Arte


El teatro en Argentina


Historia del Teatro Argentino I

Trabajo Monográfico

El Teatro Oficial

El trabajo monográfico consistirá en realizar un trabajo de campo sobre el teatro oficial, preferentemente de Capital Federal de Buenos Aires, Argentina, donde se indagará sobre la importancia de este teatro, desde el punto de vista de los medios de difusión, más precisamente el diario, identificando cada uno de los teatros, su estructura edilicia, el medio de sustento, es decir si es municipal o nacional, el tipo de público al cual se dirige, analizándolo a su vez en la obra observada en el Teatro Cervantes: “Rodolfo Walsh y Gardel”.

Para comenzar el trabajo, primeramente, haré una diferenciación de los teatros oficiales a analizar.

El circuito oficial está compuesto, principalmente, por El Complejo Teatral Buenos Aires, el cual es municipal y depende del gobierno porteño, actualmente encabezado por Mauricio Macri, y comprende los teatros: San Martín, Presidente Alvear, de la Ribera, Regio, y Sarmiento. Luego se encuentra el Teatro Nacional Cervantes, y el Teatro Colón (actualmente cerrado) ambos también nacionales, todos estos apuntando mayoritariamente a un tipo de público de clase media. A su vez podría tenerse en cuanta al Instituto Universitario Nacional del Arte, como universitario y nacional, y la Escuela Municipal de Arte Dramático como municipal, ya que ambas al ser instituciones instructivas de arte, presentan ocasionalmente muestras u obras para espectadores no vinculados a la institución.

Al comenzar el estudio primero realicé una búsqueda de estos teatros por medio de Internet, dándome cuenta, de la poca información disponible en el medio.

Al comprar los diarios Clarín, La Nación, y Página 12, y fijarme en la página de la cartelera en la sección de espectáculos, percaté la poca importancia que se le da a este tipo de teatro, principalmente en los primeros dos diarios. Al observar esta página, pude notar que sólo tres de los teatros anteriormente mencionados, con sus respectivas obras, aparecían en cartel. Y solamente en Página 12 aparecía una foto de una obra del Teatro Cervantes, como medio de publicidad o promoción.

Viendo diario por diario pude igualmente percibir ciertas diferencias entre Clarín y La Nación, y entre estos y Página 12, en el modo de promocionar los teatros y las obras. Por ejemplo, en La Nación, el Complejo Teatral de la Ciudad de Buenos Aires (así titulado) está en el décimo quinto lugar, el titulo del Teatro San Martín, aparece en “negrita” y debajo se despliegan el listado de obras que se presentan en cartel como: Medea de Eurípides, Krapp la última cinta magnética de Beckett, la Compañía Nacional de danza de España (Gnawa-O Domina Nostra-Cobalto), 34 puñaladas (un espectáculo de tango, el cual es gratuito). En relación al precio, por ejemplo la más cara es la obra española, y las dos primeras cuestan lo mismo; pero lo interesante a diferenciar fue que dentro del mismo cuadro del complejo, aparecía sin destacar el Teatro Presidente Alvear (es decir, sin marcar la letra en “negrita”) con su obra Tramatango. Mucho más adelante aparece el Teatro Cervantes, con sus obras en cartel como: El Herrero y el Diablo, Trans-Atlántico, Rodolfo Walsh y Gardel de David Viñas, He visto a Dios. En el caso de los mismos teatros pero en los otros dos diarios analizados pude observar que por ejemplo en Clarín aparece primero el Cervantes, en segundo lugar el Alvear, y por ultimo el San Martín, lo cual marcaría talvez algún tipo de importancia diferencial para este diario, relacionado con el prestigio o el campo intelectual que se le quiera dar. Luego analizando Página 12, pude observar que antes de llegar a la página de la cartelera, había toda una página dedicada especialmente a teatros, donde se destaca la foto de la obra “El Herrero y el Diablo” que se presenta en el Teatro Cervantes, y más adelante a su vez aparece la obra “Bacantes”, la cual se presentaba en la cede de French del IUNA. Al analizar la cartelera, veo por primera vez aparecer el Teatro Colón, aunque con la aclaración de que el espectáculo se realizaría en el Coliseo. Después de éste, venía consecutivamente El San Martín, El Alvear, El Cervantes. En ninguno de los tres diarios utilizados para el análisis, apareció el Teatro Regio, o el de la Rivera o el Sarmiento, lo cual me dio a entender que podía ser por el cierre de temporada o porque tal vez estos no poseen difusión.

