Literatura
Donde el corazón te lleve; Susanna Tamaro
Donde el corazón te lleve.
Esta obra narrativa puede llegar a despertar muy diferentes sentimientos en cada uno de sus lectores.
Los sentimientos que poco a poco la escritora va introduciendo en el lector hacen que precisamente cada uno los interprete de una manera y haga su propia comparación y valoración personal.
Es decir, cada cual siente el libro de una manera y en relación con mi manera de entender esos sentimientos, intentaré resumir mis ideas sobre el libro y finalmente mi opinión.
Olga ha llegado a la vejez, y al verse sola y enferma, empieza a buscar los posibles errores cometidos a lo largo de su vida y que han provocado esa situación. Es aquí donde decide resumir en un pequeño diario de vivencias toda su existencia a su nieta, que en esos momentos no está con ella.
A parte de hacerlo por la enfermedad que en poco tiempo fue apagando su energía y sus capacidades, también lo hizo porque llegó a comprender que en esta vida deben asumirse los errores y aprender de ellos, e intenta que su nieta no sufra lo mismo que ella sufrió por esta causa.
Olga comienza relatando su infancia. Era extremadamente sensible desde pequeña y sus padres no tenían esto en cuenta. Desde muy pronto una experiencia la dejó traumatizada (su padre la culpó de la desaparición del ser que más quería, su compañero de juegos, su perro Argo). A partir de esto comenzó a ser una niña apática y sin vida, se excluía de todo y de todos, y empezó a aparentar lo que su madre y la sociedad querían que fuese. Como las demás, pura apariencia.
Así creció en una vida que no le aportaba nada, aunque intentaba refugiarse en lo poco que tenía.
Desde pequeña pasó mucho tiempo sola. No se sentía identificada con los que la rodeaban. Estuvo en un colegio de monjas en el que sufrió psicológicamente con el trato que las monjas le daban en aquella época.
Por mucho que deseaba ser como los demás querían que fuese, no podía serlo. Sólo junto a los árboles se sentía feliz, oía música en su interior y le entraban deseos de cantar. Algunas veces llegó a sentir la misma música en su interior, pero los que la rodeaban se encargaban de hacer de ella un pequeño murmullo casi incapaz de percibirse.
Desde siempre había sido muy inteligente en comparación con las demás jovencitas, y eso la había condicionado a la hora de relacionarse con los hombres. Nunca había querido engatusar, despertar deseo, sólo quería alguien que la escuchara, quería sentimientos. Y no tenía otra cosa que amigos que la usaban de paño de lágrimas.
Hasta que un día Augusto se introdujo en su vida poco a poco hasta llegar a ganársela por completo. Se dedicaba a la importación de café y compró la empresa del padre de Olga, que había decidido venderla por motivos de salud.
Tras un tiempo, aquel viudo italiano supo ganársela y ella creyó haber encontrado al hombre de su vida. Diez días después de la boda estalló la guerra y ambos se fueron a vivir a L´Aquila, a un palacete lujoso que nada agradaba a Olga, pues era muy oscuro y sobrio. Mientras, su madre huyó a un refugio de montaña y su padre quedó en Trieste.
Esa relación jamás llegó a nada, no sentían amor, sino cariño. Pasaba el tiempo. Él se dedicaba a su trabajo y sus insectos que eran su hobby, mientras Olga cayó en una depresión de la que intentó refugiarse en la religión. Además tampoco tenían hijos y ese era el deseo que sus padres llevaban tiempo implorándole.
Quería separarse pero de no haber malos tratos en aquella época un divorcio era algo casi imposible. Terminaron volviendo a Trieste tras un bombardeo que acabó con la casa de su infancia, y decidieron estacionarse allí.
Estando allí, y poniendo de excusa el deseo de ser madre, Olga decidió visitar un balneario “de aguas milagrosas” para poder estar en estado; Olga en realidad quería aire puro y energía.
Y allí fue dónde conoció a Ernesto. Desde el primer día había estado atraída por él, y tras varios paseos e interesantes conversaciones, descubrieron que se complementaban el uno al otro. Realmente no le importo que Ernesto estuviese casado y tuviese un hijo, porque se sentían plenos cuando estaban juntos. Sentía que no era justo lo que le hacía a su esposo pero no podía reprimir sus sentimientos.
Hasta el verano posterior la relación entre ambos continuó tan apasionada como antes, pero mediante cartas que ella le enviaba a Ferrara y él respondía a través de una intermediaria, amiga de Olga.
Ese verano ambos volvieron al balneario de Porretta y ella quiso quedarse en estado. Lo supo al poco tiempo de estarlo sin necesidad de ninguna prueba. Y decidió que aquel niño si lo quería tener, pues era el fruto del amor entre ella y el único hombre al que realmente había amado durante toda su vida.
Augusto se dejó llevar por aquella mujer totalmente enamorada que había vuelto tan cambiada del balneario y le ilusionó bastante la idea de tener un bebé.
