Psicología


El sueño


EL SUEÑO

La actividad diaria produce un cansancio físico y mental y, para recuperar las energías consumidas, es necesario dormir cierto número de horas cada día.

Cada persona necesita diferente cantidad de horas de sueño. La mayoría de los adultos duermen algo menos de ocho horas, en tanto que los ancianos necesitan menos horas. Los niños, hasta cumplir el primer año de vida, duermen unas 16 horas de cada 24; a partir de los 18 meses las pautas del sueño del niño varían, hacia los tres años dejan de dormir después de las comidas y se despiertan más temprano.

Se denomina sueño al estado de suspensión de las actividades mentales conscientes, la voluntad y la vida de relación, que se produce normalmente de forma periódica y que permite el reposo de los músculos voluntarios y, en parte, del sistema nervioso.

La regulación de los estados sueño-vigilia se lleva a cabo en algunas partes del cerebro, llamadas centros del sueño, sobre las cuales influyen numerosos estímulos nerviosos y hormonales.

El sueño supone un estado de reposo, en el cual el organismo puede recuperarse del gasto de energía surgido durante las actividades de la vigilia. El metabolismo basal, es decir, el gasto energético básico y mínimo del organismo, alcanza sus límites inferiores durante este período; el ritmo cardiaco es más lento, la presión arterial disminuye, los músculos se relajan, las inspiraciones son más prolongadas y las espiraciones más cortas.

La profundidad del sueño no es igual en toda su duración alternándose fases de sueño ligero o leve y fases de sueño profundo, que pueden distinguirse por los distintos trazados que muestra el electroencefalograma en cada una de ellas. Aproximadamente del 20 al 25 por ciento del tiempo dormido corresponde a las fases de sueño paradójico en las que se dan los sueños.

La alteración más común del sueño es el insomnio, es decir, la dificultad de conciliarlo o de mantenerlo; generalmente se debe a alteraciones emocionales o psíquicas, aunque en menor proporción es provocado por trastornos orgánicos cerebrales o por intoxicaciones. La alteración contraria, es decir, el aumento de la duración del sueño, denominada hipersomnia, puede ser debida a intoxicaciones o bien ser manifestación de otras enfermedades, como encefalitis, tripanosomiasis, etc.

Toda alteración del sueño debe ser diagnosticada y tratada oportunamente, según sea su causa, ya que la correcta alternancia de períodos normales de sueño y vigilia es indispensable para mantener una adecuada regulación de las actividades físicas y mentales.

  • EL RITMO DEL SUEÑO

El organismo humano regula la alternancia entre el sueño y la vigilia mediante una especie de reloj biológico, que indica la necesidad de un período de sueño diario.

Resulta difícil modificar el ritmo biológico del sueño, lo que puede comprobarse cuando una persona viaja a zonas en las que existe una diferencia horaria respecto de la suya inicial.

Cuando una persona duerme, su cerebro puede ser estimulado por sensaciones físicas, como los cambios de temperatura o las sensaciones originadas por los sueños. Los sonidos monótonos, o los rítmicos y continuos, como el producido por las ruedas del tren o por la lluvia, o una temperatura templada, inducen a la relajación y al sueño; por el contrario, una iluminación repentina, como el destello de un relámpago, puede interrumpir el descanso de una persona dormida.

Con respecto al descanso, debe de tenerse en cuenta el consumo de ciertos medicamentos o drogas, ya que algunas sustancias químicas y fármacos, como las anfetaminas, dificultan el sueño, mientras que los somníferos o el alcohol, entre otros producen somnolencia.

  • EL SUEÑO DE LOS NIÑOS

En general, los niños duermen cuando tienen sueño y durante el tiempo que necesitan. Cuando son pequeños no pueden inhibir el sueño ni despertarse de forma deliberada, ya que para ellos no existe el concepto de día ni de la noche.

Hacia el segundo año de vida es común que los niños sufran pesadillas y se despierten de forma brusca, gritando o llorando. En estos casos es importante tranquilizarlos antes de que vuelvan a dormirse.

  • LOS SUEÑOS

Se denomina sueños a la actividad psíquica que tiene lugar mientras la persona duerme, consistente en una serie de imágenes y representaciones visuales que el durmiente vive con una intensa sensación de realidad, y que, como respuesta, provocan en él estados emocionales.

