Historia
Conflicto por la hegemonía europea. Guerra de los Treinta Años (1618-1648)
TEMA 23: El conflicto por la hegemonía europea: la Guerra de los Treinta Años (1618-1648)
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La guerra de los Treinta Años comienza como conflicto religioso y termina siendo una lucha por la hegemonía europea. Confluyen en ella las tensiones existentes entre las naciones católicas y las protestantes, entre los representantes de los Estados territoriales y los príncipes, entre las ciudades imperiales y el emperador, entre los Habsburgo y la dinastía francesa.
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El pretexto para la guerra fueron las luchas internas de la casa de Habsburgo.
1.- LA SITUACIÓN DEL IMPERIO PARA LOS HABSBURGO:
LOS HABSBURGO DE MADRID:
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La Casa de Austria o Habsburgo estaba dividida en 2 ramas distintas: la rama mayor era la de los Habsburgo de Madrid, y la rama menor, la de los Habsburgo de Viena.
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A La muerte de Felipe II le sucede su hijo Felipe III. El poder territorial de los Habsburgo de Madrid sigue siendo considerable: toda la Península Ibérica desde la anexión de Portugal en 1580 (Felipe II, nieto de Manuel I de Portugal por línea materna, ayudado por la hábil negociación de Cristóbal de Moura es proclamado soberano), cuenca occidental del Mediterráneo (posesiones insulares, italianas y algunas plazas en las costas africanas), el Franco Condado y la parte meridional de los Países Bajos (herencia borgoñona de Carlos V) y un inmenso imperio colonial en América, de origen español y portugués.
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Para defender estas enormes posesiones, España dispone de un importante contingente militar: el ejército con la famosa infantería de los “tercios” y la flota, reconstruida tras el desastre de la Armada Invencible, están considerados de primer orden en Europa a pesar de algunos fracasos como el de las Provincias Unidas.
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Felipe II proporciona a la monarquía una sólida estructura administrativa. Madrid se convierte en la capital política y en residencia habitual de la Corte. La cultura española vive su Siglo de Oro gracias a sus pintores, arquitectos, dramaturgos, escritores, teólogos y místicos. Sirve de modelo a gran parte de Europa y está al servicio de la fe católica.
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Pero la monarquía española también tiene graves fallos: ausencia de unidad y de cohesión que se manifiestan en sentimientos separatistas en el interior de la Península y en las posesiones exteriores; insuficiencia demográfica agravada por la emigración a las colonias; dificultades económicas y financieras; decadencia de la actividad económica.
LOS HABSBURGO DE VIENA:
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Su poder les viene de sus dominios personales, de los reinos electivos de Hungría y Bohemia y de la dignidad imperial. Los dominios personales comprenden: la Alta y la Baja Austria, Estiria, Carintia y Carniola, el Tirol, Moravia, Silesia y las tierras de Brisgav y del Sundgav o Alta Alsacia. A partir de 1526, los Habsburgo poseen a título electivo los países de la corona de Bohemia y el reino de Hungría (sólo una pequeña parte porque el resto está en manos de los turcos). El Imperio engloba Alemania, Austria, Bohemia y la antigua Lotaringia (Países Bajos, Lorena, Franco Condado, Alsacia y Saboya, los cantones suizos y una gran parte del Norte de Italia). Pero todo este conjunto está fragmentado en varios centenares de Estados cuyos príncipes se consideran a sí mismos soberanos y constituyen 3 cuerpos o “colegios”:
7 Electores encargados de elegir en Frankfurt al futuro emperador bajo el título de “Rey de Romanos”.
300 Principados eclesiásticos y laicos.
50 Ciudades libres.
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Los representantes de los 3 “colegios” constituyen la Dieta Germánica, que es convocada por el emperador. Pero sólo tiene derecho a tomar decisiones relativas al conjunto del Imperio (impuestos, tratados, declaraciones de guerra, etc...).
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Las posesiones imperiales son muy extensas pero sin riqueza y cohesión. Hay una decadencia de las instituciones imperiales, creciente importancia de algunos Estados alemanes y dificultades por el Estatuto religioso.
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Pero, a pesar de estas dificultades y de los primeros signos de decadencia de la potencia española, la estrecha unión que hay entre los Habsburgo de Viena y los de Madrid -matrimonios entre las 2 ramas -política europea común para la defensa del catolicismo -dominios limítrofes o vecinos-, continúa haciendo temible a la Casa de Austria.
