Literatura


El Decamerón; Giovanni Boccaccio


1.vocabulario

Lívidas: Amoratadas, esp. el color de la cara, de una herida, etc.

Providencia: Previsión y cuidado que tiene Dios de sus criaturas.

Rgativas: Rogación pública para implorar de Dios el remedio de una grave necesidad.

Inequívoco: Que no admita duda.

Hinchazones: Efecto de hincharse

2.clasificacion

2.1 autor

boccaccio

(1313-Certaldo, actual Italia, 1375) Escritor italiano. Hijo natural del mercader y banquero florentino Boccaccio da Chellino, agente de la poderosa compañía financiera de los Bardi, no conoció la identidad de su madre. Las leyendas que el propio Boccaccio se encargó de difundir acerca de su vida no permiten determinar si nació en París, Certaldo o Florencia. Lo cierto es que creció en esta última ciudad, en el barrio de San Pietro Maggiore, y fue educado por Giovanni Mazzuoli da Strada, quien le inculcó la pasión por Dante que lo dominaría toda su vida. Tras demostrar escasas aptitudes para las finanzas y el comercio, fue enviado por su padre a Nápoles, donde adquirió una sólida formación literaria gracias a las enseñanzas de los más ilustres eruditos de la corte napolitana: Paolo da Perugia y Andalo Delnevo. Lo que más le impresionó del ambiente napolitano fueron el refinamiento y la voluptuosidad que reinaban en la corte de los Anjou, en la cual convergían las culturas italiana, bizantina y árabe. En ese contexto de intrigas y ambiciones cortesanas, amores prohibidos y sensualidad se sitúa su obra maestra, El decamerón, centrada en la figura cambiante y fascinadora de Fiammetta, hija ilegítima de Roberto de Anjou, y en sus propias aventuras juveniles, debidamente enriquecidas mediante brillantes ornamentos literarios e invenciones de todo tipo. El personaje de Fiammetta, a quien el autor pretendió haber amado, recorre obsesivamente toda su literatura anterior. En Nápoles escribió tres obras relevantes: Filocolo (h. 1336), adaptación de la historia medieval de Floris y Blancaflor; Filostrato (1338), poema adscrito al ciclo de la guerra de Troya; y el poema épico La Teseida (1339-1340). La quiebra del banco de los Bardi le obligó a volver a Florencia (1340), donde sufrió graves penurias económicas y problemas domésticos. Su situación no lo apartó de su quehacer literario, que, por el contrario, al parecer salió reforzado de esa experiencia, que le acercó al ambiente picaresco de mercaderes del que provenía su familia. En esos años compuso el idilio pastoril Ameto, La amorosa visión, La elegía de doña Fiammetta, escrita en prosa, y Las ninfas de Fiésole, en el que recreó, con versos octosílabos, amores puros y nobles. La peste que asoló Florencia en 1348 le inspiró la idea de El decamerón, que redactó entre ese año y el de 1353. La obra obtuvo un gran éxito, lo cual le valió, en adelante, ser promovido con frecuencia a cargos oficiales honoríficos. Desempeñó funciones de embajador, primero en Aviñón y luego en Roma. De esos años son Poema bucólico, conjunto de dieciséis églogas compuestas en latín e inspiradas en Virgilio, y dos obras de signo totalmente opuesto: Corbacho, violenta sátira social y sexual, y De las mujeres notables, que contiene una larga serie de edificantes biografías femeninas. En 1362, sin haber resuelto sus problemas financieros, se retiró a Certaldo, donde sufrió una crisis espiritual que lo llevó a renegar de El decamerón y a volcarse en el estudio y en las prácticas piadosas. Tras ser ordenado sacerdote, pasó a ocupar el cargo de confesor en 1360. El humanismo que caracteriza las obras de madurez de Boccaccio, dedicado a comentar la obra de Dante en la iglesia de San Stefano de Badia por encargo de la nobleza florentina y a confeccionar una erudita compilación de la mitología clásica, se anticipa en buena medida al pensamiento y a la cultura renacentistas. Ese giro humanístico y religioso guarda relación con la amistad que por esos años entabló con Petrarca, cuya muerte, acaecida en octubre de 1374, lo sumió en una profunda tristeza. Durante lo poco que le quedaba de vida, todos sus escritos serían un constante lamento por la pérdida del gran amigo y el abandono espiritual en que lo había dejado. Pero su legado literario más valioso, el que lo convierte en el fundador de la prosa italiana, son los cien cuentos que componen El decamerón, que dan cuenta de su visión a la vez cínica e indulgente de las flaquezas, los pecados y las corrupciones de los hombres de su época.

