Maestro, Especialidad de Educación Infantil


Doctrina católica


PREGUNTAS DOCTRINA CATÓLICA

1.Explica las actitudes: exclusivista, inclusivista y pluralista en el contexto del diálogo interreligioso.

El exclusivismo o modelo de universo eclesiocéntrico, interpreta de manera rígida el axioma Extra Ecclesiam nulla salus. La salvación de todos y cada hombre llega desde Jesucristo exclusivamente por medio de la predicación y acción sacramental de la Iglesia. La afirmación enfatiza la unicidad de Jesucristo y oscurece su universalidad y, desde luego, descalifica de manera absoluta desde el punto de vista soteriológico a todas las religiones no-cristianas. Cristo contra las religiones, cabría decir; todas son falsas y carecen de todo valor soteriológico: el cristianismo es la única religión verdadera por ser la revelada y camino único de salvación. Es una postura que corresponde sobre todo a los círculos evangélicos fundamentalistas propios del mundo protestante.

El inclusivismo es un modelo de universo soteriológico cristocéntrico. No nos gusta el término pero corresponde a la posición compartida hoy por muchos teólogos católicos. Jesucristo revelador definitivo de Dios y camino de salvación para todos los hombres está presente activamente por su espíritu en las religiones no-cristianas. Toda salvación procede de Jesucristo, el Espíritu Santo es el agente y protagonista de la universalización de esta salvación y las tradiciones religiosas tienen un papel positivo, sacramental diríamos, en la economía de la salvación si bien la plenitud de medios de salvación se encuentra en la Iglesia católica. Cristo está no contra sino en las religiones.

El pluralismo es un modelo geocéntrico de universo soteriológico. De Cristo contra las religiones y Cristo en las religiones, fórmulas del exclusivismo e inclusivismo, pasamos a la fórmula del pluralismo que es Cristo y las religiones. Las religiones son valoradas como caminos de salvación querido por Dios para sus adeptos como lo es la Iglesia católica para sus fieles. Así se fundamentaría adecuadamente el universalismo de la salvación y el reconocimiento de la identidad de las religiones no-cristianas, con lo que se posibilitaría un verdadero diálogo y encuentro interreligioso, cosa que no lograría la teoría cristocéntrica inclusivista.

Se habla de cambio de paradigma y revolución copernicana que consiste en pasar de un modelo de universo cristocéntrico a un modelo teocéntrico en el sentido de que la fe gira no en torno a Cristo, que no tendría una función normativa en la salvación, sino que todas las religiones, y el cristianismo como una más, giran en torno a Dios que las quiere positivamente como caminos de salvación para sus adeptos, como quiere la salvación de los bautizados dentro del cristianismo.

2. Explica la importancia del diálogo religioso para la paz: (Discurso de máximos mínimos).

El diálogo tiene valor por sí mismo, como mutuo enriquecimiento y camino hacia una experiencia más rica y una comprensión más amplia, hacia la conversión y vida más fiel. Pero el diálogo no se opone al anuncio, sino que sin ser instrumentalizado en función de él, lo prepara y le imprime su forma, o sea, lo convierte en anuncio dialogal. En el anuncio el cristiano proclama su experiencia y su convicción de fe de que en Jesucristo se encuentra una forma de revelación y salvación, una forma de autocomunicación de Dios al hombre Jesús primero y, a través de él, por su mediación, a todos los hombres, que es única y lleva a plenitud todas las demás y por eso es normativa para todos los hombres.

El cristiano no puede exigir ese reconocimiento como condición de diálogo, deberá realizarse sin pretensiones de superioridad, pero el diálogo desemboca por sí mismo en el testimonio y esa es la forma fundamental de anuncio. Ese anuncio no se hace en el vacío, sino que el Espíritu está presente y activo en ambos interlocutores. Y el diálogo se traduce en formas de convivencia amistosa y de colaboración en la promoción de la justicia, la liberación y la paz.