Desde la antigüedad, los sueños han suscitado un gran interés y se les ha otorgado un sinnúmero de significados, desde un carácter sobrenatural y mágico hasta la atribución de un sentido premonitorio.

Fue Sigmund Freud, el fundador de la teoría psicoanalítica, quien realizó la primera aproximación sistemática al estudio e interpretación de los sueños. En su concepción, los sueños son una manifestación de los contenidos del subconsciente completamente metamorfoseados y distorsionados para poder traspasar la barrera de la represión que ejerce su censura durante la vigilia y que se debilita durante el sueño. Así pues, para el psicoanálisis, los sueños son una de las principales vías de acceso al inconsciente y, por lo tanto, a los complejos y conflictos íntimos del individuo capaces de ocasionarle trastornos de orden psicológico.

Se desconoce con exactitud qué origina los sueños, aunque según algunos estudios, si no se deja soñar a una persona durante varias noches, se muestra irritable, inquieta y no puede concentrarse ni realizar tareas cotidianas; después, cuando se la deja dormir con tranquilidad, sueña más, como si necesitara recuperar los sueños perdidos.

La acción de soñar demuestra que la actividad mental continúa mientras se duerme, aunque luego no se tenga la conciencia de haber soñado o no se recuerde lo soñado.

Cada período del sueño tiene distintas fases, así, durante la fase de movimiento rápido de los ojos, REM (Rapid Eye Movement), llamada también paradógica, las ondas eléctricas cerebrales son más rápidas que en los períodos del sueño denominado ortodoxo.

La frecuencia cardíaca, la respiración y la presión arterial experimentan fluctuaciones rápidas durante el sueño paradójico; la mayoría de los músculos están relajados por completo, los reflejos están ausentes, los varones pueden experimentar erecciones y la sangre fluye con más rapidez en el cerebro y de manera más lenta en los músculos.

En ese momento se producen los sueños. Durante la fase ortodoxa del sueño las ondas cerebrales son amplias y lentas, y aumenta el flujo sanguíneo hacia los músculos, facilitando la recuperación física.

  • LAS ETAPAS DEL SUEÑO

El sueño tiente dos etapas distintas: SWS (sueño de ondas lentas) y REM (movimiento rápido de los ojos). Cada noche soñamos en total unas dos horas. Cada estado aparece y es sustituido por el otro en un ciclo que dura aproximadamente 90 minutos. Esto se efectúa a causa de un flujo y reflujo de diferentes productos químicos en la base del cerebro. El SWS se dividió arbitrariamente en cuatro etapas, cada una asociada con crecientes cantidades de ondas lentas. Los ronquidos, el sonambulismo y el habla en sueños corresponden al SWS.

En el sueño REM, la respiración es más ligera, rápida y variable que en el SWS. Ocurren ocasionales ráfagas de REM, durante las cuales pueden verse los ojos moviéndose bajo los párpados. Curiosamente, durante el sueño REM, toda la musculatura, excepto los ojos, está profundamente paralizada, aunque la respiración continúa automáticamente. Además, en los hombres se produce una erección del pene y en las mujeres una congestión del clítoris. La parálisis en sueños, las pesadillas y los falsos despertares están asociados con el sueño REM.

La etapa REM aumenta de duración a lo largo de la noche y la SWS disminuye en correspondencia. Así, el sueño de la primera mitad de la noche es principalmente SWS y el de la segunda mitad es más REM.

  • ACTIVIDAD CEREBRAL

En realidad, a pesar de los avances de los últimos años, aún es poco lo que se sabe acerca de los sueños. Normal si se piensa que todavía los científicos no saben con seguridad porqué dormimos. En ese proceso, en el que intervenimos casi la cuarta parte de nuestra vida, nos sumergimos diariamente durante un “lapso” de unas siete horas y media (se ha calculado que éste es el promedio de sueño de los 2/3 de la población mundial). Muchos factores pueden alterar esta cifra, incluso la predisposición genética. Pero, sean cuales fueren las horas de sueño, el cerebro nunca descansa.

