Literatura


Doña Bárbara; Rómulo Gallegos


Ensayo sobre “Doña Bárbara” y su tesis: “Hay que matar al centauro” a través de la evolución del personaje de Santos Luzardo.

Hace aproximadamente 15 minutos que terminé de leer la interesante obra de Rómulo Gallegos denominada “Doña Bárbara” y ya he sucumbido ante la tentación de escribir estas líneas. Debo admitir que me resulta muy difícil dominar mis impulsos -según mi psicólogo soy una persona muy yoica-, a ese animal que llevo dentro y me dicta hacer lo que me resulte más placentero (aunque generalmente sea un gozo a corto plazo), o por lo menos lo más bárbaro. Es irritante saber que la razón, la virtud que me distingue de cualquier otro animal, en mi se ve relegada ante el poder de mis instintos, por lo que aún espero que ésta algún día se subleve contra dicha tiranía y me convierta en una persona racional. Tengo la esperanza de que pasada esta etapa de cambios, hormonas y acné que llaman adolescencia haya sucedido el intercambio de mando anhelado. Creo que es innecesario y casi redundante mencionar que apoyo completamente la tesis de la novela anteriormente mencionada, es decir, creo firmemente que “Hay que matar al centauro”, lucha en la cual mi compromiso es tal, que estoy dispuesta a consagrar mi vida a ella.

En “Doña Bárbara” nos encontramos con un hombre de letras, Santos Luzardo, al que al volver al campo (su hábitat natal) se le presenta un conflicto: “el centauro se despierta de su prolongado letargo y comienza una corrosiva batalla contra la racionalidad e idealización de la civilización que habían dominado su ser desde muchos años atrás”. La historia de la vida de Santos nos muestra que la barbarie ha diezmado a su familia ya que la generación familiar de su progenitor inició una guerra fraternal por territorios que acabó entre otras, con las muertes de su hermano y su padre, siendo ésta tan feroz como las constantes luchas de las fieras con individuos de su misma especie por el dominio de una presa, territorio, o por el poder entre los pares - como se ve cuando el Cabos Negros lucha contra un caballo de El Miedo por su tropilla-. De esto, podemos deducir que el protagonista también lleva en sus genes esa irracionalidad, o que el campo conduce a este tipo de actitudes, -aunque por sentirme más identificada con la primera, y creer en el la influencia del determinismo naturalista, será la que desarrollaré-. En vano intentó la madre de Santos arrancar de raíz el cáncer que había destruido a su familia , llevándolo a la ciudad. En Caracas, Santos “... se entregó con ahínco a los estudios...”, “La vida de la ciudad y los hábitos intelectuales habían barrido de su espíritu las tendencias hacia la vida libre y bárbara del hato...”, es decir, la civilización embriagó al Centauro, mas lamentablemente no lo erradicó, por lo que el efecto narcótico desapareció al finalizar su contacto con la ciudad, y en la convivencia con la sabana, renació su lado salvaje como ese amor que uno da por superado, pero que en el reencuentro revuelve todos los sentimientos y nos trae la duda (“... al pronunciar el ... lugar aciago, causa de la discordia que destruyó a su familia, sintió que surgían ... torvos sentimientos... ¿odio de los Luzardos por los Barqueros, la pasión de la cual se creía exento?”) . Es quizá una exageración decir que el aire del llano fue el causante de dicha reaparición, pero según mi parecer, éste los resume a todos, puesto que engloba el contacto con personajes animalescos como Doña Bárbara y Mister Danger, la situación de tener que demostrar sus habilidades de llanero o domador para ser respetado por sus peones (y no las de oratoria a las que la civilización lo había acostumbrado), la percepción de un sistema judicial corrupto - que para un abogado idealista puede llegar a ser muy frustrante - y la sensación de ir contra la corriente, que hasta los que están de su lado no apoyan su forma de actuar (como cuando sus peones se ven reticentes a poner un alambrado como frontera con EL Miedo).