2.- EL ORIGEN DE LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS:
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Sus móviles son complejos: religiosos, políticos y económicos. Empieza en Bohemia y se extiende rápidamente al Imperio y a una parte de Europa, desarrollándose en el terreno diplomático y en el militar. Está en juego la preponderancia de la Casa de Austria en Europa. Además de las tensiones religiosas que afectaron al Imperio alemán y la fragilidad de la Paz de Augsburgo (1555) entre Carlos V y los príncipes luteranos alemanes, existió la pugna que había enfrentado a Francia y a España durante todo el s. XVI y los problemas internos en los dominios patrimoniales de los Habsburgo debido a la dificultad de someter a una sola corona a húngaros y bohemios, separados, además, por distintas creencias religiosas.
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En 1608, los austríacos, húngaros y moravos eligen rey a Matías de Habsburgo, que sucede a su hermano Rodolfo II, primero como rey de Bohemia y después como emperador. Pero este nuevo soberano no tiene heredero directo, por lo que la cuestión sucesoria sigue siendo esencial. Se consigue llegar a un acuerdo dentro de la Casa de Austria, entre los archiduques, hermanos menores de Matías, y Felipe III de España: el sucesor será el archiduque Fernando de Estiria, primo de Rodolfo y de Matías.
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En 1617, el Tratado de Praga reconoce los derechos de Felipe III a la Alsacia de los Habsburgo, teniendo que renunciar, a cambio, a Bohemia en favor del archiduque Fernando de Estiria, que es proclamado rey de Bohemia.
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Fernando es un católico intransigente. Lobkowicz, el nuevo Canciller de Bohemia, nombrado por el emperador, intenta centralizar en la monarquía todos los poderes en detrimento de los Estados, constituidos principalmente por representantes de la aristocracia checa, mayoritariamente protestante, que temen perder los privilegios obtenidos en la Carta de Majestad y se sienten amenazados en el plano político y en el religioso por la actuación del emperador y del rey de Bohemia Fernando. Por orden del emperador se destruyen varias iglesias protestantes en Braunau y Klostergrab, con la excusa de haber sido construidas ilegalmente y se violan los privilegios locales, al ser encarcelados varios notables enviados a Praga con unas súplicas para el emperador.
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Los Defensores de la Fe replican convocando una asamblea de representantes protestantes. Pero el emperador declara ilegal la asamblea. Algunos de los componentes de esta asamblea, dirigidos por el conde de Thurn, provocan una ruptura con los Habsburgo y defenestran en Praga a los lugartenientes del emperador Slawata y Martinic y a su secretario, aunque salen indemnes: es la SEGUNDA DEFENESTRACIÓN DE PRAGA (23 de mayo de 1618). Los declaran depuestos y los sustituyen por un directorio de 30 miembros, 10 para cada uno de los 3 órdenes del reino: nobles, caballeros y ciudades, y se expulsa a los jesuítas del país.
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Pero los caballeros y las ciudades se muestran reticentes, faltan dinero y tropas. En Viena, el emperador Matías se manifiesta irresoluto e impotente. El rey Fernando desaprueba esta política y decide sustituir al emperador; recluta algunas tropas y penetra en Bohemia. Las fuerzas enfrentadas son demasiado débiles, por lo que se intenta llegar a un acuerdo. La muerte del emperador en 1619 consumará la ruptura.
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El 21 de julio de 1619, los países de la corona de Bohemia (Bohemia, Moravia, Silesia y Lusacia) constituyen una confederación de Estados independientes poniendo al frente a un rey elegido, el rey Fernando. Los Estados de Bohemia se niegan a reconocerle; le destituyen y eligen a Federico V, elector del Palatinado, príncipe calvinista y jefe de la Unión evangélica. En Hungría, el voivoda de Transilvania se proclama rey de los magiares. Entonces, la Dieta imperial, dominada por los católicos, nombra emperador (el trono estaba vacante desde la muerte de Matías) en Frankfurt a Fernando de Estiria, el depuesto rey de Bohemia, como Fernando II. La guerra de los Treinta Años acaba de comenzar.
3.- CARACTERÍSTICAS Y ETAPAS:
CARACTERÍSTICAS:
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En su origen, se trata de una guerra alemana, cuya causa profunda reside en la ambición de Fernando II a largo plazo para la eliminación del protestantismo y la transformación de todas sus posesiones y del Imperio en un gran Estado centralizado y católico. Todos los príncipes alemanes se sienten amenazados, sobre todo los protestantes.
