Antropología


Culturas indígenas latinoamericanas (precolombinas)


ESTUDIOS DE SOBRE LAS CULTURAS LATINOAMERICANAS

CENTROAMÉRICA O AMÉRICA CENTRAL

Es la región del continente americano, constituida por un largo y estrecho istmo a manera de puente entre Norteamérica y Sudamérica. América Central, que es definida por los geógrafos como parte de América del Norte, tiene una extensión de 523.000 km2 y comprende los siguientes países: Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. La región tenía (según estimaciones para 1993) aproximadamente 30 millones de habitantes.

LA POBLACIÓN

La mayoría de la población centroamericana vive en la zona del istmo orientada al Pacífico, donde ocupan las tierras bajas y altas del entorno. Las poblaciones se dispersan por las lluviosas y boscosas faldas caribeñas y la costa.

Etnografía

Un porcentaje considerable de la población de Centroamérica es indígena o mestiza (de español e indio). La población de la estrecha costa caribeña es predominantemente negra y mulata (mezcla de blanco y negro). Al menos la mitad de la población de Belice es de origen africano. En Costa Rica la gran mayoría es de origen español sin mezcla, y aproximadamente el 90% de los habitantes de El Salvador y Honduras son descendientes de mestizos. En Guatemala, el 45% de la población es indígena y el resto mestiza. En Nicaragua y Panamá, el 70% de sus habitantes son mestizos. Este último país tiene además una considerable población negra. En general, el elemento indígena es menos manifiesto en el sur de Nicaragua, Costa Rica y Panamá.

Demografía

Los habitantes de Centroamérica se concentran en grandes núcleos de población. La densidad alcanza más de 385 hab/km2 en algunas partes de la meseta central de Costa Rica, aunque extensas zonas del oriente hondureño y nicaragüense tienen menos de 4 hab/km2. El índice de crecimiento de población es alto en esta región. En la década de 1980, el índice de crecimiento anual en Nicaragua fue de 3,4%, en Guatemala de 2,9%, en Costa Rica de 2,3% y en Panamá de 2,2%. El aumento de la población se debe principalmente a los altos índices de natalidad y a la caída de los índices de mortalidad. Para el año 2000 se calcula que Centroamérica tendrá 40 millones de habitantes. Para escapar de los problemas sociales y económicos de las áreas superpobladas del Pacífico, muchos centroamericanos se han trasladado a las relativamente vacías costas caribeñas y a Estados Unidos.

La población centroamericana ha ido haciéndose cada vez más urbana. A principios de la década de 1990, aproximadamente el 40% de la población de El Salvador, Guatemala y Honduras podía ser considerada urbana, mientras que en Nicaragua y Panamá ascendía al 50%. Exceptuando Belice, en cada uno de estos países la capital es la ciudad más grande.

Lenguas oficiales y habladas y religión

El español es el idioma oficial de todos los países centroamericanos, excepto Belice, donde el idioma oficial es el inglés. Muchas de las poblaciones indígenas hablan su propio idioma, sobre todo en Guatemala y, en menor proporción, en Nicaragua y Panamá. La religión católica es la predominante, aunque en las últimas décadas se han introducido con fuerza diversas iglesias evangélicas con sede en Estados Unidos.

Cultura

Los modelos culturales en Centroamérica están definidos principalmente por la herencia maya y de otras culturas indígenas, a las que se añade la herencia colonial hispánica. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha operado un gran cambio en las ciudades de la región, donde los medios de comunicación de masas y las modernas instituciones culturales ejercen una gran influencia. Los países centroamericanos han proporcionado a su población joven muchas instalaciones educativas, pero, en comparación, una gran proporción de la población infantil no acude a la escuela. La mayor parte de la población de más de 15 años de edad en Costa Rica y Panamá sabe leer y escribir, mientras que más de un tercio de la población de la misma edad en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua mantiene un alto grado de analfabetismo.

Historia

La región comprendida entre México y Colombia albergó una extensa civilización precolombina. La más importante fue la maya. El origen de esta civilización se remonta al primer milenio a.C., y estuvo ubicado en las mesetas de Guatemala. Alcanzó su mayor desarrollo entre los años 300 y 900, y su organización se basó en ciudades-estado autónomas, ocupando los territorios de lo que ahora es el norte de Guatemala, Honduras, Belice y la península de Yucatán. La unidad maya fue más cultural que política, pero la influencia de su civilización fue muy amplia. Los logros artísticos y científicos mayas sobrepasaron a sus contemporáneos europeos. No obstante, esta civilización entró en decadencia hacia el año 900, y su pueblo fue conquistado por los invasores toltecas procedentes de México.

El istmo estuvo también habitado por otros pueblos que no alcanzaron el nivel de desarrollo de los mayas. Comerciaron con pueblos del sur y norte de América, haciendo de Centroamérica un puente entre las antiguas culturas de las Américas. La población del istmo antes de la conquista española pudo haber sido de unos seis millones, una cifra que no sería alcanzada de nuevo hasta el siglo XX.

SUDAMÉRICA O AMÉRICA DEL SUR

Es el subcontinente de América cuya extensión es de 17.819.100 km2 y que abarca el 12% de la superficie terrestre. Atraviesa la línea ecuatorial y el trópico de Capricornio. Se une con Centroamérica, en el norte, por el istmo de Panamá. Sudamérica tiene una longitud de 7.400 km, desde el mar Caribe, en el norte, hasta el cabo de Hornos, en el sur. En su punto más ancho abarca 4.830 km, entre el cabo de São Roque, en el extremo más oriental, en el océano Atlántico, y punta Pariñas en el océano Pacífico.

