    Si la masa no está bastante húmeda, se rocía con agua por medio de una manguera provista de una boquilla pulverizadora, o sencillamente con baldes. En seguida, se agregan otras capas como las anteriores, las que se rocían a su vez, con agua. Y se prosigue en igual forma hasta que el grueso total de la sección llegue a 1.50 metro. Se practican, entonces, en la masa, con una barreta que se va moviendo de lado a lado, tres hoyos verticales de ventilación, de 10 centímetros de diámetro y de todo el alto de la sección. Uno de estos hoyos se abre en el centro y los otros dos en la mitad de la distancia entre el centro y las extremidades de la sección, debiéndose encontrar, pues, más o menos a 1.05 metro uno del otro. Se pueden hacer, también, estos respiradores con palos de 2 metros de alto, colocados de antemano, que se van moviendo de cuando en cuando mientras se arma la sección, y que son retirados al término de la operación. Se debe evitar el pisar la masa, pues esto la apretaría, obstaculizando la circulación de aire. La masa debe quedar lo más suelta posible.

    La cantidad de agua que debe agregarse depende de la naturaleza del material, del clima, etc.. En forma general, la masa debe quedar uniformemente mojada, pero sin exceso: hay que dejarla en condición análoga a la de una esponja estrujada, para que, quedando húmeda, el aire pueda circular libremente por ella.

    En las zonas muy secas, el material cargado en el día debe ser rociado en la tarde y otra vez en la mañana siguiente, ya que, de esta manera, se da tiempo a la masa para que pueda absorber mayor cantidad de agua en forma más pareja.

    Terminada la segunda sección se procede a cargar las demás, sucesivamente, hasta la sexta. Al completar ésta, la zanja o el montón, se encuentra listo. El carguío por secciones, tal como lo acabamos de indicar, tiene las siguientes ventajas: primero, la fermentación comienza inmediatamente en cada sección, sin esperar el carguío de las siguientes; segundo, no hay necesidad de subirse a la masa para cargarla ni para hacer los hoyos de ventilación.

  • LA FERMENTACION DE LA MASA

  • A los dos o tres días, comienza una fermentación intensa, obra de hongos y bacterias, acompañada de una elevación de temperatura, hasta alrededor de 70°C. Entonces, la masa comienza a perder altura, y a los pocos días ha bajado de 1,50 metro a 90 centímetros. Aparecen en el montón numerosos esporóforos (callampas) y dentro de la masa se desarrolla un abundante micelio; cuando el tiempo es algo fresco, los respiradores humean.

    Es imprescindible cuidar que no se detenga la fermentación por falta de humedad, lo que se advierte por la baja repentina de la temperatura y por el hecho que el montón no pierde altura. Si esto ocurre, la masa debe ser rociada con agua.

    En cambio, una mala circulación del aire debido a un exceso de agua o a un descuido durante el carguío, puede producir una verdadera putrefacción de la masa, en lugar de su debida fermentación, lo que se evidencia por un olor agrio y la aparición de moscas. Cuando la fermentación es normal, no se crían moscas en la masa y no hay malos olores. Si se produce esta putrefacción, se debe dar inmediatamente vuelta a la masa, dejándola bien suelta.

  • MODO DE DAR VUELTA LA MASA

  • Para asegurar una mezcla y una descomposición uniforme del material, así como la humedad y la ventilación necesaria durante la fase aeróbica, hay que dar vuelta al montón dos veces.

    Primera Vuelta: Debe darse a los 2 ó 3 semanas después de cargar el montón o la zanja. La sección o parte que se dejó vacía al hacer la carga, dejará lugar para ir dando vuelta a toda la masa con horquetas, desde una punta. Al hacer este movimiento se cuidará de revolver debidamente el material inalterado que se encontraba en contacto con el aire, dejándolo de preferencia en el centro de la masa. A medida que se revuelve el montón, hay que ir rociando con agua, si ello fuese necesario, en la misma forma que cuando se cargó, cuidando, sí, que no se pase de humedad. Conviene dejar tiempo para que se realice debidamente la absorción del agua. Es aconsejable efectuar este rociado, en dos tiempos: primero en el momento de dar vuelta el material y en seguida, a la mañana siguiente. Se tendrá también especial cuidado que el material quede suelto, para lo cual se evitará pisarlo. Finalmente, se practicarán nuevos hoyos de ventilación verticales con una barreta o un palo, en la misma forma que en el momento del carguío. La altura del montón debe limitarse esta vez a 90 centímetros.