-texto narrado

2.2 naturaleza

-Historica-literario porque habla de la vida un pueblo o personaje

2.3 circunstancias espacio-temporales

En el siglo XIV sucedió una de las más grandes catástrofes demográficas de la historia de la humanidad. Se calcula que de 1348 a 1400 falleció entre un cuarto y la mitad de la población europea a causa de la “muerte negra”. Ahora sabemos que la enfermedad conocida como “muerte negra” era peste bubónica o peste negra, llamada así por las manchas oscuras que anunciaban su presencia. En la Edad Media, la población se defendía de las bacterias a través de su sistema inmunológico. Sin los medicamentos modernos, los anticuerpos eran prácticamente su única defensa contra las enfermedades, porque los medios para aliviarse eran escasos: la alimentación y la higiene personal era muy deficiente. En esa época eran comunes las epidemias, especialmente en los centros de población que comenzaban a convertirse en ciudades.

El hacinamiento en las ciudades y su carencia de servicios como el drenaje o la recolección de basura, las hacían verdaderas incubadoras de enfermedades. El exceso de población, la contaminación de los pozos, la falta de organización sanitaria, las calles pobladas de cerdos y ratas, la invasión de pulgas, todo contribuía a extender los casos de tifus, disentería y gripe. Sin embargo, la peor de todas las epidemias fue la de la peste bubónica, una enfermedad contra la que los europeos del siglo XIV carecían completamente de defensas. La epidemia de peste fue efecto del crecimiento económico. Con el desarrollo del comercio europeo, los comerciantes genoveses y venecianos fueron a negociar hasta los confines del mar Negro y allí entraron en contacto con mercaderes de Asia. El germen de la peste llegó a Europa desde Asia, en los parásitos de ratas y pulgas que abundaban en los barcos que comerciaban con aquellas exóticas regiones.

Uno o varios navíos transportaron la peste al Mediterráneo desde Crimea, donde había almacenes genoveses. El sur de Italia se contagió de peste en 1347, y hacia finales del siguiente año se extendió por toda Italia. En unos meses Venecia perdió tres cuartas partes de su población. En Francia, la enfermedad se introdujo por el puerto de Marsella, de allí llegó a España y Portugal, y después al resto de Europa. A Inglaterra le llegó el turno en 1349. A Alemania y Escandinavia en 1350. Rusia también se contagió en 1351-1352. La “muerte negra” liquidaba a los pacientes después de uno a tres días de agonía, durante los que escupían sangre, deliraban y se llenaban de ronchas y tumores hasta del tamaño de un huevo. En esta época, los médicos creían tener alguna noción de cómo se contagiaba la enfermedad. Suponían que el aire viciado propagaba el hedor de los muertos y el mal. Por ello aconsejaban quemar hierbas aromáticas en las calles. Pero no sabían que era necesario eliminar a las ratas y la plaga de pulgas que se encontraba asociada con las primeras.

Otro de los graves problemas sanitarios fue el de los muertos. Pronto se acabó la madera para hacer ataúdes; los supervivientes apenas sepultaban a sus muertos, sin envolverlos en un lienzo siquiera, en fosas cavadas de prisa, a flor de tierra o cerca de mantos acuíferos que se contaminaban. Así los mismos cuerpos en descomposición permitían a su vez la proliferación de otros microorganismos, que contribuían a agravar la epidemia de la peste con otras infecciones asociadas. Las dimensiones de la catástrofe crearon la convicción de que la peste era un castigo divino por los pecados de la humanidad. Unos perdieron la fe y se entregaron a extravagancias y excesos religiosos. Muchos se unieron a los flagelantes, que creían purgar sus pecados y escapar al castigo del más allá golpeándose con látigos de cuero con puntas de hierro. En el campo cultural se impuso una fascinación morbosa por lo grotesco y por la muerte. Los tratados sobre Ars moriendi (arte de morir) tuvieron mucha popularidad. En el arte y la literatura se instaló lo macabro. Se multiplicaron imágenes trágicas de esqueletos y danzas de la muerte. La peste proyectó también su sombra en forma de desasosiego social. La enfermedad creó una escasez crítica de brazos en el campo, misma que provocó algunos levantamientos en Inglaterra y Francia contra terratenientes. La mayoría de los infectados eran pobres, que vivían en precarias condiciones de higiene y alimentación. Las capas sociales superiores vivían si no con más limpieza, al menos con menor hacinamiento, fueron quienes menos padecieron.

