Historia


Cruzadas


LAS CRUZADAS, ENTRE EL MERITO Y EL MEA CULPA
Los historiadores hacen una relectura en el noveno centenario

En coincidencia con el noveno centenario de la
primera expedición a Tierra Santa (15 julio 1099), guiada por
Godofredo de Bouillon y Raimundo de Tolosa, que se concluyó con la
victoriosa conquista cristiana de Jerusalén, las páginas culturales de
los diarios se han llenado de artículos, se han celebrado exposiciones
y congresos de estudiosos para recordar este evento.

Como es bien conocido, el asunto de las Cruzadas es controvertido y
una cierta publicidad ha utilizado siempre las Cruzadas para
criticar ásperamente a la Iglesia católica. Una postura que se ha
hecho común y que no ha tenido nunca en cuenta los resultados de las
investigaciones históricas.

Aunque los medios de comunicación presionan para que los católicos,
ante el Jubileo, carguen con todas las culpas, nuevos descubrimientos
históricos demuestran que el asunto de las Cruzadas fue mucho más
complejo de lo que se cree. El jesuita Carmelo Capizzi, profesor de
Historia Medieval en la Pontificia Universidad Gregoriana, ha escrito
un artículo en el último número de «Civiltà Cattolica» en el que
sostiene que: «Muy lejos de haber sido inútiles o nefastas, las
Cruzadas contribuyeron a crear situaciones históricas positivas, que
desembocaron en procesos internacionales todavía abiertos y de vital
importancia».

El artículo critica valoraciones «demasiado superficiales sobre el
evento histórico» e invita a los estudiosos a acercarse a él libres
de condicionamientos ideológicos. El padre Capizzi invita a «rescatar»
a las Cruzadas de la que él considera historiografía de signo laicista
y por tanto fuertemente condicionada. Hubo errores, admite el padre
Capizzi, pero estos no justifican la condena de las Cruzadas que, en
su opinión, se deben considerar como un factor de progreso social y
cultural. «Se equivocan --concluye-- quienes atribuyen a la Cruzada
finalidades que ésta no se propuso jamás como, por ejemplo, la
propagación de la fe a mano armada».

El artículo de «Civiltà Cattolica» es compartido por el escritor
católico Vittorio Messori, que ha declarado al «Corriere della Sera»
que «se olvida que en Jerusalén, cuando llegaron los musulmanes,
destruyeron todas las iglesias de la cristiandad, lo mismo que
hicieron en el Norte de Africa, en Turquía y en la parte de España que
ocuparon durante ochocientos años».

Para el historiador Franco Cardini, los equívocos sobre este problema
nacen de una visión reductiva de la historia: «Se separa el hecho
militar (la Cruzada) de un contexto profundamente denso y positivo».
Para valorar mejor la situación, añade Cardini, «haría falta
reinsertarla en su contexto histórico con lo que muchas polémicas no
tendrían razón de ser». «Por otra parte --explica el historiador
medievalista-- la palabra Cruzada es una expresión moderna que se usa
sistemáticamente sólo desde el siglo XVIII. Hasta entonces había
términos que definían al "cruzado" pero no existía la palabra
abstracta. Esto significa que, hablando de Cruzadas desde el 1700 a
hoy, se ha hecho toda una serie de generalizaciones engañosas».

Monseñor Rino Fisichella, obispo auxiliar de Roma y vicepresidente de
la Comisión teológico-histórica del Jubileo, ha explicado a Radio
Vaticana que «el tema de las Cruzadas es complejo. No estoy de acuerdo
con quienes sólo hacen de las cruzadas una lectura religiosa o una
guerra santa. No olvidemos que se trata de un fenómeno que abarca
cerca de 200 años de historia y no se puede reducir todo a una sola
lectura religiosa. El juicio sobre las Cruzadas debe ser complejo y
global, de otro modo existe el riesgo de hacer una transposición de
las concepciones y las conquistas que el pensamiento ha hecho hoy y
llevarlas al pasado. Ante el Jubileo, es justo que tratemos de evaluar
cuáles han sido, en los hechos de nuestra historia, los aspectos
positivos que han llevado progreso, que han hecho madurar la
conciencia y el comportamiento de algunos cristianos y los que han
sido limitadores, que no han permitido dar una visión plena y profunda
de la santidad de la Iglesia».

«Las Cruzadas --afirma monseñor Fisichella-- han sido presentadas en
el pasado como un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, para decir
ver quién tenía razón y quién estaba equivocado, entre quién era más
fuerte y quién era más débil. Pero hoy, a la luz de la historia, de otras
conquistas de la humanidad, y de la mayor conciencia que la Iglesia tiene
de su historia, creo que es mejor hablar de complementariedad. No es ya
un enfrentamiento entre Oriente y Occidente sino la conciencia de que los
dos mundos, las dos culturas, las dos realidades tienen que conocerse e
integrarse mutuamente».