Adela Cortina propone la ética del diálogo que parte de una distinción:

-Ética de Máximos: propuestas de felicidad (pretensión de universalidad)

-Ética de Mínimos: Exigencias de justicia (son universales)

Esos Mínimos se construyen en el diálogo entre Máximos. La Iglesia debe entrar en el diálogo haciendo comprensible para la sociedad lo que ella piensa; no debe imponer.

3. Ateísmo, agnosticismo y neoagnosticismo (explicación, paso entre agnosticismo y neoagnosticismo).

El término “ateísmo” enuncia la negación del contenido del término “teísmo”. El teísmo se podría definir como aquella actitud filosófica que intenta una demostración exclusivamente racional de Dios a partir de la cual no quede el menor resquicio a la duda. Se trata de la pretensión de una demostración al modo de la lógica o de las matemáticas que lleve a una conclusión incontrovertible.

Frente al teísmo surge el ateísmo que con argumentos contrarios intenta demostrar la no existencia de Dios.

El resultado del teísmo es un dios estrictamente filosófico que nada tiene que ver con el Dios de la experiencia de fe, por lo que los atributos que se le otorgan poseen un rango eminentemente antropomórfico. El ateísmo propiamente es el intento racional de negación del dios filosófico y no del Dios de la fe. Que los argumentos a favor de su existencia o de su no existencia sean antinómicos supone que en sí mismos no pueden ser concluyentes revelando ambos su insuficiencia.

A Dios no se le puede demostrar de un modo definitivo y satisfactorio desde la pura razón, pero tampoco negar. Dios no se demuestra al modo de las verdades científicas, sino que se muestra al creyente en un nivel experiencial. Se trata de la experiencia de encuentro en que consiste la fe.

Un ateísmo puramente teórico hoy es insostenible aunque podamos hablar de un ateísmo práctico, consistente en ordenar la vida, consciente o inconscientemente, bajo el supuesto inconstatable de que Dios no existe.

Ateísmo y agnosticismo según Tierno Galván:

  • En la expresión de ser ateo, el verbo ser subsume; mientras en la frase ser agnóstico, el verbo ser predica.

  • El ateo es alguien que dice NO. No se trata de un NO de disensión, sino de un NO de una negación de una actividad que niega una afirmación.

  • e trata de la última negación posible, tras la cual no queda posibilidad de rectificación y que expresa una actitud global de la persona.

  • En toda negación existen dos niveles posibles: a)Negación como desacuerdo, b)negación como afirmación que niega totalmente una afirmación.

  • Cuando el ateo niega a Dios lo que está diciendo es que no quiere que exista.

  • Repudiando hasta cierto punto se acepta lo que se rechaza, pues: a)en la negación como afirmación se sostiene, al menos lógicamente, lo contrario, b)la independencia que hace la negación absoluta una afirmación que afirma negando su propia negatividad, es una negación dialéctica que implica una dependencia y un compromiso.

  • Al ser una actividad que niega, la negación supone el compromiso de admitir como necesaria la existencia (aunque sea como hipótesis) de lo que niega, para que la afirmación tenga sentido.

  • El ateo es un hombre que niega la existencia de Dios permanentemente comprometido con la hipótesis de la posibilidad de la existencia de Dios.

  • Decir soy ateo es decir: Yo soy un hombre que necesita de la posibilidad de la existencia de Dios para que mi negación sea una negación que se afirma como una actitud global. De no ser así, cambiaría la proposición “soy ateo” por “yo pienso que Dios no puede existir”.

  • Tierno Galván pretende alcanzar un posicionamiento descomprometido para su increencia y cree encontrarlo en la opción agnóstica:

    1. Un agnóstico es alguien que dice “soy agnóstico” porque el predicado agnóstico no condiciona sustancialmente al sujeto.

    2. No hay un condicionamiento global que provoca una actitud global de la persona sino la aceptación de un hecho que impide aceptar otro.

    3. Decir “soy agnóstico” es decir “yo vivo perfectamente en la finitud y no necesito más”.

    4. El agnosticismo no es un atributo esencial de la existencia. Esto permite al agnóstico integrarse en la finitud con toda perfección. La finitud es su único compromiso.