El padre de Olga murió al poco de saber de su embarazo y su madre ya había muerto tiempo atrás sin despertar en ella demasiado dolor, en su infancia no habían sabido despertar en una niña tan sensible como Olga los verdaderos sentimientos. Y Olga supo que tampoco en su madre lo habían hecho, y había crecido como una burda imitación de lo que veía, sin propia personalidad.
Después de nacida Ilaria, aprovechaba los veranos para llevarla a descansar a las playas del Adriático, y Augusto sólo las acompañaba algunos fines de semana. Era ahí donde Ernesto, siempre de incógnito aprovechaba para ver a su hija, siempre ocultando su identidad.
Él había puesto su consulta en Ferrara y tenía otro hijo. Quedaron en recordarse mirando al astro Sirio cada noche.
Una noche sintió un ruido estremecedor en su armario, se había derrumbado. En realidad, tiempo más tarde, tras no recibir noticias de Ernesto, se enteró que Ernesto había muerto esa misma noche en un aparatoso accidente de coche.
Olga se hundió y lo abandonó todo. Ilaria sufrió ese abandono en sus propias carnes y comenzó a hacerse arisca y caprichosa. Por si fuera poco, nunca se había llevado bien con Augusto, parece que algo le había dicho que no era su verdadero padre.
Olga se quiso volver a “encender”, no quería morir, sino que quería ver lo que le deparaba su destino tras aquel enorme bache. Pero como otras veces, la religión cuando alguien la guiaba no la convencía, no quería que nadie la convenciera de nada. Prefirió poco a poco, refugiarse de vez en cuando en los evangelios que gustaba de repetir y leer en voz alta.
A partir de aquella situación de “abandono” que sintió Ilaria la relación entre ambas siempre había estado muy tirante. Parecía que Ilaria se lo reprochaba a su madre pero jamás se lo dijo directamente. Olga lo intuía e intentó remediarlo.
Augusto murió cuando Ilaria tenía 16 años. Estaba muy enfermo y estando ya en el hospital, poco antes de morir, le dijo a Olga que en realidad siempre había sabido que Ilaria no era su hija. Esto dejó a Olga hundida pues sabía que Augusto aguantó el secreto toda su vida para no complicar más las cosas. Olga no se lo comentó a Ilaria.
Fue a Padua, donde Ilaria estudiaba, y en una ocasión anduvo muy cerca de romper “la coraza” de orgullo que su hija, igual que todos a lo largo de nuestra vida nos vamos formando, esa que, según Olga, con la vejez se queda hecha pedazos y todo duele extremadamente, pero no llegó a ser, quizás por falta de implicación de la propia Olga, que quería darle a su hija la libertad que ella no había tenido.
Nunca se pudo remediar esa falta de complicidad entre ambas, pues antes en la vida de Ilaria intercedió un psicoanalista que poco a poco, y a partir de engaños y trucos fue haciendo de Ilaria alguien totalmente influenciable y sin personalidad de la que aprovecharse económicamente y quien sabe si de alguna otra manera.
Por esa razón acudió Ilaria el día 8 de mayo, el día de las madres, a pedir dinero a su madre. Olga sabía de antemano lo que ocurría, su hija estaba demacrada. Con la ayuda de un abogado tenía pruebas para denunciar al psicoanalista, que acababa poco a poco con la vida de su hija sin que ella se diese cuenta, pero Ilaria no estaba de acuerdo y lo creía otra conspiración de su madre contra lo único que ella consideraba bueno en su vida.
Olga también se preocupaba por su nieta, porque Ilaria no se la había dejado ver lo suficiente desde su nacimiento, y ella ya tenía 3 añitos.
Ese día, Olga explotó y no pudo evitar decirle la verdad sobre su verdadero padre, pues Ilaria echó la culpa de todo a Augusto y a la falta de atención de ambos. Ilaria no lo asimiló, y cuando huía en coche de la casa tuvo un accidente y días más tarde murió.
Olga siempre se había sentido quieta, alguien monótono, hasta que poco después de morir su hija sintió que lo poco que había comprendido hasta ese momento se borraba y empezaba de nuevo su vida, su nieta.
Su nieta también desde pequeña había sido tremendamente sentimental, como ella. Muchas veces le hacía preguntas que en un niño no son normales, pero sabía que su nieta se dejaba impulsar por sus sentimientos, y eso era bueno.
Ya se había dado cuenta que su nieta no era como las demás. Ella seguía lo que su corazón le dictaba, y Olga lo supo el día de la elección de Buck
Su nieta, tras su décimo cumpleaños, y al verse muy influenciada por el cuento “El Principito” quería una rosa y un zorro, como el protagonista de dicho cuento. Tras varias conversaciones, decidieron dirigirse a la perrera y elegir un perro.
Pero la niña no eligió al momento como habría hecho cualquier niño que se deja influenciar por su belleza, etc. Ella eligió el perro más insignificante de la perrera, sin raza y enfermo, pero “algo” le dijo que aquel sería su compañero hasta que algo lo impidiese.