La actividad cerebral durante el sueño se registró por primera vez hacia los años treinta, cuando el fisiólogo de la Universidad de Princeton, Alfred Loomis, describió el primer electroencefalograma (EEG) de un paciente dormido. Si en el estado de vigilia el cerebro produce ondas beta (14 a 35 ciclos/seg.) Al cerrar los ojos y relajarse comienzan a emitirse ondas alfa (8 a 13 ciclos/seg.). A continuación viene el proceso de adormecimiento durante el cual se dibujan ondas theta (4 a 7 ciclos/seg.). Poco después, el trazado del EEG se hace irregular, con grandes picos y una frecuencia por debajo de los 4 ciclos/seg. (ondas delta), que es el estado de sueño profundo. En esos períodos pueden aparecer los llamados fenómenos hipnagógicos, no son sueños con argumento, sino una especie de alucinaciones, generalmente grotescas, amenazantes o desagradables. A las etapas 2 y 3 se las denomina No REM1 y No REM2. A continuación el durmiente comienza a mover rápidamente los ojos, como si estuviera recorriendo visualmente la escena...

Un reloj cerebral

Los sueños están gobernados por dos tipos de relojes que tenemos en el cerebro. Uno está situado en el hipotálamo (el centro que coordina importantes funciones del organismo: sueño, actividad sexual, temperatura y estados emotivos) y controla la llegada del sueño y la vigilia en un período aproximado de 24 h. El otro reloj se encuentra en otra parte del tronco cerebral llamada puente, y divide las fases del sueño Rem en ciclos de alrededor de 90 min.

Parece que el dicho popular “los niños que duermen mucho crecen bien” es verdadero, ya que en el sueño No Rem tendría lugar la secreción de la hormona del crecimiento, la somatotropina (STH).

La noche se ilumina de ideas

El Premio Nobel de Física, Hideki Yukama, autor de la teoría sobre la existencia de mesones, nuevas partículas subatómicas, colocaba bajo su almohada un lápiz y un cuaderno, para poder tomar nota de las inspiraciones en las fases de adormecimiento-, esto nos indica que muchas ideas geniales nacen como fruto de los sueños. La parte derecha e izquierda del cerebro humano presentan funciones ligeramente diferentes.

¿Movemos los ojos mientras dormimos? En efecto. En 1953, Eugene Aserinsky, de la Universidad de Chicago, publicó un artículo en la revista “Science” cuyo título era «Sucesión regular durante el sueño de períodos de movimientos oculares y fenómenos concomitantes». A esta fase del sueño se la bautizó como sueño REM (movimientos oculares rápidos), y se ha descubierto que no es privativa del hombre, sino que también se presenta en los vertebrados superiores, como aves y mamíferos. Cada noche, se producen de cuatro a seis de estos ciclos, con una duración promedio de 90 minutos cada una, pero que pueden oscilar de 70 a 100 minutos. En esta fase, el EEG muestra ondas irregulares, se aceleran el ritmo cardíaco y la respiración, la presión sanguínea y la irrigación aumentan y los órganos sexuales se congestionan.

En la fase REM es en donde al parecer se manifiestan las ensoñaciones. Este período se caracteriza también por una disminución del tono muscular, y la transición de No REM a REM es fácilmente reconocible cuando, por ejemplo, una persona que se ha quedado dormida sin apoyar la cabeza, comienza a dar cabezadas. A lo largo de la noche, el sueño REM se intensifica y las ensoñaciones se hacen más densas y complejas. Aunque, contrariamente a la creencia generalizada, no siempre sucede esto en la fase REM, ni tampoco es la única etapa en la que se sueña. Un 20 por ciento de las personas a las que se despierta durante ese período, no recuerdan haber estado soñando. El investigador Gene Orlinsky llegó a la conclusión de que, al menos el 60 por ciento del sueño No REM tiene contenidos de conciencia que se pueden verbalizar, mientras que el sueño REM, el porcentaje se eleva al 80 por ciento.

¿Y qué ocurre cuando se sueña en el interior de nuestro cerebro? El pionero en las investigaciones fue el doctor Michel Jouvet, de la Universidad de Lyon. El fue quien averiguó que el fenómeno de la ensoñación no se produce en la corteza cerebral, puesto que en animales experimentales a los que se les había privado de ella, continuaban exhibiendo síntomas de sueño REM.