    5. “Ser agnóstico es no echar de menos a Dios”.

    6. La finitud en sí misma es satisfactoria.

    7. El agnóstico aparece como un “hombre liso” frente al ateo y al religioso que aparecen como hombres con dobleces y complicaciones.

    8. Estar perfectamente en la finitud significa: a)Aceptar cada una de las posibilidades que nos ofrece la finitud. Incluso sus imperfecciones; b)aceptar lo imperfecto formando parte de la instalación perfecta en lo finito.

    9. No es posible conocer nada que no esté dentro de las posibilidades de nuestro conocimiento. Y éste se agota en lo finito.

    10. La proposición “Dios existe” sólo es posible conocerla como una proposición cuyo significado se acaba en lo que expresa el sentido de la propia proposición.

    11. Luego, el agnóstico puede admitir un Dios real en cuanto finito.

    Esta última afirmación puede dar razón del paso del agnosticismo al neoagnosticismo (Nueva Era).

    4. Valoración crítica del agnosticismo de Tierno Galván.

    Como hemos dicho en la pregunta anterior, Tierno Galván afirma “soy agnóstico” y ese “ser” predica pero no compromete, sólo acepta un hecho que impide aceptar otro, pero cae en una contradicción performativa, ya que el agnóstico puede admitir un Dios real en cuanto finito.

    5. Explica en que consiste la New Age y realiza una valoración crítica.

    La Nueva Era es humus y fuente de inspiración de los Nuevos Movimientos Religiosos; si bien es verdad que se dan ciertas condiciones sociológicas que favorecen el surgimiento de la misma, tal circunstancia ha sido aprovechada por ciertos centros de poder para promoverla con un propósito muy concreto.

    El cardenal Danneels formuló una definición de la New Age: “Es difícil definir la Nueva Era. No es una religión, pero es religioso. No es una filosofía, pero es una visión del hombre y del mundo, además de ser una clave interpretativa. No es una ciencia, pero se basa en leyes “científicas”, aunque haya que buscarlas en las estrellas. La Nueva Era es una nebulosa que contiene esoterismo, ocultismo, pensamiento mítico y mágico sobre los secretos de la vida, y unas migajas de cristianismo todo ello mezclado con ideas procedentes de la astrofísica”

    Su difusión aparece claramente ligada a la obra divulgativa: “La conspiración de Acuario” de la periodista estadounidense M. Ferguson. A partir de los años 80 comienza a hacerse sentir una campaña de divulgación que parece contar con la anuencia y los recursos de grandes multinacionales del Cine.

    No es difícil actualmente orquestar campañas de marketing, con el fin de inducir determinadas ideas y comportamientos en el seno de la sociedad.

    La peculiaridad de nuestra época hace posible dos fenómenos: la aceptación de propuestas religiosas que respondan a los interrogantes sobre el sentido, aunque sea de forma ficticia y la asunción acrítica de un reencantamiento de la sociedad.

    Hay muchos indicios, según La instrumentalización del tema de nuestro tiempo de Rafael Ortiz, de que los centros de poder han utilizado la New Age para llegar a una moral neocapitalista, ya que es muy difícil encontrar legitimidad doctrinal alguna en cualquiera de las confesiones cristianas (ya que critican la moral que sostiene el neocapitalismo).

    6. Compara críticamente las enseñanzas de la New Age con las del cristianismo.

    -En las enseñanzas del Cristianismo Jesucristo es la segunda persona de la Trinidad hecha carne. Jesús, en tanto que persona, posee una naturaleza divina y otra humana, comunicadas entre sí pero no confundidas la una con la otra. Jesucristo es el único y universal salvador. Mientras que en la Nueva Era Cristo es un simple maestro de humanidad, uno más entre muchos que ha habido y habrán en la historia. Se trata de un hombre que ha logrado alcanzar cierto nivel superior de supraconciencia, y por ello ha sido poseído por la conciencia crística. Conciencia que, otros maestros como Buda, Krisna, etc… han compartido. Estamos, pues, ante una especie de adopcionismo.