En 1990 Sudamérica tenía aproximadamente 304 millones de habitantes, lo que representa menos del 6% de la población mundial. Comprende diez países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa (departamento de ultramar de Francia). Existen islas en la costa del Pacífico situadas a gran distancia del continente, como el archipiélago de Juan Fernández y la isla de Pascua, que pertenecen a Chile, y las islas Galápagos, que pertenecen a Ecuador. Próximo a la costa atlántica está el archipiélago de Fernando de Noronha, perteneciente a Brasil, y, mucho más al sur, las islas Malvinas, bajo soberanía británica y reclamadas por Argentina, conocidas también como islas Falkland. La línea costera de Sudamérica es bastante regular, excepto en el extremo sur, donde se fragmenta en numerosos fiordos.

LA POBLACIÓN

Sudamérica tiene más de 300 millones de habitantes. Aunque el subcontinente representa poco más del 12% de la superficie terrestre, tiene menos del 6% de la población mundial. Sin embargo, en conjunto, la población ha ido aumentando de modo considerable, sobre todo en los países tropicales, y se ha registrado un alto índice de crecimiento principalmente en la población urbana. Desde 1930 la inmigración a Sudamérica se ha reducido al mínimo. No obstante, la migración interna ha sido muy grande, lo que ha traído como consecuencia la concentración de importantes grupos humanos en la periferia de las ciudades, mientras que las regiones del interior quedaban escasamente pobladas. Aunque, en conjunto, la densidad de la población es de 17 hab/km2, la mayoría de la población se concentra en torno a los centros urbanos. Más de la mitad de su territorio tiene una densidad de menos de 2 hab/km2.

Etnología

Aunque la población de Sudamérica posee distintas herencias étnicas, sus principales elementos lo constituyen los indígenas y los descendientes de españoles, portugueses y negros africanos, así como la población con mezcla de dos o más de estos elementos. El espectro racial producido por la mezcla de varios grupos es amplio. Lo que más caracteriza a Sudamérica son los mestizos (mezcla de población hispana y portuguesa con la de ascendencia indígena); son menos numerosos los mulatos (hispanos y portugueses con población negra) y aún lo son menos los de indígenas con negros. La población indígena es mayoritaria en los países andinos. La población descendiente de españoles y otros europeos es más numerosa en Argentina y Uruguay. En Brasil, el portugués es el elemento predominante, y los grupos negros y mulatos son más numerosos en esta región que en el resto de Sudamérica. La población negra es también importante en las Guayanas y en la costa de Colombia y Ecuador.

El continuo flujo de españoles y portugueses a Sudamérica durante la época colonial aumentó en el siglo y medio que siguió a la independencia, sobre todo en el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y la década de 1930, con la entrada de millones de italianos, que se establecieron principalmente en Argentina, Brasil y Uruguay. También llegaron pequeños grupos de otras nacionalidades europeas, como alemanes y polacos. Muchos de estos inmigrantes europeos fueron contratados principalmente para realizar trabajos rurales, o como arrendatarios agrícolas en regiones poco pobladas de Argentina y Brasil. Algunos grupos de estos inmigrantes, como alemanes, italianos y otros, fundaron colonias agrícolas. Los colonos alemanes establecieron importantes colonias en el sur y centro de Chile. Otros inmigrantes se dirigieron hacia las ciudades del país que los acogió, y engrosaron la mano de obra o se dedicaron a actividades en sectores empresariales. También se establecieron en gran número muchos grupos de origen no europeo, como sirios y libaneses. Los grupos más numerosos de inmigrantes asiáticos que llegaron a finales del siglo XIX provenían de la India, Indonesia y China; la mayoría se estableció en la Guayana Británica (actual Guyana) y en la Guayana Holandesa (actual Surinam), ligados a contratos de trabajo después de la abolición de la esclavitud. Desde 1900, importantes grupos de colonos japoneses se establecieron en el sur, norte y noreste de Brasil. En Perú, desde finales del siglo XIX, se asentaron también grandes grupos de chinos y japoneses.

Aunque existe una conciencia de la identidad en términos de color de piel y del origen étnico, no se han originado antagonismos raciales tan evidentes como en otros lugares del mundo. Los sudamericanos en general atribuyen más importancia a las diferencias de carácter económico y a los desfases en los niveles culturales y educativos.

Demografía

La población de Sudamérica ha aumentado más del doble entre 1960 y 1990. Casi la mitad de la población del subcontinente vive en Brasil. El promedio del índice de crecimiento de la población se acercó al 2,4% anual entre 1965 y 1990, aunque en Argentina y Uruguay el crecimiento fue más lento. El aumento de la población se debe principalmente al crecimiento natural; el índice de natalidad es mayor del 25‰, y el índice de mortalidad alrededor del 8‰. En muchas regiones la tasa de defunciones ha ido descendiendo significativamente durante décadas, mientras que los altos índices de natalidad muestran sólo desde fechas muy recientes una tendencia a la baja. El descenso de la tasa de natalidad no reducirá apreciablemente el incremento de población, que va a aumentar en lo que resta del siglo XX, porque una gran parte de sus habitantes estará en edad reproductiva. En muchos países, alrededor de la mitad de la población es menor de 15 años. Sólo en Argentina, Uruguay y Chile el 60% de la población tiene más de 15 años.

El incremento natural y la migración de las regiones del interior han aumentado la población urbana por encima del 4% anual. En Argentina, Uruguay y Chile el crecimiento ha sido más reducido, pero en los países tropicales las ciudades han crecido con gran rapidez. En los países más urbanizados —Argentina, Chile, Uruguay y Venezuela— el 80% de la población vive en centros urbanos, y en los menos urbanizados —Bolivia, Ecuador y Paraguay— menos del 60% de la población puede ser clasificada como urbana.