Al parecer, éste se origina en los llamados núcleos Rafe, situados entre el bulbo y el mesoencéfalo. Si éstos faltan, o en ausencia de serotonina (un neurotransmisor cerebral), desaparecen los sueños. Posteriormente, los investigadores J. Allan Hobson y Robert W. McCarley, de la Universidad de Harvard, localizaron lo que parece ser el centro del sueño. Está situado en la protuberancia del tronco cerebral y se halla compuesto por miles de macroneuronas, denominadas FTG, que se comunican con otras zonas del tronco cerebral y que son responsables de los movimientos oculares, la coordinación motriz y del equilibrio.

Estas neuronas permanecen inactivas durante la vigilia, y comienzan a funcionar durante el sueño. Junto a esas grandes células se encuentra el locus coeruleus, el cual se mantiene activo durante la vigilia y en reposo durante los sueños y que, en cierta forma, vendría a ser el oponente de las células FTG. Como quiera que éstas trabajan con la acetilcolina (otro neurotransmisor), los experimentos han demostrado que suministrando esta sustancia el sueño REM se incrementa, mientras que al variar el contenido de noradrenalina, los períodos REM y, por tanto, los sueños, desaparecen.

Al parecer se ha encontrado un verdadero “interruptor”, pero los complejos procesos cerebrales durante el sueño aún están lejos de ser totalmente comprendidos.

Según Hobson y McCarley, unas ondas llamadas PGO (Pons, Geniculatum, Occipital Cortex) son enviadas por el tronco cerebral hacia el mesencéfalo y llegan hasta el telencéfalo provocando los sueños. En palabras de los propios investigadores, «el telencéfalo posee información acerca de las áreas relativamente autónomas del tronco cerebral que originan el sueño REM. Esta información entra en contacto con la memoria y las reacciones emocionales a fin de producir el fenómeno global del sueño».

Generalmente, la parte izquierda se distingue en la comprensión del lenguaje y de la teoría, mientras que la derecha destaca en la percepción de informaciones visuales. El hecho de que podamos llegar a ver las imágenes de los sueños significa que es el hemisferio derecho el que actúa cuando soñamos. Por lo tanto, la clásica bombilla de los genios sería, más el fruto de consideraciones teóricas realizadas durante la vigilia por la parte izquierda del cerebro, el resultado de iluminaciones derivadas de imágenes visuales suministradas por el hemisferio derecho durante el sueño. El neurólogo japonés Kunio Okuma, tras examinar los sueños de un estudiante universitario superdotado, ha establecido que los sueños visuales representan el 96% del total- los auditivos, el 25%; los activos, el 19%; los sueños con sensaciones de gusto, el 2%; y los táctiles, el 1% (hay que tener en cuenta que en un mismo sueño se pueden tener varias sensaciones).

Los sueños son consecuencia de la estimulación del cerebro por señales emitidas por el puente del tronco cerebral. Las señales se propagan por todo el cerebro, pero son las células que usamos más a menudo las que reaccionan con más facilidad. Puesto que para conocer todo lo que nos rodea utilizamos principalmente la vista, parece lógico que predominen los sueños visuales.

De la pesadilla al sueño lúcido

Muchas personas sueñan que se caen. Se piensa que los sueños que componen tales sensaciones de ansia, sin motivo aparente, nacen como señales del relajamiento muscular que se confirma en la fase Rem. También se puede aplicar para los sueños en los que se vuela o en los que no se puede mover el cuerpo a pesar de necesidad de huir de algo.

Se sostiene que los sueños angustiosos nacen como efecto colateral de la interacción de las capacidades sensoriales provocadas por el adormecimiento. Esa sensación de parálisis que se siente antes de levantarse, la provocaría el sueño Rem pues a pesar de que la actividad cerebral esté volviendo al estado de vigilia, se comprueba una relajación de los músculos y se entra en un estado en el cual no se consigue mover el cuerpo. La vida desordenada, tan habitual en los tiempos actuales, turba fácilmente los ciclos del sueño; de este modo no es extraño que éstas parálisis se den también en el momento antes de dormirse.

Las pesadillas están generadas por unas condiciones del organismo. Con el sueño Rem aumenta el ritmo cardiaco y sube la presión sanguínea, las pesadillas están unidas al esfuerzo del corazón en tales ocasiones, ya que ésta se siente oprimido y los latidos son más violentos.