    -En las enseñanzas del Cristianismo el hombre es pecador y morirá una sóla vez debiendo comparecer ante un Dios de justicia misericordioso. Mientras que en la Nueva Era el pecado no existe, sólo la ignorancia o imperfección, debido a estar en un nivel de conciencia inferior, que podemos superar con las técnicas adecuadas. Se admite la reencarnación, como salto a un nivel superior de conciencia.

    -En las enseñanzas del Cristianismo la salvación nos viene dada por gracia de Dios, a través del Misterio pascual de Jesucristo; mientras que en la Nueva Era se propugna una especie de pelagianismo, o visión optimista de la persona humana. La persona se salva por su propio esfuerzo, ya que alcanza por sí misma la perfección mediante diversas técnicas.

    -En las enseñanzas del Cristianismo hay un solo Dios personal distinto de la creación; mientras que en Nueva Era no existe un Dios personal. Se propone un panteísmo emergente: la Tierra (Gaia) es la diosa por excelencia.

    -En las enseñanzas del Cristianismo existe una necesidad de orar. De encuentro y comunicación con Dios; mientras que en la Nueva Era se propone un modo de meditación que no deja de ser un diálogo consigo mismo, sin abrirse a la transcendencia y a la relación con un Dios personal. Son frecuentes las prácticas esotéricas, espiritistas, adivinatorias, ocultistas, mágicas, de chaneling, etc…

    -En las enseñanzas del Cristianismo la consumación final del tiempo y de la historia (escatología) queda remitida a la definitiva venida de Cristo (Parusía); mientras que la Nueva Era se debate entre la transformación de lo existente desde sí mismo o la llegada de seres de otros planetas.

    En las enseñanzas del Cristianismo el único Dios es el creador absoluto y los hombres somos sus criaturas; mientras que en la Nueva Era hay una imagen del hombre con poderes casi infinitos, con posibilidades de llegar a ser como Dios. Se trata, según muchos autores, de la reproducción del arquetipo bíblico del pecado original.

    7. Formas de increencia existencial según Martín Velasco.

    Nos referimos a las posturas en las que el hombre ignora en la práctica al Absoluto y prescinde de él en su vida. Las formas más importantes son la indiferencia propiamente religiosa; y el agnosticismo:

    -La indiferencia religiosa: A veces se designa con ella la situación de los que adolecen de falta de práctica religiosa en un nivel bastante considerable. Más precisamente era utilizada para designar la postura de quienes piensan que todas las religiones son idénticas y ninguna, por tanto, merece la adhesión incondicional que todas reclaman. Indiferentismo es sinónimo de igual estima y, ordinariamente, de igual falta de estima hacia las distintas religiones.

    Pero ya desde el siglo pasado viene incubándose en Europa una nueva y más peligrosa actitud frente a la religión que pronto recogerá un uso nuevo del término indiferencia, en ella la indiferencia constituye el grado más elevado de alejamiento. En él pueden distinguirse todavía dos grados diferentes. El primero es la indiferencia religiosa propiamente dicha que comprende falta de curiosidad hacia lo religioso, falta de atención a su existencia y sus formas, insensibilidad a sus contenidos y a los estados de ánimo que suscita y falta de aprecio hacia el valor que representa. Pero puede darse un segundo grado, más radical si cabe. Se produce en aquellas personas que viven en una completa insensibilidad hacia las mismas cuestiones; hacia las dimensiones de profundidad, ultimidad, sentido, totalidad en las que se enraíza el ejercicio de la dimensión religiosa.

    -El agnosticismo: El sujeto no se contenta con instalarse en una postura vital, sino que intenta una justificación teórica más o menos desarrollada de la misma. Su significado ha ido evolucionando. En el lenguaje de la teología católica, “agnosticismo” significa la doctrina filosófica representada sobre todo por la filosofía crítica kantiana, según la cual, el conocimiento teórico de los objetos metafísicos es imposible. También lo definió el Concilio Vaticano I como la doctrina de la posibilidad del conocimiento de la existencia de Dios por la razón natural.