El espacio que los diarios le dan al teatro oficial en comparación con el teatro comercial, es mínimo e ínfimo. Dado que es municipal y/o nacional, es subsidiado por el pueblo por medio del pago de los impuestos y por lo tanto, debería tener una mayor llegada a público; pero investigando, se puede notar que el público del teatro oficiales más particular, no tan masivo, porque es un teatro de tradición que acerca a autores consagrados con el objetivo de formar espectadores. En el caso del Complejo Teatral Buenos Aires, conformado en septiembre del 2000, tiene como objetivo, la planificación de una política teatral coherente, por lo que cada uno de los teatros pertenecientes actúa con los otros de manera complementaria maximizando la cooperatividad, en donde la programación está orientada a enriquecer la vida de los ciudadanos y llegar a una variedad más amplia de espectadores, no sólo en número sino también en diversidad.

Ediliciamente, cada teatro del circuito oficial es diferente pero similar a la vez. Por ejemplo, el San Martín y el Alvear aunque estén situados a una cuadra de distancia comparten el mismo estilo en la construcción escenográfica.

Cuando uno observa el San Martín desde afuera puede observar una obra arquitectónica contemporánea similar a la del centro de cooperación ubicado enfrente a este (en relación a los vitrales que dejan ver el interior del teatro) pero al ingresar a alguna de las salas puede verse cómo ciertos matices de un estilo más antiguo se conservan. En sí, el edificio es de un estilo racionalista; su construcción se realizó donde años atrás erigía el Teatro Municipal y donde alguna vez funcionó el Teatro del Pueblo. El Teatro Sn Martín posee la sala Martín Coronado (con dos plateas escalonadas capacidad para 1046 personas, un escenario construido a la italiana, el cual es característico en la mayoría de los teatros de este circuito). A su vez en el hall de esta sala se encuentra un alto relieve de cemento coloreado, titulado “alegoría al teatro”. Otra sala es Juan José de los Santos Casacuberta, la cual debe su nombre al intérprete dramático del Siglo XIX. Tiene capacidad para 566 personas con una platea semicircular dividida entre sectores. La tercera sala del teatro, Cunill Cabanellas, se utiliza para las propuestas experimentales con una capacidad para 200 personas, y en el hall de esta sala se encuentra un mural cerámico denominado Los Hermanos Podestá. A pesar de estas salas, el San Martín posee otra a su vez, La Leopoldo Lugones como un espacio que se le da para el cine donde caben 233 personas.

Los otros cuatro teatros que comprenden el resto del complejo poseen sólo una sala, en general con una capacidad mayor de 600 ubicaciones. En el caso del teatro Alvear, la sala se divide en platea, pullman, una tertulia y tres sectores de palcos. Su escenario es también a la italiana (tiene un solo frente, normalmente está aforado, es decir, tiene una especie de "cortinas" en los otros tres lados; la cortina del fondo se llama telón de fondo, las de los lados se llaman piernas, y las cortinas pequeñas del techo se llaman bambalinas). Por otro lado el Teatro Regio tiene por ejemplo una línea arquitectónica inspirada en el estilo barroco español. El de la Rivera se caracteriza por estar adornado de murales de Benito Quinquela Martín (ya que fue éste el donante del teatro al consejo general de educación). Por último el Teatro Sarmiento, el cual se caracteriza por la puesta de obras de vanguardia (comparable en este sentido al Di Tella) al haber sido remodelado varias veces por haber sido utilizado como depósito de forrajes y alimentos para los animales del zoológico hizo que perdiera su estructura original.

