Psicología
Conductismo y aprendizaje
Conductismo y aprendizaje
El conductismo parte de una concepción cientifista sobre la Psicología. Puesto que la ciencia debe versar sobre fenómenos observables o, cuanto menos, que puedan ser cuantificados y analizados en condiciones objetivas, no puede admitirse como objeto de estudio psicológico nada que no reúna tales condiciones.
Los primeros teóricos de este movimiento arremetieron contra la introspección como método y contra el mentalismo como teoría. La primera consistía en analizar los estados internos de la mente para arrojar luz sobre sus procesos. El segundo mantenía la suposición teórica de que nociones como mente, conciencia o motivos eran entidades reales y objetivas que existían dentro del cerebro, las cuales constituían el objeto de estudio directo de la investigación psicológica.
Watson abanderó la crítica a la Psicología dominante en su época, proponiendo un cambio en los métodos y conceptos para realizar investigaciones puramente científicas. Como resultado de su crítica se desarrolló el conductismo, el cual se fundamenta en las siguientes ideas:
Si la ciencia debe estudiar exclusivamente datos empíricos, el objeto de la Psicología tendrá que ser observable.
Si existen los llamados estados mentales o de conciencia, no pueden ser considerados metodológicamente como objetos de estudio científico, ya que no reúnen las características objetivas que definen a éstos.
Cuando observamos una conducta, podemos aislar en ella dos elementos. Por un lado, los estímulos ambientales que impactan en el organismo, y, por otro, la respuesta que éste emite a continuación. Tanto estímulos como respuestas son observables, cuantificables y susceptibles de ser utilizados en experimentos científicos. Por tanto, si la Psicología es la ciencia de la conducta, deberá dedicarse al estudio de las asociaciones entre Estímulos y Respuestas. Con frecuencia, dicha relación es representada esquemáticamente como E-R. Lo que sucede dentro del cerebro y no puede ser observado mediante técnicas fisiológicas no interesa al psicólogo, ya que su análisis científico resulta imposible.
El término científico de conducta designa un concepto más amplio que el de su uso coloquial. Así, la conducta incluye todas las reacciones corporales que puedan ser medidas, aunque no puedan ser observadas a simple vista.
Las investigaciones psicológicas deben orientarse hacia el descubrimiento de las leyes de la conducta, sean éstas determinadas genéticamente o sean el resultado de aprendizajes individuales.
La conducta se consolida en forma de hábitos, los cuales permiten una mejor adaptación al ambiente.
Los experimentos prueban que la conducta es altamente modificable. Por lo tanto, deberán estudiarse las técnicas más propicias para la modificación de conductas con el objetivo de aplicarlas en ámbitos como la psicoterapia, la educación o el refuerzo de pautas sociales.
El lugar ideal para la experimentación es el laboratorio, ya que allí pueden ser controladas todas las variables intervinientes. Cuando por motivos éticos no se pueda experimentar con humanos, las pruebas se realizarán con animales. Según los conductistas, existen pocas diferencias entre unos y otros en relación a un número elevado de conductas, por l oque las conclusiones obtenidas mediante experiencias con animales pueden ser extrapoladas, salvo excepciones, al comportamiento humano.
Como consecuencia de las tesis anteriores, el conocimiento de las técnicas y leyes del aprendizaje, tanto animal como humano, se convierte en el punto central de la Psicología. Su fin: condicionar y predecir los comportamientos para mejorar las habilidades adaptativas de los organismos.
Aunque suele considerarse a Watson como creador teórico del movimiento, las primeras experiencias que incorporaron técnicas puramente conductistas fueron las de Thorndike quien, junto con L. Morgan, formuló la teoría del aprendizaje por ensayo y error. Ésta se fundamentaba en los experimentos llevados a cabo con animales hambrientos a los que Thorndike introducía dentro de jaulas. Para salir de ellas, era necesario que el animal aprendiera a tirar de un cordel o manipular un mecanismo que abría las puertas. En animal, excitado y hambriento, efectuaba una serie de movimientos al azar (ensayos) hasta que, por causalidad, daba con la solución propicia para salir. Una vez aprendida la conducta, desaparecían los ensayos.
Thorndike observó que las curvas de aprendizaje mostraban una clara disminución del tiempo necesario para encontrar la solución según el número de veces que se hubiera ensayado el experimento. Formuló así la ley del ejercicio, según la cual aumenta la probabilidad de una respuesta en función de las veces que se haya dado esa situación en el pasado.