El neurólogo, Estefan Rabarji, del Centro de Investigación del Sueño de la universidad de Stanford, estudia el llamado sueño lúcido, aquel en el que se tiene la conciencia de estar soñando. Algunas personas pueden, gracias a un poco de entrenamiento, llegar a tener éstos sueños e incluso controlar su contenido. Rabarji ha logrado que una persona adormecida enviara, durante el sueño, una señal moviendo los ojos de derecha a izquierda. El investigador busca ahora la manera de que una persona dormida transmita el contenido de sus sueños a través de otras señales, como estrechar las manos. Dado que el informe normal de un sueño se realiza después de despertarse y por ello se olvidan muchas partes esenciales, si se lograra comunicar el argumento del sueño mientras se duerme sería un avance en el estudio del sueño inconsciente.

¿Y qué le sucedería a una persona a la que no se le dejara soñar? En 1959, los doctores Dement y Fisher idearon uno de estos experimentos.

Durante quince noches consecutivas, se despertaba a los individuos cada vez que éstos entraban en una fase REM. En noches sucesivas, el durmiente procuraba recuperar su sueño REM perdido, de tal forma que cada vez era necesario despertarle más veces en la misma noche. En la noche decimoquinta, durante las primeras dos horas, se le despertó 20 veces. Después de las cuatro de la madrugada, se requirieron 36 interrupciones del sueño.

Según el doctor Dement, «el experimento tuvo que suspenderse, porque era imposible despertar al sujeto e interrumpir sus períodos oníricos». A la noche siguiente, durmiendo ya con libertad, se vio que de las 7 horas y 20 minutos que el sujeto había dormido, 4 horas y 53 minutos -un 60 por ciento del total- fueron de sueño REM, es decir, cuatro veces más de lo normal. Resultados coincidentes con los de Jouvet, quien demostró que los animales privados durante más de 20 días de sueño REM, llegan a morir.

¿Cuál es la causa de que necesitemos tan imperiosamente soñar? ¿Qué finalidad cumplen los sueños? Tampoco aquí hay por el momento conclusiones definitivas.

Fred Syler pretendía que, al ser más difícil despertarse del sueño No REM que del REM, cuantos más períodos de éstos se tuvieran, existirían más probabilidades de que los animales superiores hicieran rápidamente frente a un peligro que se presentara de improviso. Harmon Ephron y Patricia Carrington afirmaron en 1960 que soñar mantiene el tono de la corteza cerebral, es decir, algo así como una auto-gimnasia que el cerebro se impone para mantenerse en forma. Según Ernest Hartmann, soñar sirve para el restablecimiento bioquímico, en especial del sistema encargado de producir la hormona catecolamina, necesaria, al parecer, en las funciones racionales superiores. Ian Oswald cree que durante el sueño REM se produce una mayor síntesis de proteínas encargadas de reparar los tejidos cerebrales. Michel Jouvet dice que podría ser que durante el sueño REM, los conocimientos de nuestro ancestral archivo genético, se traspasaran al cerebro, lo cual explicaría la mayor necesidad de sueño REM de fetos e individuos jóvenes, fases en las que tendría lugar esta transcripción.

Por otra parte, Francis Crick, codescubridor del ADN y Graeme Mitchison, de Cambridge, piensan que la función del sueño es limpiar cada noche la información sobrante para que nuestro computador cerebral no se atasque; eliminar las conexiones sinápticas innecesarias de las neuronas: asociaciones, razonamientos y recuerdos que si se grabaran definitivamente acabarían por volvernos locos. En un artículo publicado en “Nature” en 1983 escribieron que «...no es bueno intentar recordar los sueños, porque tal acción contribuye a retener patrones de pensamientos que deberían ser olvidados y que el organismo procura alejar».

El cerebro que sueña

Los sueños nacen por la estimulación de la corteza cerebral que provocan las ondas en espina, formadas en el puente del tronco cerebral. La clase de sueños que tenemos refleja la clase de funciones que realiza el cerebro habitualmente. Algunos músicos que han perdido la vista siendo niños no tienen sueños con figuras pero sueñas música. Las clases de sueños del cerebro pueden ser:

1- Sueños con imágenes.

Se originan en el centro parietal del hemisferio derecho, donde se reciben las informaciones visuales y se realiza su comprensión. Las imágenes que afloran son vividas, pero su contenido es fragmentario e incoherente.