Religión Casi el 90% de la población sudamericana profesa la religión católica. De los 11 millones de protestantes, la mayor parte se concentran en Brasil y Chile, y el resto está muy repartido en los demás países, principalmente en centros urbanos. Los 750.000 judíos de Sudamérica también tienden a establecerse en centros urbanos y se encuentran muy repartidos: cerca de las tres cuartas partes en Argentina y Brasil, y más del 10% en Uruguay y Chile. Entre la Guyana y Surinam están distribuidos 550.000 hindúes, 400.000 musulmanes y 375.000 budistas. La religión católica fue establecida y difundida por los españoles y portugueses al comienzo de la conquista. El protestantismo es un reflejo de la inmigración europea posterior y de la actividad misionera iniciada en el siglo XIX. Las sectas evangélicas estadounidenses han sido especialmente activas en el siglo XX.

Historia

En 1453, cuando los turcos completaron la conquista del Imperio bizantino y con ello el control del Mediterráneo oriental, las naciones occidentales, principalmente Portugal y España, se vieron obligadas a buscar una nueva ruta a Oriente. Los portugueses, que habían sido pioneros al realizar varios viajes por el océano Atlántico, buscaron hacia el sur la nueva ruta siguiendo la costa de África, y en 1486 llegaron al cabo de Nueva Esperanza. En 1492, Cristóbal Colón intentó llegar a la India navegando hacia Occidente y cruzando el océano Atlántico, pero tocó tierra en las actuales Antillas. Abrió así las puertas del Nuevo Mundo a la civilización y al comercio europeos.

Con el regreso de Colón a Europa, España y Portugal se vieron implicados en la controversia relacionada con los derechos sobre las tierras del Nuevo Mundo. La disputa fue resuelta por el papa Alejandro VI, que adjudicó a Portugal todos los nuevos territorios al este de una línea que discurría unas 100 leguas (483 km), de norte a sur, al oeste de las islas Azores y de las islas de Cabo Verde; y a España todos los territorios al oeste de esa línea de demarcación. Esta línea demarcadora se modificó más tarde en el Tratado de Tordesillas, por el cual Portugal adquiría la soberanía sobre el territorio oriental de Sudamérica. Esta región se convertiría posteriormente en el actual Brasil.

El 1 de agosto de 1498, durante su tercer viaje, Colón arribó a un punto de la desembocadura del río Orinoco y divisó las costas de Sudamérica. Al recorrer la costa durante varios días distinguió el carácter continental de la tierra explorada.

AREAS CULTURALES DE MESOAMERICA

Las civilizaciones se desarrollaron en México y en la parte superior de Centroamérica a partir del 1400 a.C. Estas civilizaciones surgieron de un estilo de vida arcaico cazador-recolector que hacia el 7000 a.C. incluía el cultivo de pequeñas cantidades de frijol, calabaza y maíz. Hacia el 2000 a.C. los mexicanos dependían totalmente de las plantaciones de estos cultivos, además de amaranto, aguacate y otras frutas, así como del chile (ají, guindilla). Las ciudades fueron creciendo y hacia el 1400 a.C. la civilización olmeca poseía una capital con palacios, templos y monumentos construidos sobre una enorme plataforma artificial de unos 50 m de altura y cerca de 1,6 km de longitud. Los olmecas vivían en la selva de la costa oriental de México; sus rutas comerciales se extendieron hasta Monte Albán en el oeste de la república mexicana (en el actual estado de Oaxaca) y el valle de México, en el sistema montañoso central. A medida que fue disminuyendo el poder de los olmecas (hacia el 400 a.C.), fueron creciendo los asentamientos en las montañas del interior y, poco antes del comienzo de la era cristiana, la primera ciudad del México precolombino había alcanzado dimensiones urbanas en Teotihuacán en el valle de México. Desde el 450 hasta el 600 Teotihuacán dominó el Altiplano, comerciando con Monte Albán y con los reinos mayas que habían surgido en el suroeste de México, y conquistando a pueblos rivales por el sur incluso en el valle de Guatemala. La capital ocupaba unos 21 km2 con bloques de casas de varios pisos, mercados, multitud de pequeños talleres, templos sobre plataformas y palacios cubiertos de murales.

La cultura maya también se distinguió por desarrollar, caso único entre los pueblos indígenas americanos, una lengua escrita basada en glifos.

Hacia el 700 d.C. Teotihuacán sufrió una serie de ataques que le arrebataron su supremacía. Más adelante, en ese mismo siglo, muchas ciudades mayas quedaron abandonadas, tal vez arruinadas al tocar a su fin el comercio con Teotihuacán. Otras ciudades mayas, sobre todo en el norte de Yucatán, no corrieron la misma suerte. Hacia el año 1000, una nueva potencia de México central —los toltecas— comenzaron a formar un imperio alrededor del ya existente en el valle de México y penetraron en el territorio maya de Chichén Itzá. Este imperio se derrumbó en 1168. Hacia el 1433, el valle de México había recuperado el dominio sobre la mayor parte de México como resultado de una alianza de tres reinos vecinos. Esta alianza garantizaba una patria a partir de la cual el rey Moctezuma I de los aztecas inició sus conquistas territoriales durante el siglo XV. El imperio floreció hasta 1519, año en el que el conquistador español Hernán Cortés arribó a la costa oriental de México y avanzó junto a sus aliados mexicanos, los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas, en dirección a la capital azteca, Tenochtitlán. Las luchas internas y una epidemia de viruela vinieron a debilitar a los mexicanos y colaboraron a que Cortés triunfara en su conquista.

