Literatura
El capitán Alatriste; Arturo Pérez-Reverte
Lugar o ambiente
¿Es real o imaginario?
Es real porque cuenta hechos reales y además la historia es también real porque cuenta las aventuras que corren el Capitán Diego Alatriste y se inseparable amigo Iñigo.
¿En qué países, ambientes sociales y lugares se desarrolla el relato?(El ambiente físico o escenario de los hechos, el político, las costumbres...)
El relato sucede el los barrios pobres de Madrid porque allí es donde vive el capitán Alatriste en casas alquiladas baratas.
Suelen aparecer algunos matices de cómo era la gente: les gustaba beber, no iban muy bien vestidos...
Explica es qué medida se relaciona el lugar con el tema de la obra.
El lugar tiene relación con el lugar en el sentido de que se hace en Madrid porque es la capital de España, que se lleva mal con Francia. Además si los dos ingleses hubieran muerto, se produciría también la guerra con Inglaterra.
En la obra aparecen citados varios personajes famosos del mundo del arte y de las letras de esa época. Recoge información sobre ellos.
Felipe IV: (1605-1665), rey de España (1621-1665), durante cuyo gobierno tuvo lugar el más evidente proceso de decadencia de la Monarquía Hispánica. Hijo de Felipe III, a quien sucedió tras su fallecimiento, y de Margarita de Austria, nació el 8 de abril de 1605, en Valladolid. Su favorito, el valido Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, contribuyó decisivamente a su formación y aprendizaje del `oficio' real. Inteligente, culto, sensible y capacitado para las tareas de gobierno, Felipe IV adolecía, sin embargo, de falta de seguridad en sí mismo, y era indeciso y débil de voluntad. Su dedicación al trabajo, admirable en muchos momentos, se veía contrarrestada por su propensión a las diversiones cortesanas. La fuerte influencia que tuvo sobre él Olivares fue reemplazada en 1643 por la de sor María de Jesús de Ágreda, con quien mantuvo una correspondencia constante durante el resto de su vida, un dilatado periodo en el que las desgracias familiares y las de la Monarquía Hispánica incrementaron su tendencia a la melancolía y su sentimiento de culpa. Felipe IV se casó con Isabel de Borbón en 1615 (seis años antes de acceder al trono), con quien tuvo, además de otros hijos malogrados, al príncipe heredero Baltasar Carlos (1629) y a la infanta María Teresa (1638), futura esposa del rey de Francia Luis XIV, cuya unión propiciaría, en 1700, el acceso de los Borbones al trono de España. Tras la muerte de la reina Isabel de Borbón (1644) y la del príncipe heredero (1646), Felipe IV se casó en 1649 con su sobrina Mariana de Austria, de cuyo matrimonio sólo dos hijos alcanzaron la edad adulta: la infanta Margarita Teresa (1651), futura emperatriz (por su matrimonio con el emperador Leopoldo I), y el que sería heredero del trono, Carlos II (1661). El más famoso de sus diversos hijos naturales fue don Juan José de Austria (1629). Su reinado, sobre todo en los años de gobierno del conde-duque de Olivares, fue un periodo de lujo, fiestas y exaltación cortesana. En 1633, comenzó la construcción del palacio del Buen Retiro, escenario principal de la corte planeado por Olivares como el escenario perfecto para proclamar al mundo la grandeza y el triunfo de la Monarquía Hispánica. Aficionado a la música, el teatro, la poesía y la pintura, el rey fue un auténtico mecenas que favoreció la creación literaria, teatral y artística en el momento culminante del siglo de oro. El reinado de Felipe IV puede dividirse en varias etapas: una primera, hasta 1643, en que el protagonismo esencial le corresponde a su valido, el conde-duque de Olivares; una segunda, en la cual Luis Menéndez de Haro, marqués de Carpio, dirigió los destinos de la Monarquía Hispánica (1643-1661); y, finalmente, los últimos años de la vida de Felipe IV, hasta 1665.
Con Olivares, la Monarquía se implicó plenamente en la guerra de los Treinta Años, y reanudó la guerra de los Países Bajos. El valido pretendía compaginar la ofensiva bélica con las reformas interiores, tendentes a aliviar a la Corona de Castilla del enorme peso fiscal y militar. Tras unos años de brillantes victorias, el fracaso de su política interior, la falta de recursos y la intervención de Francia en la guerra comenzaron a cambiar la situación. Los levantamientos de Cataluña y Portugal (1640) iniciaron la más grave crisis interna de la Monarquía Hispánica, y junto a los múltiples descontentos provocados, llevaron a la destitución del conde-duque (1643).
Los años posteriores no pudieron alterar el curso de los acontecimientos. El Tratado de Münster (que, firmado en 1648, formaba parte del conjunto de acuerdos que se conoce como Paz de Westfalia) consagró la pérdida de las provincias del norte de los Países Bajos. La guerra franco-española continuó, pero, a pesar de éxitos como la recuperación de Cataluña, el apoyo de la Inglaterra republicana resultó decisivo para la victoria de Francia, consumada en 1659 con la Paz de los Pirineos.
En los últimos años de su reinado, concluidos los grandes conflictos, Felipe IV pudo concentrarse en el frente portugués. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Meses antes de su muerte (ocurrida en Madrid, el 17 de septiembre de 1665), la derrota de Villaviciosa (17 de junio) permitía vaticinar la pérdida de Portugal. La situación en Castilla no era más halagüeña, y la crisis humana, material y social afectaba profundamente a las regiones del interior.
Conde de olivares: (1587-1645), político español, valido (principal figura del gobierno español en aquella época) del rey Felipe IV desde 1623 hasta 1643, intentó reformar las estructuras organizativas de la Monarquía Hispánica. Hijo del conde de Olivares, perteneciente a una rama menor de la Casa de Medinasidonia, nació en Roma el 6 de enero de 1587. Comenzó a estudiar derecho canónico en la Universidad de Salamanca e inició la carrera eclesiástica, pero la temprana muerte de sus hermanos mayores le convirtieron en heredero del título paterno y hubo de abandonar los estudios universitarios. En 1607, siendo ya conde de Olivares, se trasladó a Sevilla para ocuparse de su patrimonio. En esta ciudad, que vivía su época de máximo esplendor, participó en la vida social y mantuvo una intensa actividad de mecenazgo literario y artístico. Se casó con Isabel de Velasco, dama de honor de la esposa del rey Felipe III, Margarita de Austria, lo cual ayudó después a Olivares a introducirse en el mundo cortesano. Se trasladó a la corte en 1617 como gentilhombre de cámara del príncipe (el futuro monarca Felipe IV), y allí su tío, Baltasar de Zúñiga, actuó como su protector en las intrigas cortesanas que produjeron la caída, en 1618, de Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, y el posterior valimiento del hijo de éste, Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Uceda, al mismo tiempo que se ganaba la confianza del príncipe. Al acceder al trono Felipe IV (1621), aumentó su influencia con el desempeño de los oficios palatinos de sumiller de corps (1621) y caballerizo mayor (1622), que le proporcionaron un acceso casi constante al Rey, aunque, de hecho, fue Zúñiga quien controló los asuntos de gobierno hasta 1622, año de su fallecimiento. Ya desaparecido su tío, la visita del príncipe Carlos de Gales, heredero del trono inglés (y futuro Carlos I), en 1623, proporcionó a Olivares la primera ocasión de actuar como favorito del monarca español. Desde entonces, basó su poder en la relación de amistad mantenida con Felipe IV y en la colocación de sus fieles en las instituciones de gobierno. La práctica olivarista consistió en integrar en su grupo al mayor número de nobles y funcionarios y marginar a los que se negaran a colaborar. La posición del valido, siempre provisional ante los posibles cambios del afecto del monarca, padeció una endémica falta de seguridad que afectó a sus comportamientos políticos. En este sentido, fue decisivo el control que ejerció Olivares sobre el reparto de distinciones sociales y recompensas económicas, lo cual le permitió crear una amplia red clientelar que le servía en espera de recibir cargos, honores y beneficios, a la vez que le creó profundas enemistades entre los que se consideraban injustamente rechazados. Olivares, desde el principio de su actuación como gobernante, contó con un programa político reformista, expresado en el Gran Memorial (1624). En este texto elevado al Rey se planteaba un reparto proporcional del coste de la defensa de la Monarquía Hispánica entre todos los reinos (la denominada Unión de Armas), una profunda reforma de la Hacienda castellana y de la estructura institucional del gobierno, medidas todas inspiradas en la mejor literatura arbitrista, de la cual el conde-duque fue atento lector y coleccionista. Asimismo, uno de los principales planes de Olivares consistía en el establecimiento de un sistema bancario nacional que sustituyera la dependencia respecto de los banqueros extranjeros por una red de bancos (llamados erarios). Cuando intentó aplicar sus proyectos encontró la fuerte oposición de las Cortes castellanas y de los otros reinos peninsulares. Las ciudades de Castilla con representación en Cortes temían que la reforma fiscal les hiciera perder las contrapartidas que habitualmente obtenían de la monarquía cada vez que se votaban los subsidios. Mayor recelo levantó en las instituciones de los reinos de la Corona de Aragón el proyecto de la Unión de Armas, pues se interpretó como un ataque a sus fueros que perseguía imponer el modelo castellano y acabar con sus libertades tradicionales. A ello se sumaron los gastos de la guerra de los Países Bajos, que provocaron la bancarrota de 1627, y el peligro de guerra con Francia, constante desde 1630. En 1635, la ruptura de hostilidades con la Francia gobernada por el cardenal Richelieu le obligó a posponer las reformas y a concentrarse en la defensa. La situación empeoró en 1640, año del inicio de la rebelión de Cataluña y de la denominada guerra de Separación de Portugal, provocadas, junto con otros factores, por la animadversión acumulada contra el valido. Con la Monarquía Hispánica al borde de la quiebra, la oposición interna, compuesta fundamentalmente por la aristocracia castellana, se cargó de razones y, finalmente, Felipe IV decidió prescindir de Olivares en 1643. Éste se retiró a Loeches (Madrid), donde publicó el Nicandro, una apología de su gobierno que concitó aún más el encono contra el antes todopoderoso ministro. Felipe IV le obligó a trasladarse a Toro (Zamora), donde murió el 22 de julio de 1645.