2- Sueños con música.

Nacen en el centro auditivo del hemisferio derecho, que controla la comprensión musical.

3- Sueños con recuerdos del pasado.

Se forman en el hemisferio temporal del hemisferio derecho, que se encarga de los recuerdos visuales. Si esta zona se estimula eléctricamente, los recuerdos giran vertiginosamente, como un caleidoscopio.

4- Sueños de movimiento.

Tienen origen en el centro motor, que dicta las órdenes para el movimiento de los músculos.

5- Sueños con sensaciones epidérmicas.

6- Sueños con sabores.

7- Sueños sexuales.

Se forman en el centro sensorial corporal. Se trata del área que reacciona a las sensaciones táctiles, dolorosas y otras que se reciben a través de la piel y de las articulaciones.

8- Sueños en los que se oyen conversaciones.

Se originan en el centro auditivo del hemisferio izquierdo, que es el que controla la comprensión del lenguaje hablado y de los sonidos.

9- Sueños en los que se "perciben" olores.

Se forman en el centro olfativo.

10- Sueños que incluyen emociones.

Nacen en el hipocampo, la parte del cerebro que controla las emociones y los actos instintivos.

11- Movimiento ocular.

Está en el centro ocular central, que es el que hace que el ser humano mueva los ojos hacia un punto determinado del campo visual. El movimiento ocular del sueño Rem sigue las escenas que se desarrollan en el interior del cerebro, pero esto no quiere decir que las imágenes sean proyectadas sobre la retina. Los ojos, que se mueven con la actividad del cerebro, finalizan el movimiento automáticamente.

12- Hablar en sueños.

Se habla en sueños por reacción del centro de control de lenguaje articulado de Broca, que, situado en el hemisferio. izquierdo, domina la producción del lenguaje.

¿Cuáles son los temas protagonistas de nuestros sueños? A esta pregunta responden los especialistas que se han encargado de recopilar material onírico, como Calvin S. Hall, director de un Instituto de Investigación de los Sueños en Miami, Fred Snyder, David Foulkes o Milton Kramer. Hall, que recogió más de 10.000 sueños, observó que los niños, en un 30-45 por ciento de las veces sueñan con animales. En el 44 por ciento de los sueños se hallan presentes miembros de la familia, y en un 29 por ciento éstos aparecen muertos, perseguidos o amenazados; porcentaje que se reduce al 8 por ciento cuando se trata de los propios soñantes.

El 5 por ciento se refieren a caídas en el vacío y entre el 1 y 6 por ciento muestran escenas sexuales. Las sensaciones de pena o desgracia, con un 46 por ciento, son más frecuentes que las de bienestar o éxito, con apenas un 17 por ciento. Entre las emociones el primer lugar lo ocupa la angustia (14 por ciento), y el último la vergüenza (1 por ciento). Los sueños abundan mucho más en situaciones de juegos, deportes o bailes que en el trabajo.

El escenario preferido es el interior de una casa (más del 30 por ciento) y, dentro de ésta, por orden decreciente el cuarto de estar, el dormitorio y la cocina.

En otro curioso estudio en el que participaron científicos norteamericanos y japoneses, y en el cual se recogieron más de 7.000 sueños, se observaron muchas más similitudes que diferencias, hecho curioso teniendo en cuenta la diferencia de ambas naciones. Por ejemplo, el 80 por ciento tuvo sueños de «caer al vacío», y más del 50 por ciento con la muerte de algún ser querido. Es también notable que los sueños que más coincidencias registraran fueran entre personas del mismo sexo, aun siendo de distinto país, mucho más que entre los sexos distintos de la misma nacionalidad.

«Si un soñador sano hablara y obrara mientras duerme dijo -Jung en cierta ocasión- nadie podría distinguirle de un esquizofrénico». Atención, pues, a esa borrosa frontera: el límite entre el sueño y realidad. Como diría Hamlet: «dormir, soñar tal vez...»

TRANSTORNOS DEL SUEÑO

El sueño resulta la forma más completa de reposo, tanto para el cuerpo como para la mente, aunque con frecuencia se presentan dificultades para dormir, que alteran a quienes las padecen; sin embargo, rara vez son trastornos graves y pueden solucionarse con relativa facilidad.