En el momento de las primeras conquistas españolas, los pueblos indígenas de México formaban parte de los dominios del Imperio azteca, de los reinos y señoríos mixtecos en el actual estado de Puebla y de los tarascanos en el estado de Michoacán, así como de los zapotecas en Oaxaca, los tlaxcaltecas de Tlaxcala, los otomíes en Hidalgo, los totonacas en Veracruz, los supervivientes del estado maya de Mayapán en Yucatán y grupos menores de filiación mayense en el sur, además de otros grupos independientes en las regiones fronterizas, como los yaquis, huicholes y tarahumaras en el norte de México. Tras la conquista española —que tardó más de dos siglos en abarcar a todo México— la mayoría de los grupos indígenas se vio obligada a sobrevivir como campesinos gobernados por la clase alta hispano-mexicana.

El área cultural de Mesoamérica —México, Guatemala, El Salvador, la parte occidental de Honduras y de Nicaragua— destacaba por su carácter agrícola con la producción de maíz, frijol, calabaza, amaranto, y otros alimentos, abasteciendo a los mercados de las grandes ciudades en las que los comerciantes traficaban con utensilios, vestidos y artículos de lujo importados a través de las lejanas rutas terrestres y marítimas. En las ciudades vivían los artesanos y los trabajadores, los mercaderes, la clase opulenta, así como los sacerdotes y los eruditos que registraban las obras literarias, históricas y científicas en textos jeroglíficos (la astronomía estaba especialmente desarrollada. Las ciudades se decoraban con esculturas y vistosas pinturas, que representaban los símbolos mesoamericanos del poder y el saber: el águila, el jaguar y la serpiente.

AREAS CULTURALES DE SUDAMÉRICA

La parte norte de Sudamérica y el Caribe

El área cultural de la parte norte de Sudamérica y del Caribe incluye tierras bajas de selva, sabanas cubiertas de hierba, la parte septentrional de la cordillera de los Andes, algunos territorios áridos del oeste de Ecuador y las islas del Caribe. Debido a su ubicación geográfica, la región podría prestarse a servir de vínculo entre las grandes civilizaciones de México y Perú, pero por la dificultad que entrañan los desplazamientos por tierra a través de la selva y las montañas de la parte baja de Centroamérica, los contactos precolombinos entre Perú y México se desarrollaron sobre todo por mar, desde el golfo de Guayaquil en Ecuador hasta los puertos occidentales de México. Los pueblos indígenas de la parte norte de Sudamérica y el Caribe vivían en pequeños estados independientes. Aunque comerciaban directamente con México y Perú a través de Ecuador, los grandes imperios nunca entraron en contacto con ellos.

Andes centrales y meridionales

La cordillera de los Andes, que se extiende por toda la mitad occidental de Sudamérica, junto con los angostos valles costeros entre las montañas y el océano Pacífico, constituyeron el territorio de una de las grandes civilizaciones del continente.

En tiempos recientes, las excavaciones del yacimiento del Monte Verde en el sur de Chile han proporcionado pruebas irrefutables de la existencia humana ya por el 11.000 a.C. Algunas excavaciones algo más al norte, en Perú, revelan que hacia el 700 a.C. se cultivaban frijol y ají. Algunos siglos más tarde se produjo la domesticación de las llamas. A veces se criaban cobayas o cuís como alimento comestible; el algodón, la papa, el maní y otros alimentos se fueron incorporando a la agricultura peruana, y hacia el 2000 a.C. se introdujo el maíz procedente de los Andes septentrionales. Los pueblos de la costa del Pacífico, Chile, Perú y Ecuador, también supieron aprovechar la riqueza marina, con su abundancia de especies, así como las aves acuáticas, las morsas, los delfines y los crustáceos.

Después del año 2000 a.C. los pueblos asentados en los diferentes valles costeros del Perú central se aliaron para construir grandes templos de piedra y adobe sobre enormes plataformas. Después del 900 a.C. estos templos se destinaron a una nueva religión, centrada en la ciudad de Chavín de Huantar. Esta religión tenía como símbolos el águila, el jaguar, la serpiente (probablemente una anaconda) y el caimán, que simbolizaba el agua y la fertilidad de las plantas. Estos símbolos son en cierta forma análogos a los de las religiones de México, pero no se conoce ningún vínculo concreto entre ambas culturas. Después del 300 a.C. comenzó a declinar la influencia de Chavín, o posiblemente su dominio político. Surgió así la cultura moche o mochica en la costa septentrional de Perú y la nazca en la costa sur. Ambas dieron lugar a la construcción de grandes proyectos de regadío, ciudades y templos, desarrollándose un comercio intenso que incluía la exportación de cerámica fina. Los moche representaron su vida cotidiana y sus mitos en pinturas y en esculturas cerámicas; se retrataban como feroces guerreros y también fabricaron esculturas de cerámica modelada que representaban casas con familias, plantas cultivadas, pescadores e incluso parejas de amantes. También eran diestros trabajadores del metal.