Francisco Quevedo: (1580-1645), escritor español, que cultivó tanto la prosa como la poesía —ambas en multitud de facetas con resultados extraordinarios— y que es una de las figuras más complejas e importantes del barroco español. Nació en Madrid en el seno de una familia de la aristocracia cortesana. Era el tercero de los cinco hijos de Pedro Gómez de Quevedo, que ocupó cargos palaciegos, y de María de Santibáñez. Estudió en el colegio de la Compañía de Jesús en Madrid y en la Universidad de Alcalá (Madrid); después cursó estudios de teología en la Universidad de Valladolid (1601-1606), pues allí se había desplazado la Corte. En esta época ya destacaba por su gran cultura y por la acidez de sus críticas contra Luis de Góngora. En 1606 marcha a Madrid en busca de éxito y fortuna a través del duque de Osuna que se convierte en su protector; también entabla un pleito por la posesión del señorío de La Torre de Juan Abad, pueblo de la provincia de Ciudad Real, en el que hasta 1631 gastó una gran fortuna y muchas energías.
En 1613 viaja a Italia llamado por el duque de Osuna, entonces virrey de Nápoles, el cual le encarga importantes y arriesgadas misiones diplomáticas con el fin de defender el virreinato que empezaba a tambalearse; entre éstas intrigó contra Venecia y tomó parte en una conjuración. El duque de Osuna cayó en desgracia en 1620 y Quevedo sufrió destierro en La Torre (1620), después presidio en Uclés (1621) y, por último, destierro de nuevo en La Torre. Esta etapa azarosa y desgraciada marcó todavía más su carácter agriado y además entró en una crisis religiosa y espiritual, pero desarrolló una gran actividad literaria. Con el advenimiento de Felipe IV cambia algo su suerte, el rey levanta su destierro pero el pesimismo ya se había hecho dueño de él.
Su matrimonio con la viuda Esperanza de Mendoza (1634) tampoco le proporcionó ninguna felicidad y la abandonó al poco tiempo; ella moriría en 1641. De nuevo se siente tentado por la política, pues ve el desmoronamiento que se está cerniendo sobre España y desconfía del conde-duque de Olivares, valido del rey, contra quien escribió algunas diatribas amargas. Un asunto oscuro que habla de una conspiración con Francia, hace que sea detenido en 1639 y encarcelado en San Marcos de León, donde las duras condiciones mermaron su salud.
Cuando sale, en 1643, es un hombre acabado y se retira a La Torre para después instalarse en Villanueva de los Infantes donde el 8 de septiembre de 1645 murió. La obra de Quevedo es inmensa y contradictoria. Hombre amargado, severo, culto, cortesano, escribió las páginas burlescas y satíricas más brillantes y populares de la literatura española, pero también una obra lírica de gran intensidad y unos textos morales y políticos de gran profundidad intelectual. Esta fusión o doble visión del mundo es lo que le hace el gran representante del barroco español.
Sus primeras obras fueron satíricas y burlescas. La vida del Buscón llamado don Pablos (c. 1603, impresa sin autorización del autor en 1626) es una novela picaresca dentro de las características del género; pero su originalidad reside en la visión vitriólica que ofrece sobre su sociedad, en una actitud tan crítica que no puede entenderse como realista sino como una reflexión amarga sobre el mundo y como un desafío estilístico sobre las posibilidades del género y del idioma. Los Sueños (1605-1622) son cinco piezas cortas conceptistas, producto de los desengaños que padeció en esos años, en las que viene a decir que no hay nobleza ni verdad en el mundo sino que todo es horror y fealdad. Estas obras circularon manuscritas hasta que un editor las reunió en 1626, aunque Quevedo las publicó en 1631 con el título de Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio con un prólogo en el que arremetía contra los editores piratas y declaraba la intención de estos escritos en los que pretendía denunciar los “abusos, vicios y engaños de todos los oficios y estados del mundo”.
Una faceta de Quevedo, muy valorada por la crítica actual, son sus obras morales y políticas de hondo contenido estoico y raíces del filósofo hispanorromano Séneca, como Política de Dios, gobierno de Cristo, tiranía de Satanás (1626) en la que traza la imagen ideal del gobernante siguiendo los Evangelios, y Marco Bruto (1646) una glosa sentenciosa de obras de Plutarco, para mostrar “los premios y los castigos que la liviandad del pueblo dio a un buen tirano —Julio César— y a un mal leal —Bruto—”, en ella, aunque pretende ser un tratado general, hace un retrato de los problemas de la España de su tiempo. Si la obra en prosa de Quevedo era variada y compleja, su poesía lo es aún más. Se conservan de él casi un millar de poemas, pero sabiendo que nunca se preocupó por editarlos y que los conservados proceden de personas próximas a él, es de suponer que escribió muchos más. Se publicaron después de su muerte en dos volúmenes Parnaso español (1648), compilado por su amigo José Antonio González de Salas, y Las tres musas (1670), llevado a cabo por su sobrino Pedro Aldrete Quevedo y Villegas, ambas ediciones en la actualidad han sido revisadas especialmente por José Manuel Blecua, pero aún las composiciones son difíciles de fechar. Forman un conjunto monumental de poesía metafísica, amorosa, satírica, religiosa y moral. Es una poesía tanto ligera y de corte popular como sería y profunda, generalmente de estilo conceptista que exige esfuerzo y agilidad mental por parte del lector para captar todos los recursos que proporcionan las figuras de dicción. Resulta inevitable comparar su estilo conciso y severo con la luminosidad brillante de su antagonista, el culterano Luis de Góngora, el otro gran poeta barroco español.
Sus primeros poemas —al igual que su prosa— fueron letrillas burlescas y satíricas como “Poderoso caballero /es don Dinero”, pero este género siguió cultivándolo con gran brillantez durante toda su vida, y es el Quevedo más conocido y popular. Criticó con mordacidad atroz los vicios, locuras y debilidades de la humanidad y zahirió de una manera cruel a sus enemigos, como en el conocido soneto, paradigma conceptista “Érase un hombre a una nariz pegado”. En su poesía amorosa, de corte petrarquista en la que lo que cuenta es la hondura del sentimiento, Quevedo vio una posibilidad de explorar el amor como lo que da sentido a la vida y al mundo, ejemplo de ello es el soneto “Cerrar podrá mis ojos la postrera”. Es uno de los sonetos más bellos de las letras españolas, en el cual la muerte no vence al amor que permanecerá en el amante como queda evidente en el último terceto:
su cuerpo dejara, no sin cuidado
serán ceniza, mas tendrán sentido
polvo serán, mas polvo enamorado
El tema de la muerte y de la brevedad de la vida son una constante en su poesía metafísica en la que de nuevo aparece el estoicismo para aceptar la angustia que provoca el Tiempo que todo lo destruye, pues la vida y la muerte se confunden:
Ayer se fue, mañana no ha llegado
hoy se está yendo sin parar un punto.