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En 1621 termina la tregua de los Doce Años y se reanuda la guerra entre España y las Provincias Unidas. Por razones estratégicas (ruta terrestre a los Países Bajos) y a causa de las ambiciones del Conde-Duque de Olivares (dominación política y económica de Europa, desde el mar Báltico al Mediterráneo por la muy católica Casa de Austria), la Corte de Madrid empieza a intervenir cada vez más en el conflicto alemán.
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Dinamarca y Suecia son los primeros en intervenir desde el exterior en una guerra que cada vez se hace más europea: príncipes luteranos que pretenden defender a sus correligionarios protestantes y reyes ambiciosos y competidores que quieren alejar la amenaza que representan los Habsburgo para la Europa del norte.
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Francia, en un principio, se mantiene alejada debido a dificultades internas; pero, primero Richelieu y después Mazarino tratan de mejorar la seguridad de las fronteras francesas, detener los “progresos españoles” y no permitir que la Casa de Austria sea la dueña absoluta de Alemania. Por ello, los cardenales de la Santa Iglesia Católica y los primeros ministros de su Muy Cristiana Majestad se ven obligados a aliarse con todos los adversarios protestantes de los Habsburgo.
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Las ambiciones personales de algunos jefes militares, principalmente los capitanes Wallenstein y Bernardo de Sajonia-Weimar, mercenarios, contribuyen a complicar más el conflicto. Hay capitanes mercenarios católicos (Tilly, Wallenstein) y protestantes (Mansfeld, Bernardo de Sajonia-Weimar).
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En un principio, los ejércitos están formados por mercenarios con un armamento mediocre. Los príncipes dan dinero a jefes militares para que recluten soldados (especialmente en Alemania, Suiza e Italia, donde existen verdaderos “mercados de soldados”), individuos de diversos países, lenguas y religiones que no luchan por una causa, sino por oficio y afán de lucro. El único vínculo que existe entre estos soldados es el de estar bajo las órdenes del jefe que los recluta. El mantenimiento de estas tropas de mercenarios plantea problemas financieros a los jefes militares y a los príncipes, teniendo que recurrir a la solicitud de créditos a banqueros, no siempre concedidos o que resultan insuficientes. Lo más habitual es que los jefes no puedan pagar regularmente la soldada a sus tropas ni satisfacer sus necesidades de cereales, carne y forraje, por lo que los soldados se resarcen con el pillaje a costa de los países que atraviesan, sean enemigos o aliados, que beneficia no sólo a los soldados sino también a las caravanas que los siguen: vendedores, desertores, mujeres y niños. El armamento ha progresado poco. La artillería se deja de lado porque las culebrinas, morteros y obuses son piezas muy pesadas, de alcance y cadencia muy reducidos. La caballería se compone de coraceros, pesadamente armados y de carabineros, dragones y húsares, más sumariamente armados y más móviles. Las armas de los soldados de infantería siguen siendo muy imperfectas: picas, mosquetes (pesados, de corto alcance y de carga tan complicada que se necesitan 5 minutos entre un disparo y el siguiente). Por eso, los jefes militares no arriesgan a la ligera el capital que representan sus tropas; su estrategia es una guerra de desgaste o de “accesorios”: largos asedios de las plazas importantes, implantación de una autoridad metódica en el país ocupado, observación del ejército enemigo; se intentan evitar las grandes batallas de destrucción, pero si estos enfrentamientos tienen lugar, se desarrollan con métodos anticuados que excluyen movilidad o maniobras hábiles: las 2 infanterías, dispuestas en cuadros de fondo y los mosqueteros, que se repliegan tras los piqueros a cada descarga, intentan abrir brecha en los cuadros enemigos.
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Pero los tercios españoles sí siguen una táctica de combate disciplinada.
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En 1631, la intervención de Gustavo Adolfo de Suecia y la llegada del ejército sueco a los campos de batalla alemanes modifican profundamente las condiciones de la guerra. El ejército sueco está formado por mercenarios y jefes extranjeros como Sajonia-Weimar, pero su núcleo es un ejército nacional, una tropa homogénea animada por un mismo ideal patriótico y de fervor luterano. Las soldadas se pagan con regularidad, hay una relativa disciplina que excluye requisas y saqueos. Debido a la experiencia adquirida en las guerras contra países vecinos y a la superioridad de la industria metalúrgica sueca -modernizada por el flamenco Luis de Geer-, la infantería sueca tiene una considerable potencia de tiro, cuentan con numerosas piezas de artillería ligeras, móviles y eficaces, coraceros más ligeros, armados sólo con media coraza. El objetivo del ejército sueco es la destrucción del ejército enemigo, por le que le obligan a presentar batalla para aniquilarle gracias a la superioridad de su artillería. Así nace un nuevo arte de hacer la guerra.