La Selva Tropical

Se cree que los territorios bajos de la selva en el este de Sudamérica fueron colonizados después del año 3000 a.C., ya que los arqueólogos no han encontrado rastros de pueblos anteriores. La población siempre fue relativamente escasa, concentrada en las orillas de los ríos, de donde obtenían sus alimentos y plantaban diversos cultivos, incluidas algunas plantas alucinógenas para celebrar sus ceremonias religiosas, que además exportaban hacia el Perú. Aunque cazaban animales como los tapires y los monos, la selva protegía a muy pocas especies. No había grandes ciudades y la gente vivía en poblados de chozas. Apenas llevaban vestimenta, debido al calor húmedo, pero tejían telas de algodón y se adornaban con pinturas corporales. Entre la multitud de pequeños grupos del área cultural de la selva tropical se encuentran los makiritares, yanomamis, bororó, botocudos, tapuyas, mundurucus, tupinambas, shipibos y cayapós. En la parte septentrional de la selva tropical habitan algunos grupos que hablan arawak y caribe, y que son parientes lingüísticos de los pueblos caribeños. Aunque los grupos de la selva tropical hoy conservan gran parte de su tradicional forma de vida, padecen enfermedades importadas por los europeos, así como la destrucción de su territorio por parte de los granjeros, madereros, mineros y empresas de explotación agrícola. Sudamérica meridional

En Uruguay, Argentina y Chile, los pueblos agrícolas como los mapuche del grupo araucano de Chile, aún viven en poblados y cultivan maíz, papas o patatas y cereales. Aunque en tiempos criaban llamas, tras la invasión española empezaron a criar otro tipo de animales como vacas, ovejas, cerdos y gallinas, además de utilizar los caballos para pastorear y para la guerra. Más al sur, en la Pampa, no resultaba posible practicar la agricultura, por lo que los habitantes de esta región vivían de la caza de guanacos y ñandús y, en las costas, de la pesca y la recolección de crustáceos. En el archipiélago de Tierra del Fuego se han descubierto utensilios para la caza y recolección que se remontan al 7000 a.C. En la Pampa, la caza sufrió una gran transformación cuando apareció el caballo traído por los españoles a mediados del siglo XVI. Los tehuelches cazaban guanacos a caballo y, al igual que los pueblos de las Llanuras de Norteamérica, una vez que dispusieron de caballos para el transporte, construyeron viviendas mayores y surgió la necesidad de abastecerse de otros artículos. Más al sur todavía, cerca del estrecho de Magallanes, los grupos ona, yahgan y alacaluf carecían de la caza existente en la Pampa; sobrevivían a base de pescado y crustáceos, pero también cazaban focas y morsas. Como pueblos nómadas, vivían en pequeños `wigwams' cubiertos con pieles de foca. A pesar del clima frío y brumoso, iban casi desnudos. Parece ser que la vida en Tierra del Fuego apenas sufrió alteración a lo largo de 9.000 años, ya que su clima no permite ni la agricultura ni el pastoreo. Los pueblos indígenas de esta región padecieron también graves enfermedades llevadas por los europeos, y en la actualidad quedan muy pocos supervivientes.

Formas de vida

Entre las formas tradicionales de vida de los grupos indígenas americanos destacamos su

organización social y política, sus actividades económicas, así como sus religiones, lenguas y arte.

Organización social y política

La organización social de los diferentes grupos indígenas americanos se basa en la familia. Algunas sociedades indígenas conceden gran importancia a la cooperación económica entre marido y mujer, y otras a la que se origina entre hermanos y hermanas. Las sociedades más pequeñas se dieron históricamente en las regiones en las que escaseaban los recursos alimenticios. Valgan como ejemplo los cree y los pueblos de habla athabascana de la región Subártica de Canadá, los paiute del desierto de Nevada y los ona y yahgan de Tierra del Fuego. Desde el momento en que se practicó la agricultura, las comunidades aumentaron en número hasta llegar a estar formadas por miles de individuos. En Norteamérica y en la región de Selva Tropical los diversos grupos indígenas vivían en poblados y formaban una alianza más o menos organizada con las comunidades vecinas. Esta alianza y cada una de las comunidades estaban gobernadas por consejos, formados a su vez por representantes de cada una de las familias, y el consejo de la alianza estaba constituido por los representantes de cada comunidad. El consejo elegía a un hombre o a una mujer (especialmente en la región Sureste de Norteamérica y en el área cultural de la Selva Tropical de Sudamérica) que actuaba como jefe, es decir, presidía el consejo y actuaba como portavoz principal a la hora de negociar con otros pueblos. En muchas regiones las familias de los poblados se agrupaban en clanes, denominados `ayllus' en Perú. Éstos solían disponer de recursos como terrenos agrícolas y pozos de pesca que asignaban, según las necesidades, a las familias. En México y Perú, los reinos que habían contado con cientos de miles de súbditos quedaron estratificados en clases y se fundaron imperios de millones de personas. Los ciudadanos admitían la religión oficial, aunque a veces se permitía que las prácticas religiosas locales coexistieran con la religión oficial. Los prisioneros de guerra y los deudores se convertían en esclavos. El Imperio inca de Perú estaba férreamente organizado y controlado, trasladando a las personas e incluso a los pueblos por todo su territorio según las necesidades del Imperio. En México, por el contrario, a los grupos locales de tipo clan se les solía conceder un poder limitado.

Vestimenta y adornos

Los indígenas americanos no concedían demasiada importancia a la vestimenta, pero sí a los adornos. Los pueblos de climas cálidos, por ejemplo, apenas cubrían sus cuerpos, excepto en las celebraciones; en tales ocasiones se adornaban con flores y se pintaban el cuerpo, y usaban extraordinarios tocados o penachos de plumas. En los pueblos mesoamericanos y en Perú, los hombres llevaban un taparrabos y una manta anudada al hombro, y las mujeres vestían una falda y una blusa ligera; estos vestidos eran de algodón o, en el caso de Perú, de fina lana de vicuña.

Vivienda y construcción

Las viviendas de algunos pueblos indígenas podrían parecer sencillas, pero eran bastante complejas. Los pueblos de climas fríos que disponían de madera abundante, como los indígenas de Tierra del Fuego y los grupos de la región Subártica, utilizaban cortavientos para mantener grandes fogatas. Otros pueblos pasaban las épocas de frío en construcciones abovedadas casi hundidas en la tierra para aislarse de las bajas temperaturas.