    En el s-XIX también se definió agnóstico como el que carece o prescinde de toda sabiduría (agnosis) entendiendo por sabiduría un conocimiento que pretenda llegar a conclusiones sobre la totalidad de lo real o plantear cuestiones últimas. Es una postura positivista según la cual la ciencia agota las posibilidades del conocimiento racional en sentido estricto, relegando las otras formas de conocimiento a la esfera del sentimiento, la poesía, el mito, etc…

    El agnosticismo era considerado la postura de los filósofos que no se atrevían a confiar en todas las posibilidades de la razón. Enrique Tierno Galván recupera el término y convierte el agnosticismo en seña de identificación para muchos de lso no creyentes españoles en los últimos años y en alguna medida, en moda intelectual. El agnosticismo se situaría no entre la fe y la increencia, sino más allá de estas dos posturas contrapuestas, al permitir al sujeto salir de una vez de la implicación con el objeto que suponen tanto la fe como la increencia. Ser agnóstico no condiciona sustancialmente al sujeto. La actitud del agnóstico consiste en instalarse en el horizonte de la finitud.

    8. Formas de increencia positiva según Martín Velasco

    Increencia positiva es aquella en la que el sujeto no se contenta con ignorar a Dios, ni con creer que no existe, sino que, bajo formas diferentes, recurre a su negación como medio para afirmarse. Existen las siguientes formas de increencia:

    -Del agnosticismo científico a la increencia positiva: La explicación de la realidad por la ciencia ha constituido una dificultad para la afirmación de la existencia de Dios. Estas dificultades se agudizaron a lo largo de la época moderna y se divulgaron a partir del sigo XIX. Las dificultades se centraban en dos frentes: el primero se alimentaba de la oposición entre el conocimiento científico, decretado único válido, y el metafísico, en el que se inscribía el conocimiento de Dios. El segundo, oponía las conclusiones, los resultados del saber científico a elementos propios de la visión científica que habían acarreado las tradiciones religiosas, como el origen empírico del mundo, la aparición de la especie humana, etc… Un conocimiento mejor de esas tradiciones disipó esta fuente de dificultades al establecer los órdenes distintos de realidad en que se sitúan las afirmaciones religiosas y sus explicaciones teológicas y las conclusiones de la ciencia. Se produjo una clarificación semejante cuando se tomó conciencia del tipo diferente de conocimiento que ejerce el saber científico y el que desarrollan la filosofía y la teología. Se llegó así a una especie de tregua que reconocía un ateísmo metodológico como forma de proceder propia de la ciencia, condenada a ignorar una realidad que por definición no se somete a las exigencias del saber sometido a verificación y falsación. Esta suspensión de todo juicio científico en relación con la existencia de Dios parecía sancionar el agnosticismo como postura más coherente con el quehacer científico. Esto hizo que el ateísmo sostenido desde posturas científicas perdiera bastante de su virulencia. Pero sería excesivo pensar que ha desaparecido de la conciencia actual. No faltan intentos, por parte de científicos, de romper las fronteras de esa limitación a lo empírico en que parecen querer encerrarla los filósofos. Cuando no se tienen razones suficientes para afirmar la existencia de algo ya se tienen razones suficientes para negarla. Y ese sería el caso de Dios. Por lo que se propone el ateísmo como única actitud coherente con las exigencias de la ciencia. El uso de la ciencia extiende una mentalidad positivista sobre las personas que no cultivan las ciencias, que se convierte para muchos en una especie de fe en la ciencia que les hace esperar de la ciencia la solución de todos los problemas pendientes del hombre y cierra sus conciencias incluso a la posibilidad de una salvación de otro orden. El agnosticismo científico sigue prolongándose en negaciones expresas de la existencia de Dios y en actitudes vividas de exclusión que reproducen las teóricamente superadas actitudes positivistas.