Soy un fue y un será y un es cansado.
En Quevedo subyacen dos extremos, el moralista estoico y preocupado por la decadencia nacional y el satírico burlón vitalista que incluso recurre a la procacidad, al lenguaje jergal y grotesco. Pero por encima de esta contradicción lo que hay es un excelso poeta, de gran profundidad emocional, virtuoso del idioma y en el que la poesía conceptista alcanza su cumbre.
Diego Velázquez: (1599-1660), pintor español, máximo representante de la pintura barroca en su país. Nació en Sevilla el 6 de junio de 1599. Procedente de una familia burguesa sevillana, fue el mayor de seis hermanos. Entre 1611 y 1617 el joven Velázquez trabajó como aprendiz en el taller del que sería su futuro suegro, Francisco Pacheco, pintor manierista y autor de un importante tratado titulado El arte de la pintura (1649). Durante sus años de aprendizaje, Velázquez aprendió el naturalismo tenebrista imperante en su época, derivado del realismo italiano y del flamenco. Las obras más tempranas de Velázquez, realizadas entre los años 1617 y 1623, pueden dividirse en tres categorías: el bodegón (objetos de uso cotidiano combinados con naturalezas muertas), retratos y escenas religiosas. Muchas de sus primeras obras tienen un marcado acento naturalista, como La comida (c. 1617, Museo del Ermitage, San Petersburgo), bodegón que puede considerarse como la primera obra independiente del maestro. En sus bodegones, como el Aguador de Sevilla (c. 1619-1620, Aspley House, Londres), los magistrales efectos de luz y sombra, así como la directa observación del natural, llevan a relacionarlo inevitablemente con Caravaggio. Para sus pinturas religiosas utilizó modelos extraídos de las calles de Sevilla, tal y como Pacheco afirma en su biografía sobre Velázquez. En la Adoración de los Magos (1619, Museo del Prado, Madrid), las figuras bíblicas son, por ejemplo, retratos de miembros de su familia, incluido su propio autorretrato.
Velázquez fue también un pintor conocido en los círculos intelectuales de Sevilla, uno de los cuales, la Academia de Artes, fue dirigida de manera informal por Pacheco. En dichos encuentros, tuvo la ocasión de conocer a personalidades de su tiempo, como el gran poeta Luis de Góngora y Argote (cuyo retrato, ejecutado en el año 1622, se encuentra en el Museum of Fine Arts, Boston). Esos contactos fueron importantes para las obras posteriores de Velázquez sobre temas mitológicos o clásicos. En el año 1621 Velázquez realizó su primer viaje a Madrid (tal y como Pacheco nos dice) para, presumiblemente, conocer en persona las colecciones reales y probablemente para buscar, sin éxito en esta ocasión, un puesto como pintor de corte. Sin embargo, en el año 1623 regresó a la capital para pintar un retrato del rey Felipe IV (1623, Museo del Prado) y el monarca le nombró su pintor de cámara. Este lienzo fue el primero de una serie de retratos soberbios y directos, no sólo del rey, sino también de la familia real y otros miembros de la corte, ya que, realmente, su principal ocupación en la corte era la de retratar, aunque también abordó temas mitológicos, como El triunfo de Baco, popularmente llamado Los borrachos (1628-1629, Museo del Prado). Esta escena de bacanal en un paisaje abierto, en la que el dios del vino bebe junto a los borrachos, atestigua el interés del artista por el realismo. En el año 1628 Petrus Paulus Rubens llegó a la corte de Madrid en misión diplomática y entre los pocos pintores con los que trabó amistad estaba Velázquez. Aunque el gran maestro flamenco no causó un decisivo impacto sobre la obra del pintor, sus conversaciones le impulsaron a visitar las colecciones de arte en Italia que tanto admiraba Rubens. En agosto de 1629 Velázquez abandonó Barcelona rumbo a Génova y pasó dos años viajando por Italia. De Génova se dirigió a Milán, Venecia, Florencia y Roma; regresó a España desde Nápoles en enero de 1631. En el transcurso de este viaje estudió de cerca el arte del renacimiento y de la pintura italiana de su tiempo. Algunas de las obras realizadas durante sus viajes dan muestra de la asimilación de estos estilos; un ejemplo representativo es su La túnica de José (1639, Monasterio de El Escorial, Madrid) y La fragua de Vulcano (1630, Museo del Prado), que combinan los efectos escultóricos miguelangelescos con el claroscuro de maestros italianos tales como Guercino y Giovanni Lanfranco. De vuelta a España, Velázquez reanudó sus encargos como retratista de corte con la obra Príncipe Baltasar Carlos con un enano (1631, Museum of Fine Arts, Boston), imagen conmovedora del príncipe, quien moriría antes de alcanzar la mayoría de edad. Desde la década de 1630 poco se conoce acerca de la vida personal del artista, a pesar de que su ascenso en círculos cortesanos está bien documentado. En el año 1634 Velázquez llevó a cabo el programa decorativo del Salón de Reinos en el nuevo palacio del Buen Retiro. Constaba de 12 escenas de batallas, junto a retratos ecuestres en los que las tropas españolas habían resultado victoriosas. En esta obra no sólo intervino Velázquez, sino otros artistas de prestigio. Velázquez incluyó en este ciclo de batallas el cuadro titulado Las lanzas o La rendición de Breda (1634, Museo del Prado), que retrata al comandante genovés Spínola, después de sitiar las ciudades del norte en el año 1625, recibiendo las llaves de la ciudad de manos del gobernador. La delicadeza en la asombrosa manera de ejecución la convierte, como obra individual, en una de las composiciones históricas más célebres del arte barroco español. Hacia 1640 pinta los retratos de caza de la familia real para la Torre de la Parada, un pabellón de caza cerca de Madrid. Perteneciente a la década de los últimos años de 1630 y principios de 1640 son los famosos retratos de enanos de corte que reflejan el respeto y la simpatía con que eran tratados en palacio. Velázquez pintó pocos cuadros religiosos, entre ellos destacan el Crucificado (c. 1632), La coronación de la Virgen (c. 1641) y San Antonio Abad y san Pablo primer ermitaño (c. 1634), todos ellos en el Museo del Prado. Durante los últimos años de su vida, Velázquez trabajó no sólo como pintor de corte, sino también como responsable de la decoración de muchas de las nuevas salas de los palacios reales. En el año 1649 regresó de nuevo a Italia, en esta ocasión para adquirir obras de arte para la colección del rey. Durante su estancia en Roma (1649-1650) pintó el magnífico retrato de Juan de Pareja (Museo de Arte Metropolitano, Nueva York), así como el inquietante y profundo retrato del Papa Inocencio X (Galería Doria-Pamphili, Roma), recientemente exhibido en Madrid. Al poco tiempo fue admitido como miembro en la Academia de San Lucas de Roma. Su elegante Venus del espejo (National Gallery, Londres) data probablemente de esta época.
Las obras clave de las dos últimas décadas de la vida de Velázquez son Las hilanderas o La fábula de Aracné (1644-1648, Museo del Prado), composición sofisticada de compleja simbología mitológica, y una de las obras maestras de la pintura española, Las Meninas o La familia de Felipe IV (1656, Museo del Prado), que constituye un imponente retrato de grupo de la familia real con el propio artista incluido en la escena. Velázquez continuó trabajando para el rey Felipe IV, como pintor, cortesano y fiel amigo hasta su muerte, acaecida en Madrid el 6 de agosto de 1660. Su obra fue conocida y ejerció una importante influencia en el siglo XIX, cuando el Museo del Prado la expuso en sus salas.
Felipe II: (1527-1598), rey de España (1556-1598), llegó a gobernar sobre el vastísimo conjunto de territorios integrado por las coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez), Portugal y su Imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad territorial más amplia de la edad moderna puesta bajo un mismo cetro.