Los pueblos de Mesoamérica y los Andes construían edificios de piedra y argamasa, así como de madera y adobe. Los edificios públicos y las viviendas de las clases más altas se erigían sobre plataformas elevadas y solían tener gran número de habitaciones dispuestas en torno a los atrios y patios interiores.

Comercio y transporte

El comercio constituía una actividad económica trascendental en todos los grupos indígenas del continente. El antiguo Imperio azteca de México basaba su economía en la fabricación y exportación de diversos productos, como hojas de obsidiana, un cristal volcánico natural con el que se confeccionaban los mejores cuchillos de la época. Varios siglos más tarde, los aztecas organizaron sus conquistas enviando a los mercaderes a los demás reinos para que fomentaran el comercio, actuaran como espías y colaboraran en la conquista de aquéllos cuyos gobernantes se rehusaran a mantener relaciones comerciales.

En el Imperio inca se construyeron magníficas carreteras en agrestes terrenos montañosos a fin de transportar grandes cantidades de productos locales con pobladas caravanas de llamas y vicuñas. El comercio también se practicaba por vía marítima a lo largo de toda Sudamérica y por México y el Caribe. Gran parte del comercio marítimo se efectuaba en grandes balsas de vela o, en el caso del Caribe, en canoas construidas con enormes troncos. Las grandes civilizaciones de Mesoamérica y los Andes intercambiaban productos alimenticios, tejidos, cuchillos y cerámica, además de artículos de lujo como joyas, vistosas plumas de pájaros tropicales y chocolate. También se comerciaba con plantas, tanto medicinales como alucinógenas. Los artículos se compraban y vendían en grandes mercados al aire libre situados en las plazas o zócalos principales de los pueblos y ciudades.

Actividades recreativas

Los juegos y demás actividades de recreo de los indígenas americanos eran similares a los de otras civilizaciones. Los niños jugaban con figurillas de barro y juguetes en miniatura, imitando las actividades de los adultos. Los jóvenes y los adultos practicaban juegos con pelotas, de caucho o hule en Mesoamérica y el norte de Sudamérica, de cuero o fibra en otros lugares. El juego de pelota de Mesoamérica denominado tlatchtli se jugaba en una cancha rectangular, y su finalidad consistía en hacer pasar una pelota dura a través de un aro de piedra colgado en alto. En Mesoamérica estos juegos de pelota tenían carácter ritual. La vilorta (juego con una pelota de madera) era muy popular en toda la región oriental de Norteamérica y más tarde fue adoptada por los colonizadores europeos. Las competiciones —carreras a pie, lucha, tiro con arco y, tras la llegada de los españoles, las carreras de caballos— estaban por lo general a la orden del día.

Religión y folclore

Las creencias y prácticas religiosas de los indígenas americanos eran muy variadas.

Los pueblos mexicanos y andinos, los del suroeste y sureste de Norteamérica y algunos grupos indígenas de la costa noroccidental del Pacífico disponían de jefes religiosos que ocupaban todo su tiempo en las tareas propias de su cargo, así como de templos o edificios dedicados a la adoración de sus respectivos dioses. Los pueblos de otras regiones tenían sacerdotes que desempeñaban esta actividad durante parte de su tiempo y por lo general carecían de templos permanentes. Los sacerdotes de medio tiempo y los chamanes o curanderos aprendían a dirigir las ceremonias ayudando a los más ancianos; en las culturas más importantes, los sacerdotes recibían su formación en escuelas anexas a los templos.

La mayoría de los grupos indígenas creía en una fuerza espiritual como origen de toda la vida. En muchas áreas del continente americano, la fuerza divina se plasmaba de diversas formas: como luz y fuerza de vida, centrada en el Sol; como fertilidad y poder, ubicada en la Tierra; como sabiduría y poder de los dirigentes terrenales, reflejada en ciertas criaturas como el jaguar, el oso o las serpientes. En la mayor parte de América, los devotos religiosos potenciaban sus facultades de percepción de la divinidad utilizando a veces plantas alucinógenas, como el peyote, o en ocasiones ayunando y entonando canciones hasta alcanzar visiones espirituales.

Los indígenas americanos creían que el alma de los difuntos viajaba a otra parte del Universo, donde disfrutaba de una existencia placentera mientras que desarrollaba las actividades cotidianas. El alma de las personas desdichadas o perversas vagaba por los alrededores de sus antiguas viviendas, provocando desgracias. Muchos pueblos indígenas celebraban una ceremonia conmemorativa anual en recuerdo de sus parientes difuntos; en Latinoamérica esta celebración se fusionó más tarde con la festividad cristiana del Día de los Difuntos.

Actividades guerreras

Al margen de la exagerada afirmación europea acerca de la extremada belicosidad de los indígenas americanos, es cierto que antes de la invasión europea ya se habían producido numerosas guerras entre los diferentes pueblos. La mayoría de los indígenas peleaban en pequeños grupos, cifrando su victoria en el efecto sorpresa. Las grandes civilizaciones de México y Perú a veces practicaban el ataque por sorpresa, pero sus ejércitos también luchaban en formación disciplinada. Los aztecas libraron auténticas batallas, denominadas `guerras de las flores', con los pueblos vecinos; su objetivo consistía en hacer prisioneros para después sacrificarlos a sus dioses (los aztecas creían que el Sol se apagaba si no se le alimentaba con sangre humana). Otros pueblos indígenas realizaban incursiones para capturar prisioneros que utilizaban como esclavos. Algunas batallas fueron producto de la venganza. La causa más frecuente de enfrentamiento entre los diferentes pueblos fue probablemente la defensa o conquista de territorios.