ROMA, 18 julio 1999 (ZENIT).-

Las Cruzadas

Alfonso Aranda López Ciencias Soclo-Administrativas

Dentro de la historia, las cruzadas fueron una serie de expediciones militares (1096-1291), organizadas por los caballeros de la cristiandad occidental, bajo la dirección de la Santa Sede, con el fin de expulsar a los musulmanes de los Santos Lugares.
Urbano II, a través de su lamamiento en el Concilio de Clairmont (1095), logró poner en marcha el feudalismo bajo la dirección de la Iglesia. Además, los que se encontraban en el discurso de Urbano II, se sintieron conmovidos. Urbano II distribuyó unas cruces de paño rojo a los cientos de caballeros para que se las pusieran en la espalda, o sobre la parte de Ia armadura que resguardaba la cabeza y el rostro. Por este hecho se les llamó precisamente "los cruzados" y durante los meses siguientes, Urbano II viajó a Francia para organizar Ia expedición.
Los jefes y soldados de la Primer Cruzada eran en su mayoría franceses, cada capitán comandaba su propio ejercito. Se tomó el acuerdo de que todas las fuerzas militares se encontrarían en las cercanías de Constantinopla en 1099 y allí empezarían las operaciones contra los turcos. Los que tomaron parte en la Primera Cruzada fueron Godofredo de Bouillon, Bohemundo de Tarento y el conde Raimundo IV de Tolosa, al mando de las fuerzas lorenesas, normandas y provenzales respectivamente. El fin de esta cruzada fue en 1099 y sus resultados fueron la toma de Nicea (1097), Antioquia (1098) y Jerusalén (1099). Se crearon los reinos de Jerusalén y establecimientos latinos en la costa asiática.

La Segunda Cruzada (1147-49). En Europa, las noticias de la caída de Edesa produjeron una alarma inmediata, especialmente entre los dirigentes de la Iglesia. El Islam estaba dispuesto a expulsar a los cristianos de Tierra Santa. El Papa Eugenio II confió en una segunda cruzada al más importante clérigo de la Iglesia de esa época, San Bernardo de Claraval. Fué dirigida por Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania y se retiró después del fracaso del asalto a Damasco en el 1148. En los treinta anos que siguieron al fracaso de la Segunda Cruzada, Tierra Santa sufrió una total y amenazadora transformación. Por primera vez, los musulmanes se unieron en un gran ejercito contra sus invasores. Las campanas de las iglesias fueron fundidas y los suelos y paredes de la mezquita de Omar purificados con agua de rosas.

La Tercera Cruzada (1189-92). Urbano III muere y le sucede Gregorio VII. Esta cruzada es consecuencia de la derrota de Hattín y la toma de Jerusalén en 1187 por Saladino. Fue organizada por Felipe Augusto II de Francia, Ricardo I Corazón de León de Inglaterra y Federico I Barbarroja de Alemania. Este último murió en Silicia en 1190; Corazón de León tomó Chipre en 1191 y luego con Felipe Augusto 11, toman Acre en 1191. Ricardo estableció una tregua de tres años con Saladino. El poder del Islam bajo Saladino parecía insuperable. Saladino muere y los musulmanes se sintieron desvalidos.

 La Cuarta Cruzada (1202-04). Inspirada per Inocencio III, el Papa en 1198. Se compone predominantemente de franceses, destacando Bonifacio de Montferrato y Teobaldo de Champaña. Debido a la intervención veneciana, tuvo como consecuencia la fundación del Imperio Latino de Constantinopla en 1204. Los cruzados sólo podían obtener los barcos en Venecia, Pisa o Génova, ciudades que eran poderosisimas e importantes centros culturales y comerciales. Hacia 1205, el Imperio Latino alcanzó su mayor extensión. Bonifacio resultó muerto en una batalla contra los búlgaros. La fragilidad del Imperio Latino era evidente.

La Cruzada de los Niños (1212). Miles de niños se concentraron en Francia y en el Oeste de Alemania e iniciaron una penosa marcha con intención de llegar a Tierra Santa y reconquistar Jerusalén. Consiguieron alcanzar Marsella y puertos del sur de Europa. Pocos fueron los sobrevivientes de esta cruzada.

La Quinta Cruzada (1217-21). Proclamada por Inocencio III. Intervienen en esta: Juan de Brienne, que era el rey titular de Jerusalén y Andrés II de Hugría. Después de ser derrotados ante el monte Tabor, los cruzados pasaron a Egipto y ocuparon por un tiempo Dalmietta. Los cruzados esperaban conquistar Egipto pero no triunfaron, porque el sultán los amenazó inundando las zonas rivereñas del bajo Nilo y pidieron la paz.

La Sexta Cruzada (1228-23). Fue una cruzada imperial, organizada per el excomulgado Federico II de Alemania y por medios diplomáticos que consistían en el Tratado de Jaffa (firmado también por el Sultán y Federico II), logró la recuperación de Jerusalén, Belén y Nazareth.

La Séptima Cruzada (1248-fill. La atención de Federico se centró en el conflicto con el Papado. Esta cruzada fue muy parecida a la Quinta Cruzada, preparada con el mismo criterio, con parecida ignorancia y culminada con igual desastre. Fue la respuesta a la derrota de Gaza en 1244. San Luis, mal aconsejado, dirigió sus fuerzas contra el Cairo, pero fueron cercados y vencidos en Mansurah.