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Interferencias en la acción militar y maniobras diplomáticas: la acción diplomática se sitúa en 2 planos a la vez; primero, en el interior de cada campo. Francia desempeña en este terreno un papel capital y difícil como es el de unir contra un enemigo común a países con intereses políticos, económicos y religiosos diferentes e incluso, a veces, opuestos. El aliado se puede volver peligroso a causa de sus éxitos -Suecia, cuyas victorias no tardan en inquietar a Francia; la propia Francia, cuyos progresos en las Provincias Unidas contemplan con temor los Países Bajos, que la quieren como amiga y no como vecina. Francia utiliza todas las dificultades internas del adversario, aliándose por ejemplo a los portugueses, catalanes y napolitanos cuando se rebelan contra España, que actúa de la misma manera respecto a Francia, apoyando las conspiraciones de los grandes (Montmorency, Cinq-Mars), negociando con los partidarios de la Fronda y aceptando a Condé. A partir de 1636 se empieza a hablar de paz: el papa ofrece su mediación, seguido pronto por Venecia y Dinamarca. Richelieu y Olivares intercambian, sin gran convicción, emisarios oficiales. En 1641, el emperador, Francia y Suecia abren las negociaciones en Westfalia, que comienzan en 1644 y duran casi 4 años. En 1656 comienzan las negociaciones franco-españolas, que concluyen en 1659 con el Tratado de los Pirineos.
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El cansancio de los adversarios y las incidencias financieras, de tal calibre que necesitan por parte de los beligerantes una movilización de todos sus recursos así como dar prioridad absoluta a la guerra, tienen un papel determinante en el fin del conflicto. En todas partes el esfuerzo se traduce en una agravación de la carga fiscal y un refuerzo del aparato del Estado. Los gobernantes intentan explicar las causas de tales sacrificios por medio de gacetas, panfletos y libelos, pero tales explicaciones sólo sirven para exaltar los sentimientos nacionalistas. Si Francia consigue la victoria de 1659 lo debe a que los franceses son más numerosos y tienen más riquezas que cualquier otro país europeo y pudieron sostener, aunque con protestas, el enorme esfuerzo de la guerra.
ETAPAS:
HASTA 1635:
FASE PALATINO-BOHEMIA: EL APLASTAMIENTO DE BOHEMIA (1619-1620):
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Federico V del Palatinado, tras muchas dudas, acepta la corona de Bohemia, pero no consigue granjearse la simpatía de sus súbditos y su situación no es brillante: tropas mediocres e insuficientes constituidas por checos (bohemios) al mando del conde de Thurn y por mercenarios alemanes al mando de Mansfeld y de Christian d'Anhalt. Fuera del Imperio, el nuevo rey de Bohemia no encuentra aliados; solamente cuenta con la ayuda financiera de las Provincias Unidas, de Venecia y el apoyo del rey de Hungría.
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El emperador Fernando II sólo dispone de medianos recursos (auxiliares enviados por el rey de España) para hacer frente a la rebelión de Bohemia. Pero al día siguiente de su elección como emperador, la situación cambia en su favor: la alianza de los electores de Sajonia y Baviera le asegura el apoyo de las tropas sajonas y de las tropas bávaras de la Liga Santa. Además, en 1620, Felipe III de España autoriza a los Países Bajos a que envíen al Bajo Palatinado 20.000 soldados al mando de Espínola. Fortalecido por estos apoyos, el emperador Fernando rechaza la mediación de Francia, que lo único que obtiene es un acuerdo de neutralidad.
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El ejército imperial: Espínola ocupa el Bajo Palatinado y el elector de Sajonia, las Lusacias. La Liga Santa invade Bohemia y marcha sobre Praga. Tiene lugar la batalla de la Montaña Blanca (1620) en la que son derrotados los bohemios y el rey Federico. Bohemia y Moravia son ocupadas por las tropas imperiales, estableciéndose una terrible represión. Los Estados de la corona de Bohemia tienen que jurar obediencia al emperador Fernando, que les concede una nueva constitución: Bohemia se convierte en monarquía hereditaria de la Casa de Austria sin poder ser confirmado el rey por los Estados, éstos pierden la iniciativa en materia legislativa, los altos dignatarios son elegidos cada 5 años por el emperador; germanización de Bohemia al obligarse a transferir propiedades checas (bohemias) a familias austríacas. Se declara proscritos a los calvinistas; el emperador Fernando hace abolir la Carta de Majestad y expulsa a los pastores luteranos; la persecución se extiende a los propios fieles, que tienen que huir en masa. Los jesuitas vuelven a Praga, donde reorganizan sólidamente el culto católico. Bohemia se convierte en uno de los países más católicos de Europa, floreciendo el arte barroco como manifestación de esta espectacular victoria de la Contrarreforma.