    -La increencia de signo humanista: La afirmación de Dios sólo puede hacerse a costa del hombre, de la autonomía de su razón e incluso de su libertad. Las increencias propagadas a partir del siglo XVIII coinciden con frecuencia en ser diferentes modulaciones del homo homini Deus, el hombre es Dios para el hombre, del padre del ateísmo moderno L. Feuerbach. La negación de Dios pasa a ser así la codición para una realización del hombre que responda a todas sus exigencias y posibilidades. Estas negaciones van a concretarse en dos corrientes. La primera la vamos a denominar prometeica, la segunda se sitúa bajo el patrocinio de Sísifo:

    1. La increencia prometeica: Se trata de esas posturas que reconocen en el hombre aspiraciones, proyectos, principios que le remiten más allá de su actual realización personal y social histórica. Reconocen en el hombre una tendencia irreprimible a la superación de los estados por los que personal y socialmente va pasando. Descubren que cada realización humana es convertida por el hombre en trampolín hacia nuevas conquistas. El hombre es empujado por su misma naturaleza a superar todas las realizaciones que consigue. No dispone en este movimiento permanente de trascendimiento de otros recursos que los que él mismo se da. Su razón, su ciencia, su dominio de la naturaleza por la técnica, su capacidad de organizar la sociedad. Los medios de que se ha dotado a sí mismo el nuevo Prometeo que es el hombre actual son la ciencia, el dominio de la naturaleza por la técnica, la burocracia, el progreso económico…

    2. La increencia desesperada: Es la actitud de los que, habiendo sufrido la decepción de muchas promesas, habiendo constatado y constatando cada día la marca indeleble de la finitud en todos los logros personales y sociales del hombre, rehúsan la posibilidad misma del infinito, declaran sueño o ilusión cualquier proyecto que pretenda sacar al hombre más allá de sí mismo y renuncian a realizar la condición humana de otra forma que en la medida finita de las posibilidades que ofrece la vida en el mundo y la historia. Se trata en todos los casos de la actitud desesperada de quien “no quiere desesperadamente ser uno mismo”, porque no tiene otro patrón para la medida de lo posible que la suma de sus posibilidades finitas. Es la imagen misma de Sísifo, cargando con la piedra de su condición, teniendo que subir la pendiente con ella antes de llegar a la cima y repetir su gesto indefinidamente. Este tipo de no creyentes sigue estando representado entre los hombres de nuestro tiempo. Son aquellos a los que se refería el Concilio al pensar en “los que no se atreven a creer”.

    9. Valoración crítica de la increencia como protesta contra el mal

    Es la increencia desesperada de Sísifo. Es la forma de increencia que se basa en el escándalo que produce la experiencia del mal, el sufrimiento, el fracaso, la culpa, la violencia y la injusticia, la muerte. Esos hechos en los que se hace presente un misterio de iniquidad que parece poner en entredicho la existencia de un misterio inteligente y bueno como origen y meta del devenir humano. Ese cúmulo de experiencias negativas que alguien ha llamado “la roca del ateísmo”. La confrontación con esos hechos ha provocado en el hombre la rebeldía. Ha provocado también la desesperación ante la experiencia del más completo sinsentido y ha conducido en muchas ocasiones al rechazo doloroso, y como a pesar suyo, de Dios por muchos hombres de bien, incapaces de encajar la confianza en un Dios bueno en medio de ese cúmulo de desgracias que ellos interpretan como una manifestación de la injusticia y una descalificación radical del bien. Este rechazo da lugar a lo que Rahner llamó el ateísmo preocupado. Pero esta “auténtica experiencia de la más profunda existencia” puede ser tenida también por un testimonio del “crecimiento de Dios en el espíritu de la humanidad”. Ese ateísmo preocupado se asemeja a esas situaciones oscuras para la fe en las que ésta reconoce a Dios desde su ocultamiento, dirigiéndose a él como “el hombre Job habla a su Dios” o como al “Dios de nuestra noche”. A esa forma de ateísmo se refiere la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual cuando dice: “El ateísmo nace a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo…”. Una reacción que en la medida en que manifiesta la rebeldía contra lo que no es en modo alguno admisible, constituye una manifestación de la nostalgia- anhelo hacia lo totalmente otro- que no deja de ser un testimonio, en negativo, de la presencia del Absoluto.