En relación a la estructura del Cervantes podría decirse que tiene tintes del Barroco o Renacimiento. Al entrar, puede observarse que la puerta posee unos vitrales muy llamativos como si fuesen de iglesia gótica, todo es muy decorado con tintes de ostentosidad pero a la vez se observa contemporaneidad al ver un televisor de plasma. El escenario central es de una gran magnitud donde hay incluida una capilla, posee un disco giratorio central y un escenario levadizo. Este teatro se divide en salas; la principal “María Guerrero”, en honor a la creadora del teatro, también tiene diseño a la italiana, con una capacidad para 860 personas. La sala Orestes Caviglia originalmente funcionaba como cafetería y luego pasó a ser otro ámbito para representaciones, principalmente para obras de cámara y espectáculos de carácter intimista, con una capacidad de 150 butacas dispuestas en semicírculos. La sala Luisa Vehil tiene capacidad para 120 personas, posee elementos decorativos acabados en dorado; y a diferencia de las otras salas no tiene escenario ni platea, lo que permite su acondicionamiento de acuerdo con las necesidades del espectáculo. En esta sala, fue donde presencié la obra que me facilitó el análisis del trabajo: “Rodolfo Walsh y Gardel”.

La fecha de la obra fue el viernes 4 de diciembre a las 19 horas. Al ingresar al Teatro Cervantes, 15 minutos previos al comienzo de la función, para comprar la entrada, noté que el hall de la boletería estaba vacío, lo cual me extrañó. Cuando me acerqué a preguntarle a la vendedora de entradas por qué era que no había llegado el público aún, ella me respondió que seguro era por un tema de horarios, ya que los espectadores que asisten a esas obras y en esos horarios son seguidores del teatro o estudiantes o conocedores del autor, director o actor, pero que siempre llegan sobre la hora; y que en general se ve mayor diversidad de público en un horario más cercano a las 21, donde el espectador luego de la obra aprovecha la salida para “ir a comer afuera”.

Cinco minutos antes de comenzar la función, abrieron las puertas para permitir el ingreso al hall. No había cola aún y los acomodadores que cortaban la entrada decían que había que esperar al pie de la escalera hasta el minuto antes del comienzo de la obra. Previo a subir, ví a un hombre mayor de aproximadamente 70 años de traje pero informal como si hubiese salido de trabajar, estaba parado junto a la escalera viendo hacia la puerta de entrada para ver si se daba aviso al pie de sala. Al verlo no dude en preguntarle si estaba esperando para la misma obra que yo. Al obtener una respuesta afirmativa de su parte, aproveché en hacerle una serie de preguntas relacionadas con el trabajo en cuestión. Comenzó a contarme que era habitué del teatro, ya que había visto el resto de las obras en cartel y esta no la había visto aún ya que hace poco se había estrenado. Cuando le pregunté por qué se había decidido en verla, él el contestó que había sido porque había leído la buena crítica que le había dado Página 12, y a su vez me confesó que era un seguidor de Walsh, por lo que, indudablemente, le interesó la propuesta escénica. Al mismo tiempo, me comentó que siempre fue seguidor del teatro al cual se refería más bien “como el buen teatro, por ejemplo el que veía en el IFT o en cualquier otro teatro independiente”. Era interesante ver que cada vez que mencionaba alguna obra que había visto, por ejemplo las de textos de Beckett, le asomaba una sonrisa de la comisura derecha de los labios, la voz se le afinaba y los ojos se le llenaban de lágrimas.

Al dar pie a la sala, subimos juntos y me siguió contando su historia. Nos ubicamos en la tercer fila, y mientras me contaba de cómo generalmente iba al teatro 2 o 3 veces por semana, anteriormente con su mujer pero que ahora lo hacía solo porque como ella estaba “madura” (palabra que él empleo), ya que no soportaba ese estilo de teatro y prefería un teatro ligero, yo al mismo tiempo observaba cómo la gente terminaba de entrar a la sala y notaba que no había un escenario elevado, ya que la puesta en escena se constaba de tres paneles negros que actuaban como paredes delimitando una habitación. Una vez cerrada la puerta, comenzó a anunciarse la obra: “El Teatro Cervantes agradece su presencia… Favor de apagar reloj con alarma, celulares, beepers... Y favor de no tomar fotos con flash…”.

Al comenzar la obra, el señor ya no me hablo más, por lo que me dispuse a disfrutar de la muestra. Me resultaba interesante observar la cara de cada una de las personas que veían el espectáculo, y aún más extraño me resultó que a pesar de haber comentarios o textos humorísticos un tanto irónicos, nadie reía.