Antes de la colonización española, la guerra se desarrollaba a pie o desde las canoas. Tanto en las civilizaciones de México y Perú, como en otros grupos indígenas menores, se practicaba el combate cuerpo a cuerpo con mazas, hachas y espadas, así como el combate a media distancia con jabalinas y flechas arrojadas con arcos (llamados atlatls). El arco y las flechas se utilizaban en los ataques, y los dardos de fuego se lanzaban contra los poblados de chozas. Cuando los españoles introdujeron el caballo, los indígenas desarrollaron la técnica del ataque a caballo.

Lenguas

En la actualidad, en el continente americano se hablan unas mil diferentes lenguas indígenas, y varios centenares más han desaparecido desde la conquista. Los habitantes de algunas regiones no sólo hablaban su lengua nativa sino también las de los grupos con quienes mantenían contacto habitual. En diferentes instancias, una misma lengua servía de idioma común para toda una región multilingüe; por ejemplo, el tucano (área del Amazonas occidental) y el quechua (región andina). Algunas regiones poseían un idioma comercial, lengua simplificada o mezcla de varias de ellas, útil para los comerciantes con una lengua indígena distinta; entre ellas se cuentan la chinook, el mobilio y la lingua geral (Brasil). Los lingüistas han agrupado a un gran número de lenguas aborígenes en unas 180 familias, pero otras muchas carecen de filiación conocida; los eruditos difieren a la hora de establecer unas relaciones más amplias entre las familias. Las características gramaticales, los sistemas fonéticos y la formación de las palabras varían mucho de una familia a otra, pero dentro de una misma región una familia puede ejercer una gran influencia sobre otra.

Artesanía y arte

Casi todas las técnicas artísticas conocidas en Europa, Asia y África durante el siglo XVI, resultaban familiares para los indígenas americanos antes de la llegada de los europeos, aunque no siempre se aplicaran de la misma forma. Por ejemplo, aun cuando las naciones andinas contaran con excelentes artesanos del metal, fabricaban muy pocos utensilios metálicos (la gente solía utilizar herramientas de piedra); sin embargo, toda su maestría la aplicaban en la creación de magníficos adornos. Fruto de todo ello fueron el excelente arte y arquitectura precolombinas.

Música y baile

La música del norte de México tiene bastante en común con la de Arizona occidental; más hacia el sur, sin embargo, en las regiones mesoamericanas y andinas, hubo culturas musicales muy avanzadas. Apenas se conserva información acerca de la música de estas civilizaciones, y lo poco que queda de los estilos originales sobrevivió a la conquista española sobre todo en forma de fusión muy compleja y dispar de los elementos indígenas y españoles. En las demás regiones de Sudamérica, la música de los pueblos indígenas se hallaba bastante aislada de las influencias externas.

Instrumentos y estilos vocales

Entre los estilos musicales indígenas, el canto constituye la forma dominante de expresión musical, actuando la música instrumental como acompañamiento rítmico. En todo el continente, los instrumentos principales han sido los tambores y los cascabeles (agitados manualmente o fijados al cuerpo), así como las flautas y los silbatos. En Mesoamérica y en los Andes existe una mayor variedad. Los instrumentos tuvieron un significado ritual o religioso; en algunas tribus brasileñas, por ejemplo, las mujeres no pueden mirar las flautas de los hombres. Los curanderos y chamanes solían tocar el tambor de bastidor y las maracas.

México y Perú

Quedan muy pocos testimonios de la música anterior a la llegada de los españoles en Latinoamérica; sólo se conocen algunos instrumentos como la quena o flauta de Pan y la ocarina en Perú, y el huéhuetl y el teponaztli en México, además de flautas, silbatos y cascabeles; quedan algunos testimonios narrados que describen danzas rituales, así como escenas pintadas y talladas de músicos y bailarines. En México, las autoridades organizaban rituales cada mes, cuidadosamente ensayados, con cientos de músicos y bailarines vestidos con numerosos adornos y ricas vestimentas, dignas para la ocasión. Se practicaba el cántico de responsos; parece ser que se utilizaban escalas y acordes complejos, y las composiciones debían de tener una estructura formal, con diversidad de melodías y combinando las métricas. Las arpas, los violines y las guitarras que intervienen en la música actual de México y Perú fueron incorporados por los españoles.

Otras áreas sudamericanas

En todas las demás regiones de Sudamérica, la música indígena apenas se vio influida por la música europea. La escala pentatónica de los incas se extendió a otras regiones, pero siguieron existiendo también las escalas primitivas de tres o cuatro notas. Los cánticos polifónicos, caracterizados por diferentes voces y melodías, proliferaron en algunas áreas, sobre todo en la Patagonia.

Historia a partir de los contactos europeos

Cuando los primeros europeos arribaron a las costas de lo que ellos consideraron el `Nuevo Mundo' —ya fuera en la isla de San Salvador (Antillas), la isla Roanoke (Carolina del Norte) o la bahía Chaleur (Nuevo Brunswick)— fueron, por lo general, recibidos con sorpresa y curiosidad por los indígenas. Al parecer, los indígenas americanos consideraron a estos visitantes de tez clara como enviados de los dioses, no sólo por sus caballos, vestimentas, barbas y barcos de vela, sino sobre todo por su tecnología: cuchillos y espadas de acero, arcabuces y cañones, espejos, calderos de cobre y latón, y otros objetos desconocidos para ellos.