También postuló la ley del efecto: la posibilidad de alcanzar un estado gratificante favorece la aparición de una conducta. O si se prefiere, un comportamiento que va acompañado de una recompensa queda fortalecido, es decir, tiende a repetirse. De esa manera se consolida el nexo entre situación y respuesta. En cambio, si la situación se acompaña de un estado molesto, el nexo se debilita.
Thorndike se convirtió en pionero del conexionismo, una teoría que reducía todo el psiquismo humano a puras asociaciones cerebrales, formadas como consecuencia de aprendizajes anteriores. Según él, incluso procesos superiores como el razonamiento o el lenguaje se reducían a hábitos de conducta consolidados, bien por la ley del Efecto, bien por la Ley del Ejercicio. Las asociaciones eran nexos entre Estímulos y Respuestas, que habían sido grabados o inhibidos en el cerebro gracias a la satisfacción o al malestar que provocaban respectivamente. Para Thorndike las asociaciones de estímulos y respuestas formaban un conjunto de redes neuronales jerarquizadas que tendían a consolidarse o debilitarse según fueran gratificadas nuestras conductas.
En las primeras décadas del siglo XX Watson se convirtió en el gran teórico del conductismo. Su radical punto de vista le llevó a descartar por completo el estudio de los estados mentales y a interesarse exclusivamente por el análisis experimental de la conducta. Algunas de sus opiniones provocaron indignación entre sus colegas y también en la opinión pública. Así, por ejemplo, cuando afirmó que si le dejaran a un niño recién nacido, y si no tuviera que preocuparse por problemas éticos derivados de los experimentos, podría hacer de ese niño el tipo de persona adulta que él previamente hubiera programado. O también cuando escribió: «El conductista no reconoce ninguna línea divisoria entre el animal y el hombre».
Su oposición frontal a cualquier tipo de mentalismo en Psicología le llevó a rechazar la Ley del Efecto, pues argumentaba que los términos empleados por Thorndike ("estado gratificante", "malestar", etc.) eran conceptos subjetivistas que no podían ser observados en un laboratorio. Por tanto, quedaban al margen de una ciencia sobre la conducta. Si admitió, en cambio, la Ley del Ejercicio, derivándola hacia la fisiología. Según Watson, la frecuencia o repetición de una conducta provocaba que las conexiones neuronales E-R se reforzaran continuamente como fruto de esa repetición. Su aportación al conductismo consistió más en la defensa teórica de sus postulados que en experimentos que descubriesen nuevas leyes sobre el aprendizaje.
1.1 Condicionamiento clásico
La motivación
7.1 Distinción entre motivación y voluntad
En el lenguaje ordinario, el término motivación se usa con frecuencia en relación con el de voluntad. Así cuando alguien no ha hecho algo que debía hacer solemos pensar que no estaba motivado para hacerlo, o que no lo quería hacer. Aparentemente puede parecer que ambos términos significan lo mismo, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, hasta cierto punto puede decirse que las investigaciones psicológicas sobre la motivación humana han supuesto una crítica radical al concepto de voluntad.
Hasta principios de siglo algunas concepciones filosóficas mantenían que la voluntad era una característica o propiedad de los seres humanos. O dicho de otro modo, que si un alumno no estudiaba, un drogadicto se seguía drogando o un trabajador no rendía en su empresa, era sencillamente porque no querían hacerlo.
En la actualidad, después de casi un siglo de investigaciones psicológicas sobre la motivación, podemos decir que existe un amplio conjunto de factores que determinan las conductas de los seres humanos; no es cierto, por tanto, que seamos tan dueños de nuestra voluntad como podría parecer a primera vista.
7.2 Indagación sobre los motivos de la conducta
Toda nuestra conducta se fundamenta en la motivación; la motivación es "la raíz dinámica del comportamiento, esto es, aquellos factores o determinantes internos más que externos al sujeto, que desde dentro le incitan a la acción" (Pinillos: Principios de psicología).
Sólo si nos sentimos motivados a hacer algo, nos decidiremos a actuar, por eso la motivación es la raíz que explica nuestra conducta. El caso que nos cuenta Schopenhauer nos aporta bastante claridad al respecto. Podemos traducirlo a nuestros días: si proponemos que al primero que esté en la puerta del Banco de España mañana a las nueve le serán entregados veinte millones de pesetas, es muy probable que el más perezoso esté allí a las seis de la mañana y algunos permanecerán a la espera toda la noche. Un trabajador realizará mejor su trabajo si éste se encuentra bien remunerado, si está mal pagado, su rendimiento será más bajo.
Las diferentes teorías de la motivación vienen a explicarnos que un aprendizaje o una conducta determinada pueden explicarse desde ciclos motivadores muy diferentes.
