Religión y Creencias
Diócesis en las ciudades medievales
Ciudades Medievales
Tras las crisis que afectaron a las ciudades en los siglos III y IV en el occidente romano, tan sólo Osca (Huesca), Turiaso (Tarazona) y Caesaraugusta (Zaragoza) lograron sobrevivir de todas las ciudades de Aragón, que en los siglos I al IV fueron abundantes y algunas muy populosas.
Será en estos tres centros precisamente donde se instalen las tres únicas diócesis que se establecieron en el territorio que luego será el reino de Aragón. La Iglesia siguió esquemas de la administración bajoimperial romana y las diócesis tuvieron que instalarse en las únicas ciudades existentes; la agudización de las crisis urbanas acabó incluso con algunas ciudades en las que se había instalado una diócesis, como ocurrió con Valerla, Ercávica o Segóbriga.
Cuando los musulmanes llegan al valle del Ebro en el año 714 siguen siendo tan sólo tres las diócesis (Tarazana, Huesca y Zaragoza), además de la de Calahorra y Pamplona, también en la cuenca del Ebro pero fuera de lo que más tarde será Aragón.
La llegada de los musulmanes provocó el abandono de todas estas sedes episcopales; los obispos se refugiaron de inmediato en el norte y las sedes quedaron vacantes. Los primeros años de dominio islámico provocaron un absoluto vacío por lo que respecta al poder eclesiástico; hubo que reorganizar toda la administración de la Iglesia y ello supuso un esfuerzo muy considerable.
Vacantes las sedes episcopales de época visigoda, los primeros obispos en tierras cristianas del Pirineo lo son en Ribagorza, donde están documentados desde el año 888, sin sede fija hasta que a principios del siglo X se establezca la sede episcopal en Roda de Isábena; otra diócesis se establecerá en Sasabe, donde en el año 922 aparece el primer prelado consagrado por el obispo Galindo de Pamplona. Estos obispos de Sasabe pasarán a denominarse desde principios del siglo XI obispos de Aragón. La diócesis aragonense carecía de una sede, al no haber ninguna ciudad en el territorio, y hubo que esperar hasta 1077 a que el rey Sancho Ramírez cree la ciudad de Jaca para que ésta se convierta en la sede de los obispos de Aragón.
Estas dos primeras sedes adquirirán un sentido provisional, pues se estaba a la espera de que se conquistaran las ciudades del Ebro para restaurar allí las respectivas diócesis; corrió la idea de que la diócesis de Huesca se había trasladado a Sasabe y la de Zaragoza a Roda. En efecto, en la catedral de Roda se conservaban los restos de San Vicente y San Valero, patronos de Zaragoza, que según la tradición habrían sido trasladados por el último obispo visigodo en el año 714 al huir de los musulmanes.
Siguiendo esta tradición, la sede episcopal de Jaca se trasladó a Huesca cuando esta ciudad se conquistó en el año 1096; por su parte, la sede de Roda se trasladó a Barbastro en 1100, donde estuvo también de forma provisional hasta la conquista de Lérida en 1149.
Entre 1077 y 1203 hubo varios pleitos por la delimitación de los términos entre la diócesis de Jaca-Huesca y la de Roda-Barbastro-Lérida, que sufrieron variaciones y cambios hasta que en 1203 el Papa Inocencio III estableció los límites entre ambas según una línea que iba por el curso del río Cinca hasta conectar con los límites de la diócesis de Zaragoza.
Las Sedes de Zaragoza, en 1118, y de Tarazona, en 1119, fueron restauradas de inmediato por el rey Alfonso I tras la conquista de estas ciudades a los musulmanes; en ambos casos no había duda y se consideraba una restauración tras el largo paréntesis de dominio musulmán. Unicamente hubo que resolver el problema de los límites eclesiásticos, que en el caso de Tarazona se complicaron de forma importante al restaurarse también por el rey de Aragón la sede de Sigüenza en 1122, a la que se le concedieron las tierras de Calatayud y Daroca; Daroca fue cedida a Zaragoza por Sigüenza en 1127 y Calatayud pasó, salvo Ariza, a Tarazona en 1136; Tarazona perdió a cambio Soria, también conquista aragonesa, aunque mantuvo Agreda, Tudela y Alfaro.
En 1172 se creó una sede episcopal en Albarracn, al estimar que con ello se restauraba la sede antigua de Ercávica; esta restauración se hacía también de forma provisional, estimando que dicha sede debería estar en Segorbe y allí debería trasladarse cuando esta localidad del reino de Valencia se conquistase al Islam. Finalmente se optó por mantener esta diócesis con una doble capitalidad, en Albarracín y en Segorbe, fundiendo ambas iglesias en una sola en 1258.
A mediados del siglo XIII quedaba configurado el mapa eclesiástico del reino de Aragón, repartiéndose sus territorios desde el punto de vista de la administración eclesiástica las diócesis de Huesca, Lérida, Zaragoza, Tarazona, Sigüenza y Albarracín-Segorbe.
Sólo las diócesis de Huesca y Zaragoza tenían su sede en ciudades aragonesas y todos sus teritorios en Aragón; la diócesis de Lérida, ciudad que cayó definitivamente en la órbita catalana a lo largo del siglo XIII, poseía territorios en la zona oriental de la actual provincia de Huesca; la diócesis castellana de SigÜenza dominaba Ariza y sus aldeas. Por el contrario, Tarazona extendía su jurisdicción episcopal sobre tres reinos distintos, Aragón, Navarra la zona de Tudela y Castilla villa de Alfaro y Agreda y sus aldeas . Finalmente Albarracín-Segorbe extendía sus términos por el señorío de Albarracín y por el norte del reino de Valencia.
Todas las diócesis aragonesas pertenecían desde la época romana a la provincia metropolitana de Tarragona, hasta que en 1318 la sede de Zaragoza alcanzó la categoría de archidiócesis, creándose así una nueva provincia, segregada de la de Tarragona, que pasó a estar constituida por las diócesis de Huesca, Pamplona, Calahorra, Tarazona y Albarracín-Segorbe.
Durante la Baja Edad Media hubo algunos intentos para crear nuevas diócesis; a comienzos del siglo XIV el rey de Aragón Jaime II pretendió crear las de Jaca y Teruel; en 1330 el rey de Navarra Felipe III solicitó de Roma la creación de la diócesis de Tudela, segregándola de Tarazona, aunque no fructificó; Calatayud intentó desde 1366 alcanzar la categoría de sede episcopal, que pese a numerosos y largos pleitos nunca logró; Borja realizó algún tímido intento en el siglo XV para erigirse en sede episcopal, también sin éxito.
La situación permaneció sin alteraciones hasta la segunda mitad del siglo XVI: en 1571 se crearon las diócesis de Jaca y Barbastro, sobre territorios de Huesca y Lérida respectivamente; en 1577 se creó la diócesis de Teruel, segregando tierras de la de Zaragoza; y en el mismo año se agregaron Albarracín y Segorbe, quedando la diócesis aragonesa con jurisdicción sobre las tierras de la Comunidad de aldeas de Albarracín.
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