Existen tres grandes problemas que afrontar referidos al público:
Quién sabe leer (analfabetismo), es un fenómeno social:
En el Antiguo régimen en España, existió un alto índice de analfabetismo, es decir, personas que quedan al margen de la civilización de la escritura.
El saber quién es o no analfabeto es una cuestión compleja.
En estos siglos, alrededor del 75% de la población queda excluida del circuito del libro.
La población que sabía escribir era el clérigo, la nobleza, especializados en la materia (notarios, profesores, escribanos, …), comerciantes, mercaderes y algunos funcionarios o criados que vivían con familias ricas.
Quién tiene la posibilidad de leer (precio de los libros), es un fenómeno económico:
En los siglos de oro españoles, no existían bibliotecas abiertas al público, por tanto, lo más corriente era que el lector tuviese que comprar los libros si quería leerlos.
Al margen de la compra, otra forma de adquirir libros era mediante las almonedas, que son sitios donde se pueden comprar a bajo precio los libros.
También se podía a través de préstamos o por ejemplo, un criado accedía a la librería de la familia con la que trabajaba.
Quién llega a adquirir la práctica de la lectura (interés por la lectura), es un fenómeno cultural:
Hay una gran falta de interés por la lectura. Aunque a medida que avanzan los siglos, el interés va aumentando.
La literatura de entretenimiento aumenta el interés. En los s. XVI al XVIII, el tener libros daba prestigio.
Había clases sociales que tenían interés por la lectura, que generalmente, coincidía con los que escribían.
2.INVENTARIO DE BIBLIOTECAS PARTICULARES.
Son muy pocos los inventarios que se han estudiado y por otra parte, los que se han podido descifrar son aquellos que pertenecen a personas relevantes (grandes cortesanos, nobles, …), no se han estudiado inventarios de gente más humilde.
Éstos son una lista de libros que existían en la casa de personas que a la hora de morir, se hacía un inventario.
A partir de su estudio, existían tres tipos de bibliotecas:
Bibliotecas ricas: tenían más de 500 libros y se caracterizaban porque tenían distintas temáticas (religión, devoción, clásicos, científicos, poesía, pintura, …).
Estas bibliotecas pertenecen a las personas más privilegiadas de la sociedad.
Bibliotecas con importancia (200-300 libros): tenían menos variedad de libros, las principal característica era que son muy especializadas, técnicas, … los propietarios eran personas de clase liberal.
Bibliotecas pobres: tenían unas decenas de libros y son los inventarios menos estudiados. Por otro lado, son las más frecuentes.
Características:
Poca variedad temática (casi todos de religión).
Pertenecían a personas poco pudientes, pero que sabían leer (del bajo clero, artesanos, mercaderes, …).
El estudio de los inventarios es necesario para el estudio del libro y la lectura. Sin embargo, existen algunos problemas al usar esta fuente para el estudio de la lectura:
Normalmente, en estos inventarios existe una gran falta de precisión: libros mal citados, con excesiva rapidez, … Lo que hace muy difícil la identificación de los libros.
Muchos de los inventarios estudiados, solamente reflejan libros de carácter técnico.
El tener una biblioteca, no supone que el propietario lea. Además, habrá personas que hayan leído libros que no aparecen en sus bibliotecas. Los inventarios recogen como mucho, los gustos de una persona en un momento determinado.
Generalmente, en los inventarios no aparecen citadas ni las obras de entretenimiento, ni los manuscritos (algo fundamental, puesto que es lo que más se leía).
En definitiva, los inventarios son una fuente indispensable para el estudio de la lectura. Pero existen otras fuentes para acercarse a este estudio:
Declaraciones de los pasajeros de Indias: cuando las personas viajaban a América, eclesiásticos de la Inquisición les hacían preguntas a los pasajeros, entre las que se incluía qué libros llevaban en el viaje. Esos datos se registraban en le Archivo General de México.
Gacetas, avios y libros de viajeros: personas que por distintos motivos, iban anotando todo aquello que veían en su viaje.
Autobiografías del siglo de oro: permiten vislumbrar las aficiones literarias de los autores.
Cartas o correspondencia particular: deben reunir una especial atención, ya que no son documentos para publicar, por lo que son indicios de lectura más reales, más precisos.
Las propias obras literarias y las piezas preliminares de lectura (dedicatorias, prólogo, …): en ellas se pueden ver influencias de los que lee el autor.