Durante los últimos años del imperio romano el cristianismo se impuso como la religión oficial. Su dogma se fue construyendo poco a poco, a partir de reflexiones filosóficas neoplatónicas.
Sus dogmas principales:
El Dogma Trinitario: según el cual en dios hay una sola sustancia en tres personas distintas.
El Dogma Cristo lógico: según el cual en una sola persona, Cristo hombre y dios perfecto, se han unido las 2 naturalezas: la divina y la humana.
Inicialmente, esta inecuación se intento con el platonismo, en el cual se apoyaron los padres de la iglesia. Su labor se caracterizo por interpretar teológicamente la imagen del mundo hecha por los platónicos desde las escrituras. Durante toda la edad media, la filosofía estuvo subordinada a la teología.
Agustín de Hipona
Formado en la tradición pagana, se convirtió al cristianismo y realizo una inmensa obra filosófica. En ella logro conciliar el pensamiento platónico con el dogma cristiano. Para el la verdad buscada por la filosofía era dios, y concretamente, su verbo intelectual encarnado en Cristo.
En ontología, Agustín identifico a dios con el ser, solo el es el.
Agustín consideraba el demiurgo platónico como una primera formulación del dios cristiano.
Consideraba a dios como la inteligencia que contiene en si las ideas de las cosas del mundo sensible.
Desde entonces, toda idea filosófica que no considera con el cristianismo seria rechazada. El único propósito de la filosofía era ayudar a entender la fe y las escrituras. La razón humana dejaba de ser todopoderosa y debía estar al servicio de la fe. Era mas importante, entonces, la fe que la razón, para comprender los misterios de la realidad.
El problema de la realidad
Anselmo de Canterbury estableció un argumento que supuestamente demostraba la existencia de dios de un modo que ni siquiera un no creyente pudiera rechazar.
El famoso problema de los universales: esta discusión heredada de la disputa entre idealistas y realistas griegos, trataba sobre la forma en que se designa la realidad.
La pregunta por el ser, que para los medievales era la pregunta acerca de dios.
Como se forma o se da en nosotros lo universal, o sea, el conocimiento.
El universal
Un universal es el nombre que se le da a un conjunto de cosas del mundo que comparten entre si alguna característica que las define pero a su vez este universal es una propiedad de las cosas.
Se trata de ver si con el universal solo nos referimos a las ideas de la razón, que no tiene existencia real, sino que son simples palabras vacías, flatus vocis, que no hacer referencia a una realidad y no tiene existencia propia.
Si podemos establecer la definición de un genero de cosas, entonces podemos afirmar su existencia.
La segunda posibilidad dice que no existe nada más que el particular y lo que se pueda decir de ellos, el universal no es más que un nombre.
La formulación del problema
La formulación de Boecio para quien el universal no podía ser sustancia, no podía existir por si mismo. La sustancia era un individuo, mientras el universal podía aplicarse a varios individuos, de modo que no podía existir como cosa en la realidad. La existencia del universal se era ser un concepto del intelecto, que se aplicaba a uno o varios individuos o cosas fuera de la mente.
Con esto afirmaba que la misma cosa era singular al existir en las cosas y universal al pensarse en la mente.
Para los filósofos medievales, la formulación de Boecio era problemática, puesto que amenazaba el estatuto ontologíco de la sagrada trinidad.
Realismo versus nominalismo
Los realistas: para ellos el universo existía como cosa. Afirmaban que la existencia de las cosas se fundaba en la existencia de los universales, y si existía el mundo, era por que existían previamente los universales. Los universales estaban en la mente divina como ideas o esencias de las cosas.
Los nominalistas: en cambio, consideraban que los universales no eran reales sino abstracciones de la inteligencia. Para ellos, suponer la existencia de los universales significaba limitar el pensamiento y el poder de dios.
Según Guillermo de Ockham los universales, más que flatus vocis, eran instrumentos del lenguaje (térmicos), que remplazaban o tomaban el lugar de las cosas cuando se hablaba de ellas.