    10. Diferencia entre Nuevos Movimientos Religiosos y Nuevos Movimientos Eclesiales.

    Los NMR proponen un dios hecho a imagen y semejanza del hombre, un dios al modo y manera de una autocomprensión humana en muchos casos devaluada y deficitaria, diría: un dios antropomórficamente posmoderno. Más que un panteísmo se trata de un panteísmo inmanentista, donde todo posible ente es material, y por tanto finito, y donde sólo cabe un dios finito o susceptible de ser pensado en categorías de finitud.

    Los NMR constituyen una reacción frente a la situación sociocultural, por una parte, y frente a determinadas carencias de las religiones tradicionales, por otra. En cuanto a lo primero, cabe señalar como aspectos de esta situación que han podido desencadenar el surgimiento y desarrollo de los NMR, por una parte, las carencias (en relación con la necesidad humana de un sentido para la vida) de la civilización científico-técnica y de las formas de vida que impone, así como la incapacidad de responder a una necesidad de las religiones establecidas, fuertemente burocratizadas y oficializadas. Este hecho explica el surgimiento de los movimientos vagamente religiosos y las espiritualidades apenas institucionalizadas, estilo “Nueva Era”, y tal vez el de los que componen la constelación místico-esotérica ocultista.

    Los NME son formas de asociación dentro de la Iglesia Católica que se inspiran en el carisma personal de un sacerdote o laico, exceden el marco organizativo territorial de la Iglesia (diócesis, parroquia), surgen como expresión de un cierto grado de insatisfacción respecto del contexto sociocultural de inserción y del modelo eclesial vigente, tienden a constituir “comunidades de sentido”, con una fuerte identidad grupal y pertenencia religiosa; tienden a ocupar el espacio vacante dejado por las antiguas formas de organización del laicado (tipo Acción Católica) y por las órdenes y congregaciones religiosas. Su nacimiento se ubica generalmente en Europa en la década de los 60 e inspirados en las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

    11. Diferencia entre Religión, Secta e Iglesia.

    El ser humano es constitutivamente religioso, siendo así es normal que su religiosidad tienda a expresarse según los parámetros culturales en que se encuentre, y a los que la propia religiosidad configura. Cuando las normas religiosas comienzan a institucionalizarse aparece la religión como institución. Las religiones son pues, el resultado de la interacción entre la constitutiva religiosidad del ser humano y el universo cultural en el que está inserto, de ahí que su universo simbólico enriquezca y se solape con el cultural del que emergen.

    Se pertenece a la Iglesia por nacimiento; la fe se hereda y se transmite de padres a hijos. La Iglesia tiene una tendencia a adaptarse al entorno sociocultural e institucional, se adapta a los valores vigentes y tiene un número elevado de adeptos.

    La incorporación a una secta es por adscripción libre tras una “conversión” personal. La secta promueve una estructura social cerrada en sí misma al margen de la sociedad civil y de las otras religiones; no se acomoda al entorno sociocultural y tiende a marginarse del mismo. Está constituida por pocos miembros.

    Toda religión ha comenzado por ser un movimiento sectario, bien por comenzar siendo un grupo segregado del ámbito social o bien por serlo de otra religión. Este último sería el caso del Cristianismo que inició su andadura como un grupo segregado del Judaísmo.

    12. Diferencia entre secta y secta destructiva.

    No hay que confundir el contenido sociológico del término “secta” con el de “secta destructiva”, que normalmente es al que nos referimos cuando coloquialmente etiquetamos de secta a un grupo. Por ello, conviene precisar que es una secta destructiva.

    Según César Vidal Manzanares “podríamos sin ningún dogmatismo definir la secta como aquel grupo humano en el que se dan todas y cada una de las siguientes características: organización piramidal, sumisión incondicional al dirigente sea este personal o colectivo, anulación de la crítica interna, persecución de objetivos políticos y /o económicos bajo una ideología de tipo espiritual sea religiosa o filosófica, instrumentalización de adeptos para fines propios de la secta y ausencia de control o fiscalización de la secta por cuenta de otro poder religioso o filosófico.”