Hijo y heredero del rey Carlos I (emperador Carlos V) y de Isabel de Portugal, nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527. En su preparación para hacerse cargo de su cometido regio y de gobierno se instruyó desde muy joven con Juan Martínez Silício y Juan de Zúñiga. Su papel en política interior y su protagonismo internacional fueron destacadísimos durante la segunda mitad del siglo XVI. Las continuas ausencias centroeuropeas de su padre, en sus funciones imperiales y de defensa de la unidad religiosa, le procuraron una temprana labor de regencia desde 1543, año en que contrajo su primer matrimonio con su prima María de Portugal, hija del rey portugués Juan III. En julio de 1545 falleció María de Portugal tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. En 1554, Felipe II volvió a casarse, esta vez con la reina de Inglaterra, María I Tudor. Poco después, las enfermedades del emperador Carlos V motivaron su abdicación de los títulos inherentes a las coronas de Castilla y Aragón en Felipe, el segundo con ese nombre tras su abuelo (el rey castellano Felipe I el Hermoso), en 1556. Dos años más tarde, falleció su segunda esposa. Después de viajar por Italia y los Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte, establecida en Madrid de forma oficial en 1561, con gran actividad y celo. Dos años más tarde, dio comienzo la obra arquitectónica que habría de ser considerada el emblema de su dilatado reinado, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en las cercanías de la capital del reino. En el interior de la península Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La monarquía personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de secretarios reales, así como en una poderosa administración centralizada. Pese a todo su poder, las bancarrotas, las dificultades hacendísticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó el nuevo impuesto de “millones” que gravaba los alimentos básicos) fueron característicos durante todo su reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue frecuente. Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. Así, el mantenimiento de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor se valió de los autos de fe, como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma católica. El secretario Antonio Pérez tuvo una enorme influencia en los negocios públicos hasta su caída en 1579. Además, en 1568 moría el príncipe Carlos de Austria, que había sido arrestado debido a sus contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida contra Felipe II por parte de la nobleza. En ambos puntos empezó a afianzarse la leyenda negra antiespañola y buena parte de los problemas internos de su reinado. De otro lado, los piratas berberiscos asolaban las costas mediterráneas. Aunque la expedición naval de García de Toledo consiguió la victoria en Malta (1565), el problema morisco estaba en el interior. Los moriscos de Las Alpujarras granadinas protagonizaron la principal sublevación desde 1568, que no terminaría hasta que el hermanastro del Rey, Juan de Austria, los derrotó en 1571.
Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio, estuvo inmerso continuamente en todos los conflictos europeos. Por esa razón, se multiplicaron las capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas nupcias con las ya mencionadas María de Portugal y María I Tudor, así como con la francesa Isabel de Valois (1559) y su propia sobrina Ana de Austria (1570), hija del emperador Maximiliano II y madre de quien habría de ser su sucesor, Felipe III, nacido en 1578. Durante el reinado de Felipe II, los conflictos externos se sucedieron en varios frentes. El Rey actuó en todos ellos teniendo presentes siempre criterios políticos y religiosos.
Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar su reinado, ambas casas reales (la francesa Valois y la española Habsburgo) iniciaron su lucha por el control de Nápoles y el Milanesado. En ese contexto, Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, defendió las plazas italianas, atacando los Estados Pontificios del papa Pablo IV para deshacer la alianza de éste con Enrique II de Francia. Mientras tanto, los ejércitos castellanos y fuerzas mercenarias derrotaban a las tropas francesas en su propio territorio (San Quintín y Gravelinas, en 1557 y 1558, respectivamente), origen de las negociaciones de la tan beneficiosa para los intereses felipistas Paz de Cateau-Cambrésis del 3 de abril de 1559, en la que se acordó asimismo su matrimonio con la hija de Enrique II, Isabel de Valois, fallecida en 1568. No obstante, la pugna secular por el control europeo entre ambas monarquías continuó con la intervención española a favor de la católica familia de los Guisa en las guerras de Religión francesas, hasta que el rey Enrique IV abjuró del protestantismo en 1593, rubricándose en mayo de 1598 la Paz de Vervins.
Paralelamente, otro gran problema estratégico, comercial y de unidad de la fe era el peligro de la piratería, el bandidaje y las incursiones berberiscas y turcas en el Mediterráneo. Para conjurar dicha amenaza, constituyó, con Venecia, Génova y el papa Pío V el bloque principal de la Liga Santa contra el Imperio otomano. La flota al mando de Juan de Austria —con la participación asimismo de Luis de Requesens y Zúñiga y de Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz— obtuvo en 1571 la renombrada aunque no decisiva victoria naval de Lepanto. Contra Inglaterra los resultados fueron menos afortunados, debido al control marítimo militar inglés. Muerta su esposa María I Tudor en 1568, las relaciones con la sucesora de ésta, la reina Isabel I, se enrarecieron, hasta que chocaron sus contrapuestas políticas religiosa y económica. En su pugna permanente, apoyando a todos los enemigos castellanos, Isabel de Inglaterra acabó con los católicos reyes escoceses, mientras apoyaba la piratería en el Caribe (donde destacó la actividad de Francis Drake) y a los rebeldes holandeses. La conclusión militar vino determinada en 1588 por la derrota de la Armada Invencible, comandada por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia. A partir de entonces, el poderío naval español en el Atlántico comenzaría su declive. Felipe II tampoco pudo solucionar el conflicto político-religioso que fue uno de los motivos del inicio en 1556 de la guerra de los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores de ese territorio, desde Margarita de Parma (1559-1567), pudo conseguir sus objetivos. A partir de 1573, tras las victorias del duque de Alba, que ejecutó al conde de Egmont y a Felipe de Montmorency-Nivelle, conde de Horn, ni Luis de Requesens (1573-1576), ni Juan de Austria (1576-1578), ni Alejandro Farnesio (1578-1592) consiguieron doblegar la rebelión de los “mendigos del Mar” calvinistas. Alternando procedimientos suaves con otros métodos muy enérgicos, no consiguieron aplacar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva emancipación de Holanda, Zelanda y el resto de las Provincias Unidas, cuya independencia fue reconocida por Inglaterra y Francia en 1596 y por la propia España años después de la muerte de Felipe II. En cambio, consiguió un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, haciendo valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, un año después de reclamar el trono portugués por ser nieto de Manuel I el Afortunado. Las obras del monasterio escurialense llegaron a su fin en 1586 y, en 1591, una nueva vicisitud asaltó los últimos años de su gobierno monárquico: las llamadas alteraciones de Aragón, en las que estuvo implicado su ex secretario Antonio Pérez, relacionadas con la defensa de los fueros de aquel reino. Felipe II falleció el 13 de septiembre de 1598 en El Escorial, cuatro meses después de acordar con el rey francés Enrique IV la citada Paz de Vervins y de nombrar a su propia hija Isabel Clara Eugenia gobernadora de los Países Bajos. Le sucedió su hijo Felipe III.
Felipe III: (1578-1621), rey de España y Portugal (1598-1621), su reinado supuso el paso del gobierno personalista al de valimiento (en el que una figura política, el valido, pasaba a desempeñar los principales cargos), a la vez que el comienzo de la decadencia de la hegemonía de la Monarquía Hispánica en Europa. Como rey portugués, la historiografía le ha reservado el nombre regio de Felipe II. Nació en Madrid el 14 de abril de 1578 y fue el último hijo varón sobreviviente del rey Felipe II, habido en su cuarto y último matrimonio, contraído con Ana de Austria, hija del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Maximiliano II. Débil y tímido por naturaleza, educado por tutores aristócratas y eclesiásticos, resultó de carácter extremadamente religioso, lo que en política supuso su identificación con la misión divina de la monarquía española. Sin la energía y dedicación propias de un monarca absoluto, su gusto por la vida cortesana se tradujo en un complicado protocolo, cuyo desmedido costo rompió con la austeridad de tiempos anteriores. En abril de 1599 contrajo matrimonio con su prima Margarita de Austria (hija del archiduque de Austria Carlos de Estiria y fallecida en 1611), de la que tuvo ocho hijos, entre los que cabe destacar a Ana de Austria (nacida en 1601, reina de Francia desde su matrimonio en 1615 con el rey Luis XIII), al heredero y futuro rey español Felipe IV (nacido en 1605) y a Fernando de Austria, el Cardenal-Infante (nacido en 1609 y gobernador de los Países Bajos entre 1632 y 1641). Durante su reinado, que dio comienzo el 13 de septiembre de 1598 (el día del fallecimiento de su padre), el sistema de gobierno siguió siendo el utilizado por los primeros reyes pertenecientes a la Casa de Austria (denominación historiográfica de la rama española de la Casa de Habsburgo), es decir, recurrió a una serie de consejos especializados por materias y por divisiones territoriales, con el Consejo de Estado a la cabeza, que fue reorganizado en el año 1600 con un mayor protagonismo en la política general. Pero las dificultades para coordinar este sistema, unidas a la escasa capacidad del monarca, llevaron a la sustitución del gobierno personal por el del poder delegado en un valido, o favorito, sin título específico.