Los trastornos del sueño afectan a algo más de la mitad de la población en algún momento de su vida:

  • El insomnio es el más común de los trastornos del sueño y es más frecuente en los adultos, con un mayor porcentaje en mujeres y ancianos, que puede manifestarse de diferentes maneras, ya sea como dificultad para conciliar el sueño o en las repetidas interrupciones de éste.

El insomnio está causado, en muchos casos, por las preocupaciones, la tensión y la depresión, aunque también pueden causarlo el dolor, un medio ambiente incómodo o desconocido, la necesidad de orinar con frecuencia y numerosas enfermedades y trastornos, como la disnea, el asma o una indigestión.

Las consecuencias se padecen durante el día siguiente, ya que la falta de sueño conlleva la somnolencia, la falta de concentración y la irritabilidad.

Existen muchas formas de combatir el insomnio, que consisten en esencia en facilitar la relajación antes de acostarse o en lograr el cansancio físico y las condiciones ambientales adecuadas para conseguir un sueño reparador.

Cualquier dificultad para dormir que persista durante más de dos semanas debe ser consultada con el médico, para procurar identificar y tratar las posibles causas subyacentes.

Los somníferos y los tranquilizantes deben ser considerados como un último recurso para resolver el problema, ya que producen adicción y, si no se toman dosis adecuadas, pueden ejercer un efecto residual que ocasione somnolencia durante la vigilia.

Sin embargo, existen situaciones de estrés y de tensión que requieren el uso de estos fármacos. Pero es importante administrarlos durante un corto período de tiempo, bajo prescripción médica y sin exceder las dosis indicadas.

cómo evitar el insomnio

  • Acostarse todos los días a la misma hora y mantener diariamente el mismo período de tiempo.

  • Reducir el consumo de té, café y alcohol.

  • Evitar cenar tarde y en exceso.

  • No fumar antes de dormir.

  • Beber un vaso de leche caliente antes de acostarse.

  • Pasear al aire libre por la noche o al anochecer, el ambiente exterior ayudará al sosiego.

  • Realizar ejercicios físicos durante el día, porque el sedentarismo es el peor hábito para inducir al sueño.

  • Tomar un baño tonificante antes de acostarse.

  • No pensar en el trabajo ni en los problemas al ir a dormir.

  • Asegurarse de que el dormitorio tenga una temperatura agradable, de entre 18 y 20ºC.

  • La habitación en que se duerme debe ser amplia, seca, aireada y soleada durante el día.

  • La almohada no ha de ser demasiado blanda.

  • Los colchones deben estar apoyados sobre una base rígida, por ejemplo de madera.

  • Cuando una persona se encuentra inquieta y no puede dormir por la noche, le conviene levantarse y leer, mirar la televisión o realizar cualquier actividad antes que quedarse en la cama.

  • Conviene evitar ruidos intensos y bruscos.

  • La oscuridad ayuda a mantener el sueño, por lo que deben apagarse las luces y utilizarse cortinas o persianas que impidan la entrada de luz exterior.

  • Las parasomnias son un grupo de transtornos episódicos del sueño que incluyen el sonambulismo, el terror nocturno y las pesadillas. Estos tres trastornos son relativamente comunes en la niñez y suelen desaparecer al final de la adolescencia.

  • El sonambulismo y el terror nocturno son dos manifestaciones del mismo continuo fisiopatológico, siendo el terror nocturno la expresión más severa. Ambos aparecen en las fases 3 y 4 del sueño, en las primeras horas de la noche, cuando dichas fases son predominantes.

  • Las pesadillas o malos sueños aparecen en la fase REM. A diferencia del terror nocturno, suelen aparecer más en la segunda parte de la noche. Asimismo las pesadillas cursan con menos ansiedad que los terrores nocturnos y el contenido de ellas se recuerda mientras que el de éstos últimos no.

  • La narcolepsia es un trastorno de excesiva somnolencia que se caracteriza por ataques irresistibles de sueño, que pueden aparecer en combinación con uno o más síntomas auxiliares: cataplegia (pérdida del tono muscular con las emociones), parálisis del sueño (pérdida del tono muscular en la transición de la vigilancia al sueño) y alucinaciones hipnagógicas (en el período de adormecimiento).

  • El síndrome de apnea obstructiva del sueño se caracteriza por dos síntomas principales: ronquido intermitente intenso, interrumpido por pausas respiratorias repetidas, y excesiva somnolencia diurna.