Como ya había dicho anteriormente, Olga y su nieta no se llevaban totalmente bien, existían roces. Y ambas sabían porqué estaban provocados. La muerte de Ilaria les había afectado a las dos y la nieta siempre argumentaba que había sido Olga la “culpable” de la muerte de su madre. No lo hacía directamente, pues sabía que Ilaria había muerto en un accidente, pero si la culpaba de haber hecho su vida casi un completo infierno.
La “coraza” de ambas que en un caso empezaba a formarse y en el otro ya había hecho de escudo durante mucho tiempo hacía que muchas veces no se entendieran. Olga no entendía la brutalidad de algunas opiniones de su nieta y ella no comprendía la tremenda sensiblería de Olga, aunque en realidad, sí lo hacía y más de una vez se arrepentía de lo brusca que había sido.
Pero en el libro lo que queda perfectamente claro es que ambas se adoraban mutuamente, pero no llegaban a encajar la una con la otra, porque las mentalidades y el orgullo no les ponía el camino fácil.
Finalmente la nieta decidió irse a estudiar a América, abrir horizontes y vivir su propia vida. Demostrarse que podía vivir sin su abuela. El día de la despedida no quiso bajar tampoco la cabeza directamente, sino indiscretamente le pidió que cuidara de las dos cosas que más quería, la rosa y su perro. Al tiempo Olga comprendió que en aquella “aparentemente fría” despedida en realidad le quiso dar a entender que confiaba a la única persona que realmente tenía y adoraba, sus recuerdos felices.
Esta fue la intención del diario, arreglar las cosas entre nieta y abuela. Cosas que, bajo mi punto de vista, nunca habían estado mal, sino que el orgullo y la distinta manera de pensar de ambas no habían dejado fluir los verdaderos sentimientos que ambas debían sentir y de hecho sentían.
Me parecen realmente únicas las últimas frases del libro y por supuesto el sentido global. Busca tu meta, sin prisas. Ante tus caminos siéntate, descansa, y escúchate. Escucha lo que quiere tu corazón, que es lo que tu realmente quieres y a veces eres incapaz de escuchar por cabezonería.
Si no sigues este camino al llegar a cierta edad te darás cuenta que nada en realidad te ha “llenado”. Aprovecha las oportunidades para oírte, y oír a los demás.
Opinión Personal:
Como ya dije al comenzar este comentario, el libro, bajo mi opinión puede tener tantas interpretaciones como distintas clases de lectores tenga. Los sentimientos que expresa pueden ser interpretados de muy distintas maneras. Y así fue como yo los interpreté.
Para mí, el libro es el perdón más bonito que jamás he visto. Es un arrepentimiento que sirve a ambas partes, a la que un día se equivocó al tomar las decisiones y a la parte que quizás afectó sin poderse evitar.
Me explico. Olga se arrepiente de no haber sabido elegir bien su camino, lo que realmente quería. Y se da cuenta que quizás por esta razón la relación con sus seres queridos no ha sido nunca como deseó. En su deseo de ser una madre comprensible y abierta para su hija Ilaria cupo el error de ser demasiado permisible con sus ideas.
Ilaria quizás necesitaba alguien que le plantase cara a sus ideas y convicciones y que le enseñase a ver que en nosotros siempre tiene que haber un poco de los demás. Pero Olga no quiso ser una madre que inculca sus ideas a sus descendientes y no acepta ninguna “manifestación” propia de cada uno. No quería hacer lo que su madre hizo con ella, querer que fuese apariencia. Y tanta libertad le costó a Ilaria grandes problemas de personalidad que cierto especialista supo aprovechar para controlar su vida poco a poco.
Creo que también fue la mejor manera de explicarle a su nieta que sí había cometido errores y que ya los había asumido, con el fin de que ella no los volviese a cometer y sufriese en sus carnes lo que quizás podía evitar.
Bajo mi punto de vista no fue tanto la diferencia de edad entre ambas lo que dificultaba el diálogo, sino el orgullo que a ambas, cada una a su manera, protegía en una especie de coraza. Tenían muchísimas cosas que decirse, y para nada se reprochaban mutuamente. Quizás no sabían por dónde comenzar a demostrar que realmente se querían y sufrían la una por la otra.
Lo mejor, a mi parecer, el consejo global. Busca el camino que realmente quieres, no con el que llegues antes. Párate a escuchar tu corazón.
Mucha gente dirá que eso no se oye, que eres tu quien te contestas y te puedes equivocar. Es cierto, pero si realmente te contestas tu, jamás te equivocarás y el camino elegido siempre va a ser el tuyo propio, el único que te hiciste poco a poco, y que no puede llegar a mal final.
No sé si realmente llegué a comprender el sentido de la lectura, pero lo que comprendí me ha dado que pensar, que ya es un primer paso. Si pasa por tu mente y ni si quiera te planteas algún sentido no has llegado a comprender realmente. O lo has comprendido de otra manera, que también es posible.
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