Desde 1598 gobernó como valido Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, amigo personal del Rey, de quien al parecer recibió ya en los primeros momentos autorización verbal para firmar en su nombre. De esta forma, el duque de Lerma pasó a controlar todos los órganos de la administración: ejerció de enlace entre el Consejo de Estado y los demás consejos de la Monarquía Hispánica, y fue quien adoptó las decisiones ejecutivas. Además, el monopolio en el reparto de gracias y mercedes permitió a Lerma formar una poderosa facción política. Precisamente el intento de incrementar esta influencia y de escapar a las críticas que se lanzaban en Madrid contra su privanza, explica el irresponsable traslado entre 1600 y 1606 de la corte, y por tanto la capitalidad de la Monarquía Hispánica, a Valladolid. Tampoco resultó acertado el decreto de expulsión de los moriscos firmado en abril de 1609 (el 4% de la población), cuando ya no constituían tema de preocupación. El duque de Lerma alegó razones de seguridad para lo que era en realidad un problema de falta de integración. El deterioro de la situación política y la crisis económica, con una imparable inflación, llevaron a Felipe III a sustituir en 1618 a Lerma por el hijo de éste, Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Uceda. Se recortó entonces la libertad de acción del nuevo valido en la tramitación de las consultas, con un mayor protagonismo de Baltasar de Zúñiga en los asuntos exteriores, en tanto que el Rey se reservaba el despacho de mercedes. En política exterior, la suspensión de pagos de 1607 marcó el inicio de un periodo pacifista. El 9 de abril de 1609 se firmó en los Países Bajos la llamada Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas, lo que representó, por primera vez, el reconocimiento oficial de la existencia de éstas. Cinco años antes se había llegado al final de las hostilidades con Inglaterra, tras la muerte de la reina Isabel I. Por otra parte, el asesinato del rey de Francia Enrique IV en 1610 supuso la desaparición de un enemigo potencial, ya que su viuda, María de Medici, se mostró partidaria de la amistad española, hasta el punto de facilitar en 1615 el matrimonio de su hijo, Luis XIII, y el de su hija, Isabel de Borbón, con los hijos de Felipe III, Ana de Austria y el príncipe Felipe, respectivamente.
En 1618 finalizó este periodo de paz al apoyar España al rey de Bohemia y futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Fernando II de Habsburgo, contra el elector del Palatinado, Federico V, en lo que fue el comienzo de la guerra de los Treinta Años. En este contexto internacional, poco después de la muerte en Madrid de Felipe III (sucedida el 31 de marzo de 1621), finalizó la tregua entre el reino español y las Provincias Unidas y se reanudó la llamada guerra de los Países Bajos, ya bajo el reinado de su hijo, Felipe IV.
Duque de Buckingham:(1592-1628), político inglés, nacido en Brooksby (Leicestershire). Llegó a la corte en 1614 y pronto se convirtió en el favorito de Jacobo I Estuardo, que le nombró secretario privado suyo. Le concedió el título de sir y en 1618 pasó a ser marqués de Buckingham. En 1623, durante su estancia en España, donde trataba de concertar el matrimonio del príncipe Carlos, más tarde rey Carlos I, con una infanta española, Buckingham se convirtió en duque y le fueron otorgados otros honores. Sin embargo, su misión fracasó y provocó la guerra con España. Su poder siguió aumentando hasta convertirse en el verdadero dirigente de Inglaterra hacia 1624, posición que mantuvo con la accesión de Carlos en 1625. Sin embargo, el Parlamento desconfiaba de Buckingham, y utilizó su desastrosa expedición militar a Cádiz, cuando era lord almirante, como excusa para acusarle. Carlos disolvió el Parlamento para evitar un juicio. En 1627, cuando trataba de liberar a los hugonotes en La Rochela, en Francia, Buckingham sufrió otra gran derrota. Al año siguiente, en Portsmouth, donde estaba preparando una segunda expedición a Francia, fue asesinado por un oficial de marina agraviado.
Jacobo II de Inglaterra: (1633-1701), rey de Inglaterra, Escocia, como Jacobo VII, e Irlanda (1685-1688). Jacobo nació el 14 de octubre de 1633 en Londres, y fue el segundo hijo del rey Carlos I y su consorte, Enriqueta María de Francia. Le fue concedido el título de duque de York y Albany en 1634. Tras la ejecución de su padre, fue llevado al continente, y en 1657 entró al servicio de España en la guerra contra Inglaterra. Al restaurarse la monarquía en 1660, su hermano se convirtió en el rey Carlos II, y Jacobo pasó a ser lord almirante supremo de Inglaterra. Ese mismo año se casó con Ana Hyde, hija de Eduardo Hyde, conde de Clarendon. En 1672, un año después de la muerte de Ana, Jacobo anunció públicamente su conversión a la fe católica. Al año siguiente, el Parlamento inglés aprobó las Test Acts, por las que los católicos quedaban inhabilitados para el desempeño de cargos públicos, y Jacobo dimitió como almirante supremo. Poco después se casó con María Beatriz de Módena, que era católica. En 1679, la Cámara de los Comunes trató de excluir a Jacobo del trono, sin éxito. A la muerte de Carlos en 1685, Jacobo se convirtió en rey. Ese mismo año reprimió una rebelión en Inglaterra, encabezada por su sobrino, James Scott, duque de Monmouth, y otra en Escocia, encabezada por Archibald Campbell, noveno conde de Argyll. Jacobo apartó a muchos de sus seguidores con sus severas represalias, sobre todo como consecuencia de una serie de juicios represivos conocidos por el nombre de 'juicios Sangrientos'. Jacobo trató de ganarse el apoyo de los disidentes y de los católicos en 1687, poniendo fin a las restricciones religiosas, pero sólo consiguió aumentar las tensiones. El nacimiento de su hijo, Jacobo Francisco Eduardo Estuardo, el 10 de junio de 1688, pareció garantizar la sucesión católica. Poco después, los líderes de la oposición invitaron al yerno de Jacobo, Guillermo de Orange, más tarde Guillermo III de Orange, a hacerse con el trono inglés, desencadenando así la Revolución Gloriosa. Guillermo desembarcó en Inglaterra en noviembre de 1688 y avanzó hacia Londres. Fue aclamado como libertador y Jacobo, abandonado por sus tropas, huyó a Francia, donde recibió ayuda del rey Luis XIV. En 1690, Jacobo desembarcó en Irlanda con un pequeño contingente de tropas francesas con la intención de recuperar el trono. Fue derrotado en la batalla de Boyne y regresó a Francia. Hasta el día de su muerte, el 16 de septiembre de 1701 permaneció en Saint-Germain-en-Laye.