El resurgimiento del espíritu aventurero comienza a observarse en él cuando abandona el propósito de vender el hato e irse a Europa -el templo de la civilización- para permanecer es su tierra natal y “... consagrarse a la obra patriótica, a la lucha contra el mal imperante (las injusticias, Doña Bárbara), contra la Naturaleza (que debe ser modificada en nuestro beneficio) y el hombre (que necesita ser civilizado, como lo fue Marisela)...”, ya que “...en aquella decisión hubo... mucho del impulsivo escapado de la disciplina del razonador, al contacto con el medio propicio: la llanura semibarbara... , pues bastó que el bonguero ponderase los peligros que corría quien intentara oponerse a los planes de Doña Bárbara para que él desistiese de su propósito de vender el hato”. Esta cita textual nos demuestra que a Luzardo además de su objetivo altruista y racional de civilizar la llanura, lo que realmente lo motivó a quedarse en Venezuela, fue vivir el desafío que representaba enfrentarse a Doña Bárbara y la salvaje e intempestiva curiosidad de comprobar o refutar los mitos populares (como los poderes sobrenaturales de dicha mujerona o su famosa crueldad), y así, por un impulso, al volver a la sala donde había perecido su padre y se encontraba la lanza filicida, dejó de lado sus dudas y decidió abandonar su sueño ideal de convivir con la “civilización europea”, para internarse en el aislamiento de su hato junto con los hombres salvajes que habitaban la llanura. A esto es lo que Lorenzo Barquero se refiere con la frase: “¿Tu también oíste la llamada?¡Todos teníamos que oírla!”, ya que al escuchar que Santos ha decidido encargarse de Altamira, se da cuenta que está repitiendo su propia historia, es decir, la haber regresado de Caracas a la llanura por el llamado de la barbarie (en su caso el de vengar a su padre), y que ésta lo arrastre a la completa ruina, tal vez demostrando su acierto cuando en sus días de estudiante repetía hasta el hartazgo: “... el centauro es la barbarie, y por consiguiente hay que acabar con él” durante sus discursos sobre historia nacional (venezolana). En un momento de lucidez mental, Lorenzo le advierte a su primo que sus destinos son iguales (por su sangre llanera), y que el éxito que ambos vivieron en la ciudad fueron sólo mentiras o espejismos del trópico, pues ellos le pertenecen a la llanura: “la devora de hombres” , quien les ha marcado el alma (como a animales de un hato), los ha hechizado para que con un llamado vuelvan a ella, su dueña, y los convierta en piltrafas humanas como ya lo hizo con él. Obviamente, Santos cree que su primo delira por su estado alcohólico, y decide continuar con su empresa: civilizar el llano, “donde la fuerza todavía es derecho...” para lo que planifica fundar queseras -útiles para el amansamiento del ganado cimarrón o salvaje- y cercar el hato - y así terminar con la pasión favorita del llanero: el cachilapeo, que le quitaba el estímulo de la cría, para lo cual, según Antonio Sandoval primero debía cambiar el modo de ser llanero, haciendo que este aceptara la cerca, cuando uno de sus mayores placeres era el de pensar que había cachilapeado muchas reses de su vecino, mientras que sus reses permanecían seguras en su estancia.

Con el correr del tiempo la bestia fue fortaleciéndose, y la razón debilitándose (al descubrir que en el llano con ésta no lograba sus cometidos, como le sucedió numeradas veces en el juzgado, en el que las leyes se hacían a medida de su adversaria -como la “ley del llano”- o no se cumplían como en el caso del asesinato de Carmelito). Esto llevó irremediablemente a una lucha interior más equitativa entre las dos fuerzas que jugaban en su mente: la razón versus los impulsos, en la que el ganador daría las características al modo de vida de Santos Luzardo. La alteración del balance anteriormente mencionado se observa cuando el protagonista luego del asesinato de Carmelito, comienza actuar de manera intempestiva, ya que su paciencia se agotó con este incidente y no estaba dispuesto a seguir sufriendo injusticias. Así, Santos resolvió hacer justicia por mano propia, y dejar fluir toda la violencia (o barbarie...) acumulada, por lo que como primer medida se dirigió a la casa de los mondragones (en el Macanillal) y con un revólver y tras algún forcejeo los obligó a quemarla, arrastrarse hasta Altamira y entregarse a la justicia de los llanos barineses, de la cual eran prófugos. Es importante destacar que para ese entonces, Santos ya no era el mismo hombre que respetaba procedimientos legales, era enemigo de las represalias, y deseaba exterminar la barbarie, sino que había liberado a su centauro de las rejas de la razón, y le había dado el control de si mismo, por lo que estaba dispuesto a terminar con sus enemigos para luego, en paz, comenzar la obra civilizadora. Posteriores arrebatos, lo llevaron a meterse (2 veces) con sus peones en tierras de El Miedo “ ... a parar rodeos sin cumplir el requisito de pedirle permiso...” a Doña Bárbara y acudir a una cita de “la dañera”una noche oscura solo con su arma, y dispararla en el contacto con El Brujeador! Sin embargo, lo más curioso resultó ser que no dudó ser el asesino de Melquíades, cuando con un simple razonamiento se hacía imposible no atribuirle dicha muerte a Pajarote (tan es así que Marisela al escuchar el relato de su boca lo descubre casi instantáneamente). Al comprender que no era un asesino, Santos pensó que todavía había vuelta atrás, y que la educación de Marisela no había sido vana, sino que lo alentaba a retomar su camino inicial. De esta manera, la razón y barbarie tuvieron su lucha final equitativa, venciendo la primera y dejando al centauro envuelto en su letargo final.

Como se ha demostrado anteriormente, la barbarie arrastra a la humanidad a llevar a cabo actos violentos, que llevan a la autodestrucción, es por esto que “se hace neceseario matar al centauro” y liberarnos de su influencia embrutecedora, pero por ser éste parte de nosotros mismos (como una mano o un ojo) nos encontramos con que matarlo a él significaría mutilarnos, y por lo tanto, debemos conformarnos con mantenerlo aprisionado por las redes de la razón. Espero, estimado lector, que haya quedado relativamente clara la hipótesis de Rómulo Gallegos a través de este humilde ensayo, pues al ser “Doña Bárbara” una novela de tesis (ya que a lo largo de ella el autor intenta probar que hay que matar al salvaje que el hombre tiene adentro y dejar florecer la civilización) consideré que ese era el elemento más importante de la obra y por lo tanto el plasmado en estas líneas. Además, la característica mencionada, junto con la descripción de las costumbres, lenguaje, ideosincracia, geografía venezolana y el cuidado de la forma modernista hacen posible que dicha novela forme parte del movimiento criollista.

Palabras: 1827

Lineas: 122

Cachilapeo: caza a lazo de ganado no herrado que se encuentra dentro de los términos del hato.




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Enviado por:Candle
Idioma: castellano
País: Argentina

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