LA GUERRA EN ALEMANIA Y LOS COMIENZOS DE LA INTERVENCIÓN DIPLOMÁTICA FRANCESA (1621-1631):
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No contento con el éxito obtenido en Bohemia, el emperador Fernando II quiere vengarse de forma ejemplar del ex rey de Bohemia, Federico V del Palatinado, y le destierra del Imperio sin consultar a la Dieta, teniendo éste que refugiarse en La Haya (Holanda). Para hacer que se reconozcan oficialmente sus decisiones, el emperador Fernando convoca en Ratisbona una Dieta parcial, compuesta casi exclusivamente por príncipes católicos y modifica el equilibrio territorial del Imperio a favor de los católicos (el Alto Palatinado es para Maximiliano de Baviera; el Bajo Palatinado, para españoles y bávaros, confirmando después al duque de Baviera como elector palatino vitalicio; el número de príncipes protestantes en el “colegio” de 7 electores se reduce de 3 a 2).
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En España, el advenimiento de Felipe IV conduce al poder al Conde-Duque de Olivares como primer ministro, que pretende reanudar la política de Felipe II y restaurar en Europa el poder del catolicismo y de la monarquía española. Para romper la resistencia de las Provincias Unidas, con las que se acaban de reanudar las hostilidades tras la tregua de los Doce Años, intenta ocupar las posiciones estratégicas indispensables (Valteline, Bajo Palatinado); también pretende reconstruir el poderío marítimo español y establecer junto con los Habsburgo de Viena la supremacía de la Casa de Austria en el Mar del Norte y en el Báltico. Por eso, Olivares sigue muy de cerca los asuntos de Alemania, influyendo directamente en la política del emperador e incrementando la inquietud de los príncipes protestantes y del resto de Europa.
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En Francia, Richelieu tiene clara conciencia del peligro que representa la política de los Habsburgo bajo la doble forma austríaca y, sobre todo, española. Pero no puede intervenir directamente a causa de los conflictos internos de Francia, por lo que se limita a ayudar solapadamente a todos los adversarios de los Habsburgo. Por el Tratado de Moncon (1626) logra la retirada provisional de las tropas españolas de Valtelina, de vital interés estratégico para España y Alemania.
FASE DANESA:
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En Dinamarca, el rey Cristián IV está dispuesto a intervenir contra el emperador Fernando como luterano y como príncipe del Imperio por ser duque de Holstein. Además, quiere aumentar el poder económico de Dinamarca controlando el comercio de Alemania del Norte. Sólo cuenta con su propio ejército, algunas tropas mercenarias y la ayuda económica de Inglaterra y las Provincias Unidas.
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Por otra parte, el emperador Fernando, deseoso de depender solamente de la Liga Santa y de su jefe, Maximiliano de Baviera, confía al noble bohemio Wallenstein, convertido al catolicismo y nombrado príncipe del Imperio, el reclutamiento y el mando del ejército imperial en 1620. Será Tilly, cabeza de las tropas de la Liga Santa quien derrote en Lutter (Baja Sajonia) a Cristián IV en 1626, que tiene que firmar la Paz de Lübeck (1629), conservando sus Estados pero teniendo que renunciar a sus pretensiones alemanas. Por el Edicto de Restitución, Wallenstein y Tilly recuperan para el emperador varios obispados y abadías secularizados (1630): se produce una vasta transferencia de propiedades y un nuevo desplazamiento del equilibrio de fuerzas a favor de los católicos. El emperador Fernando pretende eliminar el protestantismo de Alemania y transformar la dignidad imperial en un poder monárquico absoluto y hereditario. Por encima de estos objetivos concretos pretende la DOMINACIÓN UNIVERSAL DE LA CASA DE AUSTRIA de acuerdo con los Habsburgo de Madrid. Los príncipes alemanes y las potencias europeas cada vez toman más conciencia de ello. Los príncipes católicos alemanes, aun deseando el triunfo de la Iglesia Católica, se oponen a la transformación del estatuto del Imperio, haciendo que se elija a Maximiliano de Baviera como Rey de Romanos si es necesario; además, están preocupados por la creciente influencia de Olivares en la corte de Viena y por las intrigas de Wallenstein, que saquea las tierras católicas y protestantes indistintamente con la excusa de aplicar el edicto de Restitución. Richelieu, aparte de 2 cortas campañas contra el duque de Saboya, aliado de España, centra sus esfuerzos en el plano diplomático, pues a pesar de la toma de La Rochelle, considera que la situación interna de Francia no es todavía lo suficientemente sólida.