Isabel I de Inglaterra : (1533-1603), reina de Inglaterra e Irlanda (1558-1603), hija de Enrique VIII, rey de Inglaterra, y de su segunda esposa, Ana Bolena. Fue el último miembro de la casa Tudor en ascender al trono de Inglaterra. Nacida en Greenwich (Londres) el 7 de septiembre de 1533, Isabel pasó su infancia alejada de la corte y recibió una sólida formación clásica de eruditos como Roger Ascham, que ejerció sobre ella una gran influencia. La sexta esposa de Enrique, Catalina Parr, se encariñó con la joven Isabel y la llevó de nuevo a la corte. Permaneció al cuidado de Catalina a la muerte de Enrique VIII y no tomó parte en las intrigas políticas que siguieron a la coronación de su hermano Eduardo VI. Cuando éste murió, Isabel se convirtió en partidaria de su hermana María, negándose a apoyar la rebelión encabezada por el militar y conspirador inglés, sir Thomas Wyatt. A María I, católica devota, le preocupaba el protestantismo de Isabel y la amenaza que suponía como posible heredera al trono. En 1554, Isabel fue encarcelada bajo la falsa acusación de estar implicada en la conspiración de Wyatt. Más tarde fue liberada, aparentando profesar el catolicismo, y recuperó el favor de María. A la muerte de María I en 1558, Isabel se convirtió en reina. En esos momentos Inglaterra se hallaba dividida por el enfrentamiento religioso, era económicamente inestable y estaba inmersa en una terrible guerra con Francia. Isabel se rodeó para combatir estos problemas de consejeros hábiles y sabios, entre los que destacaron sir Francis Walsingham y William Cecil, primer barón de Burghley. El primer problema de Isabel como reina fue el religioso. Se convirtió al protestantismo inmediatamente después de la muerte de María, y su primer Parlamento (1559) tuvo mayoría protestante. Entre 1559 y 1563, este Parlamento aprobó la legislación religiosa que más tarde se convertiría en la base doctrinal de la Iglesia de Inglaterra. Por el Acta de Supremacía (1559), la Iglesia anglicana de Inglaterra se sometía a la autoridad de la reina "gobernador supremo del reino tanto en lo espiritual como en lo temporal". En 1563 se aprobaron los 39 Artículos, que definían los dogmas de la Iglesia anglicana, muy próximos al catolicismo. Durante todo el reinado de Isabel I, católicos y puritanos fueron perseguidos. Una vez resuelta la cuestión religiosa y finalizada la guerra con Francia, por la Paz de Cateau-Cambrésis (1559), Inglaterra pudo iniciar su desarrollo industrial y económico que aumentó tras el fracaso de la Armada Invencible española. Bajo la dirección de Isabel I, el gobierno comenzó a regular el comercio y la industria nacional. Inglaterra llegó a ser una gran potencia marítima, gracias a la labor de marinos como sir Francis Drake y sir Martin Frobisher. Se comenzó a utilizar un nuevo sistema monetario en 1560, que sustituyó a las monedas de plata que se habían desvalorizado considerablemente durante los tres reinados anteriores. A consecuencia de ello, los precios se estabilizaron y se restableció la confianza en la moneda inglesa. El comercio exterior, fomentado por el gobierno, se desarrolló siguiendo criterios capitalistas. La Bolsa Real de Londres fue inaugurada en 1566, y la Cámara de Comercio, que más tarde se convertiría en la Compañía de las Indias Orientales, fue constituida en 1600. Detrás de todas estas actividades se encontraba la figura de Isabel I.
Desde el principio de su reinado, el estado civil de Isabel era objeto de preocupación política, porque no había herederos ingleses al trono. El Parlamento le rogaba con insistencia que se casara, pero ella alegó su intención de permanecer soltera. Su declaración no le impidió jugar de forma constante con la idea del matrimonio. Fue acosada por pretendientes monárquicos, a los que ella entregaba su favor sólo cuando le interesaba políticamente. Sin embargo, otorgó su afecto a una sucesión de favoritos, entre los que destacan Robert Dudley, primer conde de Leicester, sir Walter Raleigh y Robert Devereux, segundo conde de Essex.
El principal problema político de Isabel fue su prima católica, María Estuardo, reina de Escocia. María solicitó refugio en Inglaterra tras ser derrotada en combate por su hermanastro, Jacobo Estuardo, conde de Moray. Isabel encarceló inmediatamente a María, porque los monarcas católicos de Europa y sus propios súbditos católicos consideraban que Isabel no estaba legitimada para ostentar el trono y creían que María era la legítima reina de Inglaterra. Isabel pensó que María era el centro de la conspiración, por lo que la mantuvo en cautividad durante años, provocando muchas intrigas entre los católicos ingleses que querían su liberación. Cuando en 1586 Walsingham, por entonces secretario de Estado, descubrió una intriga para asesinar a Isabel y entronizar a María en su lugar, Isabel accedió con disgusto a que María Estuardo fuera decapitada en 1587. La ejecución tuvo graves consecuencias. Felipe II de España, viudo de María I Tudor, se había visto afectado, durante años, por los ataques de corsarios ingleses a sus posesiones coloniales. Debido a su profundo catolicismo, la muerte de María Estuardo le proporcionó un motivo más para continuar la guerra con Inglaterra, que había dado comienzo en 1585 y se había manifestado abiertamente en Francia, inmersa en una guerra civil, y en la sublevación de los Países Bajos; Felipe II envió una flota para invadir la islas Británicas en 1588. Sin embargo, la Armada Invencible, nombre con el que la reconoce la historiografía, sufrió una gran derrota, e Inglaterra pasó a ocupar el lugar de España como potencia marítima. Además, con la derrota de la España católica, Inglaterra favoreció que el protestantismo fuera una importante fuerza política internacional. La popularidad de Isabel I disminuyó al final de su reinado, debido a sus grandes gastos y a su abuso del poder real. Además, sus últimos ministros no fueron tan hábiles como Cecil o Walsingham. El final del reinado de Isabel se vio perturbado por una rebelión en Irlanda, encabezada por Hugh O'Neill. Robert Devereux, segundo conde de Essex y favorito de Isabel, comandó, sin éxito, un ejército contra los irlandeses. Cuando regresó a Inglaterra, encabezó una rebelión en contra de la reina y fue ejecutado en 1601. Después de la muerte de Devereux, Isabel quedó desconsolada. Pasó los últimos años de su vida triste y sola, después de haber vivido una época gloriosa, el inicio de lo que iba a ser la Inglaterra moderna. Murió el 23 de marzo de 1603 en Londres. Además de ser una época de triunfos políticos, la era Isabelina destacó como uno de los mejores periodos de la literatura inglesa. Edmund Spenser, Christopher Marlowe y William Shakespeare, fueron algunas figuras de toda una serie de escritores que crearon sus grandes obras durante el reinado de Isabel I. La dramática personalidad de Isabel se convirtió en el tema principal de una abundante literatura.
Gregorio XV : (1554-1623), papa (1621-1623). Alessandro Ludovisi nació en Bolonia. De noble cuna, estudió Derecho en el Colegio Germánico, en el Colegio Romano y en la Universidad de Bolonia. Fue nuncio papal en Saboya y Suiza, y en 1616, cuando era arzobispo de esta ciudad, el papa Pablo V le nombró cardenal. Durante su breve pontificado decretó, en su bula Aeterni Patris (1621), las disposiciones generales (aún vigentes) del ceremonial que habrían de seguirse en el cónclave para la elección del sumo pontífice. Fundó la congregación Propaganda Fide (1622), compuesta por 18 cardenales, para organizar el catolicismo mundial y las actividades misioneras. Fue mecenas del pintor Guercino; Gian Lorenzo Bernini esculpió un busto suyo. En 1622 Gregorio XV canonizó a san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, san Felipe Neri, san Isidro Labrador y santa Teresa de Jesús, y beatificó a Alberto Magno.
María I Estuardo: (1542-1587), reina de Escocia (1542-1567). Hija de Jacobo V y de la segunda esposa de éste, María de Lorena, sucedió a su padre con apenas seis días de vida. Nacida en diciembre de 1542, en Linlithgow, fue criada en Francia por la familia Guisa, a la que pertenecía su madre. En 1558, se casó con el heredero del trono francés, que accedió al mismo con el nombre de Francisco II en 1559, pero murió al año siguiente. María regresó a Escocia en 1561. A pesar de ser católica, aceptó el gobierno protestante que encontró a su llegada. Su jefe de ministros era su hermanastro Jacobo Estuardo, a quien ella confirió el título de conde de Moray.