    Segunda Vuelta: Más o menos 3 semanas después de la primera vuelta a la masa, o sea, 5 ó 6 después del carguío, se da nuevamente vuelta a la masa, esta vez en sentido contrario. No se practicarán ya hoyos de ventilación pero sí se tendrá cuidado de procurar siempre un estado de humedad análogo al de una esponja estrujada. Más o menos 6 ó 7 días después, la masa comienza a tomar la estructura del migajón y un color más oscuro. Aparecen en ella lombrices comunes. Los hongos han terminado ya su labor y son ahora las bacterias las que intervienen para realizar la “maduración” bajo condiciones anaeróbicas, es decir, fuera de la presencia del aire.

    A medida que esta maduración prosigue y que la estructura de migajón se acentúa, aumenta la capacidad de la masa para absorber y conservar la humedad. Es también durante esta fase cuando se produce la fijación del Nitrógeno atmosférico, de suerte que la relación Carbono a Nitrógeno, que era más o menos de 33 a 1 en el momento del carguío, llega a 10 a 1 cuando la operación se encuentra terminada.

    Seis semanas después de la segunda vuelta, o sea, más o menos 3 meses después del carguío inicial, toda la masa se ha transformado en humus y tiene la estructura, el color y el olor de la buena tierra de hojas. Se encuentra ahora lista para ser incorporada al suelo.

    Es necesario insistir una vez más sobre la importancia de seguir muy de cerca las instrucciones. El procedimiento de Indore es sencillo, pero debe realizarse con inteligencia y buen criterio. En efecto, el valor fertilizante del humus no depende tanto de su composición química, como de su reacción biológica frente a los hongos del suelo. Si la temperatura de la masa no es en cada momento lo que debe ser, los microorganismos que entran en juego pueden ser distintos de los que desean y su trabajo puede resultar defectuoso. La vigorosa acción de los hongos al comienzo de la operación se evidencia por la abundancia de micelio presente en la masa y la infinidad de esporóforos producidos en la superficie de los montones. Desde el principio de la descomposición hay gran actividad de las bacterias termófilas y la temperatura sube hasta cerca de 70°C. Es probable que las reacciones químicas que tienen lugar a estas alturas de la fermentación tengan una importancia decisiva sobre el valor fertilizante del humus.

  • El almacenamiento del humus

  • Al cabo de tres meses después del primer carguío, los microorganismos han completado su labor y la síntesis del humus está hecha.

    Si este humus se conserva en montones, expuestos a la intemperie, los agentes atmosféricos harán que sigan adelante los procesos de oxidación, comenzándose la formación de nitratos solubles, los que se perderán bajo la acción de las lluvias o del riego posterior, o bien suministrarán precisamente a los organismos anaeróbicos la materia prima que necesitan para su abastecimiento de oxígeno.

    Tales pérdidas no ocurren cuando el humus ha sido incorporado al suelo. Hay, pues, gran interés en esparcir y enterrar el humus a la brevedad posible, aun cuando no se pretenda sembrar inmediatamente.

    Cuando no hay posibilidad de realizar esta operación, conviene conservar el humus bajo techo, o siquiera tapar los montones con totora hasta el momento de usarlos.

  • PRODUCCION ANUAL Y CANTIDADES NECESARIAS

  • La cantidad de humus a incorporar anualmente al suelo varía según el grado de agotamiento del mismo, de 6 a 20 toneladas por hectárea, con un término medio normal de 12 toneladas. Como el peso específico del humus varía, según su grado de humedad, de 1.5 a 1.8, se puede ver que 12 toneladas equivalen aproximadamente a 7 metros cúbicos, o sea a una capa uniforme de 7 a 10 milímetros de grueso, sobre el suelo.

    Las cantidades de humus que se pueden elaborar anualmente en los fundos dependen de las disponibilidades de detritus vegetales, de la población ganadera y de las posibilidades de recoger el guano y la orina. Como dato ilustrativo, se puede indicar que en el caso de vacas lecheras en galpón, cuyos residuos se recogen completamente, y suponiendo que se disponen de amplias cantidades de detritus vegetales, la producción puede alcanzar 60 metros cúbicos, o sea, más o menos 100 toneladas de humus anuales, por cada vaca. Este es un máximo, pero se puede perfectamente ser alcanzado con un poco de esfuerzo.

    Estas cifras significan también que el guano o la orina de cada vaca estabulada, mezclados con residuos vegetales suficientes y transformados en humus por el procedimiento de Indore, permiten fertilizar anualmente alrededor de 10 hectáreas de campo. Estas son cifras puramente ilustrativas y susceptibles de amplias variaciones según cada caso particular.