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El emperador Fernando convoca una asamblea de electores sólo católicos en Ratisbona (1630) para que se nombre Rey de Romanos a su hijo mayor Fernando. Los enviados de Richelieu explotan hábilmente el descontento de los electores católicos, especialmente de Maximiliano de Baviera, hacia el emperador. Éstos exigen la destitución de Wallenstein y la disolución de su ejército. Pero, después que el emperador da su conformidad, se niegan a elegir a su hijo como Rey de Romanos.
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1631: Richelieu firma con Maximiliano de Baviera una alianza defensiva de 8 años y consigue un nuevo enemigo para la casa de Austria: Gustavo Adolfo de Suecia.
FASE SUECA: GUSTAVO ADOLFO Y WALLENSTEIN (1631-1635):
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Gustavo Adolfo de Suecia pretende extender el poderío sueco en Europa del Norte y defender el luteranismo. El duque de Pomerania le permite utilizar el puerto de Stettin y el elector de Brandenburgo le permite ocupar algunas plazas fuertes. Turquía, Transilvania y Moscovia le prometen su ayuda contra Polonia, enemigo común. Firma con Francia el Tratado de Bärwalde por el cual se compromete a intervenir en Alemania respetando el culto católico en los lugares establecidos y a no entrar en guerra con los aliados de Francia (como Baviera) bajo condición de reciprocidad y a cambio de una subvención anual francesa de 1 millón de libras. Pero cuando Tilly y las tropas imperiales toman la ciudad protestante de Magdeburgo (como aplicación del edicto de Restitución) y la incendian; todos los príncipes protestantes, aunque algunos eran reticentes a Gustavo Adolfo, se alinean a favor sueco. El rey de Suecia obtiene la victoria de Breitenfeld sobre Tilly y las tropas imperiales, lo que le convierte en árbitro de la situación.
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Pero Gustavo Adolfo contraviene el Tratado de Bärwalde: en lugar de marchar directamente sobre Viena, atraviesa Turingia y Franconia y se establece en Maguncia, de donde expulsa a los obispos y prelados católicos, despoja las iglesias y organiza una administración territorial. Como réplica, Richelieu ocupa la Lorena, cuyo duque mantiene buenas relaciones con los descontentos franceses y hace proposiciones directas a Gustavo Adolfo.
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El rey de Suecia invade Baviera derrotando a Tilly y entra en Munich, flanqueado por el ex rey de Bohemia, Federico V del Palatinado, y por proscritos bohemios. Muerto Tilly, Wallenstein toma de nuevo el mando del ejército imperial, obligando a Gustavo Adolfo a retirarse de Nuremberg hacia el norte de Alemania. Wallenstein le sigue. Se produce la batalla de Lützen con la victoria de los suecos. Gustavo Adolfo muere, lo que beneficia a los Habsburgo al disolverse la coalición protestante bajo el mando de Suecia, a pesar de los esfuerzos en contra de Richelieu.
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Wallenstein negocia con Sajonia según los propósitos del emperador, pero también ofrece sus servicios en secreto a Francia y Suecia. El emperador, enterado de esta traición, le hace asesinar.
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1634: Las tropas imperiales apoyadas por refuerzos españoles, derrotan a las tropas suecas en la batalla de Nördlingen. Suecia pierde el dominio sobre el sur de Alemania y se produce la defección del elector de Sajonia, que se ve obligado a firmar los preliminares de Pirna con el emperador, confirmados en la Paz de Praga en 1635.
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LA PAZ DE PRAGA establece una tregua de 40 años, una amnistía general y la disolución de las Ligas (Unión de Heilbronn y Liga Santa). Se confirman las cláusulas de la Paz de Augsburgo. El elector de Sajonia recibe las Lusacias a cambio de reconocer la transferencia de la dignidad electoral y los territorios palatinos a la izquierda del Rhin al duque de Baviera. Los más importantes príncipes (como el lector de Brandenburgo) y Estados alemanes se adhieren a la paz.
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Pero en España, Olivares quiere fortalecer las posiciones españolas en la región renana.