En 1565, la boda de María con su primo, el noble escocés católico Enrique Estuardo, lord Darnley, se llevó a cabo de acuerdo con el rito católico. El matrimonio despertó los recelos protestantes y fue el inicio de una insurrección, encabezada por el conde de Moray y la familia noble escocesa de los Hamilton, que tenía la esperanza de contar con el respaldo de todo el partido protestante. Sin embargo, sus esperanzas no se cumplieron y la Reina, haciéndose personalmente cargo de la situación, reprimió rápidamente la rebelión. Todavía disfrutaba de su triunfo cuando comenzaron a aparecer las desavenencias con Darnley. Ella le había cedido el título de rey, pero él exigía los derechos regios de por vida y que, en caso de que la Reina muriera sin descendencia, los derechos pasaran a sus herederos. Con anterioridad a la rebelión del conde de Moray, el secretario y consejero de María había sido David Rizzio, católico y favorito de la corte. Por su parte, el Rey estaba seguro de que Rizzio era un obstáculo para conseguir sus proyectos con respecto al trono. Convencido de ello, formó un pacto con el conde de Moray; Patrick Ruthven; James Douglas, cuarto conde de Morton; y otros líderes del partido protestante. El resultado de esta conspiración fue el asesinato de Rizzio en 1566. A principios de 1567, la casa en la que Darnley se reponía de una enfermedad, estalló por una explosión de pólvora; el instigador probablemente fue James Hepburn, cuarto conde de Bothwell, quien, desde la rebelión de Moray, y aún más desde el asesinato de Rizzio, se había convertido en el favorito de la Reina. Darnley fue encontrado estrangulado, muy cerca del lugar donde se produjo la explosión. María tenía conocimiento de la intriga. Prueba de ello son las cartas y los sonetos incriminatorios, supuestamente escritos por la propia María a Bothwell, encontrados a finales de ese año en un joyero de plata. Bothwell fue llevado ante un falso tribunal y absuelto; poco después, se divorció de su esposa y, el 15 de mayo de 1567, se casó con María según el rito protestante. Este paso volvió a enfrentar a María con los nobles escoceses. Logró reunir un ejército para luchar contra ellos, el cual, aunque igualaba en número a las tropas confederadas, era claramente inferior en disciplina. El 15 de junio de 1567, las fuerzas de María resultaron derrotadas en Carberry Hill y se vio obligada a abandonar a Bothwell y a rendirse ante los confederados. El 24 de julio, en Lochleven, fue convencida para firmar un acta de abdicación en favor de su hijo, quien, cinco días más tarde, fue coronado en Stirling con el nombre de Jacobo VI (el futuro rey inglés Jacobo I Estuardo). María Estuardo escapó de su isla-prisión de Lochleven el 2 de mayo de 1568 y en pocos días logró reunir un ejército de 6.000 hombres. El 12 de mayo, su ejército fue derrotado por el regente conde de Moray en Langside, cerca de Glasgow. Cuatro días después, a pesar de las súplicas de sus mejores amigos, María cruzó el estuario de Solway y solicitó refugio en la corte de su prima, la reina de Inglaterra Isabel I, quien la encarceló al considerarla una posible competidora legítima a la corona inglesa. La más famosa de las intrigas posteriores para conseguir la liberación de María y su acceso al trono de Inglaterra fue la planeada por su paje, Anthony Babington, quien intentó asesinar a Isabel. La conspiración fue descubierta y María fue llevada a juicio en octubre de 1586. Condenada a muerte el 25 de octubre, hasta el 1 de febrero de 1587 la reina Isabel I no firmó la orden de ejecución, que fue llevada a cabo una semana más tarde.
Carlos I de Inglaterra: (1600-1649), rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda (1625-1649), depuesto y ejecutado durante la Guerra Civil inglesa. Nació en Dunfermline (Escocia), el 19 de noviembre de 1600. Al ser el segundo hijo de Jacobo I, Carlos se convirtió en heredero a la muerte de su hermano mayor Enrique, y fue nombrado príncipe de Gales en 1616. En 1623, durante la guerra de los Treinta Años, Carlos visitó España para negociar su matrimonio con la infanta española María, que habría de servir como base para una alianza entre España e Inglaterra. Sin embargo, cuando quedó claro que los españoles no tenían intención de llevar a cabo esta alianza, comenzaron las negociaciones para la boda con la princesa francesa Enriqueta María, e Inglaterra formó una alianza con Francia en contra de España. En 1625, Carlos accedió al trono y se casó con Enriqueta María, pero su matrimonio provocó las iras de sus súbditos protestantes porque la reina consorte era católica. Carlos creía en el derecho divino de los reyes y en la autoridad de la Iglesia anglicana. Estas creencias le enfrentaron con el Parlamento y finalmente estalló una guerra civil. Se dejó influir por su gran amigo George Villiers, duque de Buckingham, a quien nombró secretario privado en contra de la opinión pública, y cuyos planes de guerra acabaron ignominiosamente. Carlos disolvió tres parlamentos en cuatro años, debido a la negativa de éstos a cumplir sus arbitrarias medidas. Cuando el tercer Parlamento se reunió en 1628, presentó la llamada petición de derechos, en la que se exigía que Carlos realizara ciertas reformas a cambio de fondos para la guerra. Carlos se vio obligado a aceptar la solicitud. En 1629, a pesar de que el asesinato de Buckingham había acallado las quejas del Parlamento, Carlos lo disolvió y encarceló a varios líderes parlamentarios. El Rey gobernó sin Parlamento durante los once años siguientes. Durante ese tiempo, impuso préstamos, comisiones, impuestos y otras medidas económicas extraordinarias con el fin de hacer frente a los gastos del gobierno.
En 1637, Carlos trató de imponer la liturgia anglicana en Escocia, lo que provocó disturbios por parte de los escoceses presbiterianos. No fue capaz de reprimir la rebelión, y en 1640 convocó el llamado Parlamento Corto, con el fin de reclutar un ejército y reunir el dinero necesario. Este órgano, que estuvo reunido durante un mes (abril-mayo), rechazó sus peticiones, redactó una declaración de quejas públicas e insistió en firmar la paz con Escocia. Obteniendo dinero por diferentes medios, Carlos avanzó contra los escoceses, que habían cruzado la frontera, dirigió su ejército hacia Newburn, y poco después ocupó Newcastle y Durham. Una vez que se le acabó el dinero, el Rey se vio obligado a reunir a su quinto Parlamento, conocido como el Parlamento Largo, en noviembre de 1640. Presidido por John Pym, el Parlamento procedió contra los dos principales consejeros del rey y aseguró el encarcelamiento y posterior ejecución de ambos, el arzobispo de Canterbury, William Laud, y Thomas Wentworth, primer conde de Strafford. En 1641, Carlos aprobó dos leyes que abolían los tribunales de prerrogativas, prohibían los impuestos arbitrarios y aseguraban que el Parlamento no sería disuelto sin su propio consentimiento. El Rey accedió también a una mayor libertad religiosa para los escoceses. Poco después, Carlos se vio implicado en una conspiración para asesinar a los líderes del pacto, entre ellos Archibald Campbell, octavo conde de Argyll. Cuando visitó Escocia en agosto de 1641, prometió a Campbell que se sometería a las peticiones del Parlamento escocés. Estando aún en Escocia, el Rey tuvo conocimiento de una rebelión en Irlanda en la que miles de colonos ingleses fueron asesinados. A su regreso a Londres en el mes de noviembre, intentó que el Parlamento reclutase a un ejército bajo sus órdenes, para reprimir la rebelión irlandesa. El Parlamento, temiendo que esas tropas fueran utilizadas en su contra, se negó y promulgó la que pasó a ser conocida como la `gran protesta', una lista de peticiones de reforma que incluía el derecho del Parlamento a aprobar los nombramientos ministeriales del Rey. Carlos se presentó en la Cámara de los Comunes con un grupo armado y trató de detener a Pym y a otros cuatro miembros. El país se rebeló y el Rey huyó de Londres con su familia. Ambas partes se levantaron en armas. La primera batalla de la Guerra Civil inglesa, ya inevitable, dio comienzo en Edgehill el 23 de octubre de 1642. Al principio, el triunfo pareció decantarse del lado monárquico, pero tras una serie de derrotas, el propio Carlos se rindió al ejército escocés el 5 de mayo de 1646. Al negarse a aceptar el presbiterianismo, fue entregado (en junio de 1647) al Parlamento inglés. Más tarde escapó a la isla de Wight, pero fue encarcelado allí. Por entonces, se había producido una grave escisión entre el Parlamento y el Ejército. Oliver Cromwell y sus seguidores obligaron al Parlamento a aprobar una ley sobre traición para evitar futuras negociaciones con el Rey. Finalmente, después de que los parlamentarios moderados fueran expulsados por la fuerza por los partidarios de Cromwell, los restantes legisladores, que formaron el llamado Parlamento Rabadilla (Rump Parliament), nombraron un tribunal para juzgar al Rey. El 20 de enero de 1649, dio comienzo el juicio en Westminster. Carlos rechazó la legalidad del tribunal y se negó a declararse culpable. El 27 de enero fue sentenciado a muerte por tirano, asesino y enemigo de la nación. Escocia protestó, la familia real suplicó y Francia y los Países Bajos intercedieron, pero todo fue en vano. Fue decapitado en Whitehall (Londres) el 30 de enero de 1649. Posteriormente, Oliver Cromwell se convirtió en presidente del Consejo de Estado, un organismo parlamentario que gobernó la nueva Inglaterra republicana.