    Otro dato interesante es la cantidad de humus que puede elaborar anualmente un obrero dedicado exclusivamente a este trabajo. Se calcula que dos hombres trabajando en equipo pueden elaborar alrededor de 1.000 toneladas de humus anualmente, o sea, lo necesario para fertilizar, un año con otro, 100 hectáreas. Por consiguiente, un trabajador elaborará humus para 50 hectáreas, siempre que no le falte material en ningún momento.

  • EL HUMUS Y EL GUANO DE CORRAL

  • El guano de corral es solamente una de las materias primas necesarias para elaborar este producto superior que es el humus. Las ventajas del humus elaborado sobre el guano de corral son las siguientes:

  • El humus pone a disposición del agricultor cantidades mucho mayor de fertilizantes.

  • Es producto acabado, inmediatamente asimilable por los microorganismos que, a su vez, sirven de alimento esencial a las plantas, por medio de la asociación micorizal. En cambio, el guano de corral debe sufrir una fermentación previa, en el suelo, antes de llegar a ser asimilable; y durante esta etapa preliminar, no produce ninguna acción útil sobre la siembra a la cual ha sido aplicado.

  • CONCLUSIONES

    Se ha dicho y repetido que la presencia del humus en proporción suficiente es el factor que determina la verdadera y completa fertilidad del suelo.

    El humus, y sólo el humus, constituye un alimento completo para los microorganismos de los cuales se alimentan a su vez las plantas. Es un eslabón indispensable del ciclo de la vida en el mundo. Este ciclo podemos imaginarlo comenzando con la muerte de los seres superiores, plantas, animales y sus detritus. En la naturaleza, cuando no interviene el hombre, en la selva virgen, en la pampa, en el mar, estos residuos son transformados por determinadas condiciones, en humus. Este humus a su vez sirve de alimento a otros organismos microscópicos del suelo, generalmente hongos, que lo transforman en proteínas, vitaminas y en las substancias esenciales que se mencionó al comienzo de este informe. Estos hongos forman con las raíces de las plantas esta maravillosa asociación micorizal, verdadero puente de vida, gracias al cual los vegetales ingieren los propios hongos y con ellos proteínas y estas misteriosas substancias (entre las cuales se encuentra la penicilina) de las cuales debemos admitir que son esenciales para el crecimiento y la protección contra las enfermedades. En efecto, numerosos experimentos debidamente controlados demuestran que los vegetales producidos en suelos ricos en humus verdadero, se desarrollan con mayor vigor y que son prácticamente inmunes a las enfermedades. Más aún, los animales que se alimentan de estos vegetales resultan también aparentemente inmunes a las enfermedades: son seres sanos y no necesitan de remedios, porque sus organismos contienen las necesarias substancias protectoras. A pesar de las mayores dificultades de experimentación y control, existen fuertes presunciones de que este vigor y esta inmunidad son igualmente transferidos a los seres humanos que se nutren exclusivamente de estos productos vegetales y animales de suelos ricos en humus.

    ¿Acaso no vale la pena gastar algunos esfuerzos y un poco de mano de obra para conseguir tales resultados: suelos estables, que almacenan y conservan mucha humedad, cosechas abundantes y sanas, ganados vigorosos y sanos, y finalmente (aunque nos cueste reducir este concepto a dinero) ciudadanos fuertes y sanos, base fundamental de un pueblo próspero y libre?

    Estos resultados los pueden obtener los agricultores de Chile: las materias primas están en sus fundos y, a medida que se convenzan de la bondad del sistema, aumentarán ellos mismos su producción y recolección.

    El procedimiento de Indore no está protegido por patentes: no hay nada que pagar por implantarlo y cada cual puede llevarlo a la práctica. Debe, sí, aplicarlo con inteligencia y atenerse estrictamente a las normas que se han indicado. Es fácil elaborar humus con un poco de cuidado. Pero es más fácil aun elaborar un producto defectuoso, que no será humus y no tendrá sobre la tierra la acción fertilizante deseada.

    Finalmente, el humus no es una panacea universal. No permite cultivar o criar en un lugar determinado las variedades no adaptadas a las condiciones de clima y suelos locales; no suprime para el agricultor la obligación de dar al suelo las labores culturales indispensables y de tener una tierra bien drenada y ventilada. Pero permite obtener de las variedades adecuadas para la zona y de un suelo debidamente drenado y trabajado, el máximo de rendimiento en animales sanos y en cosechas de alta calidad.




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    Enviado por:Ramone
    Idioma: castellano
    País: Chile

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