Relaciones con las potencias coloniales

“Hemos venido aquí para servir a Dios y para hacernos ricos”, proclamaba un miembro del séquito del conquistador español Hernán Cortés. Estos dos objetivos, el comercial y el religioso, precisaban de los propios indígenas para verse coronados por el éxito. Los conquistadores y demás aventureros españoles ansiaban las tierras y el trabajo de los indígenas; los sacerdotes y frailes reclamaban sus almas. En última instancia, ambos propósitos resultaron destructivos para muchos pueblos indígenas del continente americano. El primero los privó de su libertad y, en muchos casos, de sus vidas; el segundo los despojó de su religión y su cultura.

Sin embargo, hubo numerosos españoles del siglo XVI que mostraron sus dudas acerca de la ética de la conquista. Notables juristas y humanistas debatieron en profundidad sobre la legalidad de privar a los indígenas de sus tierras y obligarlos a someterse a la autoridad española. A los indígenas, sin embargo, estas discusiones éticas no les reportaron ningún beneficio.

Los estragos de las enfermedades

En 1492, el Caribe, México, Centroamérica y la región andina de Sudamérica se contaban entre las regiones de mayor densidad de población del hemisferio. Al cabo de unas décadas, todas ellas sufrieron un descenso demográfico catastrófico, debido, en gran medida, a las infecciones por microbios: enfermedades como la viruela, afecciones pulmonares y desórdenes gastrointestinales, todos ellos desconocidos en América antes de la conquista. Los indígenas eran vulnerables, desde el punto de vista inmunológico, a este conquistador invisible.

La destrucción resultó especialmente notable en Latinoamérica, en donde grandes grupos de población se hallaban congregados en ciudades como Tenochtitlán y Cuzco, por no citar las innumerables ciudades y poblados esparcidos por todo el territorio. Más que ningún otro factor, la sobrecogedora magnitud de las muertes por enfermedad fue el que desencadenó el acalorado debate en España acerca de la moralidad de la conquista.

Debido a que la población indígena desaparecía lentamente en la región del Caribe, los españoles recurrieron a la captura de esclavos en tierras de la actual Florida para reforzar la mano de obra. Cuando esta medida también resultó insuficiente comenzaron a importar africanos para trabajar en los cultivos de caña de azúcar y en las minas de plata.

Los indígenas que lograban sobrevivir se asignaban a una plantación o explotación minera, a cuyo dueño debían todos sus servicios. El sistema de la encomienda equivalía en la práctica a la esclavitud. Esto influyó en la degradación del espíritu y la salud de los pueblos indígenas, haciéndolos todavía más vulnerables frente a las enfermedades importadas por los europeos.

Las muertes causadas por infecciones no fueron tan generalizadas en los bosques canadienses, donde la mayoría de los pueblos vivían como cazadores-recolectores trashumantes. Las explotaciones agrícolas, como la del Hurón al norte del lago Ontario, sufrieron, en cambio, una importante despoblación por las oleadas de epidemias tal vez desencadenadas por los sacerdotes jesuitas que fundaron misiones en la zona.

La población indígena en nuestro siglo

La población indígena de América Latina se estima en unos 26,3 millones, aunque la mayor parte vive en Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú. Clasificados como campesinos por los respectivos gobiernos de los países en que habitan, la gran mayoría vive en una pobreza extrema en las remotas áreas rurales donde a duras penas consiguen sobrevivir de la agricultura. Los campesinos indígenas constituyen el 60% de la población total de Bolivia y Guatemala. La mayoría de los latinoamericanos son mestizos y juntos representan un 85% de la población de México, Bolivia, Panamá y Perú, un 90% de la de Ecuador y casi la totalidad en Chile, Honduras, El Salvador y Paraguay. La América Latina moderna tiene, por consiguiente, una deuda notable con respecto a su herencia indígena.

Sólo el 1,5% de la población indígena de Latinoamérica se puede calificar como tribal, lo que no es ninguna sorpresa, ya que las culturas prehispánicas crearon civilizaciones de gran complejidad. Todavía hoy existen grupos tribales en Brasil, Colombia, Panamá, Paraguay y Venezuela. Muchos de estos grupos viven en la selva profunda del Amazonas, donde subsisten a base de la caza, la pesca y la recolección de raíces. La actual expansión de Brasil por el Amazonas, sin embargo, amenaza la supervivencia física y cultural de las tribus amazónicas, ya que las enfermedades importadas por los foráneos están diezmando a la población, y la explotación minera y la construcción de autopistas arrasa sus territorios.

La mayor tribu brasileña sin civilizar en la actualidad es la yanomami, con unos 16.000 individuos, para la que el gobierno proyecta crear un parque protegido. Sin embargo, los antropólogos estiman que los yanomamis necesitarían al menos 6,4 millones de hectáreas para poder mantener su forma de vida tradicional.

La población indígena total de Latinoamérica incluye algo más de 600 grupos indígenas diferentes, con su propia lengua o dialecto. Igual que los indígenas del norte del continente, viven en entornos absolutamente dispares en cuanto a clima y condiciones, que oscilan desde la selva amazónica hasta las cimas de los Andes.

Las poblaciones indígenas y mestizas, a menudo pobres y marginadas de la sociedad, han alentado a veces el radicalismo político por cuestiones de subsistencia. La llamada Teología de la Liberación, que nació en Latinoamérica, ofrece como promesa principal la mejora de su situación económica y social. Los movimientos sociales ocurridos en el estado mexicano de Chiapas por parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), han vuelto a poner de manifiesto la necesidad de mejorar los niveles de vida de esta población.




Descargar
Enviado por:Edgar Rey
Idioma: castellano
País: Colombia

Te va a interesar