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Richelieu está inquieto por el éxito militar y político del emperador y por las intrigas políticas españolas, así que confisca y ocupa Lorena por completo y también Valtelina y firma alianzas con: a) las Provincias Unidas; b) Suecia haciéndose cargo de las tropas de Bernardo de Sajonia-Weimar (antiguo lugarteniente de Gustavo Adolfo); c) varios duques italianos (Saboya, Mantua y Parma). Francia entra en la guerra abierta tomando como pretexto la ocupación de la fortaleza de Tréveris por parte de los españoles. Luis XIII de Francia declara la guerra a Felipe IV de España en 1635.
FIN DE LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS Y TRATADOS DE WESTFALIA:
FASE FRANCESA (1635-1642):
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La entrada en la guerra pone a Francia en una difícil situación: los católicos condenan abiertamente las alianzas francesas con los protestantes y la guerra contra la católica Casa de Austria, que favorece la Contrarreforma; la situación financiera es deplorable, lo cual repercute en el ejército, de poca calidad.
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La guerra comienza mal para Francia: la invasión de los Países Bajos fracasa; los españoles se apoderan de San Juan de Luz, las islas de Lerins e invaden Picardía, pero es reconquistada fácilmente por Francia.
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En 1637 muere el emperador Fernando II y le sucede su hijo Fernando III, elegido Rey de Romanos semanas antes. El nuevo emperador continúa con la política de su padre pero de forma más moderada y guardando más distancia respecto a Madrid.
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Los franceses obtienen varias plazas en los Países Bajos. Bernardo de Sajonia-Weimar pone sitio a Brisach; Viena y Madrid acusan penosamente la caída de la ciudad por ser de vital importancia estratégica. El almirante holandés Tromp destruye completamente una poderosa escuadra española en Douvres, lo que significa el fin de las aspiraciones marítimas españolas en los mares del norte.
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La muerte de Bernardo de Sajonia-Weimar libra a Richelieu de un aliado molesto y ambicioso y pone bajo su mando directo las tropas suecas así como la administración de Brisach y casi toda Alsacia.
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La secesión de Portugal y la revuelta de Cataluña en 1640 son hábilmente explotadas por Richelieu, que firma una alianza con los portugueses y envía un ejército a los catalanes, quienes nombran a Luis XIII como conde de Barcelona. Los franceses toman el Rosellón y Perpiñán.
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Las tropas suecas invaden Silesia y el norte de Bohemia. Los príncipes protestantes recuperan la esperanza ante los éxitos franceses y suecos. El emperador Federico III reúne una Dieta en Ratisbona sin obtener subvenciones de los príncipes alemanes, a pesar de que éste se compromete a iniciar negociaciones con Francia y Suecia en Westfalia. La posición del emperador se debilita aún más tras la victoria sueca de Breitenfeld.
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A finales de 1642 muere Richelieu; y a principios de 1643, Olivares cae en desgracia. Felipe IV aprovecha la muerte de Richelieu y la de Luis XIII y prepara una gran ofensiva hacia París. El gobernador de los Países Bajos asedia Rocroi, pero los tercios españoles, en una aplastante victoria francesa, son derrotados con enormes pérdidas (8.000 muertos y 7.000 prisioneros) de las que Felipe IV no podrá recuperarse.
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Mazarino continúa la política de Richelieu en contra del Imperio y los franceses y suecos obtienen varias victorias como la de Nördlingen. Tras la invasión de Baviera, los franceses marchan sobre Viena y los suecos invaden Bohemia y entran en Praga. La paz de Osnabrück (armisticio entre Suecia, Sajonia y Brandenburgo) detiene la ofensiva sobre Viena.
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Mientras tanto, Mazarino prosigue la guerra contra España con resultados diversos: los franceses no consiguen tomar Lérida, fracasan las ofensivas contra Nápoles y el Milanesado pero se establece la influencia francesa en Saboya, en los Países Bajos vencen al ejército español en Lens. Semanas más tarde se firma la PAZ DE WESTFALIA (1648).
LOS TRATADOS DE WESTFALIA:
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Las conversaciones de paz se inician en 1643 a un ritmo lento y se precipitan por las derrotas que sufre el Imperio en Baviera, las de España en los Países Bajos y el estallido de la Fronda en Francia.
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1648: en Münster se reúnen representantes del emperador, de los príncipes, de las ciudades del Imperio, del rey de España, del de Francia, de las Provincias Unidas, de los cantones suizos y de varios Estados italianos con mediación del nuncio y de un enviado de Venecia. Y en Osnabrück se reúnen representantes del Imperio y de Suecia. Ambas reuniones negocian simultáneamente y toman decisiones de pleno acuerdo, pero es una negociación muy laboriosa y compleja.