La obra fue interesante de ver y apreciar, no sólo por la puesta en escena, de lo que sería el rearmado de la pieza original del personaje real, sino que también lo era la historia, porque luego de estudiar los apuntes de cátedra, haber leído textos de David Viñas y el comentario de la obra, deduje que era un teatro político aludiendo a la época de dictadura militar. Igualmente, sigo sosteniendo que el objetivo educativo y/o expositivo del teatro político, sólo se da si se encuentra dentro de un contexto histórico-político, pero como el público conoce del contexto en el que fue escrita la obra (ubicada en tiempo y espacio), se puede seguir haciendo una relación a los temas que quiera aludir.

Una vez finalizada la obra, le pregunté al señor si había sido lo que esperaba, y él siempre respondiendo con mucha amabilidad, me contestó: “Yo ya conocía la historia de Rodolfo Walsh, solamente quería ver la puesta, me pareció muy interesante, lo que sí me sorprendió fue la actuación de este muchacho”, refiriéndose a Alejo García Pintos. Le aclaré que es un actor conocido de la televisión, que había hecho varios papeles secundarios en telenovelas, pero él me miraba extrañado, por lo que me atreví a preguntarle si veía televisión en el horario de la tarde, a lo que me respondió que él por la tarde trabajaba en su estudio jurídico pero que igualmente lo único que veía de tele era “Canal A” y algún que otro debate político.

Al salir del teatro lo salude cordialmente y me despedí, observé que salía un grupo de cuatro mujeres aparentemente amigas de aproximadamente unos 30 o 40 años, arregladas como lo que se diría “elegante sport” y fui a preguntarles las mismas preguntas que había hecho anteriormente al hombre. Con ellas, las respuestas fueron más variadas: había una mujer que venía por primera vez a la Argentina, ya que era colombiana y venía de visita y nunca había venido a los teatros; otra me respondió que era más habitué del teatro comercial, por ejemplo, me dijo que la última obra que había visto fue “Agosto”; la tercera agregó “Yo más bien veo lo que es teatro independiente”, y la cuarta adjuntó que era de La Plata, era la tercera vez que iba al Cervantes y que la obra le había agradado. Esto me llevó a preguntarles en relación a la obra el motivo de la elección, a lo que me respondieron que estaban obsesionadas con Rodolfo Walsh ya que habían leído varios de sus libros y un día buscando por Internet encontraron que se presentaba esta obra, así que organizaron la salida de ir a verla y luego ir a comer afuera. Después de esto, les agradecí por la amabilidad y me retiré. Caminando hacia la esquina observé que se había formado una larga cola en la entrada del teatro donde la variedad de público era más amplia comparada al público que había visto la misma obra que yo: había gente mayor, gente joven, gente bastante arreglada, lo que me dio a entender que la chica que me había vendido la entrada tenía razón, todo dependía del horario.

Concluyendo, el teatro oficial se presenta para una amplia gama de espectadores, ya que la mayoría de sus obras son tomadas de obras o textos dramáticos de autores consagrados, los cuales pertenecen a un campo intelectual que el espectador de este teatro reconoce y es mayoritariamente por esto que va a ver las puestas. Desde mi punto de vista, creo que es una época de estancamiento de este teatro, no sólo por notar una cierta falta del público, tal vez relacionado a la poca prensa, o al hecho de que vivimos en una época de repetición ya que todas las obras se han realizado, lo único que cambia es la manera de mostrarlo y tal vez el público pretende encontrar algo nuevo, o sino también sería por el mal manejo de los subsidios por parte del gobierno actual, el cual pretende cerrar espacios públicos con el mensaje de que “dan pérdida”, como en el caso del Teatro Colón. Porque si hoy son las faltas de pagos salariales o renovaciones de contratos para actores, ¿mañana qué será? Cerrando mi comentario, pienso que la cultura, en especial el teatro, no debería ser un comercio con fines de lucro, sino que tiene que volver a ser un medio educador del pueblo y para el pueblo.

Bibliografía

  • http://www.teatrocervantes.gov.ar

  • http://www.teatrosanmartin.com.ar/

  • http://www.alternativateatral.com/

  • Diario Clarín

  • Diario La Nación

  • Diario Página 12

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Enviado por:Romina
Idioma: castellano
País: Argentina

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