La Octava Cruzada (1270). Dirigida por San Luis en contra de Tunez. Los cruzados desembarcaron en el norte de Africa y fueron bloqueados en Cartago. Les faltó agua y una peste se cernía sobre el ejercito. Concluye con la muerte de San Luis.

Las Cruzadas fueron suspendidas a partir de la caída de Acre en el año de 1291 aunque todavía se predicaron algunas. Cabe destacar que las dos ultimas cruzadas fueron una iniciativa personal de Luis IX de Francia.
 

Bibliografía:
Enciclopedia Salvat. Salvat Editores, S.A. Barcelona España, 1971. Tomo 4, pags. 918 y 919.
Nueva Historia Universal: Cristianismo y Feudalismo. Promexa. Ediciones Nauta, S.A. México D.F, 1983. Tome 3, pags. 77-85

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D efender el reino de Jerusalén, no iba a resultar fácil. Los musulmanes se encontraban en su propia tierra y contaban con recursos humanos aparentemente inagotables. Por el contrario, los cristianos se habían desmembrado en un inestable conglomerado de Estados feudales, unidos tan sólo por tenues relaciones de vasallaje y separados por ambiciones personales, rencillas étnicas y contrapuestos intereses de grupo. Nunca dejaron de ser fuerzas expedicionarias ocupantes de territorio hostil.
Hubo siete cruzadas a lo largo de dos siglos, y de todas ellas la primera fue la única que triunfó, quizá porque era una utopía, una desmesura táctica y logística.
La Primera Cruzada, entre 1096 y 1099, duró tres años, que son los que necesitaron para conquistar Nicea, Antioquía y Jerusalén.
El llamamiento de Urbano II en Clermont aquel 27 de noviembre de 1095 fue un clarinazo. Sus palabras resonaron desde las brumas del norte de Europa hasta la España que se bate con ardor en la Reconquista.

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El Cid Campeador

El imperio griego de Bizancio se derrumbaba. El califa fatimita de Egipto ordenaba la destrucción del Santo Sepulcro en el 1009. Pero en 1078 los

selyúcidas entraron en Jerusalén. Bizancio vio que no tenía el suficiente poder para poder proteger a los cristianos.
El emperador griego "el Basileus" era la cabeza del imperio. Alejo Commeno tenía que pactar con los turcos selyúcidas para mantenerse, todo esto se veía desde Roma con preocupación y era tanta la inquietud que se creía llegado el momento de aglutinar a las fuerzas cristianas.
Desde el Tíber hasta el Rin no había más que personas en marcha con su cruz sobre el hombro y gritando sin desmayo:
Deus vult!, Deus vult!

¡Dios lo quiere!

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Jerusalén

A partir de 1130, los musulmanes empezaron a reaccionar con energía ante la presencia cristiana en el Próximo Oriente. Predicada la guerra santa, Edesa fue recuperada en 1144. La alarma se extendió por la cristiandad y se organizó una nueva cruzada, la segunda, promovida por San Bernardo.
Dirigidos por Conrado III de Alemania y Luis VII de Francia, los cruzados fracasaron ante la ciudad de Damasco.
En 1187, los musulmanes, encabezados por Saladino, ocuparon Jerusalén, lo cual provocó la tercera cruzada, en la que participaron Federico I Barbarroja de Alemania, Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de León de Inglaterra. La muerte de Federico Barbarroja causó la retirada de las tropas germánicas.
Los cruzados recuperaron San Juan de Acre, tras lo cual los franceses se retiraron.
Ricardo Corazón de León consiguió llegar a un acuerdo con Saladino, que garantizaba a los peregrinos y comerciantes cristianos el libre acceso a Jerusalén. Pobre resultado para tanto esfuerzo.
El acceso al pontificado de Inocencio III, imbuido del convencimiento de la supremacía del papado sobre los príncipes cristianos, supuso la renovación del espíritu de cruzada, lo que quedó demostrado en la cuarta cruzada, organizada bajo el impulso de ese papa.
Federico II de Alemania protagonizó la quinta cruzada, partiendo hacia Tierra Santa en 1228 y, tras negociar con el sultán de Egipto, consiguió recuperar Jerusalén un año más tarde. Pero los musulmanes la reconquistaron, esta vez definitivamente, en 1244. La reacción de la cristiandad se concretó en la sexta cruzada (1248-1254), dirigida por Luis IX de Francia, que se dirigió a Egipto y ocupó Damietta, pero fue derrotado y hecho prisionero.
En 1270 Luis IX volvió a dirigir otra cruzada, la séptima y última, esta vez contra Túnez, ciudad que ocupó sin encontrar resistencia; pero la peste diezmó el ejército cruzado y el mismo rey encontró la muerte.
Pocos años después, en el año 1291, el último bastión de los cruzados, San Juan de Acre, cayó en poder de los musulmanes. La era de las cruzadas había acabado.




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Enviado por:Guido W. Contreras
Idioma: castellano
País: España

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