Isabel de Borbón: (1603-1644), reina de España (1621-1644), esposa del monarca español Felipe IV e hija del rey francés Enrique IV y de María de Medici. En los veinticuatro años que duró su matrimonio (el cual se celebró en 1615, antes de que Felipe subiera al trono español), tuvo seis hijas y un hijo de los que sólo sobrevivieron María Teresa y Baltasar Carlos. María Teresa se casó con el soberano francés Luis XIV, con lo que quedó reforzada la vinculación de la corona española con la francesa. Baltasar Carlos, príncipe de Asturias, murió en 1646, cuando contaba con diecisiete años. Isabel tuvo siempre una actitud de resignación y aires de dignidad ante las continuas y públicas infidelidades de su marido. Se opuso al gran poder que tenía el conde-duque de Olivares, aconsejando a su esposo que limitase sus competencias. En su testamento dejó parte de sus bienes a la fundación de una hospedería para soldados pobres y a una escuela dedicada a la formación de pilotos para la Armada Real.
Tiempo
Señala el tiempo externo (el año). ¿Cómo afecta al relato?; Señala el tiempo interno:¿Cuánto tiempo transcurre en el relato?
El relato empieza en el año mil seiscientos veintidós cuando el narrador, Iñigo, empieza a contar el relato. Al final del libro no viene una fecha clara hasta cuándo dura pero es deducible porque dice que le hacen esperar unos seis meses. Por lo tanto el libro está empezado y terminado en el mismo año.
¿Se juega con el tiempo de alguna manera (narración lineal in medias res, saltos temporales, acciones paralelas...)?
La narración de este libro es completamente lineal porque cuenta toda la historia seguida y además no hay saltos en el tiempo. Solamente hay acciones paralelas cuando capturan a Alatriste e Iñigo le está esperando afuera con su capa y sus pistolas mientras Diego estaba encerrado.
EL RELATO Y EL LECTOR
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¿Has visto valores humanos, o debilidades humanas? Razona tu respuesta.
Sí, a lo largo del relato se pueden descubrir tanto valores humanos como debilidades humanas encarnados en varios personajes.
Valores humanos:
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Amistad: Es uno de los principales valores que desde siempre ha existido y sigue existiendo. Hay que diferenciar dos tipos de amistad: una superficial, como la que establecían Luis de Alquézar y el Conde de Olivares. El primero de ellos era muy hipócrita y le engañaba a escondidas; Otro tipo de amistad pura y verdadera se daba entre el capitán Alatriste y Francisco de Quevedo o con el fallecido Lope Balboa, que si era necesario daban su vida por defender a sus amigos.
También sucede con los dos ingleses. El duque de Buckingham llega incluso a pedir cuartel para su compañero en vez de clemencia para él.
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Caridad y solidaridaz: Anecdóticamente el personaje con más caridad es Caridad la Lebrijana, la dueña de la Taberna del Turco, que muchas veces por pena de el capitán y del joven Íñigo, criado y escudero, les daba comida, hostal... También se ve reflejada en algún momento por Martín Saldaña, que permite llevar al capitán una pequeña cuchilla. Pero esta es más influencia por su antigua amistad y deudas pendientes.
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Amor: Como en todo relato, siempre aparece algún matiz romántico, y aunque este libro no lo es precisamente, también aparece. Este amor puede ser de dos tipos: -Amor por una chica: Lo “padece” el joven Íñigo Balboa que pierde literalmente la cabeza por la joven preciosa y malévola Angélica Alquézar. Estuvo a punto de costarles a él y al capitán la vida. -Amor fraternal: El que , a su forma, le da Alatriste a Íñigo. Aunque casi fue mayor el que éste le dio al capitán al que incluso salva la vida.
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Orgullo y honra: Esto era algo muy importante en la España de esa época y muchos de los espadachines luchaban por cuestiones de cuernos, honra... También se ve bien cuando Alatriste, por su orgullo, no pide alojamiento a Álvaro de la Marca, aunque su vida estaba en muy grave peligro.
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Interés cultural: Se reunía mucha cultura literaria y artística y se componía mucho en esa época.
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Valentía: Este último valor lo he dejado para el final porque considero el más importante y el que en parte marca la vida del capitán y la historia del relato. Como ya he dicho el principal personaje que destaca por este valor es el capitán Alatriste, que a lo largo de su vida lleva al frente este valor. Desde que estuvo en Flandes, ya comenzó a demostrar su valentía, haciéndose capitán por un día ( de ahí el mote ) cuando el ataque español previsto contra los holandeses no se produjo y los 30 soldados enviados contra los holandeses quedaron a su suerte. Después de eso, tuvo que vivir en Madrid como espadachín a sueldo, poniendo en peligro su vida constantemente. Es a partir de uno de estos trabajos donde se ve envuelto en un gran lío. Pero él, fiel a sus costumbres no se marcha ni huye, sino que valientemente afronta lo que le sucede. Como él es valiente, valora mucho este valor y es esto lo que salvó a los dos jóvenes ingleses.
Debilidades humanas:
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Corrupción: En la España de esta época ésta era una de las características. Podía ser de dos tipos: -En la corte: Dentro de la misma corte se producían corrupción y deslealtad, otra de la debilidades humanas. Un ejemplo están en que cuando se reunieron el Conde de Olivares, Alquézar y los dos espadachines, Alquézar mostraba lealtad y luego cambiaba de bando al llegar Fray Emilio Bocanegra. -En el clero: La Iglesia, muy importante en aquella época también estaba bastante corrompida y muchas veces se preocupaba más de sus propios intereses que de promover la fe. Además, la Inquisición era dirigida por unas pocas personas muy poderosas que arremetían con cualquiera que pudiese ser peligroso. Un ejemplo aparece cuando es Fray Emilio Bocanegra, quien contrata a unos espadachines para acabar con unos herejes (Duque de Buckingham y Carlos de Inglaterra) y que podía llevar a la guerra con España.
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Buena vida de unos pocos y mala vida de muchos: Entre ellos estaban Alatriste y otros muchos espadachines que como él se jugaban el pellejo entre callejones y espadas. Otras formas de mal vivir era la prostitución a la que Caridad la Lebrijana había tenido que vivir de ese trabajo hasta que se hizo cargo de la Taberna del Turco.
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Derroche: Los principales mandatarios de la corte española y sobre todo el príncipe hacen un gran derroche de las riquezas (provenientes de la américas) y esto conllevará a la decadencia del Imperio español años más tarde.
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El poder del dinero: Por desgracia era esto lo que movía a la sociedad y lo que te daba poder. Con él conseguías desde puestos en la corte, en el clero, privilegios, permisividad de llevar armas en la cárcel (a Alatriste le dejaron una cuchilla de matarife por unos maravedíes).
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Rivalidad: Muchas veces era consecuencia del dinero, las envidias... Pero también había otros tipos de rivalidad, como por ejemplo la laboral que aparece entre Alatriste y el matón Gualterio Malatesta, pero también cultural, que siempre andaban haciendo acopio de su ingenio famosos poetas como lo fueron Francisco de Quevedo, Góngora y Ruiz de Alarcón.
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Señala si la obra es pesimista y optimista. Razona tu respuesta.
La obra, en mi opinión, es más pesimista que optimista ya que durante todo el relato son muchas las alegorías que hace Arturo acerca de España comparándola con animales para darle cualidades de ser vivo. Mediante monólogos de reflexión de Íñigo Balboa nos va mostrando la España herida de muerte que acabará con su decadencia total. La decadencia española está descrita con sumo detalle dándonos a entender que en trescientos años los españoles hemos cambiado poco.
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Expón tu opinión personal. ¿Has recibido alguna enseñanza?
Esta es una obra que desde el principio me enganchó totalmente y no paré hasta leerla. Aparte del buen trama e hilo argumental, debo decir que soy un “forofo” de Arturo Pérez-Reverte y me gusta mucho su forma de escribir.
Ahora solo espero que en mis manos caiga algún otro libro del autor o las continuaciones del que acabo de leer.
Sí, en este libro he sacado varias enseñanzas.
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En primer lugar, que en la vida hay que tomar decisiones, algunas muy importantes y que te marcarán la vida. En el caso del relato, Diego Alatriste podía haber matado a los ingleses e igual no hubiese tenido líos, pero decidió que había algo sucio y decidió no matarlos, cosa que le marcó el resto de su vida. Las consecuencias fueron nuevos amigos y nuevos enemigos.
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Hay muchas cosas que no han cambiado desde aquellos tiempos, como la rivalidad, el ansia de poder que te hace cargar contra cualquiera...
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Las clases sociales han existido desde la antigüedad y con un poco de suerte (aunque no lo deseemos) seguirán existiendo.
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Enviado por: | Martinelo |
Idioma: | castellano |
País: | España |