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Los Tratados de Westfalia confirman el fracaso de las ambiciones de los Habsburgo en Viena: división territorial (más de 350 Estados independientes) y religiosa del Imperio entre protestantes (norte) y católicos (sur); los calvinistas recibieron los mismos derechos que católicos y luteranos; cada príncipe eligió la religión de su Estado; los súbditos de otra religión podrían permanecer en el Imperio y practicar su culto en privado. Se aceptan las secularizaciones hechas antes de 1624. La ausencia de la Santa Sede en los tratados prueba que el Papado ya no pesa en las decisiones de los Estados. Francia y sus aliados reducen todo lo posible los poderes del emperador en el Imperio, reforzando el de los príncipes. El “colegio” se amplía a 8 electores: 5 católicos y 3 protestantes al recuperar el Palatinado la dignidad electoral.
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Total independencia de los Cantones suizos y libre circulación por el Rhin.
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España concede la independencia a las Provincias Unidas en el Tratado de La Haya, ratificado en Münster. Conserva el sur de los Países Bajos y consigue evitar una alianza franco-holandesa.
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Francia, la gran triunfadora, obtiene territorios en Lorena el Sur de Alsacia (Sundgav) excepto Estrasburgo y Mulhouse, los Tres Obispados: Metz, Toul y Verdún; Pignerol; y las cabezas de puente de Brisach y Philipsburgo en el Rhin, lo que corta las comunicaciones de los Habsburgo.
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Suecia obtiene Pomerania occidental, con la desembocadura del Oder y el puerto de Stettin en la oriental, el puerto de Wismar, Bremen y Verden, las desembocaduras del Elba y el Wesser, la isla de Rügen. Estos territorios le son concedidos al rey de Suecia como feudos del Imperio, lo que le convierte en príncipe alemán con derecho a participar en la Dieta. Todo el tráfico comercial de las ciudades hanseáticas quedó bajo control sueco.
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Pero los problemas del Báltico siguen sin solucionarse y continúa la guerra entre Francia y España hasta el Tratado de los Pirineos (1659).
CONSECUENCIAS:
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Fin de la Hansa al ser incapaz de adoptar una política común frente al conflicto entre Dinamarca, el Imperio, Suecia y Polonia.
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Despoblamiento y destrucción en los países directamente afectados por la guerra, sobre todo Alemania, la gran víctima. Las ciudades alemanas pierden casi 1/3 de la población y los campos, casi el 40 %. Sin embargo, no todos los Estados alemanes son afectados por igual. También influyen las hambrunas y epidemias, pero son consecuencias directas del conflicto. Aumento de la mortalidad, descenso de los matrimonios y la natalidad, emigración masiva de individuos que huyen ante los ejércitos o son expulsados por motivos religiosos.
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Destrucción sobre todo en los campos. Las ciudades no asaltadas se han librado gracias a sus murallas. Pueblos enteros quedan abandonados. Las tierras se convierten en baldíos; el monte y los bosques ganan terreno; los lobos circulan en manadas por los campos devastados y desiertos.
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Profunda conmoción moral de la población alemana: atrocidades, exceso de sufrimientos, diario espectáculo de la muerte. Hay una profunda transformación de valores ante los horrores sufridos; se produce una ola de inmoralidad y de brujería, de desmoronamiento espiritual, manifestado en el arte.
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La Casa de Austria ya no representa una amenaza para la paz de Europa; su división en 2 ramas está asegurada. Los Habsburgo de Viena se ven obligados a aceptar el debilitamiento de la institución imperial y la casi independencia de los príncipes del Imperio, aunque su posición está reforzada en Bohemia, cuyo estatuto de reino germanizado y hereditario no se revisa tras la Paz de Westfalia. Poco a poco se irá convirtiendo en un gran Estado extendiéndose hacia el Este a expensas de los turcos.
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España sale debilitada militar y económicamente. Ha perdido los Países Bajos del Norte, Artois y Rosellón y, pronto, Portugal. Ya no es una potencia de primer orden.
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Las provincias Unidas salen reforzadas e independientes.
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Inglaterra sale de su aislamiento.
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Suecia domina el Báltico. La vocación marítima de las 3 anteriores las convierte en competidoras.
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Francia adquiere Artois, Alsacia y Rosellón y cuenta con aliados en casi todos los países de europeos. Luis XIV es el árbitro del continente. Comienza la preponderancia francesa en Europa.
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Enviado por: | Eva María Carrillo Serrano |
Idioma: | castellano |
País: | España |