    Podemos completar esta descripción con la formulada por André Dénaux, quien tipifica la secta destructiva como sigue:

    • Grupo cohesionado por una doctrina (religiosa o socio-religiosa) demagógica y encabezada por un líder carismático que es la divinidad misma o un elegido por ella, o bien un poseedor de la “verdad absoluta” en cualquier ámbito social.

    • Estructura teocrática, vertical y totalitaria, en donde la palabra de los dirigentes es dogma de fe. Los líderes intervienen hasta en los detalles más íntimos y personales de sus adeptos y exigen que sus órdenes sean ejecutadas sin la menor crítica.

    • Exigencia de cohesión total al grupo.

    • Obligan, bajo presión psicológica, a romper con todos los lazos anteriores: padres, pareja, amigos, trabajo, estudios.

    • Viven en comunidades cerradas o en total dependencia del grupo.

    • Suprimen las libertades individuales y el derecho a la intimidad.

    • Control de la información, que manipulan a conveniencia.

    • Utilización de sofisticadas técnicas de neurofisiología, bajo la forma externa de “meditación” o “renacimiento espiritual”, para anular la voluntad o el razonamiento del adepto (las consecuencias son con frecuencia irreversibles).

    • Rechazo total a la sociedad y sus instituciones. Fuera todos son enemigos. Para ellos lo que nosotros llamamos secta es la sociedad misma.

    • Bajo coacción psicológica: entrega del patrimonio personal, de grandes sumas y trabajo gratuito (con frecuencia ilegal o delictivo).

    13. Diferencia entre Religión, Superstición e Idolatría.

    La superstición y la idolatría son dos actitudes que consisten en la confusión de la mediación (lugar de encuentro) con lo que ella intenta mediar (el Misterio). En ambas la mediación deja de ser significante para ser significación misma, de ser símbolo y lugar de encuentro con “lo totalmente otro” pasa a constituirse en el objeto de veneración.

    14.Diferencia entre Magia y Religión.

    Una definición clásica de magia la encontramos en Frazer: “La magia es un sistema espurio de leyes naturales así como una guía errónea de conducta; es una ciencia falsa y un arte abortado. Considerada como un sistema de leyes naturales, es decir, como expresión de reglas que determina la consecución de acontecimientos en todo el mundo, podemos considerarla como una serie de reglas que los humanos cumplirán con objeto de conseguir sus fines, puede llamarse mafia práctica”

    Según Frazer, el mago primitivo sólo conoce la magia práctica, para él la magia es siempre arte y no ciencia, no deduce leyes ni analiza procesos mentales, lo cual no significa que no estén presupuestos.

    Podemos establecer la siguiente clasificación:

    -Magia teórica: Concibe la magia como una pseudo-ciencia basada en la ley de Simpatía: Magia homeopática (basada en la ley de semejanza), Magia contaminante (basada en la ley del contagio).

    -Magia práctica: Concibe la magia como un pseudo-arte. Se dan y se combinan la magia contaminante y la homeopática, pero sin pretensión de deducir ni analizar leyes: Magia positiva o Hechicería y Magia negativa o Tabú.

    La diferencia entre magia y religión estriba en que la pretensión del mago es dominar, e incluso domesticar, ese supuesto plano animado o espiritual de las entes naturales, mientras que la experiencia religiosa consiste en un encuentro del hombre con el Misterio que lo transciende absolutamente y del que se siente criatura. Consecuentemente, la actitud religiosa será de sometimiento hacia el Misterio y no de intento de dominio.

    15. Explica porque las normas religiosas se han de aceptar autónomamente.

    Las normas religiosas tienen su fuente en la fe de la persona y determinadas enseñanzas son de origen divino, la obligación de estas normas es interna, está en la conciencia, no es coactiva y tiene ultimidad. Van destinadas sólo a los creyentes y el Tribunal ante el que se responde es la divinidad correspondiente. Por todo ello estas normas se aceptan autónomamente, es decisión de uno mismo.




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    Enviado por:Lara
    Idioma: castellano
    País: España

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