Según la teoría homeostática, la conducta del individuo se explica por la búsqueda del equilibrio. Ante una carencia de sustancias necesarias para la vida o un exceso, el sujeto entra en una situación de desequilibrio. Para liberarse de ella, el sujeto pone en marcha toda una serie de estructuras regulativas que le llevan a la conducta apetitiva y finalmente a la conducta con sumatoria con la que consigue la reequilibración.
Otra manera de ver las cosas es que un sujeto realice determinadas conductas motivado por una serie de incentivos, determinantes externos que llevan al sujeto a realizar conductas determinadas para conseguirlos y virtud de sus propiedades atractivas. Aquí la conducta se explica por un fin hedonista: conseguir el placer y evitar el dolor.
La teoría psicoanalítica explica la conducta humana desde motivaciones que sintetizan la teoría de los incentivos y la homeostática. La pulsión instintiva es la que moviliza al individuo para que su conducta la oriente en la consecución del placer y la evitación del dolor y así recuperar el equilibrio.
Las expectativas también constituyen una serie de motivaciones para la conducta humana, alertan al individuo anticipando refuerzos o también pueden reducir el ámbito de lo esperable. Con ello se explica que el sujeto oriente su conducta en función de ellas.
8. Determinantes de la conducta
En nuestro comportamiento influyen nuestra personalidad y las situaciones en que nos encontramos. La primera configura nuestro ser, las segundas constituyen nuestro estar. Por lo general, actuamos conforme a nuestra manera de ser, pero también lo hacemos en función de nuestras circunstancias. ¿Cuál de los dos aspectos resulta más importante en la conducta de las personas? Si sólo importase la primera, el modo de actuar sería siempre similar; si sólo tuviésemos en cuenta la segunda, todos actuaríamos igual en las mismas circunstancias y las predicciones sobre el comportamiento de cada uno no podrían basarse en la manera de ser, al no poder contar con una personalidad estable.
8.1 Determinantes internos y externos en la conducta
En nuestra vida cotidiana, todos tenemos la experiencia de que, a pesar de que nuestra conducta varía de acuerdo a la situación en la que nos encontramos, nos percibimos siempre como la misma persona, sin que los cambios de situación nos hagan sentir unos desconocidos ni para nosotros ni para los demás. Esta sencilla observación nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cuánto hay de interno y cuánto de externo en nuestras respuestas ante situaciones diferentes? En general, cuando se hace referencia a determinante internos, se está aludiendo a elementos emocionales, motivacionales y orgánicos, mientras que cuando insistimos en determinantes externos se están valorando fundamentalmente las situaciones, bien como son realmente, bien como las perciben los sujetos.
8.1.1 El enfoque internalista
La postura internalista dominó el panorama de la psicología hasta la década de los 709. según este enfoque:
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La conducta manifiesta no es más que un reflejo de estructuras internas, no observables, pero que son las verdaderas causas del comportamiento. En ese sentido, la conducta no tiene significado en sí misma, es sólo un indicador de estructuras internas más profundas y difíciles de conocer.
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La conducta tiene siempre una finalidad: persigue la consecución de unos objetivos que pueden ser muy variados. Estará guiada, básicamente, por componentes orgánicos, motivacionales y emocionales.
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Puesto que las estructuras internas son las que dan significado y definen al individuo, éstas se han considerado básicamente estables: se configuran en los primeros años de la vida y se van desarrollando a medida que el individuo va evolucionando.
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El supuesto de estabilidad conlleva el principio de consistencia: cualquier comportamiento del sujeto tendrá significado desde su personalidad. Únicamente conociendo ésta, podremos entender las respuestas de la persona.
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El individuo (su personalidad) es quien interviene en las situaciones particulares, por tanto es activo frente a ellas: la causa última de la mayor parte de la conducta debe explicarse desde él, más que desde la situación.
8.1.2 El enfoque situacionista
Walter Mischel criticó la postura internalista en su obra Personality and Assessment. Las críticas de Mischel pueden resumirse en los siguientes aspectos:
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Exceptuando el tema de las habilidades cognitivas e intelectuales, es pequeña la evidencia empírica que apoya la estabilidad y consistencia en las conductas de los individuos;
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Algunas conductas parecen indicadores de rasgos de personalidad estables, pero aparecerán sólo ante contextos semejantes; por tanto, en gran parte quedan explicadas por la situación, no por las disposiciones internas de los sujetos; y
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Los rasgos son términos que usan para describir la personalidad tanto los expertos como la gente en general. En realidad representan conceptos para organizar el mundo, pero de este uso en el lenguaje no necesariamente se derivan regularidades conductuales ni estructuras internas.