  • El trastorno es más común en hombres y, sobre todo en obesos e hipertensos. El tratamiento puede ser quirúrgico o instrumental. En esta última modalidad ha habido un progreso reciente, consistente en la aplicación de aire a presión positiva continua en la nariz.

    MÁS DEFINICIONES RELACIONADAS CON EL SUEÑO

    • Sonambulismo ! Se trata de una alteración del sueño que consiste en que durante éste aparecen movimientos con cierto grado de coordinación, que incluso llegan a permitir acciones complejas, como el levantarse y caminar.

    Este trastorno se da sobre todo en los niños, a partir de los 7 años, y con mayor frecuencia en el sexo masculino.

    Según los estudios efectuados, alrededor de un 10 por ciento de los niños comprendidos entre los 5 y 12 años han tenido, al menos en una ocasión, algún episodio de sonambulismo.

    Por lo general, durante el episodio de sonambulismo, la persona que lo sufre se levanta de la cama y deambula de forma desordenada y confusa por la habitación. En ciertos casos es capaz de evitar y sortear obstáculos.

    Los movimientos que ejecuta son rígidos, como de autómata, y mientras transcurre la crisis, no responde a los estímulos corrientes, de modo que, para despertarla, precisa de otros más intensos que los habituales. Al despertar, no queda el menor recuerdo de la actividad mantenida durante el sueño.

    En la mayor parte de los casos, el sonambulismo no obedece a causas conocidas. No obstante, se sabe que los casos de sonambulismo se dan exclusivamente durante la fase del sueño denominada de ondas lentas. En otros casos, mucho menos frecuentes, el trastorno es una consecuencia de ciertas alteraciones, como la epilepsia y la histeria, sobre todo cuando se manifiesta en la edad adulta.

    Dado que la mayoría de las veces la evolución es favorable, no suele ser preciso aplicar ningún tratamiento, pero sí se han de observar ciertas medidas de precaución para evitar posibles accidentes durante los accesos de sonambulismo: cerrar puertas y ventanas, evitar que en la habitación en la que duerme el afectado haya objetos o muebles potencialmente peligrosos, aparatos de calefacción encendidos, etc.

    Por otra parte, el tratamiento, cuando es necesario, no resulta a menudo muy efectivo. Estriba en la prescripción de fármacos que reducen el tiempo de sueño de ondas lentas, por lo que disminuyen las probabilidades de que aparezca el episodio.

    Si el sonambulismo lo causa un trastorno epiléptico o histérico, se trata fundamentalmente éste.

    • Sueños lúcidos !El nombre de «sueño lúcido» lo acuñó el psicólogo holandés Frederick Van Eeden, en un ensayo escrito en 1913, para describir una condición en la cual el que está soñando no pierde la plena consciencia. Es decir, un sueño lúcido es algo parecido a estar despierto mientras se sueña.

    Los primeros investigadores ya habían detectado este curioso estado de consciencia, y, entre ellos, el francés Hervey de Saint-Denis, un estudioso de los sueños del siglo XIX, quien se dedicó a analizar sus propios sueños, tomando un sinfín de anotaciones, dibujos y descripciones de los sucesos que acontecían en ellos.

    Sin embargo, fueron los escritos de Van Eeden, editados en 1969 con el título de Altered States of Consciousness por el psicólogo Charles Tart, los que dieron el impulso inicial al interés actual que despiertan los sueños lúcidos.

    • Falsos despertares ! Es una variante de los sueños lúcidos, que se produce en la frontera que separa el sueño de la vigilia.

    Como su propio nombre indica, son situaciones en las que una persona cree estar despierta, cuando en realidad, está soñando que lo está.

    Mucha gente ha experimentado la sensación real de levantarse, limpiarse los dientes, vestirse y tomar un café antes de que termine el sueño, para descubrir que han estado todo el rato en la cama.

    Estos casos son poco habituales, pero hay personas que han dado fe de estos sucesos, en los que aseguran que mientras estaban dormidos tenían la absoluta certeza de lo contrario, y que las sensaciones que percibían eran increíblemente reales.

    La precisión, el detalle y la vividez de la imaginería de los sueños es tal, que la convicción de estar despierto es total.




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