Además, la clase alta tenía manera de protegerse, alejándose y aislándose de la población infectada. Por ejemplo, los jóvenes ricos que imaginó Boccaccio en el Decamerón se encerraron para protegerse de la peste que atacó Florencia; aunque la peste también atacó a la clase privilegiada, como sucedió en el caso del rey de Castilla Alfonso XI, que murió a consecuencia de la peste. Durante los años de la peste negra los alimentos escasearon porque en muchos lugares no quedaba quien cultivara los campos. También se abandonaron muchas granjas y bienes que quedaron sin propietario fueron ilegalmente ocupadas. Las empresas comerciales se derrumbaron. Las escuelas, las universidades y los servicios de beneficencia cerraron sus puertas debido a la falta de personal que los dirigiera.

Murieron profesionistas que entraron en contacto con los enfermos, tales como juristas, notarios, religiosos y médicos. La artesanía sufrió pérdidas irreparables por la muerte de los maestros de sus gremios, quienes eran los que transmitían sus conocimientos a los aprendices. La continuidad se interrumpió bruscamente en casi todas las instituciones básicas. Ante el terror inmenso que provocó este mal desconocido, se buscó la explicación en lo sobrenatural. La peste se consideró un castigo divino por los pecados de los mortales. En plena desesperación, se buscaron culpables y víctimas que calmaran la ira divina. Se dijo que los judíos y los leprosos habían envenenado los pozos y se desencadenó una ola de violencia contra ellos.

Los hombres de esos tiempos estaban convencidos de que la podredumbre del alma se reflejaba en el cuerpo, y por eso los leprosos, por su mero aspecto corporal, se consideraban pecadores. También se desconfió de todos los extranjeros y de los peregrinos. Las ciudades y aldeas cerraron sus murallas para protegerse de la enfermedad.

El miedo a los “otros” (llámense judíos, extranjeros o leprosos) se propagó, y fue tan dañino como la peste porque causó persecuciones y muertes injustas que dificultaban aún más la resistencia de los debilitados pobladores. La ciencia médica de la época tenía creencias acerca de cómo se contaminaban los enfermos de peste, pero sin duda desconocían los mecanismos de transmisión: de esta manera la explicación de un Dios vengador, que castigaba a los pecadores, dominó las conciencias de los europeos medievales. Durante medio siglo la peste continuó en estado endémico. Regresó cada cuatro o cinco años, hasta principios del siglo XV, cuando los organismos humanos pudieron desarrollar cierto nivel de anticuerpos que les permitieron resistir a la enfermedad. Igualmente, los brotes previos hicieron una especie de “selección natural”, en la que se mantuvieron vivos los individuos que por una u otra razón tenían cierta resistencia al mal.

Paradójicamente, el despoblamiento que causó la peste provocó un auge generalizado del nivel de vida en el siglo XV. La enfermedad redujo en Europa el exceso de población acumulado. Como había menos gente se repartieron más bienes y recursos, de manera que las ciudades crecieron por los campesinos que emigraron a ellas.

2.4 destinatario

- va dirigido a los lectores

3. análisis del texto

-idea principal: la peste

-idea secundaria: los efectos de la peste

-alusiones historicas: repercusiones de la peste sobre la ciudad italiana antigua

4. comentario

-La peste era por aquella época una enfermedad que no tenía cura, por lo que el pueblo que en su mayoría no tenía recursos para luchar contra ella sufría esta enfermedad sin ninguna esperanza para poder curarla.

5.critica

-Gracias a este trabajo he sabido lo que era esta enfermedad y el mal que hizo durante los años que aún no se había descubierto el remedio.

6.bibliografia

-texto 9

-internet explorer

www.biografiasyvidas.com

www.google.es

Texto 9:

No valía contra ella (la peste) previsión ni providencia alguna, como el que limpiasen la ciudad operarios nombrados al efecto, o prohibir que los enfermos entrasen el la población, o dar muchos consejos para preservar la salud, o hacer no una sino varias veces al día humildes rogativas a Dios (…)

(…) Al empezar la enfermedad les nacían a las hembras y varones en las ingles y en los sobacos unas hinchazones que algunas veces alcanzaban el tamaño de una manzana o de un huevo. La gente común daba a estos bultos el nombre de bubas(…) Luego, los síntomas de la enfermedad se trocaban en manchas negras y lívidas en brazos, muslos y demás partes del cuerpo. (…) así como la buba primitiva se convertía en signo inequívoco de futura muerte, tanto como estas manchas.

Boccaccio. El Decamerón




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Idioma: castellano
País: España

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