A partir de esta crítica, Mischel planteó un nuevo enfoque según el cual la personalidad se identifica con las respuestas del sujeto (es decir, la conducta observable), y éstas, a su vez, quedan explicadas fundamentalmente por las características de las situaciones. Las premisas de este nuevo enfoque podrían resumirse en los siguientes principios:
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La conducta manifiesta el único indicador observable de la personalidad; por tanto, para evaluar al sujeto habremos de remitirnos exclusivamente al análisis de su conducta.
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El comportamiento está guiado por las características de cada situación y la historia previa de aprendizajes que el sujeto tiene en situaciones parecidas.
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Puesto que las situaciones son las que dan significado a las respuestas del sujeto, sólo encontraremos estabilidad y consistencia en las conductas de los individuos cuando el contexto sea idéntico o evoque otras situaciones semejantes.
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Las situaciones particulares son las que marcan las respuestas adecuadas; por tanto, el sujeto reacciona frente a ellas: la causa última de la mayor parte de la conducta debe explicarse por los estímulos que están presentes en cada contexto.
8.2 El enfoque de la interacción
El debate sobre si son los determinantes internos o externos los que explican la personalidad (y la conducta) parece quedar resuelto con un enfoque nuevo, que pretende unificar los dos anteriores, además de aportar nuevas premisas:
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La personalidad viene definida en parte por las variables internas del sujeto y en parte por las características de la situación, pero lo que más y mejor explica la causa del comportamiento del individuo es la interacción entre cómo es y en qué situaciones está.
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En esta particular interacción persona-situación, desempeñarán un papel relevante la historia previa de aprendizajes del sujeto y las formas particulares de percibir situaciones que le caracterizan (las expectativas que lleva a las situaciones y las atribuciones que hace del significado de sus conductas).
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El individuo es activo frente al contexto. Él es quien da significado a la situación y a su respuesta.
Para explicar la conducta de un sujeto han de tenerse en cuenta tanto las tendencias básicas del individuo (elementos internos) como las características externas (elementos ambientales). De la interacción entre ambas surgirá la conducta más característica de un individuo, que irá creando su propia historia de aprendizajes y experiencias.
8.3 Atribuciones cognitivas como causas de la conducta
Muchos autores se han centrado, dentro del enfoque interaccionista, en el estudio de las expectativas. Las expectativas permiten explicar las diferencias individuales ante una misma situación objetiva. Serían los pensamientos que tenemos ante una situación, las predicciones sobre lo que va a ocurrir y cuál es la respuesta más adecuada. Se puede hablar, en general, de dos tipos de expectativas:
Las vinculadas a los resultados previsibles de la conducta. Los individuos, por nuestra propia historia de aprendizajes, tenemos una idea sobre qué resultados se suelen obtener tras nuestras conductas. Esta experiencia nos ayuda a la hora de evaluar una situación nueva, a anticipar o predecir cuáles pueden ser las consecuencias de nuestras conductas.
Las consecuencias asociadas a determinados estímulos presentes en las situaciones. No todos los estímulos de las situaciones aportan la misma información. Su influencia sobre las expectativas es clara en dos sentidos: en primer lugar, porque el conjunto estimular configura una situación particular y, en segundo, porque aprendemos a diferenciar que ciertos estímulos predicen con más frecuencia unos acontecimientos que otros. Por ejemplo, el aula en un día de clase es un contexto bien conocido por los alumnos; pero no todos los estímulos del contexto tienen el mismo significado: la iluminación, la temperatura o el color de las paredes, en general, suelen ser menos informativos como estímulos que la cara del profesor, el lugar en el que se coloca o un jersey nuevo de un compañero. Por ello, cuando uno de estos estímulos presenta variaciones (un día que el profesor llega sonriente frente a otro en el que llega muy serio) da más información que cualquier otro.
El tema de las atribuciones ha estado habitualmente relacionado con las explicaciones que los sujetos damos a los resultados de nuestras conductas. Por ejemplo, frecuentemente imaginamos cuáles han sido las causas que han hecho que, a pesar de nuestra voluntad de ayudar a un ciego a pasar la calle, alguien nos haya reprochado que los hicimos para impresionar a los que nos veían. Las atribuciones que realizamos para evaluar cada conducta y su resultado, a la postre, se han de convertir en nuevo conocimiento, nueva información con la que modificar las expectativas para adaptarnos mejor a las futuras situaciones.
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